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Capítulo 1
La ganadería en Navarra: 
una panorámica evolutiva de largo plazo
José Miguel Lana Berasain
UNIVERSIDAD PÚBLICA DE NAVARRA
Mural realizado por Pedro Lozano
de Sotés y Francis Bastolozzi
10
Qué importancia histórica y económica ha tenido la ganadería ?
Qué tipo de ganado se criaba principalmente en Navarra ?
Cómo se distribuían los aprovechamientos del monte entre los
vecinos de los pueblos ?
Qué importancia tuvo la trashumancia en Navarra y cómo se
produjo su decadencia ?
Cuántas crisis ha sufrido la ganadería en los últimos siglos ?
Qué instituciones y costumbres se asocian a la ganadería ?
Qué transformaciones y cambios se han producido para llegar
al momento actual ?
Este capítulo es el resumen de un trabajo más amplio que forma parte del proyecto de investigación
HAR2009-09700, dirigido por Jose Miguel Lana para la Universidad Pública de Navarra y financiado
por el Ministerio de Ciencia e Innovación. El autor, José Miguel Lana, está en deuda con el profesor
Domingo Gallego por la cesión generosa de documentos de archivo.
11
El pasado influye en nuestro presente y puede ser también una
lección. La experiencia histórica sirve de guía para la sociedad
a la hora de tomar decisiones que marcarán el futuro. 
En este capítulo se traza un panorama general de la evolución
que ha tenido la ganadería en los últimos siglos, como introduc-
ción necesaria para entender la realidad actual. Veremos el ori-
gen de instituciones y prácticas ganaderas que hoy siguen
vigentes. También nos daremos cuenta de que las crisis no son
un invento de hoy en día. La sociedad navarra ha vivido diver-
sas crisis económicas y ganaderas en los últimos siglos, y ha
evolucionado al aplicar distintos mecanismos para superar esas
crisis. En la base de esta historia siempre ha habido un objetivo:
garantizar a la población el alimento y cubrir sus necesidades
básicas, en el marco de la rentabilidad y el aprovechamiento de
todos los recursos disponibles.
Veremos que el ganado no solo nos ha dado alimentos. Tam-
bién ha servido como motor para el transporte y como medio de
trabajo, gracias a la tracción animal. Ha proporcionado abrigo e
incluso ha articulado unas formas de convivencia y unas vías de
comunicación geográfica, decisivas para el devenir de la socie-
dad. La actividad ganadera ha conformado además una cultura
propia, que nos define como pueblo.
En estos siglos, unas instituciones y normas han ido desapare-
ciendo mientras surgían otras nuevas, para atender a las de-
mandas cambiantes de la sociedad. Y todas seguramente fueron
buenas en su momento. Algunas de esas instituciones y cos-
tumbres tienen hoy todavía plena vigencia, y merecen ser de-
fendidas porque surgieron de la experiencia de muchas
generaciones y han servido para mantener un equilibrio siempre
precario entre la acción humana y la vida natural.
12
Entre la subsistencia 
y el mercado:
las actividades ganaderas durante el Antiguo Régimen 
(ss. XVI-XVIII)
Hasta el siglo XVIII la cría de ganado y el aprovechamiento
de sus productos (carne, leche, cueros, lana) en Navarra
se movían entre la lógica de la autosubsistencia y la del
mercado. Una sociedad pobre y en precario equilibrio
con el medio, que padecía elevadas tasas de mortalidad
y frecuentes carestías en los consumos, necesariamente
había de anteponer como objetivo la obtención del ali-
mento más seguro y completo: el pan. 
Las actividades ganaderas orbitaban en torno a ese obje-
tivo central. Proporcionaban la fuerza de tracción para la
labranza y el transporte. Aseguraban los fertilizantes or-
gánicos que repondrían el nitrógeno, fósforo y potasio del
suelo. Permitían introducir cierta variedad y más proteí-
nas en una dieta por lo general monótona. Facilitaban de
cuando en cuando el acceso al numerario mediante la
venta en el mercado de los animales criados en la granja
o de alguno de sus esquilmos. Porque lo cierto es que el
mercado estaba muy presente, aunque de modo com-
plementario, lejos del papel central que adquirió más
tarde. Con suerte el campesino podía llevar algún animal
a alguna de las ferias anuales o de los mercados sema-
nales que se celebraban regularmente. También podía
presentarse en Pamplona, o en alguna de las demás ciu-
dades y villas, para vender “a pique” (a peso) algún buey
o carnero al ramo de carnicerías. (1)
Por su especial importancia en la producción agrícola, el
ganado de reja era objeto de una atención prioritaria, re-
servándosele las mejores hierbas del término en los pra-
dos que eran designados como dehesas boyales. El pasto
extensivo se procuraba completar con la siembra de al-
cacer (cereal segado en verde para forraje) para el con-
Los documentos distinguen dos tipos de ga-
nado: el granado o mayor y el menudo. El pri-
mero lo formaban vacuno y equino y tenía una
orientación mixta, de trabajo y renta.
El ganado menudo, tanto de lana como de pluma
y pelo, era el que se destinaba para el consumo
y se denominaba de granjería.
(1) Sobre las ferias y mercados, Casas Torres y Abascal
Garayoa (1948: 27-44).
(2) El inventario post-mortem del dueño del palacio de Olóriz en 1680 deja ver su especialización en la producción y venta de machos y muletos.
La cabaña de este propietario incluía 33 equinos, 9 vacunos, 278 ovinos y 42 caprinos. Además se anotaban una cierta cantidad de dinero como
deudas que faltaban por pagar por la venta de machos a 24 sujetos de Valdorba, Valdizarbe, Artajona, Tiebas y Aoiz (Archivo General de Navarra,
Protocolos, nº10186/1, nº42). Sobre el ganado de lidia, 
López Martínez (1998) y Pérez de Laborda (1980). 
13
sumo de pesebre en invierno. En ocasiones la conserva-
ción del ganado de reja daba lugar a granjerías derivadas
que, más allá de la mera reposición, permitían desarrollar
un negocio orientado a la comercialización de animales
vivos. Así ocurría con las yeguas y los ganados cerriles,
destinados a la crianza de caballos y mulas para la labor.
También es el caso de las vacadas que, en particular
desde el siglo XVIII, se destinan de manera creciente a la
lidia (2). 
El ganado menudo, ya fuese de pelo o de lana, era de
granjería, y su destino era el consumo, las más de las
veces mediando el mercado. Era este ganado el protago-
nista por excelencia de las rutas trashumantes que co-
nectaban los pastizales de invierno de la Ribera con los
pastos altos de verano de los puertos del Pirineo y las sie-
rras de Urbasa y Andía. Las fuentes documentales son
muy parcas en alusiones a otros animales destinados al
consumo doméstico; tan sólo ocasionalmente son men-
cionadas las gallinas como tributos que algunos campe-
sinos debían pagar a sus señores.
Pese al protagonismo de la lógica de autosubsistencia,
no se piense que la actividad ganadera durante la etapa
preindustrial fuera una especie de economía natural. En
realidad nos encontramos ante una actividad que se de -
sarrollaba en un marco institucional complejo y normati-
vizado. La institución más relevante a estos efectos era
la vecindad, ya que, junto a la imposición de algunas obli-
gaciones (servir los cargos y oficios de concejo, pagar im-
puestos y gastos comunes), conllevaba el derecho de
acceso al aprovechamiento y gobierno de los recursos
comunales. En una sociedad feudal definida por el privi-
legio y la sangre como era la navarra, este derecho de ve-
cindad denotaba desigualdad en tres planos. En primer
lugar, no todos los residentes en una localidad eran ‘ve-
cinos’. Los denominados habitantes, moradores, caseros
o maisterrak estaban excluidos del goce, o accedían a él
indirectamente, como arrendatarios de los bienes de un
vecino. En segundo lugar, los vecinos hidalgos tenían de-
recho a una porción doble de todos los aprovechamientos
frente a los vecinos pecheros. En tercer lugar, algunos hi-
dalgos disfrutaban de la condición de vecinos foranos por
Hasta el siglo XVIII, Navarra era una sociedad rural, pobre,
con unaeconomía de autosubsistencia y elevadas tasas de
mortalidad. El pan constituía el alimento principal, el más
seguro y completo. El ganado orbitaba en torno a las ne-
cesidades de una agricultura básica y del transporte. 
Además proporcionaba un complemento a la dieta. 
El mercado no tenía la importancia primordial de hoy en día,
aunque existían los mercados semanales y las ferias, donde
los campesinos podían vender algunos de sus productos.
la cual tenían acceso a las hierbas y recursos de lo-
calidades en las que no residían. Para ello bastaba que
probasen la posesión de una casa o de un solar recono-
cido como tal y también su condición de noble y que se
presentasen al concejo en una fecha determinada (gene-
ralmente el día de San Miguel, 29 de septiembre) y pa-
gasen la tasa de entrada (un robo de trigo o, en
ocasiones, un pequeño banquete). (3)
Para garantizar un mejor aprovechamiento de las hierbas
del término y para economizar la fuerza de trabajo, los ani-
males de los vecinos eran agrupados en rebaños colecti-
vos a cargo de un pastor a sueldo del concejo. Solía haber
tantos rebaños como especies y cada uno tenía asignado
un calendario y un terreno para el pasto. El ganado de reja
se juntaba en la dula o en la boyería; el de reposición, en
la yegüería o la vaquería; el ovino en la vicera o cinquena;
el caprino en la cabrería. En las villas y ciudades acos-
tumbraba a existir además, con sus hierbas señaladas al
efecto, un rebaño bajo la dependencia directa del ayun-
tamiento, aunque solía ser arrendado como otros arbitrios
municipales, cual era el del ramo de carnicería. 
Para ordenar los usos agrícolas y pastoriles el territorio
era dividido en segmentos con diferentes funciones.
Dentro de las tierras labradas existía un primer anillo de
uso habitualmente intensivo denominado corseras, en el
que el acceso del ganado se hallaba restringido, limitán-
dose por lo general al de reja bajo ciertos supuestos.
También las viñas y olivares podían quedar como veda-
dos con alguna excepción. El resto del término, sem-
brado de cereal en régimen de año y vez (un año de
siembra y otro de barbecho) o al tercio (una siembra cada
tres años) se dividía en hojas y se sembraba cada una de
ellas a un tiempo, quedando la otra para pasto del ga-
nado. La tierra privada era incorporada así a las hierbas
comunes y se regulaba a una con éstas. Los eriales per-
manentes se dividían a su vez en lotes bajo diferentes de-
nominaciones (corraliza, campadera, egido, aborral,
cabañizo) que podían ser asignados para diferentes usos.
Los mejores, como se ha dicho, se guardaban para la dula
o boyería, y algún otro era reservado para el ganado de la
carnicería. Otros se sacaban a subasta anualmente para
su aprovechamiento privado por ganaderos del pueblo o
de fuera. Otros en fin quedaban para el goce mediante
sorteo gratuito, o pagando una tasa muy baja, para los ga-
nados de los vecinos. (4)
14
Pese al protagonismo 
de la autosubsistencia, no se piense que la actividad
ganadera, durante la etapa preindustrial fuera una espe-
cie de economía natural. Al contrario, se desarrollaba
en un marco institucional complejo y normativizado. 
En una sociedad 
definida por el privilegio y la sangre, como era la navarra,
el derecho de vecindad primaba sobre todo y marcaba los
usos agrícolas y pastoriles, los derechos de hierbas, tribu-
tos y obligaciones. Los vecinos “hidalgos” tenían el doble 
de los aprovechamientos que los “pecheros”.
(3) Floristán Imizcoz (1982); Arizkun (1988); Zabalza
Seguín (1994); Mikelarena (1995).
(4) Floristán Samanes (1951: 202-203); Floristán Sa-
manes (1995: 148-154).
Los cotos y paramentos contenían una serie de indicacio-
nes y prohibiciones que venían a establecer una suerte
de ordenación del territorio avant la lettre, aunque sin sis-
tema ni método expreso. Estas ordenanzas identificaban
los parajes vedados o reservados para los diferentes ga-
nados; establecían el calendario de los aprovechamien-
tos señalando el día en que se “soltaban” las hierbas y el
día en que se vedaban; recordaban las fechas en que los
ganados debían abandonar los términos y dirigirse a las
sierras y facerías; fijaban a menudo un número máximo
de cabezas de ganado (coto), bien por cada vecino, bien
para el conjunto del pueblo; estipulaban una graduación
punitiva para los contraventores de esas normas, que en
unos casos eran fijadas como multa en metálico (unas
veces en un pago alzado, otras por cabeza) y otras mere-
cían la pena de carnereamiento (el degüello de uno o más
animales in situ); describían un organigrama básico de ofi-
ciales y guardas (costieros) y fijaban el procedimiento para
ejecutar las penas y repartir el dinero de las multas. Todo
ello de manera flexible: una misma localidad podía ir ajus-
tando la normativa a condiciones cambiantes de común
acuerdo entre los vecinos, modificando el número de ca-
bezas permitido, las fechas y los parajes de pastura. (5)
En las localidades de mayor tamaño y con mayor número
de vecinos ganaderos éstos tendían a agruparse en gre-
mios rígidamente reglamentados que operaban como
una institución paralela al ayuntamiento. Los documentos
los nombran como ligallos, cofradías, capítulos o mestas.
A cambio algunas veces de un pago alzado a la villa (la
mesta de Tafalla abonaba, por ejemplo, 170 ducados
anuales desde 1582), los ganaderos agremiados podían
repartirse por sorteo los corrales y las hierbas de las de-
hesas o, si hablamos de ligallos de montaña, las cabañas
de los puertos. 
Las condiciones de aprovechamiento
de los recursos pastoriles, junto con
otras costumbres que regían la vida
local, fueron en muchos casos
puestas por escrito ante notario y
sometidas a la aprobación del Real
Consejo de Navarra. 
(5) Así, las ordenanzas de Olejua de 1542, “considerando la poque-
dad del término”, establecían un rebaño concejil de cabras con un lí-
mite de 4 cabezas por vecino y ponían también un tope de 60 ovejas
y una vaca a cada uno, obligando a salir a la Sierra cada 15 de mayo
hasta el 25 de julio. Las ordenanzas de 1715 ampliaron el número de
vacas a dos, limitaron a tres los mulatos cerriles y establecieron una
piara concejil a razón de dos cerdos por vecino; además acotaron a
350 ovejas y 50 cabras lo que se podía mantener en el pueblo a pro-
rrata entre los vecinos, debiendo salir del término desde el 11 de junio
hasta el 15 de agosto. Las de 1747, por último, elevaron a tres el nú-
mero de vacas y de cerdos, a 4 el de mulatos, a 5 el de cabras y a 500
las ovejas, pero extendía hasta el 1 de septiembre la entrada a los
sembrados y obligaba a 125 cabezas de ganado menudo a permane-
cer durante cuatro meses en la facería de Inzuriáin. En todo momento
podían gozar con “todo el ganado de reja que cada uno quisiere” (Ar-
chivo General de Navarra, sección Tribunales Reales [en adelante
AGN/TTRR], nº 130819, nº 80580). 
15
16
Para formar parte de la cofradía era preciso abonar una
cuota o entrático (cuatro reales en Uztárroz; un florín
en Tudela siendo hijo de cofrade y no siendo el caso,
dos) y acudir obligatoriamente a la reunión anual o
mesta en la fecha acordada (25 de julio en Uztárroz; 29
de septiembre en Tudela), quedando obligados a entrar
en el gremio quienes superasen un cierto número de
cabezas en propiedad (60 en Urzainqui en 1635, 200 en
Uztárroz en 1612, rebajadas a 100 en 1750). Los esta-
tutos gremiales solían dedicarse a delimitar y asegurar
un estricto control sobre el mercado de trabajo y las re-
laciones laborales, sobre la asignación y el uso de los
recursos pastoriles (hierbas, balsas, cañadas, corrales
y cabañas) y sobre la sanidad animal (obligando a de-
clarar de inmediato el ganado enfermo y someterlo a
cuarentena). 
El gobierno y administración de justicia, conforme a las
penas estipuladas en las ordenanzas, corría a cargo del
alcalde o juez de ligallo, del que dependían una serie
de oficiales con diferentesnombres y funciones: pro-
curador o acusador, mayoral, consejero, amojonador,
guarda, nuncio y escribano. (6)
El ganado de los vecinos se agrupaba por especies en
rebaños colectivos (dula, vaquería, yegüería) que se manejaban
en común, para economizar la fuerza del trabajo.
(6) En Uztárroz en 1750 los dos alcaldes eran designados mediante co-
optación por los salientes. En Tudela en 1760 la judicatura del Ligallo era
ejercida por quien dejaba el oficio de alcalde de la ciudad. La informa-
ción se ha sintetizado a partir de Idoate (1977) y de AGN/TTRR,
nº.21115; nº 73940; nº 12309; nº 111459; nº 115895
17
A partir de comienzos del siglo XIX contamos con las pri-
meras cifras globales que nos permiten conocer el ta-
maño y la composición de la cabaña. Son, sin embargo,
datos muy defectuosos. Exceptuando el censo de 1865,
que goza de buena reputación, el resto de los recuentos
disponibles, tanto antes como después de esa fecha, re-
sultan sospechosos de ocultar una parte más o menos
importante de los efectivos. Esta ocultación se debe en
parte a los diseñadores de los recuentos que dejaron
fuera deliberadamente aquellos animales que no iban a
ser objeto de imposición fiscal (animales jóvenes por de-
bajo de seis o de doce meses, aves y conejos). En parte
también se debe al miedo al impuesto por parte de los
contribuyentes, lo que conducía a una declaración de
existencias por debajo de la cifra real. El resultado es
que, a pesar de que puestos los números en un mismo
cuadro puedan dar una sensación de continuidad, no
podemos asegurar la homogeneidad de la serie. La
única solución es amontonar datos de diferente origen
para fechas cercanas, confiando en que unos con otros
nos ofrezcan unos órdenes de magnitud creíbles.(7)
A pesar de que las cifras concretas puedan ser discuti-
das, las grandes tendencias son claras. El recorrido que
nos sugieren
los datos di-
buja una S in-
vertida y tumbada,
con tres fases muy
marcadas. La primera de ellas
es de expansión, dando continuidad probablemente a un
movimiento iniciado en el siglo XVIII y que alcanza su
cenit en el censo de 1865.(8) La segunda fase coincide
con una profunda crisis, que toca fondo en algún mo-
mento entre 1887 y 1895. La tercera etapa corresponde
a una tímida recuperación, que no logra restablecer el vo-
lumen alcanzado a mediados del Ochocientos.(9)
Transformaciones institucionales e integración de mercados: 
expansión y crisis de la ganadería durante el
siglo XIX
(7) Han sido objeto de crítica implacable los datos de 1800 y 1891, ser-
vidos respectivamente por el Censo de frutos y manufacturas (Fon-
tana, 1967) y por el Avance sobre la riqueza pecuaria de la Junta
Consultiva Agronómica (Cabo Alonso, 1960) (Gallego, 1986: 586-590).
Un panorama crítico de fuentes, en GEHR (1978: 133-142) Gallego
(1986: 573-578), Martínez Carrión (1991) y Lana (1999: 57-70, 75-79).
Las cifras del catastro provincial de Navarra desde 1888 han sido la
base de conocidos trabajos de geografía humana: Floristán Samanes
(1951), Mensua (1960), Torres Luna (1971), Bielza de Ory (1972).
(8) Angel García Sanz (1994) ha destacado, comparando el Catastro
de Ensenada de 1754 y el Censo de 1865, un insospechado aumento
de la cabaña española, coincidente con una recomposición interna.
(9) Esta periodificación coincide con la propuesta para el conjunto
español por GEHR (1978: 150-151).
El primer factor que debió de afectar al comportamiento
de la cabaña ganadera fue el estado de guerra sobre el
terreno que se vivió en repetidas ocasiones desde 1793
hasta 1840. La tributación extraordinaria de guerra y las
exigencias militares de raciones y bagajes debieron de
tener consecuencias particularmente dramáticas sobre
las existencias ganaderas en 1808-1814 y 1833-1839. Sin
embargo, parece ser que la recuperación tras la guerra
no se demoró en exceso y que las compras en el exterior
y el propio crecimiento vegetativo permitieron recompo-
ner muy pronto la cabaña.
Consecuencias más hondas tuvo el desmantelamiento del
marco institucional vigente durante la denominada re-
forma agraria liberal. Ya las Cortes navarras de 1817-18, en
una tardía manifestación del espíritu ilustrado, habían
adoptado varias medidas tendentes a liberalizar el ejerci-
cio de la ganadería. La Ley 54 declaraba abolidas las mes-
tas porque “se oponen al fomento de la agricultura y son
causa de varias vejaciones contra la honrada clase de La-
bradores”, o en otras palabras, por su capacidad de blo-
quear la ampliación de la superficie labrada y la libertad de
cultivo. La Ley 78 abolió el derecho de tanteo en los arren-
damientos municipales de hierbas a favor de los ganade-
ros con derecho de vecindad y del ramo de carnicerías,
proclamando la libre concurrencia para naturales y foras-
teros. (10) Estas medidas eran dictadas en un momento en
que los precios agrarios se derrumbaban (figura 1) y pu-
dieron servir, junto con la parcial liberalización del abasto
público desde 1820, para estimular la competencia en la
producción y venta de carnes. El mejor comportamiento
relativo de los precios de este esquilmo y la elevación de
los salarios reales provocado por la deflación parecen in-
dicar un eventual incremento del consumo urbano.
Otra institución característica del antiguo régimen, el de-
recho de vecindad forana, corrió mejor suerte. Las Cortes
constitucionales la declararon abolida en 1821, a pesar de
la protesta de los nobles, pero el decreto no fue expresa-
mente restablecido en 1835 y fue la jurisprudencia la que
decidió en 1866 la supervivencia de esa figura. 
UG: Bovino= 1; Equino (Caballar y Mular)= 0,8; Equino
(Asnal)=0,6; Ovino= 0,1; Caprino= 0,1; Porcino= 0,5
* Incluye las crías menores de 6 meses
Fuentes: 1818 (Lana, 1999), 1856 (Sanz Baeza, 1858);
1859 (Ripa, 1864); 1865 (); 1887 (La crisis agrícola y pecuaria,
1889, vol.2, p.226); 1890 (Lana, 1999); 1891 (Junta Consultiva
Agronómica, 1892); 1895 (Jaén, 1904); 1905 (AGN/DFN, Ca-
tastro, Estadística y estudios, 1880-1915); 1908 (Gallego Mar-
tínez, 1985: 971); 1910 (Lana, 1999).
año Bovino Equino Ovino Caprino Porcino UG Índice
1800 48.242 26.756 629.498 69.398 31.758 149.064 64
1818 51.417 35.305 700.970 79.978 38.701 167.441 71
1856 49.168 48.163 1.031.605 29.512 30.844 200.288 85
1859 50.199 55.530 778.981 52.235 46.389 187.996 80
1865* 70.125 71.125 753.541 85.489 93.005 234.408 100
1887 45.700 49.500 551.600 53.400 35.000 153.280 65
1890 49.947 46.867 527.231 51.526 34.878 152.889 65
1891 40.568 48.384 521.858 50.476 26.949 141.670 60
1895 49.506 48.541 515.274 52.051 32.190 151.600 65
1905 57.181 52.692 592.506 70.854 46.814 176.757 75
1908 55.846 50.324 585.138 72.454 56.343 176.013 75
1910 53.645 56.561 570.331 71.308 46.059 173.974 74
Cuadro 1. Las cifras de la cabaña ganadera de Navarra
durante el siglo XIX (en número de cabezas y Unidades Ganaderas)
18
(10) Otras medidas relevantes fueron las que liberalizaron, con cier-
tas restricciones, el comercio interior y exterior de granos (Ley 98)
y ganado (Ley 80) (Cuadernos, 1964, II: 275-276, 319-320, 322-323,
342-351)
Con todo, el hecho de mayor trascen-
dencia fue probablemente la privatización de los terrenos
comunales que tuvo lugar desde 1808. Desencadenado
de manera espontánea por el grave endeudamiento mu-
nicipal durante la guerra napoleónica y la primera guerra
carlista, se prolongó a partir de 1855 en el marco de la
política general de desamortización que llevó adelante el
Gobierno, poniendo en manos privadas más de cien mil
hectáreas de comunal. Las ventas que se hicieron mien-
tras el proceso se mantuvo bajo el control de los ayunta-
mientos y la supervisión de la Diputación reservaron por
lo general algunos aprovechamientos pastoriles a favor
de los pueblos en las fincas vendidas. (11) El efecto más
inmediato de la privatización de dehesas y corralizas
debió de ser la crisis de la trashumancia. Al disponer en
propiedad de los pastosdel llano (o al poder acceder a
ellos en arrendamiento sin sujeción al calendario marcado
por la costumbre) muchos ganaderos montañeses pu-
dieron evitarse el traslado durante el verano de los reba-
ños (o de una parte de los mismos). Las estadísticas
ganaderas de 1859 y 1865 (cuadro 2) permiten compro-
bar la culminación de este proceso durante los años en
que se aplicó en Navarra la Ley Madoz. De una a otra
fecha el número de ovejas trashumantes había dismi-
nuido en 142.000 cabezas al tiempo que el ganado es-
tante había crecido en 88.000 animales, representando ya
en 1865 dos terceras partes de la cabaña.
La desamortización eclesiástica tuvo también implicaciones
para la ganadería, siquiera fuese porque algunos monaste-
rios, como el de La Oliva, Irache, Iranzu o Fitero, contaban
con algunos de los mayores rebaños trashumantes. Tam-
bién con la iglesia como protagonista, la supresión del
diezmo tuvo que tener efectos estimulantes, ya que liberó
una porción del producto bruto para su comercialización di-
recta. Como contrapartida se implantó una contribución en
metálico, calculada sobre el producto neto, aunque su es-
tablecimiento en 1820 en un contexto de deflación pudo re-
sultar particularmente gravoso. De la abolición del diezmo
se resintieron también algunas casas nobles, como el mar-
qués de Andía, a quien se pagaba el diezmo de los ganados
que pastaban en Urbasa, pero en este caso pudieron apro-
vecharse de las indemnizaciones fijadas por el gobierno
para los partícipes legos y utilizarlas para pujar por fincas
en las subastas de desamortización. (12)
19
Fuente: Ripa (1865); 
Junta General de Estadística (1868).
Cuadro 2. Sistemas de cría de la cabaña ovina en Navarra
según las estadísticas ganaderas de 1859 y 1865.
sistemas 1859 1865 Diferencia
Estante 417.029 505.869 88.840
Transterminante 108.622 144.441 35.819
Trashumante 245.953 103.231 -142.722
En el siglo XIX, las continuas guerras, la re-
forma liberal agraria y el desmantelamiento de las
instituciones del antiguo régimen provocaron una
grave crisis de la ganadería, ya que la reforma
primó más a la agricultura. Tierras de pasto,
montes y cañadas se roturaron para el cultivo.
(11) En 35% de los casos de venta de corralizas entre 1808 y 1860 se reservó el derecho de pasto para la dula, en un 26% de manera genérica para
las ganaderías concejiles, en un 11-12% se reservó para la yegüería y vaquería y en un 2-3% para la cabrería y carnicería. El pasto para las ca-
ballerías de los particulares mientras estuvieran en faena se reservó en un 19% de los casos. (Lana, 2008). Las distintas etapas del proceso des-
amortizador, en De la Torre (1991) e Iriarte Goñi (1996)..342-351)
20
l El crecimiento demográfico de la po-
blación aumentó la necesidad de ali-
mentos. En consecuencia creció la
demanda de tierras para el cultivo.
Los terrenos dedicados a pasto para
el ganado, aunque estuvieran situados
en cerros y zonas marginales, se con-
sideraban desaprovechados y muchos
se roturaron para ampliar la superficie
cultivada. También se roturan bosques.
l Se desmanteló el viejo marco institu-
cional en aras de la liberalización po-
lítica y económica. Así desaparecieron muchas normas e
instituciones nacidas en la Edad Media que protegían los
usos ganaderos, como las mestas.
l La reforma agraria liberal promovió la privatización de
bienes en manos públicas y de la Iglesia. El reparto de
tierras benefició más a la agricultura, en perjuicio de la
ganadería que perdió terrenos tradicionales de pasto.
l En Navarra, las ventas que se hicieron bajo el control de
los ayuntamientos y la supervisión de la Diputación Foral
reservaron por lo general algunos aprovechamientos pas-
toriles a favor de los pueblos en las fincas vendidas.
l La privatización de los terrenos comunales puso en manos
privadas más de 100.000 hectáreas de
comunal desde el año 1808. Vino im-
pulsada por las deudas de guerra que
sufrían los ayuntamientos y por las
leyes desamortizadoras.
l El efecto más inmediato de la pri-
vatización de las dehesas y corralizas
fue la crisis de la trashumancia. Incluso
se ocuparon terrenos de las cañadas
(vías públicas) por manos privadas,
para el cultivo.
l Crece la demanda de ganado de tracción, sobre todo el
mular, para llevar a cabo las roturaciones y para las labo-
res de cultivo. Decrecen otras ganaderías, como el ovino.
En los años de aplicación de la Ley Madoz el número de
ovejas trashumantes en Navarra descendió en 142.000. Se
convirtieron en estantes 88.000. En el año 1865 dos ter-
ceras partes del ganado era ya estante.
l La construcción del mercado nacional y la apertura al co-
mercio internacional ofrecieron a los ganaderos navarros
tanto oportunidades como amenazas. En general se in-
crementan los costes de producción y bajan los precios
por la competencia extranjera. Comienza una industria
transformadora incipiente. 
Principales desencadenantes de la crisis ganadera del s. XIX
sabía qué
21
Las roturaciones de tierras se sucedieron, deforestando el
monte y convirtiendo las dehesas de puro pasto en de-
hesas de pasto y labor. Esto implicaba, en primer lugar,
la necesidad de incrementar la fuerza de tracción para lle-
var a cabo el rompimiento de tierras y para las labores or-
dinarias del cultivo. En la medida en que los nuevos
terrenos se hallaban más lejos de los núcleos de pobla-
ción y la composición y estructura de sus suelos requería
aplicar más fuerza en el laboreo, el ganado mular se fue
imponiendo sobre el uso de los bueyes, más lentos y pe-
sados. Este proceso de sustitución se vio reforzado por
la mayor frugalidad de la mula, en un momento en que
los pastos naturales fueron quedando más lejos. 
En cualquier caso, la demanda de fuerza de tracción animal
creció menos de lo que lo hizo la superficie cultivada, de-
bido al protagonismo en esa expansión de cultivos, como
el viñedo o la huerta, con un fuerte componente manual, y
a la preferencia dada en algunas tareas, como el laboreo
profundo con layas, a la fuerza del brazo humano.
En segundo lugar, el proceso de roturación significaba la
disminución del espacio destinado al pasto espontáneo y
la necesidad, por tanto, de compensar esa reducción de
los pastos naturales mediante el recurso a forzar la pro-
ducción artificial del alimento para el ganado. De ese
modo se fue tímidamente introduciendo el cultivo de pra-
deras artificiales en la Montaña y el de alfalfa en los re-
gadíos de la Ribera, que ocupaban ya 6.268 ha y 340 ha,
respectivamente, en 1857.(13) Por otra parte, no necesa-
riamente era incompatible la roturación y cultivo de gra-
nos con el alimento del ganado. Una porción del área
labrada se ocupó por cereales o leguminosas destinadas
al pienso, como la cebada, avena, maíz, alholva, yeros o
veza, al tiempo que los subproductos del cultivo, como la
paja, las rastrojeras y los barbechos, quedaban a disposi-
ción del ganado para su aprovechamiento.
La evolución de la cabaña se vio igualmente afectada por
los procesos de industrialización que, con Inglaterra como
foco irradiador, estaban teniendo lugar en el continente
europeo. A diferencia de la cabaña merina castellana, los
ganaderos navarros no se vieron comprometidos por la
(12) Robledo (1985)
(13) Sanz Baeza (1858: 74-75). El Catastro del Reino de 1818 tan sólo
declaraba 65 ha de “fenerales” (campos dedicados a producir
hierba para heno) en los valles de Baztán, Santesteban, Bertizarana
y Cinco Villas. En 1900 las praderas artificiales en secano alcanza-
ban ya, según el Catastro Provincial, 9.510 ha (Lana, 1999: 91-103)
(Torres Luna, 1971: 61).
El desmantelamiento del viejo marco institu-
cional y el crecimiento demográfico, que pasó
de 225.321 habitantes en 1786 hasta 298.558
en 1860, auspiciaron una expansión sin
precedente del suelo cultivado. 
22
competencia de las lanas sajonas ni tampoco por los
cambios tecnológicos en la industria pañera que privile-giaban a las lanas “de peine” frente a las “de carda”.(14) Lo
que sí debió de producirse fue una sustitución en los mer-
cados de destino de la lana navarra, apoyado por el tras-
lado en 1841 de las aduanas al Pirineo y por el trazado del
ferrocarril desde 1855, lo que vinculó de manera cada vez
más estrecha a la provincia con la industria textil catalana,
tanto en términos de distribución de géneros como de
venta de la materia prima..(15)
La integración en el mercado español, junto con el pro-
ceso de urbanización en marcha en el país y el aumento,
aunque modesto, de la renta por habitante, tendieron a
aumentar la demanda de bienes de origen animal gracias
a la diversificación de los patrones de consumo. Los de-
rivados lácteos, así como la carne en fresco y procesada
(salazones, embutidos) tendieron a ser más demandados,
desarrollándose tímidamente una industria de transfor-
mación de estos productos ganaderos. .(16)
La construcción del mercado nacional y la apertura al co-
mercio internacional ofrecieron a los ganaderos navarros
tanto oportunidades como amenazas. Los primeros en
experimentar los riesgos de la exposición a la competen-
cia fueron los dueños de rebaños, como se comprueba
en el descenso paulatino del número de ovejas tras haber
alcanzado su máximo en 1856. Lo exponía con claridad
en 1878 Natalio Cayuela, profesor del Instituto de 2ª En
señanza de Pamplona: “Es preciso que los ganaderos na-
varros vayan penetrándose de un hecho, cuyas conse-
cuencias pueden ser fatales en tiempos no muy lejanos.
Comarcas muy extensas de Ultramar, principalmente la
República Argentina, Australia y el cabo de Buena Espe-
ranza, crían numerosísimos rebaños, cuyas lanas, finas o
de carda el mayor número, no sólo compiten sino que
aventajan en baratura a las indígenas en los mercados de
Europa”. El cuadro 3 permite comprobar la veracidad de
este argumento. Mientras que entre las décadas de 1860
y 1890 las exportaciones de lana desde esos países se
multiplicaban por más de cuatro, la serie de precios de
El ovino acusa la competencia de Argen-
tina, Sudáfrica y Australia “que aventajan
en baratura” a los productores europeos.
El precio de la lana se desploma en la
segunda mitad del siglo XIX.
Exportación de lana (promedios anuales en miles de Tm) Precio medio en Navarra
Australia
Nueva
Zelanda Sudáfrica Argentina Uruguay Suma Índice Pts/qm Índice 
1850-59 22 1 5,3 11,3 - 39,6 35 100,5 74
1860-69 47 8,1 15,2 41,2 - 111,5 100 135,4 100
1870-79 101,1 22,9 21,9 73,5 15,6 235 211 129,9 96
1880-89 152,4 35,8 29,7 118,8 28,3 365 327 102,6 76
1890-99 218,7 57,4 34,8 177,8 37 525,7 471 87,2 64
Fuente: Mit-
chell (2007).
Vid.nota 18.
Cuadro 3. Los mercados de la lana durante el siglo XIX: 
Exportaciones desde los países nuevos (en miles de toneladas) y evolución de su precio en Na-
varra (en pesetas por quintal). Números índice con base 100 en 1860-69
23
esa mercancía en Navarra se desplomó hasta un índice
64. Por las fechas en que escribía Cayuela, un informe
oficial ratificaba que "en la actualidad sólo pueden hallar
colocación las [lanas] indígenas rebajando los precios de
un 40 a un 60 por ciento". (17)
La exposición a la competencia exterior debió de agudi-
zarse tras la aprobación del arancel de 1869, que rebajó
los derechos de entrada de las lanas extranjeras, y la firma
del tratado de comercio con Francia, tan favorable, por
otra parte, a los vitivinicultores navarros.(18) Es en ese con-
texto en el que pudieron actuar otros factores que em-
pujaron al alza los costes de producción. La Junta
Nacional formada en 1877 para estudiar la decadencia pe-
cuaria identificaba tres factores que habían “contribuido
de un modo particularmente directo” a esa decadencia,
uno relacionado con la demanda (“las novedades intro-
ducidas en la fabricación”) y dos con la oferta: “la usur-
pación de las servidumbres pecuarias” y “el gran cambio
verificado en los adehesamientos con motivo de la des-
amortización”. Tanto una como otra, derivadas en última
instancia de la intervención liberalizadora sobre el factor
tierra y la presión roturadora, tendían a dificultar la movi-
lidad del ganado y a elevar el precio de los pastizales. La
intromisión del arado en las cañadas y vías pecuarias no
es extraña, ya que se trataba de las tierras mejor fertiliza-
das por el paso del ganado, pero en el caso de Navarra se
vio probablemente favorecida por el buen trazado y man-
tenimiento de la red de carreteras, que vino a sustituir a
las viejas rutas cabañeras.(19)
Al encarecimiento de los pastos se sumó la rigidez de los
costes salariales. Difícilmente podrían ajustarse éstos a
la baja, cuando la oferta de mano de obra era recortada
por la oleada emigratoria a Ultramar, en un movimiento
de dirección inversa al de las mercancías competidoras.
Y es que el auge de la ganadería americana, no tan sólo
arrebataba mercados, sino también hombres. Por último,
el incremento de la presión tributaria directa desde 1868
contribuyó a elevar los costes de producción, haciendo
inviable la granjería lanar (e invitando también, dicho sea
de paso, a la ocultación fiscal).(20)
La crisis no afectó tan solo a los esquilmos tradicional-
mente destinados a la industria, sino que se extendió a
la venta de animales vivos. El tráfico en la frontera de
Navarra con Francia refleja las crecientes dificultades del
sector (cuadro 4). Si en 1868-72 el saldo era favorable
en 874 UG, gracias a la exportación de vacuno y porcino,
la balanza fue deteriorándose tras la tercera guerra car-
lista (+ 450 UG en 1876-80) hasta volverse negativa en
1881-86 (-124 UG). A la importación de mulas francesas
habían venido a sumarse la compra en Francia de otros
equinos y de ganado vacuno, al tiempo que se derrum-
baron las ventas de este último. Además, habría que
tener en cuenta las entradas de ganado de contrabando,
como se quejaba en 1887 el Ayuntamiento de Etxalar:
“El ganado importado de Francia es el que hace compe-
tencia al del país, por cuanto es muy corto el número de
reses que satisfacen los derechos arancelarios compa-
rado con el de los que rebasan la frontera burlando la vi-
gilancia, siendo de consiguiente del
todo punto necesario que el Gobierno
adopte medidas enérgicas”.(21)
La crisis se cebó también en la cría ca-
ballar, orientada principalmente al mer-
cado interior. La venta de caballos
“montaraces” y mulas jóvenes en Le-
vante y Castilla, “de alguna monta en
tiempos anteriores”, se encontraba pa-
ralizada, según informa el Avance de
1892: “…desgraciadamente hoy la ex-
portación es insignificante y la explota-
ción del ganado caballar ruinosa en el
país desde hace algunos años, dada la
gran disminución de los precios de
venta operada”.(22)
Cuadro 4. Movimiento medio anual de ganados por la frontera
entre Navarra y Francia, 1868-1886 (en número de cabezas y UG).
Importación Exportación
1868-72 1876-80 1881-86 1868-72 1876-80 1881-86
Mular 478 350 327 7 2 1
Caballar 9 21 36 52 26 12
Asnal 8 24 46 0 0 0
Vacuno 44 91 279 1022 672 302
Porcino 96 72 75 957 648 671
Lanar 155 153 180 0 1 0
UG 483 439 638 1356 889 514
Índice 100 91 132 100 66 38
Fuente: CAP (1888, tomo VII: 470-511).
24
Evolución de los Precios. .
En ese desolador panorama la única nota positiva era el buen
comportamiento de los precios de la carne, en particular el
de la especie ovina. La figura 1 muestra la desigual marcha
de las cotizaciones de lana y carnes a lo largo del siglo XIX,
del que nos interesa ahora su tramo final. Mientras que el
precio de la lana se hundía sin remedio, el precio del car-
nero resistía bien, si exceptuamos una breve caída entre 1887
y 1889. Las respuestas a la Encuesta sobre la Crisis Agrícola
y Pecuaria, realizada en esas fechas, transmiten esa sensa-
ción de positiva excepcionalidad para los productores de
carne. Así las cosas, no habrá de extrañar la reorientación
de la cabaña al desarrollo de su aptitudpara la producción
cárnica, como ya propusiera en 1879 Natalio Cayuela. (23) 
En medio de la debacle, la positiva evolución
de los rebaños del partido de Pamplona, ca-
racterizados por la cría estante y una selec-
ción y alimentación orientada al consumo
urbano, ofrecía el modelo a seguir a las da-
ñadas granjerías de los distritos de Aoiz y Tu-
dela. La reconversión debería apoyarse en la
mejora genética y el desarrollo de aptitudes
orientadas a la demanda de consumo del
mercado interior. (24) 
(14) García Sanz (1978)
(15) Gómez Mendoza (1985). 
(16) A la exposición agrícola de Madrid de 1857 acudió un industrial
pamplonés con muestras de chorizo y salchichón. (Catálogo, 1857).
En 1916 Luna y Rota se referían al “famosísimo y rico chorizo de
Pamplona” que según sus palabras “se exporta y remite a todas las
provincias españolas, parte de Europa y ambas Américas, adqui-
riendo precios muy remuneradores”. Estimaban una producción de
65.000 kg por un valor de 520.000 pesetas (Luna y Rota, 1916: 60-61). 
(17) Las citas son de Cayuela (1879: 34) y del Dictamen emitido en
cumplimiento de la Ley de 22 de Agosto de 1877, relativas al estado
de la ganadería y a las causas de su decadencia por la Junta infor-
madora nombrada al efecto (BOPN, 1879, nº 96). La serie de precios
de la lana en Navarra se ha construido a partir de las contabilidades
de la Casa de Misericordia de Pamplona, las Carnicerías de Pam-
plona, Villafranca, Arguedas y Tudela, los monasterios de La Oliva y
Fitero, y la hacienda del Conde de Zaldívar en Cortes. 
(18) El informe citado aseguraba que las lanas americanas se benefi-
ciaban del establecimiento en Francia de “fábricas de lavaje”, de ma-
nera que aquéllas eran reexportadas a España con derechos
arancelarios inferiores a los que sufrirían en otro caso (Dicta-
men...,BOPN, 1879, nº96). Las exportaciones de lana desde España
descendieron en un 10% entre 1850-54 y 1875-79, mientras que las
importaciones se multiplicaron en ese mismo periodo por 41, de
modo que el cociente entre exportaciones e importaciones pasó de
88,6 a apenas 1,9 (GEHR, 1979: 141-142).
(19) Dictamen… (BOPN, 1879, nº 96). Las ordenanzas de las Bardenas
Reales de 1849 se veían obligadas a recordar la prohibición de “ras-
trojar” y de “sembrar en cañadas contaderas y sus pasos” o a
menos de 500 pasos de las balsas. En 1862 se llevaba a cabo el pri-
mer amojonamiento formal de las vías pecuarias de la facería, dando
un plazo de cuatro años para que los usurpadores abandonasen las
siembras hechas dentro de las cañadas (Montoro Sagasti, 1926). 
(20) Este esquema se repite en el caso de otra mercancía demandada
por la industria tradicional: la corambre. A los cambios técnicos en
la industria de curtidos, se sumó la masiva exportación de pieles y
cueros desde las repúblicas del Río de la Plata (Glade, 2000). La sa-
lida de este producto tuvo que verse además afectada por el pro-
ceso de sustitución de los envases del vino a favor de la madera,
gracias a las mejoras en los sistemas de transporte que permitían
reemplazar los pellejos y botas por barricas y bocoyes. 
(21) E.C.A.P. (1888, t.V: 199). La caída de las exportaciones de vacuno
en la principal zona productora, Galicia, y su reorientación al mer-
cado interno, en Carmona y De la Puente (1988: 191).
(22) JCA (1892, t.II, 290, 299). 
(23) El Ayuntamiento de Tudela cifraba en un 72% el aumento del pre-
cio de la carne entre 1868 y 1887, mientras que el de Azagra y la
Junta Provincial de Agricultura apuntaban la caída del precio entre
1880 y 1887. Con respecto al ganado porcino, Cayuela (1879) ase-
guraba que su importancia había ido “en aumento en Navarra, sobre
todo desde que los ferrocarriles han facilitado su transporte en vivo
a Aragón y Cataluña”.
(24) Proponía el cruce de la churra con la southdown y de la merina
con la dishley, para darles, respectivamente, mayor precocidad y
corpulencia, a costa de la calidad de sus lanas (Cayuela, 1879). Años
antes, Ripa (1865) había propuesto cruzamientos parecidos de la
churra y southdown, lacha y dishley (para mejorar su lana) y merino
con rambouillet.
Figura 1. Precios ganaderos en Navarra: carne y lana, años 1780-1900
(en pesetas por quintal)
1780 1790 1800 1810 1820 1830 1840 1850 1860 1870 1880 1890 1900
300
250
200
150
100
50
0
25
BOVINO OVINO PORCINO EQUINO CORRAL TOTAL
Años Nº ptas Nº Ptas Nº Ptas Nº ptas Nº ptas ptas Código
1863 9 620 6 235 12 240 3 250 3 55 1.400 Pr
1865 15 570 6 225 3 65 - 0 - 0 860 Cv
1866 41 1.175 22 645 11 275 10 655 10 170 2.920 Cv
1867 25 1.195 23 1.225 4 130 20 1.750 10 170 4.470 Cv
1878 12 1.085 14 375 4 90 14 1.145 9 75 2.770 Cv
1880 18 1.550 12 380 4 150 20 1.310 9 180 3.570 Cv
1878 22 1.285 7 160 1 25 6 495 10 150 2.115 Cc
1879 23 2.075 12 375 2 100 12 955 5 105 3.610 Cc
1880 27 1.950 10 305 4 150 21 1.185 9 160 3.750 Cc
Código: Pr= Proyectado sin que conste su celebración; Cv= Premios convocados; Cc= Premios concedidos. 
Fuentes: BOPN, 1865 (nº78), 1866 (nº 24), 1867 (nº50), 1877-78 (nº 147), 1880 (LRA,1-VII-1880). AGN/DFN, cj.32710/1.
Los dos pilares sobre los que descansó inicialmente fue-
ron la Junta Provincial de Agricultura, Industria y Comer-
cio, una entidad dependiente del Ministerio de Fomento,
y la propia Diputación provincial. En 1880 se les sumó un
tercer pivote, esta vez nacido de la sociedad civil: la Aso-
ciación Pecuaria y Forestal de Navarra, creada a imagen y
semejanza de la Asociación Vinícola de Navarra con el fin
de integrar a los propietarios de la mitad norte de la pro-
vincia. (25)
Estas entidades cumplieron un papel relevante desde la
década de 1860 en promocionar la mejora genética de la
cabaña y la modernización de las explotaciones. La prin-
cipal vía para ello fueron los concursos provinciales idea-
dos desde 1863. En palabras de la Diputación, el objetivo
era “dar de ver a los concurrentes el estado actual de la
agricultura navarra para poder juzgar (…) los puntos débi-
les de producción (…) aconsejar el remedio que se ha de
aplicar y el fomento de que es susceptible tal o tal pro-
ducto”.(26) Los concursos, que se celebraban en el marco
de las ferias de San Fermín de Pamplona, iniciaron su an-
dadura en julio de 1865 y, tras un largo paréntesis oca-
sionado por la agitada evolución política del Sexenio
revolucionario, se reanudaron en julio de 1878.
La apuesta de las instituciones por la búsqueda de una
vía de especialización para la economía ganadera de la re-
gión se muestra en el incremento de los presupuestos
destinados a este tipo de certámenes y en la voluntad de
regularizarlos. La definición de
La idea del fomento ganadero se fue
consolidando desde mediados del XIX.
Cuadro 5. Concursos provinciales de ganadería en Navarra: número y cuantía de premios.
Concurso de ganado de Etxarri-
Aranaz (Navarra). Año 1950.
26
secciones y premios alentaba desde los años sesenta la
importación de vacuno, especialmente para la especiali-
zación en producción láctea, pero no desatendía por ello
la promoción y mejora de las razas indígenas en los apar-
tados de trabajo y carne. De hecho y de forma casi inva-
riable, los primeros premios de esas secciones recaían
sobre ejemplares de “raza baztanesa”, una casta mejo-
rada por la vía de la selección de la pirenaica.(27) La res-
puesta de los particulares, sin embargo, no siempre
satisfizo estas expectativas. El cotejo de los premios con-
vocados y los efectivamente concedidos en 1878 y 1880
deja ver una concurrencia muy desigual, ya que los parti-
cipantes en las secciones de vacuno y animales de corral
terminaron embolsándose una parte de los premios re-
servados para otras secciones. (28)
La apuesta pública llegó más lejos, estableciéndose en la
década de 1880 una granja modelo o estación pecuaria
en los dos caseríos de Reparacea y Uztarizenea (Bertiza-
rana), en la que se llevó a cabo una cuidadosa labor de
selección y experimentación para mejorar la cabaña.(29) Al
margen de estas iniciativaspúblicas, muchos propieta-
rios llevaron adelante por sí mismos, como reflejan las pá-
ginas de La Revista Agrícola, ensayos de cruces de las
castas indígenas con ejemplares importados de diversos
países europeos. El mayor éxito lo obtuvo la variedad
Schwitz, que ofrecía similares aptitudes mixtas de trabajo,
carne y leche que las indígenas, dando lugar a un intenso
mestizaje. También destacaron los esfuerzos de mejora
genética en el ganado porcino. Natalio Cayuela explicaba
en 1879 que “hace ya muchos años que un conocido in-
Concurso de ganado
de Marcilla (Navarra).
Octubre 1951.
(25) En enero de 1885, la Asociación Pecuaria y Forestal, presidida por
el hacendado y político liberal Miguel Mª Zozaya, hacía balance del
año y se felicitaba por la difusión “de la raza cerdía Berksire” y por las
experiencias de “vacunación carbuncosa” (La Revista Agrícola [LRA]
año VII, nº1, 1-1-1885). En 1887 las dos asociaciones se fundieron en
una sola Asociación General de Agricultores de Navarra, y en 1891
acordaron su transformación en Cámara Agrícola de Navarra (AGN,
Gobierno Civil, Asociaciones, cj.55, nº 16). El papel de las Juntas Pro-
vinciales de Agricultura, Industria y Comercio como puente entre la
administración y la sociedad civil, en Pan-Montojo (1995).
(26) AAN, cj.32710/1. El borrador de 1863 estimaba un gasto total de
4.135 pesetas entre premios, manutención de animales, etiquetas,
diplomas, guardias, música, etc. Los certámenes solían incluir un
apartado de maquinaria agrícola y concurso de siega. El uso de las
exposiciones desde 1870 para la mejora del ganado vacuno en el
caso de Cantabria ha sido analizado en detalle por De la Puente
(1992: 108-124).
(27) Según el Avance de 1891, la casta baztanesa era de bastante peso
(entre 300 y 350 kg) y buena aptitud láctea (unos diez litros según la
memoria de 1917) y ofrecía pocos bueyes pero corpulentos. Estos
rasgos, producto de una cuidada selección y una buena alimenta-
ción, y su color “más trigueño que rojizo” la distinguían de la su-
braza común pirenaica, de menores proporciones (de 150 a 200 kg)
y peores condiciones para la producción láctea y cárnica.
(28) Galo de Benito (1879) reconocía en su memoria del concurso de
1878 una buena representación del ganado vacuno, en razas puras
del país o de importación o en ejemplares cruzados, y de la volatería
(con un sistema de incubación artificial presentado por un propieta-
rio pamplonés), pero lamentaba las carencias de las demás secciones.
(29) Según un apunte catastral de 1891, la finca de Reparacea cons-
taba de 6,63 has. de tierra en cultivo, 2,60 has. de helechal y 9,61
has. de bosque de castaños y robles, y hasta su arrendamiento por
Diputación se pagaban por ella 18 onzas de oro de renta, equiva-
lentes a 1440 pesetas (AAN, cj.16118/15). Fue clausurada en la pri-
mera mitad de la década de 1890. 
(30) Cayuela (1879).
(31) El ingeniero del Servicio Agronómico provincial se quejaba en
1917: “En casi ninguna de las regiones o zonas se encuentra ganado
apropiado a su clima; reina en ellos la variación más desordenada,
por haberse introducido sementales de razas exóticas sin orden ni
concierto y sin obedecer a ley zootécnica determinada, siendo muy
raro encontrar tipos puros de la raza del país” (JCA, 1920)
27
dustrial, asociado con otro de los capitalistas más enten-
didos del país, industrial también, estableció en Villava una
verdadera casa de monta, en donde había verracos de las
razas anglo-chinas más célebres, como la Manchester,
Yorch, Berschyre y Hampshyre” y que “los cruzamientos
verificados con las marranas del país dieron los resultados
más lisonjeros”. La experiencia, además de proporcionar
beneficios al capital invertido, debería de haber servido
para mejorar la capacidad productiva de la cabaña por-
cina y para sostener el empuje de sus industrias derivadas
(salazones y embutidos). Sin embargo, la escasa res-
puesta de la demanda, debido –según el Avance de 1892-
a que “a las razas extranjeras se reprochaba en el país de
tener un tocino muy fusible por lo que no hubo interés en
continuar los cruzamientos emprendidos con ellas y las
razas locales”, condujo a este negocio al fracaso, y los
empresarios “se vieron en la necesidad de deshacerse de
aquéllos a causa del mucho gasto y escaso provecho que
les proporcionaban”. (30)
En suma, a lo largo del siglo XIX la ganadería de Navarra
había experimentado profundos cambios del marco institu-
cional y había comenzado a dejar atrás los sistemas ex-
tensivos de producción con la crisis de la trashumancia. Su
mayor integración en el mercado le había permitido crecer
en un primer momento pero le había conducido finalmente
a sufrir una competencia inesperada a la que tardó en dar
respuesta. La intervención pública orientada al fomento ga-
nadero y un primer asociacionismo de nuevo cuño procu-
raron dar cauce a esa reconversión mediante el apoyo a la
mejora genética y el desarrollo de la aptitud cárnica y le-
chera. Sin embargo, el balance parece poco prometedor
debido a la falta de perseverancia en la selección y en los
ensayos de cruzamiento, con la consecuencia de un mes-
tizaje desordenado. (31)
Inicios de la mejora genética. 
l El Ministerio de Fomento, a través de la Junta Provin-
cial de Agricultura, Industria y Comercio, y la Diputa-
ción Foral lideraron de común acuerdo las acciones
de fomento ganadero en Navarra, que se iniciaron en
la década de 1860.
l En 1863 se inicia la andadura de los Concursos Pro-
vinciales de ganado en los que se premiaban a los
mejores ejemplares. En julio de 1865 comienzan los
famosos concursos de las Ferias de San Fermín, en
Pamplona. El objetivo, promover el deseo de mejorar
los animales y hacerlos más productivos dentro de
las explotaciones.
l La mejora genética dio sus primeros pasos por dos
vías: la selección de los mejores ejemplares de la ca-
baña ganadera propia, para la reproducción, y los cru-
zamientos con razas foráneas ya seleccionadas, más
productivas. Este proceso se siguió con todas las es-
pecies: porcino, ovino, bovino y equino. El mayor éxito
se logró en vacuno, con la introducción de la raza
schwitz o suiza pardo-alpina.
l En 1880 la Diputación crea una granja modelo o
Estación Pecuaria en los dos caseríos de Reparacea y
Uztarizenea (Bertizarana).
l También en 1880 nace la Asociación Pecuaria y Fo-
restal de Navarra, que integraba a los propietarios par-
ticulares de la mitad norte de la provincia.
Palacio de Reparacea (Bertizarana) 
28
El “corto siglo XX” (en acertada apelación de Hobsbawm)
dio comienzo con la primera guerra mundial, que produjo
hondas transformaciones en las estructuras económicas,
sociales y políticas del planeta. Durante este periodo, la
ganadería española atravesaba una etapa, iniciada hacia
1908, que el Grupo de Estudios de Historia Rural (GEHR)
ha caracterizado como de “diferenciación regional”, con
un crecimiento generalizado pero desigual de la cabaña.
La provincia de Navarra (y el valle del Ebro en su conjunto)
ofreció en ese contexto una evolución mediocre, muy
lejos del intenso crecimiento de la cabaña de la mitad sur
de la Península. En esta etapa fue definiéndose en Na-
varra una línea de especialización que pivotaba sobre la
aptitud cárnica y la satisfacción de la demanda nacional.
Los cimientos plantados durante ese periodo que siguió
a la crisis finisecular habrían de caracterizar al sector du-
rante el resto del siglo: orientación al mercado interno,
protagonismo de la producción cárnica, estabulación pro-
gresiva y dependencia de la oferta exterior de piensos,
fortaleza de la explotación familiar apoyada en redes co-
operativas, integración creciente con el sistema industrial,
y presencia de políticas públicas de apoyo y extensión ga-
nadera. (32)
Comencemos por trazar un panorama evolutivo del sector
en el largo plazo utilizando las cifras del capital ganadero.
El siglo XX nos ofrece abundantes estadísticas y de mejor
calidad,pero no faltan problemas. El principal es el que
tiene que ver con la homogeneidad de las series. Mien-
tras que unos censos incluyen las crías de todas las es-
pecies, otros tan solo las cuentan a partir de seis meses
o un año. La época de recuento varía desde abril y mayo
(de 1942 a 1945) a julio (1940), septiembre (desde 1964),
noviembre (de 1960 a 1963) o diciembre (1935). En el cua-
dro 6 se han reunido las cifras que parecen más homo-
géneas, calculando la suma de unidades ganaderas (UG)
para cada fecha. (33)
A diferencia de lo ocurrido durante la centuria anterior, las
tendencias globales durante el siglo XX se presentan
menos definidas, con un balance general de crecimiento
entre ambos márgenes del siglo pero con numerosos al-
tibajos y con resultados desiguales para los distintos
componentes de la cabaña. 
Siglo XX: Reordenación y modernización del sector. 
De la ganadería artesanal a la ganadería industrial
(32) La especialización en aptitud carne de una “región con ganadería
semidesarrollada y tendencia a la estabilidad” era destacada en
1974 por Martínez Vicente (1974: 68). Para una caracterización de la
ganadería de Navarra en diferentes momentos a lo largo del siglo:
Luna López y Rota Minondo (1916), Nagore (1923) (1932), Echeve-
rría Belzunegui (1968), Ardaiz (1981: 322-347), Rapún (1986: 36-44),
Elorza Olabegoia y Simón Navajas (1988), Rapún e Iraizoz (1998). Un
marco global, en Domínguez Martín (1996)
29
Cuadro 6. Las cifras de la cabaña ganadera de Navarra durante el siglo XX, en Número de cabezas y
Unidades Ganaderas
AÑO Bovino Equino Ovino Caprino Porcino UG 1865=100
1917 55.654 55.844 534.214 64.219 63.707 176.884 75
1929 61.948 68.235 747.793 71.842 73.103 217.411 93
1933 61.566 64.818 708.491 64.266 79.891 211.854 90
1935 74.657 67.565 559.284 58.127 83.352 212.519 91
1940 75.401 55.575 794.183 82.226 131.070 244.721 104
1942** 68.693 51.920 558.708 66.015 27.275 179.029 76
1948** 61.440 51.146 426.618 61.525 46.215 163.302 70
1950** 62.654 52.684 529.922 54.626 47.270 175.615 75
1960 88.688 50.597 832.680 28.068 139.886 254.801 109
1970 78.140 21.633 555.872 23.342 222.123 219.360 94
1975 64.417 19.192 493.296 8.705 185.812 185.233 79
1980 63.355 12.791 462.020 9.646 309.648 213.493 91
1985 87.564 14.135 636.963 20.066 355.828 271.188 116
1990 90.213 8.824 792.817 22.505 333.831 278.954 119
1995 99.770 8.824 896.118 17.551 355.403 304.817 130
1999 110.798 11.312 652.041 17.760 450.438 321.928 137
UG: Bovino= 1; Equino (Caballar y Mular)= 0,8; Equino (Asnal)=0,6; Ovino= 0,1; Caprino= 0,1; Porcino= 0,5
** No se incluyen las crías menores de un año.
Fuentes: JCA (1920); GEHR (1991: 842-844); Gallego Martínez (1986); Sierra (1938); Anuario Estadístico de España;
Anuario de Estadística Agraria; Reseñas Estadísticas de Navarra de 1960 y 1974; Censo Agrario de 1999.
La propuesta de periodificación que aquí hacemos divide el siglo XX en tres etapas: la primera es una larga etapa de moderada expan-
sión con dos desfallecimientos muy marcados tras 1929 y 1940; la segunda es una etapa definida por cambios estructurales de carác-
ter irreversible entre 1960 y 1980 durante la cual el peso de la cabaña se redujo; la tercera es un movimiento de fuerte expansión del
capital ganadero en el marco de la adaptación al entorno europeo y de una creciente exposición a la competencia internacional.
La Primera Guerra Mundial produjo hondas transformaciones en las estructuras de todo el planeta y, en España, coincidió con un periodo
de diferenciación regional y crecimiento desigual en el sector ganadero. Los cimientos plantados durante ese periodo, que siguió a la
crisis finisecular, habrían de caracterizar al sector durante el resto del siglo: orientación al mercado interno, protagonismo de la pro-
ducción cárnica, estabulación progresiva y dependencia de la oferta exterior de piensos, fortaleza de la explotación familiar apoyada en
redes cooperativas, integración creciente con el sistema industrial, y presencia de políticas públicas de apoyo y extensión ganadera.
(33) Se omiten los datos sobre conejos porque la serie no guarda continuidad. No se han transformado a UG las aves a fin de mantener la continuidad
de la serie con el cuadro 1. En aras a facilitar una observación de largo plazo se ha mantenido 1865 como valor de referencia en los números índice.
30
El primero de ellos retoma el movimiento de recuperación
tras la crisis finisecular, que había quedado estabilizado
entre 1905 y 1917. Entre esta última fecha y 1929, el vo-
lumen de la cabaña creció con rapidez (a una tasa anual
del 1,7%) con el ganado ovino y el equino como princi-
pales protagonistas. En el primer caso, refleja la reorien-
tación de los rebaños de los distritos de Aoiz y Tudela
hacia la producción cárnica, coincidente con el esfuerzo
público de recuperación de las viejas cañadas para el ga-
nado trashumante, que permitió deslindar 1.287 kilóme-
tros de vías pecuarias entre 1925 y 1934.(34) Por su parte,
el aumento del ganado caballar respondía a las necesi-
dades de una agricultura que ocupaba más tierra y re-
quería de mayor potencia para mover los nuevos arados
y máquinas. A juicio de Domingo Gallego, sin embargo,
el balance de esta expansión resulta mediocre, ya que Na-
varra quedó “muy descolgada del importante aumento de
la producción de carne que tuvo lugar en España como
respuesta al crecimiento de la población, especialmente
de la urbana y de su nivel de renta”.(35)
La onda expansiva quedó cortada por la crisis económica
internacional de 1929 y sus efectos sobre España. La
caída de las rentas y el retraimiento del consumo privado
necesariamente tenían que afectar a una cabaña que se
había reorientado hacia la producción cárnica. El golpe
fue, sin embargo, breve, y entre 1933 y 1935 aparecieron
ya signos de recuperación en casi todas las especies, a
excepción del ganado ovino y caprino. Este segundo
ciclo expansivo se prolongó –de manera desigual- durante
la guerra civil, a lo largo de la cual la posición de reta-
guardia de la provincia facilitó un fuerte aumento de las
especies porcina, caprina y ovina, mientras que el con-
sumo militar redujo severamente el ganado caballar,
mular y asnal. 
En Navarra, los vehículos a motor han sustituido y prácticamente llevado a algunos équidos al borde de la extinción.
La primera etapa del siglo XX se
caracteriza por la sucesión de varios ciclos al
alza y a la baja.
La crisis del s. XIX alcanzó también al ganado equino (caballar,
mular, asnal) y a ello se sumó otro fenómeno que terminó de
darle la puntilla y llevó a las razas autóctonas casi a su extinción.
Estos animales se usaban para tiro, tracción y transporte de per-
sonas y mercancías. Pero en el siglo XX la mecanización de la
agricultura y la motorización del transporte terminó por quitarles
la importancia que tenían, al desaparecer su función principal.
(34) Mangas Navas (1992: 169). El esfuerzo de deslinde refleja también
el incremento del tráfico rodado con vehículos de motor de explo-
sión y la necesidad de dejar libre para éstos las carreteras. El des-
linde verificado redujo a 40 metros la anchura de las cañadas, que
originalmente era de 70 metros.
(35) Gallego Martínez (1986: 611-616).
31
Durante los primeros años cuarenta tuvo lugar un se-
gundo descenso de las existencias ganaderas, esta vez
de mayor duración y gravedad. Su causa fue el aisla-
miento de la economía internacional y la errónea política
económica del Franquismo -la autarquía-, que provocó
con su enmarañada política intervencionista de cupos,
tasas y guías un retraimiento de la producción y un flore-
cimiento del mercado negro. Los recuentos ganaderos
de 1942, 1948 y 1950 (todos ellos sobre animales mayo-
res de un año) permiten fijar el mínimo absoluto del siglo
en algún momento cercano a la segunda de esas fechas.
(36) El problema más acuciante durante esos años fue la
escasez, carestía y adulteración de los piensos, comoafir-
maba en 1946 Eduardo Beperet en el I Consejo Sindical
Agropecuario y Forestal de Navarra. Cerrado el paso a la
importación en aras del ideal autárquico (y entre 1945 y
1947 por el bloqueo aliado), la alimentación del ganado
quedaba a expensas de la capacidad de producción de
piensos y forrajes. Pero el objetivo declarado de “disci-
plinar a todos los productores” resultó una quimera, y el
esfuerzo de intervención del Estado en los mercados a
través de la fijación administrativa de precios y la asigna-
ción de cupos de producción no tardó en provocar gra-
ves distorsiones en el cultivo, precios y destino de los
cereales para pienso.(37) La tibia liberalización exterior en
el marco del reacomodo del régimen al escenario inter-
nacional de Guerra Fría y el hecho de que la mecanización
caminaba todavía con pasos cortos debió de permitir au-
mentar nuevamente las existencias ganaderas hasta al-
canzar un máximo en el censo de 1960.
Es entonces cuando la ganadería de Navarra experimentó
alteraciones dramáticas en su composición. La rápida
mecanización y motorización de la agricultura hizo inne-
cesario mantener el ganado de labor en la explotación, de
modo que el número de cabezas de ganado equino se re-
orientó a la producción cárnica reducido a una quinta
parte de su volumen, mientras que el ganado bovino
abandonaba su función mixta a favor de la especialización
láctea (frisona) y cárnica (pirenaica). Por razones diferen-
tes, tuvo lugar un descenso muy acusado del número de
ovejas y cabras, reflejo de las dificultades de la ganadería
extensiva en un momento de fuerte éxodo rural y oportu-
nidades de trabajo en otros sectores económicos.(38) Si-
multáneamente, la aceleración del proceso de urba ni-
zación y la mejora de la renta disponible de los españoles
disparó el consumo de alimentos de origen animal,
El vacuno se especializa.
(36) El veterinario Javier Donézar se refería en 1946 a que “en estos últimos años, la pertinaz sequía con la consiguiente disminución de pastos, ha
existido una elevada mortalidad en el ganado” (I Consejo, 1946: 168). En el mismo cónclave Severino Larrayoz exponía que “en ciertas zonas de
la provincia… no pueden reponerse los animales de tipo agrícola que son necesarios, por falta de medios económicos para reemplazar y susti-
tuir a los que han sido dados de baja por edad, inutilización y muerte” (I Consejo, 1946:158)
(37) I Consejo (1946: 148). Apolinar Azanza explicaba que: “Hace unos cuatro años, cuando la tasa del trigo era bajísima, los agricultores se inclina-
ron a cultivar piensos que, por lo menos en el mercado negro o clandestino, rendían mucho más y en muchos casos … se vendían los piensos de
estraperlo y se daba al ganado parte del trigo, por resultar económicamente ventajoso. …. Al elevarse … las tasas del trigo … las tasas de la ce-
bada y avena quedan bajísimas. Y si todos los piensos cosechados se vendiesen a los precios de tasa, su cultivo sería altamente ruinoso y, al dis-
minuir las superficies y sus cosechas, el ganado sucumbiría de hambre … Tan alarmante situación se corrige en parte porque en el mercado negro
de estos granos no es ningún secreto el afirmar que rigen precios cuatro y cinco veces superiores al de tasa” (I Consejo, 1946:43). Respecto al cul-
tivo de alfalfa, Azanza estimaba que el precio de tasa de 0,55 pesetas por kilogramo de heno debía ser elevado a 0,70 peseta para resultar rentable
(I Consejo, 1946: 47). La producción de heno en Navarra, que había crecido desde 51.718 Tm en 1922 hasta 79.009 Tm en 1935, descendió a 42.939
Tm en 1943-44 y en 1950-51 era todavía de 64.129 Tm (Reseña, 1950: 277; Anuarios estadísticos de las producciones agrícolas, 1950 y 1951). 
(38) Ardaiz (1981: 342) añade a la escasez y carestía de la mano de obra, la restricción de pastos extensivos por la repoblación forestal, el acotamiento
de terrenos para pastizales y la disminución de los barbechos.
La segunda etapa coincide con los grandes
cambios estructurales ligados al desarrollo y la
modernización de las décadas de 1960 y 1970. 
32
reveladores de una dieta más rica y exigente. A este ace-
lerado crecimiento de la demanda de carne respondieron
con presteza las especies granívoras de rápido creci-
miento, el porcino y las aves, que alcanzaron en pocos
años una dimensión insospechada. (39)
La tercera etapa se abrió a partir de 1975-80, una vez que
los grandes cambios estructurales asociados a la moder-
nización económica hubieron tenido ya lugar. Durante los
últimos veinticinco años del siglo XX el conjunto de la ca-
baña creció a una tasa anual acumulativa del 2,3%, lle-
gando a romper a partir de 1982 el techo histórico
alcanzado en 1865. Al finalizar el siglo lo había superado
ya en un 37%. Los protagonistas de esta expansión, en un
periodo marcado por la integración española en el Mer-
cado Común Europeo, fueron, como ya se apuntaba en el
monográfico de Papeles de Economía Española dedicado
a Navarra en 1988, las especies bovina y porcina (con
tasas de aumento del 2.3 y 3.7 % anual, respectivamente).
Teniendo en cuenta la creciente exposición a la compe-
tencia internacional, esta expansión de la cabaña contrasta
más aún si cabe con lo que había ocurrido cien años atrás.
Más aún si tenemos en cuenta que algunas de estas es-
pecies, como ocurría con el porcino, presentaban graves
problemas de tipo sanitario que lastraban la capacidad de
exportar sus productos a los mercados europeos. (40)
En conjunto, durante el siglo XX –con particular inten-
sidad desde la década de 1960- se había completado
una total recomposición de la cabaña provincial. Si en
1917 (calculado sobre el total de unidades ganaderas
de las especies mayores) el vacuno se hallaba en ca-
beza con el 31% del total, seguido del lanar (con el
30%) y el equino (con el 24%), en 1999 el ganado por-
cino había alcanzado la primera posición, con el 42%
del total (en 1917 se situaba en el 11%), mientras el va-
cuno mantenía sus proporciones (34%), el lanar des-
cendía hasta el 20%, y el equino apenas llegaba al 3%.
Se había completado así un proceso de transformacio-
nes que se había iniciado a mediados del siglo XIX con
la crisis de la ganadería extensiva y la reorientación del
sector hacia la especialización cárnica.
Durante el siglo XX disponemos además de información
cuantitativa acerca de la producción ganadera. Aunque
contamos con informaciones sueltas para la primera
mitad del siglo, las series temporales continuas no están
disponibles hasta 1960. En esta fecha, la Reseña esta-
dística de la provincia de Navarra nos ofrece un resumen
del valor del producto que dibuja un panorama dominado
por la producción de carne (un 42% del valor total), se-
guido a gran distancia por otros esquilmos como leche
(22%) y huevos (20%), estiércol (10%), lana (3%), pieles
(3%), miel y cera (0,2%). Si utilizamos los precios me-
dios para los diferentes productos que emplea esa esta-
dística y los aplicamos sobre las series de producciones
anuales que ofrecen los anuarios estadísticos podemos
obtener una primera aproximación a la evolución del pro-
ducto ganadero durante los últimos cuarenta años del
siglo XX. El resultado se muestra en la figura 2. (41)
En la tercera etapa (1975-2000) se ven ya
los efectos de la modernización y continúan los
cambios estructurales. La cabaña ganadera crece
hasta romper el techo histórico alcanzado en
1865, superándolo por un 37%.
Una visión global del s. XX
(39) Navarra siguió así las grandes tendencias que habían caracterizado poco antes a los países más desarrollados (Grigg, 1992: 66-70). Sobre los
grandes cambios del sector agrario español en estos años, Naredo (1996) y Leal, Leguina, Naredo y Tarrafeta (1975)
(40) Tarrafeta (1981); Elorza y Simón (1988); Solchaga (1988); Ruiz-Maya y Martín Pliego (1988).
Figura 2. Una aproximación a la
evolución de la producción ganadera
en Navarra, 1960-2000 (valorada a
precios de 1960)
33
Entre 1960 y 2000el valor a pre-
cios constantes de las produccio-
nes ganaderas se incrementó de
manera continuada, de modo que
si asignamos a la primera fecha un
valor 100, al terminar el siglo había
alcanzado la cifra de 525. Se
había, por tanto, quintuplicado. La
serie muestra algunas crisis en
esa marcha ascendente (1964-66,
1970-1972, 1975-77, 1985-86,
1992-94, 1995-96), pero el movi-
miento de la curva no se vio com-
prometido por ello y adquirió mayor pendiente en los
últimos años del siglo. Expresado en términos per cápita,
el avance había sido inferior, pero aún así no deja de re-
sultar espectacular. Desde un valor 100 en 1960, el pro-
ducto ganadero real por habitante había llegado a 378 en
el año 2000. Y esto tenía lugar mientras los pueblos se
vaciaban de gente y el sector agrario –y dentro del
mismo, también la ganadería- expulsaba masivamente
mano de obra, que sería empleada en otros sectores.
Esto implica que el aumento de la productividad del tra-
bajo durante este periodo alcanzó tasas muy superiores
a las expresadas. 
Si nos fijamos en los componentes de este crecimiento,
comprobamos una vez más que el protagonismo corres-
pondió a la producción de carnes,
que se multiplicó en términos físi-
cos por 7,73 entre 1960 y 2000. Un
menor impulso tuvieron las produc-
ciones de huevos y de leche, aun-
que su avance fue igualmente
notable. Un comportamiento más
mediocre tuvo la producción de lana
y de pieles, que aumentó un 27% en
ambos casos. Por último, en lo re-
ferente a la apicultura se ve un
avance del 88% en la miel y una dis-
minución rotunda de la producción
de cera (véanse cuadros 8 y 9, en la página siguiente). 
Dado que se trata del esquilmo más importante de la ga-
nadería navarra, la producción cárnica merece una aten-
ción especial. Debemos advertir que los datos que
recogen las estadísticas de producción de carne corres-
ponden a los sacrificios realizados en los mataderos de la
provincia, cifras a las cuales se añadía una estimación de
las matanzas domésticas. Esto quiere decir que las cifras
pueden acoger animales criados en otras provincias y
trasladados a Navarra para su sacrificio. Del mismo
modo, los animales criados en la provincia y vendidos
para su cebo o su sacrifico fuera de ella no aparecen aquí
contabilizados. Esto tiene particular relevancia en el caso
del porcino, del que en 1968 se exportaban a otras pro-
Entre 1960 y 2000 las producciones ganaderas
se incrementan de manera continuada, con al-
gunas pequeñas crisis en esa marcha ascen-
dente. El mayor protagonismo corresponde a la
producción de carne, que se multiplicó por 7 en
esas décadas. Un menor impulso tuvieron las pro-
ducciones de huevos y de leche, aunque su avance
fue igualmente notable: la producción láctea casi
se triplicó y la de huevos se cuadruplicó. Un
comportamiento más mediocre tuvo la producción
de lana y de pieles, que aumentó un 27% en
ambos casos. Por último, la cosecha de las col-
menas ofrece un resultado desigual, con un avance
del 88% para la miel entre las mismas fechas y
una disminución rotunda de la producción de cera.
(41) Reseña… (1961: 313). En realidad el gráfico no refleja el conjunto del producto ganadero de la provincia, ya que omite las ventas de animales
vivos al exterior y no distingue los animales que han sido cebados fuera antes de su sacrificio.
34
vincias unos 200.000 lechones, pasando ya de 430.000
en términos netos en 1978, y en el del ovino, cuyo saldo
neto en esa fecha era de 110.000 cabezas exportadas. (42)
A la vista de los datos, podemos afirmar que la potente
expansión de la producción cárnica no se inició hasta
1961. Los escasos datos disponibles para los años cua-
renta revelan un hundimiento de la capacidad productiva,
con 16 kg por habitante y año, cifra que venía a repre-
sentar la mitad del consumo medio en la provincia atesti-
guado en 1903-05 y 1923 (entre 31 y 33 kg por habitante
y año). Es probable que un mayor grado de autoconsumo
y un fraude más elevado introduzcan un sesgo a la baja,
pero de lo que no cabe dudar es del sentido de la curva y
de que estos años constituyeron el punto más bajo de la
evolución del sector durante el siglo XX. Durante la dé-
cada de 1950 no se hizo más que recuperar el nivel de
producción de los primeros años treinta, con 26 kg por
persona y año. Entre 1961 y 1969 la oferta de carne por
habitante se duplicó, debiendo esperar hasta 1995 para
encontrar una nueva duplicación. Entretanto, había te-
nido lugar una fuerte pero breve contracción entre 1971
y 1972 (atribuible al comportamiento cíclico de la pro-
ducción porcina) y una situación de virtual estancamiento
entre 1980 y 1990.
Año Vacuno
Equino
mayor Asnal Lanar Cabrío Cerda Total
1818 31 12 3 42 5 7 100
1917 31 20 4 30 4 11 100
1960 35 12 3 33 1 16 100
1999 34 3 0 20 1 42 100
Fuente: Calculado a partir de los cuadros 1 y 6.
Cuadro 7. Composición de la cabaña ganadera
de Navarra, siglos XIX y XX (en porcentaje sobre
el total de UG)
Cuadro 8. 
Producción media anual de carne en Navarra durante el siglo XX. Sacrificios por especies (Tm de peso en canal).
(42) Echeverría Belzunegui (1968: 56); Rapún (1986: 40).
* Son datos de consumo de carnes
Fuente: Gallego Martínez (1985); GEHR (1991: 843); Anuarios de la producción agraria de España; Anuarios Estadísticos de España; Ma-
nual de estadística agraria: Navarra y comarcas.
Años Bovino Ovino Caprino Porcino Equino Aves Conejos Total Kg/hab.
1903-05 * 2.425 4.090 - 3.108 - - - 9.623 31
1923 * 2.682 2.973 182 4.487 - 593 - 10.918 33
1930-31 2.203 2.654 170 4.069 - - - 9.096 26
1941-43 2.063 1.284 38 2.571 - 118 85 6.159 16
1953-61 2.735 2.366 69 4.811 187 - - 10.168 26
1962-65 3.183 3.311 38 6.674 186 3.698 484 17.574 42
1966-70 3.662 3.747 37 10.467 152 7.039 511 25.616 57
1971-75 4.552 4.583 46 10.269 126 13.172 674 33.422 69
1976-80 5.693 4.294 29 12.461 282 22.677 1.442 44.877 92
1981-85 6.499 4.551 52 17.825 315 21.065 1.629 51.935 101
1986-90 6.807 3.916 117 13.865 246 22.058 2.457 49.466 95
1991-95 7.020 3.683 106 21.617 233 26.046 3.482 62.187 118
1996-00 7.073 3.708 36 29.605 166 33.147 3.610 77.344 144
Multiplicador
1962/1965-1996/2000 2,2 1,1 0,9 4,4 0,9 9 7,5 4,4 3.5
35
Los principales protagonistas, tanto de la fuerte expan-
sión como de las flaquezas manifestadas por la serie,
fueron las especies granívoras de rápido crecimiento,
aquéllas que mejor se adaptaban a la industrialización
en marcha de la actividad ganadera. Las producciones
de carne de aves, conejos y cerdos fueron, por este
orden, las que crecieron a unas tasas superiores a la
media. Entre los primeros años 60 y el quinquenio 1996-
2000, la oferta de carne de ave se multiplicó por nueve,
la de conejos por siete y medio, y la de cerdo por más de
cuatro. Factor clave en esta explosión de la oferta fueron
la importación masiva de piensos compuestos y el
avance de la “integración vertical”, a través de la cual la
pequeña producción familiar era subsumida en la lógica
capitalista de la gran empresa.(43) El crecimiento de la
producción porcina tuvo un carácter fuertemente cíclico,
en el que no faltaron episodios de súbita contracción de
la oferta como los que tuvieron lugar en 1962, 1965-66,
1971-72, 1975-76, 1985-90 y 1996. Tras esta última
fecha y hasta el final del siglo, el peso en canal sacrifi-
cado en la provincia prácticamente se duplicó, pasando
en apenas tres años de 22.000 Tm a 42.000 Tm. Este
último hecho tiene que ver con cambios importantes en
la estructura y orientación de las granjas de porcino, con
un paulatino abandono de la producción de lechones
para su venta en vivo y el aumento de las granjas que
practican el ciclo integrado de producción de lechones
y cebo. 
También el aumento de los sacrificios de aves experi-
mentó un salto espectacular entre 1973 y 1975, pasando
de producir 8.600 Tm en la primera fecha a 25.000 Tm en
la segunda.(44) Sin embargo, el impacto

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