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Tema 1Platon Ideas

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FILOSOFÍA ANTIGUA (I) 
 
 TEMA 1 ─ FILOSOFÍA GRIEGA: PLATÓN 
 
II ─ LA TEORÍA DE LAS IDEAS 
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FILOSOFÍA II - SELECTIVIDAD/ CURSO 2011 – 2012 23 
Platón: vida y obra 
 
 Datos biográficos 
 
Platón nace en Atenas en el año 428 ó 427ª. C. Según cuenta el escritor Diógenes Laercio en su 
obra Vida de los más ilustres filósofos, nace en una de las familias de la alta aristocracia. Su madre, 
Perictione, era descendiente de Solón, el cual, a su vez, descendía de Neleo y de Neptuno; y su padre, 
Aristón, era descendiente del legendario rey ático, Codro, ―asimismo, descendiente de Neptuno‖. Según nos 
cuenta el mismo Diógenes, Platón se llamaba, en realidad, Aristocles, pero recibió ese nombre por la anchura 
de sus espaldas. 
 
De joven fue seguidor de Crátilo (un supuesto discípulo de Heráclito). Cuando tiene veinte años, sucede el 
acontecimiento fundamental de su vida: conoce a Sócrates, a quien permanecerá ligado intensamente hasta la 
muerte del maestro. Son los años más agitados de la vida política de Atenas. Cuando su intención era 
dedicarse a la política, se impuso en Esparta el gobierno oligárquico de los Treinta Tiranos (entre los que se 
encontraban parientes y amigos suyos), quienes le invitaron a participar en el gobierno, pero las tropelías de 
éstos (tales como el intento de involucrar a su maestro Sócrates en un asesinato) le hicieron desistir 
decepcionado. Tras la caída de los Treinta y el restablecimiento de la democracia, se produce el penoso 
incidente por el que Sócrates (al que Platón describe como el mejor y más justo ciudadano de su tiempo) fue 
condenado a muerte. Todo esto le hizo renegar de la política activa, pero azuzó sus reflexiones sobre la 
mejor forma de gobierno; estas reflexiones ocuparon gran parte de su esfuerzo intelectual. 
 
Tras la muerte de Sócrates, Platón inicia una serie de viajes, que le llevaron a Megara, Egipto y Cirene. 
 
Cuando tiene aproximadamente cuarenta años hace un viaje a la Italia meridional, donde conoció las 
comunidades de los nuevos pitagóricos (sobre todo la de Tarento, donde gobernaba Arquitas, filósofo 
pitagórico él mismo y amigo de Platón), y a Sicilia, donde traba amistad con Dión (cuñado de Dionisio el 
Viejo, rey de Siracusa, y tío de Dionisio el Joven, hijo del anterior), al que convirtió en discípulo suyo, y del 
que, por lo que parece, fue amante. Dión era, por entonces, un joven de veinte años, que quedó fascinado por 
el ideal político-filosófico de Platón, pero su empeño en llevarlo a la práctica provocó que las relaciones de 
Dionisio el Viejo, que no veía con buenos ojos las reformas que le proponían, con Platón, se agriaran (se dice 
que ése fue el motivo por el que Dionisio vendió a Platón como esclavo en Egina. Rescatado por Anníceris, 
consigue volver a Atenas). 
 
Sea como fuere, Platón fue rescatado y, tras la vuelta a Atenas funda, hacia el año 387 a. C., la Academia, 
llamada así por estar situada en los jardines del héroe ateniense Academos. Era una comunidad de estudio, 
parcialmente inspirada en las comunidades pitagóricas. Desarrolló una intensa actividad filosófica y 
científica, pero, a diferencia de los sofistas, no se perseguía enseñar cosas que pudieran tener una aplicación 
práctica e inmediata, por ejemplo, la retórica, sino fomentar el amor desinteresado a la ciencia. El programa 
de estudios culminaba en la filosofía, e incluía como preliminares las matemáticas, la astronomía y 
seguramente la armonía. Platón trataba de formar hombres de Estado, no demagogos. El político así formado 
no sería un oportunista, sino que actuaría de acuerdo con convicciones fundadas en verdades objetivas e 
inmutables. La Academia se mantuvo como tal hasta el año 529, en que fue cerrada por decreto del 
emperador Justiniano por motivos religiosos. 
 
Muerto Dionisio el Viejo, le sucede su hijo Dionisio el Joven. Dión convence a Platón para que lo intente de 
nuevo. El experimento comienza bien, pero Dionisio, que es un personaje caprichoso, destierra a su tío Dión. 
Platón permaneció en Siracusa algún tiempo, en calidad de huésped de Dionisio, y procuró iniciarle e 
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impulsarle hacia la investigación filosófica tal como él la concebía, pero Dionisio estaba distraído por las 
preocupaciones políticas. Platón regresó desilusionado a Atenas. 
 
Unos años más tarde, encontrándose Dión todavía desterrado en Atenas, Dionisio le pide a Platón que 
regrese a Siracusa. Ante la petición de Dionisio y del propio Dión (que esperaba utilizar la influencia de 
Platón ante el tirano para que revocase su destierro), Platón inicia el tercer viaje a Sicilia, pero la experiencia 
fue, por tercera vez, un fracaso. Dionisio acabará reteniendo a Platón casi como prisionero, y esta vez sólo lo 
dejará marchar cuando Arquitas de Tarento envía una embajada en su busca. 
 
Cuando Platón estaba de vuelta en Atenas, Dión, tras un golpe de fuerza, pone fin al gobierno de Dionisio el 
Joven, pero al poco tiempo es asesinado en una conjura. Platón ya no se moverá de Atenas donde muere en 
el 347 a. C. 
 
 Exposición histórico-biográfica de sus obras 
 
La producción escrita de Platón presenta dos características que conviene tener en cuenta: 
 
─ La inmensa mayoría de sus obras están escritas en forma de diálogo. 
 
─ A lo largo de su amplia vida productiva, Platón reelabora continuamente su doctrina, por lo que es 
conveniente dividir su exposición en etapas diferenciadas. Se distinguen cuatro etapas: 
 
1º. Diálogos socráticos de juventud 
 
Los diálogos de esta época son pequeños cuadros en los que se reproduce con bastante fidelidad 
la enseñanza de Sócrates (Platón pone muy poco de su parte). El tema es la virtud. Sócrates emplea su ya 
conocido método para encontrar la definición de una virtud particular, pero en la mayoría de los casos no se 
llega a solución ninguna. Por supuesto el tema de las ideas todavía no aparece en absoluto. 
 
Pertenecen a esta etapa: Apología de Sócrates (no es un diálogo, sino un discurso de defensa de Sócrates 
ante el tribunal que le condenaría a muerte), Critón (o del deber): diálogo en la cárcel acerca de los deberes 
cívicos: Sócrates se niega a escapar). Laques (o del valor), Cármides (o de la prudencia), Lisis (o de la 
amistad), Eutifrón (o de la piedad religiosa), Ion (o de la poesía), y Protágoras (o de los sofistas), el diálogo 
más importante de esta época, plantea el problema de la posibilidad de enseñar la virtud, y aparece el 
concepto socrático de la virtud como forma de saber. 
 
2º. Diálogos de transición 
 
Revelan que Platón comienza a elaborar ya sus propias doctrinas. Sócrates, por supuesto, sigue 
siendo el personaje principal, pero su figura se va desdibujando cada vez más. Predominan los problemas 
políticos (Sócrates, enfrentado con los sofistas, y, por tanto, con la democracia). Se observa ya una notable 
influencia del pitagorismo (y quizá también del orfismo): preexistencia e inmortalidad del alma. Primeros 
esbozos de la teoría de las Ideas. Fueron escritos durante su primer viaje a Sicilia o inmediatamente a su 
vuelta. 
 
Pertenecen a esta etapa: Gorgias (o de la retórica), Menón (o de la virtud), Crátilo (trata sobre el problema de 
la significación de las palabras, y refleja la discusión sofística acerca de lo que es por convención y lo que es 
por naturaleza; aparece la teoría de las Ideas). De esta época son también: Hipias Menor: donde se desarrolla 
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la tesis, sostenida por el Sócrates histórico, de que en el saber reside la virtud), Hipias Mayor (o de la 
belleza), Eutidemo (o de la erística sofística), Menéxeno (parodia de las oraciones fúnebres). 
 
 
3º. Diálogos de madurez 
 
Platón está en posesión de sus propias ideas. Redacta sus diálogos fundamentales (los diálogos 
de la época siguiente serán revisiones y ampliaciones). La teoría de las Ideas sirve de trasfondo para todos 
los demás temas. Elaboración de una teoría completa sobre el Estado. Continúa Sócrates como interlocutor 
principal, pero ya es ―otro‖ Sócrates, seguro de sí mismo y poseedor de la verdad. Es en estos diálogos donde 
se encuentran los principales mitos platónicos. 
 
Pertenecen a esta etapa: Banquete (teoría platónica del amor y de las Ideas), Fedón (o del alma), República, 
el más importante diálogo de madurez. Su tema central es la justicia. Otro tema importante del diálogo 
República es el conocimiento y los diversos grados de conocimiento; para ilustrarlo recurre al símil de la 
línea, y a un mito conocido como mito de la caverna. Cierra el diálogo la República con el mito de Er, en 
el que plantea un tema al que también aludirá en el Fedro: el problema de la elección del destino por parte 
del alma. Valiéndose de un personaje, Er, explica que el destino futuro de las almas depende de su libre 
elección (determinada sin duda por las experiencias de su anterior vida), es decir, el alma se reencarnaría, al 
morir el cuerpo, en una u otra naturaleza según el tipo de vida que hubiese llevado en la reencarnación 
anterior. En Fedro vuelve a tratar sobre el amor, la belleza, y explica la naturaleza tripartita del alma, la 
inmortalidad y la unión accidental entre el cuerpo y el alma a través del mito del carro alado. 
 
4º. Diálogos críticos 
 
En esta etapa, el propio Platón plantea una serie de objeciones a su teoría de las Ideas (las 
expresa valiéndose de otros personajes históricos, Sócrates deja de ser el protagonista) y lleva a cabo un 
replanteamiento de dicha teoría. Fueron escritos después de su segundo viaje a Sicilia. 
 
A este grupo pertenecen: Parménides: autocrítica de la teoría de las Ideas, puesta en boca de un anciano 
Parménides ante el cual el joven Sócrates se tiene que batir en retirada; Teeteto: trata de la imposibilidad del 
conocimiento de las cosas particulares con independencia de las Ideas; Sofista: intenta definir al sofista 
empleando el método de la diáiresis (dialéctica descendente), y se plantea la cuestión de si, y cómo, las Ideas 
participan unas de otras; Político: trata del arte de gobernar, e intenta definir dicho arte recurriendo a la 
diáiresis. 
 
5º. Diálogos de vejez 
 
Platón abandona las cuestiones metafísicas y se interesa por la cosmología y la historia. Se 
mantiene la influencia del pitagorismo, evidente ahora en los planteamientos cosmológicos. Políticamente, la 
postura es más dura y reaccionaria. Fueron escritos después de su tercer viaje a Sicilia 
 
Pertenecen a esta etapa: Filebo (el placer y el bien), Timeo, el diálogo más importante de este grupo (y el 
único que llego a ser conocido durante la Edad Media), intenta explicar la constitución del mundo sensible, 
para lo cual recurre nuevamente a un mito: el mito del Demiurgo. Critias: parece ser una continuación de la 
República y el Timeo. Está inconcluso, y su contenido describe la guerra entre la primitiva Atenas y la 
Atlántida, isla misteriosa y sede de un poderosísimo imperio que intentó adueñarse del Mediterráneo, siendo 
derrotado por los esforzados ciudadanos de un Estado ideal: el Estado de Atenas. Leyes, el más extenso de 
los diálogos, que no pudo revisar definitivamente, ya que le sorprendió la muerte. Dialogan tres ancianos 
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─un ateniense, un cretense y un espartano─ acerca de la constitución de una ciudad ideal; y la ciudad que 
imaginan les asusta por la rigidez, minuciosidad e intolerancia de sus leyes. El anciano Platón, uno de los 
mayores genios literarios y filosóficos de nuestra civilización, debió de morir atormentado por el pesimismo 
y la desilusión. 
 
La teoría de las Ideas 
 
La cuestión central de la filosofía platónica es conocida como teoría de las Ideas o de las 
Formas. Tres son, al menos, las intenciones de esta teoría: 
 
1ª. Una intención ética. Platón siguiendo a Sócrates, quiere fundar la virtud en el saber. Para ser justo, por 
ejemplo, es preciso conocer qué la justicia. Frente al relativismo moral de los sofistas, Platón ─con 
Sócrates─ reclama la existencia de una Idea eterna e inmutable de Justicia (o de cualquier otra virtud). 
Es el tema de los primeros diálogos, aunque en ellos todavía no se llegue a formular expresamente la 
teoría de las Ideas. 
 
2ª. Una intención política (íntimamente ligada a la anterior): los gobernantes han de ser filósofos que se 
guíen no por su ambición política, sino por una serie de valores o ideales trascendentes y absolutos (las 
Ideas) en la búsqueda del bien común. 
 
3ª. Una intención científica. El problema de la formación de unos buenos ciudadanos, es decir, virtuosos, 
implica una precisa justificación de lo que entendemos por ciencia o verdadero conocimiento. La ciencia 
(o episteme, tal como la denominará Platón) sólo puede versar sobre objetos estables y permanentes. Si 
queremos hacer ciencia, esos objetos han de existir. Y como todos los objetos sensibles están sujetos a 
cambios permanentes, habrá que buscar otro tipo de objetos para la ciencia: las Ideas. Las Ideas, 
objetivas y de validez universal, y no las opiniones ni las preferencias subjetivas serán el fundamento de 
los juicios de valor que regulan la conducta y las leyes que rigen la polis. 
 
La teoría de las Ideas está presente en todo el sistema platónico (política, ética, antropología, conocimiento, 
Naturaleza…) aunque nunca se muestra desarrollada y explicitada como tal en las obras de Platón. La 
primera formulación seria aparece en Fedón, Fedro y República (período de madurez); pero en las obras de 
vejez como el Parménides encontramos objeciones a esta teoría. 
 
Por otro lado, esta teoría supone una síntesis de la tradición filosófica griega, pues en ella Platón retoma 
toda la tradición filosófica anterior y trata de resolver los principales problemas que fueron surgiendo: tanto 
los cosmológicos (tal como los formularon los presocráticos), como los antropológicos, éticos y políticos 
(según el planteamiento de los sofistas y Sócrates). Podemos considerar como antecedentes: 
 
 ─ La matemática pitagórica: la realidad esencial de las cosas no descansa en sus componentes materiales, 
sino en su proporción, en su estructura ordenada y armónicas. 
─ La concepción del Ser de Parménides. 
─ El Nous de Anaxágoras, interpretado como principio intelectual ordenador del cosmos. 
─ La investigación de Sócrates sobre la definición. 
 
Frente al pensamiento de Heráclito que consideraba que lo único cierto era el devenir de lo real, es 
Parménides quien inspira a Platón: el verdadero conocimiento sólo puede serlo de lo inmutable; lo real, el 
Ser, no puede estar sujeto al devenir. En cuanto a la concepción de Parménides según la cual la auténtica 
realidad (el Ser) es eterna e inamovible, y de otra, la afirmación de Heráclito sobre el perpetuo devenir de 
las cosas, Platón ofrece una solución conciliadora a la oposición permanencia (Parménides)─cambio 
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II ─ LA TEORÍA DE LAS IDEAS 
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(Heráclito): la existencia de dos mundos: el mundo inteligible o mundo de las Ideas, captable sólo por la 
inteligencia, y en el que se ubica lo permanente, y el mundo sensible de las cosas, captable sólo por los 
sentidos, y en el que se ubica lo cambiante. Por otra parte, contra el subjetivismo y el relativismo de los 
sofistas, Sócrates estaba convencido de que existen definiciones universales de los conceptos morales y de 
que el hombre podía llegar a adquirirlas; así, en los primeros diálogos platónicos se investiga una virtud o 
valor, tratando de lograr una definición que pueda servir de fundamento o modelo cuando juzguemos las 
acciones concretas en que se manifiesta dicha virtud o valor. Pero las meras definiciones inducidas tampoco 
resultan convincentes para Platón. En contacto con los matemáticos pitagóricos descubre nuevas vías para 
los problemas relativos al conocimiento y a la estructura de la realidad. El conocimiento sólo puede serlo del 
universal, pero, a diferencia de Sócrates, no concibe el universal como mero resultado de meras 
definiciones, sino como entidades similares a aquellas con las que trabajaba la matemática pitagórica, 
entidades que tienen realidad por sí mismas, a las que no se puede acceder por los sentidos, sino por la razón. 
 
A partir, pues, de esta doble influencia (pitagórica y socrática) Platón, firmemente convencido de la 
existencia de verdades absolutas y de la posibilidad de conocerlas, se va a esforzar por encontrar detrás de las 
apariencias cambiantes de las cosas realidades absolutas, pues su conocimiento le parece necesario para dar 
una base sólida a la ciencia, a la moral y a la política, y huir así del relativismo de los sofistas. ¿Qué es lo real 
para que pueda fundamentar un verdadero conocimiento? 
 
La respuesta de Platón es que lo real son las Ideas, que él sitúa en el mundo inteligible o mundo de las Ideas 
(cosmos noetós), el único mundo real. 
 
 Concepto y características de las Ideas 
 
La palabra idea del verbo griego antiguo eidein: ver, mirar..., tenía literalmente el doble 
sentido castellano de ―visión‖ y ―forma‖. Finalmente, ha acabado traducido al vocabulario filosófico como 
Idea o Forma. Las Ideas no son simplemente conceptos o representaciones mentales (tal como defendió 
Sócrates, y tal como lo entenderíamos vulgarmente): son realidades que existen con independencia de las 
cosas. Más aún, son la realidad misma. Las cosas derivan su ser de las Ideas. 
 
Las Ideas (y cada Idea: Mesa, Árbol, Belleza) ─como decía Parménides─ son eternas (ingénitas e 
imperecederas), únicas, indivisibles (hay una sola Idea para cada especie de cosas). Son determinadas, es 
decir, limitadas o finitas, pues las Ideas no lo son todo, por ejemplo, no son las cosas concretas y cambiantes, 
limitan con ellas, y limitando con algo ya son limitadas o finitas; además, lo infinito es incompleto e 
imperfecto, y las Ideas son completas y perfectas, es decir, son siempre lo mismo, no varían, son inmóviles, 
no son ahora una cosa y luego otra, por ejemplo la Idea de Caballo es eternamente ella misma, al contrario 
del mundo sensible en el que una cosa es una y muchas, ahora es, luego ya no es…. Son también inteligibles 
(no sensibles). 
 
Pero Platón, además de atribuir a las Ideas los mismos atributos del ser de Parménides, les atribuye otras 
características diferente: son universales e inmateriales (por primera vez se reconoce que existe una 
realidad inmaterial), objetivas y extramentales (esto es, existen por sí mismas con independencia de las 
cosas y de la mente. Más aún, encierran el verdadero ser de las cosas, son la auténtica realidad ─las cosas 
son menos reales─: por ejemplo, la Justicia en sí, la Bondad en sí, el Hombre en sí, las Entidades 
matemáticas en sí mismas, etc.). Son esencias y modelos arquetípicos de una clase de objetos (forma única 
de algo múltiple) con existencia independiente de ellos, son lógicas, no físicas, es decir, son las razones 
(logoi) de las cosas, por cuanto las Ideas son causas de las cosas naturales (no las cosas naturales) y 
fundamento de todos los juicios que formulamos sobre ellas: algo es una mesa gracias a la Idea de Mesa, 
una cosa es bella gracias a la Idea de Belleza… Sabemos y afirmamos, por ejemplo, que algo es bueno 
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II ─ LA TEORÍA DE LAS IDEAS 
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viendo si puede englobarse en la Idea de Bien, que algo es árbol si puede englobarse en la Idea de Árbol, que 
dos cosas son iguales si pueden englobarse en la Idea de Igualdad.... Las cosas, en cambio, son particulares, 
materiales, efímeras, múltiples, divisibles, poseen menos realidad y, justamente por su movilidad 
permanente, no podemos decir que ―son‖ (el caballo sensible, por ejemplo, ahora es, luego ya no es; ahora es 
un caballo, luego carne para gusanos, luego huesos y materia orgánica, pero la ―Idea de Caballo‖ siempre 
―es‖), son captables por los sentidos, pero no son inteligibles. 
 
Ciertamente Platón nunca pone ejemplos de este tipo, a él no le interesa lo que sea un caballo, o un perro, o 
el agua, sino lo que es el Bien, la Belleza, la Virtud, el buen gobierno, la Justicia, etc. Pero el problema es el 
mismo: en el mundo sensible nunca encontraremos más que casos particulares que no pueden fundamentar 
un conocimiento verdadero. 
 
Con la teoría de las Ideas, Platón pretende, en última instancia, explicar a qué deben su existencia las cosas 
sensibles y en qué nos fundamentamos para conocer y hacer afirmaciones (juicios o proposiciones) sobre 
ellas, que son tan cambiantes. 
 
 Tipos de Ideas y su jerarquización 
 
Las distintas Ideas están jerarquizadas, es decir, unas son más importantes que otras en la escala 
ontológica, y rigen las superiores sobre las inferiores. Cada estrato superior engloba y es causa del inferior. 
 
Hasta el Parménides Platón había establecido sin dudar estos tipos fundamentales de Ideas: 
 
1. Por encima de todas estaría la Idea de Bien que ilumina a todas las demás Ideas (La República). 
2. En segundo lugar las de Justicia, Belleza, Sabiduría, Ser, Uno. 
3. En tercer lugar las Ideas de opuestos (Igualdad-Desigualdad, Unidad- Pluralidad, etc.). 
4. En cuarto lugar las Ideas matemáticas: Números, Figuras geométricas. 
5. En último término las Ideas correspondientes a los seres materiales de nuestro universo: Ideas tales 
como Pelo, Agua, Caballo… Platón duda de la existencia de estas últimas. 
 
Este orden jerárquico puede variar en función de los distintos puntos de vista de los diversos diálogos. 
 
La jerarquía entre las Ideas le lleva a postular, además, una cierta unidad en el ámbito del mundo inteligible. 
Las Ideas son distintas, pero entre ellas hay cierta unidad (no unicidad como en Parménides). Esta unidad es 
la gran diferencia con el Ser de Parménides: cada Idea participa de las situadas en un plano superior, por lo 
tanto, todas participan de la Idea de Bien y, consiguientemente, todas se hallan unificadas (relacionadas) 
mediante la ―Idea de Bien‖. En La República se afirma la primacía absoluta de la Idea de Bien por encima de 
todas las demás Ideas. Esto supone que el Bien no es una Idea entre las demás Ideas: es la causa última de 
todas las Ideas y, por tanto, causa última de todas las cosas. El Bien les da a las demás Ideas el ser y las hace 
cognoscibles, es decir, es la causa del ser y de la inteligibilidad de todas las Ideas y, por consiguiente, 
también causa del ser y de lainteligibilidad de todas las cosas. Como veremos más adelante, sólo podemos 
hablar de conocimiento verdadero cuando se conoce la Idea de Bien; sólo podrá ser definido como ―sabio‖ 
aquel que conozca la Idea de Bien y sólo éste será el que esté capacitado para gobernar la polis. (Recordemos 
la intencionalidad ético-política y cognoscitiva que señalábamos más arriba). Dicho esto, está plenamente 
justificado que para Platón la Idea de Bien sea distinta, más hermosa y digna de mayor consideración que 
todas las demás, pues todo, absolutamente todo, está subordinado necesariamente al Bien. 
 
Pero en el mundo de las Ideas también se halla el “alma del mundo” o alma cósmica, que mueve y ordena 
el cosmos, como organismo animado que es, y las “almas humanas” antes de encarnarse. Por último, entre 
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este mundo y el mundo sensible se encuentra un ser intermedio, el Demiurgo, que tiene la función de 
artesano y ordenador cósmico de una materia preexistente, amorfa y caótica. 
 
 Mundo sensible y mundo inteligible 
 
La teoría de las Ideas supone, por tanto, un dualismo ontológico: hay dos mundos: el mundo 
sensible y el mundo inteligible (ejemplificados en el mito de la caverna). Entre ambos mundos, el inteligible 
y el sensible, existe un abismo. Son dos órdenes de realidad completamente distintos, pero, dado que el ser 
del mundo sensible radica en el mundo inteligible, debe haber algún tipo de relación entre ellos. Esta 
relación es descrita por Platón con los términos participación (las cosas sensibles, que no tienen ser por sí 
mismas, participan del ser de las Ideas. Por ejemplo, las acciones o leyes son más o menos justas, en la 
medida en que participan de las Ideas); imitación (las cosas sensibles imitan en su ser a las Ideas, por lo que 
tienden a su perfección. De ahí que Platón postule que toda Idea es para el mundo sensible un ―para que‖, un 
fin, el ideal al que todas las cosas deben aspirar); presencia (las Ideas están en la cosas en tanto que su 
esencia); y finalidad (las cosas aspiran a ser Ideas). 
 
No obstante, todas estas formas de relación entre el mundo sensible y el mundo de las Ideas son 
problemáticas. El propio Platón se las cuestiona. 
 
Génesis del mundo sensible 
 
La teoría de las Ideas permite a Platón construir, por una parte, una teoría de lo que hoy 
consideraríamos ―valores‖ y, por otra, una interpretación del universo (cosmos) como la realización de un 
orden ideal, que plasma el Demiurgo (―artesano‖ o ―genio ordenador‖) sobre la materia eterna de acuerdo 
con las Ideas, como nos cuenta en el Timeo, uno de los diálogos de vejez. 
 
Para ello recurre al mito del Demiurgo y narra el proceso de fabricación del mundo sensible. Teniendo como 
modelo el mundo inteligible, el Demiurgo ordena la materia caótica y eterna configurando en el espacio 
(―receptáculo universal‖) un cosmos concebido como un gigantesco organismo vivo al que dota de un Alma 
cósmica (explicación organicista del universo). Este cosmos es esférico es esférico (dado que la esfera es la 
figura más perfecta). En el centro del cosmos está la Tierra, después las esferas de los planetas y la de las 
estrellas fijas. El movimiento en conjunto se hace sobre la base de armonías musicales y proporciones 
numéricas (en la línea pitagórica) y de acuerdo con el tiempo que es ―la imagen móvil de la eternidad‖ 
 
La explicación que da Platón en el Timeo sobre la physis puede definirse como optimista: el Demiurgo es ―el 
mejor de los hacedores‖ y el modelo, el mundo inteligible, el más perfecto, de ahí que este mundo sea el 
mejor de los posibles; su imperfección procede de la materia. 
 
Interesa especialmente recalcar que ésta es una explicación finalista: frente al materialismo presocrático y al 
mecanicismo en el que había desembocado Demócrito y loas atomistas, la teoría platónica establece una 
concepción finalista o teleológica. El mundo de las Ideas constituye no sólo el modelo (causa formal), sino 
también el para qué del cosmos (causa final). Por primera vez se introduce, además, una cusa inteligente 
ordenadora, el Demiurgo (influencia de Anaxágoras) 
 
No obstante, Platón deja claro en el Timeo que esta explicación sobre la génesis del mundo sensible, 
es sólo un discurso ―verosímil‖, puesto que se está hablando de algo que no es completamente real, 
como las Ideas, y sólo cuando hablemos de estas podemos hablar de verdad y ciencia. 
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Teoría del conocimiento 
 
La teoría del conocimiento está estrechamente ligada con la duplicación del mundo que realiza 
Platón: el mundo inteligible y plenamente real de las Ideas, y el mundo sensible de las cosas. En 
consecuencia, establece que, ya que hay dos órdenes de realidad, debe haber dos tipos de conocimiento: el 
conocimiento inteligible y el conocimiento sensible. En esta distinción del conocimiento está influido por 
Parménides, pues reinterpreta la distinción parmenídea entre vía de la Verdad y vía de la Opinión como 
conocimiento inteligible y conocimiento sensible, respectivamente. 
 
Para Platón, el verdadero conocimiento sólo es posible si tiene por objeto lo real, es decir, el mundo 
inteligible, las Ideas. Pero la teoría de las Ideas plantea un grave problema: ¿cómo podemos conocer las 
Ideas, si éstas pertenecen a otro mundo distinto del nuestro (el mundo inteligible)? ¿Cómo podemos pasar del 
conocimiento sensible al conocimiento inteligible y, así, conocer las Ideas? 
 
Para responder a estos interrogantes, Platón ofrece a lo largo de sus obras tres explicaciones: una mítica: la 
teoría de la reminiscencia, otra filosófico-intelectual: la teoría de la dialéctica, y otra filosófico-emocional: 
la teoría del amor. 
 
 Teoría de la reminiscencia o anámnesis: el conocimiento como recuerdo 
 
Platón hace referencia directa a esta teoría en el mito del carro alado (Fedro), que expondrá en 
el apartado Antropología. En este contexto mítico, el alma preexiste al cuerpo y vive y se mueve en el mundo 
de las Ideas; éste es su sitio y su casa. Antes de caer en la prisión del cuerpo (encarnarse), se dedicaba a 
contemplar el mundo de las Ideas (esto es, conocía intuitivamente las Ideas y ―convivía‖ con ellas). Por 
alguna causa, que el filósofo no acaba de concretar, el alma cayó de ese mundo y se encarnó en el cuerpo. 
Ya dentro del cuerpo una especie de velo hizo que el alma no recordase con claridad su vida en el mundo de 
las Ideas. Con todo, el olvido no es total ni definitivo: ahora debe realizar un proceso de purificación 
mediante la recuperación del saber olvidado (las Ideas se encuentren en nosotros de un modo innato: no 
aprendido, no adquirido a partir de las sensaciones). Por esto, cuando a través de los sentidos, percibimos 
objetos sensibles —reflejo y copia de las Ideas—, recordamos las Ideas de las que esos objetos son copias. 
Los fenómenos sensibles no hacen sino despertar en nosotros lo que ya conocíamos antes de las 
reencarnaciones, traer a la conciencia lo que estaba velado: la verdadera realidad. Así, cuando estamos ante 
un caballo ¿cómo sabemos que eso es un caballo? La explicación es fácil ―porque ya habíamos 
contemplado anteriormente la Idea Caballo‖. De ahí que conocer no sea propiamente aprender, sino 
recordar lo ya visto. La educación en Platón estará en función de ese progresivo acercamiento a las Ideas. 
 
Es cierto que a travésde las sensaciones no se conoce la verdad, sólo se obtiene opinión. Sin embargo, 
Platón les concede un cierto valor: el de despertar el proceso de recuerdo (de conocimiento). Así, por ejemplo, la 
visión de un objeto redondo nos trae a la mente el recuerdo del círculo perfecto que nuestra alma contempló en 
su anterior estancia. El conocimiento sensible tiene, pues, un valor instrumental: sirve de ocasión (estímulo) 
para el recuerdo. 
 
Esta teoría de la reminiscencia es utilizada también como argumento en favor de la inmortalidad del alma, 
en el diálogo Fedón, uniendo de este modo tres elementos fundamentales de su sistema: naturaleza humana, 
inmortalidad y conocimiento. 
 
En el Fedón, Cebes le dice a Sócrates que, si es cierto que aprender es recordar, como tanto repite, esto 
exige que se aprendiese anteriormente lo que ahora se recuerda, lo que sería imposible si no hubiese existido 
el alma en alguna parte antes de llegar a estar en figura humana. Esto es, que el alma debe ser inmortal. 
FILOSOFÍA ANTIGUA (I) 
 
 TEMA 1 ─ FILOSOFÍA GRIEGA: PLATÓN 
 
II ─ LA TEORÍA DE LAS IDEAS 
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FILOSOFÍA II - SELECTIVIDAD/ CURSO 2011 – 2012 31 
 Teoría de la dialéctica: el conocimiento como ascenso hacia el Bien. Grados del conocimiento 
 
Lo más importante de la epistemología platónica está contenido en la República, en el famoso 
pasaje del símil de la línea, al final del libro VI. La idea básica es que Platón distingue diversos niveles o 
grados de conocimiento según sus objetos; dicho de otro modo, la epistemología está determinada por la 
ontología. El mito de la caverna, al principio del libro VII de la República, ilustra en igual medida lo 
expuesto en el símil de la línea: el paralelismo entre los distintos grados de conocimiento y los grados de ser. 
Platón parte de la distinción fundamental entre ciencia (episteme), que es el conocimiento absolutamente 
verdadero, y opinión (doxa), que es un conocimiento de segundo orden, que sólo produce parecer. Esta 
distinción se vincula a la teoría sobre la realidad: opinión y saber son dos formas de conocimiento 
distintas porque sus objetos son también distintos. La opinión (o conocimiento sensible) recae sobre los 
seres físicos, el mundo sensible, y la ciencia (o conocimiento inteligible) tiene como objeto las Ideas 
universales y necesarias, el mundo inteligible. 
 
Ciencia y opinión se subdividen, a su vez, en dos grados diferentes cada uno. El resultado final es que Platón 
establece cuatro grados de conocimiento distintos, porque existen cuatro grados de realidad. 
 
─ Opinión (doxa): 
 
1. Imaginación (eikasia): es el conocimiento de las imágenes, sombras o reflejos de las cosas sensibles 
(sea en el agua o en superficies de cuerpos opacos, lisos y brillantes), así como de los seres de 
ficción, de los seres mitológicos o de las invenciones de los poetas. 
 
2. Creencia o fe (pistis): es el conocimiento de los objetos del mundo sensible (todo ser vivo: plantas, 
animales, u hombres, y de todo lo que éstos fabrican). 
 
─ Ciencia (episteme): 
 
3. Pensamiento o razón discursiva (dianoia): es el conocimiento de los números, figuras o cuerpos 
geométricos. La ciencia correspondiente a este grado son las matemáticas. 
 
4. Inteligencia o razón intuitiva (noesis): es el conocimiento de las Ideas. Consiste en la intuición o 
captación directa (visión intelectual) de las Ideas, sin necesidad de recurrir a imágenes sensibles 
como en las matemáticas. Es el grado de conocimiento más alto y el más riguroso, pues sólo se 
refiere a las Ideas. La ciencia correspondiente a este grado de conocimiento es la dialéctica 
 
La dialéctica tiene por objeto la verdadera realidad, las Ideas, pero es muy importante tener en 
cuenta que, tal y como se escenifica en el mito de la caverna, el conocimiento se nos presenta como 
un ascenso. La dialéctica es, entonces, un método mediante el cual ascendemos de forma gradual 
desde el modo de conocer más ―bajo‖ (eikasía, imaginación) hasta el más ―sublime‖ (nóesis, 
inteligencia o razón intuitiva); un proceso, pues, que va desde las cosas hasta la Idea suprema (la 
Idea de Bien). A este ascenso Platón lo llamó también dialéctica; y nos lo presenta como un progreso 
difícil en el que el alma ha de acostumbrase al razonamiento, apartándose y alejándose de los 
sentidos y de sus objetos. La disciplina fundamental para eso son las matemáticas que, desde sus 
distintas ramas (aritmética, geometría, astronomía e, incluso, música) ejercitan en el razonamiento 
puro (razón discursiva), y así permiten alcanzar las relaciones lógicas universales y el verdadero 
conocimiento: el conocimiento de las Ideas. A este respecto, se cuenta que en la puerta de la 
FILOSOFÍA ANTIGUA (I) 
 
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II ─ LA TEORÍA DE LAS IDEAS 
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Academia había grabada la siguiente frase: ―Nadie entre aquí sin saber matemáticas‖. Sin embargo, 
para Platón, las matemáticas, por tratar de entidades que están a medio camino entre el mundo 
sensible y el mundo inteligible no son una ciencia propiamente dicha como lo es la dialéctica, sino 
sólo una enseñanza preparatoria para el estudio de la dialéctica 
 
En el símil de la línea, Platón explica que el conocimiento matemático y el conocimiento de las 
Ideas, la dialéctica difieren de raíz. Las matemáticas son un grupo de saberes particulares, pues 
estudian una parte del mundo inteligible (los números, figuras) prescindiendo del resto; además, 
aunque los objetos de los que se ocupa el matemático no son particulares y cambiantes ni tampoco 
captables mediante los sentidos (por ejemplo, el geómetra no estudia las ruedas de los carros, ni 
siquiera el gráfico circular que dibujamos en la pizarra, sino esos objetos ideales llamados círculos o 
circunferencias), el matemático necesita apoyarse en imágenes sensibles (dibujos, artes 
mecánicas…) para resolver problemas o realizar sus demostraciones, con lo cual no estamos todavía 
en el grado más alto del conocimiento, que es ya totalmente abstracto (noesis). Pero la diferencia 
fundamental entre las matemáticas y la dialéctica es que las matemáticas proceden por hipótesis 
para, a partir de ellas, sacar conclusiones, pero no fundamentan esas hipótesis (por lo que no dejan 
de ser meras hipótesis), o lo que es lo mismo, dan por supuesto sus objetos (parten de que hay 
números, figuras) sin dar razón de ellos. 
 
Por el contrario, la dialéctica es un conocimiento que asciende por medio de la razón; se consideran 
las hipótesis no como principios últimos, sino como simples supuestos que, a modo de peldaños y 
puntos de apoyo, sirven para elevarse hasta el principio de todo que ya no es hipotético. Y una vez 
alcanzado ese principio, desciende de nuevo abarcando todas las consecuencias que de él se derivan, 
sin servirse en absoluto de nada sensible, sino solamente de las Ideas mismas. Según esto, Platón 
distingue entre la dialéctica ascendente (anaíresis) y la descendente (diaíresis). La primera 
representa el camino que el alma debe recorrer desde las cosas y los objetos matemáticos hasta las 
Ideas, partiendo de hipótesis que se tomarán como simples supuestos que servirán de trampolines o 
peldaños para ascender hasta las Ideas. A partir de ahí, el alma, valiéndose exclusivamente del poder 
dialéctico de la razón, de argumentos y refutaciones, debe ir de Idea en Idea, sin recurrir a nada 
sensible, hasta alcanzar el Bien en sí. Esto se refleja muy bien en el mito de la caverna, en el que la 
dialéctica ascendente está representada por el camino que recorre el prisionero liberadoa partir del 
momento en que sale al exterior de la caverna, y que culmina con la visión del sol (representación 
metafórica de la Idea de Bien). Por otra parte, la dialéctica descendente consistirá en la aplicación 
del conocimiento alcanzado acerca de lo inteligible y eterno, al mundo de lo sensible, y en particular 
al ámbito político. En efecto, una vez contempladas la Idea de Bien y las restantes Ideas, el filósofo 
debe ocuparse de los asuntos humanos y asumir la dirección política de la polis, gobernando el 
Estado y su propia vida a la luz del conocimiento de esos principios eternos. En el mito de la caverna 
esto se representa simbólicamente con la vuelta del prisionero liberado al mundo de sombras en el 
que viven sus antiguos compañeros de prisión. 
 
Debe quedar muy claro que bajo el nombre de dialéctica Platón recoge tanto el grado más alto de 
conocimiento y su ciencia correspondiente, que tiene por objeto las Ideas o esencia de las cosas, 
como el método propio de la filosofía que permite el acceso al mundo de las Ideas y, concretamente, 
el acceso a la Idea de Bien 
 
El método dialéctico platónico conserva los elementos fundamentales de la maiéutica socrática se 
nos presenta como un diálogo en el que los participantes proponen tesis contrapuestas (de ahí el 
nombre de dialéctica), cuyo valor es críticamente discutido, hasta que se llega a la definición 
FILOSOFÍA ANTIGUA (I) 
 
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II ─ LA TEORÍA DE LAS IDEAS 
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correcta. Ésta expresa la esencia de lo que se buscaba, es decir, la Idea. Así, por ejemplo, ocurre en 
el diálogo República con la investigación sobre qué es la justicia. 
 
Por último, la dialéctica —proceso estrictamente intelectual— posee un importante apoyo 
emocional: el amor (eros). 
 
 Teoría del amor (eros) 
 
 El amor es también una vía de acceso a lo inteligible, un medio de ascender a las Ideas. Se 
trata de una dialéctica pasional. Platón atribuye al eros un papel muy importante en la filosofía, pues es 
el amor-deseo lo que espolea al filósofo hacia el mundo de las Ideas y le dedica sus dos bellos diálogos: 
Banquete y Fedro. En el Banquete afirma que este amor-deseo (eros significa amor, pero vinculado al 
deseo, amor sexualizado) comienza siendo atracción por las cosas bellas del mundo sensible, por los 
cuerpos bellos. Pero una vez encendido, el deseo no se satisface en el mundo sensible y el alma, 
empujada por este deseo, inicia una ascensión que le lleva del amor a la belleza física de los cuerpos al 
amor a la belleza del alma, y de éste al amor a la belleza de las instituciones y de las leyes, luego a la 
belleza del orden matemático, y finalmente al amor a la Belleza-en- sí. El amor platónico es, pues, 
ascensión hacia la Belleza. 
El Fedro refiere lo mismo, pero en el contexto mítico del alma representada como un carro alado y con 
referencia directa a la reminiscencia. El alma que ha caído a la tierra ha olvidado y ha perdido sus alas; 
―pero viendo la hermosura de este mundo, y acordándose de de la verdad, toma alas y, una vez alada, 
desea emprender el vuelo‖. Por ello el ―amor es filósofo‖. La razón de ese amor por las Ideas es la 
afinidad del alma con las Ideas. 
En conclusión, la dialéctica y el amor son los medios para acceder al mundo de las Ideas. Y si hay que 
prepararse para esta ascensión, recordemos que las matemáticas sirven de propedéutica (de enseñanza 
preparatoria), pues ellas dan ―un fuerte impulso hacia la región superior‖, ya que arrancan del mundo 
sensible del devenir e introducen en la contemplación de objetos inteligibles (Ideas).

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