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CONTENIDO Créditos DESARROLLO PSICOMOTOR EN EDUCACIÓN INFANTIL. BASES PARA LA INTERVENCIÓN EN PSICOMOTRICIDAD INTRODUCCIÓN CAPÍTULO 1. MARCO CONCEPTUAL DE LA PSICOMOTRICIDAD 1.1. GÉNESIS DE LA PSICOMOTRICIDAD 1.2. APORTACIONES A LA PSICOMOTRICIDAD 1.2.1. Aportaciones de wallon 1.2.2. Aportaciones de Piaget 1.2.3. Aportaciones del psicoanálisis 1.2.4. Aportaciones de la Psiquiatría Infantil 1.3. APROXIMACIÓN A UN CONCEPTO DE PSICOMOTRICIDAD CAPÍTULO 2. EVOLUCIÓN DE LAS CAPACIDADES PSICOMOTORAS DEL NIÑO DE EDUCACIÓN INFANTIL 2.1. INTRODUCCIÓN 2.2. LEYES Y PRINCIPIOS DEL DESARROLLO MOTOR 2.3. LOS REFLEJOS 2.4. TONO MUSCULAR Y MOTRICIDAD DE ESTABILIZACIÓN 2.4.1. El tono muscular 2.4.2. Desarrollo del control postural 2.4.3. El equilibrio 2.5. DESARROLLO DE LA MOTRICIDAD DE LOCOMOCIÓN 2.5.1. Desplazamientos por el suelo 2.5.2. La marcha bípeda 2.5.3. La carrera 2.5.4. El salto 2.6. Desarrollo de la motricidad de manipulación 2.6.1. La prensión 2.6.2. Lanzamiento y recepción 2.7. LA MOTRICIDAD GRÁFICA 2.8. OTRAS CAPACIDADES PSICOMOTORAS 2.8.1. La lateralidad 2.8.2. La estructuración espacio–temporal CAPÍTULO 3. EL ESQUEMA CORPORAL 3.1. ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE LA NOCIÓN DE ESQUEMA CORPORAL 3.2. PRECISIONES EN TORNO AL CONCEPTO DE ESQUEMA CORPORAL 3.3. DESARROLLO DEL ESQUEMA CORPORAL 3.4. EL ESQUEMA CORPORAL Y LOS APRENDIZAJES ESCOLARES CAPÍTULO 4. CONCEPCIONES DE LA INTERVENCIÓN PSICOMOTRIZ 4.1. LAS ACEPCIONES DEL CUERPO 4.2. LA ESCUELA FRANCESA DE PSICOMOTRICIDAD 4.2.1. La Psicomotricidad instrumental 4.2.2. La Psicomotricidad vivencial–relacional 4.3. CONCEPCIONES NORTEAMERICANAS 4.4. CONTRIBUCIONES ESPAÑOLAS CAPÍTULO 5. LA PSICOMOTRICIDAD Y LA EDUCACIÓN INFANTIL 5.1. LA EDUCACIÓN INFANTIL Y LA PSICOMOTRICIDAD EN LA REFORMA DEL SISTEMA EDUCATIVO 5.2. OBJETIVOS GENERALES PARA LA EDUCACIÓN INFANTIL 5.2.1. Objetivos orientados hacia el desarrollo de la autonomía física, intelectual y moral, y la construcción de la personalidad 5.2.2. Objetivos orientados hacia el desarrollo de la observación y la construcción de conocimientos sobre hechos y fenómenos de la realidad 5.2.3.Objetivos orientados hacia el desarrollo de la capacidad comunicativa en diferentes códigos, así como el desarrollo de formas personales y creativas de expresión 5.2.4. Objetivos orientados hacia el establecimiento y desarrollo de relaciones con los demás y de comprensión e incardinación en la vida social 5.3. ÁREAS Y BLOQUES DE CONTENIDOS 5.3.1. Área de identidad y autonomía personal 5.3.2. Área del medio físico y social 5.3.3. Área de comunicación y representación 5.4. PRINCIPIOS QUE COMPARTEN LA EDUCACIÓN INFANTIL Y LA EDUCACIÓN PSICOMOTRIZ 5.5. OBJETIVOS DE LA PSICOMOTRICIDAD EN LA EDUCACIÓN INFANTIL CAPÍTULO 6. LA INTERVENCIÓN PSICOMOTRIZ EDUCATIVA 6.1. LA PSICOMOTRICIDAD COMO MÉTODO DE ACCIÓN PSICOEDUCATIVA 6.1.1. Aportaciones desde la Psicología Cognitiva 6.1.2. Aportaciones desde las teorías de Vygotski y de Bruner 6.1.3. Aportaciones desde la teoría ecológica 6.1.4. Aportaciones desde la Psicología Humanística 6.2. ELEMENTOS PARA UNA METODOLOGÍA DE INTERVENCIÓN PSICOMOTRIZ 6.2.1. Niveles de intervención 6.2.2. Los medios personales 6.2.3 Los medios materiales CAPÍTULO 7. PROPUESTA DE UN PROGRAMA DE INTERVENCIÓN PSICOMOTRIZ 7.1. FUNDAMENTACIÓN METODOLÓGICA 7.2. OBJETIVOS 7.3. PROCEDIMIENTO 7.4. SESIONES DE TRABAJO Sesión 1. El espacio de trabajo Sesión 2. Las pelotas 1 Sesión 3. Las pelotas 2 Sesión 4. Los aros Sesión 5. Las pelotas y los aros Sesión 6. Los cojines Sesión 7. Las ruedas Sesión 8. El cuerpo en movimiento Sesión 9. Las colchonetas Sesión 10. Las cuerdas Sesión 11. Los papeles de periódico Sesión 12. Las telas y los pañuelos Sesión 13. Las picas Sesión 14. El espacio acotado Sesión 15. El cuerpo se pinta, se envuelve, se decora Sesión 16. El espejo Sesión 17. El papel continuo 1 Sesión 18. El papel continuo 2 Sesión 19. Combinación de objetos Sesión 20. Los globos REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Créditos Desarrollo psicomotor en educación infantil. Bases para la intervención en psicomotricidad © del texto: Eduardo Justo Martínez © de la edición: Editorial Universidad de Almería, 2014 publicac@ual.es www.ual.es/editorial Telf/Fax: 950 015459 ISBN: 978–84–16027–43–9 Depósito legal: Al 1383–2014 Diseño y maquetación: Jesús C. Cassinello Esta editorial es miembro de la UNE, lo que garantiza la difusión y comercialización de sus publicaciones a nivel nacional e internacional Desarrollo psicomotor en educación infantil. Bases para la intervención en psicomotricidad A María José y Alicia A mis padres, in memoriam INTRODUCCIÓN Generalmente se admite que durante los primeros años de la vida es cuando tiene lugar el desarrollo más rápido e importante del ser humano, y que es en este tiempo cuando las estimulaciones positivas que provienen del ambiente tienen una mayor influencia sobre este desarrollo. La importancia, pues, de estos años viene reconocida por la valoración de la acción educativa que se realice en ellos, y en concreto la necesidad de una oportuna Educación Infantil. Esta educación abarca unos años esenciales en el desarrollo del niño y su función principal, como aparece claramente reflejada en la LOGSE (1990), es la de promover un adecuado progreso en la construcción de la personalidad, lo que significa un normal proceso de maduración, de desarrollo evolutivo y educativo. La transcendencia de esta educación reside en que su acción se lleva a cabo sobre un sistema nervioso en formación, un psiquismo en construcción y una personalidad en elaboración. Por tratarse de la primera experiencia en cuanto a educación institucionalizada se refiere, ejerce, además, una fuerte influencia en la posterior adaptación escolar. Por eso, hay una cierta coincidencia en que la Educación Infantil es el período adecuado para generar los aprendizajes básicos, que no se refieren a los típicos de la escuela, sino aquellos que van a posibilitar más tarde la consecución de éstos. Se trata de desarrollar aquellos aspectos del niño que están vinculados a su proceso evolutivo, refiriéndose a las estructuras básicas del pensar, de los afectos, de la motricidad, de la comunicación, de la creatividad, etc. Desde hace años se viene insistiendo en una intervención en esta etapa como el camino más eficaz para prevenir problemas de desarrollo. Esta intervención temprana, considerada como un intento programado de cambio que implica el curso del desarrollo, no sólo debe ser una estrategia preventiva sino también enriquecedora, pues de este modo, como señalan Baltes y Danish (1980), se introduce una dimensión en la intervención estrechamente vinculada con las orientaciones propuestas en los estudios evolutivos: la potenciación u optimización del desarrollo humano, cuya finalidad, como indica Rubio Herrera (1992), será la efectividad, entendiendo por tal que el ser humano es un organismo activo que necesita de una exploración del medio, de un aprendizaje de conocimientos y de adquisición de todo tipo de habilidades. En este campo de la intervención temprana se encuentra la teoría psicomotriz, aportando nuevos medios educativos que se apoyan en la noción de unidad funcional. La intervención psicomotriz, considerada como uno de los métodos de acción psicoeducativa que más interés ha despertado en las últimas décadas, respeta la globalidad del niño, se basa en el movimiento y la vivencia del cuerpo, y por medio de la cual el niño adquiere conciencia de sí mismo y entra en relación con el mundo de los objetos y de los demás, por lo que en la actualidad se plantea como una metodología psicoeducativa integral que favorece el desarrollo humano e interviene en el proceso educativo a través del trabajo corporal. En este libro se pretende ofrecer un marco teórico que justifique una práctica psicomotriz coherente con los principios y objetivos que se establecen para la Educación Infantil. Con este propósito, el libro se estructura en siete capítulos. Elprimer capítulo está dedicado a fundamentar la intervención psicomotriz históricamente y conceptualmente. En este sentido, en el capítulo se hace una breve referencia a la génesis de la Psicomotricidad, a las aportaciones que desde un principio se han realizado en este campo y que ya se consideran como clásicas, y se concluye con un análisis del concepto Psicomotricidad, intentando clarificar, en la medida de lo posible, dicho concepto. La intervención psicomotriz educativa va especialmente dirigida al niño de Educación Infantil y, aunque su influencia se extiende sobre todos los componentes de la personalidad, van a ser los aspectos psicomotores los más sensibles a este tipo de intervención. Por tanto, en el segundo capítulo se hace un recorrido por el desarrollo psicomotor del niño de Educación Infantil, describiendo los principales componentes del sistema psicomotor humano sobre los que va a incidir la intervención psicomotriz. El tercer capítulo está exclusivamente dedicado al esquema corporal pues, además de ser un elemento fundamental de la personalidad del niño, es el factor nuclear del sistema psicomotor humano, en torno al cual giran los demás componentes de este sistema. En el cuarto capítulo se hace una revisión de las concepciones psicomotoras más importantes, haciendo especial hincapié en la Escuela Francesa de Psicomotricidad, por ser la que más influencia ha tenido en la práctica psicomotriz en España. Por otra parte, la intervención psicomotriz educativa tiene que ser coherente con los planteamientos teóricos que se establecen en el Diseño Curricular Base de la Educación Infantil, pues, como se ha indicado anteriormente, el niño de esta etapa es el principal protagonista de este tipo de intervención. Por tanto, en el capítulo quinto se exponen los Objetivos Generales de la Educación Infantil, los Bloques de contenidos y los Principios metodológicos que establece el D.C.B., y se analiza cómo la Psicomotricidad responde plenamente a todos ellos. No obstante, hay que recordar que cada Comunidad Autónoma ha realizado adaptaciones de los documentos educativos originales a sus propias peculiaridades, por eso, al encontrarnos en la Comunidad Autónoma Andaluza, se ha procurado tener en cuenta las adaptaciones realizadas por la Junta de Andalucía. En este capítulo, además, se describen los objetivos específicos que la Psicomotricidad plantea para la Educación Infantil. El sexto capítulo pretende situar la intervención psicomotriz como una acción psicoeducativa integral que se nutre de las principales aportaciones psicológicas al ámbito educativo. Así mismo, se hace referencia a algunos elementos metodológicos que intervienen en la práctica psicomotriz. En el último capítulo se ofrece, a modo orientativo, un programa de intervención psicomotriz compuesto de veinte sesiones, el cual se fundamenta en los contenidos teóricos desarrollados a lo largo de esta obra. CAPÍTULO 1. MARCO CONCEPTUAL DE LA PSICOMOTRICIDAD 1.1. GÉNESIS DE LA PSICOMOTRICIDAD Aunque el adjetivo «psicomotor», como indica Le Camus (1984), habría visto la luz poco después de 1870, no será sino a principios del siglo XX cuando comienza a hablarse de «encrucijada de la Psicomotricidad» (Gibello,1970), debido a que algunos sectores de la neurología se separan de las concepciones tradicionales (que consideraban el cuerpo humano en su pura vertiente anatomo–fisiológica como un cuerpo máquina o cuerpo instrumento) para constituir nuevas tendencias. Estas tendencias estarían representadas: a) en primer lugar, por la patología cortical que abandona el esquema anatomo–clínico que establecía una correspondencia rigurosa entre la lesión y el síntoma, y empieza a tener en cuenta que es posible constatar disfunciones graves sin una lesión cerebral localizada; b) en segundo lugar, por la neurofisiología, que destaca el papel del sistema nervioso en la regulación de las conductas de un organismo en interacción con el medio, por lo que cualquier movimiento tiene una significación biológica; y c) en tercer lugar, por la neuropsiquiatría infantil representada por Dupré, quien en 1907 describe el síndrome de debilidad motriz, al que relacionará con la debilidad mental en 1909 (Le Camus,1987), al poner de relieve las estrechas relaciones que unen las anomalías psíquicas y las anomalías psicomotrices como expresión de una solidaridad entre la actividad psíquica y el movimiento, exponiendo por primera vez lo que se podría llamar la psicomotricidad del niño, pues no en vano autores tan importantes como Heuyer, Ajuriaguerra y Koupernik lo consideran el creador de la noción de Psicomotricidad. Para Le Camus (1984,p.19), estas tendencias han invalidado el viejo modelo de cuerpo autómata, de «cuerpo nave–sumido–bajo–la–dirección–del–espíritu–piloto», haciendo referencia clara a la influencia del dualismo cartesiano, y han promovido la noción de un cuerpo inteligente por el poder receptor, integrador y ordenador del sistema nervioso. Este mismo autor nos dice que desde principios de siglo hasta hoy, los psicomotricistas franceses han privilegiado un aspecto de la corporeidad que él ha denominado el cuerpo sutil y que sería «la estrella polar, la divisa y la patria de los psicomotricistas» (Le Camus,1984,p.11). En este punto, hay que señalar que ha sido en Francia donde la Psicomotricidad surgió y se instaló con un verdadero aparato teórico, metodológico e institucional, y esto fue posible porque en este país encontró un terreno cultural favorable, que es el terreno del dualismo, del intelectualismo y del verbalismo. Este terreno hacía que el cuerpo estuviese muy ignorado y menospreciado, lo que propició que los psicomotricistas sintiesen la necesidad de reaccionar, y desde finales del siglo pasado hasta ahora han llevado a cabo una campaña de revaluación de los poderes del cuerpo. Una campaña que, para Le Camus (1981a,1984), estaría dirigida en tres tiempos: a) Frente al dualismo platoniano, agustiniano y cartesiano, ellos replicaron con el paralelismo científico de Ribot, Janet, Tissie, Wallon y Guilmain: es la etapa del cuerpo hábil. b) Frente al intelectualismo de los racionalistas de los siglos XVIII y XIX, replicaron con el impresionismo de Merleau–Ponty, Piaget, Freud y Ajuriaguerra: es la etapa del cuerpo consciente (el pensamiento que se hace cuerpo). c) Frente al verbalismo de los lacanianos, replicaron con el expresionismo de los etólogos: es la etapa del cuerpo significante (el cuerpo que habla). Corpus habilis, corpus sapiens, corpus loquens, éstas serían las tres edades del cuerpo sutil, las tres etapas de la valoración del cuerpo, etapas que no son sino evocaciones de momentos importantes de la hominización, como si la historia de las prácticas psicomotrices recapitulara a «grosso modo» las últimas fases de la filogénesis (Le Camus,1984,p.80). Estas etapas de la historia de la Psicomotricidad están ampliamente descritas en Le Camus (1984) y Arnaiz (1987), y que aquí no se van a desarrollar, ya que se va a prestar atención a las aportaciones más importantes que se han dado en este campo. 1.2. APORTACIONES A LA PSICOMOTRICIDAD Entre las numerosas aportaciones que se han venido haciendo a la Psicomotricidad, se va a hacer mención a aquellas que provienen de la Psicología y de la Psiquiatría Infantil por ser las que más han influido en la práctica psicomotriz, en concreto a las realizadas por Wallon, Piaget, el Psicoanálisis, Heuyer y Ajuriaguerra. 1.2.1. Aportaciones de wallon Es en la obra de Wallon (1934,1942,1947) donde se puede encontrar el punto de partida de la noción fundamental de unidad psicobiológica del ser humano, donde psiquismo y motricidad no constituyen dos dominios distintos o yuxtapuestos, sino que representan la expresión de las relaciones del ser y del medio. En su obra, Wallon intentó mostrar la importancia del movimiento en el desarrollo psicológico del niño, indicando que viene a ser como untestimonio de la vida psíquica a la que expresa por completo, por lo menos hasta el momento en que surge la palabra. Para él, antes de utilizar el lenguaje verbal para hacerse comprender, el niño hace uso de los gestos, es decir, «movimientos en conexión con sus necesidades y con situaciones surgidas de su relación con el medio» (Wallon,1959a,p.235). El movimiento, además, prefigura las diferentes direcciones que podrá tomar la actividad psíquica. En él se pueden distinguir tres formas principales que tienen gran importancia en la evolución psicológica del niño: a) pasivo o exógeno, que corresponde a los reflejos de equilibración y a las reacciones a la gravedad, constituyendo una respuesta del medio biológico a las condiciones del medio físico; b) activo o autógeno, que equivale a los desplazamientos corporales en relación con el mundo exterior, como son la locomoción y la prehensión humanas; c) las reacciones posturales que se manifiestan a través del lenguaje corporal y que constituyen los gestos, las actitudes y la mímica (Wallon,1959a). Estas tres formas de la actividad están en relación con la contracción muscular que se traduce en dos aspectos: la función cinética y la función tónica. La función cinética, que se refiere a los desplazamientos corporales, permite entrar en relación con los elementos que constituyen la realidad exterior, haciendo posible que el niño acceda al conocimiento de esta realidad. Por su parte, lo que caracteriza a la función tónica es que posibilita el equilibrio del cuerpo y las actitudes, que son la base de toda acción diferenciada frente a la realidad, constituyendo, así mismo, la primera forma de relación con el otro. Para Wallon, el tono desempeña un papel fundamental no sólo en la vida de relación sino también en la vida afectiva, ya que se constituye en la trama donde se tejen las actitudes, hallándose éstas relacionadas con la interpretación perceptiva y con la vida afectiva (Wallon,1934). Además de estos temas referentes al movimiento y a la función tónica, tan importantes para la Psicomotricidad, Wallon (1959b; y Lurçat,1962) también estudió la formación del esquema corporal al que considera un elemento de base indispensable para la construcción de la personalidad del niño, y cuya relevancia hay que buscarla en el hecho de ser el concepto en torno al cual se va a ordenar la teoría y la práctica psicomotriz a partir de los años sesenta. Para Wallon, el niño va descubriendo su propio cuerpo y tomando conciencia de él gracias a sus intercambios con el medio y a la maduración del sistema nervioso. Así, la construccción del esquema corporal se lleva a cabo a través de la concordancia entre las sensaciones kinestésicas y las sensaciones visuales, por lo que una parte del cuerpo se va a agregar al esquema corporal gracias a las sensaciones kinestésicas producidas por el movimiento de esa parte y a la percepción visual de ésta como algo diferente de los objetos externos al propio cuerpo. Así mismo, Wallon considera que el proceso de lateralización en el niño se produce de manera progresiva y en él intervienen tres elementos fundamentales: el dominio del cuerpo, el dominio del espacio y el dominio del plano, siendo este proceso de una importancia capital pues el conocimiento de la lateralidad lleva al niño a establecer su topografía corporal y a poder orientarse en el espacio Por todas estas aportaciones y otras que no es posible reflejar aquí, se puede considerar a Wallon como el principal inspirador de las teorías y prácticas de la Psicomotricidad y, como indica Le Camus (1987,p.16), «nadie mejor que él ha conseguido persuadirnos, a través de los estudios sobre el tono, la actitud y la emoción, de la necesidad de concebir los determinantes biológicos y culturales del desarrollo como dialécticos (...) y de apoyarnos en la Psicología para elaborar una estrategia educativa o curativa». 1.2.2. Aportaciones de Piaget En la obra de Piaget (1975,1976) también se pone en evidencia que la actividad motora y la actividad psíquica no son realidades extrañas, sino que se encuentran directamente vinculadas. Sin embargo, esta unidad funcional adquiere una significación distinta a la expresada por Wallon, al interesarse más por la explicación de los fenómenos implicados en la organización de las funciones cognoscitivas en el niño y no tanto en la unidad del ser. Es a partir de la actividad corporal como el niño construye y elabora sus diferentes esquemas de pensamiento, proceso de construcción que Piaget ha descrito en diversos estadios del desarrollo: sensoriomotor, preoperacional, de operaciones concretas y de operaciones formales (Piaget, 1971; Piaget e Inhelder,1966). Para Piaget la actividad motriz es el punto de partida del desarrollo de la inteligencia, siendo los dos primeros años de la vida de inteligencia sensoriomotriz. Va a ser a través de sus posibilidades motrices como el niño manipula los objetos y explora el espacio desarrollando su inteligencia práctica, que va unida a la vivencia afectiva que supone su relación con el entorno. Posteriormente la acción se irá interiorizando y el niño se va haciendo más reflexivo, pero va a continuar necesitando la relación con los otros para autoafirmarse y acceder progresivamente a la estructuración espacio–temporal. En este sentido, hay que reseñar que para Piaget es a través de la actividad corporal como se accede, por un lado, a la somatognosia, que es el conjunto de datos perceptivos integrados en una coordenada funcional corporal (Piaget,1971) y, por otro, a la construcción de las nociones de espacio (Piaget,1948) y tiempo (Piaget,1978), nociones todas que van a constituirse en elementos esenciales del trabajo psicomotor. 1.2.3. Aportaciones del psicoanálisis Una de la teorías más utilizadas para interpretar los fenómenos psicomotores de los niños ha sido la teoría psicoanalítica (Calza y Contant,1986). El papel del cuerpo y de la motricidad y su significado relacional ha sido resaltado por autores como Lapierre y Aucouturier (1980). En efecto, el Psicoanálisis ha dado al cuerpo una importancia nueva y éste ha devenido lenguaje en un sentido preciso, ya que diferentes zonas del cuerpo, las llamadas zonas erógenas, ponen una carga afectiva y una significación relacional particular y distinta en función del desarrollo del ser humano (Freud,1967). La concepción más actual del Psicoanálisis insiste tanto sobre el aspecto libidinal del cuerpo como en el aspecto de determinación del lenguaje. Entre los seguidores de Freud que más han influido en el campo psicomotriz, hay que incluir a A. Freud (1976) con sus trabajos sobre las implicaciones del desarrollo afectivo en la educación del niño, apuntando que la vivencia corporal contribuye a personalizar de alguna manera el «yo»; a M. Klein (1979), que puso de relieve la importancia de la vida fantasmática en el desarrollo psicoafectivo del niño; a Spitz (1979) que resalta la idea del cuerpo como objeto vivenciado, condición que lo diferencia de los demás objetos; y a Winnicott (1972) que ha situado el juego como uno de los elementos claves en el desarrollo del niño, considerándolo como el terreno común entre el niño y los otros, donde participa toda su personalidad, y va a ser a través de la creatividad y de la acción como el individuo descubre su persona. Todos los autores de orientación psicodinámica han resaltado la importancia de la relación afectiva del niño con el otro (generalmente la madre) para una correcta estructuración de la imagen corporal. 1.2.4. Aportaciones de la Psiquiatría Infantil Estas aportaciones están representadas por los trabajos de Heuyer y de J. de Ajuriaguerra y sus colaboradores. Heuyer (1976), que ocupó la primera cátedra europea de Psiquiatría Infantil en 1948, partió en sus trabajos de la perspectiva de Dupré y empleó el término Psicomotricidad para resaltar la asociación estrecha entre el desarrollo de la motricidad, de la inteligenciay de la afectividad. Este modo de concebir la Psicomotricidad es un preludio de la concepción actual de la misma, pues se defiende la idea de globalidad del ser, en el que las estructuras motrices, las intelectivas y las afectivas constituyen un conjunto inseparable que ha de ser tenido en cuenta a la hora de llevar a cabo un programa de intervención. Julián de Ajuriaguerra, discípulo suyo, creó el primer servicio de Reeducación Psicomotriz, en el que colaboraron destacados profesionales como Baruk, Diatkine, Launay, Lebovici, Lurçat, Soubiran, Stambak, Zazzo, etc. Los trabajos de este equipo serán retomados en la primera carta de la Reeducación Psicomotriz en Francia, publicada en 1960, y que para algunos sería como la verdadera biblia de la Psicomotricidad. En esta carta se definió, al mismo tiempo, el trastorno psicomotor, su clasificación, su evaluación por medio de un balance codificado, y su tratamiento a través de sesiones tipo o de sesiones adaptadas a las diferentes categorías de trastornos. La carta precisa que esta acción reeducativa no es asimilable a ninguna de las otras técnicas corporales, por lo que todos los reeducadores coinciden en considerarla como la base para la futura disciplina psicomotriz. Ajuriaguerra (1973) se apoya en los trabajos de Wallon, Piaget y del Psicoanálisis para desarrollar la idea de que la función tónica no es sólo base de toda acción corporal, sino también un modo de relación con el otro. En un principio, el niño se comunica con el mundo, fundamentalmente la madre, mediante el tono muscular, a través de lo que Ajuriaguerra (1986) llamó «diálogo tónico» y que hace referencia a los procesos de acomodación que se establecen entre el cuerpo de la madre y el cuerpo del niño, produciéndose entre ellos intercambios que en un primer momento son posturales pero que progresivamente se abren a la comunicación. Asimismo, entendió el significado profundo de las palabras de Wallon al expresar que «la contracción fásica y tónica del músculo ya no significan tan sólo movimiento y tono, sino gesto y actitud», añadiendo que «la función motriz reencuentra su verdadero sentido humano y social, que el análisis neurológico y fisiopatológico le habían hecho perder: ser la primera de las funciones de relación» (Ajuriaguerra y Angelergues,1962,p.13). Por último, hay que decir que puso de relieve el lazo de unión entre ciertos trastornos psicomotores y el comportamiento, y para remediar estos trastornos modificó radicalmente las terapéuticas psicopatológicas infantiles, situando en ellas, como eje principal, el valor terapéutico del juego desde la perspectiva de su función expresiva. De este modo, la Psicomotricidad como técnica terapéutica encuentra un nuevo impulso al descender al campo del gesto. 1.3. APROXIMACIÓN A UN CONCEPTO DE PSICOMOTRICIDAD A pesar de que pocos términos han alcanzado tan rápida popularidad científica, hoy en día el campo semántico de la Psicomotricidad es muy confuso y ambiguo, debido sobre todo a la multiplicidad de acepciones con que se utiliza. Este hecho ha sido indicado por diversos autores, como Defontaine (1978b), Le Boulch (1971), Maigre y Destrooper (1975), Ramos (1979), que han coincidido en señalar que el término es el resultado de la ya antigua problemática filosófica y psicológica, que se preocupa por esclarecer las interrelaciones entre el cuerpo y la mente. El análisis lingüístico de la etimología de la palabra psicomotricidad nos permite separar sus dos componentes. El término «psico» hace referencia a la actividad psíquica, con sus dos parámetros principales: cognitivo y afectivo. El término «motricidad», globalmente considerado, constituye la función motriz y se traduce fundamentalmente por el movimiento. Teniendo en cuenta el significado de estos términos, se puede entender la Psicomotricidad como una relación mutua entre la actividad psíquica y la función motriz. Por medio de esta relación, consecuencia directa de la unidad y totalidad del ser humano, es posible considerar que aunque la base de la Psicomotricidad sea el movimiento voluntario, éste no es sólo una actividad motriz, sino también una actividad psíquica consciente que es provocada ante determinadas situaciones motrices. Como ha subrayado Ajuriaguerra (1973), sería un error estudiar la Psicomotricidad tan sólo en su plano motor, focalizando su objeto en el estudio de un hombre motor, lo que nos llevaría a considerar la motricidad como una simple función instrumental puramente realizadora y despersonalizada. De hecho, la motricidad humana se distingue de la motricidad animal por su función intencional modificadora y por su origen social (Fonseca,1992). La función motriz, por tanto, no es nada sin el aspecto psíquico; por la intervención del psiquismo, el movimiento se convierte en gesto, es decir, en portador de respuesta, de intencionalidad y de significación (Ramos,1979). El término psicomotricidad no sólo es ambiguo -como antes se ha indicado- sino que lleva asociado, además, una terminología poco clara, dado el uso indiscriminado que se hace de ella. Nos referimos sobre todo a los términos de «educación», «reeducación» y «terapia» psicomotriz, que aparecen indistintamente en muchas de las obras publicadas. Saliendo al paso de esta ambigüedad terminológica, Vayer (según Maigre y Destrooper,1975) propuso utilizar el término educación corporal porque parecía más claro y más exacto, y que teniendo en cuenta la globalidad de la persona se basaría en el movimiento para cumplir sus objetivos. Para Ramos (1979) esta educación corporal, considerada en sus diversos aspectos y según a quien vaya dirigida es: • una Educación Psicomotriz, cuando se dirige a los niños de edad escolar; • una Reeducación Psicomotriz, cuando se dirige a personas afectadas por trastornos psicomotores; • una Terapia Psicomotriz, cuando los trastornos psicomotores están asociados a trastornos de personalidad. Le Camus (1987,p.61) indica al respecto que a este nivel nada esencial separa la acción que unos califican de «educativa», otros de «reeducativa», otros incluso de «terapéutica»...En todos los casos los objetivos particulares derivan de la misma inquietud por desarrollar la capacidad de adaptación al mundo; del mismo afán por favorecer en cada uno la apropiación, el conocimiento y el uso de su propio cuerpo en relación con el universo de los objetos y de las personas...Para conseguir estos fines, los educadores, los reeducadores y terapeutas que comparten la misma concepción científica de la «unidad del organismo»...deben encontrarse necesariamente cuando se trata de actualizar el programa de acción De todas formas, la distinción entre reeducación y terapia psicomotriz es difícil de realizar y ello por la dificultad que supone delimitar si los trastornos psicomotores pueden darse aislados de la personalidad del sujeto. Quizás, lo más adecuado sea no preocuparse por este problema y quedarse con la idea de que en definitiva lo que importa es tener un diagnóstico claro de la dificultad del sujeto y aplicar la acción y la mediación corporal que corresponda a la situación concreta de que se trate. Precisamente, algunos autores definen la Psicomotricidad en función de su campo de aplicación. Así, Quirós y Schrager (1979) la consideran como una de las ramas de la Psicología referida a una de las formas de adaptación del individuo al mundo exterior: la motricidad. En este sentido, consideran que así como la motricidad es fundamentalmente la capacidad de generar movimientos, la Psicomotricidad es esencialmente «la educación del movimiento, o por medio del movimiento, que procura una mejor utilización de las capacidades psíquicas» (Quirós y Schrager,1979,p.10). Para lograr este objetivo, la Psicomotricidad apela a un adecuado desarrollo motor, postural, perceptual, conductual y de los aprendizajes. La importancia de esta definición estriba en la indicación que se hace de que la educaciónpuede ser del movimiento o por medio del movimiento, y esto porque es obvio que el trabajo psicomotor puede no procurar un mayor desarrollo de la habilidad motora en sí misma, sino pura y exclusivamente la introducción de elementos sobre la base de una comunicación corporal más explícita con el medio. Es decir, de nada sirve procurar el desarrollo motor si no se obtienen situaciones de «comunicación–aprendizaje» que permitan la conexión del niño con el ambiente que le rodea. En relación con esta última idea referente a la relevancia del cuerpo como mediador relacional entre éste y el ambiente en el que está inmerso, se inscribe la definición dada por García Núñez en la que la Psicomotricidad es considerada como: «técnica o conjunto de técnicas que tienden a influir en el acto intencional o significativo, para estimularlo o modificarlo, utilizando como mediadores la actividad corporal y su expresión simbólica» (Morales y García Núñez,1994,p.7). Es decir, la Psicomotricidad utiliza el cuerpo como mediador para abordar el acto motor humano con el objeto de que éste llegue a ser un recurso adaptativo en la interacción del hombre con el medio. Así, el acto psicomotor se entiende como un proceso comunicacional interactivo con el entorno, siendo, por tanto, uno de los objetivos principales de la Psicomotricidad el aumentar la capacidad relacional del sujeto con el mundo de las personas y de los objetos, como ya lo indicó Vayer(1971,1972) en sus primeros escritos cuando decía que en toda situación están siempre el niño, el mundo de los objetos y el mundo de los demás. De esta forma, esta disciplina cumple la finalidad de estimular y/o mantener las capacidades madurativas del sujeto. Por ello, la Psicomotricidad conceptualiza el movimiento como «acto psicomotor», entendiendo éste como «expresión práxica tanto de las capacidades sensoriomotoras del sujeto como de sus capacidades mentales y emotivas» (Morales y García Núñez,1994,p.8), uniendo la realidad externa y la interna en un continuo trasvase entre la acción y la representación. En el fondo, lo que subyace bajo el planteamiento de la Psicomotricidad es una concepción unitaria de la persona, que considera el ser humano como una unidad psico–afectivo–motriz y donde la condición corporal es esencial. Como dice Chokler (1988,p.13): «si la Psicomotricidad existe como disciplina científica es porque recupera el lugar del cuerpo, la unidad del cuerpo desde una visión integradora, desde una epistemología convergente». Esto requiere hacer explícito el esquema conceptual que está implícito en el abordaje psicomotor. Este esquema no remite sólo a una referencia sobre la génesis del cuerpo y del movimiento, sino que parte de una concepción del hombre como ser que siente, dice, piensa; como productor activo de cambios sociales, culturales, biológicos, ecológicos y lingüísticos; como un constructor activo de sus ideas, de su movimiento, de sus formas de comunicación, de su gestualidad, de su relación con el mundo. Por lo tanto, al hablar de Psicomotricidad es necesario sustentar una teoría neurofisiológica y también una teoría psicosocial, porque el cuerpo, el movimiento, gestos, etc., son productos de una relación biológica, afectiva, cognitiva y social, con pautas de funcionamiento ciertamente generales en la especie humana y pautas particulares en cada región geográfica, en cada época, en cada grupo, etc. También M. Yela (1982) hace referencia a estas cuestiones al indicar que gran parte del esfuerzo científico y filosófico, en lo que al hombre atañe, consistió en el intento de superar las vías muertas del conciencismo idealista y el corporeismo mecanicista que parten de Descartes. La Psicología participó de ese intento al tratar de superar el conciencismo wundtiano y el mecanicismo conductista mediante el estudio de la conducta como «acción psicoorgánica biológica y personalmente significativa» (Yela,1982,p.228). Por eso, para él: el hombre no es conciencia ni cuerpo, sino consciente y corpóreo...es una realidad viva y corpórea, capaz de encontrarse consigo misma, con el mundo y con los otros, que, en este encuentro, psicoorgánicamente consciente, se hace cuestión de sí misma, se personaliza y apropia y, en mayor o menor medida, se autoposee y libera...La dimensión corporal del hombre es el origen de su personalidad y matiza luego todo su desarrollo (Yela,1982,pp.227–28). El hombre es, pues, un ser psicomotor. Cada uno de sus actos es un testimonio de la manifestación conjunta de sus funciones intelectuales, afectivas y motrices. Por ello, cuando hablamos de Psicomotricidad, estamos considerando primordialmente la globalidad del ser humano (Lagrange, 1974). Pero va a ser en el niño en el que principalmente se va a observar la evidencia de esta globalidad. Así lo considera B. Aucouturier cuando introduce el concepto de «expresividad psicomotriz», término que hace referencia a la unión psicosomática que existe en el niño hasta los 7/8 años entre lo motriz, lo afectivo y lo cognitivo, y que define como: «la manera de ser y de estar, original y privilegiada, del niño en el mundo» (Aucouturier et al., 1984,p.22). Pero la Psicomotricidad no sólo se fundamenta en esta visión unitaria del ser humano, sino que, como indica Boscaini (1993), cree haber encontrado la función que conecta los elementos que se pensaba separados en el hombre: el cuerpo y la mente, lo biológico y lo psicológico. Esta función es el tono muscular. Así, el tono, considerado como el estado de tensión muscular permanente que se encuentra en los músculos (Coste, 1979), es, por una parte, lo que mantiene la postura y posibilita el movimiento, siendo ésta su función puramente motriz; por otra, al ser la base del movimiento, configura las actitudes, volviéndose intermediario entre el acto y la situación que lo desencadena, siendo ésta su función cognitiva, ideomotriz; por último, el tono tiene una función afectiva, pues la tensión y distensión corporal guarda una estrecha relación con la vivencia y expresión de las emociones. De esta forma, el tono es el punto de referencia esencial para el individuo en la vida de relación, biológica, psicológica e incluso en la toma de conciencia de sí mismo. En suma, como indican De Lièvre y Staes (1992), la Psicomotricidad es una aproximación global de la persona y se puede considerar como: a) Una función del ser humano que sintetiza psiquismo y motricidad, a fin de permitir al individuo adaptarse de manera flexible y armoniosa al medio próximo. b) Una técnica que utiliza como instrumentos específicos el cuerpo, el espacio y el tiempo, y que organiza las actividades de manera que permita a la persona conocer su ser y su entorno inmediato y de actuar de forma adaptada. A la vista de todo lo que hasta aquí se ha venido exponiendo, y a pesar de todos los problemas con los que ha contado y sigue contando, y aunque ya existía en la práctica antes de existir en la teoría, es necesario reconocer con Maigre y Destrooper (1975) que la Psicomotricidad tiene una doble originalidad: • Es una tentativa de integración de los datos aportados por la Psicología del Desarrollo, la Psiquiatría Infantil, la Neuropsicología,... en una aproximación corporal de la personalidad del niño. • Es una tentativa de considerar al ser humano en su unidad y en su globalidad. La Psicomotricidad es sobre todo una actitud ante el niño, que parte de su globalidad, de sus intereses y motivaciones, que intenta comprender lo que el niño es, utilizando su forma vivencial y activa de aprender. Esto implica una nueva forma de comunicación con el niño, un ajuste a su expresividad psicomotriz, una escucha que permita captar la manera de ser y estar del niño, para favorecer en él un dominio de su cuerpo y una apertura a la comunicación. En definitiva, la Psicomotricidad puede ser considerada como una metodología psicoeducativa integral que se caracteriza por lautilización de la actividad corporal para favorecer el desarrollo armonioso de los diferentes aspectos de la personalidad infantil. Es, por tanto, una acción educativa–preventiva–optimizadora de procesos de desarrollo y de procesos de aprendizaje en la Educación Infantil y primeros años de Primaria. CAPÍTULO 2. EVOLUCIÓN DE LAS CAPACIDADES PSICOMOTORAS DEL NIÑO DE EDUCACIÓN INFANTIL 2.1. INTRODUCCIÓN El desarrollo es un proceso complejo. Sus diferentes aspectos (motor, afectivo, cognitivo, social,...) se hallan interrelacionados, se influyen mutuamente y están condicionados por el medio en el que tiene lugar el desarrollo. El desarrollo psicomotor sólo constituye, en el fondo, uno de los aspectos de este conjunto. El desarrollo psicomotor se puede considerar como la evolución de las capacidades para realizar una serie de movimientos corporales y acciones, así como la representación mental y consciente de los mismos. En este desarrollo hay unos componentes madurativos, relacionados con el calendario de maduración cerebral, y unos componentes relacionales que tienen que ver con el hecho de que a través de su movimiento y sus acciones el sujeto entra en contacto con personas y objetos con los que se va a relacionar. En este sentido, el desarrollo y la organización de la motricidad no puede ser reducido a un aspecto puramente neurofisiológico, sino que es la interacción recíproca, dinámica y continua entre el individuo y el entorno, quien permite seleccionar y formar los repertorios comportamentales individuales en curso de maduración. Como indican McClenaghan y Gallahue (1985), tanto la maduración como la experiencia desempeñan un importante papel en el desarrollo de patrones motores elementales durante la primera infancia. Los primeros patrones motores están determinados por la maduración mientras que el ajuste de dichos movimientos depende de experiencias motrices anteriores. Con el aumento de edad y la complejidad del desarrollo motor, la calidad y variedad de experiencias motrices infantiles son significativas para el desarrollo de patrones motores maduros. El desarrollo psicomotor hace que el niño, con sus potencialidades genéticas que van madurando y la intervención de facilitadores ambientales, vaya construyendo su propia identidad. El desarrollo del niño va del «acto al pensamiento» (Wallon, 1942), de la acción a la representación, de lo concreto a lo abstracto. Y en todo el proceso se va desarrollando una vida de relación, de afectos, de comunicación, que se encarga de dar tintes personales a ese proceso de desarrollo psicomotor individual. No se puede considerar al desarrollo psicomotor como algo que simplemente le va aconteciendo al niño, sino que, por el contrario, es algo que el niño va a ir produciendo a través de su deseo de actuar sobre el entorno, de ser cada vez más competente. Por eso, la meta del desarrollo psicomotor es conseguir el dominio y control del propio cuerpo, hasta ser capaz de sacar de él todas las posibilidades de acción y expresión que a cada uno le sean posibles. No hay más que observar los esfuerzos que el niño hace para conseguir ponerse de pie y dar los primeros pasos él solo, y la expresión de satisfacción y alegría que aparece en su rostro cuando lo consigue, para comprender lo que queremos decir El desarrollo psicomotor se manifiesta a través de la función motriz, la cual está constituida por movimientos orientados hacia las relaciones con el mundo que rodea al niño. Esta función motriz o motricidad domina el comienzo del desarrollo del niño, hasta el punto de que los movimientos son las únicas manifestaciones psicológicas que se pueden observar en el bebé. Posteriormente, el movimiento seguirá desempeñando un papel fundamental en el desarrollo del niño. Con frecuencia se establece la distinción entre la motricidad fina de las extremidades de los miembros, especialmente la de la mano y los dedos, originariamente con la prensión y después con un gran número de movimientos derivados de ésta, y la motricidad gruesa constituida por movimientos de conjunto, que permiten la coordinación de grandes grupos musculares, los cuales intervienen en los mecanismos del control postural, el equilibrio y los desplazamientos. 2.2. LEYES Y PRINCIPIOS DEL DESARROLLO MOTOR Gesell (1953) considera que la organización del control de los actos motores sigue unas tendencias generales denominadas leyes o gradientes del desarrollo: • Ley o gradiente céfalo–caudal. Tomada de Coghill (1929), se refiere a que el desarrollo sigue un patrón regular conforme al cual las partes superiores del cuerpo comienzan a funcionar antes que las inferiores. Esto quiere decir que se controlan antes los movimientos de la cabeza que los de las piernas, lo que explica el hecho de que el niño sea capaz de mantener erguida la cabeza antes que la espalda, y ésta antes de que las piernas puedan sostenerlo de pie. • Ley o gradiente próximo–distal. Las funciones motrices tienden a madurar antes en las zonas más cercanas a la línea media del cuerpo que en las zonas más alejadas de esa línea. Así, el control de los hombros se adquiere antes que el de los brazos y éste antes que el de las manos. • Ley o gradiente general–específico. Los movimientos globales o generales aparecen antes que los más localizados, precisos y coordinados. Así, cuando un bebé quiere alcanzar un objeto, realiza movimientos amplios y poco coordinados con todo su cuerpo. Posteriormente, conforme se vaya desarrollando la capacidad de acercamiento de la mano al objeto, los movimientos serán más precisos y económicos. Así mismo, las actividades motoras se rigen por cinco principios (Thelen,1989): a) El desarrollo motor sólo puede entenderse en términos del sistema en desarrollo, ya que el movimiento viene a ser el resultado de la interacción de muchos subsistemas (motivaciones, emociones, percepciones,...) con el sistema mecánico de los huesos, músculos y articulaciones. b) Lo que determina cómo se unen estos componentes es la tarea y no las instrucciones genéticas preexistentes. Las tareas que requieren de las habilidades motoras dependen del contexto, y los niños recurren a cualquier componente disponible que se adapte mejor a la tarea. c) Los procesos del desarrollo no son lineales. A medida que se van produciendo pequeños cambios en uno o dos componentes disponibles, el niño reorganiza el sistema. Cuando sucede esto, la habilidad puede mostrar un desarrollo espiral desigual. Esto implica que, en vez de aumentar a ritmo constante en precisión, la habilidad atraviesa un período en el que vuelve a ser torpe o incluso desaparece. d) La acción y la percepción forman un circuito inseparable. Esto lleva consigo el que los niños pueden modificar sus acciones para ajustarse a sus percepciones. e) La variación es un aspecto importante del desarrollo. Los niños van a ir modificando el modo en que abordan tareas específicas, en parte porque pueden recurrir a distintos componentes. Así pues, el desarrollo de las diferentes capacidades psicomotoras va a seguir una progresión que obedece a estas leyes y principios generales del desarrollo motor. Estas capacidades se pueden agrupar para su estudio en cinco categorías: a) Tono muscular y Motricidad de estabilización; b) Motricidad de locomoción; c) Motricidad de manipulación; d) Motricidad gráfica; e) Otras capacidades psicomotoras: lateralidad y estructuración espacio–temporal. Antes de pasar a describir la evolución de estas capacidades, se va a hacer una breve referencia a las conductas motrices más primitivas: los reflejos. 2.3. LOS REFLEJOS Los primeros movimientos que se pueden provocar en el recién nacido consisten en reflejos. Los reflejos son reacciones automáticas desencadenadas por estimulaciones sensoriales diversas. Estos reflejos tienden a favorecer la adecuación del individuo al ambiente. Algunos de estos reflejos acompañan al ser humano durante la primera edady otros durante toda la vida. Con el nombre de reflejos arcaicos se describe un conjunto de reacciones motrices que tienen como particularidades el estar presentes en el momento del nacimiento e ir desapareciendo progresivamente durante el primer año de vida, no encontrándose, por tanto, en el repertorio de conductas del adulto. El estudio de estos reflejos permite seguir la evolución neurológica del niño durante los primeros meses de vida extrauterina, y en sus cualidades se funda, en gran parte, el diagnóstico de normalidad o anormalidad. Así, por ej., la ausencia de ciertos reflejos arcaicos o su no desaparición en el tiempo estipulado para ello, figura entre los criterios más sólidos que permiten descubrir una lesión nerviosa orgánica durante los primeros meses de vida. Y todo ello, porque la presencia de estos reflejos señala la llegada a cierto nivel de organización funcional del sistema nervioso. En efecto, en el curso de los tres primeros meses, la actividad del niño está controlada esencialmente por los centros subcorticales (fundamentalmente por el tronco cerebral). Después de los tres meses se observará una desaparición de estos reflejos, dando lugar a la aparición de los reflejos y comportamientos definitivos, debido a la progresiva corticalización del sistema nervioso. A continuación se describen algunos de los reflejos arcaicos y de los reflejos permanentes que se pueden observar en el niño (André–Thomas y Saint–Anne– Dargassies,1952; Koupernik y Dailly,1968). Reflejo de Moro Este reflejo comprende dos momentos. En un primer momento, se produce un movimiento de extensión y de abducción de los miembros superiores: los brazos se abren y los dedos se separan; durante este tiempo, la cabeza está echada hacia atrás y la espalda está en extensión. En el segundo momento, los miembros superiores vuelven a flexión–adducción describiendo un movimiento en arco de círculo, lo que le ha valido el nombre de reflejo de abrazo. Este reflejo se puede provocar cogiendo al niño con una mano debajo de la cabeza y la otra en la parte inferior de la columna, y a continuación bajar rápidamente la mano que sostiene la cabeza y detenerla de golpe. El reflejo de Moro está presente en el niño recién nacido e incluso en el prematuro, pero es más fuerte después de la primera semana. Es difícil de observar después de los 3 meses, y casi ha desaparecido a los 5/6 meses. Conviene tener en cuenta que el reflejo de Moro es distinto del reflejo de sobresalto. Éste último se obtiene por medio de un ruido fuerte repentino y su componente esencial se manifiesta en flexión y no en extensión, como ocurre con el de Moro. El reflejo de sobresalto, además, aparece un poco más tarde que el de Moro y no desaparece. Una última diferencia es que mientras que el reflejo de Moro puede ser provocado en rápida sucesión, el de sobresalto necesita un tiempo de recuperación para poder ser provocado de nuevo. Reflejo cervical tónico–asimétrico Este reflejo aparece cuando el niño se encuentra en posición supina y no llora, entonces se observa que mantiene la cabeza vuelta hacia un lado, al tiempo que el brazo y pierna correspondientes a ese lado permanecen extendidos y los miembros del lado contrario flexionados. El reflejo también puede provocarse haciendo girar la cabeza del niño, produciéndose un aumento del tono en las extremidades correspondientes al lado hacia el que gira la cabeza. Desaparece normalmente a la edad de 2 ó 3 meses. Reflejos bucales Los reflejos de succión y deglución se dan en los bebés a término y en todos los prematuros. Su ausencia en un bebé a término sugeriría un defecto de desarrollo. El reflejo de los puntos cardinales se manifiesta mediante el movimiento de la cabeza y la boca en dirección a cualquier objeto que estimule diferentes puntos alrededor de la boca. Este reflejo ayuda a que el bebé introduzca el pezón en su boca, entrando en juego los reflejos de succión y de deglución. Reflejos oculares Reflejos de parpadeo. Son reflejos que consisten en un parpadeo o cierre de los ojos ante diversos estímulos. Así, el reflejo cócleo–papebral está producido por un ruido agudo; el reflejo visual–papebral o de “deslumbramiento” por una luz brillante; y el reflejo naso–papebral por unos golpecitos en el puente de la nariz. La demostración satisfactoria de estos reflejos muestra que el estímulo, ya sea sonoro, luminoso o táctil, ha sido recibido, que es muy poco probable que exista depresión cerebral y que los músculos apropiados se contraen como respuesta. Reflejo de ojos de muñeca. Este reflejo se consigue con el bebé despierto y en reposo, y consiste en un retardo en el movimiento de los ojos cuando se gira la cabeza. Si se mueve lentamente la cabeza del bebé hacia uno u otro lado, se observa que los ojos no siguen el movimiento, sino que parecen moverse en sentido contrario. El reflejo suele darse en los primeros días del recién nacido, desapareciendo a medida que se desarrolla la fijación ocular. Como sucede con otros reflejos, su persistencia puede revelar daño cerebral. Reflejo de prensión El reflejo de prensión o grasping–reflex tiene dos componentes que primero son complementarios y luego disociados. El primer componente es de tipo exteroceptivo y consiste en el cierre de la mano cuando se estimula su palma o la cara palmar de los dedos. Desaparece hacia los 3 meses. El segundo componente es de origen propioceptivo y es desencadenado por la presión de las vainas de los tendones flexores de los dedos, que se origina con el cierre de la mano sobre un objeto sólido, produciéndose un verdadero agarramiento que impide abrir voluntariamente la mano. Este segundo componente persiste hasta el final del primer año, y sólo cesa con la aparición de la relajación voluntaria de la mano. Existe también un reflejo de prensión plantar consistente en flexionar los dedos del pie cuando se estimula la base de los dedos. Reflejos de enderezamiento y de marcha automática Estos reflejos pertenecen a una misma cadena de reacciones provocadas por una presión sobre la planta de los pies. Si se mantiene el niño en posición vertical, con las plantas bien apoyadas en una superficie dura, se observa un enderezamiento progresivo de los diversos segmentos de los miembros inferiores, que puede implicar también al tronco. El reflejo de enderezamiento desaparece hacia los 2 ó 3 meses El reflejo de marcha se obtiene a partir de la posición anterior, es decir, sujetando al niño en posición vertical sobre una superficie de modo que las plantas de los pies presionen contra ésta, entonces si se le inclina hacia delante se producen movimientos alternos de flexión y extensión automáticos de los miembros inferiores. Su desaparición es variable, pero normalmente se produce a los 2 ó 3 meses. Reflejo de salto Sosteniendo al niño en posición vertical, si el dorso de uno de sus pies roza el borde de una mesa, se observa que el pie se levanta, sortea el obstáculo y se coloca encima de la mesa. Desaparece hacia los 4 meses. Reflejo de Babinski Si se estimula la parte lateral de la planta del pie, se obtiene una extensión de los dedos. Desaparece a los 8–12 meses. Posteriormente, la misma estimulación provocará una flexión de los dedos del pie. Reflejo natatorio Consiste en movimientos rítmicos de los brazos y de las piernas cuando se introduce al niño en el agua. Puede persistir hasta los 6 meses. Reflejo de Galant Colocado el niño en posición prona, si se estimula la parte lateral de la espalda, se produce una incurvación del tronco hacia el lado en el que se ha aplicado el estímulo. Reflejo de Landau Si se coge al niño suspendiéndolo en posición ventral, se observa que el tronco se endereza, la cabeza se eleva y los brazos y los pies se extienden. Si a continuación se le flexiona la cabeza, se consigue una flexión del tronco y de las piernas. Es un reflejo que no está presente en el recién nacido, sinoque comienza a producirse a partir de los tres meses y persiste hasta aproximadamente el último trimestre del primer año. El reflejo de Landau puede servir de elemento diagnóstico en la parálisis cerebral, pues en estos casos no se encuentra presente. Reflejo de paracaídas Este reflejo se provoca sujetando al niño por los costados en suspensión ventral y bajándolo repentinamente hacia una superficie, entonces se observa que el niño extiende los brazos como para protegerse de la caída. Aparece alrededor de los 6 meses y se mantiene durante toda la vida. Es también un reflejo que no se produce o es incompleto en los niños con parálisis cerebral. Similares al reflejo de paracaídas son los reflejos de apoyo lateral y apoyo posterior. Se trata de unos reflejos que aparecen poco después que el de paracaídas y al igual que éste no desaparecen. Cuando el niño se encuentra en la posición de sentado y se le empuja hacia un lado o hacia atrás, extiende los brazos hacia la posición adecuada como si intentara protegerse de la caída. 2.4. TONO MUSCULAR Y MOTRICIDAD DE ESTABILIZACIÓN 2.4.1. El tono muscular El tono muscular se puede definir como la tensión ligera a la que se halla sometido todo músculo en estado de reposo y que acompaña también a cualquier actividad postural o cinética (Stambak,1978). Esta tensión puede ir desde una contracción fuerte (hipertonía) hasta una débil (hipotonía). Esta tensión, por tanto, no es constante sino sumamente variable, y está armonizada en cada momento en el conjunto de la musculatura en función de la coordinación estática y dinámica de cada individuo. Tradicionalmente se ha distinguido un tono de fondo, que se observa en reposo y es la base de toda actividad estática o cinética, y un tono de acción. La evaluación del tono en el recién nacido y en el lactante es un elemento fundamental para apreciar la edad de maduración y para detectar las anomalías del sistema nervioso. En este sentido, André–Thomas y Ajuriaguerra (1949) describieron tres pruebas clínicas que permiten apreciar el estado del tono: a) La consistencia del músculo: es evaluada por la presión del músculo entre el pulgar y el índice. b) La extensibilidad: está constituida por la longitud que puede imprimirse a un músculo alejándolo de sus inserciones. El ángulo que forman los dos segmentos alrededor de la articulación proporciona la medida de la extensibilidad. En los miembros inferiores: ángulo poplíteo (formado por el muslo y la pierna cuando, estando el niño acostado sobre la espalda, se flexiona al máximo el muslo sobre la pelvis y se extiende la pierna al máximo); ángulo de los aductores (formado al separar al máximo las piernas extendidas estando el niño echado de espaldas); prueba del talón sobre la nalga (con el niño en decúbito prono, se mide el ángulo que se forma por la pierna y el muslo al apoyar al máximo la pierna sobre el muslo). En los miembros superiores: distancia de los codos aproximados al máximo detrás de la espalda; ángulo posterior del codo (formado por el brazo y el antebrazo cuando éste se extiende al máximo); extensores de la muñeca (ángulo que forman el antebrazo y la mano al flexionar ésta al máximo apoyando sobre su reverso). Stambak (1978) ha estudiado la evolución de la extensibilidad midiendo principalmente el ángulo poplíteo y el ángulo de los aductores, y comprobó que la abertura máxima se obtiene entre los meses 15/18 y disminuye ligeramente después. c) La pasividad o balanceo: es la mayor o menor resistencia que opone el músculo a su extensión. Si se moviliza el tronco del recién nacido se observa que la cabeza se balancea mientras que los miembros permanecen solidarios al tronco. La misma maniobra aplicada a un niño de 6 meses produce el efecto contrario, la cabeza permanece en el eje del tronco y los miembros se balancean. El tono desempeña un papel muy importante en el desarrollo psicomotor, pues de él depende el control de la postura, el mantenimiento de las actitudes y el dominio de la motricidad fina y gruesa. En efecto, el tono forma con la postura una unidad tónico–postural cuyo control da al sujeto la posibilidad de canalizar la energía tónica para que realice sus gestos o para prolongar una acción o una posición del cuerpo (Coste,1979). André–Thomas y Saint–Anne Dargassies (1952) distinguen el tono axial (tonicidad de los músculos del tronco) que interviene en el mantenimiento de las posturas, y el tono de los miembros que permite el dominio de las actividades motrices. La evolución del tono no es homogénea. El tono axial y el tono de los miembros evolucionan de modo inverso. Respecto al tono de los miembros, en el recién nacido encontramos un alto grado de tonicidad (hipertonía) y como consecuencia, brazos y piernas permanecen flexionados, siendo difícil conseguir su extensión. El tono axial, sin embargo, está menos desarrollado en el recién nacido, presentando un nivel bajo de tonicidad (hipotonía). En los meses siguientes, se va a ir produciendo una mayor tonicidad en los músculos del tronco siguiendo la progresión céfalocaudal, haciendo posible que el niño pueda mantener la cabeza erguida, sentarse, ponerse de pie y caminar. El tono de los miembros, sin embargo, pasa por una fase de hiperextensibilidad (hipotonía) antes de alcanzar la tonicidad normal. La extensión máxima de los miembros inferiores se alcanza entre los 15 y los 18 meses. En los miembros superiores los cambios se producen de manera más uniforme, evolucionando hacia una tonicidad normal alrededor de los tres años. Esta evolución general, sin embargo, no impide que cada individuo, por su desarrollo peculiar, presente un estilo tónico propio que determina un ritmo característico de evolución motriz. Este hecho ha sido estudiado por Stambak (1978), quien ha descubierto que el ritmo de evolución de ciertos aspectos motores (posición de pie, marcha, prensión), está en relación con el grado de extensibilidad de cada niño. De este modo, en función del grado de extensibilidad, se pueden describir unos tipos motores que, en los extremos de la distribución, serían dos: • el niño hipertónico: es poco extensible y manifiesta desde los primeros meses una gran movilidad que aumenta con cada una de las adquisiciones del desarrollo postural. La adquisición de la posición de pie y la de la marcha son precoces. • el niño hipotónico: es muy extensible. Es más bien tranquilo y su desarrollo postural más tardío que el de los niños hipertónicos. Prefiere los juegos de manipulación de objetos a las manifestaciones ruidosas. También se ha comprobado que, por término medio, los niños son más hipertónicos que las niñas, y que los niños hipotónicos son más temerosos, más afectuosos y más dependientes que los niños hipertónicos, los cuales tienden a ser más coléricos y menos ligados a los padres. Stambak (1978) resalta el papel fundamental que desempeña el tono muscular en las actividades motrices propioceptivas (postura, actividad espontánea) en relación con el mismo cuerpo, y exteroceptivas (marcha, prensión) en relación con el mundo exterior. Así pues, el tono muscular condiciona la actividad exploratoria y manipulativa del niño. Por su parte, Wallon (1959a) considera que la función tónica es el primer modo de comunicación del niño con los otros, permitiéndole expresar sus motivos, sus deseos y sus rechazos, antes de que las palabras adquieran su significación semántica. El tono está ligado a la exteriorización de la afectividad, y esto se va a expresar en un diálogo que es preludio del diálogo posteriormente verbal, y que Ajuriaguerra (1986) ha denominado diálogo tónico, el cual hace referencia a los procesos de acomodación que se establecen entre el cuerpo de la madre y el cuerpo del niño, siendo la primera función afectiva que se expresa mediante fenómenos motores que preludian el posterior diálogo verbal. Por otra parte, existe una relación entre el tono y la emoción, por lo que las tensionespsíquicas se pueden expresar en tensiones musculares. En este caso la regulación del tono mediante algún procedimiento de relajación puede ayudar a la disminución de la tensión emocional. Así mismo, el tono está muy unido a los procesos de atención mediante complejos mecanismos neurológicos, lo que implica que cualquier alteración tónica (un tono demasiado alto o demasiado bajo) puede afectar a la capacidad de poder atender. Si se tiene en cuenta la importancia de los procesos atencionales en cualquier aprendizaje, se podrá comprender que una adecuada regulación tónica, al influir sobre la atención, va a facilitar los procesos de aprendizaje. Relacionadas con el tono están la paratonía y las sincinesias. La paratonía es una incapacidad o dificultad de relajación del músculo y parece ligada a factores orgánicos y emocionales. Las sincinesias son movimientos parásitos que se caracterizan por la contracción involuntaria de un grupo muscular. Ajuriaguerra (1973) ha distinguido dos formas de sincinesias: a) Sincinesias de reproducción: son movimientos involuntarios del miembro opuesto pasivo que imita el movimiento del miembro activo (p.ej. un niño mueve una mano como si recortase con las tijeras y la otra mano realiza movimientos parecidos). b) Sincinesias tónicas: son tensiones involuntarias que aparecen en algunas partes del cuerpo cuando se está realizando una determinada acción con otra parte (p.ej. el niño que saca la lengua o levanta un hombro cuando está recortando con las tijeras). Stambak (1978) ha señalado que las sincinesias de reproducción desaparecen progresivamente con la edad, mientras que las tónicas tardan más tiempo en desaparecer y algunas no siempre desaparecen. Tanto la paratonía como las sincinesias nos hablan de la incapacidad del niño pequeño para independizar unos movimientos de otros. La capacidad de independizar movimientos hace posible realizar un determinado gesto o movimiento utilizando únicamente el segmento del cuerpo que se precisa para esto, dejando inmóviles los otros segmentos corporales que no son necesarios. La independencia motriz la conseguirá el niño durante los años de Escuela Primaria. 2.4.2. Desarrollo del control postural El sistema postural es el conjunto de estructuras anatomofuncionales que se dirigen a mantener las relaciones del cuerpo consigo mismo y con el espacio, así como a procurar posiciones que hagan posible una actividad definida y útil o que posibiliten los aprendizajes (Quirós y Schrager, 1979). Para estos autores, es necesario diferenciar entre postura, posición y actitud. La postura es la actividad refleja del cuerpo con respecto al espacio. Se habla, por ejemplo, de postura tónica en flexión o en extensión. El niño pequeño, antes de alcanzar el equilibrio, adopta únicamente posturas, lo que indica que su cuerpo reacciona de manera refleja a los múltiples estímulos del medio. La posición es la postura habitual de la especie para una edad determinada, y se ha fijado por reiteraciones o aprendizaje. Cada especie tiene sus posiciones o posturas habituales, y en los vertebrados se refieren al plano horizontal (posición prona, supina, erecta, etc.). La actitud se refiere a los reflejos dirigidos a retomar las posturas habituales de la especie. También se refiere a las cualidades salientes o llamativas que se denotan dentro de la postura habitual y que suelen traducir estados de ánimo (actitud graciosa, amenazadora, apacible, etc.), o ser expresiones de deseos con finalidades determinadas. La actividad postural se caracteriza por la posibilidad que tiene el cuerpo de adoptar unas actitudes permitidas por la inmovilización de los segmentos en unas posiciones determinadas. El desarrollo postural viene determinado por la progresiva tonificación del tronco, y su evolución sigue la ley céfalocaudal. Veamos las principales conquistas del niño en el control de la postura, teniendo en cuenta que las edades que aparecen son siempre aproximativas: Posición ventral Además del tono, la postura del recién nacido es un indicio importante de su edad de maduración. El recién nacido prematuro reposa en posición ventral completamente plano sobre la cuna, con la pelvis en el mismo plano que la cabeza y las rodillas a cada lado de la pelvis. Tiene la cabeza de lado. La consistencia muscular es débil y la extensibilidad es máxima. El recién nacido a término reposa con la cabeza vuelta de lado, el resto del cuerpo encogido, los codos doblados, los brazos pegados al cuerpo, los muslos doblados sobre la pelvis que está más elevada. Algunas semanas más tarde, la flexión de los miembros disminuye hasta que el niño llega a estar plano (hacia las 10 semanas), con la cabeza y la pelvis al mismo nivel, las piernas en extensión y los brazos a lo largo del cuerpo o ligeramente doblados. El niño comienza a levantar el tronco esbozando los primeros movimientos de reptación a las 12 semanas. Sustentación de la cabeza Debido a la hipotonía de los músculos del cuello, el recién nacido no puede mantener la cabeza erguida, por lo que ésta cae hacia uno u otro lado si se sostiene al niño en una posición vertical. El control de la cabeza se adquiere hacia los 3 meses. La tonificación de los músculos del cuello permite al niño controlar los movimientos de la cabeza y mantenerla en línea con la espalda cuando se le sostiene en posición vertical y cuando se intenta sentarlo tirándole de las manos. Posición sentada Hasta el cuarto mes, la hipotonía del tronco que determina una cifosis dorsal y la actitud en flexión de los miembros inferiores, dificultan la posición sentada. Hacia los 4 ó 5 meses, la parte superior de la espalda se yergue, lo que permite poder sentar al niño, pero únicamente si está muy sujeto y apoyado. Al sexto mes el niño está prácticamente derecho, pero permanece inclinado hacia adelante y se aguanta con sus brazos para no caer (el equilibrio sigue siendo precario). Es preciso esperar hasta los 7–8 meses para que el niño domine la posición de sentado, debido a que la tonicidad del tronco ha ido madurando, ha desaparecido la cifosis y ha logrado enderezar el tronco. Posición de pie A los 9 meses puede sostenerse en pie ayudándose con las dos manos: el tronco se inclina hacia adelante y forma un ángulo con el eje de los miembros inferiores (el niño saca las nalgas hacia atrás). A los 10 ó 12 meses endereza el tronco y se mantiene de pie sin ayuda. 2.4.3. El equilibrio Tradicionalmente se ha definido el equilibrio como el estado de un cuerpo cuando distintas y encontradas fuerzas que obran sobre él se compensan destruyéndose mutuamente. La función del equilibrio consistiría en mantener relativamente estable el centro de gravedad del cuerpo a pesar de las influencias del medio. Desde el punto de vista de la Física, el equilibrio de un cuerpo depende de la superficie de la base de sustentación, de la altura del centro de gravedad y del punto de la base de sustentación por la cual pasa la fuerza gravitatoria. A mayor base de sustentación y menor altura del centro de gravedad, habrá más posibilidades de mantener el equilibrio. Cuanto más pequeños son los niños se puede observar una relación menos favorable entre los elementos mencionados: la base de sustentación es pequeña y móvil (los pies), y el centro de gravedad del cuerpo se encuentra a mayor altura que en un adulto, debido al gran tamaño de la cabeza en relación al tronco y las extremidades. Esta combinación de factores adversos hace precario el equilibrio en el niño, traduciéndose en caídas los cambios bruscos de dirección, los giros, y actividades similares. Así pues, el equilibrio es el ajuste postural y tónico que garantiza una relación estable del cuerpo con la actividad gravitatoria El equilibrio está íntimamente ligado al control postural. Las diferentes actividades del organismo humano requieren la aptitud para conservar una posición sin moverse (equilibrio estático)o para asegurar el control y el mantenimiento de la estabilidad durante el desplazamiento del cuerpo (equilibrio dinámico). El control del equilibrio depende de la integración de las informaciones que provienen del vestíbulo (órgano del equilibrio que se halla en el oído interno), de la vista y del sistema propioceptivo, con la participación del cerebelo. El equilibrio es condición necesaria para toda acción diferenciada y cuanto más cómoda y económica sea la postura, más precisa y mejor coordinada será la acción. El equilibrio, por tanto, es la base de toda coordinación dinámica, ya sea del cuerpo en su conjunto o de segmentos aislados del mismo. De ahí que, si el equilibrio es defectuoso, además de ocuparse de coordinar los movimientos, el cuerpo tiene que gastar energía en una lucha constante contra el desequilibrio. A grandes rasgos, la evolución del equilibrio sería: • Entre los 18 meses y los 2 años, el niño sólo se tiene en pie durante algunos segundos con los talones juntos. No se mantiene sobre un solo pie sin ayuda. • A los 3 años permanece en equilibrio con los talones juntos, se mantiene sólo sobre un pie algunos segundos y marcha sobre líneas marcadas en el suelo en equilibrio dinámico, adelantando siempre el mismo pie. • A los 4 años es capaz de caminar sobre líneas curvas marcadas en el suelo, pudiendo alternar los pasos. • Entre 4,5 y 5 años puede dar varios pasos a la pata coja A partir de aquí el niño va a ir consiguiendo progresivamente mejores destrezas de equilibrio y va a ir dependiendo cada vez menos de las informaciones que le proporciona la vista, hasta conseguir a los 7 años mantener el equilibrio con los ojos cerrados. Pero además de este equilibrio útil que hace posible la destreza motriz, es necesario que el niño desarrolle lo que Quirós y Schrager (1979) han denominado potencialidad corporal. La potencialidad corporal es la posibilidad de “exclusión corporal” en función de los aprendizajes, o lo que es lo mismo, la inhibición de las informaciones corporales a nivel del plano de la conciencia. Quirós y Schrager (1979) subrayan que el cerebro humano trabaja en los procesos de aprendizaje de acuerdo con un hemisferio “simbólico” y un hemisferio “corporal” o “postural”. La potencialidad corporal posibilita que el hemisferio simbólico transfiera las informaciones comunes, procedentes del cuerpo o de sus relaciones espaciales inmediatas, al hemisferio “postural”, para poder dedicarse plenamente al aprendizaje y a la creación que implican el lenguaje y las otras posibilidades simbólicas humanas. Cuando el aporte de información corporoespacial es inusual o demasiado intenso, el hemisferio simbólico debe dedicarse forzosamente a solucionar estas informaciones. Si esto ocurre, los procesos simbólicos van a ser relegados por las necesidades corporales más urgentes. La potencialidad corporal significa que el cerebro necesita automatizar sus funciones antigravitatorias antes de poder procesar informaciones simbólicas. Por tanto, las adquisiciones posturales se convierten en prerrequisitos de las adquisiciones específicamente humanas, de ahí su enorme importancia en el desarrollo cognitivo. En el niño, el conocimiento comienza a partir de las actividades motoras sólo posibles de alcanzar después de la seguridad gravitatoria, y como indica Fonseca (1998), la transformación del conocimiento en acciones mentales requiere, antes que nada, la organización de unidades funcionales preexistentes, en las cuales el equilibrio es siempre el punto de partida y de llegada para combinarlas en nuevas unidades de trabajo. 2.5. DESARROLLO DE LA MOTRICIDAD DE LOCOMOCIÓN Antes de poder andar, el niño puede desplazarse por el suelo, aunque se trata de desplazamientos limitados. La locomoción va a estar condicionada por la posibilidad de ponerse de pie y de la equilibración, que permitirán la posición erecta y la marcha. Hay que advertir que las edades que se indican son aproximativas. Por una parte, existe una gran variabilidad de un niño a otro y, por otra, los comportamientos se van a manifestar de modo precoz o no, bajo los efectos culturales y sociales. 2.5.1. Desplazamientos por el suelo Se distinguen dos modalidades de desplazamiento: la reptación y la propulsión cuadrupédica. En la reptación, el niño se apoya en los miembros superiores y se desplaza sin levantar el cuerpo ni utilizar el empuje de los miembros inferiores. La reptación aparece alrededor de los 5 meses. La propulsión cuadrupédica (marcha a gatas) comienza a los 8–9 meses y se caracteriza por la acción alternada y cruzada de los miembros inferiores y superiores, con el abdomen levantado. Los brazos están extendidos y las piernas dobladas, asegurando éstas la propulsión. Algunos niños no la van a utilizar nunca en sus desplazamientos, mientras que otros la utilizarán incluso cuando sean capaces de andar. Este modo de desplazamiento puede ser eficaz y seguro, pues refuerza los brazos y estimula los reflejos de apoyo, preparando al niño para responder mejor a las caídas que pueden producirse por la falta de equilibración que acompaña a las experiencias de la posición de pie y de la marcha. 2.5.2. La marcha bípeda Andar, forma natural de desplazamiento vertical, se caracteriza por una acción alternativa de las piernas y un contacto continuo con la superficie de apoyo. El ciclo completo de un paso consiste en una fase de suspensión y otra de apoyo con cada pierna. La pierna libre avanza para volver a tomar contacto con un golpe de talón, antes de que los dedos del pie de apoyo pierdan el contacto con la superficie (Wickstrom,1990). El progreso en el desarrollo de la capacidad de caminar va a depender de la velocidad de maduración. El niño se va a poder desplazar sin ayuda en posición vertical cuando haya desarrollado suficiente fuerza muscular en las piernas, haya conseguido unos mecanismos equilibratorios mínimamente eficaces y su sistema nervioso sea capaz de controlar y coordinar su actividad muscular. Aunque el orden evolutivo siga la secuencia de: arrastrarse–desplazarse a gatas–andar con ayuda– andar sin ayuda, se pueden producir algunas alteraciones en esta secuencia, como es el caso de niños que no llegan a gatear y se ponen a caminar sin haber experimentado ese tipo de desplazamiento, y también pueden darse pequeñas regresiones, como ocurre con los niños que ya saben andar y sin embargo utilizan el gateo cuando quieren desplazarse a mayor velocidad. Los promedios de edad serían los siguientes: hacia los 9–10 meses, el niño da algunos pasos sostenido por las axilas o cogido por las dos manos. A la edad de un año es capaz de caminar sostenido por una mano. Por último se suelta y realiza sus primeros pasos independientes. La fecha de la primera marcha independiente es muy variable (entre los 9 y los 16 meses) y depende de múltiples factores, tanto madurativos como ambientales. La primera marcha se caracteriza por movimientos mal coordinados, los pies atacan el suelo con toda la planta y están muy separados, y los brazos van levantados. Los progresos de la marcha se realizarán entre los 13 y los 16 meses: la cabeza erguida (antes el niño se miraba los pies), ataca el suelo con el talón, la base de sustentación es más estrecha, y a los 18 meses llega a una marcha relativamente fácil y con buen ritmo. Poco después de aprender a caminar, los niños a menudo intentan modificar la manera en que se mueven en posición vertical. Así, hacia mediados del segundo año adquieren la capacidad para la marcha lateral, y algo más tarde la posibilidad de marchar hacia atrás. También está el subir y bajar las escaleras. Primero, en torno a los 2 años, el niño sube las escaleras posando ambos pies en cada escalón y ayudado de la mano del adulto o agarrándose a los barrotes de la barandilla. Luego aprende a subir y bajar solo, posando ambos pies en cada escalón. Más adelante los sube de uno en uno con ayuda y alternando los pies,
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