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ATEQUESIS FAMILIAR Diócesis de Reconquista Encontrarse con Jesús! reparación al sacramento de la Eucaristía ibro de los padres royecto iócesis de Reconquista Dirección editorial Herminio Otero Edición Paula epalma Diseño Olga Peñaranda Diagramación Eugenia Pannaría Cubierta Estudio SM Fotografía Fidel Puerta, Sergio Cuesta / ARCHIVO SM; Glen Allison, Steve Cole / PHOTO ISC; FANCY; PHOVOIR; THINKSTOCK; Stockdisc; 123RF; SHUTTERSTOCK; iStock; GETTY IMAGES Ilustraciones F. J. Velasco Fano Equipo redactor elegación de Catequesis de Reconquista Título: ¡Encontrarse con Jesús! Preparación al sacramento de la Eucaristía 1 Libro de los padres Autor: elegación de Catequesis – iócesis de Reconquista Primera edición: mayo de 2015 Primera reedición: marzo de 2016 ISBN: 978-987-740-062-5 © 2016, iócesis de Reconquista © 2016, PPC Argentina S.A. PPC Cono Sur Av. Callao 410, 2º piso C1022AAR | Ciudad Autónoma de Buenos Aires | República Argentina t: +54 11 4000.0400 / f: +54 11 4000.0429 www.ppc-editorial.com.ar e-mail de contacto: ventas@ppc-editorial.com.ar Queda hecho el depósito que marca la Ley 11723. Esta tirada de 3200 ejemplares se terminó de imprimir en el mes de marzo de 2016 en FP Compañía Impresora S.A. - Beruti 1560 - Florida (1602) - Buenos Aires - Argentina Libro de edición argentina / ade in Argentina Impreso en Argentina / Printed in Argentina No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier otro medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. mpr sa asociada a la cámara arg ntina d l libro ueridos hermanos y hermanas: l día del bautismo de su hijo, o de su hija, cada uno de ustedes vivió un momento inolvidable, pero también se comprometió a “educar en la fe” a quien era bautizado o bautizada. Seguramente, en estos años, una parte de sus desvelos, de sus preocupaciones, ha sido buscar formas concretas de transmitir la fe y hacerla crecer en el corazón de su hijo o de su hija. Tarea compleja en estos tiempos, ya que el ritmo de vida, los hábitos de la cultura actual, el ambiente relativista reinante, y tantas otras cosas, complican un poco ese compromiso asumido. Hoy, esa persona que ustedes vieron crecer, está llegando a un momento fundamental de su camino: el tiempo de experimentar personalmente el encuentro con Jesús. Y para que se pueda dar esta experiencia, la Iglesia como comunidad de discípulos y discípulas del Señor, le ofrece el espacio adecuado, el tiempo necesario, las personas idóneas y los materiales especialmente preparados para alcanzar esa meta. Pero ustedes no pueden permanecer ajenos a este acontecimiento tan especial. Acompa- ñar a sus hijos en su preparación para la primera comunión es una de las cosas más lindas que les puede suceder como padres, madres, o responsables de los chicos. Para que esta experiencia sea realmente valiosa, y también inolvidable, no pueden permanecer como meros espectadores, como quien va al estadio a mirar cómo juegan ellos. n este caso, la realidad es diferente. Para poder acompañarlos de la mejor forma, también ustedes están invitados a renovar su encuentro con Jesús. De un modo diferente, con búsquedas distintas, con preguntas de otro tipo, con vivencias diversas. Pero el mismo Jesús que viene al encuentro de su hijo, de su hija, quiere también encontrarse con ustedes. n definitiva, quiere ser la presencia más importante, que convoca, acompaña y consolida la vida familiar. ¡No se pierdan esta oportunidad! Cristo, el mismo que visitó a Zaqueo, el mismo que le pidió agua a la Samaritana, quiere encontrarse con cada uno de ustedes. Cristo quiere bendecir y renovar la vida de sus familias. Y no se olviden de una cosa: solamente en Jesús Resucitado podemos encontrar la verdadera alegría y la paz duradera. l encuentro con Jesús: fuente permanente de alegría + Monseñor Ángel José Macín Obispo de Reconquista La estructura de los encuentros Los encuentros giran en torno a la Palabra y están centrados en ella. A la hora de la lectura personal o del trabajo en grupo, conviene tener en cuenta la es- tructura de cada tema. Objetivos Los objetivos nos indican lo que queremos lograr y dan la perspectiva de cada encuentro. Oración inicial Al comenzar los encuentros nos ponemos en presencia de Dios. llo nos anima a co- menzar en un clima de recogimiento. Vemos y contemplamos Partimos siempre de nuestra experiencia. Por ello, se abre un diálogo, que puede partir de una situación personal, familiar o social. Escuchamos la Palabra de Dios A partir de la proclamación de la Palabra se ilumina cada situación de vida. La Palabra es lo más importante. Reflexionamos y compartimos Gracias a la Palabra, viene la iluminación, que es el desarrollo del tema que surge de esta escucha de la Palabra. Se comienza desglosando brevemente el texto bíblico, mostrando cómo se relaciona con lo que conversamos en el momento de la motivación. Ampliamos y profundizamos Desarrollamos con más detalle los temas. Se pueden incorporar textos del magisterio o de santos. s bueno leer en casa los textos, para dedicar más tiempo a dialogar y debatir las distintas cuestiones. Oramos y celebramos xpresamos nuestra respuesta a la Palabra, lo cual puede hacerse de distintas maneras. Lo importante es dar lugar para una pequeña y sencilla celebración. Nos comprometemos Por último, hacemos algunas propuestas para seguir profundizando en nuestra vida. Puede ser rezar en familia, ver una película, realizar alguna acción solidaria… Junta Diocesana de Catequesis Diócesis de Reconquista NCU NTRO l amor de Dios No hay amor más grande…” Juan 5, 3 Encontrarnos con Dios como Padre bueno y que hace bien a quien se deja salvar por su Amor. Comprender la grandeza del amor de Dios y descubrir cómo éste obra en la vida de cada uno. Asumir la exigencia de amar al prójimo como Él nos amó. Comprometernos con acciones concretas a amar a nuestros hermanos. Agradecer a Dios el regalo de vida, en especial la de nuestros hijos, y planificar acciones para transformar los hogares en comunidades con robustos lazos de amor. amos a... Oración inicial Nos ponemos en presencia del Señor, invocando su amor, su sabiduría y su misericordia: n el nombre del Padre y del Hijo y del spíritu Santo. Amén. En tu presencia Señor, aquí estamos, en tu presencia por amor a nuestros hijos, porque es lo más profundo de nuestro ser. Reconocemos que Vos llenás todos los vacíos y todas las carencias, y queremos que seas parte importante en sus vidas y en la vida de nuestras familias. Te necesitamos. Sin Vos, sin tu amor, sin tu consuelo, sin tu misericordia, nada tiene sentido, nada nos llena. Te pedimos que, en estos encuentros, reavives nuestro amor para anunciarte y vivirte. Para que seamos nosotros, los padres, los catequistas de nuestros hijos, y así crezcan como hombres y mujeres libres, fuertes, confiados, solidarios, compasivos, alegres, esperanzados, felices. Ayúdanos a amarte cada día más para que podamos enseñarles a nuestros hijos a amarte y a buscarte con toda el alma, con toda la mente y con todas sus fuerzas. Gracias, Señor, por tanto amor. n el nombre del Padre y del Hijo y del spíritu Santo. Amén. 6 Vemos y contemplamos He descubierto la paradoja de que si amo hasta que duela, entonces no hay daño, sino solo más amor. Teresa de Calcuta Amor que genera amor Hoy el amor quiere entrar en mi corazón, cambiarme desde dentro... si me dejo amar, si me dejo encontrar, si me dejo perdonar. El dinamismo del amor es sencillo: recibir amor lleva a dar amor. Y dar amor permite recibir más amor y crecer en el amor. La novedad cristiana consiste en que Dios “nos amó primero” (1 Jn 4,19).Nos amó cuando estábamos lejos, cuando el egoísmo dominaba nuestros corazones, cuando no conocíamos la senda de la esperanza. Por encima de nuestras injusticias, de nuestros pecados, Dios tomó la iniciativa. “En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros” (Rm 5,6-8). Si el Amor dio el primer paso, si es posible el perdón al pecador arrepentido, si el cielo está abierto y el banquete preparado, si el Cordero toma sobre sus hombros a la oveja perdida... entonces es posible devolver amor, iniciar el camino de la caridad cristiana. “El amor crece a través del amor”, nos recuerda Benedicto XVI. “El amor es «divino» porque proviene de Dios y a Dios nos une y, mediante este proceso unificador, nos transforma en un «nosotros» que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea «todo para todos» (cf. 1 Cor 15,28)” ( eus caritas est 18). También hoy el amor quiere penetrar en mi corazón, cambiarme desde dentro. Si me dejo amar, si me dejo encontrar, si me dejo perdonar, me uniré más a Dios. Desde Él miraré con amor a cada uno de mis hermanos, descubriré en ellos la presencia del mismo Amor que me ha salvado. Los amaré en Dios, y a Dios en ellos, pues “amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento” ( eus caritas est 18). El amor genera amor. Hoy me dejaré amar y buscaré amar. Tengo ahora este día, estos momentos. Dios me espera y me susurra: “Con amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti” ( Jr 31,3). P. Fernando Pascual LC Fuente: Catholic.net 7 Alianza de amor entre tú y yo En la pobreza o la riqueza te amaré, en la salud o en la enfermedad yo te amaré en la tristeza o la alegría, en la tormenta o en la paz, ante todo y sobre todo, te amaré. Tú me amarás, yo te amaré alianza eterna entre tú y yo. Tú me amarás, yo te amaré hasta que la muerte nos una más. En las buenas o en las malas, te amaré en el pecado o en la gracia, te amaré en la noche o en el día en la fuerza o la debilidad ante todo y sobre todo, te amaré. Tú me amarás, yo te amaré alianza eterna entre tú y yo. Tú me amarás, yo te amaré hasta que la muerte nos una más. Tú me amarás, yo te amaré alianza eterna entre tú y yo. Tú me amarás, yo te amaré hasta que la muerte nos una más hasta que la muerte nos una más. Hermana Glenda, Consolad a mi pueblo 2 scuchamos la Palabra de Dios ios es amor Hermanos queridos: Amémonos unos a los otros, porque el amor procede de Dios. Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. Dios nos ha manifestado el amor que nos tiene enviando al mundo a su Hijo único para que vivamos por Él. El amor no consiste en que noso- tros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados. 1 Juan 4,7-21 8 ios cuida de nosotros Después dijo a sus discípulos: «Por eso les digo. No se inquieten pensando qué van a comer para poder vivir, ni con qué vestido cubrirán su cuerpo. Porque la vida es más importante que el alimento, y el cuerpo más que el vestido. Observen a los cuervos; no siembran ni cosechan y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valen ustedes que los pájaros! ¿Y quién de ustedes, por más que lo intente, puede alargar su vida una hora? Por tanto, si nada pueden hacer en estas cosas tan pe- queñas, ¿por qué se inquietan por lo demás? Fíjense cómo crecen los lirios; no se fatigan ni tejen, pero les digo que ni Salomón en todo su esplendor se vistió como uno de ellos. Y si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se echa al fuego, ¿cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe? Así que ustedes no se inquieten buscando qué comerán o beberán. Por todo eso se inquieta la gente del mundo, pero su Padre ya sabe lo que necesitan. Busquen más bien su reino y él les dará lo demás. No temas, pequeño rebaño, porque el Padre ha querido darles el reino. Vendan sus posesiones y den limosna. Acumulen aquello que no pierde valor, tesoros inagotables en el cielo, donde ni el ladrón ronda ni la polilla destruye. Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón.» Lucas 12,22-34 El mandamiento nuevo Les doy un mandamiento nuevo: Ámense los unos a los otros. Como yo los he amado, así también ámense los unos a los otros. Por el amor que se tengan los unos a los otros reco- nocerán todos que son discípulos míos. Juan 13,34-35 El amor cristiano Aunque hablara la lengua de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como campana que suena o platillo que retumba. Y aunque tuviera el don de hablar de parte de Dios y conociera todos los misterios y toda la ciencia; y aunque mi fe fuera tan grande para trasladar montañas, si no tengo amor, nada soy. Y aunque repartiera todos mis bienes a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, 9 si no tengo amor de nada sirve. El amor es paciente y bondadoso; no tiene envidia ni orgullo ni arrogancia. No es grosero ni egoísta, no se irrita ni es rencoroso; no se alegra de la injusticia, sino que encuentra su alegría en la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 1 Corintios 13,1-13 eflexionamos y compartimos ¿Cómo es el amor de Dios? ¿En qué circunstancias cotidianas sentimos que Dios nos cuida? ¿Somos conscientes de su amor providente e ilimitado? ¿Confiamos plenamente en su amoru providencia? ¿Qué características tiene el amor cristiano? Realicen una descripción de las relaciones humanas en nuestros ambientes cotidianos (familia, trabajo, barrio...) ¿Ponemos en práctica el amor cristiano? ¿Por qué? ¿Qué actitudes deberíamos dejar de lado? Hagan una lista de compromisos para poner en práctica el amor en sus hogares y en sus trabajos y vecindario. ¿Mediante qué acciones podemos enseñar a nuestros hijos que Dios es bueno y nos hace bien? ¿Cómo les enseñamos a amar a los demás? Ampliamos y profundizamos El amor es Alguien Posiblemente en la vida de cada uno de nosotros hubo amores: grandes y pequeños, tiernos y tormentosos. Hemos sentido la atracción del sexo, la ternura de la amistad, los lazos fa- miliares. Pero todos esos afectos siempre nos han dejado con sed de más, porque ninguno de ellos ha llegado a lo más hondo de nuestra intimidad. Todos son débiles e imperfectos, todos esos amores nos han dado algo, pero ninguno de ellos nos dio la vida. Estamos acá para encontrarnos con un amor más fuerte que la muerte, el amor que nos hace existir. Ese amor es Alguien. – Alguien que por puro amor me está dando la vida y me hace despertar cada mañana solo para quererme. – Alguien que, incluso mientras dormimos nos contempla con ternura y nos sostiene. – Alguien que nos ama, más allá, de toda posible respuesta. – Alguien que solo sabe amar. Es el único amor indestructible, infinito, inagotable, eterno: es el amor de Dios. Es Dios mismo. 10 El amor de Dios en la Biblia Él me dice en la Biblia: Te amé con un amor eterno ( Jer 31,3). Nos ama desde siempre y para siempre. No porque lo amemos o nos portemos bien. Nos ama porque no puede no amar. Es el amor mismo. ¿Una madre puede olvidar al hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvidara, dice el Señor, Yo nunca te olvidaré (Is 49,15). Dios no se olvida de nadie Cada uno de nosotros somos inolvidables para Él. De nadie se puede olvidar. No olvida jamás a ninguno de sus hijos Quizá los años, los dolores de la vida, las malas experien- cias, las cosas del mundo que nos atrapan, nuestro egoís- mo e indiferencia, nos hacen olvidar esta maravillosa ver- dad; el corazón se nos seca, se nos endurece porque no nos sentimos amados en se-rio por nadie, nos llenamos de nerviosismos, de amar- guras, de tristezas interiores. Todo porque olvidamos ese amor que sostiene nuestra vida. Cuando san Francisco des- cubrió ese amor, dejó todo, inmensamente feliz y prefirió vivir como mendigo, libre de todo, para que su corazón se llenara con la alegría inmensa del amor divino. Desde ese día que se liberó de sí mismo, todos los que lo veían encontraban en sus ojos un brillo de paz y de alegría que los invitaba a todos de liberarse del odio y del egoísmo. Si no descubrimos ese amor de Dios es porque nos hemos hecho una falsa imagen de Él. La educación que recibimos, las cosas que escuchamos, nuestros pecados, sin darnos cuenta nos fueron formando otra imagen de Dios: un Dios vengativo, vigilador, que destruye, per- seguidor. Y ese, no es el Dios de Jesucristo. Tu Dios está en medio de ti como un poderoso salvador. Él grita de alegría por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de alegría (Sof 3,17). 11 Como leemos: Dios no es triste. El motivo de su alegría es el hecho de vernos a nosotros, en el bien, siendo felices. Entonces Él, que es capaz de amarnos en serio, baila de alegría por mí: nadie me ama así. Toda alegría de este mundo es como una gota de su alegría infinita; toda ternura de este mundo, es como una gotita de su ternura infinita. Mi vida es un reflejo, una chispa de su Vida infinita. Si a veces, caemos en la tentación de creer que no servimos para nada, tenemos que recordar que somos amados por Dios. La condición es dejarnos amar por Él. Cuando eras un niño, yo te amé… Y yo te enseñé a caminar tomándote por los brazos. Pero no te diste cuenta que yo te cuidaba. Con cuerdas humanas te atraía, con lazos de amor y era para ti como el que levanta un niño contra su mejilla. Me inclinaba hacia ti y te daba de comer… Pero mi pueblo ama su infidelidad. Cuando lo llamo a lo alto ninguno se quiere levantar. De todos modos, ¿cómo voy a dejarte, como te voy a abandonar? Mi corazón está trastornado y se estremece mi alma. Pero no me dejaré llevar por la ira y no te destruiré, porque yo soy Dios, no soy un hombre. Oseas 11,1. 3-4.7-9 Todos necesitamos que Dios nos ame con un corazón humano como el nuestro y que nos mire con ojos de ternura. Dios ama con corazón de carne, capaz de compasión y de ternura. Jesús hace visible el amor del Padre Jesús nos hace visible y cercano el amor y la ternura del Padre. Aceptó morir en la cruz para hacernos saber con hechos que nos ama en serio. Nos ama así como estamos, como somos, con lo que tenemos y con lo que nos falta. Lo primero es descubrir el amor del Señor, dejarme querer por Él, para poder transmitir ese amor a los demás. El secreto del amor es descubrir que Él nos amó primero, que Él siempre me gana, y que antes de que yo haga algo bueno, Él ya me amó. (1 Jn 4,19; Jn 15,16) Y si Él me ama más allá de mi perfección, aunque yo esté en pecado, lo mismo puedo hablar con Él, lo mismo puedo orar. Jesús nos cuenta el ejemplo de un hombre perfecto y de un hombre pecador. Los dos habían ido al templo a orar. El perfecto le daba gracias a Dios porque no tenía defectos y el pecador le pedía ayuda a Dios. Jesús dice que la oración que le gustó a Dios fue la del pecador. El pecador a pesar de su pecado, hablaba con Dios, porque él sabía que Dios no nos escucha por nuestros méritos, sino porque nos ama. El perfecto miraba su perfección, el pecador miraba el amor de Dios. A pesar de todas nuestras imperfecciones, hablemos con Él, dejémonos amar. Imaginemos su mirada que nos mira con serenidad, con comprensión, con paciencia, y dejemos que Él mire con amor nuestra vida. Adaptado de Víctor Manuel Fernandez, ejarme amar, San Pablo 12 Oramos y celebramos Agradecemos que el amor de Dios supere nuestros fallos y caídas y nos tiende la mano para que nuevamente nos pongamos de pie, para corresponder cada día mejor a su amor que no defrauda. Nos comprometemos Cada uno reflexiona seriamente sobre cómo descubre el amor de Dios en su vida y lo agradece. Nos comprometemos a: – Enseñar a nuestros hijos, o so- brinos o nietos, a descubrir los detalles de amor que Dios tiene cada día para con nosotros, y en- señarles a ser agradecidos. – Y a corresponder a ese amor amando a los que se cruzan en nuestro camino. Compartimos el cortometraje “El abrazo” para pensar juntos el po- der transformador del amor en la sociedad. Oración final Danos la libertad del amor Señor, libéranos del espíritu de orfandad, y danos el espíritu de hijos tuyos y hermanos de los demás. Danos la libertad del amor, capaz de donarse a sí mismo hasta que duela. Amén. Rezamos el Padrenuestro, Avemaría y Gloria. 13 2 NCU NTRO Jesús celebrado en la comunidad Porque donde hay dos o más reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos. Mateo 8,20 Descubrir la necesidad de celebrar, expresar y fortalecer la fe en Comunidad. Vivenciar la certeza de que Dios se hace presente en la Eucaristía. Estimular la adoración eucarística asidua, profunda y devota en todos los miembros de la familia cristiana. Abrazar la Eucaristía sintiendo profundamente la presencia de Dios en nosotros. Invitar a participar en familia de la fiesta dominical de la Eucaristía. amos a... Oración inicial Invocamos la presencia de Dios, confiando en su Palabra que nos dice: “Cuando hay dos o más reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ustedes”. Y lo hacemos: n el nombre del Padre y del Hijo y del spíritu Santo. Amén. En comunidad Señor, aquí estamos otra vez, en tu presencia, porque te amamos, porque te necesitamos. Enseñanos a descubrirte, a celebrarte en comunidad, en comunidad creyente, a ponerte siempre en el centro: de este momento y de todos los momentos. En el centro de nuestra vida y en el centro de nuestra familia, en el centro de nuestra comunidad, para que seamos renovados en la fe, en la esperanza y en el amor y así nos convirtamos en instrumentos de tu redención. Danos la gracia de contagiar la alegría de tu presencia en medio nuestro y de vivir de manera agradable a Ti, que vives y reinas, por los siglos de los siglos. Amén. n el nombre del Padre y del Hijo y del spíritu Santo. Amén. 14 Vemos y contemplamos Celebramos la Eucaristía Descubrimos que Jesús está vivo y presente en medio nuestro, que obra maravillas en su Pueblo Santo, y esto es motivo de celebración. Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, realiza el memorial de la Pascua del Señor, en el que Cristo se hace misterio- samente presente, y nosotros podemos participar (decimos “comulgar”) en su pasión, muerte y resurrección. Así, la Eucaristía nos configura de modo único y profundo con Jesús, renovando nuestro corazón, nuestra existencia y nuestra relación con él y con los hermanos, y nos hace pregustar la comunión con el Padre en el banquete del Reino de los cielos. scuchamos la Palabra de Dios Así celebraban las primeras comunidades cristianas a Jesús Resucitado: Todos reunidos Todos se reunían asiduamente para es- cuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar de la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Un santo te- mor se apoderó de todos ellos, porque los Apóstoles realizaban muchos prodigios y signos. Todos los creyentes se mante- nían unidos y ponían lo suyo en común: vendían las propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno. Íntimamente unidos, frecuentaban el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón; ellos alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo. Y cada día, el Señor, acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse. Hechos 2,43-47 1 eflexionamos y compartimos ¿Cuándo voy a misa? ¿Qué significa para mí el sacramento de la Eucaristía? ¿Celebro a Jesús con verdadera alegría en la santa misa o es una obligaciónque me imponen, algo fastidioso que trato de evitar? ¿Tengo conocimiento de lo que realmente significa participar de la celebración de la Eucaristía? ¿Hay algo que no comprendo? ¿Qué recuerdos tengo del día de mi Primera Comunión? Este momento de emoción, tan grande y especial, ¿tuvo continuidad en mi vida? ¿Profundicé en este misterio de amor, o dejé pasar la misa porque tenía cosas “más urgentes” que atender? ¿Inculco la devoción a Jesús Eucaristía a mis hijos? ¿Cómo? ¿Sé que, por ser bautizado, formo una comunidad de fe? Ampliamos y profundizamos La comunidad ¿Qué es una comunidad? Es el conjunto de personas vinculadas entre sí, por intereses co- munes. Es así como encontramos distintas comunidades con distintos intereses: la familia, la comunidad religiosa, los clubes, las sociedades de fomentos, la comunidad educativa... En una comunidad, cualquiera sea su fin, todos los integrantes unen sus fuerzas y talentos para alcanzar un objetivo: todos cooperan; si aparecen dificultades, tratan de solucionarlas juntos; están abiertos al diálogo, a la reflexión, a la superación. La comunidad cristiana ¿Y qué es una comunidad cristiana? Es una congregación de fieles cristianos en virtud del Bautismo; por lo tanto, una comunidad convocada por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. No nos convocamos a nosotros mismos, sino es el mismo Dios que nos convoca con su amor. Somos en verdad una familia, hijos de un mismo Padre que ama a todos, y por lo tanto, somos realmente hermanos. Y por eso, en esta comunidad, nosotros buscamos parecernos a Jesús, vivir como vivió Jesús, pasar haciendo el bien, como Él nos enseñó; nosotros, como comunidad creyente, celebramos a Jesús Resucitado vivo y presente en nuestra vida y en nuestra comunidad. Colocamos al Señor en el centro de nuestra vida, en el centro de nuestra familia, en el centro de nuestro trabajo, en el centro de nuestra Iglesia. Jesús constituye el centro y fin de la Iglesia de todos los tiempos. La misa La expresión más perfecta y completa de esta celebración es la santa misa, la Eucaristía, la Acción de Gracias. En la misa, nos encontramos con Jesús: con su Palabra; con su Cuerpo y con su Sangre, alimento de vida eterna; nos encontramos con nuestros hermanos; pedi- mos perdón; suplicamos por nuestras necesidades y por las del mundo entero; alabamos, glorificamos y damos gracias a Dios, por su presencia en medio nuestro. 16 Y cuando nosotros celebramos con piedad sincera a Jesús en la Eucaristía, progresivamente notamos su obra en nuestra vida cotidiana. Son frutos pascuales: la comunión, la alegría, la paz, la solidaridad, la justicia, la generosidad, el diálogo familiar, la fortaleza en las dificul- tades y problemas... En la misa, nos encontramos con Jesús: con su Palabra; con su cuerpo y con su sangre, alimento de vida eterna; nos encontramos con nuestros hermanos; pedi- mos perdón; suplicamos por nuestras necesidades y por las del mundo entero; alabamos, glorificamos y damos gracias a Dios por su presencia en medio nuestro. Y cuando nosotros celebramos con piedad sincera a Jesús en la Eucaristía, progresivamente notamos su obra en nuestra vida cotidiana. Son frutos pascuales: la comunión, la alegría, la paz, la solidaridad, la justicia, la generosidad, el diálogo familiar, la fortaleza en las difi- cultades y problemas... Rezamos y celebramos En nuestra comunidad de fe, en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestra capilla, todos buscamos vivir como vivió Jesús. Tú eres el pan de vida Tú eres el Pan de Vida para nuestro pueblo peregrino. Conscientes de tu presencia real en el Santísimo sacramento, te alabamos y adoramos, te celebramos y proclamamos, te recibimos y compartimos. En el bicentenario de la Independencia de nuestra Patria, agradecemos tu presencia constante en nuestra historia, 17 pedimos tu gracia para forjar el presente guiados por tu Evangelio y ponemos en tus manos nuestro futuro con esperanza y compromiso. Con la alegría que nos da tu Palabra, Salimos al encuentro de todos los argentinos, sin excluir a nadie, para gestar juntos una cultura del encuentro en la Patria siendo auténticos discípulos misioneros. Con nuestra Madre, la Virgen María, y unidos a los santos, que son nuestros modelos, nos ponemos en camino dejándonos conducir por la Providencia del Padre y animados por el fuego del Espíritu Santo. Amén. Oración del Congreso ucarístico para el 2016N Nos comprometemos Desde los inicios de la Iglesia, la catequesis siempre estuvo muy unida a la liturgia (Celebra- ción Eucarística y otros sacramentos) y a la caridad (obras de misericordia). Desde siempre, son los tres pilares de la fe cristiana, inseparables uno del otro. Si se los separa, se atrofia la fe. Estos son precisamente los tres pilares que orientarán nuestra vida en este tiempo de formación: catequesis, liturgia y caridad. Por eso, a partir de ahora nuestro compromiso será participar de las Celebraciones (misa) de la comunidad cristiana a la que pertenecemos. No como un agregado secundario de la catequesis sino como una dimensión esencial de este camino de preparación. Ese será entonces, nuestro compromiso semanal. Cantamos Bendita Eucaristía. Bendita Eucaristía A ti el más inocente, a ti el omnipotente, a ti, mi rey y mi Dios, mi Dios y salvador te crucificaron, tus manos y pies clavaron, y tú lo aceptabas, mas no te bastó con morir sino que te quedaste aquí. Bendita ucaristía, bendito Señor, adoro tu cuerpo, que entregaste por amor. Bendita ucaristía, bendito Señor, ya no soy yo quien vive, eres tú quien vive en mi. Yo puedo recibirte, tomarte y hacerte parte de mí, sí, eres mi Dios, tan pequeño, en ese pedazo de pan. Bendita ucaristía, bendito Señor, adoro tu cuerpo, que me entregaste por amor. Bendita ucaristía, bendito Señor, te consagro mi vida, y tuya es mi voz… y todo mi amor. Sandy Caldera Personalmente podemos descubrir la riqueza de la oración frente al Santísimo. ¿Podríamos visitar el Santísimo en esta semana con nuestros hijos y explicarles con amor este Divino Misterio? 18 Oración final Te has quedado entre nosotros Señor Jesús, te damos gracias porque te has quedado entre nosotros, especialmente en las especies del pan y del vino. Sabemos que estás ahí, vivo y presente, que nos esperás para acompañarnos y alimentarnos durante nuestra vida larga y llena de obstáculos. Te valoramos profundamente; queremos servir como Vos serviste, queremos donarnos como Vos te donaste. Tu presencia eucarística es el principal alimento de nuestra fe, y la humildad con que te has quedado entre nosotros nos invita a encontrarte. Amén. 19 3 Fragilidad y necesidad de Dios Vengan a mí los que están afligidos y agobiados y yo los aliviaré. Mateo ,28 Reconocer con serenidad, la propia y constitutiva situación de debilidad personal. Comprender que nuestras debilidades y miserias pueden ser ocasión para la obra de Dios. Descubrir la bondad de Dios y su gran misericordia de Padre. Acercarse a su misericordia para hallar la fortaleza que nos ayuda a ser cada vez mejores discípulos de Jesús. Reconocer la importancia de una conciencia “bien formada”. amos a... Oración inicial Ven, Señor! Aquí estamos, Señor, juntos como hermanos, buscando tu voluntad en nuestras vidas. Queremos conocerte y conocernos más y mejor. ¡Ven, Señor! Ayúdanos a abrir el alma a la grandeza de tu amor paternal. ¡Ven, Señor! Ayúdanos a reconocer nuestra pobreza y debilidad. Ayúdanos a aceptarlas con serenidad y confianza. ¡Ven, Señor! Ayúdanos a reconocer con fe nuestros errores y faltas para que sean oportunidad de recibir tu misericordia y salvación. Ayúdanos a sentir la necesidad de tu perdón. ¡Ven, Señor! Ayúdanos a aceptar nuestras limitaciones, para que también en nosotros se realice la victoria de tu gracia. ¡Ven, Señor! Amén. n el nombre del Padre y del Hijo y del spíritu Santo.Amén. NCU NTRO 20 Vemos y contemplamos Reflexionamos y compartimos desde nuestra vida: – ¿Qué situaciones de conflicto, de pecado, de desamor, vivimos en nuestras vidas? – ¿A quién recurrimos para revertir estas situaciones que nos duelen y enferman? – ¿Qué actitudes humanas asumimos frente a estas realidades? scuchamos la Palabra de Dios Leemos el texto de la parábola del hijo pródigo que nos ayuda a comprender lo que sig- nifica el alejamiento del amor tierno de Dios en nuestras vidas. El hijo pródigo Me levantaré, iré a mi padre y le diré: —Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no me- rezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros. Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, lo vio el padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y lo besó efusivamente. El hijo le dijo: —Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no me- rezco ser llamado hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus siervos: —Traigan rápido el mejor vestido y vístanlo, pónganle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traigan el novillo cebado, mátenlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado. Y comenzaron la fiesta. Lucas 15,18-24 En el fondo de cada pecado, de cada mal cometido, hay una desconfianza del amor mise- ricordioso de Dios y una seducción a vivir como nosotros queremos, lo que lleva a poner en riesgo nuestra realización personal y nuestra felicidad. En definitiva, es no conocer el proyecto de amor de Dios en nuestras vidas y aceptarlo como camino seguro de salvación. 21 eflexionamos y compartimos Después de leer el texto respondemos: – ¿Cómo se sintió el hijo durante la historia? –¿Cuándo nos comportamos como el hijo que se va? –¿Qué puede alejarnos de Dios para “hacer la nuestra”? – ¿Somos conscientes de que alejarnos del proyecto que Dios tiene para nosotros no nos permitirá alcanzar la felicidad que tanto ansiamos? – ¿En qué circunstancias actuamos como el hijo que se queda? – ¿Cómo recibe el padre al hijo que vuelve? – ¿Somos conscientes de la infinita misericordia de nuestro Padre Dios, que, a pesar de habernos alejado tantas veces, nos espera con su amor? Ampliamos y profundizamos Un regalo de Dios Nuestra vida es un don, un regalo de Dios. Y, por eso, es un misterio profundo y hermoso. Sin embargo no dejamos de ser conscientes de que también somos débiles y frágiles. Y a veces, afeamos y rebajamos la belleza con la que hemos sido creados. Incluso, llegamos a apartarnos de Él y sus caminos de salvación. Sin embargo, Él no desiste, no se asusta de nuestra debilidad y miseria. ¡Al contrario! Busca. Llama. Sana. Libera. Fortalece. Comenzar de nuevo Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. Al descubrir la grandeza del amor de Dios, nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del pecado y comienza a temer ofender a Dios y verse separado de Él. Catecismo de la Iglesia Católica 1432 Sabemos que todo pecado es una lejanía de Dios. Jesús expone la mentira, el pecado que hay en mí, no para con- denarme sino para salvarme. El perdón de ios Dios no se cansa nunca de perdonar; somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invita a perdonar setenta veces siete, nos da ejemplo. Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. Papa Francisco 22 Rezamos y celebramos Frente al mal, el Salmo 103 nos ayuda a descubrir la bondad de Dios. Himno a la bondad de Dios Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre; bendice al Señor, alma mía y nunca olvides sus beneficios. Él perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura; Él colma tu vida de bienes y tu juventud se renueva como el águila. El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; no acusa de manera inapelable, ni guarda rencor eternamente; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas. Cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su amor por los que le temen; cuanto dista el oriente de occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados. Como un padre cariñoso con sus hijos, así es cariñoso el Señor con sus fieles; Él conoce de qué estamos hechos, sabe muy bien que no somos más que polvo. Pero el amor del Señor permanece para siempre, y su justicia llega hasta los hijos y los nietos de los que le temen y observan su alianza, de los que recuerdan sus preceptos y los cumplen. Salmo 103 23 Gracias, Señor Te damos gracias, Señor, por tu amor y tu misericordia. Te damos gracias, porque nos abres los ojos para ver lo que no está bien en nosotros, porque nos amas tanto, nos comprendes tanto, que nuestra fragilidad y pecado no te alejan de nuestro lado; al contrario: han logrado que tu Hijo viniera a este mundo para mostrarnos que solo él es camino, verdad y vida. Te damos gracias, Señor, por el regalo de la Iglesia. Porque por medio de ella nos regalas el sacramento de la Reconciliación y te damos gracias por nuestros sacerdotes, instrumentos de tu perdón. Te pedimos, Señor, que aunque nosotros nos alejemos de Ti a causa de nuestra debilidad y pecado, Tú nunca te alejes de nosotros. Gracias, Señor, porque siempre nos escuchas. Amén. Nos comprometemos Nos comprometemos a: – Realizar un momento diario de oración pidiendo fortaleza para enfrentar las debilidades cotidianas y confianza al Señor para seguir adelante. – Recordar el compromiso del mes anterior de participar de la Eucaristía dominical, ya que ella es fuente de virtud y gracia. Oración final Perdón Amadísimo Jesús, te pido perdón por todos mis pecados y por el dolor y las heridas que he causado a los demás con mis faltas de amor. Te pido la gracia de evitar lastimarte otra vez. Te pido la gracia de que crees en mí un corazón puro. Renueva mi espíritu, devuélveme la alegría de la salvación. Yo te glorifico y alabo, mi Señor; quiero ser digno de entrar en tu Reino para toda la eternidad. Yo te amo, Jesús. Yo te necesito. Amén. 24 4 Jesús, salvador del hombre No vine a juzgar al mundo sino a salvarlo. Juan 2,47 Encontrarnos con Jesús, el liberador de todas las ataduras humanas; el único camino posible para vivir en libertad y ayudar a los padres a descubrir que somos realmente libres cuando optamos por la propuesta de Jesús, quien nos salvó por medio de la cruz. Comprender que formamos parte de un plan de salvación y asumir la tarea de educar a nuestros hijos en la fe para que Dios pueda realizar el proyecto que tiene para ellos. Entender que la liberación y la salvación que el Reino de Dios trae consigo alcanzan a la persona humana en su dimensión tanto física como espiritual. Sentir el llamado a la conversión y a creer en el amor misericordioso de Dios. amos a... Oración inicial En tu presencia Aquí estamos, Señor, en tu presencia. Estamos felices de encontrarnos nuevamente con Vos y de compartir entre nosotros este momento de oración y reflexión. Te damos gracias por tu bondad, por tu sabiduría; te damos gracias porque nos elegís a cada uno de nosotros como elegiste a cada uno de tus discípulos. Te damos gracias porque nos liberás de nuestras esclavitudes, de nuestros afectos desordenados, de nuestros pecados, de nuestros miedos, de nuestra soledad, de nuestro sin sentido; sos Vos el único que nos salva de la muerte y la condenación eterna. Gracias, Señor, por tanto amor; gracias porque, en medio de nuestros sufrimientos y cruces, estás a nuestro lado para sostenernos, para aconsejarnos con tu Palabra, para confortarnos con tus sacramentos, para levantarnos con tu misericordia. Teamamos y te pedimos la gracia, para nosotros y para nuestra familia, de corresponder siempre a tu amor. Que nuestra vida sea para aumentar tu gloria. Amén. NCU NTRO 2 Vemos y contemplamos Reflexionamos y compartimos: – Qué cosas me esclavizan? – ¿Vicios o adicciones? (cigarrillo, alcohol, dinero, pornografía...) – ¿Consumismo y materialismo? (auto, moto, plasma, ropa...) – ¿Dependencia de la tecnología? (celular, internet...) – ¿Pasiones desordenadas? (ira, pereza, gula, lujuria, soberbia, mal carácter, impaciencia, envidia, egoísmo...) – ¿Deseos de ser aceptado por los demás, aunque eso signifique cambiar mi forma de pensar, de relacionarme, de vestirme? – ¿Deseo o necesidad de estar acompañado a cualquier costo, con tal de no sentirme sola/o? – ¿Personas de las que no puedo desprender o alejar, aunque no me hagan bien? scuchamos la Palabra de Dios Nada nos separa del amor de ios Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores? ¿Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién se atreverá a condenarlos? ¿Será acaso Jesucristo, el que murió, más aún, el que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros? ¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? Como dice la Escritura: «Por tu causa somos entregados conti- nuamente a la muerte; se nos considera como a ovejas destinadas al matadero.» Pero en todo esto obtenemos una am- plia victoria, gracias a aquel que nos amó. Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor. Romanos 8,31-39 26 eflexionamos y compartimos esús viene a salvarnos Ante la realidad de pecado, Jesús viene a liberarnos de todo mal y toda esclavitud. Su amor infinito es capaz de hacernos hombres y mujeres nuevos, ya que el amor de Dios hace nuevas todas las cosas. Nuestra actitud será la de aceptar esta infinita misericordia, que supera todos nuestros cálculos. Jesús vino a darnos la verdadera libertad y salvación. Tenemos numerosas pruebas de ello en el Evangelio: – ¿Vino a salvarnos de nuestras necesidades? ¡Sí! Mc 6,35-44 La multiplicación de los panes – ¿Vino a salvarnos de nuestras enfermedades? ¡Sí! Lc 7,1-10 La curación del siervo del centurión Mc 1,40-45 La curación de un leproso Mc 2,1-12 La curación de un paralítico Mc 6,53-57 La curación de muchos enfermos – ¿Vino a salvarnos de nuestras cegueras? ¡Sí! Mc 10,46-52 La curación de Bartimeo Mt 23,24 Los guías ciegos que cuelan el mosquito y se tragan un camello – ¿Vino a salvarnos de las catástrofes? ¡Sí! Mc 6,45-52 La tempestad calmada – ¿Vino a salvarnos de nuestros demonios? ¡Sí! Lc 7,36-50 y Lc 4,31- 37 – ¿Vino a salvarnos de nuestros pecados? ¡Sí! Lc 7,36-50: y Jn 8,1- 11 La mujer pecadora – ¿Vino a salvarnos de la muerte? ¡Sí! Jn 11,32-44 La resurrección de Lázaro Mc 5,21- 43 La resurrección de la hija de Jairo – ¿Vino a salvarnos de nuestra ignorancia? ¡Sí! Mc 6,34 y Mc 7,17-18 27 Ampliamos y profundizamos Jesús nos salva ¿Quiere decir que Jesús vino a hacer todos los milagros que nosotros creemos necesitar? ¿Quiere decir que Je- sús nos va a ahorrar todos los sufrimientos, todas las enfermedades, todo el hambre, toda la injusticia, todos los miedos, todas las dudas, todas las traiciones, todas las soledades? ¡No! Jesús nos salva asumiendo nuestra humanidad. Jesús nos salva enseñándonos a vivir en sintonía con la voluntad del Padre. Jesús nos salva dejándose clavar en la cruz. Y nos pide que colaboremos, con nuestro amor y nuestra libertad, para aliviar el hambre y las necesidades de los demás, enseñar al que no sabe, acompañar al que está solo, visitar al enfermo y al privado de libertad, ayudar al sufre, construir la paz. Y aunque nosotros no necesitáramos ser salvados de nada –de ninguna enfermedad, de ninguna necesidad, de ningún pecado– Jesús tendría que haberse encarnado para salvarnos del sin sentido. Cristo es quien le da sentido a toda nuestra vida, le da sentido a la familia, al amor, al sacrificio, al sufrimiento, a la alegría, a la solidaridad, al perdón, al volver a empezar, a la castidad, a la pobreza, a la obediencia. Cristo le da sentido a todo. El mejor milagro que le podemos pedir a Dios es que sepamos amar y aceptar su querer en nuestras vidas teniendo la certeza de que lo que Él permite en nuestras vidas siempre será para bien, aunque a veces tenga apariencia de mal o de castigo. Rezamos y celebramos Agradecemos a Dios la libertad y la nueva vida que nos ha dado. Agradecemos el hacernos personas libres para que vivamos más felices. Cada uno, en el silencio de su corazón, eleva una oración espontánea. Después meditamos y cantamos éjame nacer de nuevo. Nos comprometemos Nos comprometemos a tener quince minutos de oración en familia antes de acostarse, para agradecer al Señor todas las bendiciones que recibieron durante el día y pedir su protec- ción y misericordia, como también la determinación y perseverancia para luchar contra las cadenas que nos esclavizan. Oración final Hacemos una oración espontánea de agradecimiento a Dios por todas las maravillas de misericordia y libertad que nos da. 28 5 La Palabra como alimento de la familia cristiana Y la Palabra se hizo carne. Juan , 4 Tomar conciencia de la centralidad que debe tener la Palabra de Dios en las familias cristianas como alimento espiritual que guía la vida cotidiana. Entender que, solo formándonos y estudiando la Palabra de Dios, podremos defender nuestra fe. Creer que, en la Palabra de Dios, coinciden verdad y amor. Madurar nuestra fe y convertirla en acción evangelizadora al servicio de nuestros hermanos. amos a... Oración inicial Cantamos y meditamos Tu Palabra, de Marcela Gándara, o escuchamos Vida eterna, de Ricardo Montaner. Gracias por tu amor Señor, te damos gracias por este nuevo encuentro, por tu amor sin límites, por tu escucha atenta a nuestros ruegos. Hoy queremos agradecerte el regalo de la familia, y especialmente por la nuestra. Así como la mamá se ocupa de preparar el alimento cotidiano tratando de hacerlo atractivo a la vista y al olfato, y a la vez nutritivo, para que sus hijos crezcan sanos y fuertes, de mejor modo Tú quieres alimentarnos con tu Palabra, tu Palabra que cumple lo que dice, tu Palabra que nos da vida, tu Palabra que, en la plenitud de los tiempos, se hizo carne: Jesucristo, verdadera comida y verdadera bebida. Como los discípulos de Jesús, también hoy nosotros queremos pedirte: Señor, danos siempre de ese pan; que nunca nos falte el pan de tu Palabra, ni el pan de la Eucaristía; que nunca nos falte el pan de tu amor, de tu alegría y de tu misericordia. Concédenos la gracia de saber alimentar a nuestras familias con el verdadero pan, con el pan que no se pone duro ni se enmohece, con el pan que se parte y se reparte, con el pan de la generosidad, con el pan de tu amistad. Gracias, Señor, porque nos escuchas. Amén. NCU NTRO 29 Vemos y contemplamos Tomamos la Biblia en nuestras manos. Reflexionamos y compartimos: – ¿Hemos descubierto la riqueza que es tener en un libro lo que Dios quiere decirnos? – ¿Somos conscientes de que tenemos aquí lo que Dios nos comunica? scuchamos la Palabra de Dios Parábola del sembrador Entonces Jesús les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: –El sembrador salió a sembrar. Al es- parcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pe- dregoso, donde no había mucha tierra,y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espi- nas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga! Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino. El que la recibe en terreno pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe. El que recibe la semilla entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto. Y el que la recibe en tierra fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, ya sesenta, ya treinta por uno. Mateo 13,3-9.18-23 Fecundidad de la Palabra Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come; así sucede con la palabra que sale de mi boca, ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé. Isaías 55,10-11 30 eflexionamos y compartimos ¿Qué me dice la Palabra? En la presencia de Dios, en una lectura reposada del texto, es bueno preguntar, por ejemplo: – Señor, ¿qué me dice a mí este texto? – ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje? – ¿Qué me molesta en este texto? ¿Por qué esto no me interesa? – ¿Qué me agrada? ¿Qué me estimula de esta Palabra? – ¿Qué me atrae? ¿Por qué me atrae? ¿Me atrae la Palabra? Cuando uno intenta escuchar al Señor, suele haber tentaciones. Una de ellas es simplemente sentirse molesto o abrumado y cerrarse; otra tentación muy común es comenzar a pensar lo que el texto dice a otros, para evitar aplicarlo a la propia vida. También sucede que uno comienza a buscar excusas que le permitan diluir el mensaje específico de un texto. Otras veces pensamos que Dios nos exige una decisión demasiado grande que no estamos todavía en condiciones de tomar. Esto lleva a muchas personas a perder el gozo en su encuentro con la Palabra, pero sería olvidar que nadie es más paciente que el Padre Dios, que nadie comprende y espera como Él (EG 153). – ¿Me siento atraído por la lectura de la Palabra de Dios? – ¿Soy dócil a su mensaje? – ¿Me dejo conducir por su Palabra, o prefiero hacer mi voluntad adaptándola a mis intereses y a mi comodidad? – Pensemos entre todos: ¿De qué manera puedo disfrutar más de la Palabra de Dios y hacerla fructificar en mi vida cotidiana? ¿Cómo pongo en práctica la Palabra de Dios en mi ambiente familiar y de trabajo? – ¿Es posible una vida coherente con el Evangelio? ¿Cómo hago para vivir de acuerdo a lo que creo? Ampliamos y profundizamos La Palabra celebrada Escribe el Papa Francisco sobre la Palabra: cómo nos refuerza y alimenta. La Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la Eucaristía, alimenta y re- fuerza interiormente a los cristianos y los vuelve capaces de un auténtico testimonio evangélico en la vida cotidiana. Ya hemos superado aquella vieja contraposición entre Palabra y sacramento. La Palabra proclamada, viva y eficaz, prepara la recepción del sacramento, y en el sacramento esa Palabra alcanza su máxima eficacia. vangelii gaudium 174 31 Dios se revela La Constitución Dogmática ei Verbum dice: Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad: por Cristo, la Palabra hecha carne; y con el Espíritu Santo, los hombres pueden llegar al Padre y participar de la naturaleza divina. En esta revelación, el Dios invisible, movido de amor, habla a los hombres como amigos, trata con ellos, para invitarlos y recibirlos en su compañía (n. 2). Dios habló a nuestros padres en distintas ocasiones y de muchas maneras por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo. Pues envió a su Hijo, la Palabra eterna, que alumbra a todo hombre, para que habitara entre los hombres y les contara la intimidad de Dios. Jesucristo, Palabra hecha carne, hombre enviado a los hombres, habla las palabras de Dios y realiza la obra de salvación que el Padre le encargó (n. 4). La Iglesia, esposa de la Palabra hecha carne, instruida por el Espíritu Santo, procura comprender cada vez más profundamente la Escritura para alimentar constantemen- te a sus hijos con la Palabra de Dios, por eso fomenta el estudio de los Padres de la Iglesia, y el estudio de la liturgia… de manera que se multipliquen los ministros de la Palabra capaces de ofrecer al pueblo de Dios el alimento de la Escritura, que alumbre el entendimiento, confirme la voluntad y encienda el corazón en el amor a Dios (n. 23). Alimentados con la Palabra Toda la Sagrada Escritura es una mesa abundantemente servida. “Con manjares suculentos, con vinos añejados” nos alimenta, nos conforta, nos consuela, nos instruye, nos educa, nos muestra la voluntad de Dios en nuestras vidas, nos habla de alegría, de perdón; nos invita al canto, a la alabanza, a la acción de gracias; nos fortalece, nos anima a pedir con confianza; nos abre a la esperanza, nos fortalece para asumir la cruz de cada día. San Jerónimo decía sobre la actitud que se debe tener respecto a la Eucaristía y la Palabra de Dios: 32 El Evangelio es el Cuerpo de Cristo Nosotros leemos las Sagradas Escrituras. Yo pienso que el Evangelio es el Cuerpo de Cristo; yo pienso que las Sagradas Escrituras son su enseñanza. Y cuando Él dice: “quien come mi carne y bebe mi sangre” ( Jn 6,53), aunque estas palabras puedan entenderse como referidas al misterio eucarístico, sin embargo, el cuerpo de Cristo y su sangre es realmente la palabra de la Escritura, es la enseñanza de Dios. Cuando acudimos a la Eucaristía, si cae una partícula, nos sentimos perdidos. Y cuando estamos escuchando la Palabra de Dios, y se nos vierte en el oído la Palabra de Dios y la carne y la sangre de Cristo, mientras que nosotros estamos pensando en otra cosa ¿Cuántos graves peligros corremos? Que dicho más brevemente significa: cuando no escuchamos la Palabra, es como si la hostia cayera al piso y fuera pisoteada. Cristo está presente Cristo, realmente presente en las especies del pan y el vino, está presente también, en la Palabra proclamada en la Liturgia, en las celebraciones donde se reúne la comunidad. El Papa Francisco dice también en su Exhortación Apostólica Evangelii gaudium la necesi- dad de acercarnos a la Palabra. Más adelante continúa haciendo referencia a la alegría que produce el Evangelio. El Evangelio, donde deslumbra gloriosa cruz de Cristo, invita insistentemente a la ale- gría. ¿Por qué no entrar también nosotros en ese río de alegría? La alegría del Evangelio es para todo el pueblo; no puede excluir a nadie. Así se lo anun- cia el ángel a los pastores de Belén: «No teman, porque les traigo una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo» (Lc 2,10). vangelii gaudium 5 y 23 Este acercamiento a la Palabra también es para todas las familias. San Pedro dice: Como niños recién nacidos, deseen la leche pura de la Palabra, que los hará crecer para la salvación. 1 Pedro 2,2 La Palabra en el silencio Destacada importancia y maravillo- sa tarea tienen las mujeres cristia- nas, las madres cristianas. María, la Madre de Jesús, se preocupó de proveer con lo mejor que tenía a su Hijo y a su esposo, pero no solo las necesidades materiales: alimento, vestido, limpieza, cobijo. Se dedicó en el silencio a escuchar a Dios; se dispusoa conocer y cumplir el de- seo de Dios, para ella, para su Hijo, para su esposo. 33 Nuestro tiempo no favorece el recogimiento. Tantas cosas buenas (televisión, celular, inter- net, música), con su uso exagerado, no ayudan al silencio, la escucha, el diálogo. La Palabra solo puede ser pronunciada y oída en el silencio exterior e interior. María “escuchaba y guardaba esas cosas en su corazón”. La tradición de la Iglesia enseña que los misterios de Cristo están unidos al silencio, y solo en él la Palabra puede encontrar morada en nosotros, como ocurrió en María, mujer de la Palabra y del silencio inseparablemente (Cfr. VD 66). El Papa Benedicto escribió sobre la importancia de la familia en la educación y en la catequesis El papel indispensable de las mujeres en la familia, la educación, la catequesis y la trasmisión de los valores. En efecto, ellas saben suscitar la escucha de La Palabra, la relación personal con Dios, y comunicar el sentido del perdón y del compartir evangé- lico, así como ser portadoras de amor, maestras de la misericordia y constructoras de paz, comunicadoras de calor y humanidad en un mundo que valora a las personas con demasiada frecuencia según los criterios fríos de explotación y ganancia. Verbum Domini 85 Nos comprometemos Nos comprometemos a: – Meditar durante la semana el Evangelio proclamado en la misa del domingo anterior y a compartirlo con la familia. – Traer, para el próximo encuentro, una oración que les guste acerca de la fa- milia. Oración final Gracias porque nos hablas Gracias, Señor, porque eres un Dios vivo, porque nos hablas, nos escuchas, nos miras con amor. Gracias por tu Palabra que nos enseña, nos protege y nos alimenta. Gracias por tu Palabra que llena de sentido nuestras vidas. Te pedimos la luz del Espíritu Santo para educar a nuestros hijos en el amor y la obediencia a Jesús, Palabra encarnada. Que sepamos enseñarles a gustar y ver la dulzura y la sabiduría que brota de la Sagrada Escritura. Danos la determinación y la entrega necesarias para cumplir lo que nos pediste: «Vayan y anuncien el Evangelio.» Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén. 34 6 Jesucristo, centro de la vida de la familia Y yo estoy siempre con ustedes hasta el fin del mundo. Mateo 28,20b Descubrir que, para que la vida familiar se desarrolle sana y feliz, es imperioso que Jesús sea invitado a participar de la vida familiar (sea tenido en cuenta en las decisiones a tomar; sea alabado en los cumpleaños; esté presente en la bendición de la mesa; se le pida ayuda en las dificultades; se le diga racias por todo lo que nos regala a diario...) Comprender la importancia de que Dios sea el centro del hogar para que las relaciones familiares se construyan y crezcan en el amor, el respeto mutuo, la paz y la alegría. Santificar la familia día a día con un cariño auténtico. Ejercitar en la familia las virtudes cristianas de fe, esperanza y caridad, y luego prudencia, lealtad, sinceridad, humildad, trabajo, alegría... amos a... Oración inicial Oración a la Sagrada Familia Te agradecemos, Señor, este tiempo de gracia que nos regalás; por estar junto a nosotros: en este espacio, con estos hermanos, en esta situación que hoy nos toca vivir, en mi familia. Te damos gracias porque nunca nos abandonás, porque te quedás en medio nuestro. Hoy queremos pedirte que nos enseñes a ponerte en el centro de nuestras vidas, en el lugar de privilegio. Sin Vos, nuestra vida pierde sentido, pierde trascendencia. Con Vos, retomamos el camino, renovamos nuestra esperanza, seguimos amando, perdonando, valoramos todo lo bueno que nos ofrecés cada día. Vos, hablando o callando, sos el que sostiene y guía nuestra familia. Así como María y José te pusieron en el centro de sus vidas, hoy nosotros queremos hacer lo mismo. Sagrada familia de Nazaret, ruega por nosotros. Amén. NCU NTRO 3 Vemos y contemplamos Contemplamos la presencia de Jesús entre nosotros y conversamos: – ¿Siento la presencia amorosa de Jesús en todos los momentos de mi vida? – Si soy cristiano, ¿por qué algunas veces me visita ese sentimiento de soledad que me entristece? – ¿Tengo siempre presente la necesidad que los demás tienen, de nutrirse de mi alegría cristiana? – Si soy consciente de su presencia constante en nuestras vidas, ¿me preocupo por irradiar a Cristo contagiando alegría, esperanza, consuelo? scuchamos la Palabra de Dios Jesús nos da su Espíritu Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de Él; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: – Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo. Mateo 28,16-20 El Espíritu de la verdad Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Uste- des, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes. No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes. Juan 14,16-18 36 eflexionamos y compartimos La alegría cristiana Distribuidos en grupos de forma espontánea, buscamos las siguientes citas en el Evangelio y las reflexionamos y compartimos: – “Para que en ustedes esté mi alegría, y la alegría de ustedes sea perfecta” (Jn 15,11). – “Que la paz de Cristo triunfe en sus corazones” (Col 3,15). – “Gloria a Dios en lo más alto de los cielos, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad” (Lc 2,14). Respondemos – ¿Cómo definimos la alegría cristiana? – ¿Qué aspectos de nuestra familia debemos trabajar más profundamente para que la alegría cristiana se manifieste más en ella? – ¿Ayudamos a nuestros niños, desde muy pequeños, a descubrir sus dones y capacidades para que puedan discernir su verdadera vocación a través de la cual servirán a los demás? – ¿Es Cristo el centro de nuestra familia? Ampliamos y profundizamos La familia La familia atraviesa una crisis cultural profunda, como todas las comunidades y vínculos sociales. En el caso de la familia, la fragilidad de los vínculos se vuelve especialmente grave porque se trata de la célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros, y donde los padres transmiten la fe a sus hijos. El matrimonio tiende a ser visto como una mera forma de gratificación afectiva que puede constituirse de cualquier manera y modificarse de acuerdo a la sensibilidad de cada uno. Pero el aporte indispensable del matrimonio a la sociedad supera el nivel de la emotividad y el de las necesidades circunstanciales de la pareja. Como dicen los Obispos franceses, no procede «del sentimiento amoroso, efímero por definición, sino de la profundidad del compromiso asumido por los esposos que aceptan entrar en una unión de vida total.» El individualismo posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas y que desnaturaliza los vínculos familiares. Papa Francisco, vangelii gaudium 66-67 El desafío de la vida en familia Es sabido que la vida en familia es un desafío. Valores que cambian, horarios sobrecargados, exceso de informaciones, presiones culturales y económicas, todo hace difícil formar una familia actualmente. Sin embargo, no hay nada tan importante como la familia, porque en ella nos formamos hasta ser lo que somos. 37 Nuestras características particulares, talentos personales y capacidades pueden ser en- cauzados y estimulados de muchas maneras dentro de la estructura familiar pero también pueden ser ignorados o reprimidos. Además, en la familia aprendemos a amarnosa nosotros mismos, a los demás y a Dios. El Espíritu asiste a la familia Cada familia es la consecuencia única de innumerables elecciones llevadas a cabo durante generaciones y generaciones. Por eso, es tan importante pedir la asistencia del Espíritu Santo: en el noviazgo, para que me muestre si es el hombre o la mujer que Dios quiere para mí; si ya estoy casado, para que me ayude a crecer en el amor, la fidelidad, el perdón; si me separé, para que me regale la luz y la sabiduría para que mis hijos se desarrollen seguros y amados a pesar de que sus padres no están juntos. Si ponemos a Jesús en el centro, podemos, a pesar de las pruebas, celebrar el especial milagro de ser una familia única. Las familias se reúnen para celebrar fiestas, cumpleaños, aniversarios, acontecimientos extraordinarios. Las familias cambian: se mudan, celebran la llegada de nuevos miembros, se afligen con la pérdida de los que parten. Es necesario admitir las expresiones de tristeza, decepción, enojo y hablar sobre el modo de cómo adaptarse a la nueva situación. Recuerda: la familia que cambia unida, crece unida. Si invitamos a Jesús a ser parte de nuestra familia, él la fortalecerá y animará. La comunicación en familia Es necesario tomarse tiempo en las reunio- nes familiares, en las comidas y en conver- saciones privadas, para hablar, escuchar y comprender. La comunicación acrecienta la confianza y la confianza la unión. Jesús siempre se tomaba un tiempo para estar a solas con sus discípulos, para escu- charlos, para preguntarles (Ver Mt 13,10-11; 13,36; 16,13-15; 17,1) Fortalece la fe de tu familia haciendo oración: la misa del domingo, la bendición de la mesa, oraciones espontáneas en momentos de temor, tristeza o alegría. La oración en familia transforma los co- razones, cura las heridas y restablece la paz. Recordamos una clásica frase que dice que la familia que reza unida per- manece unida. Las manifestaciones de cariño calan hon- do, llegan hasta el alma. Una sonrisa, un abrazo, un beso antes de acostarse, 38 una caricia, infunden seguridad, dan ánimo y reconfortan. El contacto dice “Te quiero” de innumerables maneras. Los gestos sencillos de amor: antes de salir al trabajo y a la escuela, al regresar al hogar después de una jornada llena de actividades, pueden llegar directo al corazón, dibujar una sonrisa y alentar el espíritu. Eso le agrada a Jesús, que nos invita a amar siempre. Los errores, malentendidos y decepciones son muy frecuentes en la vida familiar. Es nece- sario ser tolerante y paciente. La vida en familia proporciona grandes oportunidades para perdonar y ser perdonado. Si estalló la ira y quedan heridos los sentimientos, es bueno decir: “lo siento” o “te perdono”. Así darás una nueva oportunidad al amor. Una vez Pedro le preguntó al Señor cuántas veces debía perdonar a su hermano. Jesús le respondió: setenta veces siete; o sea, siempre (Ver Mt 18,21-22). Es muy bueno cultivar el asombro observando las maravillas que Dios creó: la variedad de colores y aromas de las flores y animales; la belleza del arco iris; el murmullo de un arroyo; la majestad de una montaña; la bondad de las personas; los delicados hilos de una telaraña. Todo eso hace brotar la admiración y nos provoca verdadera oración y reverencia a la sabi- duría de Dios. (Ver Mt 6,26 “Vean las aves del cielo”; Mt 6,28-29 “Vean los lirios del campo”.) El tiempo que cada uno pasa por su cuenta es tan importante como el que se pasa en familia. Procura que tus familiares dispongan de un tiempo para estar a solas consigo mismos y con Dios. La soledad serena la mente y enriquece el alma, dando luego un sentido más profundo al tiempo que se pasa juntos. Jesús también buscaba momentos de soledad (Ver Mt 14,13). Abre tu hogar a los viejos amigos y también a los nuevos. Aumentarán tus conocimientos, pondrán a prueba tus prejuicios y te proporcionarán momentos llenos de alegrías. La Sa- grada Escritura dice: “Quien ha encontrado un amigo, ha encontrado un tesoro.” Procura que tu familia acepte y celebre la variedad de nuestra “familia mundial”. La intolerancia, la discriminación, el fanatismo, la hostilidad y el temor a las diferencias, se aprenden o previenen en el seno de la familia. Adaptado de Kass Dotterweich, Saber vivir en familia, San Pablo Rezamos y celebramos Dios regaló al mundo la familia. Dios quiere ha- bitar en el corazón de tu familia. Si Jesús vive en tu familia, la vida familiar es mucho mejor. No lo dejes afuera. Rezamos juntos la Oración por la familia. Nos comprometemos A incluir a Jesús cada vez más en la vida familiar por medio de una oración, de un consejo cristiano, de un acto de caridad hacia algún familiar, la visita a algún abuelo o tío que esté solo, a celebrar juntos como familia la misa del domingo... 39 Oración final Oración por la familia A Cristo, a María y a José encomiendo cada familia. Que san José, hombre justo, trabajador incansable, custodio integérrimo de los tesoros a él confiados, las guarde, proteja e ilumine siempre. Que la Virgen María, como es Madre de la Iglesia, sea también Madre de la «Iglesia doméstica» y, gracias a su ayuda materna, cada familia cristiana pueda llegar a ser verdaderamente una “pequeña Iglesia” en la que se refleje y reviva el misterio de la Iglesia de Cristo. Sea ella servidora del Señor, ejemplo de acogida humilde y generosa de la voluntad de Dios; sea ella Madre dolorosa a los pies de la cruz, la que alivie los sufrimientos y enjugue las lágrimas de cuantos sufren por las dificultades de sus familias. Que Cristo Señor, Rey del universo, Rey de las familias, esté presente, como en Caná, en cada hogar cristiano para dar luz, serenidad y fortaleza. A él pido que cada familia sepa dar generosamente su aportación original para la venida de su Reino al mundo, «Reino de verdad y de vida, Reino de santidad y de gracia, Reino de justicia, de amor y de paz» hacia el cual está caminando la historia. Juan Pablo II, Familiaris consortio 40 7 La oración en familia Señor, enséñanos a orar. Mateo 28,20b Conocer qué significa orar. Tomar conciencia del importante rol de la familia como escuela de oración. Aprender a asumir nuestro rol de primeros evangelizadores de nuestros hijos. Entender que la oración privada es fundamental en la vida de piedad de todo católico. Ayudar a los padres a descubrir el valor de la oración en familia y a confiar en las bendiciones que Dios derrama cuando la familia ora unida. amos a... Oración inicial Señor, enséñanos a orar Aquí estamos, Señor, en tu presencia. Te amamos, necesitamos tu auxilio y fortaleza. En este encuentro te pedimos la gracia de aprender a orar para pedir lo que nos conviene, lo que te agrada, lo que es justo. «Señor, enséñanos a orar», dijeron tus discípulos. Enséñanos a bendecirte, a alabarte, a darte gracias; enséñanos a orar para que tu voluntad se cumpla en nuestras vidas, y para no perdernos en nuestros caprichos o falsas necesidades. Ayúdanos a descubrir qué es lo que quieres decirnos por medio de la oración. Enséñanos a confiar en tu Providencia amorosa que no desampara, que no se olvida. Que nuestra vida y la de nuestros hijos sea una oración que suba hasta ti y que descanse en ti. Amén. NCU NTRO 41 Vemos y contemplamos Observamos las imágenes y nos preguntamos. – ¿Rezo en casa? – ¿Me avergüenza rezar en familia, bendecir la mesa? – ¿Hablo con mi familia de lo que es agradable o no a los ojos de Dios? – ¿Tengo imágenes religiosas, mis hijos me ven besar la cruz de Cristo o a la Virgen? – ¿Tomo con amor, con ternura, la Biblia, o es un libro más en la biblioteca? scuchamos la Palabra de Dios Tomamos nuestras Biblias y leemos el texto del Evangelio. Jesús enseña a orar Cuando oren digan: Padre, santificado sea tu nombre; venga tu Reino; danos cada día el pan que necesitamos. Ver Lucas 11,1-13 eflexionamos y compartimos –¿Cómo rezamos (solos, en familia, en la Iglesia…)? – ¿Rezamos con la Biblia? ¿Cómo? – ¿Rezamos con las oraciones (Padrenuestro, Avemaría…)? 42 Ampliamos y profundizamos La oración Santa Teresa decía: “Orar es tratar de amistad frecuente estando a solas con Aquel que nos ama”. También lo afirma el papa Francisco: Uno solo le dedica un tiempo gratuito y sin prisa a las personas que ama; y aquí se trata de amar a Dios que ha querido hablar. A partir de ese amor, uno puede detenerse el tiempo que sea necesario, con una actitud de discípulo: “Habla, Señor, que tu siervo escucha” (1 Sam 3,9). vangelii gaudium 146 La oración surge del corazón del hombre, es el lugar del encuentro con Dios. Si vivimos alejados o peleados con Dios, se nos hace difícil orar. Dios es quien primero llama al hombre. Ya sea que el hombre lo olvide, o se esconda lejos de su rostro, o corra detrás de sus ídolos, o acuse a Dios de haberlo abandonado, el amor tierno y misericordioso de Dios llama incansablemente a cada persona al encuentro con Él mismo. Este encuentro misterioso se da en la oración y de manera plena en la celebración de la Eucaristía. Al Dios fiel y cercano se lo escucha en un clima de silencio y oración. Este encuentro entre Dios y el hombre en la oración es un llamado recíproco, un hondo aconte- cimiento de alianza, un encuentro de los que se aman. Jesús se retiraba a la montaña y oraba a solas con su Padre. De ahí surge la oración del padrenuestro, modelo de toda oración. Ahora, con Jesús, podemos llamar a Dios diciéndole “Padre”. Los padres enseñan a rezar En virtud de su dignidad y misión, los padres cristianos tienen el deber específico de educar a sus hijos en la oración, de introducirlos progresivamente al descubrimiento del misterio de Dios y del diálogo personal con Él. Elemento fundamental e insustituible de la educación a la oración es el ejemplo concreto, el testimonio vivo de los padres; solo orando junto con sus hijos, el padre y la madre, mientras ejercen su propio sacerdocio real, calan profunda- mente en el corazón de sus hijos dejando huellas que los acontecimientos posteriores de la vida no lograrán borrar. El papa Pablo VI se dirigió a las madres y padres con estas palabras: Madres, ¿enseñan a sus niños las oraciones del cristiano? ¿Preparan, de acuerdo con los sacerdotes, a sus hijos para los sacramentos de la primera edad: confesión, comunión, confirmación? ¿Los acostumbran, si están enfermos, a pensar en Cristo que sufre? ¿A invocar la ayuda de la Virgen y de los santos? ¿Rezan el rosario en familia? Y ustedes, padres, ¿Saben rezar con sus hijos, con toda la comunidad doméstica, al menos alguna vez? Su ejemplo, en la rectitud del pensamiento y de la acción, apoyado por alguna oración común, vale una lección de vida, vale un acto de culto de un mérito singular: llevan de este modo la paz al interior su hogar. 43 Jesús enseña a orar Cuando Jesús terminó de orar con su Padre, uno de sus discípulos le dijo: “Maestro, en- séñanos a orar”. Es sobre todo al contemplar a su Maestro en oración cuando el discípulo de Cristo desea orar. Es entonces que aprendemos mirando al Maestro de oración, ya que, contemplando y escuchando Jesús, modelos de oración, nuestros hijos aprenden a rezar. Es también mirando a sus padres que los hijos aprenden a rezar. El Catecismo de la Iglesia Católica nos describe la manera de rezar de Jesús: • Jesús se retira con frecuencia en soledad a orar: Mc 1,35; 6,46; Lc 5,16. • Jesús ora en los momentos decisivos de su vida: Antes de su bautismo, Jesús ora: Lc 3,21. En su transfiguración, ora: Lc 9,28. Antes de su Pasión, ora: Lc 22,39- 46. Reza antes de elegir y llamar a los Doce: Lc 6,12. • Jesús busca siempre cumplir la voluntad del Padre: Lc 22,42. • Jesús nos enseña a orar por los enemigos y por los que nos persiguen: Mt 5,44-45. • Nos enseña a orar con humildad: Mt 6,5. • A orar al Padre en lo secreto (Mt 6,6) y a no gastar muchas palabras: Mt 6,7. • Nos enseña la oración del Padrenuestro: Mt 6,9- 14. • A perdonar desde el fondo del corazón al orar: Mt 6,14- 15; Mc 11,25. • Jesús nos enseña a orar con confianza: Mc 9,23; Mc 11,24; Mt 21,22. • Jesús nos enseña que Dios siempre nos escucha: Jn 4,41- 42. • Jesús intercede con la oración: Ora por Pedro para que no desfallezca en la tentación: Lc 22,32. Ora por sus discípulos: Jn 17,9- 11. Ora por nosotros: Jn 17,20. Jesús ora para que Dios nos envíe el Espíritu Santo: Jn 14,16. La ectio divina Siendo la oración tan importante en la vida del cristiano, la Iglesia recomienda orar con la Palabra y propone practicar la lectura orante de la Palabra o lectio divina. El Papa Francisco, en su exhortación Evangelii gaudium (152-153), nos enseña los pasos a seguir. 1. Preparación Pedir al Espíritu Santo que disponga nuestro corazón para escuchar y entender lo que el Señor me quiere decir hoy a través de este texto. 2. Lectura Leer el texto bíblico y preguntar: ¿Qué dice el texto? Para eso reflexiono sobre el mensaje principal del texto, los personajes, el ambiente, el contexto literario (leer un poco antes y un poco después del texto elegido). 44 3. Meditación y oración ¿Qué me dice a mí el texto? Es bueno preguntarle al Señor: ¿Qué querés cambiar de mi vida con este mensaje? ¿Qué me molesta en este texto? ¿Por qué me molesta? ¿Por qué esto no me interesa? O bien: ¿Qué me agrada? ¿Qué me estimula en esta Palabra? ¿Qué me atrae? ¿Por qué me atrae? Y aquí hay que tener en cuenta que, cuando uno intenta escuchar al Señor, suele haber tentaciones: puedo sentirme molesto, abrumado, cerrarme, buscar excusas; en lugar de pensar lo que el texto me dice a mí, busco aplicarlo en otros. Hay que recordar que Dios simplemente, quiere que miremos con sinceridad la propia existencia y la presentemos sin mentiras ante sus ojos, que estemos dispuestos a seguir creciendo y que le pidamos a Él lo que todavía no podemos lograr. 4. Acción ¿Qué le respondo? ¿Cómo aplico el texto a mi vida? ¿Qué debo cambiar? ¿Cómo debe ser mi actuar de ahora en adelante? Rezamos y celebramos Como respuesta a la Palabra de Dios de hoy, hagamos una oración espontánea, ya sea de pedido, de agradecimiento o de alabanza. Después rezamos juntos: Gracias p0r tu Palabra Gracias, Señor, por tu Palabra purificadora, que ilumina, alimenta, enriquece, alegra, consuela y compromete. Enséñame a rezar con tu Palabra, Señor, y concédeme vivir conforme a ella. Amén. 4 Nos comprometemos Nos comprometemos a practicar la lectio divina en familia, o personalmente, con el Evan- gelio de la misa del domingo siguiente. Oración final Anda conmigo Dios, dame fe el día de hoy para seguir adelante. Dame grandeza de espíritu para perdonar. Dame paciencia para comprender y esperar. Dame voluntad para no caer. Dame fuerza para levantarme si caído estoy. Dame amor para dar. Dame lo que necesito y no lo que quiero. Dame elocuencia para decir lo que debo decir. Haz que yo sea el mejor ejemplo para mis hijos. Haz que yo sea el mejor amigo de mis amigos. Haz de mí un instrumento de tu voluntad. Hazme fuerte para recibir los golpes que me da la vida. Déjame saber qué es lo que tú quieres de mí. Déjame tu paz para compartirla con quien no la tenga. Por último, anda conmigo y déjame saber que así es. Amén. 46 8 La familia, expresión del amor de Dios Ámense los unos a los otros como yo los he amado. Juan 3,34 Descubrir que la familia es el ámbito privilegiado donde se aprende a vivir y a testimoniar el verdadero amor, que es compartido, desinteresado y entregado. (Para los que tienen el sacramento del Matrimonio) Reafirmar las promesas matrimoniales considerando al diálogo como punto de encuentro para educar a nuestros hijos en sintonía con el Evangelio. Descubrir cuál es la propuesta del Evangelio para la felicidad en el hogar. (Para los que tienen un compromiso de vida en pareja:) Empezar a construir
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