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01 Encontrar con Jesús - LIBRO DE LOS PADRES

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ATEQUESIS FAMILIAR 
Diócesis de Reconquista
 Encontrarse 
con Jesús!
 reparación al sacramento de la Eucaristía 
 ibro de los padres
 royecto
 iócesis de Reconquista
Dirección editorial
Herminio Otero
Edición
Paula epalma
Diseño
Olga Peñaranda
Diagramación
Eugenia Pannaría
Cubierta
Estudio SM
Fotografía
Fidel Puerta, Sergio Cuesta / ARCHIVO SM; Glen Allison, Steve Cole / PHOTO ISC; FANCY; PHOVOIR; 
THINKSTOCK; Stockdisc; 123RF; SHUTTERSTOCK; iStock; GETTY IMAGES
Ilustraciones
F. J. Velasco Fano
Equipo redactor
 elegación de Catequesis de Reconquista
Título: ¡Encontrarse con Jesús!
 Preparación al sacramento de la Eucaristía 1
 Libro de los padres
Autor: elegación de Catequesis – iócesis de Reconquista
Primera edición: mayo de 2015
Primera reedición: marzo de 2016
ISBN: 978-987-740-062-5
© 2016, iócesis de Reconquista
© 2016, PPC Argentina S.A. 
PPC Cono Sur
Av. Callao 410, 2º piso 
C1022AAR | Ciudad Autónoma de Buenos Aires | República Argentina
t: +54 11 4000.0400 / f: +54 11 4000.0429
www.ppc-editorial.com.ar
e-mail de contacto: ventas@ppc-editorial.com.ar
Queda hecho el depósito que marca la Ley 11723.
Esta tirada de 3200 ejemplares se terminó de imprimir en el mes de marzo de 2016 en FP Compañía Impresora S.A. - 
Beruti 1560 - Florida (1602) - Buenos Aires - Argentina 
Libro de edición argentina / ade in Argentina
Impreso en Argentina / Printed in Argentina
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna 
forma o por cualquier otro medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el 
permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.
 mpr sa asociada a la cámara arg ntina d l libro
 ueridos hermanos y hermanas:
 l día del bautismo de su hijo, o de su hija, cada uno de ustedes vivió un 
momento inolvidable, pero también se comprometió a “educar en la fe” a 
quien era bautizado o bautizada. Seguramente, en estos años, una parte 
de sus desvelos, de sus preocupaciones, ha sido buscar formas concretas de transmitir la 
fe y hacerla crecer en el corazón de su hijo o de su hija. Tarea compleja en estos tiempos, 
ya que el ritmo de vida, los hábitos de la cultura actual, el ambiente relativista reinante, y 
tantas otras cosas, complican un poco ese compromiso asumido.
Hoy, esa persona que ustedes vieron crecer, está llegando a un momento fundamental 
de su camino: el tiempo de experimentar personalmente el encuentro con Jesús. Y para 
que se pueda dar esta experiencia, la Iglesia como comunidad de discípulos y discípulas 
del Señor, le ofrece el espacio adecuado, el tiempo necesario, las personas idóneas y los 
materiales especialmente preparados para alcanzar esa meta.
Pero ustedes no pueden permanecer ajenos a este acontecimiento tan especial. Acompa-
ñar a sus hijos en su preparación para la primera comunión es una de las cosas más lindas 
que les puede suceder como padres, madres, o responsables de los chicos. Para que esta 
experiencia sea realmente valiosa, y también inolvidable, no pueden permanecer como 
meros espectadores, como quien va al estadio a mirar cómo juegan ellos. n este caso, la 
realidad es diferente.
Para poder acompañarlos de la mejor forma, también ustedes están invitados a renovar 
su encuentro con Jesús. De un modo diferente, con búsquedas distintas, con preguntas de 
otro tipo, con vivencias diversas. Pero el mismo Jesús que viene al encuentro de su hijo, 
de su hija, quiere también encontrarse con ustedes. n definitiva, quiere ser la presencia 
más importante, que convoca, acompaña y consolida la vida familiar.
¡No se pierdan esta oportunidad! Cristo, el mismo que visitó a Zaqueo, el mismo que le 
pidió agua a la Samaritana, quiere encontrarse con cada uno de ustedes. Cristo quiere 
bendecir y renovar la vida de sus familias. Y no se olviden de una cosa: solamente en Jesús 
Resucitado podemos encontrar la verdadera alegría y la paz duradera.
 l encuentro con Jesús: 
fuente permanente de alegría
+ Monseñor Ángel José Macín
Obispo de Reconquista
La estructura de los encuentros
Los encuentros giran en torno a la Palabra y están centrados en ella. 
A la hora de la lectura personal o del trabajo en grupo, conviene tener en cuenta la es-
tructura de cada tema.
 Objetivos
Los objetivos nos indican lo que queremos lograr y dan la perspectiva de cada encuentro.
 Oración inicial
Al comenzar los encuentros nos ponemos en presencia de Dios. llo nos anima a co-
menzar en un clima de recogimiento.
 Vemos y contemplamos
Partimos siempre de nuestra experiencia. Por ello, se abre un diálogo, que puede partir 
de una situación personal, familiar o social.
 Escuchamos la Palabra de Dios
A partir de la proclamación de la Palabra se ilumina cada situación de vida. La Palabra 
es lo más importante. 
 Reflexionamos y compartimos 
Gracias a la Palabra, viene la iluminación, que es el desarrollo del tema que surge de esta 
escucha de la Palabra. Se comienza desglosando brevemente el texto bíblico, mostrando 
cómo se relaciona con lo que conversamos en el momento de la motivación. 
 Ampliamos y profundizamos
Desarrollamos con más detalle los temas. Se pueden incorporar textos del magisterio o 
de santos. s bueno leer en casa los textos, para dedicar más tiempo a dialogar y debatir 
las distintas cuestiones.
 Oramos y celebramos
 xpresamos nuestra respuesta a la Palabra, lo cual puede hacerse de distintas maneras. 
Lo importante es dar lugar para una pequeña y sencilla celebración.
 Nos comprometemos
Por último, hacemos algunas propuestas para seguir profundizando en nuestra vida. 
Puede ser rezar en familia, ver una película, realizar alguna acción solidaria…
Junta Diocesana de Catequesis
Diócesis de Reconquista
 
 
 NCU NTRO
 l amor de Dios
 No hay amor más grande…” 
Juan 5, 3
 Encontrarnos con Dios como Padre bueno y que hace bien a quien se 
deja salvar por su Amor.
 Comprender la grandeza del amor de Dios y descubrir cómo éste obra en 
la vida de cada uno.
 Asumir la exigencia de amar al prójimo como Él nos amó.
 Comprometernos con acciones concretas a amar a nuestros hermanos.
 Agradecer a Dios el regalo de vida, en especial la de nuestros hijos, y 
planificar acciones para transformar los hogares en comunidades con 
robustos lazos de amor.
 amos a...
Oración inicial
 Nos ponemos en presencia del Señor, invocando su amor, su sabiduría y su misericordia: 
 n el nombre del Padre y del Hijo y del spíritu Santo. Amén.
 En tu presencia
Señor, aquí estamos, en tu presencia por amor a nuestros hijos,
porque es lo más profundo de nuestro ser. 
Reconocemos que Vos llenás todos los vacíos y todas las carencias,
y queremos que seas parte importante en sus vidas y en la vida de nuestras familias.
Te necesitamos. Sin Vos, sin tu amor, sin tu consuelo, sin tu misericordia,
nada tiene sentido, nada nos llena. 
Te pedimos que, en estos encuentros, reavives nuestro amor 
para anunciarte y vivirte. 
Para que seamos nosotros, los padres, los catequistas de nuestros hijos,
y así crezcan como hombres y mujeres libres, fuertes, confiados, 
solidarios, compasivos, alegres, esperanzados, felices. 
Ayúdanos a amarte cada día más para que podamos enseñarles a nuestros hijos
a amarte y a buscarte con toda el alma, con toda la mente y con todas sus fuerzas. 
Gracias, Señor, por tanto amor.
 n el nombre del Padre y del Hijo y del spíritu Santo. Amén.
6
Vemos y contemplamos
He descubierto la paradoja de que si amo hasta que duela, 
entonces no hay daño, sino solo más amor.
Teresa de Calcuta
Amor que genera amor
Hoy el amor quiere entrar en mi corazón, cambiarme desde dentro... si me dejo amar, si 
me dejo encontrar, si me dejo perdonar.
El dinamismo del amor es sencillo: recibir amor lleva a dar amor. Y dar amor permite recibir 
más amor y crecer en el amor.
La novedad cristiana consiste en que Dios “nos amó primero” (1 Jn 4,19).Nos amó cuando 
estábamos lejos, cuando el egoísmo dominaba nuestros corazones, cuando no conocíamos 
la senda de la esperanza.
Por encima de nuestras injusticias, de nuestros pecados, Dios tomó la iniciativa. 
“En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió 
por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de 
bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, 
siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros” (Rm 5,6-8).
Si el Amor dio el primer paso, si es posible el perdón al pecador arrepentido, si el cielo está 
abierto y el banquete preparado, si el Cordero toma sobre sus hombros a la oveja perdida... 
entonces es posible devolver amor, iniciar el camino de la caridad cristiana.
“El amor crece a través del amor”, nos recuerda Benedicto XVI. “El amor es «divino» porque 
proviene de Dios y a Dios nos une y, mediante este proceso unificador, nos transforma en 
un «nosotros» que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa, hasta que 
al final Dios sea «todo para todos» (cf. 1 Cor 15,28)” ( eus caritas est 18).
También hoy el amor quiere penetrar en mi corazón, cambiarme desde dentro. 
Si me dejo amar, si me dejo encontrar, si me dejo perdonar, me uniré más a Dios. 
Desde Él miraré con amor a cada uno de mis hermanos, descubriré en ellos la presencia 
del mismo Amor que me ha salvado. Los amaré en Dios, y a Dios en ellos, pues “amor a 
Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento” ( eus caritas est 18).
El amor genera amor. Hoy me dejaré amar y buscaré amar. Tengo ahora este día, estos 
momentos. Dios me espera y me susurra: 
“Con amor eterno te he amado: por 
eso he reservado gracia para ti” 
( Jr 31,3).
P. Fernando Pascual LC 
 Fuente: Catholic.net
7
 Alianza de amor entre tú y yo
En la pobreza o la riqueza te amaré,
en la salud o en la enfermedad yo te amaré 
en la tristeza o la alegría, 
en la tormenta o en la paz,
ante todo y sobre todo, te amaré. 
Tú me amarás, yo te amaré 
alianza eterna entre tú y yo. 
Tú me amarás, yo te amaré
hasta que la muerte nos una más. 
En las buenas o en las malas, te amaré 
en el pecado o en la gracia, te amaré 
en la noche o en el día 
en la fuerza o la debilidad 
ante todo y sobre todo, te amaré. 
Tú me amarás, yo te amaré 
alianza eterna entre tú y yo. 
Tú me amarás, yo te amaré 
hasta que la muerte nos una más. 
Tú me amarás, yo te amaré 
alianza eterna entre tú y yo. 
Tú me amarás, yo te amaré 
hasta que la muerte nos una más 
hasta que la muerte nos una más.
Hermana Glenda, 
Consolad a mi pueblo 2
 scuchamos la Palabra de Dios
 ios es amor
Hermanos queridos: 
Amémonos unos a los otros, 
porque el amor procede de Dios. 
Todo el que ama ha nacido de Dios 
y conoce a Dios. 
Quien no ama no conoce a Dios, 
porque Dios es amor. 
Dios nos ha manifestado el amor 
que nos tiene enviando al mundo 
a su Hijo único para que vivamos 
por Él. 
El amor no consiste en que noso-
tros hayamos amado a Dios, 
sino en que él nos amó a nosotros 
y envió a su Hijo como víctima 
por nuestros pecados.
 1 Juan 4,7-21
8
 ios cuida de nosotros
Después dijo a sus discípulos: «Por eso les 
digo. No se inquieten pensando qué van a 
comer para poder vivir, ni con qué vestido 
cubrirán su cuerpo. Porque la vida es más 
importante que el alimento, y el cuerpo más 
que el vestido. Observen a los cuervos; no 
siembran ni cosechan y Dios los alimenta. 
¡Cuánto más valen ustedes que los pájaros! 
¿Y quién de ustedes, por más que lo intente, 
puede alargar su vida una hora? Por tanto, 
si nada pueden hacer en estas cosas tan pe-
queñas, ¿por qué se inquietan por lo demás? 
Fíjense cómo crecen los lirios; no se fatigan 
ni tejen, pero les digo que ni Salomón en 
todo su esplendor se vistió como uno de 
ellos. Y si Dios viste así a la hierba, que hoy 
está en el campo y mañana se echa al fuego, 
¿cuánto más hará por ustedes, hombres de 
poca fe? Así que ustedes no se inquieten 
buscando qué comerán o beberán. Por todo 
eso se inquieta la gente del mundo, pero su 
Padre ya sabe lo que necesitan. Busquen más bien su reino y él les dará lo demás. No temas, 
pequeño rebaño, porque el Padre ha querido darles el reino. Vendan sus posesiones y den 
limosna. Acumulen aquello que no pierde valor, tesoros inagotables en el cielo, donde ni 
el ladrón ronda ni la polilla destruye. Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón.»
 Lucas 12,22-34
El mandamiento nuevo
Les doy un mandamiento nuevo: Ámense los unos a los otros. Como yo los he amado, así 
también ámense los unos a los otros. Por el amor que se tengan los unos a los otros reco-
nocerán todos que son discípulos míos.
 Juan 13,34-35
El amor cristiano
Aunque hablara la lengua de los hombres y de los ángeles, 
si no tengo amor, soy como campana que suena o platillo que retumba. 
Y aunque tuviera el don de hablar de parte de Dios 
y conociera todos los misterios y toda la ciencia; 
y aunque mi fe fuera tan grande para trasladar montañas, 
si no tengo amor, nada soy. 
Y aunque repartiera todos mis bienes a los pobres 
y entregara mi cuerpo a las llamas, 
9
si no tengo amor de nada sirve. 
El amor es paciente y bondadoso; 
no tiene envidia ni orgullo ni arrogancia.
No es grosero ni egoísta, no se irrita ni es rencoroso; 
no se alegra de la injusticia, 
sino que encuentra su alegría en la verdad. 
Todo lo disculpa, todo lo cree, 
todo lo espera, todo lo soporta.
 1 Corintios 13,1-13
 eflexionamos y compartimos
 ¿Cómo es el amor de Dios?
 ¿En qué circunstancias cotidianas sentimos que Dios nos cuida? ¿Somos 
conscientes de su amor providente e ilimitado? ¿Confiamos plenamente en 
su amoru providencia?
 ¿Qué características tiene el amor cristiano? Realicen una descripción de 
las relaciones humanas en nuestros ambientes cotidianos (familia, trabajo, 
barrio...) ¿Ponemos en práctica el amor cristiano? ¿Por qué? ¿Qué actitudes 
deberíamos dejar de lado?
 Hagan una lista de compromisos para poner en práctica el amor en sus 
hogares y en sus trabajos y vecindario.
 ¿Mediante qué acciones podemos enseñar a nuestros hijos que Dios es bueno 
y nos hace bien? ¿Cómo les enseñamos a amar a los demás?
Ampliamos y profundizamos
El amor es Alguien
Posiblemente en la vida de cada uno de nosotros hubo amores: grandes y pequeños, tiernos 
y tormentosos. Hemos sentido la atracción del sexo, la ternura de la amistad, los lazos fa-
miliares. Pero todos esos afectos siempre nos han dejado con sed de más, porque ninguno 
de ellos ha llegado a lo más hondo de nuestra intimidad. Todos son débiles e imperfectos, 
todos esos amores nos han dado algo, pero ninguno de ellos nos dio la vida.
Estamos acá para encontrarnos con un amor más fuerte que la muerte, el amor que nos 
hace existir. Ese amor es Alguien. 
– Alguien que por puro amor me está dando la vida y me hace despertar cada mañana 
solo para quererme.
– Alguien que, incluso mientras dormimos nos contempla con ternura y nos sostiene.
– Alguien que nos ama, más allá, de toda posible respuesta.
– Alguien que solo sabe amar. Es el único amor indestructible, infinito, inagotable, eterno: 
es el amor de Dios. Es Dios mismo.
10
El amor de Dios en la Biblia
Él me dice en la Biblia:
Te amé con un amor eterno ( Jer 31,3).
Nos ama desde siempre y para siempre. No porque lo amemos o nos portemos bien. Nos 
ama porque no puede no amar. Es el amor mismo.
¿Una madre puede olvidar al hijo de sus entrañas?
Pues aunque ella se olvidara, dice el Señor, Yo nunca te olvidaré (Is 49,15).
Dios no se olvida de nadie
Cada uno de nosotros somos 
inolvidables para Él. De nadie 
se puede olvidar. No olvida 
jamás a ninguno de sus hijos 
Quizá los años, los dolores de 
la vida, las malas experien-
cias, las cosas del mundo que 
nos atrapan, nuestro egoís-
mo e indiferencia, nos hacen 
olvidar esta maravillosa ver-
dad; el corazón se nos seca, 
se nos endurece porque no 
nos sentimos amados en se-rio por nadie, nos llenamos 
de nerviosismos, de amar-
guras, de tristezas interiores. 
Todo porque olvidamos ese 
amor que sostiene nuestra 
vida.
Cuando san Francisco des-
cubrió ese amor, dejó todo, 
inmensamente feliz y prefirió 
vivir como mendigo, libre de 
todo, para que su corazón se llenara con la alegría inmensa del amor divino. Desde ese día 
que se liberó de sí mismo, todos los que lo veían encontraban en sus ojos un brillo de paz 
y de alegría que los invitaba a todos de liberarse del odio y del egoísmo.
Si no descubrimos ese amor de Dios es porque nos hemos hecho una falsa imagen de Él. La 
educación que recibimos, las cosas que escuchamos, nuestros pecados, sin darnos cuenta 
nos fueron formando otra imagen de Dios: un Dios vengativo, vigilador, que destruye, per-
seguidor. Y ese, no es el Dios de Jesucristo.
Tu Dios está en medio de ti como un poderoso salvador. 
Él grita de alegría por ti, te renueva con su amor, 
y baila por ti con gritos de alegría (Sof 3,17).
11
Como leemos: Dios no es triste. El motivo de su alegría es el hecho de vernos a nosotros, 
en el bien, siendo felices. Entonces Él, que es capaz de amarnos en serio, baila de alegría 
por mí: nadie me ama así. 
Toda alegría de este mundo es como una gota de su alegría infinita; toda ternura de este 
mundo, es como una gotita de su ternura infinita. Mi vida es un reflejo, una chispa de su Vida 
infinita. Si a veces, caemos en la tentación de creer que no servimos para nada, tenemos 
que recordar que somos amados por Dios. La condición es dejarnos amar por Él.
Cuando eras un niño, yo te amé… 
Y yo te enseñé a caminar tomándote por los brazos.
Pero no te diste cuenta que yo te cuidaba.
Con cuerdas humanas te atraía, con lazos de amor 
y era para ti como el que levanta un niño contra su mejilla. 
Me inclinaba hacia ti y te daba de comer…
Pero mi pueblo ama su infidelidad. 
Cuando lo llamo a lo alto ninguno se quiere levantar.
De todos modos, ¿cómo voy a dejarte, como te voy a abandonar?
Mi corazón está trastornado y se estremece mi alma. 
Pero no me dejaré llevar por la ira y no te destruiré, 
porque yo soy Dios, no soy un hombre.
 Oseas 11,1. 3-4.7-9
Todos necesitamos que Dios nos ame con un corazón humano como el nuestro y que nos 
mire con ojos de ternura. Dios ama con corazón de carne, capaz de compasión y de ternura. 
Jesús hace visible el amor del Padre
Jesús nos hace visible y cercano el amor y la ternura del Padre. Aceptó morir en la cruz para 
hacernos saber con hechos que nos ama en serio. Nos ama así como estamos, como somos, 
con lo que tenemos y con lo que nos falta.
Lo primero es descubrir el amor del Señor, dejarme querer por Él, para poder transmitir ese 
amor a los demás. El secreto del amor es descubrir que Él nos amó primero, que Él siempre 
me gana, y que antes de que yo haga algo bueno, Él ya me amó. (1 Jn 4,19; Jn 15,16)
Y si Él me ama más allá de mi perfección, aunque yo esté en pecado, lo mismo puedo hablar 
con Él, lo mismo puedo orar. 
Jesús nos cuenta el ejemplo de un hombre perfecto y de un hombre pecador. Los dos habían 
ido al templo a orar. El perfecto le daba gracias a Dios porque no tenía defectos y el pecador 
le pedía ayuda a Dios. Jesús dice que la oración que le gustó a Dios fue la del pecador. El 
pecador a pesar de su pecado, hablaba con Dios, porque él sabía que Dios no nos escucha 
por nuestros méritos, sino porque nos ama.
El perfecto miraba su perfección, el pecador miraba el amor de Dios. A pesar de todas nuestras 
imperfecciones, hablemos con Él, dejémonos amar. Imaginemos su mirada que nos mira con 
serenidad, con comprensión, con paciencia, y dejemos que Él mire con amor nuestra vida.
Adaptado de Víctor Manuel Fernandez, 
 ejarme amar, San Pablo
12
Oramos y celebramos
 Agradecemos que el amor de Dios supere nuestros fallos y caídas y nos tiende la mano 
para que nuevamente nos pongamos de pie, para corresponder cada día mejor a su 
amor que no defrauda.
Nos comprometemos
 Cada uno reflexiona seriamente sobre 
cómo descubre el amor de Dios en 
su vida y lo agradece.
 Nos comprometemos a:
– Enseñar a nuestros hijos, o so-
brinos o nietos, a descubrir los 
detalles de amor que Dios tiene 
cada día para con nosotros, y en-
señarles a ser agradecidos. 
– Y a corresponder a ese amor 
amando a los que se cruzan en 
nuestro camino.
 Compartimos el cortometraje “El 
abrazo” para pensar juntos el po-
der transformador del amor en la 
sociedad. 
Oración final
 Danos la libertad del amor
Señor, libéranos del espíritu de orfandad, 
y danos el espíritu de hijos tuyos y hermanos de los demás. 
Danos la libertad del amor,
 capaz de donarse a sí mismo hasta que duela. Amén.
 Rezamos el Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
13
2
 NCU NTRO
Jesús celebrado 
en la comunidad
Porque donde hay dos o más reunidos en mi Nombre, 
yo estoy presente en medio de ellos.
Mateo 8,20
 Descubrir la necesidad de celebrar, expresar y fortalecer la fe en Comunidad.
 Vivenciar la certeza de que Dios se hace presente en la Eucaristía.
 Estimular la adoración eucarística asidua, profunda y devota en todos 
los miembros de la familia cristiana.
 Abrazar la Eucaristía sintiendo profundamente la presencia de Dios 
en nosotros.
 Invitar a participar en familia de la fiesta dominical de la Eucaristía.
 amos a...
Oración inicial
 Invocamos la presencia de Dios, confiando en su Palabra que nos dice: “Cuando hay dos 
o más reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ustedes”. Y lo hacemos: 
 n el nombre del Padre y del Hijo y del spíritu Santo. Amén.
 En comunidad
Señor, aquí estamos otra vez, en tu presencia,
porque te amamos, porque te necesitamos. 
Enseñanos a descubrirte, 
a celebrarte en comunidad, en comunidad creyente, 
a ponerte siempre en el centro:
de este momento y de todos los momentos.
En el centro de nuestra vida y en el centro de nuestra familia, 
en el centro de nuestra comunidad, 
para que seamos renovados en la fe, en la esperanza y en el amor 
y así nos convirtamos en instrumentos de tu redención. 
Danos la gracia de contagiar 
la alegría de tu presencia en medio nuestro 
y de vivir de manera agradable a Ti, 
que vives y reinas, por los siglos de los siglos. Amén.
 n el nombre del Padre y del Hijo y del spíritu Santo. Amén.
14
Vemos y contemplamos
Celebramos la Eucaristía
Descubrimos que Jesús está 
vivo y presente en medio 
nuestro, que obra maravillas 
en su Pueblo Santo, y esto es 
motivo de celebración.
Cuando la Iglesia celebra la 
Eucaristía, realiza el memorial 
de la Pascua del Señor, en el 
que Cristo se hace misterio-
samente presente, y nosotros 
podemos participar (decimos 
“comulgar”) en su pasión, 
muerte y resurrección. Así, la 
Eucaristía nos configura de 
modo único y profundo con 
Jesús, renovando nuestro corazón, nuestra existencia y nuestra relación con él y con los 
hermanos, y nos hace pregustar la comunión con el Padre en el banquete del Reino de los 
cielos. 
 scuchamos la Palabra de Dios
Así celebraban las primeras comunidades cristianas a Jesús Resucitado:
 Todos reunidos
Todos se reunían asiduamente para es-
cuchar la enseñanza de los Apóstoles y 
participar de la vida común, en la fracción 
del pan y en las oraciones. Un santo te-
mor se apoderó de todos ellos, porque los 
Apóstoles realizaban muchos prodigios 
y signos. Todos los creyentes se mante-
nían unidos y ponían lo suyo en común: 
vendían las propiedades y sus bienes, y 
distribuían el dinero entre ellos, según las 
necesidades de cada uno. Íntimamente 
unidos, frecuentaban el Templo, partían 
el pan en sus casas, y comían juntos con 
alegría y sencillez de corazón; ellos alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo. 
Y cada día, el Señor, acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse.
 Hechos 2,43-47
1 
 eflexionamos y compartimos
 ¿Cuándo voy a misa? ¿Qué significa para mí el sacramento de la Eucaristía?
 ¿Celebro a Jesús con verdadera alegría en la santa misa o es una obligaciónque me imponen, algo fastidioso que trato de evitar?
 ¿Tengo conocimiento de lo que realmente significa participar de la 
celebración de la Eucaristía? ¿Hay algo que no comprendo? 
 ¿Qué recuerdos tengo del día de mi Primera Comunión?
 Este momento de emoción, tan grande y especial, ¿tuvo continuidad en mi vida?
 ¿Profundicé en este misterio de amor, o dejé pasar la misa porque tenía cosas 
“más urgentes” que atender?
 ¿Inculco la devoción a Jesús Eucaristía a mis hijos? ¿Cómo?
 ¿Sé que, por ser bautizado, formo una comunidad de fe?
Ampliamos y profundizamos
La comunidad
¿Qué es una comunidad? Es el conjunto de personas vinculadas entre sí, por intereses co-
munes. Es así como encontramos distintas comunidades con distintos intereses: la familia, 
la comunidad religiosa, los clubes, las sociedades de fomentos, la comunidad educativa... 
En una comunidad, cualquiera sea su fin, todos los integrantes unen sus fuerzas y talentos 
para alcanzar un objetivo: todos cooperan; si aparecen dificultades, tratan de solucionarlas 
juntos; están abiertos al diálogo, a la reflexión, a la superación.
La comunidad cristiana
¿Y qué es una comunidad cristiana? Es una congregación de fieles cristianos en virtud del 
Bautismo; por lo tanto, una comunidad convocada por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. 
No nos convocamos a nosotros mismos, sino es el mismo Dios que nos convoca con su amor. 
Somos en verdad una familia, hijos de un mismo Padre que ama a todos, y por lo tanto, 
somos realmente hermanos. Y por eso, en esta comunidad, nosotros buscamos parecernos 
a Jesús, vivir como vivió Jesús, pasar haciendo el bien, como Él nos enseñó; nosotros, como 
comunidad creyente, celebramos a Jesús Resucitado vivo y presente en nuestra vida y en 
nuestra comunidad. Colocamos al Señor en el centro de nuestra vida, en el centro de nuestra 
familia, en el centro de nuestro trabajo, en el centro de nuestra Iglesia. Jesús constituye el 
centro y fin de la Iglesia de todos los tiempos.
La misa
La expresión más perfecta y completa de esta celebración es la santa misa, la Eucaristía, la 
Acción de Gracias. En la misa, nos encontramos con Jesús: con su Palabra; con su Cuerpo 
y con su Sangre, alimento de vida eterna; nos encontramos con nuestros hermanos; pedi-
mos perdón; suplicamos por nuestras necesidades y por las del mundo entero; alabamos, 
glorificamos y damos gracias a Dios, por su presencia en medio nuestro. 
16
Y cuando nosotros celebramos con piedad sincera a Jesús en la Eucaristía, progresivamente 
notamos su obra en nuestra vida cotidiana. Son frutos pascuales: la comunión, la alegría, la 
paz, la solidaridad, la justicia, la generosidad, el diálogo familiar, la fortaleza en las dificul-
tades y problemas... En la misa, nos encontramos con Jesús: con su Palabra; con su cuerpo 
y con su sangre, alimento de vida eterna; nos encontramos con nuestros hermanos; pedi-
mos perdón; suplicamos por nuestras necesidades y por las del mundo entero; alabamos, 
glorificamos y damos gracias a Dios por su presencia en medio nuestro. 
Y cuando nosotros celebramos con piedad sincera a Jesús en la Eucaristía, progresivamente 
notamos su obra en nuestra vida cotidiana. Son frutos pascuales: la comunión, la alegría, 
la paz, la solidaridad, la justicia, la generosidad, el diálogo familiar, la fortaleza en las difi-
cultades y problemas...
Rezamos y celebramos
En nuestra comunidad de fe, en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestra capilla, todos 
buscamos vivir como vivió Jesús. 
 Tú eres el pan de vida
Tú eres el Pan de Vida para nuestro pueblo peregrino. 
Conscientes de tu presencia real en el Santísimo sacramento, 
te alabamos y adoramos, 
te celebramos y proclamamos, 
te recibimos y compartimos. 
En el bicentenario de la Independencia de nuestra Patria, 
agradecemos tu presencia constante en nuestra historia,
17
pedimos tu gracia para forjar el presente guiados por tu Evangelio 
y ponemos en tus manos nuestro futuro con esperanza y compromiso. 
Con la alegría que nos da tu Palabra, 
Salimos al encuentro de todos los argentinos, sin excluir a nadie, 
para gestar juntos una cultura del encuentro en la Patria
siendo auténticos discípulos misioneros. 
Con nuestra Madre, la Virgen María, 
y unidos a los santos, que son nuestros modelos, 
nos ponemos en camino 
dejándonos conducir por la Providencia del Padre 
y animados por el fuego del Espíritu Santo. Amén.
 Oración del Congreso ucarístico para el 2016N
Nos comprometemos
Desde los inicios de la Iglesia, la catequesis siempre estuvo muy unida a la liturgia (Celebra-
ción Eucarística y otros sacramentos) y a la caridad (obras de misericordia). Desde siempre, 
son los tres pilares de la fe cristiana, inseparables uno del otro. Si se los separa, se atrofia 
la fe. Estos son precisamente los tres pilares que orientarán nuestra vida en este tiempo de 
formación: catequesis, liturgia y caridad.
Por eso, a partir de ahora nuestro compromiso será participar de las Celebraciones (misa) 
de la comunidad cristiana a la que pertenecemos. No como un agregado secundario de 
la catequesis sino como una dimensión esencial de este camino de preparación. Ese será 
entonces, nuestro compromiso semanal.
 Cantamos Bendita Eucaristía.
 Bendita Eucaristía
A ti el más inocente, 
a ti el omnipotente, 
a ti, mi rey y mi Dios, mi Dios y salvador 
te crucificaron, 
tus manos y pies clavaron,
y tú lo aceptabas, mas no te bastó con morir 
sino que te quedaste aquí. 
Bendita ucaristía, bendito Señor, 
adoro tu cuerpo, 
que entregaste por amor. 
Bendita ucaristía, bendito Señor, 
ya no soy yo quien vive, 
eres tú quien vive en mi. 
Yo puedo recibirte, tomarte 
y hacerte parte de mí, 
sí, eres mi Dios, tan pequeño, 
en ese pedazo de pan.
Bendita ucaristía, bendito Señor,
adoro tu cuerpo, 
que me entregaste por amor.
Bendita ucaristía, bendito Señor,
te consagro mi vida, y tuya es mi voz… 
y todo mi amor.
 Sandy Caldera
 Personalmente podemos descubrir la riqueza de la oración frente al Santísimo. 
¿Podríamos visitar el Santísimo en esta semana con nuestros hijos y explicarles 
con amor este Divino Misterio?
18
Oración final
 Te has quedado entre nosotros
Señor Jesús, te damos gracias porque te has quedado entre nosotros,
especialmente en las especies del pan y del vino.
Sabemos que estás ahí, vivo y presente,
que nos esperás para acompañarnos y alimentarnos
durante nuestra vida larga y llena de obstáculos.
Te valoramos profundamente; 
queremos servir como Vos serviste,
queremos donarnos como Vos te donaste.
Tu presencia eucarística es el principal alimento de nuestra fe,
y la humildad con que te has quedado entre nosotros
nos invita a encontrarte.
Amén.
19
3 Fragilidad y necesidad de Dios
Vengan a mí los que están afligidos y agobiados y yo los aliviaré.
Mateo ,28
 Reconocer con serenidad, la propia y constitutiva situación de debilidad 
personal. 
 Comprender que nuestras debilidades y miserias pueden ser ocasión 
para la obra de Dios.
 Descubrir la bondad de Dios y su gran misericordia de Padre.
 Acercarse a su misericordia para hallar la fortaleza que nos ayuda a ser 
cada vez mejores discípulos de Jesús.
 Reconocer la importancia de una conciencia “bien formada”.
 amos a...
Oración inicial
 Ven, Señor!
Aquí estamos, Señor, juntos como hermanos, 
buscando tu voluntad en nuestras vidas. 
Queremos conocerte y conocernos más y mejor. 
¡Ven, Señor! 
Ayúdanos a abrir el alma 
a la grandeza de tu amor paternal. 
¡Ven, Señor! 
Ayúdanos a reconocer nuestra pobreza y debilidad. 
Ayúdanos a aceptarlas con serenidad y confianza. 
¡Ven, Señor! 
Ayúdanos a reconocer con fe nuestros errores y faltas 
para que sean oportunidad de recibir tu misericordia 
y salvación. 
Ayúdanos a sentir la necesidad de tu perdón. 
¡Ven, Señor! 
Ayúdanos a aceptar nuestras limitaciones, 
para que también en nosotros se realice la victoria de tu gracia.
¡Ven, Señor! Amén.
 n el nombre del Padre y del Hijo y del spíritu Santo.Amén.
 NCU NTRO
20
Vemos y contemplamos
 Reflexionamos y compartimos desde nuestra vida:
– ¿Qué situaciones de conflicto, de pecado, de desamor, vivimos en nuestras vidas? 
– ¿A quién recurrimos para revertir estas situaciones que nos duelen y enferman? 
– ¿Qué actitudes humanas asumimos frente a estas realidades?
 scuchamos la Palabra de Dios
 Leemos el texto de la parábola del hijo pródigo que nos ayuda a comprender lo que sig-
nifica el alejamiento del amor tierno de Dios en nuestras vidas. 
El hijo pródigo
Me levantaré, iré a mi padre y le diré: 
—Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no me-
rezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno 
de tus jornaleros.
Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él 
todavía lejos, lo vio el padre y, conmovido, corrió, 
se echó a su cuello y lo besó efusivamente.
El hijo le dijo: 
—Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no me-
rezco ser llamado hijo tuyo.
Pero el padre dijo a sus siervos: 
—Traigan rápido el mejor vestido y vístanlo, pónganle un anillo en su mano y unas sandalias 
en los pies. Traigan el novillo cebado, mátenlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque 
este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.
Y comenzaron la fiesta.
 Lucas 15,18-24
En el fondo de cada pecado, de cada mal cometido, hay una desconfianza del amor mise-
ricordioso de Dios y una seducción a vivir como nosotros queremos, lo que lleva a poner 
en riesgo nuestra realización personal y nuestra felicidad. En definitiva, es no conocer el 
proyecto de amor de Dios en nuestras vidas y aceptarlo como camino seguro de salvación.
21
 eflexionamos y compartimos
 Después de leer el texto respondemos:
– ¿Cómo se sintió el hijo durante la historia?
–¿Cuándo nos comportamos como el hijo que se va? 
–¿Qué puede alejarnos de Dios para “hacer la nuestra”? 
– ¿Somos conscientes de que alejarnos del proyecto que Dios tiene para nosotros 
no nos permitirá alcanzar la felicidad que tanto ansiamos?
– ¿En qué circunstancias actuamos como el hijo que se queda?
– ¿Cómo recibe el padre al hijo que vuelve?
– ¿Somos conscientes de la infinita misericordia de nuestro Padre Dios, que, a 
pesar de habernos alejado tantas veces, nos espera con su amor?
Ampliamos y profundizamos
Un regalo de Dios
Nuestra vida es un don, un regalo de Dios. Y, por eso, es un misterio profundo y hermoso. 
Sin embargo no dejamos de ser conscientes de que también somos débiles y frágiles. Y a 
veces, afeamos y rebajamos la belleza con la que hemos sido creados. Incluso, llegamos a 
apartarnos de Él y sus caminos de salvación. 
Sin embargo, Él no desiste, no se asusta de nuestra debilidad y miseria. ¡Al contrario! Busca. 
Llama. Sana. Libera. Fortalece.
Comenzar de nuevo
Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. Al 
descubrir la grandeza del amor de Dios, nuestro corazón se 
estremece ante el horror y el peso del pecado y comienza a 
temer ofender a Dios y verse separado de Él.
 Catecismo de la Iglesia Católica 1432
Sabemos que todo pecado es una lejanía de Dios. 
Jesús expone la mentira, el pecado que hay en mí, no para con-
denarme sino para salvarme. 
El perdón de ios
Dios no se cansa nunca de perdonar; somos nosotros los que nos cansamos de acudir 
a su misericordia. Aquel que nos invita a perdonar setenta veces siete, nos da ejemplo. 
Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. 
Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos 
desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría.
 Papa Francisco
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Rezamos y celebramos
Frente al mal, el Salmo 103 nos ayuda a descubrir la bondad de Dios.
 Himno a la bondad de Dios
Bendice al Señor, alma mía, 
que todo mi ser bendiga 
a su santo Nombre; 
bendice al Señor, alma mía 
y nunca olvides sus beneficios.
Él perdona todas tus culpas 
y cura todas tus dolencias; 
rescata tu vida del sepulcro, 
te corona de amor y de ternura; 
Él colma tu vida de bienes 
y tu juventud se renueva 
como el águila.
El Señor es bondadoso y compasivo, 
lento para enojarse 
y de gran misericordia; 
no acusa de manera inapelable, 
ni guarda rencor eternamente; 
no nos trata según nuestros pecados 
ni nos paga conforme a nuestras culpas.
Cuanto se alza el cielo sobre la tierra, 
así de inmenso es su amor 
por los que le temen; 
cuanto dista el oriente de occidente, 
así aparta de nosotros nuestros pecados.
Como un padre cariñoso con sus hijos, 
así es cariñoso el Señor con sus fieles; 
Él conoce de qué estamos hechos, 
sabe muy bien que no somos más que polvo.
Pero el amor del Señor permanece para siempre, 
y su justicia llega hasta los hijos y los nietos
de los que le temen y observan su alianza, 
de los que recuerdan sus preceptos
y los cumplen. 
 Salmo 103
23
 Gracias, Señor
Te damos gracias, Señor, por tu amor y tu misericordia. 
Te damos gracias, porque nos abres los ojos 
para ver lo que no está bien en nosotros, 
porque nos amas tanto, nos comprendes tanto, 
que nuestra fragilidad y pecado no te alejan de nuestro lado;
al contrario: han logrado que tu Hijo viniera a este mundo 
para mostrarnos que solo él es camino, verdad y vida.
Te damos gracias, Señor, por el regalo de la Iglesia. 
Porque por medio de ella nos regalas el sacramento de la Reconciliación 
y te damos gracias por nuestros sacerdotes, instrumentos de tu perdón. 
Te pedimos, Señor, que aunque nosotros nos alejemos de Ti 
a causa de nuestra debilidad y pecado, 
Tú nunca te alejes de nosotros. 
Gracias, Señor, porque siempre nos escuchas. Amén.
Nos comprometemos
 Nos comprometemos a:
– Realizar un momento diario 
de oración pidiendo fortaleza 
para enfrentar las debilidades 
cotidianas y confianza al Señor 
para seguir adelante. 
– Recordar el compromiso del 
mes anterior de participar de 
la Eucaristía dominical, ya que 
ella es fuente de virtud y gracia.
Oración final
 Perdón
Amadísimo Jesús, te pido perdón por todos mis pecados
y por el dolor y las heridas que he causado a los demás con mis faltas de amor.
Te pido la gracia de evitar lastimarte otra vez.
Te pido la gracia de que crees en mí un corazón puro.
Renueva mi espíritu, devuélveme la alegría de la salvación.
Yo te glorifico y alabo, mi Señor; 
quiero ser digno de entrar en tu Reino para toda la eternidad.
Yo te amo, Jesús. Yo te necesito. Amén.
24
4 Jesús, salvador del hombre
No vine a juzgar al mundo sino a salvarlo.
Juan 2,47
 Encontrarnos con Jesús, el liberador de todas las ataduras humanas; el único 
camino posible para vivir en libertad y ayudar a los padres a descubrir que 
somos realmente libres cuando optamos por la propuesta de Jesús, quien 
nos salvó por medio de la cruz.
 Comprender que formamos parte de un plan de salvación y asumir la tarea 
de educar a nuestros hijos en la fe para que Dios pueda realizar el proyecto 
que tiene para ellos.
 Entender que la liberación y la salvación que el Reino de Dios trae consigo 
alcanzan a la persona humana en su dimensión tanto física como espiritual.
 Sentir el llamado a la conversión y a creer en el amor misericordioso de Dios.
 amos a...
Oración inicial
 En tu presencia
Aquí estamos, Señor, en tu presencia. 
Estamos felices de encontrarnos nuevamente con Vos 
y de compartir entre nosotros este momento de oración y reflexión.
Te damos gracias por tu bondad, por tu sabiduría; 
te damos gracias porque nos elegís a cada uno de nosotros 
como elegiste a cada uno de tus discípulos.
Te damos gracias porque nos liberás de nuestras esclavitudes, 
de nuestros afectos desordenados, de nuestros pecados,
de nuestros miedos, de nuestra soledad, de nuestro sin sentido; 
sos Vos el único que nos salva de la muerte y la condenación eterna.
Gracias, Señor, por tanto amor; 
gracias porque, en medio de nuestros sufrimientos y cruces, 
estás a nuestro lado para sostenernos, para aconsejarnos con tu Palabra, 
para confortarnos con tus sacramentos, para levantarnos con tu misericordia. 
Teamamos y te pedimos la gracia, para nosotros y para nuestra familia, 
de corresponder siempre a tu amor.
Que nuestra vida sea para aumentar tu gloria. Amén.
 NCU NTRO
2 
Vemos y contemplamos
 Reflexionamos y compartimos:
– Qué cosas me esclavizan?
– ¿Vicios o adicciones? (cigarrillo, alcohol, dinero, pornografía...)
– ¿Consumismo y materialismo? (auto, moto, plasma, ropa...)
– ¿Dependencia de la tecnología? (celular, internet...)
– ¿Pasiones desordenadas? (ira, pereza, gula, lujuria, soberbia, mal carácter, impaciencia, 
envidia, egoísmo...)
– ¿Deseos de ser aceptado por los demás, aunque eso signifique cambiar mi forma de 
pensar, de relacionarme, de vestirme?
– ¿Deseo o necesidad de estar acompañado a cualquier costo, con tal de no sentirme sola/o?
– ¿Personas de las que no puedo desprender o alejar, aunque no me hagan bien?
 scuchamos la Palabra de Dios
Nada nos separa del amor de ios
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? 
El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por 
todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase 
de favores? ¿Quién podrá acusar a los elegidos de 
Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién se atreverá 
a condenarlos? ¿Será acaso Jesucristo, el que 
murió, más aún, el que resucitó, y está a la 
derecha de Dios e intercede por nosotros? 
¿Quién podrá entonces separarnos del amor 
de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, 
la persecución, el hambre, la desnudez, los 
peligros, la espada? Como dice la Escritura: 
«Por tu causa somos entregados conti-
nuamente a la muerte; se nos considera 
como a ovejas destinadas al matadero.» 
Pero en todo esto obtenemos una am-
plia victoria, gracias a aquel que nos 
amó. Porque tengo la certeza de que 
ni la muerte ni la vida, ni los ángeles 
ni los principados, ni lo presente ni lo 
futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto 
ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá 
separarnos jamás del amor de Dios, manifestado 
en Cristo Jesús, nuestro Señor.
 Romanos 8,31-39
26
 eflexionamos y compartimos
 esús viene a salvarnos
Ante la realidad de pecado, Jesús viene 
a liberarnos de todo mal y toda esclavitud. 
Su amor infinito es capaz de hacernos 
hombres y mujeres nuevos, ya que el amor 
de Dios hace nuevas todas las cosas. 
Nuestra actitud será la de aceptar 
esta infinita misericordia, que supera 
todos nuestros cálculos. 
Jesús vino a darnos la verdadera libertad 
y salvación. Tenemos numerosas pruebas 
de ello en el Evangelio:
– ¿Vino a salvarnos de nuestras necesidades? ¡Sí! 
Mc 6,35-44 La multiplicación de los panes
– ¿Vino a salvarnos de nuestras enfermedades? ¡Sí!
Lc 7,1-10 La curación del siervo del centurión
Mc 1,40-45 La curación de un leproso
Mc 2,1-12 La curación de un paralítico
Mc 6,53-57 La curación de muchos enfermos
– ¿Vino a salvarnos de nuestras cegueras? ¡Sí! 
Mc 10,46-52 La curación de Bartimeo
Mt 23,24 Los guías ciegos que cuelan 
el mosquito y se tragan un camello
– ¿Vino a salvarnos de las catástrofes? ¡Sí!
Mc 6,45-52 La tempestad calmada
– ¿Vino a salvarnos de nuestros demonios? ¡Sí!
Lc 7,36-50 y Lc 4,31- 37
– ¿Vino a salvarnos de nuestros pecados? ¡Sí!
Lc 7,36-50: y Jn 8,1- 11 La mujer pecadora
– ¿Vino a salvarnos de la muerte? ¡Sí!
Jn 11,32-44 La resurrección de Lázaro
Mc 5,21- 43 La resurrección de la hija de Jairo
– ¿Vino a salvarnos de nuestra ignorancia? ¡Sí!
Mc 6,34 y Mc 7,17-18
27
Ampliamos y profundizamos
Jesús nos salva
¿Quiere decir que Jesús vino a hacer todos los milagros 
que nosotros creemos necesitar? ¿Quiere decir que Je-
sús nos va a ahorrar todos los sufrimientos, todas las 
enfermedades, todo el hambre, toda la injusticia, todos 
los miedos, todas las dudas, todas las traiciones, todas 
las soledades? ¡No!
Jesús nos salva asumiendo nuestra humanidad. Jesús nos 
salva enseñándonos a vivir en sintonía con la voluntad 
del Padre. Jesús nos salva dejándose clavar en la cruz. Y 
nos pide que colaboremos, con nuestro amor y nuestra 
libertad, para aliviar el hambre y las necesidades de los 
demás, enseñar al que no sabe, acompañar al que está solo, visitar al enfermo y al privado 
de libertad, ayudar al sufre, construir la paz.
Y aunque nosotros no necesitáramos ser salvados de nada –de ninguna enfermedad, de 
ninguna necesidad, de ningún pecado– Jesús tendría que haberse encarnado para salvarnos 
del sin sentido. Cristo es quien le da sentido a toda nuestra vida, le da sentido a la familia, al 
amor, al sacrificio, al sufrimiento, a la alegría, a la solidaridad, al perdón, al volver a empezar, 
a la castidad, a la pobreza, a la obediencia. Cristo le da sentido a todo.
El mejor milagro que le podemos pedir a Dios es que sepamos amar y aceptar su querer en 
nuestras vidas teniendo la certeza de que lo que Él permite en nuestras vidas siempre será 
para bien, aunque a veces tenga apariencia de mal o de castigo.
Rezamos y celebramos
 Agradecemos a Dios la libertad y la nueva vida que nos ha dado.
 Agradecemos el hacernos personas libres para que vivamos más felices. 
 Cada uno, en el silencio de su corazón, eleva una oración espontánea.
 Después meditamos y cantamos éjame nacer de nuevo. 
Nos comprometemos
Nos comprometemos a tener quince minutos de oración en familia antes de acostarse, para 
agradecer al Señor todas las bendiciones que recibieron durante el día y pedir su protec-
ción y misericordia, como también la determinación y perseverancia para luchar contra las 
cadenas que nos esclavizan.
Oración final 
 Hacemos una oración espontánea de agradecimiento a Dios por todas las maravillas de 
misericordia y libertad que nos da.
28
5 La Palabra como alimento de la familia cristiana
Y la Palabra se hizo carne.
Juan , 4
 Tomar conciencia de la centralidad que debe tener la Palabra de Dios en las 
familias cristianas como alimento espiritual que guía la vida cotidiana.
 Entender que, solo formándonos y estudiando la Palabra de Dios, podremos 
defender nuestra fe.
 Creer que, en la Palabra de Dios, coinciden verdad y amor.
 Madurar nuestra fe y convertirla en acción evangelizadora al servicio de 
nuestros hermanos.
 amos a...
Oración inicial
 Cantamos y meditamos Tu Palabra, de Marcela Gándara, o escuchamos Vida eterna, de 
Ricardo Montaner.
 Gracias por tu amor
Señor, te damos gracias por este nuevo encuentro,
por tu amor sin límites, por tu escucha atenta a nuestros ruegos. 
Hoy queremos agradecerte el regalo de la familia, 
y especialmente por la nuestra. 
Así como la mamá se ocupa de preparar el alimento cotidiano
tratando de hacerlo atractivo a la vista y al olfato, y a la vez nutritivo, 
para que sus hijos crezcan sanos y fuertes, 
de mejor modo Tú quieres alimentarnos con tu Palabra, 
tu Palabra que cumple lo que dice, tu Palabra que nos da vida, 
tu Palabra que, en la plenitud de los tiempos, se hizo carne: Jesucristo,
verdadera comida y verdadera bebida. 
Como los discípulos de Jesús, también hoy nosotros queremos pedirte: 
Señor, danos siempre de ese pan; 
que nunca nos falte el pan de tu Palabra, ni el pan de la Eucaristía; 
que nunca nos falte el pan de tu amor, de tu alegría y de tu misericordia. 
Concédenos la gracia de saber alimentar a nuestras familias con el verdadero pan, 
con el pan que no se pone duro ni se enmohece, con el pan que se parte y se reparte, con 
el pan de la generosidad, con el pan de tu amistad. 
Gracias, Señor, porque nos escuchas. Amén.
 NCU NTRO
29
Vemos y contemplamos
 Tomamos la Biblia en nuestras manos.
 Reflexionamos y compartimos:
– ¿Hemos descubierto la riqueza que es tener en un libro lo que Dios quiere decirnos?
– ¿Somos conscientes de que tenemos aquí lo que Dios nos comunica?
 scuchamos la Palabra de Dios
Parábola del sembrador
Entonces Jesús les habló extensamente 
por medio de parábolas. Les decía: 
–El sembrador salió a sembrar. Al es-
parcir las semillas, algunas cayeron 
al borde del camino y los pájaros las 
comieron. Otras cayeron en terreno pe-
dregoso, donde no había mucha tierra,y brotaron en seguida, porque la tierra 
era poco profunda; pero cuando salió 
el sol, se quemaron y, por falta de raíz, 
se secaron. Otras cayeron entre espi-
nas, y estas, al crecer, las ahogaron. 
Otras cayeron en tierra buena y dieron 
fruto: unas cien, otras sesenta, otras 
treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!
Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra 
del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en 
su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino. El que la recibe en terreno 
pedregoso es el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero 
no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una tribulación o 
una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe. El que recibe la semilla 
entre espinas es el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y 
la seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto. Y el que la recibe en tierra 
fértil es el hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien, 
ya sesenta, ya treinta por uno.
 Mateo 13,3-9.18-23
Fecundidad de la Palabra
Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la 
tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el 
pan al que come; así sucede con la palabra que sale de mi boca, ella no vuelve a mí estéril, 
sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé.
 Isaías 55,10-11 
30
 eflexionamos y compartimos
¿Qué me dice la Palabra? 
 En la presencia de Dios, en una lectura reposada del texto, es bueno 
preguntar, por ejemplo:
– Señor, ¿qué me dice a mí este texto?
– ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje?
– ¿Qué me molesta en este texto? ¿Por qué esto no me interesa?
– ¿Qué me agrada? ¿Qué me estimula de esta Palabra?
– ¿Qué me atrae? ¿Por qué me atrae?
¿Me atrae la Palabra? 
Cuando uno intenta escuchar al Señor, suele haber tentaciones. Una de ellas 
es simplemente sentirse molesto o abrumado y cerrarse; otra tentación muy 
común es comenzar a pensar lo que el texto dice a otros, para evitar aplicarlo 
a la propia vida. También sucede que uno comienza a buscar excusas que le 
permitan diluir el mensaje específico de un texto. Otras veces pensamos que 
Dios nos exige una decisión demasiado grande que no estamos todavía en 
condiciones de tomar. Esto lleva a muchas personas a perder el gozo en su 
encuentro con la Palabra, pero sería olvidar que nadie es más paciente que el 
Padre Dios, que nadie comprende y espera como Él (EG 153).
– ¿Me siento atraído por la lectura de la Palabra de Dios?
– ¿Soy dócil a su mensaje?
– ¿Me dejo conducir por su Palabra, o prefiero hacer mi voluntad adaptándola 
a mis intereses y a mi comodidad?
– Pensemos entre todos: ¿De qué manera puedo disfrutar más de la Palabra de 
Dios y hacerla fructificar en mi vida cotidiana? ¿Cómo pongo en práctica la 
Palabra de Dios en mi ambiente familiar y de trabajo?
– ¿Es posible una vida coherente con el Evangelio? ¿Cómo hago para vivir de 
acuerdo a lo que creo?
Ampliamos y profundizamos
La Palabra celebrada
Escribe el Papa Francisco sobre la Palabra: cómo nos refuerza y alimenta.
La Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la Eucaristía, alimenta y re-
fuerza interiormente a los cristianos y los vuelve capaces de un auténtico testimonio 
evangélico en la vida cotidiana. Ya hemos superado aquella vieja contraposición entre 
Palabra y sacramento. La Palabra proclamada, viva y eficaz, prepara la recepción del 
sacramento, y en el sacramento esa Palabra alcanza su máxima eficacia.
 vangelii gaudium 174
31
Dios se revela
La Constitución Dogmática ei Verbum dice:
 Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a sí mismo y manifestar el misterio 
de su voluntad: por Cristo, la Palabra hecha carne; y con el Espíritu Santo, los hombres 
pueden llegar al Padre y participar de la naturaleza divina. En esta revelación, el Dios 
invisible, movido de amor, habla a los hombres como amigos, trata con ellos, para 
invitarlos y recibirlos en su compañía (n. 2).
 Dios habló a nuestros padres en distintas ocasiones y de muchas maneras por los profetas. 
Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo. Pues envió a su Hijo, la Palabra 
eterna, que alumbra a todo hombre, para que habitara entre los hombres y les contara 
la intimidad de Dios. Jesucristo, Palabra hecha carne, hombre enviado a los hombres, 
habla las palabras de Dios y realiza la obra de salvación que el Padre le encargó (n. 4).
 La Iglesia, esposa de la Palabra hecha carne, instruida por el Espíritu Santo, procura 
comprender cada vez más profundamente la Escritura para alimentar constantemen-
te a sus hijos con la Palabra de Dios, por eso fomenta el estudio de los Padres de la 
Iglesia, y el estudio de la liturgia… de manera que se multipliquen los ministros de la 
Palabra capaces de ofrecer al pueblo de Dios el alimento de la Escritura, que alumbre 
el entendimiento, confirme la voluntad y encienda el corazón en el amor a Dios (n. 23).
Alimentados con la Palabra
Toda la Sagrada Escritura es una mesa abundantemente servida. “Con manjares suculentos, 
con vinos añejados” nos alimenta, nos conforta, nos consuela, nos instruye, nos educa, nos 
muestra la voluntad de Dios en nuestras vidas, nos habla de alegría, de perdón; nos invita al 
canto, a la alabanza, a la acción de gracias; nos fortalece, nos anima a pedir con confianza; 
nos abre a la esperanza, nos fortalece para asumir la cruz de cada día.
San Jerónimo decía sobre la actitud que se debe tener respecto a la Eucaristía y la Palabra 
de Dios:
32
El Evangelio es el Cuerpo de Cristo
Nosotros leemos las Sagradas Escrituras. Yo pienso que el Evangelio es el Cuerpo de 
Cristo; yo pienso que las Sagradas Escrituras son su enseñanza. Y cuando Él dice: “quien 
come mi carne y bebe mi sangre” ( Jn 6,53), aunque estas palabras puedan entenderse 
como referidas al misterio eucarístico, sin embargo, el cuerpo de Cristo y su sangre es 
realmente la palabra de la Escritura, es la enseñanza de Dios. Cuando acudimos a la 
Eucaristía, si cae una partícula, nos sentimos perdidos. Y cuando estamos escuchando 
la Palabra de Dios, y se nos vierte en el oído la Palabra de Dios y la carne y la sangre de 
Cristo, mientras que nosotros estamos pensando en otra cosa ¿Cuántos graves peligros 
corremos? Que dicho más brevemente significa: cuando no escuchamos la Palabra, es 
como si la hostia cayera al piso y fuera pisoteada.
Cristo está presente
Cristo, realmente presente en las especies del pan y el vino, está presente también, en la 
Palabra proclamada en la Liturgia, en las celebraciones donde se reúne la comunidad.
El Papa Francisco dice también en su Exhortación Apostólica Evangelii gaudium la necesi-
dad de acercarnos a la Palabra. Más adelante continúa haciendo referencia a la alegría que 
produce el Evangelio.
El Evangelio, donde deslumbra gloriosa cruz de Cristo, invita insistentemente a la ale-
gría. ¿Por qué no entrar también nosotros en ese río de alegría?
La alegría del Evangelio es para todo el pueblo; no puede excluir a nadie. Así se lo anun-
cia el ángel a los pastores de Belén: «No teman, porque les traigo una Buena Noticia, 
una gran alegría para todo el pueblo» (Lc 2,10).
 vangelii gaudium 5 y 23
Este acercamiento a la Palabra también es para todas las familias. San Pedro dice: 
Como niños recién nacidos, deseen la leche pura de la Palabra, que los hará crecer para 
la salvación.
 1 Pedro 2,2
La Palabra en el silencio
Destacada importancia y maravillo-
sa tarea tienen las mujeres cristia-
nas, las madres cristianas. María, 
la Madre de Jesús, se preocupó de 
proveer con lo mejor que tenía a su 
Hijo y a su esposo, pero no solo las 
necesidades materiales: alimento, 
vestido, limpieza, cobijo. Se dedicó 
en el silencio a escuchar a Dios; se 
dispusoa conocer y cumplir el de-
seo de Dios, para ella, para su Hijo, 
para su esposo.
33
Nuestro tiempo no favorece el recogimiento. Tantas cosas buenas (televisión, celular, inter-
net, música), con su uso exagerado, no ayudan al silencio, la escucha, el diálogo.
La Palabra solo puede ser pronunciada y oída en el silencio exterior e interior. María “escuchaba 
y guardaba esas cosas en su corazón”. La tradición de la Iglesia enseña que los misterios de 
Cristo están unidos al silencio, y solo en él la Palabra puede encontrar morada en nosotros, 
como ocurrió en María, mujer de la Palabra y del silencio inseparablemente (Cfr. VD 66).
El Papa Benedicto escribió sobre la importancia de la familia en la educación y en la 
catequesis 
El papel indispensable de las mujeres en la familia, la educación, la catequesis y la 
trasmisión de los valores. En efecto, ellas saben suscitar la escucha de La Palabra, la 
relación personal con Dios, y comunicar el sentido del perdón y del compartir evangé-
lico, así como ser portadoras de amor, maestras de la misericordia y constructoras de 
paz, comunicadoras de calor y humanidad en un mundo que valora a las personas con 
demasiada frecuencia según los criterios fríos de explotación y ganancia.
 Verbum Domini 85
Nos comprometemos
 Nos comprometemos a:
– Meditar durante la semana el Evangelio 
proclamado en la misa del domingo 
anterior y a compartirlo con la familia.
– Traer, para el próximo encuentro, una 
oración que les guste acerca de la fa-
milia.
Oración final 
 Gracias porque nos hablas
Gracias, Señor, porque eres un Dios vivo, 
porque nos hablas, nos escuchas, nos miras con amor. 
Gracias por tu Palabra que nos enseña, nos protege y nos alimenta. 
Gracias por tu Palabra que llena de sentido nuestras vidas. 
Te pedimos la luz del Espíritu Santo para educar a nuestros hijos 
en el amor y la obediencia a Jesús, Palabra encarnada.
Que sepamos enseñarles a gustar y ver la dulzura 
y la sabiduría que brota de la Sagrada Escritura.
Danos la determinación y la entrega necesarias 
para cumplir lo que nos pediste: 
«Vayan y anuncien el Evangelio.» 
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.
34
6 Jesucristo, centro de la vida de la familia
Y yo estoy siempre con ustedes 
hasta el fin del mundo.
Mateo 28,20b
 Descubrir que, para que la vida familiar se desarrolle sana y feliz, es 
imperioso que Jesús sea invitado a participar de la vida familiar (sea tenido 
en cuenta en las decisiones a tomar; sea alabado en los cumpleaños; esté 
presente en la bendición de la mesa; se le pida ayuda en las dificultades; se 
le diga racias por todo lo que nos regala a diario...)
 Comprender la importancia de que Dios sea el centro del hogar para que las 
relaciones familiares se construyan y crezcan en el amor, el respeto mutuo, la 
paz y la alegría.
 Santificar la familia día a día con un cariño auténtico.
 Ejercitar en la familia las virtudes cristianas de fe, esperanza y caridad, y luego 
prudencia, lealtad, sinceridad, humildad, trabajo, alegría...
 amos a...
Oración inicial
 Oración a la Sagrada Familia
Te agradecemos, Señor, este tiempo de gracia que nos regalás; 
por estar junto a nosotros: en este espacio, con estos hermanos, 
en esta situación que hoy nos toca vivir, en mi familia. 
Te damos gracias porque nunca nos abandonás, 
porque te quedás en medio nuestro. 
Hoy queremos pedirte que nos enseñes a ponerte en el centro de nuestras vidas, 
en el lugar de privilegio. 
Sin Vos, nuestra vida pierde sentido, pierde trascendencia.
Con Vos, retomamos el camino, renovamos nuestra esperanza, 
seguimos amando, perdonando, valoramos todo lo bueno que nos ofrecés cada día. 
Vos, hablando o callando, sos el que sostiene y guía nuestra familia. 
Así como María y José te pusieron en el centro de sus vidas, 
hoy nosotros queremos hacer lo mismo.
Sagrada familia de Nazaret, ruega por nosotros.
Amén. 
 NCU NTRO
3 
Vemos y contemplamos
 Contemplamos la presencia de Jesús entre nosotros 
y conversamos:
– ¿Siento la presencia amorosa de Jesús en todos los 
momentos de mi vida?
– Si soy cristiano, ¿por qué algunas veces me visita 
ese sentimiento de soledad que me entristece? 
– ¿Tengo siempre presente la necesidad que los demás 
tienen, de nutrirse de mi alegría cristiana?
– Si soy consciente de su presencia constante en 
nuestras vidas, ¿me preocupo por irradiar a Cristo 
contagiando alegría, esperanza, consuelo?
 scuchamos la Palabra de Dios
Jesús nos da su Espíritu
Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se 
postraron delante de Él; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: 
– Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos 
sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 
y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes 
hasta el fin del mundo. 
 Mateo 28,16-20
El Espíritu de la verdad
Y yo rogaré al Padre, y él les dará 
otro Paráclito para que esté siempre 
con ustedes: el Espíritu de la verdad, 
a quien el mundo no puede recibir, 
porque no lo ve ni lo conoce. Uste-
des, en cambio, lo conocen, porque 
él permanece con ustedes y estará 
en ustedes. No los dejaré huérfanos, 
volveré a ustedes.
 Juan 14,16-18
36
 eflexionamos y compartimos
La alegría cristiana
 Distribuidos en grupos de forma espontánea, buscamos las siguientes citas 
en el Evangelio y las reflexionamos y compartimos: 
– “Para que en ustedes esté mi alegría, y la alegría de ustedes sea perfecta” (Jn 
15,11).
– “Que la paz de Cristo triunfe en sus corazones” (Col 3,15).
– “Gloria a Dios en lo más alto de los cielos, y paz en la tierra a los hombres de 
buena voluntad” (Lc 2,14).
 Respondemos
– ¿Cómo definimos la alegría cristiana?
– ¿Qué aspectos de nuestra familia debemos trabajar más profundamente para 
que la alegría cristiana se manifieste más en ella?
– ¿Ayudamos a nuestros niños, desde muy pequeños, a descubrir sus dones y 
capacidades para que puedan discernir su verdadera vocación a través de la cual 
servirán a los demás?
– ¿Es Cristo el centro de nuestra familia?
Ampliamos y profundizamos
La familia
La familia atraviesa una crisis cultural profunda, como todas las comunidades y vínculos 
sociales. En el caso de la familia, la fragilidad de los vínculos se vuelve especialmente 
grave porque se trata de la célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a 
convivir en la diferencia y a pertenecer a otros, y donde los padres transmiten la fe a sus 
hijos. El matrimonio tiende a ser visto como una mera forma de gratificación afectiva 
que puede constituirse de cualquier manera y modificarse de acuerdo a la sensibilidad 
de cada uno. Pero el aporte indispensable del matrimonio a la sociedad supera el nivel 
de la emotividad y el de las necesidades circunstanciales de la pareja. Como dicen los 
Obispos franceses, no procede «del sentimiento amoroso, efímero por definición, sino 
de la profundidad del compromiso asumido por los esposos que aceptan entrar en una 
unión de vida total.» El individualismo posmoderno y globalizado favorece un estilo de 
vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas y que 
desnaturaliza los vínculos familiares.
 Papa Francisco, vangelii gaudium 66-67
El desafío de la vida en familia
Es sabido que la vida en familia es un desafío. Valores que cambian, horarios sobrecargados, 
exceso de informaciones, presiones culturales y económicas, todo hace difícil formar una 
familia actualmente. Sin embargo, no hay nada tan importante como la familia, porque en 
ella nos formamos hasta ser lo que somos. 
37
Nuestras características particulares, talentos personales y capacidades pueden ser en-
cauzados y estimulados de muchas maneras dentro de la estructura familiar pero también 
pueden ser ignorados o reprimidos. Además, en la familia aprendemos a amarnosa nosotros 
mismos, a los demás y a Dios.
El Espíritu asiste a la familia
Cada familia es la consecuencia única de innumerables elecciones llevadas a cabo durante 
generaciones y generaciones. Por eso, es tan importante pedir la asistencia del Espíritu 
Santo: en el noviazgo, para que me muestre si es el hombre o la mujer que Dios quiere para 
mí; si ya estoy casado, para que me ayude a crecer en el amor, la fidelidad, el perdón; si me 
separé, para que me regale la luz y la sabiduría para que mis hijos se desarrollen seguros y 
amados a pesar de que sus padres no están juntos.
Si ponemos a Jesús en el centro, podemos, a pesar de las pruebas, 
celebrar el especial milagro de ser una familia única.
Las familias se reúnen para celebrar fiestas, cumpleaños, aniversarios, acontecimientos 
extraordinarios. Las familias cambian: se mudan, celebran la llegada de nuevos miembros, 
se afligen con la pérdida de los que parten. Es necesario admitir las expresiones de tristeza, 
decepción, enojo y hablar sobre el modo de cómo adaptarse a la nueva situación. Recuerda: 
la familia que cambia unida, crece unida.
Si invitamos a Jesús a ser parte de nuestra familia, 
él la fortalecerá y animará.
La comunicación en familia
Es necesario tomarse tiempo en las reunio-
nes familiares, en las comidas y en conver-
saciones privadas, para hablar, escuchar y 
comprender. La comunicación acrecienta 
la confianza y la confianza la unión.
Jesús siempre se tomaba un tiempo para 
estar a solas con sus discípulos, para escu-
charlos, para preguntarles (Ver Mt 13,10-11; 
13,36; 16,13-15; 17,1)
 Fortalece la fe de tu familia haciendo 
oración: la misa del domingo, la bendición 
de la mesa, oraciones espontáneas en 
momentos de temor, tristeza o alegría. 
La oración en familia transforma los co-
razones, cura las heridas y restablece la 
paz. Recordamos una clásica frase que 
dice que la familia que reza unida per-
manece unida.
 Las manifestaciones de cariño calan hon-
do, llegan hasta el alma. Una sonrisa, 
un abrazo, un beso antes de acostarse, 
38
una caricia, infunden seguridad, dan ánimo y reconfortan. El contacto dice “Te quiero” 
de innumerables maneras. Los gestos sencillos de amor: antes de salir al trabajo y a la 
escuela, al regresar al hogar después de una jornada llena de actividades, pueden llegar 
directo al corazón, dibujar una sonrisa y alentar el espíritu. Eso le agrada a Jesús, que nos 
invita a amar siempre.
 Los errores, malentendidos y decepciones son muy frecuentes en la vida familiar. Es nece-
sario ser tolerante y paciente. La vida en familia proporciona grandes oportunidades para 
perdonar y ser perdonado. Si estalló la ira y quedan heridos los sentimientos, es bueno 
decir: “lo siento” o “te perdono”. Así darás una nueva oportunidad al amor.
 Una vez Pedro le preguntó al Señor cuántas veces debía perdonar a su hermano. Jesús le 
respondió: setenta veces siete; o sea, siempre (Ver Mt 18,21-22).
 Es muy bueno cultivar el asombro observando las maravillas que Dios creó: la variedad de 
colores y aromas de las flores y animales; la belleza del arco iris; el murmullo de un arroyo; 
la majestad de una montaña; la bondad de las personas; los delicados hilos de una telaraña. 
Todo eso hace brotar la admiración y nos provoca verdadera oración y reverencia a la sabi-
duría de Dios. (Ver Mt 6,26 “Vean las aves del cielo”; Mt 6,28-29 “Vean los lirios del campo”.)
 El tiempo que cada uno pasa por su cuenta es tan importante como el que se pasa en 
familia. Procura que tus familiares dispongan de un tiempo para estar a solas consigo 
mismos y con Dios. La soledad serena la mente y enriquece el alma, dando luego un 
sentido más profundo al tiempo que se pasa juntos. Jesús también buscaba momentos 
de soledad (Ver Mt 14,13).
 Abre tu hogar a los viejos amigos y también a los nuevos. Aumentarán tus conocimientos, 
pondrán a prueba tus prejuicios y te proporcionarán momentos llenos de alegrías. La Sa-
grada Escritura dice: “Quien ha encontrado un amigo, ha encontrado un tesoro.” Procura 
que tu familia acepte y celebre la variedad de nuestra “familia mundial”. La intolerancia, 
la discriminación, el fanatismo, la hostilidad y el temor a las diferencias, se aprenden o 
previenen en el seno de la familia.
 Adaptado de Kass Dotterweich, Saber vivir en familia, San Pablo
Rezamos y celebramos
 Dios regaló al mundo la familia. Dios quiere ha-
bitar en el corazón de tu familia. Si Jesús vive en 
tu familia, la vida familiar es mucho mejor. No lo 
dejes afuera. 
 Rezamos juntos la Oración por la familia.
Nos comprometemos
A incluir a Jesús cada vez más en la vida familiar por 
medio de una oración, de un consejo cristiano, de un 
acto de caridad hacia algún familiar, la visita a algún 
abuelo o tío que esté solo, a celebrar juntos como 
familia la misa del domingo...
39
Oración final 
 Oración por la familia
A Cristo, a María y a José encomiendo cada familia.
Que san José, hombre justo, trabajador incansable, 
custodio integérrimo de los tesoros a él confiados,
las guarde, proteja e ilumine siempre. 
Que la Virgen María, como es Madre de la Iglesia, 
sea también Madre de la «Iglesia doméstica»
 y, gracias a su ayuda materna, 
cada familia cristiana pueda llegar a ser 
verdaderamente una “pequeña Iglesia” 
en la que se refleje y reviva 
el misterio de la Iglesia de Cristo. 
Sea ella servidora del Señor, 
ejemplo de acogida humilde 
y generosa de la voluntad de Dios; 
sea ella Madre dolorosa 
a los pies de la cruz, 
la que alivie los sufrimientos 
y enjugue las lágrimas de cuantos sufren 
por las dificultades de sus familias. 
Que Cristo Señor, Rey del universo, 
Rey de las familias, 
esté presente, como en Caná, 
en cada hogar cristiano 
para dar luz, serenidad y fortaleza. 
A él pido que cada familia sepa dar 
generosamente su aportación original 
para la venida de su Reino al mundo, 
«Reino de verdad y de vida, 
Reino de santidad y de gracia, 
Reino de justicia, de amor y de paz» 
hacia el cual está caminando la historia.
 Juan Pablo II, 
Familiaris consortio
40
7 La oración en familia
Señor, enséñanos a orar.
Mateo 28,20b
 Conocer qué significa orar. 
 Tomar conciencia del importante rol de la familia como escuela de 
oración.
 Aprender a asumir nuestro rol de primeros evangelizadores de nuestros 
hijos.
 Entender que la oración privada es fundamental en la vida de piedad de 
todo católico.
 Ayudar a los padres a descubrir el valor de la oración en familia y a 
confiar en las bendiciones que Dios derrama cuando la familia ora unida.
 amos a...
Oración inicial
 Señor, enséñanos a orar
Aquí estamos, Señor, en tu presencia.
Te amamos, necesitamos tu auxilio y fortaleza.
En este encuentro te pedimos la gracia de aprender a orar
 para pedir lo que nos conviene, lo que te agrada, lo que es justo.
«Señor, enséñanos a orar», dijeron tus discípulos. 
Enséñanos a bendecirte, a alabarte, a darte gracias; 
enséñanos a orar para que tu voluntad 
se cumpla en nuestras vidas, 
y para no perdernos en nuestros caprichos 
o falsas necesidades. 
Ayúdanos a descubrir qué es lo que quieres decirnos 
por medio de la oración. 
Enséñanos a confiar en tu Providencia amorosa 
que no desampara, que no se olvida.
Que nuestra vida y la de nuestros hijos
sea una oración que suba hasta ti y que descanse en ti. 
Amén.
 NCU NTRO
41
Vemos y contemplamos
 Observamos las imágenes y nos preguntamos.
– ¿Rezo en casa? 
– ¿Me avergüenza rezar en familia, bendecir la mesa? 
– ¿Hablo con mi familia de lo que es agradable o no a los ojos de Dios? 
– ¿Tengo imágenes religiosas, mis hijos me ven besar la cruz de Cristo o a la Virgen? 
– ¿Tomo con amor, con ternura, la Biblia, o es un libro más en la biblioteca?
 scuchamos la Palabra de Dios
 Tomamos nuestras Biblias y leemos el texto del Evangelio.
Jesús enseña a orar
Cuando oren digan:
Padre, santificado sea tu nombre; venga tu Reino; 
danos cada día el pan que necesitamos.
 Ver Lucas 11,1-13
 eflexionamos y compartimos
–¿Cómo rezamos (solos, en familia, en la Iglesia…)?
– ¿Rezamos con la Biblia? ¿Cómo?
– ¿Rezamos con las oraciones (Padrenuestro, Avemaría…)?
 
42
Ampliamos y profundizamos
La oración
Santa Teresa decía: “Orar es tratar de amistad frecuente estando a solas con Aquel que nos 
ama”. 
También lo afirma el papa Francisco:
Uno solo le dedica un tiempo gratuito y sin prisa a las personas que ama; y aquí se trata 
de amar a Dios que ha querido hablar. A partir de ese amor, uno puede detenerse el 
tiempo que sea necesario, con una actitud de discípulo: “Habla, Señor, que tu siervo 
escucha” (1 Sam 3,9).
 vangelii gaudium 146
La oración surge del corazón del hombre, es el lugar del encuentro con Dios. Si vivimos 
alejados o peleados con Dios, se nos hace difícil orar. 
Dios es quien primero llama al hombre. Ya sea que el hombre lo olvide, o se esconda lejos 
de su rostro, o corra detrás de sus ídolos, o acuse a Dios de haberlo abandonado, el amor 
tierno y misericordioso de Dios llama incansablemente a cada persona al encuentro con Él 
mismo. Este encuentro misterioso se da en la oración y de manera plena en la celebración 
de la Eucaristía. Al Dios fiel y cercano se lo escucha en un clima de silencio y oración. Este 
encuentro entre Dios y el hombre en la oración es un llamado recíproco, un hondo aconte-
cimiento de alianza, un encuentro de los que se aman.
Jesús se retiraba a la montaña y oraba a solas con su Padre. De ahí surge la oración del 
padrenuestro, modelo de toda oración. Ahora, con Jesús, podemos llamar a Dios diciéndole 
“Padre”.
Los padres enseñan a rezar
En virtud de su dignidad y misión, los padres cristianos tienen el deber específico de educar 
a sus hijos en la oración, de introducirlos progresivamente al descubrimiento del misterio 
de Dios y del diálogo personal con Él. Elemento fundamental e insustituible de la educación 
a la oración es el ejemplo concreto, el testimonio vivo de los padres; solo orando junto con 
sus hijos, el padre y la madre, mientras ejercen su propio sacerdocio real, calan profunda-
mente en el corazón de sus hijos dejando huellas que los acontecimientos posteriores de 
la vida no lograrán borrar. 
El papa Pablo VI se dirigió a las madres y padres con estas palabras: 
Madres, ¿enseñan a sus niños las oraciones del cristiano? ¿Preparan, de acuerdo con los 
sacerdotes, a sus hijos para los sacramentos de la primera edad: confesión, comunión, 
confirmación? ¿Los acostumbran, si están enfermos, a pensar en Cristo que sufre? ¿A 
invocar la ayuda de la Virgen y de los santos? ¿Rezan el rosario en familia? Y ustedes, 
padres, ¿Saben rezar con sus hijos, con toda la comunidad doméstica, al menos alguna 
vez? Su ejemplo, en la rectitud del pensamiento y de la acción, apoyado por alguna 
oración común, vale una lección de vida, vale un acto de culto de un mérito singular: 
llevan de este modo la paz al interior su hogar.
43
Jesús enseña a orar
Cuando Jesús terminó de orar con su Padre, uno de sus discípulos le dijo: “Maestro, en-
séñanos a orar”. Es sobre todo al contemplar a su Maestro en oración cuando el discípulo 
de Cristo desea orar. Es entonces que aprendemos mirando al Maestro de oración, ya que, 
contemplando y escuchando Jesús, modelos de oración, nuestros hijos aprenden a rezar. 
Es también mirando a sus padres que los hijos aprenden a rezar.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos describe la manera de rezar de Jesús:
• Jesús se retira con frecuencia en soledad a orar: Mc 1,35; 6,46; Lc 5,16.
• Jesús ora en los momentos decisivos de su vida: Antes de su bautismo, Jesús ora: Lc 
3,21. En su transfiguración, ora: Lc 9,28. Antes de su Pasión, ora: Lc 22,39- 46. Reza 
antes de elegir y llamar a los Doce: Lc 6,12.
• Jesús busca siempre cumplir la voluntad del Padre: Lc 22,42.
• Jesús nos enseña a orar por los enemigos y por los que nos persiguen: Mt 5,44-45.
• Nos enseña a orar con humildad: Mt 6,5.
• A orar al Padre en lo secreto (Mt 6,6) y a no gastar muchas palabras: Mt 6,7.
• Nos enseña la oración del Padrenuestro: Mt 6,9- 14.
• A perdonar desde el fondo del corazón al orar: Mt 6,14- 15; Mc 11,25.
• Jesús nos enseña a orar con confianza: Mc 9,23; Mc 11,24; Mt 21,22. 
• Jesús nos enseña que Dios siempre nos escucha: Jn 4,41- 42.
• Jesús intercede con la oración: Ora por Pedro para que no desfallezca en la tentación: 
Lc 22,32. Ora por sus discípulos: Jn 17,9- 11. Ora por nosotros: Jn 17,20. Jesús ora para 
que Dios nos envíe el Espíritu Santo: Jn 14,16.
La ectio divina
Siendo la oración tan importante en la vida del cristiano, la Iglesia recomienda orar con la 
Palabra y propone practicar la lectura orante de la Palabra o lectio divina. El Papa Francisco, 
en su exhortación Evangelii gaudium (152-153), nos enseña los pasos a seguir.
1. Preparación
Pedir al Espíritu Santo que disponga 
nuestro corazón para escuchar 
y entender lo que el Señor me quiere 
decir hoy a través de este texto.
2. Lectura
Leer el texto bíblico y preguntar: 
¿Qué dice el texto? Para eso reflexiono 
sobre el mensaje principal del texto, 
los personajes, el ambiente, el contexto literario 
(leer un poco antes y un poco después del texto elegido).
44
3. Meditación y oración
¿Qué me dice a mí el texto? Es bueno preguntarle 
al Señor: ¿Qué querés cambiar de mi vida con 
este mensaje? ¿Qué me molesta en este texto? 
¿Por qué me molesta? ¿Por qué esto no me interesa? 
O bien: ¿Qué me agrada? ¿Qué me estimula 
en esta Palabra? ¿Qué me atrae? ¿Por qué me atrae? 
Y aquí hay que tener en cuenta que, cuando uno intenta 
escuchar al Señor, suele haber tentaciones: 
puedo sentirme molesto, abrumado, cerrarme, 
buscar excusas; en lugar de pensar lo que el texto 
me dice a mí, busco aplicarlo en otros. 
Hay que recordar que Dios simplemente, quiere 
que miremos con sinceridad la propia existencia 
y la presentemos sin mentiras ante sus ojos, 
que estemos dispuestos a seguir creciendo 
y que le pidamos a Él lo que todavía 
no podemos lograr. 
4. Acción
¿Qué le respondo? ¿Cómo aplico el texto a mi vida? 
¿Qué debo cambiar? ¿Cómo debe ser mi actuar 
de ahora en adelante?
Rezamos y celebramos
 Como respuesta a la Palabra de Dios de hoy, hagamos una oración espontánea, ya sea 
de pedido, de agradecimiento o de alabanza.
 Después rezamos juntos: 
 Gracias p0r tu Palabra
Gracias, Señor, por tu Palabra purificadora, 
que ilumina, alimenta, enriquece, 
alegra, consuela y compromete. 
Enséñame a rezar con tu Palabra, Señor,
y concédeme vivir conforme a ella. Amén.
4 
Nos comprometemos
Nos comprometemos a practicar la lectio divina en familia, o personalmente, con el Evan-
gelio de la misa del domingo siguiente. 
Oración final
 Anda conmigo
Dios, dame fe el día de hoy para seguir adelante.
Dame grandeza de espíritu para perdonar.
Dame paciencia para comprender y esperar.
Dame voluntad para no caer.
Dame fuerza para levantarme si caído estoy.
Dame amor para dar. 
Dame lo que necesito y no lo que quiero.
Dame elocuencia para decir lo que debo decir.
Haz que yo sea el mejor ejemplo para mis hijos.
Haz que yo sea el mejor amigo de mis amigos.
Haz de mí un instrumento de tu voluntad.
Hazme fuerte para recibir los golpes que me da la vida.
Déjame saber qué es lo que tú quieres de mí.
Déjame tu paz para compartirla con quien no la tenga.
Por último, anda conmigo y déjame saber que así es. 
Amén.
46
8 La familia, expresión del amor de Dios
Ámense los unos a los otros 
como yo los he amado. 
Juan 3,34
 Descubrir que la familia es el ámbito privilegiado donde se aprende a vivir 
y a testimoniar el verdadero amor, que es compartido, desinteresado y 
entregado.
 (Para los que tienen el sacramento del Matrimonio) Reafirmar las promesas 
matrimoniales considerando al diálogo como punto de encuentro para 
educar a nuestros hijos en sintonía con el Evangelio.
 Descubrir cuál es la propuesta del Evangelio para la felicidad en el hogar.
 (Para los que tienen un compromiso de vida en pareja:) Empezar a construir

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