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FOLLETO DE ACTUALIDAD SOBRE EL CATOLICISMO ROMANO A TRAVES DE LOS SIGLOS : HASTA NUESTROS DIAS : POR J- R* ISUIQUE EDW. E. MUECRE 19 17. Folleto de Actualidad EL C A T O L I C I S M O ROMANO a través de la historia Para hacer ufi estudio de la formación del ca- tolicismo romano y sus tendencias en el concierto de los pueblos occidentales, es conveniente i nece- sario echar una mirada retrospectiva, aunque sea rnui a la lijera, a los primeros días de la evolución cristiana. En los albores del siglo I de nuestra era vul- gar, se esparcía por la ciudad eterna del continen- te europeo, una secta, compuesta de individuos que predicaban una relijión desconocida pa ra el paganismo reinante de aquella época, con ciertas tendencias subversivas, que a larmaron el orden público i las costumbres establecidas. Es ta nueva secta, se presentó envuelta en los mas puros sentimientos de fraternidad universal i con un idealismo mui elevado; su reino no era de ¡este mundo, había dicho su fundador; lo fijaba eu - 2 - una morada celestial que la fantas ía le hacía en- trever mas allá de las nubes. L a ignorancia de aquellos tiempos, i la barba- rie de las costumbres jentílicas, impuesta por la t i ran ía de los Césares, hizo que el pueblo acep ta ra la nueva doctr ina que venía a mit igar en par tes sus sufrimientos morales i físicos, por medio de una recompensa que se obtendría después de la t umba . De manera, que la nueva semilla impor t ada del Oriente, fué a r ro j ada en t ierra fecunda, i jer- minó mui p ron to dando opimos frutos; fué es to mas bien una evolución social que purificó el am- biente demasiado corrompido por el absolut ismo omnipotente de los Césares que se consideraban verdaderos dioses de la t ierra. El pueblo pagano vivía en la mas abyecta es- clavitud i sometidos a los caprichos mas estrava- gantes de sus amos, sin que por estos sufrimientos se ofreciera la mas leve recompensa. Surje el cris- t ianismo entre las masas populares como fuente de a g u a cristalina en medio de ese desconcierto de iniquidades i de groceras idolatrías, ofreciendo a esos pueblos desheredados, en nombre de Jesús de Nazaret, la mas amplia emancipación del y u g o despótico de los t iranos, i a mas, un premio en la morada celestial, una vez terminadas las miserias terrenales. Con fervor fanático, se abrazó esa nueva reli- j ión por las masas oprimidas que veían en ella una era de libertad que, vendría a romper las cadenas de su esclavitud, i mas aun, porque había sido fundada por un desgraciado salido de esas mis- mas masas i muerto de una manera oprobiosa en el duro suplicio de una cruz, por anunciar un Dios de paz i pedir libertad p a r a sus semejantes. Esparcida la doctr ina de esta nueva idea, por sus audaces propagandis tas , tuvo como conse»- cuencia lójica, la decadencia del paganismo idóla- t r a que, al fin vino por t ierra con todo su brillan- te cortejo de divinos dioses; dando pasos a la reli- jión de los par ias que presentaba como maes t ro a ese humilde Nazareno que no tuvo o t ro méri to que el haber muerto clavado en un madero, por sostener sus bellos i nobles ideales. Grandes luchas i persecuciones tuvieron que sufrir los primeros innovadores de ese trascenden- ta l acontecimiento, pero al fin se impuso a sus opresores porque era la causa del pueblo, que siempre tr iunfa cuando es justa , i su clamor es la voz de Dios, cuando pide justicia p a r a sus dere- chos conculcados por los "abusos i la t i ranía . Tres siglos más o menos tuvo de vida esta sencilla relijión, sin más dogmas que el baut ismo i por templo las obscuras bóvedas de las catacum- bas, donde se elevaban preces a un solo Dios, sin que en sus muros o al tares hubieran imá.jines ni fetiches como sucede en las Iglesias Católicas del Romanismo. ¡Difícil se hace creer que u n a relijión fo rmada por humildes alucinados, perseguidos por t odas partes, asesinados bárbaramente , llevados por m a n a d a s como a los animales a los Circos del pa- ganismo Romano, pa ra servir de pas to a las fie- ras, por defender las doctr inas del Crucificado que fué todo amor i caridad, se hubiera de con- vertir más ta rde en la más cruel i temible perse- guidora de sus hermanos de la víspera. Pero hay que observar, que este cambio no fué jenerado por los verdaderos cristianos, sino que el enemigo der ro tado se in t rodujo en el rebaño como lobo hambriento en la figura del pagano Empera- dor Constant ino; hipócrita, sanguinario i cruel como Nerón. Viendo que su t rono tambaleaba, t r a t ó de afianzarlo ingresando a la nueva Relijión que se levantaba imponente imprimiendo nuevos rumbos al desarrollo social de los pueblos — 4 — Con el ingreso del Emperador Constantino, todo tenia que cambiar, se formó la gran Coalición entre paganos i cristianos, (como las coaliciones de nuestros tiempos que se hacen entre liberales i clericales para dar vida a gobiernos híbridos, sin ideales ni doctrinas determinadas; verdaderos pa- rási tos de las naciones donde se entronizan) dan- do orijen a la relijion Católica, Apostólica i Roma- na con todos los vicios i resabios de la Relijion caida. En este fárrogo de anarquías sofísticas, la doctrina de Cristo desapareció como una luz que se apaga para dar paso al reinado de las tinieblas sobre las jeneraciones que se levantan. Con la pagajiización del Cristianismo, se esta- bleció el culto de las imájenes i la más torpe idola- t r ía volvió a reinar en los altares. Los dogmas se multiplicaron i la Diosa Isis de los jentiles, coro- nada de estrellas i con el Dios Horus en los brazos, se la tituló reina del cielo i preferida del culto, ba- jo el nombre de María Madre de Jesús, Minerva,, Diana, i la retozona Venus Afrodita, son puestas en las Iglesias con el nombre de Santas. Hércules i Teseo se t ransforman en Pedro i Pablo. En fin, to- do el cortejo de la ant igua idolatría con sus ri tos i ceremonias renace ba jo el nombre de Relijion Ca- tólica, Apostólica i Romana continuadora, como se titulaba de la fé de Cristo, pa ra mayor escar- nio de su fundador. Desde este instante el infa- mante signo de la cruz fué el a rma homicida que se levantaba sobre las multitudes pa ra embrute- cerlas, perseguirlas i masacrarlas, en nombre del már t i r del Gólgota: pués, el muí tuno i farsante de Constantino, les habia hecho creer que, yendo a combatir con su enemigo, el Emperador Maxen- cio; había visto en el espacio una hermosa cruz, alba como la nieve, rodeada de estas palabras, t razada con carácter de fuego: Hoc-signo vinces (con este signo vencerás). Debido a esta visión la cruz fué santificada, igualmente que su impostor, i llevada en todos los actos relijiosos, i en particular para la ejecución del crimen. Deshecha la verdadera relijión de Cristo, se levantó omnipotente la Iglesia Católica Apostóli- ca i Romana, absorviendo i subj 'ugando a los pueblos bajo la férula del despotismo más absolu- to. Los Papas fueron más t i ranos i disoluto que los Césares de la ant igua dinastía del réjimen caí- do. Los Pontífices Romanos fueron unos verdade- ros Dioces Olímpicos, Júpiters con t ia ras que ha- cían temblar a la humanidad bajo sus crueldades. Se hicieron proclamar Rei de Reyes, con poder pa- ra quitar i poner coronas a los Monarcas de las naciones, i para que este absolutismo se convirtie- ra en el sumum del poder; se llamaron Vicarios de Cristo i representantes de Dios en la tierra. El Pa- pa Alejandro III puso el pié sobre el cuello del Emperador Federico Barba Roja. El mismo Papa, hizo azotar el rei de Inglaterra Enrique II. El Pa- pa Celestino III hizo poner a sus pies una corona, i después la colocó en la cabeza del Emperador Enrique Y l q u e estaba arrodillado delante de él, i en seguida se la quitó, para enseñarle que le des- truiría sino era obediente a la Santa Sede. Estos semidioses crueles e ignorantes, son los que van a seguir en lo sucesivo dirijiendo los des- tinosde la humanidad a t ravés de muchos siglos, nuevos Césares de mantos pluviales i sandalias de brocato con pedrerías Orientales. Llega el siglo V i la edad Media da principio ba jo un ambiente mefítico i corrompido. Los pue- blos i las naciones se encuentran envilecidos bajo el man to soporífico del fanat ismo i la ignorancia que se ha estendido a todas laá clases sociales, t a n t o elevadas como populares. En este estado, la — 6 — Iglesia con su ejército de frailes, llega a la cúspide de su grandeza i predominio. La edad Media con- tinúa, bajo la más triste superstición, las masas populares se entontecen has ta perder su dignidad de seres racionales con las mentiras teolójicas i los absurdos de dogmas estravagantes. En esa época nefasta, se introdujo la corrup- ción más espantosa entre el clero i establecimien- tos conventuales. El P a p a Ciricio decretó el celi- ba to de los frailes. Este decreto abusivo, inmoral, contrario a las leyes de la naturaleza i costumbres sociales fué aprobado en todas sus partes en el Concilio de Nicea (año 445). Siricio al dictar ese abominable decreto, lo hizo con el objeto de dejar en mayor libertad al clero para el mejor desempe- ño de sus fechorías, sin el compromiso i las obli- gaciones de la familia, a fin de que, por medio de la confesión auricular pudieran escudriñar con más cinismo i desvergüenza la conciencia de los penitentes, i en particular, para tener más facili- dad de introducirse en el hogar de las familias a fin de averiguar la vida privada de cada uno i cap tar las fortunas de viudas i de los huérfanos. En medio de esta revuelta Babilonia de críme- nes, a le targaban el sentimiento popular sumién- dolo en la más degradante ignorancia. He aquí como el Conde Lanjiunajs, P a r de Francia, t raza un pequeño bosquejo sotíre la do- minación del clero al abrirse el período de la edad media. Dice así: "La dominación clerical estable- cióse en favor de la estúpida ignorancia, de los errores, de los desórdenes de todo jénero i de la más increíble supertición. Reinaba entonces la anarquía en el Es tado i en la Iglesia: por doquie- ra , en las costumbres públicas, opresión i atroci- dades; en las costumbres privadas, la más repug- nante licencia. La civilización retrocedía hacia la barbarie, el pueblo era la mádera de que podía cortarse i disponerse pa ra todas las servidumbres i su sangre no valía lo que el agua; se pensaba de él lo que había dicho un prelado: los hombres no valen la pena de ocuparse del orden social; en el orden relijioso.el réjimen espiritual era t rocado en gobierno de las cosas de la tierra. Las falsas de- cretales habían producido otras verdaderas que t rasformaron la verdadera disciplina de la Iglesia. El Papa se había convertido en Juez Universal que juzgaba has ta los reyes. Creaba reinos, dispo- nía i alzaba reyes i era el poder mas estraordina- rio en lo criminal i Civil. Escomulgaba reyes i po- nía en entre-dicho a los reinos enteros. Los lega- dos o emisarios del Papa gobernaban a los mo- narcas, señores i prelados todos i g ravaban a los pueblos con levas i tr ibutos. Los Obispos i demás prelados se habían constituido en jueces conten- cioso de los pecados i los juzgaban pomposamen- te encaramados en las a l turas de un tribunal que habían rodeado con el mayor a p a r a t o judicial. Alejandro III introdujo en los tribunales el instru- mento abusivo de las monitorias. Con la jerga i argucia del escolasticismo justificábanse todos los excesos, la persecución de los judíos, las cruza- das, los horrores de la Inquisición i la más perni- ciosa estensión de los impedimentos del matrimo- nio. Hacíanse bas tardos a los hijos lejítimos i se multiplican las turbulencias i guerras civiles. En medio de este asqueroso exceso, principiábase el tráfico de la induljencias; se lavaban los pecados i los crímenes median+e las multas a beneficio de los prelados". ¡Oh ignorancia! ¡Oh barbarie feudal! Has t a aquí el cuadro de ignominia t razado por el Conde Lanjuinais. A todas las fórmulas de despojos i latrocinios había que inventar al más grande, más contun- dente, que diera por resultado el saqueo univer- sal; pa ra ésto el campo estaba preparado, la ig- norancia dar ía sus f rutos i los bienes de los parti- culares tendrían que ingresar en masa a la Iglesia — 8 — de Dios. Se había entrado al siglo X i un rumor espantoso se hizo circular entre las envilecidas masas. Los frailes anunciaban en los pulpitos i en t o d a s partes el fin del mundo para el año mil; ¡Ya pronto sonaría la t rompeta del ánjel del estermi- nio universal! El hijo del hombre descendería de su a l to t rono para pedir cuenta a la raza humana de sus actos sobre la tierra, y no habría salvación si no se hacía penitencia i se entregaban los bienes a Dios, representado por su Santa Madre Iglesia. Esta fatídica profecía debía cumplirse al pié de la letra, pues,bien claro lo esplicaba el apocalipsis de San Juan, i según el más grande de los teólogos de la Iglesia, el famoso San Agustín había ame- nazado con el anatema más terrible a todo aquel que pusiese en duda siquiera una tilde de lo mani- festado por las Sagradas Escrituras. Esta diabólica invención causó el paroxismo del terror; la jente se enloqueció de espanto, todos corrían desatentados implorando misericordia i donando todos sus bienes a la Iglesia, para obte- ner el perdón de sus pecados. La miseria más te- rrible se hizo mui pronto sentir i las Iglesias, los Templos i las Abadías se ha r t aban de riquezas. El clero entró en posesión de todos los frutos i las t ierras, acumulando esa gran riqueza que hoi se llaman los Bienes de la Iglesia. En esa época desgraciada, no se hablaba sino pa ra invocar el nombre de un santo. La única voz autorizada era la del fraile que dominaba en to- das partes, i dirijía a su antojo a ese rebaño fana- t izado hasta el idiotismo. La tristeza más lúgu- bre se no taba por doquiera, el cíelo parecía teñi- do de negro i una atmósfera de plomo sofocaba a la humanidad que, mascullaba entre jemidos los rezos cuotidianos impuestos por la Iglesia. La hora fatal debía de llegar sin remedio en el momen- t o menos pensado i había que estar prevenido pa- ra recebir al amo celestial, como lo decían los sa- grados libros. — 9 — Por fin, el año mil ha llegado sin ninguna no- vedad i las profecías se han venido por los suelos. La humanidad respira i la alegría se manifiesta en todos los semblantes; nace la tranquilidad en los espíritus t imoratos i una nueva era de felici- dad se deja entrever para el porvenir; poro esto es un gran error, porque las exacciones de la cleri- galla continúan con más ardor, i los crímenes i desbordes del desenfreno se suceden con mayor re- finamiento. El incestuoso Papa Alejandro VI, ho- rroriza la corte pontificia con los crímenes i escán- dalos cometidos con su hija Lucrecia; mujer que ha pasado a la historia por su refinada inmorali- dad. Los frailes siguen con mayor entusiasmo el acaparamiento de bienes i las ventas de induljen- cias sancionan los escándalos i el incesto en los hogares. El Purgatorio, recién inventado, era una gran fuente de entrada; se cobraban sumas fabulosas por rescatar almas en pena de esa antesala del in- fierno. Las misas, los responsos, los a m u l e t o s i mandas a los Santos, se pagaban con fortunas i la Diosa Isis de los paganos, preferida de los alta- res católicos, bajo el-pomposo nombre de madre del Redentor del Mundo, ei;a la intermediaria an- te su divino hijo pa ra los rescates previo el pago a la Iglesia de Dios. El pueblo bajo, seguía como siempre en su ig- norancia sin precedentes; t an to en los campos co- mo en las ciudades formaban un solo ha to de idio- t a s q' no parecían seres racionales; pero,en la clases elevadas había penetrado cierto escepticismo; se no taba una especie de despertar en esa dormida humanidad;los rosáceos tintes de la aurora , anun- ciaban días de libertad i emancipación delas con- ciencias oprimidas en las gar ras del clericalismo. El rumor crecía como una marea i se dejaban oír inprecaciones contra los sojuzgadores de la liber- tad de los pueblos. La luz i la razón se abrían pa- so en ese caos de tinieblas y por primera vez se - 10 - dejó oír la voz de: ¡Abajo las mentiras del clero! ¡fuera los dogmas de la Iglesia! ¡No hai infierno ni purgatorio! ¡Abajo los tiranos! ¡Viva la libertad! Esto fué para el clero a s tu to un principio de levantamiento subversivo, que se operaba en su contra, i había que reprimir recurriendo a la far- sa i a la violencia. ¿Como hacerlo? pues mui fácil, contando con el estúpido fanatismo t an arraiga- do en las multitudes i la codicia de las clases ele- vadas; no había más que dar la voz de a larma, i los frailes autorizados por el Papa Urbano II se lanzan a predicar las Cruzadas pa ra conquistar la tierra santa, a fin de apoderarse del supuesto sepulcro de Cristo que se encontraba en poder de los infieles. El entusiasmo fué enorme para alistar- se en las filas de ese ejército abigarrado i sui-jene- ris, compuesto de todas las clases sociales; frailes i mujeres disolutas, caballeros feudales que aban- donaban sus castillos, tomaban la dirección de esos ejércitos ébrios de entusiasmo, i cada uno de ellos armados como el Quüote de Cervantes, se creían unos héroes, invadidos del espíritu divino i orgullosos de su propia ignorancia, para empren- der la matanza de sarracenos, poseedores de las sagradas reliquias en la lejana Palestina. El fanático Luis IX rei de Francia, fué el que dió ejemplo de mayor estupidez i barbárie. Es ta hiena coronada, hacia morir de hambre al pueblo, esquilmándolo de cuanto poseía [para do ta r a sus fanáticas huestes a fin de emprender la cruzada de crímenes i horrores contra los infieles para quitar- les el sepulcro de Cristo, unos cuantos clavos i una corona de espina. Este monarca despues de cometer toda clase de atropellos, murió al fin, sin conquistar nada, de una enfermedad vergonzosa según cuentan las crónicas de aquellos tiempos; fué canonizado San- to por la Iglesia Católica. "La Relijión Romana es el ar te de saquear a — 1 1 - los pueblos» ha dicho Willan Draper, paj . 237. (Conflicto entre la relijion i la ciencia). Dos siglos más o menos duraron las cruzadas, i en el trascurso de ese tiempo la miseria más es- pan tosa se produjo en el Continente europeo. El hambre i las enfermedades infecciosas, diezmaban las ciudades i aldeas; era t a n terrible la mortan- dad que los cadáveres se dejaban insepultos en las vías públicas, i sin embargo, el clero gozaba de todas las prebendas a su antojo i sin restricción de ninguna clase; dueños de vidas i haciendas i se- ñores feudales de todas las t ierras comarcanas, podían disponer de ' los campesinos como de el ganado. Este cuadro de iniquidades i sufrimientos, le- vantó algunas protestas i muchos lanzaban mal- diciones contra los dogmas i contra el clero absor- vente e inhumano que los esquilmaba sin compa- ción. P a r a acallar las protestas de los oprimidos i apaga r la voz de algunos pensadores que ponían en duda las groseras supercherias de la Iglesia, se echaron las bases en un célebre concilio en Tolosa, pa r a reprimir la herejía que se iba estendiendo en forma alarmante. En ese concilio se jeneró las más infame de las crueldades, se estableció un tri- bunal l lamado del Santo Oficio o sea la inquisición que sancionó el Papa Inocencio IV el año 1243, encendiendo las primeras hogueras en Italia, Ale- mania i provincias meridionales de Francia i Es- paña . Este tr ibunal maldito, enjendro del mismo Sa- tanas, llenó de terror a l a humanidad. ¡Nada hay más terrible en los anales de la historia del mun- do, ni más execrable que la invención de esa abo- minable institución! Miles de personas erán arras- t r adas a la hoguera, acusadas de supuestas here- j ías o por cualquier o t ro motivo; la cuestión era quemar el mayor níímero para confiscarles sus - 12 - bienes a favor de la Iglesia. Esa relajación del cri- men tomó vuelos espantosos en muchas partes de Europa i principalmente en España, donde el tenebroso i sanguinario Santo Domingo de Guz- fnán, implantó ese inhumano Tribunal, recurrien- do a las argucias más ruines, para sobresalir en crueldades a sus colegas; formo lejiones de espías que se denuncian unos a los otros i penetran en los hogares de sus mismas familias, pa r a delatar al padre, a la madre, a los hijos i a sus hermanos. Para el caso fundó una órden de mujeres, con el ca- rácter de policía secreta, que se ocuparían de denun- ciar al Santo Oficio, cuanto pudiera ocurrir en la vida privada de cada familia. Semejante Institu- ción de espionaje de t i tu laba «La milicia de Cristo». ¡Triste condición la de esas infelices i fanatiza- das mujeres que, cegadas por la ignorancia de una época de abyección i obscurantismo, no trepida- ban en hacer conducir a la hoguera a sus mismos hijos i demás miembros de sus propias familias. Los chacales de so tana con Santo Domingo, a la cabeza, premiaban con fu turas bien-a ventu- ranzas cada delación que hacían esas benditas ájente, i, mayor gloria para ellas si el denuncia- do era algún miembro cercano de su familia i so- bre todo si era rico, pa ra confiscarles sus bienes. En este periodo tenebroso de la Edad Media que duró diez siglos, la Iglesia Católica Apostólica i Romana que, en mala hora se constituyó ba jo el amparo del criminal Emperador Constantino, dió vida al paganismo caido con mayores vicios i más refinada crueldad. El solo recuerdo de este tr iste tr ibunal inqui- sitorial, establecido con el fin de silenciar la voz de la razón que principiaba a despertar, llena el a lma de profunda tristeza i un sentimiento de la m á s jus ta indignación invade nuestro ser. Parece increíble que una relijion que se t i tula- — 1 3 - ba, Crist iana, haya t r a spasado los límites de la maldad, llevando a la hoguera millones de perso- nas sin distinción de sexos ni edad. «El pueblo es leña seca decían los frailes i hai que quemarla» i quemaban i asesinaban sin descanso. ¡El Moloch de los Católicos era mil veces más insaciable que el de los paganos! Con esa infernal Institución, el poder de la Iglesia tomó proporciones increíbles a t ravés de las obscuras noches de esa edad de horrores, i su nefasto reinado no tiene comparación en la histo- ria de la humanidad. A este poder sin límites vamos a bosquejarlo, aunque mui a la lijera, por lo reducido de este fo- lleto, un pequeño cuadro de su grandeza; edad de oro de la Iglesia Romana, como se t i tuló en je rga clerical. A más de poder relijioso era también poder interno, poder moral, poder esterior, poder ins- truct ivo, poder terri torial , poder civil; era más aún era poder judicial, no porque intervenía en los ac tos de justicia, sinó porque colgaba un Cristo en el tr ibunal; porque publicaba desde el púlpito un monitorio; porque dic taba el jura- mento; porque vis i taba al preso; porque conducía al criminal con un cirio en la mano an te la Igle- sia: porque le hacía o ra r de rodillas; porque oía la úl t ima pa labra del reo; i porque también, so- bre t odo era juez, puesto que tenía jurisdicción apar te , Códigos apar te , d e s c o n o c i d o s de la humanidad. Había inventado crímenes morales, crímenes invisibles que los culpables cometían en el aire, en la atmósfera o en el secreto de su pensamiento; perseguía a la luz de la luna una conspiración misteriosa de los hombres con los demonios, i en t odas par tes donde podía cojer a estos conjurados del espacio, los a r ro jaba a la hoguera. Miraba a la intejijencia humana como una he- — 14 — rejía innata , que solo podía enjendrar más que el error; tenía siempre un hierro entre las ascuas, p a r a marcar el error sobre la lengua misma que había hablado.—Era el gobierno de la verdad; to- da verdad fuera de su doctr ina era una rebelión de las almas; i para castigar a los rebeldes, tenía una policía ^enmascarada que escuchaba en las sombras todos los discursos; una cámara de jus- ticia subterránea, en el fonde de una cueva, que detenía, aprisionaba, daba tormento, i no nom- b r a b a a fuera la víctima a quien hería sino al he- rirla.—Pedía prestado, es verdad, la espada de Cesar pa ra m a t a r i lavándose después las manos, decía: «Yo no le he matado»! Misericordioso con el condenado, le confesaba antes de entregarlo al suplicio, le absolvía, le da- ba de comulgar; i cuando le había restituido la inocencia, le mandaba al o t ro mundo, con la hos- t ia aún sobre los labios, a pedir cuenta a Dios de esa injusticia; al reves, que absolvía al hombre con una mano i le inmolaba con la o t r a en el mis- mo espacio de tiempo, por el mismo crimen. Acto seguido se apropiaba de sus bienes por mui mise- rables que estos fueran. Poder terri torial , poder civil, poder judicial, poder universal, era además el primer poder polí- tico de Europa, daba i qu i taba coronas; unía i de- sunía los subditos, cerraba i abr ía dinastías, les daba autor idad con una go ta de aceite, tenía la paz o la guerra, en un pliegue de su manto , no te- nía nada más que sacudirle daba o qu i taba un reino; i Simón de Mont fo r t confiscaba el condado de Tolosa, el duque de Anjou espulsaba a Malfre- do de Sicilia. No necesitaba levantar ejércitos p a r a en t ra r en campaña. Hacía la guerra predicando. Cada pa labra de muerte era una cruzada. I durante el reinado de un solo Papa , tenía t iempo de predicar una cruza- da contra los moros en España, o t r a c ruzada en Hungría contra los t á r t a ros , o t r a en Ingla t r r a - 15 - contra los barones, o t ra en Francia contra la ca- sa de Suabia, o t ra en Libonia, o t ra en Curlandia contra los incrédulos, o t r a en fin, más regular, más duradera en palestina contra los infieles; i cuando Inocencio III gr i taba desde su muía es- tendiendo sus manos hacia el Norte: "Espada" sal de tu vaina, afílate para exterminar, el viento lle- vaba esta amenaza a todos los rincones de la cristiandad, i la espada se afilaba en todas partes para exterminar a todos los enemigos de la Iglesia. I no solamente era el Papado la gran dictadu- ra con dalmática, de las naciones, muchas veces fujitiva, muchas veces prisioneras, que reinaba por medio de bulas desde el fondo de su cárcel, y que desde el rincón de su destierro mandaba simultá- neamente a la Europa por la admirable línea de claustro escalonados en todas partes, que dividia i conciliaba los Estados, que intervenía en todas las querellas con mano armada , que notificaba los t ra tados , que tenía la primera, la única diploma- cia, i para apoyarla una fuerza más poderosa que la pólvora de cañón, una fórmula en latín; no so- lamente, decimos, el Papado, o lo que es lo mismo la Iglesia, era la monarquía universal, si se entien- de por monarquía la autoridad usurpada, pero, consentida por todos, i como estaba en comunica- ción con el cielo,por medio de sus oraciones podia, rezando, supender i modificar las leyes de la natu- raleza, curar las heridas, i resucitar los muertos, profetizar sucesos, echar a los demonios, fertilizar las ent rañas estériles, suspender la agonía con el contacto de una reliquia, expulzar los rayos a toque de campana, hacer ba ja r la lluvia a la tierra con una letanía cantada en falsete, multi- plicar los milagros, redactar su autentisidad, i de esta leyenda maravillosa que tenía en suspenso la imajinación de los pueblos, sacar lejiones de esco- jidos que enviaba entre el sonido de las campanas al cielo, pa ra enseñar a los vivos, que del fondo - 16 - del valle de lágrimas tocaba al cielo esta o t r a Igle- sia tr iunfante donde debía ir algún día a descan- sar del paso enorme de t a n t o poder Respiro al fin, despues de haber can tado la úl- t ima estrofa al poder de la Iglesia. El Catolicismo tenía toda la fuerza de Dios i del hombre acumu- ladas en sí. Podía todo, estaba en todas partes, lo era todo, formaba los pensamientos, las opinio- nes, las esperanzas, las costumbres, los hábitos, las formas del cuerpo, los valles, el aspecto de las ciudades, las emociones, las fiestas, los placeres, las ciencias, las guerras, los t ra tados , los mila- gros. Tenía un pié en cada hogar, una mirada en ca- da conciencia, una palabra en cada labio, una voz en cada aliento, un derecho en cada existencia; de modo que en todas partes donde se estendía la sombra de la cruz, ningún hombre nacido de mu- jer podía vivir, pensar, reinar, obrar, casarse, tra- bajar , agonizar, morir, sin permiso fuera de su presencia. Penetraba de ta l manera en todos los poros en la subtancia humana, que era en nosotros una segunda vida, que había espulsado de nuestro cuerpoMa primera que Dios nos había dado en to- da la alegría de sú obra en el sexto día del Génesis. Se podía en seguida cojer esta humanidad de nueva creación, volverla, deshacerla; no se hubie- ra hallado en esta masa, impregnada i amasada con catolicismo, una fibra, una molécula, una go- t a de sangre que no fuera católica; porque la so- ciedad entera no era más que la inmensa eucaris- t ía de la relijión. Por eso cuando la escomunión venía a herir una ciudad, cuando el sacerdote había apagado la oración con la llama del cirio del al tar , cuando había cerrado la Iglesia y p lantado el haz de es- pinas delante de la puerta, el cristiano experimen- - 17 - t a b a has ta de sus fibras una especie de terror so- brenatural que la naturaleza viva esperimenta en el crepúsculo repentino de un eclipse. La Europa creyente no respiraba más que con el soplo de la Iglesia i cuando esta atmósfera fal taba, a su res- piración, sentía por sus venas la última pulsación de vida; ¡moría! Entonces, durante este desmayo de la humanidad, todo permanecía en mudo silen- cio, como si la gravitación universal del mundo acabara de suspender su acción i el sol de retirar de la t ierra su último rayo. Tal era el formidable poder de la escomunión, que ar ro jaba a los muertos fuera de las tumbas. Cuando el escomulgado era colocado por un des- cuido despues de muerto en la bóveda de una Iglesia, acontesía que en el momento de decir el sacerdote misa la piedra de la tumba se par t ía por si sola i el cadáver lanzado del suelo salía de la Iglesia. De este modo el catolicismo más a l to que la mon taña de Sion, más indestructible sobre sus ci- mientos de granito, podía desafiar todas las tem- pestades delhombre i dejar pasar los siglos. La duración le es taba prometida más allá de los tiempos, has ta la última hora de la última estre- lla. ¿Qué poder podía desafiar su poder? ¿Qué ma- no podía levantarse contra él, sin quedar inme- diatamente rota? Había sido preciso sin duda un gran mila- gro pa ra sacar del fondo del pesebre de Belen la monarquía universal de la Iglesia; pero ahora ha- cía fa l ta al menos un milágro más grande pa ra destruirla, pues había uncido t an fuertemente con anillos de hierro, , los pueblos a sus dogmas, que nadie en el gran día de los vivos hubiese intenta- do escapar a su servidumbre. In tentado i ¿como? ¿Huir? ¿Morir? ¿Huir ha- béis dicho? Pero si el catolicismo no tenía límites; si la humanidad entera se hubiera colocado al pa- so del fujitivo pa ra gri tar: He ahí el hombre mal- — 18 — dito, i la piedra del camino habr ía sa l tado p a r a lapidarle. ¿Morir? pero la muerte no a r racaba de la propiedad de la Iglesia al hombre, ni aún del peso de un á tomo; recojía el cadáver i le a r ras t r a - ba al muladar . He aquí el inventario, rápido como la pala- bra , de todos los poderes de la Iglesia." Poderes en la t ierra, poderes en el a lma, podefes en la socie- dad; El Catolicismo los tenía todos; pero los ha perdido todos. Había dicho al pensamiento, en el día de su poder: No existirás delante de mí, i siempre que te halle en mi camino, te l lamaré verdugo. Pero el pensamiento márt i r , llegando al fondode los si- glos entre dos filas de hogueras, con el resplandor de la llama en la frente, ha a t ravesado milagrosa- mente el suplicio: ha a p a g a d o con el pié el úl t imo carbón, i cojiendo la mano del Catolicismo teñida en sangre del sacrificio, le ar rancó la espada, la rompió i a r ro jó a lo lejos los restos, i dijo al ase- sino en nombre de la j ' u s t i c i a : ¡No m a t a r á s en nombre del Evanjelio, sacrilego! i el asesino no ha vuelto a m a t a r . La Iglesia había puesto un sello sobre los la- bios del hombre i le había dicho: No hablarás en mi presencia; Yo dispondré del oído de las pobla- ciones. Pero he aquí que de repente, una pa labra imprevista resonó en Europa . La antigüedad ente- ra has ta entonces muda, se puso a hablár por me- dio de un obrero de Strasburgo. La imprenta apa- reció como un meteoro luminoso i habló al aire li- bre por la salud de los pueblos. Primer libro que se imprimió fué la Biblia. Las Sagradas Escritu- ras fueron comentadas entre el rechinar de dientes de los corifeos de la Iglesia. La humanidad poco a poco recobró la memoria, i con ella la reflección; sintió vagamente b r o t a r en su a lma un nuevo pensamiento; deseaba un nuevo profeta; un após- — 19 — tol que esplicara ese maremagnum de la Iglesia Romana. Ese profeta se levantó de un claustro de Ale- mania, iracundo i temible; nuevo Hércules que se apresta a la lucha, para derribar al poderoso An- teo Romano, i que al fin lo ahoga entre sus brazos como al j igante de la mitolojía. El júpiter Vaticanista tiembla en su cubil i lan- za rayos contra el após t a t a Lutero, que es el nue- vo profeta, que, delante del público aterrorizado echa al fuego las bulas de escomunión i se ríe del Papa . * * * La reforma da principio i el cisma se esparse en todos los campos del catolicismo. El Papado se conmueve por primera vez i presajia el fin de su poderoso reinado. La Alemania, la Suiza, Holan- da, Inglaterra, Escocia i la Suecia, abjuran de la relijión reinante i levantan un pedestal de oro a la intelijencia. Durante treinta años el catolicismo i el protes- tant ismo, se hacen una guerra cruda i despia- dada. Husistas, Calvinistas, Luteranos i Católi- cos se encuentran en los campos de batal la destro- trozándose por la interpretación de un dogma o un sacramento, mientras un nuevo poder se levan- ta , llevando muy en al to una luminosa antorcha como a rma de conquista; este nuevo poder, es la razón que jun ta las manos de los combatientes i sobre la primera pajina del t r a t a d o de Westfalia, escribe el principio de tolerancia; funda el derecho de los pueblos i lo distribuye a cada individuo. El catolicismo siempre intolerante, se conside- ra humillado i en su impotente rabia, jun ta los restos de las naciones católicas i principia a reple- garse lentamente del Norte al Mediodía,"atrinche- rándose en I tal ia como en una fortaleza. I allí, en su implacable soledad, escondido co- mo pa ra asechar su presa detrás de la tumba de los muertos, se cubre con su manto hipócrita. — 20 — manifestándose indiferente a las evoluciones que se desarrollan en la humanidad. No quiere ver ni oír nada . La Europa progresa en to rno suyo; la Europa piensa i sed esenvuelve; no quiere saberlo: por el contrario, le vuelve las espaldas i lanza un ana tema contra el progreso que lo sitia. Maldice la luz de la civilización que va dejando en descu- bierto las horrorosas mentiras con que fanatizó al mundo por t an to s siglos. Recluido en el Vaticano siente que su Iglesia cruje como un barco viejo i desmantelado, que es juguete de las olas, i, en el paroxismo de su deses- peración ve que poco a poco se acerca el cataclis- mo final. Sin embargo, le queda todavía un reducto for- midable; ese reducto es la desgraciada España, que agoniza con las ar ter ias abiertas, oprimida i desgarrada por la Inquisición, donde el luctuoso dominico Torquemada, confesor de doña Isabel la Católica, estreñía las crueldades humanicidas co- mo j a m á s cerebro humano las pudo concebir. Es- te fraile ignorante i salvaje, tenía un a lma diabó- lica, la crueldad del t igre i los insaciables inst intos del chacal, cuando se cebaba en las víctimas que caían ba jo su zarpa. El P a p a por considerar estos inst intos feroces, como una virtud inna ta en ese criminal, fué pre- miado por la Iglesia con la dignidad de Cardenal. • * # lis materialmente imposible, que en estos lije- ros apuntes se pueda reseñar siquiera en partes, el dominio que ejercía en España ese clero inmoral i salvaje. Bástenos decir, que en esa hermosa i des- graciada península, fué donde la inquisición i el fana t i smo hizo los más grandes es t ragos i se co- metieron los mayores i más desgradantes excesos. La inquisición a m p a r a d a por los monarcas estremó la barbar ie i la actividad pa ra t o s t a r herejes por centenares i por miles, p a r a arrebatar les en segui- - 21 - da sus bienes que pasaban íntegros a la Iglesia o a sus frailes que es lo mismo. Se justificaban estas masacres, valiéndose para ello de pecados imaji- narios cometidos por las víctimas. I, pa ra colmo de las mayores desgracias, el año 1540 se formó por Ignacio de Loyola, esa o t ra terrible milicia negra llamada Compañía de Jesús, con el propósito de reconquistar los derechos perdidos por la Iglesia Romana. Esta nueva pla- ga de audaces, invocando el nombre de Jesús, lle- nos de mística unción se a r r a s t r a b a n como los reptiles consiguiendo penetrar en todas las clases sociales las que fueron muy pronta dominadas. Se hicieron grandes i poderosos; insaciables en ambiciones personales i en intrigas subterráneas. Se apoderaron del dominio absoluto de la Iglesia, haciendo temblar de espanto al mismo Papa; for- mando de esta manera un estadoesclesiástico den- t ro de otro estado más poderoso que el primitivo. Esa plaga social se ramificó por todo el orbe como un flajelo mortal mil veces peor que la pes- te negra. * * * El espíritu de progreso seguía sin embargo su marcha ascendente. La imprenta i los libros conti- nuaban esparciendo la luz que penetraba en todas partes. La filosofía se abre paso a t ravés de los seráficos graznidos de los cuervos de sotana que desean picotearla i destruirla. Los jenios apare- cen sin embargo i se llaman Ruger, Bacon, Descar- te, Kepler, Leibnitz, Newton, Galileo, Harvey, Li- neo i t an tos otros héroes de la civilización i la ciencia que anuncian a la humanidad dias de glo- ria i libertad como recompensa a t an tos siglos de ignorancia. • * * Los jesuítas son vencidos i desterrados de mu- chas partes; pero no son aniquilados; fueron es- — 22 — pulsados a o t ros continentes, donde levantarón sus t iendas disfrazándose con nombres de herman- dades que no se llaman de Jesús. Hoy dia los tenemos diseminados en t o d a s par tes del orbe ejerciendo la misma profesion de ántes, pero en forma más prudente i reservada, sin dejarde ser un peligro p a r a l a sociedad que los recibe. Los pueblos siguen progresando i ba jo la libertad del pensamiento, cada pensador levan- t a un pedestal a esa esplendente civilización que se desarrolla majestuosa abriendo heridas de muer- te a los sofismas i mentiras teolójicas, que hoi dia son solo patr imonio de la jente de so tana i de al- gunos fanáticos que no pueden desprenderse de ese ambiente de hipocresías. Hay un sentimiento de a tav i smo tradicional que es muy difícil qui tar de algunas personas o fa- milias; son esas costumbres místicas que perpe- t ú a n el error; tradiciones que los siglos han le- gado a las jeneraciones que se suceden i que ciertos individuos práctican como un recuerdo a sus ante- pasados. Igual cosa pasaba en los primitivos tiempos del catolicismo. En el siglo V se encon- t r a b a n algunos conservadores de los r i tos paga- nos i sus idolatrías que, a pesar de es tar conver- t idos al cristianismo, rendían culto al dios Apolo i se cargaban de amuletos pa ra a t rae r los espíri- tu s protectores. Es decir, que rendían culto a Dios i al diablo, t a l como sucede con ciertos liberales de nuestros dias, que se confiesan y comulgan i se di- cen liberales o libres pensadores. Es ta clase de jente o son pillos o son ignorantes. El t iempo t rascurre i el dominio absoluto de la Iglesia Ro- mana sigue decayendo cada dia, ha s t a en España El Papa distribuye sus huestes por el Conti- nente Americano i él se guarece con una par te de su oscuro ejército en la ciudad eterna i desde allí, como encerrado en un g ran claustro no hace o t r a cosa que azuzar a sus satélites distribuidos por el - 23 - mundo para que emprendan con ardor la propa- ganda i las revueltas revolucionarias, mientras el humilde vicario de Cristo, maldice a la humanidad que progresa. Cada filósofo o pensador que se levanta, es un hereje, i por consiguiente enemigo mortal de la Iglesia, que desearía tos tar lo en las hogueras del Santo Oficio, como a un Giordano Bruno; pero por desgracia para el santo padre i su Iglesia, ese poder criminal-de que eran dueños i verdugos ha desaparecido pa ra siempre. * * * La unidad I ta l iana iniciada y llevada a efecto el año 1870, por el indómito soldado i gran ciuda- dano Giuseppe Garibaldi, fué un golpe más terri- ble todavía asestado en el corazón de esa hidra de cien cabezas, l lamada Iglesia Católica, Apostólica i Romana. «Hai que aplastar a la infame» había dicho Voltaire en el siglo XVIII i la infame fué aplas tada un siglo después. Herida de muerte, i bajo los estertores de su larga agonía, ha tenido sus reacciones de tísico i soporta mal desu agrado las adversidades del destino haciendo esfuerzos supremos pa ra levantarse i rehacerse. El Papa Pió IX en el estravío de su ofuscación mental,se rediculizaba ante lafaz del mundo.ya bas- t an te civilizado, lanzando una escomunion mayor contra el rei de Italia i demás héroes de esa glo- riosa jo rnada que, tuvo como epílogo la emanci- pación i unidad del reino, que había sopor tado por t an tos siglos la opresion tiránica de los bui- tres del Vaticano. Pió IX, infalible por añadidura i enemigo de todo progreso i de todo ciencia liberal, había reu- nido desde el año 1846 una cantidad de anatemas contra los filósofos del siglo XIX, i para atemori- zar a los pueblos, como a los gobernantes de aque- lla época que conspiraban en su contra, dió a la publicidad en 1864 su famoso Svllabus, o sea - 24 - el conjunto de todas las escomuniones o anatemas que habia recopilado duran te 18 afios, contra to- dos los que ponían en duda los mandamientos de la Iglesia Romana. Estos anatemas o más bien dicho, maldiciones, son mui curiosos por su orijinalidad i ridiculez. Con la publicación de ese sartal de imprecaciones, su santidad se descubre, se quita la careta del je- suíta i se declara públicamente enemigo irreconci- liable de todas las instituciones liberales. De ma- nera que según ese beatísimo padre, nadie, fuera de la Iglesia puede pensar o discutir una idea que se relacione con la ciencia o el adelanto de un pais que no sea señalado con el estigmade hereje i mal- di to por el humilde Vicario de Cristo. Talvez por aquello que dijo el Papa Gregorio I, llamado el grande, q' «la ignorancia es madre de la devoción. Mientras más ignorante es la persona más apega- da es a la Iglesia» I, sin embargo, hay fanáticos en nuestros dias que sostienen que el catolicismo ha contribuido al progreso de los pueblos ¿Puede contribuir a ese progreso i al adelanto intelectual i moral de un pais, una institución que considera un delito el instruirse i que sus tendencias son per- petuar la ignorancia i la mentira? Una relijion que se ha formado con la hipocre- sía de un emperador pagano, i que al formarla tuvo como punto de mira una gran evolución po- lítica, más que relijiosa, pa ra satisfacer sus ambi- ciones personales i encubrir sus horrorosos crimi- nes, i que a sus discípulos les ha convenido soste- ner para dominar, no puede transijir ni pro- pender al mas insignificante adelanto cientí- fico.—Bien claro lo dice el Syllabus de Pió JIX en el anatema LXXX «Maldito el que diga que el Romano pontífice puede i debe reconciliarse i transijir con el progreso, liberalismo i civilización moderna (Aloe. Jundudum, 18 de Cernímus, Mar- zo de 1861». Este infalible i re t rógrado pontífice, a más de — 25 — ser un fervoroso defensor de los jesuítas, declaró públicamente su infalibilidad constituyéndolo co- mo un dogma de féque fué aprobado en el concilio ecuménico de 1870.—También creó este padre san- to o t ro dogma que fué también aprobado en el mismo concilio: El dogma de la Inmaculada Con- cepción de Maña. Con estos dogmas groseros i absurdos que la Iglesia ha perpetuado has ta nues- t ros dias, los Papas son todos infalibles; jamás se pueden equivocar; sus palabras, sus órdenes, sus pensamientos, sus actos i todo cuanto hagan estos santos varones es inmutable, i María, la supuesta madre de Jesús de Nazaret, concibió su único hijo (a pesar de que los evanjelios dicen que tuvo va- rios) por obra i gracia del espíritu santo i fué virjen en el parto i después del parto...Así quedó estable- cido en el concilio ecuménico por indicación de Pió IX. * * Después del triunfo de Setiembre por la Italia unida, cuyo tr iunfo fué también del progreso i del pensamiento intelectual, Pió IX se declaró preso voluntariamente en el gran palacio del Vaticano. Allí se consideraba prisionero de guerra no porque se le tuviera por la fuerza, sino porque no le conve- nía abandonar las enormes riquezas que encierra esa dorada mansión, acumuladas de siglo en siglo i ar rancadas a la humanidad £or medio del robo, el crimen i demás iniquidades inventadas por esa casta depravada del clericalismo. Recluidos en esa suntuosa cárcel, han continuado i continúan toda- vía los sucesores de San Pedro i del infalible Pió IX. En esa soberbia prisión que cuenta once mil habitaciones i más de treinta enormes patios, está la Capilla Sixtina, establecida por Sixto IV, la ca- pilla Paulina, fundada por Paulo III. ¡Nada más sorprendente i grandioso que esa soberbia i colosal morada! En ella se recuerda el ant iguo poderío de esa Iglesia fatídica que ha enlutado a la huma- nidad con sus crímenes. Dentro de su silencioso - 2é - recinto se a j i t an aún los f a n t a s m a s de los muertos envueltos en las sombras de aquellos que en un tiempo tuvieron al Universo entero aherro- j a d o a sus t iránicas ambiciones. Pero pa ra anunciar a la humanidad que la hora de las reparaciones ha sonado, i que el triun- fo de la verdad será el patr imonio de los pueblos que se levantan, se alza majestuosa e imponente frente al Vaticano, la e s t á tua de Giordano Bruno, manifes tando al mundo, cuan perversa e ignoran- te es esa Iglesia que se dice inspirada por Dios, que lo hizo morir en la hoguera del San to Oficio por haber iluminado a la humanidad con sus por- tentosos descubrimientos filosóficos. (Giordano Bruno fué a r ro jado vivo al fuego i quemado lenta- mente en la hoguera de la inquisición, en I tal ia el 17 de Febrero de 1600). La I tal ia libre, ha queri- do perpetuar en el bronce el recuerdo de este emi- nente sabio. ¡Gloria a los jenios de la ciencia! * * * Hoi ocupa el tradicional palacio del Vaticano el actual jefe de la Iglesia, Benedicto XV; su bio- grafía no la conocemos, pero su política tiene que ser igual a la de sus antecesores, talvez más diplo- mát ica o jesuítica. Su negro ejército de frailes es tá esparcido por todos los pueblos católicos; principalmente enlaamérica Lat ina . Es tas avan- zadas t r a b a j a n denodadamente p a r a recuperar el poderío de la Iglesia, que cada día se hace más di- fícil de reconquistar. El reinado de las tinieblas y a pasó; hoi impera la luz de la civilización i ha disipado las oscuras noches de la ignorancia que dió t a n t o poder a los frailes, que a pesar de todo siempre son nefastos i peligrosos,por aquello de que hoy dia son más hipócritas que antes. Se nos puede objetar, que el clero i demás jente de so tanas que hoy tenemos entre nosotros, d is ta mucho de ser como en tiempos de la Edad Media. Es tos es verdad en partes, pero sus inst intos i sus - 27 - deseos de predominio son los mismos i pugnan de- sesperadamente porque vuelvan para ellos esos dias felices. Si y a no pueden usar los tormentos inquisito- riales; si ya no lanzan escomuniones i anatemas; si el libertinaje i la lujuria no lo manifiestan publica- mente como en aquella época; ni se enfangan en la sangre de sus víctimas; ni llevan en alto el símbolo de la cruz i el puñal homicida en la dies- t r a pa ra hundirlo i saciarlo en una nueva San- Barlotomé, es porque los tiempos han cambiado con el progreso de la humanidad; pero el fraile no ha cambiado, siempre es el buitre insaciable que asecha su presa pa ra devorarla. Cuando no pue- de satisfacer sus deseos espera i usa de la más fina diplomacia para escalar las esferas sociales i guber^ nativas. . Una vez arriba consigue lo que quiere i el presupuesto del culto se infla pa ra levantar iglesias i o t ras regalías eclesiásticas. Como siempre odia toda libertad, todo pro- greso, toda rejeneración, todo paso que signifique un adelanto intelectual, i a la sombra de ese mis- mo progreso medra i se a r ras t a para aprovechar- se de él i sacar par t ido que satisfaga sus bastar- das ambiciones. En todos los países donde imperan, t r a t a n de acaparar la instrucción pa ra formarse adeptos a su causa, haciendo una guerra cruda a la enseñan- za laica. La República de Chile es la tierra de promisión en la América del Sur de la curia Romana. Aquí tienen amplia libertad para ejercer su propagan- da sectaria, por medio de la prensa i estableci- mientos universitarios erejidos en soberbios edifi- cios, fuera de un sin número de escuelas rejentadas por frailes de uno a o t ro estremo de la República. Todas estas escuelas éstan bajo la dirección de congregaciones relijiosas con diferentes nombres. En su totalidad son jesuítas disfrazados, que hacen una guerra tenaz a los establecimientos escolares del Estado, a un Estado que los subvenciona i les - 28 - dá toda clase de garant ías para que conspiren en su contra i socaven las libertades del país. Ya se vé, el gobierno de Chile es clerical, se confiesa, co- mulga i mantiene en todo su vigor nuestra caduca car ta constitucional que, para vergüenza de las instituciones liberales i del siglo en que vivimos, di- ce en su artículo 4 9 (59) ^?La relijion de la Repú- blica de Chile, es la Católica, Apostólica i Romana; con esclusión del ejercicio público de cualquiera otra». De manera que el estado sostiene una re- lijion que es a tenta tor ia al mismo estado i al pro- greso de la nación; i que es además enemiga irre- conciliable de toda obra de adelanto. Sus tenden- cias, como se sabe, son el oscurantismo i el retro- ceso a fin de reconquistar sus glorias perdidas. A esta relijion nuestro gobierno la a m p a r a por man- da to déla lei i le sirve de pedestal para que se levan- te en el pais bandadas de frailes que, son tan perni- ciosos i perjudiciales como las langostas de las Pampas Arjentinas. * * * Sin embargo, hoi dia en nuestra pat r ia se no- ta un gran resurjimiento liberal a pesar de ser un pais netamente católico. Este resurjimiento ha convulsionado al elemento clerical i los tiene en un estado de nerviosidad tal, que se aj i tan i se mueven sijilosaniente haciendo la más activa pro- paganda sectaria entre las masas populares de la República. Han dejado de mano en gran parte las ocupaciones del culto, pa ra constituirse en fac- ciones políticas, desde el Metropolino hasta el úl- t imo cura de aldea. Este a j i tado t ras torno, mas activo que en o t ras ocasiones se debe, como hemos dicho, a que se ha notado en estos últimos tiem- pos, un gran desenvolvimiento liberal que pone en peligro la estabilidad de los frailes en nuestro te- rritorio, i sobre todo, que temen ser arrojados de las esferas gubernativas donde tienen t an to domi- nio i causan t an tos males a nuestra patr ia . — 29 — P a r a contrarrestar este avance progresista, se ha formado últimamente en Santiago, entre los ensotanados. de la Capital, un centro de propa- ganda autorizádo por el Arzobispo, t i t u l a d o «Union Católica», cuj^os Directores son: Manuel T. Meza, presidente del Consejo Diocesano de San- tiago: Martin Rücker, vice presidente: Arturo Pe- rez, secretario: Rafael Lira, tesorero: Gilberto Fuenzalida, Carlos Cotapos, Horacio Campillo, Francisco Urrejola, Alejo Lira, Eduardo Covarru- bia, Carlos Casanova, Julio Restat, Cárlos Echeve- rría Reyes. Este Centro retrógrado i sedicioso, ha distri- buido a todos los frailes del pais i en especial a los párrocos, una circular en forma de folleto, de la manera más secreta, recomendando la más activa propaganda, sin reparar en medios a fin de recu- perar su prestijio perdido i a t a ja r , dicen, la ola liberal que .se levanta en el pais. El citado folleto dice en uno de sus párrafos: "Las últimas elecciones políticas, han sido para los católicos una advertencia mui significativa del avance de los enemigos de la Iglesia en nuestra patria, i del retroceso de los que defienden o al menos no hostilizan su doctrina, sus derechos i sus sagrados intereses- De manera que los de la "Unión Católica" re- conocen la superroridad liberal en Chile, i que, si en las últimas elecciones de presidente de la Repú- blica, triunfó el candidato de la Coalición, ha sido por el fraude i el cohecho i no por la voluntad del pueblo que en su mayoría es libera l .Estamos confor- me con este modo de pensar de los ultramontanos i creemos como ellos, que el liberalismo progresa i con su progreso, vendrán por t ierra los sofismas escolásticos i las mil i una patrañas i embustes de que se compone la Iglesia Romana i también li- ber tará al país de la influencia frailuna que hoy interviene en los destino de la patr ia . La circular continúa llamando la atención (es- - 30 - t o saca de quicio a los señores frailes) al peligro que les amenaza en lo futuro, peligro que estiman les pueda hacer desaparecer de la República. "Vamos simplemente a apuntar un hecho, dicen, i este con cifras i cuya pavorosa magnitud debe despertar vivamente nuestra conciencia católica". "Este hecho es el siguiente: "Se educan actualmente en Chile 464,000 ni- ños. De estos en nuestras aulas católicas, 62.530. El resto en aulas del Estado o en escuelas o cole- jios protestantes, radicales o independientes. "Co- mo se vé, apenas nos pertenece en esta gran masa un 13 V2%, mientras se forma en el odio o en la in- diferencia relijiosa, el 86 "Siguiendo las cosas como van, agregan, de aquí a diez años la gran masa letrada, la que tiene voz i voto e influencia, será en inmensa mayoría contraría a la iglesia". Por los párrafos que hemos copiado de la cir- cularen cuestión, se desprende i se deja ver la gue- rra cruda i tenaz que el elemento clerical, hace a la instrucción del Estado i a toda enseñanza libe- ral i racionalista. Siguen diciendo los de la Unión Católica: "Con- tamos con elementos poderosos de victoria, no solo para contrarrestar el audaz empuje del enemigo, sino también para superarle i alcanzar al fin es- pléndido triunfo". "El primer elemento de victo- ria es la gracia de Dios, i de todos los recursos sobre- naturales" Si fuera este el único elemento con que los frai- les cuentan, nos tendría sin ningún cuidado^ por- que maldito lo que Dios se va a preocupar de sa- tisfacer ambiciones frailunas i sobretodo de indi- viduos que han a r ra s t r ado su dignidad por el lo- do i han justificado el crimen invocando su nombre. Los recursos sobrenaturales de que hablan, de- ben ser los ruegos que elevan las beatas a ese mis- mo Dios antropomorfo i demás mojigangas de la — 31 — Iglesia, como ser: misas, clonaciones a los santos, milagros(que no cuajan) confesión i cuanta o t ra ridiculez con que se mistifica la conciencia de los imbéciles. Pero he aquí que los señores de la Unión Cató- lica, dicen que cuentan con otro poderoso elemen- to i este es el número que les es afecto a su causa. Se fundan en que la mayoría de los chilenos han recibido el baustismo de la Iglesia Católica. Po- demos asegurarles que están en un error, porque si la mayoría son católicos por haber nacido en un pais católico, la mayoría también, protesta de ta l relijión; repudiando sus dogmas i sacramentos, f>orque son basados en las mentiras inculcadas a os pueblos en los tiempos de mayor ignorancia. * * • Otro elemento de inapreciable valor para ellos, según dicen, es la mujer. "Gracias a Dios, esclaman su gran mayoría se conserva todavía fiel a la igle- sia i a su fé". Los hombres de sotana no se duermen i piensan en la mujer para reconquistar sus glorias pasadas, ahogando la libertad del pensamiento, que hoi se independiza i se levanta imponente en toda la Re- pública; i, que, en tiempo no lejeno se desprenderá pa ra siempre de todo prejuicio relijioso que atro- fia i desvía el criterio del individuo. Otra porfía tenaz de los frailes es apoderarse a toda costa de la instrucción, arrebatándosela al Es tado por todos los medios incorrectos de que disponen para apropiarce de la juventud educan- da a fin de que, con el tiempo llegue a ser un gran elemento de resistencia para hacer prevalecer en nuestra pat r ia al retrógrado poder de sus doc- trinas. Pero la mayoría del país, ya se ha penetrado como es la educación que se dá a los niños en los colejios clericales, que no es o t ra cosa que un con- junto de sistemas abigarrados, que embrollan i — 32 — desvían el entendimiento del estudiante que al fin no se dá cuenta de lo que estudia en medio de esa galimatía de leyendas escolásticas que se les obli- ga aprender de memoria. Por supuesto que con este sistema, nada útil aprende el niño que le sea necesario en el curso de su existencia; pero sí, será mui hábil en argucias conventuales. Su fuerte será la teolojía i la vida de los santos. Tendrá también un caracter especial que se amoldará a todas las si- tuciones por medio de la hipocresía, la maldad i el rastrerismo. En una palabra, se forman indivi- duos de espíritus apocados, enfermos, sin ideales definidos ni sentimientos nobles, falsarios i supers- ticiosos, en fin, seres a propósitos para formar en las filas de sus profesores. * * * Igual o peor cosa podemos decir de los colejios rejentados por monjas, que, bien lejos de enseñar a sus alumnas, los deberes i virtudes que son esen- ciales a una mujer, para que con el tiempo sea ejemplo de moral i buenas costumbres; digna espo- sa i por consiguiente madre cariñosa de sus hijos; sepa también instruirlos i formarles sus tiernos corazones en un ambiente de moral i de respeto a fiti de preparar ciudadanos que sean honra i glo- ria de la patr ia , útiles a la sociedad en que viven i pedestal poderoso de su familia. Nada de estas co- sas aprende la mujer en los establecimientos mon- jiles. Por el contrario, de esos colejios salen som- brías mojigatas, sin o t ra instrucción que las ridi- culas i es travagantes enseñanzas de una relijión estéril, que todo lo funda en la fé, es decir, en la ignorancia. La moral es arbi t rar ia que dichos co- lejios inculcan a sus educandas; la basan en un sis- tema misoneísta, es decir, horror a los adelantos del siglo i a todo lo nuevo que nos presenta el pro- greso. Un catecismo plagado de obscenidades i ab- surdos es la base principal de esa moral. He ahí porque la mojigata, educada en esos centros, es — 33 — maliciosa, socarrona, hipócrita i ap t a pa ra todos los vicios, si con tiempo no ha tenido el suficiente criterio para a p a r t a r de su mente todas esas es- t ravagancias nocivas. De aquí también se despren- de, que en vista de la moral que practican, sean más perniciosas que modestas, más orgtíllosas que afables, más soberbias que humildes, más ser- viles que virtuosas i más rencorosas que sensibles i compasivas. El sabio Doctor, don Juan Serapio Lois, Rec- to r que fué del Liceo de Copiapó i miembro de mu- chas instituciones científicas, ha dicho, refiriéndo- se en jeneral a las escuelas clericales: "que léjos de formar el criterio lójico de los educandos, los de- prava i corrompe, porque funda el criterio del ni- ño en la creencia, es decir, en los sofismas llama- dos preocupaciones" (Estudio cient. del cristianis- mo, pá j -209) . * * Creen los señores ensotanados, i lo dicen en su circular que cuentan para su propaganda perni- ciosa con la cooperación incondicional del sexo fe- menino, porque la mayoría se conserva todavía fiel a la Iglesia i a su fé: quiere decir entonces, que en el concepto de los Irailes la mujer es todavía un elemento ignorante i fanático del cual se puede disponer a voluntad. Estiman que es como siem- pre el instrumento dócil, ciego e inconciente que no piensa ni raciocina i que está sometido como en los siglos pasados a las odiosas gar ras del fa- natimo, sin más voluntad que la del fraile embau- cador. Es verdad que la mujer chilena, has ta cierto punto, vive todavía aprisionada a esas ideas ran- cias sustentadas por la Iglesia, de las cuales no se ha podido desprender, pero 110 en su mayoría co- mo lo aseguran los de la Unión Católica. Si mu- chas concurren a la Iglesia en los días festivos a oír misa como ellas dicen, i asisten a o t ras fiestas relijiosas, no quiere decir que todas las que van a — 34 — esas manifestaciones paganas sean fanáticas in- conscientes o las ar ras t re unafé ciega a rendir cul- to a la ignorancia. Nó. Ese misticismo o más bien dicho ese fanatismo, lo practican jeneralniente personas entradas en años; mujeres del pueblo o de la clase media que, debido a su poca ilustra- ción i escaso criterio, no han podido apar ta rse de absurdos tradicionales i creen de buena fé todas las torpezas que el fraile les enseña. El resto, o sean las mujeres que poseen alguna ilustración, van por paseo o por lucir sus encantos, las que son hermosas, semivelado por el" manto o la man- tilla de moda; también van por costumbre, que al fin es una costumbre como cualquiera otra . * * * Finalmente los Diocesanos de la "Unión Cató- lica" dicen: "que aún Ies restan tres cosas J e gran- de utilidad que son: poder económico, social i po- lítico". En el poder económico, cuentan con la riqueza de los conservadores i sus grandes haciendas que constituye la fortuna más estable de la República; apar te de la fuerza electoral que esos feudatarios disponen, compuesta de jente sin ideales concre- tos, ajenos a todo desenvolvimiento intelectual; para ellos no hai más voluntad que la del amo que, por toda instrucción les enseña a firmar pa- ra que tengan derecho a voto. Refiriéndose a las riquezas de los conservado- res agregan: "Nuestros grandes propietarios agrí- colas, entrando de lleno en su totalidad, en la obra de la Unión Católica, pueden ejercer con suma fa- cilidad un gran apostolado, como lo demuestra la esperiencia. Es hoy día casi la fuerza única que vá quedándonos, de representación electoral". Es raro que en este capítulo del poder econó- mico, nada digan de los bienes inmensos que posee la Iglesia Chilena que según una estadística que hemos revisado, poseen en bienes raíces más de ochocientos millones de pesos, sin contar los valo- - 35 - fes mobiliarios, depósitos en los bancos,títulos de crédito etc. que suman o t ra cantidad de millones. ¿Pensarán acaso mandar a Roma esta inmensa fortuna? Es ta suposición no está fuera de lójica, puesto que no hace muchos años que se hizo una ten- ta t iva en este sentido. El lector recordará los gran- des disturbios que se produjeron en Santiago i las protestas en todas las provincias de la República, cuando el Nuncio del Papa, monseñor Sibilia, quiso a r ra s t r a r con toda esa riqueza para hacerla ingre-sar en las arcas del pobre prisionero del Vaticano. Pero gracias a las enerjías de los estudiantes de la capital, secundados por todos los elementos libe- rales del país, se pudo evitar ese inaudito despojo. Hoi día tenemos en Chile o t ro Nuncio Apostó- lico; Monseñor Nicotra. ¿Qué misión t rae ante nuestro gobierno este santo varón? No vendrá con el santo propósito de reanudar las jestiones deja- das temporalmente por Sibilia? Allá lo veremos. Mientras t an to , liberales de Chile, ¡Alerta! * * * El poder social i político a que hacen referen- cia los de la Unión Católica en su circular, lo basan en la misma importancia económica i en la posi- ción que ocupan en la sociedad santiaguina i so- bre todo en la representación parlamentaria . Con estos elementos, que no hai duda son po- derosísimos i los que ya hemos mensionado pien- san librar la gran batal la en contra de los elemen- tos liberales del país, a fin de apropiarse si es po- sible, como ellos dicen, en primer lugar, de la ins- trucción en toda su estención, para así llegar a do- minar en los círculos sociales i obtener el tr iunfo de su codicia jesuítica. Vamos a terminar este opúsculo, escrito al co- rrer de la pluma; en él hemos dejado comprobado el orijen de la Iglesia Romana i su poder terrible a través de muchos siglos, como también su preci- — 36 — pi tada e inevitable decadencia con el despertar de la ciencia i los avances déla civilización;pero, que, a pesar de esa decadencia i los duros golpes recibi- dos, no se doblega sin embargo i pugna desespe- radamente por rehacerse de su poder perdido. Para ésto prepara sus huestes en la sombra i el silencio; les imparte órdenes secretas que deben ser ejecutadas con precisión matemática para obte- ner un resultado satisfactorio. El fraile de hoi día, que no puede hacer uso co- mo antes de un poder absoluto para aherrojar a los pueblos e imponerles su voluntad por el terror, se presenta humilde i afable, recurriendo a todas las habilidades para introducirse en todosloscam; pos sociales, a fin de preparar su soñada conquis- t a . Son hipócritas i sagaces como aquel famoso Cardenal de Montalto, mas tarde Sixto V, que, pa ra obtener el t rono pontificio, finjió durante mu- cho tiempo enfermedades corporales i gran inca- pacidad intelectual. Cuentan las crónicas de aque- llos tiempos, que daba lástima verlo t an encorva- do i raquítico, sosteniéndose apenas en su grueso bastón; su voz era t a n débil que apenas se le oía. Una mayoría de cardenales ambiciosos desea- ban llevar a la silla de Pedro que estaba vacante, a un inútil, para hacer de las suyas i nadie más apropósito que el decrépito cardenal de Montal to . Siguen contando las crónicas que al ofrecérsele el solio pontificio, bajo el t í tulo de Sixto V, contestó con voz apagada i humilde beatitud: "Hermanos; acepto el delicado i honroso cargo que me ofreceis i que de ningún modo merezco, pero debo obede- cer la voz del espíritu santo que así lo dispone; manifestándoos hermanos míos que yo seré el Pa- pa Sixto V, nada más que en el nombre i vosotros con la ayuda de Dios tendréis el gobierno de la Iglesia. Mis años i mi salud no permiten sopor- t a r una carga t an pesada. El Señor me l lamará mui pronto a su san to reino". Los cardenales no deseaban o t ro cosa, i dijie- - 37 - ron este es el hombre que necesitamos i lo elijieron Papa;pero cual no sería el asombro de todos ellos, cuando vieron que el as tu to viejo caduco, puestas las insignias del mando, se desprende desu hipocre- sía, bo ta léjos su bastón, se endereza como un ro- ble i entona el más vigoroso Te-Deum, con voz t a n firme que retumbó por todos los ámbitos de la ca- pilla. Asumió el mando de la Iglesia, haciendo temblar a los mismos que lo elijieron, vivió varios años i fué t an bribón i t i rano como sus antece- sores. * * * Por el estilo de Sixto V, son los frailes de nuestros días, sumisos i dóciles al parecer, pero que no son o t ra cosa que lobos con piel de oveja metidos en el rebaño nacional para devorarlo en tiempo oportuno. Traba jan jesuíticamente en la obra demoledora del liberalismo chileno, sujetán- dose a las instrucciones que les imparten los direc- tores de la "Union Católica" que son precisas i terminante. "El párroco es la célula primera de este orga- nismo relijioso", dicen en su folleto circular. Les encarecen qué formen sociedades de obreros cris- t ianos o de socorros mútuos entre sus feligreses i o t ras instituciones análogas a fin de ir preparan- do el terreno que los ha de conducir a la conquista de sus ambiciones. Estos retrógados hijos de Loyola, recurren a todos los medios imajinables, para conquistar fuerzas electorales a fin de escalar la representa- ción parlamentar ia del país. Ven amenazada su estabilidad con el resurjimiento del liberalismo que en tiempo no lejano tendrá que arrojarlos del templo de la pa t r ia como a los fariseos de la le- yenda cristiana; i ante esa amenaza que divisan t a n cercana, han emprendido la cruzada política- relijiosa que creen les dará el triunfo i el dominio del campo político para adueñarse de la conciencia nacional. - 38 - Entonces ¡adiós progreso! ¡Adiós instrucción del Es tado i t odo lo que signifique liberalismo en el país! Pero esto no pasa de ser más que un her- moso sueño de los u l t ramontanos que se les vá mui p ron to a convertir en pesadilla a t roz. El liberalismo se unirá en t oda la República p a r a cont rar res ta r las arremetidas audaces de los hombres de so tanas i sabrá en las fu turas contien- das políticas da r pruebas de pat r io t i smo i enerjía, confundiéndose en un solo pensamiento, en un solo ideal ,para combat i r al enemigo común que se es- fuerza por apropiarse de los destinos de la pa t r ia , p a r a hundirla en el caos oscurant is ta del Catoli- cismo Romano. Toca a todas las instituciones liberales de Chile i en part icular a la juventud que se levanta, oponer formidables resistencia a las oscuras hues- tes del Vaticano que t r a t a n de invadir nuestro te- rritorio, haciendo imperar las tinieblas del fana- t ismo. El par t ido conservador, que es el poder políti- co de que hacen alarde en la circular t a n t a s veces ci tada, no es o t r a cosa que el par t ido clerical en- t ronizado en las esferas de gobierno; base pode- derosa pa ra obtener sus odiosas ambiciones. Es deber de todos los par t idos afines del libe- ralismo, estrechar las fuerzas pa ra est i rpar de nuestro suelo esa plaga de vampiros que chupan la sávia de la nación. Hai que a r ranca r de raiz esas malezas paras i tar ias , que, como el muérdago, apes tan i aniquilan las p lan tas benéficas esquil- mándoles su j ugo vital. Pa ra llevar a feliz término esta obra de depu- ración nacional, se hace preciso tener un elevado concepto de lo que significa el liberalismo en su sentido verdadero i lójico. No se puede ser liberal i católico a la vez, porque es un cont ra sentido, fuera de todo raciocinio; son doctr inas completa- mente opuestas unas de o t ra . El catolicismo es el dogma que envilece i ap las ta — 39 — la razón humana . Es la mentira entronizada i sistemática que desvía el criterio del hombre i lo rebaja en su condición de ser racional. Es la creen- cia en leyendas que se dicen reveladas por un ser desconocido, inventado por el clero pa ra hacer prevalecer la ignorancia con fines especulativos. Es en fin, el caos i el retroceso a la barbarie. El liberalismo o sea la libertad de pensar, es la emancipación de nuestra conciencia; es el pen- samiento que desea i busca la verdad de las cosas, por medio de la investigación en el vas to campo de la ciencia, en las d i la tadas e tapas de la Natu- raleza; es el progreso que avanza en t odas las ca- pas sociales, es la civilización que como una chis- pa eléctrica ilumina la mente del hombre, a r ran- cando de su pensamiento ideas i prejuicios embru- tecedores p a r a buscaren el estudio la causa de losfenómenos que l laman su atención. De manera que es imposible ser a un tiempo li- beral i católico. Son ideas tan opuestas, que es como j u n t a r el agua con el fuego i la luz con las tienieblas. • * * Los que se dicen liberales católicos, son t ipos híbridos, hermafrodistas cerebrales, nulos en una palabra pa ra t o d a evolución o idea elevada i pa- ra t odo sentimiento que signifique amor a la liber- tad i al progreso. Los que sustentamos ideas avanzadas en el campo liberal de la República, debemos estrechar más los vínculos de unión, a fin de fo rmar l a g ran alianza, única manera de salvar a la pa t r i a del peligro clerical que nos amenaza i de da r a la na- ción gobiernos serios i estables. Nuestra declaración de principios, debe ser: t r a t a r por todos los medios se lleve a efecto sin reticencias ni ambigüedades, la separación de la Iglesia i el Estado; lejislaoión i secularización de los bienes esclesiásticos, p a r a evitar que sean usurpados i t r a s ladados a Roma; precedencia del mat r imonio civil al relijioso, cast igando con pri- — 40 — sióti incomutable al fraile que contravenga esta> disposición i laicización jeneral de t odas las insti- tuciones que dependan del gobierno de la nación. El Es tado no debe tener relijión, porque es un absurdo; desde el momento que no sabe que reli- j ión es la verdadera i nunca lo sabrá, no debe por consiguiente a d o p t a r ninguna» Debe conceder sí, la libertad de culto a t odas ellas sin preferencia p a r a ninguna, siempre que se sometan a las disposicio- nes legales que se hayan adop t ado en ese sentido. También debemos esforzarnos, como verdade- liberales i de doctr inas puras i avanzadas no acep- t a r jamás los gobiernos de coalición, que han sido i son t an perniciosos en los países donde se impo- nen i perticularmcnte en Chile. Acordémonos de la primera coalición a que hacemos referencia en el principio de este folleto, entre paganos i cristia- nos i el f ru to híbrido que produjo,.mil veces peor que el cólera morbus; que ahogó a la humanidad en rios de sangre pa ra hacer prevalecer la igno- rancia i el latrocinio. Es tos mismos enjendros del paganismo ant iguo son los que hoi dia t r a t a n de apropiarse de la dirección de nuestra pa t r ia . ¡A la obra ciudadanos! ¡Duro i a l a cabeza! No permi- t amos que, por ningún motivo ese elemento perni- cioso del clericalismo se adueñe de los destinos de nuestro pais, ni que prevalezca en el terr i tor io de la República una relijión inmoral i mentirosa co- mo la Católica Romana que ha tenidocomo P a p a a un Alejandro VI, padre i aman te de Lucrecia i como san tos a un Ignacio de Loyola i un Domin- go de Guzmán, criminales empedernidos que nun- ca se saciaron en la sangre de sus víctimas. H a y que comprender que los frailes no reconocen más pa t r i a que Roma, ni más bandera que los oscuros pendones del Vaticano i su lema es fanat izar a los pueblos pa ra envilecerlos i subyugarlos.
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