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COMUNIDAD DE LECTORES “CRUZ DEL SUR” Las Cartas de San Francisco Javier Segundo viaje: a Indonesia (1545) Javier, por lo que él mismo declara, se sentía muchas ve- ces llamado por Dios para ir a misionar más lejos, más al o- riente. Y en setiembre de 1545, llegados los vientos favorables, se embarcó para Malaca, lle- vando consigo una reliquia de Santo Tomás, que siempre con- servó colgada al cuello. Pasó, pues, de la India a la isla de Ceylán –actual Sri Lanka–, donde había fuertes luchas en- tre reinos locales. Viajó más tarde a Malaca, la ciudad real de los malayos, el puerto co- mercial más importante del A- sia. Desde allí, a lo largo de cin- co estancias diferentes, preparó sus viajes a Molucas, Japón y China. Las Molucas, con sus mil islas, en Indonesia, recibieron durante quince me- ses la acción evangelizadora de Javier. Afrontando peligros muy grandes, visitó varias de las islas, en las que había pequeñas comunidades cristia- nas. Aún perdura en ellas la memoria del Santo. Doc. 55A sus compañeros de Europa Amboina 10 de mayo 1546 Carísimos en Cristo hermanos: La gracia y amor de Cristo N. S. sea siempre en nuestra ayuda y favor. Amén. 1. En el año de 1545 os escrebí largo haciéndoos saber cómo en una tierra llamada Macassar se hicieron dos reyes cristianos con mucha otra gente: y por la mucha disposición que en aquella tierra había para se acrecentar nuestra santa fe, según la información que me dieron, partí del Cabo de Comorín para Macassar por mar, por cuanto no se puede ir por tierra. Hay del Cabo de Comorín hasta las islas de Macassar más de 900 leguas. Di orden primero que del Cabo de Comorín partiese, cómo los cristianos de aquella tierra fuesen proveídos de cosas espirituales, dejando con ellos cinco padres, los tres naturales de la tierra, y a Francisco de Mansillas con otro padre español [Juan de Lizano]. Con los cristianos de la isla de Ceylán, que está cerca del Cabo de Comorín, quedaron cinco frailes de la orden de S. Francisco, con dos otros clérigos. Viendo que no era necesario, ni menos hacía falta con los cristianos del Cabo de Comorín ni con los de Ceylán –por- que no hay otros cristianos nuevamente convertidos en la India fuera de las fortalezas del Rey, y los que están en las fortalezas, los vicarios tienen cargo de enseñarlos y bautizarlos– determiné de partir para Macasar. Y yendo al puerto [de Santo Tomé] del cual me había de embarcar para hacer mi viaje, hallé un mercader [Juan de Eiro] con un navío suyo, el cual me rogó que lo confesase. Y lo que con mucha prudencia humana no aca- bara de determinar, con mucha violencia se venció y escogió el camino del cielo. Quiso Dios por su misericordia darle tanto dentro de su ánima a sen- tir, que un día se confesó, y en otro siguiente se determinó (en el mismo lu- gar donde mataron a Santo Tomé Apóstol) de vender el navío y todo lo que tenía, dando a los pobres todo, sin guardar nada para sí, como liberal des- pensero [más tarde se hizo franciscano]; y así nos embarcamos camino de Macassar. 2. Llegamos en la mitad del camino a una ciudad llamada por nombre Malaca, en la cual el rey [de Portugal] tiene una fortaleza. Y el capitán de esta fortaleza me dijo cómo había mandado un clérigo [Viegas], persona muy religiosa, con muchos portugueses en un galeón bien apercebido de todo lo necesario para favorecer a los que se hicieron cristianos, y hasta que hubiésemos nuevas suyas, no le parecía que debía partir para aquella isla; y así estuve en Malaca tres meses y medio esperando nuevas de los macassares. En este tiempo no me faltaron ocupaciones espirituales, así en predicar los domingos y fiestas, como en confesar muchas personas, así los enfermos del hospital donde posaba, como otros sanos. En todo este tiempo enseñé a los muchachos y cristianos nuevamente convertidos a la fe la doctrina cristiana. Con la ayuda de Dios N. S. hice muchas paces entre los soldados y moradores de la ciudad, y las noches iba por la ciudad con una campana pequeña encomendando las ánimas del purgatorio, llevando conmigo mu- chos niños de los que enseñaba la doctrina cristiana. 3. Pasados los tres meses y medio, acabaron de ventar los vientos con que vienen los navíos de Macassar. No sabiendo ningunas nuevas del padre [Viegas], determiné de partir para otra fortaleza del rey, llamada Maluco, y es la última de todas. Cerca desta fortaleza, 60 leguas de ella, hay dos islas [Amboina y Moro]; la una es de 300 leguas en redondo, mucho poblada, la cual se llama Ambueno. De esta isla tiene hecha merced el rey a un hombre mucho de bien y buen cristiano [Jordán de Freytas, de Madeira], el cual ha de venir a vivir en ella de aquí a un año y medio con su mujer y casa. En esta isla hallé siete lugares de cristianos: los niños que hallé por bautizar bauticé, de los cuales murieron muchos después de bautizados; y parece que Dios N. S. los guardó hasta que estuviesen en camino de salvación. Después de haber visitado todos estos lugares, llegaron a esta isla ocho navíos de portu- gueses. Fueron tantas las ocupaciones que tuve en tres meses que aquí estuvieron, en predicar, confesar, visitando los enfermos, ayudándolos a bien morir, lo que es muy trabajoso de hacer con personas que no vivieron muy conformes a la ley de Dios. Estos mueren más desconfiados de la mise- ricordia de Dios, de lo que vivían muy confiados viviendo en pecados conti- nuos, sin querer desacostumbrarse de ellos. Hice, con la ayuda de Dios, mu- chas amistades entre soldados que jamás viven en paz en esta isla de Ambueno. Ellos se partieron para la India en mayo, y mi compañero Juan de Hierro y yo nos partimos para Maluco [Malaca], que está de aquí 60 leguas. 4. De la otra costa de Maluco está una tierra, la cual se llama El Moro, a sesenta leguas de Maluco. En esta isla de El Moro [en las Molucas] habrá muchos años que se hicieron grande número de cristianos, los cuales, por muerte de los clérigos que los bautizaron [uno fue muerto, el otro huyó herido], quedaron desamparados y sin doctrina y por ser la tierra de O Moro muy peligrosa, por cuanto la gente de ella es muy llena de traición, por la mucha ponzoña que dan en el comer y beber; por esta causa dejaron de ir a aquella tierra de O Moro personas que mirasen por los cristianos. Yo, por la necesidad que estos cristianos de la isla del Moro tienen de doctrina espiritual y de quien los bautice para salvación de sus ánimas, y también por la necesidad que tengo de perder mi vida temporal, por socorrer a la vida espiritual del prójimo, determino de me ir al Moro, por socorrer en las cosas espirituales a los cristianos, ofrecido a todo peligro de muerte, puesta toda mi esperanza y confianza en Dios N. S., deseando de me conformar, según mis pequeñas y flacas fuerzas, con el dicho de Cristo nuestro Redentor y Señor, que dice: «Pues quien quisiere salvar su vida, la perderá; mas quien perdiere su vida por amor de mí, la encontrará» [Mt 16,25]. (…) Fragmento extraído del libro LAS CARTAS DE SAN FRANCISCO JAVIER, excepcional ejemplar para conocer los cuatro viajes que emprendió hacia África y Extremo Oriente. Muy entretenido para que lo lean los jóvenes, profesores de geografía e historia y quienes deseen conocer a fondo la gran misión evangelizadora que emprendió San Francisco Javier de la orden de los Jesuítas. Reserve su ejemplar al administrador del grupo. José Francisco González. EDITORIAL CRUZ DEL SUR – REPÚBLICA ARGENTINA
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