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Introducción al Conocimiento Científico Unidad Nº 1 
 
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KLIMOVSKY, Gregorio; HIDALGO, Cecilia (1998). La inexplicable sociedad. Cuestiones 
epistemológicas de las ciencias sociales. A – Z 
Editora. Bs. As. (Pág. 165-192) 
 
 
Cuando el público toma conocimiento de las hipótesis científicas 
 
El punto conflictivo que trataremos es que, cuando progresa el conocimiento, cuando se lo formula y 
difunde, la sociedad cambia, y al hacerlo cambian las condiciones de testeo y de contrastación del conocimiento que, 
paradójicamente produjo el cambio. Es sabido que, cuando el conocimiento sobre lo social se convierte en una 
variable social más, altera las condiciones de contrastabilidad de las teorías. Si en astronomía formulamos una 
hipótesis sobre el desarrollo de las estrellas y la publicamos, el haberla divulgado no influirá sobre el 
comportamiento de las estrellas. Salvo en algún otro cuento de ciencia ficción, el comportamiento de las estrellas es 
totalmente independiente de los artículos que publiquen los astrónomos; hasta ahora ninguna estrella ha afirmado: 
“así que ustedes tienen una teoría acerca de mí; pues me comportaré a la inversa con el único fin de descolocarlos y 
dejarlos perplejos”. Esto no puede ocurrir ni en las ciencias exactas ni en las ciencias naturales. 
Pero, en el caso de que sea un científico social quien publique sus ideas o hipótesis, la cuestión ya no es tan 
obvia simple. Supongamos que un politicólogo llega a un país cualquiera y dice: “En el estado actual de las cosas es 
muy probable que los militares rompan con el orden institucional”. Indudablemente, si el científico tiene prestigio en 
la comunidad política, tal afirmación de seguro será tenida en cuenta y, muy probablemente, desatará una serie de 
hechos que intentarán impedir el golpe de estado predicho, por ejemplo poner en prisión a los militares 
presuntamente rebeldes. Si se logra detener el golpe, se habrá dado lo que se conoce como profecía suicida, pues 
una hipótesis que predecía un hecho que hubiera acontecido si la hipótesis no tomaba estado público, al ser ésta 
formulada y conocida desencadena nuevas circunstancia que impiden testearla y juzgar su validez, pues no llega a 
producirse la situación predicha que haría posible la contrastación. 
Así como hay predicciones que al tomar estado público terminan no ocurriendo, hay otras que tienen la 
suerte inversa y se conocen como profecías autocumplidas. Son aquéllas que, cuando se formula y divulga la 
hipótesis, se cumplen a pesar de que lo que predicen no habría ocurrido de no mediar tal formulación y divulgación. 
Nagel cita el caso del famoso banco de la ciudad de Nueva York que terminó quebrando tan sólo porque un 
periódico de prestigio escribió: “El estado financiero de este banco es tal que muy probablemente quebrará”. Así fue 
que se produjo una corrida y todos los clientes del banco retiraron sus depósitos en dinero, con lo cual el banco se 
vio obligado a presentarse en quiebra como lo había pronosticado temerariamente el diario. Sucedió que la hipótesis 
formulada por el periodismo tuvo el efecto social de cambiar el estado de situación y la actitud de la comunidad y 
produjo un nuevo estado de cosas que hizo verdadera una hipótesis antes infundada. 
Pero, ¿podría decirse que la hipótesis resultó corroborada, ya que el hecho se cumplió tal como lo anunció 
el periódico? Este es un caso interesante, porque para que la comunidad científica ponga a prueba las hipótesis, es 
necesario que éstas sean formuladas. A fin de cuentas, la ciencia es un fenómeno social y, para que las hipótesis 
cumplan el requisito de ser científicas, deben ser contrastadas intersubjetivamente. (…) 
Otro escollo que se le presenta a las ciencias sociales es que la cantidad de perturbaciones a anticipar es tan 
grande, que la enumeración exhaustiva se convierte en imposible. Por este motivo, todo enunciado legal acerca de lo 
social muy probablemente tenga textura abierta, lo que indica que existe la posibilidad de que se agreguen nuevas 
condiciones de perturbación. Si esto es así, debe tenerse en cuenta que una ley económica nunca dirá: “Si ocurre tal 
cosa, sucederá esta otra”, sino: “Si las circunstancias económicas generales siguen como están –tal estado de la 
hacienda pública, de la inflación, tal cantidad de emisión de moneda, etc.,-- y si el estado no interviene el banco 
aportando un crédito inesperado, o un banco extranjero ofrece un préstamo para socorrerlo, etc., entonces se 
producirá la quiebra de esa institución”. Los hipotéticos deductivistas dirán que es muy frecuente que se formulen 
hipótesis suicidas y autocumplidas acerca de lo social, y que se invalide así la posibilidad de contrastarlas. Pero, 
curiosamente, aun en estos casos, será posible contrastar alguna hipótesis que incluya como condición antecedente 
adicional el conocimiento público de las hipótesis y su influencia causal. Por ejemplo, se conoce una ley sobre la 
difusión de rumores según la cual, si en ciertas circunstancias se lanza un rumor, se producen determinados efectos; 
precisamente, ésta es una ley que los periodistas mal intencionados usan con frecuencia. Por consiguiente, la quiebra 
del banco es una corroboración legítima de las hipótesis de que si se lanza cierto rumor, en ciertas circunstancias, se 
produce un colapso en la empresa. Por eso quienes defienden la utilización del método hipotético deductivo en 
sociología muestran que aun las hipótesis suicidas y autocumplidas tienen efectos corroborativos respecto de ciertas 
leyes sociales. 
Antes de seguir adelante, hay que poner énfasis en que no hay que confundir el contexto de descubrimiento 
con el de justificación. Tal vez el periódico de nuestro ejemplo anterior profesaba una ideología espuria y, por esta 
razón, hizo tal anuncio. Quizá profesaba una ideología cientificista, y su deseo fue adelantarse a otras publicaciones 
para demostrar la agudeza de sus analistas económicos, etc. Es decir, que pudo haber publicado el anuncio por 
muchas razones, pero nuestro problema no es por qué formuló tales conjeturas y no otras sino qué valor tiene su 
 
Introducción al Conocimiento Científico Unidad Nº 1 
 
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hipótesis como conocimiento. La cuestión del origen de las hipótesis es muy interesante y, entre paréntesis, se ha 
dicho muchas veces que hay personas a las que se les ocurren hipótesis de maneras muy poco ortodoxas. Así, la 
teoría de la estructura hexagonal del átomo bencénico se le ocurrió al químico alemán Friedrich Kekulé mientras 
viajaba en un vehículo: un tanto adormecido, vio una serie de átomos como serpientes que se mordían unas con otras 
y, entonces, se le ocurrió que la molécula debía ser cíclica y no encadenada como se creía hasta ese momento. 
Pero al respecto debemos ser cuidadosos ya que, en muchos casos, existen personas que si bien profesan 
una ideología inaceptable pueden, sin embargo, formular hipótesis acertadas. No se trata de que no exista una 
relación entre los propósitos que llevan a formular hipótesis mismas, sino que en principio son cosas distintas. 
Tomemos el caso de nuestro amigo Newton. En su momento, fue presidente de la Royal Society, pero su actuación 
fue muy discutida porque se dedicaba sistemáticamente a favorecer a sus amigos y perjudicar a sus enemigos. Si 
bien esta conducta no es ética, no cabe duda de que es muy humana, pero no concuerda con la magnífica imagen que 
se tiene de alguien tan prominente. Si bien Newton era genial como científico, actuaba de un modo tortuoso. Se sabe 
que perseguía la fama y la gloria, y que, además, como político científico favoreció a su amigo Edmund Halley y a 
muchos otros, pero que a Robert Hook, que era su gran competidor, poco menos que los destruyó. Pero las teorías de 
Newton eran extraordinarias. 
Es muy común que alguien que sostiene valores o profesa una ideología con la cual no se puede simpatizar 
desde el punto devista ético, teorice sobre la realidad en una forma muy acertada. Sólo dicen que ello no es posible 
los que entienden a la ideología como una falsa conciencia que distorsiona en cierto modo la aprehensión de la 
realidad. Pero para nosotros el problema principal permanece: ¿Cómo estimar si la hipótesis que el periódico lanzó 
por razones ideológicas –buenas o malas—era una hipótesis correcta? No cabe duda: debe ser contrastada. Es decir, 
no existe algo a priori que nos permita declarar que una hipótesis es correcta o incorrecta porque un personaje 
determinado o cierto medio periodístico la ha formulado. Por ejemplo: si por razones ideológicas inferimos que, 
cuando cierto diario publica una hipótesis de carácter político económico, ésta seguramente será falsa, nuestro modo 
de razonar es como un barómetro, útil al fin, pero que marca siempre lo contrario: cuando hace buen tiempo indica 
mal tiempo. Por lo tanto, estaremos atentos para aplicar la ley de corrección pertinente. Entonces, si leemos el 
diario, pensaremos: “¡Caramba, parece que mejoraremos industrialmente!”, pues en el mismo se afirma que habrá 
recesión. De cualquier modo, antes de llegar a semejante opinión sobre el diario, debe existir una etapa previa que 
permita llegar a esa ley (la “ley de la ideología del diario”), etapa que consiste en contrastar las hipótesis económicas 
que este periódico formula. Habrá que haber puesto a prueba y refutado sistemáticamente sus hipótesis. 
Debemos destacar algo que afirmó Nagel y es que, algunas veces, formular una hipótesis no tiene ninguna 
influencia en la sociedad. Todos sabemos que la historia y la cultura nos ofrecen una inmensa cantidad de 
conocimiento, que en ningún caso se han asimilado e incorporado a nuestra acción social. De modo que muchas 
veces se exagera en demasía el supuesto papel perturbador del conocimiento como variable social. Por otro lado, 
que el conocimiento social influye y reflexivamente entre a formar parte de la acción social debería interpretarse, 
antes bien, como algo positivo más que perturbador, pues ello es precisamente lo que contribuye a la transformación 
social o a la “emancipación” de la que nos hablan autores críticos como Jürgen Habermas.

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