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2- Bencra y Lacroix doc

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BENCRA Y LACROIX
RADIO Y PODER EN LA ARGENTINA
Explique cuáles son los motivos por los cuales el capital británico empieza a quedar desplazado por el estadounidense.
Durante la WWI, la necesidad local de provisiones había traído un avance de los proyectos industriales, que se abandonan
al terminar la guerra, con la intensión de volver a la situación previa al conflicto bélico. Pero esta era una ilusión de la
oligarquía que pretendía mantener las relaciones principales con UK y hacer las yanquis secundarias. Esto era ya imposible:
luego de la WWI, Argentina, entre otros países latinoamericanos, se vuelven presas de la disputa entre potencias viejas y
nuevas.
En nuestro país, el estado de semiindustrialización era una oportunidad para USA para “reemplazar la explotación británica
por la ayuda” yanqui. USA y UK tenían orientaciones diferentes en sus políticas de expansión.
- UK � buscaba limitar su participación como inversor a las industrias grandes con mercado en el exterior y
concentrarse en los servicios públicos, las finanzas y el comercio.
- USA � no estaba interesado en nuestra producción agropecuaria; buscaban expandirse mediante la instalación de
plantas de montaje, especialmente de bienes de consumo duradero.
Las relaciones con USA iban creciendo por las necesidades tecnológicas del ISI y se creó nuevas formas de dependencia
comercial a través de la venta de maquinarias y partes para el armado, no productos terminados.
En el seno de este desarrollo pseudoindustrial con el establecimiento de empresas norteamericanas en nuestro medio se
produce el nacimiento y evolución de los servicios de radio.
¿Por qué sostienen los autores que el golpe de estado a Yrigoyen huele a petróleo?
Los autores suponen una intervención directa de los Estados Unidos en la estructura del poder político argentino.
Explique los motivos por los cuales la radio inicialmente está regulada por la ley 150/2 de 1875 de Correos y Telégrafos.
Cuando en nuestro país se implantan empresas de telégrafos por cables, el Parlamento les impone normas. En esas
normas de la ley (750 y 1/2) aparecen atisbos del control que recaerá más tarde sobre la radiodifusión.
Esta ley establece un régimen de licencias previas, aunque transferibles con el permiso de la autoridad.
Como la función de las empresas de telégrafos era transmitir mensajes, el legislador los aprisionó en disposiciones
censoras explícitas referidas a la “moral y buenas costumbres”, disposiciones que implicaban la sujeción del medio a los
límites de lo socialmente admitido.
En 1904 una nueva ley hace entrar, en las disposiciones de la 750 y ½, los teléfonos y telégrafos inalámbricos.
Otra ley de 1913, la número 9127, establece que “el servicio radiotelegráfico es exclusividad del Estado”.
Con el desarrollo de las comunicaciones “sin hilos” y a los fines de fijar jurisdicciones para “estaciones” y servicio
radiotelegáfico el gobierno dicta en julio de 1917 un decreto que divide al país en dos zonas: a) Zona Marítima - Ministerio
de Marina; b) Zona Terrestre - Ministerio del Interior. Este decreto sigue el principio estatizante de la ley de 1913 (9127) de
la que proviene.
La radio en Argentina nace, en 1920, de una iniciativa personal, privada, sin intereses económicos y menos políticos. Tuvo
una rápida tendencia expansiva, dada la curiosidad que suscitó y el rápido interés comercial. Por eso, en un inicio,
encontramos un período de libertad plena, sin marco legal. Cuando llega la radio en 1920 está en vigencia este doble
régimen ministerial. La radio desciende jurídicamente del telégrafo y este carácter confunde su naciente identidad de
medio masivo. El fenómeno de la radiodifusión parece crear cierta incomodidad jurídica.
No obstante, la segunda mitad de la década, busca la regulación de su funcionamiento. La estructuración del “modelo”
organizativo de nuestra radio coincide con el ascenso de la influencia yanqui que busca desplazar la hegemonía europea y
con la idea mundial de la radio como medio que debe ser controlado por su poder potencial.
En 1923, cuando el “broadcasting” empezó a sonar con insistencia en Buenos Aires, el Poder Ejecutivo Nacional formó una
comisión para poner cierto orden en el aire. En mayo de 1924, un decreto incorpora por primera vez el término
broadcasting y atribuye a las emisoras la finalidad de difundir noticias de interés general, conferencias, conciertos,
audiciones teatrales u otras manifestaciones culturales.
Un decreto de septiembre de 1925 evidencia que la radio porteña ha conquistado su propio caos. Interferencias,
irregularidades y discontinuidades de servicio, excesos de toda índole en los contenidos provocan una regulación
específica para la radio que agrega: a) que el ministerio pertinente asignará las longitudes de onda a cada emisora; b) que
el hecho de poseer una licencia implicaría la exigencia de mantener un servicio; c) que en los contenidos no debería
predominar propaganda política, religiosa, comercial y noticiosa.
El Estado seguía reservándose el derecho de modificar las gamas de onda y de clausurar emisoras a su arbitrio.
El próximo paso de la política estatal frente a la radio será en 1928. Este primer período de fiscalización plena de la radio se
consolida cuando en 1928 el gobierno transfiere a Correos y Telégrafos la dependencia de la radiodifusión.
¿En qué momento comienza la masificación de la radio? ¿Cuáles son los cuestionamientos que la prensa escrita realiza
sobre el medio?
La primera radio, luego llamada LOR Radio Argentina, se oyó en agosto de 1920 con la difusión de “Parsifal” desde el teatro
Coliseo. Las emisiones se volvieron más regulares desde el año siguiente, pero sólo en 1923 provocaron oleajes
perceptibles.
En ese año se implantan nuevas y poderosas estaciones de afiliados y llegan nuevos materiales al país. Casi al mismo
tiempo el Consejo Deliberante autoriza la financiación con avisos de propaganda comercial a Radio cultura.
La radioafición era un hecho que se extendía en todos los niveles y eran estos los que instalaban transmisores.
Radioaficionados “elegantes” fundaron el Radio Club Argentino, en 1921.
Las emisoras comenzarían a diferenciarse de los receptores, mientras estos seguían creciendo, los emisores provenientes
del amateurismo y también del negocio de venta de radio partes o del negocio del espectáculo, aumentaban su capacidad
técnica y comercialmente. En 1925 hay 12 estaciones en la capital y 10 en el interior.
Gente de grandes diarios se va a interesar en la radio y varios diarios del interior adquieren permiso para emitir como
broadcasters. Se generan así humildes pools de intereses afines; en la Capital, por ejemplo, Radio Cultura tiene una
emisora, una revista, vende discos y receptores.
El disco entra en las emisoras desde el principio, pero la crítica culta lo rechaza por vincularlo con modas prostibularias
como el tango. Se prestigiaban sólo con el “concierto”. Los bienpensantes, los cultos y grandes diarios consideraron que no
debía entregarse el joven medio al vil comercio de la publicidad.
Hubo noticiosos desde bastante temprano también. Los grandes diarios aún no eran conscientes de esa competencia. Es
sólo cuando la radio comienza a acaparar una gran tajada de los presupuestos publicitarios, cuando los diarios empiezan a
notar los servicios similares que podían brindar. Esto ocurre hacia la década del treinta.
La radio en este período es un fenómeno público que se discute y critica. Los puntos más enumerados por los diarios:
calidad de los programas y exceso de publicidad. La radio argentina parecía mirar con más cariño al modelo
norteamericano aunque sus críticos tuvieran una secreta esperanza de que la ley por venir consagraría el modelo BBC.
Los grandes diarios atacaban a la radio comercial por sus contenidos: no sólo discutían sus excesos publicitarios y la poca
calidad de los programas, sino que también (especialmente La Prensa) ponían reparos a su actividad informativa, que
reivindicaban como hecho y derecho fundamental de la prensa escrita.El radioteatro fue particularmente criticado: incluso
su creador reconocía su “falta de calidad literaria”, pero les atribuía un valor moral y argentinista. También se criticó la
“proliferación perniciosa” de programas deportivos.
Un motivo menos altruista se filtraba en el debate entre los grandes diarios y radios, donde los primeros acusaban a los
segundos de irresponsables por pretender ganar audiencias a fuerza de programaciones populacheras, como si los diarios
no requirieran altas ventas para sostenerse.
La radio a su llegada, halla al mundo cultural ya dividido según patrones de financiación. Así, el sector comercial basado en
la producción para el mercado, se corresponde con un modelo cultural “populista”, y el sector subvencionado por el estado
corresponde a un concepto “paternalista” de la cultura.
Establezca las principales características del proyecto de Moreno en materia de legislación radial.
En 1923, llegan dos proyectos de ley de radiodifusión al Congreso: el del diputado conservador Rodolfo Moreno y otro del
PEN. El de Moreno habla claramente de broadcasting y equipara el servicio de las emisoras con los del ferrocarril y los
telégrafos: un servicio público, no necesariamente estatal, cuyas concesiones deberían provenir de leyes del Congreso.
En su proyecto, se refiere a los antecedentes organizativos de UK y USA. Propugna diferenciar las emisoras de las
estaciones receptoras y acotar, entre las primeras, aquellas que hacen su negocio con propaganda y con la venta de
receptores y que por ello son capaces de gran poder de emisión y de programación.
¿En qué momento la radio comienza a adoptar el modelo estadounidense de financiamiento? Explique las principales
características de este modelo.
Como en EEUU, las radios argentinas se desvinculan rápidamente del negocio de la venta de receptores y radio partes,
para convertirse en un negocio en sí mismo, mediante su explotación como medio de publicidad. Sobre todo luego de
1925, cuando el Consejo Deliberante de la capital, en un acto de auténtica ilegalidad, autoriza a Radio Cultura como
broadcasting y le permite usar el 30% de su tiempo para publicidad.
El decreto de 1928 se reglamenta en 1929 y con ello caducan todas las licencias existentes. Pero se comienza a hablar de
explotación de las emisoras abriéndose una perspectiva cierta a la explotación comercial ya existente de hecho en el
medio. Esta reglamentación de 1929 sigue afirmando que el Estado es el dueño de las frecuencias, que su otorgamiento a
particulares tiene carácter precario y que los permisos pueden caducar en cualquier minuto.
En la década del 30, el proceso de ISI, con la implantación de empresas yanquis, tiene entre otros efectos el de ampliar
notablemente el mercado publicitario.
En una etapa de gran prestigio de la cultura inglesa y buenas relaciones políticas con el Imperio, ¿por qué prevaleció el
modelo yanqui?
Se decía que el éxito comercial de ciertas radios radicaba en el desmedro de su carácter cultural, es decir que en el
funcionamiento de los medios era lo populista el que promovía mejores negocios, pero ciertas radios más “culturales”
también fueron exitosas.
La primera razón de la prevalencia del modelo norteamericano es que la radio se inició y configuró en el país como
empresa privada, con emisión centralizada en Buenos Aires y financiada por publicidad.
La necesidad de control político que impulsaba sectores del gobierno a preferir el modelo inglés se fue moderando
mediante la puesta en práctica de las minuciosas reglamentaciones y, sobre todo por el poco interés de los broadcasters en
defender la libertad de la prensa para la radio.
Otra causa de la persistencia de la radio privada fue el interés de las grandes corporaciones norteamericanas instaladas
aquí, por emplear el medio como vehículo fundamental de sus impetuosas técnicas de comercialización. Marketing de
autos, nafta, electrodomésticos, etc. La disputa entre diarios y radios (que había fingido ser por contenidos) se apaciguó
porque todos quedaron más o menos conformes con la gran torta publicitaria en aumento. Hubo inversiones publicitarias
abundantes, censura estatal explicita, y los programas mejoraron (no en lo que refiere a: servicios populares,
democratización, federalismo ni auténtica cultura).
Así la lucha entre la preeminencia del modelo norteamericano de redes privadas financiadas por publicidad (Radio Act,
1927) y el modelo inglés basado en una entidad nacional de carácter público sin publicidad (BBC) puja en la que a
comienzos de la década y hasta el informe de la comisión de 1938 la posición gubernamental parece inclinarse a favor del
modelo inglés, termina con el híbrido proyecto de esta comisión que nunca llegó a aplicarse.
En los hechos se consagra finalmente el modelo network (o de redes) norteamericano al crearse por una discutida ley en
1941, la tercera cadena argentina de radio con centro en radio Splendid.
Modelo yanqui: interés público, financiado por publicidad, de fines comerciales, donde la conquista de la audiencia
resultaba clave, ergo mayor interés por los centros urbanos.
Articule el período denominado de censura con el desarrollo del llamado manual de instrucciones.
La censura previa, ya presente en la reglamentación de 1925, ajusta el torniquete: con la ley 750 1/2, las emisoras debían
enviar a Correos y Telégrafos los programas de transmisiones con ocho días de anticipación y se reiteran los patrones
culturales del inasible modelo BBC.
Pero la gran innovación de este reglamento es que desaloja las plantas transmisoras de la Capital Federal y de toda zona
urbana para llevarlas al descampado.
En la Argentina, el Estado disimulaba el carácter de “medio masivo” de la radio y soslayaba así el problema de la libertad
de prensa, sometiéndola a una explícita censura previa a través del subterfugio de la asignación de frecuencias, contando
con el asentimiento del pequeño comercio que se había instalado en la emisión.
Pero el control estatal no inclinaba al Estado al papel de emisor; sólo en la década siguiente (LRA) inaugurará su modesta
estación, instalada mediante un intercambio con un nuevo permisionario: Editorial Haynes. Por lo tanto el período de 1928
a 1930 trae un reacomodamiento general debido a la intervención estatal para poner orden en un universo que ya era
extenso y conflictivo.
En estas luchas por regir su funcionamiento interviene cada vez más con mayor fuerza el poder político, árbitro del
mensaje radial y poderoso terciador entre los distintos sectores interesados en las políticas para la radio: los broadcasters y
los grandes diarios (especialmente La Prensa).
En cuanto al poder político, sus aprensiones frente a la radio eran de índole censurante y fiscalista. Ambos temores fueron
resolviéndose a través de instrucciones, decretos, resoluciones de fuerte tono censurador en lo que toca a los contenidos.
En 1931, se fijan gravámenes para la radiodifusión en concepto de “derechos anuales de inspección, contralor y
estadística”. Si bien el Estado vio una posibilidad de recaudar con este medio en crecimiento, también estaba el aspecto
que reconocía el poder de la radio, que está introducida en los hogares y como con gran poder de sugestión. El Estado
debía mantenerse alerta y hacerse cargo de ella.
La actitud del Estado frente a la radio es muy otra que la que observa ante la prensa gráfica: con el nuevo medio se
imponen forma inequívocas de censura y de control se marcan límites y se indican los contenidos deseables, se establecen
normas, reglamentos, leyes.
El nuevo decreto del PEN en 1933 intenta sujetar a la radio con normas más explicitas mediante un cuidadoso
reglamentarismo. Este decreto es un reglamento de comunicaciones que abarca la radiodifusión y otras transmisiones.
Entre sus principales novedades: reitera el carácter “público” del medio; permite suplir la falta de servicio público por
estaciones privadas previa autorización del PEN; los privados prestan servicios sólo subsidiariamente. La censura se hace
evidente.Se dice ahora lo que no debe predominar en las transmisiones: propagandas o conferencias políticas e
informativos. Se explicitan además los contenidos prohibidos sin censura previa y los susceptibles a la censura posterior.
En 1934, llega el Folleto de instrucciones, dedicado sólo a la radiodifusión. Entre otras cosas se define las formas de la
publicidad comercial por radio: 100 palabras por tanda, se prohíben los jingles y la reiteración de marcas. Asimismo, busca
restringir el espacio informativo, prohíbe el periodismo de opinión, exigiendo fuentes fidedignas y noticias descriptivas, no
interpretativas. Se trataba de una censura explicita donde se exigía presentar el texto completo de los contenidos. También
se prohibían la discusión o criticas de leyes, petitorios a los poderes públicos, etc. sin previo trámite censurante.
Otro cambio fue la liberalidad con respecto a los discos, se permitían q llenen el 50% de los programas. El ataque frontal
que se da a lo largo de la década del 30 es contra los radioteatros.
En 1938 el Poder Ejecutivo pone en marcha una comisión para que examine y evalúe los permisos precarios y establezca la
organización integral del medio. Según la comisión hay una correlación entre radio comercial y baja calidad, planteando
que es necesario reorganizar toda la estructura del medio. La comisión se expide en 1939, sin pena ni sin gloria.

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