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CAMPAÑA- ELECTORAL, Entre los vicios y los fantasmas del pasado Por Mario Alfredo Cantarero* “Otra vez con este acoso publicitario de las elecciones…No nos dejan en paz...Ya no puede ver o escuchar lo que a uno le gusta...”, doña Josefina Las frases de desaprobación de la población salvadoreña abundan en la actualidad. Tal parece que no les satisfacen los enormes volúmenes de mensajes electorales en los diferentes medios de comunicación social. Veamos por qué la gente desaprueba el discurso político electoral, luego de compararlo con experiencia personal de crisis e inseguridad. Las campañas políticas, trago amargo para la gente Otra vez. Como en los contenidos propagandísticos de otroras campañas electorales, las tácticas comunicativas actuales siguen siendo superficiales y trilladas, por su contenido paupérrimo y por la inverosimilitud de los discursos. En lugar de discutir las plataformas programáticas a través de formas de comunicación pertinentes para el debate de los graves problemas que aquejan a nuestro país, y de describir cómo los van a solucionar, se orquestan campañas “chuecas”, sin creatividad. Bajo el supuesto de que en la guerra y el amor todo se vale, la campaña electoral actual, entre otras, muestra las siguientes características: La guerra sucia. Se trata de destruir a toda costa la imagen del candidato adversario por medio de mensajes inmorales y desagradables. Por ejemplo, involucran al contrincante en actos de corrupción, en la incapacidad de decidir, escarbaban en su vida familiar y sus opciones sexuales para hacerlas públicas, etc. Las promesas infundadas . Reiteran permanentemente promesas sin previos diagnósticos científicos, sin jerarquizar rigurosamente la problemática del país, sin establecer políticas definidas para actuar y sin reconocer las limitaciones de recursos económicos financieros existentes en las arcas de la nación. Técnicas de propaganda poco participativas. Se limitan al uso de la propaganda electoral tradicional, especialmente a minimedios de comunicación como hojas volantes, vallas, mitines, cuñas radiales y uno que otro spot televisivo mal hecho. Generalmente, con un uso abusivo de los medios, con el que están atosigando a la población. Especialmente, con el avance técnico de los audiovisuales y de la espectacularización de las campañas electorales, se ha apostado muchísimo a los spot publicitarios, sin importarles la saturación de medios y sin respetar los espacios públicos y privados de los salvadoreños. Campaña electoral, en deuda con la convivencia democrática requerida A pesar de haber mejorado las técnicas de producción de mensajes en los últimos años y de estar gastando millones y millones de dólares en la elaboración y difusión de la propaganda electoral durante las campañas, en su contenido están ausentes muchísimos componentes de la convivencia democrática moderna, como: La rendición de cuentas. los funcionarios salientes siguen sin rendir cuentas de sus actuaciones políticas, ni mucho menos de los manejos financieros, precisamente porque el sistema político se caracteriza por la imposición y la prepotencia, para esconder las faltas de transparencia y deshonestidad. Las propuestas programática concretas. El discurso político está vacío de contenido creíble y aplicable a la realidad por su pertinencia y viabilidad. Todo estaba montado en falacias y promesas incumplidas. Se hace difícil pensar que con los recursos financieros con que contamos y lo grave de los problemas nacionales, se puedan hacer cambios de la noche a la mañana, cuando en sus administraciones nunca intentaron hacerlos o nunca han tenido como prioridad la mejora de la vida de los salvadoreños. Candidatos líderes e idóneos . En la selección de candidatos, ha prevalecido el criterio de la conveniencia para el partido o para el grupo que financia a éste, más que la idoneidad académica y política del personaje para un desempeño político eficiente. Discusión mediática. Por el clima de intolerancia prevaleciente y la política de imposición política, los medios de comunicación social, en su acostumbrada e incondicional adscripción ideológico-política, no tienen otras posibilidades como la de fiscalizar seriamente el ejercicio público, mucho menos posibilitar debates serios entre los contrincantes. Reviviendo fantasmas Las costumbres de antaño no cambien de la noche a la mañana, aunque estén publicitando compromisos a diestra y siniestra, precisamente porque todavía no hay mecanismos políticos y jurídicos ni la organización social para fiscalizar que esas promesas publicitarias deban cumplirse por los funcionarios públicos. Es más, luego de 16 años de firmados los acuerdos de paz, parece que los odios y los rencores de la guerra todavía funcionan en la conciencia y en el comportamiento de muchos de los que tienen poder. Esto último se manifiesta en mucho del contenido de la propaganda electoral e, incluso, en la propuesta económica del FMLN, por lo menos en lo que se conoce a través de los medios de comunicación. Se manifiestan en la palestra costumbres de antaño, como la de desprestigiar o de destruir al adversario con técnicas de guerra psicológica, con actitudes malcriadas y prepotentes. Esta inmadurez política se ha podido evidenciar en las siguientes expresiones: Vallas publicitarias del adversario manchadas con pintura o aceite casi en todos los lugares donde están ubicadas. Partidarios golpeados o asesinados por turbas o sicarios contrincantes El patrimonio nacional irrespetuosamente manchados Alusiones a la guerra y a la violencia Rumores sobre el comportamiento público de los adversarios, como los referidos al ing. Rodrigo Ávila y su gestión en la PNC. Expresiones de propaganda negra, como las publicaciones de Fuerza Solidaria La solapada manipulación de los supuestos grupos armados en el Paisnal y otros sitios del país, con reconocida intención político-electoral. Al poner en perspectiva este comportamiento, se percibe un fenómeno, cuya significación puede afectar la cultura política de nuestra sociedad, al extremo de que pueden retardar el progreso democrático en este país, o, por qué no decirlo, puede involucionar el desarrollo político alcanzado en los últimos 16 años. Persiste una actitud de estar “gastando pólvora en zope” con los fantasmas de la guerra o discusiones ideológicamente estériles, con lo cual se pueden reabrir viejas heridas todavía pululantes en la conciencia nacional, cuando lo que urge en este país es solventar son los enormes niveles de inseguridad ciudadana, la dificultades de las familias para comer un tiempo y la creciente oleada de violencia. Discurso político, entre el péndulo y los satélites En el actual sistema de partidos, resultado de una recomposición de Las elecciones realizadas desde principios de la década de los ochentas, coexisten el pluralismo y la polarización ideológica. Entre otras, las características que presenta son: En primer lugar, los principales protagonistas del conflicto armado, Arena y el FMLN, son los principales contrincantes de la disputa electoral, con discursos políticos polarizantes, en cuyos contenidos, como en un péndulo, todavía permanecen planteamientos reduccionistas y excluyentes. No estamos ya en un enfrentamiento armado, pero el sentido de los mensajes de campaña evoca la lógica de la guerra. En segundo lugar, el sistema de partidos de “centro” todavía no ha podido liberarse de la polarización política existente en la época de la guerra. Por el funcionamiento de la asamblea legislativa actual, se percibe: a) un sistema de partidos emergentes imbuidos en un funcionamiento satelital, cuya insignificancia numérica los obliga a adscribirse a las decisiones de los “polarizados”, sin poder matizar y balancear las decisiones políticas; y b) exceptuando un poco el CD,la propaganda producida y difundida por este grupo político demuestra no sólo el pobre financiamiento e insignificancia político-social, sino el paupérrimo contenido político. Andan como se dice “disparados en el mar de la confusión” o “perdidos chiflando en la loma”. Lo peligroso de esto es que nos encontramos ante un bipartidismo polarizado, sin espacio político para un centro. Los partidos que pudieran ser un contrapeso, como el CD, son muy desiguales en su peso político y social. La posibilidad de un bipartidismo convergente hacia el centro político, como suele ocurrir en las democracias modernas y desarrolladas, con suficiente fuerza para reducir el nivel de polarización y vislumbrar un escenario más estable, es quizá una quimera. La lucha por ocupar el centro es un rasgo importante del quehacer de los partidos que han surgido de una división de fuerzas ubicadas en los polos. Sin embargo, no terminan de consolidarse, porque sus formas de organización, de comunicación y de actuación política siguen siendo tan tradicionales como la de los “polarizados”. Esta recomposición del sistema de partidos, además de producirse en un contexto de post-guerra, se desarrolla en un momento de crisis de legitimidad y de representación social por parte de los partidos políticos. *Profesor e Investigador de la Universidad Francisco Gavidia, Facultad de Ciencias Económicas
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