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Psicopatología 14/15 Cristina Gil 
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7. TRASTORNOS SOMATOFORMES 
1. INTRODUCCIÓN 
Tradicionalmente, los hoy denominados desordenes somatoformes provienen de un conjunto de 
trastornos derivados del concepto de neurosis histérica. Tal y como se recoge en el DSM-II, el grupo de 
neurosis histérica se categorizo a través de dos tipos de trastornos, esto es, el tipo de conversión y el tipo 
disociativos. Por otra parte, la hipocondría fue considerada como una categoría de neurosis independiente 
de las neurosis histéricas. Posteriormente, con la publicación del DSM-III se abandona el término de 
histeria, sustituyéndose los dos subtipos de trastornos previos por dos categorías diagnosticas discretas de 
los trastornos denominados somatoformes y disociativos (más relacionados con fenómenos cognitivos), 
respectivamente. 
En concreto, los desórdenes somatoformes se caracterizan por la presencia de síntomas físicos, tales como 
dolor, ceguera, parálisis, en los que no es posible identificar una patología o disfunción orgánica aparente, 
aunque es evidente su vinculación con factores psicológicos. Básicamente, la clasificación contenida en el 
DSM-III incluía en esta categoría el trastorno por somatización, el desorden de conversión, el desorden de 
dolor psicógeno, la hipocondría y el desorden somatoforme atípico. En el DSM-III-R se mantiene 
prácticamente igual a excepción de que el trastorno dismórfico se incluye en esta edición como una 
categoría específica. 
 
Los trastornos los podemos agrupar en dos categorías generales: la hipocondría y la dismorfofobia 
comparten la característica preocupación con respecto a posibles problemas corporales, los restantes 
trastornos si implican una pérdida real o alteración del funcionamiento físico y podemos englobarlos bajo 
la denominación de “desórdenes histéricos somatoformes”. 
La epidemiología de estos trastornos es menos conocida que en otros trastornos neuróticos, con 
informaciones muy dispares según los distintos tipos de alteraciones. Si parece haber acuerdo en que estos 
trastornos son bastante más frecuentes en mujeres que en hombres, esto puede deberse a tres razones: 
en primer lugar el fondo histórico del término “histeria”, asociado tradicionalmente a las mujeres, podría 
hacer que los clínicos lo diagnosticaran más frecuentemente en ellas; en segundo lugar es probable que el 
varón busque menos ayuda en relación con este tipo de trastorno; finalmente es posible que exista algún 
factor genético o fisiológico subyacente que predisponga a la mujer para padecerlo. 
La hipocondría tiene datos diferentes: actualmente se asume que no existen diferencias de aparición según 
el sexo. El problema para tener daos de prevalencia es que las personas con este trastorno acuden a 
atención médica primaria, no a consultas psicológicas o de psiquiatría, por lo que puede ser más habitual 
de lo que deducimos de datos clínicos. Está demostrado que muchos casos se solapan con casos de 
ansiedad, muchos pacientes con trastorno de pánico reúnen requisitos para tener como diagnostico 
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secundario hipocondría. Aunque se esperan en los próximos años datos más fiables, podemos señalar que 
entre un 20 y un 84% de pacientes atendidos por médicos presentan síntomas de hipocondriacos y/o 
fobias a la enfermedad. 
Hay que mencionar el término somatización que constituye una característica diagnostica esencial de los 
trastornos somatoformes. Esta condición clínica implica consecuencias personales a nivel psíquico (ej. 
sufrimiento emocional) físico (ej. exceso de medicación) y social (deterioro de relaciones) así como 
incidencias de coste económico, de tiempo y personal, y del funcionamiento de los programas sanitarios. 
Este término lo introdujo Stekel para hacer referencia a un proceso hipotético mediante el cual una 
neurosis profundamente arraigada podría causar un trastorno corporal. Esta definición y otras similares 
(que son las tradicionales) se critican por hablar de procesos “hipotéticos”; mientras que otras definiciones 
son más puramente descriptivas eliminando connotaciones de tipo etiológico. Lipowski concibe la 
somatización como una tendencia a experimentar y expresas malestar (distress) psicológico en forma de 
síntomas somáticos que el sujeto interpreta erróneamente como signos de enfermedades físicas y, en 
consecuencia, solicita asistencia médica para ellos. Vemos que hay tres elementos básicos: el experiencial 
(lo que los sujetos perciben) el cognitivo (el modo en que se interpretan esas percepciones, el significado y 
la toma de decisiones) y el conductual (acciones y comunicaciones que realizan las personas) 
Liposwski aboga por un concepto genérico de somatización al considerar que éste puede incluir un gran 
abanico de condiciones clínicas y no que se trate de una categoría diagnostica concreta. Distingue varias 
dimensiones: 1. Duración (puede ser transitoria o persistente) 2. Grado de hipocondría del paciente 3. 
Emocionalidad manifiesta (de indiferencia por lo que perciben hasta el pánico) y 4. Habilidad para describir 
los sentimientos. La característica principal de estos pacientes es que, frente al estrés, exhiben un patrón 
de respuesta somático en lugar de cognitivo. La somatización puede estar vinculada a múltiples trastornos 
y hasta ser un rasgo de personalidad. 
La idea común en todas las definiciones es que la somatización es un malestar (distress) corporal, no 
explicado medicamente, que se relaciona con problemas psicológicos psiquiátricos o sociales. Tiene tres 
formas: como síntoma somático funcional, como preocupación hipocondriaca, y como elemento somático 
presente en algunos trastornos de ansiedad y depresión mayor. Por otra parte puede ser entendida como 
un patrón de conducta de enfermedad, que puede ser la expresión de un rasgo de personalidad 
subyacente o una tendencia a adoptar el papel de enfermo, y viene a definir la forma en que algunos 
síntomas pueden ser diferencialmente percibidos y evaluados por diferentes personas. Las personas con 
esta tendencia tienen umbrales más bajos para el reconocimiento o la percepción del daño, por tanto 
buscan más ayuda médica para cosas que otras personas no lo harían. 
 
2. CLASIFICACIÓN DE LOS TRASTORNOS SOMATOFORMES 
En el primer DSM existía la categoría general de Trastornos psiconeuróticos para agrupar todos los de 
“origen psicógeno o sin cambio estructural o causa tangible claramente definida”. En el DSM-II se sustituyó 
el nombre por el de Neurosis, que englobaba 8 categorías, para describir los trastornos en los que la 
angustia era “una característica llamativa, tanto si era sentida y expresada directamente como si era 
controlada inconsciente y automáticamente por diversos mecanismos”. En el DSM-III las neurosis de 
angustia, fóbica y obsesivo-compulsiva se clasificaron como subtipos de trastornos de ansiedad; la neurosis 
neurasténica se eliminó, y quedaron como trastornos somatoformes el trastorno de conversión, dolor 
psicógeno e hipocondría. Como ya sabemos el rasgo esencial de estos trastornos es la presencia de 
síntomas físicos pero sin causa orgánica o fisiológica conocida: están ligados a factores psicológicos. 
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El DSM-III-R introdujo algunas modificaciones para optimizar el diagnóstico: igualando el número de 
síntomas físicos del trastorno de somatización requeridos para hombres y mujeres y enfatizando siete 
síntomas de todos ellos; para los cuadros que no cumplían esos requisitos se creó la categoría de trastorno 
somatoforme indiferenciado; se indica si en el trastorno de conversión se da un episodio único o 
recurrente; en la hipocondría se introdujo un requisito temporal de duración mínima de 6 meses; y la 
dismorfofobia pasó a ser una categoría independiente, el trastorno dismórfico. 
A. Categorización según el DSM-IV-TR 
Esta edición estima que la característicacomún del grupo de los trastornos somatoformes es la presencia 
de síntomas físicos que sugieren una condición médica general y que no son explicados completamente 
por la presencia de una enfermedad física general, por los efectos directos de una sustancia o por otro 
trastorno mental. Los síntomas deben causar angustia o deterioro significativo a nivel social, laboral o en 
otras áreas de funcionamiento. 
1. TRASTORNO DE SOMATIZACION 
El aspecto básico es la presencia de un patrón de síntomas somáticos múltiples y recurrentes que sucede a 
lo largo de un periodo temporal de varios años y que se inicia antes de los 30 años. Éstos llevan a la 
búsqueda de atención médica y ocasionan una incapacidad importante en diversos ámbitos de la vida de la 
persona. En el DSM-IV la lista de ítems se redujo y agrupó en cuatro categorías de síntomas físicos (dolor, 
gastrointestinal, sexual y pseudoneurológico) de los cuales se exigen 8 para el diagnóstico, sin ser éstos de 
producción voluntaria del sujeto. 
 
2. TRASTORNO SOMATOFORME INDIFERENCIADO 
Es una categoría residual, dónde se incluyen los que no cumplen los criterios para el trastorno de 
somatización pero aún así tienen problemas persistentes. Los síntomas deben causar consecuencias 
negativas y de nuevo no pueden ser de producción voluntaria. Además el trastorno no se puede explicar 
mejor por otro trastorno mental. 
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3. HIPOCONDRIA 
La sintomatología esencial es la preocupación, miedo o creencia de tener una enfermedad grave a partir de 
la interpretación personal de signos o sensaciones físicas que se consideran pruebas de ésta. Es clave 
identificar un error de pensamiento para este diagnóstico. En el DSM-III-R y en el DSM-IV hay dos 
problemas esenciales en la definición de este trastorno: 
El primero es la poca claridad al determinar el “miedo” o “creencia de” padecer una enfermedad, porque 
aquí pueden englobarse pacientes que temen enfermar y también los que están convencidos de que están 
enfermos, sin forma de diferenciar entre unos y otros. Hay varios autores que distinguen entre esta 
convicción de enfermedad y la fobia a la enfermedad, mientras que en esta última los estímulos suelen ser 
externos (por ejemplo, visitar un hospital) en la hipocondría suelen ser internos (por ejemplo, creer que 
tiene la enfermedad por tener molestias estomacales). Por otro lado se sugiere que si los miedos implican 
síntomas múltiples y diversidad de enfermedades, se puede hablar de hipocondría, mientras que en la 
fobia a la enfermedad suele concretarse persistentemente en un síntoma o enfermedad único (síntomas 
específicos y estables). 
La segunda dificultad afecta al criterio diagnostico relativo a que el miedo de tener o la creencia de que se 
tiene una enfermedad persisten aún a pesar de las explicaciones y descartes médicos. Es decir un paciente 
no puede ser diagnosticado como hipocondríaco hasta que se ve que las explicaciones médicas han 
resultado inútiles. Por tanto el diagnostico no sólo depende de las características del sujeto, también de las 
actuaciones de los médicos. El problema es que en determinados contextos los pacientes no pueden acudir 
al médico, o lo evitan directamente e incluso buscan información tranquilizadora por otras fuentes. 
Además habría que especificar qué entendemos por información tranquilizadora. El error de origen en la 
definición del DSM-III-R es que asume que cualquier información tranquilizadora tiene un poder 
convincente por naturaleza ante el cual el individuo debería responder con una mejora de los síntomas. 
Una de las propuestas en la elaboración del DSM-IV fue incluir la hipocondría en los trastornos de 
ansiedad, argumentando la alta comorbilidad entre ambos, especialmente en los trastornos de pánico con 
los que comparte la ansiedad frecuente y las creencias de enfermedad. No obstante los síntomas de 
activación autónoma son más elevados en pacientes con pánico, mientras que en hipocondriacos se 
presentan síntomas más difusos o de no activación. También tienen estos últimos más perocupaciones 
corporales y fobia a la enfermedad. 
En el DSM-IV se define como el miedo o la creencia de padecer una enfermedad importante que surge del 
sujeto a partir de la interpretación errónea de sus síntomas corporales. Es un temor persistente no 
explicado mejor por ningún otro trastorno y mantenido a pesar de los reconocimientos y explicaciones 
médicas, provocando malestar y deterioro en la persona. 
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Por tanto se continúa incluyendo en esta categoría tanto a los sujetos que están convencidos de su 
enfermedad como a los que temen ponerse enfermos. Aunque para ayudar a diferenciar esta cuestión 
indica que la distinción entre hipocondría y fobia específica de enfermedad, depende de la existencia o no 
de convicción de enfermedad. Por tanto los hipocondríacos tendrían miedo a tener una enfermedad que 
ya se encuentra presente, mientras que los pacientes con fobia les preocupa estar expuestos a ella. El 
cambio más significativo en el DSM-IV respecto al anterior es que el clínico pueda utilizar la etiqueta de 
“pobre insight” cuando el paciente no admite como exagerada su preocupación. 
 
4. TRASTORNO DE CONVERSIÓN 
En el DSM-III-R se contemplaba una concepción muy amplia de este trastorno, incluyendo tanto los que 
sugerían un daño neurológico como los que afectaban al sistema vegetativo y endocrino. 
 
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El DSM-IV ha reducido los síntomas de conversión, siendo el aspecto básico del trastorno la presencia de 
síntomas o déficits no deliberados que afectan al funcionamiento motor voluntario o sensorial, lo que hace 
pensar la existencia de una condición médica general. Se considera que en su inicio están implicados 
factores psicológicos. Además se proponen diversos subtipos, que son los especificados en la parte baja de 
la tabla. Otra novedad es la ampliación del criterio de exclusión para el diagnóstico del trastorno, se exige 
que los síntomas no aparezcan únicamente en el transcurso de un trastorno por somatización y que otro 
trastorno mental no explique mejor la alteración. 
5. TRASTORNO DISMÓRFICO CORPORAL 
Este trastorno puede ser un síntoma presente en un amplio rango de trastornos psiquiátricos, aunque 
también muchos pacientes presentan preocupaciones por su apariencia no vinculadas a ninguna patología 
psíquica diagnosticable. Según el DSM-IV este trastorno es una preocupación excesiva por alguna 
anomalía física leve o inexistente 
Tabla 7.10 Criterios para el diagnóstico del trastorno dismórfico corporal según el DSM-IV-TR 
A. Preocupación por algún defecto imaginado en la apariencia física. Si existe una leve anomalía física, la 
preocupación de la persona es marcadamente excesiva. 
B. La preocupación origina malestar o deterioro clínicamente significativo a nivel social, laboral, u otras áreas 
importantes de funcionamiento del individuo. 
C. La preocupación no se explica mejor por otro trastorno mental (por ejemplo, insatisfacción por la forma y el 
tamaño corporal en la anorexia nerviosa). 
Se suelen dar quejas concretas, pero también otras de carácter inespecífico, además puede que los sujetos 
en distintos momentos se preocupen por diferentes aspectos corporales o que sea por varios a la vez. 
Quejas más frecuentes: defectos faciales (arrugas, manchas, cicatrices, acné, palidez, vello…) defectos en la 
forma, tamaño u otro de diversas partes de la cara y la cabeza (en nariz, ojos, cejas, boca, dientes…) y 
defectos en otras partes del cuerpo (genitales, senos, brazos, abdomen, piernas…) 
6. TRASTORNO DEL DOLOR (antes llamado dolor somatoforme) 
 
La sintomatología esencial es la presencia de dolor en una o más partes del cuerpo que alcanza un nivel de 
gravedad suficiente para justificar la atención clínica. Se incluyen dos tipos de trastorno de dolor:el 
asociado a factores psicológicos y el asociado a factores psicológicos y a una condición médica general. En 
ambos se indica, según su duración, si es agudo o crónico. Los criterios D y E son añadidos en esta edición. 
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Rasgos característicos de las personas con dolor somatoforme: 1. Quejas excesivas de dolor en ausencia de 
evidencia física. 2. “Doctor shopping”. 3. Uso excesivo de analgésicos. 4. Parestesia (sensación de 
hormigueo o pinchazo). 5. Espasmos musculares. 6. Historia de síntomas de conversión (ceguera, etc.). 7. 
Estado de ánimo disfórico. 8. Peticiones de intervención quirúrgica. 
 
7. TRASTORNO SOMATOFORME NO ESPECIFICADO 
Se asignan a esta categoría aquellos trastornos son síntomas somatoformes que no reúnen los criterios de 
ninguno de los trastornos específicos, como por ejemplo las siguientes alteraciones: 
1. Pseudociesis: falsa creencia de estar embarazada asociada a signos objetivos de embarazo (aumento de 
abdomen, amenorrea, nauseas, sensación de movimiento fetal). Pueden existir cambios endocrinos no 
explicados por otras enfermedades médicas (como por ejemplo un tumor hormonal) 
2. Un trastorno con síntomas hipocondríacos no psicóticos de menos de 6 meses de duración 
3. Un trastorno con síntomas físicos no explicables con menos de 6 meses de duración 
 
B. Diagnóstico diferencial 
Los factores psicológicos que afectan al estado físico constituyen uno de los posibles cuadros a contemplar 
en el diagnóstico diferencial de los trastornos somatoformes. Cuando éstos se detectan y afectan a 
síndromes de dolor, se diagnostica el trastorno de dolor asociado a factores psicológicos y no al revés. 
La presencia de enfermedad física debe contemplarse, especialmente cautos con enfermedades con base 
orgánica que en los inicios manifiestan síntomas somáticos vagos y múltiples (como esclerosis o 
fibromialgia) y que se pueden diagnosticar en un primer momento como un trastorno somático. Una 
proporción de los pacientes a los que se diagnostica un trastorno de conversión desarrollan después una 
enfermedad que podría explicar los síntomas que en principio no se entendían. No obstante ahora hay 
pocos errores de ese tipo por los avances en técnicas diagnósticas. 
Respecto al trastorno por somatización hay 3 características que ayudan a descartar una condición médica 
general: 1) múltiples sistemas orgánicos implicados; 2) inicio temprano y curso crónico sin indicios o 
anomalías que supongan un cambio estructural, y 3) ausencia de resultados de laboratorio que indiquen la 
existencia de una condición médica general. Aunque hay que tener en cuenta que el trastorno puede 
coexistir con enfermedades orgánicas. En la hipocondría, ésta no se puede diagnosticar si las 
preocupaciones son transitorias surgidas en el contexto de una condición médica general. 
Los trastornos somatoformes implican síntomas físicos que se estima que no se encuentran bajo el control 
voluntario del sujeto, y se diferencian de la simulación y de los trastornos facticios en función de ese 
criterio de intencionalidad. En la simulación, el individuo finge conscientemente estar enfermo con el fi n 
de conseguir unos incentivos externos (por ejemplo, remuneración monetaria) fácilmente reconocibles 
dado el contexto que rodea al sujeto. En los trastornos facticios el único propósito de la persona es el de 
asumir el rol de enfermo y someterse a las exploraciones y tratamientos médicos. Una estrategia que 
puede contribuir a discriminar entre trastornos somatoformes (por ejemplo, trastorno de conversión), 
trastornos facticios y simulación consistiría en considerar la conciencia que posee el sujeto sobre la 
motivación de su conducta. La persona que simula la enfermedad sabe bien lo que está haciendo y el 
motivo, sin embargo la persona con trastorno facticio sabe la motivación más inmediata (simular síntomas) 
pero no sabe por qué quiere adoptar el rol de enfermo. 
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En un cuadro de depresión es muy común la aparición de cambios somáticos: perdida de sueño, fatiga, 
falta de apetito, jaquecas, dolores de espalda o nauseas entre otros. Estos síntomas se limitan a los 
episodios de estado de ánimo deprimido al contrario de lo que ocurre en los trastornos somatoformes; no 
obstante, si se cumplen los requisitos para ambos diagnósticos el DSM-IV permite establecerlos. 
Algo parecido ocurre en los pacientes con trastornos de ansiedad, que vigilan en exceso pequeñas 
disfunciones corporales, temen sufrir alguna enfermedad y tienen síntomas somáticos procedentes del 
arousal autónomo. De igual manera los dos trastornos pueden coexistir, pero por ejemplo en un trastorno 
como el TAG es diferencial que el foco de ansiedad y preocupación no se limita a los síntomas físicos. 
Los trastornos psicóticos se diferencian de la hipocondría en que en ésta la creencia del individuo no llega a 
tener una magnitud delirante, puesto que el sujeto puede reconocer la posibilidad de que realmente no 
sufre la enfermedad que teme o cree tener. De ahí la importancia de explorar el pensamiento y estado 
mental del sujeto. En el trastorno pos somatización se pueden dar alucinaciones, y se distinguen de las de 
tipo psicótico por: 1) el sujeto mantiene intacto el insight; 2) no se acompañan de otros síntomas 
psicóticos; 3) generalmente implican más de una modalidad sensorial; 4) a menudo tienen contenido 
ingenuo o fantástico; 5) suelen tener un significado psicológico y 6) el sujeto tiende a describirlas como un 
relato interesante. 
También puede ser muy confuso diferenciar entre los propios tipos de trastornos somatoformes. En un 
trastorno por somatización puede haber preocupaciones o creencias de tener una enfermedad, o síntomas 
de dolor o conversión; pero si éstos solo se dan en el curso del trastorno no se establecen los diagnósticos 
propios de hipocondría trastorno de dolor o conversión. El trastorno dismórfico corporal también difiere 
de la hipocondría y el trastorno de conversión en que el énfasis se sitúa en la preocupación por un defecto 
imaginado o leve problema real en la apariencia física y no en la preocupación por una enfermedad 
importante (hipocondría) ni en un síntoma o déficit del funcionamiento motor voluntario o sensorial 
(trastorno de conversión). 
 
3. HIPOCONDRÍA 
En los siglos XVII y XVIII la hipocondría se convierte en una enfermedad universal con entidad propia. Para 
explicarla se habían aportado teorías tanto de carácter orgánico (ej. enfermedad de alteraciones 
intestinales) como psicológico (una forma especial de melancolía). Como ya sabemos, actualmente implica 
la preocupación infundada en torno a las condiciones de salud. También actualmente se ha descrito como 
un rasgo o conjunto de rasgos de la personalidad, relacionado con altos niveles de neuroticismo y afecto 
negativo. 
A. El síndrome hipocondríaco: Hipocondría primaria versus secundaria 
Es habitual que la hipocondría se encuentre relacionada con otros síndromes, como la ansiedad o 
trastornos del ánimo. Esto hace que muchos autores cuestionen su independencia y la consideren como 
condición secundaria a dichos trastornos. Barsky y cols. han establecido una diferenciación entre dos tipos 
de hipocondría: 
una primaria que no se encuentra presente en otro trastorno psiquiátrico o que, si lo está, es 
independiente de éste. (Este tipo incluye dos subtipos: la hipocondría tal y como se define en el DSM, y la 
hipocondría monosintomática que implica una única y fija creencia delirante de padecer enfermedad); y 
 una secundaria que se manifiesta como una característica subordinada a otra condición más generalizada, 
o como una respuesta ante la aparición de eventos estresante. 
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Estos mismos autores se han interesado por las reacciones hipocondríacas de corta duración (menos de 6 
meses). Esta condición puede darseen el curso de una enfermedad clínica o de una situación estresante. 
Barsky y su equipo han concluido que algunos factores, como los trastornos de personalidad y la 
amplificación somatosensorial, predisponen claramente al desarrollo de actitudes hipocondriacas ante 
tales situaciones. Los pacientes con hipocondría transitoria continúan teniendo más actitudes y síntomas 
somáticos funcionales que los pacientes no hipocondriacos a pesar de que no tienen mayor probabilidad 
de desarrollar un trastorno hipocondriaco (según los criterios del DSM-III-R). 
B. Explicaciones teóricas sobre la hipocondría 
Barsky y Kleman entienden la hipocondría desde la perspectiva psicodinámica, bien como un canal 
alternativo para desviar hacia los demás los impulsos sexuales, agresivos u orales en forma de quejas 
físicas; bien como una defensa habitual contra la baja autoestima y del yo carente de valor o defectuoso. 
En los enfoques tradicionales de tipo psicosocial se identifican dos grupos principales de alternativas 
teóricas. Por una parte aquellas que enfatizan las ventajas que se derivan de adoptar el rol del enfermo, 
debido a que se consiguen beneficios como obtener cuidados o eludir responsabilidades; por otra aquellas 
que entienden la hipocondría como un modo de comunicación interpersonal. 
Recientemente se han venido elaborando unas teorías más consistentes que proponen conceptualizar la 
hipocondría como la manifestación de una alteración a nivel perceptivo o cognitivo. En este sentido 
podríamos resaltar; 1) la formulación del grupo de Barsky; 2) las aportaciones de Kellner, y 3) la 
contribución del grupo de Oxford representado principalmente por Warwick y Salkovskis. 
1) Barsky y su grupo han entendido la hipocondría como un “estilo somático amplificador”, de forma que 
los sujetos con hipocondría tienden a experimentar las sensaciones como más intensas, nocivas, 
amenazadoras y perturbadoras que los no hipocondríacos. El estilo perceptual amplificador comprende 
tres elementos: 1. Hipervigilancia corporal, con aumento del autoescrutinio y de la atención a las 
sensaciones corporales desagradables; 2. Tendencia a seleccionar y centrarse en sensaciones infrecuentes 
o tenues; y 3. Propensión a valorar sensaciones somáticas y viscerales como anómalas o patológicas. 
Tabla 7.17. Sensaciones corporales asociadas al concepto de amplificación 
Fisiológicas y anatómicas normales: Taquicardia secundaria a un cambio postural (palpitaciones); Anomalía del 
tejido del pecho (bulto); Falta de aliento en un esfuerzo 
Disfunción benigna y enfermedad corriente: Zumbido; Hipo; Diarrea; Dolor de cabeza 
Concomitantes somáticos de un afecto intenso: Diaforesis (sudoración profusa) con respuesta de ansiedad; Rubor 
con azoramiento; Arousal cardiovascular con ira 
Síntomas de enfermedad médica: Patología orgánica grave 
Los sujetos interpretan erróneamente las sensaciones y las atribuyen a una enfermedad grave en lugar de 
a una causa no patológica, como podría ser por ejemplo la falta de ejercicio físico. Una vez sospechan que 
están enfermos, vigilan su cuerpo, se examinan y atienden selectivamente a lo que puede confirmar su 
hipótesis. El incremento de la ansiedad puede también provocar más sensaciones corporales, toda esta 
serie de hechos acaba en una intensificación de la alarma, formándose así un círculo vicioso. 
2) Kellner ha diseñado un esquema de los elementos implicados en la reacción hipocondríaca y de su 
evolución hacia la neurosis hipocondríaca. Primero, ciertas experiencias predisponen a la persona a 
atender los síntomas somáticos y ciertos eventos actúan como precipitantes. Cuando el sujeto ha percibido 
los síntomas físicos, puede empezar a pensar que tiene una enfermedad. Se puede sentir ansioso y 
preocupado por las futuras consecuencias, lo que le conduce a una percepción selectiva de las sensaciones 
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somáticas, llegando así a convertirse en una neurosis hipocondríaca. La ansiedad puede estar 
condicionada, de forma que un aumento de ésta produce más sensaciones corporales, que a su vez 
aumentan la ansiedad y percepción selectiva, dando lugar a un círculo vicioso. 
Recientes trabajos han ratificado algunos de los componentes incorporados en el modelo de Kellner: en 
pacientes con elevada ansiedad por la salud se han identificado variables predictoras de hipocondriasis 
relativas al malestar emocional, somatización y la presencia de experiencias concretas relacionadas con 
enfermedades a lo largo de la vida. El 24% de los sujetos referían que algunos de sus familiares 
convivientes exhibían frecuente preocupación por la salud, por lo que el aprendizaje temprano de las 
conductas de salud podría ser un factor de riesgo. 
3) Por último Tartick y Salkovski proponen un proceso de inicio de hipocondría que se desarrolla así: las 
experiencias previas relativas a la enfermedad (propia o de otros) y a los errores médicos conducen a la 
formación de creencias y supuestos disfuncionales; tales creencias pueden provocar que el sujeto atienda 
selectivamente a información que es coherente con que su estado de salud no es bueno y que ignore a 
esas otras informaciones que indican que su estado de salud es óptimo. Los supuestos problemáticos 
pueden permanecer inactivos hasta que un incidente, que puede ser interno o externo, los “movilice”, 
originando la aparición de pensamientos automáticos negativos e imágenes que implican una 
interpretación catastrófica de las sensaciones o signos corporales. Esto desencadena la ansiedad por la 
salud y todo lo que acompaña la hiponcondriasis a nivel cognitivo conductual y afectivo. El circulo vicioso 
que ayuda a su mantenimiento se da cuando, debido a los estímulos desencadenantes que el sujeto 
percibe como amenazadores, se experimenta miedo o aprensión. Esa reacción desencadena nuevas 
sensaciones corporales que se perciben como negativas o anómalas, lo que aumenta la percepción de 
peligro, y así todo el rato. 
 
4. TRASTORNO DE CONVERSIÓN 
Este desorden posee una larga y confusa historia, entrelazado con el trastorno de somatización ya que 
ambos se originaron en el concepto de histeria y comparten un tipo de personalidad histriónica (aunque se 
da más asociada al segundo). Los trastornos de conversión se caracterizan por una pérdida o alteración 
real del funcionamiento motor o sensorial que lleva a pensar en un trastorno o enfermedad somática. Los 
factores psicológicos están relacionados con el inicio del trastorno, ya que existe una relación temporal 
entre un evento estresante y el comienzo de los síntomas. El psicoanálisis postulaba la presencia de un 
conflicto sexual como desencadenante del trastorno (cómo no!). Actualmente aunque se rechaza esa 
postura en concreto, se admite que el trastorno es resultado de algún conflicto o trauma psicológico. 
Los síntomas son definidos como “síntomas neurológicos, que carecen de dolor y son inexplicables desde 
el punto de vista clínico”. Aunque varían mucho, los más frecuentes son ceguera, parálisis, afonía y pérdida 
de sensibilidad parcial o total. No se explican por evidencia médica, por ejemplo en el caso de la ceguera el 
órgano de la vista se encontraría libre de cualquier lesión, y tampoco son fingidos. 
El psicoanálisis aportó la primera explicación etiológica, proponiendo que la energía psíquica asociada a 
deseos e impulsos podría convertirse en síntomas somáticos. La conversión estaría causada por la ansiedad 
surgida a partir de los conflictos inconscientes que ocurren entre la necesidad de expresar un impulso 
(agresivo o sexual) y el temor de hacerlo. Durante décadas posteriores se debatió la posibilidad de que el 
desorden de conversión tuviera una base neuropsicológica, destacando el papel del hemisferio derecho en 
la implicación de este trastorno. Se demostró que los zurdos podían ser más vulnerables a padecerlo. No 
obstante no hay evidencia suficiente paraconfirmar la vinculación entre laterización del cerebro y el 
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trastorno de conversión. Por otro lado una de las características más típicas, la “anestesia de guante” 
contradice directamente el conocimiento general sobre el funcionamiento neurológico. Los pacientes con 
este tipo de síntomas informan sobre falta de sensibilidad en la mano, desde los dedos hasta la muñeca. Si 
fuera causado por un problema neurológico, la zona anestesiada sería diferente y no tendría un corte tan 
claro de demarcación. 
La belle indifference también puede ser una buena pista para descartar patologías orgánicas y confirmar la 
reacción de conversión: los pacientes se muestran indiferentes ante quedarse ciegos de repente o no 
poder caminar, mientras que cualquiera reaccionaria con horror. Aunque no se considera un elemento 
definitorio del trastorno, si se tiene en cuenta. Otro criterio diferenciador es la consistencia en el patrón de 
los síntomas. En los casos de conversión, los síntomas pueden cambiar según cambian las situaciones 
estresoras, mientras que en una enfermedad física existe una gran consistencia en los síntomas. Se apunta 
que es un trastorno infrecuente, pero puede ser porque los pacientes acuden al médico y no al psicólogo 
pensando que su dolencia es puramente física. 
 
5. TRASTORNO DE SOMATIZACIÓN 
Es, junto con la hipocondría, el que más atención ha recibido en comparación a otros trastornos 
somatoformes. En origen también se consideró una forma de histeria, se conoció como síndrome de 
Briquet hasta que en el DSM-III se estableció por primera vez como trastorno por somatización, lo describe 
como “un desorden crónico que implica el desarrollo de múltiples y recurrentes quejas somáticas que 
suelen iniciarse antes de los 30 años y que ocurren prioritariamente en la mujer”. Los grupos de síntomas 
más relevantes son gastrointestinales, de dolor, cardiopulmonares, de conversión, sexuales y síntomas 
relativos al aparato reproductor femenino. En el DSM-IV se mantiene la relevancia de estos grupos, a 
excepción de los cardiopulmonares. A menudo estos pacientes pasan por operaciones quirúrgicas 
innecesarias, especialmente en las regiones abdominal y uterina. 
Los pacientes exhiben un patrón de conducta, denominado doctor shopping, que consiste en acudir de un 
médico a otro hasta que alguno le diagnostique su dolencia. Aunque pueden parecer similares, este 
trastorno se diferencia de la hipocondría fundamentalmente en tres aspectos: 
1. En la somatización el principal problema está en los síntomas en sí mismos, mientras que en la 
hipocondría es el miedo el elemento motivador: los síntomas no son problemáticos pero indican para el 
sujeto una enfermedad. 
2. Los hipocondríacos examinan sus síntomas de forma muy precisa (por ejemplo midiendo la presión 
sanguínea o leyendo revistas especializadas) mientras que en el trastorno somatoforme las descripciones 
son vagas dramáticas y exageradas. 
3. En este trastorno se dan quejas múltiples y muy variadas, mientras que en hipocondriacos las quejas 
están limitadas a la enfermedad en particular a la que temen. 
Así mismo cabe recordar que este trastorno se da mayormente en la mujer, en un rango de edad de 20 a 
30 años, y con un rasgo de personalidad histriónico; mientras que la hipocondría se da en ambos sexos, en 
edades de 30-40 años, y presentan una personalidad más obsesiva. 
También se ha establecido una comparación con el desorden de conversión, pero éste ocurre ante una 
situación específica, no suele estar asociado a personalidad histriónica e implica una falta de preocupación 
en ocasiones (belle indifference), además puede llevar una depresión enmascarada. Estos elementos no se 
dan en el trastorno por somatización. 
Psicopatología 14/15 Cristina Gil 
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Como hemos dicho muchos pacientes muestran rasgos de personalidad histriónica, muchas veces se 
consideran solapados aunque se trata de dos entidades independientes con criterios diagnósticos 
diferentes. También se ha estudiado la relación entre personalidad antisocial y el trastorno por 
somatización, aunque las tasas de comorbilidad varían enormemente. No se puede concluir que sean 
patologías idénticas, pero si que existe una conexión entre ambas que habrá que determinar. 
A pesar de ser el trastorno por somatización uno de los más estudiados, su etiología permanece ambigua. 
En principio Briquet dio gran importancia a los factores ambientales como precipitantes del trastorno; 
Recientemente el grupo de Escobar señaló que los factores socioculturales juegan un papel importante en 
el inicio (la mayor ocurrencia se da en estratos poco educados y con baja posición social). Otras 
investigaciones señalan orígenes neuropsicológicos, con deterioro atencional y cognitivo.

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