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ETIOPÍA CUNA DE LA HUMANIDAD

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ETIOPÍA CUNA DE LA HUMANIDAD 
HISTORIA
Etiopía puede ser considerada como una de las cunas de la humanidad. Restos fósiles de homínidos encontrados en el valle de Awash datan de hace unos 3 millones de años, y evidencias posteriores sugieren una ocupación humana continua. Durante el primer milenio a.C., pueblos semíticos de Saaba (Saba) cruzaron el mar Rojo y conquistaron a los camitas de la costa de lo que posteriormente ha llegado a ser el Imperio etíope. Hacía el siglo II d.C. los vencedores habían establecido el reino de Aksum, gobernado por la dinastía salomónida, que se consideraba descendiente del rey bíblico Salomón y la reina de Saba. Aksum se convirtió al cristianismo en el siglo IV, siguiendo la misma tradición que los cristianos coptos de Egipto, y su imperio floreció durante algunos cientos de años. Desde el siglo VII en adelante, Aksum fue declinando al tiempo que los salomónidas iban perdiendo el control de su reino gradualmente. A principios del siglo X la dinastía fue expulsada y desplazada por la dinastía Zagwe, familia que gobernaba una región de la meseta central conocida como Lasta. Desde 1260 los salomónidas consiguieron reasentar su autoridad gradualmente sobre una gran parte de Etiopía, aunque los musulmanes mantenían el control de la región costera y el sureste. Durante el reinado de Zara Yakub (1434-1468), se reformó la administración de la Iglesia de Etiopía, que se había visto dividida por facciones, y se codificaron las doctrinas. Alrededor de esta época, apareció un sistema político que duraría hasta mediados del siglo XX. Se caracterizaba por monarcas absolutistas que exigían un servicio militar y diezmos a cambio de concesiones de tierras.
Influencia europea
Cuando los musulmanes de Harar invadieron Etiopía a principios de 1527, el emperador, como se había pasado a denominar al gobernante, pidió ayuda a los portugueses, y así derrotaron a los musulmanes en 1542. En 1557 llegaron misioneros jesuitas, pero sus continuos intentos para convertir a los emperadores etíopes desde el cristianismo copto al catolicismo fueron infructuosos, y dieron lugar a inseguridad social y política por parte de aquellos que sentían la Iglesia copta como la espina dorsal de una cultura etíope independiente.
Después de un periodo de turbulencias y confusión dinástica en 1632, fue proclamado emperador Fasiladas. Le sucedió su hijo, Juan I, en 1637. En el siglo XVII renació artísticamente la cultura etíope, al ser expuesta a estilos de expresión procedentes de la Europa occidental y el mundo musulmán. Esto se hizo realidad especialmente durante el reinado del hijo de Juan, Iyasus I, también conocido como Iyasus el Grande. Tras ser coronado en 1682, Iyasus fue conocido como un amante de las artes, así como modernizador y brillante estratega militar. Durante su reinado se construyeron algunos de los más bellos edificios etíopes y se restableció la autoridad gubernamental en provincias del sur que habían sido usurpadas por los musulmanes u otras tribus.
Tras el fallecimiento de Iyasus en 1706, Etiopía entró en otro largo periodo de confusión dinástica y decadencia, durante el cual el país se dividió en varias regiones.
La única fuerza unificadora durante todo este periodo era la Iglesia etíope. Con el apoyo de altos jerarcas eclesiásticos, un afortunado bandido de la frontera noroccidental, Ras Kassa quien había vencido a unos cuantos pequeños gobernantes feudales en distintos lugares del país se hizo coronar como emperador portando el nombre de Teodoro II en 1855. Más tarde, cuando Teodoro encarceló a algunos oficiales británicos por conspirar contra él, el gobierno británico mandó una fuerza expedicionaria a Etiopía; el emperador prefirió suicidarse (1868) antes que ser hecho prisionero. Después de luchar contra otros aspirantes al trono durante cuatro años, Dejaz Kassai, gobernador de la provincia de Tigre, fue coronado como Juan IV gracias a la ayuda británica.
En la década de 1870, Egipto era el principal enemigo externo del Imperio, que era poco más que una colección de estados semiindependientes. En 1875 el jedive Ismail Bajá extendió la protección egipcia al gobernante musulmán de Harar y mandó atacar Etiopía, tanto desde el norte como desde el este. Juan IV frenó la invasión egipcia, pero la continua expansión de Egipto por el mar Rojo y los puertos somalíes restringió el suministro de armas y otros bienes a Etiopía. Juan IV murió defendiendo su frontera occidental contra los sudaneses en 1889. Le sucedió Menelik II, quien estableció su capital en Addis Abeba y consiguió unificar las provincias de Tigre y Amhara en su reino de Shoa.
GUERRAS ITALO-ETÍOPES
Con la apertura del canal de Suez en 1869, la costa del mar Rojo se fue convirtiendo en una franja cada vez más atractiva para los poderes europeos como área de colonización. Italia centró su atención en Etiopía; se apoderó de Āseb en 1872 y Massawa en 1885. En 1889 Menelik y los italianos firmaron el Tratado de Wichale (Ucciali). El tratado establecía supuestamente acuerdos de amistad y cooperación, pero las versiones amárica e italiana del mismo eran diferentes, y los italianos reclamaron que toda Etiopía quedaba bajo su protección. Como resultado, en 1895, se inició una guerra entre ambos países, y las tropas italianas fueron derrotadas al año siguiente en Adua. Italia se vio forzada a reconocer la independencia de Etiopía y respetar sus fronteras. El sucesor de Menelik, el emperador Lij Iyasu (reinado 1913-1916), fue depuesto en favor de su tía, coronada como la emperatriz Zauditu. Tafari Makonnen, su primo, fue elegido como heredero; subió al trono con el nombre de Hailé Selassié I. En 1931 dio a Etiopía su primera Constitución.
Con la llegada al poder del dictador Benito Mussolini, se reanudaron los planes italianos para Etiopía, y en octubre de 1935 Italia invadió el país. Hubo un intento por parte de la Sociedad de Naciones de detener la conquista pero fracasó. Addis Abeba cayó ante los invasores, y en mayo de 1936 Mussolini proclamó al rey de Italia Víctor Manuel III emperador de Etiopía. Hailé Selassié se vio forzado a abandonar el país y refugiarse en Inglaterra, pero fue restituido en su trono por fuerzas británicas y etíopes en 1941.
Último reinado de Hailé Selassié
De acuerdo con los términos del tratado de paz de los aliados con Italia, firmado en 1947, se tenía que llegar a un acuerdo antes de un año sobre los planes para las antiguas colonias italianas de Eritrea, Somalia y Libia. Ante la ausencia de tal acuerdo, sin embargo, se dejó la decisión en manos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La Asamblea General de Naciones Unidas votó la federación de Eritrea con Etiopía, que debería completarse para septiembre de 1952. Sin embargo, una vez que se completó la federación, Hailé Selassié acabó con la autonomía de Eritrea. Hacia 1962 se había reducido a una provincia de Etiopía, dando lugar al establecimiento de un movimiento nacional de resistencia, el Frente de Liberación de Eritrea, y al comienzo de una lucha militar que culminaría treinta años después con la expulsión del gobierno etíope y la independencia de Eritrea.
En 1955 Hailé Selassié promulgó una Constitución revisada; se trataba de un leve intento para modernizar el país. Aunque daba ciertos poderes limitados al Parlamento, los sectores progresistas del país lo consideraban insuficiente. Tras un intento fallido por parte de miembros de la guardia imperial de expulsar a Hailé Selassié del trono en diciembre de 1960, el emperador aumentó los esfuerzos gubernamentales para el desarrollo económico y las reformas sociales.
A lo largo de la década de 1960, Hailé Selassié se preocupó cada vez más de los asuntos exteriores. En 1963 desempeñó un destacado papel en la formación de la Organización de la Unidad Africana, cuya secretaría se situó en Addis Abeba. El año siguiente, una antigua disputa de fronteras entre Etiopía y la República de Somalia pasó a ser un conflicto armado. Se pactó una tregua, estableciendo una zona desmilitarizada a lo largode la frontera, pero las hostilidades se repetían esporádicamente. También aparecieron problemas en 1965 con Sudán, a la cual Etiopía acusó de ayudar a los independentistas de Eritrea. El conflicto se intensificó cuando 7.000 eritreos escaparon a Sudán en 1967 a causa de las represalias militares etíopes contra los secesionistas. En diciembre de 1970 el gobierno declaró el estado de sitio en algunas partes de Eritrea, pero no logró poner fin a la guerra de guerrillas.
A principios de la década de 1970 Hailé Selassié siguió desempeñando un papel importante en asuntos internacionales, ayudando a mediar en disputas entre Senegal y Guinea, Tanzania y Uganda, y las zonas norte y sur de Sudán. A pesar de todo, ignoró en gran manera urgentes problemas internos: la gran desigualdad en la distribución de la riqueza, el subdesarrollo rural, la corrupción en el gobierno, la inflación galopante, el desempleo, y las severas sequías y hambrunas en el norte entre 1972 y 1975.
Régimen de Mengistu
En febrero de 1974 los estudiantes, trabajadores y soldados comenzaron una serie de huelgas y manifestaciones que culminaron el 12 de septiembre de 1974 al derrocar a Hailé Selassié tras un golpe militar. Se creó un grupo para dirigir el país, denominado Consejo Administrativo Provisional Militar, o Dergue. A finales de 1974 se anunció el establecimiento de una economía socialista controlada por el Estado. A comienzos de 1975 se nacionalizó la tierra cultivable, y una gran parte de ella fue parcelada en pequeños lotes para entregarla a propietarios individuales. En marzo de 1975 se abolió la monarquía, y Etiopía pasó a ser una República.
Durante 1976-1977 el teniente coronel Hailé Mariam Mengistu se mostró como la principal figura política del país; su posición se consolidó a comienzos de 1977 cuando varios de sus rivales potenciales murieron durante una lucha de poder entre dirigentes del Dergue. Los estudiantes, algunas facciones políticas, y dos movimientos secesionistas en la región de Ogadén (en el suroeste de Etiopía), y en Eritrea, continuaron oponiéndose fuertemente al régimen de Mengistu. El largo conflicto se intensificó a mediados de 1977 y los secesionistas pronto tomaron el poder de la mayor parte de Ogadén con el destacado apoyo de Somalia. Con posterioridad, el gobierno etíope recibió ayuda militar a gran escala, incluyendo tropas de Cuba y consejeros militares de la URSS, lo que le permitió algunas victorias ante los rebeldes, pero la resistencia a su autoridad continuaba. En septiembre de 1984, Etiopía pasó a ser un Estado marxista-leninista, con Mengistu como secretario general del nuevo Partido de los Trabajadores. Con la nueva Constitución que establecía un gobierno civil, el país cambió su nombre por el de República Democrática Popular de Etiopía en 1987; la legislatura nacional eligió a Mengistu como presidente.
Mientras tanto, un programa gubernamental para reducir la pobreza y aumentar el crecimiento económico se vio paralizado por una hambruna y una sequía recurrentes. Los impopulares programas gubernamentales de realojo y urbanización, en sí mismos una respuesta a la sequía e inseguridad, empeoraron las cosas. La prolongada guerra civil impidió durante toda la década de 1980 los esfuerzos mundiales de proporcionar alimentos y ayuda médica al país, con ambos bandos obteniendo capital político de los suministros de ayuda.
Con el inicio de la década de 1990 comenzó el colapso del bloque soviético y una drástica restricción de su ayuda que volvió vulnerable al gobierno de Mengistu. Dos movimientos rebeldes aliados, el Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (FDRPE), el reestructurado y renombrado Frente de Liberación del Pueblo de Tigré (FLPT), junto a los separatistas del Frente de Liberación del Pueblo de Eritrea (FLPE), obtuvieron el control de las provincias del norte en 1990. En mayo de 1991, Mengistu escapó a Zimbabue. Tras la mediación de los Estados Unidos en las conversaciones de paz, el FDRPE entró en Addis Abeba sin oposición y constituyó un gobierno nacional interino. Bajo la presidencia de Meles Zenawi, el nuevo gobierno se encontró con el ingente trabajo de reconstruir la nación. Surgieron tensiones étnicas, especialmente entre los tigreanos y los oromo, que dejaron sin validez con las elecciones locales de 1992. Se celebraron elecciones multipartidistas para una nueva asamblea nacional en 1995.
Mientras tanto, el FLPE estableció un gobierno provisional en Eritrea. Después de que en 1993 los votantes aprobaran la secesión, Eritrea declaró su independencia, que fue reconocida por Etiopía.
Acontecimientos recientes
En junio de 1994 los ciudadanos etíopes eligieron a sus representantes en la Asamblea Constituyente, encargada de redactar una nueva Constitución de carácter democrático. El FDRPE obtuvo 484 de los 547 escaños con que contaba la cámara. La nueva ley fundamental, que garantizaba derechos especiales a los diferentes grupos étnicos del país, quedó definida en el mes de diciembre.
En mayo de 1995 quedó constituida, tras la celebración de elecciones parlamentarias, una nueva cámara legislativa, el Consejo de Representantes del Pueblo, en la que obtuvo la mayoría el FDRPE. En el mes de agosto, la Asamblea Constituyente transfirió sus poderes de manera oficial al nuevo legislativo, y el país pasó a denominarse República Federal Democrática de Etiopía. Durante ese mismo mes, la cámara nombró a Meles Zenawi primer ministro, mientras que Negaso Gidada accedía a la presidencia del país.
Algunos grupos étnicos, incluidos sectores de los oromo y los ahmara, mantuvieron sus críticas hacia el nuevo gobierno, al consideraban tan ilegítimo como su predecesor. La oposición más radical procedió, no obstante, de la región de Ogadén, en el sureste del país, donde los rebeldes islamistas de etnia somalí, apoyados por sus parientes que habitan en Somalia, combatían para lograr la independencia de la región desde el derrocamiento de Mengistu. A finales de 1996, el Ejército etíope atacó sus bases somalíes en una ofensiva en la que perdieron la vida más de 200 rebeldes.
También con Eritrea, su vecino nororiental, el nuevo gobierno mantuvo un litigio territorial que provocó el inicio de hostilidades. La ocupación, en mayo de 1998, de un sector de la región autónoma etíope de Tigré (Tigray) por parte de Eritrea (que reivindicaba ese territorio de acuerdo con los límites establecidos por los mapas italianos de la época colonial) dio paso, en febrero de 1999, a la generalización de los combates. Coincidiendo con la conmemoración de la batalla de Adua (1 de marzo de 1896), Etiopía proclamó su victoria sobre Eritrea, que había aceptado la mediación de la Organización para la Unidad Africana (OUA). No obstante, las hostilidades se prolongaron durante los meses siguientes.
En otro orden de cosas, en 1994 los tribunales iniciaron los procesos penales contra miembros y simpatizantes del régimen de Mengistu por los crímenes cometidos durante el periodo conocido como Terror Rojo. Hacia 1997, más de 5.000 sospechosos habían sido acusados de la comisión de delitos tales como tortura, asesinato y genocidio. En 1996 se inició la vista contra los 80 miembros del Dergue, 23 de los cuales, incluido Mengistu, fueron juzgados en rebeldía. El gobierno etíope solicitó la extradición del ex dictador, refugiado en Zimbabue. Los grupos defensores de los derechos humanos criticaron el hecho de que algunos de los acusados llevaran en prisión desde 1991.
Fuerzas militares etíopes penetraron a mediados de mayo de 2000 en territorio eritreo, llegando a ocupar numerosas localidades fronterizas, y los combates causaron miles de muertos. A finales de ese mes, Eritrea aceptó retirarse a la zona limítrofe anterior a su invasión de 1998, al tiempo que las tropas etíopes se acercaban a la capital del Estado vecino, Asmara, y ambos países comenzaban negociaciones de paz en Argelia. El 30 de mayo, Zenawi dio por terminada la ofensiva militar etíope. El 18 de junio, Etiopía y Eritrea firmaron la paz en Argel, gracias ala mediación de la OUA, con el consiguiente despliegue de fuerzas de la ONU en la frontera entre ambos estados.

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