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Florence Rosemberg Bernardo Yáñez José Luis Vera Cortés EDITORES EMOCIONES: PERSPECTIVAS ANTROPOLÓGICAS FLORENCE ROSEMBERG SEIFER Es licenciada en antropología social por la Escuela Na- cional de Antropología e Historia, posee una maestría en antropología social por la Universidad Iberoamericana, tiene otra maestría en terapia familiar por el Instituto Latinoamericano de Estudios sobre la Familia, también es doctora en antropología por el Instituto de Investiga- ciones Antropológicas de la UNAM. Ha sido profesora en la Escuela Nacional de Antrop- ología e Historia desde 1981, imparte clases en el pos- grado de antropología social en la línea de investigación titulada: Antropología de las Edades y la violencia. También es docente en las licenciaturas de antropología social y etnología y en esta última dirige, a partir de 2011, el proyecto de investigación formativa llamado Antropología, violencia y complejidad. Sus principales áreas de investigación son: la violencia y sus formas en la sociedad contemporánea; disciplina, transdisciplina y complejidad; antropología urbana, redes sociales y grupos vulnerables; la migración, migración forzada y salud mental; género, sexo y sexualidad; la antropología del cuerpo, las emociones y los sentidos; la antropología de las edades; la antropología política, del Estado y del poder; el racismo y la xenofobia; la globalización y la economía informal; antropología y familia; también su interés ha estado en el tema de antropología, cultura y evolución. Es miembro del Colegio de Etnólogos y An- tropólogos Sociales A.C. y de la Academia Mexicana de Ciencias Antropológicas, así como de la American An- thropological Association. Asimismo, es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Nivel 1. BERNARDO YÁÑEZ MACÍAS VALADEZ Profesor investigador asociado B en la Dirección de Antropología Física, INAH. Es licenciado en antrop- ología física por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, maestro en cognición y evolución humana por la Universidad de las Islas Baleares y candidato a doc- tor en filosofía de la ciencia por la Universidad Nacional Autónoma de México. Las líneas de investigación que aborda son la biología y antropología del desarrollo, evo- lución de la cognición homínida y filosofía e historia de la antropología biológica. JOSé LUIS VERA CORTéS Antropólogo físico por la ENAH y doctor en filosofía de la ciencia por la Universidad de Valencia, España. In- vestigador de tiempo completo adscrito al posgrado en Antropología Física de la ENAH-INAH. Sus intereses de investigación se han centrado en la evolución humana, el cuerpo y la corporeidad, y la historia y filosofía de la antropología física. Autor, entre otros, de los libros El hombre escorzado, Las andanzas del caballero inexistente y Los viajes de Cronos. Miembro de los Seminarios Per- manentes sobre Antropología y Evolución (INAH), His- toria, Filosofía y Sociología de la Antropología Mexicana (INAH), y Arte Rupestre (INAH). EMOCIONES CENTRO DE ESTUDIOS FILOSÓFICOS, POLÍTICOS Y SOCIALES VICENTE LOMBARDO TOLEDANO SECRETARÍA EJECUTIVA Raúl Gutíerrez Lombardo COORDINACIÓN DE INVESTIGACIÓN Lucía González COORDINACIÓN DE SERVICIOS BIBLIOTECARIOS Javier Arias Velázquez COORDINACIÓN DE PUBLICACIONES Y DIFUSIÓN Fernando Zambrana Primera edición 2019 CENTRO DE ESTUDIOS FILOSÓFICOS, POLÍTICOS Y SOCIALES VICENTE LOMBARDO TOLEDANO, SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA Calle V. Lombardo Toledano 51 Exhda. de Guadalupe Chimalistac México, CDMX, cp 01050 5661 46 79; 5661 17 87 ISBN 978-607-466-104-0 SERIE ESLABONES EN EL DESARROLLO DE LA CIENCIA La edición y el cuidado de este libro estuvieron a cargo de las coordinaciones de investigación y publicaciones del CEFPSVLT Florence Rosemberg Bernardo Yáñez José Luis Vera Cortés EDITORES EMOCIONES: PERSPECTIVAS ANTROPOLÓGICAS ÍNDICE PRÓLOGO Florence Rosemberg VII PERSPECTIVAS BIOLÓGICAS Y FILOSÓFICAS SOBRE LAS EMOCIONES Aura Ponce de León 1 ¿EXISTE LIBRE ALBEDRÍO EN LA EVOLUCIÓN? EMOCIONES Y CONDUCTA MORAL Raúl Gutiérrez Lombardo 11 EGO–(ALTRU)–ISMO Xavier Lizarraga Cruchaga 19 ASPECTOS BÁSICOS DE LAS EMOCIONES HUMANOS Y NO-HUMANOS: CIRCUITOS NEUROBIOLÓGICOS Y LA OBSERVACIÓN DIRECTA Daria Deraga 29 NEUROBIOLOGÍA DE LAS EMOCIONES. LAS APORTACIONES DE STEPHEN PORGES Mario Mandujano 39 INTERACTUAR EMOTIVAMENTE EL TIEMPO Melina Gastélum 59 EL ODIO Y LA IRA: EMOCIONES Y SENTIMIENTOS PROHIBIDOS Florence Rosemberg 75 ALGUNOS ASPECTOS FILOGENéTICOS DE LAS EMOCIONES: EL CASO DE LA RISA Bernardo Yáñez 101 LA EMOCIÓN DEL AISLAMIENTO Y LA SOLEDAD Isabel Vieyra Ramírez 119 APUNTES ACERCA DE EMOCIÓN, IDENTIDAD, SITUACIÓN, PENSAMIENTO, COMPORTAMIENTO Y PSICOTERAPIA José de Jesús Padua Gabriel 129 LAS EMOCIONES DELICADAS: ANTROPOLOGÍA DE UN OLVIDO Adriana Guzmán 153 A PESAR DE SU INEVITABILIDAD, ¿SERÁ QUE LA MUERTE SIEMPRE DUELE? REFLEXIONES SOBRE LA PREHISTORIA EUROPEA Gabriela Espinoza 197 SEXO SALVAJE. REFLEXIONES EN TORNO A LA EROTOMANÍA Y EL RACISMO José Luis Vera 213 PRÓLOGO FLORENCE ROSEMBERG Las emociones representan enfermedades de la mente (Krankheiten des Gemüts). Immanuel Kant Las emociones tienen una duración limitada; los senti- mientos pueden persistir durante toda la vida. Nico H. Fritja Algunas de las dudas y preguntas que nos hicimos en torno al tema de las emociones en el Seminario de Antropología y Evolución, coordinado por José Luis Vera fueron las siguientes: ¿Qué son las emociones? ¿Hay diferencias entre sentimientos y emociones? ¿Cómo evolucionaron? ¿Son útiles y para qué? ¿Cuántas emo- ciones hay? ¿Para qué pensar en una antropología de las emo- ciones? Posteriormente fueron surgiendo más cuestionamientos y discusiones conforme íbamos profundizando y descubriendo nuevas lecturas. De hecho, la centralidad de la emoción en el pensamiento y la acción se reconoce cada vez más en las ciencias humanas, socia- les y biológicas, aunque las cuestiones básicas de su definición y alcance siguen sin zanjarse. ¿Dónde comienzan y terminan las emociones? ¿Cómo deberíamos identificarlas y analizarlas? ¿Cómo deberíamos escribir sobre ellas? El trabajo de campo et- nográfico, iniciado por Bronislaw Malinowski en las islas Tro- briand, ofrece una visión poderosa del lugar de la emoción en la vida social; pero éstas son particularmente difíciles de capturar en el formato generalizado de estudio de casos y en muchas de las etnografías ni siquiera aparecerían como tales. El primero en analizar y reflexionar sobre el tema de las emociones fue Aris- tóteles, quien dividió al alma humana en una parte racional y otra irracional, y no estableció una división drástica entre las dos partes. Argumentaba que las dos formaban necesariamente una unidad, y esto se aplicaba particularmente a las emociones que abarcaban un elemento cognoscitivo, incluyendo creencias y ex- VIII / ROSEMBERG pectativas sobre la propia situación, así como sensaciones físicas. Aristóteles evitaba el dualismo de mente y cuerpo, y argumetaba en su libro De Anima que las creencias, los movimientos corpo- rales y los cambios fisiológicos eran elementos inseparables de la emoción. Decía que hay que evitar distinguir en forma dema- siado tajante entre los elementos (o físicos), reconociendo que las emociones pueden ser ambas cosas en grados variantes de complejidad. En 1872, Charles Darwin publicó La expresión de las emociones en el hombre y los animales, argumentando que muchas de las ac- ciones expresivas de los humanos y otros animales son innatas y, por lo tanto, heredadas en lugar de aprendidas. William James (1884), definió la emoción como la percepción de trastornos fi- siológicos que ocurren cuando nos damos cuentade sucesos y objetos de nuestro ambiente, es decir, la comprende en términos de sensaciones físicas. Es, empero, una teoría más refinada, que se basa en conocimientos científicos de fisiología, neurología y conducta animal que estaban en boga entonces, incluyendo las investigaciones de Darwin de la expresión emocional en el hom- bre y los animales. Para el psicólogo Nico Frijda la emoción es la “tendencia para la acción” y para el filósofo Robert Solomon, es el juicio; otros las percibieron por su estructura semántica y por el discurso y, por último, Fehr y Russell (1984) describen cerca de doscientas emociones y así sucesivamente los análisis varían según las perspectivas teóricas y de acuerdo con cada disciplina. Para comprender nuestras emociones hay que remontarnos a nuestros orígenes, donde comienza la reconexión del cerebro del homínido, lo que permitió ganar el control sobre las emociones lo que, a su vez, hizo que se convirtiese en un vínculo emocio- nal más fuerte que, a su vez, posibilitó a los primeros homínidos protohumanos gozar de niveles más altos de solidaridad social. Tal reconfiguración del cerebro es complicada, pues involucra cambios importantes en estructuras enormemente complejas. La hipótesis de Turner (2000) es que la reorganización y elaboración de estructuras límbicas subcorticales, y su reconfiguración en sis- temas neocorticales y del tallo cerebral, produjo un animal que podía leer una amplia variedad de señales emocionales para po- der acceder una fuerte vinculación social, y agrega que primero vino el control de las emociones para crear un primate relativa- PRÓLOGO / IX mente tranquilo y luego comenzó una selección adicional sobre ese control cortical para expandir el repertorio de emociones que podrían haberse utilizado en la interacción para forjar vínculos de mayor solidaridad y, por lo tanto, organizaciones grupales locales más estables. Para Turner, los primeros aumentos en el tamaño del cerebro de los homínidos, de los australopitecos al Homo erectus, fueron más para reconectar las emociones que para el lenguaje hablado y la cultura. La comunicación lingüística y la construcción de la cultura ampliarían los efectos de las emociones que producen la solidaridad. El lenguaje verbal no pudo evolucionar hasta que los sistemas de emoción corticales y subcorticales del cerebro se integraron mejor y se utilizaron de manera efectiva en la co- municación que produjo la solidaridad. Una vez que surgieron estos cambios en el cerebro, la selección podría producir un pri- mate cada vez más verbal. Sin embargo, el verdadero lenguaje hablado requería adaptaciones adicionales en la neuroanatomía de los homínidos si iba a surgir en la línea homínida. La contribución de la antropología a la comprensión de la emoción ha sido descriptiva y crítica; en el mejor de los casos, la etnografía y la crítica son dos caras de la misma moneda. En muchos de los trabajos de finales del siglo XX la comparación implícita en cualquier trabajo de campo se elevaba a un nivel teórico, ya que las categorías importadas de Occidente se hacían para confrontar hechos incómodos. De diferentes maneras, estos autores demostraron que las emociones son elementos inextri- cables del pensar, hablar y actuar. Para complejizar aún más lo anterior, ¿qué pasa entonces con las emociones si los tahitianos no se sienten tristes o los esquimales no se enojan? Un concepto que me parece importante es el de ethos, acuñado por Gregory Bateson en su libro Naven ([1936]1990); éste es parte de la respuesta a la pregunta anterior y es particularmente im- portante para concebir el mundo de las emociones, porque para el autor el fondo de lo emocional es causalmente activo dentro de una cultura, y ningún estudio funcional puede alguna vez ser razonablemente completo a menos que vincule la estructura y el funcionamiento pragmático de la cultura con su tono emocional o ethos (Bateson, 1990: 18). X / ROSEMBERG En la clásica división del trabajo, a los antropólogos se les asig- nó la “cultura”, a los sociólogos la “sociedad”, la “personalidad” a los psicólogos y “el cerebro” a los neurólogos. Entonces, ¿a dón- de pertenecía la emoción? Cada tribu académica podría reclamar la emoción como propia y perdería alguna de las otras dimensio- nes. Para los antropólogos, tenía que ser cultural o nada. La res- puesta a esta discusión ha sido en la vinculación transdisciplinar, es decir, la que tiende puentes para que las emociones puedan ser estudiadas desde sus diferentes ángulos sin ser el “dueño” ningún saber. Existen dos maneras de mirar a las emociones; la primera, es que éstas pueden ser construcciones en tercera persona, un producto colectivo, pero finalmente son experiencias en prime- ra persona y no se pueden reducir a ninguno de sus ingredien- tes. Su particularidad tiene que ver con su subjetividad, su au- toenfoque, su condición sine qua non es su referencia personal. Por ejemplo, se siente ira porque se es insultado; se siente triste porque la pérdida es suya; en este sentido, las emociones son individuales y subjetivas o no son nada. La segunda perspec- tiva plantea que las emociones son biográficas: están dispues- tas por la evolución y moldeadas por la cultura; están limitadas por la posición del sujeto en el mundo sociocultural; aquí ya hay un puente entre las ciencias cognitivas y las neurociencias. Por ejemplo, es la conjunción de una experiencia emocional alma- cenada en la memoria, cuyas condiciones incluyen las percep- ciones actuales, las cogniciones, las acciones y el centro afectivo. La conceptualización de una emoción específica, por ejemplo, la ira, se restablece en forma similar a la manera como se experi- mentó ésta en el pasado. Una emoción es un juicio, una evaluación de las circunstan- cias que me afectan, también es una acción en un mundo he- cho por otros: una respuesta de placer, miedo o ira a lo que está más allá de nuestro control, a lo que perturba nuestro equilibrio, nuestros objetivos y deseos. La vida es una película, no una foto. Según Martha Nussbaum, en un sentido profundo todas las emociones humanas son, en parte, del pasado y tienen huellas de una historia que a la vez es comúnmente humana, socialmen- te construida e idiosincrásica. Esas tres propiedades ligadas al tiempo se han utilizado en diferentes tipos de investigación: la PRÓLOGO / XI comúnmente humana en la psicología del desarrollo, la bioso- cialmente construida en la antropología y la idiosincrásica en los sistemas de creencias de cada cultura. En la visión cognitivista, las emociones son “intencionales”. Uno no está solo enojado, está enojado con alguien o sobre algún estado de cosas. Si disolvemos el objeto, modificamos la cogni- ción, entonces la emoción desaparece. Así, las emociones están basadas en la construcción de nosotros mismos, de los otros y en nuestras situaciones particulares. La variedad de los trabajos aquí presentados nos muestran que el tema de las emociones es de una riqueza enorme, que la mirada antropológica, aunada a diferentes disciplinas, pue- de acercarnos a una mejor comprensión de las emociones en el pasado y en el presente, en nuestras sociedades occidentales y en las diversas Otredades que también sienten y se emocionan porque todos somos Homo sapiens, y por ello traemos evolutiva- mente el mismo aparato emocional, pero nos emocionamos por diferentes razones, tiempos, ideas, causas y situaciones. Ciudad de México, 25 de junio de 2018. XII / ROSEMBERG REFERENCIAS Beatty, Andrew (2014), “Anthropology and emotion”, Journal of the Royal Anthropological Institute, núm. 20, pp. 545-563. Turner, Jonathan H. (2000), On the Origins of Human Emotions. A Socio- logical Inquiry into the Evolution of Human Affect, Stanford University Press, Stanford, EUA. PERSPECTIVAS BIOLÓGICAS Y FILOSÓFICAS SOBRE LAS EMOCIONES AURA PONCE DE LEÓN El estudio de las emociones esantiguo, puede remontarse a los antiguos griegos 1 y seguramente más atrás. Las investigaciones, reflexiones y debates son diversos y van desde el análisis de estas experiencias como respuestas innatas o adquiridas, hasta los es- fuerzos por su caracterización de acuerdo con distintos criterios. En lo que presento a continuación, examino algunas aproxima- ciones a su estudio, tanto biológicas como filosóficas, con el pro- pósito de investigar acerca de las clases de agrupaciones que se han propuesto y los principales elementos que tienen en común este tipo particular de vivencias, incluyendo planteamientos que describen a las emociones como juicios de valor. ANTECEDENTES No existe una definición sobre lo que son las emociones que se considere universalmente aceptada o, al menos, ampliamente reconocida como, por ejemplo, la definición de Mayr 2 sobre el concepto de especie, que constituye una referencia aproxima- da a esa clase posiblemente natural. No obstante, desde la anti- güedad, muchos investigadores han estudiado este fenómeno considerándolo un movimiento del ánimo que se da en el ser humano y otros animales, y han propuesto diversas maneras de entenderlo. En su investigación acerca del alma, Aristóteles señala la im- portancia de entender las propiedades y la esencia de aquello que estudiamos, en este caso, las que hoy llamamos “emocio- Departamento de Filosofía, Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa 2 / PONCE DE LEÓN nes” y él llamó “afecciones del alma” —no actos o acciones, sino afecciones 3, afectos. Entre ellas reconoció al miedo, al valor, a la alegría, al odio, a la compasión y a la dulzura, entre otras (Aris- tóteles, DA: 403a-16; 403b-17). Se pregunta si tales afecciones son del cuerpo o del alma de un modo exclusivo, o si son de ambas eventualmente, y concluye que todas las afecciones tienen lugar en ambas partes de los seres vivientes, es decir, se trata a la vez de experiencias físicas y de experiencias mentales. Ahora bien, dice el estagirita, el estudioso, según su perspectiva, observará y destacará el aspecto que más le interese: el físico examinará la reacción del cuerpo y el dialéctico considerará el elemento men- tal (Aristóteles, DA, passim). Posteriormente, Agustín de Hipona, en sus Confesiones, decla- ra que hay cuatro pasiones: “el deseo, la alegría, el temor y la tristeza”, punto de vista que aún hoy se considera cercano a las emociones que consideramos primarias. ENFOQUES BIOLÓGICOS Y PSICOLÓGICOS Por su parte, en La expresión de las emociones en los animales y en el hombre, Darwin no propuso una definición precisa de las emo- ciones, sino más bien realizó una recopilación de las diversas maneras en que las especies se expresaban y la variedad de re- cursos que utilizaban para ello. Entre las emociones que señala a lo largo del texto se encuentran la rabia, la pena, el miedo; la hostilidad, el odio, la alegría; el afecto, la cólera, la envidia, el terror, entre muchas otras. Asimismo, en ciertos casos califica la potencia del movimiento, por ejemplo, a la rabia la califica de “po- derosa emoción” (Darwin, 1984, p.102). Señala también que hay algunas que no tienen manifestaciones externas nítidas, puesto que “no suelen conducir a ningún tipo de acción”, como ciertos afectos. Aclara, asimismo, que la potencia del sentimiento no ne- cesariamente se correlaciona con la de los actos, como es el caso de esa emoción “tan fuerte como el amor maternal”, que para- dójicamente casi nunca provoca movimientos exaltados, sino al contrario, los produce de gran suavidad (ibíd., p.106). Darwin hace una distinción en cuanto a los estados del ánimo que él llama “emociones y sensaciones”, entre aquellos “excitan- tes” y aquellos “depresivos” (loc. cit.), es decir, observa que al- PERSPECTIVAS BIOLÓGICAS Y FILOSÓFICAS / 3 gunas causan cierto furor o viveza del organismo mientras otras causan por el contrario su apagamiento. También examina, como sabemos, las formas de su expresión como la voz o los sonidos; los movimientos de apéndices dérmicos y otros movimientos corporales, como inflarse o mover las orejas. En su investigación, Darwin presenta una perspectiva gene- ral, animal, desde la que examina este tema, pero analiza con más detalle emociones específicas del ser humano. En esta tran- sición, las agrupa reconociendo, no de forma explícita pero sí implícita, cierta filiación entre ellas. Por ejemplo, en un grupo sitúa el odio, la desconfianza, los celos y la envidia; en otro el pesar y la desesperanza; en otro más el sufrimiento y el llanto, y luego el decaimiento, la ansiedad, la pena, el desaliento y la desesperación (Darwin, p. 107 y ss.). A lo largo de toda la segunda parte de su libro, en el cual exa- mina cada una de las emociones que enumera, aborda un sin- número de ellas: alegría o gozo, buen humor, jocosidad; amor, sentimientos de ternura, devoción; reflexión, meditación, mal- humor, resentimiento, determinación u obstinación. Asimismo, examina gradientes de algunas de ellas, por ejemplo, el odio y la cólera o el enojo; la ira, la indignación, o el enfurecimiento. Examina también la clase de acciones que provocan estas emo- ciones, por ejemplo, la burla como provocadora de la ira. Tam- bién aborda emociones con fuerte carga negativa, tales como el desdén, el desprecio, la repugnancia o el disgusto; y otras de valencia compleja o que incluso ahora no se considerarían emo- ciones sino comportamientos tales como el orgullo la paciencia, la afirmación y la negación (ibíd, passim). En muchas de las emociones o sentimientos que Darwin identifica, indica que apenas pueden distinguirse unas de otras excepto por una cierta disposición de ánimo, por ejemplo, “me- nosprecio y desdén apenas pueden distinguirse del desprecio, excepto en que encierran una disposición de ánimo algo más ai- rada” (ibíd, p.264), es decir, no sólo hay potencia en el sentimien- to, sino, interpreto, tono. Más adelante dice: “...el desprecio extremo o, como a veces se lo llama, el asco (repugnancia o aborrecimiento), apenas di- fiere del disgusto”. Y añade: celos, envidia, avaricia, rencor, sus- picacia, actitud taimada o de engaño, disimulo, culpa, vanidad, 4 / PONCE DE LEÓN engreimiento, ambición, orgullo, humildad. Incluye también, como se señala arriba, algunas que probablemente hoy no inclui- ríamos entre las emociones: incapacidad, encogimiento de hom- bros, o aprobar, o negar o desaprobar. El capítulo 12 lo dedica a emociones como la sorpresa, el asombro, el miedo y el horror (ibíd, pp. 264 y ss.). Por otro lado, hace también un señalamiento sobre las mo- dificaciones físicas o los cambios corporales que las emociones repentinas provocan en el cuerpo: “Toda emoción repentina, incluido el asombro, acelera la actividad cardiaca y con ella la respiración...” De la admiración señala: “parece consistir en sorpresa asocia- da con algún placer y un sentimiento de aprobación”. O detalla las emociones sociales, como la atención centrada en uno mis- mo, la vergüenza, timidez, modestia, sonrojo. El ilustre investi- gador inglés divide las emociones o sensaciones en: estimulantes —que suelen conducir a acción enérgica— o depresoras —como el dolor, miedo o pena extremos, que “no desembocan en esfuer- zo” (ibíd, pp. 297 a 349). Puede constatarse así que Darwin hace un examen de la ma- nera en que las emociones se expresan en el hombre y los ani- males, y un listado que intenta ser exhaustivo, y que, aunque propone cierta filiación entre las emociones, no aventura una taxonomía o categorización sobre ellas. A mi juicio, podemos entender la conceptualización de Darwin sobre las emociones como un conjunto de movimientos del ánimo que implican cambios corporales y mentales, y que tienen potencia o gradación, valencia, tono y filiación. Algunas décadas después, en sus Principles of Psychology (1994), Williams James señaló que una recopilación exhaustiva de las emociones sería quizá imposible, pues su númerodepen- dería de la cultura que se examinara, del investigador que lo hiciera e incluso de la manera en que se eligiera agruparlas ya que existen muy diversos criterios para ello, ya sea porque las caracterizamos como positivas o negativas, por su relación con la persona, por su fuerza, entre otros criterios. De acuerdo con este autor, existen muchas agrupaciones posibles de las emociones y lo que hemos de considerar para establecerlas es “…qué agrupa- miento se aviene mejor a nuestro propósito”. Con base en este PERSPECTIVAS BIOLÓGICAS Y FILOSÓFICAS / 5 criterio podrán clasificarse las emociones de diversas maneras, por ejemplo, entre “tristes o alegres” ... “formales o materiales” ... “directas o reflexivas, egoístas o no egoístas, retrospectivas, pros- pectivas o inmediatas, iniciadas en el organismo o en el medio, etcétera” (James, 1994, p. 943). ENFOQUES FILOSÓFICOS En un importante esfuerzo por jerarquizar y organizar este cú- mulo de información, el filósofo Jesse Prinz (2010) ofrece una cla- sificación de las diversas hipótesis que se han esgrimido sobre el origen de las emociones con el fin de ofrecer una categorización. En ella indica que habría al menos cuatro puntos de vista res- pecto de qué son las emociones: el que defiende a las emociones como producto de la evolución, el que las sostiene como pro- ducto de la cultura, el que postula que hay emociones producto de una u otra, y el que dice que todas las emociones son tanto producto de una como de la otra. Sobre el primer grupo, señala, se ha dicho que las emociones son resultado de la evolución. Serían adaptaciones que impli- can cambios corporales que conducen a su percepción y posible- mente a ciertas respuestas, que han tenido a lo largo de la histo- ria un valor para la sobrevivencia del organismo, y tal es la razón por la que han sido “favorecidas por la selección natural” (Prinz, 2010, p. 9). Se han planteado listas cortas de estas emociones, por ejemplo alegría, temor, ira, disgusto, tristeza, sorpresa, y también listas ampliadas, como el caso de Ekman, que inicialmente pos- tuló esta lista a la que después añadió algunas más como la di- versión, el entusiasmo, la culpa, la vergüenza, el alivio, y algunas más. Hay, dice el filósofo, explicaciones sofisticadas de los evo- lucionistas sobre las emociones, tales como la culpa, en las que intervendría una evaluación del futuro, por ejemplo, mostrar sentimiento de culpa ante un engaño perpetrado a otro abriría la posibilidad de que este otro perdonase y se mantuviera alguna posibilidad de provecho por parte del culpable. El enfoque opuesto, señala, sería aquel que defiende la idea de que las emociones provienen de la cultura, son construidas socialmente. Según esta perspectiva, las emociones serían valo- raciones o juicios sobre la situación personal en ciertos contextos, 6 / PONCE DE LEÓN junto con patrones de conducta aprendidos socialmente, inclu- yendo patrones o guiones de gran complejidad. Las bases de es- tas ideas serían los diversos estudios etnográficos que reportan una gran variabilidad de conductas ante determinadas situacio- nes semejantes, variabilidad causada culturalmente 4. La tercera postura intentaría encontrar una solución salo- mónica, que considere ambos puntos de vista. Esta postura, de acuerdo con el estudio de Prinz, admite que hay emociones pri- marias o básicas que se desarrollaron filogenéticamente (alegría, tristeza, temor, ira y asco), que responden a un grado mínimo de procesamiento de información, pero que a esas se añaden otras que incluyen un mayor procesamiento de información y valora- ciones o juicios, además de seguir ciertos patrones de conducta con una huella cultural. Finalmente, el autor argumenta su propio punto de vista y sostiene la idea de que todas las emociones tienen un cierto as- pecto biológico y una cierta construcción cultural: “las emocio- nes no son ni bioprogramas fijos ni guiones mediados cogniti- vamente” (ibíd., p. 23), sino ambas cosas: “…son percepciones de cambios corporales que representan cosas como peligros, pérdidas y ofensas, porque están programadas para que estas cosas las desencadenen”. Llama a su teoría “teoría de la valora- ción corporeizada”. Cercana a esta idea de que las emociones incluyen valora- ciones, se encuentra el punto de vista de la filósofa Martha Nussbaum, quien sostiene que las emociones son evaluaciones. La filósofa estadounidense se propone examinar aquellas carac- terísticas de las emociones que puedan explicar su apremio y su calor; su inclinación a apoderarse de la persona- lidad e impulsarla a la acción con una fuerza arrolladora; su rela- ción con vínculos importantes, con respecto a los cuales la persona define su vida; la sensación de pasividad ante ellas; su aparente relación de confrontación con la «racionalidad», en el sentido de un cálculo frío o de un análisis del tipo coste-beneficio; el estrecho vínculo entre ellas (Nussbaum, 2008, p. 44). La autora presenta la idea de que las emociones son juicios de valor, reconociendo que parece una idea extraña, pues aparen- temente se ha dotado a la emoción de un significado irracional PERSPECTIVAS BIOLÓGICAS Y FILOSÓFICAS / 7 mientras que un juicio de valor es necesariamente una acción de la razón. Sin embargo, da argumentos sustentados en un punto de vista que parte de los estoicos, quienes pensaron que las emo- ciones eran “formas de juicio valorativo que atribuye a ciertas cosas y personas, fuera del control del ser humano, una gran importancia para el florecimiento del mismo”. Así, para esta fi- lósofa, “las emociones son […] un reconocimiento de nuestras necesidades y de nuestra falta de autosuficiencia”. Nussbaum (ibíd, p. 45) considera que en su apreciación de las emociones como juicios de valor no es necesario excluir a, por ejemplo, infantes y animales como criaturas que no tendrían ta- les capacidades de evaluación, pues desde su punto de vista no es necesario implicar un “cálculo elaborado o una autoconcien- cia reflexiva” para pensar en los organismos como receptores y procesadores de información. Entre las emociones que enuncia la autora están “la aflicción, el temor, el amor, la alegría, la espe- ranza, la ira, la gratitud, el odio, la envidia, los celos, la compa- sión y la culpa”, entre otras. Nussbaum cree que la clase de las emociones es una clase difusa, es decir, una clase cuyos contor- nos no están tan definidos 5. Sobre ello, en un interesante texto, Nick Haslam (2002) ha pro- puesto una conceptualización de las categorías que se utilizan en el estudio de lo mental, señalando que entre las clases que se postulan se encuentran no sólo lo que posiblemente sean clases naturales sino otras como las no-clases, las clases prácticas que sólo tienen fines pragmáticos; las clases difusas, en las que la lí- nea entre ser miembro de la clase o no serlo es borrosa. Como señalé, Nussbaum sitúa a las emociones entre las clases difusas. La autora hace algunas observaciones que intentan distinguir las experiencias activas de las pasivas, y señala que muchas veces se ha situado a las emociones en las energías pasivas, es decir, algo que “sufre” la persona y no que “piensa”. Al postular que las emociones son juicios, sin embargo, se les sitúa más bien en el lado de lo activo. Asimismo, considera que las emociones siem- pre son “acerca de algo”, sin importar si es existente o imagina- rio. Es en esta última característica que se liga con el hecho del otorgamiento de valor por parte de la persona: ese algo tiene que ver directamente con la vida de esa persona. Señala: “…las emocio- nes parecen ser eudaimonistas, esto es, que tienen que ver con 8 / PONCE DE LEÓN el florecimiento del sujeto que las tiene” … (Nussbaum, 2008, p. 54), es decir, están ligadas a nuestra idea o percepción de lo que constituye una buena vida y, por tanto, ligadas a lo que afecta, positiva o negativamente, nuestras vidas. En su búsqueda de reconocer cuáles sonlos componentes constitutivos, necesarios y suficientes, de la identidad de la emo- ción, se pregunta si las creencias lo son, es decir, si las creencias son constitutivas (esto es, parte de), son necesarias (parte de o causa de), y suficientes (indispensables para). Esta pregunta re- sulta relevante porque de su respuesta depende que aceptemos que las emociones son cognitivas o tienen un contenido cogniti- vo. Al respecto señala: “Las creencias pueden ser parte constitu- tiva de las emociones, siendo o no un componente necesario de la identidad de la emoción” (ibíd, pp. 55-56). Respecto de que las emociones son juicios, la autora sigue la concepción estoica sobre el juicio, según la cual “un juicio con- siste en el asentimiento a una apariencia” y asegura que este movimiento se compone de dos etapas: en primer lugar, “la percepción de que algo es el caso”, y en segundo, “el abrazo de ello”. Dice: “…es la propia razón la que extiende el brazo y toma la apariencia para sí, afirmando, por así decirlo: «Sí, ésta me la quedo, así es como son las cosas en verdad»” (ibíd, pp. 59 y ss.). Para el caso de los niños y los animales no humanos propone entender este abrazo o asentimiento de que las cosas son de una determinada manera en un sentido lato, no deliberado, sino pro- ducido por el hábito o el apego. La otra característica que destaca en el estudio de Nussbaum es que supone que todas las emociones tienen que ver con cosas o eventos que se encuentran “fuera del control de las personas” y que por ello la hacen más vulnerable. En esto se adhiere tam- bién a la concepción estoica que distingue los “bienes externos” de los internos de la persona, externos en el sentido de que que- dan más allá de su control, no en el sentido de que queden fuera de la propia persona, a diferencia de los internos, tales como, por ejemplo, la “propia virtud”, cuyos movimientos no generan una emoción en el individuo. Concluye la autora: “muchas de las emociones específicas contienen la vulnerabilidad al cambio en su misma definición. El miedo, la esperanza, la compasión, la ira, la envidia, los celos, la aflicción…” (ibíd, pp. 64-65). PERSPECTIVAS BIOLÓGICAS Y FILOSÓFICAS / 9 CONCLUSIÓN Considero que hay muchas semejanzas entre las posturas de Prinz y Nussbaum, pues integran de cierta forma una mirada evolucionista con una mirada etnográfica e histórica en la que aún hay mucho por explorar. Concluyo que, tanto desde las perspectivas biológicas y psicológicas, como desde las filosóficas, puede afirmarse que las emociones son movimientos del ánimo que pueden o no tener expresión en la conducta, que pueden o no involucrar una evaluación deliberada o sofisticada, cuya po- sibilidad se ha desarrollado evolutivamente porque tienen que ver con una orientación general de búsqueda de bienestar del organismo, pero que, como todo lo humano, que tiene la caracte- rística de la maleabilidad, se han moldeado y se siguen moldean- do histórica y culturalmente. 10 / PONCE DE LEÓN NOTAS 1 Aristóteles, por ejemplo, en De anima (en adelante DA), examina las “afecciones del alma”. 2 Mayr, 1942. 3 La Real Academia Española (RAE) indica, sobre el término “afección”: “1. Afecto. 2. Afición, inclinación, apego”. Y sobre “afecto”: “1. Cada una de las pasiones del ánimo, como la ira, el amor, el odio, etc., y especialmente el amor o el cariño”. 4 Por ejemplo, señala el autor, entre los inuit la ira prácticamente no se manifiesta y entre grupos japoneses existen diversos tipos de emo- ciones o sentimientos que aparentemente no tienen referencias en culturas occidentales (Prinz, 2010, p. 15). 5 Dice: “…debemos estar dispuestos a encontrarnos con que los contor- nos de la clase son borrosos y con casos periféricos que sólo compar- ten algunas de las características de los ejemplos principales” (ibíd, p.46). REFERENCIAS Agustín de Hipona (2007), Confesiones. [Prólogo y traducción de Agustín de Esclasans], Barcelona, Editorial Juventud. Aristóteles (2010), Acerca del alma (De Anima). [Introducción, traducción y notas de Tomás Calvo Martínez], Gredos. Darwin, C. (1984), La expresión de las emociones en los animales y en el hom- bre. Madrid, Alianza Editorial. Diéguez Lucena, A. (2008), “¿Es la vida un género natural? Dificultades para lograr una definición del concepto de vida”. ArtefaCToS, vol. 1, Num. 1, 81-100. Haslam, N. (2002), “Kinds of kinds: A Conceptual Taxonomy of Psychia- tric Categories”, Philosophy, Psychiatry & Psychology. 01/2002; 9(3):203- 217. DOI: 10.1353/ppp.2003.0043 James, W. (1994), Principios de psicología. [Traducción de Agustín Bárce- na], México, Fondo de Cultura Económica. Mayr, E. (1942), Systematics and the Origin of Species. New York, Columbia Univ. Press. Nussbaum, M. (2008), Paisajes del pensamiento. La inteligencia de las emocio- nes. Barcelona, Paidós Ibérica. Prinz, J. (2010), ¿Cuáles son las emociones básicas? [Traducción de José To- var y revisión de Gustavo Ortiz Millán], México, UNAM, Instituto de Investigaciones Filosóficas, Cuadernos de Crítica num. 55. RAE, Diccionario de la Real Academia Española, consultado en línea: www. rae.es ¿EXISTE LIBRE ALBEDRÍO EN LA EVOLUCIÓN? EMOCIONES Y CONDUCTA MORAL RAÚL GUTIéRREZ LOMBARDO Para la ciencia, llámese reduccionista, realista, empirista o, si se quiere, objetiva, el concepto libre albedrío es un asunto carente de sentido. Ahora bien, desde una perspectiva evolucionista habría que matizar un poco la cuestión, porque la evolución humana, a di- ferencia de la de los demás seres vivos, tiene dos dimensiones: una biológica y otra cultural, la cual no se da, al menos en senti- do estricto, en ninguna otra especie (Ayala, 2011). La evolución biológica, sabemos, consiste en sobrevivir y de- jar descendencia, como sostuvo Darwin, que ahora describimos como cambio en la frecuencia de los genes causada por selección natural, la cual actúa sobre las variaciones producidas por muta- ciones al azar, encargándose el ambiente de llevar a cabo dicha selección. Se trata básicamente de un proceso de eliminación y reproducción diferencial que da como resultado la expresión de determinados fenotipos. Utilizando un símil, la selección natural es como una aplana- dora que a su paso sólo deja que sobrevivan las especies que resisten esa presión. La evolución cultural, por su parte, consiste en transmitir in- formación a través de un proceso de enseñanza-aprendizaje, independiente del parentesco biológico, que incluye todos los hábitos adquiridos y maneras de vivir del ser humano a lo largo de su historia social. Este tipo de evolución trajo consigo un modo metaorgánico de evolución de la especie, mucho más rápido que el biológico, Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales Vicente Lombardo Toledano, SEP. 12 /GUTIéRREZ LOMBARDO no regido por mutaciones genéticas al azar, porque las innova- ciones culturales son producto de propósitos intencionales para optimizar su situación en el ambiente. Esta conducta en los seres humanos determina la capacidad de anticipar las consecuencias de sus acciones, la capacidad de hacer juicios de valor, y la ca- pacidad de escoger entre líneas de acción alternativas. Es decir, tener conciencia de sus actos y la voluntad para llevarlos a cabo (Ayala, 2011). En este contexto teórico podríamos abordar el problema del libre albedrío o voluntad del ser humano para elegir determina- das acciones, porque si el libre albedrío no es una apomorfia in- nata o instintiva del ser humano, ¿posee algún valor evolutivo? Desde el punto de vista cultural sí, desde el punto de vista biológico no, a pesar de que la conciencia sea un atributo del bagaje biológico del ser humano y, por tanto, un producto de la evolución biológica. La libertad para elegir, al igual que las otras llamadas virtudes humanas como la prudencia, la templanza, la perseverancia, la conducta ética, la humildad, etc., se manifiesta en las comunida- des humanas contraponiéndose a las conductasinnatas o instin- tivas, esto es, a las pulsiones biológicas, la cual exige aprendizaje anterior al momento de tomar la decisión. El libre albedrío, entonces, lejos de ser una condición univer- sal de la humanidad, es una creación histórico-social. Tiene que ver con un proyecto de vida más que con un acto intencional, con lo que llamaba Aristóteles “hábito”, o lo que llamaba Spinoza “conciencia de la necesidad” o para darle un sentido a nuestra conducta y se convierta en norma o “imperativo moral” como lo llamaba Kant. A pesar de lo anterior, hay que enfatizar, como se dijo antes, que el ser humano posee dos naturalezas, una naturaleza bio- lógica y una naturaleza cultural. Su naturaleza biológica es el producto de la evolución biológica de la especie y es claramente visible en la conducta del ser humano moderno. Su naturaleza cultural es el resultado de la adquisición y almacenamiento de información extrabiológica, hecha posible gracias al desarrollo de la ciencia, la técnica y la cultura en general, pero, no hay que olvidarlo, estas son el producto de una actividad biológica: la LIBRE ALBEDRÍO / 13 actividad de nuestro cerebro. Por lo tanto, existe una relación dialéctica entre esas dos naturalezas. Esto explica que muchas formas del comportamiento humano siguen siendo biológicas a las que la cultura ha tratado de suavi- zar o atenuar, como son las pulsiones sexuales y la agresividad. Es decir, no somos completamente biológicos ni completamente culturales. Uno de los problemas derivados de esa relación es que la cul- tura no ha sido totalmente exitosa en la disminución o en el con- trol de los impulsos sexuales y agresivos de los seres humanos. Esto es, el ser humano es un animal semicivilizado, sin señales apropiadas de inhibición de sus impulsos biológicos, y todavía más preocupante, esta relación entre la biología y la cultura es una relación a la que la ciencia tiende a dar más valor al factor genético que al factor cultural (Estañol, 2004). Es verdad que el desarrollo tecno-científico ha sido extraordi- nario, pero, ¿ha sido igual de extraordinario el desarrollo moral del animal humano? No, porque no ha podido encontrar solu- ciones eficaces para controlar sus impulsos biológicos. La evo- lución cultural no ha llevado necesariamente a una evolución moral exitosa en los seres humanos; la cultura no ha podido con- trarrestar las pulsiones sexuales y la agresividad innatas de la especie derivadas de la interdependencia energética para sobre- vivir y reproducirse. El ser humano ha utilizado todos los recur- sos científicos y tecnológicos que ha logrado en su evolución cul- tural para matar a otros seres vivos con propósito de alimentarse y apoderarse de los recursos de la biósfera, siempre desde una posición de poder, sea ésta física o tecnológica, y, en el caso de otros seres humanos, psicológica, económica, militar y política. El libre albedrío, pues, tiene que ver con la condición misma del ser humano, que deja muy poco a la libertad para tomar de- cisiones, sean éstas buenas, justas o no. Una interpretación filosófica interesante de esta problemáti- ca, es la del filósofo de la ciencia darwiniano Carlos Castrodeza, quien en su libro póstumo El flujo de la historia y el sentido de la vida, de 2013, la llama la derivación posmoderna de la ética, donde todo lo “feo” se separa y se oculta o se trivializa o, incluso, se estetiza. El resultado, dice, es que perdemos madurez histórica, aunque en el fondo ésta sólo ha valido para contemplar nues- 14 /GUTIéRREZ LOMBARDO tras propias miserias etológicas o conductuales. Así que ya no es que podamos decir “esto es lo que hay”, sino que simplemente tendríamos que abandonar otras expectativas, por ejemplo la que sostenía Darwin en El origen del hombre, donde postula que por selección natural la humanidad tendería a ser mejor, en un proceso civilizatorio creciente, el cual quedaría como un notable wishful thinking, porque la selección natural, en caso de que no fuera contrarrestada por el azar o por las condiciones del mundo físico, consigue lo mejor, pero puede que en el sentido social más peyorativo del término. Porque “el mejor” es también (si no úni- camente) el que mejor explota al otro, ya sea con buenas o malas artes e intenciones. Es pertinente traer aquí a colación, apunta Castrodeza, que en su famosa obra Dialéctica de la Ilustración (1947) Theodor Adorno y Max Horkheimer aseguran que, en contra de una creencia ex- tendida, la Ilustración no acabó ni mucho menos con la fuerza del mito. Aunque la naturaleza ya no esté encantada, en los términos especificados por Max Weber, los humanos seguimos viviendo de ilusiones escatológicas. Los misterios que rodean el pensamien- to teológico perviven, aunque no sea más que como órganos vestigiales en el cuerpo de la racionalidad científica moderna, lo que, para los filósofos de Frankfurt, en términos sartrianos, no es sólo una muestra de “mala fe”, sino algo peor, habida cuenta de que para ellos en esa pervivencia se encontraría el germen de futuros arrebatos totalitarios. Y es que la mente humana, como es bien sabido, cuando no tiene el suministro de “realidad” adecuado crea sus propias alu- cinaciones compensatorias, del mismo modo que “el hombre solo” (un náufrago, por ejemplo) se crea un compañero de fatigas ima- ginario para paliar su necesidad de socialización. Hoy, como señala el neurocientífico Francisco Mora en su li- bro Neurocultura, de 2007, la ciencia del cerebro irrumpe en esa misma problemática, pero esta vez, quizá, con una perspectiva distinta y de más calado. Aquella en la que se aportan conoci- mientos que permiten entender mejor las humanidades. Ya no se trata de crear puente entre dos cuerpos del saber que, avan- zando en paralelo y aportan conocimientos distintos, sino de un proceso en serie, un continuum. Conocer cómo funciona el cere- bro humano debe permitirnos entender mejor los productos de LIBRE ALBEDRÍO / 15 ese funcionamiento. Ciencia y humanismo se convierten así en una unidad, en sólo un árbol de conocimiento desde las raíces y el tronco, hasta las ramas y las hojas, para decirlo de una manera metafórica. La neurociencia, dice Mora, es una ciencia experimental, que con todas las herramientas técnicas que ahora posee, tiende a ex- plicar cómo funciona el cerebro, particularmente el cerebro hu- mano. Cerebro entendido como el órgano que recibe estímulos del medio ambiente y con los que interpreta la realidad que nos circunda, gracias a los códigos de funcionamiento construidos en él a lo largo de cientos de millones de años. Realidad que re- fiere a la construcción, no sólo del mundo que vemos, tocamos u olemos, sino la construcción y elaboración de las sociedades en las que vivimos y las normas y valores que las rigen. La neuro- ciencia es, pues, esa área de conocimiento que permite acercarse a conocer cómo se han construido y qué circuitos neuronales es- tán involucrados y participan en la elaboración de las decisiones que toma el ser humano. Esta disciplina científica, continua Mora, parte de una premi- sa básica, insoslayable. Todo cuanto existe en el mundo humano, objetivo o subjetivo, es concebido a través del cerebro, órgano por medio del cual se siente, se piensa y se ejecuta la conducta. Está claro que esta afirmación sorprende ya a muy poca gente porque todo el mundo sabe y tiene por cierto que sin cerebro ni se siente ni se piensa ni se realiza conducta alguna. Pero esto también requiere añadir que el cerebro solo no es el ser humano. El ser humano es un organismo completo en constante interac- ción con el medio. De hecho, el cerebro dedica una parte muy considerable de su trabajo a controlar y actualizar constante- mente su relación con el organismo que lo alberga, que da como expresión visible la conducta, siendo ésta, a su vez, el producto de una sensación o percepción, una memoria o un pensamiento. No hay, pues, “fantasma en la máquina”. El cerebro operafun- damentalmente interpretando la información que recibe del me- dio ambiente y ejecuta la conducta correspondiente atendiendo esencialmente a la supervivencia del individuo y de la especie. Así, las emociones, los sentimientos, la abstracción, el lenguaje y el conocimiento son procesos cerebrales esenciales y básicos en la conducta de los seres humanos, que vigilan y protegen la su- 16 /GUTIéRREZ LOMBARDO pervivencia. Las emociones señalan o tiñen los estímulos senso- riales de placer o castigo y sirven para defendernos o aproximar- nos a ellos (agua, comida, calor, frío, sexo, juego o enemigos). Las emociones, en consecuencia, son los procesos que nos mueven o empujan a conseguir o evitar, de una forma flexible, lo que es beneficioso o dañino para el individuo. Además, las emociones generan ese mecanismo, también básico, que llamamos curiosi- dad. Con la curiosidad se expande el abanico de las conductas y con ello el interés por el descubrimiento de lo nuevo (nuevos alimentos, ocultación de enemigos, etc.). De esta manera, la cu- riosidad ensancha el marco de seguridad para la supervivencia (Mora, 2008). Esto quiere decir que las emociones constituyen un lenguaje de comunicación básico. De hecho, sostiene Mora, son el lengua- je más primitivo de los mamíferos. La manifestación de las emo- ciones permite la creación de lazos (familia, amistad, apegos), que pueden tener claras consecuencias de éxito, tanto de super- vivencia biológica como social. Y, finalmente, los sentimientos. Con la aparición de los sentimientos, el hombre se torna cons- ciente de sus emociones. Frente a la pura “reacción” ante un es- tímulo, con la huida o el ataque, el ser humano experimenta y “sabe” que tiene miedo o placer, alegría o pena, y conduce su vida de una manera “nueva”, nunca antes experimentada por ningún otro ser vivo. Las emociones y sentimientos, además, desempeñan un papel importante en el proceso de razonamien- to y en la toma de decisiones, especialmente aquellas relaciona- das con la persona y su entorno social más inmediato. Las emo- ciones y los sentimientos constituyen de hecho, los pilares sobre los que descansan casi todas las demás funciones del cerebro como ya lo señalaba Antonio Damasio en La sensación de lo que ocurre, de 1999. Junto a la emoción y los sentimientos, guías o encendidos bá- sicos de toda conducta, nos dice Mora, el cerebro tiene y guarda los mecanismos que han llevado al hombre a las cotas más altas de conocimiento y conciencia. Son los procesos neuronales que permiten el fenómeno de la abstracción. ¿Qué permitió al cerebro desarrollar esa capacidad de encon- trar propiedades o relaciones comunes a muchas cosas y extraer un concepto, una idea, que hable de todas ellas como una sola? LIBRE ALBEDRÍO / 17 La neurociencia comienza ahora a trenzar los hilos con los que se construye este proceso y conocer las neuronas y circuitos que lo realizan, que llega a la conclusión clara de que se trata de una propiedad inherente a la función del propio cerebro. Con esta capacidad, afirma Mora (2007), el hombre comenzó su andadura de “pensar” rompiendo las cadenas de lo particular y concreto, y en esa aventura cerebral entraron también a des- empeñar un papel decisivo la conciencia y el lenguaje humanos. La conciencia, esa maravilla que hace al hombre no sólo “ver”, abstraer lo visto, sino también “saber que ve” y comunicarlo sim- bólicamente. Este trabajo fue presentado en el “Quinto Congreso del Seminario Antropología y Evolución: Antropología de las emociones”, INAH, que tuvo lugar el 27 y 28 de agosto de 2015, en Taxco, Guerrero, y en el “Primer Congreso Internacional CEDAR-V Evolución biológica y cultural”, coorganizado por el Centro de Estudios Filosóficos Políti- cos y Sociales Vicente Lombardo Toledano, del 1 al 4 de septiembre de 2015, en Xalapa, Veracruz. 18 /GUTIéRREZ LOMBARDO BIBLIOGRAFÍA Ayala, F. (2011), ¿Soy un mono?, Editorial Planeta, Barcelona. Castrodeza, C. (2013), El flujo de la historia y el sentido de la vida, Herder Editorial S.L., Barcelona. Damasio, A.R. (1999), The Feeling of what Happens, William Heinemann, Londres. Estañol, B. (2004), “The dilema of ‘human nature’ The biological and cultural evolution of mankind”, Ludus Vitalis XII (22). Mora, F. (2007), Neurocultura, una cultura basada en el cerebro. Alianza Edi- torial, Madrid. Mora, F. (2008), El científico curioso, Ediciones Planeta, Madrid. EGO-(ALTRU)-ISMO XABIER LIZARRAGA CRUCHAGA —La piel —respondí en voz baja— nuestra piel, esta maldita piel. Usted no puede imaginarse de qué es ca- paz un hombre, de qué heroicidades y de qué infamias es capaz con tal de salvar la piel… Curzio Malaparte, La piel Más que conocernos a nosotros mismos, lo que hacemos con nuestras acciones, reflexiones y tomas de posición ante el mun- do y los otros 1 es inventarnos. “Inventar” en el sentido de hallar, descubrir lo desconocido, innovar, encontrar, crear una forma, dar cuerpo y sentido a una obra. Si bien no creamos la materia primigenia, porque nos viene de quienes nos anteceden, sí la recreamos: en tanto sistemas abiertos absorbemos y desechamos energía, nos creamos a través de intercambios con lo que nos ro- dea, a partir de vida y muerte, de presencias y ausencias. Nos in- ventamos para consolidarnos, e intentamos que los demás crean nuestro personal invento y reconozcan que somos una realidad que tiene el peso y la contundencia de ser; y puede discutirse sobre cómo y por qué “somos”, pero no negarse que “estamos” y “somos”, aunque no comprendamos plenamente qué es “ser” y “estar”. Finalmente, James Lovelock nos recuerda que “la idea de vida, el sentido de estar vivo, es uno de los conceptos más familiares y más difíciles de entender que podemos encontrar 2”. En el ser-estar y el sentir-hacer del animal humano subyace una paradoja: el “yo” se asume epicentro de todo, porque en cada individuo laten emociones y se generan perturbaciones hacia el afuera, pero cada “yo” no puede menos que reconocerse periferia, porque es parte del entorno que contiene y rodea a otros. Como bien reconociera Francis Bacon: “todas las cosas tienen afinidad Dirección de Antropología Física, INAH. 20 / LIZARRAGA CRUCHAGA con el firmamento, se mueven en torno del centro de otro del que se benefician 3”. Somos, por tanto, organismos autónomos y también componentes del complejo y dinámico contexto (exoge- nia) de los otros, lo que hace que otros sean también unos “yo” únicos, irrepetibles y cambiantes, unos “yo” podemos usar, sig- nificar, ignorar, obviar, manipular, silenciar e incluso emocional- mente invisibilizar… Pero no negar; su existencia/presencia nos roza, matiza, texturiza; negar a los otros supondría negarnos a nosotros mismos. Los “otros” son importantes para sí y para cada uno de nosotros porque forman parte del todo, de esa Gaia de la que nos hace conscientes Lovelock: “Gaia tiene una continuidad que se remonta en el pasado hasta los orígenes de la vida y que se extiende en el futuro en la medida en que la vida persista 4.” El “yo” siempre es egocéntrico, pero el egoísmo es dependien- te porque está acotado por el afuera; consecuentemente, para ser egoísta no nos queda más remedio que ser en cierto grado “generosos 5”, altruistas, si por altruismo entendemos alentar y sostener la existencia de lo demás (seres o cosas). Las lógicas y dinámicas del nudo activo egoísmo/altruismo se expresan inclu- so a niveles biológicos. Cabe recordar lo que al respecto subraya Giovanni Frazzetto: En un experimento realizado durante nueve semanas seguidas [Barbara] Fredrickson y colaboradores hicieron un seguimiento del tono vagal y el bienestar emocional de un grupo de individuos en función de sus interacciones sociales cotidianas con amigos y seres queridos. Los que tenían un elevado tono vagal desde el comienzo mos- traron rápidos incrementos en la conectividad social y aseguraronhaber experimentado emociones positivas como alegría, amor, gra- titud, esperanza. Al mismo tiempo, esos progresos en la conectivi- dad social y las emociones positivas predecían a su vez aumentos en el tono vagal final, que al término del estudio presentó valores más elevados 6. Una evidencia más de que toda mismidad deviene otredad, lo que consolida la posibilidad del entramado existencial: la vida de un individuo o una especie siempre se da en interacción con otros, una forma de vida se sostiene por la existencia, la muerte, la sobrevivencia y la extinción de otras formas de vida. Por ello EGO-(ALTRU)-ISMO / 21 mismo, la perspectiva de simbiosis, cooperación y sinergia que propuso Lynn Margulis da un giro revitalizador a las concepcio- nes darwinianas de la adaptación y la evolución: Desde el punto de vista científico, la vida, el amor y el comporta- miento aparecen como fenómenos sinérgicos. […] No se parte de cero cada vez que aparece una nueva forma de vida. Módulos prexistentes (que en última instancia son bacterias), generados por mutación y perpetuados por la selección natural, se ensamblan formando alianzas, asociaciones, organismos, nuevas complejidades que influyen en la selección natural y son influidas por ella 7. Los otros son parte no sólo de nuestro contexto, configuran nuestra circunstancia, y como dejara más que claro José Ortega y Gasset en su sentencia: “yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo 8”. Con certera puntería el filósofo nos ubicó en la dinámica existencial de cooperación —no siempre volitiva— en la que se generan interacciones y sinergias; cada uno de nosotros somos lo que somos y hacemos lo que hacemos a través de una dinámica compleja en la que otros son lo que son y hacen lo que hacen interactuando con nosotros, a través de nosotros en el tiempo e incluso a distancia. La circunstancia es, pues, medio, entorno, contexto e historia, ambiente emocional, orden social y tradición cultural, y en ella nos movemos e inven- tamos, más allá de qué tan dispuestos estemos a salvar aquellos fragmentos o ingredientes de la circunstancia que significamos indeseables y experimentamos adversos, inhóspitos, que supo- nen experiencias desagradables y nos colocan en situación de vulnerabilidad. Más allá de la desnutrida definición de “altruis- mo” que nos ofrece el Diccionario de la lengua española de la Real Academia: “…diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio 9”, vemos en la perspectiva orteguista que al “salvar la circunstancia” el egoísmo del soy es mediado, trastocado por un dejo altruista que consolida la posibilidad de que un sinnú- mero de otros entren interacción con nuestro “yo” y resultemos codependientes. Mi circunstancia supone la existencia de otros que la configuran, dan cuerpo; no podemos menos que ser parte de los factores que posibilitan y sostienen la existencia de otros, incluso de unos otros que pueden significarse contrarios a nues- 22 / LIZARRAGA CRUCHAGA tros deseos, intenciones, necesidades y emociones… Somos par- te del sostén (beneficio) de unos “otros” a los que con frecuencia intentaremos anular, incluso amputar del fragmento de nuestro personal universo. Aunque en ocasiones podamos pensar que nuestro estar-ser- sentir-hacer persigue un propósito y es unidireccional, simple y de rasgos minimalistas 10, el comportamiento es un complejo laberinto en el que no faltan las paradojas, y todo egoísmo está mediado y no pocas veces condicionado por el altruismo, y vice- versa porque somos parte ineludible de la circunstancia de otros, nos diluimos en un prolongado gerundio que condiciona al “yo” en términos de “otros 11”. El egoísmo es posible porque podemos alterar, remodelar la circunstancia propia y afectar a otros, a ve- ces hasta el exterminio, para conservarnos, pues como recono- ciera Nietzsche: “En los momentos difíciles las personas buenas no tienen escrúpulos 12”. Al perturbar a otros, nosotros mismos nos recreamos, innovamos, inventamos; en el balanceo del péndulo egoísmo/altruismo emerge una cualidad emocional/comporta- mental enigmática, una cualidad social y neurofisiológica: la em- patía. Dicha cualidad requiere de la fuerza combinada y retroac- tuante de un “yo emotivo” dirigida a un “otro emocional”, y la empatía evidencia lo contagiosas que son las emociones 13, “con- tagio” que a su vez genera la posibilidad de una radiación psi- coafectiva que ambienta al entorno y a los mismos individuos… 14 Y el fundamento de todo ello parece hallarse en cierta región del cerebro (circunvolución frontal inferior) y concretamente en las neuronas espejo 15. El péndulo egoísmo/altruismo tiene una larga historia, inclu- so como parte de un devenir evolutivo; evoluciones e historias entrelazadas con las de otras cualidades del ser animal, las sen- saciones y los afectos, emociones y sentimientos que devienen constructores de opiniones, reflexiones e impulsos… Porque soy, estoy, existo y siento puedo compartir, rechazar, adquirir, acari- ciar, violentar, disfrutar, sufrir, festejar, llorar, golpear, acaparar, envidiar, huir... Todo y más, y “todo yo”. En el fondo, siempre hemos sabido que para comprendernos y sobrevivir no pode- mos silenciar o trivializar las sensaciones y las emociones propias y ajenas; somos organismos sensuales y sentimentales, y nuestra autonomía se expresa a través de múltiples emociones: miedo, EGO-(ALTRU)-ISMO / 23 odio, cariño, alegría, desconcierto, ira, tristeza... Y las emociones, como subraya Giovanni Frazzetto, no sólo están condicionadas por una actividad cerebral (endogenia), también mediadas por el contexto (exogenia) 16, por lo que las sensaciones y emociones subyacen o sobrevuelan al altruismo tanto como al egoísmo. Los sentimientos se reciclan, para bien y para mal, y transforman a un organismo en individuo único, en sujeto que se vive prota- gónico, antagónico o circunstancial en las diversas dramaturgias del ser: personaje conciliador, afín, violento, frágil, fuerte, ame- nazado, generoso… héroe o villano, víctima, victimario o árbitro. Como el altruismo y el egoísmo se entrelazan, uno y otro provo- can miedos y ternuras, inquietudes y seguridades, vulnerabili- dad y curiosidad, ese espectro de emociones que da pie a afectos multivariados, que a su vez desencadenan conductas hedónicas y desmesuradas a partir de los imperativos comportamentales (agresividad, territorialidad, sexualidad e inquisitividad), siem- pre en función y mediados por los diversos componentes socio- culturales e históricos 17. Lo que calificamos de “altruismo” tiene su materia prima y punto de arranque en la cooperación, en la posibilidad y nece- sidad de alianzas, asociaciones y sinergias de las que nos hablan Margulis y Sagan 18. Ahora bien, tales posibilidades de coopera- ción, alianza y asociación sólo devienen posibles tras una larga y compleja historia de lo que podemos reconocer como “egoísmo”, que comienza en el momento en que la vida es en el planeta, en virtud de que toda forma viva es autorreferencial y egocéntrica. Al respecto, Edgar Morin apunta: Hay que considerar el carácter «egoísta» de una computación de sí, para sí, por sí que tiende a satisfacer necesidades, intereses propios de sí. El ser unicelular se constituye en centro de referencias y determi- na un espacio polarizado/cardenalizado en función de sí […] Estos marcos de referencia auto-polarizados permiten toma de decisio- nes «egoístas» en función de la necesidad o del peligro […] …una computación no sólo auto-ego-referente (en la que el ser se constituye en centro de referencia), sino también ego-auto-céntrica (en la que el ser se constituye en centro privilegiado de su universo) 19. 24 / LIZARRAGA CRUCHAGA También en esa larga e intrincada evolución-historia del egoís- mo hallamos la evolución-historia del altruismo. La existencia de seres egoístas sin el menor desliz altruista es tan improbable como la de seres netamentealtruistas sin egoísmo alguno: no puede darse ni siquiera en la ficción —si se pretende verosímil— lo uno sin lo otro. La forma viva, que se tiene a sí misma como principio y fin último, tiene a las demás formas vivas como in- gredientes de su circunstancia, así como de estímulo, comple- mento, auxilio o apéndice, por lo que altruismo y egoísmo se requieren. El propio Morin precisa: Nada hay más solitario, aislado, cerrado que un sujeto. […] Sin embargo, a cada clausura sobre sí le corresponde una apertura. Se puede decir incluso que no hay nada más abierto que un ser- sujeto. Nada que tenga tantas tendencias múltiples del universo que le rodea. […] Y es aquí donde aparece el nudo gordiano que une inextricable- mente la apertura/cierre del ser-sujeto: es la estructura misma de la clausura solipsista lo que comporta la apertura ante el otro, es decir, la posibilidad de comunicar, cooperar, comulgar con los ego alter/alter ego. Es el alter ego virtual del interior lo que permite identificarse al ego alter real del exterior e incluirlo en el circuito de su propia identidad subjetiva 20. Esa trenza de realidades evolutivas e históricas de emociones y sensaciones, necesidades y satisfacciones dan dirección, sentido y significado al comportamiento en las formas animales; muy concretamente en las especies más altriciales, dado que los cui- dados de las crías por parte de hembras y machos son producto del péndulo egoísmo/altruismo. La tendencia al hedonismo hace posible la permanencia y la complacencia, y en el animal huma- no da pie a la desmesura que caracteriza su comportamiento: madres y padres que se “sacrifican” por sus crías, suelen ser pa- dres y madres que “sacrifican” a sus hijos con el fin de cumplir sus expectativas personales... La paradoja sapiens-demens 21. Independientemente de que la satisfacción de necesidades o requerimientos se signifique sólo como “seguir vivo” o llegue a experimentarse como “placer/displacer generoso” o “placer/dis- placer avaro”, las lógicas y los procesos evolutivos, históricos y biográficos de los individuos/sujetos son resultado de emociones EGO-(ALTRU)-ISMO / 25 que interactúan en forma dialógica, de emociones encontradas, en constante conflicto pero imprescindibles las unas para las otras… Sensaciones, sentimientos y pasiones que devienen en distanciamientos y aproximaciones, que delinean, matizan, tex- turizan nuestra capacidad y necesidad de crear vínculos y socie- dades, mostrándonos a un tiempo egoístas y altruistas. 26 / LIZARRAGA CRUCHAGA NOTAS 1 El entorno, la exogenia; Lizarraga, X. El comportamiento a través de Alicia (en prensa). 2 Lovelock, J. (1995:29-30) Las edades de Gaia. 3 Bacon, F. (2012:47) Sabiduría egoísta. 4 Lovelock, J. (1995:33) Las edades de Gaia. 5 Dugatkin, L. A. (2007) Qué es el altruismo. 6 Frazzetto, G. (2014:268) Cómo sentimos. 7 Margulis, L. y D. Sagan (2005:17), ¿Qué es la vida? Perspectiva que de alguna manera ya se encuentra esbozada en los trabajos de Warder Clyde Allee; véase: Dugatkin, L. A. (2007), Qué es el altruismo. 8 Ortega y Gasset, J. (1914:43), Meditaciones del Quijote. 9 Real Academia Española (2014:121), Diccionario de la lengua española. 10 Foucault, M. (2012), El yo minimalista y otras conversaciones. 11 Vidarte, P. (2010), Ética marica. 12 Nietzsche, F. (2002:51), Aforismos [Nº 156]; cursivas del autor. 13 Frazzetto, G. (2014), Cómo sentimos. 14 Lizarraga, X. El comportamiento a través de Alicia (en prensa en el INAH). 15 Rizzolatti, G. y C. Sinigaglia (2013), Las neuronas espejo. 16 Frazzetto, G. (2014), Cómo sentimos. 17 Lizarraga C., Xabier (1993), “Comportamiento humano: interacción de complejidades evolutivas”; (1995), “El placer hizo al hombre y el displacer a la humanidad” y El comportamiento a través de Alicia (en prensa en el INAH). 18 Margulis, L. y D. Sagan (1995), Microcosmos y (2005), ¿Qué es la vida? 19 Morin, E. (1983:193), El método II. La vida de la vida. Comillas del autor. 20 Morin, E. (1983:321-322,) El método II. La vida de la vida. Cursivas del autor. 21 Lizarraga C., Xabier (2010), “Homo sapiens-demens: complejidad, evo- lución y comportamiento” y El comportamiento a través de Alicia (en prensa INAH). EGO-(ALTRU)-ISMO / 27 BIBLIOGRAFÍA Bacon, Francis (2012), De la sabiduría egoísta, Taurus, México. Dugatkin, Lee Alan (2007), Qué es el altruismo. Katz editores, Madrid. Frazzetto, Giovanni (2014), Cómo sentimos. Anagrama, Barcelona. Foucault, Michel (selección y notas de Gregorio Kaminsky) (2012), El yo minimalista y otras conversaciones, La marca editora, Buenos Aires. Lizarraga Cruchaga, Xabier (1993), “Comportamiento humano: interac- ción de complejidades evolutivas”, Ludus vitalis. Revista de filosofía de las ciencias de la vida, Vol. I, Nº 1 (pp.57-82); México. — (1995), “El placer hizo al hombre (y el displacer a la humanidad)” en: Ludus Vitalis. Revista de filosofía de las ciencias de la vida, Vol. III, Nº 4 (pp.103-126); México. — (2010), “Homo sapiens-demens: complejidad, evolución y comporta- miento” en: Chiappa Carrera, Pilar, Juan Manuel Argüelles San Mi- llán y José Luis Vera Cortés (Coord.) Mente, cultura y evolución (pp.55- 64), INAH, México. — (2015), El comportamiento a través de Alicia. Colección Interdisciplinaria Serie Fundamentos, INAH, México. Lovelock, James (1995), Las edades de Gaia, Tusquets editores, Barcelona. Margulis, Lynn y Dorion Sagan (1995), Microcosmos, Tusquets editores, Barcelona. — (2005), ¿Qué es la vida?, Tusquets editores, Barcelona. Morin, Edgar (1983), El método II. La vida de la vida, Ediciones Cátedra, Madrid. Nietzsche, Friedrich (2002), [edición: Andrés Sánchez Pascual] Aforis- mos, Edhasa, Barcelona. Ortega y Gasset, José (1914), Meditaciones del Quijote, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, Serie II, Vol. 1, Madrid. Real Academia Española (2014), Diccionario de la lengua española, Tomos I y II, Espasa, México. Rizzolatti, Giacomo; Corrado Sinigaglia (2013), Las neuronas espejo. Los mecanismos de la empatía emocional, Paidós, Barcelona. Vidarte, Paco (2010), Ética marica, Egales editorial, Madrid. ASPECTOS BÁSICOS DE LAS EMOCIONES EN HUMANOS Y NO-HUMANOS: CIRCUITOS NEUROBIOLÓGICOS Y LA OBSERVACIÓN DIRECTA DARIA DERAGA INTRODUCCIÓN Los trabajos recientes en neurobiología relacionados con las emociones, consideradas como básicas y de sobrevivencia, han señalado lo que tienen o no tienen estas emociones en común entre humanos y no-humanos. La problemática es cómo regis- trar y entender las emociones cuando son concebidas a partir del humano y, en la mayoría de los casos, el concepto traspasado al no-humano cuando se trata del comportamiento comparativo entre ambos. Para confrontar esta problemática, Joseph LeDoux en “Rethinking the emotional brain” (LeDoux, 2012) propone circuitos neurológicos como método de evaluar en animales no- humanos respuestas a eventos que son definidos como emocio- nes en los humanos. él propone que es una manera más objetiva de lograr las comparaciones. En mi caso, pienso que, de una manera más subjetiva, la ob- servación directa de animales domésticos con relación a los hu- manos también es importante y válida como estudio cuando se trata de lograr una comparación con las emociones básicas en humanos. El hecho de observar en condiciones naturales da otro tipo de apreciación, aparte de los estudios neurológicos. Ambos métodos pueden apoyarse uno al otro para una visión más com- pleta cuando se trata de una comparación del fenómeno de las emociones básicas humanas y los circuitos neurológicos de so- brevivencia de los animales no-humanos. Centro INAH Jalisco. 30 / DERAGA EL PROBLEMA DEL LENGUAJE El lenguaje para describir las emociones básicas puede ser una de las problemáticas que afecta la comparación entre humanos y no-humanos. Nosotros utilizamos términos que representan nuestras emociones básicas para describir las que consideramos similares en los animales domésticos en particular.Es común oír o decir que el perro se pone triste al quedarse solo cuando sali- mos de viaje. Asociamos la tristeza con su comunicación vocal o lenguaje corporal y su comportamiento en general, que identifi- camos a la vez con nuestras propias experiencias de tristeza, en situaciones similares. La pregunta es: ¿en realidad el perro tiene tristeza, como nosotros los humanos la sentimos o tenemos, o es una reacción o respuesta mental —neurológica— provocada por la preocupación de sobrevivencia por estar solo? Por ejemplo, el perro puede dudar sobre la seguridad de la comida y la seguri- dad del grupo doméstico. ¿Qué es lo que siente el perro: tristeza, miedo o inseguridad? Sabemos que hay una reacción dramática en muchos casos en esa situación. ¿Cómo podemos entonces definir o describirla? ¿Usamos nuestros propios términos que describen nuestras emociones por falta de un lenguaje especial dedicado a las emociones y fenómenos mentales del animal no-humano? Anna Wierzbicka, en su libro Emotions Across Languages and Cultures: Diversity and Universals (Wierzbicka, 1999: 2, 3), comen- ta que el término y el significado de emoción tiene problemas. Desde allí comenzamos con conflictos lingüísticos de las descrip- ciones que intentamos lograr. Como un ejemplo, Wierzbicka dis- cute el término emoción en alemán, haciendo énfasis en que tiene un significado más hacia el término sentir. La traducción de emo- tion del inglés al alemán es geftihl que viene de filhlen (to feel in inglés). Ella comenta que geftihl no hace distinción entre si lo que se siente es mental o es físico. Según Wierzbicka, para resolver este problema, en el lenguaje alemán científico contemporáneo ya se utiliza el término científico en inglés emotion (Wierzbicka, 1999: 2, 3). Existe ambigüedad en el uso y significado entre los términos de sentimiento y emoción. Según LeDoux (2012: 553) existen térmi- nos como miedo, enojo, amor, tristeza, celos, entre otros, para des- cribir los estados de sentimiento, y cuando los científicos estu- dian emociones en humanos es típico utilizar estos términos de CIRCUITOS NEUROBIOLÓGICOS Y LA OBSERVACIÓN / 31 sentimiento como guías de referencias al investigar el tema de las emociones. LeDoux argumenta que con el uso de términos que representen sentidos para describir emociones con los hu- manos encontramos problemas y que es mucho más complicado hacerlo con otros animales, si consideramos que existen fenó- menos emocionales compartidos entre humanos y no-humanos (LeDoux, 2012: 553). LOS CIRCUITOS DE SOBREVIVENCIA DE LEDOUX LeDoux (2012: 653) critica la introspección desde la experiencia subjetiva humana que, según él, no es el mejor punto de arran- que para tratar este tema complejo. Propone un método alterna- tivo a los métodos que él considera de fondo subjetivo, lo cual hace posible identificar neurológicamente el fenómeno que in- cluye las repuestas que ocurren cuando un organismo detecta y responde a eventos significativos en el curso de su sobrevivencia o del mantenimiento de su bienestar. Su propuesta es sobre cir- cuitos que inicien funciones que hagan posible que los organis- mos sobrevivan, incluyendo los circuitos involucrados en la de- fensa, el mantenimiento de energía y los recursos nutritivos, el balance de líquidos, la termorregulación y la reproducción. Sigue LeDoux comentando que estos circuitos de sobrevivencia y sus funciones adaptativas son conservados a un grado significativo a través de las especies mamíferas, incluyendo a los humanos. Aunque hay aspectos específicos por especie de estas funciones, también existen componentes básicos de estas funciones que son compartidos por todos los mamíferos (LeDoux, 2012: 253). De acuerdo con este autor (2012: 654), desde hace tiempo es reconocido que el cuerpo es un sistema altamente integrado, que consiste de múltiples subsistemas que trabajan en conjunto para sostener la vida minuto a minuto y a largo plazo. Una de las fun- ciones mayores del cerebro es la coordinación de las actividades de estos variados sistemas del cuerpo. Sigue LeDoux proponien- do que una categoría importante de las funciones cerebrales de sostenimiento de la vida es aquella lograda a través de interac- ciones conductuales con el medioambiente. Los circuitos de so- brevivencia detectan estímulos claves basados en programación innata (genética - selección natural) o experiencias pasadas. Le- 32 / DERAGA Doux (2012: 655) plantea la diferencia de los circuitos de sobrevi- vencia y de las emociones básicas. Las emociones básicas tratan de explicar lo que sienten como el responsable del circuito que representan. En cambio, según él, los circuitos de sobrevivencia no tienen ninguna relación directa, como papel causal, con el hecho de sentir cosas como felicidad, amor, agresión, entre otros. Los circuitos de sobrevivencia tienen influencia indirecta sobre los que sienten los humanos y no-humanos, pero su función es negociar interacciones de conducta en situaciones donde existen retos y oportunidades (LeDoux, 2012: 655). Como ejemplo, LeDoux propone (2012: 657) los circuitos en el contexto de la defensa como circuitos innatos y aprendidos de estímulos. En el campo de las emociones básicas, estos circuitos son descritos como no-condicionados y condicionados como es- tímulos de miedo. El autor describe, con el enfoque de la neuro- biología, el circuito de la defensa que primero el estímulo o clave, sea visual, de sonido u olfato de la amenaza, llega al sistema sen- sorial y luego pasa a la amígdala, luego al hipotálamo, después al mesencéfalo o cerebro medio y finalmente al sistema motor. De- pende de la especie la respuesta de defensa a la amenaza. Sigue LeDoux (2012: 658) argumentando la importancia del fenómeno de interés, las emociones básicas de sobrevivencia, sea concep- tualizado en una forma más adecuada para entender la relación de los hallazgos de la investigación animal con la condición hu- mana. Es aquí donde LeDoux hace énfasis en que los circuitos de sobrevivencia propician tal tipo de conceptualización. OBSERVACIONES DIRECTAS EN CONDICIONES NATURALES Pienso que las propuestas de LeDoux son un apoyo científico ex- celente basado en la neurología —los circuitos básicos de sobre- vivencia— para tratar de entender las emociones de humanos y no-humanos. Este método presenta datos concretos y científicos y, además, comparables. Depende del acceso a un laboratorio equipado con los instrumentos para registrar el proceso de los circuitos neurológicos en cuestión. Por otro lado, también creo y defiendo el valor de evaluaciones subjetivas a través de la ob- servación y participación directa con los animales en el medio CIRCUITOS NEUROBIOLÓGICOS Y LA OBSERVACIÓN / 33 natural y creo que se pueden lograr comparaciones a nivel de las emociones básicas de sobrevivencia. El valor de las observaciones directas como método de inves- tigación es defendido por Marc Bekoff. él comenta en su artículo “Animal emotions: exploring passionate natures” en la revista BioScience (Bekoff, 2000: 861-870) la necesidad que los científicos pongan más atención al conjunto de las anécdotas, los datos em- píricos y los argumentos filosóficos para las futuras investiga- ciones de las emociones de los animales no-humanos. Según él, todos los puntos de vista deben ser tolerados mientras vayan hacia nuevos acercamientos que expandan el conocimiento o entendimiento de los humanos sobre las emociones de los ani- males no-humanos. Sigue comentando que el estudio riguroso de las emociones de los animales no-humanos está todavía en su infancia y la investigación tendrá mucho beneficio con una perspectiva pluralista (Bekoff, 2000: 862). En seguida quiero exponer dos casos de participación —ob- servación directa como ejemplos de esta problemática en el me- dio natural. En los dos casos descritos a continuación se trata de la posibilidad de identificar y entender los circuitos de sobrevi- vencia y las emociones básicas.
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