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EMOCIONES_PERSPECTIVAS_ANTROPOLOGICAS

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Florence Rosemberg
Bernardo Yáñez
José Luis Vera Cortés
EDITORES
EMOCIONES: 
PERSPECTIVAS 
ANTROPOLÓGICAS
FLORENCE ROSEMBERG SEIFER
Es licenciada en antropología social por la Escuela Na-
cional de Antropología e Historia, posee una maestría en 
antropología social por la Universidad Iberoamericana, 
tiene otra maestría en terapia familiar por el Instituto 
Latinoamericano de Estudios sobre la Familia, también 
es doctora en antropología por el Instituto de Investiga-
ciones Antropológicas de la UNAM. 
Ha sido profesora en la Escuela Nacional de Antrop-
ología e Historia desde 1981, imparte clases en el pos-
grado de antropología social en la línea de investigación 
titulada: Antropología de las Edades y la violencia. 
También es docente en las licenciaturas de antropología 
social y etnología y en esta última dirige, a partir de 
2011, el proyecto de investigación formativa llamado 
Antropología, violencia y complejidad. Sus principales 
áreas de investigación son: la violencia y sus formas en 
la sociedad contemporánea; disciplina, transdisciplina 
y complejidad; antropología urbana, redes sociales y 
grupos vulnerables; la migración, migración forzada y 
salud mental; género, sexo y sexualidad; la antropología 
del cuerpo, las emociones y los sentidos; la antropología 
de las edades; la antropología política, del Estado y del 
poder; el racismo y la xenofobia; la globalización y la 
economía informal; antropología y familia; también su 
interés ha estado en el tema de antropología, cultura y 
evolución. Es miembro del Colegio de Etnólogos y An-
tropólogos Sociales A.C. y de la Academia Mexicana de 
Ciencias Antropológicas, así como de la American An-
thropological Association. Asimismo, es miembro del 
Sistema Nacional de Investigadores. Nivel 1.
BERNARDO YÁÑEZ MACÍAS VALADEZ
Profesor investigador asociado B en la Dirección de 
Antropología Física, INAH. Es licenciado en antrop-
ología física por la Escuela Nacional de Antropología e 
Historia, maestro en cognición y evolución humana por 
la Universidad de las Islas Baleares y candidato a doc-
tor en filosofía de la ciencia por la Universidad Nacional 
Autónoma de México. Las líneas de investigación que 
aborda son la biología y antropología del desarrollo, evo-
lución de la cognición homínida y filosofía e historia de 
la antropología biológica.
JOSé LUIS VERA CORTéS
Antropólogo físico por la ENAH y doctor en filosofía de 
la ciencia por la Universidad de Valencia, España. In-
vestigador de tiempo completo adscrito al posgrado en 
Antropología Física de la ENAH-INAH. Sus intereses de 
investigación se han centrado en la evolución humana, 
el cuerpo y la corporeidad, y la historia y filosofía de la 
antropología física. Autor, entre otros, de los libros El 
hombre escorzado, Las andanzas del caballero inexistente 
y Los viajes de Cronos. Miembro de los Seminarios Per-
manentes sobre Antropología y Evolución (INAH), His-
toria, Filosofía y Sociología de la Antropología Mexicana 
(INAH), y Arte Rupestre (INAH).
 EMOCIONES
CENTRO DE ESTUDIOS FILOSÓFICOS, POLÍTICOS 
Y SOCIALES VICENTE LOMBARDO TOLEDANO
SECRETARÍA EJECUTIVA
Raúl Gutíerrez Lombardo
COORDINACIÓN DE INVESTIGACIÓN
Lucía González
COORDINACIÓN DE SERVICIOS BIBLIOTECARIOS
Javier Arias Velázquez
COORDINACIÓN DE PUBLICACIONES Y DIFUSIÓN
Fernando Zambrana
Primera edición 2019
CENTRO DE ESTUDIOS FILOSÓFICOS, POLÍTICOS
Y SOCIALES VICENTE LOMBARDO TOLEDANO,
SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA
Calle V. Lombardo Toledano 51
Exhda. de Guadalupe Chimalistac
México, CDMX, cp 01050
5661 46 79; 5661 17 87
ISBN 978-607-466-104-0
SERIE ESLABONES EN EL DESARROLLO DE LA CIENCIA
La edición y el cuidado de este libro estuvieron a cargo
de las coordinaciones de investigación y publicaciones del CEFPSVLT
Florence Rosemberg
Bernardo Yáñez
José Luis Vera Cortés
EDITORES
EMOCIONES: 
PERSPECTIVAS 
ANTROPOLÓGICAS
ÍNDICE
PRÓLOGO
Florence Rosemberg VII
PERSPECTIVAS BIOLÓGICAS Y FILOSÓFICAS 
SOBRE LAS EMOCIONES
Aura Ponce de León 1
¿EXISTE LIBRE ALBEDRÍO EN LA EVOLUCIÓN? 
EMOCIONES Y CONDUCTA MORAL
Raúl Gutiérrez Lombardo 11
EGO–(ALTRU)–ISMO 
Xavier Lizarraga Cruchaga 19
ASPECTOS BÁSICOS DE LAS EMOCIONES 
HUMANOS Y NO-HUMANOS: 
CIRCUITOS NEUROBIOLÓGICOS 
Y LA OBSERVACIÓN DIRECTA
Daria Deraga 29
NEUROBIOLOGÍA DE LAS EMOCIONES. 
LAS APORTACIONES DE STEPHEN PORGES
Mario Mandujano 39
INTERACTUAR EMOTIVAMENTE EL TIEMPO
Melina Gastélum 59
EL ODIO Y LA IRA: 
EMOCIONES Y SENTIMIENTOS PROHIBIDOS
Florence Rosemberg 75
ALGUNOS ASPECTOS FILOGENéTICOS 
DE LAS EMOCIONES: 
EL CASO DE LA RISA
Bernardo Yáñez 101
LA EMOCIÓN DEL AISLAMIENTO Y LA SOLEDAD
Isabel Vieyra Ramírez 119
APUNTES ACERCA DE EMOCIÓN, IDENTIDAD, 
SITUACIÓN, PENSAMIENTO, 
COMPORTAMIENTO Y PSICOTERAPIA
José de Jesús Padua Gabriel 129
LAS EMOCIONES DELICADAS: 
ANTROPOLOGÍA DE UN OLVIDO
Adriana Guzmán 153
 
A PESAR DE SU INEVITABILIDAD, 
¿SERÁ QUE LA MUERTE SIEMPRE DUELE? 
REFLEXIONES SOBRE LA PREHISTORIA EUROPEA
Gabriela Espinoza 197
SEXO SALVAJE. 
REFLEXIONES EN TORNO 
A LA EROTOMANÍA Y EL RACISMO
José Luis Vera 213
PRÓLOGO
FLORENCE ROSEMBERG
Las emociones representan enfermedades de la mente 
(Krankheiten des Gemüts).
 Immanuel Kant
Las emociones tienen una duración limitada; los senti-
mientos pueden persistir durante toda la vida.
 Nico H. Fritja
Algunas de las dudas y preguntas que nos hicimos en torno al 
tema de las emociones en el Seminario de Antropología y Evolución, 
coordinado por José Luis Vera fueron las siguientes: ¿Qué son las 
emociones? ¿Hay diferencias entre sentimientos y emociones? 
¿Cómo evolucionaron? ¿Son útiles y para qué? ¿Cuántas emo-
ciones hay? ¿Para qué pensar en una antropología de las emo-
ciones? Posteriormente fueron surgiendo más cuestionamientos 
y discusiones conforme íbamos profundizando y descubriendo 
nuevas lecturas.
De hecho, la centralidad de la emoción en el pensamiento y la 
acción se reconoce cada vez más en las ciencias humanas, socia-
les y biológicas, aunque las cuestiones básicas de su definición 
y alcance siguen sin zanjarse. ¿Dónde comienzan y terminan 
las emociones? ¿Cómo deberíamos identificarlas y analizarlas? 
¿Cómo deberíamos escribir sobre ellas? El trabajo de campo et-
nográfico, iniciado por Bronislaw Malinowski en las islas Tro-
briand, ofrece una visión poderosa del lugar de la emoción en la 
vida social; pero éstas son particularmente difíciles de capturar 
en el formato generalizado de estudio de casos y en muchas de 
las etnografías ni siquiera aparecerían como tales. El primero en 
analizar y reflexionar sobre el tema de las emociones fue Aris-
tóteles, quien dividió al alma humana en una parte racional y 
otra irracional, y no estableció una división drástica entre las dos 
partes. Argumentaba que las dos formaban necesariamente una 
unidad, y esto se aplicaba particularmente a las emociones que 
abarcaban un elemento cognoscitivo, incluyendo creencias y ex-
VIII / ROSEMBERG
pectativas sobre la propia situación, así como sensaciones físicas. 
Aristóteles evitaba el dualismo de mente y cuerpo, y argumetaba 
en su libro De Anima que las creencias, los movimientos corpo-
rales y los cambios fisiológicos eran elementos inseparables de 
la emoción. Decía que hay que evitar distinguir en forma dema-
siado tajante entre los elementos (o físicos), reconociendo que 
las emociones pueden ser ambas cosas en grados variantes de 
complejidad.
En 1872, Charles Darwin publicó La expresión de las emociones 
en el hombre y los animales, argumentando que muchas de las ac-
ciones expresivas de los humanos y otros animales son innatas 
y, por lo tanto, heredadas en lugar de aprendidas. William James 
(1884), definió la emoción como la percepción de trastornos fi-
siológicos que ocurren cuando nos damos cuentade sucesos y 
objetos de nuestro ambiente, es decir, la comprende en términos 
de sensaciones físicas. Es, empero, una teoría más refinada, que 
se basa en conocimientos científicos de fisiología, neurología y 
conducta animal que estaban en boga entonces, incluyendo las 
investigaciones de Darwin de la expresión emocional en el hom-
bre y los animales. Para el psicólogo Nico Frijda la emoción es la 
“tendencia para la acción” y para el filósofo Robert Solomon, es 
el juicio; otros las percibieron por su estructura semántica y por 
el discurso y, por último, Fehr y Russell (1984) describen cerca 
de doscientas emociones y así sucesivamente los análisis varían 
según las perspectivas teóricas y de acuerdo con cada disciplina.
Para comprender nuestras emociones hay que remontarnos a 
nuestros orígenes, donde comienza la reconexión del cerebro del 
homínido, lo que permitió ganar el control sobre las emociones 
lo que, a su vez, hizo que se convirtiese en un vínculo emocio-
nal más fuerte que, a su vez, posibilitó a los primeros homínidos 
protohumanos gozar de niveles más altos de solidaridad social. 
Tal reconfiguración del cerebro es complicada, pues involucra 
cambios importantes en estructuras enormemente complejas. La 
hipótesis de Turner (2000) es que la reorganización y elaboración 
de estructuras límbicas subcorticales, y su reconfiguración en sis-
temas neocorticales y del tallo cerebral, produjo un animal que 
podía leer una amplia variedad de señales emocionales para po-
der acceder una fuerte vinculación social, y agrega que primero 
vino el control de las emociones para crear un primate relativa-
PRÓLOGO / IX
mente tranquilo y luego comenzó una selección adicional sobre 
ese control cortical para expandir el repertorio de emociones que 
podrían haberse utilizado en la interacción para forjar vínculos 
de mayor solidaridad y, por lo tanto, organizaciones grupales 
locales más estables.
Para Turner, los primeros aumentos en el tamaño del cerebro 
de los homínidos, de los australopitecos al Homo erectus, fueron 
más para reconectar las emociones que para el lenguaje hablado 
y la cultura. La comunicación lingüística y la construcción de la 
cultura ampliarían los efectos de las emociones que producen la 
solidaridad. El lenguaje verbal no pudo evolucionar hasta que 
los sistemas de emoción corticales y subcorticales del cerebro 
se integraron mejor y se utilizaron de manera efectiva en la co-
municación que produjo la solidaridad. Una vez que surgieron 
estos cambios en el cerebro, la selección podría producir un pri-
mate cada vez más verbal. Sin embargo, el verdadero lenguaje 
hablado requería adaptaciones adicionales en la neuroanatomía 
de los homínidos si iba a surgir en la línea homínida. 
La contribución de la antropología a la comprensión de la 
emoción ha sido descriptiva y crítica; en el mejor de los casos, 
la etnografía y la crítica son dos caras de la misma moneda. En 
muchos de los trabajos de finales del siglo XX la comparación 
implícita en cualquier trabajo de campo se elevaba a un nivel 
teórico, ya que las categorías importadas de Occidente se hacían 
para confrontar hechos incómodos. De diferentes maneras, estos 
autores demostraron que las emociones son elementos inextri-
cables del pensar, hablar y actuar. Para complejizar aún más lo 
anterior, ¿qué pasa entonces con las emociones si los tahitianos 
no se sienten tristes o los esquimales no se enojan?
Un concepto que me parece importante es el de ethos, acuñado 
por Gregory Bateson en su libro Naven ([1936]1990); éste es parte 
de la respuesta a la pregunta anterior y es particularmente im-
portante para concebir el mundo de las emociones, porque para 
el autor el fondo de lo emocional es causalmente activo dentro 
de una cultura, y ningún estudio funcional puede alguna vez ser 
razonablemente completo a menos que vincule la estructura y el 
funcionamiento pragmático de la cultura con su tono emocional 
o ethos (Bateson, 1990: 18). 
X / ROSEMBERG
En la clásica división del trabajo, a los antropólogos se les asig-
nó la “cultura”, a los sociólogos la “sociedad”, la “personalidad” a 
los psicólogos y “el cerebro” a los neurólogos. Entonces, ¿a dón-
de pertenecía la emoción? Cada tribu académica podría reclamar 
la emoción como propia y perdería alguna de las otras dimensio-
nes. Para los antropólogos, tenía que ser cultural o nada. La res-
puesta a esta discusión ha sido en la vinculación transdisciplinar, 
es decir, la que tiende puentes para que las emociones puedan 
ser estudiadas desde sus diferentes ángulos sin ser el “dueño” 
ningún saber.
Existen dos maneras de mirar a las emociones; la primera, 
es que éstas pueden ser construcciones en tercera persona, un 
producto colectivo, pero finalmente son experiencias en prime-
ra persona y no se pueden reducir a ninguno de sus ingredien-
tes. Su particularidad tiene que ver con su subjetividad, su au-
toenfoque, su condición sine qua non es su referencia personal. 
Por ejemplo, se siente ira porque se es insultado; se siente triste 
porque la pérdida es suya; en este sentido, las emociones son 
individuales y subjetivas o no son nada. La segunda perspec-
tiva plantea que las emociones son biográficas: están dispues-
tas por la evolución y moldeadas por la cultura; están limitadas 
por la posición del sujeto en el mundo sociocultural; aquí ya hay 
un puente entre las ciencias cognitivas y las neurociencias. Por 
ejemplo, es la conjunción de una experiencia emocional alma-
cenada en la memoria, cuyas condiciones incluyen las percep-
ciones actuales, las cogniciones, las acciones y el centro afectivo. 
La conceptualización de una emoción específica, por ejemplo, 
la ira, se restablece en forma similar a la manera como se experi-
mentó ésta en el pasado.
Una emoción es un juicio, una evaluación de las circunstan-
cias que me afectan, también es una acción en un mundo he-
cho por otros: una respuesta de placer, miedo o ira a lo que está 
más allá de nuestro control, a lo que perturba nuestro equilibrio, 
nuestros objetivos y deseos. La vida es una película, no una foto.
Según Martha Nussbaum, en un sentido profundo todas las 
emociones humanas son, en parte, del pasado y tienen huellas 
de una historia que a la vez es comúnmente humana, socialmen-
te construida e idiosincrásica. Esas tres propiedades ligadas al 
tiempo se han utilizado en diferentes tipos de investigación: la 
PRÓLOGO / XI
comúnmente humana en la psicología del desarrollo, la bioso-
cialmente construida en la antropología y la idiosincrásica en los 
sistemas de creencias de cada cultura. 
En la visión cognitivista, las emociones son “intencionales”. 
Uno no está solo enojado, está enojado con alguien o sobre algún 
estado de cosas. Si disolvemos el objeto, modificamos la cogni-
ción, entonces la emoción desaparece. Así, las emociones están 
basadas en la construcción de nosotros mismos, de los otros y en 
nuestras situaciones particulares.
La variedad de los trabajos aquí presentados nos muestran 
que el tema de las emociones es de una riqueza enorme, que 
la mirada antropológica, aunada a diferentes disciplinas, pue-
de acercarnos a una mejor comprensión de las emociones en el 
pasado y en el presente, en nuestras sociedades occidentales y 
en las diversas Otredades que también sienten y se emocionan 
porque todos somos Homo sapiens, y por ello traemos evolutiva-
mente el mismo aparato emocional, pero nos emocionamos por 
diferentes razones, tiempos, ideas, causas y situaciones.
 Ciudad de México, 25 de junio de 2018.
XII / ROSEMBERG
REFERENCIAS
Beatty, Andrew (2014), “Anthropology and emotion”, Journal of the Royal 
Anthropological Institute, núm. 20, pp. 545-563.
Turner, Jonathan H. (2000), On the Origins of Human Emotions. A Socio-
logical Inquiry into the Evolution of Human Affect, Stanford University 
Press, Stanford, EUA. 
PERSPECTIVAS BIOLÓGICAS 
Y FILOSÓFICAS SOBRE LAS EMOCIONES
AURA PONCE DE LEÓN
El estudio de las emociones esantiguo, puede remontarse a los 
antiguos griegos 1 y seguramente más atrás. Las investigaciones, 
reflexiones y debates son diversos y van desde el análisis de estas 
experiencias como respuestas innatas o adquiridas, hasta los es-
fuerzos por su caracterización de acuerdo con distintos criterios. 
En lo que presento a continuación, examino algunas aproxima-
ciones a su estudio, tanto biológicas como filosóficas, con el pro-
pósito de investigar acerca de las clases de agrupaciones que se 
han propuesto y los principales elementos que tienen en común 
este tipo particular de vivencias, incluyendo planteamientos que 
describen a las emociones como juicios de valor. 
ANTECEDENTES
No existe una definición sobre lo que son las emociones que se 
considere universalmente aceptada o, al menos, ampliamente 
reconocida como, por ejemplo, la definición de Mayr 2 sobre el 
concepto de especie, que constituye una referencia aproxima-
da a esa clase posiblemente natural. No obstante, desde la anti-
güedad, muchos investigadores han estudiado este fenómeno 
considerándolo un movimiento del ánimo que se da en el ser 
humano y otros animales, y han propuesto diversas maneras de 
entenderlo.
En su investigación acerca del alma, Aristóteles señala la im-
portancia de entender las propiedades y la esencia de aquello 
que estudiamos, en este caso, las que hoy llamamos “emocio-
Departamento de Filosofía, Universidad Autónoma Metropolitana,
Iztapalapa
2 / PONCE DE LEÓN
nes” y él llamó “afecciones del alma” —no actos o acciones, sino 
afecciones 3, afectos. Entre ellas reconoció al miedo, al valor, a la 
alegría, al odio, a la compasión y a la dulzura, entre otras (Aris-
tóteles, DA: 403a-16; 403b-17). Se pregunta si tales afecciones son 
del cuerpo o del alma de un modo exclusivo, o si son de ambas 
eventualmente, y concluye que todas las afecciones tienen lugar 
en ambas partes de los seres vivientes, es decir, se trata a la vez 
de experiencias físicas y de experiencias mentales. Ahora bien, 
dice el estagirita, el estudioso, según su perspectiva, observará 
y destacará el aspecto que más le interese: el físico examinará la 
reacción del cuerpo y el dialéctico considerará el elemento men-
tal (Aristóteles, DA, passim).
Posteriormente, Agustín de Hipona, en sus Confesiones, decla-
ra que hay cuatro pasiones: “el deseo, la alegría, el temor y la 
tristeza”, punto de vista que aún hoy se considera cercano a las 
emociones que consideramos primarias.
ENFOQUES BIOLÓGICOS Y PSICOLÓGICOS
Por su parte, en La expresión de las emociones en los animales y en el 
hombre, Darwin no propuso una definición precisa de las emo-
ciones, sino más bien realizó una recopilación de las diversas 
maneras en que las especies se expresaban y la variedad de re-
cursos que utilizaban para ello. Entre las emociones que señala 
a lo largo del texto se encuentran la rabia, la pena, el miedo; la 
hostilidad, el odio, la alegría; el afecto, la cólera, la envidia, el 
terror, entre muchas otras. Asimismo, en ciertos casos califica la 
potencia del movimiento, por ejemplo, a la rabia la califica de “po-
derosa emoción” (Darwin, 1984, p.102). Señala también que hay 
algunas que no tienen manifestaciones externas nítidas, puesto 
que “no suelen conducir a ningún tipo de acción”, como ciertos 
afectos. Aclara, asimismo, que la potencia del sentimiento no ne-
cesariamente se correlaciona con la de los actos, como es el caso 
de esa emoción “tan fuerte como el amor maternal”, que para-
dójicamente casi nunca provoca movimientos exaltados, sino al 
contrario, los produce de gran suavidad (ibíd., p.106).
Darwin hace una distinción en cuanto a los estados del ánimo 
que él llama “emociones y sensaciones”, entre aquellos “excitan-
tes” y aquellos “depresivos” (loc. cit.), es decir, observa que al-
PERSPECTIVAS BIOLÓGICAS Y FILOSÓFICAS / 3
gunas causan cierto furor o viveza del organismo mientras otras 
causan por el contrario su apagamiento. También examina, como 
sabemos, las formas de su expresión como la voz o los sonidos; 
los movimientos de apéndices dérmicos y otros movimientos 
corporales, como inflarse o mover las orejas.
En su investigación, Darwin presenta una perspectiva gene-
ral, animal, desde la que examina este tema, pero analiza con 
más detalle emociones específicas del ser humano. En esta tran-
sición, las agrupa reconociendo, no de forma explícita pero sí 
implícita, cierta filiación entre ellas. Por ejemplo, en un grupo 
sitúa el odio, la desconfianza, los celos y la envidia; en otro el 
pesar y la desesperanza; en otro más el sufrimiento y el llanto, 
y luego el decaimiento, la ansiedad, la pena, el desaliento y la 
desesperación (Darwin, p. 107 y ss.).
A lo largo de toda la segunda parte de su libro, en el cual exa-
mina cada una de las emociones que enumera, aborda un sin-
número de ellas: alegría o gozo, buen humor, jocosidad; amor, 
sentimientos de ternura, devoción; reflexión, meditación, mal-
humor, resentimiento, determinación u obstinación. Asimismo, 
examina gradientes de algunas de ellas, por ejemplo, el odio y 
la cólera o el enojo; la ira, la indignación, o el enfurecimiento. 
Examina también la clase de acciones que provocan estas emo-
ciones, por ejemplo, la burla como provocadora de la ira. Tam-
bién aborda emociones con fuerte carga negativa, tales como el 
desdén, el desprecio, la repugnancia o el disgusto; y otras de 
valencia compleja o que incluso ahora no se considerarían emo-
ciones sino comportamientos tales como el orgullo la paciencia, 
la afirmación y la negación (ibíd, passim).
En muchas de las emociones o sentimientos que Darwin 
identifica, indica que apenas pueden distinguirse unas de otras 
excepto por una cierta disposición de ánimo, por ejemplo, “me-
nosprecio y desdén apenas pueden distinguirse del desprecio, 
excepto en que encierran una disposición de ánimo algo más ai-
rada” (ibíd, p.264), es decir, no sólo hay potencia en el sentimien-
to, sino, interpreto, tono.
Más adelante dice: “...el desprecio extremo o, como a veces 
se lo llama, el asco (repugnancia o aborrecimiento), apenas di-
fiere del disgusto”. Y añade: celos, envidia, avaricia, rencor, sus-
picacia, actitud taimada o de engaño, disimulo, culpa, vanidad, 
4 / PONCE DE LEÓN
engreimiento, ambición, orgullo, humildad. Incluye también, 
como se señala arriba, algunas que probablemente hoy no inclui-
ríamos entre las emociones: incapacidad, encogimiento de hom-
bros, o aprobar, o negar o desaprobar. El capítulo 12 lo dedica a 
emociones como la sorpresa, el asombro, el miedo y el horror 
(ibíd, pp. 264 y ss.).
Por otro lado, hace también un señalamiento sobre las mo-
dificaciones físicas o los cambios corporales que las emociones 
repentinas provocan en el cuerpo: “Toda emoción repentina, 
incluido el asombro, acelera la actividad cardiaca y con ella la 
respiración...” 
De la admiración señala: “parece consistir en sorpresa asocia-
da con algún placer y un sentimiento de aprobación”. O detalla 
las emociones sociales, como la atención centrada en uno mis-
mo, la vergüenza, timidez, modestia, sonrojo. El ilustre investi-
gador inglés divide las emociones o sensaciones en: estimulantes 
—que suelen conducir a acción enérgica— o depresoras —como 
el dolor, miedo o pena extremos, que “no desembocan en esfuer-
zo” (ibíd, pp. 297 a 349).
Puede constatarse así que Darwin hace un examen de la ma-
nera en que las emociones se expresan en el hombre y los ani-
males, y un listado que intenta ser exhaustivo, y que, aunque 
propone cierta filiación entre las emociones, no aventura una 
taxonomía o categorización sobre ellas.
A mi juicio, podemos entender la conceptualización de 
Darwin sobre las emociones como un conjunto de movimientos 
del ánimo que implican cambios corporales y mentales, y que 
tienen potencia o gradación, valencia, tono y filiación.
Algunas décadas después, en sus Principles of Psychology 
(1994), Williams James señaló que una recopilación exhaustiva 
de las emociones sería quizá imposible, pues su númerodepen-
dería de la cultura que se examinara, del investigador que lo 
hiciera e incluso de la manera en que se eligiera agruparlas ya 
que existen muy diversos criterios para ello, ya sea porque las 
caracterizamos como positivas o negativas, por su relación con la 
persona, por su fuerza, entre otros criterios. De acuerdo con este 
autor, existen muchas agrupaciones posibles de las emociones y 
lo que hemos de considerar para establecerlas es “…qué agrupa-
miento se aviene mejor a nuestro propósito”. Con base en este 
PERSPECTIVAS BIOLÓGICAS Y FILOSÓFICAS / 5
criterio podrán clasificarse las emociones de diversas maneras, 
por ejemplo, entre “tristes o alegres” ... “formales o materiales” ... 
“directas o reflexivas, egoístas o no egoístas, retrospectivas, pros-
pectivas o inmediatas, iniciadas en el organismo o en el medio, 
etcétera” (James, 1994, p. 943).
ENFOQUES FILOSÓFICOS
En un importante esfuerzo por jerarquizar y organizar este cú-
mulo de información, el filósofo Jesse Prinz (2010) ofrece una cla-
sificación de las diversas hipótesis que se han esgrimido sobre el 
origen de las emociones con el fin de ofrecer una categorización. 
En ella indica que habría al menos cuatro puntos de vista res-
pecto de qué son las emociones: el que defiende a las emociones 
como producto de la evolución, el que las sostiene como pro-
ducto de la cultura, el que postula que hay emociones producto 
de una u otra, y el que dice que todas las emociones son tanto 
producto de una como de la otra.
Sobre el primer grupo, señala, se ha dicho que las emociones 
son resultado de la evolución. Serían adaptaciones que impli-
can cambios corporales que conducen a su percepción y posible-
mente a ciertas respuestas, que han tenido a lo largo de la histo-
ria un valor para la sobrevivencia del organismo, y tal es la razón 
por la que han sido “favorecidas por la selección natural” (Prinz, 
2010, p. 9). Se han planteado listas cortas de estas emociones, por 
ejemplo alegría, temor, ira, disgusto, tristeza, sorpresa, y también 
listas ampliadas, como el caso de Ekman, que inicialmente pos-
tuló esta lista a la que después añadió algunas más como la di-
versión, el entusiasmo, la culpa, la vergüenza, el alivio, y algunas 
más. Hay, dice el filósofo, explicaciones sofisticadas de los evo-
lucionistas sobre las emociones, tales como la culpa, en las que 
intervendría una evaluación del futuro, por ejemplo, mostrar 
sentimiento de culpa ante un engaño perpetrado a otro abriría la 
posibilidad de que este otro perdonase y se mantuviera alguna 
posibilidad de provecho por parte del culpable. 
El enfoque opuesto, señala, sería aquel que defiende la idea 
de que las emociones provienen de la cultura, son construidas 
socialmente. Según esta perspectiva, las emociones serían valo-
raciones o juicios sobre la situación personal en ciertos contextos, 
6 / PONCE DE LEÓN
junto con patrones de conducta aprendidos socialmente, inclu-
yendo patrones o guiones de gran complejidad. Las bases de es-
tas ideas serían los diversos estudios etnográficos que reportan 
una gran variabilidad de conductas ante determinadas situacio-
nes semejantes, variabilidad causada culturalmente 4.
La tercera postura intentaría encontrar una solución salo-
mónica, que considere ambos puntos de vista. Esta postura, de 
acuerdo con el estudio de Prinz, admite que hay emociones pri-
marias o básicas que se desarrollaron filogenéticamente (alegría, 
tristeza, temor, ira y asco), que responden a un grado mínimo de 
procesamiento de información, pero que a esas se añaden otras 
que incluyen un mayor procesamiento de información y valora-
ciones o juicios, además de seguir ciertos patrones de conducta 
con una huella cultural. 
Finalmente, el autor argumenta su propio punto de vista y 
sostiene la idea de que todas las emociones tienen un cierto as-
pecto biológico y una cierta construcción cultural: “las emocio-
nes no son ni bioprogramas fijos ni guiones mediados cogniti-
vamente” (ibíd., p. 23), sino ambas cosas: “…son percepciones 
de cambios corporales que representan cosas como peligros, 
pérdidas y ofensas, porque están programadas para que estas 
cosas las desencadenen”. Llama a su teoría “teoría de la valora-
ción corporeizada”.
Cercana a esta idea de que las emociones incluyen valora-
ciones, se encuentra el punto de vista de la filósofa Martha 
Nussbaum, quien sostiene que las emociones son evaluaciones. 
La filósofa estadounidense se propone examinar aquellas carac-
terísticas de las emociones que puedan explicar 
su apremio y su calor; su inclinación a apoderarse de la persona-
lidad e impulsarla a la acción con una fuerza arrolladora; su rela-
ción con vínculos importantes, con respecto a los cuales la persona 
define su vida; la sensación de pasividad ante ellas; su aparente 
relación de confrontación con la «racionalidad», en el sentido de 
un cálculo frío o de un análisis del tipo coste-beneficio; el estrecho 
vínculo entre ellas (Nussbaum, 2008, p. 44).
La autora presenta la idea de que las emociones son juicios de 
valor, reconociendo que parece una idea extraña, pues aparen-
temente se ha dotado a la emoción de un significado irracional 
PERSPECTIVAS BIOLÓGICAS Y FILOSÓFICAS / 7
mientras que un juicio de valor es necesariamente una acción de 
la razón. Sin embargo, da argumentos sustentados en un punto 
de vista que parte de los estoicos, quienes pensaron que las emo-
ciones eran “formas de juicio valorativo que atribuye a ciertas 
cosas y personas, fuera del control del ser humano, una gran 
importancia para el florecimiento del mismo”. Así, para esta fi-
lósofa, “las emociones son […] un reconocimiento de nuestras 
necesidades y de nuestra falta de autosuficiencia”.
Nussbaum (ibíd, p. 45) considera que en su apreciación de las 
emociones como juicios de valor no es necesario excluir a, por 
ejemplo, infantes y animales como criaturas que no tendrían ta-
les capacidades de evaluación, pues desde su punto de vista no 
es necesario implicar un “cálculo elaborado o una autoconcien-
cia reflexiva” para pensar en los organismos como receptores y 
procesadores de información. Entre las emociones que enuncia 
la autora están “la aflicción, el temor, el amor, la alegría, la espe-
ranza, la ira, la gratitud, el odio, la envidia, los celos, la compa-
sión y la culpa”, entre otras. Nussbaum cree que la clase de las 
emociones es una clase difusa, es decir, una clase cuyos contor-
nos no están tan definidos 5.
Sobre ello, en un interesante texto, Nick Haslam (2002) ha pro-
puesto una conceptualización de las categorías que se utilizan 
en el estudio de lo mental, señalando que entre las clases que se 
postulan se encuentran no sólo lo que posiblemente sean clases 
naturales sino otras como las no-clases, las clases prácticas que 
sólo tienen fines pragmáticos; las clases difusas, en las que la lí-
nea entre ser miembro de la clase o no serlo es borrosa. Como 
señalé, Nussbaum sitúa a las emociones entre las clases difusas.
La autora hace algunas observaciones que intentan distinguir 
las experiencias activas de las pasivas, y señala que muchas veces 
se ha situado a las emociones en las energías pasivas, es decir, 
algo que “sufre” la persona y no que “piensa”. Al postular que 
las emociones son juicios, sin embargo, se les sitúa más bien en el 
lado de lo activo. Asimismo, considera que las emociones siem-
pre son “acerca de algo”, sin importar si es existente o imagina-
rio. Es en esta última característica que se liga con el hecho del 
otorgamiento de valor por parte de la persona: ese algo tiene que 
ver directamente con la vida de esa persona. Señala: “…las emocio-
nes parecen ser eudaimonistas, esto es, que tienen que ver con 
8 / PONCE DE LEÓN
el florecimiento del sujeto que las tiene” … (Nussbaum, 2008, p. 
54), es decir, están ligadas a nuestra idea o percepción de lo que 
constituye una buena vida y, por tanto, ligadas a lo que afecta, 
positiva o negativamente, nuestras vidas.
En su búsqueda de reconocer cuáles sonlos componentes 
constitutivos, necesarios y suficientes, de la identidad de la emo-
ción, se pregunta si las creencias lo son, es decir, si las creencias 
son constitutivas (esto es, parte de), son necesarias (parte de o 
causa de), y suficientes (indispensables para). Esta pregunta re-
sulta relevante porque de su respuesta depende que aceptemos 
que las emociones son cognitivas o tienen un contenido cogniti-
vo. Al respecto señala: “Las creencias pueden ser parte constitu-
tiva de las emociones, siendo o no un componente necesario de 
la identidad de la emoción” (ibíd, pp. 55-56).
Respecto de que las emociones son juicios, la autora sigue la 
concepción estoica sobre el juicio, según la cual “un juicio con-
siste en el asentimiento a una apariencia” y asegura que este 
movimiento se compone de dos etapas: en primer lugar, “la 
percepción de que algo es el caso”, y en segundo, “el abrazo de 
ello”. Dice: “…es la propia razón la que extiende el brazo y toma 
la apariencia para sí, afirmando, por así decirlo: «Sí, ésta me la 
quedo, así es como son las cosas en verdad»” (ibíd, pp. 59 y ss.). 
Para el caso de los niños y los animales no humanos propone 
entender este abrazo o asentimiento de que las cosas son de una 
determinada manera en un sentido lato, no deliberado, sino pro-
ducido por el hábito o el apego.
La otra característica que destaca en el estudio de Nussbaum 
es que supone que todas las emociones tienen que ver con cosas 
o eventos que se encuentran “fuera del control de las personas” 
y que por ello la hacen más vulnerable. En esto se adhiere tam-
bién a la concepción estoica que distingue los “bienes externos” 
de los internos de la persona, externos en el sentido de que que-
dan más allá de su control, no en el sentido de que queden fuera 
de la propia persona, a diferencia de los internos, tales como, 
por ejemplo, la “propia virtud”, cuyos movimientos no generan 
una emoción en el individuo. Concluye la autora: “muchas de 
las emociones específicas contienen la vulnerabilidad al cambio 
en su misma definición. El miedo, la esperanza, la compasión, la 
ira, la envidia, los celos, la aflicción…” (ibíd, pp. 64-65).
PERSPECTIVAS BIOLÓGICAS Y FILOSÓFICAS / 9
CONCLUSIÓN
Considero que hay muchas semejanzas entre las posturas de 
Prinz y Nussbaum, pues integran de cierta forma una mirada 
evolucionista con una mirada etnográfica e histórica en la que 
aún hay mucho por explorar. Concluyo que, tanto desde las 
perspectivas biológicas y psicológicas, como desde las filosóficas, 
puede afirmarse que las emociones son movimientos del ánimo 
que pueden o no tener expresión en la conducta, que pueden o 
no involucrar una evaluación deliberada o sofisticada, cuya po-
sibilidad se ha desarrollado evolutivamente porque tienen que 
ver con una orientación general de búsqueda de bienestar del 
organismo, pero que, como todo lo humano, que tiene la caracte-
rística de la maleabilidad, se han moldeado y se siguen moldean-
do histórica y culturalmente.
10 / PONCE DE LEÓN
NOTAS
1 Aristóteles, por ejemplo, en De anima (en adelante DA), examina las 
“afecciones del alma”.
2 Mayr, 1942.
3 La Real Academia Española (RAE) indica, sobre el término “afección”: 
“1. Afecto. 2. Afición, inclinación, apego”. Y sobre “afecto”: “1. Cada 
una de las pasiones del ánimo, como la ira, el amor, el odio, etc., y 
especialmente el amor o el cariño”.
4 Por ejemplo, señala el autor, entre los inuit la ira prácticamente no se 
manifiesta y entre grupos japoneses existen diversos tipos de emo-
ciones o sentimientos que aparentemente no tienen referencias en 
culturas occidentales (Prinz, 2010, p. 15).
5 Dice: “…debemos estar dispuestos a encontrarnos con que los contor-
nos de la clase son borrosos y con casos periféricos que sólo compar-
ten algunas de las características de los ejemplos principales” (ibíd, 
p.46).
REFERENCIAS
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de Esclasans], Barcelona, Editorial Juventud.
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y notas de Tomás Calvo Martínez], Gredos. 
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Diéguez Lucena, A. (2008), “¿Es la vida un género natural? Dificultades 
para lograr una definición del concepto de vida”. ArtefaCToS, vol. 1, 
Num. 1, 81-100.
Haslam, N. (2002), “Kinds of kinds: A Conceptual Taxonomy of Psychia-
tric Categories”, Philosophy, Psychiatry & Psychology. 01/2002; 9(3):203-
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Mayr, E. (1942), Systematics and the Origin of Species. New York, Columbia 
Univ. Press.
Nussbaum, M. (2008), Paisajes del pensamiento. La inteligencia de las emocio-
nes. Barcelona, Paidós Ibérica.
Prinz, J. (2010), ¿Cuáles son las emociones básicas? [Traducción de José To-
var y revisión de Gustavo Ortiz Millán], México, UNAM, Instituto de 
Investigaciones Filosóficas, Cuadernos de Crítica num. 55.
RAE, Diccionario de la Real Academia Española, consultado en línea: www.
rae.es
¿EXISTE LIBRE ALBEDRÍO EN LA EVOLUCIÓN?
EMOCIONES Y CONDUCTA MORAL
RAÚL GUTIéRREZ LOMBARDO
Para la ciencia, llámese reduccionista, realista, empirista o, si se 
quiere, objetiva, el concepto libre albedrío es un asunto carente 
de sentido.
Ahora bien, desde una perspectiva evolucionista habría que 
matizar un poco la cuestión, porque la evolución humana, a di-
ferencia de la de los demás seres vivos, tiene dos dimensiones: 
una biológica y otra cultural, la cual no se da, al menos en senti-
do estricto, en ninguna otra especie (Ayala, 2011).
La evolución biológica, sabemos, consiste en sobrevivir y de-
jar descendencia, como sostuvo Darwin, que ahora describimos 
como cambio en la frecuencia de los genes causada por selección 
natural, la cual actúa sobre las variaciones producidas por muta-
ciones al azar, encargándose el ambiente de llevar a cabo dicha 
selección. Se trata básicamente de un proceso de eliminación y 
reproducción diferencial que da como resultado la expresión de 
determinados fenotipos.
Utilizando un símil, la selección natural es como una aplana-
dora que a su paso sólo deja que sobrevivan las especies que 
resisten esa presión.
La evolución cultural, por su parte, consiste en transmitir in-
formación a través de un proceso de enseñanza-aprendizaje, 
independiente del parentesco biológico, que incluye todos los 
hábitos adquiridos y maneras de vivir del ser humano a lo largo 
de su historia social.
Este tipo de evolución trajo consigo un modo metaorgánico 
de evolución de la especie, mucho más rápido que el biológico, 
Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales 
Vicente Lombardo Toledano, SEP.
12 /GUTIéRREZ LOMBARDO
no regido por mutaciones genéticas al azar, porque las innova-
ciones culturales son producto de propósitos intencionales para 
optimizar su situación en el ambiente. Esta conducta en los seres 
humanos determina la capacidad de anticipar las consecuencias 
de sus acciones, la capacidad de hacer juicios de valor, y la ca-
pacidad de escoger entre líneas de acción alternativas. Es decir, 
tener conciencia de sus actos y la voluntad para llevarlos a cabo 
(Ayala, 2011).
En este contexto teórico podríamos abordar el problema del 
libre albedrío o voluntad del ser humano para elegir determina-
das acciones, porque si el libre albedrío no es una apomorfia in-
nata o instintiva del ser humano, ¿posee algún valor evolutivo?
Desde el punto de vista cultural sí, desde el punto de vista 
biológico no, a pesar de que la conciencia sea un atributo del 
bagaje biológico del ser humano y, por tanto, un producto de la 
evolución biológica.
La libertad para elegir, al igual que las otras llamadas virtudes 
humanas como la prudencia, la templanza, la perseverancia, la 
conducta ética, la humildad, etc., se manifiesta en las comunida-
des humanas contraponiéndose a las conductasinnatas o instin-
tivas, esto es, a las pulsiones biológicas, la cual exige aprendizaje 
anterior al momento de tomar la decisión.
El libre albedrío, entonces, lejos de ser una condición univer-
sal de la humanidad, es una creación histórico-social. Tiene que 
ver con un proyecto de vida más que con un acto intencional, 
con lo que llamaba Aristóteles “hábito”, o lo que llamaba Spinoza 
“conciencia de la necesidad” o para darle un sentido a nuestra 
conducta y se convierta en norma o “imperativo moral” como lo 
llamaba Kant.
A pesar de lo anterior, hay que enfatizar, como se dijo antes, 
que el ser humano posee dos naturalezas, una naturaleza bio-
lógica y una naturaleza cultural. Su naturaleza biológica es el 
producto de la evolución biológica de la especie y es claramente 
visible en la conducta del ser humano moderno. Su naturaleza 
cultural es el resultado de la adquisición y almacenamiento de 
información extrabiológica, hecha posible gracias al desarrollo 
de la ciencia, la técnica y la cultura en general, pero, no hay que 
olvidarlo, estas son el producto de una actividad biológica: la 
LIBRE ALBEDRÍO / 13
actividad de nuestro cerebro. Por lo tanto, existe una relación 
dialéctica entre esas dos naturalezas.
Esto explica que muchas formas del comportamiento humano 
siguen siendo biológicas a las que la cultura ha tratado de suavi-
zar o atenuar, como son las pulsiones sexuales y la agresividad. 
Es decir, no somos completamente biológicos ni completamente 
culturales.
Uno de los problemas derivados de esa relación es que la cul-
tura no ha sido totalmente exitosa en la disminución o en el con-
trol de los impulsos sexuales y agresivos de los seres humanos. 
Esto es, el ser humano es un animal semicivilizado, sin señales 
apropiadas de inhibición de sus impulsos biológicos, y todavía 
más preocupante, esta relación entre la biología y la cultura es 
una relación a la que la ciencia tiende a dar más valor al factor 
genético que al factor cultural (Estañol, 2004).
Es verdad que el desarrollo tecno-científico ha sido extraordi-
nario, pero, ¿ha sido igual de extraordinario el desarrollo moral 
del animal humano? No, porque no ha podido encontrar solu-
ciones eficaces para controlar sus impulsos biológicos. La evo-
lución cultural no ha llevado necesariamente a una evolución 
moral exitosa en los seres humanos; la cultura no ha podido con-
trarrestar las pulsiones sexuales y la agresividad innatas de la 
especie derivadas de la interdependencia energética para sobre-
vivir y reproducirse. El ser humano ha utilizado todos los recur-
sos científicos y tecnológicos que ha logrado en su evolución cul-
tural para matar a otros seres vivos con propósito de alimentarse 
y apoderarse de los recursos de la biósfera, siempre desde una 
posición de poder, sea ésta física o tecnológica, y, en el caso de 
otros seres humanos, psicológica, económica, militar y política.
El libre albedrío, pues, tiene que ver con la condición misma 
del ser humano, que deja muy poco a la libertad para tomar de-
cisiones, sean éstas buenas, justas o no.
Una interpretación filosófica interesante de esta problemáti-
ca, es la del filósofo de la ciencia darwiniano Carlos Castrodeza, 
quien en su libro póstumo El flujo de la historia y el sentido de la 
vida, de 2013, la llama la derivación posmoderna de la ética, donde 
todo lo “feo” se separa y se oculta o se trivializa o, incluso, se 
estetiza. El resultado, dice, es que perdemos madurez histórica, 
aunque en el fondo ésta sólo ha valido para contemplar nues-
14 /GUTIéRREZ LOMBARDO
tras propias miserias etológicas o conductuales. Así que ya no es 
que podamos decir “esto es lo que hay”, sino que simplemente 
tendríamos que abandonar otras expectativas, por ejemplo la 
que sostenía Darwin en El origen del hombre, donde postula que 
por selección natural la humanidad tendería a ser mejor, en un 
proceso civilizatorio creciente, el cual quedaría como un notable 
wishful thinking, porque la selección natural, en caso de que no 
fuera contrarrestada por el azar o por las condiciones del mundo 
físico, consigue lo mejor, pero puede que en el sentido social más 
peyorativo del término. Porque “el mejor” es también (si no úni-
camente) el que mejor explota al otro, ya sea con buenas o malas 
artes e intenciones. 
Es pertinente traer aquí a colación, apunta Castrodeza, que en 
su famosa obra Dialéctica de la Ilustración (1947) Theodor Adorno 
y Max Horkheimer aseguran que, en contra de una creencia ex-
tendida, la Ilustración no acabó ni mucho menos con la fuerza del 
mito. Aunque la naturaleza ya no esté encantada, en los términos 
especificados por Max Weber, los humanos seguimos viviendo 
de ilusiones escatológicas. Los misterios que rodean el pensamien-
to teológico perviven, aunque no sea más que como órganos 
vestigiales en el cuerpo de la racionalidad científica moderna, lo 
que, para los filósofos de Frankfurt, en términos sartrianos, no 
es sólo una muestra de “mala fe”, sino algo peor, habida cuenta 
de que para ellos en esa pervivencia se encontraría el germen de 
futuros arrebatos totalitarios. 
Y es que la mente humana, como es bien sabido, cuando no 
tiene el suministro de “realidad” adecuado crea sus propias alu-
cinaciones compensatorias, del mismo modo que “el hombre solo” 
(un náufrago, por ejemplo) se crea un compañero de fatigas ima-
ginario para paliar su necesidad de socialización. 
Hoy, como señala el neurocientífico Francisco Mora en su li-
bro Neurocultura, de 2007, la ciencia del cerebro irrumpe en esa 
misma problemática, pero esta vez, quizá, con una perspectiva 
distinta y de más calado. Aquella en la que se aportan conoci-
mientos que permiten entender mejor las humanidades. Ya no 
se trata de crear puente entre dos cuerpos del saber que, avan-
zando en paralelo y aportan conocimientos distintos, sino de un 
proceso en serie, un continuum. Conocer cómo funciona el cere-
bro humano debe permitirnos entender mejor los productos de 
LIBRE ALBEDRÍO / 15
ese funcionamiento. Ciencia y humanismo se convierten así en 
una unidad, en sólo un árbol de conocimiento desde las raíces y 
el tronco, hasta las ramas y las hojas, para decirlo de una manera 
metafórica.
La neurociencia, dice Mora, es una ciencia experimental, que 
con todas las herramientas técnicas que ahora posee, tiende a ex-
plicar cómo funciona el cerebro, particularmente el cerebro hu-
mano. Cerebro entendido como el órgano que recibe estímulos 
del medio ambiente y con los que interpreta la realidad que nos 
circunda, gracias a los códigos de funcionamiento construidos 
en él a lo largo de cientos de millones de años. Realidad que re-
fiere a la construcción, no sólo del mundo que vemos, tocamos u 
olemos, sino la construcción y elaboración de las sociedades en 
las que vivimos y las normas y valores que las rigen. La neuro-
ciencia es, pues, esa área de conocimiento que permite acercarse 
a conocer cómo se han construido y qué circuitos neuronales es-
tán involucrados y participan en la elaboración de las decisiones 
que toma el ser humano. 
Esta disciplina científica, continua Mora, parte de una premi-
sa básica, insoslayable. Todo cuanto existe en el mundo humano, 
objetivo o subjetivo, es concebido a través del cerebro, órgano 
por medio del cual se siente, se piensa y se ejecuta la conducta. 
Está claro que esta afirmación sorprende ya a muy poca gente 
porque todo el mundo sabe y tiene por cierto que sin cerebro 
ni se siente ni se piensa ni se realiza conducta alguna. Pero esto 
también requiere añadir que el cerebro solo no es el ser humano. 
El ser humano es un organismo completo en constante interac-
ción con el medio. De hecho, el cerebro dedica una parte muy 
considerable de su trabajo a controlar y actualizar constante-
mente su relación con el organismo que lo alberga, que da como 
expresión visible la conducta, siendo ésta, a su vez, el producto 
de una sensación o percepción, una memoria o un pensamiento. 
No hay, pues, “fantasma en la máquina”. El cerebro operafun-
damentalmente interpretando la información que recibe del me-
dio ambiente y ejecuta la conducta correspondiente atendiendo 
esencialmente a la supervivencia del individuo y de la especie. 
Así, las emociones, los sentimientos, la abstracción, el lenguaje 
y el conocimiento son procesos cerebrales esenciales y básicos en 
la conducta de los seres humanos, que vigilan y protegen la su-
16 /GUTIéRREZ LOMBARDO
pervivencia. Las emociones señalan o tiñen los estímulos senso-
riales de placer o castigo y sirven para defendernos o aproximar-
nos a ellos (agua, comida, calor, frío, sexo, juego o enemigos). Las 
emociones, en consecuencia, son los procesos que nos mueven 
o empujan a conseguir o evitar, de una forma flexible, lo que es 
beneficioso o dañino para el individuo. Además, las emociones 
generan ese mecanismo, también básico, que llamamos curiosi-
dad. Con la curiosidad se expande el abanico de las conductas 
y con ello el interés por el descubrimiento de lo nuevo (nuevos 
alimentos, ocultación de enemigos, etc.). De esta manera, la cu-
riosidad ensancha el marco de seguridad para la supervivencia 
(Mora, 2008). 
Esto quiere decir que las emociones constituyen un lenguaje 
de comunicación básico. De hecho, sostiene Mora, son el lengua-
je más primitivo de los mamíferos. La manifestación de las emo-
ciones permite la creación de lazos (familia, amistad, apegos), 
que pueden tener claras consecuencias de éxito, tanto de super-
vivencia biológica como social. Y, finalmente, los sentimientos. 
Con la aparición de los sentimientos, el hombre se torna cons-
ciente de sus emociones. Frente a la pura “reacción” ante un es-
tímulo, con la huida o el ataque, el ser humano experimenta y 
“sabe” que tiene miedo o placer, alegría o pena, y conduce su 
vida de una manera “nueva”, nunca antes experimentada por 
ningún otro ser vivo. Las emociones y sentimientos, además, 
desempeñan un papel importante en el proceso de razonamien-
to y en la toma de decisiones, especialmente aquellas relaciona-
das con la persona y su entorno social más inmediato. Las emo-
ciones y los sentimientos constituyen de hecho, los pilares sobre 
los que descansan casi todas las demás funciones del cerebro 
como ya lo señalaba Antonio Damasio en La sensación de lo que 
ocurre, de 1999.
Junto a la emoción y los sentimientos, guías o encendidos bá-
sicos de toda conducta, nos dice Mora, el cerebro tiene y guarda 
los mecanismos que han llevado al hombre a las cotas más altas 
de conocimiento y conciencia. Son los procesos neuronales que 
permiten el fenómeno de la abstracción.
¿Qué permitió al cerebro desarrollar esa capacidad de encon-
trar propiedades o relaciones comunes a muchas cosas y extraer 
un concepto, una idea, que hable de todas ellas como una sola? 
LIBRE ALBEDRÍO / 17
La neurociencia comienza ahora a trenzar los hilos con los que 
se construye este proceso y conocer las neuronas y circuitos que 
lo realizan, que llega a la conclusión clara de que se trata de una 
propiedad inherente a la función del propio cerebro. 
Con esta capacidad, afirma Mora (2007), el hombre comenzó 
su andadura de “pensar” rompiendo las cadenas de lo particular 
y concreto, y en esa aventura cerebral entraron también a des-
empeñar un papel decisivo la conciencia y el lenguaje humanos. 
La conciencia, esa maravilla que hace al hombre no sólo “ver”, 
abstraer lo visto, sino también “saber que ve” y comunicarlo sim-
bólicamente. 
Este trabajo fue presentado en el “Quinto Congreso del Seminario 
Antropología y Evolución: Antropología de las emociones”, INAH, 
que tuvo lugar el 27 y 28 de agosto de 2015, en Taxco, Guerrero, y en 
el “Primer Congreso Internacional CEDAR-V Evolución biológica y 
cultural”, coorganizado por el Centro de Estudios Filosóficos Políti-
cos y Sociales Vicente Lombardo Toledano, del 1 al 4 de septiembre 
de 2015, en Xalapa, Veracruz. 
18 /GUTIéRREZ LOMBARDO
BIBLIOGRAFÍA
Ayala, F. (2011), ¿Soy un mono?, Editorial Planeta, Barcelona. 
Castrodeza, C. (2013), El flujo de la historia y el sentido de la vida, Herder 
Editorial S.L., Barcelona.
Damasio, A.R. (1999), The Feeling of what Happens, William Heinemann, 
Londres.
Estañol, B. (2004), “The dilema of ‘human nature’ The biological and 
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Mora, F. (2007), Neurocultura, una cultura basada en el cerebro. Alianza Edi-
torial, Madrid. 
Mora, F. (2008), El científico curioso, Ediciones Planeta, Madrid. 
EGO-(ALTRU)-ISMO
XABIER LIZARRAGA CRUCHAGA
—La piel —respondí en voz baja— nuestra piel, esta 
maldita piel. Usted no puede imaginarse de qué es ca-
paz un hombre, de qué heroicidades y de qué infamias 
es capaz con tal de salvar la piel…
 Curzio Malaparte, La piel
Más que conocernos a nosotros mismos, lo que hacemos con 
nuestras acciones, reflexiones y tomas de posición ante el mun-
do y los otros 1 es inventarnos. “Inventar” en el sentido de hallar, 
descubrir lo desconocido, innovar, encontrar, crear una forma, 
dar cuerpo y sentido a una obra. Si bien no creamos la materia 
primigenia, porque nos viene de quienes nos anteceden, sí la 
recreamos: en tanto sistemas abiertos absorbemos y desechamos 
energía, nos creamos a través de intercambios con lo que nos ro-
dea, a partir de vida y muerte, de presencias y ausencias. Nos in-
ventamos para consolidarnos, e intentamos que los demás crean 
nuestro personal invento y reconozcan que somos una realidad 
que tiene el peso y la contundencia de ser; y puede discutirse 
sobre cómo y por qué “somos”, pero no negarse que “estamos” 
y “somos”, aunque no comprendamos plenamente qué es “ser” 
y “estar”. Finalmente, James Lovelock nos recuerda que “la idea 
de vida, el sentido de estar vivo, es uno de los conceptos más 
familiares y más difíciles de entender que podemos encontrar 2”. 
En el ser-estar y el sentir-hacer del animal humano subyace 
una paradoja: el “yo” se asume epicentro de todo, porque en cada 
individuo laten emociones y se generan perturbaciones hacia el 
afuera, pero cada “yo” no puede menos que reconocerse periferia, 
porque es parte del entorno que contiene y rodea a otros. Como 
bien reconociera Francis Bacon: “todas las cosas tienen afinidad 
Dirección de Antropología Física, INAH.
20 / LIZARRAGA CRUCHAGA
con el firmamento, se mueven en torno del centro de otro del 
que se benefician 3”. Somos, por tanto, organismos autónomos y 
también componentes del complejo y dinámico contexto (exoge-
nia) de los otros, lo que hace que otros sean también unos “yo” 
únicos, irrepetibles y cambiantes, unos “yo” podemos usar, sig-
nificar, ignorar, obviar, manipular, silenciar e incluso emocional-
mente invisibilizar… Pero no negar; su existencia/presencia nos 
roza, matiza, texturiza; negar a los otros supondría negarnos a 
nosotros mismos. Los “otros” son importantes para sí y para cada 
uno de nosotros porque forman parte del todo, de esa Gaia de la 
que nos hace conscientes Lovelock: “Gaia tiene una continuidad 
que se remonta en el pasado hasta los orígenes de la vida y que 
se extiende en el futuro en la medida en que la vida persista 4.”
El “yo” siempre es egocéntrico, pero el egoísmo es dependien-
te porque está acotado por el afuera; consecuentemente, para 
ser egoísta no nos queda más remedio que ser en cierto grado 
“generosos 5”, altruistas, si por altruismo entendemos alentar y 
sostener la existencia de lo demás (seres o cosas). Las lógicas y 
dinámicas del nudo activo egoísmo/altruismo se expresan inclu-
so a niveles biológicos. Cabe recordar lo que al respecto subraya 
Giovanni Frazzetto:
En un experimento realizado durante nueve semanas seguidas 
[Barbara] Fredrickson y colaboradores hicieron un seguimiento del 
tono vagal y el bienestar emocional de un grupo de individuos en 
función de sus interacciones sociales cotidianas con amigos y seres 
queridos.
 Los que tenían un elevado tono vagal desde el comienzo mos-
traron rápidos incrementos en la conectividad social y aseguraronhaber experimentado emociones positivas como alegría, amor, gra-
titud, esperanza. Al mismo tiempo, esos progresos en la conectivi-
dad social y las emociones positivas predecían a su vez aumentos 
en el tono vagal final, que al término del estudio presentó valores 
más elevados 6.
Una evidencia más de que toda mismidad deviene otredad, lo 
que consolida la posibilidad del entramado existencial: la vida 
de un individuo o una especie siempre se da en interacción con 
otros, una forma de vida se sostiene por la existencia, la muerte, 
la sobrevivencia y la extinción de otras formas de vida. Por ello 
EGO-(ALTRU)-ISMO / 21
mismo, la perspectiva de simbiosis, cooperación y sinergia que 
propuso Lynn Margulis da un giro revitalizador a las concepcio-
nes darwinianas de la adaptación y la evolución: 
Desde el punto de vista científico, la vida, el amor y el comporta-
miento aparecen como fenómenos sinérgicos.
[…] No se parte de cero cada vez que aparece una nueva forma de 
vida. Módulos prexistentes (que en última instancia son bacterias), 
generados por mutación y perpetuados por la selección natural, se 
ensamblan formando alianzas, asociaciones, organismos, nuevas 
complejidades que influyen en la selección natural y son influidas 
por ella 7. 
Los otros son parte no sólo de nuestro contexto, configuran 
nuestra circunstancia, y como dejara más que claro José Ortega 
y Gasset en su sentencia: “yo soy yo y mi circunstancia, y si no la 
salvo a ella no me salvo yo 8”. Con certera puntería el filósofo nos 
ubicó en la dinámica existencial de cooperación —no siempre 
volitiva— en la que se generan interacciones y sinergias; cada 
uno de nosotros somos lo que somos y hacemos lo que hacemos 
a través de una dinámica compleja en la que otros son lo que son 
y hacen lo que hacen interactuando con nosotros, a través de 
nosotros en el tiempo e incluso a distancia. La circunstancia es, 
pues, medio, entorno, contexto e historia, ambiente emocional, 
orden social y tradición cultural, y en ella nos movemos e inven-
tamos, más allá de qué tan dispuestos estemos a salvar aquellos 
fragmentos o ingredientes de la circunstancia que significamos 
indeseables y experimentamos adversos, inhóspitos, que supo-
nen experiencias desagradables y nos colocan en situación de 
vulnerabilidad. Más allá de la desnutrida definición de “altruis-
mo” que nos ofrece el Diccionario de la lengua española de la Real 
Academia: “…diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa 
del propio 9”, vemos en la perspectiva orteguista que al “salvar 
la circunstancia” el egoísmo del soy es mediado, trastocado por 
un dejo altruista que consolida la posibilidad de que un sinnú-
mero de otros entren interacción con nuestro “yo” y resultemos 
codependientes. Mi circunstancia supone la existencia de otros 
que la configuran, dan cuerpo; no podemos menos que ser parte 
de los factores que posibilitan y sostienen la existencia de otros, 
incluso de unos otros que pueden significarse contrarios a nues-
22 / LIZARRAGA CRUCHAGA
tros deseos, intenciones, necesidades y emociones… Somos par-
te del sostén (beneficio) de unos “otros” a los que con frecuencia 
intentaremos anular, incluso amputar del fragmento de nuestro 
personal universo. 
Aunque en ocasiones podamos pensar que nuestro estar-ser-
sentir-hacer persigue un propósito y es unidireccional, simple 
y de rasgos minimalistas 10, el comportamiento es un complejo 
laberinto en el que no faltan las paradojas, y todo egoísmo está 
mediado y no pocas veces condicionado por el altruismo, y vice-
versa porque somos parte ineludible de la circunstancia de otros, 
nos diluimos en un prolongado gerundio que condiciona al “yo” 
en términos de “otros 11”. El egoísmo es posible porque podemos 
alterar, remodelar la circunstancia propia y afectar a otros, a ve-
ces hasta el exterminio, para conservarnos, pues como recono-
ciera Nietzsche: “En los momentos difíciles las personas buenas 
no tienen escrúpulos 12”. Al perturbar a otros, nosotros mismos nos 
recreamos, innovamos, inventamos; en el balanceo del péndulo 
egoísmo/altruismo emerge una cualidad emocional/comporta-
mental enigmática, una cualidad social y neurofisiológica: la em-
patía. Dicha cualidad requiere de la fuerza combinada y retroac-
tuante de un “yo emotivo” dirigida a un “otro emocional”, y la 
empatía evidencia lo contagiosas que son las emociones 13, “con-
tagio” que a su vez genera la posibilidad de una radiación psi-
coafectiva que ambienta al entorno y a los mismos individuos… 14 
Y el fundamento de todo ello parece hallarse en cierta región del 
cerebro (circunvolución frontal inferior) y concretamente en las 
neuronas espejo 15. 
El péndulo egoísmo/altruismo tiene una larga historia, inclu-
so como parte de un devenir evolutivo; evoluciones e historias 
entrelazadas con las de otras cualidades del ser animal, las sen-
saciones y los afectos, emociones y sentimientos que devienen 
constructores de opiniones, reflexiones e impulsos… Porque soy, 
estoy, existo y siento puedo compartir, rechazar, adquirir, acari-
ciar, violentar, disfrutar, sufrir, festejar, llorar, golpear, acaparar, 
envidiar, huir... Todo y más, y “todo yo”. En el fondo, siempre 
hemos sabido que para comprendernos y sobrevivir no pode-
mos silenciar o trivializar las sensaciones y las emociones propias 
y ajenas; somos organismos sensuales y sentimentales, y nuestra 
autonomía se expresa a través de múltiples emociones: miedo, 
EGO-(ALTRU)-ISMO / 23
odio, cariño, alegría, desconcierto, ira, tristeza... Y las emociones, 
como subraya Giovanni Frazzetto, no sólo están condicionadas 
por una actividad cerebral (endogenia), también mediadas por 
el contexto (exogenia) 16, por lo que las sensaciones y emociones 
subyacen o sobrevuelan al altruismo tanto como al egoísmo. Los 
sentimientos se reciclan, para bien y para mal, y transforman a 
un organismo en individuo único, en sujeto que se vive prota-
gónico, antagónico o circunstancial en las diversas dramaturgias 
del ser: personaje conciliador, afín, violento, frágil, fuerte, ame-
nazado, generoso… héroe o villano, víctima, victimario o árbitro. 
Como el altruismo y el egoísmo se entrelazan, uno y otro provo-
can miedos y ternuras, inquietudes y seguridades, vulnerabili-
dad y curiosidad, ese espectro de emociones que da pie a afectos 
multivariados, que a su vez desencadenan conductas hedónicas 
y desmesuradas a partir de los imperativos comportamentales 
(agresividad, territorialidad, sexualidad e inquisitividad), siem-
pre en función y mediados por los diversos componentes socio-
culturales e históricos 17.
Lo que calificamos de “altruismo” tiene su materia prima y 
punto de arranque en la cooperación, en la posibilidad y nece-
sidad de alianzas, asociaciones y sinergias de las que nos hablan 
Margulis y Sagan 18. Ahora bien, tales posibilidades de coopera-
ción, alianza y asociación sólo devienen posibles tras una larga y 
compleja historia de lo que podemos reconocer como “egoísmo”, 
que comienza en el momento en que la vida es en el planeta, en 
virtud de que toda forma viva es autorreferencial y egocéntrica. 
Al respecto, Edgar Morin apunta:
Hay que considerar el carácter «egoísta» de una computación de sí, 
para sí, por sí que tiende a satisfacer necesidades, intereses propios 
de sí.
 El ser unicelular se constituye en centro de referencias y determi-
na un espacio polarizado/cardenalizado en función de sí […] Estos 
marcos de referencia auto-polarizados permiten toma de decisio-
nes «egoístas» en función de la necesidad o del peligro […]
 …una computación no sólo auto-ego-referente (en la que el ser se 
constituye en centro de referencia), sino también ego-auto-céntrica 
(en la que el ser se constituye en centro privilegiado de su universo) 19.
24 / LIZARRAGA CRUCHAGA
También en esa larga e intrincada evolución-historia del egoís-
mo hallamos la evolución-historia del altruismo. La existencia 
de seres egoístas sin el menor desliz altruista es tan improbable 
como la de seres netamentealtruistas sin egoísmo alguno: no 
puede darse ni siquiera en la ficción —si se pretende verosímil— 
lo uno sin lo otro. La forma viva, que se tiene a sí misma como 
principio y fin último, tiene a las demás formas vivas como in-
gredientes de su circunstancia, así como de estímulo, comple-
mento, auxilio o apéndice, por lo que altruismo y egoísmo se 
requieren. El propio Morin precisa: 
Nada hay más solitario, aislado, cerrado que un sujeto. […] 
Sin embargo, a cada clausura sobre sí le corresponde una apertura. 
Se puede decir incluso que no hay nada más abierto que un ser-
sujeto. Nada que tenga tantas tendencias múltiples del universo 
que le rodea. […]
 Y es aquí donde aparece el nudo gordiano que une inextricable-
mente la apertura/cierre del ser-sujeto: es la estructura misma de la 
clausura solipsista lo que comporta la apertura ante el otro, es decir, la 
posibilidad de comunicar, cooperar, comulgar con los ego alter/alter ego. 
Es el alter ego virtual del interior lo que permite identificarse al ego 
alter real del exterior e incluirlo en el circuito de su propia identidad 
subjetiva 20.
Esa trenza de realidades evolutivas e históricas de emociones y 
sensaciones, necesidades y satisfacciones dan dirección, sentido 
y significado al comportamiento en las formas animales; muy 
concretamente en las especies más altriciales, dado que los cui-
dados de las crías por parte de hembras y machos son producto 
del péndulo egoísmo/altruismo. La tendencia al hedonismo hace 
posible la permanencia y la complacencia, y en el animal huma-
no da pie a la desmesura que caracteriza su comportamiento: 
madres y padres que se “sacrifican” por sus crías, suelen ser pa-
dres y madres que “sacrifican” a sus hijos con el fin de cumplir 
sus expectativas personales... La paradoja sapiens-demens 21.
Independientemente de que la satisfacción de necesidades o 
requerimientos se signifique sólo como “seguir vivo” o llegue a 
experimentarse como “placer/displacer generoso” o “placer/dis-
placer avaro”, las lógicas y los procesos evolutivos, históricos y 
biográficos de los individuos/sujetos son resultado de emociones 
EGO-(ALTRU)-ISMO / 25
que interactúan en forma dialógica, de emociones encontradas, 
en constante conflicto pero imprescindibles las unas para las 
otras… Sensaciones, sentimientos y pasiones que devienen en 
distanciamientos y aproximaciones, que delinean, matizan, tex-
turizan nuestra capacidad y necesidad de crear vínculos y socie-
dades, mostrándonos a un tiempo egoístas y altruistas.
26 / LIZARRAGA CRUCHAGA
NOTAS
1 El entorno, la exogenia; Lizarraga, X. El comportamiento a través de Alicia 
(en prensa).
2 Lovelock, J. (1995:29-30) Las edades de Gaia.
3 Bacon, F. (2012:47) Sabiduría egoísta.
4 Lovelock, J. (1995:33) Las edades de Gaia.
5 Dugatkin, L. A. (2007) Qué es el altruismo.
6 Frazzetto, G. (2014:268) Cómo sentimos.
7 Margulis, L. y D. Sagan (2005:17), ¿Qué es la vida? Perspectiva que de 
alguna manera ya se encuentra esbozada en los trabajos de Warder 
Clyde Allee; véase: Dugatkin, L. A. (2007), Qué es el altruismo. 
8 Ortega y Gasset, J. (1914:43), Meditaciones del Quijote. 
9 Real Academia Española (2014:121), Diccionario de la lengua española. 
10 Foucault, M. (2012), El yo minimalista y otras conversaciones.
11 Vidarte, P. (2010), Ética marica.
12 Nietzsche, F. (2002:51), Aforismos [Nº 156]; cursivas del autor.
13 Frazzetto, G. (2014), Cómo sentimos.
14 Lizarraga, X. El comportamiento a través de Alicia (en prensa en el 
INAH).
15 Rizzolatti, G. y C. Sinigaglia (2013), Las neuronas espejo.
16 Frazzetto, G. (2014), Cómo sentimos.
17 Lizarraga C., Xabier (1993), “Comportamiento humano: interacción 
de complejidades evolutivas”; (1995), “El placer hizo al hombre y el 
displacer a la humanidad” y El comportamiento a través de Alicia (en 
prensa en el INAH). 
18 Margulis, L. y D. Sagan (1995), Microcosmos y (2005), ¿Qué es la vida?
19 Morin, E. (1983:193), El método II. La vida de la vida. Comillas del autor.
20 Morin, E. (1983:321-322,) El método II. La vida de la vida. Cursivas del 
autor.
21 Lizarraga C., Xabier (2010), “Homo sapiens-demens: complejidad, evo-
lución y comportamiento” y El comportamiento a través de Alicia (en 
prensa INAH).
EGO-(ALTRU)-ISMO / 27
BIBLIOGRAFÍA
Bacon, Francis (2012), De la sabiduría egoísta, Taurus, México.
Dugatkin, Lee Alan (2007), Qué es el altruismo. Katz editores, Madrid.
Frazzetto, Giovanni (2014), Cómo sentimos. Anagrama, Barcelona.
Foucault, Michel (selección y notas de Gregorio Kaminsky) (2012), El 
yo minimalista y otras conversaciones, La marca editora, Buenos Aires.
Lizarraga Cruchaga, Xabier (1993), “Comportamiento humano: interac-
ción de complejidades evolutivas”, Ludus vitalis. Revista de filosofía de 
las ciencias de la vida, Vol. I, Nº 1 (pp.57-82); México.
— (1995), “El placer hizo al hombre (y el displacer a la humanidad)” en: 
Ludus Vitalis. Revista de filosofía de las ciencias de la vida, Vol. III, Nº 4 
(pp.103-126); México.
— (2010), “Homo sapiens-demens: complejidad, evolución y comporta-
miento” en: Chiappa Carrera, Pilar, Juan Manuel Argüelles San Mi-
llán y José Luis Vera Cortés (Coord.) Mente, cultura y evolución (pp.55-
64), INAH, México.
— (2015), El comportamiento a través de Alicia. Colección Interdisciplinaria 
Serie Fundamentos, INAH, México. 
Lovelock, James (1995), Las edades de Gaia, Tusquets editores, Barcelona.
Margulis, Lynn y Dorion Sagan (1995), Microcosmos, Tusquets editores, 
Barcelona.
— (2005), ¿Qué es la vida?, Tusquets editores, Barcelona.
Morin, Edgar (1983), El método II. La vida de la vida, Ediciones Cátedra, 
Madrid.
Nietzsche, Friedrich (2002), [edición: Andrés Sánchez Pascual] Aforis-
mos, Edhasa, Barcelona. 
Ortega y Gasset, José (1914), Meditaciones del Quijote, Publicaciones de la 
Residencia de Estudiantes, Serie II, Vol. 1, Madrid.
Real Academia Española (2014), Diccionario de la lengua española, Tomos 
I y II, Espasa, México.
Rizzolatti, Giacomo; Corrado Sinigaglia (2013), Las neuronas espejo. Los 
mecanismos de la empatía emocional, Paidós, Barcelona.
Vidarte, Paco (2010), Ética marica, Egales editorial, Madrid.
ASPECTOS BÁSICOS DE LAS EMOCIONES 
EN HUMANOS Y NO-HUMANOS: 
CIRCUITOS NEUROBIOLÓGICOS 
Y LA OBSERVACIÓN DIRECTA
DARIA DERAGA
INTRODUCCIÓN
Los trabajos recientes en neurobiología relacionados con las 
emociones, consideradas como básicas y de sobrevivencia, han 
señalado lo que tienen o no tienen estas emociones en común 
entre humanos y no-humanos. La problemática es cómo regis-
trar y entender las emociones cuando son concebidas a partir del 
humano y, en la mayoría de los casos, el concepto traspasado al 
no-humano cuando se trata del comportamiento comparativo 
entre ambos. Para confrontar esta problemática, Joseph LeDoux 
en “Rethinking the emotional brain” (LeDoux, 2012) propone 
circuitos neurológicos como método de evaluar en animales no-
humanos respuestas a eventos que son definidos como emocio-
nes en los humanos. él propone que es una manera más objetiva 
de lograr las comparaciones. 
En mi caso, pienso que, de una manera más subjetiva, la ob-
servación directa de animales domésticos con relación a los hu-
manos también es importante y válida como estudio cuando se 
trata de lograr una comparación con las emociones básicas en 
humanos. El hecho de observar en condiciones naturales da otro 
tipo de apreciación, aparte de los estudios neurológicos. Ambos 
métodos pueden apoyarse uno al otro para una visión más com-
pleta cuando se trata de una comparación del fenómeno de las 
emociones básicas humanas y los circuitos neurológicos de so-
brevivencia de los animales no-humanos.
Centro INAH Jalisco.
30 / DERAGA 
EL PROBLEMA DEL LENGUAJE
El lenguaje para describir las emociones básicas puede ser una 
de las problemáticas que afecta la comparación entre humanos 
y no-humanos. Nosotros utilizamos términos que representan 
nuestras emociones básicas para describir las que consideramos 
similares en los animales domésticos en particular.Es común oír 
o decir que el perro se pone triste al quedarse solo cuando sali-
mos de viaje. Asociamos la tristeza con su comunicación vocal o 
lenguaje corporal y su comportamiento en general, que identifi-
camos a la vez con nuestras propias experiencias de tristeza, en 
situaciones similares. La pregunta es: ¿en realidad el perro tiene 
tristeza, como nosotros los humanos la sentimos o tenemos, o es 
una reacción o respuesta mental —neurológica— provocada por 
la preocupación de sobrevivencia por estar solo? Por ejemplo, el 
perro puede dudar sobre la seguridad de la comida y la seguri-
dad del grupo doméstico. ¿Qué es lo que siente el perro: tristeza, 
miedo o inseguridad? Sabemos que hay una reacción dramática en 
muchos casos en esa situación. ¿Cómo podemos entonces definir 
o describirla? ¿Usamos nuestros propios términos que describen 
nuestras emociones por falta de un lenguaje especial dedicado 
a las emociones y fenómenos mentales del animal no-humano?
Anna Wierzbicka, en su libro Emotions Across Languages and 
Cultures: Diversity and Universals (Wierzbicka, 1999: 2, 3), comen-
ta que el término y el significado de emoción tiene problemas. 
Desde allí comenzamos con conflictos lingüísticos de las descrip-
ciones que intentamos lograr. Como un ejemplo, Wierzbicka dis-
cute el término emoción en alemán, haciendo énfasis en que tiene 
un significado más hacia el término sentir. La traducción de emo-
tion del inglés al alemán es geftihl que viene de filhlen (to feel in 
inglés). Ella comenta que geftihl no hace distinción entre si lo que 
se siente es mental o es físico. Según Wierzbicka, para resolver 
este problema, en el lenguaje alemán científico contemporáneo 
ya se utiliza el término científico en inglés emotion (Wierzbicka, 
1999: 2, 3).
Existe ambigüedad en el uso y significado entre los términos 
de sentimiento y emoción. Según LeDoux (2012: 553) existen térmi-
nos como miedo, enojo, amor, tristeza, celos, entre otros, para des-
cribir los estados de sentimiento, y cuando los científicos estu-
dian emociones en humanos es típico utilizar estos términos de 
CIRCUITOS NEUROBIOLÓGICOS Y LA OBSERVACIÓN / 31
sentimiento como guías de referencias al investigar el tema de 
las emociones. LeDoux argumenta que con el uso de términos 
que representen sentidos para describir emociones con los hu-
manos encontramos problemas y que es mucho más complicado 
hacerlo con otros animales, si consideramos que existen fenó-
menos emocionales compartidos entre humanos y no-humanos 
(LeDoux, 2012: 553).
LOS CIRCUITOS DE SOBREVIVENCIA DE LEDOUX
LeDoux (2012: 653) critica la introspección desde la experiencia 
subjetiva humana que, según él, no es el mejor punto de arran-
que para tratar este tema complejo. Propone un método alterna-
tivo a los métodos que él considera de fondo subjetivo, lo cual 
hace posible identificar neurológicamente el fenómeno que in-
cluye las repuestas que ocurren cuando un organismo detecta y 
responde a eventos significativos en el curso de su sobrevivencia 
o del mantenimiento de su bienestar. Su propuesta es sobre cir-
cuitos que inicien funciones que hagan posible que los organis-
mos sobrevivan, incluyendo los circuitos involucrados en la de-
fensa, el mantenimiento de energía y los recursos nutritivos, el 
balance de líquidos, la termorregulación y la reproducción. Sigue 
LeDoux comentando que estos circuitos de sobrevivencia y sus 
funciones adaptativas son conservados a un grado significativo 
a través de las especies mamíferas, incluyendo a los humanos. 
Aunque hay aspectos específicos por especie de estas funciones, 
también existen componentes básicos de estas funciones que son 
compartidos por todos los mamíferos (LeDoux, 2012: 253).
De acuerdo con este autor (2012: 654), desde hace tiempo es 
reconocido que el cuerpo es un sistema altamente integrado, que 
consiste de múltiples subsistemas que trabajan en conjunto para 
sostener la vida minuto a minuto y a largo plazo. Una de las fun-
ciones mayores del cerebro es la coordinación de las actividades 
de estos variados sistemas del cuerpo. Sigue LeDoux proponien-
do que una categoría importante de las funciones cerebrales de 
sostenimiento de la vida es aquella lograda a través de interac-
ciones conductuales con el medioambiente. Los circuitos de so-
brevivencia detectan estímulos claves basados en programación 
innata (genética - selección natural) o experiencias pasadas. Le-
32 / DERAGA 
Doux (2012: 655) plantea la diferencia de los circuitos de sobrevi-
vencia y de las emociones básicas. Las emociones básicas tratan 
de explicar lo que sienten como el responsable del circuito que 
representan. En cambio, según él, los circuitos de sobrevivencia 
no tienen ninguna relación directa, como papel causal, con el 
hecho de sentir cosas como felicidad, amor, agresión, entre otros. 
Los circuitos de sobrevivencia tienen influencia indirecta sobre 
los que sienten los humanos y no-humanos, pero su función es 
negociar interacciones de conducta en situaciones donde existen 
retos y oportunidades (LeDoux, 2012: 655).
Como ejemplo, LeDoux propone (2012: 657) los circuitos en el 
contexto de la defensa como circuitos innatos y aprendidos de 
estímulos. En el campo de las emociones básicas, estos circuitos 
son descritos como no-condicionados y condicionados como es-
tímulos de miedo. El autor describe, con el enfoque de la neuro-
biología, el circuito de la defensa que primero el estímulo o clave, 
sea visual, de sonido u olfato de la amenaza, llega al sistema sen-
sorial y luego pasa a la amígdala, luego al hipotálamo, después al 
mesencéfalo o cerebro medio y finalmente al sistema motor. De-
pende de la especie la respuesta de defensa a la amenaza. Sigue 
LeDoux (2012: 658) argumentando la importancia del fenómeno 
de interés, las emociones básicas de sobrevivencia, sea concep-
tualizado en una forma más adecuada para entender la relación 
de los hallazgos de la investigación animal con la condición hu-
mana. Es aquí donde LeDoux hace énfasis en que los circuitos de 
sobrevivencia propician tal tipo de conceptualización. 
OBSERVACIONES DIRECTAS EN CONDICIONES NATURALES
Pienso que las propuestas de LeDoux son un apoyo científico ex-
celente basado en la neurología —los circuitos básicos de sobre-
vivencia— para tratar de entender las emociones de humanos y 
no-humanos. Este método presenta datos concretos y científicos 
y, además, comparables. Depende del acceso a un laboratorio 
equipado con los instrumentos para registrar el proceso de los 
circuitos neurológicos en cuestión. Por otro lado, también creo 
y defiendo el valor de evaluaciones subjetivas a través de la ob-
servación y participación directa con los animales en el medio 
CIRCUITOS NEUROBIOLÓGICOS Y LA OBSERVACIÓN / 33
natural y creo que se pueden lograr comparaciones a nivel de las 
emociones básicas de sobrevivencia. 
El valor de las observaciones directas como método de inves-
tigación es defendido por Marc Bekoff. él comenta en su artículo 
“Animal emotions: exploring passionate natures” en la revista 
BioScience (Bekoff, 2000: 861-870) la necesidad que los científicos 
pongan más atención al conjunto de las anécdotas, los datos em-
píricos y los argumentos filosóficos para las futuras investiga-
ciones de las emociones de los animales no-humanos. Según él, 
todos los puntos de vista deben ser tolerados mientras vayan 
hacia nuevos acercamientos que expandan el conocimiento o 
entendimiento de los humanos sobre las emociones de los ani-
males no-humanos. Sigue comentando que el estudio riguroso 
de las emociones de los animales no-humanos está todavía en 
su infancia y la investigación tendrá mucho beneficio con una 
perspectiva pluralista (Bekoff, 2000: 862). 
En seguida quiero exponer dos casos de participación —ob-
servación directa como ejemplos de esta problemática en el me-
dio natural. En los dos casos descritos a continuación se trata de 
la posibilidad de identificar y entender los circuitos de sobrevi-
vencia y las emociones básicas.

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