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Misticismo, magia y filosofía Segunda parte La realización humana Apuntes en perspectiva taoísta 2022 Julio Antonio Corigliano Licenciado en Filosofía Universidad de Buenos Aires Índice Una espléndida mañana de primavera De la misteriosa sabiduría Sobre símbolos y metáforas Sobre los símbolos fundamentales Una tarde calurosa de verano Sobre la pequeña sabiduría Encuentro con un gran maestro El vuelo del Peng El Origen sutil del Universo Una noche serena de otoño Una espléndida mañana de primavera Una espléndida mañana de primavera, el joven Ju Han Co se dirigió a la playa. Al llegar junto al mar abrió sus brazos y aspiró con profunda gratitud el aire fresco y embriagante de la hora. Se dejó llevar por sutiles y agradables sensaciones de placer y contento… Pero fue entonces que, mientras gozaba con sus párpados cerrados del encanto y la magia, escuchó una voz en su interior que le decía: - ¿Qué hay aquí? Dime. Inmediatamente abrió sus ojos y se sintió impelido a responder: - El mar, la arena, el sol, las gaviotas, el viento… La voz insistió nuevamente: - ¿Y qué más? - Bueno, aunque no pueda verlos es muy posible que haya peces… y caracoles y algas - ¿Nada más? ¿sólo eso, entonces? - otra vez la voz interior. - ¿Y qué podría haber aquí que yo no vea? - Ah muchacho, justamente aquello que no puedes ver y está en todas las cosas, aquello que crea, mueve y anima todas las cosas, aquello que fluye en y a través de todas las cosas… ¿Podrás alguna vez entrar allí? - ¿Y qué ganaría con ello? - Lo mismo que ganan las gaviotas, los delfines, la luna o el sol. Podrías llegar a ser quien eres; y ello te sorprendería, sin duda. Pero, dime ahora: ¿Quién eres? - Ju Han Co, hijo de Ju Fran y El Mar; como lo vez, un aldeano humilde, que vive como lo ha hecho siempre su familia del trabajo de sus manos. - ¿Qué más? - volvió a insistir la voz. - Bueno… soy un poco inteligente, un poco bueno y un poco malo… soy cariñoso, respetuoso; a veces me enojo y puedo ser rudo, pero en general soy pacífico… ¿qué más puedo decir? - ¿Sólo eso? - ¡De nuevo lo mismo! -dijo el joven; ¿qué soy entonces que no puedo ver? Respondió entonces su enigmático interlocutor: - Nada de cuanto has dicho; pues podrías dejar todo eso atrás y ser otra cosa… podrías ser un pájaro o un ángel… o lo que tú quieras alcanzar; podrías ser un santo, un sabio, podrías ser poeta o monje. Hasta hoy has elegido ser un humilde aldeano y está bien, pero debes saber que tienes otras opciones; porque eres aquello que te ha creado y te sostiene en vida, aquello que te llama a tu Verdad, que te mueve a superarte, eres una creación de ti mismo. El joven guardó silencio y se acercó al mar. Largo rato estuvo contemplando el brillo de las olas y los juegos de la espuma sobre la arena… su corazón se ilusionaba contemplando el agua y allí las innumerables vidas que bullían en sus sueños. El futuro se transmutaba permanentemente ante sus propios ojos. Comenzó a reír y haciendo pantomimas partió hacia su hogar. De la misteriosa sabiduría Los seres humanos a lo largo de la historia han tratado de responder a diversas cuestiones que los interpelaban de manera acuciante; algunas de ellas orientadas a la inmediata supervivencia; otras, en cambio, a dar cuenta del sentido último de sus vidas y del universo mismo. A este respecto preguntas tales como ¿qué es la muerte?, ¿por qué hay dolor y sufrimiento?, ¿qué es el mal?, ¿cómo y por qué ha surgido?, ¿qué es el bien?, ¿de qué manera podemos llevar una buena vida? Y en absoluta relación con estas y otras cuestiones: ¿cuál es el origen de todas las cosas? Las más influyentes tradiciones filosóficas y religiosas, en tanto dieron lugar a extensas regiones culturales del planeta aún vigentes entre nosotros, han abordado estas inquietudes y han tratado de ofrecer sus respuestas. El taoísmo es una de tales tradiciones, sin duda. Surgido en el seno del chamanismo primitivo1 y, por lo tanto, acompañando el nacimiento mismo de la cultura china milenios antes de nuestra era, tomó cuerpo y entidad propia por la vida y obra de muchísimos individuos a partir del siglo VIII a.C., hasta avanzado el siglo III de la misma era. Durante dicho lapso se constituyó el canon del llamado taoísmo filosófico, cuyos representantes más destacados fueron Lao Tsé (entre el 770 a.C. y 476 a.C.), Chuang Tsé (369 o 365 a.C-290 o 286 a.C), Lie Tsé (alrededor del s. IV a.C.). Convengamos que en toda filosofía tan importantes son sus respuestas como sus preguntas; unas y otras nos ofrecen el horizonte cultural de creencias e ideas en las que se desenvuelve la vida de los adeptos, y aun la de quienes viven bajo la influencia de dicho horizonte. Por ello es una verdadera ventura tener a mano una filosofía como la taoísta que ha dejado marcas literarias no sólo de sus afirmaciones sino de las inquietudes existenciales que se ha planteado y que, por supuesto, a su modo ha respondido. Así nos han legado preciosos textos en los que se detalla una y otra vez la búsqueda tras la cual los seres humanos más inquietos se han lanzado. Una indagación que lejos de perseguir tal o cual nimiedad, o quizás una solución práctica a un determinado problema concreto, se dirige hacia la cuestión fundamental del sentido de la existencia misma. Tal como la califica un hermoso texto del Chuang Tsé, cuando 1 En lo que atañe a los taoístas, en cuyas leyendas abundan las ascensiones y toda clase de milagros, es harto verosímil que hayan elaborado y sistematizado las técnicas y la ideología chamánica de la China protohistórica, y por consiguiente deben ser considerados como los sucesores del chamanismo/…/ Eliade, Mircea, El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, México, Fondo de Cultura Económica, 1992. Pág. 347 nos refiere la búsqueda de lo más preciado y querido: la perla misteriosa,(símbolo de la sabiduría y de aquello que ella anhela, el Tao2). Joya que, lamentablemente, se nos dice, el Emperador Amarillo había perdido en su camino de retorno3, luego de visitar el monte Kunlun. Accidente no menor, desde ya, pues conviene dejar que claro que el camino de retorno es sin más la meta a la cual aspira toda la sabiduría taoísta: volver al origen, a la Fuente de la que hemos partido, para nutrirnos de su poder y así vivir plenamente. Es palmario entonces que la pérdida de la sabiduría hace imposible nuestro regreso y nos condena a un interminable y esforzado vagar sin rumbo ni beneficio alguno, tan lejos de casa, tan lejos de nosotros mismos. Al no hallar siquiera una traza de la senda que nos retorna, estaremos confinados en el laberinto de la existencia sin vislumbrar salida alguna. Por ello el Emperador amarillo envió a sus más valiosos súbditos: Despachó a Inteligencia para que la buscara, más no la pudo encontrar. Despachó a Perspicacia, para que la buscara, mas tampoco la pudo hallar. Despachó a Dialéctica para que la buscara, y tampoco ésta fue capaz de encontrarla. Entonces envió a buscarla a Inapariencia, y esta sí la encontró. - ¡Maravilla es- exclamó el Emperador Amarillo- que sólo Inapariencia la haya podido encontrar!4 He aquí, entonces, la inquietante misión: encontrar la perla perdida; pero está claro que esto no es fácil, de allí que se la caracterice como misteriosa. Prueba de ello es el fracaso de las actividades de la mente para encontrarla, ya que ni la Inteligencia, es decir, la lógica y la argumentación; ni la Perspicacia, es decir, la astucia, la sagacidad, la destreza; ni la Dialéctica, es decir, la discusión, lo han logrado. Del mismo modo se nos advierte en una gran variedad de textos,2 Cabe aclarar que Tao o Dao, ha sido preferentemente traducido como Camino, y que la mayoría de los estudiosos destacan que debemos entender por tal, origen, camino y meta al mismo tiempo; Origen y fundamento de todo cuanto existe. Más adelante abordaremos esta cuestión. 3 Zhuang Zi. Maestro Zhuang, (Trad. Intr. y notas de Iñaki Preciado Idoeta) Barcelona, Editorial Kairós, 1996. Pág. 126. El Emperador Amarillo suele ser considerado por las leyendas el primer emperador chino, y en los relatos taoístas aparece mencionado tanto como un antecedente ilustre de la propia tradición como, también, un discípulo necesitado, como cualquier otro hombre, de instrucción y guía. 4 Zhuang Zi. Maestro Zhuang, Óp. Cit. Pág. 126 como el citado a continuación, sobre la incapacidad para dar con el Tao por parte de nuestros sentidos o a través de nuestras acciones: El Tao no se puede oír, lo que se oye no es el Tao. El Tao no se puede ver, lo que se ve no es el Tao. El Tao no se puede declarar con palabras, lo que se declara con palabras no es el Tao.5 Y tampoco lo hallarás, como hemos dicho, entregándote a la acción, ya que aquellos que así lo hacen se debilitan como las hojas en otoño y en invierno, y día tras día se van extinguiendo, se hunden en la acción y ya no es posible hacer que vuelvan6. Pero el Emperador Amarillo ha recuperado la perla misteriosa, por lo cual expresa su contento y admiración: ¡Maravilla, Inapariencia es quien lo ha hecho! Y por un lado esto es de esperar pues se nos aclara: ¿Sabes que lo que engendra a las cosas que tienen forma, él mismo no tiene forma?7 Y lo que no tiene forma no puede ser concebido, abarcado, como tampoco puede ser percibido sensiblemente. ¿Entonces? He allí lo admirable, la maravilla de la cuestión. Deberemos hallar en nosotros una capacidad insólita y desconocida para la mayoría, cuyo nombre se personifica como Inapariencia, una capacidad que conoce lo que está más allá de los sentidos y de la razón. No hay duda entonces sobre lo misteriosa que es la sabiduría, que en principio podemos decir nos vincula con lo ilimitado e indefinible y que por tanto nos hace uno con ello, expandiendo por así decir, nuestro propio autoconocimiento, y lo que es más importante, expandiéndonos a nosotros mismos. Es decir que, conocimiento y realización son dos caras de la misma realidad: sólo conoce quien se realiza y sólo se realiza quien conoce. Una y la misma son la verdad del ser y la verdad del conocer. La sabiduría es conocimiento infinito de lo infinito; ser y saber de sí del propio Tao, sea en su realidad de presente eterno e inmutable, sea en el proceso de realización de los seres manifestados en la dimensión del tiempo. El Tao de cada ser se realiza y conoce a sí mismo, en todas sus dimensiones. Acompañando a René Guénon podríamos agregar algunas precisiones más, pues nos advierte que todo conocimiento verdadero y efectivo es inmediato y 5 Ibídem., Pág. 227 6 Ibídem., Pág. 43-42 7 Ibídem., Pág. 227 que un conocimiento mediato no puede tener más que un valor puramente simbólico y representativo8. Por ello nada hay más próximo, esencial e inmediato que la propia realización que sabe de sí, donde saber y ser son uno; siempre y cuando entendamos el conocer como asimilación, (según su etimología: del latín assimilare; a, hacia, y similis, similar; entonces: ir hacia lo similar) que implica tanto asimilarse a… es decir asemejarse, como asimilar a… asemejarlo. Una de sus acepciones la define como el acto de incorporar a sí mismo aquello necesario para su conservación y desarrollo; Saber y Ser son coextensivos.9 Por ello, las más de las veces se simboliza a la mente del sabio como aquella que ha realizado el Vació o la Nada, señalando de ese modo su ilimitación, su esencia más allá de toda forma. Se nos dice: Quien ha alcanzado la Virtud, se hace uno con el origen del universo. Hacerse uno con él es Vacuidad, y Vacuidad es grandeza.10 Así es como dentro de los parámetros propios de la tradición taoísta podemos decir que preguntas y respuestas yerran el tiro, como todo aquello que sea formulable en palabras y asequible a través de ellas; claro está, siempre que hablemos de esas preguntas y respuestas que son de importancia capital para el sentido último de la vida humana, y que a lo largo de los siglos han acompañado a los hombres y sus culturas. Tal vez esto pueda parecer que aleja al taoísmo de aquello que en Occidente hemos conocido como filosofía. Dicha apreciación es absolutamente superficial y se funda en una estrecha definición de lo que se está dispuesto a admitir por filosofía; definición que al mismo tiempo dejaría casi a la totalidad de la filosofía occidental fuera de juego, pues, por lo menos son muchas las formas de dicha filosofía que han apelado a principios o aseveraciones que están más allá de lo puramente lógico y aún más allá del absoluto respeto por la experiencia sensible. El taoísmo, si bien ha dado cabida en sus textos a las frecuentes e importantes indagaciones y propuestas surgidas como cuestionamientos y búsquedas enunciables en el lenguaje, ha sostenido permanentemente la incapacidad de esta vía para proporcionarnos soluciones satisfactorias. De allí que lúcidamente, sin duda, se nos advierta: Quien responde cuando le preguntan por el Tao, no conoce el Tao. El que pregunta por el Tao tampoco ha oído nunca hablar de él. El Tao no admite 8 Ver, Guénon, René, Los Estados múltiples del ser. Ediciones Obelisco, Barcelona, 1987, Pág. 118. 9 Cfr. Guénon, Ibídem, p.117. 10 Zhuang Zi. Maestro Zhuang, Óp. Cit. Pág. 129 preguntas, ni respuestas cuando se pregunta. Preguntar lo que no se puede preguntar, es pregunta vacía; responder lo que no se puede responder, es respuesta sin contenido. /…/ ¡El no conocer es conocer! ¡Y el conocer es no conocer! ¿Quién conoce el conocimiento que consiste en no conocer? /…/ por fuera no se puede ver el universo, y por dentro no se puede conocer el Gran Principio. Sólo el sabio podrá cruzar las alturas y moverse libremente por la Gran Vacuidad.11 Si recogemos las reflexiones ya clásicas que en su momento hiciera Gabriel Marcel para distinguir un problema de un misterio, podríamos aproximarnos provechosamente al calificativo de misteriosa que el taoísmo hace de la sabiduría. El exquisito filósofo francés nos ha enseñado que: Un problema es algo que encuentro, que aparece íntegramente ante mí, y que por lo mismo puedo asediar y reducir, mientras que el misterio es algo en que yo mismo estoy comprometido, y que por consecuencia sólo puede pensarse como una esfera donde la distinción de lo que está en mí y ante mí pierde su significado y su valor inicial.12 Esto equivale a declarar que por fuera no puede verse el universo; no puede, entonces, abordarse como un problema, algo frente a lo cual pudiéramos colocarnos o, en otras palabras, tenerlo como objeto de investigación; por lo tanto, no sólo será difícil sino absolutamente imposible para el pensamiento hacerse una Idea del universo, tal como ya lo advirtiera Immanuel Kant en su Crítica de la Razón Pura. Del mismo modo, siguiendo con la cita, por dentro del universo no se puede conocer el Gran Principio, y la cosa es que estamos inextricablemente inmersos en el universo, por tanto, comprometidos en él, de tal manera que la distinción dentro-fuera, necesaria para el conocimiento objetivo, carece de todo sentido, tornándose superficial e improcedente. Se nos hace patente que la sabiduría no puede ser sino misteriosa, una capacidad adecuada de aprehensión tan particular como el misterio al que nos une; sólo el sabio puede cruzar las alturas y por tanto trascender el universo manifestado11 Ibídem. Pág. 227 12 Marcel, G. El misterio del ser. Bs. As. Sudamericana, 1964. Págs. 171,172 y moverse libremente en la Gran Vacuidad. Vacío en el Gran Vacío, libre en la gran Libertad, sin forma en lo que no tiene forma, indefinido en lo que no tiene definición. ¡Maravilla, entonces, sin duda que Inapariencia haya encontrado la perla misteriosa! En consonancia con lo dicho, volvemos a G. Marcel quien nos afirma del misterio: Debe evitarse cuidadosamente toda confusión entre el misterio y lo incognoscible. Lo incognoscible no es, en efecto, más que un límite de lo problemático que no puede actualizarse sin contradicción. El “reconocimiento del misterio” es, por el contrario, un acto esencialmente (de conocimiento) positivo del espíritu, el acto positivo por excelencia/…/ 13 Nos parece justo, aproximar nuevamente un comentario de Guénon, quien así nos advierte: recordamos a este respecto que un misterio no es en absoluto algo incognoscible e ininteligible, sino de acuerdo al sentido etimológico de la palabra, algo que es inexpresable y por tanto incomunicable, lo que es completamente distinto. 14 Sobre símbolos y metáforas A modo de previa orientación deberíamos declarar que escribir o hablar sobre el taoísmo no deja de colocarnos en una suerte de paradójica situación, por no decir ya una contradicción muy difícil de superar; y es que el taoísmo, si bien supone y aún explicita en sus textos fundacionales una concepción del mundo, ello no implica, según su primaria comprensión de la verdad, la elaboración de un conocimiento factible de ser expresado y comunicado mediante la palabra. Tal vez muchos conozcan el clásico comienzo del Tao Te King en el que se nos dice: El Tao que puede expresarse 13 Marcel, G. Ibídem. Pág. 172. 14 Guénon, R., Ibídem. Págs. 127 y 128; asimismo la nota n° 10. no es el Tao permanente. El nombre que puede nombrarse no es el nombre permanente.15 ¡Por supuesto que luego de esta advertencia inicial, se comprende que hablar del taoísmo es más que problemático! En vista de lo cual, pensamos que debíamos dejar bien en claro el asunto, porque vamos a hablar del taoísmo, pero advertidos del alcance de todo discurso sobre el tema. Para comenzar, un par de textos elocuentes así lo anuncian; ambos pertenecen al Maestro Chuang Tsé: El Tao estimado del mundo está en los libros. Los libros no son más que palabras. /…/ Aunque estimados estos por el mundo, no los tengo yo dignos de estima. /…/ ¡Lástima! Imagina el mundo que por los nombres y sonidos (lo escrito y lo hablado) es posible conocer la realidad de las cosas. Pero la verdad es que, por los nombres y sonidos, no es posible conocer la realidad de las cosas, y por eso el que sabe no habla y el que habla es que no sabe. Mas ¿podrá comprender esto el mundo?16 La pregunta lanzada nos arroja un verdadero desafío, y para ser consecuentes con todo lo dicho, al leer sobre el Tao y al escribir libros como este, desde ya nos declaramos en una situación bastante incómoda, y no dudaríamos en reconocernos imprudentes y acaso insensatos. Pero al mismo tiempo somos conscientes de que todo ello se nos ha transmitido por palabras y libros, tal como lo expresado en las citas traídas a cuento. Palabras y libros que nos son verdaderamente estimables y nos han conducido a experiencias que van más allá del lenguaje, por lo cual, al fin y al cabo, los textos han cumplido con su función. Estando al tanto del conocido adagio de Confucio que nos amonesta: cuando el sabio señala la luna, el necio mira el dedo, hemos 15 Lao Tse, Tao Te Ching. Los libros del Tao, (Edición y traducción del chino de Iñaki Preciado Idoeta), Editorial Trotta, Madrid, 2010. Pág. 383 16 Chuang Tsé, Óp. Cit., Pág. 146. intentado comentar palabras que apuntan a la luna y en lo posible hemos tratado, gracias a ellas, también mirar la luna. No preguntamos, entonces, a raíz de lo dicho, ¿cuál es la entidad de estos evasivos temas, ya que en una multitud de cuestiones son apropiadas y necesarias las palabras? Otro texto nos va a orientar sobre ello: Hallábase el duque Huan leyendo en el piso de arriba de su residencia, mientras debajo el carretero Bian labraba una rueda. Dejó este el martillo y el escoplo, subió al piso de arriba y preguntó al duque Huan: - Osaría preguntar al duque qué se dice en lo que está leyendo. - Son dichos de hombres sabios- respondió el duque. - ¿Viven aún esos hombres sabios? - preguntó el carretero. - ¡Están todos muertos! - exclamó el duque. - Pues entonces lo que lee el señor son los posos (restos) de los antiguos hombres - Cuando mi persona lee- dijo el duque Huan- ¿cómo osa un carretero opinar a su antojo? Si eres capaz de dar razón de tus palabras, pase; que como no puedas, he de ordenar tu muerte. - Vuestro siervo- dijo el carretero- Ve las cosas desde la experiencia de su oficio. Cuando labra una rueda, si la hace holgada, entra suave pero no queda bien sujeta; y si, estrecha, queda dura y no entra. Ni holgura ni estrecheces, sino lo que conviene a la mano y responde a la mente. La boca no puede declarar ese arte misterioso que hay entre los dos extremos. Vuestro siervo no ha podido comunicárselo a su hijo, ni el hijo de vuestro siervo aprenderlo de su padre. Por eso a los setenta años sigue vuestro siervo labrando ruedas. Cuanto los antiguos hombres no pudieron transmitir, ¡está tan muerto como ellos! De modo que lo que lee el señor son los posos de los antiguos.17 17 Chuang Tsé, Ibídem. Pág. 146,147 Entonces lo que leemos son los restos de los antiguos- en otro lugar se nos dice: las ropas que han dejado los muertos. Y escribimos sobre esos pobres indicios, para dar cuenta de un silencio, de lo que no tiene nombre, de lo inexpresable, de lo indescriptible. Porque aquello de lo que se trata es algo que debe vivirse, experimentarse más allá de las palabras, tal como el carretero le aclara al duque sobre la imposibilidad de transmitir la sutil y precisa tarea de labrar una rueda. Por lo tanto, se trata de experimentar y afinar de ese modo nuestra propia habilidad, ya no para un oficio específico como en el relato, sino para labrar nuestro propio espíritu, para alcanzar nuestra realización como seres humanos. Debemos precisar, entonces antes que nada, el tipo de conocimiento al que aspira la sabiduría taoísta, pues en modo alguno es una verdad objetiva, ni pragmática, ni performativa, tal como todo conocimiento de orientación empírica exige y así nos lo ha recordado Karl Jaspers, sea en su modo de saber sobre el mundo y la vida, como lo intentan las ciencias; sea en su modo de operar sobre el mundo, como lo hace la técnica; sea en su modo de manipular y sacar provecho de las cosas y los hombres, como lo hacen las diferentes estrategias de supervivencia y expansión en mundo. Pero la sabiduría aspira a otra verdad; citemos ahora al mismo K. Jaspers cuando escribe: La verdad del “existente empírico” está en funciones de la conservación y engrandecimiento del existente. Se confirma en la práctica mediante la utilidad. La verdad de la “conciencia en general”, (ámbito de las ciencias), se acredita en la evidencia. “La verdad que nos es esencial” empieza precisamente allí donde cesa lo concluyente de la conciencia en general. Donde no me es dado ningún efecto verificable de una verdad pragmática, ninguna certeza experimentable de la conciencia intelectual… allí llego a la verdad en cuanto franqueo toda inmanencia del mundo, para volver de nuevo al mundo después de la experiencia de la trascendencia, bien al mundo exterior, bien a mí mismo. La verdad de la existencia se acredita como auténticaconciencia de la realidad.18 El conocimiento taoísta, como el de otras místicas similares, se orienta hacia una particular manera de comprender la verdad que podríamos designar como autenticidad, la verdad que cada uno de nosotros es naturalmente, es decir, 18 Jaspers, Karl, Filosofía de la existencia, España, Planeta-Agostini, 1985. Ver La verdad, Págs. 43 y sig. realmente. Verdad asequible sólo por un proceso personal de profunda purificación de ideas, emociones, sentimientos, actos, adquiridos por nuestra pertenencia socio cultural; y verdad asimilada fundamentalmente por una experiencia de re-vinculación con la esencia de lo que somos, que no es otra que la esencia de todo lo que es, la realidad primera y última de cuanto existe. Un último apunte sobre esta cuestión, que de algún modo podríamos llamar epistemológica o gnoseológica si se prefiere, lo aporta el comienzo de un nuevo texto, que, luego nos dará pie a algunas reflexiones que abordaremos de aquí en adelante. Esta vez, del capítulo 38 del Hua Hu Ching, libro presentado como las últimas enseñanzas de Lao Tse, aunque habría que adjudicarlo a la tradición taoísta muy posterior. Así dice: Amable Príncipe, tener conocimiento es crear dudas y crear dudas es crear la necesidad de poseer conocimiento. Es suficiente con decir que lo nominado nació de lo innominado. El mundo descriptible proviene de la fuente indescriptible. Antes de que la buena vida se eche a perder, que todo sea su propia verdad, pues la verdad de un individuo es la verdad del universo entero. Que todo esté unido con la verdad de su propio ser. Como ya dijéramos, los conocimientos que crean la necesidad de más conocimientos son absolutamente valiosos y pertinentes en el ámbito de la orientación empírica, pero aquí se trata de otro ámbito, al que podríamos denominar el de la orientación existencial; y entonces, aquello que se considera valioso por su dinámica de autorregulación que supone la dialéctica creativa de saber y duda, no debe replicarse en modo alguno en esta dimensión de la experiencia humana, donde lo que se busca es que todo sea su propia verdad. Es decir, que cada ser humano pueda desarrollarse a sí mismo y desde sí mismo; y por tanto que todo ser humano alcance su libertad, lo que implica acceder a aquella realidad singular que lo habilita para ser independiente de toda necesidad y búsqueda, aquella realidad de plenitud, en la cual no hay falta o carencia alguna. Desde ya, entonces, que el conocimiento empírico es antitético de la verdad interior, de la verdad del hombre auténtico; que, a su vez, es la verdad del universo entero, pues se encuentra en todo y en cada uno de los seres y elementos que lo integran. Por ello concluye el texto: que todo esté unido con la verdad de su propio ser. Dicho lo cual podemos inferir que los criterios de los saberes de orientación empírica son improcedentes al ser trasladados al ámbito de realización del ser; y como muchas veces ya se ha señalado, su inadaptación implica considerar al ser humano y aún a los demás seres vivientes desde una perspectiva objetiva y objetivadora, es decir fundamentalmente externa a ellos mismos. Mientras que, para la sabiduría existencial, la verdad es el resultado de una experiencia absolutamente interior, llamada a ser transitada por cada uno de los seres que a ella se abocan. Por otro lado, también cabe alertar sobre el peligro, aún más sutil que el mencionado, de comprender la sabiduría como el acopio de conocimientos de sabiduría, es decir, como erudición; tal cosa no es más que diletancia, una refinada máscara para la más profunda distorsión de la verdad, un artilugio de engaño y aún de autoengaño que sólo esconde una profunda ignorancia y perversión. La información que aportan los textos no es conocimiento, y sólo se pueden justificar si su lectura nos lleva más allá de la superficial memoria que hacemos de ellos, sea en diálogo con los otros o para nosotros mismos. Los textos deben ser valorados en cuanto aporten claves para experimentar aquello de lo que tratan. Los textos son residuos de lo que sus autores han vivido y realizado, son las expresiones, limitadas al lenguaje, de aquello que desborda el lenguaje. Su valor radica en provocarnos a ir más allá de toda palabra para acceder al sentido pleno y final que se dice en el Silencio. Silencio, claro está, preñado de riqueza y abundancia de ser, que, a su vez, se vierte en la manifestación de múltiples formas, entre otras las del lenguaje. La palabra, le permite tanto al místico, que intenta decir y decirse lo indecible, cuanto al discípulo que oye y es llamado hacia lo indecible. La intuición misteriosa de lo verdadero se aclara a sí misma y para otros en la provisionalidad y riqueza del lenguaje simbólico y metafórico, propio de los relatos, poemas y sentencias de la sabiduría19. Nos dice con lucidez y buen gusto 19 Del símbolo nos dice Paul Ricoeur: De múltiples maneras, la actividad simbólica es carente de autonomía; es una actividad ligada. La tarea de diversas ciencias independientes es poner al desnudo los lazos por los cuales la función simbólica se religa a tal o tal actividad no simbólica o pre-lingüística. /…/ El símbolo titubea sobre la línea de división entre bíos y logos. Confirma el enraizamiento primario del discurso en la Vida. Nace Marcel: Ocurre como si (el místico) tuviera una intuición sin saber inmediatamente que la posee, una intuición que no podría ser para sí (es decir, reflexión consciente), pero que se capta a través de los modos de experiencia en que se refleja y que ilumina por esa misma reflexión.20 Quien se ha hecho uno con el Tao, no podría saberse uno en la reflexión, pues estaría con su propia conciencia separándose de la unidad para reflejarla, para reflexionarla; la sabiduría silenciosa es el ámbito propio del connubio del alma con la Divinidad. Pero la reflexión que se manifiesta a través de las figuras simbólicas de la palabra es absolutamente necesaria para que dicha experiencia se capte y se ilumine a sí misma, y, también, para que ilumine a otros. He allí el valor inestimable de los textos y las palabras. Queda claro entonces que el texto por sí mismo no posee nada de sagrado y mágico, y que la actitud de veneración y respeto que el erudito, el archivista, o el adepto puedan tener por ellos, no es más que una tendencia peligrosa y dañina, que lleva a poner fuera de nosotros mismos una verdad objetiva. Por ello, se nos advierte tan encarecidamente: antes que la buena vida se echa a perder, es necesario que todo sea su propia verdad. /…/ Amable príncipe, el que busca la verdad la pierde. El que desea poseer la verdad provoca que ésta se le deslice. Porque cuando uno se aleja de su propia naturaleza para buscar algo exterior uno pasa por alto la verdad de su propio ser. Ser, es ser verdadero. La cantidad y similitud de la verdad están incluidas en este preciso segundo. Si usted pierde la verdad de este momento no la podrá alcanzar ni un millar de caballos al galope. Una vez aclarado esto podemos adentrarnos, a través mismo del texto que llevamos comentando, en los temas cuya verdad sólo será capaz de reconocer quien pueda dar cuenta de ella en su experiencia personal. Y así continúan este mensaje: en el punto en que Fuerza y Forma coinciden. /…/ en el universo sagrado la capacidad de decir (del símbolo) está fundada en la capacidad del Cosmos de significar. Ricoeur, Paul, Hermenéutica y acción. De la hermenéutica del texto a la hermenéutica de la acción. Argentina, Editorial Docencia, 1988. Págs, 17 y 19. 20 Marcel, G. Ibídem. Pág. 172 La totalidad de la verdadse presenta ante usted cada vez que parpadea. Puede bailar en la punta de sus pestañas. Se extiende tanto como sus ojos pueden llegar a verla y llena tanto como la mente puede contenerla. Existe en todo momento del tiempo y en cada trozo de espacio. ¿Hay algún instante que no contenga la verdad de la vida? ¿Hay algún lugar que no contenga la verdad de la existencia y de la no-existencia? Tome el ejemplo del pino ¿qué palmo del árbol no es la verdad? ¿qué hora vivida por el árbol no es la verdad? ¿Hay alguien que pueda negar esto? ¿Qué palmo de uno mismo no es la verdad, qué hora vivida por uno mismo no es la verdad? Ser, es ser verdadero. Y ello es rotundamente evidente cuando uno se sumerge en su propia naturaleza para hallar la verdad de su propio ser, la verdad interior. ¿Hay alguien que habiéndolo realizado pueda negarlo? La totalidad de la verdad se presenta entonces cada vez que parpadeamos, cada instante contiene toda la verdad de la vida. Dongguo zi preguntó a Zhuang zi: ¿Dónde está lo que nombran Tao? - No hay donde no esté- respondió Zhuang zi - Dígame un lugar- insistió Dongguo zi. - En una hormiga- dijo Zhuang zi - ¿Cómo en cosa tan baja? - Pues también en una yerbecilla. - ¿En cosa más baja aún? - Y en una teja. - ¿Cómo en cosa cada vez más baja? - Y en la mierda y los meados. Dongguo zi ya no dijo más. - Las preguntas del maestro- dijo Zhuang zi- ciertamente no llegan a tocar lo esencial. /…/ No has menester más evidencia pues el Tao no se aleja de las cosas. 21 El Tao supremo está en el interior de ellas como su realidad más profunda y original. Y para terminar esta suerte de prevenciones no sólo semánticas sino también vivenciales deberíamos declarar aquí el aspecto profundamente edificante de todo lo que llevamos dicho; tal como lo pide H. G. Gadamer en lo que ha dado a llamar la aplicación hermenéutica,22 y extraer las consecuencias existenciales a las que toda sabiduría aspira. Para ello concluiremos con un fragmento más de la cita que estamos analizando; se nos dice: /…/ los (seres humanos) que sólo siguen sus impulsos realizan movimientos que perturban el mundo. Los sabios y los ancianos permanecen sentados en calma y observan el juego de ajedrez de los tontos. Todos los cambios en el mundo están expuestos en el tablero de ajedrez. La victoria y la derrota se deciden por sutiles energías detrás de las movidas. Pueden ser detectadas con claridad por los sabios. Los sabios que aman sus vidas y valoran sus palabras permanecen quietos y observan. Si los necios tan sólo supieran habría una perfecta originalidad antes de que cada movimiento fuese realizado. Es lo que brinda a los seres la oportunidad de la vida. Cuando se hace un movimiento artificial la raíz sutil comienza a morir. Cuando se perturba la paz cesa la energía vital. 23 21 Zhuang Zi, Óp. Cit. Págs. 224-225. 22 En la medida que el verdadero objeto de la comprensión histórica no son eventos sino sus significados, esta comprensión no se describe correctamente cuando se habla de un objeto en sí y de un acercamiento del sujeto a él. En toda comprensión histórica está implicado que la tradición que nos llega habla siempre al presente y tiene que ser comprendida en esta mediación: más aun, como esta mediación. Gadamer, Hans-Georg, Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica, Salamanca, Ediciones Sígueme, 1977. Pág. 401. 23 Hua Hu Ching, Las últimas enseñanzas de Lao-Tse, Bs. As. Editorial Kier, 2001. Cap. 38, págs. 51-54. Hay una hermosa versión del mismo texto realizada por Brian Walker que respetando la idea original intenta sintetizarla en pocas palabras, siendo de este modo de gran utilidad. Transcribo aquí el capítulo 38. ¿Por qué correr en pos de la verdad? Esta vibra en cada cosa y en cada no-cosa, desde la punta de tu nariz. ¿Puedes estar en calma y verla en la montaña? ¿en el pino? ¿en ti mismo? No creas que la descubrirás Todos los cambios del mundo están expuestos en el tablero de ajedrez… así es como el sabio contempla las acciones de los hombres, los movimientos del universo, como un juego infinito en un infinito tablero de ajedrez. Y allí observa las acciones emprendidas por los necios, quienes, identificados con sus propios impulsos, es decir, con sus propias fuerzas de seres limitados, realizan movimientos que perturban el mundo; acciones artificiales, inauténticas, forzadas por una voluntad ignorante de toda verdad interior y universal, que pretende poseer una energía que no puede poseerse sin desvirtuarse, ya que al hacerlo sólo la encapsula y así la pervierte. Cuando se hace un movimiento artificial la raíz sutil comienza a morir. Cuando se perturba la paz cesa la energía vital. En cambio, sabio es quien conoce que la victoria y la derrota se deciden por sutiles energías detrás de las movidas; energía infinita de la cual se originan todos los seres y de la cual se alimentan en tanto son su expresión y manifestación; el Tao, fuente de una vida natural y espontánea, que por tanto no lucha, no se opone, sino fluye con libertad y poder. ¡Si los necios tan sólo supieran habría una perfecta originalidad antes de que cada movimiento fuese realizado, habría un perfecto acuerdo con su origen antes de cada acción en el mundo! Es lo que brinda a los seres la oportunidad de la vida. Y nosotros nos atrevemos a decir que es la única oportunidad que brinda la vida a los seres humanos tanto del pasado como de hoy en día. acumulando más conocimiento. El conocimiento crea dudas, la duda te hace tener hambre de más conocimiento. No te puedes saciar comiendo de este modo. La persona sabia se alimenta de algo más sutil: se alimenta de la comprensión de que lo que tiene nombre nació de lo que no tiene nombre, de que todo ser fluye del no-ser, de que el mundo que se puede describir emana de una fuente indescriptible. Encuentra esta verdad sutil dentro de su propio ser y llega a estar completamente satisfecho. Así pues, ¿quién puede permanecer tranquilo y contemplar el ajedrez del mundo? Los insensatos siempre están haciendo movimientos impulsivos, pero los sabios saben que la victoria y la derrota se deciden por algo más sutil. Saben que existe algo perfecto antes de que se haga ningún movimiento. Esta perfección sutil se deteriora cuando se emprenden acciones artificiales; así pues, conténtate con no alterar la paz. Permanece en silencio. Descubre la armonía en tu propio ser. Acéptala totalmente. Si puedes hacer esto lo obtendrás todo y el mundo sanará de nuevo. Si no puedes hacerlo, te perderás para siempre en la sombra. Lao Tse, Hua Hu Ching, 81 meditaciones taoístas, Versión Brian Walker, España, Edaf, 2011. Págs. 64,65. Sobre los símbolos fundamentales Antes que nada y por lo ya dicho sabemos que no tiene demasiado sentido escribir sobre el concepto de realización humana según el taoísmo, porque no serviría de nada un escrito sobre la realización humana… sería sólo más erudición, más información, más palabras; sería algo que tal vez nos dejara pensando y evaluando lo que nosotros consideramos al respecto o lo que hayamos leído sobre el tema. Pero para el taoísmo eso no tiene nada que ver con la realización; ningún escrito, como hemos visto, tal vez tenga nada que ver inmediatamente con lo verdadero, pues con lo verdadero sólo tiene que ver una experiencia de realización, lo cual, como es obvio, no es en absoluto lo mismo. Por lo tanto, lo que deberíamos hacer para conocer la sabiduría taoísta, y aun para poder evaluarla, es iniciarnos en su experiencia de realización humana; sea con los precarios indicios que éste o cualquier otro escrito podrían proporcionarnos. Para empezar, diremos que la palabraTao (o Dao, según más actuales transliteraciones) significa Camino, Vía; y como nos ilustra René Guénon en su valioso libro El simbolismo de la cruz: La palabra Tao, literalmente Vía, que designa el Principio, está representada por un carácter ideográfico que reúne los signos de la cabeza y de los pies, que equivalen a los signos de alfa y omega de las tradiciones occidentales.24 Así entonces, deberíamos comprender y experimentar dicho Camino, como no teniendo principio ni final alguno, una Vía Infinita; y deberíamos saber que andar el Camino es estar siempre en él; y no porque jamás llegaríamos a ninguna parte, a ningún destino, como si se tratara de andar y andar, sin más; sino todo lo contrario, porque andar el camino es estar ya en el principio y el fin, en el Alfa y Omega, en la Cabeza y los Pies. Por consiguiente, siempre que nos hallemos en dicha Vía, se hará irrelevante el tramo que transitemos, irrelevante en cuanto a conceptos tales como más cerca, más lejos, al comienzo, al final, etc., ya que cualquier paso dado sobre su huella nos ubica en la totalidad infinita de su Sentido. Estar en el Tao, es ser consciente de hallarse en una vida limitada- como lo es la vida en su 24 Guénon, René, El simbolismo de la cruz, Ediciones Obelisco, España, 1987. Nota n° 10, pág. 62 manifestación en la forma- y al mismo tiempo una vida indefinida, de Presente Absoluto, donde todo está hecho, donde todo ya se ha realizado eternamente. Una experiencia de Realización, en la dimensión de la dualidad que luego analizaremos, será entonces un Camino, un viaje de Realización. Esto es así porque para esta filosofía la esencia de todas las cosas, de todos los seres, es la Energía, y dicha energía es infinita, ilimitada. Entonces, si emprendemos un viaje de Realización no es hacia una dimensión donde haya que encontrar algo, poseerlo y asegurar: ¡esto es! No, jamás estaremos autorizados a decir lo he logrado, porque la Realización es una expansión al infinito, es siempre más Realización… Para esta sabiduría sustancialmente energética, cualquier logro no es tal si tiene un límite; entonces, la Realización humana, o dicho de otro modo, la verdadera experiencia de nuestra evolución, aquella que va en camino de hacernos más plenos, más confiados, más empoderados, más creativos, no es tal si la pensamos como una experiencia definitiva, como un estado permanente en la cual pudiéramos encastillarnos como habiendo llegado a la meta; y mucho menos podemos pensarla como cualquier experiencia asediada de fugacidad, como cualquier logro en el mundo, transido de vulnerabilidad e impermanencia. La verdadera experiencia de Realización es siempre novedosa, siempre desafiante, siempre fresca; la energía que no se renueva ya no es energía sino el curso decadente de su agotamiento. Más como también llevamos dicho, cada tramo de la Vía puede y debe ser experimentado como absoluta y acabada Realización, ya que cada tramo de dicha aventura es manifestación de lo Absoluto, del Tao Perfecto, y nos vincula al pleno Presente Eterno, donde todo se encuentra realizado aún en la más nimia expresión de su manifestación. Para decirlo con algunas metáforas comúnmente traídas para ejemplificar esto, diremos que cada gota de mar es todo el mar, cada amanecer el amanecer, cada ser es todo el Ser, o si se prefiere, como es arriba es abajo, cada instante una eternidad, cada amor, el Amor... Dado lo cual, el camino es a su vez la meta, la llegada, la plenitud. Todo el camino, y su obvia dimensión de extensión, está atravesado por un Rayo Celeste, por una dimensión de profundidad y altura, que concede a cada tramo su esencia definitiva, su sentido pleno, al transformarlo en una dimensión de intensidad energética que lo constituye como manifestación aceptada y reconocida como profundamente valiosa. Las conocidas palabras de un maestro zen, son oportunas para expresar lo que llevamos dicho: Un joven se presentó ante el maestro Zen y le preguntó: «¿Qué es lo que haces en tu vida cotidiana para alcanzar la sabiduría?” – Es muy simple: cuando como, como; y cuando duermo, duermo. -respondió el sabio. – No lo entiendo. ¿Acaso eso no es lo que hace todo el mundo? – Pues no. La mayoría de las personas cuando come está en otro lado y pensando en otras cosas, mientras que cuando duerme sueña con otras cosas. Por eso, el Zen me ha enseñado que, al comer, debo comer, y al dormir, debo dormir. En razón de ir perfilando algunos temas centrales, diremos que para el taoísmo el universo tridimensional de espacio-tiempo está siendo creado y sustentado permanentemente por una red infinita de energía. Tal como lo dice el Tao Te King: La red del Cielo es amplia y de grandes mallas, pero nada se le escapa.25 Así, tanto la misma dimensión espacio-temporal, como todo cuanto existe tiene su origen en el Poder del Tao; y este Poder está presente como esencia íntima de cada uno de los seres. La infinita energía (Ki), crea y sostiene los mundos, a través de la armónica y poderosa interacción de las fuerzas duales del Yang y yin, quienes en su acción de opuestos complementarios producen la innumerable riqueza de los seres. El I Ching, o libro de las mutaciones, expresa esto simbólicamente como la interacción del Cielo y la Tierra; así lo leemos en su primer y su segundo hexagrama: Ch’ien, el Cielo, lo creativo; K’un, la Tierra, lo receptivo. Esa energía que crea estrellas, galaxias, planetas y que produce todo cuanto vive en el universo, es una poderosa energía sutil, es decir, delicada, tenue, grácil, invisible; que muy bien podría decirse de ella que actúa sin imponerse, contrariamente a la fuerza, cuya acción se supone como empuje, presión, choque; en cambio la energía sutil es básicamente atractiva, atrayente. De allí que lo creativo, el Cielo, es concebido como ejerciendo la no-acción, o 25 Lao Tsé/Chuang Tzu, Dos grandes maestros del Taoísmo. Edición preparada por Carmelo Elorduy, Madrid, Editora Nacional, 1983. Pág. 144 mejor, la acción de la no acción, y su complementaria, la Tierra, como respondiendo a él con la recepción productiva de dicho llamado. Cabe señalar que dicha polaridad, como toda polaridad, establece la dependencia de los opuestos uno del otro, sin la cual no tendrían entidad alguna. Y esta energía sutil es una energía poderosa, omnipotente, creativa, expansiva y todo ello sin desmedro de su delicadeza, de su gracia. El Tao Te King, lo expresa maravillosamente cuando dice: Por eso, de los diez mil seres no hay ninguno que no venere al Tao y estime al Te, su Poder. El Tao les da vida, su Poder los cría, los hace crecer, los nutre, los perfecciona, los madura, los mantiene y los cubre. Les da vida y no se los apropia, los hace y no se apoya en ellos, les da crecimiento y no los domina. Es el Poder Arcano.26 Y en el capítulo 73, afirma: La ley del Cielo es vencer sin combatir, hacerse responder sin haber hablado, hacer venir sin llamar, ser patente y tramar hábilmente.27 Ahora bien, el Ki (energía), atraviesa con su red invisible e inmaterial todo cuanto existe, constituyendo en cada uno de los seres, su Tao, su esencia. Así es como, por ejemplo, en el ser humano, todo está fundado en la energía que lo manifiesta, tanto su cuerpo como mente (entendiendo por dicho concepto la totalidad de su psiquis); lo que nos obliga a aclarar que no debemos confundir la energía corporal con la forma energética que la sustenta, del mismo modo que no debemos confundir, tampoco, la mente con su forma energética, su esencia; la esencia energética de cuerpo y mente, en su complementariedad y aún más allá de ella, en su unidad, es la verdadera naturaleza de nuestro ser. Esta energíaes la esencia del Uno, primera y eterna generación del Tao absoluto. En el Uno se encuentran todas las infinitas posibilidades de 26 Ibídem. Cap. 51. Pág. 134. 27 Ibídem. Pág. 144 manifestación, las semillas de cuanto existe y existirá. El Tao absoluto, en cambio, es indefinible, innombrable… la palabra Vacío, la palabra Nada, No Ser, la palabra Silencio, no dicen lo que parecen decir, sólo son indicios de su trascendencia. Así se lo enuncia en el primer capítulo del Tao Te King, según la versión de Preciado Idoeta. El No-Ser es principio del Cielo y de la Tierra; el ser, de los infinitos seres es madre.28 El No-Ser,29 el Tao absoluto, la esencia no dual de la realidad, es principio o fundamento del Cielo y la Tierra30, es decir, de la primera y, a su vez, fundamental dualidad; es principio del Ser, primera manifestación del Tao absoluto. El Ser es el Uno que engendra en su seno la dualidad primaria de Cielo y Tierra, es decir, de las Energías originarias de Yang y Yin, (actividad y receptividad), fundamento a su vez de las esencias de todas las posibilidades de manifestación, esencias comparadas a las semillas de las que surgirán la infinitud de los seres; por lo que el Ser es como el granero de todo cuanto existe31, o como el vientre de una embarazada, madre de los diez mil seres.32 Del mismo modo se nos dice del Ser, - o el Uno, o como también se lo designa, el Tao, ya que su estatuto lo tiene como fundamento y origen de los 28 Lao Tse, Tao Te Ching. Los libros del Tao, Edición y traducción del chino de Iñaki Preciado Idoeta. Editorial Trotta, Madrid, 2010. Cap. I, pág. 420 29 No-Ser: He aquí la vía negativa para indicar una dirección sin decir nada definido de aquello hacia lo que se nos direcciona. No Ser, es sin más, todo aquello que no es un ser o lo seres, todo aquello que está más allá de la forma y las formas, de la dualidad, y, por tanto, no puede ser definido, ya que definir significa delimitar, o sea mostrar su limitación, aquello que lo constituye y distingue de las otras cosas. El Tao absoluto es Ilimitado, Infinito. 30 Principio no ha de ser entendido en esta instancia o nivel ontológico, como principio en el tiempo o causa en la sucesión de los eventos, sino como fundamento que sostiene y explica lo que en él se funda, es decir, como aquello que es necesario suponer para la existencia de lo que en él se basa. Tal como los cimientos de una edificación dan cuenta del tipo de vivienda que sostienen. En consonancia con lo dicho, suele decirse también que el Tao engendra u origina, y del mismo modo no debe pensarse ello temporalmente, sino que sostiene creativamente con su propia esencia. 31 La Vía es el Granero (ao) de las diez mil cosas. Tao Te King, cap. LXII, traducción de Izutsu, en Izutsu Toshiko. Sufismo y Taoísmo. Estudio comparativo de conceptos filosóficos clave. España, Ediciones Siruela, 2004. Vol. 2, Pág. 120. 32 Lao Tsé… Óp. Cit., Trad. Carmelo Elorduy Cap.1, pág. 102 seres individuales- pues en él se hallan la energía sutil y las formas posibles de todos los seres. El Tao es una cosa Nebulosa y confusa. ¡Confuso y nebuloso, en él están contenidas todas las formas! ¡Nebuloso y confuso, en él las cosas están contenidas! Profundo y oscuro, en él se halla la esencia sutil. (la energía de origen) Esta esencia sutil es asaz verdadera, en ella está la confianza. 33 En el Uno o Ser, se hallan propiamente las Formas en su condición de esencias de todas las cosas, en su condición seminal; propiedad, aquí, contemplada desde la dimensión de lo manifestado que se remite a su origen. Pero en el Uno, se dice también, están las cosas, las cosas mismas, contempladas desde su plenitud y eternidad divinas; es decir, como ya veremos en detalle, se trata del Te, en cuanto arquetipos no manifiestos de cada una y todas las cosas.34 El último verso nos sitúa ya en la sabiduría existencial al decirnos que en la esencia sutil está la confianza, nuestra confianza y la confianza de todos los diez mil seres, ya que ella no nos ha engañado al crearnos, es asaz verdadera, y como 33 Lao Tsé, Los libros del Tao… Trad. Preciado Idoeta, Óp. Cit. Cap. XXI. Pág. 403 34 Formas que no debemos pensar platónicamente como Ideas Generales o Arquetipos Universales en los cuales se fundan la multiplicidad de sus individuos particulares, sino sin más bien como infinitas Formas eternas o Arquetipos Individuales de cada uno de los infinitos seres manifestados en la existencia. Arquetipos que como veremos más adelante serán sin más la manifestación del Poder del Tao para cada ser en el tiempo, poder de origen, cuidado, sostén y guía, hacia su propia plenitud. energía pura y positiva, ella es el poder en el que debemos asentarnos; en ella debemos confiar y, más aún, en ella debemos encontrar la confianza misma, la esencia de nuestra confianza en su mayor pureza y plenitud ontológica, tal como permanece eternamente en nuestra Alma Divina (Arquetípica). La Energía de Origen, es el fundamento de las Formas y éstas lo son de sus manifestaciones en el espacio-tiempo. Continuamos ahora con el primer capítulo: Por eso con el permanente no-ser se contempla la esencia escondida (del Tao); con el permanente ser se contemplan meros indicios (sus manifestaciones).35 La contemplación de la esencia escondida del Tao es la misteriosa sabiduría de la que hemos hablado ya, y la contemplación de los meros indicios, no es sino la contemplación del maravilloso mundo de los diez mil seres, indicios de la actividad y presencia del Uno; contemplación serena y gozosa de maravillas, pero, sólo si las entendemos como indicios del Poder del Tao, de su bien y verdad, de su poder de realización creando y conduciendo a cada una de ellas hacia su plenitud. Estos dos (no-ser y ser) tienen el mismo origen aunque diferentes nombres; tanto al uno como el otro puedes llamarlos misterio. Misterio de los misterios, 35 Lao Tsé, Los libros del Tao… Trad. Preciado Idoeta. Óp. Cit. Cap. I, Pág. 383 llave de toda mudanza.(traduce Preciado Idoeta)36 ---- Estos dos brotan juntos, pero traen nombres distintos Ambos, igualmente, son misterio sobre misterio y puerta de todas las maravillas. (traduce Elorduy)37 Dejando en claro lo que ya habíamos adelantado sobre el concepto de principio y generación, pues este nivel ontológico del que se está hablando se halla más allá de tiempo y lugar, por lo cual No-Ser y Ser son permanentes ambos y surgen juntos, es decir, van juntos uno y otro: ambos son misterio de los misterios, puerta de todas las maravillas, y llave de toda mudanza, llave maestra de todo cambio, en la que podemos confiar. Y para terminar de perfilar este tema transcribimos un texto, en consonancia con lo dicho, del Maestro Chuang Tsé: El gran principio fue la Nada; no había ser ni había nombres. De ella surgió el Uno. Había el Uno, pero no había formas corpóreas. Participando de él nacieron los seres y a esto nombrase Virtud (poder, energía). /…/ (La energía primordial) en su alternancia de movimiento y reposo (yang y yin) engendró los seres. Constituyéronse éstos de muy diversas maneras, y a esto se nombra forma. La forma corpórea guarda el espíritu, y cada uno tiene sus propias leyes, y a esto llaman naturaleza. Mediante el cultivo y perfeccionamiento de la propia 36 Ídem. 37 Lao Tsé/Chuang Tzu… Trad. Carmelo Elorduy. Óp. Cit. Cap. Pág. 102 naturaleza, se retorna a la Virtud, y quien ha alcanzado la Virtud se hace uno con el origendel universo. 38 He aquí una buena síntesis de lo que llevamos analizando, pero con un agregado final, el cual nos permitirá avanzar sobre los temas propios de esta investigación; agregado esencial, diremos, porque las elaboraciones ontológicas que hemos explicitado se fundan básicamente en una experiencia espiritual de carácter místico-chamánico, experiencia que atraviesa todas las expresiones auténticamente taoístas a lo largo de los siglos, articulando de ese modo una tradición viva hasta nuestros tiempos. Por ello al final del texto se nos recuerda que, mediante el cultivo y perfeccionamiento de la propia naturaleza, se retorna a la Virtud, y quien ha alcanzado la Virtud se hace uno con el origen del universo. Quien ha retornado a la Energía primordial, se hace uno con su propia naturaleza y así con el origen mismo del universo. Esta unificación e identidad con el Uno es el camino y la meta de la realización humana; retornar a sí mismo es regresar a la Fuente que nos ha creado, nos sostiene y guía hacia nuestra propia plenitud. El No-Ser es fundamento último de todo cuanto existe, y el hombre verdadero, místico y chamán, es aquel que realiza su perfecta identidad con el Tao absoluto, con la gran Vacuidad, y, con el Uno, sede de la Energía original, y, del mismo modo, con los diez mil seres. La perfecta realización no excluye ningún nivel ontológico, sino, por el contrario, los implica en plenitud a todos ellos. El hombre verdadero habita la eternidad y el tiempo y en todas sus manifestaciones es un poderoso creador unido permanentemente a la Fuente en su origen y en la extensión de todas sus producciones. El sabio es representado simbólicamente en incontables tradiciones, como una cruz entre el Cielo y la Tierra, ya que en su realización individual armoniza las potencias creadoras de la gran energía dual del Yang y el Yin; y esto lo vemos figurado en la vertical de la cruz. De igual modo, ahora atendiendo a la horizontal del símbolo, que se debe concebir como una cruz de puntos cardinales, diremos que el sabio es el centro desde el que se proyecta el Poder del Tao, llevando 38 Zhuang Zi, Maestro Zhuang, Óp. Cit. Pág. 129 orden, equilibrio y armonía a los diez mil seres.39 El hombre verdadero es co- creador de sí mismo y de cuanto existe en su propia vida y su propio mundo, unido a la Causa Sui, Dios, como diría Spinoza40, y a todo lo que desde ella se sigue, ya sea en la eternidad o el tiempo. El hombre verdadero quiere lo que quiere el Universo, y el Universo quiere lo que el hombre verdadero quiere. Nada de esto último puede ser leído estoicamente como aceptación y acuerdo con lo que sucede, sino por el contrario, como aceptación de la fuerza que produce y crea todo cuanto sucede, fuerza que el hombre verdadero ha sabido reconocer en sí mismo y en todo lo que experimenta en su propia vida.41 El texto de Chuang Tse concluye del siguiente modo: Hacerse uno con el origen del universo, es Vacuidad, y Vacuidad es grandeza. Confundirse con el canto de los pájaros y en esa confusión con el canto de los pájaros alcanzar la gran confusión con el Cielo y la Tierra. Esta gran confusión es el total desvanecimiento, que aparece como simplicidad y también como oscuridad. Nombrase a esto Virtud Profunda, y se identifica con la gran armonía.42 He aquí una preciosa descripción del camino ascensional o retorno hacia la fuente, hacia la Gran Vacuidad, que detalla perfectamente lo que llevamos dicho en cuanto a que la realización no supone en modo alguno progresivos niveles de evolución que dejarían atrás, por superados, a sus estadios previos. 39 Comenta de este modo Antonio Medrano: El Tao como camino a recorrer y como Principio que inspira ese Camino adquiere aquí una importancia de primer orden; pues el Jen, el Hombre, podrá desarrollar esa función reguladora, ordenadora y armonizadora del cosmos en la medida en que se halle en sintonía con el Tao, es decir, en la medida en que su vivir discurra por el Camino del Tao./…/ Sólo cuando el ser humano está unido al Tao y sigue la inspiración de de él le viene, actúa bien, sin exceso ni error, y sólo entonces puede desempeñar de manera legítima su misión, regía en el Universo. Medrano, Antonio, Tao Te King de Lao Tse. El Taoísmo y la inmortalidad. Versión y estudio de Antonio Medrano, Madrid, Editorial América Ibérica, 1994. Pág. 157 40 Ver Spinoza, Baruch, Ética, demostrada según el orden geométrico, Madrid, Editora Nacional, 1984. Parte primera, De Dios. 41 Conciliar racionalmente opuesto tales como libertad y determinación, eternidad y tiempo, infinitud y finitud, esencia y existencia, plenitud y desarrollo, etc., todos ellos implicados de algún modo en lo que acabamos de decir, es absolutamente imposible; por ello el místico se abre a un saber que habilita la conciliación de los opuestos en tanto la experimenta y produce. He aquí el don, nuevamente, de la misteriosa sabiduría. 42 Zhuang Zi. Maestro Zhuang, Óp. Cit. Pág. 129 La realización conlleva una plenitud acabada tanto en exaltación como en amplitud43, es decir, en lo eterno tanto como en lo temporal; por ello, el sabio es quien ha sabido unirse con el canto de los pájaros y en esa unión alcanzar la unión con el Cielo y la Tierra, con la Virtud de Origen; el sabio ha sabido unirse con las criaturas y el Creador. En total desvanecimiento de sus facultades sensibles y racionales a alcanzado la simplicidad de ser uno y totalmente sí mismo, y la secreta oscuridad que conlleva tal inmersión íntima en lo profundo de sí. Nombrase a esto Virtud Profunda, y se identifica con la gran armonía. Llámese a esto Poder Profundo, uno con la gran armonía que crea y sostiene el universo. El sabio ha dejado para siempre abierta la Puerta de todas las Maravillas, y atraviesa con espontánea naturalidad su umbral. El sabio ha fecundado con su sagrado esperma el vientre de la hembra misteriosa (Tao), 44 quien ha dado a luz un nuevo ser, una nueva inocencia, el espíritu y la vida del hombre verdadero. El sabio es uno con el Gran Poder que en primer lugar a hecho de él mismo un ser nuevo y poderoso, plenificando todas sus posibilidades evolutivas a través de su propia libertad creadora; es decir que, el Gran Poder, ha hecho en primer lugar sabio al hombre unido al Tao; y al mismo tiempo que esta realización se ha ido efectuando, el Gran Poder ha hecho de la vida y el universo personal del hombre verdadero una plenitud consecuente con las maravillas de su alma. La unidad virtuosa, poderosa, es sin más el gran logro de una vida realizada. Vinculado al Uno, es decir al Te, a la Virtud o Poder del Tao, el hombre se halla en unidad con la más alta esencia de sí mismo, pues en el Uno se hallan las infinitas esencias de todos los seres manifestados en el universo. Estas esencias poseen una misteriosa y significativa naturaleza, pues en tanto esencias eternas en el eterno seno de la hembra misteriosa, son absolutamente perfectas; por ello, hablar de evolución o realización, aquí es improcedente. 43 O de otro modo, tanto en la verticalidad como en la horizontalidad de las dimensiones de las que el hombre es el centro. Ver Guénon, René, El simbolismo de la cruz, Óp. Cit. Págs. 28 y 29 44 El umbral de la “hembra misteriosa” es la raíz del Cielo y de la Tierra. Continuamente, así es como parece existir y su eficiencia nunca se agota. Lao Tsé, Los libros del Tao… Trad. Preciado Idoeta, Óp. Cit. Cap. VI, Pág. 388 Pero estas esencias son al mismo tiempo seminales, es decir, posibilidades a realizarse en el ámbito de la manifestación espacio-temporal del universo, y, en tanto tal, son la fuente deldesarrollo y la plenificación de cada uno de los diez mil seres. Dichas esencias son energías inteligentes y amorosas, infinitos espíritus divinos, en relación absolutamente única con los seres manifestados de los cuales son origen, sustento y guía. Por ello es correcto afirmar que cada uno de los seres que se encuentran en este limitado plano físico-espiritual, está eternamente presente y pleno en el Uno, y que su relación con el Tao se produce a través de la vinculación con esa esencia real en cuanto versión plena de sí, y al mismo tiempo con esa esencia posibilitante en tanto motor de toda realización en el plano de la manifestación en el universo45. En razón de lo dicho es que los seres se ven atraídos por la perfección y poder del Tao, o de otro modo, por el poder de Sí mismos. A este rostro humano (para el hombre) o tan personal de la divinidad se le asigna el nombre de Te, (Virtud, Poder), nombre que sin más figura como título mismo del texto fundamental del maestro Lao: Tao Te King, o el libro(King) del Tao y su poder o virtud(Te). El poder de lo divino se vincula a los infinitos seres manifestados a través de una esencia particular y única, que los sostiene y guía durante dicha manifestación. De modo que una ontología de la infinita pluralidad se halla inscripta en la misma Unidad, y nos autorizaría a pensar que en el Uno se albergan los dioses que se manifiestan en el tiempo, y que dichas divinidades son una particular y única esencia de cada uno de los seres manifestados; lo que nos lleva a concebir al Tao como el alma misma de ese pájaro que ha cruzado el cielo, de esa libre que corre por el bosque, de ese pino que se mueve con el viento, de esa piedra que se desprende de la montaña, y por supuesto, como el alma del hombre que mira y atiende a todo lo que hemos descripto, tanto como el del que escribe o lee estas palabras. Por ello nos recuerda el historiador e intérprete del taoísmo, Toshihiko Izutsu, que cometeríamos un grave error si imagináramos que la Vía 45 Es inevitable ver en estas consideraciones rastros evidentes de la influencia del chamanismo en tanto su horizonte de creencias y prácticas supone la vinculación del chamán con su espíritu guía personal o los espíritus guías de los antepasados y aun los de animales, plantas y minerales… Para el chamanismo y el taoísmo el universo todo está vivo y habitado por esencias espirituales. Así lo reconoce Antonio Medrano: Para la visión taoísta, la naturaleza es una teofanía, un prodigio incesante en el que se revela el mundo de lo sobrenatural y divino. Plantas y animales, rocas y ríos, bosques y montañas, nubes y truenos son como el aliento del Tao cuajado en formas sensibles. Pocas religiones, afirma Rudolf Otto, están tan imbuidas del sentido numinoso del cosmos, es decir de la presencia de lo sobrenatural en lo natural. Medrano, Antonio, Tao Te King de Lao Tse. El Taoísmo y la inmortalidad. Óp. Cit. Págs. 167 concebida por los sabios taoístas era un Absoluto puramente metafísico. Para ellos también, la Vía era tanto lo Absoluto en sentido metafísico como un Dios ‘personal’. /…/ Si analizáramos este concepto personal de lo Absoluto deberíamos decir que corresponde a la fase del Ser, en que la actividad creadora se manifiesta plenamente/…/46 Jamás debemos perder de vista esta preciosa hibridación fecunda entre misticismo y chamanismo que subyace en el taoísmo, y aun, admitiéndola, tampoco subordinar una a otra tradición fundante. Esto mismo reconoce el mentado historiado cuando afirma: la imagen personal de lo Absoluto, en la China antigua tiene una larga historia previa al surgimiento de la rama filosófica del taoísmo/…/ Era una tradición viva y pujante que ejerció una enorme influencia en la formación histórica de la cultura y la mentalidad chinas.47 Menguado homenaje le haríamos si tratáramos de forzar conceptos y coherencias metafísicas o filosóficas, allí donde por el contrario estallan la riqueza simbólica y metafórica de la expresión. Repitiendo en un contexto taoísta las palabras de Pablo en Atenas, diríamos también: en Dios vivimos, nos movemos y somos… somos descendientes de Dios48. El Poder Divino, su sagrada energía, es inherente a todo cuanto existe: como energía inteligente y amorosa, esencia particular de cada ser (en Dios somos); como energía providente, el mundo particular de cada ser (en Dios vivimos y nos movemos); somos descendientes de Dios, manifestación divina, somos este Tao y todo el Tao, creando y expandiendo cada uno su propio mundo; y así co-creando el mundo de todos. El objetivo es claro, el camino es uno: vincularnos al Poder del Tao a través de la experiencia cotidiana, es decir, en todo tiempo y lugar, atendiendo a su Presencia en la profundidad del momento presente; del mismo modo que a través de las prácticas meditativas, en ese espacio privilegiado de entrega y expansión en la profundidad del 46 Izutsu, Óp. Cit. Págs. 137-138 47 Ídem, Pág. 137. Al mismo tiempo que reconocer al citado historiador por estos aportes, debemos advertir que él mismo hace un intento la más de las veces frustrante y confuso por mostrar que los filósofos taoístas si bien abrevaron en el chamanismo, han intentado purificarlo metafísica y místicamente. Pensamos con argumentos que no son procedentes en este estudio, que el intento de someter a la coherencia lógica y expositiva de las creencias de una tradición viva, por parte de una valoración impropia que coloca a un nivel superior la lógica y la abstracción consecuentes con una actitud metafísica, no hace sino empobrecer y desfigurar a dicha tradición. En fin, para sintetizar, no debemos violentar tan burdamente la riqueza simbólica y metafórica de las experiencias religiosas y aún filosóficas han dado vida y entusiasmo a los seres humanos de todas las épocas. 48 Hechos 17.28 momento resguardado e íntimo. Nuevamente en compañía de Gabriel Marcel nos parece interesante abordar la noción de profundidad, tantas veces sobreentendida y muy pocas explicitada. El autor nos dice: Una idea, (o una experiencia), nos parece profunda cuando desemboca en un más allá apenas vislumbrado; … así la experiencia de lo profundo estaría ligada a una promesa que apenas puede columbrarse. Pero debo agregar que es notable que esta lejanía entrevista no se experimente como si estuviera en otro lugar; el aquí y allá se trascienden por completo. Esa lejanía se nos ofrece como algo interior/…/ La imagen que suscita esta descripción es la de mirar la superficie del agua para medir su profundidad y no poder ver el fondo sino tal como afirma Marcel un más allá apenas vislumbrado, una oscuridad sugestiva. Concluye el autor: Diremos, aunque pueda parecer oscuro, que el pasado y el porvenir se encuentran en el seno de la profundidad, se integran en una zona de presente, un Aquí absoluto por oposición al aquí contingente. Y esta zona donde el antes y el ahora, lo próximo y lo lejano, tienden a confundirse, no es otra cosa que la eternidad. 49 Vivir en la patencia del vínculo con el poder divino nos instala en un aquí y ahora en el que se vislumbra y experimenta el lejano fondo infinito de la eternidad; no apunta a otra cosa la noción de Tao, en tanto camino y meta a la vez; experiencia íntima del fondo último y pleno, al tiempo que experiencia de su atractiva lejanía. Aquí y allá, esto y lo otro, ahora y siempre, en una conciliación de opuestos en tanto complementarios, o aún más, en tanto unidad que los trasciende y plenifica. Así, el viaje estará siempre orientado y experimentado como conexión con el Uno o el No-Ser, en una dinámica que enriquece la vida de los seres humanos hacia su realización. Hacia y en el Tao debemos vivir para encontrarnos a nosotros mismos, por ello muchas tradiciones denominanal Uno como el Sí-mismo50; para encontrarnos en nuestra prístina esencia, para despertar de nuestra pesadilla de abandono y lejanía, de separación y carencia, y conectarnos con nuestro ser del que nunca estuvimos faltos de vínculo, de guía y asistencia, de sustento y apoyo. Allí somos parte del Tao y todo el Tao en plenitud, tanto como aquí en 49 Marcel, G. Óp. Cit. Págs. 157-158 50 El “Sí mismo” es el principio trascendente y permanente del cual el ser manifestado, el ser humano, por ejemplo, sólo es una modificación transitoria y contingente, modificación que, por otro lado, no podría de ninguna manera afectar al principio (al Sí mismo). Guénon, René, El simbolismo de la cruz, Óp. Cit. Págs. 16- 17. nuestro mundo tridimensional somos también parte y todo el Tao, en su condición de manifestado, es decir que en nuestras vidas y en nosotros mismos somos absolutamente únicos, particulares, y a la vez absolutos, totales. He aquí el profundo misterio de la participación, según el cual, al modo chamánico y místico, la parte es distinta e igual al Todo. Por ello cada ser es parte del tao y en cada ser está todo el tao. Esto nos habilita para decir que somos una chispa divina, somos como dioses, y a su vez somos Dios, sin que ello roce siquiera la impertinencia, la blasfemia, o el desafío, sino sencillamente la filiación sagrada y reverencial.51 El Uno ha sido nuestro origen y nuestra actual condición es la de ser su particular manifestación única en el plano limitado del mundo. Aquí estamos, entonces, para crear nuestro destino, a través de nuestros conocimientos, decisiones y acciones. Un destino de sabiduría y por tanto un camino de poder, de evolución y creatividad; o, por el contrario, de fijación y reiteración de estados de conciencia y vida, amarrados a la carencia, al aislamiento, al miedo y a todas las ideas y sentimientos limitantes de nuestro poder y evolución. Un camino de poder creativo o un camino de impotencia destructiva. Henos aquí y ahora en estas coordenadas espacio-temporales para desarrollar creativamente nuestras vidas de modo tal que podamos sentir que nos estamos enriqueciendo con orden, equilibrio y armonía a nosotros mismos y al mundo en el que vivimos. Jamás estamos solos, no lo estaremos ni lo hemos estado, pero de ello debemos tener conciencia y vincularnos a ese nosotros-mismos infinito que nos ilumina y mantiene amorosamente. Por todos los medios nos convoca el Tao a que tomemos conciencia y hagamos efectivo nuestro vínculo para poder desarrollar el destino creador que late oculto en nuestro corazón. Sólo nuestras propias decisiones, nuestras propias creencias, nuestros propios sentimientos, nos impiden desarrollarnos tal como nuestra poderosa esencia nos posibilita hacerlo, de modo que somos quienes bloqueamos el flujo inteligente que nos haría más plenos, más completos, más felices. Pero desde ya, nos parece importante apuntar aquí que, tales bloqueos y obturaciones si bien son el resultado de nuestras opciones, se han originado y se originan en nuestro condicionamiento histórico cultural; siendo las instituciones de 51 El espíritu, libre de sus lazos, vuelve al Espíritu, no como una gota de rocío destinada a formar una partícula insignificante dentro de un vasto océano, sino como lo ilimitado que vuelve a lo ilimitado. ¡La conciencia liberada se expande para contener- para ser- el universo entero! Blofeld, J. Taoísmo. Óp. Cit. Pág. 32 socialización los medios por los cuales los hemos adquiridos. Así, la familia, el barrio, la escuela, la universidad, los medios masivos de comunicación, las instituciones políticas, sociales y económicas, tanto como la religión, el arte, las ideas dominantes, etc., son la cuna y los andariveles que nos sostienen generalmente dentro de un ámbito de inmadurez e invalidez espiritual; y al mismo tiempo el ámbito desde donde nos impele el mensaje de la libertad a realizar nuestro potencial evolutivo. Y no estamos solos, y no hemos sido arriesgados a la finitud para sucumbir bajo sus cadenas y prisiones, para someternos con ánimo fatalista a sus ineludibles condiciones, tales como el sufrimiento, la enfermedad, la decrepitud y la muerte; tales como las guerras, las plagas, las traiciones, las catástrofes naturales, y los innumerables daños psicológicos y espirituales causados por nuestras incapacidades y la de aquellos con quienes nos vinculamos tan extrañamente como para herirnos de múltiples formas. No estamos en absoluto solos sino vinculados con Dios, de un modo tal que ningún otro vínculo es tan íntimo y personal, tan propio e inalienable, ya que estamos unidos libremente a Nosotros-mismos, a ese rostro único de la Divinidad que no sufre daño alguno en su plenitud esencial y nos participa de tal protección aún en aquellas circunstancias en las que parece todo perdido. Nuevamente, no es una extrapolación cultural inaceptable recordar las palabras del soldado a Jesús crucificado: ¡Si eres Hijo de Dios, sálvate a ti mismo y bájate de la cruz!52 Desafío y burla inaceptable, mas, aun así, una impecable predicción, ya que eso mismo realizaría el Cristo en su resurrección, una victoria sobre la muerte. La tortura y la muerte, experiencias turbadoras del más absoluto abandono, tal como el mismo Jesús lo expresara gritando para ser escuchado por Dios: Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado? 53, que sin embargo se disipan por la gloria y el poder divino de la unidad de Dios y el Alma. Quien se salva, quien evoluciona, quien crece y se desarrolla, finalmente lo hace desde Sí mismo, desde su más propia esencia; de modo tal que no hay aquí sino la manifestación de una entidad que se despliega desde sí, por sí y para sí. Todo ser no es sino un Fénix que resurge de sus propias cenizas para alzar su vuelo infinito. Ningún daño es definitivo ni esencial, ningún destino es imposible de cambiar; nuestra 52 Mateo 27: 40 53 Mateo 27: 46 esencia plena siempre ha permanecido en el seno de la eternidad y por ella vivimos y a ella retornamos. La eternidad que somos no suspende su estado para manifestarse en el tiempo y el espacio, no hace un corte, una solución de continuidad de su plenitud, y a ese poder (Te), debemos conectarnos para mantenernos en un estado de energía fluida y siempre nueva, para sostenernos y alimentarnos en la red que todo lo conecta y nos permite así superar el aislamiento, la distancia, la dualidad; en suma, superar el contraste de las infinitas oposiciones, del que la razón y los sentidos dan cuenta en tanto somos seres individuales transitando un tiempo y un espacio limitados. El hombre sagrado hace de tales condicionamientos la materia misma de su libertad, creando y recreando su mundo, expandiendo en equilibrio y armonía el universo y colaborando así con la naturaleza misma. Se nos dice en el Wen-Tsu: Por ello, si posees un control interno estable, al tiempo que eres capaz de contraerte y expandirte externamente, fluyendo con las cosas, puedes evitar el fracaso en todo lo que emprendas.54 De este modo los obstáculos y problemas no serán nunca un punto final a nuestras aspiraciones de felicidad y realización, sino un aprendizaje de verdadera transmutación que conlleva la superación de los mismos. Fluir con las cosas es ser capaz de contraernos y expandirnos, de caer para levantarnos, de perder para ganar, de fracasar para triunfar, según una dinámica impresa desde el origen mismo de cuanto existe y cuyo destino final es la plenitud de los seres. El hombre sagrado es mago y taumaturgo, constructor y artista, diseñador y realizador; su estancia en este mundo contribuye a mejorarlo y ampliarlo, del mismo modo que ha creado la grandeza y plenitud
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