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LA RELACIÓN ENTRE LOS MASS MEDIA Y LA CONFIGURACIÓN DEL SUJETO 
POLÍTICO EN COLOMBIA 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
DIANA CAROLINA GARCÍA GÓMEZ 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA 
FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y RELACIONES INTERNACIONALES 
CARRERA DE CIENCIA POLÍTICA 
BOGOTÁ D.C. 
2009 
 
 
 
 
 
 
CONTENIDO 
 
Pág. 
 
INTRODUCCIÓN 9 
 
CAPÍTULO I 12 
1.1 LOS COLOMBIANOS, LOS MEDIOS Y LA DEMOCRACIA 13 
 EL CONSUMO DE MEDIOS MASIVOS EN COLOMBIA: 
 UNA MIRADA GENERAL 
1.2 COMUNICACIÓN Y PARTICIPACIÓN POLÍTICA 15 
 COLOMBIA 2006 Y 2008 
1.3 NUESTRA IDENTIDAD: ESTUDIO COLOMBIANO DE 17 
 VALORES 
 
CAPÍTULO II 25 
NUEVOS SIGNIFICADOS DE LO POLÍTICO Y LO PÚBLICO 
EN EL CONTEXTO DE LA SOCIEDAD TRANSPARENTE 
 
CAPÍTULO III 38 
LECTURA DE UN CARTÓGRAFO 
 
CONCLUSIONES 46 
 
BIBLIOGRAFÍA 50 
 
ANEXOS 51 
 
INTRODUCCIÓN 
 
 
En el contexto de la globalización, los Estados en general y Colombia, en particular, se 
caracterizan por reunir en su seno una diversidad de identidades determinadas por 
rasgos económicos, sociales, culturales, entre otros. Dicha variedad permite que no se 
pueda hablar de “el colombiano” puesto que ello significaría referirse a una masa o 
pueblo homogéneo. Por el contrario, encontramos que los valores, los modos de vida y 
las creencias varían según la región, el estrato socioeconómico o la edad. Por lo tanto, 
explicarse por qué los colombianos son como son y qué les permite configurarse e 
identificarse de diversas maneras, es una pregunta central para las ciencias sociales y 
humanas. 
 
Las distintas identidades que se ven amenazadas por la globalización se han visto 
obligadas a crear modos de resistencia que salvaguarden su existencia diferenciada. 
Dentro de estos modos encontramos ejercicios de teorización, que en el contexto 
posmoderno se desarrollan en el campo del multiculturalismo. En esta perspectiva los 
medios masivos de comunicación cumplen una labor fundamental a la hora de 
socializar categorías e ideas multiculturalistas. Algunas corrientes contemporáneas 
dentro de las ciencias sociales consideran que la tecnología informativa es una suerte 
de titiritero de la sociedad, en donde esta última se configura como un recipiente pasivo 
y maleable. Por el contrario, otras corrientes, con las cuales yo me identifico en este 
trabajo, entienden que los medios de comunicación permiten no sólo la preservación de 
las distintas identidades que configuran el espectro social, sino que además permiten 
su divulgación y reconocimiento. 
 
Es así como se enlazan dentro del presente contexto la configuración y preservación 
de las identidades con las tecnologías informativas. A partir de la información 
consumida y emitida por los distintos grupos, estos se van a configurar, participar y 
pertenecer al conjunto social de manera distinta. 
 
 
Por tanto, a pesar del título que lleva este trabajo, el propósito no se centra en la 
construcción del sujeto estrictamente. Dicho tema ha sido tratado abundantemente por 
autores como Michel Foucault, Deleuze o Derrida, y aún así sigue siendo uno de los 
grandes problemas de nuestro tiempo. Cuando me refiero a la configuración de los 
sujetos políticos en Colombia, me sitúo concretamente en la pregunta acerca del modo 
en que a partir de la información recogida en los medios de comunicación y a los 
distintos contextos económicos, políticos, sociales y culturales, los colombianos crean 
identidades políticas diferenciadas. 
 
El problema del que me ocupo en la presente investigación es entonces el problema de 
si los mass media son una oportunidad real para la preservación y participación de las 
distintas identidades que conforman el conglomerado nacional. También se busca 
inquirir sobre la posibilidad de crear nuevas formas de participación y de proyectos 
democráticos en y desde los medios de comunicación, que enriquezcan la democracia 
representativa y participativa de nuestra nación. 
 
Para dicho fin el trabajo se divide en tres capítulos. El primero se titula “Los 
colombianos, los medios y la democracia”, y describe el consumo de medios de 
comunicación de los colombianos, el modo en que se relacionan con ellos, sus niveles 
de participación, entre otros rasgos de cultura política. Algunos de los estudios que tuve 
en cuenta para formular tal descripción fueron: Nuestra Identidad: Estudio Colombiano 
de Valores o Comunicación y participación política Colombia 2006. En el segundo 
capítulo, “Nuevos significados de lo político y lo público en el contexto de la sociedad 
transparente”, se hace una comparación entre las teorías del filósofo italiano Gianni 
Vattimo y politólogos como Lance Bennett, para comprender cómo se están creando 
nuevos significados sobre la esfera pública o la misma democracia, a partir del nuevo 
papel y el nuevo comportamiento que desempeñan los mass media en la sociedad 
contemporánea. El tercer capítulo se titula “Lectura De un Cartógrafo”, y en él se trata 
de manera especial la segunda parte del libro Oficio de Cartógrafo. Travesías 
latinoamericanas de la comunicación en la cultura, de Jesús Martín Barbero, 
considerando el aporte que hace el autor al problema de la relación entre las 
 
identidades culturales y los medios de comunicación. Finalmente, en las conclusiones 
propongo algunos problemas y alternativas para que los medios de comunicación 
puedan constituirse en apoyo al pluralismo cultural y el fortalecimiento de la 
democracia. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO I 
LOS COLOMBIANOS, LOS MEDIOS Y LA DEMOCRACIA 
 
 
Para comprender la manera en que se construyen las identidades políticas de los 
colombianos a través de los medios de comunicación, entendiendo las identidades en 
términos de la participación política, el interés por los asuntos políticos, la confianza en 
el sistema democrático y sus instituciones entre otros, es necesario entender tanto los 
índices de consumo de medios masivos de comunicación, como la cultura política 
particular de los colombianos. No se trata entonces exclusivamente de si los 
colombianos acuden a las urnas, o su militancia en organizaciones políticas. La 
identidad política encierra también el interés de los colombianos en la política 
expresados en conocimientos acerca de la política, la confianza en las instituciones que 
componen el gobierno, la participación en la llamada participación informal, y su 
apreciación por la democracia entre otros. 
 
Es por esto que el presente capítulo se centra en cuatro estudios, que serán descritos a 
continuación en tres partes. La primera sección recoge los resultados presentado por 
IBOPE en Marzo del 2008 y el Estudio General de Medios de los meses de julio y 
agosto del 2008. El segundo es el estudio realizado por la Universidad Externado de 
Colombia y University Of Wisconsin Madison titulado “Comunicación & Participación 
Política en Colombia 2006” y la edición del 2008. Estos estudios permitirán conocer de 
manera amplia y general, qué medios de comunicación masiva consumen los 
colombianos y de qué manera. Finalmente, el estudio “Nuestra Identidad: Estudio 
Colombiano de Valores” (de ahora en adelante ECV), realizado de manera conjunta por 
la empresa McCann Erickson Colombia y académicos colombianos, permitirá indagar a 
profundidad en la variable de cultura política. 
 
 
 
 
 
 
1. El consumo de medios masivos en Colombia: Una mirada general 
 
Los presentes estudios permitirán conocer qué medios de comunicación masiva 
consumen los colombianos y para qué. Los medios seleccionadosson: la televisión, los 
medios impresos, el Internet y la radio. 
 
Los colombianos, al igual que el resto del mundo, han realizado un tránsito hacia las 
nuevas tecnologías de la información, abandonando los medios tradicionales. Los 
principales medios afectados han sido los catalogados bajo el título de “medios 
impresos”, entre los que se encuentran los diarios y las revistas. En menor medida, la 
radio ha perdido protagonismo, aunque aún hace parte de la rutina diaria de los 
colombianos. El triunfador por el contrario es la televisión, medio que goza del mayor 
consumo, y el que viene en ascenso es el Internet. 
 
Este comportamiento frente a los medios de comunicación ya ha sido estudiado 
abundantemente por distinto tipo de teóricos desde largo tiempo atrás. Se trata de la 
inmediatez en la información que proporcionan los medios audiovisuales, frente a la 
noción moderna del tiempo y el espacio que aún caracterizan a los medios impresos. 
(Ver Anexo 1) 
 
Los medios impresos que consumen la mayoría de colombianos son los diarios, donde 
el primer lugar lo ocupa “El Tiempo”, seguido de “El Colombiano” y “El País”. Sin 
embargo, entre el diario más leído (El Tiempo) y el segundo (El Colombiano), se cuelan 
una revista de prensa y dos de entretenimiento. Dichas publicaciones son Semana, 
Revista Motor y TV y Novelas. Estas son las publicaciones que se encuentran en los 6 
primeros puestos de medios impresos.1
A pesar del declive que sufren los medios de comunicación impresos como se 
mencionó anteriormente, del 2006 al 2008 se dio un aumento en los índices de lectura 
 
 
 
1 Sin embargo, es importante aclarar que la medición presentada por IBOPE no arroja datos sobre “El 
Espacio”, el cual es el único diario nacional que se sostiene económicamente por sus ventas y no por los 
recursos adquiridos de pautas publicitarias. 
 
de periódicos por día. Mientras que en el 2006 los colombianos leían dos días a la 
semana, en el 2008 aumentó a 3. Además, mientras que en el 2006 un 36% respondió 
nunca leer el periódico, dicho porcentaje disminuyó a un 25% en el 2008. 
 
En cuanto a la radio, la cadena más escuchada es Caracol con 8’693,800 oyentes 
seguida por RCN con 6’624,000 de radioescuchas. Dentro de estas cadenas, las 
emisoras más oídas son Olímpica Estéreo (1’780,000), Tropicana Estéreo (1’662,000 
oyentes), Radio Uno (1’372,500 oyentes) y Caracol Básica (1’279,400 oyentes). 
Además, según el estudio de la Universidad Externado, para los colombianos la radio 
constituye la segunda fuente más importante de noticias (la primera es la televisión). 
 
Tal y como se mencionó en la introducción, otro medio de comunicación para tener en 
cuenta es el Internet. Dicho medio aumenta su penetración en la sociedad colombiana 
de manera acelerada, y cada vez más se consolida como parte esencial de la misma. 
De hecho, mientras que para el 2006 el 35% de la población urbana tenía acceso a 
Internet, en el 2008 alcanzó el 57%. Sin embargo, el lugar donde las personas acceden 
más a Internet es en lugares públicos como por ejemplo los café-Internet. Pero para el 
2008, se incrementó el acceso al medio desde los hogares de los colombianos, al igual 
que en el trabajo. (Anexo 2) 
 
El incremento en la penetración del Internet también ha significado una especialización 
en el uso del mismo. Si bien la mayoría de los usuarios lo emplean para los correos 
electrónicos (87%), un 67% sigue las noticias en línea, manifiesta su posición sobre las 
mismas (30%), consulta información gubernamental (37%) y crea redes sociales (49%). 
Sin embargo, aún la mayoría de los colombianos lo usan en pro del entretenimiento 
personal. 
 
Finalmente la televisión es el medio de comunicación más importante para los 
colombianos, ya que es el que la mayoría consume de manera más regular. Los 
colombianos ven en promedio 3 horas y 48 minutos por día. Es no sólo la principal 
fuente de entretenimiento, sino también de noticias. (Anexo 3) 
 
 
Según los colombianos, cuando se les preguntó qué canal preferían, las respuestas 
mostraron que los tres canales más vistos en el 2008 fueron Caracol (90%), RCN 
(89%) y en tercer lugar Discovery Chanel (35%). En cuanto a noticieros, el que 
presentó los mayores índices de audiencia fue Noticias RCN, con un rating del 13.24%, 
luego estuvo Caracol Noticias con un 12.96%, y en tercer lugar el Noticiero CM& con 
un 3.0%. 
 
2. Comunicación y Participación Política Colombia 2006 y 2008 
 
El estudio realizado por la Universidad Externado de Colombia y University of 
Wisconsin Madison, se llevó a cabo en 10 ciudades del territorio nacional (Barranquilla, 
Bogotá, Cali, Cartagena, Cúcuta, Manizales, Medellín, Pasto, Pereira y Villavicencio). 
La tasa de respuesta a las encuestas fue del 83%, el margen de error del 3% y la 
confiabilidad del 95%. 
 
Las preguntas están dirigidas a determinar la confianza en los medios de 
comunicación, su influencia, el protagonismo de los asuntos políticos en la 
comunicación interpersonal, el nivel de asociación, y las actitudes y conocimientos 
frente a la política. Las respuestas que brinda este estudio están mucho más próximas 
al propósito de la presente investigación, en el sentido de conocer la identidad política 
de los colombianos y su relación con los medios de comunicación. 
 
Con respecto a la confianza en los medios masivos de comunicación, los 
entrevistadores realizaron tres preguntas: ¿Qué tanto confía en los medios de 
comunicación en general?, ¿Qué tanto confía en la información que ve en las noticias? 
y ¿Qué tan veraz le parece la información que presentan los medios? Las respuestas 
dadas a las tres preguntas obtuvieron respuestas similares, ya que los entrevistados 
respondieron en promedio 2.9 en una escala de 0 a 5, siendo 0 ninguna y 5 siendo 
mucha. 
 
 
El 60% de los colombianos perciben los medios como pro-gobierno, el 29% los ve 
como neutrales, y el 11% como opositores al gobierno. Sin embargo, y en concordancia 
con el anterior punto, esto no pone en riesgo la confianza en los mismos. De hecho, el 
61% de los encuestados está de acuerdo con la siguiente afirmación: “La prensa 
debería concentrarse más en lo que dice el gobierno y menos en lo que dicen sus 
críticos”. De igual manera los encuestados creen que los medios de comunicación 
influyen principalmente en la Opinión Pública, en menor proporción en los políticos, y 
aún menos en sus propias opinionesi. 
 
En cuanto a la comunicación interpersonal sobre asuntos políticos, los entrevistados 
respondieron que con quien más conversan sobre este tipo de asuntos son familiares y 
amigos, luego compañeros de trabajo o estudio, y por último con los vecinos. Esto 
muestra que los colombianos prefieren tocar este tipo de temas con quienes 
probablemente tienen las mismas ideas, y no entrar en discusiones con quienes 
pueden pensar distinto. Sin embargo, entre los dos estudios realizados por la 
Universidad Externado, se muestra un crecimiento en los índices de conversación 
sobre asuntos políticos en pro de la discusión heterogénea de asuntos políticos. (Anexo 
4) 
 
Por otra parte, la comunicación interpersonal permite también presenciar el fenómeno 
de las “presiones contradictorias”ii, la cuales aunque han sido relacionadas con el 
campo del comportamiento electoral, permiten entender la autocensura. Este concepto 
se refiere a los conflictos e inconsistencias que se dan entre factores sociológicos y 
psicológicos, es decir, entre las creencias personales de alguien y las del grupo de 
referencia o de identificación más cercano. En el 2006, en Cartagena fue donde se 
hallaron los menores índices de autocensura, mientras que en Medellín y Villavicencio 
los mayores. En relación con el género, las mujeres se autocensuran más que los 
hombres. Por otra parte, los jóvenes, las personas con más educación yde más 
estrato se censuran menos. Para el 2008, la diferencia de autocensura entre hombres y 
mujeres descendió, ya que las mujeres se autocensuran menos. En relación con las 
otras variables demográficas, en el estudio del 2008 no se hace ninguna mención. 
 
 
En cuanto a los niveles de asociación, de no ser por las organizaciones de carácter 
religioso, los índices de Colombia en este respecto serían menores al 20%. Además del 
porcentaje de personas asociadas, la mayoría se consideran miembros no activos. En 
cuanto a las asociaciones de carácter cívico, en el 2008 el 58% de la población dijo no 
pertenecer a ninguna, índice que para el 2006 se encontraba en el 81%. Sin embargo, 
los estudios del Externado muestran importantes mejoras en los índices de asociación 
de los colombianos, dado que la única que presentó disminución en asociación a sus 
redes fueron las organizaciones de carácter religioso, las demás organizaciones 
aumentaron en el 2008 de manera importante el número de asociados. (Anexo 5) 
 
El problema que encierra la baja asociación de los colombianos es la pérdida de 
influencia en la producción de capital social, además de la poca interacción y rendición 
de cuentas de parte de los ciudadanos con el Estado. 
 
En términos demográficos, el estudio demuestra que la relación entre niveles de 
educación y asociación no es lineal. Sin embargo, las personas de bajo nivel educativo 
son más proclives a asociarse en organizaciones de carácter religioso. Esto reproduce 
la dependencia de relaciones jerárquicas e impide la creación de relaciones 
horizontales. 
 
De igual manera, para el 2006 la investigación halló una relación entre el consumo de 
ciertos medios de comunicación y los índices de asociación en organizaciones laicas. 
Las personas que acostumbran a consumir prensa escrita y que frecuentemente 
debaten temas políticos, se auto-identifican como miembros de organizaciones de 
carácter no religioso. En oposición, las personas que consumen mayores índices de 
televisión de entretenimiento, no presentaron niveles altos de asociación a 
organizaciones formales. 
 
En cuanto a la evaluación de qué actitudes y conocimientos políticos tienen los 
colombianos, el estudio empieza por evaluar la eficacia interna, entendida como el 
 
sentimiento de que se puede marcar una diferencia en el sistema político, y la externa, 
entendida como la receptividad del gobierno frente a las iniciativas ciudadanas. Se 
encontró que los colombianos presentan niveles importantes de eficacia interna, ya que 
la mayoría de entrevistados creen que pueden resolver los problemas de su 
comunidad. Sin embargo, lo mismo no ocurre con los niveles de eficacia externa. 
Además se encontró que los niveles de eficacia aumentan, en la medida en que más se 
converse y discutan asuntos de carácter político. 
 
Para saber acerca de los conocimientos políticos de los entrevistados, el estudio del 
2006 indagó sobre el reconocimiento de personalidades de la vida pública, la relación 
ente ideologías y partidos, y el entendimiento de la estructura del Estado. El factor 
demográfico que hace una diferencia es el educativo. 
 
Así, las preguntas con menor nivel de respuestas acertadas fueron las que indagaron 
sobre quién dirige el partido conservador (17%), nombrar un concejal (11%), y quién 
determina la constitucionalidad de las leyes (12%). Se hace posible entonces asegurar 
que los colombianos respondieron en su mayoría de manera errada. La relación más 
representativa que encontró el estudio fue entre conocimiento político y niveles de 
conversación sobre asuntos políticos, ya que entre más se hable de política, más se 
sabe de política, y esta relación es independiente del estrato social. Pero es justamente 
este nivel de conocimiento político, según los hallazgos realizados, un antecedente 
claro del nivel de participación de una población. Además, dichos conocimientos son 
esenciales para hablar de la existencia de un sistema democrático de mayorías. 
 
En cuanto al interés en temas políticos, los resultados revelan que los colombianos se 
interesan más en lo relacionado con la política nacional, luego en la local, y muy poco 
en la internacional. 
 
Por otra parte la confianza institucional resultó ser de 2.4 en una escala de 0 a 5. No es 
de sorprender que, teniendo en cuenta los hallazgos en materia de asociación, la 
institución en la que más se confíe sea la Iglesia (en el 2006 la confianza era del 3.6 y 
 
pasó en el 2008 a un 3.1). Detrás de ésta viene el gobierno nacional, las Fuerzas 
Armadas y los gobiernos locales. En oposición a lo anterior, las instituciones que 
presentan mayor crisis de confianza son el Congreso y en último lugar, los partidos 
políticos. En cuanto a las demás instituciones sociales, los colombianos manifiestan 
niveles importantes de confianza.2
 
2 Ejemplo de lo anterior son los buenos niveles de confianza de parte de los colombianos hacia 
instituciones como las organizaciones no-gubernamentales. 
 
 
Los autores además realizan un diagnóstico en cuanto a las condiciones de vida. 
Según los resultados, con excepción del tema de pobreza, la mayoría de los 
colombianos creen que la seguridad y la calidad de vida en los últimos años o se ha 
mantenido igual, o ha ido mejorando. La manera en que varían los resultados es si la 
pregunta se hace a nivel personal o a nivel nacional. Cuando se consideran las 
condiciones de vida a nivel nacional caen de manera vertiginosa que cuando se realiza 
la pregunta acerca de las condiciones de vida de la persona entrevistada. 
 
En esta misma línea, el problema más grave para los colombianos es la pobreza, y en 
una escala descendiente aparecen los problemas de corrupción, guerrilla, narcotráfico, 
inseguridad, calentamiento global y para-política. 
 
Otro tema tratado por el estudio es el relacionado con la ideología. El 52.4% de los 
colombianos encuestados se califican como de centro, el 31.4% de derecha, y el 17.2% 
de izquierda. Los medios de comunicación y la Opinión Pública son considerados de 
centro. A la presente pregunta hubo un alto nivel de respuestas en la opción No 
Sabe/No Responde, de un 20% 
 
En términos demográficos, los investigadores no encontraron relación entre el nivel 
socio-económico y la pertenencia a una ideología. Pero en cuanto al nivel educativo sí 
se encontró una tendencia, la cual consiste en que a mayor nivel educativo, la persona 
se considera de centro; a menor nivel educativo, el encuestado se ubica en el extremo 
derecho del espectro ideológico. 
 
 
En cuanto a los niveles de participación electoral o vía formal, no se presentó ninguna 
relación entre la identificación con determinada corriente ideológica y dicha 
participación. 
 
Otro hallazgo del estudio es que la mayoría de los encuestados tiende a atribuirle a la 
Opinión Pública la ideología propia. Este fenómeno es conocido como “efecto de 
proyección” y suele hacer más difícil los acuerdos políticos entre las partes, ya que los 
unos tienden a ver los otros como minoría, sin serlo. Este mismo fenómeno ocurre 
respecto de los medios de comunicación porque ordinariamente los sujetos consumen 
y recogen información que sea afín con la propia y se alejan de información que ponga 
en riesgo sus creencias. 
 
Sin embargo, existe un grupo reducido de personas que creen que los medios de 
comunicación tienen una ideología contraria a la propia. Esto genera problemas 
cognitivos que hacen creer que la información es hostil. Quienes perciben a los medios 
como adversarios son más participativos. 
 
La importancia de una investigación como la realizada por el grupo anterior, es que se 
esfuerza por demostrar la relación existente entre la información adquirida por los 
ciudadanos y sus conductas políticas. No sólo se relaciona la participación y la cultura 
política convariables demográficas, sino también con el comportamiento de los sujetos 
frente a los medios de comunicación. 
 
3. Nuestra Identidad: Estudio Colombiano de Valores3
 
El ECV se realizó como implementación del estudio Mundial de Valores. Dicha 
investigación se ha llevado a cabo en 66 países, que constituye el 80% de la población 
mundial. 
 
 
3 La hipótesis de la presente investigación es que en el contexto posmoderno, en donde el papel protagónico lo 
poseen los medios de comunicación masiva, se hace cada vez más difícil hablar de UNA identidad. 
 
 
En el 2001 el profesor Ronald Inglehart de la Universidad de Michigan solicitó al Centro 
de Estudios Culturales realizar el presente estudio en el marco de la tercera ola del 
estudio Mundial de Valores. Es así como se consolida un grupo de investigación para 
recolectar y analizar la información recogida. El estudio también fue apoyado por la 
reconocida empresa de publicidad McCann Erickson Colombia. 
 
El primer tomo del estudio, comienza con un recuento general de los resultados 
obtenidos en tan ardua investigación. La primera relación de variables que compete a 
la investigación es la concerniente a las relaciones sociales que más les importan a los 
colombianos. Los investigadores encontraron que para los colombianos los dos grupos 
sociales más importantes son la familia, en primer lugar, y el grupo religioso al que 
pertenecen, en segundo lugar. A continuación se encuentran las organizaciones de 
trabajo, y por último los amigos. Cabe aclarar que todos estos grupos obtuvieron 
calificaciones altas. 
 
La importancia de las relaciones que están a la base de la interacción social es que en 
el momento de entender la manera en que se crea el sujeto político, no sólo el 
consumo de medios de comunicación es importante. También es importante tener en 
cuenta cuáles son los grupos de referencia frente a los cuales se genera la 
identificación de los sujetos. (Anexo 6 y 7) 
 
Teniendo en cuenta que para los propósitos de este trabajo la identidad política está 
fuertemente vinculada con los rasgos de la cultura política, tales como la participación 
en cualquier nivel, entonces el aporte del ECV es muy valioso porque no evalúa la 
participación política en función de la participación formal exclusivamente, sino que 
además indagó por formas de expresión políticas atípicas. 
 
Los evaluadores entendieron la participación como dos tipos de prácticas. Por una 
parte está el modo de expresión formal: acudir a las urnas, participar en un referendo o 
en una consulta popular. Y por otro lado encontraron las formas de expresión 
 
informales, que son la participación en boicots, la toma de edificios o fábricas, acudir a 
manifestaciones por fuera de la ley o asistir a huelgas no oficiales. 
 
En lo relacionado con la participación formal, la expresión más popular es el voto, 
seguido por el referendo y finalmente por la consulta popular. Sin embargo, sólo el 32% 
de los colombianos consideran que la consulta o el referendo son métodos eficaces 
para solucionar problemas de índole política, y sólo el 33% estaría dispuesto a usarlo. 
 
En cuanto a los modos de participación no convencionales, los resultados muestran 
que los colombianos que pertenecen al grupo de edad entre los 18 y los 25 años son 
los que más han empleado dichas formas de expresión, y presentan mayores niveles 
de aceptación de las mismas. Sin embargo, los porcentajes de respuesta son muy 
bajos. (Anexo 8) 
 
Es claro entonces que los niveles de participación en Colombia no son lo 
suficientemente altos como para hablar de democracia mayoritaria, en el sentido 
estricto del término. Esto está relacionado con el interés que tienen los colombianos en 
política. Sólo el 13% de los encuestados afirmó que considera la política como algo 
muy importante. El resto de los encuestados se distribuyeron así: el 22% cree que la 
política es importante pero en menor grado, y más del 50% considera la política como 
poco o nada importante. 
 
La distribución geográfica de los resultados mostró que en las regiones de la Costa 
Atlántica (36%) y del Sur-occidente (40%) del país habitan la mayoría de interesados 
en política. Por el contrario, el 75% de los habitantes de la zona central cree que la 
política no es importante en sus vidas. Los colombianos, no obstante, hacen 
seguimiento a los asuntos políticos a través de los medios de comunicación. De hecho, 
ésta es la práctica más empleada por los ciudadanos en cuanto a interés en asuntos 
políticos; los resultados muestran que el 42% de los encuestados respondió hacerlo 
todos los días; 25% varias veces a la semana; y el 33% rara vez o nunca. 
 
 
Otra forma de entender los niveles de interés por la política es según el grado de 
asociación en partidos políticos. El grupo de personas que se encuentran asociadas a 
partidos políticos, en mayor medida se encuentran entre los 46 y los 55 años de edad. 
De igual manera, conforme aumenta el nivel de educación, aumenta el interés y la 
participación en asuntos políticos. (Anexo 9) 
 
Pese a que en la mayoría de Estados la asociación a colectividades políticas es señal 
del fortalecimiento de la participación política y de la democracia, en el caso 
colombiano esta relación presenta inconvenientes. Los colombianos aseguran que el 
sistema democrático es la mejor forma de gobierno, a pesar de sus problemas, pues el 
69.70% aseguró estar de acuerdo o muy de acuerdo con dicha afirmación. (Anexo 10) 
 
Instituciones centrales para el correcto ejercicio de la democracia no gozan, con todo, 
de la misma valoración. El ECV indagó por la confianza en el Congreso, el Gobierno, 
los partidos políticos, los sindicatos y las fuerzas militares. El anexo 9 muestra cómo las 
instituciones que presentan una mayor crisis son justamente las que deberían 
promover mayores niveles de participación: el Congreso y los partidos políticos, pues 
ellos son pilares para el funcionamiento de un verdadero sistema democrático. En 
cuanto a las fuerzas militares, las personas que confían y creen en el Ejército 
ascienden al 70%, mientras que en la Policía Nacional el resultado está por encima del 
50%. 
 
Además, cuando se preguntó a los colombianos por formas alternativas a la 
democracia, la mayoría optó por alejarse de los sustentos básicos sobre los que 
funciona la democracia. Es por esto que cuando se inquirió por tener un líder político 
fuerte a quién no se le tenga que molestar por el Congreso y las elecciones, un 57% vio 
esta opción como Muy Buena. (Anexo 11) 
 
Esta contradicción que se presenta entre los altos niveles de respaldo a la democracia 
como el mejor sistema de gobierno, frente a la falta de confianza en sus instituciones 
centrales, o el apoyo a “autoritarismos civilistas” es lo que Rafael Merchán Álvarez 
 
enuncia como una “hipocresía democrática”. Lo anterior, fomenta el presidencialismo 
que ha caracterizado la manera de gobernar en Colombia, junto con la subvaloración 
de las funciones del Congreso y los partidos. 
 
Aún así, los colombianos están orgullosos de pertenecer al conglomerado nacional, ya 
que cuando se les preguntó por el orgullo de ser colombianos el 88.06% dijo estar Muy 
Orgulloso. De igual manera, cuando se indagó por la pertenencia a un grupo étnico o a 
una zona geográfica determinada, el 66.12% y el 43.67%, respectivamente, respondió 
que se es colombiano por encima de todas las demás opciones. (Anexos 12 y 13) 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO II 
NUEVOS SIGNIFICADOS DE LO POLÍTICO Y LO PÚBLICO EN EL CONTEXTO DE 
LA SOCIEDAD TRANSPARENTE 
 
 
Los estudiosos de la política han identificado la esfera pública, con la arena propia del 
acontecer político. Esto se ve claramente en la distinción hecha por Aristóteles entre 
oikos y polis. En la Edad Media la religiónreglamentaba la vida privada y el poder 
político la pública, y los modernos perpetuaron tal distinción entre la esfera de la 
conciencia en la que creencias y convicciones individuales permanecían fuera del 
alcance del poder estatal el cual debía garantizar el respeto a su privacidad, mientras 
que actuaciones que impactaran las relaciones entre ciudadanos o entre un ciudadano 
y el Estado se regían por el derecho público y las normas sociales. En el siglo XIX los 
desarrollos de la industrialización dieron lugar a la aparición de los primeros prototipos 
de medios de comunicación y transporte en Europa. La imprenta, el telégrafo y el 
ferrocarril permitieron que por primera vez las distancias espacio-temporales sufrieran 
transformaciones, no sólo de orden físico, sino también de carácter teórico y 
psicológico en los sujetos, yuxtaponiendo de este modo la esfera pública y la privada. 
 
Fue justamente la revolución en las tecnologías de la información lo que generó la 
sociedad compleja en la que vivimos hoy. Algunas corrientes teóricas caracterizan la 
época actual como la sociedad de la información, otras hablan de la economía del 
conocimiento. Lo cierto es que los medios de comunicación pasaron a tomar un rol 
protagónico, no sólo presentando al mundo un variado espectro de formas de conocer 
las realidades presentes, sino constituyéndose en una oportunidad de emancipación 
para las diversas identidades que conforman nuestra red social (Vattimo, 1992). 
 
Tal y como lo enuncia el filósofo italiano Gianni Vattimo, en La Sociedad Transparente, 
la sociedad de hoy, la tan mencionada sociedad posmoderna, cobra sentido en tanto 
que se caracteriza por ser una sociedad de la comunicación generalizada, por ser una 
sociedad en la cual los mass media desempeñan un papel determinante. Dichos 
medios moldean la sociedad, no como una sociedad más transparente, más consciente 
 
de sí misma, más ”iluminada”, sino como una sociedad más compleja y caótica, en 
donde ese caos permite soñar con la emancipación (Vattimo, 1992). 
 
¿Qué caracterizaba a la sociedad moderna, es decir, a la sociedad anterior a los mass 
media? Siguiendo a G. Vattimo, la modernidad era la época en la que el ser moderno 
se volvió un valor, donde se veneraba lo nuevo y original, la historia encontraba su 
razón en el progreso y el relato de dicho progreso era un relato único. Es justamente el 
último rasgo mencionado el que permite reconocer el fin de la modernidad, puesto que 
hoy es imposible hablar de la historia como unidad. Sin esta unidad de la historia, se 
desdibuja a su vez el ideal de progreso y el ideal de ser humano. 
 
Dichas transformaciones fueron impulsadas por las luchas anticolonialistas y 
antiimperialistas, las cuales se encuentran ligadas al mismo tiempo al “advenimiento de 
la sociedad de la comunicación” (Vattimo, 1990, p.77). Esta nueva manera de concebir 
la realidad es la que conduce a Vattimo a proponerse el problema sobre la sociedad 
transparente. 
 
Vattimo asegura que a pesar de los esfuerzos realizados por los detentores del capital, 
quienes intentan monopolizar la información, los medios masivos de comunicación 
como la radio, la televisión o el Internetiii, han permitido una explosión y multiplicación 
generalizada de visiones del mundo (Cf. Vattimo, 1990, p.79). La toma de la palabra a 
través de los medios de comunicación por parte de las distintas culturas es lo que 
muestra de manera innegable el tránsito que la sociedad actual realizó hacia la 
sociedad posmoderna: “la intensificación de las posibilidades de información sobre la 
realidad en sus más diversos aspectos vuelve cada vez menos concebible la idea 
misma de una realidad” (Vattimo, 1990, p.81). Los medios de comunicación no sólo se 
remiten entonces a informar sucesos o a transmitir imágenes, sino que también 
permiten el encuentro de distintas culturas, identidades, realidades y formas de vida. La 
sociedad de la comunicación posibilita la visibilización de la pluralidad de culturas. 
 
 
Las característica mencionadas por el filósofo italiano, sin embargo, no son las únicas 
que explican la sociedad posmoderna. Es relevante también, no sólo para comprender 
la complejidad de la sociedad actual, sino para la presente investigación, comprender 
que el papel protagónico de los media se mide también en su capacidad para 
desfigurar (y casi desaparecer) la frontera entre lo privado y lo público. Si las nuevas 
tecnologías de la información desvirtúan los límites espacio-temporales, permiten que 
prácticas propias de la vida privada de los ciudadanos estén al alcance de cualquiera y 
que las actividades realizadas tradicionalmente en la esfera pública pierdan sus 
espacios de acción. ¿Dónde se ha de realizar entonces hoy la política? ¿En los medios 
de comunicación? ¿Dónde se han de realizar los debates públicos acerca de los 
acontecimientos que afectan a la totalidad de la sociedad? 
 
A dichos cuestionamientos se les puede dar respuesta principalmente desde dos 
posiciones teóricas. Una, que arguye que los medios masivos de comunicación atentan 
contra las prácticas democráticas, debilitan la esfera pública y la libertad de los 
ciudadanos. Otra, que ve en los medios de comunicación una posibilidad para la 
emancipación, para la visibilización de quienes no han protagonizado el acontecer 
político tradicionalmente. 
 
Dichas posibilidades no han sido tratadas de manera exclusiva por la filosofía o por la 
ciencia de la comunicación. Científicos políticos han examinado la influencia de los 
mass media en su objeto de análisis desde las dos perspectivas anteriormente 
señaladas. 
 
Sin embargo, y en consecuencia con la posición adoptada dentro del presente trabajo 
de grado, la línea a seguir es la que considera a las nuevas tecnologías de la 
información como una vía factible para el fortalecimiento de los procesos democráticos 
y la posibilidad de construir sujetos políticos participativos, de respeto de las diversas 
formas de ver el mundo, y así, de respeto y solidaridad entre las diferentes identidades 
que conviven en un mismo espacio socio-político. 
 
 
De acuerdo con Manheim y Bennett en “The Big Spin: strategic communication and the 
transformation of pluralist democracy”, uno de los autores que optan por dicha posición 
dentro de la ciencia política es Robert Dahl. El politólogo norteamericano construye su 
teoría sobre la democracia en un desplazamiento hacia la poliarquía, considerada 
como la mejor forma de gobierno. Esto ocurre por cuanto él cree que la democracia es 
una utopía para las sociedades contemporáneas y, en tal sentido, resulta inalcanzable. 
La poliarquía oscila entre la elección libre de los gobernantes y representantes, hasta 
su modo mas elevado, que consiste en el gobierno igualitario de todos los que 
componen el cuerpo social. La realización de tal gobierno igualitario implica la inclusión 
de todos los problemas sociales en la agenda de gobierno y en la toma de decisiones. 
 
Dahl ve que la calidad y el carácter comunicativo de la información política son 
centrales para la evolución de la democracia (Cf. Manheim, 2001). Sin embargo, el 
autor menciona los problemas que ha de superar la democracia si desea alcanzar su 
máximo estadio, la poliarquía. Los obstáculos proceden de los esfuerzos monopolistas 
de las élites en relación con las políticas públicas y la toma de decisiones, y en relación 
con el control que estas ejercen sobre los flujos de información (Manheim, 2001). Es 
justamente ese monopolio informacional lo que permite a los grupos privilegiados 
mantener el poder sobre las clases excluidas. 
 
Dahl nota que para que las poliarquías dejen de ser controladas por las élites, la clave 
está en maximizar el flujo de información en el proceso de creación de políticas. Es por 
esto que el politólogo norteamericano propone la creación de canales de comunicación 
independientes,que se encarguen de la transmisión de conocimiento confiable a los 
ciudadanos, y faciliten la deliberación inclusiva en lo relacionado con las decisiones 
políticas. 
 
No obstante, en el caso seleccionado por Manheim y Bennett, Estados Unidos, las 
nuevas tecnologías de la información alejan a la sociedad estadounidense cada vez 
más del ideal democrático. De hecho, las distintas organizaciones políticas (sin 
importar su posición ideológica), han aprendido a emplear las tecnologías informáticas 
 
para llegar a las audiencias que probablemente se unirán a sus causas y así reproducir 
información cuyo propósito no es la creación de ciudadanos más informados, 
deliberativos o comprometidos, sino con el objetivo de expandir su influencia. Otra 
función de la comunicación es la de movilizar o desmovilizar a sectores de la población 
en pro del cumplimiento de objetivos específicos que han de beneficiar a las 
organizaciones, pero enmascarando la identidad y verdadero interés de quien emite el 
mensaje. La configuración de diversas audiencias es requerida para desarrollar tales 
objetivos de las organizaciones; sin embargo, esto supone la segmentación de la 
sociedad. 
 
Los autores concluyen a partir de sus observaciones, que los participantes están cada 
vez más desmotivados a participar activamente de los procesos de comunicación, por 
lo cual, prefieren subordinar sus identidades y motivaciones a las prácticas de la 
comunicación política, mientras se ocultan los propósitos estratégicos de quienes 
emiten el mensaje. Además, la transformación de la sociedad en audiencias objetivo 
por parte de las organizaciones políticas poseedoras del capital, va en detrimento y 
contravía del ideal democrático de entender el conjunto social como cuerpos 
deliberativos inclusivos. Retomando al profesor de comunicación Doug Underwood, los 
autores señalan que esto es posible gracias a que los intereses que guían a los medios 
de comunicación en su tarea de informar son los principios que rigen al mercado y al 
capital, representado por los dueños de los canales de información, y no los valores 
democráticos. 
 
Bennett y Manheim señalan las tres condiciones por las cuales no se puede reconocer 
a la sociedad actual como pluralista: 1. La crisis de la identidad de grupo: el desarraigo 
colectivo por parte de los sujetos generado por la segmentación de la sociedad y la 
configuración del cuerpo social en públicos, impide el doble rol tradicional que cumplían 
los colectivos tanto de brindar a las personas las condiciones de autonomía necesarias 
para emitir juicios a priori sobre la información política recibida, como para interpretar 
desde su subjetividad dicha información; 2. El surgimiento de las nuevas tecnologías 
de la información que fomentan la segmentación de la sociedad en audiencias; 3. La 
 
manera en que los gobiernos emplean los medios para fortalecer su imagen e 
incrementar el apoyo a sus programas de gobierno. Los tres rasgos son propios de la 
sociedad neo-pluralista, la cual hace que los intereses surjan por fuera de contextos 
estables de grupo y fomenta la construcción de públicos estratégicos. 
 
Los autores prosiguen a aclarar que ellos no creen que los ciudadanos estén siendo 
constantemente engañados por los medios de comunicación en la arena política. Creen 
que el verdadero problema es que la mayoría de la población no es siquiera 
considerada como audiencia digna de la información, y aquella a la que sí se le 
informa, recoge información que algunas veces es confusa, otras veces es difícil de 
validar, o en otras oportunidades la información guiada por el cinismo de las 
organizaciones políticas, esconde tras el mensaje la información verdadera. (Manheim, 
2001) 
 
Es claro entonces que el planteamiento de los autores da un giro frente la posición aquí 
adoptada, porque creo pertinente rescatar no sólo el valor emancipador otorgado por 
Dahl a los medios de comunicación en la democracia contemporánea, sino también el 
valor de la segmentación de las audiencias. Dicha práctica de segmentación permite 
reforzar identidades de grupo, que solían pasarse por alto en las comunicaciones 
políticas. Es decir, es claro que mientras los medios de comunicación permitan un flujo 
de información amplio y no alineado con clases o posturas ideológicas determinadas, 
los ciudadanos tendrán oportunidades para dentro de sus particularidades, hacerse 
valer. 
 
Otro autor a tener en cuenta para esta investigación es W. Russell Neuman en “The 
impact of the new media” en Mediated Politics, quien busca comprender el rol que los 
nuevos medios de comunicación y especialmente el Internet, cumplen en la sociedad 
actual. Es pertinente aclarar que el Internet ha obligado a los demás medios a 
evolucionar y cambiar debido a las transformaciones espacio-temporales que ya han 
sido mencionadas en el presente trabajo. Russell Neuman parte del concepto de 
sociedad de masas que se caracteriza por la homogeneización de la población y el 
 
consecuente debilitamiento de las relaciones interpersonales y de la vida en 
comunidad. Esto genera la pérdida de sentido comunitario y de pertenencia política, 
configurando tal problema en tema de estudio central para las ciencias sociales hoy. 
(Neuman, 2001) 
 
El autor nota que los ciudadanos de la sociedad de masas se encuentran aislados y 
desprovistos de raíces, y en búsqueda de un sentido de pertenecía. Las nuevas 
tecnologías de la información, se convierten entonces en constructoras de identidad. 
Esto lleva a que se entienda a los hombres mediáticos (mass men), no como personas 
convertidas en ignorantes o en sujetos sin capacidad de juicio, sino como personas con 
precarias relaciones sociales y aisladas. A lo anterior se le debe agregar el problema 
de la manera rápida en que las normas tradicionales de comportamiento están 
desapareciendo, pues para Neuman lo más probable es que los sujetos desprovistos 
de reglas y arrojados a situaciones de gran libertad, no sepan cómo conducirse 
socialmente. Por tanto, este tipo de ciudadano encontrará satisfacción en la cuasi-
autoridad y cuasi-comunidad de los mass media. El peligro de esta nueva identidad 
producida desde los medios de comunicación es que guiará a la inestabilidad política, 
gracias a que los mass men serán fácilmente movilizados por apelaciones de tipo 
demagógico y autoritario. (Neuman, 2001) 
 
Neuman realiza una conexión teórica entre la sociedad de masas y el paradigma de las 
nuevas tecnologías de la información. Dicha conexión se centra en los cuatro 
siguientes conceptos: 
a) Cohesión social (social cohesion): es la preocupación legítima y práctica acerca del 
manejo del proceso democrático en las sociedades industrializadas o en vías al 
desarrollo. 
b) Fragmentación (fragmentation): es el contrapunto de la cohesión y se refiere a la 
distribución horizontal de creencias y preferencias dentro de una sociedad. Esto 
permite la polarización y diferenciación de distintas comunidades étnicas, ideológicas 
o regionales. 
 
c) Estratificación (stratification): son las diferencias verticales entre las clases sociales 
para el acceso a la información política y a otros recursos de orden político. 
d) Polarización (polarization): se refiere tanto a la distribución de opiniones y creencias, 
como a la intensidad psicológica y a la voluntad para actuar en correspondencia con 
percepciones y actitudes sociales diferenciadas. El autor se centra en los conceptos 
de fragmentación y estratificación, pues son los que se pueden verificar 
empíricamente de manera más fácil. 
 
Por otra parte, Neuman considera que se puede afectar la opinión pública y el 
comportamiento político de la gente a través de las tecnologías de la información si se 
tienen en cuenta las siguientes cuestiones: 
1. La difusión de la tecnología: las ciencias sociales deben poner mayor atención a 
la correlaciónentre la inequidad social y la adopción de las nuevas tecnologías 
de la información. 
2. El efecto Hawthorne: muestra que las personas actúan de manera predecible 
cuando saben que están siendo observadas. 
3. El efecto Heisenberg: revela que si alguien descubre algo en relación con la red 
y lo hace público, esto modificará o al menos influenciará su estrategia y 
comportamiento. 
4. La evaluación de fenómenos complejos: el autor cree que es necesario que 
existan tres elementos en una evaluación adecuada del fenómeno comunicativo: 
el diálogo entre las disciplinas que estudian la comunicación; el soporte de dicho 
estudios en evidencias empíricas; y, si es posible, llegar a consensos científicos. 
5. Estudiar los efectos de los canales de comunicación: siguiendo a B. McGuire, el 
autor señala que determinada información, bajo determinadas circunstancias, 
será comunicada de manera más efectiva a través de un medio en particular. 
6. Buscar la realización del “Big Effect” de McGuire. 
7. La obsesión técnica: Neuman cree que un análisis serio de los impactos de la 
opinión pública del Internet requiere de un conocimiento técnico de la estructura 
de la red. 
 
 
Al conjugar las dos herramientas el autor ve que uno de los efectos que tiene el Internet 
es la polarización resultante de un incremento en la atención selectiva a nuevas fuentes 
de información, donde los sujetos consumen la información que les refuerza creencias 
propias. 
 
En este punto el autor se propone dos problemas que resultan centrales para mi 
investigación: “what if the Web meets its promise and lowers the transaction costs of 
keeping the citizenry informed about those issues in politics it cares about?” (Neuman, 
2001) Y “If the public were better informed, would politics be demonstrably different?” 
(Neuman, 2001) 
 
Neuman concluye gracias a investigaciones empíricas sobre la opinión pública y el 
comportamiento que el Internet le confiere al usuario mayor control sobre la información 
que este consume. En vez de ser un recipiente pasivo de noticias audiovisuales en 
determinada franja horaria, por determinado canal, quien está conectado puede buscar 
la cantidad de información que desee sobre el tema que quiera, cuando quiera. 
 
Frente a la pregunta inicial de si más información implica cambios comportamentales 
en el reino de lo político, basándose en 1996 National Election Study, Neuman 
concluye que se darán efectos nuevos en la fragmentación y estratificación de las 
opiniones, modestos en tamaño, pero complejos en cuanto a su carácter. 
 
Los hallazgos del autor, sumados a los esfuerzos de Davis y Owen y de Bimber, le 
permiten concluir que la reducción de los costos de transacción en la búsqueda de 
información política por parte de los ciudadanos puede estar asociada con incrementos 
en la participación y conocimiento del mundo político (Neuman, 2001). Sin embargo, el 
seguimiento de la vida política a través de los medios de comunicación no tiene efectos 
directos sobre las creencias o la ideología. 
 
En cuanto a la relación entre los medios de comunicación y la esfera pública, el 
planteamiento de Colin Sparks es bastante ilustrativo. En “The Internet and the Global 
 
Public Sphere” Sparks propone la creación de una esfera pública global adaptada a las 
nuevas condiciones en las que se desarrolla la globalización. 
 
La globalización actual se caracteriza por la creciente importancia del intercambio 
simbólico y la aparición de verdaderos medios de comunicación globales. Dichos 
medios no son proyecciones de culturas o Estados particulares, sino los portadores de 
una nueva cultura global. 
 
Al concepto de esfera pública se le han dado cuatro usos tradicionales: su uso 
normativo, su relación con la lucha democrática (pero no dependencia)4
 
, la singularidad 
del concepto que anula la noción de “variedad de esferas públicas” y su relación directa 
con teorías de la participación activa del “público” en la formación de su opinión. 
 
Así como existe una noción tradicional de esfera pública, también se han dado medios 
de comunicación tradicionales. Este tipo de medios son básicamente la prensa, la 
televisión y la radio, principales canales de comunicación entre la esfera pública y los 
Estados. Dichos medios presentan tres problemas que les impiden cumplir a cabalidad 
con su capacidad para servir de herramienta al servicio de los ciudadanos y del 
gobierno: 1. las diferentes formas de censura; 2. su estrecha relación con las élites; y 3. 
el monopolio de los medios por el grupo social que el autor llama los “media 
professionals”, quienes racionalizan para los ciudadanos la información. En 
consecuencia, los medios serían representantes mediocres de la opinión pública 
(Sparks, 2001). 
 
Los medios tradiconales no se constituyen como base de la esfera pública global por 
las siguientes razones: 1) Su cobrtura como medio global o internacional es aún 
limitado; 2) la audiencia es pequeña; 3) la audiencia pertenece a la élite. Por tanto, 
aunque son funcionales a nivel nacional, a nivel global se quedan cortos. 
 
4 Sparks en este punto señala que, contrario a lo señalado por Habermas, la esfera pública no aparece junto con la 
clase burguesa, sino que viene de tiempo atrás. Es decir, que para la existencia de la esfera pública no se necesita 
que la forma de gobierno imperante sea la Democracia. 
 
En cuanto a los nuevos medios de comunicación, el Internet se muestra como el medio 
capaz de suplir las limitantes de los medios atradicionales, puesto que ofrece 
soluciones a problemas tales como: la transparencia en las dinámicas comunicativas 
que los hace globales; el modelo de comunicación es totalmente interactivo; fomenta el 
anonimato, lo cual disminuye las posibilidades de censura; permite las prácticas 
discursivas totalmente contextualizadas y finalmente porque permite la distribución y 
organización de información necesaria para la toma de decisiones sobre cualquier 
asunto. El Internet puede considerarse entonces como el medio de comunicación en 
capacidad de construir la esfera púlbica global por la que aboga Sparks. 
 
Con todo, es necesario preguntarnos ¿quiénes son las personas que tienen acceso al 
Internet, según el caso estudiado por Sparks, en los Estados Unidos? La razón de esta 
pregunta es poder entender si dentro de un sistema político determinado existen 
patrones sistemáticos de exclusión social en el acceso a dicha forma de tecnología. 
 
En los Estados Unidos las nuevas tecnologías muestan un rápido crecimiento (tal y 
como en el caso colombiano), pero hay también marcadas diferencias sociales con 
respecto a la penetración de los mismos. Tales diferencias dependen de la raza, el 
origen, el contexto regional o urbano, el nivel educativo, etcetera. Otra característica 
que encontró Sparks en relación con los patrones de difusión de los medios fue que 
quienes adoptaron primero las nuevas tecnologías, pertenecían a estratos altos. 
Encontró también que a los nuevos medios de comunicación no sólo tienen mayor 
acceso los rich and white, sino que se difunden mucho más rápido entre ellos que en 
los demás grupos de la sociedad. Esta forma de comportamiento ha sido típica de los 
medios de comunicación historicamente. La televisión, el radio y hasta los diarios 
incursionan como medios propios de una élite ya sea porque estos eran los únicos que 
se encontraban en la posibilidad de comprarlos o entenderlos. No obstante, con el paso 
del tiempo el medio se populariza y tiende a perder su carácter de bien de lujo para ser 
un bien de consumo masivo. 
 
 
Sin embargo, el autor anota que ya ha sido comprobado empiricamente que a pesar del 
rol democrático que puede cumplir el Internet, su correcto uso sería mínimo, y la 
hegemonía de la televisión continuaría. Esto dificulta y limita el rol del Internet comoconstructor de una esfera pública global. De igual manera, está comprobado también 
que quienes tienden a buscar información relacionada con asuntos políticos, y a debatir 
y participar en actividades políticas, son quienes pertenecen a la élite, por lo cual dicha 
forma de participación seguirá siendo típica de una minoría social, y no de propiedad 
pública. 
 
La posición de Sparks es que el Internet es una tecnología que le ofrece al ciudadano 
la posibilidad de conocer el mundo, de dar sus opiniones, de entrar en discusiones y 
tomar decisiones bien informadas. Lo anterior, sin prejuicio de la exclusión de sectores 
sociales, con lo cual no se logra la consolidación de la esfera pública global, que es la 
mayor demanda de la sociedad actual. Se trata, no olvidemos, de una sociedad 
caracterizada por la globalización, el capitalismo voraz y la supremacía de lo privado 
sobre lo público. 
 
Si bien las dos posiciones previamente señaladas no son equiparables, si son 
complementarias. La posición de Vattimo es complementada por teorías como la de 
Dahl o investigaciones como las de Manheim, Bennett o Sparks. Son dos caras de la 
misma moneda, en la cual considerar a los medios de comunicación como una senda 
hacia la emancipación es “sólo una posibilidad”. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPÍTULO III 
LECTURA DE UN CARTÓGRAFO 
 
 
El presente capítulo busca establecer una relación entre el planteamiento de Jesús 
Martín Barbero en Oficio De Cartógrafo y el rol de los mass media en la construcción 
del sujeto político en Colombia. Barbero llama la atención a la comunidad académica 
cuando anota que “Las ciencias sociales no pueden ignorar entonces que los nuevos 
modos de simbolización y ritualización del lazo social se hallan cada día más 
entrelazados a las redes comunicacionales y a los flujos informacionales”. (Barbero, 
2002, pág. 257) 
 
Afirmar que frente a la política o a la participación el rito sigue siendo uno y el mismo 
para todos, sería un error. Lejos quedó el militante que a través de canales 
institucionalizados como los partidos y seguidor de ideologías diferenciables, tenía una 
relación “pasional cuasi corpórea” con la causa, y a quien el discurso político se le 
hacía llegar a través de los debates en la arena pública y buscaba movilizar sus 
sentimientos. Ahora se tiene al telespectador, a quien el discurso político es dirigido 
mediante los discursos televisados, en la comodidad de su hogar y el único beneficio a 
obtener es un punto en los resultados electorales, reduciéndolo a una estadística. 
 
Sin embargo, el telespectador no anula al militante. Sencillamente las tecnologías de la 
información y la sociedad misma se han encargado de reducir el número de militantes, 
para multiplicar el número de espectadores. Pero la pregunta fundamental es si tanto 
en el espacio real como en el virtual hay cabida para todas las formas de ritualización y 
simbolización del lazo social señalado por Barbero, sin importar las distintas 
procedencias, contextos y función social que cumpla el espectador. 
 
En América Latina, al igual que en el resto del mundo, hablar de un solo rito, una sola 
significación o una misma realidad se hace cada vez más difícil. La desigualdad en 
educación, salud o riqueza impide que en un mismo espacio los integrantes del 
contexto social experimenten la misma realidad y que la experiencia del miedo por el 
 
otro crezca y se tienda al aislamiento. El miedo por el otro es algo que Barbero nota 
como ancestral en América Latina, lo cual es comprendido por los políticos como 
disgregación y ruptura del orden, y por los intelectuales como una fuente que 
contamina las purezas culturales. (Cf. Barbero, 2002, pág. 351) 
 
Dicho “caos” ha estado acompañado por lo que Norbert Lechner llama el desencanto 
posmoderno. Dicho desencanto reside en la pérdida de fe en el Estado, que de imagen 
de colectividad pasa a ser reducido a un ente meramente administrativo, anulando con 
ello su dimensión simbólica, su fe en el progreso y situando absolutamente el discurso 
en el presente. Esto lleva a lo que Lechner llama el descentramiento de la política, es 
decir, la indeterminación del espacio en donde se realiza la política y la desacralización 
de sus principios (Cf. Lechner citado en Barbero, 2002, pág. 319). El desencanto 
posmoderno está acompañado de otro fenómeno típicamente latinoamericano, a saber, 
la confusión entre las funciones de lo público y lo estatal, el alcance de dichas esferas y 
el rol de la sociedad en las mismas. 
 
Desde la década de los setentas en la que los dirigentes latinoamericanos se enfrentan 
por primera vez al reto de construir políticas que orienten la comunicación, se 
encuentran con el problema de aparejar el proyecto de la libertad de expresión y el 
subsecuente fortalecimiento de la esfera pública, con un sistema de medios, que desde 
sus inicios estuvo bajo el control de las élites económicas y políticas. 
 
Así, mientras las políticas nacionales de comunicación apuntaban, en el 
pensamiento de los investigadores y analistas críticos, a la reformulación del 
modelo político y económico de los medios para garantizar los derechos de las 
mayorías, los gobiernos resignificaban esas propuestas en términos de ampliación 
de su propia presencia en el espacio massmediático. (Gonzaga, citado en 
Barbero, 2002, pág. 299) 
 
Es claro entonces que una vez los mass media se posicionaron en la vida cotidiana 
de la sociedad latinoamericana, los gobiernos los emplearon como multiplicadores 
de sus programas de gobierno. Esto le dio a los medios de comunicación un 
contenido nacional, que de manera consciente buscaba contrarrestar la penetración 
 
de culturas extranjeras y de manera indirecta anular las distintas formas de culturas 
nacionales, dejando por fuera la diferencia. En suma, las dos razones que impidieron 
el funcionamiento de las políticas de comunicación en América Latina como proyecto 
democratizador en la década de los setentas y ochentas fueron, por un lado, la 
oposición del sector privado dueño de los medios y, por otro, la debilidad de la 
sociedad civil y su consiguiente incapacidad para defender su heterogeneidad. 
 
La instrumentalización de la comunicación llevó a una desfiguración de la política 
misma. Dicha crisis de la política se debe a la espectacularización o “vedettización”, 
en donde el gobernar se asemeja más a un “concurso de belleza” y se sustituyen lo 
valores democráticos por los de la imagen. Se podría asegurar que tales 
transformaciones ocurridas en la política se deben exclusivamente a los mass 
media. Barbero llama la atención cuando asegura que la transformación de la 
política en espectáculo “viene de más lejos que la actual crisis política” (Barbero, 
2002, pág. 313), es decir, que el discurso político ha apelado a la movilización de las 
sensibilidades de los ciudadanos desde sus inicios. De este modo resulta posible 
comparar los ritos que caracterizaban la acción política en el pasado, como la 
retórica o las vestimentas empleadas por los romanos cuando se dirigían a los 
civitas, con los discursos viscerales de mediados del siglo XX de Jorge Eliecer 
Gaitán o con los discursos masivos pronunicados por Barack Obama durante las 
elecciones presidenciales estadounidenses en el 2008. 
 
El cambio que han generado los mass media debe entonces ser estudiado y 
entendido en las posibilidades que brinda para construir distintas formas de 
cultura(s) política(s), apelando a las distintas sensibilidades que se encuentran en el 
mundo de las massmediaciones. No obstante, las imágenes empleadas por la 
política no están exclusivamente dirigidas a la espectacularización, también buscan 
“(…) una construcción visual de lo social, en la que esa visibilidad recoge el 
desplazamiento de la lucha por la representación a la demanda de reconocimiento” 
(Barbero, 2002, pág. 324). Así, los medios de comunicaciónse erigen hoy como 
espacios en los cuales es posible el reconocimiento social del otro, densificando las 
 
dimensiones simbólicas que siempre han caracterizado a la política, permitiendo la 
visibilidad social de las minorías. 
 
Justamente Barbero señala que una de las formas más fuertes de exclusión 
empleadas en las sociedades de hoy se dirige a la invisibilización de ciertos grupos 
mediante la negación del “derecho de ser visto y oído”. Por tanto, la democratización 
de las sociedades debe tener en cuenta la posibilidad de participación de las 
distintas culturas en la arena comunicativa, en donde no sólo aparecer en los medios 
es suficiente, sino también es necesario tener la oportunidad de encontrar en ellos la 
información sobre quién soy y quiénes son los demás. De esta manera, la política 
recobrará fuerzas en el reconocimiento de su dimensión simbólica, y las distintas 
formas de ciudadanía participarán en los procesos de formación del poder a través 
de la comunicación. Puesto que, tal y como lo señala el autor, ni el carácter 
participativo de la democracia es hoy posible por fuera de los escenarios de la 
comunicación masiva, ni la política puede seguir negando su dimensión simbólica. 
 
Entender la comunicación como un espacio en el que se configuran identidades y 
culturas diferenciadas implica, según Barbero, tres rupturas. La primera se da en 
relación con el comunicacionismo, que se refiere a la tendencia a considerar la 
comunicación como el lugar en el que la humanidad expresa su verdadera esencia. 
La segunda se refiere al mediacentrismo, que es la tendencia a reducir la 
comunicación a los medios. Finalmente, la superación del marginalismo de lo 
alternativo, que cree que la verdadera comunicación sólo es posible por fuera de las 
trampas impuestas por las tecnologías. Esto permite reconocer a la comunicación 
como constructor de lo público y de la democracia, en donde se crean nuevas 
formas de relacionarse con los demás. 
 
Uno de los problemas más graves que ha enfrentado la comunicación como campo 
teórico ha sido justamente el de ser reducida a los efectos que esta tiene como mero 
instrumento. La concepción de la comunicación como herramienta constructora de 
cultura e identidades, permite la superación de las tres reducciones señaladas en el 
 
párrafo anterior. La comunicación no es sólo difusión, y los mass media son algo que 
más que los canales por los cuales ella se difunde. La comunicación hasta hace muy 
poco, según Barbero, empieza a ser entendida como un espacio en el cual se hacen 
posibles las creaciones y apropiaciones culturales, al igual que el reconocimiento de 
las diferencias. La importancia entonces reside en que los medios además de ser 
instrumentos, son parte estructural de la sociedad, permitiendo que nuevos 
lenguajes y percepciones surjan, al mismo tiempo que se configuran como una 
importante red de poder. 
 
Esto nos lleva a unas de las diferenciaciones conceptuales más importantes que 
realiza Jesús Martín Barbero, que es la comparación entre socialidad e 
institucionalidad. 
 
Barbero denomina socialidad a la “(…) trama de relaciones cotidianas que tejen los 
hombres al juntarse y en la que anclan los procesos primarios de interpelación y 
constitución de los sujetos y las identidades.” (Barbero, 2002, pág. 227) El pilar 
fundamental de la socialidad es entonces la multiplicidad de formas en que la 
colectividad se crea y se re-crea. Así, la comunicación deja de ser una cuestión de 
medios para ser una cuestión de fines. En oposición encontramos la 
institucionalidad, la cual reduce la comunicación al instrumento predilecto del Estado, 
por medio del cual se caracteriza a los medios de comunicación como “servicio 
público”, y como instrumento del mercado, donde se transforma la libre expresión en 
libre comercio. La diferencia reside en que para la socialidad la comunicación es una 
cuestión de fines, pues lo importante es la construcción de sentido de la sociedad; 
mientras que para la institucionalidad la comunicación es un medio para producir 
discursos públicos alineados con intereses privados. (Cf. Barbero, 2002) 
 
Gracias a los dos conceptos anteriores, resulta posible negar uno de los mitos 
existentes sobre la tecnología. Creer que la expansión acelerada de la tecnología 
creará de inmediato sumisión por parte de la ciudadanía, no es cierto. Por el 
contrario, lo que está ocurriendo es que la aceleración que traen consigo los mass 
 
media, obliga al surgimiento de nuevas formas de relacionarse tanto las personas 
entre sí, como las personas con los objetos. Lo anterior no quiere desconocer la 
brecha tecnológica o social que experimentan las naciones latinoamericanas. Sin 
duda alguna, la desigualdad divide a las comunidades entre quienes reciben la oferta 
de bienes y saberes, y quienes se encuentran excluidos tanto de los bienes como de 
las arenas de decisión. Es esa desigualdad la que impide la construcción de un 
mismo proyecto nacional, deteriora las redes de cohesión política y social, y 
desgasta las representaciones simbólicas. (Cf. Barbero, 2002) 
 
Es por esto que se debe hablar de las culturas de todos, en lugar de la cultura de 
todos. De nuevo aparece el problema ya tratado sobre la estatización de prácticas que 
pertenecen a la sociedad civil. América Latina ha aceptado que desde el Estado se 
construya el pasado, la historia, el mito fundante de la sociedad a la que se ha llegado 
hoy y, por tanto, desde la que los sujetos se identifican, legitimando al Estado mismo. 
Frente a lo anterior, Barbero advierte que es cierto que una nación se construye 
compartiendo un patrimonio cultural, pero que eso no significa que deba rehuirse el 
dinamismo de la invención y recreación de la cultura. (Cf. Barbero, 2002, pág. 307) 
 
¿Qué se necesita entonces para que se deje de hablar sobre la cultura de todos, y se 
dé paso a la pluralidad cultural? 
 
Barbero cree que para que la pluralidad cultural sea posible, se debe entender la 
política comunicacional de manera diferente a la tradicionaliv. Las políticas deben 
buscar la activación de las competencias culturales de los sujetos, la socialización de 
las experiencias creativas y fomentar el reconocimiento de las diferentes identidades. 
Lo anterior no significa que las políticas de comunicación dejen de tratar el problema de 
la difusión cultural, sino que ésta amplíe dicho espectro de difusión de manera tal que 
tengan cabida la mayor cantidad posible de experiencias culturales. De esta manera se 
podrán crear experiencias colectivas desde los medios que no sólo fortalezcan el tejido 
social, sino que lo hagan sin homogeneizar a la sociedad para facilitar dicha acción. 
 
 
La consolidación y reconocimiento de las distintas identidades y culturas que conviven 
en un mismo espacio no luchan únicamente contra la unificación dirigida desde el 
Estado por medio del mito nacional y la instrumentalización de los mass media, sino 
que otro obstáculo a superar es el fenómeno de la globalización. 
 
Barbero define la globalización como un proceso mediante el cual se rearticulan las 
relaciones entre países, a partir de una descentralización que concentra poder y un 
des-enraizamiento que “hibrida culturas”. Es una globalización enferma que unifica a la 
sociedad en lugar de unirla, que devalúa la importancia de los territorios y de lo 
tradicional de cada identidad (Cf. Barbero, 2002). Tal proceso es recibido por el Estado 
y, aunque no acepado, tal institución opta por combatir la globalización desde la 
unificación de sus ciudadanos en lugar de proteger sus particularidades. 
 
Este panorama nos remite a la importancia de lo local frente a la globalización. Las 
particularidades de cada región constituyen la representación de la diferencia al interior 
del proyecto nacional, en donde a partir de la amenaza que representa la globalización, 
las identidadeslocales reclaman del Estado su protección y, por tanto, su 
reconocimiento. Esto permite que los mass media se erijan como escenarios 
estratégicos para la lucha contra la “mundialización” económica y cultural que orienta a 
la globalización. La mundialización dejará de ser entendida entonces como proyecto 
unificador y civilizatorio de la globalización y permitirá la mundialización de la cultura, 
en donde desde las particularidades de cada nación valdrá tanto lo local como lo 
nacional. De la misma manera, el concepto de desarrollo también se trastocará dando 
cabida a las distintas identidades y culturas. 
 
Barbero considera a los canales regionales o la radio los reproductores de las distintas 
voces que se encuentran dentro del espacio social, permitiendo que los medios sean 
un espacio creíble para el reconocimiento social, se haga posible el ejercicio de 
distintas formas de ciudadanía y se reconstruya lo público. De esta manera se 
permitirá no sólo una nueva forma de entender qué es lo nacional, aquello que en 
nuestras diferencias nos une, sino también, hacer frente a la globalización 
 
reconociendo la riqueza de nuestras particularidades. Así, la posibilidad para que los 
medios de comunicación sean canales para la pluralidad cultural parece más viable. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CONCLUSIONES 
 
 
Jesús Martín Barbero muestra el peligro que representa reducir el pluralismo cultural 
bajo el estandarte de una cultura nacional. Señala que las particularidades folclóricas e 
identitarias constituyen las fortalezas de cada Estado para combatir el proyecto 
unificador de la globalización. En el caso colombiano es claro que las diferencias 
sociales y culturales impiden que se hable de una identidad del colombiano. 
 
Estudios como los tratados en el primer capítulo del presente trabajo nos muestran de 
manera superficial dichas disparidades. El hecho de que sea en las regiones sur 
occidental y atlántica en donde más se valore la política, o que Bogotá sea la región 
donde menos se valore, muestra lo diferentes que nos hacen nuestros contextos y 
tradiciones. De igual manera, las diferencias educativas y económicas, dificultan que la 
inclusión en la toma de decisiones o la lucha por la igualdad de los derechos sea un 
denominador común de los colombianos. 
 
Sin embargo, estos estudios también nos muestran puntos de encuentro como son: el 
tan nombrado “orgullo de ser colombiano”, el respaldo actual al Ejecutivo y la confianza 
en los medios de comunicación. Por ejemplo, dichos estudios caracterizan la radio 
como la segunda fuente más importante de noticias, cuando la mayoría de la población 
escucha emisoras como Tropicana u Olímpica Estéreo, reuniendo casi tres millones y 
medio de radioescuchas. La televisión y el Internet son los medios en los que los 
colombianos gastan mayor tiempo, puesto que estos les permiten una interacción más 
amplia en el tiempo y el espacio, y menores costos de transacción que los de los 
medios impresos como la prensa o la radio. 
 
Lo anterior no implica que haya una confianza ciega en los medios, dado que tal 
variable como lo muestra el estudio realizado por la Universidad Externado de 
Colombia, no alcanza a tres en una escala de cero a cinco. 
 
 
Además al reconocerle a los medios una orientación pro-gobierno por más del sesenta 
porciento de los entrevistados, hace posible la identificación de la información recogida 
por los colombianos con determinadas posiciones ideológicas. 
 
Tal identificación de los medios junto con el sesentaiuno (61) porciento de aceptación a 
la afirmación “La prensa debería concentrarse más en lo que dice el gobierno y menos 
en lo que dicen sus críticos”, revela el sentimiento generalizado frente a la coyuntura 
política imperante en nuestro país. Es claro entonces que más de la mitad de los 
entrevistados confirman su apoyo al gobierno y consumen los medios que creen están 
en su misma línea de pensamiento, siendo la relación entre confianza en los medios de 
comunicación y el apoyo al gobierno, una de las tantas posibles explicaciones para 
entender el resultado a tan importantes apoyos. 
 
La confianza en los medios de comunicación también depende de la posibilidad de 
entenderlos como instrumentos al servicio de la sociedad civil, en los cuales se respete 
el derecho de las personas a ser vistas y oídas. Se trata entonces de que, al menos de 
manera virtual, el ciudadano pueda hacer sentir su voz particular y hacer que se le 
respete en su diferencia sociocultural. Estas formas de participación también 
contribuyen a que se ejerzan distintas formas de ciudadanía y así se fomente la 
democracia. 
 
La participación virtual da cabida a una reconstrucción de lo público, de un nuevo 
proyecto de nación más incluyente y, por tanto, de la democracia, y por eso se muestra 
también como más confiable para los colombianos. La crisis vivida por las instituciones 
propias de la democracia como los partidos políticos, o los bajos índices frente a la 
disposición a utilizar los mecanismos estipulados en la Ley 134 de la Constitución 
hacen posible hablar de esta nueva participación virtual. La clasificación tradicional de 
la participación política en términos institucional o no institucional, de formal o informal, 
se ha ampliado entonces para incluir su dimensión virtual o no virtual. 
 
 
Los estudios presentados en este trabajo mostraron que los colombianos tienen 
actualmente más confianza en los medios de comunicación que en las instituciones 
políticas tradicionales, lo cual les otorga a los medios la posibilidad de ser también 
constructores de democracia y de pluralidad cultural. El problema frente a esta 
posibilidad es la señalada por los teóricos de la comunicación política en el segundo 
capítulo, cuando recuerdan y advierten que sí los medios están ligados a poderes 
económicos o a planes de gobierno particulares, dicho objetivo no será viable. Ese es 
el principal obstáculo para que la democracia se construya también en los medios y no 
desde los medios. 
 
El aumento del interés por los temas políticos conduce a que se busquen formas de 
asociación con personas que no pertenecen a los grupos de referencia tradicionales. 
Dicho aumento de la asociatividad está vinculado a las nuevas formas de de 
participación que derivan de las nuevas tecnologías de comunicación, de acuerdo con 
los estudios analizados en el primer capítulo de este trabajo. El incremento en 
discusiones sobre este tipo de temáticas con personas por fuera del círculo social 
permite que aumente el conocimiento sobre el mundo político y aparecen también, 
mayores incentivos para participar. 
 
Los resultados descritos en el primer capítulo señalan también puntos de encuentros 
negativos y preocupantes. Jesús Martín Barbero explica en la obra acá tratada la 
fragmentación de la sociedad, la cual según el autor, nos estaba llevando a 
constituirnos en un gran número de islas disociadas entre sí, recalcando además, la 
importancia de la construcción de puentes que nos permitieran ponernos en contacto 
respetando nuestras particularidades. Dicho planteamiento el autor lo realiza en 
oposición y como crítica al proceso de masificación, en el cual, la sociedad se 
homogeniza, desfigurando sus particularidades en un sólo grupo compacto y 
heterónomo. El apoyo a los autoritarismos civilistas, el considerar que un líder fuerte no 
debe ser molestado por las elecciones o la falta de fe en la división de poderes al 
subvalorar el rol del congreso, son rasgos del proceso de masificación que esta 
 
sufriendo la sociedad colombiana que no pueden ser pasados por alto, y que la alejan 
de su papel como un conjunto social activo constructor de democracia. 
 
Barbero se refería al fortalecimiento de la red social desde el respeto de la diferencia, 
en donde el rol de

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