Logo Studenta

Kant_y_las_relaciones_personales

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

[154]
III. KANT Y LAS RELACIONES PERSONALES*
DANIELA ALEGRÍA
Pontificia Universidad Católica de Chile 
Universidad Complutense de Madrid
1. INTRODUCCIÓN
La ética kantiana ha sido, junto con la ética utilitarista, una de 
las teorías morales dominantes desde la modernidad hasta nuestros 
días. Si bien es cierto que existen diferencias entre ambas teorías 
morales, puesto que se esconden detrás de ellas intuiciones bastante 
diferentes, ambas tienen en común que son éticas imparcialistas y 
principialistas1. Kant y Bentham abordan la misma pregunta filosó-
fica: ¿Cuál es el principio de la moralidad? La respuesta para ambas 
teorías es que se rigen por un principio supremo de la moralidad: el 
imperativo categórico y el principio de la mayor felicidad, respecti-
vamente2. Estas teorías morales, basadas en un tipo de razonamien-
to abstracto y formal, apelan al requisito de imparcialidad como 
* Agradezco a la Profesora M. A. Carrasco (Pontificia Universidad Católica 
de Chile) por la supervisión inicial de este texto, a las sugerencias del Profesor Ste-
phen Darwall (Yale University) y a Cristóbal Olivares (PUC/UCM) por sus observa-
ciones.
1 Por ética de principios entiendo una ética que, como dice Fricke (2013), es top-
down, es decir, hay un principio que define; la moral se «impone». Por ética imparcial 
entiendo una ética que no hace acepción de personas. A pesar de que la ética kantiana 
y utilitarista son de principios e imparciales, no es una relación necesaria. Una ética de 
principios podría acomodarse a tratos parciales. Una ética imparcial podría ser sin prin-
cipios, como es el caso de la teoría moral de Adam Smith (1759) (esta ética es bottom-up, 
es decir, los criterios morales van surgiendo de la interacción de las personas sin guiarse 
por principios morales).
2 Cfr. TIMMERMANN (2014): 239. Los principios que guían estas teorías morales son 
generales y universales. Un principio general es el que no hace referencia a la relación 
pre-existente del agente (v. gr., «Promueve el bien de todos (independientemente de la 
relación contigo mismo)»; por otro lado, un principio universal se aplica a cualquier 
persona en una situación similar (v. gr., «Dedicarse al bienestar de un hijo»). 
 REPERCUSIONES DE LA METAFÍSICA DE LAS COSTUMBRES 155
criterio fundamental de la moralidad, imparcialidad que en ningu-
no de los casos toma en cuenta al individuo concreto3.
Pues bien, la comprensión moderna de la imparcialidad moral 
puede llevar a conclusiones que pueden parecer injustificadas y con-
traintuitivas. La común caracterización que se hace del sujeto im-
parcial corre el riesgo de caracterizar, más bien, a un sujeto imper-
sonal e insensible. Si bien es cierto que la imparcialidad tiene un 
papel importante en la conducta moral mas, pareciera ser, no está 
claro que sea suficiente para agotar las exigencias morales. Hoy en 
día se acusa a la imparcialidad moral de reprimir las diferencias, ser 
excesivamente exigente, psicológicamente insostenible, inviable e in-
compatible con la integridad humana (en la medida en que socava 
las relaciones personales), etc.4. Supóngase que un hombre ve a dos 
personas ahogándose —como reza el famoso ejemplo de Bernard 
Williams— y sólo puede salvar a una de ellas. Una de las personas 
es su esposa y la otra es un desconocido. Dada la relación que existe 
entre ellos, se esperaría que el hombre salve a su esposa. Sin embar-
go, si el hombre actúa de manera «extremadamente racional» puede 
que salvar a su esposa no sea la opción5.
Durante los últimos años la teoría moral ha puesto especial aten-
ción a las relaciones de amistad y de amor, relaciones en las que 
evidentemente se prefiere a uno sobre los demás; una concepción 
moral que se oponga a este tipo de relaciones no parece aceptable6. 
La parcialidad en el terreno moral es vista por algunos autores 
como necesaria, admirable y, a veces, exigible (v. gr., la lealtad con 
la familia, grupo o país)7. Concebir que la parcialidad puede ser 
admirable en el ámbito moral ha dado origen en los últimos cuaren-
ta años a que exista una rivalidad entre «imparcialistas» y «parcia-
listas»8.
3 El requisito de imparcialidad no es defendido de igual manera por kantianos y 
utilitaristas. Ambas teorías morales apuntan a diferentes direcciones. En el caso de Kant 
la imparcialidad apunta al igual respeto por la autonomía de todos y, en el caso del 
utilitarismo de John Stuart Mill, a la igual preocupación de todos por igual.
4 Cfr. ALEGRÍA (en prensa).
5 La opción, más bien, podría ser salvar a quien contribuya más a la sociedad y 
puede ser el caso que no sea la esposa. Véase, por ejemplo, GODWIN (1973): 41-42.
6 WOLF (1992): 243.
7 Véase, por ejemplo, BLUM (1980); COTTINGHAM (1983, 1986, 1996); JESKE y FU-
MERTON (1997); JOLLIMORE (2001); KAPUR (1991); KEKES (1981); MCINTYRE (1984); 
OLDENQUIST (1982).
8 Por parcialidad se entiende, de acuerdo con el Oxford English Dictionary, «sesgo 
o prejuicio» así como «preferencia o afecto por una persona en particular». Si se entien-
de por parcialidad «sesgo o prejuicio» entonces no es compatible la moralidad. En 
cambio, si se entiende por parcialidad la segunda definición, moralidad y parcialidad 
156 KANT Y LOS RETOS PRÁCTICO-MORALES DE LA ACTUALIDAD
Pues bien, se ha acusado a la ética kantiana por parte de los de-
fensores de la ética del cuidado de ser una teoría moral incapaz de 
prestar atención a las situaciones en que están involucradas las rela-
ciones personales9. Las éticas dominantes de la modernidad reali-
zan la siguiente pregunta: «¿Qué debería hacer una persona en una 
situación cómo ésta?». No obstante, los críticos de estas éticas seña-
lan que la pregunta debiese ser más bien: «¿Qué debo hacer por esta 
persona particular, a la luz de su situación y nuestra relación?»10. La 
hipótesis de este artículo es que, si bien es cierto que las demandas 
de parcialidad de los defensores de la ética del cuidado son legíti-
mas, en tanto pareciera ser que dentro de las relaciones personales 
surge parcialidad, la ética del cuidado no es una alternativa radical-
mente opuesta a la teoría moral kantiana.
2. LA ÉTICA DEL CUIDADO COMO ALTERNATIVA 
A LA ÉTICA KANTIANA
Conocido es el caso que plantea Lawrence Kohlberg: Heinz tiene 
a su esposa enferma a punto de morir. Un medicamento podría sal-
varla, medicamento que un farmacéutico de su ciudad descubrió y 
que vende a una gran suma de dinero. El marido no tiene el dinero 
necesario para comprar la medicina, sólo ha podido recaudar la 
mitad. El farmacéutico se niega a vender el medicamento más bara-
to o a que se le pague después. El marido en su desesperación decide 
robar el medicamento. Kohlberg pregunta a dos niños de once años, 
Amy y Jake, si este hombre debió robar o no. Amy contesta el dile-
ma moral señalando que el hombre debe ir a conversar con el far-
macéutico y ver si puede encontrar una solución con él; Jake, por el 
contrario, estaría operando en un nivel de desarrollo más alto que 
Amy —de acuerdo con Kohlberg— al considerar que una vida hu-
mana vale más que el dinero y, por tanto, concluir que hay que ro-
bar la medicina11. Pensar que Jake alcanza un nivel más alto de de-
sarrollo moral que Amy supone, como lo hace Kohlberg, «que una 
podrían ser compatibles. Siguiendo estas definiciones, podría existir una parcialidad 
moralmente justificada, aunque no toda parcialidad lo sea.
9 Veáse, por ejemplo, HELD (2006); NODDINGS (2002).
10 DARWALL (1998): 218.
11 Amy responde: «Creo que puede haber otra manera, además de robar, como 
pedir prestado el dinero u obtener un préstamo o algo así, pero realmente no debiera 
robar el medicamento […] pero tampoco su mujer debe morir […] Si robara la medicina, 
salvaría entonces a su esposa, pero también podría ir a la cárcel, y entonces su esposa 
tal vez volviera a enfermar, y él ya no podría conseguir más medicina, y eso no estaría 
 REPERCUSIONES DE LA METAFÍSICA DE LAS COSTUMBRES 157
ética de los principios es superior a una éticaque subraya la intimi-
dad, la atención a la persona y las relaciones personales»12. Carol 
Gilligan, discípula de Kohlberg, pondrá en cuestión las tesis de su 
maestro y elaborará en In a Different Voice: Psychological Theory 
and Women’s Development (1982) lo que ella llama «ética del cuida-
do», ética que subraya la voz diferente y no escuchada en las teorías 
de Kohlberg.
El dilema al que se enfrenta el marido es, por una parte, entre 
elegir entre un deber positivo (i.e., cuidar, ayudar) o un deber nega-
tivo (i.e., no robar, no matar). Suele pensarse que los deberes positi-
vos son menos exigibles; deberes deseables pero que el agente puede 
decidir si realizarlos o no. Los deberes negativos tienen una gran 
carga de responsabilidad y deben cumplirse. Así, pareciera ser que 
las alternativas en el dilema de Heinz son o robar y ayudar a la es-
posa enferma o no robar pero dejarla morir13. Por otra parte, Heinz 
se debatiría entre aplicar el principio de justicia o no, según como ha 
planteado el dilema Kohlberg14.
Pues bien, mientras Kohlberg concibe que un nivel más alto de 
desarrollo moral está estrechamente vinculado con la aplicación 
del principio de justicia, Gilligan, en cambio, centra la atención en 
el cuidado y en responder de acuerdo al contexto del caso concreto. 
De esta manera, desde la concepción ética propuesta por Gilligan se 
debe tomar en cuenta a todos los agentes con sus particularidades y 
examinar cada circunstancia.
Amy al no decidirse por el principio de justicia y, en cambio, ver 
otros posibles escenarios (v. gr., conversar con el farmacéutico) se 
encuentra en una escala de desarrollo moral más baja que Jake, que 
elige robar y, de acuerdo con Kohlberg, sopesar entre principios y 
decidirse por el de justicia. Esto hace que Gilligan sostenga que las 
mujeres tienen tendencia a ser más contextuales y concretas, más 
dadas a prestar atención a las relaciones personales; mientras que 
los hombres tienden a razonar más abstractamente y prestar aten-
ción a la justicia y la imparcialidad15. Jake señala que el dilema mo-
bien. Así, realmente deben hablar del asunto, y encontrar otra manera de conseguir el 
dinero» [GILLIGAN (1985): 55]. 
12 RACHELS (2013): 259.
13 El proceso causal entre no robar y dejar morir es, no obstante, cuestionable. 
14 No obstante, «habría que cuestionarse y justificar por qué el principio de justicia 
estaría en la cúspide del desarrollo de la consciencia moral y no, por ejemplo, el princi-
pio de igualdad, el de beneficencia o el de autonomía» [CABEZAS (2016): 219].
15 Es importante señalar que Gilligan no afirma que esencialmente las mujeres o los 
hombres sean de determinada manera. Se tiende a asociar a las mujeres con la «ética del 
cuidado» y a los hombres con la «ética de la justicia».
158 KANT Y LOS RETOS PRÁCTICO-MORALES DE LA ACTUALIDAD
ral es «como un problema de matemáticas con seres humanos», es 
decir, lo plantea como una ecuación y procede a buscar la solución. 
Amy, de acuerdo con Kohlberg, muestra una incapacidad de pensar 
por sí misma. Amy no ve un problema matemático con seres huma-
nos, sino un relato de relaciones que se extienden en el tiempo tra-
tando que no se rompa la conexión entre la esposa, el marido y el 
farmacéutico. Según Kohlberg, la niña al no ver el dilema como un 
problema autocontenido de lógica moral, no discierne la estructura 
de su resolución, y construye el problema de otra manera16.
Así pues, desde la década de los ochenta la asociación de la mu-
jer con el cuidado ha sido un tema persistente tanto en los escritos 
feministas como también en la filosofía moral17. Es posible rastrear 
la importancia de la noción de cuidado en el trabajo temprano de 
Sara Ruddick (1980), en las investigaciones empíricas de Gilligan 
(1982) y otros psicólogos que afirman que niñas y mujeres tienden 
a interpretar los problemas morales de manera distinta de cómo 
tienden a interpretarlos los niños y hombres. Se ha forjado, así, un 
acalorado debate en torno los preceptos morales de justicia y cui-
dado.
El intento filosófico por parte de los defensores de la ética del 
cuidado es tratar de ser más que una mera tendencia empírica en las 
mujeres. La ética del cuidado se ha articulado como una crítica a las 
éticas que se basan únicamente en nociones de justicia, imparciali-
dad y derechos (i.e., las llamadas «éticas de la justicia» y que se 
asocian a las éticas kantiana y utilitarista). Una de sus premisas más 
importantes consiste en afirmar que no podemos realizar juicios 
morales que apunten a ser justos sin tomar en cuenta el tipo de rela-
ción que existe entre los agentes18. La ética del cuidado dice ser una 
ética que reflexiona más allá de la mera razón. No es una guía para 
la conducta a través de principios rígidos y abstractos (como sí lo 
son las éticas modernas dominantes); sino, más bien, es una ética 
16 Cfr. GILLIGAN (1985): 56-57.
17 Cfr. KUHSE et al. (1998): 451. No todas feministas comparten la idea de que 
exista una «ética del cuidado». Seyla Benhabib, por ejemplo, señala que la propuesta de 
Gilligan no sienta las bases para establecer una ética sino que, más bien, toca temas 
morales. Señala Benhabib: «Gilligan no nos ha explicado todavía en qué consistiría una 
“ética del cuidado”, por oposición a una “orientación ética hacia un razonamiento 
basado en el cuidado”, ni nos ha suministrado aún la argumentación filosófica necesaria 
como para formular una formulación diferente de la de Kohlberg respecto a lo que 
habría de ser el punto de vista ético». Véase más en BENHABIB (2006): 40 ss. 
18 En el «dilema de Heinz» propuesto por Kohlberg, por ejemplo, Gilligan mencio-
na que el verdadero dilema es entre el farmacéutico y la mujer enferma; Kohlberg centra 
el dilema en el marido no teniendo en cuenta la opinión de su mujer.
 REPERCUSIONES DE LA METAFÍSICA DE LAS COSTUMBRES 159
particularista que se basa en la confianza, el amor, la responsabili-
dad por el otro concreto, entre otros19.
Nel Noddings señala que la pregunta central de la ética del cui-
dado es «¿qué te está pasando?». Esta pregunta «fija nuestra aten-
ción en otro ser vivo, y no en un conjunto de principios o en nuestra 
propia rectitud»20. De acuerdo con Noddings al tener presente di-
cha pregunta no podemos hacer daño a los demás y es muy proba-
ble que en algunas situaciones (dada la relación que existe) se pueda 
mermar un principio (sin dejar a un lado su importancia) a partir de 
esta ética.
Noddings comparte con Gilligan que han sido las mujeres las 
que han estado a cargo de brindar cuidados ya sea atendiendo a los 
hijos, a los enfermos, a los ancianos y a cualquiera que los necesite21. 
Las virtudes asociadas a la vida privada del cuidado como lo es la 
compasión y la sensibilidad han sido consideradas como debilidades 
en la vida pública. Por otro lado, como resume Esperanza Guisán:
La grandeza y la miseria, la cara y la cruz de la ética kantiana, ra-
dica principalmente, a mi modo de ver, en ser una visión masculina del 
fenómeno moral, que no ha tenido en cuenta el análisis de los senti-
mientos y propósitos morales de los seres humanos22.
Las éticas de corte o enfoque masculino, según Guisán, «no na-
rran sino la mitad de una historia»23 y no integran la visión del mun-
do que la tradición ha depositado en lo femenino de lo íntimo y 
concreto, tomando en cuenta solamente las abstracciones y los prin-
cipios generales. No obstante, «al hablar de ética no hablamos de 
19 La ética del cuidado se relaciona con el tipo de particularismo moral que señala 
que la identidad particular del agente debe ser tomada en cuenta para decidir cuál es la 
acción correcta, de esta manera se excluye el enfoque meramente universalista o incluso 
general de la situación (i.e., qué es lo que cualquiera haría) [cfr. BLUM (2000): 208].
20 NODDINGS (2009): 85. Esta pregunta es para Noddings la cuestión central de la 
vida moral. Fue Simone Weil quien escribió: «El amor al prójimo, en su forma más 
acabada, significa sencillamenteser capaz de decirle: “¿Qué te está pasando?”. Significa 
reconocer que quien sufre no existe sólo como parte de una serie, o como un espécimen 
de la categoría social llamada “desafortunada”, sino como persona, igual que nosotros 
[…] Esta manera de ver es, ante todo, atenta. El alma se vacía de todos sus contenidos 
para recibir dentro de sí al ser al cual está mirando, tal como éste es, en toda su verdad. 
Sólo quien es capaz de prestar atención puede hacer esto» [WEIL (1977): 51].
21 «En casi todas las culturas, las mujeres, al parecer, desarrollan la capacidad de 
cuidado más que los hombres. La mayoría de los teóricos del cuidado no creen que esto 
se deba a una cualidad innata o esencial de las mujeres. Creemos que es así porque se 
espera que las niñas se interesen por los demás y los cuiden, lo cual es raro que ocurra 
en el caso de los varones» [NODDINGS, 2009: 50].
22 GUISÁN (1998): 168.
23 GUISÁN (1998): 167.
160 KANT Y LOS RETOS PRÁCTICO-MORALES DE LA ACTUALIDAD
género sino sólo de orientaciones. La diferencia masculino/femenino 
no es relevante»24.
3. KANT Y LAS DEMANDAS DE PARCIALIDAD 
EN LA MORAL
La ética del cuidado se establece como una alternativa a las teo-
rías morales imparciales y su incapacidad de examinar las relacio-
nes personales y guiar la acción de manera apropiada con los cerca-
nos. De acuerdo con los defensores de la ética del cuidado la 
imparcialidad de la ética kantiana obliga a no tener en cuenta las 
relaciones personales cuando se toman decisiones morales. Así, des-
de una consideración kantiana de la teoría moral existiría la obliga-
ción de tratar a todas las personas incluyendo, por ejemplo, a los 
hijos, de la misma manera en que se tratan a los demás niños. Auto-
ras como Virginia Held, Joan Tronto y Rita Manning han señalado 
que no habría diferencia en la consideración moral de un kantiano 
en el hecho de que un niño sea o no su hijo25. De esta forma, la ética 
kantiana nos obligaría a dar igual trato a todas las personas, inclu-
yendo familiares y amigos.
Held afirma que desde la ética kantiana un hijo honra a su padre 
porque ve razones por la que cualquier hijo debiese honrar a su pa-
dre. Desde una ética del cuidado, no obstante, señala la autora que 
un hijo honra a su padre porque él es su padre y él, en tanto padre, 
ha ayudado a su hijo durante muchos años. Si los otros hijos honran 
o no a su padre es irrelevante. El hijo honra a su padre por la cone-
xión existente entre ambos, no porque sea apropiado que cualquier 
hijo en las mismas circunstancias honre a su padre (como lo sería en 
la ética kantiana). El foco de la ética basada en el cuidado se centra 
en la relación personal entre las personas y responde a la particula-
ridad de la situación tomando en cuenta la identidad del agente26.
De acuerdo con Held si un hijo honra a su padre desde la ética 
kantiana es porque sigue exclusivamente un principio. Desde la éti-
ca del cuidado, en cambio, la sensibilidad, la confianza y la preocu-
24 ALEGRÍA (2012): 27. La lectura del cuidado en política, en cambio, es diferente. 
La noción de cuidado, por una parte, ha estado asociada con el rol de género de ser 
buena madre, buena esposa, buena enfermera, buena cuidadora, conservando los este-
reotipos; por otro lado, se hace también la lectura de rescatar y apreciar el cuidado como 
parte de la identidad femenina y exigir derechos vinculados con la maternidad.
25 Cfr. HELD (2006), MANNING (1992), TRONTO (1993).
26 Es decir, importa si el otro es mi amigo/padre/cónyuge, etc. 
 REPERCUSIONES DE LA METAFÍSICA DE LAS COSTUMBRES 161
pación son los elementos que tienen valor moral27. Para los defenso-
res de esta ética, el honor hacia el padre es importante porque es 
una expresión de relación y conexión entre ambos, y esta relación es 
la que da el valor moral.
De acuerdo con Noddings existe un «cuidado natural» y un «cui-
dado ético». El primer tipo de cuidado ocurre cuando la persona 
que solicita cuidado simpatiza con el agente; el segundo tipo de cui-
dado, en cambio, suele tropezar con una resistencia interna, es decir, 
el otro solicita cuidado pero por alguna razón (v. gr., antipatía, fati-
ga) es difícil brindárselo. No obstante, el cuidador debe actuar como 
si el otro fuera una persona amada, como si no existiese cansancio 
o como si la necesidad realmente no fuera tan grande28. Por otro 
lado, de acuerdo con Noddings, para Kant sólo tienen valor moral 
los actos que se realizan obedeciendo a un principio, así, pues, no se 
puede confiar en el amor, el sentimiento o la inclinación29.
Las reglas en la ética kantiana de acuerdo con Held «recomien-
dan que tratemos a todos por igual, incluyendo a nuestros hijos»30. 
Pero esto no es así. En la ética kantiana hay acciones que tienen 
valor moral y que son realizadas por la relación personal que éstas 
implican. De acuerdo con Kant el agente puede optar por hacer 
más por la propia familia y amigos porque precisamente ellos son 
su familia y sus amigos, sin violar la imparcialidad del principio de 
beneficencia. De esta forma, no se está obligado a actuar con desco-
nocidos y con cercanos de igual manera. Si nos centramos en los 
deberes de amor y respeto, entre más estrecha sea la relación, más 
estrictos son los deberes31. En el ejemplo que propone Held, un pa-
dre puede cuidar más de su hijo que del hijo del vecino y no hay 
nada moralmente malo en tal decisión dentro de la ética kantiana. 
Si nos guiamos por lo que Kant señala en Die Metaphysik der Sitten 
respecto a los deberes de los padres para con los hijos, tanto en la 
ética kantiana como en la ética del cuidado, los padres pueden ele-
gir pasar más tiempo con sus hijos. La diferencia, de acuerdo con 
Marilea Bramer (2010), está en el porqué. Desde la ética del cuidado 
el padre cuida al hijo porque valora la relación que existe entre am-
bos y, desde la ética kantiana, el padre tiene el deber de cuidar a su 
hijo.
27 Cfr. HELD (2006): 36-38.
28 Cfr. NODDINGS (2009): 90.
29 Se puede realizar una acción moralmente incorrecta, por ejemplo, apelando a que 
se hizo por amor.
30 HELD (2006): 15.
31 WOOD (1999): 328.
162 KANT Y LOS RETOS PRÁCTICO-MORALES DE LA ACTUALIDAD
Tal como menciona Kant en la Tugendlehre, se puede tener un 
trato especial con los hijos, cónyuge y amigos. La imparcialidad en 
Kant requiere que reconozcamos que todos los individuos son mo-
ralmente importantes y que no podemos descartar grupos de perso-
nas simplemente porque se tiene una relación personal con ellos32. 
No obstante, si bien es cierto que podemos favorecer a los demás 
cuando necesitan de nuestro apoyo, e incluso fomentar la felicidad 
ajena, Guisán señala que el problema con el requisito de imparciali-
dad en Kant es que en vez de que esté al servicio de la coordinación 
de los intereses o deseos de los individuos reales, se requiere que la 
imparcialidad se convierta en sí misma en el fin objeto y sentido de 
todo nuestro actuar moral. Afirma Guisán:
Kant una vez más, en su intento de favorecer los intereses y deseos 
informados e imparciales como candidatos favoritos para desarrollar 
individuos moralmente maduros erró en el blanco convirtiendo al adje-
tivo en sustantivo, pasando indebidamente de la prescripción de que 
debemos desear de acuerdo con la imparcialidad, o fomentar deseos im-
parciales, a la totalmente distinta y distorsionada aseveración de que 
debemos buscar o desear la imparcialidad (o universalidad) por sí mis-
ma, aun cuando de ello no se derivase ningún beneficio personal o co-
lectivo33.
Marcia Baron señala que las críticas a la exigencia desmedida de 
imparcialidad de la ética kantiana se deben a que no se ha tenido en 
cuenta que hay que ser imparcial en el juicio; en el sentimiento y en 
la acción, en cambio, es necesaria la parcialidad34. Un acto conside-
rado como «parcial» en la ética kantiana realmente es una deriva-
ción de la imparcialidad del juicio. Sería un error, menciona Baron, 
considerar que hay circunstancias en las cuales se debe ser imparcial(v. gr., cuando se actúa como juez, árbitro, periodista) y circunstan-
cias especiales en las que está bien ser parcial (i.e., cuando existe una 
relación personal). La parcialidad de las circunstancias especiales 
derivan de la imparcialidad en el juicio. Se tiene, así, imparcialidad 
en dos niveles y, aunque la imparcialidad se utiliza para determinar 
nuestros principios morales a un nivel superior, la imparcialidad en 
el nivel inferior no nos obligaría a omitir la parcialidad de las accio-
nes individuales. Así, en una teoría moral imparcial como la kantia-
na se pueden realizar acciones que beneficien a amigos y familiares, 
32 Cfr. BRAMER (2010): 137.
33 GUISÁN (1998): 190.
34 BARON en BETZLER (2008): 262. 
 REPERCUSIONES DE LA METAFÍSICA DE LAS COSTUMBRES 163
y estas acciones se enmarcan en la imparcialidad. Baron considera 
que es necesaria la imparcialidad incluso para mantener las relacio-
nes personales. Baron ejemplifica esto al señalar que estaría mal dar 
un regalo al nieto favorito y nada a su hermano pequeño35. Así, las 
exigencias de la imparcialidad podrían ser contextuales, con una 
considerable reflexión y sensibilidad. Aun cuando existiesen diferen-
cias entre conocidos y desconocidos, de acuerdo con Baron, deben 
siempre operar finalmente principios.
4. ¿ES LA ÉTICA DEL CUIDADO UNA ALTERNATIVA 
RADICALMENTE OPUESTA A LA ÉTICA KANTIANA?
La ética kantiana es imparcial, no obstante, no requiere que tra-
temos a todos de la misma manera (como señalan los defensores de 
la ética del cuidado), sino según sus derechos36. Como se señaló, la 
consideración especial que se puede tener con algunas personas 
(i.e., parcialidad en la acción o en el sentimiento) es derivable en 
última instancia de la imparcialidad en el juicio.
Pues bien, se deriva de la ética kantiana que hay una igual consi-
deración y respeto hacia todos. Sin esto, no podría existir cuidado 
hacia una persona particular. Stephen Darwall en Philosophical 
Ethics (1998) señala que en un nivel básico la moral no asume cone-
xiones particulares entre los individuos, más que la igual considera-
ción en la comunidad moral. El mínimo moral obligatorio apela a 
que lo que se exige a A es lo mismo que se le exige a B en una situa-
ción parecida37.
Al retratar la ética del cuidado Gilligan explica esta teoría moral 
como una ética relacional. La ética del cuidado apunta a la respon-
sabilidad por el otro y a la capacidad de responder dentro de las 
relaciones particulares que surgen, ya sea con una persona o grupo 
particular. Lo importante es saber cómo cuidar de forma apropia-
da. Así:
La manera en que las cuestiones éticas se presentan, por lo tanto, 
no son una cuestión de lo que alguien debe hacer en una situación como 
35 Cfr. BARON (1991): 837.
36 Por ejemplo, sentenciar a un año de cárcel a todas las personas que han sido 
acusadas por algún delito, al margen de que sean o no culpables o inocentes, es tratar 
del mismo modo a todos los miembros del grupo pero no de manera justa.
37 Cfr. DARWALL (1998): 220.
164 KANT Y LOS RETOS PRÁCTICO-MORALES DE LA ACTUALIDAD
la mía, donde la persona con la que me estoy relacionado de tal y cual 
manera se verá afectado de tal y cual manera. Por el contrario, apare-
cerán problemas éticos de manera particular: ¿Quién soy yo para no 
responder adecuadamente a las necesidades de Joan? ¿Cuál es mi res-
ponsabilidad con Harold?38.
Cada tipo de relación demanda un cuidado particular. Por tanto, 
la relación con la familia es diferente a la relación que se tiene con 
los compañeros de trabajo porque demandan diferentes tipos de 
cuidado. En efecto, dependiendo del lugar en la red de relaciones, 
será distinto el cuidado exigido.
No obstante, a pesar de que Kant podría reconocer que existe 
una obligación, por ejemplo, un amigo particular, el carácter con 
respecto a este deber obedece a consideraciones universales. Cada 
individuo está obligado a responder de determinada manera con su 
amigo porque todos estamos obligados a responder de la misma 
manera desde un punto de vista imparcial y moral. ¿Es la ética del 
cuidado una alternativa radicalmente opuesta a la teoría moral de 
Kant? De acuerdo con Darwall, los defensores de la ética del cuida-
do no piensan desde el punto de vista del amigo particular y concre-
to, sino desde el punto de vista que cualquiera debiese adoptar des-
de una reflexión crítica. Aunque la ética del cuidado sea una ética 
que subraya las relaciones personales, no obstante, esta ética tiene 
en mente un ideal moral que trasciende cualquier tipo de relación 
personal.
Pues bien, la pregunta «¿qué te está pasando?», que guía la con-
ducta en la ética del cuidado de acuerdo con Noddings, implica re-
conocer la dignidad de la otra persona particular. Kant, de acuerdo 
con Darwall, da cabida al cuidado hacia una persona particular por 
medio del respeto. Podemos cuidar al otro si, en primer lugar, lo 
respetamos. Darwall sostiene que le debemos respeto a todas las 
personas por el mero hecho de ser personas (llama a este respeto 
respeto de reconocimiento). Tal idea de respeto no es nada nueva ya 
que recuerda la formulación kantiana del reino de los fines donde se 
encuentran los seres racionales enlazados por leyes comunes39. El 
respeto de reconocimiento moral alude a la dignidad de las personas. 
El valor intrínseco que cualquier persona tiene por el simple hecho 
de su capacidad de agencia moral40.
38 DARWALL (1998): 221.
39 Tal formulación del imperativo categórico es: «Obra de tal modo que uses la 
humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como 
un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio». GMS, AA 04: 429.
40 Cfr. DARWALL (2004): 117. 
 REPERCUSIONES DE LA METAFÍSICA DE LAS COSTUMBRES 165
El respeto como reconocimiento complementa al precepto de cui-
dado. El cuidado hacia otro significa preocuparse por su bienestar; 
el respeto implica que la relación se fundamenta en que ese otro es 
un ser con dignidad. Al cuidar de alguien ejercemos el respeto de 
reconocimiento. Cuidar de alguien implica respetarlo inmediata-
mente por su dignidad. Todas las personas tienen dignidad por el 
sólo hecho de su agencia moral, incluso las personas que han tenido 
un comportamiento despreciable. Incluso los criminales deben ser 
tratados como fines en sí mismos41.
El tipo de relación que tenemos con el otro dice algo, no nos re-
lacionamos con los demás sólo como personas: también nos rela-
cionamos con ellos de acuerdo con la relación que se tenga (i.e., 
como hermanos, amigos, compañeros de trabajo, miembros de un 
mismo club). Se podría señalar, como señala Katja Maria Vogt, que 
Kant no ofrece un criterio real para delimitar las demandas de los 
deberes para con los demás42. Pero, si todos tenemos el mismo valor, 
¿qué podría justificar que favorezcamos a los miembros de nuestro 
propio grupo respecto de los demás?43. Es legítimo preguntar: «Si 
todas las personas tienen igual valor e importancia, ¿qué aspecto de 
mi relación con mis asociados hace que yo no sólo pueda, sino ade-
más deba, asignar prioridad a sus intereses respecto de los de otras 
personas?»44. Desde la perspectiva kantiana se puede decir que la 
obligación puede ser especial y universal en la medida en que es la 
instancia particular de una ley universal. Así, «en última instancia, 
no hacemos más que responder a decretos universales que gobier-
nan nuestras obligaciones con quien tenemos una relación particu-
lar»45. El problema que dice detectar la ética del cuidado en el de 
razonamiento kantiano es que le falta el aspecto y la sensación de 
genuina «parcialidad» (que sí encontraríamos en la ética propuesta 
por Gilligan). De esta forma, cuando somos fieles con nuestros cón-
yuges no ocurre que se honre la idea abstracta de fidelidad y la 
transfiramos a las particularidades que tenemos a la mano46. Se es-
pera que el agente se sienta motivado a actuar de tal o cual manera, 
no que sólo sea guiado por lo que es moralmente permisible.De 
acuerdo con los defensores de la ética del cuidado, si el barco se 
41 Cfr. DARWALL (1998): 226.
42 Cfr. BETZLER (2008): 23.
43 Cfr. APPIAH (2007): 318.
44 SCHEFFLER (2001): 79.
45 APPIAH (2007): 325.
46 Se podría señalar que «un hombre no valora a su esposa porque valora a las es-
posas en general, y da la casualidad de que ésa es la suya» [APPIAH (2007): 326].
166 KANT Y LOS RETOS PRÁCTICO-MORALES DE LA ACTUALIDAD
hunde el marido salvará a su esposa precisamente porque es su es-
posa. El marido no pensará primero que es moralmente permisible 
salvar a su mujer antes de rescatarla ya que esto, en palabras de 
Williams, sería «un pensamiento de más» (one thought too many)47. 
J. D. Velleman afirma que la razón por la cual el hombre debe salvar 
a su esposa, desde la ética kantiana, no es porque sea su esposa (i.e., 
no es porque su amor esté depositado en ella); sino, más bien, por-
que tienen un compromiso y comparten una historia. El amor entre 
ellos, de acuerdo con Velleman, es una extensión del respeto en 
Kant48. Respecto al mismo punto Baron argumenta que actuar mo-
tivado por el amor es compatible con la ética kantiana. Como se ha 
mencionado, las relaciones personales pueden ser parte de la ética 
kantiana porque está permitido actuar de forma diferente con los 
cercanos y el amor que surge de esas relaciones puede ser un motivo 
para actuar. Podemos aprobar ser parciales en algunas circunstan-
cias en tanto el principio general lo permita, así, por ejemplo, «po-
demos ser parciales con nuestros padres, honrándolos, precisamente 
porque podemos ver buenas razones en el principio de honrar a ma-
dre y padre»49.
5. CONCLUSIÓN
La ética de Kant ha sido criticada por ser una ética imparcialista 
y principialista. Respecto a lo último, algunos críticos sostienen que 
el imperativo categórico no es suficiente porque a menudo es difícil 
hacer un juicio moral correcto en todos los casos particulares. Se ha 
criticado con frecuencia que una ética basada en principios parecie-
ra ser defectuosa. Estas críticas han llevado a algunos autores a su-
gerir que una ética basada en un solo principio tiene que ser aban-
donada50. No obstante, si tomamos en cuenta la Tugendlehre su 
noción de deberes imperfectos ayuda a mostrar que su ética no es 
moralmente demasiado demandante, no tan imparcialista ni dema-
siado rigorista.
En síntesis, suele pensarse que la ética kantiana (y utilitarista) no 
es útil para hablar de relaciones personales. La cuestión de cómo 
deben tratar y relacionarse dos personas parece no estar en sintonía 
con cómo los demás deban tratarse en una relación como la suya. 
47 WILLIAMS (1982): 13.
48 VELLEMAN (1999): 366.
49 BARON (1991): 843.
50 Cfr. BETZLER (2008): 25.
 REPERCUSIONES DE LA METAFÍSICA DE LAS COSTUMBRES 167
Esto porque no existe otra relación como la de ellos; existe una re-
lación particular. Apelar a consideraciones universalistas es, en el 
mejor de los casos, un «pensamiento de más». Sin embargo, el ám-
bito de las relaciones personales no es uno en el cual se esté exento 
de moralidad51. La igual dignidad como personas tiene que estar 
como base en cualquier tipo de relación. Si la ética del cuidado se 
enfoca en las responsabilidades que se tiene con los cercanos; la éti-
ca kantiana lo hace con todas las personas, conocidos y desconoci-
dos. Si el otro es respetado (i.e., cuando se reconoce al otro como un 
ser con dignidad); también puede ser cuidado. Así pues, puede de-
cirse que la ética del cuidado desarrolla un camino diferente al de la 
ética kantiana para llegar a similares conclusiones.
BIBLIOGRAFÍA
ALEGRÍA, D. (2012): «Articulación del juicio ético a través de la comple-
mentación entre la ética del cuidado y la ética de la justicia a partir de 
Gilligan», Aporía. Revista Internacional de Investigaciones Filosóficas, 
n.º 4, pp. 25-41.
— (2016): «Críticas a la exigencia de imparcialidad en la moral y una pro-
puesta de reinterpretación», en Revista de Filosofía (UCSC), vol. 15, n.º 2 
(en prensa).
APPIAH, K. A. (2007): La ética de la identidad, Buenos Aires.
BARON, M. (1991): «Impartiality and Friendship», Ethics, 101 (4): 836-
857.
— (2008): «Virtue ethics, Kantian ethics, and the one thought too many 
objection», Monika Betzler (ed.), Kant’s Ethics of Virtues, De Gruyter.
BENHABIB, S. (2006): Los derechos de los otros: Extranjeros, residentes y 
ciudadanos, Barcelona.
BRAMER, M. (2010): «The Importance of Personal Relationships in Kan-
tian Moral Theory: A Reply to Care Ethics», Hypatia, 25.1: Winter, 
pp. 121-139.
BLUM, L. (2000): «Against Deriving Particularity», Moral Particularism, 
Oxford.
CABEZAS, M. (2016): Dilemas morales: entre la espada y la pared, Madrid.
DARWALL, S. (1977): «Two Kinds of Respect», Ethics, vol. 88, n.º (1): 
pp. 26-49.
— (1998): Philosophical Ethics, Westview, Boulder, CO.
— (2010): «Responsibility within Relations», Partiality and Impartiality: 
Morality, Special Relationships, and the Wider World, pp. 151-168.
51 DARWALL (2010): 157.
168 KANT Y LOS RETOS PRÁCTICO-MORALES DE LA ACTUALIDAD
FRICKE, C. (2013): «The Sympathetic Process and the Origin and Function 
of Conscience», C. Berry, M. P. Paganelli y C. Smith (comps.), The 
Oxford Handbook of Adam Smith, Oxford, pp. 177-200.
GILLIGAN, C. (1982): In a Different Voice. Psychological Theory and 
Women’s Development, Harvard University Press. [Trad.: La moral y la 
teoría: psicología del desarrollo femenino, México, 1985.]
GUISÁN, E. (1988): Esplendor y miseria de la ética kantiana, Barcelona.
HELD, V. (2006): The Ethics of Care: Personal, Political, Global, New York.
JOLLIMORE, T. (2017): «Impartiality», The Stanford Encyclopedia of Philo-
sophy (Spring 2017 Edition), Edward N. Zalta (ed.), forthcoming URL 
= <https://plato.stanford.edu/archives/spr2017/entries/impartiality/>.
KANT, I. (1797): Die Metaphysik der Sitten, AA VI 203-493.
— (1999) Grundlegung zur Metaphysik der Sitten (GMS) Herausgegeben 
von Bernd Kraft und Dieter Schonecker, Hamburg. [Traducción: Fun-
damentación para una metafísica de las costumbres, Madrid, 2011.]
NODDINGS, N. (2003): Caring. A Feminine Approach to Ethics and Moral 
Education, University of California Press, Berkely.
— (2002): Educating moral people. A Caring Alternative to Character Edu-
cation, New York. [La educación moral. Propuesta alternativa para la 
educación del carácter, Buenos Aires-Madrid, 2009.]
RACHELS, J. (2013): Introducción a la filosofía moral, México DF.
TIMMERMAN, J. (2014): «Kantian ethics and utilitarism», en Eggleston, B. 
y Miller, D. E. (eds.), The Cambridge Companion to Utilitarianism, 
Cambridge.
VELLEMAN, D. (1999): «Love as a Moral Emotion», Ethics, 109, pp. 338-374.
WEIL, S. (1977): Simone Weil reader (ed. G. A. Panichas, reimpresiones), 
NY.
WOOD, E. (1999): Kant’s Ethical Thought, New York.
WOLF, S. (1992): «Morality and Partiality», Philosophical Perspectives, 
vol. 6, pp. 243-259.

Continuar navegando

Materiales relacionados

321 pag.
Rodríguez Luño - Ética general

User badge image

ROYER YULIAN TIPO TURPO

475 pag.
Luna-y-Salles-15 01

UNIFCV

User badge image

Tanilly Giacometti

340 pag.
28 pag.