Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Revista Pedagogía Universitaria Vol. 9 No. 3 2004 86 UNIVERSIDAD Y DESARROLLO SOSTENIBLE Lic. Elsi Amalia Ferrer Carbonell (1) eferrer@ismm.edu.cu Dr. C. Jesús Lazo Machado (2) lazo@reduniv.edu.cu Dr. C. Allán Pierra Conde (1) apierra@ismm.edu.cu (1) Instituto Superior Minero Metalúrgico de Moa (ISMMM). (2) MES. Resumen La Universidad de nuestros tiempos, en los cuales la preocupación de la Humanidad es continuar desarrollando nuevas vías de obtención de bienestar económico y nuevas tecnologías, tiene la gran responsabilidad de garantizar la formación de conocimientos, habilidades y valores en los futuros profesionales sobre la base de principios éticos, metodológicos, conceptuales, pedagógicos y epistemológicos novedosos, que garanticen un desarrollo sostenible. Cumplir con esta misión obliga a las universidades trabajar en base a modelos pedagógicos que manifiesten una integración de lo cognitivo, las competencias y los modos de actuación profesional. En el presente trabajo se abordan criterios que reflejan la visión actual del tratamiento que se da a la Universidad, en su función socializadora de contribución al desarrollo sostenible, como resultado de una actualización en la temática. I. Introducción La solución de los problemas ambientales requiere de nuevas capacidades personales e institucionales, es por ello que la temática ambiental, se ha introducido en todas la esferas de interacción de la humanidad. La Universidad, en su papel de formación de los profesionales, tiene la responsabilidad de garantizar la formación de conocimientos y habilidades así como de motivaciones, actitudes y valores en los estudiantes para lograr una efectiva solución de la problemática ambiental. El PNUMA en 1993 propuso que la formación ambiental debe comprenderse como “el proceso formal y no formal de capacitación académica y de formación psicosocial de profesionales de las ciencias sociales, naturales y técnicas en sus áreas básicas o aplicadas para la detección y solución de problemas del ambiente”. La educación Ambiental, en el ámbito universitario, debe ser una parte integral dentro del programa educativo, debe abarcar tres vertientes: ̇ los procesos de toma de conciencia global de todo egresado universitario sobre problemas del ambiente. Revista Pedagogía Universitaria Vol. 9 No. 3 2004 87 ̇ la detección de la relación que guardan estos últimos con el campo de práctica profesional y ̇ la adquisición de habilidades para el manejo de los métodos, técnicas o herramientas propias de su profesión, necesarias para poder intervenir en la detección, prevención y/o corrección de los problemas ambientales. En las carreras, fundamentalmente las de perfiles técnicos, la formación académica debe propiciar la adquisición de conocimientos, habilidades y valores que les permita explotar racionalmente los recursos naturales, además de brindar la posibilidad de poder transformar ese medio, conociendo a fondo los procesos que se desencadenan y las variantes de modelación y regulación de los mismos. La universidad, que realiza un compromiso político con el medio ambiente, permite sentar las bases para concretar la política ambiental en una serie de estrategias de acción ambiental desde las que se pueda iniciar un proceso de ambientalización que abarque todas sus funciones: docencia, investigación, extensión y gestión; un proceso que se plasme en todas las actividades que realizan los distintos componentes de la comunidad universitaria (profesores, personal de administración y servicios y estudiantes) respondiendo a cada una de estas funciones: “la formación de profesionales, la creación de conocimientos científicos, la extensión cultural a la comunidad y las operaciones diarias que se realizan en la vida universitaria”. (Coya M. , 2001). Desde la década de los setenta hasta nuestros días, numerosos encuentros internacionales y nacionales han venido proponiendo una serie de recomendaciones dirigidas a las instituciones universitarias en relación con las medidas que deberían adoptar para contemplar las cuestiones relacionadas con el medio ambiente en su funcionamiento. Estas recomendaciones se centraron en la formación profesional y en la investigación, cuestión razonable, ya que en la década de los setenta y ochenta la introducción de la Educación ambiental, en las universidades que lo habían asumido en el mundo, se limitaba a los modos de relaciones con el medio ambiente y algo a la investigación. No fue hasta finales de los años noventa cuando se consideró que la introducción de la Educación Ambiental y la sostenibilidad en la universidad debía implicar modificaciones también estructurales y de funcionamiento. (Coya, 2001). La Conferencia de Tbilisi (1977) consideró, de forma muy general, que la Universidad por su función de centro de investigación y de formación de expertos, debía revisar sus potencialidades y abrir sus esquemas disciplinares tradicionales a la introducción de la Educación Ambiental. Esto implicaría, entre otras cuestiones: a) el desarrollo de investigaciones sobre Educación Ambiental; b) la formación de futuros profesionales para que sus actividades en el marco laboral estuviesen siempre en armonía con la preservación del medio ambiente. Asimismo, se recomendó la que la formación ambiental de los profesionales debía englobar a todas las carreras. El análisis de la problemática ambiental para su solución efectiva debería hacerse desde tratamientos interdisciplinarios por su naturaleza de carácter biofísico, socioeconómico, político y cultural. Diez años después de la Conferencia de Tbilisi, se celebró en Moscú el Congreso Internacional UNESCO-PNUMA (1987). Durante el intervalo de tiempo transcurrido ente ambos encuentros, La Educación Ambiental pasó de ser un concepto reflejado en los textos, a incorporarse lentamente a los distintos niveles educativos. Ahora bien, en el Revista Pedagogía Universitaria Vol. 9 No. 3 2004 88 ámbito universitario las recomendaciones emitidas por la Conferencia de Tbilisi se encontraron con una serie de obstáculos. El principal era la dificultad para articular desde la enseñanza superior un conocimiento sólido sobre el funcionamiento de los ecosistemas que contemplase todos los factores que determinan las relaciones entre el hombre y el medio y ello, porque la fragmentación del conocimiento en disciplinas era una gran limitación (De Blas et al., 1991). En este sentido, el Congreso de Moscú intentó revisar las iniciativas y actuaciones que se habían desarrollado desde Tbilisi y elaboró una estrategia de acción para la década de los noventa. El objetivo más general que se propuso alcanzar, a través de una serie de actividades específicas, fue el “fortalecimiento de la integración de la dimensión ambiental en la enseñanza general universitaria mediante el desarrollo de recursos educativos y de la formación, así como la creación de mecanismos institucionales apropiados” (UNESCO- PNUMA, 1988: 20). Las actividades que se sugirieron para poner en marcha la estrategia se concentraron en tres apartados. El primero se refirió a la necesidad de concienciar y sensibilizar a los responsables universitarios sobre la importancia que la Educación y la Formación Ambientales tenían para la enseñanza universitaria. El segundo aspecto subrayado en Moscú, fue la urgencia de desarrollar planes de estudio en forma de cursos integrados sobre la problemática del medio ambiente en los se recogiesen las aportaciones de las diferentes disciplinas universitarias.Se señaló también, la prioridad que suponía la reorientación del profesorado de disciplinas tradicionales para que introdujesen en sus áreas de conocimiento el trabajo interdisciplinario y el estudio de las cuestiones del medio ambiente. En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (Río de Janeiro, 1992), la educación se presentó como un instrumento más a integrar en la política para la construcción de un desarrollo sostenible. En la Agenda 21, aprobada en la conferencia, se sugirió tres áreas programáticas dentro de las que se concretaron las bases para la acción, los objetivos a alcanzar y las actividades a realizar con ese fin. Las áreas del programa fueron: la orientación de la educación hacia el desarrollo sostenible, el aumento de la conciencia de los individuos y el fomento de la capacitación. La primera área, dedicada a la reorientación de la educación hacia el desarrollo sostenible, propuso ofertar una educación ,tanto formal como no formal, para cambiar las actitudes de los sujetos y así capacitarlos para detectar, analizar y, en definitiva, evaluar y abordar los problemas del desarrollo sostenible. Algunas de las actividades fundamentales, que implicaban a la institución universitaria, estaban encaminadas hacia: • La necesidad de impartir a los estudiantes cursos interdisciplinarios. • El fortalecimiento de la investigación y de criterios comunes de enseñanza entre las actividades de las universidades y las redes regionales. La necesidad de incrementar la conciencia de los individuos sobre los problemas del medio ambiente, sobre todo de los que toman decisiones respecto al medio, se basa en el principio de que toda la población, sin distinciones, debe ser partícipe y responsable de la solución de la problemática ambiental y debe orientar sus motivaciones y comportamientos hacia la consecución de un desarrollo sostenible, lo cual es prácticamente viable dada la obligación Revista Pedagogía Universitaria Vol. 9 No. 3 2004 89 de las instituciones universitarias de extenderse a la comunidad mediante actividades de extensión universitaria. El fomento de la capacitación, instrumento más importante para la consecución de un desarrollo sostenible, basa su acción en la consideración de la capacitación como un proceso dirigido a impartir conocimientos y a fomentar la conciencia ante los problemas del medio ambiente y el desarrollo. En resumen, la mayor parte de las recomendaciones comentadas coinciden en los siguientes aspectos: • La importancia de crear conciencia y sensibilizar a los responsables universitarios sobre la problemática ambiental y la necesidad de introducir la Formación Ambiental en la enseñanza superior, preferentemente en forma de cursos integradores en torno al desarrollo sostenible. • La formación ecológica impartida en las universidades no puede reducirse a la incorporación de asignaturas al plan de estudios. Debe ser una formación, tanto de carácter formal como no formal, que incida en la adquisición de conocimientos y habilidades así como de motivaciones, actitudes y valores de los estudiantes para lograr una efectiva solución de la problemática ambiental. • La especial relevancia del carácter interdisciplinario de las cuestiones ambientales, su enseñanza tiene que abarcar todas las áreas científicas y debe tratar el medio ambiente como un conjunto integrado de elementos y procesos biofísicos, socioeconómicos y culturales. • Son de gran importancia las colaboraciones que se establezcan dentro de la universidad o con otras instituciones, para la evolución, construcción y aplicación del conocimiento ambiental. En la “Declaración de rectores de universidades para el desarrollo sostenible y el medio ambiente”, aprobada en San José de Costa Rica en 1995, se instó a que las universidades, como focos de análisis y de reflexión crítica, de innovación educativo-tecnológica y núcleos de desarrollo cultural, actuasen en la investigación de los problemas del medio ambiente como en la búsqueda de un modelo sostenible. También se planteó que para que las universidades alcanzaran estos objetivos debían comprometerse en un proceso en el que, en general, se favoreciese una cultura ambiental que impregnase tanto su estructura como sus funciones académicas y de gestión en general. También hizo énfasis en el trabajo interdisciplinario y en el fomento de las experiencias de investigación y su interpretación y divulgación, permitiendo una toma de decisiones en los ámbitos de política sociedad y tecnología, apostando por nuevas líneas de trabajo, priorizando la formación de universitarios con visiones más profundas, complejas e interdisciplinares de los temas ambientales. (Declaración de San José de Costa Rica, 1995. Cit. por Coya M., 2001, p. 76). En fin, el compromiso de la universidad con el desarrollo sostenible supone replanteamiento profundo de todas sus funciones esenciales: docencia, investigación, extensión y gestión. En este replanteamiento, configurarse una nueva cultura institucional orientada por los principios del desarrollo sostenible, que permita concienciar y responsabilizar a toda la comunidad universitaria en la necesidad de actuar, de acuerdo con una práctica ambientalmente coherente que tenga también como uno de sus principios Revista Pedagogía Universitaria Vol. 9 No. 3 2004 90 principales la solidaridad con los demás pueblos del mundo y con las generaciones futuras. (Coya M., 2001, p. 78). II. Modelo curricular para la formación ambiental En el mundo entero, la enseñanza universitaria se caracteriza por su extrema diversidad, con opciones diferentes y con distintos objetivos, dependiendo de los países, de sus tradiciones universitarias, de la presión de los grupos profesionales, etc. La formación de los ingenieros, en relación a las cuestiones medioambientales puede presentar diferentes modalidades, que se pueden concretar, esencialmente, en cinco, las cuales poseen objetivos docentes diferentes: ̇ Enseñanza de base dirigida a una ambientalización de los programas de formación, con el objetivo de incluir en los esquemas formativos de los mismos los conceptos e instrumentos que deberían permitirles comprender y apreciar el medio ambiente y su complejidad, entender la relación medio ambiente – actividad humana e integrar el factor ambiental en su actividad profesional. Es lo que se denomina como ambientalización curricular. ̇ Enseñanza específica para formar graduados superiores en medio ambiente y para formar especialistas en ciencias ambientales, o en ingeniería y gestión ambiental. ̇ Enseñanza a nivel de master, orientada a la especialización profesional en una temática ambiental concreta ̇ Enseñanza a nivel de doctorado, orientada esencialmente a la investigación. ̇ Formación postgraduada orientada, esencialmente, a los profesionales en activo, con el objetivo de obtener o actualizar una formación en la materia ambiental, complementaria a su preparación inicial. La Educación Ambiental es un movimiento ético; responde a la necesidad de que el ser humano encuentre una nueva ética, una forma más «ecológica» de analizar la realidad globalmente, e incluso una nueva estética. Implica, pues, la necesidad de cambiar la actuación en el entorno y de que el ser humano se vea a sí mismo como parte integrante de él. El ser humano influye en su entorno pero a su vez el ambiente condiciona la vida humana. Debe desprenderse de una visión demasiado antropocéntrica y avanzar hacia otra de tipo biocéntrico. Para ello será necesario indagar sobre la génesis de los problemas ambientales: observar, reflexionar, investigar. Otra idea básica debe ser la de la finitud de los recursos,el conocimiento de los recursos renovables y no renovables, y, en relación con ello, la búsqueda de la más justa redistribución y de la solidaridad. Esta solidaridad, otro principio básico, que habrá de ser sincrónica pero también diacrónica, nos hace responsables, como seres históricos, de la herencia dejada a las generaciones futuras. Una mentalidad abarcadora completa estos principios esenciales. Principios que deben traducirse en valores, creencias y actitudes. La Educación Ambiental, en efecto, debe, desde una lectura reflexiva y critica de la naturaleza, del entorno, conseguir el desarrollo, en el estudiantado, de su propio sistema de valores. Para ello los conocimientos y la información son necesarios pero no suficientes. En el Diseño Curricular que integre la dimensión ambiental se debe poner de manifiesto una interdisciplinaridad, puesto que el currículum como integración de componentes reflejo de la Sociedad, de la realidad, es cambiante, multifacética, dialéctica y sus Revista Pedagogía Universitaria Vol. 9 No. 3 2004 91 fenómenos se dan integrados de forma compleja; por lo que no puede ser abordada satisfactoriamente desde la perspectiva de una ciencia única. Esto conllevaría a un determi- nado grado de abstracción del objeto. En la formación de los profesionales, la Educación y Formación Ambientales se materializa en la ambientalización del currículo o planes de estudios. La ambientalización curricular implica la introducción de contenidos y criterios ambientales y sostenibles en los planes de estudio para proporcional a los estudiantes conocimientos, habilidades, actitudes y valores que les permitan desarrollarse profesionalmente con respecto al medio ambiente dentro de los esquemas de un desarrollo sostenible (Fernández, 1998; Cit. por Coya, 2001: 116). La Educación Ambiental, para alcanzar los objetivos trazados mediante un programa educativo de carácter ambiental, es necesario que al menos presente tres características básicas: formación integral, metodología interdisciplinar y relación con la realidad social. X Formación integral: La Educación Ambiental en un programa educativo debería incidir simultáneamente durante el proceso de aprendizaje en tres niveles: cognitivo (conocimientos e información), afectivo (actitudes y valores) y de comportamientos (conductas). En este sentido, debería proporcionar los conocimientos e información que permitan a los sujetos comprender y conocer el carácter complejo del medio ambiente y el significado del desarrollo sostenible. Debería también sensibilizar y concienciar a los sujetos sobre la necesidad de caminar hacia un modelo de desarrollo y sociedad sostenible, favoreciendo una reflexión crítica u profunda de la ética actual y fomentando los valores y actitudes que implican la sostenibilidad. Por ultimo, debería propiciar una actuación y participación personal y de los colectivos a favor del desarrollo sostenible, formando aptitudes que permitan diagnosticar y analizar las situaciones para poder actuar responsable, eficaz y establemente y conseguir la mejora y protección del medio ambiente. Hay que tener en cuenta que no se puede lograr el compromiso y la motivación de una persona a participar en la protección del medio ambiente si antes no ha adquirido un conocimiento adecuado de la problemática ambiental y una formación en valores y actitudes favorables al desarrollo sostenible. Formar ambientalmente a una serie e profesionales implica la adquisición de cuatro tipos de saberes relacionados entre sí, estos son: un saber que significa dominar una series de conocimientos básicos que le permitan comprender la esencia teórica de los problemas ambientales, un saber-hacer que significa el dominio de una serie de campos científicos y técnicos, muy relacionado con las competencias del profesional, el desarrollo de un saber-ser que supone un cierto desarrollo personal y social del individuo y que hace referencia a la adquisición de una ética ambiental constituida por actitudes y valores imbuidos por esta ética, y un saber-actuar que será el que establezca las bases de un comportamiento responsable que guíe sus actuaciones. Tradicionalmente, los procesos formativos en cuestiones ambientales y en general dentro de la enseñanza universitaria, se han centrado en aspectos del desarrollo cognitivo de los estudiantes, entendiendo éste como la simple adquisición de conocimientos especializados. La decisión de participar en la mejora del medio ambiente no puede ser estimulada únicamente desde un desarrollo cognitivo unidimensional del profesional de tipo Revista Pedagogía Universitaria Vol. 9 No. 3 2004 92 memorístico y sistemático. De esta forma pueden aumentar los conocimientos sobre el medio ambiente pero no necesariamente la motivación y el compromiso para proteger y respetar el medio ambiente. Emmelin(1990) plantea que existe la necesidad de enseñar la calidad del medioambiente como orientador, evaluador y guía de los conocimientos que se impartan a los estudiantes y de sus propias actuaciones, y una ética medioambiental que predisponga al futuro profesional al establecimiento de un sistema de comportamientos responsables con el medio ambiente, tanto en el orden personal, social, científico, tecnológico, estético como moral. Esta ética debe estar basada en conceptos como interdependencia entre hombre- naturaleza; respeto por la naturaleza; holismo en el tratamiento de cuestiones ambientales; respeto o solidaridad con las necesidades de las generaciones futuras y por último comprensión de las relaciones entre medio ambiente y desarrollo. (Cit. por Coya, M. 2001: 119). La Formación Ambiental de los estudiantes universitarios, no se debe reducir a lo estrictamente académico y especializado, es decir, a lo sólo concierne a su profesión sino que debe recibir una formación general que incida en su condición de personas particulares. En este sentido, la ambientalización curricular está estrechamente ligada al concepto de ciudadanía. Se debe potenciar la responsabilidad dirigida al medio ambiente, patrimonio cultural. El desempeño de los futuros egresados se desarrolla en un entorno social en el que tienen que tomar decisiones que no afecten estrictamente a su función como profesionales, y por ello deben estar socializados para su pertenencia a la comunidad en la que viven. El éxito de una formación integral en el proceso de formación ambiental universitaria, radica en el diseño de un modelo que integre tres dimensiones: lo ambiental, lo profesional y el desempeño sostenible como reflejo de las relaciones didácticas que se establecen entre lo cognitivo, las competencias profesionales y los modos de actuación, que tienen su máxima manifestación en el proceso docente educativo mediante la relación objetivo, contenido y método. X Metodología interdisciplinar La Educación Ambiental aplicada a programas educativos no debe suponer sólo el desarrollo de nuevos contenidos y objetivos educativos, implica también la adopción de un enfoque metodológico y epistemológico distinto al tradicional. Una de las característica fundamentales de la ambientalización curricular es que debe fomentar y favorecer la interdisciplinariedad. El conocimiento y la comprensión de una realidad tan compleja como es el medio ambiente, en la que interactúan elementos bio-físicos, socioeconómicos y culturales, debe y tiene que ser estudiada desde un enfoque también complejo y multidireccional en le cual se articulen las distintas disciplinas y experiencias educativas. (Novo, 1995). Este enfoque requiere un cambio en las concepciones disciplinares tradicionales utilizadas por los profesores universitarios para organizarel conocimiento y su producción. Ahora bien, la aplicación de una estructura interdisciplinar en el proceso enseñanza-aprendizaje implica un replanteamiento de la estructura curricular, ya que el currículo o los planes de estudios universitarios organizan el conocimiento en diferentes disciplinas dedicadas al análisis de una parte del conocimiento. Es sabido, que la realidad del medio ambiente no Revista Pedagogía Universitaria Vol. 9 No. 3 2004 93 responde a una lógica disciplinar: no se dan fenómenos físicos, biológicos, culturales, sociales, económicos, etc. de forma independiente, sino que la realidad -lo ambiental- es producto de la interacción conjunta de estos fenómenos. Se hace necesario el uso de una metodología interdisciplinar para contrarrestar la fragmentación del conocimiento en disciplinas y por la necesidad de introducir nuevos métodos que permitan alcanzar un conocimiento más global y completo de la realidad. Existen pocos espacios académicos propios para la docencia de carácter interdisciplinario; por lo general se conservan estructuras disciplinares rígidas e inflexibles en las que es muy difícil introducir cambios. Desde una estructura rígida y una organización compartimentada de la realidad es muy difícil construir un saber integrado sobre el medio ambiente que permita a profesores y estudiantes comprender la naturaleza compleja de la problemática ambiental y articular un conocimiento sólido sobre el medio ambiente. Un obstáculo que dificulta el trabajo interdisciplinar es el relacionado con la predisposición de algunos docentes hacia la aplicación de esta metodología en su labor docente. La cooperación y el trabajo en equipo se vuelve fundamental en la construcción de una cultura académica interdisciplinar. Esta nueva cultura implica cambios profundos que plantean, incluso, una nueva relación profesor-estudiante, en la que este último debe asumir un papel activo y participativo, sobre la base de las competencias profesionales. (Coya, 2001). X Relación con la sociedad Resulta obvio que, frente a los grandes problemas ambientales del momento, la Formación Ambiental, dirigida a la consecución de un desarrollo sostenible, no puede mantenerse ajena a la realidad social, pues en ella es donde desenvolverán su labor científica o profesional los estudiantes. La relación Universidad - Sociedad respecto a la formación de profesionales debe concebirse desde el principio de cambio, es decir, no puede adaptarse a los procesos del medio sino lograr mejorarlo y transformarlo sobra la base del desarrollo sostenible. Para ello debe crear profesionales reflexivos, críticos y sensibles a los cambios que tiene que operar en el mundo de la creación-innovación-producción. Deben ser profesionales que asuman el papel social de su profesión y la dirección de su actividad y, consecuentemente, su responsabilidad en la selección de estrategias y tecnologías coherentes con los fines de la sostenibilidad. III. Conclusiones: • La Universidad, en su papel de formación de los profesionales, tiene la responsabilidad de garantizar la formación de conocimientos y habilidades así como de motivaciones, actitudes y valores en los estudiantes para lograr una efectiva solución de la problemática ambiental. Esto impone un proceso de ambientalización curricular como configuración de la Educación Ambiental, que a su vez es una dimensión del Proceso Docente Educativo. • Para cumplir con el encargo social asignado a la Universidad, se requiere la ambientalización de todos los procesos universitarios, haciendo énfasis en los educativos formales y no formales, a través de lo curricular, la investigación y la extensión universitaria. Revista Pedagogía Universitaria Vol. 9 No. 3 2004 94 • Es necesaria la adecuación de contenidos, habilidades y valores que se correspondan con la actuación del profesional, considerando el impacto de su actividad profesional sobre el medio y su protección con criterios de sustentabilidad. Esto requiere definir las bases epistemológicas que sustentan un modelo basado en la solución de la contradicción establecida entre lo cognitivo, las competencias profesionales y los modos de actuación. IV. Bibliografía: 1. Breto Vázquez, A. y Roque Molina, M. Introducción de la dimensión ambiental del desarrollo en los planes de estudio de la educación superior cubana: un estudio de caso. Universidad’2000. La Habana. 2000. 2. CITMA. (1997). Estrategia Ambiental Nacional. CIDEA. La Habana. 3. CITMA. (1997).Estrategia Nacional de Educación Ambiental. CIDEA. La Habana. 4. Coya, M., (2001). La Ambientalización de la Universidad. Tesis doctoral, Universidad de Santiago de Compostela. España. 5. Emmelin, L., (1990). Educación Ambiental en el ámbito de la universidad. Educación Ambiental, Nro. 1, pp. 50-54. Cit. por Coya, M., 2001, p. 119. 6. De Blas Zabaleta, P. et al., (1991). Respuesta educativa a la crisis ambiental, Madrid, CIDE. 7. Declaración de rectores de las Universidades para el Desarrollo Sostenible y el Medio Ambiente –fragmentos-, 1995. Declaración de San José de Costa Rica. Costa Rica. (Cit. por Coya, M., 2001, p. 76 ). 8. Fernández Porta, S., (1998). Introducción a l’ambientalitzación curricular. 1er Seminari d’ambientalitzación curricular per a professorat, Manresa, 1998, disponible en http://www-cedecma.upc.es/MediAmbient/esp/index.html. 9. Ferrer Carbonell, E. A. y Pierra Conde, A., (2002). Educación y desarrollo sostenible: una respuesta desde la Física. CD del evento CINAREM’2002 (ISBN: 959-16-0158-1). Cuba. 10. Fuentes, Teissier, H. C., (2000). Una metodología sistémica en proyectos de medio ambiente y sustentabilidad, Universidad’2000. La Habana. 11. ISMMM, (1999). Estrategia Ambiental. Moa. Cuba. 12. Novo Villaverde, M., (1995). La educación ambiental: bases éticas, conceptuales y metodológicas. Madrid: Universitas. 13. Pujol, R. M a , y Villanueva, M., (1999). Un proceso metodológico para la ambientalización curricular. Universidad Autónoma de Barcelona. España. 14. Rico Vercher, M., (1992). El aprendizaje de los valores en Educación Ambiental. Unidades temáticas Ambientales de la Secretaría de Estado para las Políticas del Agua y el Medio Ambiente. MOPT. Madrid. 15. Roque, M., (1995). El vínculo Universidad-Comunidad en la Educación Ambiental. Formación ambiental, Vol. VI, Nro. 14. Revista Pedagogía Universitaria Vol. 9 No. 3 2004 95 16. UNESCO, (1980). La Educación Ambiental. Conclusiones de la Conferencia de Tbilisi. París. 17. UNESCO, (1980). La educación ambiental. Las grandes orientaciones de la Conferencia de Tbilisi. UNESCO, París. 18. UNESCO-PNUMA, (1988). Estrategia Internacional de acción en materia de educación y formación ambientales para el decenio de 1990. UNESCO. París.
Compartir