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Revista Pedagogía Universitaria Vol. 9 No. 3 2004 
 
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UNIVERSIDAD Y DESARROLLO SOSTENIBLE 
 
 
Lic. Elsi Amalia Ferrer Carbonell 
(1)
 eferrer@ismm.edu.cu 
Dr. C. Jesús Lazo Machado 
(2)
 lazo@reduniv.edu.cu 
Dr. C. Allán Pierra Conde 
(1)
 apierra@ismm.edu.cu 
 
 
(1) Instituto Superior Minero Metalúrgico de Moa (ISMMM). 
(2) MES. 
 
Resumen 
La Universidad de nuestros tiempos, en los cuales la preocupación de la Humanidad es 
continuar desarrollando nuevas vías de obtención de bienestar económico y nuevas 
tecnologías, tiene la gran responsabilidad de garantizar la formación de conocimientos, 
habilidades y valores en los futuros profesionales sobre la base de principios éticos, 
metodológicos, conceptuales, pedagógicos y epistemológicos novedosos, que garanticen un 
desarrollo sostenible. 
Cumplir con esta misión obliga a las universidades trabajar en base a modelos pedagógicos 
que manifiesten una integración de lo cognitivo, las competencias y los modos de actuación 
profesional. 
En el presente trabajo se abordan criterios que reflejan la visión actual del tratamiento que 
se da a la Universidad, en su función socializadora de contribución al desarrollo sostenible, 
como resultado de una actualización en la temática. 
 
I. Introducción 
La solución de los problemas ambientales requiere de nuevas capacidades personales e 
institucionales, es por ello que la temática ambiental, se ha introducido en todas la esferas 
de interacción de la humanidad. 
La Universidad, en su papel de formación de los profesionales, tiene la responsabilidad de 
garantizar la formación de conocimientos y habilidades así como de motivaciones, 
actitudes y valores en los estudiantes para lograr una efectiva solución de la problemática 
ambiental. 
El PNUMA en 1993 propuso que la formación ambiental debe comprenderse como “el 
proceso formal y no formal de capacitación académica y de formación psicosocial de 
profesionales de las ciencias sociales, naturales y técnicas en sus áreas básicas o aplicadas 
para la detección y solución de problemas del ambiente”. La educación Ambiental, en el 
ámbito universitario, debe ser una parte integral dentro del programa educativo, debe 
abarcar tres vertientes: 
̇ los procesos de toma de conciencia global de todo egresado universitario sobre 
problemas del ambiente. 
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̇ la detección de la relación que guardan estos últimos con el campo de práctica 
profesional y 
̇ la adquisición de habilidades para el manejo de los métodos, técnicas o herramientas 
propias de su profesión, necesarias para poder intervenir en la detección, prevención 
y/o corrección de los problemas ambientales. 
En las carreras, fundamentalmente las de perfiles técnicos, la formación académica debe 
propiciar la adquisición de conocimientos, habilidades y valores que les permita explotar 
racionalmente los recursos naturales, además de brindar la posibilidad de poder transformar 
ese medio, conociendo a fondo los procesos que se desencadenan y las variantes de 
modelación y regulación de los mismos. 
La universidad, que realiza un compromiso político con el medio ambiente, permite sentar 
las bases para concretar la política ambiental en una serie de estrategias de acción 
ambiental desde las que se pueda iniciar un proceso de ambientalización que abarque todas 
sus funciones: docencia, investigación, extensión y gestión; un proceso que se plasme en 
todas las actividades que realizan los distintos componentes de la comunidad universitaria 
(profesores, personal de administración y servicios y estudiantes) respondiendo a cada una 
de estas funciones: “la formación de profesionales, la creación de conocimientos 
científicos, la extensión cultural a la comunidad y las operaciones diarias que se realizan 
en la vida universitaria”. (Coya M. , 2001). 
Desde la década de los setenta hasta nuestros días, numerosos encuentros internacionales y 
nacionales han venido proponiendo una serie de recomendaciones dirigidas a las 
instituciones universitarias en relación con las medidas que deberían adoptar para 
contemplar las cuestiones relacionadas con el medio ambiente en su funcionamiento. Estas 
recomendaciones se centraron en la formación profesional y en la investigación, cuestión 
razonable, ya que en la década de los setenta y ochenta la introducción de la Educación 
ambiental, en las universidades que lo habían asumido en el mundo, se limitaba a los 
modos de relaciones con el medio ambiente y algo a la investigación. No fue hasta finales 
de los años noventa cuando se consideró que la introducción de la Educación Ambiental y 
la sostenibilidad en la universidad debía implicar modificaciones también estructurales y de 
funcionamiento. (Coya, 2001). 
La Conferencia de Tbilisi (1977) consideró, de forma muy general, que la Universidad por 
su función de centro de investigación y de formación de expertos, debía revisar sus 
potencialidades y abrir sus esquemas disciplinares tradicionales a la introducción de la 
Educación Ambiental. Esto implicaría, entre otras cuestiones: a) el desarrollo de 
investigaciones sobre Educación Ambiental; b) la formación de futuros profesionales para 
que sus actividades en el marco laboral estuviesen siempre en armonía con la preservación 
del medio ambiente. Asimismo, se recomendó la que la formación ambiental de los 
profesionales debía englobar a todas las carreras. El análisis de la problemática ambiental 
para su solución efectiva debería hacerse desde tratamientos interdisciplinarios por su 
naturaleza de carácter biofísico, socioeconómico, político y cultural. 
Diez años después de la Conferencia de Tbilisi, se celebró en Moscú el Congreso 
Internacional UNESCO-PNUMA (1987). Durante el intervalo de tiempo transcurrido ente 
ambos encuentros, La Educación Ambiental pasó de ser un concepto reflejado en los 
textos, a incorporarse lentamente a los distintos niveles educativos. Ahora bien, en el 
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ámbito universitario las recomendaciones emitidas por la Conferencia de Tbilisi se 
encontraron con una serie de obstáculos. El principal era la dificultad para articular desde la 
enseñanza superior un conocimiento sólido sobre el funcionamiento de los ecosistemas que 
contemplase todos los factores que determinan las relaciones entre el hombre y el medio y 
ello, porque la fragmentación del conocimiento en disciplinas era una gran limitación (De 
Blas et al., 1991). 
En este sentido, el Congreso de Moscú intentó revisar las iniciativas y actuaciones que se 
habían desarrollado desde Tbilisi y elaboró una estrategia de acción para la década de los 
noventa. El objetivo más general que se propuso alcanzar, a través de una serie de 
actividades específicas, fue el “fortalecimiento de la integración de la dimensión ambiental 
en la enseñanza general universitaria mediante el desarrollo de recursos educativos y de la 
formación, así como la creación de mecanismos institucionales apropiados” (UNESCO-
PNUMA, 1988: 20). 
Las actividades que se sugirieron para poner en marcha la estrategia se concentraron en tres 
apartados. El primero se refirió a la necesidad de concienciar y sensibilizar a los 
responsables universitarios sobre la importancia que la Educación y la Formación 
Ambientales tenían para la enseñanza universitaria. El segundo aspecto subrayado en 
Moscú, fue la urgencia de desarrollar planes de estudio en forma de cursos integrados sobre 
la problemática del medio ambiente en los se recogiesen las aportaciones de las diferentes 
disciplinas universitarias.Se señaló también, la prioridad que suponía la reorientación del 
profesorado de disciplinas tradicionales para que introdujesen en sus áreas de conocimiento 
el trabajo interdisciplinario y el estudio de las cuestiones del medio ambiente. 
En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (Río de 
Janeiro, 1992), la educación se presentó como un instrumento más a integrar en la política 
para la construcción de un desarrollo sostenible. 
En la Agenda 21, aprobada en la conferencia, se sugirió tres áreas programáticas dentro de 
las que se concretaron las bases para la acción, los objetivos a alcanzar y las actividades a 
realizar con ese fin. Las áreas del programa fueron: la orientación de la educación hacia el 
desarrollo sostenible, el aumento de la conciencia de los individuos y el fomento de la 
capacitación. 
La primera área, dedicada a la reorientación de la educación hacia el desarrollo sostenible, 
propuso ofertar una educación ,tanto formal como no formal, para cambiar las actitudes de 
los sujetos y así capacitarlos para detectar, analizar y, en definitiva, evaluar y abordar los 
problemas del desarrollo sostenible. Algunas de las actividades fundamentales, que 
implicaban a la institución universitaria, estaban encaminadas hacia: 
• La necesidad de impartir a los estudiantes cursos interdisciplinarios. 
• El fortalecimiento de la investigación y de criterios comunes de enseñanza entre las 
actividades de las universidades y las redes regionales. 
La necesidad de incrementar la conciencia de los individuos sobre los problemas del medio 
ambiente, sobre todo de los que toman decisiones respecto al medio, se basa en el principio 
de que toda la población, sin distinciones, debe ser partícipe y responsable de la solución de 
la problemática ambiental y debe orientar sus motivaciones y comportamientos hacia la 
consecución de un desarrollo sostenible, lo cual es prácticamente viable dada la obligación 
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de las instituciones universitarias de extenderse a la comunidad mediante actividades de 
extensión universitaria. 
El fomento de la capacitación, instrumento más importante para la consecución de un 
desarrollo sostenible, basa su acción en la consideración de la capacitación como un 
proceso dirigido a impartir conocimientos y a fomentar la conciencia ante los problemas 
del medio ambiente y el desarrollo. 
En resumen, la mayor parte de las recomendaciones comentadas coinciden en los siguientes 
aspectos: 
• La importancia de crear conciencia y sensibilizar a los responsables universitarios sobre 
la problemática ambiental y la necesidad de introducir la Formación Ambiental en la 
enseñanza superior, preferentemente en forma de cursos integradores en torno al 
desarrollo sostenible. 
• La formación ecológica impartida en las universidades no puede reducirse a la 
incorporación de asignaturas al plan de estudios. Debe ser una formación, tanto de 
carácter formal como no formal, que incida en la adquisición de conocimientos y 
habilidades así como de motivaciones, actitudes y valores de los estudiantes para lograr 
una efectiva solución de la problemática ambiental. 
• La especial relevancia del carácter interdisciplinario de las cuestiones ambientales, su 
enseñanza tiene que abarcar todas las áreas científicas y debe tratar el medio ambiente 
como un conjunto integrado de elementos y procesos biofísicos, socioeconómicos y 
culturales. 
• Son de gran importancia las colaboraciones que se establezcan dentro de la universidad 
o con otras instituciones, para la evolución, construcción y aplicación del conocimiento 
ambiental. 
En la “Declaración de rectores de universidades para el desarrollo sostenible y el medio 
ambiente”, aprobada en San José de Costa Rica en 1995, se instó a que las universidades, 
como focos de análisis y de reflexión crítica, de innovación educativo-tecnológica y 
núcleos de desarrollo cultural, actuasen en la investigación de los problemas del medio 
ambiente como en la búsqueda de un modelo sostenible. También se planteó que para que 
las universidades alcanzaran estos objetivos debían comprometerse en un proceso en el 
que, en general, se favoreciese una cultura ambiental que impregnase tanto su estructura 
como sus funciones académicas y de gestión en general. También hizo énfasis en el trabajo 
interdisciplinario y en el fomento de las experiencias de investigación y su interpretación y 
divulgación, permitiendo una toma de decisiones en los ámbitos de política sociedad y 
tecnología, apostando por nuevas líneas de trabajo, priorizando la formación de 
universitarios con visiones más profundas, complejas e interdisciplinares de los temas 
ambientales. (Declaración de San José de Costa Rica, 1995. Cit. por Coya M., 2001, p. 76). 
En fin, el compromiso de la universidad con el desarrollo sostenible supone 
replanteamiento profundo de todas sus funciones esenciales: docencia, investigación, 
extensión y gestión. En este replanteamiento, configurarse una nueva cultura institucional 
orientada por los principios del desarrollo sostenible, que permita concienciar y 
responsabilizar a toda la comunidad universitaria en la necesidad de actuar, de acuerdo con 
una práctica ambientalmente coherente que tenga también como uno de sus principios 
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principales la solidaridad con los demás pueblos del mundo y con las generaciones futuras. 
(Coya M., 2001, p. 78). 
II. Modelo curricular para la formación ambiental 
En el mundo entero, la enseñanza universitaria se caracteriza por su extrema diversidad, 
con opciones diferentes y con distintos objetivos, dependiendo de los países, de sus 
tradiciones universitarias, de la presión de los grupos profesionales, etc. 
La formación de los ingenieros, en relación a las cuestiones medioambientales puede 
presentar diferentes modalidades, que se pueden concretar, esencialmente, en cinco, las 
cuales poseen objetivos docentes diferentes: 
̇ Enseñanza de base dirigida a una ambientalización de los programas de formación, con 
el objetivo de incluir en los esquemas formativos de los mismos los conceptos e 
instrumentos que deberían permitirles comprender y apreciar el medio ambiente y su 
complejidad, entender la relación medio ambiente – actividad humana e integrar el 
factor ambiental en su actividad profesional. Es lo que se denomina como 
ambientalización curricular. 
̇ Enseñanza específica para formar graduados superiores en medio ambiente y para 
formar especialistas en ciencias ambientales, o en ingeniería y gestión ambiental. 
̇ Enseñanza a nivel de master, orientada a la especialización profesional en una temática 
ambiental concreta 
̇ Enseñanza a nivel de doctorado, orientada esencialmente a la investigación. 
̇ Formación postgraduada orientada, esencialmente, a los profesionales en activo, con el 
objetivo de obtener o actualizar una formación en la materia ambiental, complementaria 
a su preparación inicial. 
La Educación Ambiental es un movimiento ético; responde a la necesidad de que el ser 
humano encuentre una nueva ética, una forma más «ecológica» de analizar la realidad 
globalmente, e incluso una nueva estética. Implica, pues, la necesidad de cambiar la 
actuación en el entorno y de que el ser humano se vea a sí mismo como parte integrante de 
él. El ser humano influye en su entorno pero a su vez el ambiente condiciona la vida 
humana. Debe desprenderse de una visión demasiado antropocéntrica y avanzar hacia otra 
de tipo biocéntrico. Para ello será necesario indagar sobre la génesis de los problemas 
ambientales: observar, reflexionar, investigar. Otra idea básica debe ser la de la finitud de 
los recursos,el conocimiento de los recursos renovables y no renovables, y, en relación con 
ello, la búsqueda de la más justa redistribución y de la solidaridad. Esta solidaridad, otro 
principio básico, que habrá de ser sincrónica pero también diacrónica, nos hace 
responsables, como seres históricos, de la herencia dejada a las generaciones futuras. Una 
mentalidad abarcadora completa estos principios esenciales. Principios que deben 
traducirse en valores, creencias y actitudes. La Educación Ambiental, en efecto, debe, 
desde una lectura reflexiva y critica de la naturaleza, del entorno, conseguir el desarrollo, 
en el estudiantado, de su propio sistema de valores. Para ello los conocimientos y la 
información son necesarios pero no suficientes. 
En el Diseño Curricular que integre la dimensión ambiental se debe poner de manifiesto 
una interdisciplinaridad, puesto que el currículum como integración de componentes 
reflejo de la Sociedad, de la realidad, es cambiante, multifacética, dialéctica y sus 
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fenómenos se dan integrados de forma compleja; por lo que no puede ser abordada 
satisfactoriamente desde la perspectiva de una ciencia única. Esto conllevaría a un determi-
nado grado de abstracción del objeto. 
En la formación de los profesionales, la Educación y Formación Ambientales se materializa 
en la ambientalización del currículo o planes de estudios. La ambientalización curricular 
implica la introducción de contenidos y criterios ambientales y sostenibles en los planes de 
estudio para proporcional a los estudiantes conocimientos, habilidades, actitudes y valores 
que les permitan desarrollarse profesionalmente con respecto al medio ambiente dentro de 
los esquemas de un desarrollo sostenible (Fernández, 1998; Cit. por Coya, 2001: 116). 
La Educación Ambiental, para alcanzar los objetivos trazados mediante un programa 
educativo de carácter ambiental, es necesario que al menos presente tres características 
básicas: formación integral, metodología interdisciplinar y relación con la realidad 
social. 
X Formación integral: 
La Educación Ambiental en un programa educativo debería incidir simultáneamente 
durante el proceso de aprendizaje en tres niveles: cognitivo (conocimientos e información), 
afectivo (actitudes y valores) y de comportamientos (conductas). En este sentido, debería 
proporcionar los conocimientos e información que permitan a los sujetos comprender y 
conocer el carácter complejo del medio ambiente y el significado del desarrollo sostenible. 
Debería también sensibilizar y concienciar a los sujetos sobre la necesidad de caminar 
hacia un modelo de desarrollo y sociedad sostenible, favoreciendo una reflexión crítica u 
profunda de la ética actual y fomentando los valores y actitudes que implican la 
sostenibilidad. Por ultimo, debería propiciar una actuación y participación personal y de 
los colectivos a favor del desarrollo sostenible, formando aptitudes que permitan 
diagnosticar y analizar las situaciones para poder actuar responsable, eficaz y establemente 
y conseguir la mejora y protección del medio ambiente. 
Hay que tener en cuenta que no se puede lograr el compromiso y la motivación de una 
persona a participar en la protección del medio ambiente si antes no ha adquirido un 
conocimiento adecuado de la problemática ambiental y una formación en valores y 
actitudes favorables al desarrollo sostenible. Formar ambientalmente a una serie e 
profesionales implica la adquisición de cuatro tipos de saberes relacionados entre sí, estos 
son: un saber que significa dominar una series de conocimientos básicos que le permitan 
comprender la esencia teórica de los problemas ambientales, un saber-hacer que significa 
el dominio de una serie de campos científicos y técnicos, muy relacionado con las 
competencias del profesional, el desarrollo de un saber-ser que supone un cierto desarrollo 
personal y social del individuo y que hace referencia a la adquisición de una ética 
ambiental constituida por actitudes y valores imbuidos por esta ética, y un saber-actuar 
que será el que establezca las bases de un comportamiento responsable que guíe sus 
actuaciones. 
Tradicionalmente, los procesos formativos en cuestiones ambientales y en general dentro 
de la enseñanza universitaria, se han centrado en aspectos del desarrollo cognitivo de los 
estudiantes, entendiendo éste como la simple adquisición de conocimientos especializados. 
La decisión de participar en la mejora del medio ambiente no puede ser estimulada 
únicamente desde un desarrollo cognitivo unidimensional del profesional de tipo 
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memorístico y sistemático. De esta forma pueden aumentar los conocimientos sobre el 
medio ambiente pero no necesariamente la motivación y el compromiso para proteger y 
respetar el medio ambiente. 
Emmelin(1990) plantea que existe la necesidad de enseñar la calidad del medioambiente 
como orientador, evaluador y guía de los conocimientos que se impartan a los estudiantes y 
de sus propias actuaciones, y una ética medioambiental que predisponga al futuro 
profesional al establecimiento de un sistema de comportamientos responsables con el 
medio ambiente, tanto en el orden personal, social, científico, tecnológico, estético como 
moral. Esta ética debe estar basada en conceptos como interdependencia entre hombre-
naturaleza; respeto por la naturaleza; holismo en el tratamiento de cuestiones ambientales; 
respeto o solidaridad con las necesidades de las generaciones futuras y por último 
comprensión de las relaciones entre medio ambiente y desarrollo. (Cit. por Coya, M. 2001: 
119). 
La Formación Ambiental de los estudiantes universitarios, no se debe reducir a lo 
estrictamente académico y especializado, es decir, a lo sólo concierne a su profesión sino 
que debe recibir una formación general que incida en su condición de personas particulares. 
En este sentido, la ambientalización curricular está estrechamente ligada al concepto de 
ciudadanía. Se debe potenciar la responsabilidad dirigida al medio ambiente, patrimonio 
cultural. 
El desempeño de los futuros egresados se desarrolla en un entorno social en el que tienen 
que tomar decisiones que no afecten estrictamente a su función como profesionales, y por 
ello deben estar socializados para su pertenencia a la comunidad en la que viven. 
El éxito de una formación integral en el proceso de formación ambiental universitaria, 
radica en el diseño de un modelo que integre tres dimensiones: lo ambiental, lo profesional 
y el desempeño sostenible como reflejo de las relaciones didácticas que se establecen entre 
lo cognitivo, las competencias profesionales y los modos de actuación, que tienen su 
máxima manifestación en el proceso docente educativo mediante la relación objetivo, 
contenido y método. 
X Metodología interdisciplinar 
La Educación Ambiental aplicada a programas educativos no debe suponer sólo el 
desarrollo de nuevos contenidos y objetivos educativos, implica también la adopción de un 
enfoque metodológico y epistemológico distinto al tradicional. Una de las característica 
fundamentales de la ambientalización curricular es que debe fomentar y favorecer la 
interdisciplinariedad. El conocimiento y la comprensión de una realidad tan compleja como 
es el medio ambiente, en la que interactúan elementos bio-físicos, socioeconómicos y 
culturales, debe y tiene que ser estudiada desde un enfoque también complejo y 
multidireccional en le cual se articulen las distintas disciplinas y experiencias educativas. 
(Novo, 1995). 
Este enfoque requiere un cambio en las concepciones disciplinares tradicionales utilizadas 
por los profesores universitarios para organizarel conocimiento y su producción. Ahora 
bien, la aplicación de una estructura interdisciplinar en el proceso enseñanza-aprendizaje 
implica un replanteamiento de la estructura curricular, ya que el currículo o los planes de 
estudios universitarios organizan el conocimiento en diferentes disciplinas dedicadas al 
análisis de una parte del conocimiento. Es sabido, que la realidad del medio ambiente no 
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responde a una lógica disciplinar: no se dan fenómenos físicos, biológicos, culturales, 
sociales, económicos, etc. de forma independiente, sino que la realidad -lo ambiental- es 
producto de la interacción conjunta de estos fenómenos. Se hace necesario el uso de una 
metodología interdisciplinar para contrarrestar la fragmentación del conocimiento en 
disciplinas y por la necesidad de introducir nuevos métodos que permitan alcanzar un 
conocimiento más global y completo de la realidad. Existen pocos espacios académicos 
propios para la docencia de carácter interdisciplinario; por lo general se conservan 
estructuras disciplinares rígidas e inflexibles en las que es muy difícil introducir cambios. 
Desde una estructura rígida y una organización compartimentada de la realidad es muy 
difícil construir un saber integrado sobre el medio ambiente que permita a profesores y 
estudiantes comprender la naturaleza compleja de la problemática ambiental y articular un 
conocimiento sólido sobre el medio ambiente. 
Un obstáculo que dificulta el trabajo interdisciplinar es el relacionado con la predisposición 
de algunos docentes hacia la aplicación de esta metodología en su labor docente. La 
cooperación y el trabajo en equipo se vuelve fundamental en la construcción de una cultura 
académica interdisciplinar. Esta nueva cultura implica cambios profundos que plantean, 
incluso, una nueva relación profesor-estudiante, en la que este último debe asumir un papel 
activo y participativo, sobre la base de las competencias profesionales. (Coya, 2001). 
X Relación con la sociedad 
Resulta obvio que, frente a los grandes problemas ambientales del momento, la Formación 
Ambiental, dirigida a la consecución de un desarrollo sostenible, no puede mantenerse 
ajena a la realidad social, pues en ella es donde desenvolverán su labor científica o 
profesional los estudiantes. 
La relación Universidad - Sociedad respecto a la formación de profesionales debe 
concebirse desde el principio de cambio, es decir, no puede adaptarse a los procesos del 
medio sino lograr mejorarlo y transformarlo sobra la base del desarrollo sostenible. Para 
ello debe crear profesionales reflexivos, críticos y sensibles a los cambios que tiene que 
operar en el mundo de la creación-innovación-producción. Deben ser profesionales que 
asuman el papel social de su profesión y la dirección de su actividad y, consecuentemente, 
su responsabilidad en la selección de estrategias y tecnologías coherentes con los fines de 
la sostenibilidad. 
III. Conclusiones: 
• La Universidad, en su papel de formación de los profesionales, tiene la responsabilidad 
de garantizar la formación de conocimientos y habilidades así como de motivaciones, 
actitudes y valores en los estudiantes para lograr una efectiva solución de la 
problemática ambiental. Esto impone un proceso de ambientalización curricular como 
configuración de la Educación Ambiental, que a su vez es una dimensión del Proceso 
Docente Educativo. 
• Para cumplir con el encargo social asignado a la Universidad, se requiere la 
ambientalización de todos los procesos universitarios, haciendo énfasis en los 
educativos formales y no formales, a través de lo curricular, la investigación y la 
extensión universitaria. 
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• Es necesaria la adecuación de contenidos, habilidades y valores que se correspondan 
con la actuación del profesional, considerando el impacto de su actividad profesional 
sobre el medio y su protección con criterios de sustentabilidad. Esto requiere definir las 
bases epistemológicas que sustentan un modelo basado en la solución de la 
contradicción establecida entre lo cognitivo, las competencias profesionales y los 
modos de actuación. 
IV. Bibliografía: 
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desarrollo en los planes de estudio de la educación superior cubana: un estudio de caso. 
Universidad’2000. La Habana. 2000. 
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CIDE. 
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http://www-cedecma.upc.es/MediAmbient/esp/index.html. 
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17. UNESCO, (1980). La educación ambiental. Las grandes orientaciones de la 
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