Logo Studenta

Aparições de Maria em Garabandal

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

El Cielo a
Revista on-line — Año I — Número 3 — Mayo-Junio 2014
ilcieloagarabandal.wordpress.com
Garabandal
A LA SOMBRA DE LOS PINOS.....
LA MARAVILLOSA HISTORIA DE LAS APARICIONES DE MARÍA EN GARABANDAL
Tercera parte
Descubrir y vivir los mensajes de María
P. Justo A. Lofeudo
La Adoración
Sed de Dios 
y sed del hombre
Vincenzo Comodo
Última parte de la
muestra fotográfica
“Padre Pio y San
Miguel Arcángel”
A REZAR A LAS NIÑAS
LA MISMA VIRGEN MARÍA ENSEÑÓ 
CESARON PARA SIEMPRE
OCHO AÑOS DE DOLOR CONSTANTE
PARA MICHAEL ROZELUK
Las “llamadas”,
los extasis y
locuciones 
que se vivieron
en Garabandal
 EL CIELO A GARABANDAL 3
SUMARIO
mayo-junio 2014
El Cielo a Garabandal
Año I - Número 3
Mayo-Junio 2014
http://ilcieloagarabandal.wordpress.com/
email: ilcieloagarabandal@gmail.com
Han colaborado:
Vincenzo Comodo, Anna Fusari, Santiago Lanús, 
Justo A. Lofeudo, Giovanni Lombardi, Tiziano Romito, 
Alberto Victoriano.
Realización: Anna Fusari
SAN MIGUEL
ARCÁNGEL
8
La Corona de
San Miguel
Redacción
A LA SOMBRA
DE LOS PINOS
12
Realidades espiritua-
les vividas a Gara-
bandal
Las llamadas, los éx-
tasis, las locuciones
Capítulo III
Anna Fusari
EL ROSARIO EN
GARABANDAL
20
La oración más fre-
cuente de las niñas 
durante los éxtasis
Rafael Jardón
CORAZÓN 
DE CRISTO
32
La Adoración
Sed de Dios y sed
del hombre 
P. Justo A. Lofeudo
SAN PIO
DE PIETRELCINA
26
La especial devoción
a San Miguel
Arcángel. Parte III
Siempre en compañía 
del Arcángel
Muestra fotográfica de 
Vincenzo Comodo
TESTIMONIOS
3
Una nueva vida
Michael Rozeluk
El año 1986 empezó muy bien para mi familia y yo. 
En mi consultorio dental, tenía bastante éxito, nues-
tros dos hijos, Natalka de diez años y Andriy de seis 
años iban muy bien en la escuela. Todos gozábamos 
de buena salud. Yo practicaba toda clase de deportes, 
a saber: hockey, baseball, tenis, squash, racquetball, 
natación, patinaje en agua, golf etc.
Mis hijos y yo nos divertíamos jugando a pelota 
durante las tardes de verano. Yo hacía algo de volun-
tariado, como Presidente Canadiense de la Asociación 
de la Juventud Ucraniana. Mi esposa Helen enseñaba 
a tiempo parcial en una escuela ucraniana y se en-
cargaba de llevar a nuestros hijos a sus prácticas de 
música y deportes. Mientras tanto, Helen y yo había-
mos entrado a formar parte de un coro que se estaba 
preparando para su primera actuación bajo un nuevo 
conductor en el mes de marzo. Mirando todo, éramos 
una familia activa, saludable y feliz.
El 19 de febrero de 1986, fui a practicar en el 
coro como siempre. Helen no se sentía bien, por 
eso no fue conmigo esa tarde. De regreso a mi casa, 
detuve mi auto en un cruce, preparándome para 
girar a la izquierda. Por el espejo retrovisor, vi dos 
faros de otro automóvil que giraba a gran veloci-
dad dirigiéndose en dirección mía. Lo último que 
recuerdo son esos dos faros del coche que estaba ya 
casi encima del mío. Hasta hoy, no recuerdo como 
salí de mi auto, lo que sí recuerdo es que yo estaba 
parado al exterior, sujetándome en la carrocería; 
el coche había sido impulsado, por el tremendo 
impacto del choque, hacia la otra vereda del carril. 
Me sentía muy débil y con nauseas. Llegó la policía 
que culpó al chofer del otro coche de conducción 
irresponsable. Había una estación de ambulancias en 
la esquina cerca del accidente, pero ni los técnicos de 
la ambulancia ni los policías pensaron en llevarme al 
hospital y me dejaron irme a casa, conduciendo mi 
propio auto.
No se como, pero pude regresar a mi casa esa no-
che. Al día siguiente, me sentí muy mal, no me podía 
mover, el dolor que sentía en la cabeza, cuello, hom-
bros y espalda era tanto que tuve que cancelar las 
citas de todos mis pacientes e ir a ver a mi médico. 
Así comenzaron ocho larguísimos años de consul-
tas a médicos, abogados, fisioterapéutas, quiropracti-
cantes, médicos especialistas, radiólogos, y hasta un 
psiquiatra para exámenes y tratamientos varios, los 
cuales me ayudaban solo algunas veces durante un 
breve período de tiempo y nada más. 
Ocho años de constante dolor
terminaron para un dentista canadiense
al ser bendecido con
una medalla besada por 
Nuestra Señora de Garabandal
Te
st
im
on
io
s
por
Michael Rozeluk
Una nueva vida
fuente
www.virgendegarabandal.com
 EL CIELO A GARABANDAL 54 EL CIELO A GARABANDAL 
Tuve muy malas reacciones a muchas de las 
medicinas que se me prescribían, razón por la cual 
no podía ni tomarlas. Lo único que pude tomar 
fueron pastillas de Tylenol-3 para el dolor, ya que 
eran las únicas que no me producían malos efectos 
ni reacciones. Como un reloj, durante los ocho años 
siguientes, mi esposa Helen compraba, bajo pres-
cripción medica, 100 tabletas de Tylenol-3 cada tres 
semanas. 
¿Cuál fue el diagnóstico de todos esos médicos? 
Que había daño permanente a mi cuello y mandíbu-
la. No se podía hacer nada. Lo que me esperaba en 
el futuro era un incremento de artritis al cuello y es-
palda, y dejar de trabajar dentro de unos cinco años 
debido a la deshabilidad que iba aumentando.
Una Vida Diferente
Después del accidente yo sufría continuamente 
de fuertes dolores siete días a la semana, las pastillas 
de Tylenol-3 no siempre surtían efecto. A menudo 
habían períodos de dolores intensos que solían durar 
por 40 horas o más y ninguna pastilla contra el dolor 
me podía ayudar. Cuando esto pasaba, yo tenia que 
acostarme de espaldas en el suelo, incapaz de mover-
me, incapaz de comer. Muchas veces el dolor intenso 
me hacía vomitar.
Yo era también un barómetro andante, ya que 
podía sentir los cambios del clima 48 horas antes y 
mejor que los meteorólogos. Aun hoy, prefiero no 
acordarme de los dos días que precedieron la llegada 
de un tornado sobre una comunidad cercana a nues-
tra ciudad, hace unos años.
Cuando iba a las reuniones del grupo de Jóvenes 
Ucranianos, ya no sentía la satisfacción y alegría de 
antaño. Cuando iba, era solo porque necesariamente 
debía estar allí y pasaba todo ese tiempo tendido de 
espaldas en el suelo. Para mí, era tremendamente do-
loroso el hecho de levantarme cada mañana y tratar 
de cargar a mis hijos. Ellos se preguntaban porque 
estaba siempre enojado con ellos. Yo estaba siempre 
de mal humor y los rechazaba diciéndoles que me 
dejaran en paz.
Nuestra vida social casi había desaparecido y du-
rante el transcurso de ese tiempo cancelamos tantas 
invitaciones y ceremonias que perdimos muchas 
amistades. En mi consulta, no encontraba la mane-
ra de trabajar, debido al intenso y constante dolor. 
Muchas veces tuve que ser conducido a mi casa por 
alguien de mi consulta porque no estaba en condicio-
nes de conducir mi coche. Seis semanas después de 
mi accidente, dos de las empleadas de la consulta se 
despidieron porque no podían soportar la situación. 
Helen tuvo que reemplazar a una de ellas mientras 
buscábamos otra asistente. Doy gracias a Dios que 
muchos de mis pacientes comprendieron mi pro-
blema y entendían la razón por la cual cancelaba 
sus citas, muchas veces con poca anticipación. Esto 
pasaba de manera tan frecuente que algunos de mis 
pacientes llamaban por teléfono antes de venir a la 
consulta, para ver si yo estaba todavía allí. 
Entre febrero 1986 y abril 1994, perdí entre un día 
y medio y dos días y medio de trabajo por semana, lo 
cual no tardó en afectar nuestra situación económica. 
Solo doy gracias a Dios de no haber perdido mi pro-
fesión del todo, Él nos protegió durante lo peor.Debido a todo esto, caí en un estado de depresión 
terrible, con solo mi familia (mi esposa Helen, mi 
madre Irene y mi hermano Jerry) como apoyo. Mu-
chas veces, le pedí a Helen que cogiera un machete 
y me diera con él en la cabeza y cuello para dejar ya 
de sufrir tanto, porque cuando yo estaba en absoluta 
agonía dolorosa, no había quien pudiera hablarme o 
ayudarme de alguna manera.
Además de todos los problemas que esto estaba 
causando en mi consulta, tuve que dejar toda obra de 
voluntariado, y me replegué en mi mismo. Para mí, 
la vida ya no tenia sentido, ningún valor.
Cambio de actitud
Aunque yo no era una persona muy religiosa, 
sentí que estaba experimentando ciertos cambios. 
Esto era debido principalmente al tremendo apoyo 
que estaba recibiendo de mi esposa; ella y mi madre 
eran personas muy religiosas. Pronto me encontré 
rezando todas las noches. Comencé a leer la Biblia y 
prometiéndole a Dios que la leería todas las noches 
por el resto de mi vida. Sin ninguna condicion.
Rezaba principalmente por mi madre a quien yo 
quería profundamente, y hace poco, le habían diag-
nosticado un cáncer. Y mientras yo rezaba por ella, 
ella estaba constantemente rezando para que Dios me 
ayudara a mí.
Fue debido a mi madre, que Helen y yo fuimos a 
Garabandal. Mi madre era una persona que vivía su 
fe, dedicando una buena parte de su tiempo a la Igle-
sia, a la Asociación de Mujeres, cocinando para gente 
enferma, visitándoles aún cuando ella no se encon-
traba bien; iba frecuentemente a retiros durante el fin 
de semana, con la Liga de Mujeres de la Iglesia.
Cuando varios tratamientos médicos contra el 
cáncer no lograron los resultados deseados, mi ma-
dre lo aceptó con resignación. Esto ocurrió en el ve-
rano de 1993. Helen y yo decidimos que, tal vez, una 
peregrinación religiosa le vendría bien a mi madre, 
pero no podía ir sola. Así, yo le dije que pensábamos 
ir a Garabandal, prometiéndole que iríamos todos 
juntos. Ella estaba felicísima y tenia la esperanza de 
poder vivir lo suficiente para realizar ese viaje.
Sin embargo, durante los meses de septiembre 
y octubre de 1993, su salud empeoró rápidamente. 
Ahora, cuando yo rezaba, era para pedirle a Dios por 
ella y que se hiciera Su voluntad. Dios se la llevó el 
14 de noviembre de 1993. Para mi, fue enormemen-
te penoso pero a la vez me sentía contento por ella, 
aunque la extrañaba mucho. Me olvidé completa-
mente de la visita planificada a Garabandal.
Fuimos a Garabandal
Poco después de Año Nuevo y nuestra Navidad 
Ucraniana, sentía que algo me inquietaba. Recordé 
entonces la promesa hecha a mi madre de ir a Gara-
bandal y este pensamiento me agitaba. Le dije a mi 
esposa lo que me pasaba y juntos decidimos irnos 
de viaje con los Trabajadores de Nuestra Señora del 
Monte Carmelo durante la Semana Santa.
Debíamos volar desde Toronto hacia Nueva York 
donde nos encontraríamos con el resto del grupo; 
pero antes de nuestra partida yo hablaba de ir sola-
mente a España, pero no a Garabandal. Aún durante 
el viaje a Nueva York yo le seguía diciendo a Helen 
que no sabia por que iba. Yo no era una persona muy 
religiosa, ni tampoco el tipo de persona que cami-
naba con una Biblia en la mano, o de andar rezando 
todo el tiempo. Le comenté a Helen que seguramente 
seríamos los mas jóvenes del grupo y me llevé una 
novela de misterio y espías para leer cuando me 
sintiera aburrido. ¡Que error el mío! ¡Que sorpresa 
me llevé al ver la gente que iba a Garabandal! Ese 
viaje fue lo mejor que he hecho en mi vida. Salvó mi 
salud mental, mi familia, mi vida, mi matrimonio, mi 
carrera y más importante que todo, me salvó el alma.
En el aeropuerto de Nueva York, Helen y yo reco-
nocimos inmediatamente a Joey y Marilyn Loman-
gino ya que habíamos visto bastantes fotos de ellos. 
Rosemarie Melenchuck, la guía del tour, nos dio la 
bienvenida, pero tuvimos reparo de acercarnos a 
Joey. Pero estábamos muy contentos que él estuviera 
en la peregrinación.
Llegamos sin novedad al pueblecito de San Sebas-
tián de Garabandal y era precisamente como me lo 
había imaginado; tranquilo, sereno y pintoresco. Nos 
sentíamos muy bien allí, pero mi dolor seguía, impla-
cable. Seguí tomando como un reloj el Tylenol-3 que 
había traído conmigo, para calmar el dolor.
Una vez llegados al pueblo, anunciaron que Joey 
iba a dar una charla sobre sus experiencias, por la 
tarde del día siguiente en la iglesia del pueblo. Natu-
ralmente, Helen y yo decidimos ir.
Terminada la charla de Joey, nos pusimos en la fila 
como todo el mundo, para venerar su medalla que 
había sido besada por Nuestra Señora de Garabandal. 
Yo me sentía como siempre, con dolores en el cuello, 
hombros y la mandíbula. Pero cuando besé la me-
dalla de Joey —y aún hoy no lo puedo explicar— fue 
como si, de repente, toda la energía de mi cuerpo sa-
liera otra vez de mis pies. Todavía puedo recordar esa 
sensación, aún hoy. Apenas me podía mantener de 
pie, y hubiera caído si no me hubiera apoyado en un 
banco de la iglesia. Helen estaba arrodillada rezando 
cuando regresé a nuestro banco, pero solo tuve fuer-
zas para sentarme junto a ella. Lentamente, recuperé 
mis fuerzas y así, solo así, pude arrodillarme a rezar. 
Aún tenía el dolor de siempre. Nunca antes en mi 
vida, había experimentado un sentimiento similar. 
Pensé que tal vez sería la falta de aire en la iglesia o 
que estaba muy cansado. No era un sentimiento de 
desfallecimiento común.
Un par de días después, Bob House, uno de los 
miembros del grupo, notó algo en mí. Tal vez fue la 
expresión de dolor, o cómo yo caminaba, y se acercó 
a nosotros. Hablamos y yo le conté de mi accidente y 
el dolor crónico a consecuencia de esto.
Bob me sugirió que le pidiera 
a Joey poner su medalla en mi 
cuello, pero yo le contesté que 
yo no había venido a Garaban-
dal para eso. Yo había venido en 
honor a mi madre, por la promesa 
hecha de rezar por ella. También le 
dije que si algo iba a pasar, pasaría 
de todas maneras pero que yo no 
iba a pedirlo.
El Viernes Santo fue un día frío 
y húmedo, y eso intensificó mi su-
frimiento; el Sábado Santo fue aún 
peor. Tomaba mi Tylenol-3 cada 
tres horas solamente para poder 
caminar un poco en los alrede-
dores. Por la tarde, la situación 
empeoró, no pude dormir nada 
toda la noche.
El Domingo de Pascua, 3 de 
abril, no pude siquiera levantarme 
de la cama para ir a la procesión 
y Rosario por las calles del pue-
blo. El dolor era tal, que no pude 
ni levantar la cabeza cuando la 
gente del pueblo pasó rezando el 
Rosario por la puerta de la casa 
donde estábamos alojados. Des-
pués de tomar dos pastillas mas 
de Tylenol-3, pudimos, como sea, 
ir a la Misa celebrada por el guía 
espiritual de nuestro tour, el padre 
Thomas Blessin. 
El día pasó lentamente para mi, 
hasta que llegaron las 6:00 de la 
tarde hora en la que tomé mis dos 
ultimas pastillas de Tylenol-3.
La curación
 milagrosa
A las ocho de la noche fuimos 
a cenar, no me sentía con ganas 
de comer pero Helen me rogó que 
fuera. 
Cuando entramos en el come-
dor de Serafín, el hermano ma-
yor de Conchita, la vidente, Bob 
House vino y me preguntó si Joey 
ya había puesto su medalla sobre 
mi cuello. Le contesté que yo no 
se lo había pedido. Al escuchar mi 
respuesta, Bob me tomó del brazo 
y me llevó donde estaba Joey, en 
una esquina del comedor y le dijo, 
“Joey, aquí hay un hombre con do-
lor de espalda.” Joey, siempre tan 
gentil, sacó en seguida su medalla, 
me preguntó donde me dolía y 
que guiara su mano. Yo no sabía 
lo que él estaba diciendo, pero me 
imaginé que estaba orando.
Después me pidió que yo rezara 
también y, mientras me ponía su 
medalla, dijo: “Tal vez ayude o 
tal vez no; ya veremos”. No sentí 
nada nuevo al momento, y seguí 
sintiendo el tremendo dolor que 
me aquejaba continuamente. Des-
pués de cenar, fuimos a hacer el 
equipaje ya que debíamos salir de 
Garabandal muy temprano al día 
siguiente.
Dos horas mas tarde, después 
de acabar de hacer el embalaje, 
por instinto fui a tomar mi medi-cina. De repente, me di cuenta que 
no sentía el mas mínimo dolor ni 
en el cuello, espalda o la mandí-
bula. Mi cuello no había estado 
así, sin dolor, por muchos años, 
en realidad, no podía recordar la 
última vez que me había sentido 
así, totalmente sin dolor. 
Recé mis oraciones antes de 
acostarme y no tomé las pastillas 
para el dolor, pero siempre pen-
sando que seguramente tendría 
que levantarme a medianoche a 
tomarlas. A las dos de la madru-
gada me desperté y fui al baño, 
después, al sentarme en la cama 
fui a coger mis pastillas para el 
dolor, pero, un momento, ¡no 
tenia dolor! ¡Me sentía muy bien!. 
Estaba seguro que me moriría de 
dolor en la mañana, pero en esos 
momentos no tenia dolor alguno. 
Recé el Rosario y le agradecí a 
Nuestra Señora y a Dios por esas 
horas que me estaban dando.
Al día siguiente me desperté 
temprano, y para mayor asombro, 
me sentía absolutamente bien. Dí 
gracias a Dios esperando que el 
dolor reapareciera mas tarde. Mi 
esposa Helen, no sabía nada de lo 
que me pasaba. Cuando subimos 
al autobus estuve esperando que 
reapareciera el dolor, pero el dolor 
no volvió a aparecer.
Bob House, maravilloso y 
bondadoso, se acercó a mí cuando 
estábamos subiendo al autobús, y 
sin saber lo que me había pasado, 
me dió su medalla que era una 
replica exacta de la medalla de 
Joey, diciéndome que la llevase 
diariamente, lo que he estado haciendo desde 
entonces y la llevo siempre conmigo.
Mientras el autobús iba camino al aeropuer-
to de Santander, me di cuenta que haría mal 
si no le contara a Joey y al resto del grupo, las 
pocas, pero maravillosas horas sin dolor de las 
que había gozado. Ocho horas sin dolor eran 
para mi algo fantástico y así se lo comuniqué a 
todos en el autobús.
Durante todo el trayecto estuve esperando 
que el dolor regresara, pero no fue así. Nuestros 
nuevos amigos venían cada momento a pregun-
tarme si todavía me sentía bien y la respuesta 
era “Si.”
En el aeropuerto Kennedy en Nueva York, perdi-
mos el vuelo de conexión de Nueva York a Toronto, 
Canadá, y tuvimos que esperar aún mas de lo normal 
en un viaje de por si agotador. Llegamos a nuestra 
casa ya bastante tarde, hacia frío y estaba lloviendo, 
era la clase de clima que normalmente me afectaba 
de tal manera que no podía salir de casa. 
Al día siguiente, las empleadas de mi consulta 
se sorprendieron enormemente de verme llegar a 
trabajar. El clima era terrible y ellas sabían que nor-
malmente, en días como esos, yo no podía trabajar 
debido al dolor. Cuando vieron mi cara, me escu-
charon hablar, vieron la energía y la manera como 
caminaba, no salían de su asombro. ¿Que le había 
pasado a Mike?
Otra oportunidad
Desde entonces, casi todos mis pacientes se han 
quedado totalmente sorprendidos, maravillados del 
tremendo cambio en mi persona. Yo era otra vez el 
antiguo doctor Mike de antes del accidente. Bromea-
ba, estaba feliz y radiante. El clima a partir de enton-
ces, tampoco me afectaba ya, y Helen se quejaba que 
había perdido su barómetro ambulante. ¿Energía? 
Tengo tanta, que desde entonces, me las he arreglado 
para agotar de trabajo al personal de mi consulta. 
Constantemente estoy contando la historia de Gara-
bandal.
Una vez, una de mis empleadas le había dicho a 
su madre que “Mike está siempre tan feliz y contento 
que siento envidia”; ella no sabía como era yo antes 
del accidente. Más aun, ahora puedo utilizar los palos 
de golf otra vez, empujar una carretilla pesada, cargar 
pesos pesados y hacer todas esas cosas que no podía 
hacer durante ocho años. ¡Es maravilloso!
Desde ese entonces, Helen y yo hemos dado un 
sin número de charlas acerca de Garabandal. Doy 
gracias a todos aquellos que se han alegrado por mí 
y si está en los planes de Dios que ese dolor vuelva 
otra vez, no sientan pena por mi. He tenido uno de 
los mejore regalos que se pueda tener. Me sentí con 
muchísima suerte después de pocas horas sin dolor, 
y ahora, después de siete meses, cualquiera se puede 
imaginar cuan afortunado me considero.
Como resultado de este regalo inesperado, las 
vidas de mi familia, amistades y pacientes han cam-
biado a mejor, sin mencionar muchas otras personas 
que me vieron sufrir durante muchos años. Helen y 
yo, rezamos para que ellos también sean bendecidos 
y que todos podamos ver pronto el gran Milagro.
En la foto de esta página, Joey Lomangino en el 
centro, Helen a su lado y Michael a la derecha de la 
foto en Garabandal.
Hasta hoy yo me pregunto, ¿Porqué me sucedió 
esto a mi? Pero no tengo respuesta alguna. Cuanto 
tiempo durará, solo Dios lo sabe. Pero doy gracias a 
Dios todos los días por las grandísimas bendiciones 
que me ha otorgado.
Han pasado ya varios años de este testimonio de 
Michael Rozeluk y su trabajo continúa lleno de las 
bendiciones de Dios. 
Lee en el
 próximo número
 su apostolado en Ucrania
 EL CIELO A GARABANDAL 7
 EL CIELO A GARABANDAL 9
El Rosario o Corona de San Miguel Arcángel ha sido 
una pía tradición comenzada en el siglo XVIII por 
comunidades religiosas de Portugal e Italia.
Esta devoción ha sido particularmente recomendada 
a los fieles católicos por el Papa Pio IX, recientemente 
beatificado. Veamos como sucedió. 
La Corona 
de
San MigueL 
arCángeL
ProMeSaS
Según cuenta la tradición, las promesas de San Miguel Arcángel vinculadas al rezo devoto de la 
Corona son las siguientes: 
1. A los que practiquen esta devoción en su honor, y estén en estado de gracia, les promete 
grandes bendiciones, entre ellas enviar un Ángel de cada coro celestial para acompañar a 
los devotos a la hora de la Santa Comunión. 
2. Además, a aquellos que recen la Corona todos los días les asegura que disfrutarán de su 
asistencia continua durante esta vida y después de la muerte. 
3. Por último promete que serán acompañados de todos los Ángeles y que, tras la muerte, él y 
todos sus seres queridos, parientes y familiares, serán librados del purgatorio.
Se cree que el año 1750 San 
Miguel Arcángel apareció a la 
devota Sierva de Dios Antonia 
De Astónac, religiosa carmelita 
de Portugal, pidiéndole que le 
honrara con nueve invocaciones 
en recuerdo de los nueve Coros de 
Ángeles.
San Miguel le dijo: “Deseo 
que, en mi honor, repitas 
nueve veces un Pater y tres 
Ave, en unión con cada uno de 
los nueve Coros de Ángeles. 
Terminarás estas nueve salu-
taciones con cuatro Pater, el 
primero en mi honor; el segun-
do, en honor de San Gabriel; 
el tercero, de San Rafael; y el 
último, en honor del Ángel de 
la Guarda”. 
El Arcángel hizo a Sor Antonia 
De Astónac tres magníficas pro-
mesas dignas del Príncipe de las 
Milicias Celestiales.
El que reza la corona será 
acompañado por nueve ángeles 
cada vez que vaya a comulgar! 
Tan celeste compañía significa una 
poderosa protección para el alma 
y al mismo tiempo, la intercesión 
y compañía de los coros angé-
licos ante el mismo Dios hecho 
carne en la Santa Eucaristía. «Es 
imposible —dice San Francisco 
de Sales— considerar a nuestro 
Salvador en acción más amorosa 
ni más tierna que en la Eucaris-
tía, en la cual, por decirlo así, se 
anonada y se hace alimento para 
penetrar en nuestras almas y unir-
se íntimamente con los corazones 
y cuerpos de sus fieles.» Los coros 
angélicos adoran a su Señor y son 
felices de llevar ante Él un alma 
que les favorece en sus ministerios 
con oraciones y que pide su ayuda 
y protección, en el momento más 
importante de su vida cristiana, la 
Santa Comunión.
Según la tradición, todos aque-
llos que recen la Corona a diario 
disfrutarán de la asistencia conti-
nua del Arcángel, y eso es algo que 
nos ha de llenar de confianza, pues 
no hay nadie más adecuadoque él 
para vencer al Demonio. 
La promesa de San Miguel 
sobre el purgatorio es otra ofer-
ta generosísima, según la cual si 
morimos en Gracia de Dios, tanto 
nosotros como nuestros seres que-
ridos, seremos liberados del fuego 
purificador y de la amarga espera. 
“Los que mueren en la gracia y en 
la amistad de Dios, pero imperfec-
tamente purificados, aunque están 
seguros de su eterna salvación, 
sufren después de su muerte una 
purificación, a fin de obtener la 
santidad necesaria para entrar en 
la alegría del cielo” (Catecismo 
de la Iglesia Católica, artículo 12, 
punto 1030). 
Santa Faustina Kowalska 
describe así la visión que tuvo 
del Purgatorio: “Vi al Ángel de la 
Guarda que me dijo de seguirlo. 
En un momento me encontré en 
un lugar nebuloso, lleno de fuego 
y había allí una multitud de almas 
sufrientes. Estas almas estaban 
orando con gran fervor, pero sin 
eficacia para ellas mismas, solo 
nosotros podemos ayudarlas”. 
Con la Corona de San Miguel 
Arcángel, disponemos de otra 
arma poderosísima para evitar el 
Purgatorio y borrar así nuestras 
manchas de pecados y faltas de 
amor. 
Es una muestra de amor tam-
bién rezar la Corona para que 
nuestros familiares y seres queri-
dos, al morir en estado de Gracia, 
eviten el Purgatorio y obtengan así 
las indulgencias necesarias para ir 
al Cielo.
La devoción
se difunde
En Italia, el monasterio de 
las Carmelitas de Vetralla, dió-
cesis de Viterbo (www.carmeli-
tanevetralla.it), ha continuado 
esta fervorosa devoción al Ar-
cángel Miguel, especialmente 
a través de la Corona Angélica, 
y la ha propagado entre los 
fieles, sostenido también por la 
obra de una hermana carmeli-
ta, la Venerable María Ángela 
Colomba, muerta en olor de 
santidad el 15 de junio 1751.
Un siglo después, la Coro-
na Angélica tubo una mayor 
difusión por que las monjas 
de Vetralla lograron conseguir 
las indulgencias de Pio IX: Sor 
Marianna Felice pidió la ayuda 
del hermano, empleado del 
Vaticano, y éste obtuvo que el 
Papa ordenara el examen de la 
Corona Angélica por la Con-
gregación de los Ritos.
El 8 de agosto el cardenal 
Lambruschini, su prefecto, 
firmò el decreto de aprobación, 
en el que se especifican las 
indulgencias tanto parciales 
como plenarias.
Sucesivamente, las Car-
melitas de Vetralla pidieron a 
Pio IX que las indulgencias ya 
concedidas fueran aplicables 
a los difuntos; y el cardenal 
Aquini, prefecto de la Congre-
gación de las Indulgencias, lo 
obtuvo vivae vocis oracolo en 
una audiencia con Pio IX el 24 
de noviembre 1851. 
El 8 de septiembre del año 
siguiente, la Congregación de 
los Ritos comunica a las mon-
jas que el Papa ha acogido su 
8 EL CIELO A GARABANDAL 
10 EL CIELO A GARABANDAL 
petición de hacer lucrar las mis-
mas indulgencias también a aque-
llos fieles que, no sabiendo leer el 
texto de las nueve invocaciones, 
rezasen los Pater y Ave.
Finalmente, el 3 de septiembre 
1868, Pio IX concedió la indul-
gencia plenaria —bajo las mismas 
condiciones— incluso a quien 
visita la Iglesia de las Carmelitas 
de Vetralla en la festividdad de 
San Miguel Arcángel del 29 de 
septiembre o en uno de los días 
inmediatamente precedentes o si-
guientes: también esta indulgencia 
es aplicables a los difuntos.
Indulgencias
Las indulgencias concedidas 
por el Papa Pio IX a quien rezase 
devotamente la Corona son:
•	 Indulgencia parcial a quien 
rece la Coronilla con el cora-
zón contrito.
•	 Indulgencia parcial a quien 
cada día llevare consigo la 
corona o besara la medalla de 
los Santos Ángeles que de ella 
cuelga. 
•	 Indulgencia Plenaria, una 
vez al mes, a aquellos que la 
rezaren diariamente, el día que 
escogieren, verdaderamente 
contritos, confesados y co-
mulgados, y rogando por las 
intenciones de Su Santidad.
•	 Indulgencia plenaria, con las 
mismas condiciones —contri-
tos, confesados, comulgados 
y habiendo rezado por las 
intenciones de Su Santidad y 
la Coronilla— en las fiestas 
de la aparición de San Miguel 
Arcángel (8 de mayo), la dedi-
cación de San Miguel Arcángel 
(29 de Septiembre) y la fiesta 
de los Santos Ángeles Custo-
dios (2 de octubre).
DECRETO
Es tradición piadosa que el Arcángel San Miguel, Príncipe de la milicia celes-
tial, declarase a una piadosa mujer, que solía honrarle cada día, que sería 
de su agrado introducir una manera especial de oraciones en su honor y en 
el de todos los Ángeles celestiales; así, Él concedería a sus devotos muchos 
favores en las necesidades públicas, especialmente de la Iglesia Católica, de 
la que es perpetuo protector. 
A raiz de esto, las oraciones en honor del Príncipe Celestial fueron practicadas 
con gran ardor por una carmelita del Monasterio de Vetralla, muerta en olor de 
santidad en el año 1751. 
Al ser tal devoción practicada hasta hoy con gran ventaja de las almas, algu-
nas religiosas del mencionado Monasterio, deseosas de elargir a todos los 
fieles aquellos bienes espirituales que ellas ya poseían, humildemente suplica-
ron la Santidad de N.S. Pio Papa IX para obtener que, quienquiera rece con 
ánimo devoto tales oraciones pueda conseguir las siguientes indulgencias:
 I - De siete años y otras tantas cuarentenas cada vez que se rece la Corona 
Angélica.
 Il - De cien días cada día que se lleve encima la Corona, o sólo se bese la 
medalla de la misma con la efigie de los Santos Ángeles. 
III - Indulgencia plenaria una vez al mes si se reza diariamente y, confesados y 
comulgados, se ore por la exaltación de la Santa Iglesia y por la conservación 
del Sumo Pontífice. 
IV - Indulgencia plenaria con las mismas obras incluidas en las festividades;
1° de la aparición de San Miguel el 8 de mayo; 
2° de la dedicación el 29 de septiembre; 
3° de San Gabriel Arcángel el 18 de marzo; 
4° de San Rafael Arcángel el 24 de octubre; 
5° de los Santos Ángeles Custodios el 2 de octubred. 
Su Santidad oídas las oraciones por audiencia del Secretario que suscribe, se 
dignó, por especial gracia, de asentir en todo, conforme a cuanto expuesto, y 
por tanto ordenó que se promulgara por ministerio de la S. Congregación de 
los Ritos un Decreto sin la expedición de algún Breve para la concesión de las 
antedichas Indulgencias a quienquiera rece la Corona Angélica, y de la facul-
tad especial al confesor temporal de dicho Monasterio de bendecir las mismas 
Coronas con el rito acostumbrado de la Iglesia. No obstante etc.
S. Congregación de los Ritos 8 de agosto 1851.
I.C. Lambruschini, Prefecto 
C.G. Fatali, Secretario. 
Indulto para lucrar las IndulgencIas
a favor de quIen no sabe o no puede leer
la fórmula de la corona angélIca
Pio IX con decreto 8 agosto 1851 para la aprobación de la Corona Angélica 
concedió a los fieles que la recen, muchas indulgencias plenarias, aplicables 
también a las Almas del Purgatorio, como escrito el 24 noviembre de dicho 
año. 
Como consecuencia, las Carmelitas del Monasterio de la ciudad de Vetralla, 
deseosas que incluso aquellos que no pueden leer participen de los bienes 
espirituales de estas santas Indulgencias con el rezo únicamente del Pater y 
Ave durante el número de veces que se prescrive en dicha corona y con el 
cumplimiento de cuanto se pide en los decretos descritos, renovaron a la mis-
ma Santidad de Pio IX sus humildísimos ruegos para obtener la propagación y 
extensión de dichas Indugencia s a cada uno de los fieles que no sabe leer. 
Su Santidad por audiencia del Pro-Secretario que suscribe se dignó por gracia 
especial aconsentir conforme a cuanto expuesto, con la condición que se ob-
serven las demás obligaciones prescritas para lucrar dichas Indulgencias.
El 8 septiembre 1851.L.C. LAMBRUSCHINI, Prefecto
Se utiliza una coronilla especial 
compuesta por nueve grupos cada 
uno de tres granos. Sobre estos 
granos se rezan las tres Ave al-
ternadas con el rezo de un Pater, 
señalado por el grano intermedio.
En el Nombre del Padre y del Hijo 
y del Espíritu Santo. Amen.
V. Dios mio, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre…
Credo
Primera invocación
Por la intercesión de San Miguel y 
el Coro Celestial de los Serafines, 
que Dios nuestro Señor prepare 
nuestras almas y así recibir dig-
namente en nuestros corazones 
el fuego de la Caridad Perfecta. 
Amen. 1 Pater y 3 Ave 
 
Segunda invocación
Por la intercesión de San Miguel y 
el Coro Celestial de los Querubi-
nes, que Dios Nuestro Señor nos 
conceda la gracia de abandonar 
los caminos del pecado y seguir el 
camino de la perfección cristiana. 
Amen. 1 Pater y 3 Ave
 
Tercera invocación
Por la intercesiónd e San Miguel 
y el Coro Celestial de los Tronos 
que Dios Nuestro Señor derrame 
en nuestros corazones el verdade-
ro y sincero esíritu de humildad. 
Amen. 1 Pater y 3 Ave
REzo dE La CoRona anGéLICa
 Cuarta invocación
Por la intercesión de San Miguel 
y el Coro Celestial de Domina-
ciones, que Dios Nuestro Señor 
nos conceda la gracia de controlar 
nuestros sentidos y así dominar 
nuestras pasiones. Amen.
1 Pater y 3 Ave
 
Quinta invocación
Por la intercesión de San Miguel 
y el Coro Celestial de Potestades, 
que Dios Nuestro Señor proteja 
nuestras almas contra las acechan-
zas del demonio. Amen.
1 Pater y 3 Ave
 
Sexta invocación
Por la intercesión de San Miguel y 
el Coro Celestial de las Virtudes, 
que Dios Nuestro Señor nos con-
serve de todo mal y no nos deje 
caer en la tentación. Amen.
1 Pater y 3 Ave
Séptima invocación
Por la intercesión de San Miguel 
y el Coro Celestial de los Princi-
pados, que Dios Nuestro Señor se 
digne llenar nuestras almas con el 
verdadero espíritu de la obedien-
cia. Amen. 1 Pater y 3 Ave
 
Octava invocación
Por la intercesión de San Miguel 
y el Coro Celestial de los Arcán-
geles, que Dios Nuestro Señor nos 
conceda la gracia de la perseveran-
cia final en la Fe y en las buenas 
obras, y así nos lleve a la Gloria del 
Paraíso. Amen. 1 Pater y 3 Ave
 
Novena invocación
Por la intercesión de San Miguel 
y el Coro Celestial de los Ángeles, 
que Dios Nuestro Señor nos con-
ceda la gracia de ser protegidos 
por ellos durante esta vida mortal; 
y que nos guíen a la Gloria Eterna. 
Amen. 1 Pater y 3 Ave
 
En los cuatro granos cerca de la 
medalla de San Miguel se reza:
1 Pater en honor a San Miguel 
1 Pater en honor a San Gabriel 
1 Pater en honor a San Rafael 
1 Pater en honor al Ángel de la 
Guarda.
 
Oh Glorioso Príncipe San Miguel, 
Jefe Principal de la Milicia Celes-
tial; Guardían fidelísimo de las 
almas; Vencedor eficaz de los es-
píritus rebeldes; fiel servidor en el 
Palacio del Rey Divino, sois nues-
tro admirable Guía y Conductor. 
Vos que brilláis con excelente 
resplandor y con virtud sobre-
humana, libradnos de todo mal. 
Con plena confianza recurrimos a 
vos. Asistidnos con vuestra afable 
protección; para que seamos más y 
más fieles al servicio de Dios todos 
los días de nuestra vida.
Rogad por nosotros, Oh Glorioso 
San Miguel, Príncipe de la Iglesia 
de Jesucristo.
Para que seamos dignos de alcan-
zar Sus Promesas.
 
Oración
Omnipotente y Eterno Dios, Os 
adoramos y bendecimos. En Vues-
tra maravillosa bondad, y con el 
misericordioso deseo de salvar las 
almas del género humano, habéis 
escogido al Glorioso Arcángel San 
Miguel como Príncipe de Vuesra 
Iglesia. 
Humildemente Os suplicamos, 
Padre Celestial, que nos libréis 
de nuestros enemigos. En la hora 
de la muerte, no permitáis que 
ningún espíritu maligno se nos 
acerque, para perjudicar nuestras 
almas. Oh Dios y Señor Nues-
tro, guiadnos por medio de este 
mismo Arcángel. Enviadle que nos 
conduzca a la Presencia de Vuestra 
Excelsa y Divina Majestad. Os lo 
pedimos por los méritos de Jesu-
cristo, Nuestro Señor. Amen.
 EL CIELO A GARABANDAL 11
12 EL CIELO A GARABANDAL 
Realidades espirituales
vividas a Garabandal
Las llamadas, los éxtasis, y
las locuciones 
Capítulo III
cuatro, o sólo alguna o algunas de ellas”. 
Aquel lunes 3 de julio, la gente propuso a don Va-
lentín, el párroco del pueblo, de separar a las niñas 
y poner dos en casa de Loli y a las otras dos en casa 
de Conchita, para ver si las llamadas se manifesta-
ban en todas ellas al mismo tiempo. Con el permiso 
de los padres y de don Valentín, separaron así a las 
niñas y, a la media hora, ellas recibieron la segunda 
llamada, coincidiendo las cuatro en el cuadro a la 
vez.
En cuanto llegaron al cuadro, se les apareció la 
Virgen, con el Niño Jesús. Esta vez no venían los 
Ángeles. La Virgen estaba muy sonriente y el Niño 
también. Cuando las niñas preguntaron a María 
donde estaba San Miguel y el otro Ángel, Ella sonrió 
aún más. La gente y los sacerdotes que estaban 
presentes pasaban objetos a las niñas para que se los 
dieran a besar a la Virgen. Ella lo besaba todo. 
Las niñas querían jugar y hacerle fiestas al Niño 
Jesús, cogieron piedrecitas y Conchita se las metía 
en las trenzas, Loli en las mangas y Jacinta se las 
daba al Niño que no las cogía, simplemente sonreía 
mientras las miraba. 
Las niñas cuentan que la Virgen habló mucho 
aunque no les dejó, al menos por el momento, de-
cirlo.
Los besos de la Virgen
De los besos de la Virgen a las piedrecitas habla el 
P. Andreu en su informe: “Las piedras han sido cosa 
muy frecuente en las visiones de las niñas. Se trata de 
piedras pequeñas, como del tamaño de un caramelo. 
Las recogen del suelo en estado de trance o las llevan 
ya preparadas de antemano: se las dan a besar a la 
Virgen, y después las entregan a distintas personas, 
como recuerdo o como señal de perdón. Se ha visto 
frecuentemente que la misma visión pedía a las niñas 
más piedras; pero ellas no las encontraban...”. Qué 
lección de humildad por parte de la Virgen besar 
unas simples piedrecitas para convertirlas en objeto 
de gracia para sus hijos. 
Con motivo de estas piedras besadas por la Virgen 
se han podido observar fenómenos de hierognosis 
(conocimiento secreto o misterioso en orden a dis-
tinguir de las demás cosas, aquellas que son sagra-
das). Por ejemplo, cierto día, una de las niñas, en 
trance, tenía un montoncito de piedras para ofrecer 
al beso de la Virgen; al levantar una hacia la visión, 
se la oyó decir con toda claridad: “¿Qué? ¿Qué ya está 
besada? ¡Ah! Es la de Andrés”. 
El beso de las piedras ocurrió sobre todo en las 
primeras semanas; luego, casi no había más que ob-
jetos religiosos: crucifijos, rosarios, medallas, estam-
pas, escapularios…. Lo corriente era ver a las niñas 
con rosarios, medallas y Cristos colgados al cuello: 
son los que el público les daba para que la Virgen los 
besara. También besó muchas alianzas de matrimonio. 
A pesar de la multitud de objetos que pasaban por 
sus manos y que ellas daban a besar sin ningún orden 
preestablecido, jamás se confundieron al devolver 
cada uno de ellos a quien correspondiera; y esto, sin 
mirar, con 
la cara 
en alto, y 
estando a 
veces los 
interesa-
dos a sus 
espaldas o 
delibera-
damente 
arrinco-
nados.
L as llamadas interiores son unos de los 
fenómenos más admirables y propios 
de Garabandal. Conchita cuenta que era 
como una voz interior, pero que no la oían con los 
oídos, ni escuchaban ser llamadas por nombre. Era 
para ella “una alegría” interna: “Son tres llamadas: 
la primera es una alegría más pequeña; la segunda 
ya es algo mayor; pero a la tercera, ya nos ponemos 
muy nerviosas y con mucha alegría,y entonces ¡ya 
viene! Nosotras íbamos a la de dos llamadas, porque 
si íbamos a la primera, teníamos que esperar allí 
hasta muy tarde, porque de la primera a la segunda 
tarda mucho”.
El P. Ramón María Andreu, sacerdote jesuita, 
excepcional testigo de los eventos de Garabandal 
escribe en un informe redactado a los tres meses 
de haber comenzado aquellos fenómenos: “…po-
dríamos decir que siempre son tres las llamadas; 
las pueden tener al mismo tiempo, estando juntas, 
las pueden tener al mismo tiempo, estando separa-
das, y las pueden tener en tiempos que no coin-
ciden, aun estando juntas; las pueden tener todas 
A 
la
 s
om
br
a 
de
 lo
s 
pi
no
s
Adaptación de
Anna Fusari 
de las obras del P. José Ramón García de la Riva (Memorias de un cura de aldea)
y del P. Eusebio García de Pesquera (Se fue con prisas a la montaña).
 Un escéptico llegó un día a Garabandal y ante una de las manifestaciones que 
vivían las niñas durante las visiones, pensó en su interior: “Para creer en esto, ne-
cesito que saque esta niña mi rosario de su funda y me lo entregue”. Dicho y hecho. 
La niña, en éxtasis, se le acercó, le entregó el rosario y le dijo, ante el asombro de 
todos: “Tú no creías, pero ahora ya crees”.
Multitud de anécdotas como esta confirman todos los fenómenos espirituales que 
se vivieron en Garabandal durante años, dando fe de curaciones, conversiones, mi-
lagros. Las niñas vivieron aquellos momentos con espíritu de penitencia, absorbien-
do las enseñanzas de la Virgen que, con paciencia y amor, iba formándolas y prepa-
rándolas a los mensajes que vendrían.
ABAJO
Las niñas dan a besar a la Virgen unos Rosarios.
 13
 IL CIELO A GARABANDAL 1514 EL CIELO A GARABANDAL 
El episodio de la polvera
Una de las anécdotas con toda garantía de auten-
ticidad de aquellos besos de la Virgen es la siguiente. 
Un día, Conchita estaba esperando el momento de la 
aparición en la cocina de su casa, y sobre la mesa ha-
bía amontonados varios objetos que ella debería dar 
a la Virgen para besar; había también una bonita pol-
vera de mujer. Los presentes dudaban que la Virgen 
hubiera besado un objeto que servía para maquillar, 
aunque nadie quitó la polvera de la mesa.
Llegó el éxtasis y la mano de la vidente, sin que 
ella mirara, fue primero hacia la discutida polvera, 
antes de cualquier otro objeto. La levantó hacia la 
Virgen y luego la dejó cuidadosamente sobre la mesa. 
El asombro de los presentes fue total.
Cuando el éxtasis terminó, le preguntaron a Con-
chita y ella dijo que la Virgen le había pedido inme-
diatamente la polvera para besarla diciendo que “era 
algo de su Hijo”. Conchita no sabía más. Preguntado 
a la persona que había dejado ahí el objeto, se desveló 
el secreto. Durante la guerra civil de España (1936-
1939), en la zona comunista, donde no había sacer-
dotes o tenían que mantenerse escondidos, aquella 
polvera había servido para llevar las hostias de la 
comunión a algunos de los detenidos que los rojos 
iban “sacando” para matar. La Virgen sabía que había 
servido como copón!.
Respecto a los objetos besados por la Virgen, 
Conchita afirmó en más de una ocasión, por encargo 
de la Virgen, que “Jesús hará prodigios mediante los 
objetos besados por Ella, antes y después del Milagro, 
y las personas que usen con fe tales objetos, pasarán 
en esta vida el purgatorio”.
Esa aparición del lunes día 3 había empezado a las 
19.30 horas y concluyó a las 20 horas, con la pro-
mesa, por parte de la Virgen, que el día siguiente la 
habrían visto también.
La tarde del martes 4, tercer día de aparición de 
la Virgen, se había reunido mucha gente en Gara-
bandal. Durante el Rosario de las 19 horas, en la 
parroquia, las niñas tuvieron una llamada. La peque-
ña iglesia estaba llena de gente y en el altar mayor 
había unos doce sacerdotes y fotógrafos. Al terminar 
el rosario, las niñas, al haber recibido dos llamadas, 
corrieron hacia el cuadro, seguidas por toda la gente.
Conchita y Mari Cruz llegaron al cuadro, mientras 
que Loli y Jacinta, no. La gente afirmó que, tras aque-
lla carrera, las niñas no sudaban siquiera, mientras 
todos los demás lo hacían y llegaban cansados.
Todos los testigos de los fenómenos de Garaban-
dal afirman que la carrera de las niñas hacia el lugar 
de la aparición, tras la tercera llamada, era sencilla-
mente impresionantes, y no había manera de seguir-
las. Más tarde, Conchita dijo que era la Virgen —una 
fuerza sobrenatural— quien las llevaba. Ellas no sen-
tían ningún cansancio, ni sudores, ahogos, o palpita-
ciones. Esas carreras, los trances, esfuerzos y vigilias 
se mantuvieron casi a diario durante meses y meses, 
cansando a todos, menos a las cuatro niñas. Todos 
los que la pudieron observar de cerca, comenzando 
por eminentes médicos de distintas especialidades, 
coinciden en mencionar la sorprendente naturalidad 
y normalidad que mostraban en todo momento.
El Mensaje que traía el Ángel
Durante la aparición del martes 4 de julio de 1961, 
la Virgen, sonriendo, dijo a las niñas: “¿Sabéis lo 
que quería decir el letrero que traía el Ángel 
debajo?”. Ellas exclamaron a la vez: “No, no lo sabe-
mos”. “Pues quería decir un Mensaje. Os lo voy 
a decir ya para que vosotras el 18 de octubre 
se lo digáis al público”. Y se lo dijo.
Este mensaje, de pocas palabras pero con mucho 
contenido, fue un secreto de las niñas hasta el 18 de 
octubre.
Desde su primera aparición, la Virgen enseñaba a 
las niñas, ya que ellas apenas podían entender tér-
minos como “hacer sacrificios” y otros. María, con 
amor, las iba enseñando, acompañando las lecciones 
con besos y sonrisas, condescendencias y hasta con 
juegos, viviendo con las niñas su realidad cotidiana 
y escuchando sus diálogos infantiles siempre con 
paciencia y amor.
Los éxtasis
La entrada en éxtasis siempre tenía lugar de la 
misma manera, en cuanto a la posición hacia atrás de 
la cabeza, que no volvía a su posición normal hasta 
el momento de la salida del éxtasis. Era bellísima la 
entrada de las niñas en éxtasis. El cambio del rostro 
era instantáneo y quedaba radiante y virginal.
Entraban inmediatamente en éxtasis. Caían de ro-
dillas y el rodillazo era espectacular; pero no movían 
los labios ni hacían gestos de dolor; a los presentes 
les parecía que se les habían roto las rodillas. Al salir 
del éxtasis, las rodillas estaban como si no hubieran 
recibido ningún golpe y las niñas caminaban perfec-
tamente.
A partir de julio los éxtasis se fueron multiplican-
do hasta que las niñas tenían, frecuentemente, varias 
cada día. La hora variaba: podía ser a primera hora 
de la mañana, o después de comer, aunque duran-
te bastante tiempo ocurrían de 19 a 21 horas. Más 
tarde, hubo muchos éxtasis por la noche, terminando 
en ocasiones a las cinco de la madrugada. Según las 
niñas, la Virgen les dijo que eran las horas en las que 
más se pecaba en el mundo.
Cuando la Virgen citaba a las niñas a una hora 
determinada, éstas dormían vestidas y recostadas con 
sacrificio junto a la pared, sobre una banqueta o fue-
ra, para verla y para hacer penitencia. No dormían si 
acompañaban a las otras niñas en éxtasis por el pue-
blo. Las niñas dormían vestidas porque decían que si 
la Virgen venía por la noche y a la hora de la apari-
ción estaban dormidas en la cama, Ella les respetaba 
el sueño, y las niñas querían ver a la Virgen.
Su duración podía ser de pocos instantes —cuan-
do recibían algún aviso concreto sobre las visiones 
como “hoy no vendrá, porque cantan mucho”— 
aunque generalmente duraban media hora o más. A 
veces se interrumpían por algún tiempo, y las pausas 
tenían una duración variada.
El P. JoséRamón García de la Riva declara: “Asistí 
a multitud de éxtasis de las niñas; de una sola niña, 
en grupo de dos, de tres, de cuatro niñas a la vez; en 
marcha normal, a velocidad o a gran velocidad; de 
rodillas en el cuadro situado en la Calleja que va a los 
pinos; en los pinos; de pie y de rodillas en el pórtico 
de la iglesia parroquial; andando hasta la puerta del 
cementerio para rezar con la Virgen por las Almas 
del Purgatorio de las personas allí enterradas; en 
las casas, por las callejuelas del pueblo; andando en 
éxtasis de frente, de espaldas; subiendo a los pinos 
de frente o de espaldas; bajando de los pinos hacia 
el pueblo de frente o de espaldas; andando o a ve-
locidad; siempre con la cabeza doblada hacia atrás; 
caminando del brazo o no”.
Cuando estaban en éxtasis, las niñas se veían 
unas a otras aun cuando la visión no estuviera en el 
mismo sitio. No había para ellas obstáculos de casas, 
de nada.
Los jóvenes del pueblo comenzaron a defen-
der con sus cuerpos a las niñas durante los éxtasis, 
rodeándolas en cadena. Pronto se utilizó el “cuadro”, 
uno simples maderos colocados en forma de cuadro 
en el suelo de la Calleja para que las niñas en éxtasis, 
situadas dentro, no fueran molestadas por los asis-
tentes ya que, al principio, algunos llegaron a pin-
charlas, pellizcarlas, meter papeles en sus ojos para 
ver si pestañeaban, etc.
16 IL CIELO A GARABANDAL IL CIELO A GARABANDAL 17
Los pinos de Garabandal
Muchos éxtasis tuvieron lugar en los pinos, situa-
dos más arriba de la Calleja. Los pinos habían sido 
plantados muchos años antes en ocasión de la Prime-
ra Comunión de los niños del pueblo el día del Cor-
pus Christi. Cada uno de esos niños había plantado 
un pino como recuerdo de su Primera Comunión en 
ese día. De manera que el origen de los pinos tiene 
una relación con la Sagrada Eucaristía.
Los que veían bajar a las niñas en éxtasis desde 
los pinos admiraban aquellas bajadas, sobre todo 
cuando bajaban de espaldas con la cabeza hacia atrás 
por sitios que no hay persona humana imparcial que 
pueda explicarlo “naturalmente”.
Paquita, cuñada de Conchita ha dicho: “He visto 
salir sola a Conchita de los pinos, con la cabeza 
doblada para atrás y llegar hasta la puerta de su casa, 
con la noche oscura y andando para atrás. Eso lo he 
visto yo, y dar vueltas por todos los callejos hasta 
llegar a su casa”.
Y no sólo en la calle: en éxtasis y de espaldas, Mari 
Loli subió por las escaleras al piso de arriba de su 
casa para coger una medalla, el 4 de noviembre de 
1961.
Cuando las niñas estaban en éxtasis, manifestaban 
que para ellas el tiempo no pasaba. Era muy frecuen-
te que después de una hora o más de estar en éxtasis 
exclamaran: “No te vaigas, ¡eh! ¿Por qué te vas tan 
luego? No has estado más que un minutín… ¡Ah! 
¿Tanto tiempo?... Yo creía que sólo un minutín…”.
A pesar de las posturas, a veces dificilísimas, y 
de las marchas, o de permanecer de rodillas sobre 
piedras cortantes, siempre tenían la impresión que 
la visión había durado muy poco y, cuando acababa, 
quedaban con una sensación de descanso.
El P. Andreu, en su informe de aquellos días, 
pero se las veía 
santiguarse 
o detener sus 
manos simultá-
neamente; de la 
misma manera 
cambiaban de 
expresión.
Otro aspecto 
peculiar de los 
éxtasis es que 
las niñas que 
estaban en ellas 
solían mos-
trarse rígidas, 
como en pará-
lisis en ciertos 
momentos. Era inútil tratar de moverlas o cambiar 
la posición de alguna parte de su cuerpo, era como si 
se tratase de una estatua. Sin embargo, cualquiera de 
las videntes que no estaba en éxtasis podía cambiar 
las posturas de su compañera extática, sin percibir la 
enorme rigidez que presentaba a los demás. Un caso 
espectacular fue cuando Mari Loli quedó en éxtasis 
con las manos pegadas a una bombilla encendida; 
ni se quemó ni podían retirarle la mano hasta que 
otra vidente, aunque no estaba en éxtasis, le separó la 
mano de la bombilla.
Entre las videntes, se observaba una cierta in-
gravidez ya que entre ellas se levantaban sin ningún 
esfuerzo, refutando la ley de la gravedad. Era bonito 
ver con qué facilidad una niña vidente elevaba a 
otra, hasta con una mano, y la alzaba a la altura de 
los hombros, para que pudiera besar a la Virgen. En 
éxtasis, la soltura que tenían era admirable.
Muchos reflejos desaparecen durante los éxtasis; 
otros, sólo quedan amortiguados. Los ojos aparecen 
como muertos, sin ver. Pero a medida que se multi-
plican las visiones, las pupilas van adquiriendo brillo. 
A veces lloran, se les caen unas lágrimas tranquilas 
por la cara. 
En una ocasión volvieron a la normalidad con 
lágrimas en los ojos y dijeron que la Virgen se había 
lamentado de que la gente se estaba portando con 
poco respeto en la iglesia. Otra vez, en la calle, la vi-
sión terminó pronto porque había poco orden entre 
el público, se tiraban los unos encimas de los otros 
para ver…
Las locuciones
Cuando comienzan a declinar las apariciones 
surgen las locuciones, como una forma de evitar que 
se produzca un adiós repentino, un corte abrupto 
de las relaciones extraordinarias entre el Cielo y las 
niñas, un prepararlas para la vuelta a la normalidad. 
Para ellas supone una riqueza más en la experiencia 
mística, en la que este fenómeno es frecuente.
Las locuciones comienzan a partir de 1963, aun-
que haya habido alguna aislada antes de esa fecha, 
por parte de San Miguel; así por ejemplo, al comien-
zo de las apariciones, el 19 de junio de 1961, aunque 
en ese día no se les apareció el Arcángel, las cuatro 
niñas escucharon una voz sobre las diez de la noche 
que les dijo: “No os inquietéis. Me volveréis a 
ver”. Otra fue el viernes 22 de junio de 1962, cuando 
Conchita escuchó la voz de San Miguel que le decía 
la fecha del “milagruco”. 
Según el eminente teólogo P. Antonio Royo 
Marín, las locuciones “se distinguen de las visiones 
en que éstas presentan a la mirada del espíritu rea-
lidades o imágenes, mientras que las locuciones son 
fórmulas que enuncias afirmaciones o deseos…. Pro-
piamente, la palabra locución se refiere únicamente 
al lenguaje articulado percibido por el oído corporal 
del oyente; pero por extensión y analogía se aplica 
también a la imaginación y al entendimiento”. 
El Padre Royo clasifica las locuciones en auricula-
res, imaginarias (provenientes de Dios, de la propia 
naturaleza o del diablo) e intelectuales (sucesivas, 
formales, sustanciales). Probablemente la mayor par-
te de locuciones en las niñas fueron sustanciales que, 
según el P. Royo Marín “producen en el alma lo que 
significan” y en ellas “no cabe error o ilusión”.
Quien mejor estudió en las niñas este fenómeno 
fue el P. Luis López Retenaga, Prefecto de teólogos en 
el Seminario de San Sebastián (Guipúzcoa). Con 
señala: “Ante el alboroto de los curiosos o devotos 
venidos en gran número, sus padres determinan 
cerrar las puertas de casa y tener a las niñas dentro. 
La Virgen les dice que obedezcan y que la seguirán 
viendo a pesar de todo…”.
A partir del 3 de agosto, las caídas en estado de 
trance se han multiplicado: a veces, las cuatro juntas; 
otras, algunas de ellas; a veces, sólo una. La postura 
que adoptaban en sus caídas era siempre muy deco-
rosa y compuesta. Podían estar en el suelo un mo-
mento, o unos cuantos minutos. La caída, cuando era 
de varias de ellas, solía ser admirablemente sincroni-
zada.
Durante los éxtasis, las niñas contemplan la apari-
ción, pero no ven ni perciben al público, aunque sa-
ben que está allí, porque muchas veces se lo ha dicho 
la aparición. Ellas pueden verse unas a otras, pero si 
una sale del éxtasis y las otrasno, éstas dejan de ver 
a la que ha salido…, volviéndola a ver si ella vuelve a 
entrar en éxtasis. Sin embargo, a partir de los pri-
meros días de septiembre, las niñas que estaban en 
éxtasis podían establecer contacto con las que no lo 
estaban, pero sólo con ellas. El contacto lo estable-
cían a través de preguntas que podían ser formuladas 
sólo mentalmente.
Otra manifestación era la sincronización de mo-
vimientos y de las expresiones del rostro: las niñas 
miraban a la visión, no se miraban unas a otras, 
18 IL CIELO A GARABANDAL IL CIELO A GARABANDAL 19
motivo de sustituir al párroco de Garaban-
dal durante la Semana Santa de 1963 tuvo 
oportunidad de estudiar este fenómeno en 
Conchita y Loli, a quienes entrevistó por se-
parado, recabando también información de 
sus parientes más próximos. En mayo tuvo 
nueva oportunidad de estudiar el carisma de 
Conchita durante la peregrinación a Lour-
des que organizó en dicho mes.
El P. Retenaga hizo varios informes que 
puso a disposición del Obispo de Santander, 
monseñor Beitia, en conversación tenida 
con él el 17 de abril. Hablando con las niñas, este Pa-
dre se dio cuenta de que Conchita ignoraba que Loli 
tuviera locuciones. Conchita y Mari Loli coincidie-
ron en que las locuciones no eran imaginaciones ni 
sueños, sino algo que tenía lugar estando ellas plena-
mente conscientes y durante el día; ellas no las busca-
ban, no dependían de su voluntad; sucedían durante 
la oración, normalmente en la Iglesia y alguna vez 
en casa; les producían paz, alegría; primero tuvieron 
locuciones de la Santísima Virgen, luego del Señor.
Los temas eran variados y no siempre estuvieron 
autorizadas a comunicar todos los contenidos de 
estas locuciones. Trataban de exhortaciones perso-
nales para seguir el camino de la virtud, corrección 
por haber fallado en algo, confirmación de mensajes 
o profecías, revelación de algún aspecto de la con-
ciencia de alguna persona para ayudarle a su conver-
sión…
Primeras locuciones
La primera locución que tiene Conchita fue en 
Del diario de Conchita:
“Yo también he dudado un poco de que el Milagro vendría. Y un día, 
estando en mi habitación, dudando de si vendría el milagro, oí una voz 
que decía: “Conchita, no dudes que mi Hijo hará un Milagro”. 
Esta voz la sentí en mi interior, pero tan clara como si fuera con los oídos; 
mejor aún que si fuera con palabras; me dejó una paz y una alegría tan 
profunda, mayor que cuando veía a la Virgen. … Después de un mes he 
vuelto a oír esa voz de felicidad interior, sin palabras, en la iglesia. 
Prefiero esas locuciones a las apariciones, porque en las locuciones la tengo 
en mi misma. ¡Ay! ¡Qué felicidad que la Santísima Virgen esté dentro de 
mí, y qué vergüenza, ser tan mala en este mundo!”
Conchita le contó al P. Retenaga, que ese día es-
taba en Garabandal, la locución que tuvo en julio de 
1963: “Estando yo dando gracias y pidiéndole cosas, 
Él me contestaba. Yo le pedía que me diera una cruz 
(que estoy viviendo sin ningún sufrimiento, nada 
más que con el sufrimiento de no tener cruz) y Él me 
contestó:
—Sí, te la daré. Y yo, con mucha emoción, le 
iba pidiendo más. Y le decía:
—¿Para qué viene el Milagro? ¿Para convertir a 
mucha gente? Él contestó:
—Para convertir al mundo entero.
—¿Se convertirá Rusia?
—También se convertirá, y así, todos ama-
rán a nuestras Personas (Jesús y María).
—¿Vendrá el Castigo después? (Él no contestó).
—¿El Milagro va a ser como si yo fuera la que sola 
he visto a la Virgen?
—Por tus sacrificios, tus aguantes, te dejo 
ser intercesora para hacer el Milagro.
—¿No es mejor que sea con todas o si no, 
que no pongas a ninguna por intercesora?
—No
—¿Iré yo al Cielo?
—Amarás mucho y rezarás a nuestros 
Corazones.
—¿Cuándo me das la cruz? (Él no contestó).
—¿Qué seré yo? (No me contestó; sólo me 
dijo que en cualquier parte y en lo que sea, ten-
dré que sufrir mucho).
—¿Me voy a morir pronto?
—En la tierra tendrás que estar, para ayu-
dar al mundo.
—Yo, poca cosa, no podré ayudar nada.
—Con tus oraciones y sufrimientos ayudarás 
al mundo.
—Cuando se va al Cielo, ¿se va muerto?
—Nunca se muere.
—¿Está San Pedro a la puerta del Cielo para reci-
birnos?
—No.
Otra de las videntes, Mari Loli, tuvo una locución 
en la festividad del Apóstol Santiago, patrono de 
España, el 25 de julio de 1963. Ese día, la Santísima 
Virgen, como buena Madre, corrigió a la pequeña de 
su vanidad dirigiéndole estas palabras: “Arrepiénte-
te y no lo vuelvas a hacer”.
El 13 de octubre de 1963, Mari Loli escribió al 
P. Retenaga para comunicarle que había tenido 
una locución de la Santísima Virgen y que le había 
pedido a Ella que le diera una “cruz” de sufrimiento 
por los sacerdotes. Más que una simple locución fue 
un diálogo, pues la Virgen le respondió que la “cruz” 
podría consistir en cualquier carga que se llevara con 
paciencia y con humildad. La Virgen explicó a Mari 
Loli cuál era su misión en este mundo:
—¿Moriré pronto?
—No. Tendrás que permanecer en el mundo 
para sufrir. En cualquier lugar que te halla-
res, sufrirás.
—¡Permite que mis padres crean!
—Ellos no creen, de manera que tu tendrás 
que sufrir aún más, sufrir con paciencia.
—¿Por qué mis padres no creen?
—Porque tienes que sufrir, tienes que su-
frir mucho en este mundo.
—¿Qué sacrificios debo hacer?
—Debes ser más obediente.
La Virgen también le dijo: 
—Reza el Rosario todos los días, reza por 
los sacerdotes ya que ellos son los que más 
sacrificios necesitan todos los días.
El 7 de febrero de 1966, la Santísima Virgen habló 
a Mari Loli de los sufrimientos que le aguardaban, 
como cuenta la misma niña: “Tuve una locución con 
la Santísima Virgen, Ella me dijo que yo tendría que 
experimentar una gran cantidad de sufrimientos en 
este mundo, que tendría muchas pruebas que me 
harían sufrir mucho… Le pedí que diera a mi pa-
dre una prueba de las apariciones para que también 
creyera; Ella me dijo que estaba muy complacida con 
mis sacrificios, pero que tenía que mejorar cada día 
y mortificarme en todas las cosas, que debía rezar 
el Rosario todos los días como lo había hecho hasta 
el momento, ya que es una devoción que le agrada 
mucho, que nos ama mucho a todos y que desea que 
todos seamos muy buenos para que pronto nos reu-
namos en la Gloria Celestial con Ella”. 
En cumplimiento de esta locución profética, a fi-
nales de los años 80 Mari Loli contrajo la enfermedad 
de lupus y en 2001 fibrosis pulmonar. Estas enferme-
dades acabaron con su vida el 20 de abril de 2009, 11 
días antes de cumplir los 60 años de edad.
ABAJO
P. Ramón Andréu, Conchita, Aniceta, Lucía prima de 
Conchita, P. Luís López Retenaga y P. José Ramón Gar-
cía de la Riva.
ABAJO
El Papa Juan Pablo II, San Karol Wojtyla, 
con Mari Loli Mazón González de Lafleur 
y su familia, el 23 de julio de 1988.
IZQUIERDA y ARRIBA
Mari Loli Mazón 
González
marzo de 1963, cuando ella estaba sufriendo por la 
ausencia de la Virgen desde el pasado enero; atosi-
gada por las dudas de tantas personas, también ella 
empezó a flaquear.
Ese año vino a tener una locución al mes, primero 
ella, luego también Mari Loli.
El Rosario en Garabandal
El 29 de octubre de 1978, dos semanas después de su elección a la Sede de Pedro, el 
Santo Papa Juan Pablo II se expresó así: «El Rosario es mi oración predilecta. ¡Ple-
garia maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad».
“El Rosario.... En la sobriedad de sus partes, concentra en sí la profundidad de 
todo el mensaje evangélico, del cual es como un compendio. En él resuena la ora-
ción de María, su perenne Magnificat por la obra de la Encarnación redentora 
en su senovirginal. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar 
la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Me-
diante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de 
las mismas manos de la Madre del Redentor” (Carta apostólica Rosarium Virginis 
Mariae, San Juan Pablo II, 16.X.2002).
Conchita dijo que el Rosario era una parte muy importante del Mensaje que la 
Virgen dió en San Sebastián de Garabandal.
la oración más frecuente 
de las niñas
durante los éxtasis
Todos los Papas hablan maravillas del Rosario. San 
Pio X escribió en su testamento: “El Rosario es la 
oración más hermosa y la más llena de gracias”. El 
Papa Pio XII, en una carta del 31 de Agosto de 1946 
al Obispo de Manila, escribió que el Rosario es: “El 
breviario de todo el Evangelio”. Tanto el Santo Papa 
Juan XXIII, como Pablo VI lo rezaban cada día.
La Virgen María se apareció en Garabandal en 
cuya Iglesia se rezaba el Rosario todos los días y 
el pueblo asistía masivamente a él. Nuestra Señora 
enseñó a las niñas a rezar bien el Rosario y al princi-
pio iba Ella delante rezándolo todo, para enseñarlas 
a rezarlo bien. Después, solamente rezaba la parte 
que le correspondía.
El Rosario contiene las oraciones más bellas, el Pa-
dre Nuestro, la oración que Jesús nos enseñó para 
orar a Dios nuestro Padre; el Ave María, según el 
saludo del Arcángel San Gabriel y el misterio de la 
Encarnación del Hijo de Dios que hizo a María ben-
dita entre todas las mujeres; es una perfecta ala-
banza a la Santísima Trinidad a quien se glorifica; es 
una meditación de los Misterios de la Vida de Jesús, 
nuestro Creador y Redentor.
La Virgen lo rezaba con una voz dulcísima y una 
especial unción. Cuando llegaba el Gloria, la Virgen, 
según relato de las videntes, inclinaba la cabeza con 
extraordinaria reverencia.
La dulce voz
de María
Don Benjamín Gómez, vecino de 
Pesués, Cantabria, pueblo cerca-
no a Garabandal, fue testigo de 
numerosos éxtasis de las niñas y 
del milagro de la Comunión que 
relataremos en nuestro próximo 
número. 
Estando en Burgos para hacer 
una declaración sobre la Comu-
nión visible de Conchita, oyó la 
voz de la Virgen rezando. 
Lo cuenta así: “Esto que voy a 
decir lo he dicho personalmente, 
pero es la primera vez que en 
magnetofón lo pongo. A base de 
estas cosas tuve que ir en una 
ocasión a Burgos a hacer una 
declaración sobre esto. Cuando 
terminé de hacer la declaración, 
o sea, en mi interior pensé y dije: 
Ya no digo mas.
En ese momento, una voz de una 
mujer, piénsese bien esto, una 
voz de una Mujer que lo divino no 
tiene nada que ver con la tierra, 
con una dulzura, rezando el Padre 
Nuestro. Entonces reza el Padre 
Nuestro de esta manera: Padre 
nuestro que estás en los Cielos, 
santifiCado sea tu nombre. Entonces, 
un señor que estaba sentado, que 
le tengo de testigo si hace falta, 
se levanta con una ilusión, echa 
manos a la cabeza y dice: ¡Dios 
mío!, pero ¿qué es esto?, ¿qué es 
esto, Dios mío?.
La Virgen siguió hablando, yo 
creo que no rezando pero yo 
me quedé mirando la actitud del 
Padre y hablo las cosas claras 
que era un Sacerdote y Ella siguió 
hablando cuatro o seis palabras 
mas. Lo que dijo no lo pude 
saber.
Siempre deja algo para sufrir que 
es mas bonito que hubiera callado 
él hasta que hubiera terminado 
la Virgen de hablar, pero no pudo 
evitarlo. Sufrió tal clase de emo-
ción que no pudo evitarlo y yo me 
quedé mirando la actitud de él 
ya que yo estaba muy sereno en 
aquel momento.
Por eso digo que hay una Mujer 
en lo alto que estuvo en Gara-
bandal y estaba allí mismo en ese 
momento.
Las niñas de Garabandal decian 
que tenia una voz que no se pa-
recía a ninguna mujer de la tierra, 
porque todo era dulzura, y por 
esto yo les dije a las niñas en mas 
de una ocasión: vosotras habeis 
visto a la Virgen, os lo digo yo 
que la habeis visto, porque su voz 
era como la niñas decian.
En esto tienen toda la razón 
porque es una voz divina que no 
tiene comparación humana. Lo 
humano con lo divino no tiene 
absolutamente nada que ver lo 
uno con lo otro.” 
Como rezaban
las niñas
Cuenta Benjamín de cómo reza-
ban el Rosario las niñas: “No me 
explico yo, cuatro niñas rezando a 
la vez un Rosario que por mucho 
que queramos hacer nosotros 
tampoco sale como rezaban las 
niñas. ¿Quién las enseñó a rezar 
así?. Ellas decian que la Virgen y 
la Virgen sería. Rosario para llevar 
las cuentas no llevaban, y pense-
mos en esto otro: ellas siempre 
esperaban a que terminase de re-
zar el último que iba, aun cuando 
sabemos que ellas en éxtasis no 
oian ni veian nada de fuera y sin 
embargo alguien las guiaba para 
saber cuando terminaba de rezar 
el ultimo y seguir ellas.
En una ocasión iban las cuatro 
rezando el Rosario por los cami-
nos del Pueblo y me ponía a una 
parte y parecía que era aquella 
la que rezaba. Me ponía al otro 
lado y era la otra y resulta que las 
cuatro pronunciaban las mismas 
palabras y no se oye mas que una 
voz. ¿Por qué no se oyen todas 
y se equivoca alguna en algo?. 
ARRIBA
El P. José Ramón García de la Riva, 
párroco de Barro, Asturias, y Benjamín 
Gómez, delante de la casa de Conchita.
ABAJO
Benjamín Gómez delante del huerto de 
la casa de Conchita.
por Rafaél Jardón
www.virgendegarabandal.net
20 EL CIELO A GARABANDAL EL CIELO A GARABANDAL 21
Pues todas ellas rezaban, pero la voz es solamente 
una”.
La Virgen, personalmente, enseñó a las niñas a 
rezar. Escribe Conchita en su diario que ya el primer 
día que la vieron “Rezamos el rosario viéndola a 
Ella. Ella rezaba con nosotras para enseñarnos a re-
zarlo bien”. Y el 18 de Agosto de 1961: “Lo primero 
que nos dijo fue que recemos el Rosario y nosotras, 
como nunca le habíamos rezado delante, nos dijo 
Ella: Yo voY a rezarlo delante Y vosotras me seguís.
Ella rezando muy lento. Ella decía “santa maria” y 
nosotras decíamos “Santa María”, rezábamos así. 
Cuando nos tocaba “Dios te Salve María”, pues igual 
que se reza el Rosario, pero todo muy despacio, y la 
Salve nos mandó cantarla y nosotras la cantamos”.
El Rosario duraba entre tres cuartos de hora a más 
de una hora, según fuese rezado o cantado; nun-
ca había prisa de terminar. Por la forma de rezarlo 
las niñas, parecía como del Cielo porque estaba allí 
Nuestra Señora.
Don Valentín Marichalar, el párroco, nos dice que un 
sacerdote, al oir el Rosario dijo: “No necesito otra 
prueba. En ningún Seminario o Institución religiosa 
nunca he visto ni oido un Rosario como el que se 
reza aquí con las niñas en éxtasis”. Es un testimonio 
unánime de todos los que asistieron a los éxtasis.
Cuando el médico pediatra, doctor don Celestino 
Ortiz, hacía sus primeras subidas a Garabandal, 
quedó gratamente sorprendido ante la actitud con 
que aquellos hombres rústicos rezaban el Rosario 
por las calles acompañando a las niñas, todos con la 
cabeza respetuosamente descubierta. Habló de ello 
con uno, y recogió este desahogo:
—Nosotros, los que cuidamos del ganado por el 
monte, bajamos al pueblo los sábados, para rezar el 
Rosario con las niñas; arreglamos los ganados más 
pronto que otros días. Y es que rosarios como éstos 
no se pueden perder; valen por mil de los que antes 
rezábamos en la iglesia.
—¿No será un poco exagerado?.
—No, doctor, no. En la iglesia, muchas veces, esta-
mos distraídos; pero aquí rezamos y vamos pensan-
do.
Debemos pensar lo que rezamos; rezar es hablar 
con Dios y la Virgen. Cuando decimos el Padre nues-
tro o el Ave María estaDecmos hablando con Dios y 
la Virgen y hay que decirlo como cuando hablamos 
con una persona a quien amamos mucho, despacio 
y concorazón.
Declara Simón, el padre de Jacinta:
“Cuando más me emocioné fue la noche de la En-
carnación, porque yo pensaba: Esto, si es cosa de 
Dios, el día de la Encarnación tiene que haber algo 
especial.
Llegó el día 24 de marzo de 1962. A las doce de 
la noche cayó Jacinta en éxtasis en casa, salió a la 
calle y nosotros con ella. Fue al portal de la Igle-
sia, estuvo un poco alli y se fue a casa de Ceferino 
adonde había poca gente. Era ya cerca de la una 
cuando cae Loli en éxtasis también. Salieron a la 
calle las dos y salíamos con ella y, al salir a la calle, 
pasaba Conchita en éxtasis con su familia y se jun-
taron allí las tres.
Van al portal de la iglesia y comienzan a rezar el 
Rosario. Empezaron a cantar los misterios, lo que 
no habían hecho nunca. ¡Unas voces angélicas!. Y 
lo que más me emocionó es cuando dijeron: Dice la 
Virgen que canten todos en voz alta.
Yo cantaba con una emoción grandísima. Todo el 
que pudo salir de la cama, salió. Cuando se terminó 
el Rosario, todo el pueblo estaba allí. Anduvieron 
varias veces por las calles, un Rosario cantado es 
largo. Todo el pueblo estaba emocionadísimo.
Después de rezar el rosario yo dije para mi:
—Mira, para la Encarnación deberían cantar unos 
cantares.
Es como si adivinasen mis pensamientos, porque se 
pusieron a cantar cánticos muy bonitos y cuando 
cantaban 
los del Ave 
María, noso-
tros también 
cantábamos: 
¡Ave, Ave!, 
¡Ave María!”.
Sobre ese 
mismo día 
escribe Maxi-
mina en una 
carta:
“Pero lo más 
grande fue el 
domingo, día 
IZQUIERDA
El Cementerio de San Sebastián de Garabandal. 
En tiempo de las apariciones, la tumbas eran 
sencillas sepulturas en tierra. Al fondo se ve la puerta 
de hierro donde las niñas, en éxtasis, rezaron con 
tanta frecuencia.
de la Encarnación.
Empezaron a las nueve y media de la noche y ter-
minaron a las doce. Empezaron el Rosario cantado; 
luego dijeron que decía la Virgen que cantara toda 
la gente. Mire, cantábamos todos con una emoción 
bárbara; no se lo pueden figurar.
Fuimos cantando al cementerio; allí, de rodillas, 
rezaron un misterio; era a la puerta, cuando en esto 
Conchita que estira un brazo, con el crucifijo en la 
mano, a través de las rejas de la puerta, y parecía 
que le estaba dando a besar. Conmovía. Hasta a los 
corazones más duros.
Luego volvimos otra vez por el pueblo, cantando 
hasta terminar. Se cantó la Salve, el “Cantemos al 
Amor de los amores”, y luego otros cantares que 
discurrían ellas estando en éxtasis; y decían ellas:
—¡Ay, qué contenta está la Virgen, porque hay mu-
cha gente!; ¡Cómo sonríe y cómo nos mira a todos!”.
Rosario cantado a la vez
en los Pinos y en e l pueblo
El 28 de Julio de 1962 las cuatro niñas videntes can-
taron el Rosario. Lo extraordinario fue que dos de 
las niñas estaban en los Pinos y las otras dos en el 
pueblo; pero ellas lo cantaban a la vez, como cuan-
do estaban juntas, y aquel rezo simultáneo que se 
oía a la vez en lo alto, en los Pinos, y en el pueblo, 
fue una escena maravillosa.
El 7 de Octubre de 1961, fiesta de la Virgen del 
Rosario, también rezaron un Rosario maravilloso y 
cantaron cánticos que ellas mismas componían y la 
Virgen las ayudaba. El mismo dia del año siguiente, 
1962, Conchita anduvo por el pueblo una hora can-
tando el Rosario de un modo precioso. Decía Anice-
ta, su madre que su hija, en estado normal, cantaba 
mal, pero en éxtasis se transformaba y lo hacía de 
maravilla.
Un suceso singular tuvo lugar a primeros de no-
viembre de 1962. En ese mes, no podía faltar la 
atención de las niñas a favor de los difuntos. De 
aquí, sus visitas en éxtasis al Cementerio.
Escribe Maximina en una carta a los señores Ortiz 
(6-XI-62):
 “Ahora es, muchos días, el Rosario cantado por el 
pueblo. Conchita va mucho al cementerio, y el otro 
día fueron ella y María Dolores. Andaban cantando 
el Rosario; ahora nos mandan que cantemos todos, 
y fuimos con ellas al cementerio; allí dejaron de 
cantar y rezaron con muchísima devoción; nunca 
entran dentro, pero ese día abrió Conchita la puerta 
y entramos. ¡Ay!, ¡no saben el respeto tan grandísi-
mo que nos dió a todos!.
Lo primero fueron donde está el padre de Conchita; 
se arrodillaron con una devoción terrible, posaban 
la cruz en el suelo; en las sepulturas; en aquel 
entonces las sepulturas eran en tierra; y luego se la 
daban a besar a la Virgen; lo mismo que hacía una, 
hacía la otra.
Después fueron a la tumba de mi marido; también 
se arrodillaron, yo lo pasé muy mal; de allí vinie-
ron a mí y me dan a besar el crucifijo mucho rato. 
Después van donde otra tumba y después, donde 
mi madre. Ustedes ya saben cómo llevan en éxtasis 
las cabezas sin ver nada, ¡y cómo acertaban con las 
sepulturas!.
Yo lo que digo es que mi marido, dos años que es-
tuvo conmigo, para mí fue buenísimo. Y mi madre, 
en este mundo, sufrió muchísimo. Era devotísima de 
la Virgen; yo casi siempre la vi con el hábito de los 
Dolores.”
22 EL CIELO A GARABANDAL EL CIELO A GARABANDAL 23
 EL CIELO A GARABANDAL 25
Lo que sucedía en aquel cementerio nos recuerda 
nuestro destino, que es Dios, en el Cielo. La Santísi-
ma Virgen nos recuerda que los cuerpos de los que 
murieron también serán un dia glorificados como 
nos dice el dogma de la Resurrección de los muertos 
y que los que están en la otra vida nos quieren de 
un modo especial, mucho más que cuando estaban 
aqui; nos ven con la luz de Dios y cuidan de los que 
estamos de paso aquí en esta vida. También las 
Almas del Purgatorio, en su camino hacia el Cielo, 
piden por nosotros y desean fervientemente que 
oremos por ellas.
En Garabandal, era una bendición este recuerdo 
diario que se tenía de las Almas del Purgatorio; al 
atardecer, todos los dias, salía una mujer del pue-
blo tocando una campanilla por las calles para que 
todos rezasen por las Almas del Purgatorio.
Sobre esto nos dice Miguel, el hermano de Jacinta:
“Una noche iba con Jacinta y Loli, que tenían cos-
tumbre de ir al cementerio. Iba con tanto miedo que 
las dejé solas. Se marcharon para el cementerio. Me 
quedé viendo por donde iban. Yo tenía un año más 
que ellas y no me atrevía a ir. Entonces llegaron 
ellas solas; luego vino más gente y entonces fuimos 
allá con ellas.
Ellas no tenían miedo de ir al cementerio, no, nada. 
Allí metían la mano por la verja de la puerta, que es 
de hierro. Entre las barras de hierro, metían el brazo 
entero, con el Crucifijo en la mano, y lo daban a 
besar a unas cuarenta o cien personas, para arriba, 
para abajo, como si tuviesen alturas diferentes, da-
ban a besar el Crucifijo a un gran número de perso-
nas difuntas”.
Muchas veces las niñas, en éxtasis, tenían costum-
bre de ir a llevar el Crucifijo a las personas enfer-
mas y ancianos. Algunas veces a uno que era muy 
anciano o que estaba ya por morir o muy enfermo, 
iban allá por la noche y rezaban dos o tres Rosarios 
con él.
De esto mismo nos dice Don Juan Álvarez Seco:
“Yo he rezado el Santo Rosario con las videntes y 
con la Virgen, al igual que otras personas que tam-
bién seguían a Conchita; en uno de los misterios se 
dirigía al Cementerio, por un camino lleno de agua y 
cieno.
¡Qué Rosario más bien rezado por las videntes, y 
con cuánta devoción lo hacíamos los que las acom-
pañábamos!.
Al llegar al Cementerio, Conchita introduce la mano 
con el Crucifijo por entre las rejas, y lo da a besar 
al parecer, a los muertos, señalando unos más alto 
que otros, y como si estuvieran colocados

Continuar navegando

Materiales relacionados