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UNIVERSIDAD CENTRAL DE CHILE FACULTAD DE ARQUITECTURA, URBANISMO Y PAISAJE &(1752� '(� (678',26� $548,7(&7Ï1,&26�� 85%$1Ë67,&26� <� DEL PAISAJE 3UR\HFWR�GH� ,QYHVWLJDFLyQ�)21'(&<7�1����������� - Documento de WUDEDMR�1���� &$572*5$)Ë$� 7(0È7,&$� $548,7(&785$/�� 1RWDs sobre investigaci�n en arquitectura. Alfonso Raposo / Marco Valencia Mayo de 2002 Temario. Introducci�n 1. Notas epistemol�gicas 2. Miradas hacia la arquitectura 3. Principales rasgos de los �mbitos de investigaci�n arquitect�nica 3.1. La obra arquitect�nica 3.2. La pr�ctica proyectual 3.3. El saber arquitect�nico 3.3.1. /D�³DUTXLWHFWXULGDG´�GHO�SHQVDPLHQWR�DUTXLWHFWyQLFR a) la semi�tica arquitect�nica v/s cientificidad b) la historia de la arquitectura v/s historicismo c) Las substancias de la arquitectura en el pensamiento arquitect�nico 4. Nota final. El poder de la Arquitectura 5. Bibliograf�a El presente documento forma parte del Proyecto FONDECYT 102 0207. Se basa en un documento anterior del proyecto de investigaci�n "Arqueolog�a del Paisaje Urbano de Santiago. Historia de la arquitectura de la CORMU 1966-����´�� �(VWH� proyecto cont� con financiamiento provisto a trav�s del Concurso de Proyectos de Investigaci�n, correspondiente al a�o 2000, de la Comisi�n de Investigaci�n de la Universidad Central de Chile. 2 Resumen. ¢3RU� GyQGH� DQGD� KR\� HO� SHQVDPLHQWR� DUTXLWHFWyQLFR"� ¢&XiOHV�VRQ�VXV�WHPDWL]DFLRQHV�SULPRUGLDOHV"�¢&XiO�KD�VLGR� la deriva de transformaciones de este pensamiento en sus expresiones de intenci�n cr�tica o te�rica? Responder estas preguntas requiere considerar el panorama de las preocupaciones disciplinarias posmodernas. Las presentes notas buscan trazar una cartograf�a, a gran escala, de los principales rasgos de las regiones tem�ticas de la disciplina arquitect�nica, en su tr�nsito desde la crisis del movimiento moderno a su fase posmoderna. Tal tarea se emprende desde tres �ngulos de reflexi�n interrelacionados: la comprensi�n de la obra de arquitectura, el examen del proceso proyectual, y la reflexi�n sobre el discurso te�rico-cr�tico. La obra se examina principalmente en cuanto constituye materia de recepci�n y valoraci�n, especialmente en cuanto texto figurativo sujeto a legibilidad. La proyectaci�n es vista en cuanto actividad de la mente que proyecta, en un contexto discursivo epocal y de creciente biopoder. Se examina la construcci�n de mirada del proyectista, la formaci�n de su intencionalidad arquitect�nica en relaci�n al otro y la formaci�n de la idea de proyecto. La teor�a se considera en aquellos aspectos concernientes a la arquitecturidad de las obras, la crisis de su historizaci�n y su ingreso al universo s�gnico, sujeto a la consideraci�n hermen�utica de su producci�n de sentido. ,1752'8&&,Ï1� El presente ensayo constituye un segundo esfuerzo conceptual y metodol�gico para internarse en la materia considerada: la interpretaci�n de la arquitectura. En el primer esfuerzo el �nfasis estuvo puesto en la consideraci�n de discursos concernientes al acto de interpretar. Se trataba de revisar lo dicho sobre el punto de vista, la forma de construcci�n de la mirada, los procesos y maneras del interpretar, lo que puede obtenerse de tales procesos en cuanto 3 sentido y significaci�n. Ahora se trata de considerar lo que se est� diciendo sobre la materia que hemos constituido como objeto de interpretaci�n: la arquitectura, en especial, la obra arquitect�nica. Pero esta obra no es independiente de sus otras formas de realidad: como saber arquitect�nico y como pr�ctica de su proyectaci�n y producci�n. Por ello nos ha parecido apropiado considerar, a grandes rasgos, lo que la investigaci�n en arquitectura, en especial, lo que la investigaci�n m�s formalmente disciplinaria dice sobre sus objetos de estudio: Obra, Pr�ctica Proyectual y Producci�n te�rico-cr�tica. En t�rminos hist�ricos, esto significa situarse en la crisis de la modernidad y los avatares generados por el surgimiento de la visi�n posmoderna. En este respecto la tarea que se asume es la de constituir un esquema b�sico. Se pretende bosquejar una suerte de visi�n panor�mica de los �rdenes generales de tematizaciones desarrollados por la actividad de investigaci�n en el campo de la disciplina arquitect�nica. Consideramos que la formaci�n de las regiones tem�ticas sustentadas por la investigaci�n, es parte de un proceso por el cual se va constituyendo el substrato te�rico del saber disciplinario. Consideramos tambi�n que este substrato constituye la fuente de otro proceso que identificamos como el de la "cr�tica arquitect�nica". Si bien el desarrollo del pensamiento cr�tico requiere independizarse de la tutela del pensamiento disciplinario, mantiene con �ste una permanente interacci�n, se nutre de �l y lo retroinfluye. Nuestra atenci�n se concentrar� en esta relaci�n. Dicho de otro modo, se considera la producci�n te�rica y cr�tica como la fuente de flujos discursivos que ayudan a la configuraci�n del territorio tem�tico de la disciplina arquitect�nica. La idea es trazar, por ahora, una suerte de "cartograf�a", a escala mayor, de los territorios de investigaci�n en arquitectura, privilegiando una visi�n que intenta identificar los referentes globales de las l�neas de cr�tica m�s formalizadas del discurso arquitect�nico. La idea de "cartograf�a" alude a un m�todo. Se�ala M. Gausa (1996) que existe una correlaci�n entre visiones de mundo y los sistemas de representaci�n. Reconoce una cartograf�a determinista, exacta y literal que represent� una idea de mundo jerarquizado fijo e inmutable, que se mira desde una objetividad externa. Hay un fuerte contraste con los requerimientos que se hacen a los sistemas de 4 representaci�n cartogr�fica actuales. �stos han de hab�rselas hoy con una idea de mundo diferente: abierto, cambiante, abstracto, complejo, heterog�neo. Se requiere entonces recurrir a otras l�gicas de representaci�n, que puedan reconocer escenarios plurales y operar con superposiciones, traslapos, trayectorias, flujos, evoluciones, simultaneidades, indeterminaciones, incertidumbres, relaciones interescalares e intertemporales, etc.1 Los propios desdoblamientos y plegamientos de las maneras de mirar, la diversidad de planos superpuestos en que estas miradas se constituyen generan sistemas cartogr�ficos que exigen lecturas conjuntas de procesos asincr�nicos y multirrelacionales. As�, la identificaci�n de contornos o deslindes que la cartograf�a establece, entra�a tambi�n, subyacentemente, el anuncio de las posibilidades de cambio o transgresi�n. Para el trazado de un dispositivo cartogr�fico que satisfaga estas exigencias se requiere seguramente m�s recursos de los que disponemos. Vicariamente, entretanto, no se ha hecho m�s que intentar sostener la cautela de una actitud cr�tica que se aparta de la intencionalidad apod�ctica y que, por el contrario, no evita ingresar en iniciativas interpretativas. Ciertamente hay que tener en consideraci�n la cuesti�n epistemol�gica de la disciplina arquitect�nica. Es decir, de aquellos fundamentos b�sicos del conocimiento que distinguen a la disciplina arquitect�nica. Sin embargo, por este dominio habremos de pasar, sin el detenimiento que exigir�a una cr�tica te�rica de la intratextualidad del discurso, intentando m�s bien captar los grandes rasgos de una pluralidad intertextual. 1 Se sigue, tambi�n, la definici�n de mapa aportada por Deleuze y Guattari (1997). En este sentido, los autores afirman que los �ltimos dos caracteres que definen al rizoma corresponden al principio de cartograf�a y de calcoman�a. Un rizoma no responde a ning�n modelo estructural o generativo. Es ajeno a toda idea de eje gen�tico, como tambi�n de estructura profunda. Ac� se establece la diferencia entre el mapa y el calco. La l�gica del �rbol es la l�gica del calcoy de la reproduFFLyQ��WDQWR�OD�OLQJ�tVWLFD�FRPR�HO�SVLFRDQiOLVLV�WLHQHQ�SRU� objeto un inconsciente representativo, cristalizado en complejos codificados, dispuestos en un eje gen�tico o distribuido en una estructura sintagm�tica. Consiste, por tanto, en calcar algo que se da por hecho, a partir de la estructura que sobrecodifica o del eje que soporta.´0X\�GLVWLQWR�HV�HO�UL]RPD��PDSD�\�QR�FDOFR´��El mapa no reproduce un inconsciente cerrado sobre s� mismo, sino que contribuye a la conexi�n entre los campos. ³(O� mapa es abierto, conectable en todas sus dimensiones, desmontable, alterable, susceptible de recibir FRQVWDQWHPHQWH�PRGLILFDFLRQHV´��SXHGH��SRU� WDQWR�� ³dibujarse en una pared, ser objeto de arte, constituirse FRPR�DFFLyQ�SROtWLFD��HWF�´ Un mapa tiene m�ltiples entradas, al contrario del calco que vuelve siempre sobre s� mismo. El mapa es parte del rizoma. 5 La cartograf�a que se bosquejar� no pretende mostrar la descripci�n enumerativa de las m�ltiples estructuras t�picas y tem�ticas que se han desarrollado hist�ricamente y que se despliegan en la actualidad en el dominio de investigaci�n de la arquitectura. Para el programa esquem�tico de asuntos que nos proponemos considerar, lo que se consigna en estas cartas apunta, por el contrario, a la posibilidad de instalar diversos esquemas de distinciones gruesas sobre el territorio del pensamiento arquitect�nico. A trav�s de ellas, se intentar� ir dando coordenadas mayores a los distintos aspectos implicados por el marco te�rico y proceder metodol�gico2 del programa de investigaci�n que se propone. 1. Notas epistemol�gicas. a) Investigaci�n. Por investigar se entiende aqu� toda actividad que arroja nueva luz en el saber. Se incluye en ello, desde la nueva mirada interpretativa hasta la aseveraci�n formal objetivista, estad�sticamente fundada. No obstante esta amplitud de sentido que aqu� se asigna a la actividad de investigar, debe reconocerse que ella transcurre al interior de un estatuto. En �ste se establece el marco de condiciones que debe cumplir el pensamiento que ingresa al dominio cognitivo formal, bajo la forma de teor�a. b) Teor�a. Por teor�a no estamos entendiendo aqu� exclusivamente la teor�a cient�fica, basada en el pensamiento hipot�tico-deductivo y la contrastaci�n emp�rica, sino tambi�n otras formas de construcci�n conceptual capaces de proveer una visi�n inteligible del mundo, conforme a la cual disponer de cierta explicabilidad y predictibilidad. Toda obra resulta de una acci�n, la que presupone cierta comprensi�n del mundo y cierto reconocimiento de estructuras parciales que permitan afincar en ellos la acci�n. Desde esta perspectiva la teor�a comienza en las idealizaciones y esquematizaciones que luego se traducen en taxonom�as, dict�menes (precept�sticas) y modelaciones. 2 Parece necesario advertir que las presentes notas son una primer paso de un proceso. Se constituyen bajo la aspiraci�n de constituir un bosquejo de im�genes globales y bajo el impulso de la prontitud. Se trata s�lo de instalar con rapidez marcas en el territorio, lo que deber� ser seguido luego de acciones de exploraci�n tem�tica de mayor detenimiento, espesor y densidad conceptual. Consideramos, sin embargo, de utilidad constituir con este bosquejo esta primera comunicaci�n. 6 Lo te�rico empieza a emerger con el m�todo con que se configuran estas operaciones, as� como con la generalizaci�n de su aplicaci�n pr�ctica, constituyendo de este modo un dominio cognitivo. c) M�todo. Si la actividad de investigar es la generatriz del saber te�rico, el m�todo resulta ser el que provee su unidad operacional. Es �ste el que pone en juego la investigaci�n, el que procesa la operaci�n de significancia, el que establece la l�gica perceptual, el que estructura la �ptica y sesga lo que ha de ser visto de lo que queda oculto. d) Dominios cognitivos. En la concepci�n epistemol�gica racionalista, un dominio cognitivo es el cuerpo constituyente de una disciplina. Se trata de plexos de organizaci�n explicativa circunscritos a cierta especificidad. Dentro de una disciplina parece �til distinguir algunas dimensiones que corresponden a su propio proceso interno de progresi�n dial�ctica. Una, la propiamente disciplinaria, es la dimensi�n positivo-explicativa, a trav�s de la cual se ha ontologizado el objeto de estudio y se ha trazado el marco de conceptos en el que puede especificarse lo que DOJR� ³HV´�� 2WUD� HV� OD� GLPHQVLyQ� QRUPDWLYD�� FX\R� PDUFR� FRQFHSWXDO�� GHULYDGR� GHO� DQWHULRU�� SHUPLWH� SHUILODU� OR� TXH� DOJR� ³GHEHUtD� VHU´�� implicando con ello la consideraci�n contextual de valores. Otra es la GLPHQVLyQ� ³WpFQLFD´�� HQWUHOD]DGD� FRQ� ODV� DQWHULRUHV�� FX\R� PDUFR� conceptual se refiere a los procedimientos de intervenci�n que permiten utilizar medios para alcanzar fines perfilados normativamente. Circunscribiendo todo esto puede reconocerse una dimensi�n cr�tica que envuelve el conjunto del procesamiento intradisciplinario y que abre un permanente cuestionamiento de la validez del discurso te�rico, en t�rminos de su estructura interna y de su interdiscursividad. e) Los dominios cognitivos en la arquitectura. Las dimensiones referidas precedentemente proveen, desde luego, referencias para distinguir entre aquellas preocupaciones (interrelacionadas) que se focalizan en la teor�a y en la historia, de aqu�llas que se dirigen a la pr�ctica y a la cr�tica. M�s radicalmente, sin embargo, sirven al prop�sito de reconocer que hay ciertas formaciones disciplinarias cuya base de asentamiento originaria se sit�a en alguna de las dimensiones indicadas. Es concebible pensar 7 que la originaci�n y desarrollo hist�rico de ciertos dominios cognitivos se sit�a en la dimensi�n normativo±disciplinar, implicando una importante orientaci�n derivada desde un contexto val�rico. En este caso la teor�a no queda al margen de la realidad, sino que transforma la realidad sometida a teorizaci�n. Tal es nuestro supuesto respecto de la situaci�n de la disciplina arquitect�nica. Hay en ella, esencialmente, una teor�a normativa que se deriva de una permanente FRQVLGHUDFLyQ�GHO�³RWUR´��(V�HO�³GyQGH´�GH�RWUR�HO�TXH�Ka de constituirse DUTXLWHFWyQLFDPHQWH�� \� HOOR� HQWUDxD� XQD� UDGLFDO� ³RWUHGDG´� GH� pensamiento que, a trav�s de la arquitectura, reingresa como presencia propositiva, instituyente de relaciones con la imaginaci�n del grupo humano, reconformando as� la constituci�n de su realidad. En ello reside el poder de la arquitectura. Para efectos del prop�sito indicado inicialmente, el lugar de rastreo de los territorios y contenidos generales de la investigaci�n en arquitectura fue, en primera instancia, el de las pre-existencias FRQFHSWXDOHV� GH� XQD� ³FRPXQLGDG� LQWHUSUHWDWLYD´� ORFDO�� D� WUDYpV� GH� conversaciones con sus docentes m�s representativos. Lo expresado por ellos da cuenta, impl�cita o expl�citamente, de las pr�cticas originadoras de las aseveraciones que se hacen y de los territorios que se recorren. Luego se consider� las existencias instaladas en el discurso de algunos textos, visibles en un primer rastreo grueso de la bibliograf�a al respecto. 2. Miradas hacia la arquitectura. La Arquitectura, en cuanto cosa real final de la que se compone el mundo, puede ser analizable en un n�mero indefinido de maneras. Si la reconocemos en su condici�n de producto, se abre tras ella todo el proceso social de "producci�n del espacio". Esto incluye: las formas de concepci�n, de representaci�n social y de institucionalizaci�n de las pr�cticas de relacionamiento espacial que definen el d�nde del estar, inherente al existir humano3. Por este camino arribamos a la 3 Se est� recurriendo aqu� a la categorizaci�n que plantea Henry Lefevbre (1974) y reelabora posteriormente David Harvey (1990). El espacio comoconstrucci�n social no ocurre s�lo en el plano de la realidad material y de las pr�cticas espaciales del accionar humano. La vida social no acontece en contacto directo con este plano, sino mediado por representaciones simb�lico discursivas, constituyentes de relatos y metarrelatos que dan sentido a los significados. A trav�s de ellas, nuestras vivencias constituyen realidad sensual y social. As�, a partir de sus representaciones, el espacio de las pr�cticas del accionar humano se constituye como "ciudades invisibles", como estructuras y met�foras del orden est�tico y pol�tico. A partir de ellas se 8 consideraci�n del desarrollo de los sistemas socio-culturales en su transcurso hist�rico. Luego, a demandas para una teor�a de la producci�n del espacio que de cuenta de la institucionalizaci�n de los m�todos de generaci�n, control, regulaci�n y representaci�n de los procesos proyectuales, tanto en su sentido tecno-productivo como en su sentido hist�rico y simb�lico. Si, adem�s, reconocemos en la DUTXLWHFWXUD�VX�FRQGLFLyQ�GH�³REUD´��HQ�OR�TXH�WLHQH�GH�FDUiFWHU��~QLFR�� originario y peculiar, puede ser desplegado sobre el universo anterior toda una constelaci�n de significados est�tico-cr�ticos que convergen sobre la idea de creatividad expresiva. Conforme a las consideraciones anteriores, la palabra Arquitectura puede ser convenida como la designaci�n institucionalizada de una constelaci�n de contenidos que se constituye al interior del universo cultural. Nuestra propuesta es examinar esta constelaci�n a trav�s de la diferenciaci�n que reconoce la presencia simult�nea de tres �mbitos de realidad interdependientes, correlativos de una secuencia de tres miradas distintas: la obra, la noiesis (teor�a) y la poiesis (pr�ctica) El primer �mbito es el de la propia realidad constituida por la presencia de las obras que resultan del hacer humano. El segundo y tercer �mbitos corresponden a la secular distinci�n entre "noiesis" y "poiesis" conque se intenta reconocer la bifurcaci�n de la intencionalidad de la subjetividad humana frente a la realidad: la del conocerla (comprender) y del obrarla (intervenir), la "theor�a" y la "praxis". Parece �til recordar otras ulteriores precisiones de esta distinci�n que nos resultan m�s consonantes. La tradici�n aristot�lica introduce los conceptos de "dianoia" y de "praxis". A diferencia de la aprehensi�n inmediata de la "noiesis", la "dianoia" entra�a el entendimiento como proceso discursivo en que se integran el episteme te�rico (conocimiento inteligible) y la pr�ctica t�cnica. Por su parte, el hacer de la "praxis" no se encuentra cautivo, como en la "poiesis", de una "performatividad", de una producci�n en la cual se esmera. La praxis no tiene un objeto delante de s�, por el contrario, obedece su propia vectorialidad interna, la realizaci�n del ser, la b�squeda del bien, como acto pol�tico y moral. Hay entonces un primado de la despliegan tambi�n las m�ltiples formas de los procesos y estrategias de concepci�n del espacio y de las intervenciones para su producci�n material. El espacio es, entonces, el "sue�o de un orden" que orienta la percepci�n y el pensamiento. 9 "praxis", un saber que se constituye en ella y por ella, extendi�ndose luego sobre la "noiesis". En ciertas dimensiones del pensamiento heideggeriano, si bien se reconoce la prioridad del hacer, se establece tambi�n el camino inverso, la reversibilidad de la preeminencia poi�tica, el restablecimiento del primado del conocimiento, pero no en cuanto ver para el obrar sino en cuanto ver para el saber, a salvo de las veleidades, voluntarismos y ambiciones de dominio humanas. Esta reversibilidad no ha estado exenta de cr�tica, Alber (1996) advierte en este af�n heideggeriano un cierto sesgo que colinda con lo que califica como "teoreticismo ut�pico". Parece �til escudri�ar un poco m�s al interior de la "noiesis" y su relaci�n con la arquitectura. Para ello nos valdremos del mirar de tres personajes extra�dos del imaginario de Benjamin. Una primera visi�n, resulta de examinar el paisaje arquitect�nico de la ciudad, conforme al libre e impremeditado modo de mirar del ³IODQHXU´�� $O� LQIOXMR� GH� ORV� UHFRUULGRV� SRU� ODV� FDOOHV� GH� OD� FLXGDG�� construida y construy�ndose, habitada y habit�ndose, se nos impone la realidad de la edilicia como arquitectura y como cuerpo urbano. Reconocemos ingresar al territorio conformado por la presencia presente de distintas entidades constituidas como obras: de arquitectura, de arquitectura de la ciudad, de arquitectura del paisaje urbano, de dise�o c�vico configurador de las recintualidades del espacio p�blico, etc., y asumimos con respecto a ellas una cierta sensibilidad contemplativa, una "aisthesis" o, m�s comprometidamente, una "er�tica". Conforme a esta mirada las obras comienzan a revelar su significado y la naturaleza de su imagen y de su ser �til. Otra mirada, la arqueol�gica, de intenci�n m�s identitaria, reconocer� en estas obras, subyacentemente, como huellas o improntas lejanas o recientes, las "ars" de su factura, las praxis edilicias: de gesti�n, program�ticas, edificatorias y proyectuales; generadoras de esa realidad. Asimismo, reconocer� los flujos e influjos del poder y de las pol�ticas con sus encuadramientos institucionales, conforme a lo cual se formalizaron las necesidades humanas y se impulsaron tales edilicias. 10 Una tercera mirada, la del conocedor, la del coleccionista, reconoce la destituci�n de los objetos de su funcionalidad, advierte sus significados preteridos y descubre o crea para ellos nuevas formas de ser en los universos emergentes de significaci�n. Cuenta con la capacidad de resignificaci�n que se anida en su propia mirada. Advertir� que miramos a trav�s de la presencia yaciente de orientaciones de pensamiento, direcciones, visiones, cosmovisiones, conforme a las cuales se resignifica y revalora lo observado. Reconocer� discursos que operan como constelaciones conceptuales que orientan o dan clivaje a su percepci�n y lectura de la obra arquitectural en cuanto producci�n de sentido. 3HUR� ODV� REUDV� TXH� QRV� FLUFXQGDQ�� ¢GHQWUR� GH� TXp� FXDGURV� GH� SHQVDPLHQWR� HPHUJLHURQ"�� ¢FRQ� TXp� QDUUDWLYDV� \� VLJQLILFDFLRQHV� GHO� tiempo se comprometieron? Se interrogar�, por tanto, sobre los desplazamientos de su propio mirar, de sus parpadeos, con respecto a aquellas constelaciones de pensamiento que alimentaron los procesos edilicios y proyectuales, en las mentes que originaron los proyectos y arranques de las obras contempladas. Obra arquitect�nica, proyectaci�n arquitectural y pensamiento arquitect�nico, constituyen entonces accesos intercomunicados. Consideremos a continuaci�n un sucinto perfilamiento de estos �mbitos: a) Uno es el de la obra arquitect�nica, la que ha existido hist�ricamente, la que existe construida, habitada o deshabitada, y a�n, la que s�lo se concibi� y qued� suspendida como proyecto. b) Otro �mbito es el concerniente a las pr�cticas edilicias y de la proyectaci�n arquitect�nica, al proceso creativo-expresivo de concebir el proyecto de la obra arquitect�nica, de enunciarla y aseverarla en el contexto de la cultura, hasta su arranque como formalizaci�n en obra. c) El tercer �mbito es el referente a la formaci�n discursiva del pensamiento arquitect�nico, en sus diversos estados epist�micos, desde su intuici�n inteligible hasta su constituci�n como estatuto institucional disciplinario y te�rico-cr�tico. 11 Estos tres �mbitos se encuentran entretejidos. No comparece XQR� VLQ� TXH� FRQFXUUDQ� WDPELpQ� ORV� RWURV�� ¢4Xp� SXHGH� VHU� OD� REUD� arquitect�nica, sino recepci�n y, por tanto, apropiaci�n y, en consecuencia, representaci�n y, por lo mismo, tambi�n, institucionalizaci�n,historia y simbolismo? La distinci�n anotada precedentemente nos remite ya a la posibilidad de reconocer tres �reas focales en la actividad investigativa y, por ende, a tres puertas que conducen al mismo lugar: el �mbito de la configuraci�n discursivo±te�rica de la disciplina arquitect�nica4. 3. Principales rasgos de los �mbitos de investigaci�n arquitect�nica. 3.1. La obra arquitect�nica. Dado el hecho de que nuestra posibilidad de ser implica simult�neamente un estar en el mundo, el proceso de producci�n del espacio y del tiempo ("espaciarse un espacio" -en el decir heideggeriano) se constituye como una de las dimensiones primordiales del existir social. En el marco de este procHVR�� OD� ³REUD� DUTXLWHFWyQLFD´�H[LVWH��DQWHV�TXH�QDGD��FRPR�VLJQLILFDGR�GDGR�SRU�VX� presencia y su presente, en cuanto estos resultan constituyentes de un ³GyQGH´� \� GH� OD� LQWUDWHPSRUDOLGDG� GHO� DFRQWHFHU� KXPDQR�� HV� GHFLU�� constituyendo una sociof�sica del espacio y el tiempo. Se trata de los VLJQLILFDGRV�HPHUJHQWHV�GH�XQD�FRQMXQFLyQ�GLDOyJLFD��GHO�³HVWDU�DKt´�GH� OD�REUD�HQ�FXDQWR�REUD�\�GHO�³HVWDU�DKt´� ORV�KRPEUHV��XQRV�FRQ�RWURV�� en cuanto habitantes inmersos en la tarea inconmensurable de aprender el arte, no siempre aprendido, de vivir juntos. En este sentido, lo esencial de la obra arquitect�nica surge siempre como arquitectura de la polis, como una aseveraci�n de 4 La distinci�n entre estos tres �mbitos arquitecturales es de antigua raigambre y se encuentra ya en la tradici�n vitruviana. Un aporte que se desprende de esta tradici�n es el propuesto por F. Larraguibel (1969 ;10-20). Propone una secuencia l�gica de teorizaci�n de la disciplina arquitectura que se inicia con el reconocimiento de la categor�a de "necesidad arquitect�nica", como origen natural a partir del cual se considera luego y sucesivamente el "saber arquitect�nico", la "actividad arquitect�nica" y el "producto arquitect�nico". Al poner la Arquitectura frente a la "necesidad arquitect�nica", "el problema queda planteado en t�rminos de individualizar una zona natural, una zona en que la mirada encuentra la "pureza natural de las necesidades" a�n no interdictas por las formas socio-culturales de satisfacerlas. Se abre, por tanto, desde all� la posibilidad de una respuesta de entereza monol�gica, emergente directamente desde el "ambiente", desde la realidad organizativa originaria de la relaci�n medio-hombre. 12 significados consonantes con el arte y el estatuto del vivir juntos. Siempre habr�, entonces�� XQD� PDQHUD� ³SROtWLFDPHQWH� FRUUHFWD´� GH� hacer arquitectura, y correlativamente habr� tambi�n una manera contestataria, contracultural, an�rquica, vanguardista, ut�pica y/o sublimatoria de hacerla.5 Al adoptar esta mirada no estamos haciendo m�s que ingresar a un sistema cartogr�fico generado desde una cosmovisi�n que privilegia, en el reconocimiento de la cultura, los procesos dial�gicos de producci�n de sentido y de significado. Tal sistema se organiza seg�n una l�gica distinta de aqu�lla que establece una especificaci�n de la arquitectura, como inherentemente constituida desde una aprehensi�n monol�gica de la "necesidad". En el sistema cartogr�fico que estamos rese�ando, el encuentro con la arquitectura ocurre en un contexto en que se ha llamado a comparecer al universo s�gnico y simb�lico, con lo cual se convoca al conjunto de los procesos de comunicaci�n y de lenguaje que dan soporte a la interacci�n humana. Ingresamos as�, ineludiblemente, en un cauce que conduce hacia el substrato pol�tico de la realidad, lo que nos lleva a situar la arquitectura en relaci�n �ntima con el estatuto del vivir juntos, con la polis y la organizaci�n del poder. No se pretende con ello consagrar este anclaje de la arquitectura en la constituci�n hist�rica de la ciudad y forjar con �l en un encuadre ontol�gico supracultural. La ciudad en la historia presenta sus propias derivas y mutaciones, y no sabemos qu� es lo que podremos llamar ciudad en el mundo futuro econ�micamente globalizado. Del mismo modo, en el marco de este contexto, la "necesidad" forma parte constitutiva de los significados de la cultura, es una construcci�n cultural. No hay lugar, en este encuadramiento, para una teor�a aut�noma de las necesidades "objetivas", no puede establecerse, por tanto, la tarea de hacer arquitectura como un asunto ontol�gicamente circunscrito a la resoluci�n de problemas especificados en relaci�n con necesidades. En nuestro rastreo del discurso disciplinario, es importante reconocer, sin embargo, el hecho de la conformaci�n de regiones que han pensado prol�ficamente la Arquitectura como especificidad generada en un �mbito natural�stico de "necesidad arquitect�nica". El 5 Proponerse reducir esta polisemia pasa por la concepci�n de una ontolog�a de la naturaleza. Desde la perspectiva de algunos discursos de la posmodernidad, desistir de tal empe�o, no merecer�a ning�n reproche. 13 marco de operaciones conceptuales es exigente. Requiere constituir un momento de autonom�a del existir humano con respecto a su cultura, para ver las necesidades en su "naturalidad" originaria, esto es, en un momento pre-predicativo y posiblemente pre-OLQJ�tVWLFR� Pero la especificaci�n de la arquitectura en el vivir juntos de la polis requiere tambi�n operaciones complejas de regionalizaci�n tem�tica que resulta necesario cartografiar 6. Tal especificaci�n ha sido correlativa de la diferenciaci�n entre el amorfismo del espacio nom�dico, y las demarcaciones del espacio sedenterizado. El primero est� libre de demarcaciones jurisdiccionales, l�neas de frontera, deslindes prediales, balizamientos, estratos, latitudes y longitudes geomensurales. El segundo est� colmado por tales elementos, los estriajes normativo-institucionales del espacio regimentado por el poder emergente del Estado. La arquitectura es aqu� constitutiva de este estriaje y de sus morfog�nesis, constituye una realidad que introduce una dial�ctica con el "nomos", el espacio inmanente desde el que emerge la "norma natural", a cuyas exigencias responde la "arquitectura" nom�dica. Habr�a entonces dos matrices generativas de la arquitectura, la arquitectura de lo nom�dico y su nomadolog�a y la instituci�n arquitect�nica identitaria de la polis. En esta �ltima, por el contrario, lo visible se enra�za en formas de estar en el espacio, construidas y dictaminadas por la sedentarizaci�n del poder. Es frente a ellas que la pulsi�n nom�dica busca compulsivamente extinguirlas (Deleuze y Guattari, 1997). Esta concepci�n de la arquitectura tiene un correlato constitutivo de ciertas tratad�sticas de la urbanolog�a. Responde a una tradici�n de pensamiento representada, entre otros por Lewis Munford, en el campo de la historia de las ciudades, o por Cliffort Geertz, en el �rea de las visiones antropol�gicas de la cultura. En el campo de la investigaci�n arquitect�nica, el avisoramiento de esta posibilidad te�rica de establecer lo esencial arquitect�nico como tipolog�a espacial b�sica, constituida en la trama de la ciudad, se encuentra desarrollada, por ejemplo en las concepciones estructuralistas de Aldo Rossi y Carlo Aymonino de la Escuela de Venecia. 6 Ha sido, sin duda, Manfredo Tafuri quien aporta las conclusiones m�s contundentes que se derivan de la consideraci�n de la ciudad como la base que justifica la existencia y la finalidad de toda obra. Su visi�n de la arquitectura en cuanto inserta en la historia de la cultura es siempre la referencia b�sica de su cr�tica. 14 "La pregunta puede ser planteada en estos t�rminos; si la arquitectura de los hechos urbanos es la construcci�n de la FLXGDG��¢FyPR�SXHGH�HVWDU�DXVHQWH�GH�HVWD�FRQVWUXFFLyQ�OR�TXH� constituye su momento decisivo, la pol�tica?...nosotrosno s�lo afirmamos el lazo pol�tico sino que al contrario sostenemos la preeminencia de este lazo y precisamente su car�cter decisivo... la pol�tica, de hecho, constituye aqu� el problema de las elecciRQHV�� ¢4XLpQ� HQ� ~OWLPD� LQVWDQFLD� HOLJH� OD� LPDJHQ� GH� OD� ciudad?. La ciudad misma, pero siempre y solamente a trav�s de sus instituciones pol�ticas." (Rossi; 82; 273) En el pr�logo al texto de Philippe Panerai (1980), se�ala Sol�- Morales, que esta tradici�n, en que se establece puentes cada vez m�s tensos entre ciudad y arquitectura, prosigue en los trabajos de la Escuela de Mil�n, as� como las de Ginebra y Bruselas. Se trata as�, de una visi�n que se expande en la d�cada de los 60, constituyendo un continente tem�tico de la arquitectura, en la cual encontramos algunas primeras consonancias b�sicas con la posici�n que adoptamos. En el marco de las visiones post-estructuralistas esta visi�n encuentra tambi�n una continuidad. En la introducci�n de "Mil mesetas, Capitalismo y Esquizofrenia" sus autores advierten al lector: "Nunca hay que preguntar qu� quiere decir un libro, significado o significante, en un libro no hay nada que comprender, tan s�lo hay que preguntarse con qu� funciona, en conexi�n con qu� hace pasar o no intensidades, en qu� multiplicidades introduce y metamorfosea la suya... Un libro existe gracias al afuera y al exterior." (p.10) El afuera y exterior del libro es, por cierto, la mirada que lee. Ya se nos ten�a dicho (Gertrude Stein) algo similar. Sin esa mirada, ni siquiera�� �XQD� URVD� HV� XQD� URVD�� XQD� URVD«�� Sabemos que s�. En tanto no esta siendo le�do, en un libro no hay nada que comprender. Podemos concordar tambi�n en que: "Escribir no tiene nada que ver con significar, sino con deslindar, cartografiar incluso futuros parajes" (p.11) As� pues, del mismo modo, puede decirse que en una obra de arquitectura no hay nada que comprender y que proyectar no tiene nada que ver con significar. Pero la obra es obra en tanto se encuentra frente a m�s de alguien. La obra s�lo puede ocurrir como identidad 15 narrativa conformada en el tiempo, en cuanto formando parte de los contenidos de conciencia de m�s de alguien, de una otredad siempre presente. En cuanto comenzamos a desplegar nuestra mirada en la obra, con "percepci�n atenta" o "distra�da", esa obra arquitect�nica impondr� a trav�s de la tiran�a irreductible de su presencia presente, el peso, o la levedad, de sus significaciones. Dicho aun m�s radicalmente: ³/R� YLVLEOH� QR� H[LVWH� HQ� QLQJXQD� SDUWH��1R� sabemos de ning�n reino de lo visible que mantenga por s� mismo el dominio de su soberan�a. Tal vez la realidad, tantas veces confundida con lo visible, exista de forma aut�noma, aunque �ste ha sido siempre un tema muy controvertido. Lo visible no es m�s que el conjunto de im�genes que el ojo crea al mirar. La realidad se hace visible al ser percibida. Y una vez atrapada tal vez no pueda renunciar jam�s a esa forma de existencia que adquiere en la conciencia de aqu�l que ha reparado en ella..... Lo visible es un invento. Sin duda uno de los inventos m�s formidables de los humanos..." (Boch, Eulalia, 2000) Volvamos a la obra y la consistencia de sus significados en FXDQWR� ³GyQGH´�� GyQGH� WLHQH� OXJDU� HO� GHYHQLU� \� VX� SURFHVR� GH� transformaci�n o cambio de los acontecimientos de la vida individual y social. La obra se estructura entonces a partir de un asunto de recepci�n y valoraci�n de la obra arquitect�nica y, por tanto, implican el problema de la percepci�n-legibilidad (lisibility) y la sensaci�n- interpretaci�n de la obra (livability) Por esta ruta arribamos a las operaciones complejas de recepci�n y valoraci�n, como los procederes constituyentes de un vasto orden de asuntos del que emergen gran parte de las tematizaciones para la investigaci�n de la obra arquitect�nica. En el marco del estado de la cultura moderna, el asunto central de la recepci�n de la obra se despliega a partir de las operaciones de percepci�n y del uso. A trav�s de la percepci�n se establece una relaci�n con la naturaleza figurativa (artificio comunicacional) de la obra arquitect�nica. Es, entonces, el gran umbral a trav�s del cual la disciplina arquitect�nica toma contacto con la interpretaci�n est�tico- cr�tica de las relaciones entre arte y sociedad. De hecho, gran parte del pensamiento disciplinario arquitect�nico se estructura como 16 interdiscursividad generada a partir de las investigaciones que se despliegan en los vast�simos territorios de la est�tica. Este pacto interdisciplinario entre arquitectura y est�tica ha provisto las bases conceptuales de influyentes programas de investigaci�n sobre la obra arquitect�nica. De Fusco, en el marco de su revisi�n hist�rica de la cr�tica arquitect�nica, desde Viollet Le Duc a Persico (1976) y, posteriormente, desde Roger a Jenks (1991), da cuenta del incesante fluir de concepciones constituyentes de la est�tica de la arquitectura. Tales esfuerzos no cesan y se prolonga hasta la actualidad. Munta�ola (2000) en su Topog�nesis, con la cual busca trazar los fundamentos de una nueva arquitectura, inicia su an�lisis considerando la dimensi�n est�tica de la concepci�n arquitect�nica y se interna, para ello, en los aspectos de po�tica, ret�rica y hermen�utica como accesos a la comprensi�n del lugar. La b�squeda historicista de la raz�n de las formas, a partir de la identificaci�n de las persistencias o constantes universales de la arquitectura fue, y sigue siendo, uno de los grandes objetivos del pacto. No obstante las grandes transformaciones conceptuales que orientan la concepci�n del mundo, rebrota siempre el viejo anhelo de tratar de establecer, por sobre la aleatoriedad de la sociedad, un orden superior suprapersonal, como referente de un sistema l�gico de proyectaci�n. Uno de los cuerpos programaticos influyentes en este respecto, es el que se organiza desde el �ngulo de la est�tica psicol�gica, en torno a la noci�n de empat�a simb�lica como base interpretativa de la arquitectura. Las premisas sobre el car�cter objetivo del arte ceden su lugar a una concepci�n en que prevalecen estructuras subjetivas de afinidad entre objeto y observador. La funcionalidad del uso y su formalizaci�n t�cnica, sustentada entre otros por Sullivan, desde comienzos del siglo pasado fue ciertamente la m�s poderosa y su influjo se extiende hasta hoy. La derivaci�n antropom�rfica y su correlato en las proporciones geom�trico-num�ricas conforman otra corriente de pensamiento que posee una secular y universal raigambre hist�rica. �stas y aun la propia din�mica futurista, pueden entenderse como distintas vertientes psicol�gico-expresivas que, a trav�s de la abstracci�n, dan sustancia a tal afinidad subjetivista. 17 /D�³SXUD�YLVXDOLGDG´�HV�RWUD�GH�ODV�FRUULHQWHV�HVWpWLFDV�LQIOX\HQWHV� en la apreciaci�n de la obra arquitect�nica. Los s�mbolos visuales son aqu� los c�nones exclusivos y preeminentes del juicio est�tico. La claridad expresiva de �stos se alcanza al interior del arte. Los VtPERORV� YLVXDOHV� QR� ³VLJQLILFDQ´� XQ� VHU�� VRQ� XQ� VHU�� QR� UHSURGXFHQ� una realidad independiente del arte. La historia de la obra arquitect�nica se refiere aqu� a la transformaci�n del dato formal y las formas de visi�n, como ocurre en las po�ticas del cubismo y el expresionismo. A trav�s de la consideraci�n del uso se ingresa a otra parte del conocimiento del objeto arquitect�nico, se accede al designio pr�ctico de su conjunto de signos, a las semantizaciones del uso, a su "utilitas". Tras la figura, se encuentra la presencia presente de la forma arquitect�nica, dispuesta seg�n un orden estructurante de significaciones del d�nde acontece el encuentro humano con el mundo. La mirada aqu� no parpadea y se queda sin quitar la vista de la "utilitas". La "poiesis" se adue�a de la comprensi�n del mundo. La obra arquitect�nica deviene sujeto de "performatividad".La condici�n de presencia-presente de la obra se deriva, sin embargo, de su enraizamiento en el tiempo: en el futuro, en donde aspira a pervivir como ser �til y como ser po�tico. No se puede, sin embargo, ingresar al futuro sin abrirse tambi�n al pasado. As� el presente de la obra constituye un acontecimiento que se sumerge en el tiempo de la interpretaci�n hist�rica. Por ello frecuentemente la historia de la arquitectura se torna dominante como asunto concerniente a la obra. Al considerar el sentido general de la valoraci�n de la obra arquitect�nica se produce un cruce de caminos. Es posible salir de XQR� \� WRPDU� RWUR�� ¢&XiO� WRPDU"� 6HJ~Q� VH� QRV� WLHQH� GLFKR�� HVR� depende de hacia d�nde quiera uno ir. Un camino es el que recorre los territorios de la apreciaci�n de la obra o de la propuesta del proyecto en el contexto de la instituci�n arquitect�nica y sus constructos te�rico- FUtWLFRV��/D� ³RWUHGDG´�TXH�DQLPD� OD�REUD�DUTXLWHFWyQLFD�HV�FRQVWLWXLGD� en ella desde los propios c�digos de la autonom�a institucional de la arquitectura. Se sirve a las necesidades humanas desde una liturgia, o, por decirlo as�, la sociedad ans�a la ret�rica, busca satisfacer su "necesidad" arquitect�nica en las liturgias arquitecturales. Otro camino es el que impulsa la arquitectura hacia los territorios de la experiencia del habitante en la obra arquitect�nica, es decir: la vivencialidad de la 18 gente en los lugares (culturales) de su vida, la plenitud sensorial de sus experiencias, es decir: la arquitectura como ecolog�a de la mente, como geograf�a de la existencia de la persona, como parte del sistema de experiencias y pr�cticas, creencias y representaciones sociales del espacio. Para algunas concepciones de la arquitectura, no obstante, no existen tales dos caminos. Hay uno s�lo. Se trata de este �ltimo. ³7RGR� HO� SRGHU� DO� XVXDULR´�� SULPDFtD� GH� su experiencia perceptual (lisibility & livability). Es el saber sobre las necesidades que emergen desde la figura hipostasiada del habitante-usuario, con su concreto particularismo bio-ps�quico, hist�rico y cultural, el �nico referente constante de toda posible teorizaci�n de la arquitectura y de apreciaci�n de la obra. Conforme a esta visi�n, las pr�cticas de producci�n simb�lica son tan s�lo soportes superticiosos de la intervenci�n humana en el mundo, susceptibles de sustituirse conforme aumente el saber de la ciencia con respecto a las necesidades humanas. No hay espacio, en este encuadramiento para el reconocimiento de la arquitectura como la expresi�n de una substancia que se extiende y despliega simb�licamente por sobre los silencios del lenguaje, constituyendo hist�ricamente su propio dominio de acci�n. Posiblemente, en el plano m�s epid�rmico de esta reflexi�n sobre la obra arquitect�nica se encuentre aquello que primero se nos revela desde un punto de vista causalista: la eficacia funcional o ³SHUIRUPDWLYLGDG´� GH� OD� DUTXLWHFWXUD� FRQ� UHVSHFWR� D� ORV� DFWRV�� DO� ambiente y a la institucionalidad para los cuales se constituye como un d�nde. En el marco de esta perspectiva la obra arquitect�nica queda circunscrita a la relaci�n entre necesidad y satisfactor. El tratamiento ergon�mico de la arquitectura representar�a en este sentido, un dominio extremo, en el cual las teor�as normativas de la habitabilidad encuentran su expresi�n m�s racionalizada como dimensiones cuantificables y aplicables al acondicionamiento ambiental edilicio. Por cierto, el plexo f�sico de la arquitectura, en cuanto estructura y materialidad y en cuanto artificio de filtros ambientales, representa un inmenso territorio a considerar desde el �ngulo de la ciencia y la tecnolog�a y constituye una interfase con el quehacer de las ingenier�as y ciencias de la construcci�n. Hay, sin embargo, una mirada sobre este plexo f�sico arquitectural que se constituye desde la 19 propia arquitectura. Hay una transformaci�n de la materia que se hace no desde la ingenier�a sino desde la concepci�n arquitect�nica. La PDWHULD� ³SULPD´�VH� WUDQVPXWD�HQ�PDWHULD� ³VHFXQGD´��HQ�YLUWXG�GH�XQD� voluntad proyectual que mantiene una relaci�n emancipada con respecto a las condiciones de posibilidad de los materiales (Morales, 1971) Se trata de conjugar con tales condiciones, para la consecuci�n de objetivos expresivo figurativos, sea abriendo espacio a la presencia y exigencias del material o del soporte en la expresi�n, o delimitando su protagonismo, ocult�ndolos o neutralizando su presencia. En la edilicia funcionalista de la modernidad, lo que llega a constituirse como expresividad es la referencia al propio acto t�cnico constructivo de transformaci�n de la materia en edificatoria. Hay entonces un campo de investigaci�n de la obra arquitect�nica que focaliza su atenci�n sobre la forma en que �sta se relaciona con su propia complexi�n como corporeidad. La arquitectura de Gaud�, Felix Candella, Eduardo Torroja, Santiago Calatraba participan de un linaje en este respecto. Otro orden de consideraciones de la obra arquitect�nica de similar presencia, es el referente a su expresi�n morfol�gica, en especial la estructura y din�mica morfogen�tica conjugadas en la sintaxis de su expresividad. La obra arquitect�nica aparece aqu� como expresividad denotativa sostenida por su tectonicidad y componencialidad, pero tambi�n, bajo ciertas condiciones esta expresividad puede constituirse como la cartograf�a de una po�tica. El an�lisis de la sintaxis morfol�gica y el an�lisis semiol�gico representan los principales instrumentales de la actividad investigativa en este campo. En el �rea tem�tica rese�ada precedentemente, la consideraci�n de la expresividad de la arquitectura en tanto lenguaje se organiza tambi�n desde una perspectiva hist�rica y se abre hacia el reconocimiento de los lenguajes y representaciones arquitect�nicos de las distintas �pocas y sociedades incluyendo la filiaci�n identitaria de los autores. Tal ha sido el programa m�s frecuente de las tratad�sticas hist�ricas de la arquitectura. La atenci�n se dirige principalmente a la consideraci�n de los estilos y tipolog�as edificatorias. El estudio de las peculiaridades anat�micas y componenciales de la obra arquitect�nica, en el marco de diversas regiones culturales, es otro campo de tematizaciones de la investigaci�n arquitect�nica que se presenta frecuentemente entrelazado con la tematizaci�n de la 20 expresi�n. Las m�s de las veces se refiere a arquitectura vernacular, recurriendo a cierto perspectivismo etnogr�fico y ambientalista. Esto incluye la consideraci�n cultural de los procesos constructivos y tecnolog�a de los materiales. En planos m�s profundos se ubica la consideraci�n de la obra arquitect�nica como expresi�n de la autor�a de un creador o como expresi�n de cristalizaciones formales que se constituyen como ³HVFXHODV´� DUTXLWHFWXUDOHV�� (Q� QLYHOHV� VXE\DFHQWHV� VH� HQFXHQWUD� OD� obra arquitect�nica constituida en su expresi�n, bajo formas de interacci�n simb�lica, como representaciones de discursos y enunciados que circulan en el contexto de la realidad social. En este respecto, la obra de arquitectura puede ser entendida como un texto a trav�s del cual se expresa la realidad social circundante de su concepci�n. Muchas veces ha sido tambi�n �ste el programa de la investigaci�n hist�rica de la arquitectura. Un campo de creciente relevancia de la investigaci�n sobre la obra arquitect�nica ha sido el de su valoraci�n patrimonial. Se ha constituido una teor�a de la valoraci�n patrimonial arquitect�nica y urban�stica que se nutre de una pr�ctica de investigaci�n al respecto. �sta trata de la b�squeda e identificaci�n de valores en la obra arquitect�nica, entre los que se privilegia los de historicidad, de ejemplaridad, de esteticidad o artisticidad, de testimonialidad, de vernacularidad, de identidad, y otros. Esto incluye desde el reconocimiento de la constructibilidad y materialidadedificatoria hasta el reconocimiento del contexto y entorno edilicio en que tales valores se plasman como sentido. No se trata s�lo de los monumentos. Proyectivamente, la preocupaci�n patrimonial se extiende hasta el conjunto de la imagen de la ciudad y su invenci�n como paisaje urbano. Las estructuras s�gnicas de sentido, los significados simb�licos y aun los patrones de acontecimientos y sus ritmos temporales constituyen la personalidad de la ciudad que puede ser valorada patrimonialmente hasta su entretejimiento con la ecolog�a del paisaje y el ambiente donde todo esto tiene lugar. El conjunto de entidades natural-territoriales y las mitolog�as tel�ricas que la cultura teje respecto de ellas son tambi�n materia de la valoraci�n patrimonial. La investigaci�n arquitect�nica suscitada por los procesos de valoraci�n requiere ir m�s all� de la penetraci�n de la mirada en la 21 memoria hist�rica y debe internarse en las estructuras del olvido. Hay paisajes ideol�gicos sumergidos, hibernados, prisioneros, obsolescentes y/o muertos, que subyacen en la imagen y que precisan ser develados en el proceso de puesta en valor patrimonial. Por cierto, la historia de la arquitectura se constituye aqu� en el eje disciplinario principal, pero ha de tomar contacto con los cauces fre�ticos que fluyen permanentemente entre arquitectura y pol�tica, entre pragmatismo y utop�a. La valoraci�n de la obra de arquitectura ocurre tambi�n en pr�cticas que entra�an la formalizaci�n de una aseveraci�n y que no responden propiamente al estatuto de la investigaci�n disciplinaria. Los rituales sociales de las comunidades o subculturas de arquitectos, sean en el marco de la institucionalidad acad�mica o de la institucionalidad profesional p�blica o privada, giran en torno a una cierta veneraci�n o cierto "culto" a la obra arquitect�nica o urban�stica. Este "culto" adquiere a veces un sentido identitario en el contexto de la cultura nacional. Alguna de sus expresiones son las pr�cticas institucionales generadoras de los premios nacionales u otras distinciones asociadas a los espacios bienales. Independientemente de que el premio es un s�mbolo de reconocimiento y distinci�n que recae en la persona y una representaci�n de la voluntad de la comunidad interpretativa que lo otorga, hay tambi�n un proceder conducente a la formalizaci�n de un juicio evaluativo, constituido por criterios de evaluaci�n cuyos significados residen en el territorio de la excelencia de la obra. Esto, la pregunta por la excelencia de la obra que es, por cierto, una tarea de la cr�tica, debiera inducir a una posible teor�a de la excelencia arquitect�nica en el �mbito de la teor�a de la arquitectura. Las regiones tem�ticas de la arquitectura no se encuentran a salvo de posibles contiendas fronterizas. La mirada que se dirige a la obra arquitect�nica para comprenderla, puede tambi�n proseguir en direcci�n hacia la consideraci�n del proceso de proyectaci�n arquitect�nica que la origin�. La obra es vista entonces como un una suerte de palimpsesto en que se encuentran las huellas de sus operaciones generatrices. En este sentido, la obra arquitect�nica puede llegar a ser entendida en cuanto constituye un medio o instrumento experimental 22 de investigaci�n. Puede ser le�da como testimonio del proceso proyectual, de la secuencia de decisiones generativas y, m�s atr�s a�n, en lo que tiene de intencionalidad, cuando la tiene. Esta intencionalidad ha sido a veces una proclama, un acto de critica arquitect�nica, otras veces se ha tratado de un experimento. El arquitecto suele investigar en el acto de proyectar su obra y puede hacer de su obra una secuencia de experimentos. El espectro es infinito. Puede someter a prueba las posibilidades de un determinado lenguaje en distintos contextos. Puede explorar la posibilidad expresiva de una determinada po�tica, puede indagar en las ventajas o desventajas de determinadas formas de estructuraci�n f�sica del cuerpo arquitect�nico. Los significados primordiales subyacentes o manifiestos de la obra arquitect�nica (o proyectos) han estado muchas veces puestos en las operatorias de indagaci�n y b�squeda. Por otra parte, en los rasgos de la obra quedar�a no s�lo la impronta de la estructura conceptual que encuadr� la concepci�n de su forma sino tambi�n la huella del instrumento y, aun, de la mano portadora. A partir de all�, ingresamos derechamente en el territorio colindante de la praxis proyectual. La obra nos revelar�a la impronta de su proyectaci�n, buscar�amos las huellas o los indicios de las operaciones proyectuales y, todav�a m�s, los particulares modos y peculiar sentido con que se realizaron. Podr�amos incluso conjeturar sobre el instrumental utilizado, la manipulaci�n o tratamiento que se dio al desarrollo, registro y notaci�n arquitect�nica de la idea. En la consideraci�n de algunos analistas tecnot�picos, la proyectaci�n mediante el uso de ordenadores e im�genes virtuales parece estar posibilitando la producci�n de formas y atm�sferas arquitect�nicas que no se obten�an en el trabajo de tableros y que preanunciar�an una nueva era de obras arquitect�nicas. Lo dicho hasta aqu� se expresa diagram�ticamente en las Figuras 1 y 2. 3.2. La pr�ctica proyectual. Las pr�cticas de proyectaci�n arquitect�nica en cuanto orden de tematizaciones de investigaci�n, encuentra un primer plano de SUHRFXSDFLRQHV�HQ� OD�HVIHUD�GH� OD�³FRQFHSFLyQ´�GHO�HVSDFLR7, o como 7 Hasta aqu� se ha estado utilizando la palabra "espacio" en un sentido an�logo al de "recinto" o "recintualidad", y no como una categor�a te�rico conceptual que pueda ser contrapuesta a la 23 se prefiere decir hoy, en el plano de la "construcci�n de la mirada". El espacio arquitect�nico y la arquitectura de la ciudad deben ser en SULQFLSLR� ³FRQFHELGRV´�� &RQFHELU� OD� FRQILJXUDFLyQ� \� FRQIRUPDFLyQ� espacial del d�nde de la vida social, es un comportamiento gen�rico inherente al existir de todo sistema socio-cultural. Pero el espacio concepcional, en cuanto objetivo, situado en el marco de la instituci�n arquitect�nica, es fruto de un acto de aseveraci�n que exige el ejercicio disciplinario de una pr�ctica especializada, en la que se afinca la autoridad invocada por el hacer profesional de la arquitectura. La idea de proyecto, como n�cleo generativo de la intervenci�n humana en el mundo, parece responder a la manera de concebir las relaciones entre el ser y el tiempo. Como tal concepci�n se transforma hist�ricamente, el "proyecto" de hoy comporta una genealog�a de conceptos predecesores. conceptualizaci�n de la arquitectura como lugar. El concepto de lugar tiene tambi�n una pluralidad de significados: como "topogenesis" en Josep Munta�ola (1973); como "genius loci" o "espacio existencial" en Norberg-Schulz. 24 ),*85$�����/$�2%5$�$548,7(&7Ï1,&$�&202�7(55,725,2�'(�7(0$7,=$&,21(6�'(�/$�,19(67,*$&,21�$548,7(&7Ï1,&$ Formas de semantizaci�n (Utop�a) Semantizaci�n - Estructura soporte (vectorialidad teleol�gica) de la complexi�n - Materialidad,etc. -deseo operativo - designio -expectativas Semantizaci�n - Preexistencias -intenciones del lugar - Tradici�n, etc. Cultura de las ciudades -prop�sito -¢GHVWLQR" CIUDAD FUTURO TECTONICIDAD LENGUAJE (semi�sis o acci�n s�gnica) 1 2 3 Estructura 4 5 OBRA PRESENCIA CUERPO Y ROSTRIDAD figurativa. SINTAXIS DE LA ����352'8&&,Ï1 $548,7(&7Ï1,&$ PRESENTE $548,7(&7Ï1,&$ Estructura EXPRESIVIDAD DE SENTIDO Simb�lica. -acci�n s�gnica -antroposemiosis 32/Ë7,&$ PASADO SIGNIFICADO �&2081,&$&,Ï1 Estatuto delvivir juntos Historicidad Preteridad Semantizaci�n - Recintualidad Historicismo del espacio - Luz, etc. Semantizaci�n - Necesidad/Satisfact. del uso - Performatividad 25 ),*85$����5(&(3&,Ï1�<�9$/25$&,Ï1�'(�/$�2%5$�$548,7(&7Ï1,&$�&202�7(55,725,2�'(�/$�,19(67,*$&,Ï1� $548,7(&7Ï1,&$ FORMAS DE VALORACION ,167,78&,Ï1�$548,7(&7Ï1,&$ VALORACION IDENTITARIA Pr�cticas de producci�n simb�lica Estructuras s�gnicas de sentido REPRESENTACIONES SOCIALES Liturgias, ret�ricas y po�ticas arquitect�nicas Significados simb�licos Patrones de acontecimiento (Estructuras de olvido) Percepci�n Experiencias ��,178,&,Ï1�&5($'25$�$8725 5(&(3&,Ï1��< Vivencialidad Pr�cticas ESCUELAS DOCTRINALES 9$/25$&,Ï1 Legibilidad Creencias ��1$55$7,9$�+,67Ï5,&$ Interpretaci�n Representaciones REGIONES CULTURALES, ETC. VALORACION FUNCIONAL Habitabilidad Operatividad Ergonom�a ESTRUCTURA CULTURAL (MENTALIDAD) ESPACIO EXISTENCIAL Vivencialidad y plenitud sensorial de la experiencia OTRAS VALORACIONES. Ecolog�a de la mente, geograf�a de la existencia 27 Entre �stos puede destacarse, por ejemplo, la persistente idea de "composici�n arquitect�nica", en el contexto de las concepciones de armonizaci�n de Alberti, la idea de "invenci�n arquitect�nica" en la concepci�n polis�gnica de Piranessi y contempor�neamente la idea de "dise�o", como dimensiones de la investigaci�n funcional. (Hern�ndez, 1997) La concepci�n, como instancia de la pr�ctica proyectual, ha sido generalmente entendida como un acto que requiere el desarrollo de una actividad de investigaci�n. El proyecto se basa en un conocimiento que es necesario construir y disponer como substancia que ha de ser insumida por �ste. Hay, entonces, una investigaci�n que se desarrolla en el proceso de concepci�n de la idea arquitect�nica. La aseveraci�n que comporta el proyecto de arquitectura, en cuanto propuesta de un d�nde para otro, exige un reconocimiento KLVWyULFR� FXOWXUDO� GH� ODV� FRQGLFLRQHV� SURJUiPDWLFDV� GHO� ³VHU�� HVWDU�� KDFHU� \� WHQHU´� GH� ORV� KRPEUHV8, en el marco de sus circunstancias. Esto implica reconocer y tomar contacto interactivo con el proceso de construcci�n social de las "necesidades" y de los "satisfactores", el que se desarrolla en el plano del accionar de las instituciones que conforman la estructura de la sociedad. De tal proceso surgen los constructos institucionales que regimentan los estatutos de producci�n formal del espacio. De all� proviene tambi�n mucho de las circunstancias estructurales en que ha de desenvolverse la acci�n proyectual. La intenci�n arquitect�nica que surge de la intimidad de la mente que proyecta, ha de v�rselas con estos constructos institucionales y circunstancias estructurales para llegar a germinar como idea base del proyecto. La arquitectura para constituirse requiere de un reconocimiento del sentido y los posibles significados de la articulaci�n de la obra en su contexto (i.e. la definici�n operacional de la arquitectura y su consonancia con el reconocimiento anal�tico de los significados XUEDQRV�R�GHO�³JHQLXV�ORFL´�TXH�KD�GH�FRQYLYLU�FRQ�OD�REUD��HWF����(VWR� implica investigaci�n, tanto para efectos de la toma de posici�n social, 8 Se hace referencia aqu� a una propuesta de "producci�n social de la necesidad" desarrollada por Manfredo MaxNeef.(El Desarrollo a Escala Humana) Las necesidades se especifican a partir de categor�as axiol�gicas de la sociedad ( vitalidad, seguridad, entendimiento, identidad, libertad, etc.) en relaci�n con categor�as existenciales (ser, estar, tener, hacer). Constituyen congeries de situaciones interrelacionadas sist�micamente en interacci�n con satisfactores intervinculados y cambiantes. 28 pol�tica y moral del proyecto, como para el desarrollo del proceso de fundamentaci�n arquitect�nica del proyecto. Esta toma de posici�n es por cierto una fuente de decisiones por la que fluyen tambi�n hacia la obra elementos de la personalidad de los proyectistas, incluyendo la pulsi�n por situarse uno mismo en una posici�n moral superior. No siempre se trata de la identidad cultural de la obra sino de la identidad del proyectista en cuanto autoconcepto. La fundamentaci�n del proyecto se constituye primariamente a partir de los constructos doctrinarios personales del proyectista, pero �stos existen bajo el influjo de cuerpos dogm�ticos colectivos o tendencias difusas, sobre la arquitecturidad edilicia y urbana, las que habitan en el entorno socio-cultural, a veces constituidas como mentalidad. A�n m�s, los propios lenguajes figurativos y sus funciones simb�licas pueden alcanzar rasgos de institucionalizaci�n y formalizaci�n que gravitan sobre el proceso de fundamentaci�n del proyecto. Los propios cuerpos de juegos simb�licos participan de cierta vectorialidad teleol�gica epocal que por momentos llega a sobreponerse a los designios humanos. La funci�n social de las utop�as constituye otra fuerza que puede imprimir su sello en el proceso de concepci�n y fundamentaci�n arquitect�nica. Del continuo y m�ltiple fluir de este investigar en el proceso de proyecto, se desprende un m�todo y se establecen discursos constituyentes bajo la forma de constructos doctrinales personales o cuerpos dogm�ticos colectivos sobre la actividad proyectual, cuyo an�lisis conjunto puede devenir, entonces, bajo la forma de una teor�a de la fundamentaci�n arquitect�nica del proyecto. Habr�a, por lo tanto, una suerte de teor�a del fundamento, la que, de paso, sirve como substancia de una teor�a general y como referente de la cr�tica arquitect�nica (Figura 3). Pero la investigaci�n sobre la pr�ctica proyectual focaliza tambi�n su atenci�n en la concepci�n desde otra perspectiva. Se trata de dar cuenta de la din�mica del propio concebir, en cuanto proceso estructurador de significados. Hay, entonces, una investigaci�n de la concepci�n arquitect�nica, de la intimidad intelectiva que concibe. Pueden diferenciarse dos aspectos principales en ello. Uno es el proceso mental de concebir, otro es lo puesto en juego por la mente en este proceso de concebir, sus insumos. La consideraci�n de los 29 procesos de la mente apuntan a la estructuraci�n y disposici�n de un m�todo que permita racionalizar las operaciones proyectuales. Ha habido, por tanto, un importante cauce de investigaci�n arquitect�nica centrada en la sistematizaci�n del proceso de dise�o, como asunto central de la disciplina arquitect�nica. La focalizaci�n en la posibilidad de la cientifizaci�n del m�todo llev�, en el caso de ciertas orientaciones de pensamiento, a pensar la teor�a de la arquitectura como referida al acto de hacerla, y m�s espec�ficamente como circunscrita, en lo b�sico, al m�todo proyectual. La investigaci�n arquitect�nica pas� as� a ser concebida como un asunto de metodolog�a del proceso creativo y de sistematizaci�n de insumos de informaci�n para el proceso de dise�o. Este esfuerzo deb�a constituir la teor�a de un proceso paralelo de racionalizaci�n de los m�todos de producci�n proyectual. Un aspecto instrumental de la proyectaci�n, como es el dibujo, en especial el dibujo ideativo de la arquitectura, el bosquejo que acompa�a la concepci�n, la notaci�n de procesos constituyentes del imaginario, hasta su arribo al c�digo gr�fico de la arquitectura, ha sido otra �rea sobre la que se ha focalizado la atenci�n investigativa. Se han desarrollado visiones que la consideran como portadora de significados arquitect�nicos por sus propios m�ritos, constituy�ndola as� en una nueva entidad o evento arquitect�nico dotado de intenci�n significativa susceptiblede lectura. 31 ),*85$�����(/�352<(&72�&202�7(55,725,2�'(�7(0$7,=$&,21(6�(1�/$�,19(67,*$&,Ï1�$548,7(&721,&$� DEVENIR HISTORICO (172512�(32&$/�'(�)250$&,21(6�',6&856,9$6�&2167,78<(17(6����&216758&&,Ï1�62&,$/�'(�/$�1(&(6,'$' ENTORNO SOCIO-CULTURAL ,167,78&,21$/,=$&,21�<�)250$/,=$&,21(6����������������������������������������������,167,78&,21$/,=$&,Ï1�<�)250$/,=$&,21(6�'(�/$6 352*5$0È7,&$6�'(/�6(5-ESTAR-HACER-TENER DE LA SOCIEDAD 35È&7,&$6�7(&12-(&21Ï0,&$6�'(�352'8&&,Ï1 352&(62�'(�326,&,21$0,(172�32/Ë7,&2��62&,$/��<�025$/�)5(17(�$/�352<(&72 SUJETO PULSIONES (INTIMIDAD DE LA DESEOS CONSTRUCTOS CIRCUNSTANCIAS MENTE QUE INTENCIONALIDAD INSTITUCIONALES (678&785$/(6�<���������*(1(5$&,Ï1�'(�������352&(62 PROYECTA) CONSTRUCTOS ���$548,7(&7Ï1,&$ SOBRE LA COYUNTURALES LA IDEA-BASE PROYECTUAL DOCTRINALES 352'8&&,Ï1 '(�/$�$&&,Ï1 PERSONALES. DEL ESPACIO PROYECTUAL ,0$*,1$5,2�<�8723Ë$6�,1',9,'8$/(6 MNEM�SIS, ENSO�ACIONES 352&(62�'(�)81'$0(17$&,Ï1�$548,7(&7Ï1,&$�'(/�352<(&72 ��������3$5È0(7526�'(�&21752/�'(�/$ ��������)250$�$548,7(&7Ï1,&$ MENTALIDAD &8(5326�'2*0È7,&26�&2/(&7,926 �����������,167,78&,21$/,=$&,Ï1�<�)250$/,=$&,Ï1�'(�/26�/(1*8$-(6�),*85$7,926 DE LA ARQUITECTURIDAD ������������<�686�)81&,21(6�6,0%Ï/,&$6 9(&725,$/,'$'�'(�/$�)81&,21�87Ï3,&$������������������9(&725,$/,'$'�7(/(2/Ï*,&$�'(�/26�6,*126�<�/26�6Ë0%2/26 32 La consideraci�n de los contenidos conceptuales puestos en juego por la mente en este proceso de concebir la arquitectura ha constituido otro cauce troncal de la teor�a de la proyectaci�n arquitect�nica. En esta perspectiva, la preocupaci�n por tales contenidos es propiamente el n�cleo constituyente de la teor�a arquitect�nica. Teor�a de la proyectaci�n y teor�a arquitect�nica se funden, no hay un antes y un despu�s. El espectro tem�tico que emerge es vast�simo y requerir�a una cartograf�a espec�fica. Uno de los asuntos centrales aqu�, por se�alar un ejemplo, parece ser el de la identificaci�n de los elementos conceptuales con que se constituyen los par�metros de control de la forma arquitect�nica en el proceso proyectual. La consideraci�n t�cnol�gico constructiva de la edificatoria, por s� sola, constituye un vasto territorio en este respecto que omitimos considerar en el marco de estas notas. Otro ha sido el de la institucionalizaci�n de los lenguajes figurativos y a partir de estos el desarrollo de formas simb�licas. Todo esto est�, a su vez, permanentemente penetrado por la perspectiva hist�rica. La investigaci�n se ha abierto a la indagaci�n sobre de los par�metros de control de la forma utilizados por la proyectaci�n arquitect�nica de los DUTXLWHFWRV� QRWDEOHV� \� SRU� ODV� ³HVFXHODV´ en diversas �pocas y regiones. El mejor lugar donde debiera situarse el esfuerzo por comprender lo que debe ser puesto en juego, como fundamento de la concepci�n arquitect�nica y como organizaci�n de las aseveraciones del proyecto, es, ciertamente all� donde se concentra la experiencia del ejercicio de la proyectaci�n arquitect�nica. La naturaleza de la proyectaci�n se har�a perceptible si pudi�semos ingresar a la intimidad de los �mbitos de acci�n del proyectista. Esto podr�a considerarse tambi�n arqueol�gicamente procurando rastrear, a trav�s de la historiograf�a, a los constructores de los grandes centros ceremoniales GH� OD� DQWLJ�HGDG� WHRFUiWLFD�� D� ORV� FRQVWUXFWRUHV� GH� ODV� EiVWLGHV� feudales, a los constructores de catedrales blancas, a los constructores palaciegos de todos los tiempos, a los constructores de la ecles�a, del templum, del monumentum. Cuando ha sido hecho se han encontrado las precept�sticas de los tratad�stas de la arquitectura en que la idea de proyecto queda subsumida en las diversas concepciones de la composici�n. 33 Muchos de los grandes proyectistas de hoy en d�a comprenden el inter�s por la intimidad de su actividad proyectual y permiten o colaboran en los esfuerzos anal�ticos por reconocer la naturaleza y din�mica del proceso. El fruto de este trabajo ha sido, sin embargo, magro. La consideraci�n de la actividad proyectual, en cuanto intencionalidad y proceso de la mente, ha llegado a ser, sin embargo, un asunto tem�tico central y permanente en el marco de la ense�anza de la arquitectura. En el precepto de Rossi (1971): �³/D� IRUPDFLyQ� GH� XQD� WHRUtD� GH� OD� SUR\HFWDFLyQ� FRQVWLWX\H� HO� objetivo espec�fico de una escuela de arquitectura y su prioridad sobre otras investigaciones es innegable. Una teor�a de la proyectaci�n representa el momento m�s importante, b�sico, de toda arquitectura y por esto, un curso de teor�a de la proyectaci�n debe aparecer como eje principal de una escuela GH�DUTXLWHFWXUD�´� La ausencia de tal teor�a explica las debilidades de la ense�anza de la arquitectura. A menXGR��VyOR�VH�FXHQWD�FRQ�OD�SUiFWLFD�GH�³FDWDU´� proyectos, a trav�s de lo cual se desarrolla cierta visi�n sentida de aspectos del proceso de concepci�n conducentes a los atributos del resultado. En la d�cada de los 60, en el Simposium de Portsmouth, se hizo, SRVLEOHPHQWH�HO�SULPHU�JUDQ�HVIXHU]R�FRQWHPSRUiQHR�SRU�DEULU�OD�³FDMD� QHJUD´�HQ�FX\R�LQWHULRU�WUDQVFXUUH�HO�SURFHVR�SUR\HFWXDO�DUTXLWHFWyQLFR�� Se trataba de una empresa de cientifizaci�n, de la racionalizaci�n de los m�todos de producci�n proyectual. Nadie qued� satisfecho entonces y no es claro que haya, hoy en d�a, m�s satisfacci�n al respecto. Desde la perspectiva de las llamadas ciencias cognitivas ha habido importantes avances en torno a la teor�a de la inteligencia (artificial, emocional) y la cre�tica, pero paralelamente se ha hecho PiV�YLVLEOHV�ODV�³IDOODV�JHROyJLFDV´�GHO�VLVWHPD�GH�FRQRFLPLHQWR�IRUPDO�� reabriendo con ello espacio al proceder hermen�utico, en la comprensi�n de las realidades con que trata la arquitectura. Desde algunas orientaciones de la psicolog�a, en especial desde la GHQRPLQDGD� ³HFR-SVLFRORJtD´� KD\� WDPELpQ� FRQWULEXFLRQHV� TXH� examinan los procesos de concepci�n y que intentan organizar, bajo la GHQRPLQDFLyQ� GH� ³HFRORJtD� GH� OD� PHQWH´�� XQ� HQIRTXH� TXH� UH~QD� OD� pluralidad anal�tica de la acci�n expresiva. 34 La utop�a de una teor�a y metodolog�a general del dise�o (Design Movement) que hermanara a todos los proyectistas del mundo, integrando el sistema de objetos, el sistema mobiliario y el sistema edilicio, fue abandonada. Tan s�lo la denominada investigaci�n operativa aplicada al dise�o tecnol�gico industrial parece haber generado y cultivado cierta disciplina fecunda. Al parecer, la posibilidad misma de mirar al interior de la constelaci�n de contenidos de conciencia que gravitan sobre los procesos de proyecto, as� como diferenciar en �ste los elementos componenciales y sus din�micas transaccionales, se encuentra bloqueada, al menos en el marco formal de las epistemolog�as constituidas y metodolog�as derivables. La consideraci�n de que este interior se configura como una mentalidad sist�micamente abierta a un entorno de circulaciones discursivas que pueden operar contingentemente, a�ade nuevos umbrales de complejidad a la tarea. Dado este estado de cosas, un lugar m�s accesible y transparente para examinar la naturaleza de los actos concepcionales que conducen, mediante el proceso de proyecto, al enunciado y aseveraci�n arquitect�nicos, es el de las escuelas de ense�anza de la arquitectura. Aunque la presencia de las tematizaciones pedag�gicas exigen esfuerzos de diferenciaci�n, es all� en donde, a trav�s del decurso del proceso ense�anaza-aprendizaje dirigido a la proyectaci�n arquitect�nica, van emergiendo demandas te�rico- conceptuales que han dinamizado la experimentaci�n e investigaci�n de los procesos de proyecto. Por cierto, en las escuelas a�n persisten activas concepciones vig�simas del funcionalismo duro. Seg�n �ste, la actividadproyectual debe desarrollarse expurgada de inspiraciones, emociones e impulsos. Es la prevenci�n necesaria frente a la profusa estampida de ofertas utopistas y figurativistas. No existe ninguna "arquitecturidad" con la que haya que consultar. Tampoco hay espacio, ni disposici�n para la teor�a u otras galimat�as tales como "teor�a del proyecto" o "teor�a de la fundamentaci�n". En estricto sentido, el proyectar no se ense�a. Lo que hay que ense�ar es el an�lisis l�gico profundo de los problemas a resolver. La resoluci�n har� la arquitectura. La experiencia de la arquitectura queda as� referida (reducida) a hechos y propiedades 35 objetivas, l�gicas y emp�ricamente verificables, libre de contenidos emocionales, morales y �ticos. 3.3. El saber arquitect�nico. Se trata aqu� del pensamiento disciplinario de la arquitectura, de su teor�a, la que emerge de sus pr�cticas te�ricas y t�cnicas institucionales y cuyo cultivo mediante procederes principalmente hermen�uticos se sit�a en las comunidades interpretativas de los arquitectos. No siempre hay satisfacci�n. La teor�a arquitect�nica a veces no encuentra m�s lugar que una subespecie de reflexi�n filos�fica o simplificaciones de la reflexi�n hist�rica o epistemol�gica, frecuentemente bajo formas de justificaci�n a posteriori. El asunto de la teor�a de la arquitectura ha sido el de la b�squeda de las claves ontol�gicas de la "arquitecturidad", y su objetivo el de establecer su naturaleza invariante y axiom�tica. A este pensamiento podr�a conect�rsele otro, el pensamiento sobre la arquitectura, constituido desde una toma de distancia. De la relaci�n entre ambos cauces de pensamiento surgir�a la pregunta WHyULFD� SURSLDPHQWH� WDO�� ¢&yPR� HV� SHQVDGD� \� FyPR� SHQVDU� OD� arquitectura? �ste ha sido el punto de partida del programa de LQYHVWLJDFLyQ� WHyULFD� GH� OD� ³DUTXLWHFWXURORJtD´� �%RXGRQ�� ������ \� VX� focalizaci�n en la arquitectura como categor�a de espacio en la que el n�cleo diferenciador es el concepto de escala. Otra parte del pensamiento disciplinario de la arquitectura fluye, creciente, por el cauce semi�tico, en busca de su textualidad intr�nseca constituyente. Frente a la presencia de la arquitectura constituida ahora como campo s�gnico, como textos, desarrolla diversos itinerarios hermen�uticos que operan bajo el influjo de la FRVPRYLVLyQ� OLQJ�tVWLFD�� FRQ� VX� SROLVHPLD� GH� OHQJXDMHV� \� metalenguajes. En el cauce principal contin�a el gran flujo e influjo de la Historia de la Arquitectura, incorporando ahora sentido cr�tico y reconociendo la intensi�n hermen�utica de su narrativa. Tal es, en rasgos muy gruesos, un posible panorama de la traza general de la disciplina arquitect�nica, seg�n emerge de los discursos generados por la investigaci�n. (Figura 4) 36 ),*85$����(/�3(16$0,(172�$548,7(&7Ï1,&2�&202�7(55,725,2�'(�7(0$7,=$&,21(6�(1�/$�,19(67,*$&,Ï1� $548,7(&7Ï1,&$ �352&(62�&8/785$/�'(�'(7(50,1$&,Ï1��(�,19(1&,Ï1�'(�/2�&27,',$12���������352&(62�+,67Ï5,&2�'(�352'8&&,Ï1�'(/�(63$&,2��7(55,725,2�<�$57,),&,2� ,167,78&,21$/,=$&,Ï1�<�)250$/,=$&,21(6�352*5$0È7,&$6 '(�/$�&216758&&,Ï1�62&,$/�'(�/$�1(&(6,'$' REQUERIMIENTOS DE REQUERIMIENTOS DE REQUERIMIENTOS DEL LA GLO%$/,=$&,Ï1 /$�&26029,6,Ï1 ³2752�'(6$552//2´ PERSISTENCIAS DISCURSIVAS DEL EPISTEME NEOLIBERAL AMBIENTALISTA RACIONAL-ILUMINISTA (ARTE, CIENCIA, DERECHO) OBRA $548,7(&7Ï1,&$ �¢48e�(6�/$�$548,7(&785$"� 7(25Ë$ 7(25Ë$�'(�/$ ����&/$9(�2172/Ï*,&$�'( NATURALEZA INVARIANTE ARQUITECTURA 352<(&7$&,Ï1 LA ARQUITECTURIDAD $;,20È7,&$�',6&,3/,1$5,$ $548,7(&7Ï1,&$ PENSAMIENTO 6(0,Ï7,&$ SIGNIFICADOS TEXTUALIDAD ITINERARIOS HERMEN�UTICOS AUTOREFLEXIVIDAD DISCIPLINAR DE $548,7(&7Ï1,&$ DISCURSIVOS ����,175Ë16(&$ DE LA ARQUITECTURIDAD DEL TEXTO. LA ARQUITECTURA TEXTUALIZADOS CONSTITUYENTE �02'(/2�/,1*hË67,&2� APERTURA A LAS LENGUAJES Y METALENGUAJES OTRAS CULTURAS HISTORIA DE LA MONUMENTO NARRATIVA ARQUITECTURA DOCUMENTO ����+,67Ï5,&$ CRITICA $548,7(&7852/2*Ë$ CRISIS DE/�&8(532�'2*0È7,&2�'(�/$ DIAL�CTICA MODERNIDAD / POST-ESTRUCTURALISMO FUNCIONALIDAD UTILITARIA MODERNIZANTE POST-MODERNIDAD ),/26Ï),&2�<�/,7(5$5,2 352&(62�+,67Ï5,&2�'(�)250$&,Ï1�'(�/$�&8/785$�,10$7(5,$/���������'(62172/2*,=$&,Ï1�<�'(67(55,725,$/,=$&,Ï1�'(�/$6�)5217(5$6�',6&,3/,1$5, 37 La pregunta que ha tomado posici�n en el centro del pensamiento disciplinario de la arquitectura, es sin embargo, otra. Se SUHJXQWD� SRU� ¢4Xp� es la arquitectura? Tal pregunta parece llevar impl�cita la idea de una substancia subyacentemente provista de una estructura invariante ya constituida, cuya alquimia se busca descubrir: La arquitectura como congerie de espacios (espacio existencial y otros espacios en Norberg Schultz) o la arquitectura como lugar (en Josep Munta�ola), son �rdenes de iniciativas tomadas al respecto. Por cierto, el pensamiento arquitect�nico, con esta pregunta en los labios, piensa mucho sobre la actividad proyectual. As�, mucho de su pensar teor�tico converge sobre el hacer arquitectura del arquitecto, del habitante, o de la comunidad vernacular, o de los sectores populares, como ruta para acceder a su centro te�rico, la definici�n del ser o el sentido de la arquitectura. Piensa tambi�n sobre la obra arquitect�nica pretendiendo alcanzar la percepci�n de su ser y de su trascendencia, a trav�s del an�lisis de su corpus o de su historia. Nuestra cartograf�a se refiere m�s bien al pensamiento arquitect�nico que se piensa a s� mismo en cuanto saber. Se interroga sobre su naturaleza epistemol�gica, sobre su constituci�n como conocimiento, sobre el poder fundante de su saber y sobre su propio desarrollo hist�rico en cuanto pensamiento. Revisaremos a continuaci�n algunos de los diversos planos de la preocupaci�n te�rico-conceptual. �������/D�³ DUTXLWHFWXULGDG´ �GHO�SHQVDPLHQWR�DUTXLWHFWyQLFR� En el primer plano de estas tematizaciones se encuentra desde OXHJR�HO�DVXQWR�GH� OR�TXH�SRGUtDPRV� OODPDU� OD� ³DUTXLWHFWXULGDG´�GH� OD� arquitectura en general. Esto es, la clave ontol�gica de acceso a aquello que debe ser comprendido como esencial arquitect�nico. A resultas de que tal clave manifiesta una naturaleza polis�mica y se HQFXHQWUD� HQ� FRQWLQXD� WUDQVIRUPDFLyQ�� HO� ³VDEHU� YHU� OD� DUTXLWHFWXUD´� contin�a siendo un asunto abierto a las formas de legibilidad que se constituyen en la imaginer�a de los itinerarios interpretativos. De all� que en la actualidad se tienda crecientemente a saber ver la 38 construcci�n de la mirada con que la arquitectura se constituye y se lee. La ubicaci�n de la arquitecturidad en las grandes �reas del episteme racional-iluminista, ha sido un tema permanente del pensamiento arquitect�nico. Su ubicaci�n al interior de la artisticidad le ha permitido desplegar concepciones, como pensamiento arquitect�nico, que han sido fecundas y que siguen si�ndolo, particularmente bajo el impulso des±ontologizante que prevalece hoy en d�a, y que se manifiesta como desterritorializaci�n y diluci�n de fronteras entre las diversas formas de apropiaci�n humana del mundo. El pensamiento arquitect�nico ha sido particularmente insistente en su arquitecturidad. La definici�n de una mirada propia, intr�nsecamente arquitect�nica para considerar sus asuntos alcanza el car�cter de una exigencia disciplinaria axiom�tica. Tal perspectiva preconiza una separaci�n quir�rgica de lo esencial arquitect�nico con respecto al contexto de modo
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