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LA ERA DE LOS VIKINGOS Tres siglos de sangre y comercio - Colección Descubrir la Historia - Manuel Velasco CONTENIDO Introducción La vida cotidiana Territorios vikingos - Siglos VIII-X Expansión hacia el Oeste - Siglos IX-X Expansión hacia el Este - Siglos IX-X El fin de una era - Siglo XI Epílogo: El legado vikingo (hasta el siglo XXI) Introducción Del oscuro y desconocido norte europeo surgió a finales del siglo VIII un pueblo de corta (apenas tres siglos) pero intensa vida que dejará una gran huella en la historia del mundo occidental. La llamada “era vikinga” comienza en el año 793, aunque esta es solo una marca histórica relacionada con un inusitado acontecimiento: el asalto al monasterio de Lindisfarne, en Northumbria (norte de Inglaterra). Eso no quiere decir que el pueblo vikingo acabara de formarse, pero es su primera “acción internacional” y, al ser monjes las víctimas de su ataque, pasa a las crónicas medievales. A partir de ahí, la cristiandad será el objetivo de infinidad de ataques vikingos por una sencilla razón: iglesias y monasterios guardan auténticos tesoros en forma de objetos litúrgicos y joyas de gran valor; y poco o nada protegidos. Objetivo fácil de ataques rápidos, con poco riesgo y considerables ganancias. También hay que contar con que tal vez hubiese un exceso de población en aquellos tiempos, fruto de previos años de paz y buenas cosechas, que llenó el mundo nórdico de jóvenes fuertes y osados, deseosos de fama y fortuna; a lo que habría que añadir a los hijos segundones que no heredaban nada, y, si querían independizarse y tener su propia granja, les era más fácil conseguir lo necesario por estas vías. Pero a los asaltos con sus ligeros barcos de guerra siguieron los viajes de colonización con los barcos mercantes, donde iba toda una familia con algunos animales domésticos, sus pertenencias y lo que necesitasen durante el trayecto. Las islas del Atlántico norte (Shetland, Orcadas, Feroe) pronto fueron ocupadas por nórdicos noruegos; en Inglaterra e Irlanda se mezclaron noruegos y daneses, siendo estos últimos la mayoría (llegó a haber un territorio llamado Danelagu, la Ley Danesa, y hubo varios reyes daneses en el trono de Londres). Y, entre guerreros y colonos, también estaban los mercaderes, pues el comercio fue el otro gran factor (tal vez el más importante) que impulsó a aquellos hombres a poner rumbo a costas lejanas buscando nuevos mercados y desconocidas mercancías. Su ruta comercial fue enorme: desde Groenlandia hasta el imperio bizantino y el califato Omeya, pasando por todo el norte europeo y lo que hoy consideramos Rusia y Ucrania. Y ellos crearon un pequeño y próspero estado independiente llamado Kievan Rus, que se expandiría con el tiempo y sería el germen del imperio ruso. Al otro lado del mapa se formó el Condado de Normandía, que un rey franco entregó a los vikingos justamente para que defendieran su reino de las incursiones de otros vikingos. La península ibérica sería también un objetivo vikingo, aunque es de lamentar que no se estableciesen relaciones comerciales. Las costas cantábrica, atlántica y mediterránea (distintos reinos cristianos y el califato de Córdoba) conocieron el furor del norte, aunque en más de una ocasión tuvieron que huir los supervivientes vikingos sin el botín esperado. Aunque, de igual modo que antes del 793 había vikingos, también los hubo después de 1066, considerado como el fin de la era vikinga. En ese año tiene lugar la batalla de Stanford Bridge (curiosamente el principio y el fin tienen lugar en territorio inglés), en la que el rey noruego Harald Hardrada fue derrotado por el rey sajón Harold Godwinson; de poco les serviría esa victoria a los sajones, pues al mes siguiente caerían en otra batalla igual de rápida (Hastings), cediendo la Inglaterra sajona el paso a la normanda (descendientes lejanos de vikingos, aunque totalmente integrados en la cultura feudal europea). Y el modo de vida vikingo se fue diluyendo poco a poco. Pero, a pesar del rodillo anti-vikingo que impuso el cristianismo sobre los nuevos escandinavos, la llama nunca se apagó del todo. Si bien en los países de origen (Dinamarca, Noruega y Suecia) llegaron a renegar y casi olvidar su pasado, en Islandia se acometió la gran tarea de transcribir las sagas que habían circulado de boca en boca a lo largo de siglos, en las que se narran las aventuras de personajes históricos relevantes de la isla como las de los viejos héroes del continente. Con estos y otros escritos similares, tenemos una idea bastante precisa de la historia, forma de vida y creencias, aunque muchas nos han llegado mutiladas o pasadas por algún filtro cristiano. El auge del Romanticismo europeo, con el que se ponía fin al Neoclasicismo greco-latino, impulsó la revisión del propio pasado de cada pueblo; y los escandinavos “descubrieron” a sus olvidados vikingos. El estudio de las piedras rúnicas, el rescate de los manuscritos islandeses o el descubrimiento de barcos casi intactos supusieron los puntos de anclaje para mantener al mundo de los vikingos como una parte esencial de la cultura nórdica y europea. Y así ha seguido hasta los tiempos actuales, en los que la cultura popular bebe continuamente en la fuente de frías aguas nórdicas. Ahora son muy populares palabras como Valhalla o Ragnarök, y personajes como el dios Thor o el héroe Ragnar Lodbrok. Películas, series de televisión, juegos, recreación histórica en festivales especializados y novelas históricas… Posiblemente nunca ha habido tanto interés por conocer o aprender más de este gran pueblo nórdico que, a pesar de su corta existencia, ha mantenido la llama encendida hasta nuestros días.
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