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Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad 
Nacional de La Plata, que procura la reunión, el registro, la difusión y 
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O envíe una carta a Creative Commons, 559 Nathan Abbott Way, Stanford, California 
94305, USA.
Director: Eguía, Amalia Cristina
Peiró, María Laura
Tesis presentada para la obtención del grado de 
Licenciatura en Sociología 
Cita sugerida
Peiró, M. L. (2005) La organización doméstica en el marco de las 
estrategias familiares de reproducción en la pobreza: El caso de las 
unidades domésticas del barrio La Unión [en línea]. Trabajo final de 
grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades 
y Ciencias de la Educación. Disponible en: http://www.memoria.
fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.519/te.519.pdf
La organización doméstica en 
el marco de las estrategias 
familiares de reproducción en 
la pobreza: El caso de las 
unidades domésticas del 
barrio La Unión
www.memoria.fahce.unlp.edu.ar
www.memoria.fahce.unlp.edu.ar
www.bibhuma.fahce.unlp.edu.ar
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/legalcode
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Departamento de Sociología
TESINA DE GRADO
LICENCIATURA EN SOCIOLOGÍA
Alumna: María Laura Peiró
Tutora: Dra. Amalia Eguía
Título:
“La organización doméstica en el marco de las 
estrategias familiares de reproducción en la pobreza. 
El caso de las unidades domésticas del barrio La Unión.”
Nº legajo: 58393/9
E-mail: laurapeiro@infovia.com.ar
mailto:laurapeiro@infovia.com.ar
Fecha entrega: Febrero de 2005
2
INTRODUCCIÓN
La pregunta por la reproducción social de los sectores populares urbanos llevó al desarrollo de 
numerosos estudios desde la década del 70 en los países latinoamericanos. A pesar del tiempo 
transcurrido y de las transformaciones de las teorías y conceptos con los que se le ha intentado dar 
respuesta, esta problemática sigue hoy tan vigente como antes. 
La realidad socioeconómica de los países de América Latina en general, y de la Argentina en 
particular, muestra hoy más que nunca la amplitud de las desigualdades sociales y la extensión de la 
pobreza. Cada vez son más los sectores sociales que se ven empujados a la lucha por la reproducción 
cotidiana en condiciones de fuerte limitación y carencia. Ante un Estado que se retrotrajo de su 
función social y que limita el alcance de las políticas sociales a programas aislados de corte 
asistencialista que sólo buscan “aliviar” los efectos de sus políticas macroeconómicas, los estudios de 
la pobreza aparecen no sólo como una forma de “poner en evidencia” la inoperancia de tales políticas 
sino, fundamentalmente, como base para la formulación de modelos alternativos.
Los estudios locales de las condiciones de vida de sectores pobres pueden hacer, aunque sea 
pequeño, un aporte en ese camino. A la vez pueden contribuir, mientras tanto, a la producción de 
conocimiento que ayude a la definición de las necesidades más urgentes de grupos sociales 
específicos.
La consideración del ámbito doméstico es central en el estudio de las condiciones de vida de los 
sectores pobres. La unidad doméstica constituye el espacio social básico para la reproducción 
cotidiana y generacional de los individuos, ya que en ella se da tanto la procreación, la crianza y 
socialización de los hijos como la reproducción de la fuerza de trabajo (Ariza y Oliveira, 2003). Poner 
el foco en ella para analizar la pobreza no supone pasar por alto la necesidad y la importancia de la 
acción del Estado en este tema, ni implica cerrar el análisis al plano de lo privado. 
Las unidades domésticas participan del mundo social que las rodea a través de sus vínculos con la 
economía, con el Estado y con otras unidades. A su vez, el Estado y las instituciones de la sociedad 
intervienen de manera continua en la conformación de la familia y de los roles dentro de ella, 
controlando su funcionamiento, poniendo límites y ofreciendo oportunidades y opciones. Esto ocurre a 
través de una variedad de pequeñas y grandes acciones permanentes que afectan de manera directa e 
indirecta las prácticas familiares cotidianas: las políticas públicas -y más específicamente las políticas 
sociales-, los mecanismos legales y jurídicos relacionados con la defensa de los derechos humanos, las 
instituciones y las prácticas concretas en que las políticas y la legalidad se manifiestan, entre otros 
(Jelin, 1994).
Preguntar por la reproducción social de los sectores pobres urbanos supone preguntar por la forma 
en que ciertos sectores de la sociedad logran mantenerse cotidianamente a pesar de las restricciones 
con que su situación social los enfrenta. El concepto de estrategias familiares de reproducción apunta 
a dar cuenta de esa problemática centrándose en los comportamientos y las actividades ligadas al 
mantenimiento y la reproducción que los sujetos desarrollan en su vida diaria, nucleados en el grupo 
3
familiar. 
En la investigación que aquí se presenta la problemática de la reproducción social de los sectores 
que viven en condiciones de pobreza se abordó desde este punto de vista, partiendo de un marco 
teórico general en el cual se articularon los planteamientos de diferentes autores que siguen líneas 
similares de investigación, tomando principalmente las formulaciones de Cariola (1989, 1992) y Eguía 
(1994).
La elección del concepto de estrategias familiares de reproducción apuntó a dar cuenta de tres 
cuestiones fundamentales, que pueden considerarse como ventajas o aspectos que le otorgan utilidad 
analítica. En primer lugar, porque al centrar el análisis en el grupo familiar, muestra la vinculación 
entre la acción individual y la estructura social, es decir que busca superar el dualismo 
individuo/sociedad, intentando vislumbrar la forma en que ambas se interrelacionan. En este sentido, 
representa una forma de articulación entre los estudios macro y los microsociales. En segundo lugar, 
porque busca superar el dualismo material/simbólico, al plantear que los aspectos materiales de la 
reproducción son inseparables de las representaciones ideológicas y de los aspectos culturales, ya que 
para comprender uno de estos aspectos es necesario remitir a cómo influye, y a la vez es influido, por 
el otro. En tercer lugar, y en estrecha relación con los dos puntos anteriores, porque introduce la 
necesidad del abordaje a través de técnicas cualitativas, recuperando en el análisis de la reproducción 
la perspectiva de los propios actores1. 
Dentro de la perspectiva de las estrategias, el estudio se centró en el análisis de la dinámica interna 
de la organización doméstica. Es decir que no se buscó estudiar las estrategias en sí mismas, sino la 
forma en que las unidades domésticas se organizan en torno al desarrollo de las mismas: cómo se 
distribuyen las tareas y se asignan las responsabilidades entre los miembros de launidad doméstica y 
en base a qué criterios, cuáles son los roles o los comportamientos esperados para los diversos 
miembros según edad, sexo y relación de parentesco con los demás miembros, cómo se establecen las 
relaciones de autoridad entre géneros y generaciones, cómo se ejerce el control y la disciplina internos, 
en base a qué prioridades se toman las decisiones para la administración de los recursos y el consumo. 
Estas cuestiones, entre otras, se abordaron desde una perspectiva que considera de manera conjunta las 
prácticas que efectivamente se realizan y las valoraciones y representaciones a las que están ligadas, 
elementos sin los cuales es imposible comprender el sentido que los sujetos otorgan a dichas prácticas 
y a partir de los cuales toman determinadas decisiones.
Dentro de ese objetivo general, se plantearon dos objetivos específicos. En primer lugar, analizar 
las relaciones que se establecen entre los diferentes tipos de estructura familiar (relacionados con el 
tamaño, la composición de parentesco y el ciclo de vida de las familias) y las diferentes dinámicas de 
organización que desarrollan las unidades domésticas. Esto apuntó tanto a observar de qué manera el 
tipo de estructura familiar incide en el modo de organización, como a descubrir hasta qué punto el tipo 
1 Además, se considera que estudiar la pobreza a partir del concepto de estrategias supone partir de una visión 
más amplia que la que se plantea con las mediciones tradicionales (recuento de hogares con necesidades básicas 
insatisfechas u hogares bajo la línea de pobreza), porque apunta a una caracterización multidimensional del 
fenómeno.
4
de estructura puede ser resultado de determinadas estrategias de optimización de recursos.
En segundo lugar, se intentó analizar las relaciones que se dan entre las situaciones laborales de los 
miembros de las unidades domésticas (especialmente del jefe de hogar y su pareja) y la forma que 
adopta la dinámica de la organización doméstica. Es decir, se buscó dar cuenta de la manera en que las 
familias se organizan en torno del desarrollo de las estrategias económicas de reproducción, tratando 
de ver cuestiones como, por ejemplo, la manera en que las diferentes situaciones laborales de los jefes 
de hogar pueden dar lugar a la inserción de otros miembros en el mercado de trabajo, o la forma en 
que la inserción laboral de ciertos miembros puede provocar diferentes patrones de autoridad o de 
distribución del poder en el interior de las unidades domésticas.
La investigación realizada tuvo origen en el trabajo desarrollado para el Taller “Pobreza: 
discusiones teórico-metodológicas” de la Licenciatura en Sociología, dictado por la Dra. Amalia Eguía 
en el año 2001. En el marco de dicho taller se realizó un censo en el barrio La Unión del Gran La 
Plata. Posteriormente se seleccionaron algunas unidades domésticas del barrio y se hicieron entrevistas 
en profundidad a las mujeres. 
 
5
MARCO CONCEPTUAL
Acerca del concepto de estrategias: 
antecedentes y debates 
La temática de la reproducción social ha tenido un largo y amplio desarrollo en el ámbito de las 
ciencias sociales latinoamericanas. Entre 1950 y 1970, el tema de la reproducción de la sociedad se 
abordó fundamentalmente desde estudios vinculados con los problemas del crecimiento de la 
población, las migraciones, la reproducción de la fuerza de trabajo. Estos estudios, marcados por la 
preocupación por el cambio social, fueron realizados desde diferentes enfoques, tanto desde la teoría 
de la modernización como desde las distintas vertientes de la teoría de la dependencia o del marxismo. 
A partir de los años 70, la preocupación por el tema de la reproducción social empezó a orientarse 
hacia algunos sectores sociales en particular, al surgir los interrogantes respecto a cómo lograban 
subsistir ciertos grupos sociales a pesar de las restricciones que en cuanto a trabajo, ingreso y consumo 
les imponía el modelo de desarrollo de las sociedades capitalistas atrasadas. Una de las líneas de 
estudio que surgió como respuesta a estos planteamientos es la de las estrategias de las unidades 
familiares (Hintze, 1987).
El concepto de estrategias ha sido objeto de un amplio debate, que se ha desarrollado 
fundamentalmente alrededor de dos cuestiones: cuáles son las dimensiones que deben considerarse y 
cuáles son los sectores sociales a los que se aplica el concepto. De allí derivaron divergencias 
terminológicas, puesto que a partir de estas cuestiones se las ha caracterizado como estrategias “de 
supervivencia”, “de existencia”, “familiares de vida” o “de reproducción social”.
El primer desarrollo del concepto aparece en un trabajo de Duque y Pastrana sobre familias de 
pobladores de campamentos de Santiago de Chile en 1973. Los autores utilizan la expresión 
“estrategias de supervivencia”, y se refieren a la supervivencia económica de las familias. Es decir que 
se interesan sólo por la reproducción material de los miembros de la unidad familiar, sin dar ningún 
papel a la reproducción biológica (Arguello, 1981).
El desarrollo posterior del concepto va a estar ligado fundamentalmente a su incorporación dentro 
de las líneas de trabajo y financiamiento del Programa de Investigaciones sobre Población en América 
Latina (PISPAL) y a las reflexiones llevadas a cabo en el marco de la Comisión de Población y 
Desarrollo de CLACSO.
A partir de allí, el concepto sufre un cambio importante respecto a su primera formulación, ya que 
en él se comienzan a incluir una serie de dimensiones que van más allá de lo estrictamente económico-
familiar o material: surgen cuestiones ligadas a la reproducción biológica de las unidades y a la 
articulación del conjunto de sus acciones con la sociedad en general, por lo que empiezan a 
considerarse de manera articulada factores ligados a lo micro y a lo macroestructural2.
2 Dentro de la comisión de CLACSO, es interesante el aporte de autores como Arguello, Sáenz y Di Paula, 
Torrado y Borsotti, que a pesar de sus diferencias teórico-metodológicas plantearon cuestiones útiles para pensar 
el concepto de estrategias. Sus planteamientos fueron publicados en 1981 en la revista Demografía y Economía, 
6
Como plantea Gutiérrez (2004), más allá de las diferencias en cuanto a los marcos teóricos y las 
dimensiones que cada autor considera, se encuentran en ellos ciertos rasgos comunes. En primer lugar, 
la idea de que el concepto de estrategia reserva un margen de opción a los sujetos, por lo que sus 
estrategias no están completamente determinadas por los factores estructurales pero tampoco son el 
resultado de la libre elección individual. Y en segundo lugar, la afirmación de que las estrategias no 
son llevadas a cabo por las unidades domésticas de manera necesariamente consciente, deliberada y 
planificada.
Por otra parte, la discusión en torno al concepto surge de la definición de su campo de aplicación: 
mientras algunos de los autores plantean la aplicación del concepto a la reproducción de todos los 
sectores sociales, otros enfatizan que su uso debería restringirse a los sectores populares. Dentro de 
este último grupo de autores, la mayoría habla de estrategias “de supervivencia”, lo cual parece limitar 
el campo de estudio a los grupos más desfavorecidos de la sociedad, a aquellos que se encuentran al 
nivel de subsistencia mínima.
Más allá de la posibilidad de aplicar el concepto a todos los sectores sociales, para la realización de 
este trabajo se partió de las consideraciones de Eguía (1994), quien sostiene que en las condiciones 
estructurales de los países de América Latina adquiere especial relevancia la pregunta por la dinámica 
de la reproducción de las capas de la población que viven en condiciones de pobreza. Y se retomó, 
además, la estimación de que son todas las familiasque viven en condiciones de pobreza -y no 
solamente aquellas que se encuentran en situaciones de extrema necesidad, que sólo “sobreviven”- las 
que deben implementar una serie de mecanismos para asegurar la existencia de sus miembros. Es decir 
que, en la investigación desarrollada, se buscó destacar la importancia del aporte del concepto de 
estrategias para el estudio de los sectores que viven en condiciones de pobreza, por lo que se utilizó el 
concepto de estrategias familiares de reproducción. 
Acerca de las estrategias de reproducción: 
precisiones conceptuales 
Como sostiene Hintze (1987), la problemática de las estrategias gira alrededor de dos preguntas 
centrales: cómo se reproducen las unidades domésticas, y cómo se relacionan las condiciones de 
reproducción de éstas con la reproducción de la sociedad en su totalidad.
Para poder dar cuenta de la primera, es necesario detenerse en principio en el concepto de 
reproducción. Este es un concepto multidimensional, porque supone la articulación de diferentes 
dimensiones y niveles analíticos. Siguiendo a Jelin, puede afirmarse que el concepto de reproducción 
incluye analíticamente tres dimensiones o niveles: “la reproducción biológica, que en el plano familiar 
significa el tener hijos y en el plano social se refiere a los aspectos socio-demográficos de la 
fecundidad; la reproducción cotidiana, o sea el mantenimiento de la población existente a través de las 
vol. XV, Nº 2.
7
tareas de subsistencia; y la reproducción social, o sea todas las tareas extraproductivas dirigidas al 
mantenimiento del sistema social.” (1984, p. 10) 
A la vez, situándose desde otro plano de análisis, el concepto de reproducción permite articular la 
dimensión material de los comportamientos familiares con la dimensión simbólica, es decir, con las 
valoraciones, representaciones y elementos culturales y afectivos que se hallan imbricados en el 
accionar de los sujetos. Los aspectos materiales de la reproducción no pueden ser comprendidos al 
margen de los elementos simbólicos, ya que es a través de ellos que los sujetos otorgan sentido al 
mundo social y a las acciones que desarrollan. Por consiguiente, tanto el concepto de estrategias como 
el de organización doméstica suponen una consideración conjunta e interrelacionada de ambas 
dimensiones. 
Los comportamientos individuales y colectivos que se desarrollan como parte de las estrategias de 
la unidad doméstica no pueden ser comprendidos al margen del espacio macrosocial en que están 
insertos. Como señalan Eguía y Ortale, las estrategias “están condicionadas, entre otros factores, por 
las características del mercado de trabajo y de consumo, el accionar del Estado y las condiciones de 
vida de la población, así como por el proceso político y las determinaciones ideológicas que 
configuran un espacio de participación determinado para los grupos estudiados.” (2003, p. 2)
En este sentido, el concepto de estrategias aparece como un intento de superar los dualismos entre 
individuo y sociedad (o acción y estructura), como también entre permanencia y cambio (o estática y 
dinámica), tan presentes en los desarrollos de la teoría social. Al respecto, podría considerarse al 
concepto de estrategias como una forma de incorporación y aplicación al abordaje empírico de los 
fenómenos sociales de la teoría de la estructuración de Giddens3.
Giddens, en su intento por superar este dualismo, busca articular las dos tradiciones de 
pensamiento que representaron en el desarrollo de la teoría social a cada uno de estos polos: el 
objetivismo y el subjetivismo. Es decir que intenta reconciliar dos corrientes de reflexión 
contrapuestas: por un lado, el objetivismo, representado por el pensamiento funcionalista y el 
pensamiento estructuralista, en cuyo proyecto teórico el objeto (la sociedad) predomina sobre el sujeto 
(los actores que lo constituyen, los sujetos humanos), constriñendo y determinando su acción; y por el 
otro, el subjetivismo, representado por las tradiciones del pensamiento hermenéutico y la 
fenomenología, donde la acción del sujeto y el sentido que éste enlaza a la misma aparecen como el 
centro de la reflexión, dando poca importancia a lo estructural. 
Giddens propone reemplazar este dualismo por una dualidad: la dualidad de estructura. Con este 
concepto alude a que las estructuras sociales son constituidas por la actividad humana y, al mismo 
tiempo, representan el medio de esta constitución. Es decir que, a la vez que son producto de los 
procederes humanos, operan como un medio por el cual estos procederes se tornan posibles (Giddens, 
1987, 1998).
Como explican Oliveira y Salles (1986, p. 2) “para Giddens la constitución de lo social tiene un 
3 Si bien la teoría de la estructuración de Giddens representa una teoría general acerca de la sociedad -cuya 
explicación excedería los límites de este trabajo- se intenta aquí hacer mención de las principales ideas con las 
que se considera que puede articularse el concepto de estrategias de reproducción.
8
doble carácter: aparece como estructurado y al mismo tiempo en proceso de estructuración. La 
reproducción social aunque ocurra en un campo virtual proporcionado por las estructuras es resultado 
de la acción de los sujetos sociales que son creadores de las estructuras.” Las acciones sociales son 
orientadas por las estructuras (en el sentido de que éstas proporcionan a los sujetos normas, códigos de 
significación y recursos que guían la conducta) y a la vez contribuyen a recrearlas. Las propiedades 
estructurales, entonces, posibilitan y limitan la acción de los sujetos, y al mismo tiempo son 
reproducidas (mantenidas o cambiadas) por éstas. 
Respecto a esto último, es importante destacar que cuando Giddens habla de “constitución” (de la 
sociedad por los actores y de los actores por la sociedad) se refiere tanto a la reproducción como a la 
producción, es decir que involucra tanto los procesos de mantenimiento como los de transformación. 
Partiendo de esta idea de superación del dualismo acción/estructura, varios autores -retomando los 
planteamientos de Przeworski- sostienen que el concepto de estrategias remite al de opciones posibles: 
opciones que son relativas a condiciones históricas concretas y que se presentan como posibilidades 
objetivas. Según Przeworski (1982, p. 82) “la conducta individual debería ser considerada como una 
elección realizada en el contexto de las relaciones sociales que constituyen las estructuras de tales 
elecciones y el diagrama de las consecuencias en los cursos de acción por los que se ha optado. Las 
relaciones sociales estructuran las opciones posibles para los individuos localizados en puntos 
diferentes de dichas relaciones y asocian cada línea de acción con un grupo particular de 
consecuencias.” Desde este punto de vista, el concepto de estrategias, al hacer referencia a los 
comportamientos que los individuos desarrollan como parte de la unidad doméstica -núcleo básico de 
la reproducción en toda sociedad- permite visualizar la articulación entre las elecciones individuales y 
las estructuras sociales, dando cuenta de la posibilidad de acción del sujeto dentro de circunstancias 
estructurales condicionantes.
Puede decirse entonces que las acciones que los miembros de una unidad doméstica llevan adelante 
para su reproducción responden a una cierta lógica, a pesar de que ésta pueda no ser absolutamente 
racional y consciente por parte de ellos. A partir del concepto de estrategias puede reconstituirse la 
lógica subyacente a esas acciones (Borsotti, 1981). 
Para conceptualizar las estrategias, se integraron las consideraciones de Eguía (1994) y las de 
Cariola (1989, 1992) quien, a pesar referirse a éstascomo “estrategias de sobrevivencia”, no restringe 
su aplicación al estudio de los sectores de pobreza extrema, sino que las considera en un sentido 
amplio para el estudio de la reproducción de los sectores populares urbanos.
En consecuencia, se consideró como estrategias familiares de reproducción al conjunto de 
mecanismos, comportamientos y relaciones que despliegan las unidades domésticas para lograr su 
reproducción integral en las mejores condiciones posibles, frente a las restricciones que su situación 
social les impone4. Esto supone tener en cuenta que más allá de los diversos mecanismos puestos en 
práctica, las estrategias de reproducción que llevan adelante los sectores pobres urbanos sólo les 
4 Cabe aclarar que hablar de estrategias “familiares” de reproducción desplegadas por las “unidades domésticas” 
no implica una contradicción. Como se explicará más adelante, el concepto adoptado para caracterizar a los 
grupos encargados de la reproducción cotidiana de los individuos es el de unidad doméstica, lo cual implica más 
que nada una distinción analítica con el concepto de familia, pero no una oposición. 
9
permiten escapar parcialmente a esas restricciones.
Analíticamente pueden diferenciarse dos dimensiones en las estrategias de reproducción: la 
cotidiana y la económica (Cariola, 1992). La estrategia cotidiana de reproducción refiere a las 
prácticas relacionadas con la reposición generacional, la socialización de los niños, el mantenimiento 
cotidiano de los miembros de la unidad doméstica y la transformación del ingreso doméstico en 
consumo. La estrategia económica de reproducción incluye el conjunto de prácticas destinadas a la 
obtención de ingresos para asegurar la reproducción material de la unidad doméstica. Estos ingresos 
provendrán principalmente de la inserción en el mercado de trabajo a través de la venta de fuerza de 
trabajo o el autoempleo en la venta de bienes y servicios, y secundariamente de las ayudas monetarias 
o en especies provenientes de las redes informales de solidaridad, de las ayudas institucionales y de la 
autoproducción para el consumo doméstico. 
En síntesis, los mecanismos elementales de reproducción material a los que pueden recurrir las 
familias se reducen, como sostiene Eguía (1994), a unos pocos tipos puros:
• autoabastecimiento: producción para el consumo directo de productos;
• venta de la fuerza de trabajo propia o familiar: obtención de ingreso monetario;
• venta de mercancías producidas por uno mismo;
• sistemas públicos de mantenimiento de la fuerza de trabajo: servicios públicos gratuitos, 
programas alimentarios, programas de vivienda, etc.
Cabe remarcar que el concepto de estrategias es una construcción analítica que da cuenta de la 
articulación de estas prácticas y comportamientos considerando que responden a una lógica 
subyacente que busca optimizar los escasos recursos disponibles, lo cual no significa que constituyan 
un conjunto de acciones planificado de manera absolutamente consciente y coherente por parte de los 
miembros de las unidades domésticas. En tanto prácticas sociales, están permeadas por 
representaciones, valoraciones y sentimientos que guían la conducta de quienes las desarrollan.
La consideración de las representaciones sociales de los sujetos como aspecto fundamental en el 
estudio de sus comportamientos, partió de entender a las mismas como constitutivas de un 
“conocimiento práctico” que da sentido y contribuye a la construcción social de la realidad de los 
sujetos. 
Siguiendo a Laplantine (s/f), puede afirmarse que las representaciones, cualquiera sea el aspecto 
que se privilegie para definirlas, se sitúan siempre, por un lado, en la unión de lo individual y lo social, 
y, por el otro, en tres dimensiones de la investigación:
• el campo del conocimiento, en el sentido de que una representación es un saber;
• el campo del valor, ya que implican una valorización;
• el campo de la acción, ya que al ser simultáneamente expresión y construcción de lo social, 
constituyen no sólo un medio de conocimiento, sino también un instrumento para la acción.
10
En la investigación realizada se partió de la definición de representaciones sociales de Jodelet 
(1985). Como sostiene esta autora, la noción de representación social remite a ese conocimiento 
espontáneo o de sentido común que se constituye a partir de la experiencia de los sujetos, como 
también de las informaciones, conocimientos y modelos de pensamiento que reciben y transmiten a 
través de la tradición, la educación y la comunicación social. Por lo tanto, se trata de un conocimiento 
que es, en muchos aspectos, socialmente elaborado y compartido, en el sentido de que las categorías 
que lo estructuran y que lo expresan provienen de un fondo cultural común, lo que las constituye en 
interpretaciones de la realidad mediadas por categorías históricas y subjetivamente construidas. 
Las representaciones forman parte de las concepciones colectivas que circulan en una sociedad 
determinada, siendo filtradas, reinterpretadas y reelaboradas por los sujetos particulares, 
contribuyendo a la conformación de los esquemas de interpretación y significación que orientan sus 
conductas y organizan las relaciones sociales. Para Jodelet, se trata de un conocimiento que “bajo sus 
múltiples aspectos intenta dominar esencialmente nuestro entorno, comprender y explicar los hechos e 
ideas que pueblan nuestro universo de vida o que surgen en él, actuar sobre y con otras personas, 
situarnos respecto a ellas, responder a las preguntas que nos plantea el mundo, saber lo que significan 
los descubrimientos de la ciencia y el devenir histórico para la conducta de nuestra vida, etc. En otros 
términos, se trata de un conocimiento práctico” (1985, p. 473). 
Cuando Jodelet hace referencia a la caracterización social de los contenidos o de los procesos de 
representación, alude a los contextos y a las condiciones en que las representaciones surgen, a los 
medios por los que circulan y a las funciones a las que sirven para la interacción con el ambiente y con 
los otros. Al hacer referencia al aspecto subjetivo de las representaciones, la autora señala que siempre 
tienen un carácter significante, en el sentido de que significan algo para alguien -para quien las 
construye o para los otros- y aparece en ellas algo de quien las formula, su parte de interpretación. Por 
ello afirma que son construcciones y que conllevan en la comunicación una parte de autonomía y de 
creación.
En el estudio de los comportamientos de los sujetos tendientes a su reproducción social, la 
consideración de las representaciones ayuda a comprender tanto la dinámica de las decisiones que se 
toman intencionalmente como la de aquellos comportamientos que son más producto de la 
improvisación y de la definición inmediata. 
El desarrollo de las estrategias supone, a pesar de su carácter dinámico y en cierto sentido 
improvisado, un cierto esquema de organización de las tareas y de distribución de las 
responsabilidades, cuestiones que fueron abordadas a través del concepto de organización doméstica.
Acerca de las unidades domésticas: 
definición y conformación
La primera cuestión a resolver antes de abordar el tema de la organización doméstica fue la de la 
11
definición de las unidades domésticas en tanto unidades de análisis. Esta definición ha sido objeto de 
debate entre los estudiosos del tema, debido a que existen diferencias en cuanto a los criterios a partir 
de los cuales definirlas.
La definición del concepto de unidad doméstica es problemática porque en él confluyen varias 
dimensiones: una dimensión física o espacial, referida a la vivienda; una dimensión social o 
demográfica, que da cuenta de laspersonas que la habitan y hacen uso de las facilidades de la unidad 
colectivamente, interactuando entre ellas; y una dimensión conceptual, referida a estados y acciones 
dentro de un sistema total de ideas que dan sentido del mundo a un grupo de personas (Cariola, 1992). 
Lo primero que debe tenerse en cuenta es la distinción analítica entre unidad doméstica y familia. 
Según Ariza y Oliveira (2003), las unidades domésticas (también denominadas hogares en algunos 
estudios) son grupos residenciales conformados por un conjunto de personas -que pueden o no estar 
ligadas por lazos de parentesco- que comparten la vivienda, un presupuesto común y una serie de 
servicios y actividades necesarias para la reproducción cotidiana de sus integrantes. En cambio, las 
familias se constituyen sólo a partir de las relaciones de parentesco. El parentesco establece un sistema 
de jerarquías, vínculos y reciprocidades en función del cual cada miembro del grupo familiar ocupa 
una determinada posición social. Las unidades familiares no siempre comparten un mismo espacio 
residencial, debido a que la amplitud del grupo que habita en la misma vivienda, en términos de lazos 
de parentesco, puede variar entre diferentes sociedades.
Como sostiene Jelin (1984), la familia se constituye con base en un sustrato biológico ligado a la 
sexualidad y a la procreación, siendo la institución social que regula y confiere significados sociales y 
culturales a esas dos necesidades. Está incluida en una red más amplia de relaciones de parentesco, 
guiadas por reglas y pautas socialmente establecidas. Pero, además, constituye un grupo social de 
interacción, que en tanto vive conjuntamente coopera en las tareas ligadas con el mantenimiento de sus 
miembros. 
Son estas actividades comunes ligadas al mantenimiento cotidiano, más que las relaciones de 
parentesco, las que definen a las unidades domésticas. Es decir que la familia constituye, en general, la 
base de reclutamiento de las unidades domésticas, pero el concepto de unidad doméstica no se reduce 
al de familia: “las personas son reclutadas para las relaciones materiales de las unidades domésticas en 
base a un compromiso social con el concepto de familia. En tanto aceptan el significado social de la 
familia, la gente entra en relaciones de producción, reproducción y consumo -se casa, tiene hijos, 
trabaja para mantener a sus dependientes, transmite y hereda recursos culturales y materiales. En todas 
estas actividades, el concepto de familia al mismo tiempo refleja y enmascara la realidad de la 
formación y sostenimiento de la unidad doméstica.” (Rapp, citado por Jelin, 1984, p. 15)
Como señalan Ariza y Oliveira, cuando las investigaciones se centran en la unidad doméstica 
destacan, generalmente, los aspectos socioestructurales y económicos de su organización social, es 
decir, cuestiones relacionadas con el consumo, la distribución del presupuesto doméstico, las 
estrategias llevadas a cabo para la consecución de bienes, etc. Cuando los estudios se centran en la 
familia, en cambio, suelen enfatizar los aspectos sociosimbólicos y culturales, la generación de valores 
12
y la afectividad.
Si bien en la investigación realizada se tomaron en cuenta estos últimos aspectos, al ser el eje de 
análisis la organización doméstica de los grupos, se presentó como más adecuado el uso del concepto 
de unidad doméstica.
La unidad doméstica fue considerada, entonces, como la organización de un conjunto de personas 
que comparten una misma vivienda, sobre la base de relaciones de parentesco o afinidad, que realizan 
y comparten las actividades ligadas al mantenimiento cotidiano y a la reproducción de sus miembros.
Es decir que se consideró que si bien la mayoría de las unidades domésticas estarían compuestas 
por personas que guardan entre sí vínculos familiares inmediatos, la inclusión o exclusión de 
miembros no está determinada únicamente por los lazos de parentesco.
La composición de las unidades domésticas, además de estar relacionada con los lazos familiares, 
es el resultado de diferentes procesos a lo largo del ciclo vital de sus integrantes. Por una parte, está la 
historia de formación de la familia: matrimonios, separaciones, nacimientos, muertes, mudanzas y 
migraciones. Y por otra parte, los procesos sociopolíticos globales -cambios en la situación 
económica, política y social- que ocurren a lo largo del ciclo de vida de la familia, que suelen influir 
en la organización doméstica en esos momentos específicos. Es decir que la organización doméstica 
tiende a mantenerse a lo largo del tiempo según cierto patrón de actividades y asignación de tareas, 
pero dicho patrón puede ir cambiando como resultado de las transiciones en el ciclo de vida de los 
miembros o como respuesta a situaciones coyunturales especiales, internas o externas (Jelin, 1984).
Acerca de la organización doméstica: 
división del trabajo, género y generaciones
Un aspecto central de las unidades domésticas, que muestra que los límites entre éstas y la familia 
son permeables, es el que se refiere al aporte de cada uno de los miembros a la actividad común. En 
este estudio se tuvo en cuenta que el grado de integración a las actividades de la unidad doméstica y el 
compromiso con las mismas varía según patrones sociales que diferencian el comportamiento 
esperado para los diversos miembros según su ubicación en la unidad en términos de edad, sexo, y 
relación de parentesco con los demás miembros. Tanto en lo referente a los recursos monetarios 
incorporados a la unidad, como en el tiempo personal dedicado a las tareas que contribuyen a la 
reproducción cotidiana, el aporte que se espera de cada miembro varía según el tipo de obligaciones y 
derechos que se considera que cada uno tiene.
Ariza y Oliveira sostienen que las unidades domésticas “son también ámbitos primarios de 
convivencia en los que se establecen relaciones de cooperación, intercambio y negociación entre 
hombres y mujeres de diferentes generaciones. Las relaciones familiares son fundamentalmente de 
carácter asimétrico, jerárquico, porque siguen la distribución interna de poder que marcan dos ejes 
básicos de diferenciación social: el género y la generación.” (2003, p. 22)
13
Gran cantidad de estudios han demostrado que el género constituye una de las principales fuentes 
de inequidad social. Las construcciones sociales alrededor de la diferencia sexual institucionalizan de 
hecho una forma de desventaja social: la asimetría entre hombres y mujeres (Oliveira y Ariza, 1997).
Ariza y Oliveira definen la concepción de género como “sistema de prácticas, símbolos, 
representaciones, normas y valores en torno a la diferencia sexual entre los seres humanos, que 
organiza las relaciones entre las mujeres y los varones de manera jerárquica, asegurando la 
reproducción humana y social. Como construcción social, el género deviene tanto una realidad 
objetiva como subjetiva, un orden que se impone a los individuos, y que ellos a su vez recrean 
continuamente con base en los significados que proporcionan el lenguaje, la historia y la cultura.” 
(2000, p. 2) 
Según estas autoras, diferentes instituciones y procesos sociales son fundamentales en la gestación 
y mantenimiento de la desigualdad de género. Desde lo cultural, juegan un papel central la producción 
de los significados asociados a las nociones de masculinidad y feminidad, la generación de ideologías 
de género con estrictos contenidos acerca de los roles adecuados para cada sexo y el control de los 
significados socialmente relevantes. Desde el Estado, son decisivos los aspectos relativos a la 
normatividad jurídica que sancionan el acceso de la mujer a los bienes y recursos sociales, y los que 
regulan el modo en que la familia ysus miembros se relacionan con el Estado. Sumado a esto 
-sostienen- la división social y sexual del trabajo y los mecanismos de segregación y control de las 
mujeres, relacionados con su sexualidad, su capacidad reproductiva y su fuerza de trabajo, cumplen 
además un rol central en la generación de inequidades en los ámbitos de la familia y el trabajo. 
Una de las esferas privilegiadas en las que la asimetría de género se hace notoria es la del trabajo, 
tanto a nivel macro (mercado de trabajo) como microsocial (familia). La organización económica de la 
sociedad tiene como uno de sus pilares la división sexual del trabajo. Según Oliveira y Ariza “la 
distribución jerárquica e inequitativa de las tareas de la producción y reproducción social a partir de 
ella [la división sexual del trabajo], estatuye uno de los principales ejes de inequidad social entre 
hombres y mujeres en la mayoría sino en todas las sociedades conocidas.” (1997, p. 5) 
Una de las mayores implicancias de la división sexual del trabajo para la persistencia de la 
desigualdad de género es la permanencia de la oposición entre trabajo doméstico y extradoméstico, 
cuya distribución y valoración es siempre dispar. Esta separación y oposición entre ambos tipos de 
trabajo da lugar a la segregación de las mujeres hacia la esfera más desvalorizada del mismo, que es la 
del trabajo doméstico. A la vez que la responsabilidad por esta esfera cae de manera desproporcionada 
sobre las mujeres, su ubicación en la otra esfera -la del trabajo extradoméstico- es en general 
desfavorable en relación a la de los hombres. 
En el ámbito de la unidad doméstica, la división sexual del trabajo se hace evidente cuando se 
analiza la forma en que el grupo se organiza para la reproducción cotidiana. Según Jelin (1984), hay 
dos tipos de decisiones que constituyen el eje de la organización doméstica. En primer lugar, la 
decisión de cuándo y cuánto puede y debe trabajar cada miembro, es decir, quiénes y en qué momento 
van a contribuir a las actividades de mantenimiento de la unidad; y en segundo lugar, la decisión sobre 
14
la asignación de esa capacidad de trabajo a la obtención de ingresos o a la producción doméstica. Para 
tomar y llevar adelante estas decisiones y para administrar los recursos existe la necesidad de 
organización, control y disciplina internos. Esto pone en juego un mecanismo complejo en el que se 
mezclan las relaciones de poder con los afectos y las solidaridades. 
Así como el género, la diferencia generacional y la posición ocupada en la unidad doméstica en 
cuanto al parentesco se constituyen dentro de la unidad doméstica en una fuente de autoridad. Además 
de los roles construidos socialmente alrededor del género, el sistema de deberes y obligaciones entre 
padres e hijos es uno de los pilares ideológicos sobre los que se asienta la idea de familia. No se trata 
de un sistema de autoridad explícito y evidente, sino de una operación más compleja en la que se 
mezclan las apelaciones morales con el uso de incentivos monetarios y coercitivos. Como sostiene 
Jelin (1984), el uso de recompensas y castigos morales está basado en tradiciones y definiciones 
sociales fundadas en un proceso ideológico de naturalización de la división del trabajo entre sexos y 
generaciones. Estos valores e ideologías acerca de la familia se corporizan en relaciones sociales 
fuertemente personalizadas, cargadas de afectos y deseos. 
En síntesis -y como se mencionó al comienzo de este apartado- dentro del ámbito familiar el 
género, la edad y la posición ocupada en la unidad doméstica en relación al parentesco suponen el 
desarrollo de determinados comportamientos y la asunción de diferentes responsabilidades.
 Para hablar de organización doméstica, se tomó entonces la definición de Cariola (1992), quien, 
partiendo de las formulaciones de Jelin, se refiere a la organización doméstica como la distribución de 
las responsabilidades de producción de ingresos y de mantenimiento cotidiano entre los miembros de 
la unidad doméstica, la cual está ligada a valoraciones y representaciones acerca de los roles que debe 
ocupar cada miembro del hogar, y que se desarrolla con diferentes modalidades de acuerdo con el tipo 
de estructura de la unidad doméstica (tamaño, composición de parentesco, momento del ciclo de vida 
que atraviesa). 
Las características sociodemográficas que hacen a la estructura de las unidades familiares son 
elementos fundamentales en el estudio de la organización doméstica. Influyen en la definición de las 
necesidades prioritarias del grupo y en la disponibilidad de fuerza de trabajo con que contará la 
unidad. Pero es necesario tener en cuenta que los procesos demográficos tienen que ser considerados 
en su carácter social en relación con lo económico, y no sólo como elementos exógenos que actúan 
como limitantes de la economía y composición de las unidades domésticas. Es decir que así como por 
un lado condicionan la participación económica del grupo, por otro lado son producto de las acciones 
de sus integrantes, y en ocasiones funcionan como respuesta a la necesidad de complementar ingresos 
o de compartir gastos (Oliveira y Salles, 1989).
Lo importante de considerar el tamaño, la composición de parentesco y los ciclos de vida por los 
que atraviesan las unidades domésticas reside, entonces, en que las distintas modalidades de estructura 
le imprimen a la organización doméstica dinámicas y caminos de acción diferentes.
La consideración del tamaño o número de miembros de las unidades domésticas es un elemento 
relevante ya que determina el volumen de consumo de la unidad y, a la vez, la disponibilidad de 
15
miembros para la división del trabajo. 
Según su composición de parentesco, las unidades domésticas pueden clasificarse en tres tipos:
• Unidad doméstica nuclear: la unidad compuesta por padre, madre, hijos, en cualquiera de sus 
combinaciones.
• Unidad doméstica ampliada: la unidad constituida por una familia nuclear y otros miembros 
unidos a la misma por lazos de parentesco o afinidad.
• Unidad doméstica compleja: la unidad formada por dos o más familias nucleares, unidas por lazos 
de parentesco o afinidad. 
En este trabajo se consideraron los tres tipos de unidades y, a su vez, las familias nucleares y 
ampliadas se clasificaron de acuerdo con el ciclo de vida por el que atravesaban, es decir, por la 
existencia o no de hijos y por las edades de los mismos. Con base en la clasificación de Cariola 
(1992), se definieron tres modalidades de unidades domésticas, según el ciclo reproductivo en que se 
encontraban: 
• Primer ciclo de vida: aquellas unidades sin hijos o con hijos pequeños (hasta 13 años), en las 
cuales la responsabilidad de la reproducción familiar está por completo en manos de los padres.
• Segundo ciclo de vida: aquellas unidades en las cuales existen hijos grandes (por lo menos un hijo 
entre 14 y 25 años) que pueden participar o no en la producción, pero en las que igualmente la 
responsabilidad mayor por la reproducción sigue recayendo en los padres.
• Tercer ciclo de vida: aquellas unidades en las cuales los hijos son grandes (todos mayores de 14 
años) y pueden estar incorporados al mercado de trabajo, siendo capaces de aportar 
económicamente al hogar y en algunos casos de asumir por completo la responsabilidad del 
mantenimiento del mismo.
Por otro lado, la otra característica de las unidades que se consideró como fundamental para el 
estudio de la organización doméstica fue la situación laboral del jefe de hogar y de su pareja. El hecho 
de que el hombre y/o la mujer trabajen, estén desempleados, tengan trabajos estables o inestables 
influye en la asignación de las distintas responsabilidades y en la conformación de dinámicas 
particulares. 
Partiendo de las anterioresconsideraciones, se buscó abordar, entonces, las siguientes dimensiones 
específicas:
• División intrafamiliar del trabajo: reparto de tareas y asignación de responsabilidades entre los 
miembros de la unidad doméstica (obtención de ingresos y mantenimiento cotidiano).
• Representaciones sobre los roles masculinos y femeninos, sobre las distintas generaciones y sobre 
las posiciones de parentesco al interior de la unidad doméstica.
• Decisiones sobre la organización de los recursos económicos y el consumo familiar: distribución 
del poder de decisión, administración del presupuesto, prioridades que se establecen para el gasto 
16
y para la incorporación o no de distintos miembros al mercado de trabajo. Representaciones y 
valoraciones ligadas a la definición de las necesidades prioritarias de la unidad doméstica.
• Relaciones de poder al interior de la unidad doméstica: relaciones de autoridad entre géneros y 
generaciones, mecanismos de control y disciplina, conflictos y negociaciones.
17
METODOLOGÍA
El desarrollo de la investigación
Como ya se mencionó, esta investigación tuvo origen en el trabajo realizado en el marco del Taller 
“Pobreza: discusiones teórico-metodológicas” de la Licenciatura en Sociología de la Facultad de 
Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP. Como parte de las actividades del taller, se 
llevó a cabo un censo, dirigido por la docente a cargo y en el que participaron los alumnos, dos 
equipos de investigación radicados en el Departamento de Sociología, y alumnos de la materia 
“Metodología de la investigación social III” de la Licenciatura en Sociología.
Se realizó un relevamiento de las unidades domésticas del barrio La Unión (de las 142 
identificadas en un pre-censo, se encuestaron 127), en el que se aplicaron cuestionarios 
confeccionados en su mayor parte por preguntas cerradas, compuestos por una parte general para todo 
el hogar y cuestionarios individualizados para cada uno de los miembros. 
El censo, realizado en el mes de junio de 2001, estuvo enfocado a obtener una caracterización 
global de las unidades domésticas: se recolectaron datos sobre las características sociodemográficas de 
las mismas, las condiciones de la vivienda, la participación en redes sociales de ayuda y planes 
sociales y la evaluación que los beneficiarios hacen de los mismos, la organización de la alimentación, 
prácticas relacionadas con la salud, educación, escolaridad, trabajo, participación comunitaria y 
política, entre otras.
El procesamiento y análisis de los datos recolectados en el censo estuvo a cargo de los equipos de 
investigación, quienes elaboraron un informe completo sobre los resultados obtenidos. Aquí sólo se 
utilizará una pequeña parte de la información del censo para hacer una descripción general del barrio. 
Para el abordaje específico del problema de investigación que se presenta en este trabajo, se 
utilizaron técnicas cualitativas, también llamadas técnicas no estandarizadas5. Con base en los datos 
cuantitativos obtenidos, se confeccionó una muestra, en la que se seleccionaron unidades domésticas 
con diferentes tipos de estructura.
Durante los meses de julio y agosto de 2001, se realizaron entrevistas en profundidad a las 
cónyuges de los jefes de hogar de dichas unidades domésticas, y a las jefas de hogar en los casos de 
unidades con jefatura femenina. 
La elección de la entrevista como técnica central de obtención de información para este estudio 
5 Así como la tradicional división entre abordajes cuantitativos y cualitativos está siendo desplazada por la idea 
de diseños de investigación más o menos estructurados -se supone la existencia de un continuum de diseños 
posibles, en cuyos extremos se encuentran un diseño de investigación totalmente rígido o estructurado y un 
diseño de investigación flexible-, la separación entre técnicas cuantitativas y cualitativas está siendo reemplazada 
por una clasificación tripartita, que plantea la existencia de dos familias y un conjunto de técnicas: la familia de 
la experimentación -que responde a la concepción tradicional de las ciencias naturales- , la familia de la 
asociación -que incluiría las llamadas técnicas cuantitativas- y el conjunto no estándar (o no estandarizado) -que 
incluye las técnicas antes llamadas cualitativas-. La clasificación cuantitativo/cualitativo partía de una 
justificación epistemológica (la posición del investigador -el paradigma al que adscribe- determina los métodos 
que va a utilizar) o de una justificación técnica (la elección de la técnica depende del problema a investigar). La 
clasificación tripartita combina elementos de ambos criterios.
18
partió de considerarla como una de las técnicas más apropiadas para acceder al universo de 
significaciones de los sujetos y a la reconstrucción de procesos. Como señala Guber (1991), la 
entrevista debe entenderse como una relación social a través de la cual se obtienen enunciados y 
verbalizaciones, y además como una instancia de observación, ya que al material discursivo se agrega 
la información acerca del contexto del entrevistado, sus características físicas y su conducta. Las 
entrevistas realizadas fueron semi-estructuradas (se definieron una serie de temas y preguntas posibles 
para guiar la conversación) y se llevaron a cabo en la vivienda de las informantes. 
Se consideró que para la obtención de la información buscada las mujeres (cónyuges o jefas) son 
informantes clave, ya que diversos estudios han demostrado que las pautas corrientes de división 
sexual del trabajo en las unidades domésticas de sectores pobres siguen el modelo tradicional, 
ubicando a la mujer como principal responsable de las tareas relacionadas con la reproducción y el 
mantenimiento cotidiano de los miembros de la unidad. 
Entre los meses de octubre y noviembre de 2002 se realizó una segunda etapa de entrevistas en 
profundidad, en la que se seleccionaron algunas de las unidades de la etapa anterior y se reentrevistó a 
las informantes. Las entrevistas realizadas buscaron captar el posible impacto en la organización 
doméstica de los cambios producidos en la estructura de las unidades y en la situación laboral de sus 
miembros (considerando que la crisis que estalló en el país en diciembre de 2001 afectó fuertemente a 
los sectores de menores recursos).
Características de la muestra
El criterio de selección utilizado para construir la muestra utilizada en la primera etapa fue el tipo 
de estructura de las unidades domésticas, es decir, la composición de parentesco, el momento del ciclo 
de vida atravesado y el tamaño. En función de la clasificación planteada en el apartado teórico, se 
incluyeron: 
• unidades domésticas nucleares del primero, segundo y tercer ciclo.
• unidades domésticas ampliadas del primero, segundo y tercer ciclo.
• unidades domésticas complejas
Dentro de este conjunto, se consideraron unidades de diferentes tamaños y casos de unidades con 
jefatura femenina.
La cantidad de unidades seleccionadas dentro de cada tipo se estableció en concordancia con los 
datos obtenidos en el censo: de la totalidad de las unidades domésticas del barrio, casi el 75% eran 
unidades domésticas nucleares, y alrededor del 20% eran unidades ampliadas. 
Para la definición del tamaño de la muestra se siguieron las pautas del muestreo teórico, cuyo 
criterio básico es la saturación de la información: cuando nuevas entrevistas no aportan información 
adicional sustancial a la que ya se ha obtenido. La muestra quedó conformada, entonces, por 16 
19
unidades domésticas.
A continuación se presenta el detalle de las unidades domésticas seleccionadas, según el tipo de 
estructura que tenían al momento de ser entrevistadas las mujeres por primera vez:
Unidades 
domésticasCantidad de 
miembros
Composición de parentesco
Nuclear Ampliada
Ciclo de vida Ciclo de vida
1º ciclo 2º ciclo 3º ciclo 1º ciclo 2º ciclo 3º ciclo
Compleja
UD 1 8 X
UD 2 4 X
UD 3 8 X
UD 4 5 X
UD 5 6 X
UD 6 9 X
UD 7 4 X
UD 8 * 2 X
UD 9 5 X
UD 10 5 X
UD 11 2 X
UD 12 3 X
UD 13 4 X
UD 14 7 X
UD 15 6 X
UD 16 * 4 X
Totales 5 2 2 2 1 1
9 4 3
* Unidades domésticas con jefatura femenina.
En la segunda etapa se realizaron 5 entrevistas. Las unidades domésticas se seleccionaron, 
principalmente, en función de las posibilidades de acceso a las mismas (continuidad de la familia en el 
barrio, disposición de las entrevistadas). Los cambios que se produjeron en la estructura de estas 
unidades se comentarán más adelante.
Para el análisis de la información obtenida a partir de las entrevistas se siguieron las pautas del 
análisis cualitativo estándar: desgrabación, lectura repetida del material, generación de categorías de 
análisis, codificación, confección de matrices de análisis, redacción de los resultados. 
20
RESULTADOS
El barrio La Unión
En este apartado se presenta una descripción muy general del barrio La Unión y de las condiciones 
de vida de sus habitantes basada en los datos obtenidos en el censo, con el fin de enmarcar la situación 
de las familias seleccionadas para las entrevistas. 
El barrio está ubicado entre las calles 120 a 122 y 520 a 522, aproximadamente, del Gran La Plata. 
Abarca seis manzanas, en las que viven alrededor de 140 familias6. Está ubicado entre la curva 
formada por el cruce de dos avenidas (120 y 520) y un tramo de la autopista Buenos Aires-La Plata, 
sobre terrenos fiscales, por lo que se trata de un asentamiento urbano precario.
Según los datos obtenidos en 2001, el barrio estaba conformado por familias de diferentes orígenes 
y procedencias. Si bien casi la mitad de sus habitantes había nacido en La Plata, un 21% de ellos había 
nacido en países limítrofes, un 13% en el resto de la Provincia de Buenos Aires y un 11% en el resto 
del país. 
Al desagregar los datos por tipo de componente del hogar, pudo verse que sólo el 34% de los jefes 
y el 29% de las cónyuges eran originarios de La Plata, mientras el 32% y el 39%, respectivamente, 
había nacido países limítrofes, el 17% y el 18% en el resto de la Provincia de Buenos Aires, y el 15% 
y 13% en el resto del país. Por el contrario, entre los hijos la gran mayoría había nacido en La Plata 
(71%), mientras que sólo el 12% en países limítrofes, 10% en la Provincia de Buenos Aires y 7% en el 
resto del país.
Con respecto al tiempo de residencia en el barrio, los resultados del censo mostraron que el 40% de 
los habitantes tenía en 2001 una permanencia menor a tres años, el 15% de cuatro a seis años y el 45% 
de siete años y más. Entre los que no habían nacido en el barrio, se observó que la mitad tuvo 
residencia anterior en La Plata, el 17% en países limítrofes, el 17% en el resto de la Provincia de 
Buenos Aires, el 8% en el interior del país y el 6% en la Capital Federal.
En relación a la estructura de los hogares, el análisis del tamaño de los mismos arrojó un promedio 
de cinco personas por hogar; al agrupar los hogares según número de componentes se observó que las 
categorías más frecuentes correspondían a los hogares con tres y cuatro miembros (34%) y con cinco y 
seis miembros (31%), mientras el 23% de los hogares estaban constituidos por más de seis personas. 
Con respecto al tipo de hogar según la composición de parentesco, casi el 75% de los hogares eran 
nucleares y alrededor del 20%, ampliados.
El estado de las calles del barrio, las características de las viviendas y la provisión de servicios eran 
muy precarias. 
Las calles eran de tierra y se inundaban fácilmente con la lluvia, lo cual dificultaba el tránsito de 
los habitantes y los vehículos.
6 Según el relevamiento realizado en 2001, en el barrio se identificaron 142 hogares, de los que se encuestaron 
127 (89.4%). En estos hogares se censó a un total de 642 personas. 
21
Aproximadamente la mitad de las viviendas estaban construidas con madera como material 
predominante en las paredes, el 38% con mampostería y el 13% con chapas de metal o fibrocemento. 
Los techos de las mismas eran en su gran mayoría de chapa (90%) y en los pisos predominaba el 
cemento o ladrillo fijo (76%), aunque en un 17% de las casas los pisos eran de tierra o ladrillo suelto. 
Cerca del 70% de las viviendas estaba compuesta por dos o menos habitaciones (excluyendo baño 
y cocina), y en alrededor del 35% se contabilizaban, en promedio, cuatro o más personas por 
habitación.
Casi la totalidad de las casas contaba con baño, pero en la mitad de los casos éste se encontraba 
afuera de la vivienda, y se trataba mayoritariamente de una instalación de inodoro sin botón/cadena ni 
arrastre de agua. El desagüe del baño iba hacia pozo ciego en el 66% de los casos, en el 19% hacia 
cámara séptica y pozo ciego, y el 10% tenía otro tipo de desagüe, que en la mayor parte de los casos se 
trataba de la descarga en la laguna cercana a las viviendas del barrio.
Con respecto a la provisión de servicios, el 89% utilizaba la provisión de agua de red, aunque se 
trataba mayoritariamente de una conexión precaria. La mitad poseía agua adentro de la vivienda, el 
45% fuera de la vivienda pero dentro del terreno, y aproximadamente un 5% de las casas debía 
proveerse de agua utilizando alguna fuente ubicada afuera del terreno. El 99% contaba con instalación 
de electricidad en el interior de la vivienda y el 58% utilizaba el servicio de recolección de la basura, 
mientras que el 28% la quemaba y el 13% sólo la tiraba.
En relación con la educación de los habitantes, era destacable el alto nivel de escolarización de los 
niños, dado que el 91% de los chicos de entre cinco y trece años asistía a la escuela, si bien al 
desagregar por sexo se observaba que casi el 99% de las mujeres de esa edad, y sólo el 83% de los 
varones estaban insertos en el sistema educativo. Para el grupo de edad de catorce a veinticuatro años, 
en cambio, el porcentaje de asistencia escolar era de 27%, siendo que un 70% de los jóvenes de esta 
edad no asistía en el momento pero había asistido en el pasado.
En referencia a la situación educacional de los jefes y las cónyuges, se observó que el 35% de los 
jefes había alcanzado el nivel primario incompleto, el 47% había completado ese ciclo y el 13% había 
iniciado el secundario pero no lo había completado. Entre las cónyuges, el 32% tenía estudios 
primarios incompletos, el 44% completos y el 17% contaba con estudios secundarios incompletos. De 
la totalidad de las unidades domésticas encuestadas, el 8% de los jefes y el 6% de las cónyuges nunca 
habían asistido a la escuela.
Con respecto a la situación ocupacional de los habitantes del barrio, los resultados del censo 
mostraron que el 80% de los jefes de hogar trabajaban, y entre las cónyuges sólo un 27%. Entre los 
hijos varones el 46% estaba ocupado, mientras que entre las hijas trabajaba el 25%. En el grupo de 
hogares con jefatura femenina, el 73% de las jefas estaba ocupado.
Entre los miembros del hogar que no trabajaban, el 86% de los jefes y la mitad de las cónyuges 
buscaban una ocupación, y entre los hijos, más de la mitad de los varones y el 25% de las mujeres 
buscaba ocupación.
Al agrupar los hogares según el número de miembros ocupados, se observó que en casi el 12% de 
22
los mismos ninguno de los componentes contaba con una ocupación, en el 49% sólo un miembro 
estaba ocupado, en el 28% dos miembros tenían ocupación, y en el resto tres o más.
Dentro de la población ocupada, era destacable la elevada incidencia de la subocupación, dado que 
sólo la mitad de los jefes de hogar eran ocupados plenos (trabajaban 35 horas o más), y los porcentajes 
de ocupados plenos entre las cónyuges y los hijos apenas alcanzaban al 35% paraambos grupos.
Más de la mitad de los jefes ocupados eran obreros -dentro de los cuales más de la mitad trabajaba 
en la construcción, el 32% en comercio y sólo el 6% en la industria manufacturera- y el 37% eran 
cuentapropistas cuya actividad, en la mayoría de los casos, era la recolección de cartón y botellas.
Entre las cónyuges que trabajaban, el 35% eran obreras -que trabajaban mayoritariamente en 
servicios- y la misma proporción eran cuentapropistas, dedicadas también en general a juntar cartón y 
botellas.
Y entre los hijos, cerca del 40% eran obreros -ocupados en la construcción en el 40% de los casos, 
en el 33% en servicios y en el 20% en comercio- e igual proporción trabajaba por cuenta propia, 
también como cartoneros.
La gran mayoría de los asalariados no tenía protección social, y la mitad de los trabajadores 
contaba con un trabajo inestable.
Entre los ocupados, el 34% de los jefes, el 41% de los hijos y el 17% de las cónyuges buscaba otra 
ocupación, debido en la mayoría de los casos a los bajos ingresos que obtenían en su trabajo.
Con respecto a los ingresos, los datos acerca del ingreso diario per cápita familiar mostraron que en 
el 8% de las unidades domésticas ningún miembro percibía ingresos, en el 21% de las mismas cada 
miembro percibía menos de 1 peso diario, en el 50% más de 1 peso y menos de 4.5 pesos diarios, y en 
el 21% más de 5 pesos hasta 13.5 pesos diarios. 
La organización doméstica de las unidades seleccionadas
El tiempo de residencia en el barrio de las familias entrevistadas en 2001 oscilaba entre algunos 
meses y catorce años.
Los lugares de procedencia, localidades del interior de la provincia de Buenos Aires (Pehuajó, 
Longchamps, Chascomús), la provincia de Mendoza y países limítrofes (Paraguay y Bolivia).
Según afirmaron la mayoría de las mujeres entrevistadas, el motivo de la llegada al barrio había 
sido la búsqueda de mejores condiciones de trabajo, la expectativa de alcanzar mejores condiciones de 
vida. 
• División intrafamiliar del trabajo
La mayor parte de los jefes de hogar eran trabajadores informales e inestables. De las familias 
entrevistadas, sólo en tres casos los jefes de hogar contaban con un trabajo formal en el sector 
servicios o en la construcción, y una de ellos era mujer jefa de hogar. El resto, vivía situaciones 
23
laborales sumamente precarias y discontinuas, fundamentalmente vinculadas a la construcción y a los 
servicios personales: changas de albañilería, jardinería, recolección de cartones y/o botellas en un 
carro, y obreros ligados a empresas de la construcción o servicios de manera informal. 
En la tabla que sigue se presenta en detalle la situación laboral de los distintos miembros de cada 
unidad doméstica, con base en lo que contaron las mujeres entrevistadas: 
Unidades 
domésticas
Tipo de 
estructura
Situación laboral
Jefe Cónyuge Hijos ** Otros ***
UD 1 Nuclear, 1º ciclo
8 miembros
Empleado empresa de 
limpieza
Inactiva -
UD 2 Nuclear, 1º ciclo
4 miembros
Obrero en un stud (en 
negro)
Inactiva -
UD 3 Nuclear, 1º ciclo
8 miembros
Chofer de camión 
(formal)
Inactiva -
UD 4 Ampliada, 1º ciclo
5 miembros
Hace changas de 
albañilería
Inactiva Hermano: 
ídem jefe
UD 5 Ampliada, 2º ciclo 
6 miembros
Albañil para empresa 
constructora
Desocupada Hija (14):
inactiva, estudia
Cuñado:
ídem jefe
UD 6 Compleja
9 miembros
Hace changas de 
albañilería
Desocupada Sobrina y esposo: 
desocupados
UD 7 Nuclear, 2º ciclo
4 miembros
Hace changas de 
albañilería
Empleada 
doméstica
Hijos (17 y 19):
inactivos, estudian
-
UD 8 Nuclear, 3º ciclo *
2 miembros
Empleada empresa de 
limpieza (formal)
- Hijo (25):
desocupado
-
UD 9 Nuclear, 1º ciclo
5 miembros
Empleado lavadero 
autos (en negro)
Inactiva -
UD 10 Compleja
5 miembros
Hace changas de 
jardinería
Hace changas 
de jardinería
Hijo (19): 
changas albañilería
Hijo y esposa:
changas jardinería
UD 11 Nuclear, 1º ciclo
2 miembros
Carrero Inactiva - -
UD 12 Ampliada, 1º ciclo 
3 miembros
Hace changas como 
gasista
Inactiva - Hermano: inactivo 
(es pensionado)
UD 13 Nuclear, 3º ciclo
4 miembros
Obrero fábrica pre-
moldeados (formal)
Inactiva Hijos: (19): ídem 
jefe; (17): changas
-
UD 14 Compleja
7 miembros
Changas para fábrica 
de premoldeados
Inactiva Cuñado: ídem jefe 
Cuñada:desocupada
UD 15 Nuclear, 2º ciclo
6 miembros
Obrero fábrica de 
alambrados
Desocupada Hijo (14):
inactivo, estudia
-
UD 16 Ampliada, 3º ciclo 
* 
4 miembros
Cocinera en parrilla - Hijos: 
(22):vidriería;
(23): fábrica pastas 
Madre: 
inactiva
* Unidades domésticas con jefatura femenina.
** Se especifica sólo en los casos en que hay hijos de 14 años o más, ya que no se encontraron casos de trabajo infantil.
*** Se indica el parentesco con el jefe de hogar.
Como puede observarse en la tabla, sólo dos de las cónyuges desarrollaban un trabajo 
extradoméstico, también informal: como empleada doméstica y haciendo changas de jardinería. Las 
restantes eran inactivas o se declaraban desocupadas: la oscilación entre estas dos condiciones de 
actividad es compleja, y se relaciona con varias cuestiones que serán explicadas a continuación. 
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Del análisis de las entrevistas se deduce que -como se señaló más atrás- la participación femenina 
en el mercado de trabajo está condicionada fundamentalmente por tres factores: el ciclo de vida que 
atraviesa la familia, la situación laboral del jefe de familia, y, en el caso de mujeres jefas, la 
inexistencia de la pareja. Estos factores se mezclan, a la vez, con las concepciones y representaciones 
acerca de la división intrafamiliar del trabajo doméstico y extradoméstico, y con ciertas relaciones de 
autoridad.
El ciclo de vida por el que atraviesa la familia aparece como un condicionante muy fuerte para la 
inactividad de las mujeres. En casi todas las unidades domésticas del primer ciclo de vida 
consideradas, es decir, aquellas que tenían hijos pequeños, las mujeres resaltaron la imposibilidad de 
trabajar por la necesidad de atender a sus hijos:
...no, sí, he querido buscar, lo que pasa es que no, con ellos no tengo tiempo. Estoy 
sola... (Informante Nº3)
...no, porque tengo dos nenas, la otra más chica y ésta...no, no he buscado. 
Anteriormente sí trabajaba cuando estaba sola. Y cuando estaba embarazada de la 
mayor también trabajaba. (Informante Nº 4)
En las familias que habían entrado ya en el segundo y tercer ciclo, es decir, donde los hijos eran 
más grandes, varias mujeres afirmaron estar buscando trabajo, otras ya tenían una actividad 
extradoméstica. 
La etapa del ciclo familiar, se entremezcla a la vez con la situación laboral del jefe, como lo 
muestran los siguientes ejemplos:
Sí, a mí me gusta trabajar. Me gustaría porque...eh...qué sé yo, ya es otra entrada 
más, viste, y es como que ya, viste, tus hijos...‘bueno, sí, te gusta eso, bueno, está 
bien’, viste, como que duele menos. No es como un sueldo solo, mi marido gana 
cien pesos por semana...y yo tengo cuentas, viste... (Informante Nº 9)
Hoy en día se trabaja los dos...porque como está...no sé. Sí, se trabaja para 
ayudarnos más, un poco. Porque a veces si tu marido no tiene trabajo, ehh...por 
ahí yo tengo y le salvo, le ayudo a ellos. Así yo pienso, no sé. Porque por ahí él no 
tiene, y entonces yo tengo. Y si yo no tengo, él tiene. (Informante Nº 7)
No, porque como yo...o sea, si yo me...me vería en una situación muy apretada de 
decir: ‘bueno, sí, tengo que salir a trabajar porque esto no va más’, a lo mejor 
salgo igual a trabajar. Pero como sé que no, no es necesario que yo salga a 
trabajar... (Informante Nº 13)
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Sumado a la situación laboral del jefe, para las unidades que se encontraban en el tercer ciclo de 
vida, el hecho de que todos los hijos trabajaran permitía dar cierto“alivio” para los gastos cotidianos, 
y esto se reflejaba en la decisión de no trabajar de algunas mujeres: 
Aparte, ya digo, no tengo chicos chiquitos para decir, viste, te hacés problema por 
el colegio, te...te... No, yo, lo que tengo gracias a dios...aparte ellos lo que ganan 
es de ellos, yo no tengo que pensar en comprar zapatillas, comprar 
pantalones...no, todo es de ellos, viste, se compran las cosas ellos. Así que yo 
tengo que pensar en mí y en mi marido, nada más. (Informante Nº 13) 
Si nos atenemos a las definiciones tradicionales de inactividad y desocupación, puede decirse que, 
a pesar de que algunas se ubicaban claramente en la inactividad, la mayor parte de las mujeres 
entrevistadas oscilaba entre ambas categorías: ante las inserciones laborales inestables de los hombres, 
varias cónyuges que en un principio no habían mencionado estar buscando trabajo, afirmaron luego 
que les gustaría trabajar si encontraran una actividad.
En los dos casos de mujeres jefas de hogar entrevistadas, su inserción laboral era estable -una de 
ellas contaba con todos los beneficios de un trabajo formal, la otra no tenía un contrato por tiempo 
indeterminado pero hacía varios años que trabajaba en el mismo lugar-. En ambos casos se trataba de 
mujeres que habían criado solas a sus hijos, por lo que llevaban años trabajando y siendo el sostén 
principal del hogar.
En las unidades domésticas del segundo y tercer ciclo pudo observarse, además, la participación 
económica de los hijos. De las siete familias con hijos mayores de 13 años, en cuatro casos alguno o 
todos los hijos trabajaban o buscaban trabajo.
 Los casos analizados muestran que, en un principio, la incorporación de los hijos al mercado de 
trabajo se asoció con la salida de la escuela y con la búsqueda de cubrir ciertos gastos personales, más 
que con la necesidad de aportar al presupuesto básico del hogar. Una vez insertos en el mercado de 
trabajo, comenzaron a colaborar en el mantenimiento de la unidad doméstica, en algunos casos 
ocasionalmente, y en otros de manera regular: 
- ¿Y en su momento por qué empezaron a trabajar?
- Y, ellos empezaron a trabajar porque sino iban a andar todo el día en la calle.
- ¿Habían dejado el colegio?
- No, no, ella terminó el colegio, y eh...el más chico no, el más chico hizo séptimo 
grado, y no quiso seguir más. Y entonces empezó a varear, era vareador, vareó un 
tiempo, hasta que consiguió este trabajo. Entonces empezó a trabajar, porque no 
es bueno andar en la calle, más en este barrio. Entonces...empezaron a trabajar. Y 
otra cosa que como les gusta el dinero...vos, viste, apechugás. (Informante Nº 16)
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...trabajar...Juan, como ser, trabaja porque le gusta progresar a él, quiere tener 
sus cosas él. (...) ...quiere tener sus cosas para el día de mañana.(...) Ahora, ya 
Marcos es un poquito más tiro al aire porque como es más chico, viste, ya... O 
sea, si tiene una changa la hace, sino él, viste, pa’ los vicios de él... (...) No, no, si 
tienen que colaborar, o sea, no...no es que ellos dicen: ‘bueno...’ -porque cobran 
por semana- ‘...tal semana yo tengo que darle tanto a mi mamá’, no, porque si yo 
no lo necesito, no. Ahora, si yo lo necesito, bueno, le digo: ‘chicos, necesito tanto’, 
y ellos no tienen problema. (Informante Nº 13)7 
...como ser...trabaja, trabaja mi marido y él, este chico [el hijo], y...y ya traen las 
cosas. Trabajamos nosotros y vamos y traemos las cosas. Y así, cada 
cual...compra. Sale a trabajar, trae las cosas para la casa. Sale a trabajar el otro 
y trae las cosas para la casa... (Informante Nº 10)
Las edades de los hijos que trabajaban eran en todos los casos mayores de 16 años; sólo en el caso 
de una familia los hijos mayores de esa edad (17 y 19 años) eran inactivos por encontrarse estudiando. 
El resto de los hijos que trabajaban había abandonado la escuela sin terminar o había completado el 
nivel primario y no quiso seguir. 
Con respecto al trabajo doméstico, los datos de las entrevistas confirmaron lo que se mencionó más 
atrás, ya que la responsabilidad por la realización del mismo recaía en mayor medida sobre las 
cónyuges. Los hombres colaboraban de manera diferencial, de acuerdo a su situación laboral: en 
general, aquellos que trabajaban de manera regular y pasaban gran cantidad de horas afuera de la casa, 
no realizaban trabajo doméstico. En cambio, aquellos que trabajaban de manera inestable y pasaban 
más tiempo en la unidad doméstica, solían colaborar en las tareas del hogar, pero sólo en unos pocos 
casos lo hacían de manera regular y constante. 
Según lo que contaron las entrevistadas, cuando estaban en el hogar, los hombres tendían a 
ocuparse más de las tareas relacionadas con los arreglos y el mantenimiento de la vivienda que del 
resto de las tareas domésticas:
Sí, sí, yo hago todo, pero él empieza a clavar por ahí, a cerrar...así está, poniendo 
un trapo, cambiando esto, poniéndote ahí, o cualquier cosa... (Informante Nº 7)
 En las unidades del primer ciclo de vida, los hombres que trabajaban también solían ocuparse más 
del cuidado de los hijos que del trabajo doméstico cuando estaban en el hogar:
Sí, cuando está, siempre...no me ayuda de bañarlas o hacer esas cosas, pero 
7 Los nombres a los que hicieron referencia las entrevistadas fueron cambiados.
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siempre está con los chicos jugando o llevando a caminar, así. (Informante Nº 4) 
Los hijos también realizaban trabajo doméstico de manera diferencial. Cuando eran chicos, en la 
mayoría de los casos colaboraban con pequeñas cosas en las tareas de la casa (arreglaban sus camas, 
ordenaban su pieza, lavaban los platos, daban de comer a los animales). En algunos casos las hijas 
mujeres ayudaban más que los varones. Cuando las familias ya entraban en el segundo y tercer ciclo 
de vida, los hijos colaboraban de manera más constante y asumían la responsabilidad por algunas 
tareas específicas (se encargaban de la limpieza de algunas partes de la vivienda, cocinaban, hacían los 
mandados, lavaban su ropa).
 
• Roles y responsabilidades
Tal como se señaló, las valoraciones y representaciones acerca de los roles y responsabilidades de 
cada miembro del hogar ocupan un lugar central en la definición de las modalidades que adopta la 
división intrafamiliar del trabajo. La distribución de la responsabilidad por la producción de ingresos y 
por el mantenimiento cotidiano de la unidad doméstica se encuentran fuertemente asociadas a ciertos 
patrones sociales de comportamiento esperado para los diversos miembros.
En los casos analizados, la identificación del hombre como el principal proveedor del hogar, la 
participación económica de la mujer, y la responsabilidad por el trabajo doméstico se encuentran 
ligados a ciertas concepciones tradicionales sobre la división sexual y generacional del trabajo.
En todas las unidades domésticas en que existían hombres jefes de hogar, la asignación de la 
responsabilidad por el sustento económico de la unidad recaía de manera predominante sobre él: 
...la responsabilidad, mirá, mirá, mi marido tiene la responsabilidad de trabajar, y 
traer él...para la comida de la casa. (Informante Nº 9)
Yo pienso que yo tengo que atender a mis hijos, lo más mínimo que puedo hacer 
estar con ellos es todo el día. No dejarlos... (...) Y el padre también, porque por ahí 
está jugando con él o...también que no le falte nada, que vaya a trabajar. 
(Informante Nº 4) 
No es así, el hombre es...ser hombre es aprender a...¿cómo se llama?...a tener 
seguridad, a saber que si le dicen: ‘mirá, vas a recibir esta paga’, él tiene que 
saber cómo organizar ese dinero. No en una noche, no en un día. Sino varios días 
de la semana. (Informante Nº 12)
La obligatoriedad del trabajo masculino se daba casi siempre por sentada. Aunque las mujeres 
trabajaran o consideraran

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