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Estigma en Psiquiatría

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ESTIGMA EN PSIQUIATRÍA
Perspectivas y Nudos Problemáticos
Compiladores:
Dr. Enrique Mendoza Gaitán • Dra. Graciela Beatriz Onofrio
APAL EDICIONES, 2018
Obra s/t, autor: Eduardo Del Estal (Argentina)
APAL EDICIONES, 2018
ESTIGMA EN PSIQUIATRÍA
Perspectivas y Nudos Problemáticos
Compiladores:
Dr. Enrique Mendoza Gaitán • Dra. Graciela Beatriz Onofrio
Obra s/t, autor: Eduardo Del Estal (Argentina)
ESTIGMA EN PSIQUIATRÍA
Perspectivas y Nudos Problemáticos
Fué impreso en los talleres de
Grupo Delema Hermanos S.A.
Tel. 2250-5923
Compiladores:
Dr. Enrique Mendoza Gaitán y Dra. Graciela Beatriz Onofrio
Diagramación:
Daniel Rodas
ÍNDICE: 
PRÓLOGO: 
Enrique Mendoza Gaitán (Presidente de APAL, 2016-2018)
INTRODUCCIÓN: 
Graciela B. Onofrio (Coordinadora de Secciones de APAL, 2016-2018)
 
CAPÍTULO I: La lucha contra el estigma de la enfermedad mental
Pedro M. Sánchez Gómez.
CAPÍTULO II: Estigma, legislación y locura
José María Martínez Ferretti
CAPÍTULO III: Estigma en la esquizofrenia
Fabián Lamaison
Gesell María Elizabeth
CAPÍTULO IV: Estigma y discriminación en la persona con 
adicciones
Elvia Velásquez de Pabón
Javier Didia Attas 
CAPÍTULO V: Trastorno de personalidad límite: ESTIGMA, 
ESTEREOTIPOS Y DISCRIMINACIÓN 
Enrique Chávez- León
CAPÍTULO VI: El paciente difícil
Susana Calero
Marcela Waisman Campos
CAPÍTULO VII: Estigma y discriminación en los adultos mayores
Alicia Beatriz Kabanchik
CAPÍTULO VIII: Estigma y Psicoterapia: Tres intersecciones
Rafael Sibils
CAPÍTULO IX: Conocimiento integrado acerca del estigma
Elba Beatriz Tornese
CAPÍTULO X: Estigma y salud mental en la violencia de pareja
Julio Torales 
Andrés Arce
Israel González
CAPÍTULO XI: Violencia, Sociedad y Patologías emergentes
Horacio Vommaro 
CAPÍTULO XII: Cuerpo y estigma
Graciela B. Onofrio
CAPÍTULO XIII: Estigma y Legislación: Imagen Corporal, Mujer 
y TCA 
Barriguete-Meléndez JA, Ollié JP, Rojo-Moreno L Barriguete-Chávez 
Peón P, Gónzalez Olga, Rutsztein G
 
CAPÍTULO XIV: Teorías psiquiátricas estigmatizadoras
Humberto Casarotti
CAPÍTULO XV: El Muro empieza en el sur: migraciones 
latinoamericanas
Sergio J. Villaseñor-Bayardo
CAPÍTULO XVI: Documento de la APAL sobre estigma en 
Psiquiatría y salud mental, 
Petén, Guatemala, enero de 2018 
5
PRÓLOGO
Cuando Guatemala decidió participar como país sede del XXIX Congreso 
de la Asociación Psiquiátrica de América Latina, elaboramos un plan 
de gobierno, que incluyera dentro de sus ejes temáticos de trabajo 
“El Estigma en Psiquiatría y Salud Mental”, el cual se constituyó en el 
tema prioritario. Durante el desarrollo del presente bienio (2016-2018), 
los países miembros de la APAL, se han comprometido en apoyar, 
incluyendo en sus diferentes Programas, temas relacionados con 
el Estigma en Psiquiatría. Abordados en el marco de los Congresos 
Médicos, Actividades Académicas, Discursos, Comunicados y una serie 
de acciones dentro de sus Asociaciones y/o Sociedades o fuera de ellas.
El inicio de este trabajo comenzó con el título del XXIX Congreso de la 
APAL: “Reto de una Psiquiatría para todos: Desestigmatización y Trabajo 
Comunitario”. Mismo que se realizó en Ciudad de Antigua Guatemala, 
Guatemala del 29 de octubre al 1 de noviembre 2016.
Esta motivación de trabajar intensamente sobre el Estigma en Psiquiatría, 
se justifica debido a que probablemente no exista otro ámbito de la salud 
cuyos usuarios y usuarias hayan sido objeto de maltrato y vejaciones que 
pueda compararse con lo que han sufrido el colectivo de personas con un 
trastorno mental. La discriminación, el trato, las condiciones de vida y las 
mínimas posibilidades de desarrollo de una persona, la violación de sus 
derechos, violación que la Salud Mental vive día a día, y que es ejercida 
tanto por las Instituciones públicas de Salud, como por la sociedad en 
conjunto.
El estigma empeora la calidad de vida afectando negativamente las 
oportunidades de educación e inserción laboral, e interfiere en los 
esfuerzos de rehabilitación, afectando a la familia y debilitando la red 
social de soporte. Es un problema social que debe ser abordado desde 
las instituciones, la propia sociedad y los medios de comunicación. 
(OMS) El actual Comité Ejecutivo de la APAL, consideró necesario 
dejar un legado a la Sociedad Latinoamericana, publicando un libro 
sobre el tema abordado, por lo que, se solicitó apoyo a las diferentes 
Secciones que trabajan incansablemente en pro de la Institución 
apalista. Agradecimiento que hoy patentizo a las Secciones de la APAL, 
coordinadas extraordinariamente por la Dra. Graciela Beatriz Onofrio, 
desde hace varios años.
También agradezco a las Asociaciones y Sociedades miembros de la 
APAL, por su asistencia a la Asamblea Extraordinaria realizada en el 
Departamento de El Petén, Guatemala, el día 27 de enero 2018 donde 
se produjo el Documento sobre Estigma en Psiquiatría y Salud Mental.
6
Presentamos el libro “Estigma en psiquiatría: Perspectivas y nudos 
problemáticos”. Como un esfuerzo del Comité Ejecutivo de la APAL 
2016-2018.
Emigdio Enrique Mendoza Gaitán 
(Presidente de APAL 2016-2018)
7
INTRODUCCIÓN
Graciela Beatriz Onofrio 
(Coordinadora de Secciones de APAL, Comité Ejecutivo APAL 2014-
2016; 2016-2018)
Introducir una obra colectiva es siempre una ocasión jubilosa, sobre todo 
teniendo en cuenta que hablan en esta obra voces de muchas regiones 
emparentadas por un sentido común de hermandad: la identidad de 
pueblos con varias fundaciones. 
¿Cuál es la identidad de la Psiquiatría Latinoamericana? Es una identidad 
múltiple y compleja que se abre al mundo de significaciones estableciendo 
puentes y transversalidades y que lleva adelante, en prácticas colectivas 
y comunitarias, acciones y respuestas a los problemas emergentes de la 
región. Somos un colectivo inquieto y curioso que propone interrogantes 
y los aborda con la fuerza de su colorida creatividad. Salimos al, a veces 
dificultoso, rescate de nuestra memoria. 
Tenemos que agradecer primeramente al Dr Rodrigo Nel Córdoba 
Rojas la propuesta inicial durante su Presidencia de APAL (2014-2016) 
de inaugurar una publicación oficial de las Secciones con lo que fuera 
luego el libro: “Manual de psicoterapias: importancia de las psicoterapias 
en Psiquiatría desde diferentes perspectivas”, editado en Guatemala 
y presentado oficialmente en la Asamblea ordinaria de APAL, en el 
bello marco de la ciudad de Antigua Guatemala en el año 2016. Las 
psicoterapias fueron abordadas allí por quince capítulos que dieron un 
brillo especial a nuestra tarea de psicoterapeutas desde la Psiquiatría. 
El libro “Manual de Psicoterapias: Importancia de las psicoterapias en 
Psiquiatría desde diferentes perspectivas” fue declarado de interés para 
la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA), bajo la 
Resolución 1476, a los 19 días del mes de junio de 2017. 
El actual Presidente de APAL, Dr Enrique Mendoza Gaitán (Presidente 
de APAL 2016-2018) supo recoger este desafío y promover la escritura 
de esta otra Obra, también construida artesanalmente por las Secciones 
de APAL y con la invalorable presencia de otros autores que le hacen 
un digno marco. Abarcamos ahora el tema: “Estigma en Psiquiatría: 
Perspectivas y Nudos problemáticos”.
Recorriendo varios capítulos que han sabido delinear las diversas 
perspectivas, se avanza en propuestas hacia un tema que ha sido lema 
central para la APAL en este período: la desestigmatización del paciente 
psiquiátrico y, con ello, la desestigmatización de la Psiquiatría. 
Toda ocasión de estigma deja sin posibilidades a un sujeto y nuestra tarea 
8
está definida por personas que brindan servicios a personas dentro de 
una Psiquiatría centrada en el trato humanitario y hacia un conocimiento 
científico integrado.
Nuestro libro habla de derribar muros y finaliza con el documento firmado 
en la Asamblea Extraordinaria de APAL, que se llevó a cabo en la ciudad 
de Tikal, Departamento de Petén, Guatemala, en enero de 2018.Muchas 
gracias a mis colegas que me han permitido ser testigo de esta obra y de 
este recorrido. 
 
9
CAPÍTULO I
La lucha contra el estigma de la enfermedad mental.
Pedro M. Sánchez Gómez.
Unidad de Psicosis Refractaria. Hospital Psiquiátrico de Álava. Red de 
Salud Mental de Álava. Servicio Vasco de Salud-Osakidetza. Vitoria. 
España.
Facultad de Medicina y Enfermería. Universidad del País Vasco. Bilbao. 
España.
1.- El estigma de la enfermedad mental: ¿qué es? ¿qué supone?
 Estigma, palabra latina prestada del griego, se empleó en su 
origen para designar una marca hecha en la piel con un hierro candente1. 
Era la marca, infamante, que en algunas ciudades de la Grecia clásica 
se imponía a reclusos libertos o a esclavos. Su finalidad última era 
segregarlos del resto de la sociedad mediante una marca claramente 
visible. 
 Históricamente no siempre ha sido asociado a connotaciones 
negativas. En el cristianismo la palabra estigma se ha empleado en el 
sentido de “huella impresa sobrenaturalmente en el cuerpo de algunos 
santos extático como símbolo de la participación de sus almas en la 
pasión de Cristo”1. Esta acepción, casi en desuso, ha sido sustituida por 
la original en el habla de nuestra época.
 El término estigma aplicado a la enfermedad mental designa, en 
la actualidad, a todos los fenómenos que conducen a una persona que 
sufre una enfermedad mental a ser reconocido públicamente como tal y, 
de manera automática, excluido socialmente de manera que se le priva 
de todos los recursos y oportunidades de los que el resto de ciudadanos 
nos beneficiamos. Es, en breves palabras, el rechazo social que estas 
personas sufren por el mero hecho de padecer una enfermedad mental.
 En este sentido los límites semánticos del término estigma, 
cuando se aplica a la enfermedad mental, se han ampliado y actualmente 
empleamos esta palabra para numerosas situaciones generadoras de 
exclusión social en estas personas: creencias, prejuicios y conductas, 
leyes discriminatorias, procedimientos y regulaciones en servicios 
sociales, sanitarios o en la empresa privada igualmente discriminatorios, 
falta de servicios sanitarios suficientes para personas con enfermedad 
mental y, en definitiva, cualquier situación que suponga una merma en las 
oportunidades sociales que sufren las personas con un trastorno mental.
 En los últimos años se ha consolidado una partición del concepto 
de estigma en dos entidades discretas. La primera es la denominada 
estigma público que hereda la tradicional idea del estigma asociado 
a la enfermedad mental. Comprende todo prejuicio y discriminación 
adoptada por la sociedad y dirigida contra las personas que padecen una 
10
enfermedad mental. La segunda es el llamado autoestigma. Por este 
último se entiende el daño que sucede cuando las personas que sufren 
una enfermedad mental interiorizan los prejuicios sociales existentes 
contra ellos.
 Cualquiera que sea el tipo de estigma, éste suele esconder 
en su trastienda una serie de componentes cognitivos y emocionales 
que no tienen por qué coincidir en el tiempo. Pero, sin duda, antes o 
después todos ellos acabarán afectando a cualquier persona que sufre 
una enfermedad mental. El primero de ellos es el miedo. Las personas 
con un trastorno mental son consideradas imprevisibles, sin control, 
agresivas. Dignas de ser temidas. La consecuencia lógica es su evitación 
y, posteriormente, la voluntad de apartarlas de la sociedad.
 El segundo es el autoritarismo. Las personas con enfermedad 
mental son considerados seres irresponsables que generan perjuicio a 
los demás y a sí mismos. La actitud lógica consecuente es la adopción 
de una actitud de autoridad sobre ellos, de mano firme, que les obligue a 
comportarse de acuerdo con el “sentido común”.
 La tercera es la benevolencia. Estas personas también llegan a 
ser consideradas infantiles e inmaduras. Incapaces de tomar decisiones 
responsables. Por eso se asume que terceros deben tomar decisiones 
por ellos, con la finalidad de protegerlos.
 El estigma agrava la situación de pérdida de oportunidades 
que la propia enfermedad ya acarrea. En este sentido agrava la carga 
que estas personas deben sobrellevar para hacer frente a los desafíos 
que la sociedad nos presenta para la supervivencia. El rechazo a la 
persona con enfermedad mental compromete claramente su capacidad 
para establecer y mantener la necesaria red social y familiar. Disminuye 
las oportunidades de acceder a una buena educación y, finalmente, las 
opciones de empleo y éxito social. Todo ello encamina a estas personas 
hacia la pobreza y la dependencia.
2.- Los mecanismos de estigmatización de la persona con 
enfermedad mental.
 Suele pensarse que los mecanismos por los que una persona 
con enfermedad mental es estigmatizada son siempre directos. Es decir, 
por la acción directa de otra persona, de la sociedad en su conjunto o 
de una institución. Pero no debe olvidarse que hay también sistemas 
indirectos para estigmatizar a alguien. Estos mecanismos indirectos son 
más sutiles y, en consecuencia, de más difícil detección, pero igualmente 
efectivos a la hora de segregar a alguien del conjunto de la sociedad.
 Uno de ellos es la falta de inversión en recursos sanitarios para las 
enfermedades mentales. O también abordar los dispositivos sanitarios de 
manera distinta al resto de las especialidades médicas. Tal es el caso de 
la negativa a abrir unidades de psiquiatría en los hospitales generales. O 
la creación de hospitales monográficos psiquiátricos en lugares remotos, 
de difícil acceso. O vincularlos a servicios penitenciarios, en ocasiones 
11
hasta compartiendo espacios físicos.
 Otro de los sistemas indirectos es la atención diferente a los 
problemas de salud física. Se generan barreras y dificultades para que 
puedan acceder a sus médicos de atención primaria o los servicios 
especializados. En los protocolos de atención a diversas enfermedades 
médico-quirúrgicas se incluye la enfermedad mental como criterio de 
exclusión sin base empírica alguna para ello. Todo ello redunda en la 
reducción en la expectativa de vida que estas personas sufren en relación 
con sus poblaciones generales de referencia.
 Las propias personas con enfermedad mental renuncian 
voluntariamente a beneficiarse de los servicios de salud ya sea porque 
han interiorizado el estigma (autoestigma) o en base a experiencias 
previas de rechazo y hasta violencia vividas en carne propia.
 No debe olvidarse el denominado estigma por asociación, 
afiliación o cortesía. El rechazo social no solamente es vivido por la 
persona con enfermedad, se extiende también a sus familiares. Esto es 
aún más evidente en las sociedades donde las redes familiares son más 
intensas. Pero, de la misma manera, se extiende a aquellos sanitarios 
que los tratan (psiquiatras y enfermeras), a los lugares donde son tratados 
(unidades de psiquiatría) y hasta a los propios tratamientos psiquiátricos 
(es el caso de la terapia electroconvulsiva, o los propios psicofármacos).
3.- El estigma contra la enfermedad mental en el medio sanitario.
 El medio sanitario, que debería suponer un bálsamo para las 
personas que sufren algún tipo de enfermedad mental, es en la realidad 
un medio tan hostil para ellos como el resto de la sociedad. Este fenómeno 
es universal. Es, por su naturaleza, especialmente lacerante.
 Es de sobra conocido que la comorbilidad con enfermedades 
médicas es inaceptablemente alta entre las personas con enfermedad 
mental. Que en el trastorno mental grave hay una alta prevalencia de 
hábitos poco saludables y que en estas personas la expectativa de 
vida está inaceptablemente acortada (hasta 20 años en relación con la 
población general). Y a pesar de todo se ha demostrado que en países 
desarrollados las personas con enfermedad mental acceden menos a 
los servicios de mamografías preventivas del cáncer de mama, que es 
menos probable que sean especializados si sufren una crisis diabética o 
que se beneficien de una cateterizacióncardíaca en el caso de sufrir un 
evento cardiovascular.
 Sin haber encuestas al respecto, es conocida la existencia de 
estereotipos asociados a las personas con enfermedad mental y que 
sostienen médicos, enfermeras y gestores de los servicios de salud. Así 
por ejemplo, y sin pruebas empíricas que lo demuestre, se mantiene 
frívolamente que estas personas presentan una mala adherencia a los 
tratamientos, que son agresivos, impredecibles, que no comprenden la 
información médica, o que no se los entiende. Igualmente, y sin base 
12
alguna, se afirma que presentan un peor pronóstico, que no se les puede 
pedir ningún esfuerzo o que, simplemente, no pueden.
 En este ambiente hostil no es extraño que estas personas deban 
sufrir privaciones de servicios sanitarios por el mero hecho de padecer 
una enfermedad mental. Estas privaciones pueden estar reguladas por 
protocolos y regulaciones. Pero también de manera implícita cada vez 
que algún profesional sanitario decide privar de atención a alguien por 
sufrir un trastorno mental. Todos aquellos que sufren una enfermedad 
mental grave pueden dar fe de todas las ocasiones que han tenido que 
sufrir rechazo, trato no adecuado cuando no, reproches y vejaciones.
 Pero no solamente los pacientes, también los psiquiatras, 
nuestras unidades y nuestros tratamientos suscitan el mismo rechazo en 
el medio sanitario. En la tabla I se muestran algunas de las creencias que, 
sobre los psiquiatras, son sostenidas por otros profesionales sanitarios y 
hasta gestores de la sanidad. 
 Sin embargo lo más sangrante, quizás, es que dentro de los 
propios servicios de psiquiatría el rechazo a la enfermedad mental no 
mejora. En tres cuartos de los estudios que han evaluado las opiniones 
entre profesionales de la salud mental, éstas son iguales o peores 
que en la población de origen2. En un estudio realizado en Suecia los 
profesionales sanitarios mantenían los mismos prejuicios sobre la 
enfermedad mental que el resto de la sociedad3. Además, en contra de 
lo esperado, las creencias más negativas eran sostenidas con mayor 
frecuencia por los profesionales más jóvenes, aquéllos que trabajan 
con la enfermedad mental grave y los que lo hacen en los hospitales 
monográficos psiquiátricos.
4.- El estigma, un fenómeno tan antiguo como la humanidad.
 Las enfermedades mentales no son las únicas enfermedades a 
las que la sociedad rechaza. La enfermedad estigmatizante por excelencia 
es una enfermedad infecciosa: la lepra. A pesar de ser una enfermedad 
curable, el estigma no ha cedido. Mejor suerte en este sentido ha corrido 
la infección por el VIH, pero no debemos olvidar el rechazo inicial que 
generó. Recientemente se ha vivido en España una situación similar con 
la enfermedad de Ébola que generó terror y rechazo por igual hacia las 
personas que llegaban infectadas desde el occidente africano en el año 
2015.
 El rechazo y miedo a la enfermedad hunde sus raíces en la 
concepción mágica de la enfermedad presente entre nosotros desde la 
emergencia del homo sapiens hace 300.000 años. En las civilizaciones 
del creciente fértil, como la cultura asirio-babilónica, la enfermedad era 
considerada como la consecuencia de una ofensa realizada contra la 
Divinidad. El enfermo era marcado con una mancha moral por los dioses 
y las personas debían rechazarlos moralmente y evitarlos por su propia 
seguridad4.
13
 En la civilización griega durante el período homérico (siglos IX al 
VIII a.C.) la enfermedad era igualmente considerada como consecuencia 
de la desobediencia humana a los dioses, el fruto del pecado. Sucedía 
tras la transgresión de la ley moral. Pero, a diferencia de las civilizaciones 
asiáticas, aquellos griegos consideraron que la enfermedad era una 
mancha corporal, somática4.
Esto facilitó la revolución que sucedió poco después en las colonias 
griegas del Mediterráneo oriental. En los siglos V y IV a.C. una serie de 
filósofos propusieron que el cuerpo humano era parte indistinguible de la 
naturaleza (physis)5. Su funcionamiento obedecía a las mismas leyes y 
éstas eran inteligibles para la razón humana. La enfermedad ya no era 
fruto de intervención divina, ni de fuerzas espirituales, ni del pecado. La 
enfermedad podía ser entendida y el médico comprender las causas de 
la misma e intervenir sobre ellas para devolver la physis a la normalidad. 
Surge la Medicina técnica y los primeros médicos pioneros de nuestra 
Medicina actual. Los enfermos ya no son culpables de su enfermedad, ni 
deben ser objetos de rechazo moral. Por el contrario pasan a ser sujetos 
de interés científico para el médico y abordados profesionalmente para 
restablecerlos al estado de salud.
Sin embargo ambas concepciones de la enfermedad, la técnica y la 
pretécnica han convivido hasta nuestra época. En las sociedades urbanas 
ya no se apela a la Divinidad, el pecado o la falla moral para explicar 
la enfermedad mental. Nuevos relatos han ido sustituyendo a los viejos 
dioses pero manteniendo las mismas actitudes de rechazo del pasado.
5.- ¿Cómo se forma el estigma contra la enfermedad mental?
 Si queremos intervenir eficazmente contra el estigma 
necesitamos un modelo de su formación que incluya todos los aspectos 
cognitivos, emocionales y sociológicos que justifican que los miembros 
de una sociedad sostengan creencias hostiles contra una enfermedad y 
contra quienes la padecen. Desafortunadamente, a pesar de la literatura 
existente sobre el estigma, escasean los modelos explicativos acerca de 
la formación del estigma.
 El modelo que más éxito ha tenido ha sido el propuesto por el 
psicólogo norteamericano Patrick Corrigan que se basa en los modelos 
de la psicología social6. Según este autor el estigma comienza cuando las 
personas con una enfermedad mental muestran una serie de conductas 
delatoras de sufrir esa enfermedad (ver tabla II)7. Una vez que una 
persona ha sido identificada como portadora de una enfermedad mental, 
se le aplican los estereotipos sociales sobre la enfermedad mental y las 
personas que la padecen.
 Los estereotipos son creencias, generalmente negativas, 
acerca de un grupo de personas y que son conocidos por todos los 
miembros de una sociedad. Que sean conocidos no significa que sean 
universalmente compartidos. En lo referente a la enfermedad mental los 
14
estereotipos más frecuentes son los que tienen que ver con la atribución 
de comportamientos violentos, o de ser incompetentes para la vida 
autónoma o de ser culpables o responsables de lo que les pasa por su 
debilidad de carácter7.
 La aplicación de los estereotipos sociales al sujeto previamente 
identificado desencadena los prejuicios. Éstos son las creencias y 
reacciones emocionales negativas con las que se evalúa a un sujeto 
y que, en el caso de la enfermedad mental, suelen asociarse a las 
emocionales de miedo e ira7.
 Las consecuencias de todo ello conducen a la discriminación del 
sujeto. Esta discriminación suele tomar las formas de aislamiento/rechazo 
social, privación de ayuda y solidaridad y restricción de oportunidades 
para el empleo, vivienda y autonomía económica.
 Ante todo esto que denominamos estigma público (y autoestigma 
cuando es interiorizado por el propio sujeto y su círculo familiar) quienes 
lo padecen reaccionan de diversas maneras. Muchos tratan de escapar 
de esta etiqueta siendo ocultados por sus familias, o aislándose del resto 
de la sociedad, u ocultado el diagnóstico médico que es vivido como 
algo infamante. O simplemente negando padecer enfermedad alguna lo 
que conlleva problemas de falta de adherencia e incumplimiento con los 
tratamientos médicos. En otras ocasiones buscando soluciones para o 
anticientíficas fuera de la Medicina científica.
6.- Las intervenciones para eliminar el estigma social contra las 
enfermedades mentales.
 Las intervenciones probadas hasta el momento para luchar 
contra el estigma pueden ser clasificada en tres grandes grupos: a) 
intervenciones educativas, b) las técnicas que suponen el contacto 
con personas conenfermedad mental y c) las actividades de protesta y 
activismo social.
 Las intervenciones educativas tienen como objetivo poner en 
duda los estereotipos falsos sobre la enfermedad mental sustituyéndolos 
sobre información factual y veraz sobre la misma. La ventaja de este 
tipo de abordajes es su amplia difusión. Llegan a grandes cantidades de 
personas y así el coste de la intervención por persona se reduce. Los 
vehículos son muy variados: anuncios en servicios públicos, publicidad, 
libros, folletos (flyers), cine, documentales, vídeos, podcasts, realidad 
virtual, internet, etc. Estas intervenciones pueden tener objetivos grandes 
sectores de la población o, por el contrario, grupos más focalizados 
como estudiantes, trabajadores, comunidades de vecinos, etc. Una 
variedad de estas intervenciones son aquéllas enfocadas en las propias 
personas con enfermedad mental y dirigidas a combatir el autoestigma. 
Suelen tratarse de intervenciones de tipo grupal y emplean modelos 
cognitivo-conductuales que tratan de desafiar y modificar las cogniciones 
vinculadas al autoestigma.
15
 Las intervenciones basadas en el contacto interpersonal 
se fundamental en el encuentro e interacción entre miembros de la 
comunidad y personas afectas de una enfermedad mental. El propósito 
de esta modalidad de intervenciones consiste en que la creencia de que 
el acercamiento reducirá la intensidad del prejuicio. El contacto puede 
ser directo (en vivo) o indirecto (a través de grabaciones en vídeo). Se 
sabe que existen una serie de características de esta modalidad de 
intervenciones que potencian su eficacia. Por ejemplo, los contactos vis a 
vis (tête-à-tête) permiten que las personas descubrir intereses similares y 
que, potencialmente, puedan llegar a establecer una amistad. Por otro lado 
los contactos que incluyen un objetivo común (por lo general actividades 
de ocio y tiempo libre) son especialmente eficaces. Son también mucho 
más efectivas aquellas interacciones que incluyen a personas con 
enfermedad mental que no encajan con los estereotipos aceptados (por 
ejemplo personas con éxito profesional o en sus relaciones sociales).
 Las intervenciones basadas en la protesta y el activismo social 
tratan de combatir el estigma ejerciendo presión en la opinión pública 
o influyendo en las personas con capacidad de decisión para modificar 
estereotipos negativos, la generación de recursos y las modificaciones 
legislativas más favorables para las personas con enfermedad 
mental. Los protagonistas de estas intervenciones pueden ser a título 
individual (profesionales sanitarios, personas con ascendencia social) o 
asociaciones de pacientes y familiares o, por supuesto, asociaciones y 
sociedades científicas.
7.- Eficacia de las intervenciones contra el estigma.
 Si importante es poner en marcha intervenciones que reduzcan 
las actitudes sociales contra las personas con enfermedad mental, más 
aún lo es el escoger aquellas intervenciones que ya hayan demostrado 
ser eficaces. Los medios son siempre escasos y ello hace imprescindible 
optimizar la eficacia de nuestras intervenciones.
 En las tablas III y IV se muestra un resumen de los estudios 
de eficacia tal y como los metanaliza Corrigan8. El tamaño del efecto es 
medido por un índice que oscila entre el 0 (ausencia completa de efecto) 
y 1 (efecto máximo).
 Como se puede ver se trata siempre de efectos con un tamaño 
que tiende a ser medio o medio/bajo. Como es previsible los estudios 
basados en ensayos clínicos randomizados tienden a conseguir efectos 
inferiores a los estudios observacionales que suelen ser vulnerables al 
efecto del sesgo de numerosas variables de confusión.
 De estos resultados se pueden extraer varias enseñanzas. La 
primera es que las técnicas de contacto social basadas en las narrativas en 
primera persona son más efectivas que las que basan su contenido en la 
exposición sobre datos estadísticos o científicos sobre las enfermedades 
mentales. En general cuanto mayor sea la proximidad entre la persona 
16
con enfermedad mental y las personas objetivos de la intervención (edad, 
sexo, estatus social, etc.) más eficaz será la intervención.
 La segunda es que algunas intervenciones pueden ser 
contraproducentes aumentando incluso la percepción negativa sobre 
la enfermedad mental. Tal es el caso de las intervenciones que se 
fundamentan en explicaciones biológicas o genéticas sobre la enfermedad 
mental. 
 La tercera es que las intervenciones educativas y el contacto 
social son claramente eficaces a la hora de reducir las conductas 
estigmatizantes.
 La cuarta es que, entre adultos, el contacto personal es más eficaz 
que el fílmico (vídeo). Sin embargo, entre la población adolescente, los 
datos cambian. Entre las personas jóvenes el contacto social no parece 
ser la intervención más eficaz. Se ve superada por las intervenciones 
educativas. En ello seguramente influye el hecho de que estas personas 
son mucho más moldeables y permeables al cambio cuando se les 
aporta nueva información que desafíe sus estereotipos previos. También 
es probable que influya el hecho de que las personas que sufren una 
enfermedad mental suelen tener una mayor edad que estos adolescentes 
y esto les plantea problemas para identificarse con ellos.
 Desafortunadamente no hay datos sobre la eficacia de las 
intervenciones basadas en la protesta y el activismo social.
8.- Conclusiones: la necesidad de una actuación permanente frente 
al estigma social contra la enfermedad mental.
La enfermedad mental genera en las personas que la padecen unas 
claras dificultades para responder a las demandas que la sociedad exige 
a sus miembros. Esto produce una clara merma en su autonomía que 
trata de ser paliado por los diversos tratamientos que la Medicina ofrece 
a estas personas. El rechazo social, el estigma, con los que la sociedad 
grava a estas personas multiplica estas dificultades conduciéndoles al 
aislamiento social y la pobreza.
 La lucha contra el estigma es, en consecuencia, una obligación 
moral que tenemos todos para con las personas que sufren una 
enfermedad mental. Pero en la medida que también disminuye la eficacia 
de las intervenciones terapéuticas, combatirlo es también una necesidad 
para todos aquellos implicados en el tratamiento de las enfermedades 
mentales.
 Cualquier intervención contra el estigma no es gratis, tiene 
unos costes económicos generalmente altos. Es necesario optimizar 
la eficacia de las mismas. Hay que tener en cuenta que no todas las 
intervenciones son igualmente eficaces para todos los grupos sociales. 
Debemos ajustarlas al grupo social sobre el que queremos modificar 
sus estereotipos sobre la enfermedad mental. Para ello disponemos la 
valiosa información de los ensayos previos realizados señalando las 
17
intervenciones más eficaces en cada momento. En el caso de las técnicas 
orientadas hacia la población general, disponemos de la experiencia y 
las lecciones de casos similares como lo fue la lucha contra el estigma 
de la infección por el VIH o más recientemente, las campañas exitosas 
dirigidas a desestigmatizar grupos sociales como es el caso de las 
personas homosexuales.
 No debemos olvidar que algunas intervenciones podrían producir 
el efecto contrario aumentando la percepción negativa de la sociedad 
contra la enfermedad mental. No sería el primer caso. Por eso es clave la 
medición de resultados después de cada intervención.
 Los cambios en la percepción social sobre la enfermedad 
mental requieren de años de intervención inteligente. Por ello es clave la 
persistencia en nuestras acciones. Una intervención, por muy brillante y 
eficaz que sea, producirá en el mejor de los casos unos cambios sociales 
que se extinguirán con el paso del tiempo. Esto hace imprescindible 
que instituciones y sociedades científicas generen grupos de trabajo 
permanentes que dirijan e implementen este tipo de campañas.
 La tarea es hercúlea y sobrepasa la capacidad de cualquier 
grupo social por mucho que sea suinterés. Por ello es necesario tejer 
alianzas con otros grupos interesados en que los estereotipos sociales 
cambien. Hay que contar con las asociaciones de pacientes y familiares, 
los colegios de médicos, las instituciones académicas y sanitarias, la 
empresa privada, especialmente la farmacéutica, etc.
 No debemos olvidar el injustificable estigma existente dentro del 
sistema sanitario. Debemos influir para que en los planes de estudio de 
las distintas profesiones sanitarias la psiquiatría esté adecuadamente 
representada. Esto incluye los períodos de prácticas en los que todo 
estudiante debería de manera ineludible entrar en contacto con personas 
afectas de una enfermedad mental. Igualmente las campañas de 
lucha contra el estigma deben actuar de manera constante sobre los 
médicos residentes en formación de cualquier especialidad y sobre los 
especialistas médicos ya formados.
 Los médicos debemos hacer presión sobre políticos, medios 
de comunicación, gestores, etc. para que los presupuestos destinados 
a las enfermedades mentales sean proporcionales a su prevalencia. 
Igualmente debemos influir para que los medios sean los suficientes, 
lo cual supone que la psiquiatría esté adecuadamente representada en 
los hospitales generales, la atención primaria, etc. y las personas con 
enfermedad mental puedan acceder a los servicios médicos en igualdad 
de condiciones en relación con la población general.
 Por último, creo que es imprescindible que los psiquiatras 
modifiquemos nuestra manera de comunicarnos al exterior, tanto a 
la sociedad como al resto de especialistas médicos. Cierto lenguaje 
psiquiátrico, que abandona la imprescindible precisión científica del 
lenguaje médico, o las especulaciones sobre la condición, o no, 
de enfermedad de los procesos psiquiátricos que tratamos y que 
18
son planteadas sin matiz alguno frente a la sociedad contribuyen a 
estigmatizar nuestra especialidad, a alejarla del resto de la Medicina y, 
en consecuencia, perjudican a nuestros pacientes. Esto es, sin duda, 
responsabilidad única de nuestra especialidad.
Tabla II: Conductas delatoras de sufrir una enfermedad mental.
 Comportamientos inusuales y extraños.
 Afecto inapropiado.
 Habilidades sociales pobres.
 Apariencia personal descuidada.
 Yatrogenia farmacológica: parkinsonismo, sedación, etc.
 Etiquetación (labelling) por uso de informes psiquiátricos, asistencia a 
 consultas psiquiátricas, etc.
Tabla I: Prejuicios contra psiquiatras mantenidos en medios sanitarios.
 Las enfermedades mentales no son verdaderas enfermedades.
 Los psiquiatras no son verdaderos médicos.
 Los psiquiatras están tan locos como sus pacientes.
 Los psiquiatras se contagian de la locura de sus pacientes.
 Los psiquiatras no son inteligibles.
 Los psiquiatras son médicos que no han podido hacer otra 
 especialidad mejor.
 Las enfermedades mentales son incurables.
 Los psiquiatras son psicólogos, o médicos del alma, o….
Tabla III: Eficacia de las intervenciones contra el estigma (solo se 
muestran aquéllas que alcanzan la significación estadística)8.
Efecto Global Actitudes Emociones Conducta
Educación 
(todos los 
estudios)
Educación 
(ensayos 
clínicos)
Contacto 
(todos los 
estudios)
Contacto 
(ensayos 
clínicos)
0,3
0,2
0,3
0,4
0,3
0,2
0,4
0,6
0,1
0,3
0,1
0,2
0,3
19
Tabla IV: Eficacia de las intervenciones basadas en el contacto 
personal frente al vídeo (solo se muestran aquéllas que alcanzan la 
significación estadística)8.
Efecto Global Actitudes Conducta
Todos los 
estudios 
Adolecentes
Contacto 
en persona
Contacto 
en video
Educación
Contacto
Contacto 
en persona
Contacto 
en video
0,5
0,2
0,4
0,2
0,4
0,2
0.7
0.3
0.4
0.2
0.5
0.2
0,4
0,2
0,5
0,3
0,3
Referencias bibliográficas:
(1) Real Academia de la Lengua. Diccionario de la Lengua Española. 
Edición del Tricentenario. Actualización de 2017.
(2) Schulze B. Stigma and mental health professionals: a review of 
the evidence on an intricate relationship. Int Review Psychiatry, 2007, 
Apr;19(2):137-55.
(3)Hansson L et al. Mental health professionals’ attitudes towards people 
with mental illness: do they differ from attitudes held by people with 
mental illness?
 Int J Social Psychiatry, 2011; Vol 59, Issue 1: 48-54.
(4)López Piñero JM. La medicina en la historia. La Esfera de los Libros. 
Madrid, 2002.
(5)Laín Entralgo P. Historia de la Medicina. Barcelona: Salvat, 1978.
(6)Corrigan PW y Watson AC. Understanding the impact of stigma on 
people with mental illness. World Psychiatry. 2002; 1: 16-20.
(7)Corrigan PW. How Stigma Interferes With Mental Health Care. Ameri-
can Psychologist. 2004; 59: 614-625.
(8)Corrigan PW et al. Challenging the public stigma of mental illness: 
a meta-analysis of outcome studies. Psychiatric Services, 2012. 2012 
Oct;63(10):963-73
20
son planteadas sin matiz alguno frente a la sociedad contribuyen a 
estigmatizar nuestra especialidad, a alejarla del resto de la Medicina y, 
en consecuencia, perjudican a nuestros pacientes. Esto es, sin duda, 
responsabilidad única de nuestra especialidad.
21
CAPÍTULO II
ESTIGMA, LEGISLACIÓN Y LOCURA
Prof. Dr. José María Martínez Ferretti
Sección Psiquiatría y Ley de APAL
Autor:
Prof. Dr. José María Martínez Ferretti
Médico (Universidad de Buenos Aires, UBA)
Médico Psiquiatra (UBA)
Médico Especialista en Medicina Legal (UBA)
Doctor de la Universidad de Buenos Aires en Medicina Legal y Toxicología 
Médico Forense de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina
Jefe del Servicio de Terapia a Corto Plazo de Mujeres del Hospital Borda
Profesor Titular de Psicopatología de la Facultad de Psicología de la 
USAL
Docente Autorizado de la Facultad de Medicina de la UBA
Secretario Regional de la Sección de “Psiquiatría y Ley” de APAL
 Una de las principales características del estigma es la 
permanencia, es decir, la presencia perdurable del mismo a través de 
las generaciones. El estigma sobre la enfermedad mental se encuentra 
ligado con las dos actitudes básicas que ha recibido, el que la padece, 
a lo largo de la historia de la humanidad. Estas actitudes son: la 
discriminación o el cuidado humanitario. Fue el interés humanitario el 
que generó la fundación de los primeros hospitales en la España del siglo 
XVI, en manos de Congregaciones Religiosas. Fue la discriminación la 
que dominó al Hospital General en la Francia del siglo XVIII que terminó 
en las famosas cadenas que quitó Philipe Pinel, como también lo era en 
“la nave de los locos” del medioevo.
 Pero debemos convenir que en el siglo XX surgió, como nunca 
antes en la historia, una nueva actitud posible hacia quien padece 
enfermedades mentales: el tratamiento. Desde el desarrollo de la 
psicofarmacología hasta la inserción del psicoanálisis, la psicología social 
y la rehabilitación, se ha abierto una posibilidad concreta de mejorar la 
calidad de vida de quienes padecen trastornos psíquicos.
 Las legislaciones, como parte del imaginario social, han 
incorporado tardíamente esta nueva actitud y, en general, insisten en 
perseguir lo discriminatorio aumentando las garantías humanitarias, sin 
muchas veces incorporar herramientas acordes a los criterios y desarrollos 
terapéuticos vigentes en la actualidad. Largo es lo que podríamos 
hablar de la sistemática confusión de la internación con un elemento 
custodial o carcelario en las legislaciones al respecto en general. Hoy 
la internación en los trastornos mentales es sólo una herramienta más y, 
22
fundamentalmente transitoria, en el devenir evolutivo del que los padece.
 Pero, sin embargo, hay aspectos en que sí han confluido el 
Derecho y la Salud en este proceso imperceptible de superación del 
estigma sobre la locura. Otrora, previo a los tratamientos contemporáneos, 
predominaba el asilo como única herramienta sanitaria. Este asilo, surgido 
del tratamiento moral de Pinel tan teñido de paternalismo y autoritarismo, 
devino en ese gran internamiento que describía Franco Basaglia y que 
tanto se hateorizado desde Michel Foucault en la institución completa. 
Hoy la internación es un recurso extremo y muchas son las herramientas 
que se pueden brindar al que padece trastornos mentales sin llegar a 
aquel recurso. Una gran institución dominó en este sentido durante casi 
dos siglos: el asilo o manicomio.
 Recientemente, en especial desde la Convención de los Derechos 
de las Personas con Discapacidad de las Naciones Unidas del año 2006, 
también ha surgido un cambio respecto a la situación de capacidad 
jurídica de quienes padecen trastornos mentales. Con el criterio que 
la capacidad se presupone siempre y la determinación de restringirla 
judicialmente sólo en los aspectos en que se encuentre comprometida 
y no, como antes, en forma global; así como con en el reemplazo del 
curador por el nombramiento de diversos apoyos que asistan al sujeto 
en esas áreas restringidas, ha quedado también atrás un criterio tutorial 
y paternalista que dominaba la legislación al respecto. Hoy, salvo en los 
casos de absoluta imposibilidad de darse a entender, el sujeto enfermo 
decide apoyado, es decir asistido pero no reemplazado, no quedando 
más en un lugar pasivo al respecto. Una segunda institución, en este 
caso jurídica, ha quedado atrás: la insania o la “demencia en sentido 
jurídico” como la conocíamos en la jerga médico legal argentina. 
Fijémonos que la legislación colocaba al enfermo mental en una situación 
jurídica de capacidad semejante a la de un menor, en clara expresión de 
paternalismo social.
 Ambos institutos, manicomio y demencia, representaban 
actitudes dentro de un eje paternalista, que sumían al enfermo mental 
en un rol semejante a un niño, que no decidía por sí mismo y debía 
ser cuidado en forma completa. Desde el ámbito jurídico se expresa 
que la caída de estas dos instituciones es una victoria sobre el criterio 
psiquiátrico, siempre dejándonos a nosotros, los psiquiatras, en el lugar 
de las culpas que son de la sociedad toda. Estoy convencido que no 
es así: causalmente -dije bien: en forma causal- el manicomio se ha ido 
desmoronando por la variedad de tratamientos antes expresados que, 
desde hace varias décadas en la psiquiatría, producen que sólo se 
busquen apoyos en familiares o instituciones si el sujeto así lo requiere, 
siendo el paciente el actor principal de su propio tratamiento. En semejante 
sentido, hoy la determinación de capacidad viene a plasmar esto que la 
psiquiatría venía aplicando con los tratamientos, como decíamos.
 No nos dejemos confundir, la superación de los modelos 
paternalistas del manicomio y de la “demencia en sentido jurídico” 
23
tienen profundas conexiones con nuestro accionar terapéutico hacia 
los pacientes y, si logramos dialogar con el área jurídica, podremos 
aunar esfuerzos para superar muchos de los estigmas que cargan.
 “La neurosis nada quiere saber de la psicosis” sentenciaba 
Jacques Lacan y, en ese sentido, la lucha contra la estigmatización del 
que padece trastornos mentales, probablemente sea una batalla sin fin.
Humanitarismo y Discriminación
 Los Diccionarios, en general, nos muestran dos caras en la 
definición de la palabra estigma. Por un lado, como una marca o señal 
en el cuerpo, especialmente la impuesta con un hierro candente, como 
signo de esclavitud o de infamia. Por otro, la de una marca o señal 
sobrenatural que aparece en el cuerpo de algunos Santos y que es signo 
de su participación en la Pasión de Cristo (12). Resulta llamativo que 
el estigma sobre la enfermedad mental se encuentra ligado con dos 
actitudes básicas que ha recibido el que la padece, a lo largo de la historia 
de la humanidad, que se encuentran asociadas a ambas facetas de dicho 
significado. Estas actitudes son: la discriminación y el humanitarismo (6). 
 Fue el interés humanitario el que generó la fundación de 
los primeros hospitales en la España del siglo XV, en manos de 
Congregaciones Religiosas. La mayoría de los autores latinos relatan 
que, en Valencia, el sacerdote mercedario Fray Juan Gilaberto Jofré, 
sintiéndose conmovido por una escena callejera cargada de burla y 
discriminación de un grupo de jóvenes hacia un enfermo mental, impulsó 
a sus feligreses a asistirlos (13). 
 Fue la discriminación la que dominó al Hospital General en la 
Francia del siglo XVII, más que como una institución médica como una 
estructura administrativo-jurídica que, conjuntamente con los poderes de 
la época y por fuera de todo tribunal, decidía, juzgaba y ejecutaba sobre el 
destino de las personas allí internadas. Estos asilos donde se encerraban 
juntos a mendigos, pobres, locos, viejos y criminales eran verdaderas 
“jaulas” en las que el enfermo mental, al igual que los “animales feroces 
y dañinos”, debía estar aislado para protección de la sociedad toda (14).
 Si bien con la Ilustración la modalidad intenta transitar de reprimir 
hacia recuperar al enfermo mental, robusteciéndose la reacción contra 
los métodos de coacción tanto en lo asistencial como en lo legal, en la 
realidad poco se modifican los procedimientos. El alienado es liberado 
de sus cadenas intelectuales y físicas, iniciándose la era del tratamiento 
moral, cuyo más reconocido exponente fue Philippe Pinel. Con ese 
término ha quedado plasmada en la historia de la psiquiatría la actitud 
terapéutica caracterizada por una combinación de apoyo, dependencia 
y aislamiento asilar. Sin excepción, el éxito de la terapéutica requería 
que el paciente estuviera separado de la sociedad para ser asistido en el 
ambiente especialmente estructurado del asilo, donde podría ser tratado 
24
como un niño en una especie de familia artificial acorde, al fin, con el 
espíritu paternalista de la época (15).
Desde el punto de vista sociológico, la condición de estigma es entendida 
como un rasgo o comportamiento que hace que la persona portadora 
sea incluida en una categoría social hacia cuyos miembros se genera 
una respuesta negativa y se les ve como culturalmente inaceptables o 
inferiores (3). En este sentido, la actitud de discriminación del enfermo 
mental constituye la coincidencia perfecta de su estigmatización.
Tratamiento
Pero debemos convenir que recién en el siglo XX surgió, como nunca 
antes en la historia, una tercera actitud posible hacia quien padece 
enfermedades mentales: el tratamiento. Si consideramos desde 
el desarrollo de la psicofarmacología y las neurociencias hasta la 
inserción del psicoanálisis, la psicología social y variadas estrategias de 
rehabilitación, se ha abierto una posibilidad concreta de mejorar la calidad 
de vida de quienes padecen trastornos psíquicos. Pero lo que es más 
importante, ha desaparecido la posición de resignación y claudicación 
ante la enfermedad mental que movía a las dos actitudes anteriores y, 
en mi opinión, resultaba ser el cómplice perfecto de la estigmatización 
del que padece trastornos mentales. Se ha producido el desplazamiento 
desde una posición negativa, resignada y estigmatizante de sólo evitar 
los riesgos que rodeaban a la locura, hacia otra proactiva y positiva 
de mejorar, construir o elaborar nuevas posibilidades, no limitando el 
accionar en Salud sólo a evitar, como decíamos, las consecuencias de 
los daños emanados de la enfermedad mental sino, prioritariamente, a 
mejorar la calidad de vida y la inserción social del aquejado por ella (6) 
(7) (8). 
 Las legislaciones, como parte del imaginario social, han 
incorporado tardíamente la nueva actitud hacia la enfermedad mental 
que mencionábamos -o sea, el tratamiento- y, en general, insisten en 
perseguir lo discriminatorio aumentando las garantías humanitarias, sin 
muchas veces incorporar herramientas acordes a los criterios teóricos 
y los desarrollos terapéuticos vigentes en la actualidad. Largo es lo 
que podríamos hablar de la sistemática confusión de la internación con 
un elemento custodial o carcelario en las legislaciones al respecto en 
general (2) (5). Hoy la internación en los trastornos mentales es sólo una 
herramienta másy, fundamentalmente transitoria, en el devenir evolutivo 
del que los padece (6).
 Un ejemplo claro de este desajuste lo constituye la ley 26657 
de la República Argentina, llamada Ley Nacional de Salud Mental, 
en el criterio para reglamentar las internaciones involuntarias (1). 
Dicha ley, atinadamente y acorde con los principios de capacidad que 
analizaremos más adelante, define a la internación como una medida 
25
terapéutica que debe producirse con el consentimiento del sujeto, 
limitando a una excepción el hecho que se produzca sin el mismo, o 
sea, en forma involuntaria. El problema es que limita las circunstancias 
de esta involuntariedad sólo a la situación de riesgo cierto e inminente, 
desconociendo la realidad clínica de los riesgos evolutivos que puede 
tener la afección mental, aunque no sean inminentes, pero que con los 
recursos terapéuticos actuales pueden disminuirse, o incluso eliminarse, 
con un tratamiento pertinente, aunque el paciente no lo consienta por 
su propia falta de conciencia de su afección (5). El exagerado celo por 
evitar una medida supuestamente discriminatoria y estigmatizante al 
no contemplar la falta de consentimiento para una internación, con los 
debidos resguardos y en otras situaciones que no fueran el riesgo cierto 
e inminente, hace perder de vista los desarrollos teóricos y terapéuticos 
contemporáneos, que permiten actuar en circunstancias de pertinencia 
terapéutica (2) (16). 
 Cabe destacar que los Principios para la protección de los 
enfermos mentales y el mejoramiento de la atención de la salud 
mental de las Naciones Unidas del año 1991, sin embargo prevén dicha 
contingencia (10). En los Principios 11° y 16° abordan la problemática del 
Consentimiento para tratamiento, el primero, y de la Admisión involuntaria, 
el segundo. Así expresa el Principio 11°, en su párrafo 8, que “se 
podrá aplicar un tratamiento a cualquier paciente sin su consentimiento 
informado si un profesional de salud mental calificado y autorizado por 
ley determina que ese tratamiento es urgente y necesario para impedir 
un daño inmediato o inminente al paciente o a otras personas”, aclarando 
que esto sólo podrá efectuarse por un lapso breve. El Principio 16°, 
en su párrafo 1 inciso b, avanza un poco más en valorar la posibilidad 
de tratamiento y no sólo el riesgo, expresando que podrá internarse en 
forma involuntaria “en el caso de una persona cuya enfermedad mental 
sea grave y cuya capacidad de juicio esté afectada, y el hecho de que 
no se la admita o retenga puede llevar a un deterioro considerable de su 
condición o impedir que se le proporcione un tratamiento adecuado que 
sólo puede aplicarse si se admite al paciente en una institución psiquiátrica 
de conformidad con el principio de la opción menos restrictiva”. Agrega 
que se debe consultar en lo posible a un segundo profesional de la salud 
mental, independiente del primero, siendo entonces que la admisión 
involuntaria no tendrá lugar a menos que el segundo profesional convenga 
en ello. Esta se efectuará, aclara después en el párrafo 2, por un período 
breve, con fines de observación y tratamiento preliminar del paciente, 
“mientras el órgano de revisión considera dicha admisión involuntaria”, 
dejando asentado en esto que todo lo consignado es en una instancia 
prejudicial. Así mismo, aunque ya en instancia judicial, el Principio 
11°, en su párrafo 6, inciso c, expresa podrá aplicarse un tratamiento 
sin el consentimiento del paciente cuando “la autoridad independiente 
compruebe que el plan de tratamiento propuesto es el más indicado 
para atender a las necesidades de salud del paciente”. Queda en claro 
26
aquí que, para estos Principios, no constituye el riesgo inminente el 
único criterio para producir una internación involuntaria, incorporando 
más adecuadamente la actitud de tratamiento, que mencionábamos de 
relativamente reciente aparición genuina en la historia. 
Capacidad
 Pero, sin embargo, hay aspectos en que han confluido más 
claramente el Derecho y la Salud en este proceso imperceptible de 
superación del estigma sobre la locura. Como venimos desarrollando, 
previo a los tratamientos contemporáneos, predominaba el asilo como 
única herramienta sanitaria. Pero este asilo, tan teñido de paternalismo 
y autoritarismo, devino en ese gran internamiento que describía Franco 
Basaglia y que tanto se ha teorizado desde Michel Foucault dentro del 
concepto de la institución completa. Una gran institución dominó en este 
sentido el accionar de la psiquiatría durante casi dos siglos: el asilo o 
manicomio. En la actualidad, sin embargo e insistimos, la internación 
es considerada por la buena práctica psiquiátrica, como un recurso sólo 
extremo y muchas son las herramientas que se pueden brindar al que 
padece trastornos mentales sin llegar a dicho recurso (6).
 Desde el ámbito jurídico y ya entrando en el siglo XXI, en 
especial desde la Convención de los Derechos de las Personas con 
Discapacidad de las Naciones Unidas del año 2006, también ha surgido 
un cambio respecto a la situación de capacidad jurídica de quienes 
padecen trastornos mentales (11). En primera instancia, con el criterio 
que la capacidad se presupone siempre y la determinación de restringirla 
judicialmente sólo en los aspectos en que se encuentre comprometida y no, 
como antes, en forma global. En una segunda perspectiva, el reemplazo 
de la figura del curador como representante legal, que reemplazaba en 
sus decisiones al declarado incapaz, por el nombramiento de diversos 
apoyos que asistan al sujeto en esas áreas restringidas. Con ambas 
medidas ha quedado también atrás un criterio tutorial y paternalista que 
dominaba la legislación al respecto. Hoy, salvo en los casos de absoluta 
imposibilidad de darse a entender, el sujeto enfermo decide apoyado, es 
decir asistido pero no reemplazado, no quedando más en un lugar pasivo 
al respecto. Fijémonos que la legislación, antes de estos criterios de 
apoyo, colocaba al enfermo mental declarado incapaz en una situación 
jurídica semejante a la de un menor -otra vez, un niño- en clara expresión 
de paternalismo social y, finalmente, de estigmatización como inferior o 
indigno. Una segunda institución, en este caso jurídica, ha quedado atrás: 
la insania o la “demencia en sentido jurídico” como la conocíamos en 
la jerga médico legal argentina (4) (9) (17) (18). 
Manicomio y Demencia
Ambos institutos, manicomio y demencia, representaban actitudes 
27
dentro de un eje paternalista y estigmatizante, que sumían al enfermo 
mental en un rol semejante a un niño o a un inferior, que no decidía 
por sí mismo y debía ser cuidado en forma completa. Desde ciertos 
discursos del ámbito del Derecho se expresa que la caída de estas 
dos instituciones es una victoria del criterio jurídico sobre el criterio 
psiquiátrico, siempre dejándonos a nosotros, los psiquiatras, en el lugar 
de las culpas que son de la sociedad toda. Estoy convencido que no es 
así: causalmente -dije bien, en forma causal- el manicomio se ha ido 
desmoronando por la variedad de tratamientos antes expresados que, 
desde hace ya varias décadas en la psiquiatría, producen que sólo se 
busquen apoyos en familiares o instituciones si el sujeto así lo requiere, 
siendo el paciente el actor principal de su propio tratamiento. Sólo una 
mala práctica psiquiátrica o el abandono en las decisiones políticas del 
Estado, pueden hoy sostener bolsones o actitudes manicomiales en 
instituciones de Salud Mental. 
 En el concepto de causalidad expresado en el párrafo anterior 
creo que es importante detenernos. El cambio que se genera en el terreno 
jurídico respecto a la determinación de la capacidad, no es otra cosa que 
la traducción en el ámbito legal de lo que, desde el área asistencial, se 
había ya logrado con los sujetos afectados de enfermedades mentales. 
Fijémonos que de aquel encasillamiento general en la “insania” -que 
comparábamos antes con el alienismo, el manicomio y la internacióndefinitiva- las decisiones judiciales han pasado a que cada sujeto sea 
apoyado, ni siquiera representado y mucho menos reemplazado, en 
los campos y aspectos en que su afección lo limita, conservando plena 
capacidad en las áreas en que no necesita ese apoyo. Ni más ni menos que 
esto mismo, es lo que ya viene haciendo la buena práctica en psiquiatría 
a través de los abordajes sanitarios contemporáneos: no pasa todo por 
la internación, ya no es el único recurso el asilamiento. De esta forma, 
el sujeto que requiere supervisión de terceros se busca que la familia 
o algún referente social la cumpla o se suple con efectores sociales, si 
requiere una contención y apoyo cotidiano se indica un hospital de día o 
un acompañamiento terapéutico, sólo si es absolutamente imposible que 
viva solo o si necesita alguien que lo acompañe o colabore con su traslado 
cotidiano por la vía pública se contemplan dichas contingencias y así 
podríamos seguir con otros muchos ejemplos. Pero lo más importante, 
si el sujeto no requiere ningún apoyo familiar o institucional, él mismo se 
responsabiliza por su salud y sus tratamientos, pudiéndose negar, incluso, 
a los mismos. Justamente estas son las preguntas que efectúan los 
jueces a los equipos interdisciplinarios en forma previa a dictar sentencia 
para determinar en qué aptitudes se ha visto en desmedro su capacidad 
y requiere la previsión de apoyos. En el mismo sentido, respecto a las 
decisiones sobre sus tratamientos o su propio cuerpo en general, como 
también, en los ámbitos patrimoniales. 
 En las conductas asistenciales, ya desde varias décadas atrás, 
la buena práctica psiquiátrica en los casos en que el sujeto no necesitara 
28
ninguno de estos apoyos, los profesionales tratantes habían ido 
abandonado el paternalismo que los caracterizaba y confiaban en esas 
capacidades que, adecuadamente apoyadas incluso, sobran fundamentos 
hoy para sostener que consolidan aún más la mejoría o estabilidad de la 
afección que los aqueja. En la actualidad, la determinación de capacidad 
jurídica viene a plasmar esto que la psiquiatría venía aplicando con 
los tratamientos, como decíamos. Es por ello que estoy convencido 
que, incluso, la práctica pericial al respecto de dicha determinación 
se encuentra ligada fuertemente, con estos criterios, a las prácticas 
asistenciales.
Reflexión final
 No nos dejemos confundir, la superación de los modelos 
paternalistas del manicomio y de la demencia -en sentido jurídico, 
insistimos- tienen profundas conexiones con los tratamientos con que 
hoy disponemos y la actitud consecuentemente activa y positiva hacia 
los pacientes que los mismos han posibilitado. Hoy podemos pretender 
mejorar la calidad de vida y favorecer su más plena inserción en la 
sociedad de los sujetos afectados por trastornos mentales, dejando atrás 
el sólo evitar riesgos o protegerlos con criterio tutorial o paternalista. 
 Si alcanzamos dialogar con el área jurídica, desprovistos de 
fundamentalismos y corporativismos, podremos aunar esfuerzos para 
superar muchos de los estigmas que cargan los sujetos afectados por 
los trastornos mentales.
 Sin embargo, “la neurosis nada quiere saber de la psicosis” 
sentenciaba Jacques Lacan y, en ese sentido, la lucha contra la 
estigmatización del que padece trastornos mentales, probablemente sea 
una batalla sin fin.
 
Bibliografía:
1- Boletín Oficial de la República Argentina, Año CXVIII, Número 32.041, 
Buenos Aires, viernes 3 de diciembre de 2010, Ley 26657.
2- Delgado Bueno, Santiago: “Alternativas al internamiento involuntario” 
en Delgado Bueno y colaboradores: “Psiquiatría Legal y Forense”, Colex, 
Canarias, 1994. 
3- Goffman, Erving: “Estigma. La identidad deteriorada”, Amorrortu, 
Buenos Aires, 1986.
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nulidades en el Código Civil”, Revista de Derecho Privado y Comunitario, 
N° 8, Junio de 1995, Rubinzal-Culzoni, Santa Fé, páginas 9/120. 
29
5- Martínez Ferretti, José María: “Aplicación de la Ley Nacional de 
Salud Mental en los Hospitales públicos especializados. Preguntas y 
comentarios”, en Revista Latinoamericana de Psiquiatría, Año 4, Número 
16, Buenos Aires, Noviembre 2011, páginas 10/18. 
6- Martínez Ferretti, José María: “Manicomios, hospitales e instituciones de 
Salud Mental” en Gabay y Fernández Bruno: “Rehabilitación psiquiátrica: 
asignatura pendiente”, Polemos, Buenos Aires, 2014.
7- Muñoz, Rodrigo: “Los años dorados de la psiquiatría están en el 
futuro”, en World Psychiatry, Revista Oficial de la Asociación Mundial de 
Psiquiatría (WPA), Edición para Latinoamérica, Ars Medica, Barcelona, 
Volumen 8, Número 2, 2010, páginas 95/96.
8- Navarro Valls, Joaquín; “La imagen del enfermo mental en los medios 
de comunicación” en Dolentium Hominum, Nº 34 (año XII-Nº1) 1997, 
Revista del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, 
Ciudad del Vaticano, páginas 199/201. 
9- Olmo, Juan Pablo y Martínez Alcorta, Julio A.: “Artículo 12 de la 
Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad: 
medidas de apoyo y de salvaguardia. Propuestas para su implementación 
en el Régimen Jurídico Argentino”, en Derecho de Familia, Revista 
Interdisciplinaria de Doctrina y Jurisprudencia, Abeledo Perrot, Buenos 
Aires, Número 49, Mayo 2011, páginas 39/50. 
10- Organización de las Naciones Unidas (O.N.U.): “Principios para la 
protección de los enfermos mentales y el mejoramiento de la atención de 
la salud mental”, Asamblea General, Resolución 46/119, 46 U.N. GAOR 
Supp. (N° 49) p. 189, ONU Doc. A/46/49 (1991).
11- Organización de las Naciones Unidas (ONU): “Convención sobre 
los Derechos de las Personas con Discapacidad”, Asamblea General, 
Resolución 61/106, Nueva York, 13 de diciembre de 2006, http:// www.
un.org / disabilities / documents / convention / convoptprot - s.pdf
12- Real Academia Española: “Diccionario de la lengua española”, 
Edición del Tricentenario, Actualización 2017, http://www.rae.es/
13- Ruiz Moreno, Aníbal: “La medicina en la legislación medioeval 
española”, El Ateneo, Buenos Aires, 1946. 
14- Saurí, Jorge: “Historia de las ideas psiquiátricas”, Editorial Carlos 
Lohlé, Buenos Aires, 1969. 
30
15- Stagnaro, Juan Carlos: “Los psiquiatras y los hospitales psiquiátricos”, 
Vertex, Revista Argentina de Psiquiatría, Volumen XVII, N° 65, Buenos 
Aires, Febrero 2006, páginas 28/29.
16- Tinant, Eduardo Luís: “El Derecho a la Salud y la Omisión 
inconstitucional del Juez. La tutela de la ‘persona vulnerable’ en sentido 
bioético”, en Revista La Ley, tomo 2000-C, páginas 545/554. 
17- Tobias, José W.: “La competencia en los procesos de interdicción, 
inhabilitación e internación de personas”, Revista Doctrina Judicial, Año 
XXVI, Número 5, La Ley, Buenos Aires, 3 de febrero de 2010, páginas 
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18- Valente, Luis Alberto: “Nuevas proyecciones acerca de la problemática 
de los dementes”, en Anales, Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas 
y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata, La Ley, La Plata, Año 
6, Número 39, 2008, páginas 142/154. 
31
CAPÍTULO III
ESTIGMA EN LA ESQUIZOFRENIA
SECCION ESQUIZOFRENIA APAL 
AUTORES:
DR LAMAISON FABIAN:
INVESTIGADOR PRINCIPAL EN INSA 
(INSTITUTO DE NEUROCIENCIAS SAN AGUSTIN)
DIRECTOR DE CIANE (CENTRO INTEGRAL AMBULATORIO EN 
NEUROCIENCIAS, LA PLATA)
DOCENTE UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA (CATEDRA 
PSICOLOGIA MEDICA)
ARGENTINA
+ 54-9-221-4850674
hflamaison@yahoo,com.ar
DRA GESELL MARIA ELIZABETH:
SUBINVESTIGADORA EN INSA 
(INSTITUTO DE NEUROCIENCIAS SAN AGUSTIN)
JEFE DE TRABAJOS PRACTICOS CATEDRA PSICOLOGIA MEDICA 
UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA
COORDINADORA DEL SERVICIO DE PSIQUIATRIA CLINICA SAN JOSE, 
VILLA ELISA LA PLATA . ARGENTINA
+ 54-9-221-4384297
mariagesell@hotmail.com.ar
 
 Considerada como prototipo de la locura, no seria utópico decir 
que la esquizofrenia es “LA” enfermedad estigmatizada con mayúsculas.
 Según la Organización Mundial de SaludMental, 21,000,000 de 
esquizofrénicos existen en el planeta, para estas personas la vida no es 
fácil, por el hecho de padecer una enfermedad mental y ser etiquetados 
como enfermos mentales sufren una serie de reacciones sociales 
negativas para su bienestar, adaptación y participación social. Estas 
consecuencias derivan de las connotaciones asociadas al termino y de 
las actitudes que este suscita en la población general y , especialmente, 
en quienes de una u otra forma han de colaborar en su integración 
(propietarios de viviendas, empleadores, educadores, vecinos, medios 
de comunicación..) se puede decir , en consecuencia, que la enfermedad 
mental, como otras condiciones humanas, conlleva en muchos casos una 
discriminación social que en el caso de la enfermedad mental desemboca 
en un proceso de estigmatización. De hecho, la propia denominación 
de enfermedad mental “grave” y “crónica” generalmente empleada, 
resulta controvertida en cuanto a su carga estigmatizadora y comienza 
32
a considerarse más adecuado hablar de enfermedades mentales graves 
persistentes o duraderas.
 El estigma afecta a todos los agentes implicados, desde las 
propias personas que sufren la enfermedad, sus familiares, hasta la 
población general, pasando por los profesionales que los atienden. En 
este sentido los medios de comunicación social también tienen un gran 
impacto en el mantenimiento de la estigmatización de las personas con 
enfermedad mental al ser los cristalizadores y difusores de las distintas 
tendencias sociales. (Muñoz M Pérez Santos E. Crespo M Guillen A 2009)
 La lucha contra el estigma se vislumbra como uno de los factores 
claves de los planes de salud mental desde hace algunos años. La 
declaración de Helsinki (2005) de la Organización Mundial de la Salud, 
ha establecido la lucha contra el estigma asociado a la enfermedad 
mental como uno de los cinco puntos básicos del programa para Europa.
 
 En América Latina si bien la doctrina y la jurisprudencia han 
realizado importantes avances en términos la defensa de los derechos 
personales de los individuos con enfermedad mental, el estigma como 
causante de exclusión de un servicio de salud, no ha sido considerado 
con la misma intensidad (Acuña & Bolis).
 
 En Argentina los esfuerzos en ese sentido han sido discontinuos 
e insuficientes (Agrest et al 2015) 
La Esquizofrenia está caracterizada por una escisión, más o menos 
marcada de las funciones psíquicas, donde la personalidad pierde 
su unidad, y en diferentes momentos, diferentes complejos psíquicos, 
parecen representarla. La integración de los distintos complejos e impulsos 
es insuficiente o incluso falta por completo. La enfermedad se caracteriza 
por un tipo específico de alteración del pensamiento, los sentimientos, la 
volición y la relación con el mundo exterior. Estos síntomas no aparecen 
en ninguna otra afección mental en etapas tempranas, de ahí el nombre 
de Demencia Precoz (Bleuler 1908)
 
 Con el advenimiento de las moléculas psicofarmacológicas hemos 
podido avanzar enormemente en el abordaje de este tipo de pacientes, 
y en este sentido, los cuadros productivos (delirios y alucinaciones) han 
sido controlados con un avance constante desde 1959, cuando Delay y 
Deniker demostraron la eficacia antipsicótica de la Clorpromazina. Los 
padecientes, pueden tener largos periodos donde su universo psicótico 
disminuye en vigor a estratos muy bajos y asociados a estrategias no 
farmacológicas (psicoterapia, dispositivos interdisciplinarios) logran 
estados de remisión con buena funcionalidad, aunque pocas veces “ad 
integrum”
33
 Desde los postulados iniciados por William Carpenter, Crow, 
y demás, en donde se hace hincapié en estudiar la enfermedad en 
complejos sindromaticos, hemos podido avanzar en varios aspectos, a 
mi criterio:
- La esquizofrenia es pleomorfica desde sus estados prodromales,
 en sus manifestaciones sintomáticas, en su curso y en el 
 tratamiento respectivo.
- Esta forma de verla, ha permitido cambios en el estudio y diseños
 de eventuales agentes psicofarmacológicos según dominio 
 sintomático. En los últimos anos varios de los ensayos clínicos 
 se han diseñado para estudiar los diferentes clústeres 
 sintomáticos de este cuadro psicopatológico. Como ejemplo, los 
 criterios de exclusión/inclusión en esquizofrenia con síntomas 
 negativos deben reunir una serie de puntaje en la escala PANSS 
 con síntomas negativos .En esquizofrenia con síntomas 
 cognitivos es necesario una puntuación determinada en escalas
 de validación cognitiva (Matrics).esto ayudaría a enfocarse 
 puntualmente en este tipo de paciente, y a abordar eventual y 
 específicamente dos de los dominios o complejos sintomáticos 
 de mayor problema hoy: los síntomas negativos y cognitivos. 
- Contemplándola en dominios o clústeres, (síntomas positivos, 
 negativos, cognitivos, agresivo-hostiles, afectivos y un eventual 
 sexto dominio donde se incluyen las adiciones) estamos en 
 condiciones de unificar criterios empíricos, por ej., usar 
 antidepresivos en las depresiones asociadas, formas obsesiva 
 compulsivas, panicosas…. (síntomas afectivos) como así 
 también haber podido aprobarse la Clozapina en suicidio 
 (síntomas agresivo hostiles).
- Con la llegada del quinto Manual de Diagnóstico y Estatificación 
 de los desórdenes mentales DSM-5 (2013), hemos podido 
 avanzar un paso más en esta visión dimensional, comparado a 
 la categorial observada en ediciones anteriores, a pesar de la 
 controversia que ha suscitado en cuanto a estos cambios.
 A pesar de la evolución que ha habido con respecto al pronóstico, 
las personas con Esquizofrenia, sufren no solo de las dificultades propias 
de su enfermedad, sino, además, de reacciones sociales negativas que 
obstaculizan su bienestar, adaptación participación social, limitando su 
autonomía e interfiriendo en el acceso a los servicios de salud (Acuna & 
Bolis 2005).
 La estigmatización es uno de los factores más estrechamente 
ligados a la exclusión en salud y hace que los pacientes desciendan 
34
al fondo de la escala económica y cultural, restándoseles capacidad 
de incidir y reclamar políticas de inclusión. Asimismo, se dificulta hacer 
efectivas las garantías de no discriminación surgidas de los instrumentos 
internacionales de derechos humanos que han sido incorporadas en los 
textos constitucionales de nuestro país (Acuna & Bolis 2005).
Estigma es una palabra de origen griego, la cual significaba dos cosas:
1. Picadura, pinchazo y su marca o señal
2. Señal aplicada para distinguir una condición social inferior o 
 criminal
Básicamente el estigma está compuesto de dos elementos
1. PREJUICIOS, definido por un conjunto de ideas erróneas y 
 estereotipadas, atribuidos a la persona.
2. DISCRIMINACION, interpretado esto como una serie de 
 conductas de rechazo, menosprecio y distancia social, hacia la 
 persona o colectivo.
Los tipos de estigma pueden ser de dos formas según el origen:
1. ESTIGMA SOCIAL, cuando la sociedad es la que reproduce 
 los prejuicios y la discriminación hacia la persona o colectivo. 
 Link y Phelan (2001) proponen concebir el estigma como un 
 proceso social que depende del poder. En primer término, las 
 personas distinguen y etiquetan las diferencias humanas. En 
 el segundo, las creencias de la cultura dominante ligan a las 
 personas etiquetadas con características indeseables o 
 estereotipos negativos. En el tercero, las personas etiquetadas 
 son puestas en distintas categorías para lograr algunos 
 niveles de separación entre “nosotros “y “ellos “. Las actitudes 
 sociales negativas se ponen de manifiesto en os tres aspectos 
 que la componen: cognitivo (estereotipos), afectivos (emociones 
 negativas) y conductual ( discriminación) ( Ottati,Bordenhausen 
 y Newman 2005)
2. AUTOESTIGMA, cuando es la propia persona afectada la 
 que reproduce los prejuicios y la discriminación hacia sí misma 
 y su colectivo. La misma disminuye la esperanza , la autoestima, 
 el sentidode la autoeficacia, el empoderamiento y las creencias 
 de recuperación. Está asociado a una baja calidad de vida y a la 
 atribución personal por la responsabilidad de la causa de la 
 enfermedad. La auto estigma se relaciona también con la 
 estrategia de mantener el secreto sobre el padecimiento, menor 
 solicitud de ayuda de los servicios de salud, incremento de 
 la severidad de los síntomas, como así también a la reducción de 
 la introspección y funcionamiento social y capacidad de atención 
 (Muños, Pérez Santos Guillen, 2009)
35
 Antiguamente en la edad media, estos enfermos fueron 
 considerados poseídos por el demonio, y luego como bestias 
 controladas por pasiones e insensibles. No podemos dejar de 
 mencionar que aun hoy, en la era psicofarmacológica, con 
 alta evidencia científica demostrada, todavía existen tratamientos 
 alternativos, con curanderos, chamanes, brujos, espiritualistas, 
 exorcistas y demás, que están a cargo de estos pacientes, con 
 las consecuentes complicaciones medicas y legales, por no 
 recibir un tratamiento adecuado en forma oportuna
 Actualmente, el termino Estigma, se emplea en el ámbito de la 
 salud, para indicar que ciertos diagnósticos despiertan prejuicios 
 contra las personas portadoras del mismo (Muñoz, Pérez
 santos& Guillen ,2009) y generan desaprobación social (Stuart, 
 Herather, 2004)
 Existe una encrucijada, en un corte transversal, sobre etiqueta 
versus diagnostico precoz al momento de diagnosticar. El diagnostico 
de esquizofrenia podría ser comorbido, transnosologico, dimensional, 
con la mayoría de las enfermedades psiquiátricas, como así también, 
algunas clínicas, neurológicas y toxicológicas, sobre todo en sus estados 
prodrómicos.
 Los manuales de diagnostico universalmente usados, en sus 
actualizaciones, específicamente el DSMV, han sido más dimensionales 
y menos categóricos, situación favorable para poder sospechar la 
esquizofrenia en cuanto a sus múltiples complejos sintomáticos, pero 
esto a veces debe correlacionar con un mayor conocimiento del médico 
para tener certeza sobre el diagnostico final. Es necesario definir cuanto 
antes para poder abordar terapéuticamente en lo posible en estadios 
prodromales
Todos sabemos de las consecuencias catastróficas en un retraso 
diagnostico: neurobiológicas, clínicas, sociales , vinculares y a veces 
legales, pero también sabemos que el diagnostico conlleva a una 
etiquetación permanente, y debemos ser cuidadosos al informar al 
paciente y familiares, teniendo en cuenta el soporte de equipo que 
debemos tener para acompañar y contener
Esquizofrenia deriva del griego dividir y mente, y la visión de mente 
dividida como concepto actual resultaría antiguo, Algunos autores, en 
algunas publicaciones reciente proponen el termino “TRASTORNO DEL 
ESPECTRO PSICOTICO”, (Jim Van Os. British medical Journals, de la 
escuela holandesa) 
36
En algunos países asiáticos como Corea y Japón, la llaman “SINDROME 
DE DESREGULACION E INTEGRACION”, aparentemente con 
resultados positivos, mejorando consultas y decreciendo el suicidio, 
según publicación en la revista Psichological Medicine.
Estas menciones no resultarían utópicas si pensamos que la Psicosis 
Maniaco Depresiva, ha devenido en términos actuales en el Trastorno 
Bipolar, en todas sus formas. Desde una visión relacionada al ESTIGMA, 
no caben dudas que ha sido un avance. 
Estos son algunos de los mitos relacionados a la esquizofrenia y con los 
cuales tenemos que trabajar intensamente
 1. Tener esquizofrenia es tener múltiples personalidades
 2. Las personas que tienen esquizofrenia tienen algún tipo de 
 retraso mental
 3. El enfermo esquizofrénico no se recupera nunca
 4. Las personas con esquizofrenia deben ser institucionalizadas
 5. Las personas con esquizofrenia son violentas
 6. Las mayoría no puede trabajar
 7. Las personas con esquizofrenia son incapaces de decidir 
 sobre su propio tratamiento
 8. La esquizofrenia es un castigo de Dios, una posesión diabólica
 9. Reside en un particular modo que tienen los padres de educar, 
 cuidar y criar a sus hijos
 10. La esquizofrenia es contagiosa
No creemos necesario explicar los errores de cada uno de los mitos 
pero haremos mención en algunos más frecuentes en particular, a saber:
 -El grado de violencia en esquizofrenia no es superior a otras por 
 ejemplo psicopatías, adicciones, y muchas veces los 
 esquizofrénicos son víctimas y no generadores de violencia
 -Con respecto a la decisión sobre su tratamiento, muchas veces 
 participan activamente en la planificación del mismo, facilitando 
 así un mayor cumplimiento, y mejores resultados a largo plazo.
 -Finalmente un mito que es importante a tener en cuenta y 
 explicar debidamente, sobre todo a familiares y en especial a 
 madres, es el concepto de madre esquizofrenogena, dado 
 que en el siglo pasado se creía que si la relación era fría o 
 distante y que los estilos de comunicación eran confusos y 
 contradictorios, había mayores posibilidades de enfermarse. 
 A la fecha no existen estudios que demuestren esto y por 
 el contrario, importantes avances en el conocimiento de 
 genética, demostrando relación por ejemplo entre incidencia 
 y prevalencia de esquizofrenias en población general vs gemelos 
37
 univitelinos, teniendo una probabilidad de casi el 50 por ciento 
 estos últimos, contra el 1 por ciento en población general 
Como responsables de la sección proponemos el siguiente plan de acción
 • Promover el desarrollo y uso de psicofármacos que controlen 
 los síntomas y en su evolución reduzcan los síntomas adversos.
 • Iniciar actividades educativas a la comunidad.
 • Educación anti estigma en los profesionales de la salud.
 • Identificar situaciones discriminatorias y actuar en consecuencia.
 • Promover acciones legales y sociales para reducir estigma.
 • Avanzar sobre etiquetas, prejuicios, barreras favorecerá 
 enormemente la detección precoz, con el consecuente 
 tratamiento oportuno.
 Somos optimistas, encarando la tarea de seguir trabajando 
mancomunadamente en este sendero en términos científicos, académicos 
y de políticas de Estado para avanzar tanto en este desorden como así 
también en la forma en que miramos y consideramos a estos pacientes, 
sufrientes de esta devastadora enfermedad, la cual, tratada oportuna y 
seriamente, puede tener un pronóstico extremadamente mejor que hace 
algunos años.
Bibliografía:
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de Mayo de 2011 en www.eutimia.com/ops/leg-stigmatizacion-eng.pdf
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(2015) Mental illnes stigma research in Argentina after 2010 National 
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