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ESTIGMA EN PSIQUIATRÍA Perspectivas y Nudos Problemáticos Compiladores: Dr. Enrique Mendoza Gaitán • Dra. Graciela Beatriz Onofrio APAL EDICIONES, 2018 Obra s/t, autor: Eduardo Del Estal (Argentina) APAL EDICIONES, 2018 ESTIGMA EN PSIQUIATRÍA Perspectivas y Nudos Problemáticos Compiladores: Dr. Enrique Mendoza Gaitán • Dra. Graciela Beatriz Onofrio Obra s/t, autor: Eduardo Del Estal (Argentina) ESTIGMA EN PSIQUIATRÍA Perspectivas y Nudos Problemáticos Fué impreso en los talleres de Grupo Delema Hermanos S.A. Tel. 2250-5923 Compiladores: Dr. Enrique Mendoza Gaitán y Dra. Graciela Beatriz Onofrio Diagramación: Daniel Rodas ÍNDICE: PRÓLOGO: Enrique Mendoza Gaitán (Presidente de APAL, 2016-2018) INTRODUCCIÓN: Graciela B. Onofrio (Coordinadora de Secciones de APAL, 2016-2018) CAPÍTULO I: La lucha contra el estigma de la enfermedad mental Pedro M. Sánchez Gómez. CAPÍTULO II: Estigma, legislación y locura José María Martínez Ferretti CAPÍTULO III: Estigma en la esquizofrenia Fabián Lamaison Gesell María Elizabeth CAPÍTULO IV: Estigma y discriminación en la persona con adicciones Elvia Velásquez de Pabón Javier Didia Attas CAPÍTULO V: Trastorno de personalidad límite: ESTIGMA, ESTEREOTIPOS Y DISCRIMINACIÓN Enrique Chávez- León CAPÍTULO VI: El paciente difícil Susana Calero Marcela Waisman Campos CAPÍTULO VII: Estigma y discriminación en los adultos mayores Alicia Beatriz Kabanchik CAPÍTULO VIII: Estigma y Psicoterapia: Tres intersecciones Rafael Sibils CAPÍTULO IX: Conocimiento integrado acerca del estigma Elba Beatriz Tornese CAPÍTULO X: Estigma y salud mental en la violencia de pareja Julio Torales Andrés Arce Israel González CAPÍTULO XI: Violencia, Sociedad y Patologías emergentes Horacio Vommaro CAPÍTULO XII: Cuerpo y estigma Graciela B. Onofrio CAPÍTULO XIII: Estigma y Legislación: Imagen Corporal, Mujer y TCA Barriguete-Meléndez JA, Ollié JP, Rojo-Moreno L Barriguete-Chávez Peón P, Gónzalez Olga, Rutsztein G CAPÍTULO XIV: Teorías psiquiátricas estigmatizadoras Humberto Casarotti CAPÍTULO XV: El Muro empieza en el sur: migraciones latinoamericanas Sergio J. Villaseñor-Bayardo CAPÍTULO XVI: Documento de la APAL sobre estigma en Psiquiatría y salud mental, Petén, Guatemala, enero de 2018 5 PRÓLOGO Cuando Guatemala decidió participar como país sede del XXIX Congreso de la Asociación Psiquiátrica de América Latina, elaboramos un plan de gobierno, que incluyera dentro de sus ejes temáticos de trabajo “El Estigma en Psiquiatría y Salud Mental”, el cual se constituyó en el tema prioritario. Durante el desarrollo del presente bienio (2016-2018), los países miembros de la APAL, se han comprometido en apoyar, incluyendo en sus diferentes Programas, temas relacionados con el Estigma en Psiquiatría. Abordados en el marco de los Congresos Médicos, Actividades Académicas, Discursos, Comunicados y una serie de acciones dentro de sus Asociaciones y/o Sociedades o fuera de ellas. El inicio de este trabajo comenzó con el título del XXIX Congreso de la APAL: “Reto de una Psiquiatría para todos: Desestigmatización y Trabajo Comunitario”. Mismo que se realizó en Ciudad de Antigua Guatemala, Guatemala del 29 de octubre al 1 de noviembre 2016. Esta motivación de trabajar intensamente sobre el Estigma en Psiquiatría, se justifica debido a que probablemente no exista otro ámbito de la salud cuyos usuarios y usuarias hayan sido objeto de maltrato y vejaciones que pueda compararse con lo que han sufrido el colectivo de personas con un trastorno mental. La discriminación, el trato, las condiciones de vida y las mínimas posibilidades de desarrollo de una persona, la violación de sus derechos, violación que la Salud Mental vive día a día, y que es ejercida tanto por las Instituciones públicas de Salud, como por la sociedad en conjunto. El estigma empeora la calidad de vida afectando negativamente las oportunidades de educación e inserción laboral, e interfiere en los esfuerzos de rehabilitación, afectando a la familia y debilitando la red social de soporte. Es un problema social que debe ser abordado desde las instituciones, la propia sociedad y los medios de comunicación. (OMS) El actual Comité Ejecutivo de la APAL, consideró necesario dejar un legado a la Sociedad Latinoamericana, publicando un libro sobre el tema abordado, por lo que, se solicitó apoyo a las diferentes Secciones que trabajan incansablemente en pro de la Institución apalista. Agradecimiento que hoy patentizo a las Secciones de la APAL, coordinadas extraordinariamente por la Dra. Graciela Beatriz Onofrio, desde hace varios años. También agradezco a las Asociaciones y Sociedades miembros de la APAL, por su asistencia a la Asamblea Extraordinaria realizada en el Departamento de El Petén, Guatemala, el día 27 de enero 2018 donde se produjo el Documento sobre Estigma en Psiquiatría y Salud Mental. 6 Presentamos el libro “Estigma en psiquiatría: Perspectivas y nudos problemáticos”. Como un esfuerzo del Comité Ejecutivo de la APAL 2016-2018. Emigdio Enrique Mendoza Gaitán (Presidente de APAL 2016-2018) 7 INTRODUCCIÓN Graciela Beatriz Onofrio (Coordinadora de Secciones de APAL, Comité Ejecutivo APAL 2014- 2016; 2016-2018) Introducir una obra colectiva es siempre una ocasión jubilosa, sobre todo teniendo en cuenta que hablan en esta obra voces de muchas regiones emparentadas por un sentido común de hermandad: la identidad de pueblos con varias fundaciones. ¿Cuál es la identidad de la Psiquiatría Latinoamericana? Es una identidad múltiple y compleja que se abre al mundo de significaciones estableciendo puentes y transversalidades y que lleva adelante, en prácticas colectivas y comunitarias, acciones y respuestas a los problemas emergentes de la región. Somos un colectivo inquieto y curioso que propone interrogantes y los aborda con la fuerza de su colorida creatividad. Salimos al, a veces dificultoso, rescate de nuestra memoria. Tenemos que agradecer primeramente al Dr Rodrigo Nel Córdoba Rojas la propuesta inicial durante su Presidencia de APAL (2014-2016) de inaugurar una publicación oficial de las Secciones con lo que fuera luego el libro: “Manual de psicoterapias: importancia de las psicoterapias en Psiquiatría desde diferentes perspectivas”, editado en Guatemala y presentado oficialmente en la Asamblea ordinaria de APAL, en el bello marco de la ciudad de Antigua Guatemala en el año 2016. Las psicoterapias fueron abordadas allí por quince capítulos que dieron un brillo especial a nuestra tarea de psicoterapeutas desde la Psiquiatría. El libro “Manual de Psicoterapias: Importancia de las psicoterapias en Psiquiatría desde diferentes perspectivas” fue declarado de interés para la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA), bajo la Resolución 1476, a los 19 días del mes de junio de 2017. El actual Presidente de APAL, Dr Enrique Mendoza Gaitán (Presidente de APAL 2016-2018) supo recoger este desafío y promover la escritura de esta otra Obra, también construida artesanalmente por las Secciones de APAL y con la invalorable presencia de otros autores que le hacen un digno marco. Abarcamos ahora el tema: “Estigma en Psiquiatría: Perspectivas y Nudos problemáticos”. Recorriendo varios capítulos que han sabido delinear las diversas perspectivas, se avanza en propuestas hacia un tema que ha sido lema central para la APAL en este período: la desestigmatización del paciente psiquiátrico y, con ello, la desestigmatización de la Psiquiatría. Toda ocasión de estigma deja sin posibilidades a un sujeto y nuestra tarea 8 está definida por personas que brindan servicios a personas dentro de una Psiquiatría centrada en el trato humanitario y hacia un conocimiento científico integrado. Nuestro libro habla de derribar muros y finaliza con el documento firmado en la Asamblea Extraordinaria de APAL, que se llevó a cabo en la ciudad de Tikal, Departamento de Petén, Guatemala, en enero de 2018.Muchas gracias a mis colegas que me han permitido ser testigo de esta obra y de este recorrido. 9 CAPÍTULO I La lucha contra el estigma de la enfermedad mental. Pedro M. Sánchez Gómez. Unidad de Psicosis Refractaria. Hospital Psiquiátrico de Álava. Red de Salud Mental de Álava. Servicio Vasco de Salud-Osakidetza. Vitoria. España. Facultad de Medicina y Enfermería. Universidad del País Vasco. Bilbao. España. 1.- El estigma de la enfermedad mental: ¿qué es? ¿qué supone? Estigma, palabra latina prestada del griego, se empleó en su origen para designar una marca hecha en la piel con un hierro candente1. Era la marca, infamante, que en algunas ciudades de la Grecia clásica se imponía a reclusos libertos o a esclavos. Su finalidad última era segregarlos del resto de la sociedad mediante una marca claramente visible. Históricamente no siempre ha sido asociado a connotaciones negativas. En el cristianismo la palabra estigma se ha empleado en el sentido de “huella impresa sobrenaturalmente en el cuerpo de algunos santos extático como símbolo de la participación de sus almas en la pasión de Cristo”1. Esta acepción, casi en desuso, ha sido sustituida por la original en el habla de nuestra época. El término estigma aplicado a la enfermedad mental designa, en la actualidad, a todos los fenómenos que conducen a una persona que sufre una enfermedad mental a ser reconocido públicamente como tal y, de manera automática, excluido socialmente de manera que se le priva de todos los recursos y oportunidades de los que el resto de ciudadanos nos beneficiamos. Es, en breves palabras, el rechazo social que estas personas sufren por el mero hecho de padecer una enfermedad mental. En este sentido los límites semánticos del término estigma, cuando se aplica a la enfermedad mental, se han ampliado y actualmente empleamos esta palabra para numerosas situaciones generadoras de exclusión social en estas personas: creencias, prejuicios y conductas, leyes discriminatorias, procedimientos y regulaciones en servicios sociales, sanitarios o en la empresa privada igualmente discriminatorios, falta de servicios sanitarios suficientes para personas con enfermedad mental y, en definitiva, cualquier situación que suponga una merma en las oportunidades sociales que sufren las personas con un trastorno mental. En los últimos años se ha consolidado una partición del concepto de estigma en dos entidades discretas. La primera es la denominada estigma público que hereda la tradicional idea del estigma asociado a la enfermedad mental. Comprende todo prejuicio y discriminación adoptada por la sociedad y dirigida contra las personas que padecen una 10 enfermedad mental. La segunda es el llamado autoestigma. Por este último se entiende el daño que sucede cuando las personas que sufren una enfermedad mental interiorizan los prejuicios sociales existentes contra ellos. Cualquiera que sea el tipo de estigma, éste suele esconder en su trastienda una serie de componentes cognitivos y emocionales que no tienen por qué coincidir en el tiempo. Pero, sin duda, antes o después todos ellos acabarán afectando a cualquier persona que sufre una enfermedad mental. El primero de ellos es el miedo. Las personas con un trastorno mental son consideradas imprevisibles, sin control, agresivas. Dignas de ser temidas. La consecuencia lógica es su evitación y, posteriormente, la voluntad de apartarlas de la sociedad. El segundo es el autoritarismo. Las personas con enfermedad mental son considerados seres irresponsables que generan perjuicio a los demás y a sí mismos. La actitud lógica consecuente es la adopción de una actitud de autoridad sobre ellos, de mano firme, que les obligue a comportarse de acuerdo con el “sentido común”. La tercera es la benevolencia. Estas personas también llegan a ser consideradas infantiles e inmaduras. Incapaces de tomar decisiones responsables. Por eso se asume que terceros deben tomar decisiones por ellos, con la finalidad de protegerlos. El estigma agrava la situación de pérdida de oportunidades que la propia enfermedad ya acarrea. En este sentido agrava la carga que estas personas deben sobrellevar para hacer frente a los desafíos que la sociedad nos presenta para la supervivencia. El rechazo a la persona con enfermedad mental compromete claramente su capacidad para establecer y mantener la necesaria red social y familiar. Disminuye las oportunidades de acceder a una buena educación y, finalmente, las opciones de empleo y éxito social. Todo ello encamina a estas personas hacia la pobreza y la dependencia. 2.- Los mecanismos de estigmatización de la persona con enfermedad mental. Suele pensarse que los mecanismos por los que una persona con enfermedad mental es estigmatizada son siempre directos. Es decir, por la acción directa de otra persona, de la sociedad en su conjunto o de una institución. Pero no debe olvidarse que hay también sistemas indirectos para estigmatizar a alguien. Estos mecanismos indirectos son más sutiles y, en consecuencia, de más difícil detección, pero igualmente efectivos a la hora de segregar a alguien del conjunto de la sociedad. Uno de ellos es la falta de inversión en recursos sanitarios para las enfermedades mentales. O también abordar los dispositivos sanitarios de manera distinta al resto de las especialidades médicas. Tal es el caso de la negativa a abrir unidades de psiquiatría en los hospitales generales. O la creación de hospitales monográficos psiquiátricos en lugares remotos, de difícil acceso. O vincularlos a servicios penitenciarios, en ocasiones 11 hasta compartiendo espacios físicos. Otro de los sistemas indirectos es la atención diferente a los problemas de salud física. Se generan barreras y dificultades para que puedan acceder a sus médicos de atención primaria o los servicios especializados. En los protocolos de atención a diversas enfermedades médico-quirúrgicas se incluye la enfermedad mental como criterio de exclusión sin base empírica alguna para ello. Todo ello redunda en la reducción en la expectativa de vida que estas personas sufren en relación con sus poblaciones generales de referencia. Las propias personas con enfermedad mental renuncian voluntariamente a beneficiarse de los servicios de salud ya sea porque han interiorizado el estigma (autoestigma) o en base a experiencias previas de rechazo y hasta violencia vividas en carne propia. No debe olvidarse el denominado estigma por asociación, afiliación o cortesía. El rechazo social no solamente es vivido por la persona con enfermedad, se extiende también a sus familiares. Esto es aún más evidente en las sociedades donde las redes familiares son más intensas. Pero, de la misma manera, se extiende a aquellos sanitarios que los tratan (psiquiatras y enfermeras), a los lugares donde son tratados (unidades de psiquiatría) y hasta a los propios tratamientos psiquiátricos (es el caso de la terapia electroconvulsiva, o los propios psicofármacos). 3.- El estigma contra la enfermedad mental en el medio sanitario. El medio sanitario, que debería suponer un bálsamo para las personas que sufren algún tipo de enfermedad mental, es en la realidad un medio tan hostil para ellos como el resto de la sociedad. Este fenómeno es universal. Es, por su naturaleza, especialmente lacerante. Es de sobra conocido que la comorbilidad con enfermedades médicas es inaceptablemente alta entre las personas con enfermedad mental. Que en el trastorno mental grave hay una alta prevalencia de hábitos poco saludables y que en estas personas la expectativa de vida está inaceptablemente acortada (hasta 20 años en relación con la población general). Y a pesar de todo se ha demostrado que en países desarrollados las personas con enfermedad mental acceden menos a los servicios de mamografías preventivas del cáncer de mama, que es menos probable que sean especializados si sufren una crisis diabética o que se beneficien de una cateterizacióncardíaca en el caso de sufrir un evento cardiovascular. Sin haber encuestas al respecto, es conocida la existencia de estereotipos asociados a las personas con enfermedad mental y que sostienen médicos, enfermeras y gestores de los servicios de salud. Así por ejemplo, y sin pruebas empíricas que lo demuestre, se mantiene frívolamente que estas personas presentan una mala adherencia a los tratamientos, que son agresivos, impredecibles, que no comprenden la información médica, o que no se los entiende. Igualmente, y sin base 12 alguna, se afirma que presentan un peor pronóstico, que no se les puede pedir ningún esfuerzo o que, simplemente, no pueden. En este ambiente hostil no es extraño que estas personas deban sufrir privaciones de servicios sanitarios por el mero hecho de padecer una enfermedad mental. Estas privaciones pueden estar reguladas por protocolos y regulaciones. Pero también de manera implícita cada vez que algún profesional sanitario decide privar de atención a alguien por sufrir un trastorno mental. Todos aquellos que sufren una enfermedad mental grave pueden dar fe de todas las ocasiones que han tenido que sufrir rechazo, trato no adecuado cuando no, reproches y vejaciones. Pero no solamente los pacientes, también los psiquiatras, nuestras unidades y nuestros tratamientos suscitan el mismo rechazo en el medio sanitario. En la tabla I se muestran algunas de las creencias que, sobre los psiquiatras, son sostenidas por otros profesionales sanitarios y hasta gestores de la sanidad. Sin embargo lo más sangrante, quizás, es que dentro de los propios servicios de psiquiatría el rechazo a la enfermedad mental no mejora. En tres cuartos de los estudios que han evaluado las opiniones entre profesionales de la salud mental, éstas son iguales o peores que en la población de origen2. En un estudio realizado en Suecia los profesionales sanitarios mantenían los mismos prejuicios sobre la enfermedad mental que el resto de la sociedad3. Además, en contra de lo esperado, las creencias más negativas eran sostenidas con mayor frecuencia por los profesionales más jóvenes, aquéllos que trabajan con la enfermedad mental grave y los que lo hacen en los hospitales monográficos psiquiátricos. 4.- El estigma, un fenómeno tan antiguo como la humanidad. Las enfermedades mentales no son las únicas enfermedades a las que la sociedad rechaza. La enfermedad estigmatizante por excelencia es una enfermedad infecciosa: la lepra. A pesar de ser una enfermedad curable, el estigma no ha cedido. Mejor suerte en este sentido ha corrido la infección por el VIH, pero no debemos olvidar el rechazo inicial que generó. Recientemente se ha vivido en España una situación similar con la enfermedad de Ébola que generó terror y rechazo por igual hacia las personas que llegaban infectadas desde el occidente africano en el año 2015. El rechazo y miedo a la enfermedad hunde sus raíces en la concepción mágica de la enfermedad presente entre nosotros desde la emergencia del homo sapiens hace 300.000 años. En las civilizaciones del creciente fértil, como la cultura asirio-babilónica, la enfermedad era considerada como la consecuencia de una ofensa realizada contra la Divinidad. El enfermo era marcado con una mancha moral por los dioses y las personas debían rechazarlos moralmente y evitarlos por su propia seguridad4. 13 En la civilización griega durante el período homérico (siglos IX al VIII a.C.) la enfermedad era igualmente considerada como consecuencia de la desobediencia humana a los dioses, el fruto del pecado. Sucedía tras la transgresión de la ley moral. Pero, a diferencia de las civilizaciones asiáticas, aquellos griegos consideraron que la enfermedad era una mancha corporal, somática4. Esto facilitó la revolución que sucedió poco después en las colonias griegas del Mediterráneo oriental. En los siglos V y IV a.C. una serie de filósofos propusieron que el cuerpo humano era parte indistinguible de la naturaleza (physis)5. Su funcionamiento obedecía a las mismas leyes y éstas eran inteligibles para la razón humana. La enfermedad ya no era fruto de intervención divina, ni de fuerzas espirituales, ni del pecado. La enfermedad podía ser entendida y el médico comprender las causas de la misma e intervenir sobre ellas para devolver la physis a la normalidad. Surge la Medicina técnica y los primeros médicos pioneros de nuestra Medicina actual. Los enfermos ya no son culpables de su enfermedad, ni deben ser objetos de rechazo moral. Por el contrario pasan a ser sujetos de interés científico para el médico y abordados profesionalmente para restablecerlos al estado de salud. Sin embargo ambas concepciones de la enfermedad, la técnica y la pretécnica han convivido hasta nuestra época. En las sociedades urbanas ya no se apela a la Divinidad, el pecado o la falla moral para explicar la enfermedad mental. Nuevos relatos han ido sustituyendo a los viejos dioses pero manteniendo las mismas actitudes de rechazo del pasado. 5.- ¿Cómo se forma el estigma contra la enfermedad mental? Si queremos intervenir eficazmente contra el estigma necesitamos un modelo de su formación que incluya todos los aspectos cognitivos, emocionales y sociológicos que justifican que los miembros de una sociedad sostengan creencias hostiles contra una enfermedad y contra quienes la padecen. Desafortunadamente, a pesar de la literatura existente sobre el estigma, escasean los modelos explicativos acerca de la formación del estigma. El modelo que más éxito ha tenido ha sido el propuesto por el psicólogo norteamericano Patrick Corrigan que se basa en los modelos de la psicología social6. Según este autor el estigma comienza cuando las personas con una enfermedad mental muestran una serie de conductas delatoras de sufrir esa enfermedad (ver tabla II)7. Una vez que una persona ha sido identificada como portadora de una enfermedad mental, se le aplican los estereotipos sociales sobre la enfermedad mental y las personas que la padecen. Los estereotipos son creencias, generalmente negativas, acerca de un grupo de personas y que son conocidos por todos los miembros de una sociedad. Que sean conocidos no significa que sean universalmente compartidos. En lo referente a la enfermedad mental los 14 estereotipos más frecuentes son los que tienen que ver con la atribución de comportamientos violentos, o de ser incompetentes para la vida autónoma o de ser culpables o responsables de lo que les pasa por su debilidad de carácter7. La aplicación de los estereotipos sociales al sujeto previamente identificado desencadena los prejuicios. Éstos son las creencias y reacciones emocionales negativas con las que se evalúa a un sujeto y que, en el caso de la enfermedad mental, suelen asociarse a las emocionales de miedo e ira7. Las consecuencias de todo ello conducen a la discriminación del sujeto. Esta discriminación suele tomar las formas de aislamiento/rechazo social, privación de ayuda y solidaridad y restricción de oportunidades para el empleo, vivienda y autonomía económica. Ante todo esto que denominamos estigma público (y autoestigma cuando es interiorizado por el propio sujeto y su círculo familiar) quienes lo padecen reaccionan de diversas maneras. Muchos tratan de escapar de esta etiqueta siendo ocultados por sus familias, o aislándose del resto de la sociedad, u ocultado el diagnóstico médico que es vivido como algo infamante. O simplemente negando padecer enfermedad alguna lo que conlleva problemas de falta de adherencia e incumplimiento con los tratamientos médicos. En otras ocasiones buscando soluciones para o anticientíficas fuera de la Medicina científica. 6.- Las intervenciones para eliminar el estigma social contra las enfermedades mentales. Las intervenciones probadas hasta el momento para luchar contra el estigma pueden ser clasificada en tres grandes grupos: a) intervenciones educativas, b) las técnicas que suponen el contacto con personas conenfermedad mental y c) las actividades de protesta y activismo social. Las intervenciones educativas tienen como objetivo poner en duda los estereotipos falsos sobre la enfermedad mental sustituyéndolos sobre información factual y veraz sobre la misma. La ventaja de este tipo de abordajes es su amplia difusión. Llegan a grandes cantidades de personas y así el coste de la intervención por persona se reduce. Los vehículos son muy variados: anuncios en servicios públicos, publicidad, libros, folletos (flyers), cine, documentales, vídeos, podcasts, realidad virtual, internet, etc. Estas intervenciones pueden tener objetivos grandes sectores de la población o, por el contrario, grupos más focalizados como estudiantes, trabajadores, comunidades de vecinos, etc. Una variedad de estas intervenciones son aquéllas enfocadas en las propias personas con enfermedad mental y dirigidas a combatir el autoestigma. Suelen tratarse de intervenciones de tipo grupal y emplean modelos cognitivo-conductuales que tratan de desafiar y modificar las cogniciones vinculadas al autoestigma. 15 Las intervenciones basadas en el contacto interpersonal se fundamental en el encuentro e interacción entre miembros de la comunidad y personas afectas de una enfermedad mental. El propósito de esta modalidad de intervenciones consiste en que la creencia de que el acercamiento reducirá la intensidad del prejuicio. El contacto puede ser directo (en vivo) o indirecto (a través de grabaciones en vídeo). Se sabe que existen una serie de características de esta modalidad de intervenciones que potencian su eficacia. Por ejemplo, los contactos vis a vis (tête-à-tête) permiten que las personas descubrir intereses similares y que, potencialmente, puedan llegar a establecer una amistad. Por otro lado los contactos que incluyen un objetivo común (por lo general actividades de ocio y tiempo libre) son especialmente eficaces. Son también mucho más efectivas aquellas interacciones que incluyen a personas con enfermedad mental que no encajan con los estereotipos aceptados (por ejemplo personas con éxito profesional o en sus relaciones sociales). Las intervenciones basadas en la protesta y el activismo social tratan de combatir el estigma ejerciendo presión en la opinión pública o influyendo en las personas con capacidad de decisión para modificar estereotipos negativos, la generación de recursos y las modificaciones legislativas más favorables para las personas con enfermedad mental. Los protagonistas de estas intervenciones pueden ser a título individual (profesionales sanitarios, personas con ascendencia social) o asociaciones de pacientes y familiares o, por supuesto, asociaciones y sociedades científicas. 7.- Eficacia de las intervenciones contra el estigma. Si importante es poner en marcha intervenciones que reduzcan las actitudes sociales contra las personas con enfermedad mental, más aún lo es el escoger aquellas intervenciones que ya hayan demostrado ser eficaces. Los medios son siempre escasos y ello hace imprescindible optimizar la eficacia de nuestras intervenciones. En las tablas III y IV se muestra un resumen de los estudios de eficacia tal y como los metanaliza Corrigan8. El tamaño del efecto es medido por un índice que oscila entre el 0 (ausencia completa de efecto) y 1 (efecto máximo). Como se puede ver se trata siempre de efectos con un tamaño que tiende a ser medio o medio/bajo. Como es previsible los estudios basados en ensayos clínicos randomizados tienden a conseguir efectos inferiores a los estudios observacionales que suelen ser vulnerables al efecto del sesgo de numerosas variables de confusión. De estos resultados se pueden extraer varias enseñanzas. La primera es que las técnicas de contacto social basadas en las narrativas en primera persona son más efectivas que las que basan su contenido en la exposición sobre datos estadísticos o científicos sobre las enfermedades mentales. En general cuanto mayor sea la proximidad entre la persona 16 con enfermedad mental y las personas objetivos de la intervención (edad, sexo, estatus social, etc.) más eficaz será la intervención. La segunda es que algunas intervenciones pueden ser contraproducentes aumentando incluso la percepción negativa sobre la enfermedad mental. Tal es el caso de las intervenciones que se fundamentan en explicaciones biológicas o genéticas sobre la enfermedad mental. La tercera es que las intervenciones educativas y el contacto social son claramente eficaces a la hora de reducir las conductas estigmatizantes. La cuarta es que, entre adultos, el contacto personal es más eficaz que el fílmico (vídeo). Sin embargo, entre la población adolescente, los datos cambian. Entre las personas jóvenes el contacto social no parece ser la intervención más eficaz. Se ve superada por las intervenciones educativas. En ello seguramente influye el hecho de que estas personas son mucho más moldeables y permeables al cambio cuando se les aporta nueva información que desafíe sus estereotipos previos. También es probable que influya el hecho de que las personas que sufren una enfermedad mental suelen tener una mayor edad que estos adolescentes y esto les plantea problemas para identificarse con ellos. Desafortunadamente no hay datos sobre la eficacia de las intervenciones basadas en la protesta y el activismo social. 8.- Conclusiones: la necesidad de una actuación permanente frente al estigma social contra la enfermedad mental. La enfermedad mental genera en las personas que la padecen unas claras dificultades para responder a las demandas que la sociedad exige a sus miembros. Esto produce una clara merma en su autonomía que trata de ser paliado por los diversos tratamientos que la Medicina ofrece a estas personas. El rechazo social, el estigma, con los que la sociedad grava a estas personas multiplica estas dificultades conduciéndoles al aislamiento social y la pobreza. La lucha contra el estigma es, en consecuencia, una obligación moral que tenemos todos para con las personas que sufren una enfermedad mental. Pero en la medida que también disminuye la eficacia de las intervenciones terapéuticas, combatirlo es también una necesidad para todos aquellos implicados en el tratamiento de las enfermedades mentales. Cualquier intervención contra el estigma no es gratis, tiene unos costes económicos generalmente altos. Es necesario optimizar la eficacia de las mismas. Hay que tener en cuenta que no todas las intervenciones son igualmente eficaces para todos los grupos sociales. Debemos ajustarlas al grupo social sobre el que queremos modificar sus estereotipos sobre la enfermedad mental. Para ello disponemos la valiosa información de los ensayos previos realizados señalando las 17 intervenciones más eficaces en cada momento. En el caso de las técnicas orientadas hacia la población general, disponemos de la experiencia y las lecciones de casos similares como lo fue la lucha contra el estigma de la infección por el VIH o más recientemente, las campañas exitosas dirigidas a desestigmatizar grupos sociales como es el caso de las personas homosexuales. No debemos olvidar que algunas intervenciones podrían producir el efecto contrario aumentando la percepción negativa de la sociedad contra la enfermedad mental. No sería el primer caso. Por eso es clave la medición de resultados después de cada intervención. Los cambios en la percepción social sobre la enfermedad mental requieren de años de intervención inteligente. Por ello es clave la persistencia en nuestras acciones. Una intervención, por muy brillante y eficaz que sea, producirá en el mejor de los casos unos cambios sociales que se extinguirán con el paso del tiempo. Esto hace imprescindible que instituciones y sociedades científicas generen grupos de trabajo permanentes que dirijan e implementen este tipo de campañas. La tarea es hercúlea y sobrepasa la capacidad de cualquier grupo social por mucho que sea suinterés. Por ello es necesario tejer alianzas con otros grupos interesados en que los estereotipos sociales cambien. Hay que contar con las asociaciones de pacientes y familiares, los colegios de médicos, las instituciones académicas y sanitarias, la empresa privada, especialmente la farmacéutica, etc. No debemos olvidar el injustificable estigma existente dentro del sistema sanitario. Debemos influir para que en los planes de estudio de las distintas profesiones sanitarias la psiquiatría esté adecuadamente representada. Esto incluye los períodos de prácticas en los que todo estudiante debería de manera ineludible entrar en contacto con personas afectas de una enfermedad mental. Igualmente las campañas de lucha contra el estigma deben actuar de manera constante sobre los médicos residentes en formación de cualquier especialidad y sobre los especialistas médicos ya formados. Los médicos debemos hacer presión sobre políticos, medios de comunicación, gestores, etc. para que los presupuestos destinados a las enfermedades mentales sean proporcionales a su prevalencia. Igualmente debemos influir para que los medios sean los suficientes, lo cual supone que la psiquiatría esté adecuadamente representada en los hospitales generales, la atención primaria, etc. y las personas con enfermedad mental puedan acceder a los servicios médicos en igualdad de condiciones en relación con la población general. Por último, creo que es imprescindible que los psiquiatras modifiquemos nuestra manera de comunicarnos al exterior, tanto a la sociedad como al resto de especialistas médicos. Cierto lenguaje psiquiátrico, que abandona la imprescindible precisión científica del lenguaje médico, o las especulaciones sobre la condición, o no, de enfermedad de los procesos psiquiátricos que tratamos y que 18 son planteadas sin matiz alguno frente a la sociedad contribuyen a estigmatizar nuestra especialidad, a alejarla del resto de la Medicina y, en consecuencia, perjudican a nuestros pacientes. Esto es, sin duda, responsabilidad única de nuestra especialidad. Tabla II: Conductas delatoras de sufrir una enfermedad mental. Comportamientos inusuales y extraños. Afecto inapropiado. Habilidades sociales pobres. Apariencia personal descuidada. Yatrogenia farmacológica: parkinsonismo, sedación, etc. Etiquetación (labelling) por uso de informes psiquiátricos, asistencia a consultas psiquiátricas, etc. Tabla I: Prejuicios contra psiquiatras mantenidos en medios sanitarios. Las enfermedades mentales no son verdaderas enfermedades. Los psiquiatras no son verdaderos médicos. Los psiquiatras están tan locos como sus pacientes. Los psiquiatras se contagian de la locura de sus pacientes. Los psiquiatras no son inteligibles. Los psiquiatras son médicos que no han podido hacer otra especialidad mejor. Las enfermedades mentales son incurables. Los psiquiatras son psicólogos, o médicos del alma, o…. Tabla III: Eficacia de las intervenciones contra el estigma (solo se muestran aquéllas que alcanzan la significación estadística)8. Efecto Global Actitudes Emociones Conducta Educación (todos los estudios) Educación (ensayos clínicos) Contacto (todos los estudios) Contacto (ensayos clínicos) 0,3 0,2 0,3 0,4 0,3 0,2 0,4 0,6 0,1 0,3 0,1 0,2 0,3 19 Tabla IV: Eficacia de las intervenciones basadas en el contacto personal frente al vídeo (solo se muestran aquéllas que alcanzan la significación estadística)8. Efecto Global Actitudes Conducta Todos los estudios Adolecentes Contacto en persona Contacto en video Educación Contacto Contacto en persona Contacto en video 0,5 0,2 0,4 0,2 0,4 0,2 0.7 0.3 0.4 0.2 0.5 0.2 0,4 0,2 0,5 0,3 0,3 Referencias bibliográficas: (1) Real Academia de la Lengua. Diccionario de la Lengua Española. Edición del Tricentenario. Actualización de 2017. (2) Schulze B. Stigma and mental health professionals: a review of the evidence on an intricate relationship. Int Review Psychiatry, 2007, Apr;19(2):137-55. (3)Hansson L et al. Mental health professionals’ attitudes towards people with mental illness: do they differ from attitudes held by people with mental illness? Int J Social Psychiatry, 2011; Vol 59, Issue 1: 48-54. (4)López Piñero JM. La medicina en la historia. La Esfera de los Libros. Madrid, 2002. (5)Laín Entralgo P. Historia de la Medicina. Barcelona: Salvat, 1978. (6)Corrigan PW y Watson AC. Understanding the impact of stigma on people with mental illness. World Psychiatry. 2002; 1: 16-20. (7)Corrigan PW. How Stigma Interferes With Mental Health Care. Ameri- can Psychologist. 2004; 59: 614-625. (8)Corrigan PW et al. Challenging the public stigma of mental illness: a meta-analysis of outcome studies. Psychiatric Services, 2012. 2012 Oct;63(10):963-73 20 son planteadas sin matiz alguno frente a la sociedad contribuyen a estigmatizar nuestra especialidad, a alejarla del resto de la Medicina y, en consecuencia, perjudican a nuestros pacientes. Esto es, sin duda, responsabilidad única de nuestra especialidad. 21 CAPÍTULO II ESTIGMA, LEGISLACIÓN Y LOCURA Prof. Dr. José María Martínez Ferretti Sección Psiquiatría y Ley de APAL Autor: Prof. Dr. José María Martínez Ferretti Médico (Universidad de Buenos Aires, UBA) Médico Psiquiatra (UBA) Médico Especialista en Medicina Legal (UBA) Doctor de la Universidad de Buenos Aires en Medicina Legal y Toxicología Médico Forense de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina Jefe del Servicio de Terapia a Corto Plazo de Mujeres del Hospital Borda Profesor Titular de Psicopatología de la Facultad de Psicología de la USAL Docente Autorizado de la Facultad de Medicina de la UBA Secretario Regional de la Sección de “Psiquiatría y Ley” de APAL Una de las principales características del estigma es la permanencia, es decir, la presencia perdurable del mismo a través de las generaciones. El estigma sobre la enfermedad mental se encuentra ligado con las dos actitudes básicas que ha recibido, el que la padece, a lo largo de la historia de la humanidad. Estas actitudes son: la discriminación o el cuidado humanitario. Fue el interés humanitario el que generó la fundación de los primeros hospitales en la España del siglo XVI, en manos de Congregaciones Religiosas. Fue la discriminación la que dominó al Hospital General en la Francia del siglo XVIII que terminó en las famosas cadenas que quitó Philipe Pinel, como también lo era en “la nave de los locos” del medioevo. Pero debemos convenir que en el siglo XX surgió, como nunca antes en la historia, una nueva actitud posible hacia quien padece enfermedades mentales: el tratamiento. Desde el desarrollo de la psicofarmacología hasta la inserción del psicoanálisis, la psicología social y la rehabilitación, se ha abierto una posibilidad concreta de mejorar la calidad de vida de quienes padecen trastornos psíquicos. Las legislaciones, como parte del imaginario social, han incorporado tardíamente esta nueva actitud y, en general, insisten en perseguir lo discriminatorio aumentando las garantías humanitarias, sin muchas veces incorporar herramientas acordes a los criterios y desarrollos terapéuticos vigentes en la actualidad. Largo es lo que podríamos hablar de la sistemática confusión de la internación con un elemento custodial o carcelario en las legislaciones al respecto en general. Hoy la internación en los trastornos mentales es sólo una herramienta más y, 22 fundamentalmente transitoria, en el devenir evolutivo del que los padece. Pero, sin embargo, hay aspectos en que sí han confluido el Derecho y la Salud en este proceso imperceptible de superación del estigma sobre la locura. Otrora, previo a los tratamientos contemporáneos, predominaba el asilo como única herramienta sanitaria. Este asilo, surgido del tratamiento moral de Pinel tan teñido de paternalismo y autoritarismo, devino en ese gran internamiento que describía Franco Basaglia y que tanto se hateorizado desde Michel Foucault en la institución completa. Hoy la internación es un recurso extremo y muchas son las herramientas que se pueden brindar al que padece trastornos mentales sin llegar a aquel recurso. Una gran institución dominó en este sentido durante casi dos siglos: el asilo o manicomio. Recientemente, en especial desde la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad de las Naciones Unidas del año 2006, también ha surgido un cambio respecto a la situación de capacidad jurídica de quienes padecen trastornos mentales. Con el criterio que la capacidad se presupone siempre y la determinación de restringirla judicialmente sólo en los aspectos en que se encuentre comprometida y no, como antes, en forma global; así como con en el reemplazo del curador por el nombramiento de diversos apoyos que asistan al sujeto en esas áreas restringidas, ha quedado también atrás un criterio tutorial y paternalista que dominaba la legislación al respecto. Hoy, salvo en los casos de absoluta imposibilidad de darse a entender, el sujeto enfermo decide apoyado, es decir asistido pero no reemplazado, no quedando más en un lugar pasivo al respecto. Una segunda institución, en este caso jurídica, ha quedado atrás: la insania o la “demencia en sentido jurídico” como la conocíamos en la jerga médico legal argentina. Fijémonos que la legislación colocaba al enfermo mental en una situación jurídica de capacidad semejante a la de un menor, en clara expresión de paternalismo social. Ambos institutos, manicomio y demencia, representaban actitudes dentro de un eje paternalista, que sumían al enfermo mental en un rol semejante a un niño, que no decidía por sí mismo y debía ser cuidado en forma completa. Desde el ámbito jurídico se expresa que la caída de estas dos instituciones es una victoria sobre el criterio psiquiátrico, siempre dejándonos a nosotros, los psiquiatras, en el lugar de las culpas que son de la sociedad toda. Estoy convencido que no es así: causalmente -dije bien: en forma causal- el manicomio se ha ido desmoronando por la variedad de tratamientos antes expresados que, desde hace varias décadas en la psiquiatría, producen que sólo se busquen apoyos en familiares o instituciones si el sujeto así lo requiere, siendo el paciente el actor principal de su propio tratamiento. En semejante sentido, hoy la determinación de capacidad viene a plasmar esto que la psiquiatría venía aplicando con los tratamientos, como decíamos. No nos dejemos confundir, la superación de los modelos paternalistas del manicomio y de la “demencia en sentido jurídico” 23 tienen profundas conexiones con nuestro accionar terapéutico hacia los pacientes y, si logramos dialogar con el área jurídica, podremos aunar esfuerzos para superar muchos de los estigmas que cargan. “La neurosis nada quiere saber de la psicosis” sentenciaba Jacques Lacan y, en ese sentido, la lucha contra la estigmatización del que padece trastornos mentales, probablemente sea una batalla sin fin. Humanitarismo y Discriminación Los Diccionarios, en general, nos muestran dos caras en la definición de la palabra estigma. Por un lado, como una marca o señal en el cuerpo, especialmente la impuesta con un hierro candente, como signo de esclavitud o de infamia. Por otro, la de una marca o señal sobrenatural que aparece en el cuerpo de algunos Santos y que es signo de su participación en la Pasión de Cristo (12). Resulta llamativo que el estigma sobre la enfermedad mental se encuentra ligado con dos actitudes básicas que ha recibido el que la padece, a lo largo de la historia de la humanidad, que se encuentran asociadas a ambas facetas de dicho significado. Estas actitudes son: la discriminación y el humanitarismo (6). Fue el interés humanitario el que generó la fundación de los primeros hospitales en la España del siglo XV, en manos de Congregaciones Religiosas. La mayoría de los autores latinos relatan que, en Valencia, el sacerdote mercedario Fray Juan Gilaberto Jofré, sintiéndose conmovido por una escena callejera cargada de burla y discriminación de un grupo de jóvenes hacia un enfermo mental, impulsó a sus feligreses a asistirlos (13). Fue la discriminación la que dominó al Hospital General en la Francia del siglo XVII, más que como una institución médica como una estructura administrativo-jurídica que, conjuntamente con los poderes de la época y por fuera de todo tribunal, decidía, juzgaba y ejecutaba sobre el destino de las personas allí internadas. Estos asilos donde se encerraban juntos a mendigos, pobres, locos, viejos y criminales eran verdaderas “jaulas” en las que el enfermo mental, al igual que los “animales feroces y dañinos”, debía estar aislado para protección de la sociedad toda (14). Si bien con la Ilustración la modalidad intenta transitar de reprimir hacia recuperar al enfermo mental, robusteciéndose la reacción contra los métodos de coacción tanto en lo asistencial como en lo legal, en la realidad poco se modifican los procedimientos. El alienado es liberado de sus cadenas intelectuales y físicas, iniciándose la era del tratamiento moral, cuyo más reconocido exponente fue Philippe Pinel. Con ese término ha quedado plasmada en la historia de la psiquiatría la actitud terapéutica caracterizada por una combinación de apoyo, dependencia y aislamiento asilar. Sin excepción, el éxito de la terapéutica requería que el paciente estuviera separado de la sociedad para ser asistido en el ambiente especialmente estructurado del asilo, donde podría ser tratado 24 como un niño en una especie de familia artificial acorde, al fin, con el espíritu paternalista de la época (15). Desde el punto de vista sociológico, la condición de estigma es entendida como un rasgo o comportamiento que hace que la persona portadora sea incluida en una categoría social hacia cuyos miembros se genera una respuesta negativa y se les ve como culturalmente inaceptables o inferiores (3). En este sentido, la actitud de discriminación del enfermo mental constituye la coincidencia perfecta de su estigmatización. Tratamiento Pero debemos convenir que recién en el siglo XX surgió, como nunca antes en la historia, una tercera actitud posible hacia quien padece enfermedades mentales: el tratamiento. Si consideramos desde el desarrollo de la psicofarmacología y las neurociencias hasta la inserción del psicoanálisis, la psicología social y variadas estrategias de rehabilitación, se ha abierto una posibilidad concreta de mejorar la calidad de vida de quienes padecen trastornos psíquicos. Pero lo que es más importante, ha desaparecido la posición de resignación y claudicación ante la enfermedad mental que movía a las dos actitudes anteriores y, en mi opinión, resultaba ser el cómplice perfecto de la estigmatización del que padece trastornos mentales. Se ha producido el desplazamiento desde una posición negativa, resignada y estigmatizante de sólo evitar los riesgos que rodeaban a la locura, hacia otra proactiva y positiva de mejorar, construir o elaborar nuevas posibilidades, no limitando el accionar en Salud sólo a evitar, como decíamos, las consecuencias de los daños emanados de la enfermedad mental sino, prioritariamente, a mejorar la calidad de vida y la inserción social del aquejado por ella (6) (7) (8). Las legislaciones, como parte del imaginario social, han incorporado tardíamente la nueva actitud hacia la enfermedad mental que mencionábamos -o sea, el tratamiento- y, en general, insisten en perseguir lo discriminatorio aumentando las garantías humanitarias, sin muchas veces incorporar herramientas acordes a los criterios teóricos y los desarrollos terapéuticos vigentes en la actualidad. Largo es lo que podríamos hablar de la sistemática confusión de la internación con un elemento custodial o carcelario en las legislaciones al respecto en general (2) (5). Hoy la internación en los trastornos mentales es sólo una herramienta másy, fundamentalmente transitoria, en el devenir evolutivo del que los padece (6). Un ejemplo claro de este desajuste lo constituye la ley 26657 de la República Argentina, llamada Ley Nacional de Salud Mental, en el criterio para reglamentar las internaciones involuntarias (1). Dicha ley, atinadamente y acorde con los principios de capacidad que analizaremos más adelante, define a la internación como una medida 25 terapéutica que debe producirse con el consentimiento del sujeto, limitando a una excepción el hecho que se produzca sin el mismo, o sea, en forma involuntaria. El problema es que limita las circunstancias de esta involuntariedad sólo a la situación de riesgo cierto e inminente, desconociendo la realidad clínica de los riesgos evolutivos que puede tener la afección mental, aunque no sean inminentes, pero que con los recursos terapéuticos actuales pueden disminuirse, o incluso eliminarse, con un tratamiento pertinente, aunque el paciente no lo consienta por su propia falta de conciencia de su afección (5). El exagerado celo por evitar una medida supuestamente discriminatoria y estigmatizante al no contemplar la falta de consentimiento para una internación, con los debidos resguardos y en otras situaciones que no fueran el riesgo cierto e inminente, hace perder de vista los desarrollos teóricos y terapéuticos contemporáneos, que permiten actuar en circunstancias de pertinencia terapéutica (2) (16). Cabe destacar que los Principios para la protección de los enfermos mentales y el mejoramiento de la atención de la salud mental de las Naciones Unidas del año 1991, sin embargo prevén dicha contingencia (10). En los Principios 11° y 16° abordan la problemática del Consentimiento para tratamiento, el primero, y de la Admisión involuntaria, el segundo. Así expresa el Principio 11°, en su párrafo 8, que “se podrá aplicar un tratamiento a cualquier paciente sin su consentimiento informado si un profesional de salud mental calificado y autorizado por ley determina que ese tratamiento es urgente y necesario para impedir un daño inmediato o inminente al paciente o a otras personas”, aclarando que esto sólo podrá efectuarse por un lapso breve. El Principio 16°, en su párrafo 1 inciso b, avanza un poco más en valorar la posibilidad de tratamiento y no sólo el riesgo, expresando que podrá internarse en forma involuntaria “en el caso de una persona cuya enfermedad mental sea grave y cuya capacidad de juicio esté afectada, y el hecho de que no se la admita o retenga puede llevar a un deterioro considerable de su condición o impedir que se le proporcione un tratamiento adecuado que sólo puede aplicarse si se admite al paciente en una institución psiquiátrica de conformidad con el principio de la opción menos restrictiva”. Agrega que se debe consultar en lo posible a un segundo profesional de la salud mental, independiente del primero, siendo entonces que la admisión involuntaria no tendrá lugar a menos que el segundo profesional convenga en ello. Esta se efectuará, aclara después en el párrafo 2, por un período breve, con fines de observación y tratamiento preliminar del paciente, “mientras el órgano de revisión considera dicha admisión involuntaria”, dejando asentado en esto que todo lo consignado es en una instancia prejudicial. Así mismo, aunque ya en instancia judicial, el Principio 11°, en su párrafo 6, inciso c, expresa podrá aplicarse un tratamiento sin el consentimiento del paciente cuando “la autoridad independiente compruebe que el plan de tratamiento propuesto es el más indicado para atender a las necesidades de salud del paciente”. Queda en claro 26 aquí que, para estos Principios, no constituye el riesgo inminente el único criterio para producir una internación involuntaria, incorporando más adecuadamente la actitud de tratamiento, que mencionábamos de relativamente reciente aparición genuina en la historia. Capacidad Pero, sin embargo, hay aspectos en que han confluido más claramente el Derecho y la Salud en este proceso imperceptible de superación del estigma sobre la locura. Como venimos desarrollando, previo a los tratamientos contemporáneos, predominaba el asilo como única herramienta sanitaria. Pero este asilo, tan teñido de paternalismo y autoritarismo, devino en ese gran internamiento que describía Franco Basaglia y que tanto se ha teorizado desde Michel Foucault dentro del concepto de la institución completa. Una gran institución dominó en este sentido el accionar de la psiquiatría durante casi dos siglos: el asilo o manicomio. En la actualidad, sin embargo e insistimos, la internación es considerada por la buena práctica psiquiátrica, como un recurso sólo extremo y muchas son las herramientas que se pueden brindar al que padece trastornos mentales sin llegar a dicho recurso (6). Desde el ámbito jurídico y ya entrando en el siglo XXI, en especial desde la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad de las Naciones Unidas del año 2006, también ha surgido un cambio respecto a la situación de capacidad jurídica de quienes padecen trastornos mentales (11). En primera instancia, con el criterio que la capacidad se presupone siempre y la determinación de restringirla judicialmente sólo en los aspectos en que se encuentre comprometida y no, como antes, en forma global. En una segunda perspectiva, el reemplazo de la figura del curador como representante legal, que reemplazaba en sus decisiones al declarado incapaz, por el nombramiento de diversos apoyos que asistan al sujeto en esas áreas restringidas. Con ambas medidas ha quedado también atrás un criterio tutorial y paternalista que dominaba la legislación al respecto. Hoy, salvo en los casos de absoluta imposibilidad de darse a entender, el sujeto enfermo decide apoyado, es decir asistido pero no reemplazado, no quedando más en un lugar pasivo al respecto. Fijémonos que la legislación, antes de estos criterios de apoyo, colocaba al enfermo mental declarado incapaz en una situación jurídica semejante a la de un menor -otra vez, un niño- en clara expresión de paternalismo social y, finalmente, de estigmatización como inferior o indigno. Una segunda institución, en este caso jurídica, ha quedado atrás: la insania o la “demencia en sentido jurídico” como la conocíamos en la jerga médico legal argentina (4) (9) (17) (18). Manicomio y Demencia Ambos institutos, manicomio y demencia, representaban actitudes 27 dentro de un eje paternalista y estigmatizante, que sumían al enfermo mental en un rol semejante a un niño o a un inferior, que no decidía por sí mismo y debía ser cuidado en forma completa. Desde ciertos discursos del ámbito del Derecho se expresa que la caída de estas dos instituciones es una victoria del criterio jurídico sobre el criterio psiquiátrico, siempre dejándonos a nosotros, los psiquiatras, en el lugar de las culpas que son de la sociedad toda. Estoy convencido que no es así: causalmente -dije bien, en forma causal- el manicomio se ha ido desmoronando por la variedad de tratamientos antes expresados que, desde hace ya varias décadas en la psiquiatría, producen que sólo se busquen apoyos en familiares o instituciones si el sujeto así lo requiere, siendo el paciente el actor principal de su propio tratamiento. Sólo una mala práctica psiquiátrica o el abandono en las decisiones políticas del Estado, pueden hoy sostener bolsones o actitudes manicomiales en instituciones de Salud Mental. En el concepto de causalidad expresado en el párrafo anterior creo que es importante detenernos. El cambio que se genera en el terreno jurídico respecto a la determinación de la capacidad, no es otra cosa que la traducción en el ámbito legal de lo que, desde el área asistencial, se había ya logrado con los sujetos afectados de enfermedades mentales. Fijémonos que de aquel encasillamiento general en la “insania” -que comparábamos antes con el alienismo, el manicomio y la internacióndefinitiva- las decisiones judiciales han pasado a que cada sujeto sea apoyado, ni siquiera representado y mucho menos reemplazado, en los campos y aspectos en que su afección lo limita, conservando plena capacidad en las áreas en que no necesita ese apoyo. Ni más ni menos que esto mismo, es lo que ya viene haciendo la buena práctica en psiquiatría a través de los abordajes sanitarios contemporáneos: no pasa todo por la internación, ya no es el único recurso el asilamiento. De esta forma, el sujeto que requiere supervisión de terceros se busca que la familia o algún referente social la cumpla o se suple con efectores sociales, si requiere una contención y apoyo cotidiano se indica un hospital de día o un acompañamiento terapéutico, sólo si es absolutamente imposible que viva solo o si necesita alguien que lo acompañe o colabore con su traslado cotidiano por la vía pública se contemplan dichas contingencias y así podríamos seguir con otros muchos ejemplos. Pero lo más importante, si el sujeto no requiere ningún apoyo familiar o institucional, él mismo se responsabiliza por su salud y sus tratamientos, pudiéndose negar, incluso, a los mismos. Justamente estas son las preguntas que efectúan los jueces a los equipos interdisciplinarios en forma previa a dictar sentencia para determinar en qué aptitudes se ha visto en desmedro su capacidad y requiere la previsión de apoyos. En el mismo sentido, respecto a las decisiones sobre sus tratamientos o su propio cuerpo en general, como también, en los ámbitos patrimoniales. En las conductas asistenciales, ya desde varias décadas atrás, la buena práctica psiquiátrica en los casos en que el sujeto no necesitara 28 ninguno de estos apoyos, los profesionales tratantes habían ido abandonado el paternalismo que los caracterizaba y confiaban en esas capacidades que, adecuadamente apoyadas incluso, sobran fundamentos hoy para sostener que consolidan aún más la mejoría o estabilidad de la afección que los aqueja. En la actualidad, la determinación de capacidad jurídica viene a plasmar esto que la psiquiatría venía aplicando con los tratamientos, como decíamos. Es por ello que estoy convencido que, incluso, la práctica pericial al respecto de dicha determinación se encuentra ligada fuertemente, con estos criterios, a las prácticas asistenciales. Reflexión final No nos dejemos confundir, la superación de los modelos paternalistas del manicomio y de la demencia -en sentido jurídico, insistimos- tienen profundas conexiones con los tratamientos con que hoy disponemos y la actitud consecuentemente activa y positiva hacia los pacientes que los mismos han posibilitado. Hoy podemos pretender mejorar la calidad de vida y favorecer su más plena inserción en la sociedad de los sujetos afectados por trastornos mentales, dejando atrás el sólo evitar riesgos o protegerlos con criterio tutorial o paternalista. Si alcanzamos dialogar con el área jurídica, desprovistos de fundamentalismos y corporativismos, podremos aunar esfuerzos para superar muchos de los estigmas que cargan los sujetos afectados por los trastornos mentales. Sin embargo, “la neurosis nada quiere saber de la psicosis” sentenciaba Jacques Lacan y, en ese sentido, la lucha contra la estigmatización del que padece trastornos mentales, probablemente sea una batalla sin fin. Bibliografía: 1- Boletín Oficial de la República Argentina, Año CXVIII, Número 32.041, Buenos Aires, viernes 3 de diciembre de 2010, Ley 26657. 2- Delgado Bueno, Santiago: “Alternativas al internamiento involuntario” en Delgado Bueno y colaboradores: “Psiquiatría Legal y Forense”, Colex, Canarias, 1994. 3- Goffman, Erving: “Estigma. La identidad deteriorada”, Amorrortu, Buenos Aires, 1986. 4- Kemelmajer de Carlucci, Aída: “La demencia como base de las nulidades en el Código Civil”, Revista de Derecho Privado y Comunitario, N° 8, Junio de 1995, Rubinzal-Culzoni, Santa Fé, páginas 9/120. 29 5- Martínez Ferretti, José María: “Aplicación de la Ley Nacional de Salud Mental en los Hospitales públicos especializados. Preguntas y comentarios”, en Revista Latinoamericana de Psiquiatría, Año 4, Número 16, Buenos Aires, Noviembre 2011, páginas 10/18. 6- Martínez Ferretti, José María: “Manicomios, hospitales e instituciones de Salud Mental” en Gabay y Fernández Bruno: “Rehabilitación psiquiátrica: asignatura pendiente”, Polemos, Buenos Aires, 2014. 7- Muñoz, Rodrigo: “Los años dorados de la psiquiatría están en el futuro”, en World Psychiatry, Revista Oficial de la Asociación Mundial de Psiquiatría (WPA), Edición para Latinoamérica, Ars Medica, Barcelona, Volumen 8, Número 2, 2010, páginas 95/96. 8- Navarro Valls, Joaquín; “La imagen del enfermo mental en los medios de comunicación” en Dolentium Hominum, Nº 34 (año XII-Nº1) 1997, Revista del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, Ciudad del Vaticano, páginas 199/201. 9- Olmo, Juan Pablo y Martínez Alcorta, Julio A.: “Artículo 12 de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad: medidas de apoyo y de salvaguardia. Propuestas para su implementación en el Régimen Jurídico Argentino”, en Derecho de Familia, Revista Interdisciplinaria de Doctrina y Jurisprudencia, Abeledo Perrot, Buenos Aires, Número 49, Mayo 2011, páginas 39/50. 10- Organización de las Naciones Unidas (O.N.U.): “Principios para la protección de los enfermos mentales y el mejoramiento de la atención de la salud mental”, Asamblea General, Resolución 46/119, 46 U.N. GAOR Supp. (N° 49) p. 189, ONU Doc. A/46/49 (1991). 11- Organización de las Naciones Unidas (ONU): “Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad”, Asamblea General, Resolución 61/106, Nueva York, 13 de diciembre de 2006, http:// www. un.org / disabilities / documents / convention / convoptprot - s.pdf 12- Real Academia Española: “Diccionario de la lengua española”, Edición del Tricentenario, Actualización 2017, http://www.rae.es/ 13- Ruiz Moreno, Aníbal: “La medicina en la legislación medioeval española”, El Ateneo, Buenos Aires, 1946. 14- Saurí, Jorge: “Historia de las ideas psiquiátricas”, Editorial Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1969. 30 15- Stagnaro, Juan Carlos: “Los psiquiatras y los hospitales psiquiátricos”, Vertex, Revista Argentina de Psiquiatría, Volumen XVII, N° 65, Buenos Aires, Febrero 2006, páginas 28/29. 16- Tinant, Eduardo Luís: “El Derecho a la Salud y la Omisión inconstitucional del Juez. La tutela de la ‘persona vulnerable’ en sentido bioético”, en Revista La Ley, tomo 2000-C, páginas 545/554. 17- Tobias, José W.: “La competencia en los procesos de interdicción, inhabilitación e internación de personas”, Revista Doctrina Judicial, Año XXVI, Número 5, La Ley, Buenos Aires, 3 de febrero de 2010, páginas 174/181. 18- Valente, Luis Alberto: “Nuevas proyecciones acerca de la problemática de los dementes”, en Anales, Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata, La Ley, La Plata, Año 6, Número 39, 2008, páginas 142/154. 31 CAPÍTULO III ESTIGMA EN LA ESQUIZOFRENIA SECCION ESQUIZOFRENIA APAL AUTORES: DR LAMAISON FABIAN: INVESTIGADOR PRINCIPAL EN INSA (INSTITUTO DE NEUROCIENCIAS SAN AGUSTIN) DIRECTOR DE CIANE (CENTRO INTEGRAL AMBULATORIO EN NEUROCIENCIAS, LA PLATA) DOCENTE UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA (CATEDRA PSICOLOGIA MEDICA) ARGENTINA + 54-9-221-4850674 hflamaison@yahoo,com.ar DRA GESELL MARIA ELIZABETH: SUBINVESTIGADORA EN INSA (INSTITUTO DE NEUROCIENCIAS SAN AGUSTIN) JEFE DE TRABAJOS PRACTICOS CATEDRA PSICOLOGIA MEDICA UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA COORDINADORA DEL SERVICIO DE PSIQUIATRIA CLINICA SAN JOSE, VILLA ELISA LA PLATA . ARGENTINA + 54-9-221-4384297 mariagesell@hotmail.com.ar Considerada como prototipo de la locura, no seria utópico decir que la esquizofrenia es “LA” enfermedad estigmatizada con mayúsculas. Según la Organización Mundial de SaludMental, 21,000,000 de esquizofrénicos existen en el planeta, para estas personas la vida no es fácil, por el hecho de padecer una enfermedad mental y ser etiquetados como enfermos mentales sufren una serie de reacciones sociales negativas para su bienestar, adaptación y participación social. Estas consecuencias derivan de las connotaciones asociadas al termino y de las actitudes que este suscita en la población general y , especialmente, en quienes de una u otra forma han de colaborar en su integración (propietarios de viviendas, empleadores, educadores, vecinos, medios de comunicación..) se puede decir , en consecuencia, que la enfermedad mental, como otras condiciones humanas, conlleva en muchos casos una discriminación social que en el caso de la enfermedad mental desemboca en un proceso de estigmatización. De hecho, la propia denominación de enfermedad mental “grave” y “crónica” generalmente empleada, resulta controvertida en cuanto a su carga estigmatizadora y comienza 32 a considerarse más adecuado hablar de enfermedades mentales graves persistentes o duraderas. El estigma afecta a todos los agentes implicados, desde las propias personas que sufren la enfermedad, sus familiares, hasta la población general, pasando por los profesionales que los atienden. En este sentido los medios de comunicación social también tienen un gran impacto en el mantenimiento de la estigmatización de las personas con enfermedad mental al ser los cristalizadores y difusores de las distintas tendencias sociales. (Muñoz M Pérez Santos E. Crespo M Guillen A 2009) La lucha contra el estigma se vislumbra como uno de los factores claves de los planes de salud mental desde hace algunos años. La declaración de Helsinki (2005) de la Organización Mundial de la Salud, ha establecido la lucha contra el estigma asociado a la enfermedad mental como uno de los cinco puntos básicos del programa para Europa. En América Latina si bien la doctrina y la jurisprudencia han realizado importantes avances en términos la defensa de los derechos personales de los individuos con enfermedad mental, el estigma como causante de exclusión de un servicio de salud, no ha sido considerado con la misma intensidad (Acuña & Bolis). En Argentina los esfuerzos en ese sentido han sido discontinuos e insuficientes (Agrest et al 2015) La Esquizofrenia está caracterizada por una escisión, más o menos marcada de las funciones psíquicas, donde la personalidad pierde su unidad, y en diferentes momentos, diferentes complejos psíquicos, parecen representarla. La integración de los distintos complejos e impulsos es insuficiente o incluso falta por completo. La enfermedad se caracteriza por un tipo específico de alteración del pensamiento, los sentimientos, la volición y la relación con el mundo exterior. Estos síntomas no aparecen en ninguna otra afección mental en etapas tempranas, de ahí el nombre de Demencia Precoz (Bleuler 1908) Con el advenimiento de las moléculas psicofarmacológicas hemos podido avanzar enormemente en el abordaje de este tipo de pacientes, y en este sentido, los cuadros productivos (delirios y alucinaciones) han sido controlados con un avance constante desde 1959, cuando Delay y Deniker demostraron la eficacia antipsicótica de la Clorpromazina. Los padecientes, pueden tener largos periodos donde su universo psicótico disminuye en vigor a estratos muy bajos y asociados a estrategias no farmacológicas (psicoterapia, dispositivos interdisciplinarios) logran estados de remisión con buena funcionalidad, aunque pocas veces “ad integrum” 33 Desde los postulados iniciados por William Carpenter, Crow, y demás, en donde se hace hincapié en estudiar la enfermedad en complejos sindromaticos, hemos podido avanzar en varios aspectos, a mi criterio: - La esquizofrenia es pleomorfica desde sus estados prodromales, en sus manifestaciones sintomáticas, en su curso y en el tratamiento respectivo. - Esta forma de verla, ha permitido cambios en el estudio y diseños de eventuales agentes psicofarmacológicos según dominio sintomático. En los últimos anos varios de los ensayos clínicos se han diseñado para estudiar los diferentes clústeres sintomáticos de este cuadro psicopatológico. Como ejemplo, los criterios de exclusión/inclusión en esquizofrenia con síntomas negativos deben reunir una serie de puntaje en la escala PANSS con síntomas negativos .En esquizofrenia con síntomas cognitivos es necesario una puntuación determinada en escalas de validación cognitiva (Matrics).esto ayudaría a enfocarse puntualmente en este tipo de paciente, y a abordar eventual y específicamente dos de los dominios o complejos sintomáticos de mayor problema hoy: los síntomas negativos y cognitivos. - Contemplándola en dominios o clústeres, (síntomas positivos, negativos, cognitivos, agresivo-hostiles, afectivos y un eventual sexto dominio donde se incluyen las adiciones) estamos en condiciones de unificar criterios empíricos, por ej., usar antidepresivos en las depresiones asociadas, formas obsesiva compulsivas, panicosas…. (síntomas afectivos) como así también haber podido aprobarse la Clozapina en suicidio (síntomas agresivo hostiles). - Con la llegada del quinto Manual de Diagnóstico y Estatificación de los desórdenes mentales DSM-5 (2013), hemos podido avanzar un paso más en esta visión dimensional, comparado a la categorial observada en ediciones anteriores, a pesar de la controversia que ha suscitado en cuanto a estos cambios. A pesar de la evolución que ha habido con respecto al pronóstico, las personas con Esquizofrenia, sufren no solo de las dificultades propias de su enfermedad, sino, además, de reacciones sociales negativas que obstaculizan su bienestar, adaptación participación social, limitando su autonomía e interfiriendo en el acceso a los servicios de salud (Acuna & Bolis 2005). La estigmatización es uno de los factores más estrechamente ligados a la exclusión en salud y hace que los pacientes desciendan 34 al fondo de la escala económica y cultural, restándoseles capacidad de incidir y reclamar políticas de inclusión. Asimismo, se dificulta hacer efectivas las garantías de no discriminación surgidas de los instrumentos internacionales de derechos humanos que han sido incorporadas en los textos constitucionales de nuestro país (Acuna & Bolis 2005). Estigma es una palabra de origen griego, la cual significaba dos cosas: 1. Picadura, pinchazo y su marca o señal 2. Señal aplicada para distinguir una condición social inferior o criminal Básicamente el estigma está compuesto de dos elementos 1. PREJUICIOS, definido por un conjunto de ideas erróneas y estereotipadas, atribuidos a la persona. 2. DISCRIMINACION, interpretado esto como una serie de conductas de rechazo, menosprecio y distancia social, hacia la persona o colectivo. Los tipos de estigma pueden ser de dos formas según el origen: 1. ESTIGMA SOCIAL, cuando la sociedad es la que reproduce los prejuicios y la discriminación hacia la persona o colectivo. Link y Phelan (2001) proponen concebir el estigma como un proceso social que depende del poder. En primer término, las personas distinguen y etiquetan las diferencias humanas. En el segundo, las creencias de la cultura dominante ligan a las personas etiquetadas con características indeseables o estereotipos negativos. En el tercero, las personas etiquetadas son puestas en distintas categorías para lograr algunos niveles de separación entre “nosotros “y “ellos “. Las actitudes sociales negativas se ponen de manifiesto en os tres aspectos que la componen: cognitivo (estereotipos), afectivos (emociones negativas) y conductual ( discriminación) ( Ottati,Bordenhausen y Newman 2005) 2. AUTOESTIGMA, cuando es la propia persona afectada la que reproduce los prejuicios y la discriminación hacia sí misma y su colectivo. La misma disminuye la esperanza , la autoestima, el sentidode la autoeficacia, el empoderamiento y las creencias de recuperación. Está asociado a una baja calidad de vida y a la atribución personal por la responsabilidad de la causa de la enfermedad. La auto estigma se relaciona también con la estrategia de mantener el secreto sobre el padecimiento, menor solicitud de ayuda de los servicios de salud, incremento de la severidad de los síntomas, como así también a la reducción de la introspección y funcionamiento social y capacidad de atención (Muños, Pérez Santos Guillen, 2009) 35 Antiguamente en la edad media, estos enfermos fueron considerados poseídos por el demonio, y luego como bestias controladas por pasiones e insensibles. No podemos dejar de mencionar que aun hoy, en la era psicofarmacológica, con alta evidencia científica demostrada, todavía existen tratamientos alternativos, con curanderos, chamanes, brujos, espiritualistas, exorcistas y demás, que están a cargo de estos pacientes, con las consecuentes complicaciones medicas y legales, por no recibir un tratamiento adecuado en forma oportuna Actualmente, el termino Estigma, se emplea en el ámbito de la salud, para indicar que ciertos diagnósticos despiertan prejuicios contra las personas portadoras del mismo (Muñoz, Pérez santos& Guillen ,2009) y generan desaprobación social (Stuart, Herather, 2004) Existe una encrucijada, en un corte transversal, sobre etiqueta versus diagnostico precoz al momento de diagnosticar. El diagnostico de esquizofrenia podría ser comorbido, transnosologico, dimensional, con la mayoría de las enfermedades psiquiátricas, como así también, algunas clínicas, neurológicas y toxicológicas, sobre todo en sus estados prodrómicos. Los manuales de diagnostico universalmente usados, en sus actualizaciones, específicamente el DSMV, han sido más dimensionales y menos categóricos, situación favorable para poder sospechar la esquizofrenia en cuanto a sus múltiples complejos sintomáticos, pero esto a veces debe correlacionar con un mayor conocimiento del médico para tener certeza sobre el diagnostico final. Es necesario definir cuanto antes para poder abordar terapéuticamente en lo posible en estadios prodromales Todos sabemos de las consecuencias catastróficas en un retraso diagnostico: neurobiológicas, clínicas, sociales , vinculares y a veces legales, pero también sabemos que el diagnostico conlleva a una etiquetación permanente, y debemos ser cuidadosos al informar al paciente y familiares, teniendo en cuenta el soporte de equipo que debemos tener para acompañar y contener Esquizofrenia deriva del griego dividir y mente, y la visión de mente dividida como concepto actual resultaría antiguo, Algunos autores, en algunas publicaciones reciente proponen el termino “TRASTORNO DEL ESPECTRO PSICOTICO”, (Jim Van Os. British medical Journals, de la escuela holandesa) 36 En algunos países asiáticos como Corea y Japón, la llaman “SINDROME DE DESREGULACION E INTEGRACION”, aparentemente con resultados positivos, mejorando consultas y decreciendo el suicidio, según publicación en la revista Psichological Medicine. Estas menciones no resultarían utópicas si pensamos que la Psicosis Maniaco Depresiva, ha devenido en términos actuales en el Trastorno Bipolar, en todas sus formas. Desde una visión relacionada al ESTIGMA, no caben dudas que ha sido un avance. Estos son algunos de los mitos relacionados a la esquizofrenia y con los cuales tenemos que trabajar intensamente 1. Tener esquizofrenia es tener múltiples personalidades 2. Las personas que tienen esquizofrenia tienen algún tipo de retraso mental 3. El enfermo esquizofrénico no se recupera nunca 4. Las personas con esquizofrenia deben ser institucionalizadas 5. Las personas con esquizofrenia son violentas 6. Las mayoría no puede trabajar 7. Las personas con esquizofrenia son incapaces de decidir sobre su propio tratamiento 8. La esquizofrenia es un castigo de Dios, una posesión diabólica 9. Reside en un particular modo que tienen los padres de educar, cuidar y criar a sus hijos 10. La esquizofrenia es contagiosa No creemos necesario explicar los errores de cada uno de los mitos pero haremos mención en algunos más frecuentes en particular, a saber: -El grado de violencia en esquizofrenia no es superior a otras por ejemplo psicopatías, adicciones, y muchas veces los esquizofrénicos son víctimas y no generadores de violencia -Con respecto a la decisión sobre su tratamiento, muchas veces participan activamente en la planificación del mismo, facilitando así un mayor cumplimiento, y mejores resultados a largo plazo. -Finalmente un mito que es importante a tener en cuenta y explicar debidamente, sobre todo a familiares y en especial a madres, es el concepto de madre esquizofrenogena, dado que en el siglo pasado se creía que si la relación era fría o distante y que los estilos de comunicación eran confusos y contradictorios, había mayores posibilidades de enfermarse. A la fecha no existen estudios que demuestren esto y por el contrario, importantes avances en el conocimiento de genética, demostrando relación por ejemplo entre incidencia y prevalencia de esquizofrenias en población general vs gemelos 37 univitelinos, teniendo una probabilidad de casi el 50 por ciento estos últimos, contra el 1 por ciento en población general Como responsables de la sección proponemos el siguiente plan de acción • Promover el desarrollo y uso de psicofármacos que controlen los síntomas y en su evolución reduzcan los síntomas adversos. • Iniciar actividades educativas a la comunidad. • Educación anti estigma en los profesionales de la salud. • Identificar situaciones discriminatorias y actuar en consecuencia. • Promover acciones legales y sociales para reducir estigma. • Avanzar sobre etiquetas, prejuicios, barreras favorecerá enormemente la detección precoz, con el consecuente tratamiento oportuno. Somos optimistas, encarando la tarea de seguir trabajando mancomunadamente en este sendero en términos científicos, académicos y de políticas de Estado para avanzar tanto en este desorden como así también en la forma en que miramos y consideramos a estos pacientes, sufrientes de esta devastadora enfermedad, la cual, tratada oportuna y seriamente, puede tener un pronóstico extremadamente mejor que hace algunos años. Bibliografía: 1. Ackerknecht EH , Breve historia de la psiquiatría 2 edición editorial universitaria de Buenos Aires, 194 2. Acuña, C & Bollis M (2005) la estigmatización y el acceso a la atención de salud en América latina: amenazas y perspectivas. Recuperado el 2 de Mayo de 2011 en www.eutimia.com/ops/leg-stigmatizacion-eng.pdf 3. Agrest M , MascayanoF, Ardila, S, Abeldaño, A Fernández R et. Al (2015) Mental illnes stigma research in Argentina after 2010 National Menthal Health Law, British Journal of Psychiatry , London: 12p 86-89 4. Biology of schizophrenia and Affective Disease Stanley J, Watson, PH D , MD 5. Corrigan PW , Enfermedad y discriminación, enfrentando las dos causas de la discapacidad psiquiátrica, Vertex revista argentina de psiquiatría X (36): 105-110,1999 38 6. Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders Fifth edition (DSM V) 7. Dubin WR y Fink P “Effects of stigma on psychiatric treatments”, en Fink PJ y Tasman A (eds Stigma and Mental illnes American Psychiatric Press Washington 1992 8. Goffman I (1968) la identidad deteriorada Editorial Amorrutu . Buenos aires. Wellington –Dufferinf Branch 9. Link B &Phelan J (2001) Conceptualizing Stigma, annual Review of Sociolgy , 27,363-385 10. Mascayano F, Tapia W, Castro L Mena Poblete C y Manchego Soza (2015) stigma hacias los trastornos mentales: caracteristicas e intervenciones . salud mental 38(1): 53-58. ISSN: 0185-3323 11. Mora G. “Stigma during the Medieval and Renaissance periods” en Fink PJ y Tasman A (eds) Stigma and Mental Illnes Americna Psychiatric Press Washington
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