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EL FEMINISMO ISLÁMICO COMO ALTERNATIVA POLÍTICA EN ARABIA SAUDITA PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y RELACIONES INTERNACIONALES CARRERA DE RELACIONES INTERNACIONALES BOGOTÁ D.C. 2017 EL FEMINISMO ISLÁMICO COMO ALTERNATIVA POLÍTICA EN ARABIA SAUDITA KAROL DANIELA RODRÍGUEZ CUCAITA PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y RELACIONES INTERNACIONALES CARRERA DE RELACIONES INTERNACIONALES BOGOTÁ D.C. 2017 EL FEMINISMO ISLÁMICO COMO ALTERNATIVA POLÍTICA EN ARABIA SAUDITA KAROL DANIELA RODRÍGUEZ CUCAITA Trabajo de Grado para optar el título de Internacionalista DIRECTOR DEL TRABAJO DE GRADO GERMÁN CAMILO PRIETO CORREDOR Doctor en Ciencia Política PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y RELACIONES INTERNACIONALES CARRERA DE RELACIONES INTERNACIONALES BOGOTÁ D.C. 2017 I A Dios por sus interminables bendiciones. A mis padres por sus inconmensurables sacrificios. A mi hermana por su compañía irremplazable. II Índice Introducción ............................................................................................................... 1 1. El rol del patriarcado en el Medio Oriente y el Norte de África .......................... 4 1.1 El concepto del patriarcado en las sociedades islámicas ................................ 5 1.2 El patriarcado y la participación política ........................................................... 8 1.3 Feminismo Islámico y sus características ...................................................... 12 1.4 Conclusión ...................................................................................................... 15 2. El caso de la mujer en Arabia Saudita .............................................................. 16 2.1 Contexto social y político de las mujeres en Arabia Saudita ......................... 17 2.2 Activismo social en defensa de la igualdad de género .................................. 23 2.3 Políticas de Participación Política en Arabia Saudita .................................... 26 2.4 Conclusión ...................................................................................................... 28 3. El Feminismo Islámico en Arabia Saudita ........................................................ 29 3.1 Discurso del Rey Abdullah en el año 2011 frente al Consejo de la Shura .... 30 3.2 Decreto Real del año 2013 relativo a la participación de las mujeres en el Consejo de la Shura ............................................................................................. 35 3.3 Decreto Real M-61 del año 2014 relativo a la participación de las mujeres en las elecciones a los Consejos Municipales .......................................................... 40 3.4 Discurso del Rey Salman en el año 2015 frente al Consejo de la Shura, la Familia Real y el clero .......................................................................................... 43 3.5 Conclusión ...................................................................................................... 48 Conclusiones ........................................................................................................... 49 Bibliografía ............................................................................................................... 51 1 Introducción El problema que plantea este trabajo es que el Estado de Arabia Saudita se encuentra regido actualmente por interpretaciones patriarcales del Islam. Esta óptica ha limitado los derechos de la mujer en dicha sociedad, recluyéndola a la esfera privada. De acuerdo a las leyes saudíes, todo lo relacionado con la mujer debe estar excluido de los ojos de los hombres, lo cual ha resultado en el establecimiento de una jerarquía “natural” en la que el hombre está por encima de la mujer, según la interpretación tradicionalista del Corán. Es así como las mujeres no pueden salir sin autorización de su guardián (padre, hermanos, tíos, esposo, etc) y sin su abayah puesta (vestido tradicional saudí), no se les permite conducir, las escuelas y universidades están divididas para hombres y mujeres, así como los lugares de trabajo y los lugares públicos, no tienen control total sobre su vida reproductiva, no pueden aplicar a un empleo sin el permiso de su guardián o empezar un negocio por sí mismas, incluso no pueden expresar su opinión si su guardián no la pide o no es permitido que una mujer esté en la misma habitación con un hombre que no está unido en sangre a ella o es su guardián. Estos son solo algunos ejemplos. Por otro lado, el Feminismo Islámico propone el estudio del Corán con el fin de entender el papel igualitario de la mujer en la comunidad musulmana de acuerdo al texto sagrado del Islam. De acuerdo a este movimiento, la religión desde sus orígenes planteó la “igualdad fundamental entre hombres y mujeres como seres humanos” (Badran, 2010, pág. 69). En este sentido, las estructuras sociales de patriarcado que han existido no corresponden al mensaje que le fue revelado al Profeta Mahoma. En lo que atañe a las Relaciones Internacionales, esta investigación resulta provechosa porque el movimiento Feminista Islámico está presentándose en varios países del Medio Oriente, lo que quiere decir que es una corriente trasnacional. Por ejemplo, en el caso de Palestina desde los años de la Primera Intifada en los 90, las mujeres tuvieron un rol importante en las protestas, y posteriormente este hecho 2 incentivó discusiones en torno a asuntos como el abuso doméstico, el abuso sexual y el status personal. A partir de entonces se excluyó a las mujeres de la política palestina, lo que dio pie al surgimiento de organizaciones que abogan por la inclusión de las mujeres en la lucha palestina (Giacaman & Johnson, 2001, págs. 150-155). Otro caso es el de Kuwait, en donde el gobierno controla todas las organizaciones feministas, y estas no pueden ir contravía de los principios islámicos de dicho país. No obstante, algunos grupos pedían el derecho al voto para la población femenina, algo que de acuerdo a su postura no era contradictorio con los principios islámicos. Finalmente en 2005 se materializó el voto para las mujeres (Al- Mughni, 2001, págs. 177-182). Adicionalmente, en Irak las mujeres conformaron un movimiento feminista islámico de gran fuerza, que les permitió acceder a posiciones dentro de las cuales podían adelantar objetivos políticos y sociales, principalmente bajo el estandarte de la Federación General de Mujeres Iraquíes. Esta institución contaba con una cantidad numerosa de miembros, lo que le daba más fuerza. Del otro lado, las mujeres iraquíes también defendían la importancia del rol de la maternidad en la familia y la mujer como encargada del cuidado de los hijos (Halsell, 1998, pág. 176). Los ejemplos anteriores son solo unos pocos del total de países en donde hay presencia de organizaciones feministas islámicas. Conocer la influencia que está teniendo un movimiento transfronterizo en Arabia Saudita podría ampliar el conocimiento sobre las demandas de las activistas y el impacto que están generando en la región y en el mundo. Teniendo en cuenta lo anterior, esta investigación indaga sobre cómo la corriente feminista islámica ha influido sobre las políticas estatales de participación política de las mujeres en Arabia Saudita. Para poder responder a esta pregunta se deben cumplir los siguientes objetivos específicos: I. Evidenciar la situación política y social que caracteriza la vida de las mujeres en el Medio Oriente, haciendo especial énfasis en Arabia Saudita. 3 II. Identificar los actores que promueven políticas de participaciónpolítica femenina en Arabia Saudita, justificadas a través del Feminismo Islámico. III. Determinar la medida en que las políticas de participación política han sido influenciadas por el Feminismo Islámico en Arabia Saudita. En cuanto a la metodología de este trabajo consistirá la muestra de la investigación se centrará en dos políticas de participación política concretas, que fueron emitidas mediante decretos reales. La primera de ellas se dio en el año 2013, gracias a la reforma del Artículo III del Estatuto del Consejo de la Shura que permitió que 30 mujeres hicieran parte, por primera vez, de dicho órgano asesor de proyectos de ley para la monarquía (La Vanguardia, 2013; Saudi Press Agency, 2013). La segunda política se dio en 2015, por medio del Decreto Real M/61 de 2014, el cual permitió que las mujeres en Arabia Saudita tuvieran el derecho del voto para las elecciones de consejos municipales, así como la posibilidad de postularse como candidatas a las mismas. Se debe tener en cuenta que fue la primera vez que le fue reconocido este derecho a la población femenina (Al Jazeera, 2015; Buchanan, 2015). Igualmente, se trabajarán discursos de los dos últimos gobernantes de Arabia Saudita, el Rey Abdullah y el Rey Salman, los cuales son importantes para la participación política femenina en el país. Para esta investigación se aplicará el análisis de discurso a la muestra anteriormente especificada, ya que este método permite estudiar “el lenguaje como medio de interacción” en los discursos y de este modo descifrar las prácticas sociales que aquellos llevan implícitos, es decir, permite analizar lo que “la gente hace”. De acuerdo a Silverman, el análisis de discurso revela la “forma en que versiones del mundo, la sociedad, eventos […] son producidos en el discurso” (Silverman, 2001, pág. 179). De este modo, el análisis de discurso se utilizará, por ejemplo, para leer los decretos reales que dieron origen a estas políticas de participación política femenina. Se buscará entender qué tipo de justificación se da para este cambio, cuáles son las condiciones bajo las que entran en vigor, qué rol 4 juega el Islam en estos procesos, quiénes son los que promueven dichos cambios y por qué. La tesis de este trabajo de investigación afirma que el Feminismo Islámico ha logrado encontrar espacios dentro de Arabia Saudita, los cuales se evidencian en las interpretaciones hechas por el gobierno de fuentes islámicas, gracias a lo cual se ha logrado el reconocimiento de derechos de participación política femenina. El texto estará dividido en tres capítulos. El primero trabajará el concepto de patriarcado y sus implicaciones multidimensionales. El segundo estudiará el patriarcado en el caso de la mujer en Arabia Saudita. Y el tercero analizará el Feminismo Islámico en la participación política femenina en Arabia Saudita. 1. El rol del patriarcado en el Medio Oriente y el Norte de África La problemática tratada en este trabajo apunta a que las interpretaciones patriarcales del Islam han limitado los derechos de las mujeres en los países islámicos, lo que ha causado desigualdades de género que impiden que la población femenina puede acceder a las mismas oportunidades que los hombres y, por consiguiente, no puedan desarrollar su vida plenamente. En este capítulo se explica el concepto de patriarcado, el cual es vital para comprender las relaciones de género que existen en el Medio Oriente y el Norte de África, región en la que habitan la mayoría de musulmanes en el mundo. Asimismo, se evidencia las maneras en que los valores patriarcales se instalan en todos los niveles políticos, sociales y económicos, abarcando la totalidad de la realidad dentro de dichas sociedades y que permiten constatar la dificultad que supone el patriarcado para los derechos igualitarios entre géneros. Otro aspecto que se describe es el del surgimiento de otras interpretaciones islámicas no patriarcales, lo que plantea un enfrentamiento de visiones de mundo para esta región, pero que puede constituir una alternativa local con la cual lograr la igualdad de género. 5 El capítulo inicia con una descripción del patriarcado en las sociedades islámicas, especificando la forma en que la familia juega un rol fundamental en el sostenimiento y reproducción de las instituciones patriarcales. Posteriormente, se detalla la participación política y los derechos de las mujeres en países islámicos y la manera en que estos procesos interactúan con el patriarcado. Finalmente, se explica el Feminismo Islámico como una respuesta a los valores patriarcales que dominan la realidad de la región y cómo este movimiento puede transformar dichas sociedades hacia horizontes de igualdad de género. 1.1 El concepto del patriarcado en las sociedades islámicas Durante las últimas cuatro décadas, el papel de la mujer en los países islámicos del Medio Oriente y el Norte de África se ha basado en una serie de instituciones patriarcales, las cuales han limitado el margen de acción al cual las mujeres pueden apelar. De este modo, las libertades de la población femenina se restringen en muchos ámbitos dentro de las sociedades en las que viven, tanto por parte del Estado como por parte de las comunidades, causando desigualdad en relación con su contraparte masculina. Es importante aclarar que en el territorio anteriormente mencionado existe una gran diversidad cultural debido a la numerosa cantidad de países que allí se encuentran ubicados, por lo que sería incorrecto realizar afirmaciones que reflejen la región como totalmente homogénea. No obstante, existe un conjunto de valores básicos compartidos por dichos países islámicos que permiten hacer una descripción general sobre el contexto social y político de las mujeres en el Medio Oriente y el Norte de África. Inicialmente, el patriarcado hace referencia a la preferencia dada a los hombres, incluyendo a los ancianos, basada en “términos de parentesco”. Ellos se convierten en líderes de las familias, su autoridad se impone sobre los miembros más jóvenes, y especialmente sobre las mujeres. Particularmente, a ellas se les enseña a respetar la superioridad que encarnan los padres, hermanos, tíos, abuelos e incluso primos. Igualmente, sobre los hombres pesa la responsabilidad de cuidar de las mujeres a 6 su cargo, lo cual implica que aquellos poseen la facultad de ejercer poder sobre ellas (Joseph & Slyomovics, 2001, pág. 2). Esta relación lleva implícita una concepción jerárquica entre géneros, en la cual las mujeres se encuentran con condiciones desiguales que les impiden gozar de los mismos beneficios de los hombres (Joseph & Slyomovics, 2001, pág. 2). Tal estructura patriarcal se reproduce en todos los niveles de la sociedad, por lo que resulta muy difícil que las mujeres encuentren espacios en los que no se vean sometidas a la figura masculina. Así pues, el patriarcado se manifiesta principalmente a través de la familia, que a su vez es la unidad más importante en las sociedades islámicas. Su influencia resulta vital en “términos políticos, económicos, sociales y religiosos” (Joseph & Slyomovics, 2001, pág. 1), lo que significa que dicha institución abarca la totalidad de la vida de los individuos que la componen. De esta manera, los vínculos familiares son indispensables para establecer conexiones sin las cuales no se puede acceder a distintas esferas públicas y privadas, ya que la institución de la familia se privilegia en todos los ámbitos. Uno de los aspectos que caracterizan a las familias es que son símbolo de seguridad económica, tanto en el sentido de brindar protección porque sus miembros “sienten la obligación” de cuidar financieramente unos de otros, como en el sentido de brindar oportunidades porque es común que entre ellos inicien negocios, ofrezcan empleos y sean copropietarios de capital,entre otras iniciativas (Joseph & Slyomovics, 2001, págs. 1-4). Asimismo, la familia es fundamental si se desea tener acceso al sector político debido a que el gobierno tiende a distribuir sus recursos y servicios de acuerdo a las relaciones familiares que se contraen con agentes del Estado (Joseph & Slyomovics, 2001, pág. 4). Es posible decir que entre más poderosa es una familia, mayores posibilidades tiene de acceder a agencias gubernamentales. Por supuesto, parte de este poder proviene de la reputación que cierta familia tenga dentro de su comunidad, y este se puede alcanzar si demuestra ser capaz de seguir con rigor los valores islámicos –patriarcales– que son comúnmente aceptados. 7 Ahora bien, de acuerdo a la afirmación de Joseph y Slyomovics (2001): “ya que la familia es patriarcal, la política también privilegia el patriarcado” (pág. 5). Por ello, las mujeres se ven obligadas a recurrir a sus relaciones familiares para incrementar las probabilidades de que sus demandas como ciudadanas sean escuchadas por el gobierno. Adicionalmente, el Estado se encarga de replicar el patriarcado por medio de leyes relacionadas con el matrimonio, el divorcio, la herencia, la custodia de los hijos y la poligamia, en las que suele favorecerse al hombre (Population Bulletin, 1993, pág. 30). Añadido a esto, el cumplimiento de las leyes se encuentra bajo control de las instituciones religiosas, razón por la cual los clérigos adquieren una alta capacidad de injerencia en los asuntos familiares de los individuos. Sin embargo, los cleros promulgan una interpretación tradicionalista del Corán –el libro sagrado del Islam– que entiende el mundo a través del patriarcado y en consecuencia se establece una serie de preceptos que dejan a la mujer en condiciones de inferioridad con respecto al hombre; además, sobre la imagen femenina se construyen nociones de género que perjudican las aspiraciones de igualdad entre hombres y mujeres. En relación con lo anterior, uno de los valores fundamentales más importantes en las familias de países islámicos es el honor de la familia, este hace referencia “al propio sentido de dignidad, identidad, status, […], y estima pública que está vinculado al respeto con que la familia es percibida por la comunidad” (Joseph & Slyomovics, 2001, pág. 6). En otras palabras, el honor está asociado con la reputación que la familia tiene dentro de su comunidad, motivo por el cual a las personas se les enseña que sus acciones repercuten directamente en su familia, así que su comportamiento debe ser ejemplar y, precisamente por el honor de esta, deben estar dispuestos a llevar a cabo sacrificios personales que beneficien a la totalidad de los miembros. En concordancia con esta creencia, el honor de la familia es visto desde una perspectiva patriarcal que afecta a las mujeres, debido a que parte de dicho control de comportamiento ejercido por los hombres y los ancianos interviene en asuntos como “la sexualidad de las mujeres, el movimiento en esferas 8 sociales, y en cierto grado, las oportunidades económicas” (Joseph & Slyomovics, 2001, pág. 6). En resumen, el honor sirve de excusa para incrementar la autoridad del patriarcado –y con este, el de los hombres– sobre las mujeres, pues de aquellas se espera abnegación si sus intereses entran en conflicto con los de su familia, o más específicamente, con los de los hombres que pertenecen a esta (Joseph & Slyomovics, 2001, págs. 6-7). En definitiva, la familia es determinante para que una persona sea capaz de materializar sus intereses en las sociedades islámicas del Medio Oriente y el Norte de África. En el caso de las mujeres, a pesar de que esta dependencia revela a la familia como una fuente de apoyo y protección, también puede llegar a resultar desventajosa debido a los valores patriarcales a los cuales deben someterse si desean tener mejores oportunidades a lo largo de su vida. 1.2 El patriarcado y la participación política Visto desde otro ángulo, es relevante ver la manera en que las instituciones patriarcales afectan la participación política de las mujeres en los países islámicos de Medio Oriente y el Norte de África, con el fin de permearse del contexto social y político que rodea a la población femenina. Inicialmente, el concepto de participación política debe ser entendido como una actividad que “[busca] influenciar el trabajo del gobierno, ya sea influyendo directamente en los formuladores de políticas o en la implementación de las políticas, o indirectamente influyendo en la selección de las personas que hacen estas políticas” (Al Maaitah, Al Maaitah, Olaimat, & Gharaeibeh, 2011, pág. 13). Por un lado, la comunidad internacional, encabezada por las Naciones Unidas, ha promovido en las últimas décadas la protección de los derechos humanos, así pues, como parte de esta campaña se desarrolló un trabajo enfocado en la erradicación de la desigualdad de las mujeres en relación con su contraparte masculina. En dicho proceso, los países islámicos se han convertido en una región con dificultad para adoptar medidas en torno a la igualdad de género. No obstante, sí existen iniciativas para lograr avances en esta materia, como es el caso de las Primeras Damas de 9 distintos países, quienes se han pronunciado a favor de la participación de las mujeres en la construcción de sus propias comunidades, de manera que tienen que gozar de los mismos beneficios que los hombres (Al Maaitah, Al Maaitah, Olaimat, & Gharaeibeh, 2011, págs. 7-9). Como resultado de estos llamados a la realización de reformas estatales, algunos países como Túnez y Marruecos han incluido en sus constituciones determinados postulados que establecen que las mujeres deben ser consideradas como ciudadanas con los mismos derechos y deberes que los hombres. Otros países como Argelia, Egipto y Jordania han promulgado leyes que incentivan la incursión femenina en el mercado laboral y los escenarios políticos tales como licencias de maternidad y derecho al voto. También, como parte de esta transformación, países como Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Líbano, Jordania, Palestina, Argelia, Irak y Bahréin crearon instituciones gubernamentales como ministerios, consejos o comités con el fin de incluir a las mujeres como actores políticos directos. Sus funciones son manejar asuntos de mujeres e igualdad de género, planificar políticas y proyectos de ley, así como preparar informes para la ONU. En algunos casos, las Primeras Damas ocupan cargos importantes dentro de las instituciones, lo cual otorga mayor legitimidad a los ojos de las élites, asegurando la continuidad de su actuación (Al Maaitah, Al Maaitah, Olaimat, & Gharaeibeh, 2011, págs. 9-11). Igualmente, después de la Conferencia de Pekín en 1995 bajo el marco de las Naciones Unidas, en la que se trató el tema de igualdad de género, los Estados islámicos como Egipto, Jordania y Bahréin comenzaron a introducir el debate de género dentro de sus agendas políticas, así como se empezaron a desarrollar estrategias nacionales para atender problemas concernientes a las mujeres. Asimismo, a partir de este escenario multilateral, muchos Estados árabes llevaron a cabo cambios en sus legislaciones con el fin de asegurar a las mujeres derechos laborales, de seguridad social y protección en contra de la violencia (Al Maaitah, Al Maaitah, Olaimat, & Gharaeibeh, 2011, pág. 13). Posteriormente, en el 2004 se dio a conocer la Declaración de Túnez, producto de la Cumbre Árabe de ese mismo 10 año, aquel documento informaba sobre el compromiso político de los 22 países de la Liga de Naciones Árabes (VOA, 2004) a fortalecer la participación política, económica y social de las mujeres, adicional al deber de reforzar el status de la figura femenina en sus sociedades. Uno de los resultados más significativos de esta declaración fue la difusión de leyesque obligaban a que los parlamentos y los partidos políticos tuvieran una cuota mínima de mujeres en sus filas, garantizando de esta manera una aplicación más rápida y efectiva del compromiso. Algunos países en los que se puede observar este tipo de discriminación positiva son Jordania, Egipto, Marruecos, Palestina, Mauritania, Sudán y Somalia. Aún más, hay países en los que las mujeres ya no solo están aspirando a ocupar puestos en la rama legislativa, sino también hacen parte del servicio diplomático y ocupan altos cargos judiciales y ejecutivos (Al Maaitah, Al Maaitah, Olaimat, & Gharaeibeh, 2011, págs. 13-18). A pesar de que estos esfuerzos son valiosos en el largo y difícil camino de la inclusión femenina, la región tiene el nivel más bajo de participación de mujeres en la rama legislativa en todo el mundo, por lo que medidas más profundas tienen que ser aplicadas. Los avances que se den en este campo van a ser fundamentales para que las mujeres tengan una voz sobre las políticas que afectan directamente sus vidas. Aunque se ha adelantado todo un conjunto de esfuerzos para eliminar la discriminación contra la mujer, prevalecen elementos culturales muy arraigados que dificultan dicha tarea. En una sociedad patriarcal que promueve una división del trabajo muy clara, en la que la mujer debe estar relegada al hogar, encargada exclusivamente de su familia, es el hombre sobre quien recae la responsabilidad de tomar las decisiones sobre el curso de su comunidad. De este modo, se establece una dicotomía entre lo público y lo privado, es decir, entre lo masculino y lo femenino, una barrera que muchas veces resulta difícil de traspasar. Las mujeres que han ingresado a las esferas públicas se han enfrentado a una dura resistencia 11 por parte de algunos sectores que se oponen a que ellas tengan una injerencia real en la política. Adicionalmente, como consecuencia de ese mismo patriarcado, las mujeres no tienen confianza en sí mismas, en la capacidad de convertirse en actores con poder dentro del Estado, más allá de sus hogares. Esto a su vez se refleja en el hecho de que las mujeres aún no creen que las candidatas en una elección política sean las mejores aspirantes para ocupar cargos de ese calibre, por lo que los candidatos masculinos siguen abarcando gran parte de las votantes femeninas (Al Maaitah, Al Maaitah, Olaimat, & Gharaeibeh, 2011, pág. 21). Por lo tanto, los gobiernos no pueden fomentar únicamente enfoques top-down sino que también deben prever que sus políticas tengan enfoques bottom-up, con el fin de causar cambios estructurales que alienten a hombres y mujeres a aceptar la igualdad y participar de ella activamente. Cabe resaltar que el patriarcado no es inherente al Islam per se, sino que su justificación religiosa está dada por una interpretación tradicionalista del Corán que presenta la hombre y la mujer en una relación jerárquica, en que la figura femenina está por debajo de la masculina y por ende no es igualitaria. Partiendo de esto, uno de los argumentos que emergen de las sociedades islámicas en contra de la igualdad de género es que tal concepto hace parte de una imposición cultural de occidente, que no encaja con su religión y su cultura. Sin embargo, esto no es del todo cierto, pues ya ha habido casos de presidentas musulmanas en países islámicos, como es el caso de Pakistán, Indonesia o Bangladesh (Al Maaitah, Al Maaitah, Olaimat, & Gharaeibeh, 2011, pág. 22). Esto quiere decir que hay antecedentes que demuestran que la población femenina puede aportar en cualquier esfera al igual que los hombres, sin que esto afecte lo que aquellos países islámicos consideran como valores locales, confirmando de esta forma que el impedimento a la incursión de las mujeres en las esferas públicas de la sociedad radica en las visiones patriarcales. 12 Entendido lo anterior, “iniciativas nacionales significativas relacionadas con el empoderamiento de las mujeres han surgido, lideradas por mujeres, figuras políticas, el público y las comunidades locales” (Al Maaitah, Al Maaitah, Olaimat, & Gharaeibeh, 2011, pág. 15). La sociedad civil ha adquirido un papel determinante en la lucha por la igualdad de género y de allí se han generado diferentes grupos con diversos puntos de perspectiva desde los cuales abordar este tema. Una de dichas perspectivas que será trabajada en particular es el Feminismo Islámico, que construye un puente entre el concepto de igualdad de género –calificado por muchos de occidental– y la cultura islámica. 1.3 Feminismo Islámico y sus características Desde la mitad del S. XIX se dio la aparición de llamamientos sociales en Medio Oriente que reivindicaban el papel de la mujer y los derechos de esta como miembro activo de la sociedad. Parte de su motivación se hallaba en el hecho de que cualquier progreso que tales países pudieran alcanzar no se daría si sus mujeres se hallaban sometidas bajo la dominación patriarcal (Paradela, 2014, págs. 1-2). Hacia el S. XX, las principales demandas del movimiento eran las concernientes a la educación, el matrimonio forzado, la poligamia y el uso del velo. Además, la causa feminista se vio unida a la causa independentista, puesto que por aquella época los países de África se encontraban bajo el yugo colonizador europeo. Algunas de sus más álgidas exponentes tenían una relación cercana con Europa, motivo por el cual muchas mujeres tacharon sus reclamaciones de “occidentalistas”, aspecto que conllevó a que se pensara que en cierto modo estas líderes promovían un pensamiento colonizador que perpetuaría el dominio extranjero. Posteriormente, hacia la década de los 70 algunas naciones como Irán, con la Revolución Islámica, llevaron a cabo procesos de “reislamización” de sus sociedades, por lo que se registró un retroceso en cualquier avance realizado en materia de igualdad de género, debido a que estas iniciativas políticas apelaban al regreso de una sociedad con una Islam más tradicional. Finalmente, hacia la década de los 90 apareció lo que actualmente se conoce como Feminismo Islámico, el cual asegura que el Islam 13 por sí mismo permite la liberación de las mujeres, puesto que en su libro sagrado – El Corán– se establece la igualdad entre hombres y mujeres (Paradela, 2014, págs. 2-6). El Feminismo Islámico propone el estudio del Corán con el fin de entender el papel igualitario de la mujer en la comunidad musulmana de acuerdo al texto sagrado del Islam. Según este movimiento, la religión desde sus orígenes planteó la “igualdad fundamental entre hombres y mujeres como seres humanos” (Badran, 2010, pág. 69). En este sentido, las estructuras sociales de patriarcado que han existido no corresponden al mensaje que le fue revelado al Profeta Mahoma. Vale la pena agregar que las activistas pertenecientes al Feminismo Islámico no buscan transformar el Islam, sino resaltar los puntos que ya contiene en sí mismo, y que demuestran que la mujer y el hombre son considerados complementos, el uno del otro en igual medida. Según Badran (2010), el Islam es la única de las tres religiones abrahámicas que contiene en su texto sagrado directrices que establecen a la mujer como igual frente al hombre, a pesar de las percepciones negativas que la sociedad global alberga respecto al Islam como la religión más patriarcal de todas. De hecho, Rivera de la Fuente (2014) expone que el Corán reconoce a la mujer derechos como el trabajo y la propiedad, el manifestar una opinión, igualdad ante la ley y manutención en caso de divorcio. Ahora bien, tanto Badran (2010) como Rivera de la Fuente (2014) consideran que la aparición del Feminismo Islámico se dio gracias a lo que ellas llaman “Islam Político”, que en otras palabras hace referencia a la reislamización de ciertos países en los años 70 como el caso de Irán, y que puso en la agenda política el rolque se suponía debía tener la mujer en dicha sociedad. Se distinguieron 3 corrientes acerca de este tema: tradicionalista, neo-tradicionalista y modernista (Rivera de la Fuente, 2014, págs. 205-207). La tradicionalista recluye al género femenino a la esfera privada y doméstica, debido a una desigualdad natural entre el hombre y la mujer. 14 La neo-tradicionalista afirma que los hombres y las mujeres fueron creadas en igualdad pero que los roles que ocupan en la sociedad son distintos. Por último, la modernista estipula que es posible alcanzar la modernidad sin dejar de lado las creencias y los valores religiosos. Es precisamente bajo la corriente modernista que se gesta el Feminismo Islámico. Así pues, el proceso de reislamización provocó que el debate sobre la mujer ganara relevancia, dando como resultado dos décadas más tarde al Feminismo Islámico, que no rechaza la religión que el “Islam Político” defiende pero que halla en ella los argumentos para luchar contra el mismo. Badran (2010) ofrece ejemplos en los que la discriminación contra la mujer se materializó en la sociedad islámica. El primero es el fiqh (jurisprudencia islámica), en el cual la interpretación patriarcal del Corán ha llevado a que se tergiverse la igualdad de género estipulada en el libro, de tal manera que la sharia (leyes islámicas) ha dejado a muchas mujeres bajo condiciones desiguales frente a la ley respecto a sus contrapartes masculinas. Estas leyes también son conocidas como “códigos de familia” o “códigos de estatuto personal” y se encargan de regir asuntos relativos a filiación, herencia, matrimonio/divorcio y las custodias de los hijos (Paradela, 2014, pág. 4). Por ejemplo, a pesar de que la sharia reconoce que las mujeres tienen derecho a su parte del patrimonio familiar, en muchas ocasiones ellas nunca llegan a recibir nada (Joseph & Slyomovics, 2001, pág. 4). Otro espacio en el que las mujeres se ven relegadas es el relacionado con su papel en las instituciones religiosas islámicas y en los lugares de culto de la misma. No se les permite a las mujeres dirigir la oración u orar en los mismos salones en que los hombres lo hacen dentro de las mezquitas. En algunos casos, las mujeres oran en sitios adyacentes de las mezquitas que no gozan de la misma suntuosidad de los espacios reservados para los varones (Badran, 2010, pág. 82). No obstante, las feministas argumentan que esta situación no tiene fundamentación coránica, puesto que en la Meca (lugar más sagrado para el Islam y de obligatoria peregrinación para cualquier musulmán) las oraciones y ritos se realizan con hombres y mujeres juntos, 15 una tradición de siglos que no se emuló en los demás sitios. Del mismo modo, algunas líderes feministas están llevando a cabo iniciativas para dirigir la oración en las mezquitas y unificar los salones de oración, apoyándose en la inexistencia de prohibición alguna en el Corán (Badran, 2010, págs. 81-83). 1.4 Conclusión A través de este capítulo se pudo evidenciar que el patriarcado juega un rol decisivo en la vida de las mujeres en los países islámicos, además de que existen instituciones que reproducen dichos valores tales como la familia. Del mismo modo, fue posible ver que los valores patriarcales alcanzan a penetrar todos los niveles sociales, políticos y económicos, haciendo que sea más difícil para la población femenina actuar por fuera de ellos. De acuerdo a Joseph y Slyomovics (2001) “lo que es crucial para entender el género de estas relaciones no es la separación entre lo público y lo privado, o entre la sociedad civil y el Estado, o entre la sociedad civil y lo doméstico, sino más bien cómo la jerarquía de género opera” (pág. 12). Por ende, ellas son sometidas bajo la totalidad del patriarcado, provocando la limitación de sus derechos. Por otro lado, el movimiento del Feminismo Islámico niega la interpretación patriarcal tradicional del Corán, gracias a la cual se suelen justificar las relaciones de género contemporáneas, y por el contrario ofrece una nueva mirada a los textos sagrados. Un cambio de este tipo implicaría un cambio en la visión de mundo de estas sociedades y probablemente llevaría a una profunda transformación de su realidad social, política y económica en la que la igualdad de género sería la norma a seguir. Adicionalmente, los aspectos tratados en este capítulo son significativos para entender la propuesta del Feminismo Islámico, puesto que este movimiento ataca el concepto de patriarcado sin el cual no sería posible entender las lógicas de género actuales que rigen los espacios políticos, sociales y económicos de la vida de las mujeres en las sociedades islámicas y que no permiten que ellas puedan gozar de derechos igualitarios. 16 2. El caso de la mujer en Arabia Saudita La problemática trabajada en este texto estipula que las interpretaciones patriarcales del Islam son las causantes de que los derechos de las mujeres en los países islámicos sean altamente condicionados y restringidos, lo que ha dado origen a desigualdades de género que entorpecen las oportunidades que tiene la población femenina de acceder a las mismas oportunidades que los hombres y, por consiguiente, no cuentan con las mismas garantías de desarrollar su vida plenamente. En este capítulo se explican las formas en que el patriarcado se materializa en Arabia Saudita por medio de una estricta institucionalidad, la cual controla todos los aspectos de la vida de las mujeres en el país. En el Reino los valores patriarcales han encontrado la manera de llegar a las esferas más privadas de todas las personas, regulando todo comportamiento e interacción entre ellas. Las distintas leyes perpetúan la desigualdad de género y las condiciones adversas con las que la población femenina saudí tiene que realizar todo tipo de labores. No obstante, han surgido movimientos sociales que de una forma u otra abogan por la igualdad entre hombres y mujeres, sentando un precedente de cambio. Es precisamente este tipo de transformaciones las que han llevado al gobierno saudí a emitir leyes de participación política femenina, que permitan incrementar los niveles de inclusión de las mujeres en los asuntos de su propio entorno y por ende, favorecer a pequeños pasos la igualdad de género. El capítulo inicia con una descripción de las formas de patriarcado en Arabia Saudita, especificando qué clase de instituciones y normas se encargan de difundirlo. Después se hace un recorrido por algunos ejemplos de activismo social dentro del Reino que buscan mejores condiciones de igualdad para las mujeres saudíes. Por último, se especifican dos leyes de participación política femenina 17 impuestas por el gobierno que indican que la igualdad de género es un objetivo que se está promoviendo en todas las esferas sociales y políticas. 2.1 Contexto social y político de las mujeres en Arabia Saudita El Islam es la cultura política de Arabia Saudita, y es a la vez “la identidad nacional, la religión oficial y el modo de gobierno” que rige el Reino (Doumato, 2001, pág. 167). Todas las políticas, las leyes, los gobernantes y, en resumen, el Estado mismo, son manejados a través de una ideología islámica que legitima por un lado la ostentación del poder por parte de la familia real y por otro lado el ejercicio de este sobre la población. Vale la pena añadir que en este país se ubican los dos lugares más sagrados para los musulmanes, las ciudades de Meca y Medina. La corriente islámica que predomina en Arabia Saudita es el Wahabismo, basado en una lectura radical literalista del Corán que promueve una visión de mundo altamente conservadora y tradicionalista (Grosfoguel, 2016, pág. 16). Bajo esta óptica, el Corán está al mismo nivel que la Constitución y la monarquía es fiel a la sharia, por lo que las leyes promulgadas son acordes a aquella (The Economist,2015). Respecto a la sharia hay que decir que es la ley islámica que está basada en tres fuentes: el Corán, la Sunna-Hadizes y la Ijtihad (interpretaciones de Corán y la Sunna por parte de las 4 escuelas musulmanas). Esta normatividad reconoce más derechos a los hombres en cuestiones como el matrimonio, el divorcio, la custodia de los hijos, el mantenimiento de la esposa y la herencia (Al-Khateeb, 1998, pág. 170). Esto significa que el gobierno se adhiere a las interpretaciones patriarcales del libro sagrado del Islam, las cuales no reconocen derechos igualitarios entre hombres y mujeres. De hecho, es habitual que Ulemas (miembros del Clero) afirmen que “la igualdad va en contra de la ley de Dios […] y en contra de la ley de la naturaleza”, y añaden que al cumplir los deberes religiosos como madres, esposas o hijas se les están garantizando todos sus derechos (Doumato, 2001, págs. 169-171). Adicionalmente, debido a que el Wahabismo es tan fundamentalista, el papel de la mujer en la sociedad es altamente regulado, sobre 18 ella recae una serie de reglas y deberes muy estrictos que se relacionan directamente con el honor de la familia. El patriarcado en Arabia Saudita ha llevado a la institucionalización de un sistema de custodia por medio del cual las mujeres están sometidas a la autoridad de los hombres de sus familias para toda su vida. Durante su niñez, la niña está bajo la tutela principalmente de su padre, y en caso de que aquel esté ausente en el hogar, serán sus parientes masculinos como hermanos, tíos, abuelos o primos los que ocupen este lugar. Para cuando alcanza la adultez, la custodia de las mujeres pasa a manos de su esposo. Es posible que cuando la mujer se halle en la etapa de la vejez su cónyuge muera antes de ella y en tal caso sus hijos varones o sus hermanos serán los encargados de manejar la custodia (Human Rights Watch, 2016). Ahora bien, el sistema de custodia masculina es la institución familiar más importante en Arabia Saudita, toda la sociedad funciona por medio de ella. Las mujeres dependen completamente de la potestad de sus guardianes para poder realizar cualquier labor, desde las más complejas hasta las más básicas del día a día. Paulatinamente, este sistema instituyó una estricta segregación de género en el país, de manera que se construyeron dos esferas claramente separadas –la femenina y la masculina– que solo se mezclan en ciertos espacios determinados. Legalmente, la población femenina siempre es menor de edad aunque ellas ya sean adultas, esto impide que tengan acceso a cualquier servicio por cuenta propia y, por ende, deban acudir a su guardián. Así pues, el sistema de custodia masculina es el principal obstáculo en el país para que las mujeres saudíes gocen de derechos igualitarios con respecto a los hombres (Human Rights Watch, 2016). De este modo, la población femenina está subordinada a la voluntad de sus guardianes y ellos juegan un rol clave en el futuro de las mujeres saudíes. Por ejemplo, una mujer necesita el permiso de su guardián si planea viajar fuera del país, incluso existen casos en los cuales deben pedir permiso para poder salir de su casa, como el de una mujer que fue golpeada y escupida por su esposo por no 19 pedirle su autorización para salir de su hogar (Arab News, 2015). También si desean iniciar una carrera universitaria o continuar con sus estudios de educación superior, si quieren iniciar un negocio, si pretenden aplicar a un empleo o aceptar alguna oferta laboral, e igualmente al momento de escoger con quién casarse, el guardián debe dar su visto bueno. Adicionalmente, en Arabia Saudita le es prohibido a la población femenina manejar autos, por lo que dependen de que los hombres de su familia las trasladen a los lugares que necesitan o deben acudir al servicio de conductores privados o taxistas (Human Rights Watch, 2016). Otro punto importante es el relativo al código de vestimenta, un asunto que se sigue con concienzuda rigurosidad por la totalidad de la población femenina saudí. Todas las mujeres están obligadas a usar un abaya, un vestido tradicional que va desde el cuello hasta los tobillos y que cubre los brazos y además es generalmente negro. Añadido a esto, las mujeres deben vestir una prenda que cubra su cabello, una opción muy común es el uso del niqab, el cual solo deja los ojos a la vista, y otra opción que se ha popularizado en los últimos años es el hijab, que deja el rostro descubierto (Gorney, 2016; The Economist, 2015). Las justificaciones detrás de esta práctica son variadas, aunque todas están interconectadas. De acuerdo a la opinión de distintas mujeres saudíes, el código de vestimenta “invoca a la tradición, a la presión social, a la devoción religiosa, […] la garantía del honor de una mujer –su fidelidad y probidad, si está casada; su modestia y virginidad, si no lo está– se mantiene intachable” (Gorney, 2016). Esta información revela que sobre las mujeres se posa un conjunto de deberes sociales influenciados por el patriarcado, los cuales dibujan el cuerpo de la mujer como algo prohibido que debe ser escondido de la vista, y mediante dicho cubrimiento se avala la reputación que la mujer misma junto con su familia tiene a los ojos de la sociedad. Como ya fue expuesto con anterioridad, el concepto que se tenga de una familia es clave para que las personas puedan acceder a mejores oportunidades en el marco de la institucionalidad islámica. Allí yace el riesgo de no obedecer este tipo de normas. 20 Uno de los cuerpos gubernamentales más destacados en Arabia Saudita, encargado de vigilar a la población y hacer cumplir las normas básicas de comportamiento, es el Comité para la Promoción de la Virtud y la Represión del Vicio, mejor conocido como la policía religiosa. Tiene acceso a todos los lugares si lo cree necesario para cumplir su labor, y se preocupa porque nadie traspase los límites “sexualizados” impuestos en el Reino (Le Renard, 2008, pág. 615). Cualquier varón puede postularse como miembro, siempre y cuando “sea conocido por su buena reputación” (Americans for democracy & Human rights in Bahrain, 2015). Por otro lado, es importante prestar atención a la manera en que la economía del petróleo transformó las relaciones de género en Arabia Saudita. La explotación de dicho hidrocarburo inició en la década de los 50 y se consolidó hacia los 70, y durante esta época se cimentaron fortunas en la sociedad que afectaron las aspiraciones de igualdad entre hombres y mujeres en el Reino. Primeramente, se consolidó la división del trabajo entre hombres y mujeres, los varones se encargaron de llevar el sustento a sus hogares y gracias a que el lucro de esta actividad era tan alto, sus respectivos salarios eran suficientes para proveer de todas las comodidades a sus familias. La presencia de las mujeres fuera de casa ya no fue requerida y, por consiguiente, se les asignaron labores domésticas relacionadas con sus posiciones como madres, hijas o esposas. Se propagaron narrativas en las que se consideraba un privilegio y una distinción de riqueza que una mujer no trabajara, protegiéndola de este modo de los peligros externos. Este proceso llevó a una división jerárquica entre las esferas públicas y privadas, en que las primeras correspondían al lugar de los hombres y las segundas al de las mujeres, asignaciones que se justificaron a través del patriarcado preexistente en la cultura de la comunidad y que terminaron naturalizándose (Al-Khateeb, 1998, págs. 168- 169; Le Renard, 2008, págs. 612-613). Paradójicamente, la industria petrolera originó un proceso de modernización en muchos frentes al interior del país. Uno de ellos es el relativo a la educación de las mujeres, que tuvieron la oportunidad de ir al colegio y posteriormente acceder a 21 educación universitaria. Los primeros pasos de la enseñanza femeninano se dieron sino hasta la década de los 50, por aquel periodo esta decisión levantó una serie de protestas civiles compuestas por hombres y mujeres pronunciándose en contra de esta política, las cuales tuvieron que ser reprimidas por medio de la fuerza por disposición del Rey Faisal (Rather, 2012, págs. 98-99). Gradualmente, con el pasar de las décadas la cantidad de instituciones educativas se incrementó, y con ellas el número de estudiantes femeninas que accedían a la educación. Actualmente, de acuerdo a cifras del 2014 más de la mitad de las personas que se gradúan de las universidades de Arabia Saudita son mujeres y en el exterior hay alrededor de 35.500 estudiantes femeninas que financian sus estudios gracias al programa de becas del Guardián de las Sagradas Mezquitas, una inversión de la monarquía saudita por empoderar al sector femenino de su población (Rather, 2012, págs. 96- 98). Vale la pena agregar que aunque la interpretación patriarcal del Islam declare la educación de las mujeres como una afrenta a su religión, fue el mismo Profeta Mahoma quien dijo que todo musulmán hombre y mujer tenía el deber de buscar el conocimiento, durante toda su vida, incluso si esta tarea lo llevaba a tierras lejanas (Rather, 2012, págs. 98-99). Esto quiere decir que el Islam sí reconoce igualdad de género en esta materia, y que cualquier manifestación que reitere lo contrario está orientada por valores patriarcales que impiden el reconocimiento de condiciones igualitarias entre hombres y mujeres. Hacia la década de los 90, a pesar de que las mujeres se especializaban en determinado campo académico y avanzaban en sus carreras, la oferta laboral se limitaba a la enseñanza, la salud, el trabajo social y empleos en bancos, puesto que se consideraba que estos espacios eran acordes a la “naturaleza” femenina (Al- Khateeb, 1998, pág. 171). A partir de aquella época, aunque a paso lento, el campo profesional ha ampliado su espectro y las mujeres están ingresando a nuevos ámbitos. Parte de este cambio se ha dado debido al interés del gobierno en que miles de trabajos en manos de extranjeros sean ocupados por nacionales saudíes, siendo la población femenina una prioridad en dicha política. No obstante, en la 22 actualidad la brecha continua siendo muy alta, circunstancia que se evidencia en el hecho de que del total de la población de Arabia Saudita mayor de 15 años, el 60% de los hombres están empleados, frente a un 12% de mujeres. Adicionalmente, el 54% de las mujeres son amas de casa (Gorney, 2016). Esto significa que aún hoy es una ardua labor encontrar un lugar de trabajo al interior del país siendo una mujer. Normalmente, los espacios públicos están divididos por sexos. Los colegios y universidades, así como los lugares de trabajo están cuidadosamente designados a hombres y mujeres respectivamente. En los restaurantes o cafés, así como lugares en donde las personas deben hacer fila, hay lugares solo para hombres y lugares para familias. Estos últimos son los destinados al uso por parte de mujeres casadas o solteras. Tales sitios públicos son los pocos que existen en el país en donde se pueden mezclar hombres y mujeres que no están conectados familiarmente. Incluso dentro sus casas, las familias tienen áreas destinadas exclusivamente a los miembros femeninos y a las visitas de mujeres que ellas puedan recibir (Gorney, 2016). Estos ejemplos son indicativos del alto grado de separación entre hombres y mujeres en que están construidas las relaciones sociales en aquella sociedad, llegando incluso a los niveles más profundos de la esfera privada. Curiosamente, la alta segregación de género ha estimulado el florecimiento de la esfera únicamente femenina. No fue sino hasta el 2004 que las mujeres pudieron crear empresas a nombre propio, antes de ese año debían hacerlo usando el nombre de su guardián. De la misma manera, el gobierno saudí ha fomentado la creación de secciones femeninas en negocios privados e instituciones del gobierno, dirigidas exclusivamente a generar puestos de empleo para mujeres, en donde se ofrezcan servicios dirigidos a mujeres. Como se mencionó anteriormente, la monarquía impulsó políticas con el propósito de sustituir empleos ocupados por extranjeros. Un ejemplo de ello se presentó cuando en el 2005 el gobierno dio un plazo de un año para reemplazar a todas las empleadas extranjeras de tiendas de 23 ropa interior femenina por trabajadoras saudíes, al mismo tiempo que prohibió la entrada de hombres a estos lugares (Le Renard, 2008, pág. 625). En este sentido, especialmente en las ciudades se han propagado lugares destinados a ofrecer bienes y servicios únicamente a la población femenina, a la vez que son propiedad de mujeres. Sus actividades varían desde la religión, el trabajo, la caridad, hasta los medios de comunicación y el consumo. En su interior, las clientas pueden despojarse de sus vestiduras y permanecer en ropa informal, puesto que se garantiza la seguridad de que no habrá ningún hombre en el lugar (Le Renard, 2008, pág. 627). Algo similar se imitó en unos de los centros comerciales más destacados de Riad, en donde se construyó todo un piso para el consumo femenino. Allí, las mujeres pueden distenderse y es más flexible el seguir las normas de código de vestimenta. Suelen tener lugar eventos exclusivos como desfiles de moda de alta costura, los cuales son muy apetecidos por la audiencia femenina saudí (Gorney, 2016). Vale la pena preguntarse si el desarrollo de la esfera femenina ha profundizado aún más la estricta segregación de género, ya que no desafía la estructura existente sino que por el contrario se adapta a ella, y la utiliza como fuente de nuevos proyectos. Sin embargo, sí han existido iniciativas a distintos niveles en la sociedad y en el gobierno por cambiar las condiciones desiguales con las cuales tienen que vivir las mujeres saudíes. Con mayor o menor impacto todas se suman a una lista de esfuerzos por otorgarle a la mujer un papel más protagónico y, con ello, reconocerle más derechos. 2.2 Activismo social en defensa de la igualdad de género El primer caso de activismo es el de Manal Al-Sharif, una mujer saudí de 37 años que en mayo del año 2011 inició una campaña para que las mujeres tuvieran el derecho a conducir un auto. Su estrategia consistió en grabarse conduciendo dentro de su país, y posteriormente subir el video a la plataforma de internet YouTube. Asimismo, en la grabación ella convocó a las mujeres saudíes a que hicieran parte de su iniciativa y se filmaran a sí mismas conduciendo el 17 de junio de ese mismo 24 año. Llamó a esta campaña Women2Drive y tan solo en un día el video recibió 700.000 visitas. Lastimosamente, cuando intentó conducir por segunda vez fue arrestada por el Comité para la Promoción de la Virtud y la Represión del Vicio, y estuvo presa por 9 días. El 17 de junio de 2011 cerca de cien mujeres saudíes salieron a las calles manejando sus autos pero no hubo represalias, junto a ellas miles más expresaron su apoyo a la campaña por medio de las redes sociales. En lo relativo a Manal Al-Sharif, distintas organizaciones de derechos humanos e incluso Hillary Clinton se pronunciaron pidiéndole al gobierno de Arabia Saudita su liberación, presión que dio fruto al poco tiempo (Vu, 2016). La lucha de un sector de la población femenina saudí por su derecho a conducir ha alcanzado las más altas esferas de la monarquía, como es el caso del Príncipe Alwaleed bin Talal, quien por medio de su cuenta en la red social Twitter afirmó que el debate debía terminar y el derecho de las mujeres a conducir un auto debía ser garantizado con prontitud, a lo que no hubo respuesta alguna. De acuerdo a este miembro real, la prohibición está más allá de cualquier sustentación de la ley islámica y expone además que esta tradición supone un alto costo parala economía del país, ya que debido a que las mujeres dependen del servicio de taxis o de conductores privados, una millonaria cantidad de ingresos que se podrían invertir en el mercado nacional se filtra hacia el extranjero, ya que la mayoría de estos conductores son forasteros que envían sus ganancias a sus países (Al Jazeera, 2016). Igualmente, Aziza Al-Yousef es una activista que por diez años ha trabajado para acabar con el sistema de custodia que impera en el país, razón por la cual hizo parte del grupo de personas que lanzaron una petición por internet en el año 2016 con la intención de pedirle a la monarquía que aboliera esta institución, alegando que impide que las mujeres tengan vidas plenas, además de la necesidad de que ellas sean tratadas como ciudadanas plenas con derechos. El proyecto logró recolectar cerca de 15.000 firmas y se popularizó por medio de las redes sociales, sin embargo no produjo resultados tangibles. Añadido a esto, alrededor de 2.500 mujeres 25 saudíes enviaron telegramas directos a la oficina del Rey pidiéndole reconsiderar la existencia del sistema, con el fin de que sea anulado. Un dato que vale la pena resaltar es que, según sus promotoras, miembros de la élite del Clero también firmaron, lo que significa que ellos reconocen que el sistema de custodia no tiene ninguna justificación en el Islam (Sidahmed, 2016). Otro caso de gran relevancia es el de la Princesa Ameerah Al-Taweel, quien es una de las voces más poderosas en cuanto a la lucha por el reconocimiento de derechos igualitarios entre hombres y mujeres. Ella ha sido una líder activa en el proceso de organizar a un grupo de mujeres en Arabia Saudita, el cual estaría encargado de presentar de manera más ordenada el conjunto de demandas al gobierno en nombre de la igualdad de género. La Princesa ha manifestado que lograr que el Estado garantice los derechos civiles a las mujeres saudíes como ciudadanas que son, es un pilar fundamental si se quieren ver verdaderos cambios en aquel país (Dolan, 2012). Debido a su posición como miembro de la monarquía, tiene el privilegio de emitir declaraciones que el resto de mujeres comunes de la sociedad no pueden expresar, así como la capacidad de comunicarse con las instituciones gubernamentales de forma más efectiva. Este poder ha hecho que ella sea una líder idónea debido a que se moviliza más fácilmente por la estructura institucional del Estado, llevando sus demandas a las más altas instancias. Ameerah ha recibido críticas por parte del sector femenino más conservador de la población pero no ha sido silenciada por los miembros masculinos de la monarquía (Dolan, 2012). Adicionalmente, entre las protestas más llamativas en contra de la situación de desigualdad de las mujeres en Arabia Saudita, se han llegado a utilizar expresiones artísticas como medio de disconformidad. Es el caso de una canción saudí llamada “Hwages”, de Majedalesa, que se difundió en internet a principios del año 2017 y alcanzó una gran fama. La canción expone la opresión a la cual las mujeres están sujetas bajo la voluntad de sus guardianes masculinos, y en el video musical utiliza la comedia para emitir fuertes críticas a las reglas de comportamiento que debe seguir la población femenina del país. Muestra a varias mujeres en abayas y niqabs 26 jugando baloncesto, montando en patineta y conduciendo carros de juguete, esta ultima una clara alusión a la prohibición en esta materia. Además, deja entrever reprobación hacia el sistema de custodia y hace alusión a uno de los ejemplos más frecuentemente mencionados, en los que los hombres pueden viajar libremente pero las mujeres necesitan el permiso de su guardián. La letra de la canción no es menos tímida y llega a pedirle a Allah que libere a las mujeres de los hombres (Massiah, 2017). Otro ejemplo similar sucedió en el año 2013 cuando el comediante saudí Hisham Fageeh adaptó la famosa canción de Bob Marley ‘No Woman, No Cry’ a una versión en la que se refería a la prohibición de las mujeres a conducir autos, la cual llamó ‘No Woman, No Drive’. El video se hizo famoso no solo en Arabia Saudita sino en el mundo islámico y muchos otros países, alcanzando millones de visualizaciones (BBC, 2013). Estos son solo algunos ejemplos entre muchos otros de activismo en pro de la igualdad de género en Arabia Saudita. No obstante, se prestará especial atención a los esfuerzos del gobierno por implementar cambios reales al interior de sus instituciones, especialmente los relacionados con la participación política de la población femenina saudí. 2.3 Políticas de Participación Política en Arabia Saudita Se tratarán dos políticas de participación política concretas, que fueron emitidas mediante decretos reales. La primera de ellas se dio en el año 2013, gracias a la reforma del Artículo III y XXII del Estatuto del Consejo de la Shura que permitió que 30 mujeres saudíes hicieran parte, por primera vez, de dicho órgano. Esta institución ya contaba con mujeres que “aconsejaban” a los miembros masculinos, pero su intervención era superficial (BBC, 2013; La Vanguardia, 2013). Básicamente, el Consejo tiene como función asesorar a la monarquía en ciertos proyectos de ley y después la élite gobernante tomará una decisión sobre si acepta la propuesta o no. Los miembros de este órgano son elegidos por el Rey por un periodo de cuatro años. Con esta nueva política de participación, se pretende que las mujeres ocupen uno de cada cinco puestos del total de 150 que están 27 disponibles, es decir, un 20% de la cuota total. Todas las mujeres elegidas cuentan con altos títulos de especialización en las determinadas carreras que ejercen, lo cual garantiza la calidad de quienes están trabajando. El decreto también especifica medidas para que se construya una sección en el edificio únicamente dirigida al uso de las mujeres, con el fin de que ellas no se toquen con los hombres ni estén en los mismos espacios que ellos. Del mismo modo, se les exige seguir cuidadosamente las normas del código de vestimenta de acuerdo a lo que ordena la sharia (BBC, 2013; La Vanguardia, 2013). La segunda política se materializó en el año 2015, por medio del Decreto Real M/61 expedido por el Rey Abdullah el 19 de julio del 2014, el cual le otorgó a las mujeres en Arabia Saudita el derecho del voto para las terceras elecciones de consejos municipales en la historia del Reino, adjunto a la posibilidad de postularse como candidatas a las mismas. Es de vital importancia mencionar que este acontecimiento constituyó la primera vez que le fue reconocido este derecho a la población femenina saudí. Por otro lado, el entonces Rey Abdullah ya había anunciado desde el año 2011 que esta sería una de las transformaciones durante su mandato (Al Jazeera, 2015; Buchanan, 2015). Respecto a los requisitos para las votantes, ellas debían llevar a cabo su inscripción de forma personal, no se aceptaban inscripciones por internet ni por correo, tampoco podían votar para más de un municipio y debían ser mayores de 18 años. Si una mujer quería postularse como candidata primero debía realizar el proceso anterior para aplicar como votante, ulteriormente debía cumplir con los requisitos, los cuales aseguraban que su candidatura no participara en más de un municipio, que la aspirante no estuviera relacionada de ninguna forma con los consejos municipales, que tuviera más de 25 años y hubiera finalizado el bachillerato, así como comprobar que es una persona con un historial ético intachable y que no está en la quiebra (Buchanan, 2015). Ahora bien, se estimó que 131.000 mujeres se registraron para poder votar y 900 de ellas se postularon como candidatas. Al final, 20 mujeres saudíes ganaron 28 puestos en los consejos municipales incluyendo ciudades tan importantes como Meca y Riad. Estos números son pequeños si se tieneen cuenta que un total de 5 millones de mujeres saudíes eran aptas para participar (Buchanan, 2015). Sin embargo, este es un cambio positivo, y a pesar de que la cantidad pueda parecer mínima, es el primer paso en el largo camino por el reconocimiento de la igualdad de género en Arabia Saudita. Es importante adicionar los principales obstáculos que las mujeres enfrentaron para poder hacer efectivos sus derechos políticos. El primero consiste en que los guardianes debían dar su consentimiento para que las mujeres fueran votantes o candidatas, sin este primer paso no podían acceder a las demás posibilidades. El segundo es que muchos centros de votación estaban apartados de los lugares de residencia, por lo que las mujeres solo podían llegar en auto, para lo cual en muchos casos necesitaban la ayuda del guardián para conducir. En lo relativo a las candidatas, ellas no se podían dirigir directamente a los votantes masculinos en busca de su apoyo electoral, ya que debían adherirse a la estricta segregación de género que les impide relacionarse con hombres que no son parte de su familia ni podían estar con ellos en el mismo lugar. Algunas candidatas hallaron intermediarios masculinos que sirvieron de portavoces entre la comunidad de hombres y ellas (Buchanan, 2015). 2.4 Conclusión Las condiciones a las que están sometidas las mujeres de Arabia Saudita son duras y estrictas, sobre ellas pesa una serie de normas sociales basadas en interpretaciones patriarcales del Islam, especialmente influenciadas por la corriente islámica del Wahabismo que promueve lecturas literalistas del Corán, que han llevado a la sharia a ser la guía normativa para los procesos legislativos dentro del país. De allí surgen instituciones que replican la desigualdad de género en la sociedad saudí, como es el caso del Sistema de Custodia y el código de vestimenta. Es de destacar las diferentes iniciativas promovidas por distintos sectores de la sociedad que se están consolidando como factores de presión y que, a pesar de las 29 represalias, podrían conllevar al cambio hacia horizontes de igualdad de género. Precisamente, las políticas de participación política femenina son ese tipo de transformaciones deseadas en la búsqueda por la inclusión de las mujeres, y constituyen un esfuerzo para que ellas se posicionen en esferas públicas. Aún existen falencias estructurales que impiden que todas las mujeres saudíes gocen de sus derechos de manera autónoma, razón por la cual deben ser removidas. Finalmente, este capítulo es fundamental para entender las estructuras patriarcales sobre las cuales se desarrollan las relaciones de género en el Reino y que han llevado a una interacción tan desigual. Por ello, las políticas de participación política femenina en la sociedad conservadora de Arabia Saudita implican un importante avance en el proceso de encontrar soluciones locales a los problemas de discriminación contra las mujeres saudíes. 3. El Feminismo Islámico en Arabia Saudita La problemática planteada en este trabajo propone que la existencia de interpretaciones patriarcales en el Islam limita los derechos de las mujeres en los países islámicos, lo que ha producido desigualdades de género que impiden que la población femenina pueda acceder a las mismas oportunidades que los hombres y, por consiguiente, no cuentan con los medios necesarios para desarrollar su vida plenamente. En este capítulo se analizan cuatro documentos cuyo contenido posee elementos que reconocen igualdad entre hombres y mujeres, a partir de interpretaciones religiosas similares a las promovidas por el Feminismo Islámico, que constituyeron la base sobre la cual se erigieron las dos políticas de participación política femenina explicadas en el capítulo anterior. El cambio de interpretaciones de las fuentes del Islam por parte gobierno ha resultado en un distanciamiento de las concepciones patriarcales, siendo estas últimas la causa de la desigualdad de género. 30 El capítulo expone los textos en orden cronológico, siendo el primero de ellos el discurso del Rey Abdullah frente al Consejo de la Shura en el 2011, durante el cual comunicó la implementación de las políticas de participación política. Después se procede a analizar las dos políticas de participación política para las mujeres saudíes, gracias a las cuales pudieron convertirse en miembros del Consejo de la Shura y participar en las elecciones a los Consejos Municipales. Por último, se estudia el discurso del Rey Salman en su primera intervención frente al Consejo de la Shura, mediante el cual informó sobre los puntos en los que se centraría su mandato. 3.1 Discurso del Rey Abdullah en el año 2011 frente al Consejo de la Shura Este discurso fue el primer anuncio proveniente del monarca mediante el cual comunicaba a la audiencia, tanto del Consejo de la Shura como demás miembros del gobierno, así como a la población, sobre las leyes de participación política que serían emitidas más adelante. A continuación se presentan los aspectos más relevantes de la intervención del Rey Abdullah en aquella ocasión. El líder comenzó su intervención afirmando: The struggle of the father of all people, the late King Abdulaziz, with your grandfathers (Mercy be upon their souls), has resulted in the unity of hearts, land, and one destiny. Today, this destiny imposes on us to preserve this legacy, and not to stop here, but to develop it further in line with Islamic and moral values (al-bab.com, 2011). Una aseveración que contiene distintos puntos de interés. Uno de ellos se refiere al hecho de que menciona al Rey Abdulaziz, quien fundó el actual Estado de Arabia Saudita y es el padre de todos los reyes que lo han sucedido, presentando la construcción de dicho país como una lucha que ha dejado como legado ciertos valores en el pueblo saudí, los cuales no pueden ser traicionados por ninguna decisión, puesto que fueron aquellos sobre los que se creó el Reino. Después estableció como su deber continuar con este legado que está íntimamente 31 interconectado con los principios islámicos, por lo que las decisiones tomadas durante su mandato estaban ligadas a ellos. Luego, el Rey Abdullah añadió: It is a responsibility towards our religion, and the interest of our country and its citizens that we should not stop at the hurdles of the current time; but we should strengthen our determination by patience and work with dependence on Allah to address them (al-bab.com, 2011). Lo que significa que como musulmanes era un deber y honor cumplir con el progreso que proviene desde el Islam, por lo que dicho proceso era acorde a lo que sus creencias ordenaban, es decir, los adelantos que se realizaron estuvieron guiados por la religión y no atentaban contra sus pilares ni se separaban de ella. El trabajo dependía de que los avances estuvieran justificados en los valores islámicos, de lo contrario no se llevaban a cabo. Asimismo, los proyectos presentados por el Rey debían ser impulsados no solo por parte del Estado, sino también debían estar involucrados sus ciudadanos, de modo que la población tenía que ser consciente de los pasos a tomar para alcanzar un mayor desarrollo para su país. Después, el discurso manifiesta: “Balanced modernization in line with our Islamic values, which preserve rights, is an important requirement in an era with no room for the weak and undecided people” (al-bab.com, 2011), en este sentido el balance indica que quiere encontrar un punto medio entre su cultura conservadora y el discurso modernista que prevalece en el resto del mundo, sin ceder demasiado a tal punto de poner en riesgo su identidad, su legado, sus raíces y su tradición. Así pues, como parte de este balance los valores islámicos son fundamentales porque ellos representan la identidad saudí. Vale la pena prestar atención al uso de lapalabra «débil», en tanto es calificativo que causa rechazo en la audiencia e invita a hacer lo necesario para no ser llamada así. Pretendía que los saudís llegaran a la conclusión de que ellos no eran débiles y por el contrario hacían parte de las 32 naciones fuertes y desarrolladas y eso los lleva a actuar como tal. Las naciones fuertes son decididas, cualidad que los lleva a tomar decisiones que pueden resultar a veces duras pero que son necesarias, como las relacionadas con la igualdad de género. Eventualmente, el Rey Adbullah dijo: “All people know that Muslim women have had in the Islamic history, positions that cannot be marginalized, including correct opinions and advice since the era of Prophet Mohammed” (al-bab.com, 2011), lo que constituyó una afirmación bastante fuerte por varias razones. En primer lugar, cuando formuló «todas las personas» no dejó lugar para que alguien negara lo que la historia islámica le ha dado a las mujeres y lo que ellas le han aportado a esta. Lo manifestó como si este hecho fuese algo veraz con lo que todos –gobierno, ciudadanos y creyentes– estaban de acuerdo. Esto quería decir que existía entonces un acuerdo bajo el cual se reconocía que la mujer ha jugado un papel importante en la historia islámica y que este desempeño no se ha limitado a estar relegada, sino que ha tomado parte activa en los procesos históricos. El Rey Abdullah posiblemente intentaba transmitir la idea de que los valores culturales en el Reino también se debían al rol de la mujer, pues ella había participado en su construcción y su propagación. Al decir esto, estableció que sería un error negarle a la mujer el lugar que merecía dentro de la historia islámica y por ende dentro de Arabia Saudita. De la misma manera, otro aspecto llamativo en la cita residió en que el Rey afirmó que el papel de la mujer en la sociedad islámica había sido importante desde sus inicios, era una característica que venía desde los tiempos del Profeta Mahoma, lo que significaba que la inclusión de la mujer en esferas públicas no podía ser contraria a los valores islámicos porque el mismo Profeta compartía la postura de que la mujer debía cumplir en su comunidad un rol central. Por lo tanto, es un asunto que siempre ha existido para la sociedad islámica y posee un soporte religioso. 33 Teniendo en cuenta lo anterior, el discurso prosiguió diciendo: Since we reject to marginalize the role of women in the Saudi society, in every field of works, according to the (Islamic) Sharia guidelines, and after consultations with many of our scholars, especially those in the senior scholars council, and others, who have expressed the preference for this orientation, and supported this trend, we have decided the following: (al- bab.com, 2011). Lo cual sintetizó la postura que tenía el gobierno de Arabia Saudita liderado por el Rey Abdullah en torno al ingreso de las mujeres a espacios que antes eran vetados para ellas. Por ello, basado en el recorrido histórico de la mujer islámica se rechazó cualquier intento de marginar a la mujer saudí, ya que Arabia Saudita es fiel al Islam y si este establece derechos para la mujer en términos de igualdad sería una afrenta contra la religión no reconocerlos. Además, la élite monárquica y el clero reconocieron los derechos en todos los frentes, lo cual quería decir que la figura femenina no debía estar limitada solo al hogar, sino que la mujer saudí debía incursionar en todas las esferas con el fin de que pudiera alcanzar el máximo potencial y ofrecerlo en servicio a la sociedad, tal como lo indica la creencia. Adicionalmente, las políticas que fueron propuestas no se alejaron de la identidad saudí ni de su forma de gobierno, ya que se legitimaron en la sharia, que es la ley oficial del país y la del Islam de acuerdo a interpretaciones radicales como la del wahabismo, que a su vez es la retórica predominante en Arabia Saudita. Añadido a esto, hubo consultas con el clero, una entidad fundamental para ganar el apoyo de la población y que legitimó la decisión que el gobierno estaba tomando, puesto que son ellos los eruditos de las fuentes primarias islámicas, textos en los que se hallan todos los principios de la religión. En conjunto esto significa que el gobierno no se está alejando del Islam y que, además de tomar la precaución de ser fiel a ella, busca cumplir con su deber como seguidor de la religión aceptando las 34 responsabilidades que se adquieren con ello, entre ellas darle a la mujer el lugar que merece. A continuación, se presentó la primera política: “participation of women in the Majlis Al-Shura as members from next session in accordance with the Sharia guidelines” (al-bab.com, 2011), la cual permitió la participación de las mujeres en el Consejo de la Shura. Lo primero que llamó la atención es que este derecho era otorgado, limitado y controlado por medio de la sharia, lo que ya ponía de frente que el Islam mismo era el que lo brindaba y lo sustentaba. El segundo aspecto a resaltar es la importancia del Consejo de la Shura, un órgano consultivo que asesora al Rey y tiene un papel importante en la estructura gubernamental, lo que hace más gratificante que las mujeres sean incluidas entre sus miembros. Muestra una voluntad, aunque sea mínima, de que las mujeres entren en las esferas más altas y no solo queden relegadas a los niveles más bajos. Ulteriormente, se mencionó la segunda política: “women will have the right to nominate themselves for membership of Municipal Councils, and also have the right to participate in the nomination of candidates with the Islamic guidelines” (al-bab.com, 2011), en la que se confirmó la participación de las mujeres en las elecciones a los Consejos Municipales. Respecto a esta decisión se le otorgó a la población femenina el poder de decidir a nivel local sobre el futuro de sus comunidades y de ellas mismas, no solo de ser depositarias de las decisiones. Se consideró que eran capaces moral y profesionalmente de postularse y de nominar candidatas, lo que se tradujo en que las mujeres tenían las mismas capacidades de su contraparte masculina para competir por cargos de este tipo. Por último, de nuevo se dispuso que este derecho fuese reconocido y controlado por medio de la sharia, queriendo decir que el Islam era la fuente de este cambio. 35 3.2 Decreto Real del año 2013 relativo a la participación de las mujeres en el Consejo de la Shura Esta fue la ley de participación política que reglamentó el ingreso de mujeres saudíes como miembros al Consejo de la Shura, especificando los derechos y deberes que regulan su trabajo, la cantidad de figuras femeninas que empezarían a conformar el órgano y los lugares que se dispondrían para ellas. Inmediatamente, se analiza el contenido de este Decreto Real. La ley inició comunicando: After having reviewed the Governance Statute and the Shura Council’s system and regulations and consulted with a large number of Ulema and members and non-members of the Senior Ulema Commission, the proposal regarding the participation of women in the Shura Council was passed in accordance with Islamic Sharia laws. This is a course we are not going to divert a hair’s breadth from as it is considered the pillar base of this nation laid by its founder King Abdulaziz, and is in the best interests of the public. We have therefore ordered the amendment of the Third Article of the Shura Council system to read as follows: (Asharq Al-awsat, 2013). A partir de lo cual se pueden inferir diferentes asuntos. Por un lado, se advirtió la revisión del «Governance Statute» que es una de las formas como es conocida la Ley Fundamental, la cual es la Constitución de Arabia Saudita y estipula que el Corán y la Sunna del Profeta son documentos centrales en la forma en que se espera que aquellos individuos que ocupan cargos