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Orígenes de la Lengua Castellana

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LOS 
ORIGENES DE 
LA LENGUA 
CASTELLANA 
 
 
 
 
 
ESTUDIO DE INVESTIGACIÓN FIN CURSO 
RAMÓN VICENT ESTEVE 
TUTOR PROFESOR DOCTOR 
SANTIAGO FORTUÑO 
Curso 2010-2011 
 
 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
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Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
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INDICE 
1. Introducción ............................................................................................. 4 
2. Sustrato, superestrato y adstrato lingüísticos ..........................................6 
2.1. Sustrato lingüístico ........................................................................6 
2.2. El sustrato como causa de diferenciación .....................................6 
2.3. El superestrato ...............................................................................7 
2.4. Adstrato lingüístico ........................................................................7 
2.5. La historia del origen del castellano ..............................................8 
2.6. Los resultados ...............................................................................8 
3. Glosas y origen del castellano ..................................................................9 
4. Códices medievales ................................................................................11 
4.1. Códices medievales. Su naturaleza ............................................11 
4.2. El códice Emilianense 60 ............................................................12 
5. Las Glosas del códice Emilianense ........................................................16 
5.1. ¿Qué son las glosas? ..................................................................16 
6. La lengua de las glosas ..........................................................................32 
6.1. Glosas en latín .............................................................................25 
6.2. Glosas en vascuence ...................................................................27 
6.3. Glosas en romance ......................................................................29 
6.4. La glosa 89...................................................................................31 
7. Glosas Silenses ......................................................................................35 
8. Épocas de la formación del castellano ..................................................38 
8.1. Época visigótica ..........................................................................38 
8.2. Época asturiano- mozárabe .........................................................41 
8.3. Hegemonía leonesa ....................................................................42 
8.4. Lucha por la hegemonía castellana ............................................42 
9. Rasgos fonéticos de las lenguas romances ...........................................47 
10. Conclusiones/ Lengua y literatura castellana .........................................48 
11. Bibliografía .....................................................................................51 
 
 
 
 
 
 
 
 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
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1. INTRODUCCIÓN 
 
La historia enseña que la lengua no nace en un lugar determinado, ni 
tiene como progenitores a un pueblo o un grupo de personas. La lengua no es 
fruto de decisiones personales ni, tan siquiera, resultado de la acción de 
minorías culturales. Una lengua no nace como las personas en un día exacto ni 
en un punto concreto del mapa. No. La lengua es el vehiculo de comunicación 
de un pueblo y de sus gentes, es el cauce de intercambio de vivencias, de 
ideas, de sentimientos, a la vez que moldea la vida de ese pueblo y de esas 
gentes. Es la expresión más acabada de un determinado modo de ser, el 
espejo en el que se refleja la fisonomía de una colectividad. Y por ello es tan 
cambiante como la realidad de los pueblos que la hablan, y ha estado sujeta al 
mismo devenir de quienes la han utilizado como medio de intercomunicación. 
Por decirlo de una manera breve: la lengua no nace, la lengua se hace; el 
pueblo, cada pueblo, la va conformando día a día. Esto la convierte en algo 
vivo, dinámico y, por tanto, sujeto a las leyes evolutivas de la vida, que no son 
otras que han regido la de los pueblos que la hablan. Cada época ha tenido su 
modo de vivir, sus costumbres; ha contado con unas formas determinadas de 
expresarse en el arte, en su folklore, en sus ritos religiosos, en sus usos 
oficiales, en las palabras, en su manera de hablar. De ahí que la historia de la 
lengua sea la historia de un pueblo, y quizá su resumen más acabado. 
 
La nuestra, en general, nos es familiar. De la Iberia conquistada y 
colonizada por los romanos pasaríamos a la Hispania germanizada por los 
visigodos, para ser después invadida y dominada durante ocho siglos por los 
árabes. Sometida luego a la tensión de la empresa de la Reconquista, 
fragmentada en varios reinos, conocerá por fin la unidad que le otorgaron los 
Reyes Católicos. Somos un amasijo de pueblos y de culturas, cruce de 
caminos y de influencias. Por ello, debieron pasar muchos años, varios siglos, 
hasta que alcanzamos una identidad, una fisonomía peculiar. Y esto también 
es lo que ha sucedido con nuestra lengua, que logra una cierta unidad en la 
segunda mitad del S XIII merced de la labor del Rey Sabio Alfonso X. 
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La evolución del lenguaje metafóricamente la podemos comparar con un 
río caudaloso y de largo recorrido. Nace en una fuente pero esa fuente no es el 
río que se va formando poco a poco a lo largo de muchos kilómetros 
recogiendo agua de la multitud de afluentes, prestando las suyas allí por donde 
pasa, acomodándose a los distintos paisajes por los que trascurre y sufriendo 
toda clase de alteraciones hasta desembocar en el mar. 
 
Las lenguas romances y, más en concreto, el castellano encuentran su 
manantial en el latín vulgar, aquel lenguaje popular o de la calle que las gentes 
de Roma, funcionarios, colonos, hombres de negocios, soldados de las 
legiones, importaron a nuestra patria, y no en el latín literario de Cesar, Cicerón 
o Virgilio. La mezcolanza de estos latines con el habla de los distintos 
pobladores de la vieja Hispania, en un proceso lento, pero inexorable, de 
adiciones y descomposiciones de variaciones y acomodaciones, irá 
alumbrando nuevas formas de comunicación que con el trascurso del tiempo 
ira relegando y sumiendo en el olvido la antigua lengua de Roma. Desde la 
implantación de los reinos visigóticos en España y rota toda la vinculación con 
Roma el “latín vulgar” o hablado de los hispanos del siglo noveno, se parecerá 
muy poco al latín del primer siglo del cristianismo. Además este latín vulgar no 
se escribe, únicamente lo habla la gente del pueblo. Por el contrario, aquel en 
el que están escritos los cánones conciliares, las leyes visigóticas, el “bajo 
latín” que utilizaban los eclesiásticos y los letrados en sus escritos, siguiendo 
en cuanto se lo permitían sus conocimientos gramaticales los modelos de los 
antiguos escritores latinos, ese latín que se copia en los escritorios monásticos 
ya resulta ininteligible para las gentes de los siglos medievales. No es su 
idioma. 
 
Con palabras de Dámaso Alonso, diríamos que el latín llega a ser el 
español a lo largo de una evolución lentísima y constante, y nunca podemos 
cortar por un punto y decir que ahí esta el español recién nacido. 
 
 
 
 
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2. SUSTRATO, SUPERESTRATO Y ADSTRATO LINGÜÍSTICO 
 
2.1. El sustrato lingüístico. 
 
El sustrato lingüístico es un término que se refiere, sobre todo en caso 
de pueblos conquistados por otros de lengua distinta, a las influencias léxicas, 
fonéticas y gramaticales que ejerce la lengua originalmente hablada en el 
territorio sobrela lengua que la sustituye. Cuando el fenómeno ocurre al revés, 
hablamos de superestrato.* 
 
2.2. El sustrato como causa de diferenciación. 
 
La mayoría de los filólogos romanistas pensaba que la diferenciación del 
latín hablado en el imperio romano se debió en gran medida a las diversas 
lenguas de los distintos pueblos prerromanos que lo conformaban. Al adquirir el 
latín como segunda lengua, los habitantes de estos territorios podrían haber 
trasladado características de su lengua nativa al latín coloquial que hablaban. 
Esta idea aunque razonable, no parece explicar ni siquiera una fracción 
apreciable de las características observadas, ya que, por desgracia, casi todas 
esas lenguas se han extinguido, y el estado actual de nuestros conocimientos 
sobre ellas es muy defectuoso. 
 
Un caso más claro es la diferenciación del español en America, donde la 
relación entre las características de las lenguas indígenas y las variedades 
modernas de español habladas en los mismos territorios no es muy fuerte, y 
frecuentemente se manifiestan casi exclusivamente en un puñado de 
préstamos léxicos. 
 
La teoría del sustrato como causa de diferenciación lingüística se daría 
sobre todo a nivel léxico, y en menor medida a nivel fonético. En cuanto a la 
gramática y a la sintaxis, la influencia del sustrato no parece explicar 
prácticamente nada. 
 
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2.3. El superestrato. 
 
A finales de época del periodo romano de occidente, parece que 
algunos pueblos bárbaros, aunque dominantes desde el punto de vista militar 
respetaron la cultura romana lo suficiente como para aceptar algunas formas 
del latín. 
Por ejemplo, el dominio romano en la península ibérica produjo la 
desaparición de las lenguas primitivas con excepción del vasco. Sin embargo, 
muchas de sus características aun quedan como sustrato en el castellano; así, 
algunos lingüistas consideran que la desaparición de la inicial latina f- 
resultando una h-, inicialmente aspirada y posteriormente muda, parece 
deberse a la influencia vascuence, pues esta lengua rechazaba el fonema “f”. 
 
2.4. El adstrato lingüístico. 
 
Adstrato es el término que designa el influjo entre dos lenguas que, 
después de haber convivido algún tiempo en un mismo territorio, luego viven en 
territorios vecinos. El mismo término también es aplicado por muchos lingüistas 
para designar el influjo mutuo de dos lenguas o dialectos vecinos (por ejemplo, 
en España, el influjo que se produce entre el castellano y el catalán, el gallego 
y el asturiano). También puede definirse como una lengua o dialecto que ejerce 
una influencia parcial, por contigüidad geográfica o por convivencia o 
coincidencia en el tiempo, sobre otra lengua o dialecto: el árabe fue adstrato 
del español. Es decir, una situación del adstrato ocurre cuando una lengua 
indígena sobrevive y coexiste con la lengua de los invasores, mientras ambas 
lenguas tienen influencia en la otra, ninguna desaparece. Por ejemplo, todas 
estas lenguas coexisten sin desaparecer, mientras cada una influye en todas 
las demás. 
 
 
 
* Las Lenguas Romances de Rebecca Posner, Cambridge University Press, 1996, ediciones 
Catedra S.A, 1998. Segunda parte ¿Cuando se hicieron diferentes las lenguas romances? Pag. 281-282
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2.5. La historia del origen del castellano. 
 
La desaparición de las primitivas lenguas peninsulares tuvo que estar 
precedida de un período de bilingüismo. Al principio, el latín se utilizaría para 
entenderse con los romanos, más tarde el latín se convertiría en el instrumento 
de intercomunicación de todos los habitantes de las distintas lenguas ya 
unificadas políticamente. Sólo se conservó una lengua indígena, el vasco, 
puesto que los territorios de la lengua y cultura vasca quedaron muy apartados 
de las grandes vías de comunicación. Los habitantes no olvidaron su lengua, 
pero aprendieron a hablar latín y desarrollaron una lengua con más del 
cincuenta por ciento de su léxico que señala un origen latino y que demuestra 
la imposibilidad de sustraerse a la cultura que aportó Roma. 
La llegada de los árabes rompió con el desarrollo histórico anterior. Con 
los árabes llegó, entre otras cosas, una lengua de naturaleza bien distinta a las 
románicas: el árabe, con sus diferentes manifestaciones escritas y orales, que 
se impuso como lengua oficial y de cultura. Esta lengua, el árabe, actuó como 
adstrato de los otros romances peninsulares. Fueron muchos los que 
dominaban ambas formas lingüísticas: Al- Ándalus fue una sociedad bilingüe al 
menos hasta el siglo XI o XII. Esta es un ejemplo del resultado más influyente 
del adstrato: el bilingüismo 
 
2.6. Los resultados. 
 
Como se mencionó antes, el adstrato tiene influencia especialmente 
cuando se desarrolla en una situación del bilingüismo. Se encuentran los 
efectos del adstrato en el léxico más que en la fonología y morfología. Al- 
Ándalus se vio inmersa en un nuevo proceso cultural y junto al árabe coloquial 
o al escrito, en la zona conquistada continuó el romance hispánico: el 
mozárabe, la variedad lingüística románica hablada en Al- Ándalus. Esto no 
debió suponer la desaparición de ese romance pero creó un gran cambió: en 
las ciudades reconquistadas, en el siglo XIII no parece existir ningún núcleo de 
hablantes mozárabes. A pesar de ello, es innegable la existencia de este 
periodo bilingüe, no sólo por la gran cantidad de arabismos en el romance sino 
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por las constantes interferencias romances que aparecen en las composiciones 
árabes: moaxajas y jarchas. 
 
3. GLOSAS Y ORIGEN DEL CASTELLANO 
 
Ciertamente no hay un momento determinado en el que podamos decir 
que ha nacido el castellano pero sí hay atisbos suficientes para afirmar que el 
habla del pueblo ya no es latín. 
 
Aquí puede estar la clave, entre otras, de la aparición de las “Glosas”: el 
estudioso, el lector, el catequista, sea el que fuera el glosador anónimo 
necesita una versión actualizada de unos escritos que ya no entienden, o que 
no comprenden los destinatarios de su catequesis. O, simplemente, quería 
dejar constancia escrita del habla del pueblo. Había llegado el día, y aquí si que 
entran en juego individuos y lugares concretos, en que algunas personalidades 
de entre los hablantes de este nuevo idioma siente la necesidad y tienen el 
atrevimiento creador de poner por escrito palabras y frases de esa lengua que 
habla todo el pueblo y que nadie antes a plasmado en un pergamino. Para la 
lengua castellana esos individuos tienen una fecha y un lugar concreto: Siglo XI 
y San Millán de la Cogolla. 
 
 
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Pero la escritura de las “glosas” pone de manifiesto otras dos realidades. 
Evidentemente, la aparición de las primeras manifestaciones escritas del habla 
común del pueblo supone una dilatada existencia oral; el glosario no es 
ninguna improvisación, sino que manifiesta la existencia de todo un sistema 
lingüístico debidamente organizado: La “Glosa 89” no es fruto de la casualidad. 
Y en segundo lugar, más que un nacimiento de la lengua lo que suponen es un 
momento importante en el proceso evolutivo de la misma, una cierta madurez. 
Las Glosas Emilianenses, pues, no indican ni el momento ni el lugar exacto en 
que comienza a existir, en el que nace el romance. No obstante, son pruebas 
fehacientes de que antes del siglo décimo ya se hablaba romance en la 
península ibérica, algo que no era latín. Presentan además, un testimonio claro, 
la partida de nacimiento de una nueva forma de comunicación: el romance, el 
castellano; algo con lo que todavía no cuentan otros hijos del viejo latín. Las 
Glosas son la primera cuna conocida de este hijo del latín hispano que es el 
castellano. 
 
Cuando hablamos delas Glosas Emilianenses nos estamos refiriendo a 
las aclaraciones o explicaciones de textos latinos de códices que se escribieron 
o copiaron en el escritorio de San Millán y, de modo particular al que se le 
conoce con el nombre de Aemilianensis sesenta, que es, por antonomasia, el 
Códice de las Glosas. Se le denomina Aemilianensis por el nombre del 
monasterio de San Millán, ya que Millán equivale a Emiliano, y este proviene 
del latino Aemilianus, que es el nombre que da al santo su primer biógrafo san 
Braulio, obispo de Zaragoza, cuando compone su vida entre los años 633-636. 
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4. CÓDICES MEDIEVALES. 
 
4.1. Códices medievales. Su naturaleza 
 
Estamos hablando de códices, del Códice 60. Pero ¿qué son los 
códices? , ¿Cómo se escribieron? Los códices son manuscritos que utilizan 
hojas de pergamino obtenidas de pieles de animales. Los hay de muy 
diferentes calidades y tamaños, según las dimensiones de la piel y del 
tratamiento a que haya sido sometida. Había monasterios que tenían talleres 
donde se curtía el cuero, pero lo común era que los adquirieran al mercado. La 
numeración de las páginas de los códices no era como las de los libros de hoy. 
Cada hoja era una página en la que al anverso se le llamaba recto, y al 
reverso, vuelto. Así, en vez de la 1, 2, 3… tendríamos el folio 1recto y el folio 
1vuelto, o el folio 2ro. Y el folio 2vo. O el folio 3r y el folio 3v. De las tres 
maneras pueden estas enumerados. Los códices hispanos escritos en latín 
entre los siglos VIII hasta comienzos del siglo XII utilizaban la letra llamada 
visigótica lo que hace que a estos manuscritos se les denomina “códices 
visigóticos” o “libros góticos”. Luego se irá imponiendo otro tipo de letra, más 
elegante, que se denomino “galicana” o francesilla. En el escritorio emilianense 
se utilizaron ambos tipos de letras con gran variedad de formas o modelos. 
 
 
Paginas del códice Emilianense 60 
 
 
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4.2. El códice Emilianense 60 
 
Es uno de los muchos que fueron copiados en el escritorio de San 
Millán. Actualmente no se encuentra en ninguno de los dos monasterios, y 
solamente podemos mostrar una reproducción facsímil. El original se halla en 
Madrid. En efecto, en el año 1821, por orden del jefe político de Burgos, que 
aducía razones de seguridad, fueron requisados y sacados del monasterio 
setenta y dos códices (códices góticos, códices galicanos e impresos 
incunables) y llevados a Burgos. Era el tesoro del archivo monacal. Los 
monjes habían sido forzados abandonar el monasterio hacia tres meses. 
Quienes llevaron a cabo la catalogación y traslado de los volúmenes le 
asignaron a nuestro códice el numero 60. Esta es la razón del porque de la 
denominación Emilianense 60. Desde 1872 se encuentra en Madrid en la 
biblioteca de la academia de la historia donde se puede consultar actualmente. 
Aunque hoy sería deseable que estas joyas del arte Emilianense volvieran al 
lugar donde nacieron, hemos de reconocer que gracias a esta medida política 
se han salvado y pertenece todavía al patrimonio nacional. Otras, como las 
“Glosas Silenses” que se encuentran en el museo británico, han corrido peor 
suerte, o salieron de España y han ido a parar a instituciones extranjeras o, 
sencillamente, alimentaron los fuegos tempraneros de algún hogar. 
 
 
Detalle del códice 60, se aprecian otras glosas menores 
 
 
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4.2.1 ¿Cómo es el Códice 60? 
 
Estamos ante un códice de formato más bien pequeño, de unos 20 por 
13 cms. Si lo comparamos con otros copiados en el mismo escritorio, 
estaríamos ante un “códice o libro de bolsillo”, por emplear una expresión 
moderna. Por su aspecto físico podríamos clasificarlo como sencillo y bastante 
pobre. El pergamino es de baja calidad y parece tratarse de retazos o recortes 
de otros que sirvieron para confeccionar códices más valiosos. La mayoría de 
los códices son verdaderas joyas artísticas; el Códice 60, no. Carece de toda 
elegancia y colorido, y no ha sido confeccionado con el mimo con que eran 
tratados los grandes códices góticos. 
 
Si analizamos el tamaño y características de la letra, podemos distinguir 
tres partes bien diferenciadas, lo que hace pensar que el códice actual seria el 
resultado de la agregación de tres cuadernos o codicilos en un solo volumen, o 
que fuera copiado por tres escribas diferentes. Pero se trata solo de una 
suposición. 
 
El códice tiene 96 folios, pero le faltan hojas al principio y al final, 
probablemente porque fue un códice muy usado. Fue un libro de batalla, dice el 
P. Olarte, como atestiguan su mal estado de conservación, el desgaste de las 
hojas y el mal trato que ha sufrido con tantas anotaciones y alguna que otra 
raspadura. Pero lo que le ha dado justa fama y merecido renombre no es su 
formato ni su valor artístico, sino las numerosas glosas o anotaciones que lo 
convierten en un códice singular. 
 
4.2.2 ¿Cuál es el contenido del códice? 
 
Si nos atenemos a los estudios realizados sobre el códice 60 podríamos 
establecer el siguiente sumario o índice de materias: 
Folios del 1 al 28r: Exhortaciones, ejemplos y normas morales de los padres del 
desierto, tomado todo ello Pascasio de Dumio, Pelayo y Martín de Braga. 
 
Folios del 28v al 29r y 48v al 5or: oficio de letanías con notación musical. 
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Folios 29r al 42r: vida y martirio de los santos Cosme y Damián, Antemio, 
Leoncio y Eutropio. 
Folios 42r al 48v: Misa en la fiesta de los santos Cosme y Damián. 
Folios 50v al 54v: Oraciones en las fiestas de dichos santos. 
Folios 55v al 67r: Leccionario u homiliario (libro de las sentencias y una 
referencia a los novísimos, al juicio final). 
Folios 67v al 96v: colección de sermones atribuidos a san Agustín, aunque en 
realidad son San Cesáreo de Arles. Solo el que se haya entre los folios 87 y 91 
es autentico y corresponde al sermón 82 de la colección del santo de Hipona. 
 
 Por el contenido del códice podemos hablar de un libro muy al uso en 
aquella época destinado a la formación espiritual de los monjes, de lectura 
espiritual, que contiene prácticas piadosas, lecturas de devoción y que, quizá, 
pudo servir también de manual de predicación e instrucción de los fieles. En 
todo caso fue un códice muy usado y de recurso frecuente. 
 
 
4.2.3 Fecha y autor de su composición 
 
Por ello y teniendo en cuenta que una cosa es el texto básico con los 
contenidos antes enunciados, y otra, bien diferente, las anotaciones o glosas, 
cabe hablar de autores distintos: uno seria el que compuso el texto -el copista- 
y otro, el que fue anotando las glosas -el glosador-; como diferentes son 
también las fechas de la composición del texto y de las anotaciones o las 
glosas. 
 
 ¿Quién es el autor del códice? ¿Cuándo se escribió? ¿Dónde? Era 
práctica frecuente que los monjes del escritorio, al copiar un códice, dejaran 
constancia en un colofón, puesto en la última página, de cuándo lo habían 
terminado. Tal es el caso, por ejemplo, del códice 46, compuesto en el mismo 
escritorio, que se termino de copiar el 13 de junio de 964. Pero no siempre 
sucedía así, sobre todo si se trataba de un códice de poca importancia. En 
 
 
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otras ocasiones lo que ha sucedido es que esas páginas finales en las que 
estaba el colofón con el dato de su escritura se hayan deteriorado o, 
simplemente se hayan perdido. Es lo que ha sucedido con nuestro Códice 60: 
le faltaban las últimas páginas y no se sabe a ciencia cierta cuándo fue 
copiado. 
 
 Códice emilianense 60 
 
 En éste, al igual que en casos semejantes, los paleógrafos han de 
recurrir a estudiar el tipo de escritura o la caligrafía que utilizoel monje copista, 
los trazos de las letras, la manera en que están realizadas las abreviaturas, los 
dibujos de las ilustraciones y, de modo particular, las letras capitales, y toda 
una serie de indicios externos que, por comparación con otros códices de los 
que ya se conoce fecha, se pueda estableces aproximadamente el lugar o año 
en que fue escrito el que se esta estudiando. 
 
 A la vista de los datos que proporciona el Códice Emilianense 60, parece 
que fue copiado en el escritorio emilianense a finales del siglo noveno o 
principios del décimo. Otro asunto diferente es el que se refiere al nombre del 
copista, al autor del códice. A pesar de las suspicacias que pueda ofrecer el 
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tipo de letra o la forma en que quedan consignados los datos y por encima de 
otras aparentes incongruencias, el dato comprobable es que en dos pasajes 
del códice aparece citado el nombre de Munio como autor o poseedor del 
códice. 
 
 Efectivamente, en el folio 28r, que está muy deteriorado, con muchas 
borraduras en sus márgenes y entre líneas, encima de una barra dibujada, se 
lee (hec) est via et opus monaci: este es el camino y la ocupación del monje; y, 
debajo de la barra se puede ver: Munnioni presbítero (i) librum: ese libro es el 
presbítero Munio. La letra de esta anotación es la misma o muy similar a la que 
se emplea en el texto, quizá un poco mas pequeña. Y un poco mas adelante, 
en el folio 48v de nuevo aparece Munio, que ahora se presenta de esta nueva 
forma: Munnionem indignum memorare pusillum: “acuérdate del indigno e 
insignificante Munio”. Es una formula muy empleada por los copistas en los 
colofones de los libros escritos o iluminados por ellos. Y admitimos como 
validos estos datos, podemos dar por probable la autoría de Munio como 
copista del Códice 60. 
 
5. LAS GLOSAS DEL CÓDIGO EMILIANENSE 
 
5.1 ¿Qué son las glosas? 
 
 Si repasamos el códice, aunque sea superficialmente, lo primero que 
salta a la vista es la cantidad de signos, abreviaturas, palabras y anotaciones 
que adornan o emborronan el texto original latino. Son muy abundantes y 
variadas como iremos viendo. A algunas de estas anotaciones las llamamos 
glosas. Ante un numero tan elevado de anotaciones, por llamarlas de alguna 
manera, no podemos por menos que pregúntanos: ¿por qué tantas?, ¿qué 
sentido tienen?, ¿quién las escribió?, ¿cuándo se copiaron?, ¿qué pretendía el 
glosador con estas anotaciones? 
 
 Son muchos los interrogantes que plantean el códice de las glosas, pero 
vamos a intentar dar respuesta a todos ellos, si bien algunos se irán aclarando 
al responder a cuestiones más importantes relacionadas con las glosas. 
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 ¿Qué son las glosas?, ¿cuál es su función?, ¿por qué las utiliza?, 
¿quién las intercala en el texto? Se dice que la glosa era en origen una palabra 
oscura o difícil de un texto que necesitaba una aclaración o explicación. 
 
 Luego, se ha entendido por glosa el comentario de un texto o la 
aclaración del sentido de un término. Por ello, el Diccionario de la Lengua 
Española dice que es una explicación o comentario de un texto oscuro o difícil 
de entender. 
 
Llamamos pues, glosas a esas anotaciones que se encuentran entre las 
líneas del texto o en los márgenes con intención de aclarar o hacer más 
comprensible el sentido o el significado de alguna palabra o alguna expresión 
latina. Son muy variadas y, por supuesto de importancia diferente según la 
influencia que hayan tenido en nuestro castellano actual: a veces se trata de 
una sola palabra aclaratoria del vocablo latino; en otros casos el glosador 
explica el significado de una palabra sirviéndose de una frase completa o, a la 
inversa, una palabra pretende iluminar lo dicho en una oración completa latina. 
Atendiendo a la lengua, podemos referirnos también a glosas o aclaraciones 
copiadas en latín, otras en vascuence y, finalmente, las escritas en romance 
que son las más abundantes. 
 
 
Además de las glosas aclaratorias se utilizan toda una serie de signos para distinguir 
funciones sintácticas de los vocablos latinos, separar oraciones y la relación entre ellas 
dentro del párrafo. 
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5.1.1 ¿Quién es el autor de las glosas? 
 
¿Quién fue el que a lo largo de los años iluminó el texto latino con toda 
esa serie de aclaraciones? ¿Se trata de un solo glosador o, más bien fueron 
varios los que pusieron las anotaciones en el códice 60? ¿Qué pretendía el 
autor de las glosas? Estamos ante una serie de cuestiones de no fácil 
respuesta, e intentar responder a estas preguntas significa adentrarnos en el 
terreno de las meras hipótesis. Tendremos que dejar que hable el texto para, 
desde el, acogernos a la opinión más verosímil y que haya gozado de mayor 
grado de aceptación por parte de los especialistas en estos temas. 
 
En esta primera hipótesis, hablaríamos de un glosador joven, quizá 
estudiante de latín o en periodo de formación, que utiliza el códice como libro 
de texto. El códice del que estamos hablando no es un libro de consulta, un 
códice raro y valioso bien sea por su contenido o por el material y la forma en la 
que ha sido copiado. Todo lo contrario se trata de un códice de batalla, de uso 
frecuente, como lo demuestran sus hojas desgastadas y, precisamente por ello, 
confeccionado de material pobre, que tienen contenidos dispares y 
relacionados todos ellos con la educación de los monjes que están en periodo 
formativo. 
 
Pero tal libro de texto está escrito en latín, y el glosador encuentra 
dificultades para comprender lo que tiene ante sus ojos, no solo por lo oscuro 
de algunos vocablos, sino también por la sintaxis latina y, de modo particular 
por el hipérbaton tan común y, a la vez, tan desconcertante. 
 
Es lo que ha sucedido a todos los estudiantes de esta lengua. Por ello, el 
joven estudiante no solo anota el significado de las palabras oscuras, sino que 
también interpreta frases y, con frecuencia, señala la función sintáctica de 
dichos vocablos mediante abreviaturas. Así, por ejemplo; el glosador utiliza una 
especie de crucecita para separar unas oraciones gramaticales de otras. No 
ocurre siempre, pero es común que superponga dicha cruz al comienzo de una 
estructura sujeto-predicado, aunque a veces lleve el verbo elíptico. 
 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
 19
 
Un segundo recurso gramatical, fundamental para comprender el 
significado del texto es señalar las funciones de cada uno de los vocablos 
dentro de la oración: sujetos, verbos, complementos… Para indicar que un 
termino realiza las funciones de sujeto en la oración de superpone el relativo 
qui. En realidad debería usar el interrogativo quis -¿Quién?-, con el que se 
pregunta por el sujeto que realiza la acción significada por el verbo. 
 
En cambio los complementos los señala superponiendo la partícula ke, 
que equivale al latino quid, es decir lo realizado por el verbo o el término de la 
acción verbal. Estos complementos pueden ser directos, indirectos y 
circunstanciales en cuyo caso utiliza el in ke, de ke, per ke, etc. Es tan 
abundante esta construcción que, a veces se hace monótona la lectura íntegra 
del manuscrito. En algún folio hemos registrado hasta dieciséis las veces que 
anota el ke con el que indica el complemento verbal. Un tercer recurso sería la 
utilización de las letras minúsculas del abecedario – a, b, c, d-, para señalar si 
se trata de sustantivos, adjetivos, verbos…. 
 
Utiliza la letra K pare reproducir el sonido qe y no cue (que) y por ello 
escribe per ke, in ke, etc para indicar sujeto, complemento directo o 
indirecto. 
 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
 20
 
Atendiendo a estos datos, que son importantes, son muchos los que 
defienden que el glosadores un joven monje estudiante, que ilustra el texto y 
que va poniendo las notaciones oportunas que le permitan entender lo que 
tiene ante sus ojos. Es muy probable que estemos ante un ejercicio escolar del 
Trivium en el que, según la programación de estudio romano y medieval, se 
cursaba el primer ciclo de las artes liberales relativas a la elocuencia, es decir 
gramática, retórica y dialéctica. La formación culminaba con el quadrivium que 
incluía la geometría, la aritmética, la música y la astronomía, completándose 
así la formación en artes liberales correspondiente a nuestra actual enseñanza 
secundaria. En una palabra, seria un joven estudiante o un monje en años de 
formación que utiliza los mismos procedimientos que ha utilizado cualquier 
estudiante de la lengua romana. 
 
Sabemos también por experiencia que un estudiante de lenguas clásicas 
o modernas ha encontrado en el diccionario su mejor aliado, el instrumento 
más eficaz para resolver las dificultades del léxico sobre el que esta trabajando 
y del que desea hacer inteligible. Por ello es legítimo que nos preguntemos por 
los recursos didácticos de los que se sirvió nuestro anónimo joven glosador. 
¿Usó algunos de los glosarios que, a modo de diccionarios eran tan comunes 
en el monasterio? El glosario 8, antecesor de enciclopedias y diccionarios 
actuales, era sobre todo, libro de consulta. Es también creencia general que lo 
usaban como fuente para añadir glosas a textos distintos. Si el estudiante no 
comprendía una palabra o la expresión de un texto determinado, consultaba el 
lexicon, y procedía anotar en los márgenes de los folios los significados o 
explicaciones que estimaba apropiadas, en latín o en romance poniendo en 
relación con las formas y la voz problemática con una llamada común a ambas. 
Con este procedimiento explicaba insinúo mediante la frase io castigo “yo 
aconsejo” o libenter con voluntaria o voluntariamente (voluntariamente). 
 
En conclusión, los glosarios se utilizaban para añadir glosas a códices 
de contenido heterogéneo y, por referirnos a dos códices del escritorio 
emilianense parece demostrado que el códice 46, que es un glosario, fue 
utilizado por el glosador del codice13. Los glosarios remitían, además, que el 
manuense o copista pudiera seleccionar en ocasiones las acepciones 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
 21
 
adecuadas corrigiendo incluso gramaticalmente la forma de algunas 
expresiones, aunque lo habitual era, sin embargo, que dichos glosarios 
sirvieran para entender los textos y enriquecerlos añadiéndoles nuevas glosas. 
Los glosarios eran de gran utilidad en la ilustración y aclaración de cualquier 
texto así pues, el glosador del códice 60 ¿utilizo algunos de eso glosarios, 
diccionarios o léxicos? La opinión mas verosímil es que si. Así lo han creído 
entre otros Menéndez Pidal y J. B Olarte*. Otros por el contrario descartan esta 
hipótesis. 
 
5.1.2 El glosador, ¿Un monje predicador o catequista? ¿Quizá un 
profesor? 
 
Sin embargo, otros estudiosos del códice piensan que el glosador es, 
más bien, un monje que esta preparando la catequesis o la predicación. Por 
supuesto que tampoco era buen conocedor del latín y se sirve de los mismos 
recursos que el glosador de la hipótesis anterior. Pero también podría tratarse 
de un religioso formador, de un maestro de novicios, por ejemplo, que ha 
iluminado por su propia cuenta el códice y lo ha preparado para que lo puedan 
utilizar los religiosos formados bajo su cargo. La tradición culta de los 
monasterios emilianenses como lo muestran los glosarios, permite pensar que 
quien lo hizo tenía los suficientes conocimientos del latín como para no 
necesitar el personalmente esas iluminaciones o explicaciones. En todo caso, 
estamos ante alguien que utiliza el texto con fines didácticos de carácter 
religioso. Quienes defienden esta teoría lo hacen basados en el hecho de la 
acumulación de glosas o anotaciones en los temas más específicamente 
catequéticos o pastorales. 
 
En resumen, la cuestión esta todavía sin resolver, aunque lo más 
probable es que se trate de dos o mas glosadores. Pero de lo que no cabe 
duda es que el autor o los autores de las glosas están lejos de estereotipo del 
monje medieval ignorante, ajeno a toda preocupación intelectual. La 
introducción de tales glosas y, sobre todo, el esfuerzo para transcribir los 
vocablos de la lengua vulgar suponen y exigen no pocos conocimientos y un 
notable dominio, con conciencia refleja, de los mecanismos de la escritura 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
 22
 
tradicional, junto con un hábito admirable de la técnica lexicografía (colección y 
explicación de todas las palabras). No se trata, digámoslo en fin de simples y 
tímidos tanteos, sino de la expresión decidida de unas formas que comienzan a 
ser consideradas algo mas que apoyo para que comprendan textos difíciles 
gentes de mediocre formación. 
 
Por eso tampoco sería descartable la hipótesis del que el glosador fuera 
una persona culta del monasterio, que escribió espontáneamente las glosas 
para, de esta suerte facilitar la lectura del texto a quien lo quisiera facilitar y del 
que podría presumirse que no andaba muy versado en la lectura del texto 
latino. Juan B. Olarte da nombre a uno de estos glosadores y dice que se trata 
del monje Munio, del que hemos hablado anteriormente como posible autor del 
códice latino. Para Olarte el presbítero Munio no es el copista del códice, sino 
que, por el contrario, estamos ante uno de los que utilizo, quizá para alguna 
plática a los monjes, determinados pasajes que se refieren a las excelencias de 
la vida monacal. Así parecen confirmarlo la similitud de la letra en que dejo 
consignado su nombre y las glosas interlineales de varios folios (26v al 28r, 64r 
al 75v y 87r y v). 
 
Sea lo que fuere de nuestros glosadores y dejando de lado las diferentes 
hipótesis que hemos analizado, fijémonos en las evidencias, en el hecho 
incontrastable de que las glosas están ahí. Y lo están por que existía una clara 
dicotomía entre lo que se escribía o se encontraba escrito y la forma de hablar 
común de la gente. Para muchos lectores poco avezados en los campos de las 
letras, máxime para un estudiante, las glosas respondían a una verdadera 
necesidad de hacer comprensible aquello que no comprendían muy bien. Por 
ejemplo, y ciñéndonos a nuestra glosa, en latín se escribe tenet, pero la gente 
decía tienet; en latín se escribe dominus, pero la gente decía dueno; en latín se 
escribe facere, pero la gente decía fere, en latín se escribe saecula aeculorum 
y la gente hablaba de los sieculos… 
 
*Juan B. Olarte (Treviana, La Rioja, 1940). Es agustino recoleto. Dentro de su orden ha sido redactor del plan de 
formación, prior provincial, vicepresidente de la FAE y prior del monasterio de San Millán de la Cogolla. S 
bibliotecario del mismo monasterio. Académicamente es licenciado en Teología, Filosofía e Historia. Entre sus 
publicaciones relacionadas con este trabajo destacamos: En torno a las Glosas Emilianenses (Madrid, 1977) 
 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
 23
 
Ora et labora era el lema de la familia benedictina 
 
 
 
6. LA LENGUA DE LAS GLOSAS 
 
En el códice 60, lo hemos visto aparece un millar de glosas escritas en 
latín, vascuence y lengua romance. La cuestión es saber, aunque sea de modo 
aproximado, en que romance de los muchos que se hablaban en la península 
están escritas. 
 
Adelantando la respuesta a esta cuestión diríamos que estamos ante un 
embrión o ingrediente básico del complejo dialectal que conformara el 
castellano. Por ello, junto a vocablos típicamente riojanos encontramos 
manifestaciones de otras formas hispanas, como puede ser la Navarra, la 
aragonesa, la mozárabe o la que se iba imponiendo en las tierras que con el 
transcurrir del tiempo darían lugar a la viejaCastilla. Y esto ¿Por qué? 
Sabido es que La Rioja, en la que se sientan los monasterios de Suso y 
Yuso, es una zona abrazada por Navarra y Aragón, pero que se asoma 
también a Castilla por las tierras de Burgos. Ello mismo la ha convertido en 
lugar de encuentros y desencuentros, de idas y venidas, de asentamientos y de 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
 24
 
huidas, de guerras y de pactos. Bastaría recordar los años de ocupación de los 
árabes bajo el régimen de los Beni Casi o las empresas reconquistadoras 
emprendidas por los reyes de Pamplona y Nájera. La Rioja fue, además, objeto 
de permanentes disputas y enfrentamientos entre los reinos de Navarra, los 
condes castellanos y los reyes de Castilla y León. Por eso, en San Millán hay 
una fuerte presencia de Navarra. Traigamos a la memoria los nombres de 
Sancho Garcés, Sancho III el Mayor, García Sánchez (García el de Nájera) o 
Sancho IV el Noble o de Peñalen y las cuantiosas donaciones y privilegios que 
concedieron a los monasterios de San Millán, además de sus visitas a honrar a 
nuestro santo. 
 
Pero si generosos con los monasterios de San Millán fueron los reyes de 
Navarra, no les fueron a la zaga los condes castellanos, particularmente 
Fernán González, y, años más tarde, los reyes castellano- leoneses, de modo 
especial Alfonso VI y Alfonso VII, el emperador. Tal devoción y generosidad 
serían confirmadas por el incesante fluir de peregrinos de estos reinos: hasta la 
tumba del santo llegaban no solo los pobladores de las cuencas del Najerilla y 
del Oja, sino también gentes de Amaya y Clunia, de Parpalinas y de Lara, de 
Cantabria y del valle de Mena. En este fluir y refluir de gentes se va formando 
este pueblo y se van perfilando sus formas o modos de comunicarse, que ya no 
son el latín de los libros o de algunos clérigos ni el de las funciones litúrgicas. 
Los labriegos, las gentes de la calle, los mismos monjes hablan otra lengua. Y 
lo más importante es que alguien se ha atrevido no solo a hablar, sino a 
escribir, a dejar sobre unos pergaminos la constancia o el testimonio de esta 
nueva forma de expresión. 
 
En una palabra: van haciendo un pueblo y, paralelamente, se va 
alumbrando un lenguaje. No es de extrañar, pues, que si la personalidad de 
esta región se va configurando en contacto con las que las circundan, otro 
tanto sucede con el lenguaje como ocurre en todos los cruces de caminos. 
 
En los años en los que se escriben las glosas existe una forma común 
de hablar, el romance, en el que no aparecen tan claros los límites entre el 
aragonés, el castellano, el leones o lo que fuera. Lo que si era patente era su 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
 25
 
alejamiento del latín. Nos encontramos ante una forma de comunicación, el 
romance, en la que, sencillamente existen todos estos componentes de riojano, 
aragonés, navarro y castellano. 
 
6.1 Glosas en latín 
 
 Son muy frecuentes. En este caso el glosador traduce o aclara algunos 
términos latinos, que ya no comprende o que pueden ofrecer alguna dificultad y 
acude al empleo de sinónimos, también latinos, más comunes o mejor 
conocidos. Así, por ejemplo el vocablo latino concessit lo aclara mediante el 
termino sinónimo donavit, (regalo, dono); Sicut lo interpreta mediante la glosa 
quomodo, (así como, de la misma manera o del mismo modo); candidis por 
albis, (blanco); bellum por pugna, (guerra, batalla, lucha); divisiones por 
partitiones; pudor por verecundia; adulterium por fornicationem… 
 
 En otros casos un sustantivo o un adjetivo los aclara sirviéndose de un 
circunloquio explicativo. Por ejemplo, innermis lo explica mediante la glosa sine 
arma, (inerme, sin defensa); incólumes con la glosa sanos et salvos, (sanos y 
salvos); ineffavilibus lo aclara acudiendo a este rodeo: que non potest dicere. 
Inefable según la explicación del glosador, es algo que o alguien que no se 
puede decir; precipue lo aclara acudiendo al plus maius (más mayor o más 
importante). 
 
 Tampoco es infrecuente el caso contrario; es decir, que una expresión 
latina la contraiga mediante la glosa en una o dos palabras: por ejemplo nullum 
hominem odio abet lo explica diciendo sencillamente non aborrecer. 
 
 El “no tiene odio a ningún hombre” lo traduce por no aborrece (a nadie) o 
el iniuste subvertere, (subvertir dar la vuelta a algo) lo interpreta como 
trastornare, lo que entendemos por cambiar de sentido una cosa. 
 
Finalmente, podemos recordar aquellos casos en los que una frase 
latina la glosa con otras que se entienda mejor. Por ejemplo: la expresión non 
nobis sufficit la traduce por non conveniet anobis. El latín diría que no es 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
 26
 
suficiente para nosotros o no nos valen; pero el glosador quiere interpretar el 
texto de esta afirmación diciendo que no nos conviene. Sed potius lo explica 
por plus maius, (más bien). 
 
 
Glosas en latín 
 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
 27
 
6.2 Glosas en Vascuence 
 
 Se trata de dos glosas en vasco de difícil interpretación que no parecen 
tener una correspondencia clara con el origen latino. Esta es la razón por la 
que la mayoría de los especialistas no se pone de acuerdo sobre aspectos 
importantes de dichas glosas. Sin embargo, se trata de testimonios 
fundamentales para la lingüística vasca, ya que con toda probabilidad estamos 
ante la primera manifestación escrita de esta lengua. Si nos atenemos a la 
grafía de la lapida colocada en el monasterio de Yuso por la Academia de la 
Lengua Vasca y que se muestra al público visitante, las dos frases utilizadas 
por el glosador en el códice 60 serian las siguientes: 
 
JZIOQUI DUGU 
GUEC AJUTU EZ DUGU 
 
Esta es también la versión que ofrece Menéndez Pidal en su obra sobre 
los orígenes del español y que, a juicio de la mayoría de los lingüistas vascos, 
es correcta. 
 
 La primera frase - JZIOQUI DUGU-, que según la numeración admitida 
es la glosa 31, se encuentra en el folio 67v y corresponde al texto latino que 
dice: incolumes inveniri meruimur. (En castellano: “hemos merecido ser 
hallados incólumes o sanos” ante Dios, se entiende). 
 
 Este texto latino lleva dos glosas: una, en romance: sanos et salvos 
(sanos, sin pecado, y salvos, merecedores de la salvación) y la segunda en 
vascuence: Jzioqui dugu. Dichas expresión vascuence, en nuestra lengua 
actual vendría a expresar lo siguiente: admitamos que dugu equivale a nuestro 
verbo auxiliar ser, haber, y que el verbo vizcaino Jzio tiene el significado de 
encender, enardecer o iluminar. Entonces la glosa en sentido activo podría 
traducirse como hemos encendido o hemos iluminado. Otra versión seria lo 
hemos ardientemente (deseado). Pero en esta interpretación no aparece clara 
la correspondencia con el texto latino. Por ello, algunos especialistas apuntan a 
que en la lengua vasca la conjugación puede tener en ocasiones un sentido 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
 28
 
pasivo y, en ese caso la frase podría traducirse como hemos sido encendidos, 
iluminados o nos sentimos enardecidos, lo que se correspondería mejor con el 
texto latino que parece glosar o aclarar: inveniri meruimur. 
 
La segunda frase - GUEC AJUTU EZ DUGU- que corresponde a la glosa 
42, se encuentra en el folio 68v. El sermón del texto está hablando de la 
salvación del alma pero avisa que también puede ser condenada a las penas 
del infierno. El texto latino que se glosa es el siguiente: Nos quod absit, 
precipitemur in geena. (En castellano: nosotros, lo cual nos suceda, seamos 
arrojados en el infierno o en la gehena de los judíos). A este texto latino le 
acompañan, como en el caso anterior dos glosas marginales, la primera en 
vascuence: Guec ajutu ez dugu. La segunda en romance, dice: nos non 
kaigamus. Si queremos traducir la glosa vascuence al castellano analicemoslas palabras que la forman: 
 
Guec puede traducirse por nosotros. Este vocablo se explica diciendo 
que, del mismo modo que el pronombre castellano nos recibió el otros, primero 
como forma reforzaba de valor enfático junto a un sentido plural exclusivo y 
luego con un valor general, así el elemento vascuence gu recibe también la 
forma plural ek. Gu-ec equivale al español nosotros. 
 
La palabra ajutu parece tener un claro origen latino: adjubante dice el 
texto de la glosa 89, y cono ajutorio traduce al autor de las glosas. En ambos 
casos para significar el castellano ayuda. La partícula ez equivale al adverbio 
de negación no. Y del vocablo dugu ya hemos hablado antes. Según esto, el 
significado de la glosa vasco equivaldría en castellano a “nosotros no tenemos 
suficiente ayuda”. 
 
Se cree que esta glosa vascuence Guec ajutu ez dugu está relacionado 
con la glosa romance non convienet a nobis, y que ambas se refieren al texto 
 
latino non nobis sufficit. Por el contrario se piensa que no se tiene mucho 
sentido relacionarla con la otra glosa romance nos non kaigamus. Por ello se 
demuestra que el autor de las glosas es bilingüe, es decir, vascorromanico, lo 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
 29
 
que no tiene nada de extraño si tenemos en cuenta la procedencia de los 
habitantes del monasterio de Yuso, y que en toda esta zona de Oja y en parte 
de La Rioja se hablaba en vascuence, como lo ponen de manifiesto los 
abundantes topónimos que aun se conservan: Ezcaray, Herramelluri, Urre, 
Ollauri y un largo etc. 
 
 
Glosas en vascuence 
 
6.3 Glosas en Romance 
 
 Son las más frecuentes. En ocasiones, se trata de un simple versión en 
romance de las palabras o términos latinos; en otras de frases que traducen o 
interpretan expresiones escritas en latín, y no faltan, incluso, glosas que 
parecen incorrectas como la que se encuentra en el folio 65r. Dice el texto 
latino Et abicinabunt se, y el glosador anota aluengue se feran, (se alejaran). 
Parece u contrasentido por que abicinabunt se significa acercamiento 
(avecinarse), mientras que aluenge se feran tiene un contenido de 
distanciamiento. Pero no, el glosador ha antepuesto a la palabra bicinabunt la 
partícula a que es negación, con lo que la glosa tiene sentido y ha sido 
perfectamente traducida o interpretada, por mas que en el castellano actual 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
 30
 
empleemos la palabra avecinar con ese sentido de proximidad o estancia fija 
en un lugar. 
 
Como son tantas las glosas en romance, solamente propondremos 
algunos ejemplos sin un criterio especial: El adjetivo latino incolumes lo explica 
el anotador con las palabras sanos et salvos; el adjetivo terribilem, mediante 
pavoroso vel temeroso; asperius lo traduce por plus aspero mas; el glosista no 
se conforma con la primera expresión plus, sino que le añade a la formula 
popular mas. Los sustantivos tormentorum y galea los explica con las glosas 
penas y gelemo (yelmo en castellano) mientras que los siguientes verbos los 
glosa así: precipitemur con caigamus; ofenderé con guerrare, (errar, pecar); 
sentiat con sepiat, (sepa) sustinuit con sufriot, (sufrió, aguanto); gessit con 
fezot, (hizo). La expresión Vide quid agas lo traduce ke faras (que harás) y los 
adverbios latinos repente, prius, donec los vierte al dialecto riojano mediante 
lueco (actual, luego), ances (antes), ata quando (hasta cuando), idenuo 
(nuevamente), lo traduce por altra vice, (otra vez). Y para terminar vayan estas 
glosas: Ubi manifestat beatitudinem lo interpreta como obe parescent ena 
felicitudine, (donde parecen con felicidad o donde se muestran felices). Se trata 
de una verdadera traducción. Et tertius (diabolus) veniens se diria en romance, 
e lo terzero diabolo venot, (y llego el tercer diablo). El imperativo audite (oid) lo 
traduce por kate vos, (escuchad), un imperativo del verbo catar, oír, percibir y 
escuchar. Ne deseras te lo traduce así tu non laisces, (no te descuides, no te 
abandones). Estamos atravesando el puente ciertamente largo del latín al 
castellano. 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
 31
 
6.4 La glosa 89 
 
 Menéndez Pidal numera hasta ciento cuarenta y cinco glosas, la más 
importante por su extensión y trascendencia es la glosa numero 89. Esta glosa 
se encuentra en el margen derecho del folio 72 recto. El glosador esta en los 
últimos párrafos de un sermón de San Agustín, como puede apreciarse en la 
ultima línea del texto latino del códice, aunque según los críticos se trata de 
una homilía de San Cesáreo de Arles. Delante de si tiene una construcción 
latina que se le antoja oscura o, cuando menos, complicada. Es una 
construcción en ablativos absoluto –adjubante Domino nostro Jesu Christo….- 
que no entiende muy bien y, por ello, considera mas conveniente o de mayor 
utilidad verter esos conceptos en moldes distintos a los latinos al lenguaje que 
habla el pueblo, a su forma habitual de expresarse; luego termina el discurso 
con una improvisación, que no esta en el texto latino en la que expresa en 
forma de plegaria toda una serie de sentimientos o deseos. Antes de analizar la 
glosa en si vayamos al texto latino y a la versión que hae el glosador, para 
añadir una aproximada traducción a nuestro modo de hablar actual. 
 
 
 Glosa 89. Folio 77 r. Códice 60. Escrita en el monasterio emilianense 
 
 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
 32
 
LATÍN 
 
Adjubante domino nostro // Jesu Cristo // cui est honor // et imperium // 
cum Patre et Spiritu Sancto // in saecula saeculorum 
 
ROMANCE 
 
Cono aiutorio de nuestro dueno, // dueno Christo, dueno Salvatore. // 
qual dueno get ena honore // e qual duenno tienen tela mandatione // cono 
patre spiritu sancto // enos sieculos de lo sieculos. 
 
CATELLANO 
 
Con la ayuda de nuestro señor, // señor Cristo, señor salvador. // Cual 
señor esta en el honor // y cual señor tiene el mandato // con el Padre, con el 
Espiritu Santo // en los siglos de los siglos. 
 
Y después de esta profesión de fe en el Ministerio de la Santísima 
Trinidad, que era preceptiva al finalizar los sermones, y de la Redención, 
expresada la primera en el texto latino y enunciada la segunda con la adición 
de la palabra “salvador”, escribe a continuación esta hermosa plegaria, 
inspirada por su fervor religioso: 
 
 Facanos Deus Omnipotes tal serbitio fere ke denante ela sua face 
guadioso segamos. Amen 
 
Concedamos Dios omnipotente realizar tal servicio (o trabajo) que 
seamos felices en su presencia. 
 
Estamos ante un texto religioso. Dámaso Alonso hace notar sobre este 
particular que el primer documento francés es una alianza político militar entre 
Carlos el Calvo y Luis el Germánico hacia el año 842; el más antiguo escrito en 
italiano es una reivindicación jurídica de ciertas tierras que pertenecen al 
monasterio de Montecasino; el primer documento que conservan los ingleses 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
 33
 
es un contrato comercial. El español es una oración. Nuestra lengua nace 
hablando con Dios. El primer gemido de la lengua española es, pues una 
oración. Es, pues en el monasterio de San Millán donde se escribió el primer 
texto castellano y ese texto es una alabanza de una suplica dirigida a Dios 
nuestro Señor. Fue como el bautismo de nuestra lengua castellana en la que 
se habían de escribir obras de soberana belleza y de la más encumbrada 
espiritualidad. 
 
La primera parte de la glosa es una traducción –llamémosla así- del 
ultimo párrafo del sermón de San Agustín; pero la segunda es una plegaria 
espontáneo o improvisada del monje. Estamos ante la primera oración de 
romance que se conoce y, por ello, la parte del valor lingüístico, que es muy 
grande, ante un testimonio claro de que los monjes en el monasterio fuera de 
las horas canónicas y delas preces rituales, rezaban también en romance. 
 
Notemos la doble traducción de la construcción latina del dativo con el 
verbo esse. En el primer caso cui est honor lo traduce “a quien es o a quien 
corresponde el honor”; cual señor esta en el honor, dice literalmente, para 
indicar que el honor de señor le corresponde a Cristo como algo con natural por 
ser la segunda persona de la Santísima Trinidad. En el segundo caso acude a 
la traducción normal de la construcción de dativo mas el verbo esse como 
tener: cual señor tiene el mando o poder (imperium, dice en latín), para indicar 
que se trata de una prerrogativa entregada por el Padre, de un atributo “ad 
extra”. 
 
Llamativa es también la reiteración de la denominación dueno, que no 
esta en el original latino. Hasta cinco veces aparece y no siempre con la misma 
grafía. En contra de desviaciones teológicas del tiempo, Jesús es el Señor, es 
el Señor salvador, que nos salva y, como a tal corresponde el honor y el poder. 
No se trata, pues de una reiteración caprichosa, sino que obedece a razones 
mas profundas y no solo teológicas, sino también gramaticales. 
 
La utilización de la “k” es bien significativa. En latín la letra “q” ira 
acompañada siempre del diptongo “ua”, “ue”, “ui”, etc. Por ello siempre tendrá 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
 34
 
el sonido de “qu” que es como ha pasado a nuestro castellano. Pero lo que el 
glosador quiere reproducir no es este sonido, sino el de “qe” y, para ello, acude 
a la letra griega “k”; aparte de que el glosador usa continuamente ke para 
designar la función de complemento de alguna palabra latina o de alguna 
proposición. 
 
La escritura y la sintaxis no tienen todavía forma estable. Por eso Dueno 
aparece unas veces con una n y otras con dos. Tampoco esta claro que el uso 
del singular y el plural como lo demuestra la formula gaudioso(s) segamus. No 
hay ortografía, sencillamente por que no hay reglas ortográficas. 
 
 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
 35
 
7. GLOSAS SILENSES 
 
La época de mayor esplendor del Monasterio de Santo Domingo de 
Silos, en la que se convierte en el más importante de la región, se produjo en 
los primeros años del siglo XI con el abad Domingo de Cañas como principal 
impulsor. Bajo su mandato se restaura el monasterio, devastado e incendiado 
por Almanzor, y se reúne una numerosa comunidad que impulsa la actividad 
del viejo cenobio y da nueva vida a su scriptorium. 
 
Monasterio de Silos 
Podemos fijar la fecha de las Glosas Silenses en la segunda mitad del 
siglo X; son, por tanto, un poco posteriores a las Glosas Emilianenses. 
Las glosas Silenses fueron publicadas por J.Priebsch y se conservan en 
el Museo Británico. 
El contenido del códice British Museum, add. 30.853, es el siguiente: 1º, 
fols. 1-308, Homilías, Sermones, Epistolas. 2º, fol 309 r, un Árbol o Cuadro de 
Parentescos: “Pater; Filius.I; Nepos .II.;Pronepos.” , etc. – 3.º, fols. 309 r- 324, 
un Penitencial análogo al del códice Vigilano o Albeldense y a otros de la 
iglesia occidental. 
 
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Las Glosas del siglo X escritas en los conventos de San Millán, en la 
Rioja, y de Silos, en Castilla, son muy semejantes. Ambas son explicaciones 
ocasionales que un monje fue poniendo al margen y entre líneas de sendos 
libros latinos, para facilitar a los lectores indoctos la inteligencia de vocablos y 
frases del latín. 
El lenguaje que ambas glosas emplean no es de igual tipo que el de los 
documentos notariales mas vulgares del siglo X; sólo se asemejan más al de 
los más romanceados del siglo XI que hallamos en Aragón. Los notarios 
conservan muchos arcaísmos que arrancan algunos de la época del latín 
vulgar, mientras que los glosadores monacales manifiestan mucha más 
decidida intención de escribir en romance. Necesitamos a fines del siglo XII 
para hallar en algunos notarios propósito de romancear semejante al de los dos 
glosadores del X. 
Las dos glosas no son trabajos primerizos de lengua romance. Suponen 
algún glosario anterior latino- romance, pero dispuesto por orden alfabético, sin 
duda hecho para estudiantes del latín, especialmente en los monasterios. 
Llegamos a esta suposición viendo ciertas voces latinas en el texto se 
San Millán y en el de Silos, glosadas por la misma palabra romance, aun 
cuando esta no sea, no ya indispensable, pero siquiera propia; así el latin prius 
se traduce uniformemente por la forma anzes lo mismo en San Millán que en 
Silos; forsitan se explica por el raro adverbio alquieras, tanto en uno como en 
otro monasterio; excercere se explica por facere, tanto en las Glosas 
Emilianenses 41, como en las Glosas Silenses 116, 121, 198; adulterium no 
tienen mas explicación que fornicatione GlEmil 46, o fornicio GlSil 82; pudor es 
siempre verecundia GlEmil 17 o uergoina GlSil 171. y el trabajo mecánico de 
consulta de un diccionario se descubre en ciertos groseros errores; por 
ejemplo, uota era explicado con la voz promissione en ese diccionario que 
manejaba el glosador de Silos 152, y el glosador de San Millán, leyendo mal 
deuotos, entendió de uotos y puso al lado promisiones 33, no sacando de su 
propia cabeza una voz explicadora sino valiéndose maquinalmente del mismo 
diccionario para poner una glosa disparatada que nada explica. 
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No siempre, ni mucho menos, el glosador pone su glosa ojeando o 
recordando de memoria ese diccionario latino- romance que corría en las 
escuelas del siglo X. A menudo anota la glosa de modo espontáneo o libre; así, 
ducere o deducere se glosa una vez con el verbo prender GlSil 182, exigido por 
la frase mientras por lo común se glosa con lebar GlSil 142; una vez se glosa 
con lebar y adducir a la vez GlSil 63. En otras ocasiones el glosador pone 
glosas diversas a la misma palabra, equivocándose una de las veces, con lo 
que prueba que no miraba el susodicho diccionario; así, después de poner bien 
“galea: gelemo” GlEmil 112, yerra poniendo “galea: bruina” GlEmil 98. 
Hemos dicho que los dos glosadores usan formas completamente 
romances, pero esto no es siempre, si no que muchas veces usan formas 
latinas; por ejemplo, cadabera una vez se glosa por medio de la palabra latina 
corpora y otra por la expresión romance e los cuerpos GlSil 62 y 327; las 
llamadas Glossae Ababus ponen igualmente “calavera: corpora”; de aquí o de 
otras glosas análogas partió el glosador de Silos para su trabajo. 
Para interpretar bien el valor y uso de las voces que dan las glosas 
Silenses, son muy útiles las glosas dobles, en las cuales podemos notar que el 
primer termino es culto o latino, y el segundo vulgar o romance: “prebent: 
ministrent, sierben” 49; “strage: occisiones, matatas” 52; “negant, occidunt, 
mata” 81; “sterilis: infecunda, sine fruitu” 143; “in exilio: in damnatione, in 
carcere” 208; se observa que el primer termino, el latino, tiene la nt de persona 
Ellos, mientras que la forma vulgar acaba en n. 
Otro caso más es ¨dissidentium; discordantium,odiosos¨ 302 que 
Priebsch excluyo de su edición por creerlo puro latín; obsérvese, empero, que 
la primera glosa tiene también terminación completamente latina, de genitivo 
plural. Mientras la segunda lleva terminación romance y añádase que odioso 
tiene el significado vulgar de ¨odiador¨, como se confirma con la otra glosa, 
también desechada por el Priebsch: ¨osor: odo-iso¨122 .Según todos estos 
ejemplos en ¨invalidis: devilsa, aflitos¨26, la voz débiles será la culta, aunque 
después se vulgarizó. 
Estas glosas dobles y aquellas glosas no vulgares sino latinas parecen 
indicar que el diccionario latino-romance de que se servía el glosador estaba 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
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formado a base de uno de tantos glosarios latino-latinos como corrían en la 
Edad Mediaañadido con algunos términos romances esto se confirma viendo 
como algunas de nuestras glosas coinciden con las explicaciones que hallamos 
en el Corpus Glossarium Latinorum de Goetz, tales como ¨bellum: pugna¨ Gl 
Emil 4; ¨Criminis: peccatos¨GlEmil 81,136; ¨sollisiti: ansiosu¨ Gl Emil 39, igual 
¨sollicitus: anxians¨ CGL, IV, 392; ¨eu: ue¨Gl Emil 101, igual ¨heu: ue¨ CGL, V, 
207, y GLOSS Reichenau 815; ¨inermis: sine arma¨ Gl Emil 97, explicación 
corriente en los glosarios, CGL, VI, 568, igual en las glosas de Reichenau 480; 
¨demun: deinde¨Gl Sil 98; ¨digami: uir secunde uxoris, trigami: tercie uxoris¨Gl 
Sil 187,188; ¨elementa celum et terra, aqua, aer, sol et luna, ignis¨ Gl Sil 113; 
igual a ¨elem: caelum, terra, aqua, aer, sol, ignis¨ CGL, IV, 335; ¨elem: aqua, 
ignis, sol el luna, aer et terra¨ CGL, IV, 512. La mayor parte de estas 
coincidencias nos llevan a creer que en los monasterios de Rioja y Castilla 
circulaba un glosario latino semejante a las llamadas Glossae Ababus, de 
donde se saco el glosario románico perdido que sirvió a los dos autores de las 
Glosas Emilianenses y Silenses. 
8. ÉPOCAS DE LA FORMACIÓN DEL CASTELLANO 
Los criterios cronológicos* para distinguir las épocas principales que 
cabe señalar en la evolución del romance castellano son: 
8.1 Época visigótica; desde 414 hasta 711 
En la época visigótica los más doctos hablaban un latín escolástico 
como el que escribían San Julián, San Idelfonso o San Isidoro. Los cultos que 
no tenían estudios especiales hablaban, sin duda, un latín vulgar muy 
romanceado, por el estilo del que se conservo en León. Mas para nada se 
acordarían del latín el pueblo vulgar; todos ellos en la monarquía visigoda 
usarían como lengua familiar un llano romance. 
* Ramón Menéndez Pidal. (La Coruña, 1869 – Madrid, 1968) Filólogo e historiador español. Verdadero 
iniciador de la filología hispánica, creó una importante escuela de investigadores y críticos. Fue discípulo 
de M. Menéndez Pelayo en la universidad de Madrid, donde se doctoró en 1893. Miembro de la Real 
Academia desde 1902, presidió esta institución a partir de 1925. Orígenes del Español, pag. 502-515. 
 
 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
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Las coincidencias del gallego y leonés al Occidente con el aragonés y el 
catalán al Levante, y con el mozárabe en el Centro y en el sur nos pueden 
revelar algo de lo que fue ese romance usado por nobles y plebe en Toledo, 
ciudad regia visigoda, y en las grandes ciudades del reino. Desde luego, 
podemos afirmar que el romance más común de la época visigoda no 
presentaba como caracteres propios los que después habían de llegar a ser 
distintivos de la lengua castellana oficial. Por el contrario, ofrecían los rasgos 
en que hoy el Occidente y el Levante se apartan del castellano para 
conformarse con otros romances extranjeros, porque esos rasgos se hallaban 
también en todo el territorio mozárabe. Tales son la ll y no la j castellana, en 
fillo y demás voces análogas; la frecuente diptongación ante yod, por ejemplo 
en uello, en vez del castellano ojo; la f, y no la h castellana en facer, famne, por 
“hacer”, “hambre”; la it, y no la ch castellana, en voces como feito, muito; la g-
inicial en casos como genairo, por “enero”. Todos estos caracteres se hallaban 
extendidos por la mayoría del reino godo. Añádase también la tendencia a 
conservar el grupo mb, palomba por “paloma”. 
Más características del romance visigótico son otros rasgos que no se 
hallan ya en la generalidad de los romances de fuera de España, sino que son 
especiales de la Península; por ejemplo, la l- inicial palatalizada, llengua, lluna, 
cuyas áreas oriental y occidental se hallaban unidas antiguamente por medio 
del mozárabe toledano o andaluz. También creemos que se usaba en el reino 
visigótico la vacilación de los diptongos, puoblo, puablo, pueblo, amariallo, 
amariello, y lo mismo la o en la persona ellos del perfecto, compararon, por 
compraron. 
Otra característica del romance visigótico es la arraigada conservación 
de los diptongos latinos, vulgares ai y au, en casos como carraira “carrera”, 
lausa “losa”. 
A esta época pertenecen los escasos vocablos góticos que se 
introdujeron en el romance. Los godos permanecieron durante mucho tiempo 
separados de los romanos como pueblo o raza distinta. 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
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Nos interesan especialmente estas distinciones nacionales por que traen 
consigo indudables diferencias lingüísticas. Todavía en el siglo X nos 
sorprende un ejemplo de distintas denominaciones romances usadas por los 
romanos, de una parte y por los godos, suevos y vándalos por otra, como se 
demuestra en la memoria de los poblados o lugares de su nombre; Villa Alan, 
hoy Villalan en Valladolid, Puerto del Alano en Huesca. A caso Vandalies en 
Huesca, vandalu, con el sufijo ibérico es. Suebos varios pueblos de la provincia 
de la Coruña, y a caso Suegos, varios en Lugo; puerto de Sueve en Oviedo, 
entre Colunga y Ribadesella. La toponimia menor daría gran luz en esta 
cuestión con casos como el de concejo de Caravia (situado al pie del puerto de 
Sueve) en cuyo lugar de Prado se hallan términos llamados Vandalisque, 
Godos, Godin y Romaney indicándoles la intima mezcla de pueblos en la época 
de las invasiones. 
En fin, en la época visigoda hay que tener en cuenta de más una fuerte 
influencia griega ejercida por conducto de las tropas y funcionarios que desde 
tiempo de Justiniano se establecieron en el sureste de España y por el 
comercio bizantino que arribaba a nuestras playas y remontaba el curso de los 
ríos principales. 
 
Detalle del arca que contiene los restos de San Millán 
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 41
 
8.2 Época asturiano – mozárabe 711 a 920 
Al sobrevenir la invasión árabe, el romance cortesano de Toledo hubo de 
ser imitado en Oviedo, centro de la monarquía asturiana. Así se establece 
cierta continuidad multisecular en los rumbos del habla culta familiar desde los 
tiempos visigodos a través de los tres primeros siglos de la reconquista. Por 
que la influencia del sur persiste mucho, debido a que el prestigio del pasado 
gótico se une al prestigio del presente mozárabe. El traslado a Oviedo de 
reliquias y códices mozárabes, la imitación del arte musulmán cordobés en 
iglesias asturianas, la emigración de monjes andaluces a tierra de León, las 
colonias de toledanos y caurienses (Cáceres), son hechos que muestran la 
intima comunicación del nuevo reino asturiano con las ruinas mozárabes del 
reino visigodo. 
Algún rasgo especial asturiano pudiera señalarse como característico de 
la corte ovetense, por ejemplo, la conversión en e de la a atona final seguida de 
consonante, les cases, ellos cantaben. 
El arabismo se manifiesta ya en esta época, como es natural. Pueden 
verse en el glosario, como arabismos más antiguos que aparecen en los 
documentos, las voces acitara, alcor, alfoz, almafalla, almexia, carmez, metcale 
y xafarice. 
La influencia mozárabe y árabe se hace poderosísima en el siglo X, 
culminando en la época de Almanzor. Los nombres de personas árabes 
abundan ahora extraordinariamente entre los cristianos y hasta se componen 
patronímicos cristianos con el árabe iben “hijo”, plural bani, como hace un 
donante a Sahagun en 962 que se llama Fortunius iben Garseani a la vez que 
Fortunio Garseani; los condes de Carrión, según dijimos, adoptan el nombre de 
familia que les daban los árabes: Vani Gomez. A esta época debe remontar el 
famoso apellido Benavides, que hallo Vanavides en 1194, Vanavidas en 1931, 
esto es bani-Vidas “los hijos de Vidas”. 
Entre los arabismos comunes que aparecen en esta época puede verse 
el glosario: adaraga, azemia, albala, alkalde, aldea, alfierez, alfondega, algoton, 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
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ajupa, almude, aluacir, albeidar, arrabalde,arrobo, arrodoma, ata, adta, azenila, 
cafiz, harroba, maquila, mechita, miskito, zumaque, todos los cuales subsisten 
hoy en día en mayor o menor uso, sin contar muchos otros ya olvidados del 
todo como albaroc, alfetna, alhacama, alhajara, almuzalla, anubda, arrelde, 
eirake, califa, feruzi, leztori, tirad, zavazouke, etc. 
8.3 Hegemonía leonesa desde 920 hasta 1067 
El predominio leonés empieza con el establecimiento de la corte en 
León; alcanza enseguida su auge con Ramiro II pero después decae con sus 
sucesores, Sancho I, Ramiro III y Bermudo II; entonces el reino vasco, bajo 
Sancho el Mayor conquista el reino de León; el periodo acaba cuándo Castilla, 
gobernada por la dinastía de Sancho el Mayor emprende su decidida lucha por 
la hegemonía. 
Tenemos alguna muestra segura de la evolución del idioma en este 
periodo. Por ejemplo, sabemos que en León, durante el siglo X, convivían la 
formas arcaicas de diptongos decrecientes, carraira, carreira, con las formas 
neologicas, carrera, mientas en el siglo XI las formas airo, aira habían ya caído 
en desuso, y el diptongo eiro, eira se iba anticuando en semejante modo 
coexistían también auro, ouro, oro; Castilla se distinguía de León en usar ya 
casi unicamente las formas neologicas, carrera, oro. 
8.4 Lucha por la hegemonía castellana 1067 – 1140 
En la época que va desde el siglo VIII al siglo X, Castilla solo aspira a su 
independencia no a la hegemonía política. Se distingue por una rápida 
evolución lingüística, una más temprana fijación de caracteres y, sin embargo, 
el primer texto castellano de lengua que conservamos, las Glosas Silenses, no 
presenta aun los caracteres más propios de la lengua castellana, porque según 
dijimos, el castellano escrito a mediados del siglo X se muestra seguidor del 
riojano- navarro de las Glosas Emilianenses. 
Castilla una vez conseguida su independencia en el periodo anterior, 
aspira inmediatamente a la preponderancia después de la muerte de Fernando 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
 43
 
I las luchas fraticidas iniciadas por Sancho II de Castilla representan el 
comienzo de la hegemonía castellana. El Cid, Alférez de Sancho es el gran 
inspirador del nacionalismo y de las pretensiones hegemónicas; es el héroe de 
las guerras mas celebradas por la poesía épica antigua. En estas luchas, León 
resulta vencido en las batallas de Llantada (1068) y Golpejera (1072), y el rey 
leones, Alfonso VI, tiene que huir a Toledo. La temprana muerte de Sancho 
desvía bastante el curso de los sucesos, pues Alfonso, vuelto de Toledo reina 
en Castilla y en León desde fines del año 1072. La hegemonía castellana, sin 
embargo, se afirma durante todo el siglo XII, y se manifiesta definitivamente 
cuando Alfonso VII al dividir sus reinos en 1157 dio el de Castilla a su 
primogénito. 
Este periodo se distingue externamente de anterior, en que a la 
influencia oriental y mozárabe sustituye la occidental europea. Esto no ocurre 
sin violencia de parte de los reformadores y sin resistencia tenaz de los 
nacionalistas. Al fin triunfa la revolución, que trae la supresión de la escritura y 
los ritos nacionales, la restauración de los estudios latinos, la abundante 
invasión de cluniacenses y de caballeros y colonos franceses. A esta época 
pertenecen los galicismos más viejos, los que aparecen en el poema del Cid, 
mensaje, omenaje, usaje, barnax, palafre, vergel, vianda, derranchar, cosiment, 
ardiment, xamet. Entre los mozárabes se usaban otros galicismos, como 
amilon “almidón”, formaje “queso”, manjar, empleado por el cordobés Ben 
Cuzman. En Aragón se usaban algunos galicismos especiales, como paragio, y 
culiberto. Ya ahora se empieza a usar vinagre en vez del antiguo aceto. El latín 
galicano también introduce algunas voces como el aragonés pleito del siglo XI, 
que ya en el XII se había propagado a Castilla. 
Muy decisiva es ya la influencia castellana en el reino leonés, donde los 
diptongos ei y ou van cediendo a la reducción a una sola vocal, que desde 
antiguo dominaba en Castilla; durante el siglo XII ambos diptongos quedan ya 
relegados al occidente de León. Por este reino se propaga también ahora la ch. 
Otras modalidades castellanas, sin embargo, prosperan muy poco; basta 
recordar que la fijación del diptongo de ô en ue, aunque en Castilla era general, 
no se había propagado a las Extremaduras castellanas, pues no se ve acogida 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
 44
 
todavía en el poema del Cid ni en otras obras posteriores, como el Auto de los 
Reyes Magos. Otros neologismos castellanos como la f convertida en h o 
perdida, y el sujifo illo por iello, que existen desde muy antiguo en tierras de 
Lugo, no se propagan hasta mucho más tarde, siglo XIV; sin duda la antigua 
influencia en León, unida a la influencia cultista, hacían que en Castilla ambos 
fenómenos de la h y de illo pertenecieran muy estrechamente al habla rustica y 
fuesen mirados como demasiados rudos. 
Si nos fijamos en la constitución de la sílaba, notamos gran diferencia 
respecto a la época siguiente, que fue la del triunfo oficial del castellano en las 
cortes de san Fernando y Alfonso X. En este periodo de lucha por la 
hegemonía castellana, algunos arcaísmos como la conservación de la vocal 
post-o protónica, se usaba todavía mucho en todas partes; hasta en Castilla en 
la primera mitad del siglo XII se arcaiza con voces de la lengua culta escrita, 
como pobolato entre “poblado”, Sotilongo “solduengo” y con varias falsas 
correcciones, como annuuba por annutba, siendo esa vocal ingerida, una vocal 
indecisa. Por otra parte, los grupos románicos de consonantes no han logrado 
aun la definitiva perfección; grupos inarmónicos, como en Flamla o Kintla, se 
usan en Castilla en el siglo XI; la forma castellana nombre por nomne no se 
propaga sino desde el siglo XII; las formas de comde, semdero, etc. Tienen 
todavía algún uso en Burgos hasta 1240 y en Toledo hasta hacia 1260. Por 
ultimo las consonantes finales eran muchas más que las de ahora, 
contribuyendo a propagarlas tanto el influjo árabe de voces con final 
consonántico, zumac por “zumaque” y hasta con pérdida de o final, Montiel “ 
Montiello”, como la influencia francesa en prestamos del tipo Anric “ Enrique”. 
Así tanto en León como en Castilla, se usaba Virimud, Bellid, Fagund, verd, 
allend, argent, infant “infante”, etc. En Aragón además se dejaba sentir la 
influencia catalana, Camfranc, Ramon, sorors. Resulta pues fijándonos 
especialmente en la región central, que el castellano durante el siglo XI y hasta 
en el XII no había aún afirmado en toda su extensión la claridad de vocales que 
le distingue, ni había alcanzado el pleno equilibrio de sus silabas en la regular 
alternancia de vocales y consonantes o en la simplicidad de sus grupos 
consonánticos, y todavía en la primera mitad del siglo XIII no había estabilizado 
el vocalismo de sus sílabas finales. Es decir, en todo nuestro periodo de la 
Origen de la lengua castellana Ramón Vicent Esteve 
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lucha por la hegemonía, el castellano aun no había fijado de un modo definitivo 
la hermosa sonoridad que le caracteriza. 
 En esta época, la más crítica de todas las reseñadas, el mapa 
lingüístico de España sufre mudanzas fundamentales. Este cambio del mapa 
lingüístico es parejo del gran cambio que sufre el mapa político entre el año 
1050 y 1100; no hay otros cincuenta años en la historia de España que 
presenten tantas variaciones de Estados como esta segunda mitad del siglo XI 
(decadencia del reino de Navarra; decadencia del reino de León; 
engrandecimiento del reino de Castilla; evolución incesante del reino de Taifas 
y destrucción completa de los mismos). Estos grandes trastornos políticos 
influyen decisivamente en los movimientos de expansión de los antiguos 
dialectos. 
Hasta el siglo XI los dialectos romances de la península tenían 
distribución

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