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Sección: 
Política Exterior 
de Colombia 
El primer 
bienio déla 
administración 
Gaviria: 
algunas 
reflexiones 
sobre su 
política 
exterior 
Diego Cardona C* 
Han transcurrido ya los dos 
primeros años de la 
administración de César 
Gaviria. Las líneas generales de 
su política exterior son ahora 
diáfanas. Podemos decir que 
ella gira alrededor de: la 
apertura, el énfasis en asuntos 
económicos, la aparición de 
nuevos temas en la agenda (por 
ejemplo, medio ambiente), la 
importancia de América Latina, 
los acuerdos de libre comercio, 
el pragmatismo, y sobre todo, la 
profundización de la 
integración con Venezuela. 
Empero, tales políticas no 
se presentan aisladas de un 
contexto mundial, sobre el 
cual hemos de considerar 
varios factores. En efecto, la 
década de los años noventa 
ha traído consigo un mundo 
diferente. En lo económico, 
Estados Unidos continúa 
siendo la primera potencia 
económica del globo, pese a 
sus problemas internos y al 
déficit comercial; en el 
hemisferio, es sin duda 
alguna el país con la 
economía predominante en 
todos los campos: industria, 
nivel científico-tecnológico, 
aspectos financieros, 
pujanza comercial. En lo 
militar, continúa ciertamente 
la situación anterior con 
presencia gradual de la 
multipolaridad, si bien 
desideologizada; tendencia 
más clara entre las potencias 
de segundo orden y 
obviamente entre los países 
en vías de desarrollo. 
También en este tema, 
Estados Unidos representa el 
país con mayor potencial en 
el ámbito americano, 
reforzado en todos los 
aspectos con el resultado 
exitoso de la guerra de Irak. 
En lo que respecta a las 
posibilidades de orden 
político, ha desaparecido la 
guerra fría en el centro del 
sistema, lo cual no implica la 
inexistencia de conflictos de 
otro orden: étnicos, 
reivindicaciones 
nacionalistas, de carácter 
fronterizo y aún por la 
búsqueda de la primacía de 
otros modelos de gobierno en 
muchos países. Puesto que la 
totalidad de los conflictos 
anteriormente existentes no 
proviene del más elocuente 
entre el Este y el Oeste, a 
diferencia de lo que 
ingenuamente sostenían 
muchos analistas del primer 
mundo, es obvio que la 
desaparición de ese conflicto 
mayor no tenga por qué 
implicar la pérdida de 
intensidad de otros conflictos 
"menores". En sus respectivas 
regiones, tales 
enfrentamientos pueden ser 
importantes e incluso 
dramáticos porque involucran 
a la mayor parte de las 
poblaciones. Colombia no ha 
escapado, por desgracia, al 
igual que otros países 
latinoamericanos, a un 
conflicto interno de 
importancia. El efecto de este 
asunto sobre nuestra política 
exterior no es deleznable: 
constituye causa de "niebla" 
en nuestras relaciones con 
Venezuela, frena el proceso de 
* Coordinador del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de los Andes. 
apertura por sus efectos sobre la 
infraestructura vial y energética, 
desestimula la producción de 
bienes exportables que 
aumentarían nuestra capacidad 
de compra, deprime el sector 
agropecuario, ahuyenta la 
inversión extranjera, impide el 
flujo del turismo internacional, 
contribuye a desarticular la 
unidad nacional en fragmentos 
regionales, afecta las relaciones 
entre regiones y el ejecutivo 
central, y representa una 
distorsión presupuestal y de 
energía considerable, además de 
afectar profundamente la 
imagen exterior del país. Éste 
constituye, sin duda alguna, el 
principal problema colombiano 
durante la presente 
administración, el cual tiene 
también un profundo efecto 
sobre su actuación internacional. 
Por otra parte, encontramos 
en los países de América Latina, 
Colombia incluida, gobiernos 
encabezados por líderes de 
aparición relativamente reciente, 
quienes en la búsqueda de 
modernización de sus países 
tanto en lo económico como en 
lo político han llevado a cabo 
una serie de medidas cuya 
constante puede definirse por: 
a. La continuación de programas 
de ajuste monetarista que 
venían siendo aplicados desde 
la época de los años ochenta: 
Sabido es que los mismos 
inciden más directamente 
sobre los ciudadanos que 
dependen de ingresos fijos. Y 
ocurre que en América 
Latina, sin que Colombia sea 
una excepción, la mayor parte 
de la población percibe 
ingresos fijos cercanos al 
salario mínimo establecido, 
con lo cual las medidas 
aludidas resultan afectando a 
la población de más escasos 
recursos. El ajuste 
lleva implícito, pues, un alto 
costo social. Debe insistirse 
en el hecho de que la 
minimización de los costos 
sociales de estos programas 
condiciona en buena medida 
la supervivencia de la 
democracia política a 
mediano plazo. Este asunto 
puede de hecho incidir sobre 
la legitimidad de toda 
política, la exterior incluida. 
b. La iniciación de la apertura 
económica hacia la región y 
al resto del mundo, especial 
mente en el campo comercial: 
Colombia inició este 
programa sólo al final del 
período Barco, un tanto 
tímidamente. El proceso se 
ha acelerado en la 
administración Gaviria, en 
especial a partir de mediados 
de 1991. La rebaja de 
aranceles, la desaparición de 
obstáculos no arancelarios 
(licencia previa, excepciones, 
cuotas) y la aplicación de 
políticas monetarias y 
fiscales apropiadas 
(desaparición del dólar negro 
para dar paso a la cotización 
libre, nuevo régimen de 
inversiones extranjeras, 
paridad real de la moneda) 
han ido en esa dirección. 
Obviamente, a tal política se 
han opuesto algunos sectores 
de la producción que en su 
momento se han sentido 
perjudicados o temen no 
poder competir con éxito 
frente a los recién llegados. 
En algunas ocasiones las 
aprehensiones parecen 
justificadas, pero en la mayor 
parte de los casos son 
reacciones de sectores que 
gozaron cómodamente de la 
protección del Estado durante 
décadas y no se prepararon 
adecuadamente para una 
economía abierta. 
c. Un aspecto importante de la 
administración Gaviria es la 
convicción de que las 
confrontaciones con las 
potencias, y en especial con la 
potencia hegemónica regional 
(Estados Unidos), son 
estériles, salvo que se trate de 
desacuerdos puntuales por 
razones a su vez plenamente 
justificadas: proteccionismo 
comercial, políticas no 
concertadas en materia de 
seguridad internacional o 
puntos de vista diferentes en 
las agendas mutuas. No se 
trata de la entrega sin 
condicionamientos, esperando 
obtener beneficios; tampoco 
de la actitud esquizofrénica 
que intenta, mediante actos 
voluntaristas, hacer 
desaparecer las realidades 
internacionales. Colombia es 
un país occidental, y a pesar 
de encontrarse en vías de 
desarrollo, esto no le ha 
impedido el planteamiento de 
sus convicciones en el 
escenario internacional. No 
obstante, las mismas se 
sostienen mejor mediante la 
negociación puntual y una 
política prudente y sagaz 
aunque solamente defensiva. 
Aquí radica, en política 
internacional, la esencia de lo 
que podríamos llamar el 
pragmatismo del presidente 
Gaviria, semejante al de 
algunos otros mandatarios 
latinoamericanos moderados. 
d. La apertura política se ha 
constituido en uno de los 
temas centrales del gobierno: 
Este proceso tiene obvia 
incidencia en la política 
exterior. Es relevante el 
conjunto de artículos de la 
Constitución de 1991, 
referentes a los asuntos 
internacionales del país: se 
elevó a rango constitucional 
el mandato integracionista y 
se han reforzado los 
mecanismos de recepción de 
tratados y convenciones 
internacionales en la 
legislación nacional. Además, 
se prevé la posibilidad de 
delegar facultades 
gubernamentales en 
instituciones latinoamericanas 
de integración económica. 
Por su parte, la autorización 
para la obtención legal de la 
doble nacionalidad ofrece un 
importante marco de 
identidad y pertenencia para 
los millones de colombianos 
residentes en el exterior. La 
institucionalización de la 
Comisión Asesora de 
Relaciones Exteriores, 
también por la vía de la Carta 
Magna, podría permitir una 
política externa en la cual las 
líneas centrales operen sobrela base del consenso entre los 
partidos políticos. Se trata 
aquí de crear las condiciones 
de una política exterior sobre 
una base más democrática y 
de obtener un consenso 
mínimo en asuntos cruciales. 
Algunos temas de 
importancia 
La política exterior del 
presidente Gaviria ha 
proseguido con el énfasis en 
ciertos temas, si bien otros han 
adquirido un nuevo rol 
protagonice Los aspectos más 
notables pueden referirse a 
cuatro temas: comercio, 
integración, narcotráfico-
desarrollo y medio ambiente-
desarrollo. Veamos estos 
asuntos en detalle: 
Comercio. Ha sido siempre 
de enorme importancia, aún 
desde los albores de la vida 
republicana. El cambio, en este 
caso, consiste en verlo como 
una función privada, pero de 
alguna manera auspiciada y 
canalizada por la vía pública 
mediante un instrumento 
gubernamental. En décadas 
pasadas, las actividades 
comerciales eran asumidas por 
entidades públicas y privadas 
(en especial por la Federación 
de Cafeteros), con in- 
dependencia de la política 
exterior, que no tenía 
instrumentos ni de centralización 
de la información ni de 
realización de esfuerzos en este 
sentido. En la administración 
Gaviria nos encontramos con una 
paradoja aparente: la decisión de 
que sea la actividad privada el 
motor de la economía y del 
sector externo, incluyendo 
obviamente las exportaciones, 
aunque al mismo tiempo se ha 
conformado una entidad oficial, 
el Ministerio de Comercio 
Exterior, al cual se ha otorgado 
enorme importancia, al punto de 
que lo novedoso y eficiente del 
mismo ha llevado a algunos 
enfrentamientos institucionales 
con otras entidades que de 
alguna manera colindan con sus 
propósitos: el Ministerio de 
Hacienda, el de Desarrollo y el 
de Relaciones Exteriores. En este 
punto, como ha sucedido en otros 
países latinoamericanos y otras 
regiones del mundo, la 
importancia del sector externo y 
de sus organismos nacionales ha 
sido magnificada al comienzo del 
período de apertura, hasta 
adquirir su justa medida con el 
paso del tiempo. En Colombia, 
como en México, Chile, Japón, 
Corea, Estados Unidos o 
Alemania, el Ministerio de 
Relaciones Exteriores o su 
equivalente continuará 
posiblemente definiendo las 
líneas básicas de la política 
exterior sin que ellas sean 
obstaculizadas u ocultadas por 
otras instancias en relación con 
el comercio o la economía. La 
experiencia de las grandes 
economías exporta-, doras nos 
enseña que el comercio exterior 
es una porción de la economía 
internacional y ésta una parte a 
su vez de la política internacional 
general. En ese sentido, es de 
esperarse, para bien del país, que 
tal función sea debidamente 
asumida 
en el caso colombiano. Claro 
está que ello sólo podrá suceder 
si se dan las respectivas 
condiciones de eficiencia en las 
áreas económicas del Ministerio 
de Relaciones Exteriores. 
Se ha creado en buen 
momento el Mincomex, que 
viene a llenar un vacío evidente. 
No existía antes de su 
conformación ninguna entidad u 
oficina gubernamental capaz de 
centralizar los recursos 
necesarios en esa materia. 
Podría decirse que la creación 
del Mincomex constituye, en el 
tema que nos ocupa, el proyecto 
estrella del gobierno del 
presidente Gaviria. En este 
asunto cabe destacar la 
continuación del activismo 
colombiano en foros 
internacionales en relación con 
la libertad de comercio. El tema 
es particularmente agudo cuan-
do se examinan las relaciones 
Norte-Sur, bien sea en la ronda 
Uruguay del GATT o en las 
relaciones bilaterales con Euro-
pa y Estados Unidos. Han sido 
difíciles las negociaciones en lo 
pertinente a ciertos productos 
básicos como flores, banano, 
café, granos; también lo han 
sido en cuanto a las restricciones 
no arancelarias al comercio. Una 
función central del nuevo 
Ministerio es la actuación contra 
los subsidios y el 
proteccionismo por parte de los 
países desarrollados, además de 
la exigente labor de negociación 
de acuerdos de libre comercio. 
Integración. Desde la década 
de los años sesenta no se hacía 
tanto énfasis en este tema. Sin 
embargo, los modelos 
integracionistas han cambiado. 
Las viejas teorías 
proteccionistas no han 
desaparecido, si bien se predica 
hoy una mayor libertad de 
comercio mediante rebajas 
arancelarias sustanciales 
y la imposición de menores 
restricciones no arancelarias. 
Por su parte, los acuerdos que 
establecen la libertad en el flujo 
de mercancías, y eventual-mente 
de servicios y capitales, no van 
necesariamente acompañados 
por normas semejantes en 
cuanto a las personas. No son 
los acuerdos de libre comercio 
tan integradores como los 
mercados comunes, pero en 
muchas circunstancias se 
convierten en su prólogo 
necesario. Es así como 
Colombia, en el período de 
Gaviria, ha fomentado estos 
mecanismos comenzando con el 
establecimiento de un acuerdo 
de ese tipo, en el marco del 
Grupo Andino, con Venezuela y 
recientemente con Ecuador. 
Seguirá sin duda la firma, a 
corto plazo, de acuerdos 
similares con México y Chile. 
Pero aún se está lejos de la 
adecuación de una red apropiada 
de libre comercio que haga 
óptima la situación estratégica 
del país y su múltiple 
pertenencia: país caribeño, de la 
Cuenca del Pacífico, andino, 
amazónico, y potencia media en 
América. Una tarea pendiente 
del gobierno de César Gaviria es 
la suscripción de acuerdos 
marco con América Central, y 
quizás con algunos países del 
Caribe. En el proceso integrador 
tiene especial importancia la 
profundización del acuerdo 
existente con Venezuela, país 
con el cual se comparten casi 
todas las pertenencias: Pacto 
Andino, Grupo de los Tres, 
Grupo de Río, Pacto 
Amazónico, vocación caribeña 
(más evidente en Venezuela) 
además de compartir una 
frontera abierta y fluida que es a 
su vez la más importante para 
los dos países. 
En el marco de un posible 
Acuerdo de Libre Comercio con 
Venezuela y México (el G-3), 
que no sería sólo un simple 
tratado de cooperación, América 
Central adquiere una enorme 
importancia. Vinculados más 
estrechamente los países de 
mayor magnitud en los 
extremos norte y sur de esta 
porción del continente, 
Centroamérica se convierte así 
en zona obligada de 
cooperación mutua, incluyendo 
áreas de inversiones y empresas 
conjuntas, y de interconexión 
eléctrica. En esa perspectiva 
económica, la estabilidad y 
prosperidad de la región, 
extensivas a algunas zonas del 
Caribe, son a su vez condición y 
consecuencia de un acuerdo del 
G-3. Colombia debe así otorgar 
una renovada importancia a la 
región, aunque en un sentido 
muy diferente del puramente 
político de hace una década. 
En cuanto a la posibilidad de 
acceder al Acuerdo de Libre 
Comercio de América del 
Norte, ésta no parece ser la 
mejor opción, salvo que se 
asuma con posterioridad a 
acuerdos bilaterales con 
México, Estados Unidos y 
Canadá. En ese caso, el acceso 
al Nafta se vería facilitado. 
Negociarlo antes de las 
integraciones particulares podría 
representar una lamentable 
pérdida de tiempo y de recursos 
diplomáticos. 
Por lo que hace al grupo 
andino, debe ser conservado y 
fortalecido porque permite la 
integración con Venezuela y 
eventualmente con Ecuador. 
No parece que a mediano 
plazo, pese a su aparente interés 
en el Grupo, Bolivia pueda 
seguir el ritmo de los tres países 
del Norte. Esta circunstancia y 
el poco interés de parte del 
Perú, deben ser tenidas en 
cuenta en el momento de 
diseñar políticas. 
Finalmente, se trata de 
utilizar instrumentos para 
insertarse mejor en el mundo, y 
en este punto la evaluación 
cuidadosa de los que se vayan 
utilizando dará finalmente las 
pautas de las prioridades. No es 
preservar instrumentos por el 
solo hecho de que alguna vez 
fueron importantes, así como 
tampoco tendría sentido utilizar 
los novedosos que no se 
corresponden con lo mejor del 
interés nacional. Cada caso 
(Andino, G-3, acuerdos 
bilaterales), debe evaluarse 
cuidadosamente en todas sus 
implicaciones: políticas, 
económicas generales, 
estratégicas y comerciales.Una 
evaluación unilateral puede ser 
en su momento errónea. En este 
punto, como en otros, se hace 
imperativo un mecanismo apto 
de coordinación institucional. 
El narcotráfico. Continúa 
siendo, por desgracia, un tema 
de nuestra agenda exterior. Es 
cierto que una de las virtudes 
del gobierno de Gaviria ha sido 
proyectar esfuerzos coherentes 
por lograr la desnarcotización de 
la agenda hasta donde ello sea 
posible. En primera instancia, la 
deficiente política de restricción 
al consumo de estupefacientes 
en los países desarrollados ha 
llevado al gobierno colombiano 
a plantear medidas de carácter 
internacional, para lo cual se ha 
continuado con una enorme 
actividad en foros multilaterales, 
tales como la OEA, la ONU, los 
No Alineados, el Grupo de Río, 
el conjunto de los países 
andinos, el Grupo Andino 
propiamente dicho, el Grupo de 
los Tres, y los demás 
mecanismos a su alcance. 
También se ha continuado con 
un esfuerzo interno importante, 
tendiente a dar una solución al 
problema del narcoterrorismo,
con la entrega de 
narcotraficantes y la aplicación 
de los esquemas propios del 
derecho anglosajón y del 
italiano. La colaboración 
internacional en materia de 
acervo probatorio, inteligencia e 
infraestructura ha sido 
fundamental. Pese a tropiezos 
parciales, producto de un 
publicitado caso, la política ha 
mantenido la aprobación de la 
comunidad internacional, por lo 
menos de los gobiernos, que han 
reconocido los esfuerzos del 
país en esta materia. 
Un punto esencial, 
prolongación eficaz de las 
negociaciones de finales del 
período de Barco, está 
constituido por las relaciones en 
buena hora establecidas entre el 
tenia del narcotráfico y los del 
desarrollo y el comercio. Luego 
de pacientes negociaciones se 
obtuvo el desarrollo legal del 
Programa Especial de 
Cooperación (PEC) de la 
Comunidad Europea, por medio 
del cual se había pactado el 
ingreso de productos 
colombianos a la Comunidad, 
sin aranceles, por un período de 
4 años, hasta noviembre de 
1994. Las restricciones 
establecidas en algunos 
productos (cueros, café, banano, 
por ejemplo) son importantes, 
pero el campo abierto a frutas 
tropicales podría ser notable por 
lo que representa en el proceso 
de sustitución de cultivos. Una 
mejor coordinación entre 
exportadores y sector público 
sería necesaria para el pleno 
aprovechamiento de este 
mecanismo. 
Además, la aprobación de la 
Iniciativa Andina (ATPA) en 
noviembre de 1991, vigente por 
diez años y relacionada con los 
mercados de Estados Unidos, 
también constituye un buen 
avance; tanto, que algunos 
gremios no ven necesaria 
por el momento la negociación 
de un acuerdo de libre comercio 
con ese país, pues muchos 
productos se ven incluidos en la 
Iniciativa en mejores 
condiciones. Empero, no sobra 
recordar los inconvenientes 
operativos derivados del hecho 
de que su prolongación anual no 
es automática, pues depende del 
Congreso y del Ejecutivo, y del 
hecho de que excluye a sectores 
claves de la economía. En 
cualquier caso, la Iniciativa 
constituye hasta el momento el 
mejor instrumento de que 
disponemos en materia de 
relaciones entre narcotráfico, 
comercio y desarrollo. 
En la dirección arriba 
anotada, el gobierno de Gaviria 
ha logrado variar el carácter 
central de lo policivo en el 
tema. Por su parte, el episodio 
de la fuga del jefe del cartel de 
Medellín parece haber sido 
sorteado con relativo éxito en la 
diplomacia multilateral y 
bilateral, dada la demostración 
de la continuidad del esfuerzo y 
la cooperación de las 
autoridades nacionales con la 
comunidad internacional en esta 
materia. Sin embargo, debe 
constatarse que los 
planteamientos de la opinión 
pública mundial son un tanto 
escépticos al respecto. En 
relación con el tema, debe 
continuar el esfuerzo de 
mejoramiento de la imagen del 
país en el exterior mediante 
publicaciones en prensa, 
boletines informativos en 
medios televisivos y radiales, 
visitas de responsables de 
medios de comunicación 
internacionales, y todos los 
demás mecanismos apropiados 
al efecto. 
El medio ambiente. El tema 
ha recibido una atención 
especial, ante todo porque el 
país posee una de las más ricas 
diversidades biológicas del 
planeta. Cuenta con una reserva 
 
bioestratégica, y la presente 
administración parece haber 
sido sensible al tema. El 
activismo colombiano ha sido 
importante en reuniones y foros 
internacionales sobre 
biodiversidad, cambio climático, 
y en general en la agenda 
ambiental que alimentó la 
reunión de Río a mediados de 
1992. Se ha comprendido 
finalmente la importancia 
crucial y la alta oportunidad que 
el tema ambiental representa 
para el potencial negociador del 
país. Es cierto que el conjunto 
de negociadores ambientales 
colombianos es todavía reducido 
y que aún no se ha logrado crear 
un Ministerio del Medio 
Ambiente que centralice y 
potencie las actividades hasta 
hoy un tanto dispersas. Pero la 
colaboración gubernamental ha 
sido importante en la promoción 
de la idea ecológica y de sus 
estrechas relaciones con el 
desarrollo. 
Es de interés anotar que el 
tema no se ha tratado como en 
pasados años, cuando se 
pretendía la preservación 
idealista de las riquezas 
naturales. Las necesidades del 
desarrollo han sido reconocidas 
por el gobierno y por esa razón 
no se ha aceptado la suscripción 
de swaps ecológicos. Empero, 
por esta vía podrían llegar recur-
sos de importancia para el 
desarrollo en algunas regiones 
del país. Además, el servicio de 
la deuda exterior colombiana, 
sin ser un problema nacional 
insuperable, representa un tercio 
del producto de las 
exportaciones actuales. La 
cotización de la deuda en los 
mercados secundarios es 
llamativa. Habría eventuales 
compradores de deuda 
colombiana que podrían obtener 
algunas ventajas financieras. Si 
sus condiciones no son lesivas 
para el manejo autónomo de los 
planes de desarrollo nacionales 
y regionales, el mecanismo de 
los swaps debería ser 
considerado. 
Un logro de importancia en la 
agenda ambiental colombiana 
en materia internacional 
proviene de la vinculación entre 
medio ambiente y desarrollo. En 
efecto, buena parte de la 
responsabilidad por el deterioro 
de nuestros bosques, núcleo a su 
vez de nuestra "contribución" al 
calentamiento global, proviene 
de la tala indiscriminada como 
consecuencia del modelo de 
colonización. En estas 
condiciones, el gobierno actual 
ha sostenido, con cierto éxito, 
en los foros internacionales que 
la mejor contribución de los 
demás países al ecosistema y al 
mantenimiento del reservorio 
biológico colombiano es la 
colaboración para el desarrollo 
de tecnologías benignas o 
mediante inversiones o 
asociaciones empresariales, o 
bien mediante la apertura 
comercial para nuestros 
productos diferentes de las 
maderas. Puede decirse, sin 
duda, que el tema ambiental será 
uno de los ejes de la futura 
política exterior colombiana. 
Dos condiciones de una 
buena política 
Una política exterior apro-
piada requiere dos condiciones: 
a. En primer lugar, es necesario 
poseer políticas con 
prioridades determinadas. 
Una política solamente 
reactiva frente al mundo 
exterior, sin un seguimiento 
atento a instancias bilaterales 
y multilaterales, o sin 
prioridades, se convierte en 
una extraña amalgama sin 
orden ni concierto. No basta 
con una política 
de simple sustentación que se 
limite a "apagar incendios" 
cada vez que surjan 
situaciones de crisis. 
Los analistas y algunos 
políticos insistían hace algún 
tiempo en que Colombia tenía 
dos posibles alternativas: una, 
"mirar al polo" (réspice 
polum) y otra, "mirar a los 
semejantes" {réspice similia), 
si bien éstos podían serlo 
según una gran diversidad de 
criterios. La complejidad de 
las agendas internacionales 
—por temas, países, y 
momentos históricos— hace 
que esta diferencia carezca 
hoy de sentido. De hecho, la 
política exterior es una 
mezcla de las dos 
características. Por otra parte, 
la enumeración indicada 
proveníade la prosapia 
latinizante de épocas pasadas, 
incomprensible en la 
actualidad, salvo en cada vez 
más reducidos medios 
académicos. Tales tipos de 
formulaciones son hoy día un 
tanto anacrónicas. Podemos y 
debemos actuar hacia el 
mundo, ciertamente, pero 
teniendo prioridades 
establecidas por una política 
activa, bien sea en lo 
geográfico o en lo temático. 
Ya es hora de finalizar la 
polémica que alguna vez tuvo 
profundo sentido, o de 
reformular-la en términos 
más sutiles que tengan en 
cuenta la variedad de las 
agendas y problemas, en 
lenguaje comprensible para 
los hombres y mujeres 
colombianos de finales del 
siglo XX. 
En esta perspectiva sólo 
cabría una enumeración, pues 
no es este un escrito sobre las 
prioridades de la política 
exterior colombiana: Estados 
Unidos y Europa (esta vez en 
el bloque comunitario 
influyendo sobre la 
asociación 
de libre comercio y el espacio 
único europeo) han tenido, 
tienen y tendrán una 
importancia central para la 
política exterior del país. El 
Pacífico asiático y americano, 
también. Pero la integración 
americana, a partir de redes 
de libre comercio previamente 
establecidas, se convierte en 
la labor más importante para 
nuestra política hacia el futuro 
próximo, no sólo en lo 
estratégico o económico en 
general, sino también en lo 
comercial y lo cultural. La 
integración con socios 
americanos, bajo los 
esquemas de mercado común 
o de los acuerdos de libre 
comercio, según el caso, se 
convierte en prioridad hacia la 
cual es necesario dirigir 
grandes esfuerzos en el futuro 
inmediato, si se quiere 
competir con éxito en el siglo 
que se avecina. El mejor 
legado de la administración 
Gaviria podría ser la in-
corporación colombiana en 
una serie de redes de libre 
comercio en América; y sobre 
todo, el logro de avances 
sustanciales y definitivos en 
el proceso integrador con 
Venezuela. En desarrollo de 
lo dicho, por paradójico que 
parezca, Venezuela, en primer 
lugar, y América Latina en 
segundo, constituyen nuevas 
prioridades al lado de las ya 
tradicionales —de Estados 
Unidos y Europa— o de las 
nuevas para el futuro pró-
ximo, en especial el Pacífico. 
b. La segunda condición es po-
der desarrollar las políticas 
previamente fijadas o aún las 
que reaccionan frente a la 
actividad de otros factores 
internacionales, mediante 
instrumentos adecuados en 
cuanto a estructura, funcio-
nalidad, formación de 
cuadros
y coordinación. En cuanto a 
la estructura, debemos 
considerar que la situación 
anárquica, que conllevaba a 
que la política económica 
colombiana se encontrara 
fragmentada por completo, 
tiende a corregirse utilizando 
dos clases de instrumentos: el 
manejo centralizado de la 
política comercial, y sus 
elementos directamente 
relacionados, por intermedio 
del Ministerio de Comercio 
Exterior. En lo que se refiere 
a la creación del 
Viceministerio de Relaciones 
Económicas Internacionales 
dentro de la Cancillería, 
hubiera sido un punto 
positivo del gobierno Gaviria, 
si se le hubiera acompañado 
de la dotación y recursos 
humanos adecuados para 
centralizar el seguimiento de 
la política económica externa 
del país. Las dificultades 
operativas han llevado a que, 
pese a la indudable buena 
voluntad de sus titulares y su 
equipo, los resultados hayan 
sido magros en punto a 
coordinación 
interinstitucional, procesos de 
seguimiento e información y 
diseño de políticas en lo 
económico. Quizás ello haría 
preferible retornar al esquema 
clásico de oficinas encargadas 
de áreas geográficas, grandes 
temas, y algunas pocas 
encargadas del manejo de las 
relaciones con países 
prioritarios para la política 
exterior. Para cada área 
geográfica, el manejo de lo 
político y lo económico o lo 
cultural debería ser más 
integral. En resumen, sería 
preferible la especialización 
por países y áreas, más que 
por disciplinas académicas. 
En cualquier caso, se hace 
necesaria la formación en la 
Cancillería de cuadros 
indispensables para el efecto, en 
la cual el manejo de los asuntos 
económicos ha sido 
tradicionalmente débil, como lo 
muestra la historia de nuestra 
para diplomacia económica en 
manos del sector privado. 
Por su parte, dado el recargo 
que implica el manejo de una 
Cancillería en un país en plena 
apertura al mundo, la provisión 
de un viceministro de Asuntos 
Políticos Internacionales 
también ha sido, pese a algunas 
críticas, un indudable acierto. 
Su labor de coordinación y 
diseño de los asuntos políticos 
de su competencia es 
dispendiosa y necesaria. 
Por lo que respecta a la 
formación de funcionarios, el 
proceso de calificación de los 
mismos es mejorable en la 
mayor parte de los casos. En 
general, se ha proseguido con la 
tendencia, existente desde el 
gobierno Barco, de 
profesionalizar gradualmente a 
los componentes que así lo 
requieran, mediante procesos de 
actualización y pruebas de 
selección. Las disposiciones del 
reciente Estatuto de Carrera, de 
aplicarse rigurosamente (y sólo 
en ese caso), podrían conducir 
al finalizar la década a un 
servicio exterior altamente 
calificado que podría hacer de 
nuevo del Ministerio de 
Relaciones el centro de diseño y 
aplicación de la política 
exterior. 
Subsiste un asunto adicional 
que toca a las competencias de 
cada entidad ministerial. Es 
conocido por los estudiosos del 
fenómeno burocrático que uno 
de los aspectos de mayor 
dificultad en relación con el 
mismo es el referente a los 
obstáculos a la fluidez de los 
mecanismos de información y 
decisión, tanto en lo intra como 
en lo interministerial. En este 
punto, no basta con precisar 
competencias para cada una de 
las entidades. Sin mecanismos 
apropiados de flujo de 
información y de coordinación 
interinstitucional en el momento 
de asumir decisiones 
fundamentales, no puede 
hablarse de coherencia de la 
política exterior. Tanto la 
Cancillería como el Ministerio 
de Comercio Exterior y, por 
supuesto, la Consejería 
Presidencial para Asuntos 
Internacionales deberían 
desarrollar los mecanismos 
necesarios de coordinación 
institucional. 
Logros y tareas pendientes 
Recopilando, podemos indicar 
como logros principales de la 
política exterior del primer 
bienio de la administración 
Gaviria los siguientes: 
- La comprensión de las nuevas 
corrientes internacionales, 
incluyendo la necesidad 
de importantes y audaces 
reformas económicas y polí 
ticas. 
- El énfasis puesto en la 
política latinoamericana, 
evidente por los recursos 
diplomáticos y de otro orden 
aplica dos en esa tarea. 
- La continuación y el acelera 
miento del proceso 
indispensable de integración 
con Venezuela, incluyendo la 
firma y puesta en ejecución 
del Acuerdo de Libre 
Comercio. 
- El inicio de negociaciones 
del G-3 (Colombia, 
Venezuela y México). 
- Haber continuado el proceso 
de desnarcotización de la 
agenda en la medida en que 
el mismo lo permite. 
La importancia creciente del 
tema del medio ambiente en 
las consideraciones de la 
política exterior. 
Haber llevado a cabo las 
reformas de la Cancillería, 
con la provisión de los 
Viceministerios de Asuntos 
Económicos y de Asuntos 
Políticos Internacionales. 
También las nuevas normas 
sobre reestructuración del 
Ministerio y la carrera 
diplomática y consular. 
La creación del Ministerio de 
Comercio Exterior. 
La preservación de la 
Consejería Presidencial para 
Asuntos Internacionales que 
permite una labor de 
coordinación ad hoc de los 
esfuerzos de otras instancias, 
a más de ciertas iniciativas 
importantes. 
Como tareas pendientes, 
podemos indicar las siguientes: 
- La profundización de la 
integración con Venezuela. 
Debe lograrse la libre 
circulación de mercancías, 
servicios y capitales, y un 
elevado grado de integración 
de las industrias. Además, se 
ría deseable sentar las bases 
para la libre circulación de 
personas. 
- La suscripción (conjunta 
mente con Venezuela) de un 
acuerdo de libre comercio 
con México, en el marco del 
G-3. 
- Las negociaciones de sendos 
acuerdos conEstados Unidos 
y Canadá. 
- El establecimiento de 
acuerdos de libre comercio 
con América Central y países 
caribeños. También la 
elevación 
 del nivel de representación 
diplomática en estos países. 
La continuación de acciones 
de diplomacia multilateral, 
tendientes a contribuir a la 
finalización exitosa de la ronda 
Uruguay del GATT, a la 
reforma de Naciones Unidas, a 
mejorar la operatividad de la 
OEA y a reactivar la discusión 
de la agenda ' Norte-Sur. 
El establecimiento de ágiles 
mecanismos institucionales 
de coordinación intra e 
interinstitucional en el diseño 
y desarrollo de la política 
exterior. 
La continuación del proceso 
de reestructuración de la 
Cancillería, a fin de que 
pueda responder a los nuevos 
retos.

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