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ESTADO, ECONOMÍA CREATIVA Y EMPLEO EN MÉXICO JOSÉ MARÍA RAMOS GARCÍA ROSA ISABEL MEDINA PARRA (coordinadores) Estado, economía creativa y empleo en México José María Ramos García Rosa Isabel Medina Parra (coordinadores) Primera edición digital, 12 de junio de 2021 [En junio de 2023 El Colef publicó la primera edición de este libro en formato impreso] D. R. © 2023 El Colegio de la Frontera Norte, A. C. Carretera escénica Tijuana-Ensenada km 18.5 San Antonio del Mar, 22560 Tijuana, Baja California, México www.colef.mx ISBN: 978-607-479-525-7 Coordinación editorial: Érika Moreno Páez Corrección y formación: David Ricardo Última lectura: Valentina Santes Olmedo Lectura de control: Valentina Santes Olmedo / Andrea Alcántar Diseño de cubierta: David Ricardo Imagen de cubierta: Freepik (Fanjianhua, Flashmovie, Ipopba) Ajustes para conversión a digital: Valentina Santes Olmedo Hecho en México / Made in Mexico ESTE LIBRO FUE DICTAMINADO MEDIANTE EL PROCESO DOBLE CIEGO POR PARES ACADÉMICOS Estado, economía creativa y empleo en México / José María Ramos García y Rosa Isabel Medina Parra, coordinadores. — Tijuana, B. C. : El Colegio de la Frontera Norte, 2023. 4.2 MB (199 pp) ISBN: 978-607-479-525-7 1. Economía creativa — México. 2. Economía creativa — Baja California. — 3. Economía creativa — Juventud. 4. Industrias culturales — Aspectos económicos — México. 5. Gobernanza — Economía creativa — Empleo — México. 6. Centros de Alta Tecnología — México — Baja California. I. Ramos García, José María. II. Medina Parra, Rosa Isabel. HD9999 .C9473 E8 2023 [ 79 ] Competitividad, el derecho humano al trabajo y el derecho a la ciudad Rosa Isabel Medina Parra / José María Ramos García La prosperidad de las naciones no se hereda ni crece solamente a partir de sus recursos naturales, el valor de su moneda, el costo de su mano de obra, de sus tasas de interés ni por el grado de inter- vención gubernamental, sino que se crea a partir de su competitivi- dad y productividad, de la capacidad de su industria para innovar (Porter, 1991), así como de la observancia de los derechos humanos –especialmente aquellos vinculados al derecho al trabajo, como la generación y preservación del empleo– que permiten el desarrollo económico nacional, cuya protección mejora la reputación y la capa- cidad de las economías (Peña et al., 2020), y donde el bienestar de los ciudadanos deriva en gran parte del nivel de competitividad que tienen las entidades productivas (Maynez, 2011). El reto de la com- petitividad consiste en promover resultados socialmente aceptables, y en particular trata de incidir en un desarrollo económico soste- nible e incluyente donde se priorizan acciones con perspectiva de género, tal como plantea el programa industrial del actual gobierno federal mexicano (Secretaría de Economía [SE], 2022). La pandemia del COVID-19 ha producido un efecto muy profundo sobre la economía y la sociedad de América Latina y el Caribe. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal, 2020) advirtió sobre el posible cierre de 2.7 millones de empresas en el 2020, el equivalente a 19 por ciento de todas las firmas de la región. 80 Rosa Isabel Medina Parra / José María Ramos García En el caso de las microempresas, este porcentaje alcanzó aproxima- damente 21 por ciento, y en términos de empleo se destruyeron más de 8.5 millones de puestos de trabajo: 8.1 por ciento del total del empleo formal en el sector empresarial y más de un quinto de los puestos de trabajo aportados por las microempresas. Políticas para la competitividad y el desarrollo Con la apertura comercial derivada de la globalización, la compe- titividad es una preocupación importante –tanto de los gobiernos como de las entidades productivas–, y se plantea su propia supervi- vencia y desarrollo para reducir la pobreza e integrar ajustes estruc- turales, reconversión productiva y uso inteligente de los recursos naturales (Müller, 1995). Antes de la globalización, los productos y servicios eran sim- ples y la competencia era poco sofisticada (Shapiro, 1988), sin embargo, las actuales tendencias empresariales se caracterizan por competir en mercados más exigentes y complejos que requieren mayor diversidad de productos y servicios con períodos de vida más cortos (Lamarca, 2007; Suárez, 1994). Competitividad, derechos y economía creativa Un desafío de la gobernanza y de la aplicación de políticas consiste en promover las artes como un campo social, ya que no existen políticas públicas que respondan al ámbito económico de la cultura y la creatividad, lo que vuelve necesario impulsar el crecimiento eco- nómico, organizacional y empresarial de quienes producen bienes y servicios culturales. La política a implementar debe fundarse en el reconocimiento, respeto y promoción de los derechos y libertades culturales con la intención de preparar un entorno propicio para el desarrollo cultural. 81 Competitividad, el derecho humano al trabajo y el derecho a la ciudad La competitividad ha sido tratada principalmente a partir de dos corrientes de investigación estratégica: 1) modelos medioam- bientales que la abordan desde aspectos externos a las organizacio- nes y 2) la teoría basada en recursos y capacidades dinámicas que plantea el concepto de competitividad desde sus propios esquemas (Maynez, 2011). A partir de dichos modelos medioambientales se aprecia que la competitividad de una nación tiene sus bases en la capacidad de su aparato productivo para elaborar bienes o prestar los servicios requeridos por los mercados domésticos e internaciona- les, lo que genera ingresos necesarios para mejorar el bienestar de la población (Gurría, 2012); un país será competitivo si su capacidad de inserción en los mercados se basa en sus fortalezas, políticas y en su gobernanza económica (Candia, 2014). La política industrial adquiere una importancia estratégica para el crecimiento y la productividad. Se requieren análisis puntuales de la estructura productiva privada y de los incentivos estatales existen- tes para que, de ser necesario, se modifiquen o integren incentivos adicionales a los que prevalecen en la actualidad, y que de manera conjunta con el Estado se realicen inversiones que fortalezcan la competitividad, garanticen el crecimiento económico y eviten retrocesos sociales y ambientales. El desafío de la gobernanza consiste en institucionalizar dichos procesos como parte de una política integral para el crecimiento. Además, para que la competitividad sea sostenible deben generarse atributos, recursos y capacidades que requieren políticas estratégicas consistentes (Barney, 1991; Maynez et al., 2013). El fortalecimiento de las capacidades de gobernanza es de im- portancia fundamental para promover una política industrial para el crecimiento y la productividad, para ello es necesario modificar la estructura productiva, es decir, generar incentivos distintos para que las empresas privadas –junto con el Estado– realicen las inver- siones estratégicas en favor de la competitividad que garanticen el crecimiento y el bienestar. 82 Rosa Isabel Medina Parra / José María Ramos García La pandemia ha generado nuevos y múltiples desafíos para América Latina con fuertes cambios en el desarrollo sostenible, como el logro de la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS) (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo [PNUD], s.f.), donde la prospectiva se vuelve esencial res- pecto al desarrollo de aptitudes que permitan anticiparse a posibles sucesos. El diseño de escenarios para el futuro es pertinente porque ayuda a reducir la incertidumbre. Debido a la relevancia del tema, es importante identificar la diferencia entre competencia y competitividad, ya que mientras la primera se relaciona con la rivalidad entre dos o más grupos o individuos para obtener una recompensa determinada, la segunda se refiere a la dinámica económica orientada al logro de objetivospreviamente establecidos y apoyados en competencias para el sumi- nistro de productos y servicios (Sobrino, 2002). Actualmente los indicadores de competitividad se han transfor- mado en uno de los criterios de evaluación internacional –susten- tada en la formulación del diseño e implementación de estrategias y políticas empresariales de las distintas economías–, principalmente los basados en unidades de medida cuantitativa sobre el resultado nacional y empresarial, pero sin constituir variables explicativas de su desempeño, por lo que se han elaborado documentos tan importantes como el Índice de Competitividad Global (ICG) del Foro Económico Mundial (FEM), que contempla el conjunto de instituciones políticas y factores que determinan la productividad de una economía, lo que a su vez establece el índice de prosperidad que el país puede lograr (México Competitivo, 2018). Desde 1979 el ICG ha evaluado la capacidad que tiene un país de producir oportunidades de desarrollo económico para los ciuda- danos a partir de los factores que impulsan la productividad y que establecen las condiciones para el crecimiento, el desarrollo econó- mico y la prosperidad social, y que cumplen con lo establecido por la agenda de desarrollo sostenible (Competitividad y Estrategia, 2020; 83 Competitividad, el derecho humano al trabajo y el derecho a la ciudad FEM, 2022), configuradas a partir de aspectos o categorías –eco- nómicas, sociales y culturales– y agrupadas en tres subíndices: 1) requerimientos básicos, 2) promotores de eficiencia, y 3) factores de innovación (ver cuadro 1). Cuadro 1. Subíndices y pilares del ICG Requerimientos básicos Promotores de eficiencia Factores de innovación Instituciones Infraestructura Ambiente macroeconómico Salud y educación primaria Educación superior y capacitación Mercado de bienes Mercado laboral Mercado financiero Disponibilidad tecnológica Tamaño del mercado Sofisticación empresarial Innovación Fuente: Elaboración propia con base en datos del FEM (2016, p. 5, traducción propia). Es importante destacar que los subíndices poseen una ponde- ración variable y dependiente del grado de desarrollo económico, cuyos 12 pilares de evaluación se detallan a continuación: 1) Entorno institucional: comprende el marco legal y admi- nistrativo –tanto de las instituciones privadas como de las públicas– de interacción, incluye reglas, políticas y procedi- mientos de toda actividad orientada al crecimiento econó- mico, y sus indicadores dependen del grado de transparencia de los puestos gubernamentales y del número de empresas auditadas externamente. Fortalecer el papel del Estado es una prioridad cuya finalidad consiste en promover un modelo de gobernanza que impulse el desarrollo. 2) Infraestructuras eficientes: integran el transporte de perso- nas y mercancías –autopistas, aeropuertos, puertos marítimos y red ferroviaria–, el suministro energético –electricidad y gas– y las telecomunicaciones –telefonía e Internet–, lo que impulsará la productividad del país, contribuirá al buen 84 Rosa Isabel Medina Parra / José María Ramos García funcionamiento de las organizaciones públicas y privadas, permitirá un rápido flujo de información y facilitará la medi- ción de la eficiencia del transporte y la red de electrificación, entre otras ventajas. 3) Ambiente macroeconómico estable: fundado a partir de las tasas de inflación o deflación, las tasas de interés nacional y los niveles de déficit o superávit que repercuten en la compe- titividad de un país, y consecuentemente en su crecimiento y desarrollo económico, lo que ha permitido monitorear los niveles de deuda del gobierno y el promedio crediticio del país. 4) Salud y educación básicas: se evalúan mediante servicios sanitarios y centros de educación básica indispensables para la población que otorguen a los trabajadores las condicio- nes necesarias para desempeñarse de manera productiva y se reduzca el absentismo por enfermedad, todo gracias a las mejoras en las expectativas de vida y matrícula en educación básica de la población. 5) Educación superior y especializada: aquellas economías que traten de elevar su competitividad deberán contar con centros de educación superior especializados y de calidad, donde se forme a los trabajadores del presente y del futuro para elaborar productos y servicios con alto valor agregado, por lo que se toman en cuenta las tasas de inversión empresarial en la for- mación y desarrollo de sus trabajadores, así como la matrícula en educación superior. 6) Eficiencia de los mercados: actitud basada en un entorno estable, eficiente y transparente que desarrolle actividades comerciales para el intercambio de bienes y servicios, evite el exceso de trámites burocráticos y cargas impositivas, genere nuevos mercados domésticos donde se cuantifique el número de trámites necesarios para crear un negocio y que permita medir el grado de sofisticación de los compradores. 85 Competitividad, el derecho humano al trabajo y el derecho a la ciudad 7) Eficiencia del mercado laboral: a partir de un marco eficiente y flexible que permita a los trabajadores cambiar de actividad rápidamente sin desórdenes sociales ni altos costos, además de observar el principio de igualdad laboral entre hombres y mujeres, con énfasis en la cultura de promoción por méritos propios que atraiga y retenga a los trabajadores del país, por lo que se analizarán los salarios y la productividad, las políticas laborales para la contratación y despido, así como la tasa de hombres y mujeres trabajadores. 8) Mercado financiero: estable, seguro, transparente y que per- mita obtener fondos financieros para inversiones que favorez- can la competitividad y fortalezcan el capital empresarial, de la población y del país en función del grado de financiamiento a las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes), así como el grado de liquidez de las instituciones financieras. 9) Adopción tecnológica: si se considera la capacidad de adoptar e integrar ágilmente la innovación tecnológica se incremen- taría la productividad y la consecuente competitividad, por lo que es útil medir la disposición de las últimas tecnologías y la tasa de adopción tecnológica empresarial. 10) Tamaño del mercado: con capacidad de expandirse en el ámbito internacional; este es un indicador ligado a la productividad que responde a los requerimientos de los mercados y permite econo- mías de escala que –al producir en grandes cantidades– reduz- can costos de manufactura, compra y distribución acordes con el tamaño de los mercados interno y externo. 11) Sofisticación de los negocios: mediante las redes de nego- cios y cadenas de suministro de cada país se favorecen la generación y el desarrollo de clusters, considerados elementos clave y catalizadores de la competitividad para evaluar la cali- dad y cantidad de proveedores, así como la sofisticación de los procesos productivos. 86 Rosa Isabel Medina Parra / José María Ramos García 12) La innovación: su importancia radica en su capacidad de generar nuevos productos y servicios en los países, incentivar la inversión privada y pública para el desarrollo, y disponer redes de colaboración entre el sector empresarial, la academia y la administración pública, lo que a su vez pondera la inver- sión de las empresas privadas en investigación y desarrollo, así como la capacidad de innovación. Pilares del Índice de Competitividad Global Los pilares del ICG se ponderan a partir de 114 variables, de las cuales 34 constituyen datos duros aportados por cada país, por el Banco Mundial (BM) y por el Fondo Monetario Internacional (FMI); en tanto que las 80 variables restantes se determinan a par- tir de encuestas de opinión aplicadas a actores estratégicos (México Competitivo, 2018). Es importante señalar que en 2019 dicho índice destacó las economías de 140 países, donde México ocupaba la posición 48 y había descendido dos posiciones respecto al reporte anterior,donde ostentaba el lugar 46; no obstante, aún mantiene la segunda posición en el escalafón de los países de América Latina y el Caribe, con Chile en el lugar 33 (FEM, 2019). Este índice destaca que el bienestar de los ciudadanos se debe en gran parte al nivel de competitividad (Maynez, 2011), cuyo incre- mento implica crecimiento y desarrollo económico que resulta en prosperidad y bienestar para la población (Hofman et al., 2017). Las economías más competitivas presentan mayor posibilidad de que ocurra crecimiento económico sustentable e inclusivo, cuyos resulta- dos benefician en mayor medida a su población (Forbes Staff, 2020). La clave para la generación de riqueza de las naciones es la produc- tividad –por medio de las unidades económicas que la conforman y de los trabajadores– respaldada por los entornos nacionales y regionales (Porter, 1991). Lo anterior cobra especial relevancia si se considera que estudios recientes afirman que la observancia de los 87 Competitividad, el derecho humano al trabajo y el derecho a la ciudad derechos humanos repercute en la competitividad de los países con énfasis en el derecho al trabajo y su protección, lo que mejora la reputación y la capacidad de las economías, y pondera la necesidad de crear más fuentes de empleo que ayuden al desarrollo económico nacional (Peña et al., 2020). De acuerdo con los resultados del Índice Mundial de Innova- ción 2020 de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI, 2020) para un total de 16 países evaluados en América Latina, México ocupó el segundo lugar entre los más innovadores con un registro de 33.6 puntos, superado únicamente por Chile, que lidera la zona con una puntuación de 33.9; en tercer lugar aparece Costa Rica con 33.5 puntos. El escalafón mundial 2020 quedó encabezado por Suiza, con un puntaje de 66.08, seguido por Suecia, Estados Unidos, Reino Unido, Holanda, Dinamarca, Finlandia, Singapur, Alemania y Corea del Sur (OMPI, 2020). Un rasgo de estos países consiste en su capacidad para promover políticas para la competitividad con base en la innovación, ya que impulsan agendas de cogobernanza con el sector privado basadas en prioridades enfocadas en el crecimiento de la inversión y la productividad, donde los sectores de la economía creativa y cultural resultan clave en sus estrategias para el creci- miento, en especial para las pequeñas y medianas empresas (pyme), por ello el actual programa industrial propone, entre otras estra- tegias, la promoción de contenido regional y la vinculación con las mipymes, y profundizar la integración con América del Norte mediante la creación de cadenas de suministro (SE, 2022). De acuerdo con la OMPI (2020), el país mejor calificado en América Latina fue Chile, que ocupaba el puesto 54 con un pun- taje de 33.86; le seguían México, Costa Rica, Brasil, Colombia, Uruguay, Panamá, Perú y Argentina –lugares 55, 56, 62, 68, 69, 73, 76 y 80, respectivamente–. En estos países también destaca el importante papel de los Estados en la elaboración de una serie de políticas para la competitividad y el crecimiento industrial, cuya 88 Rosa Isabel Medina Parra / José María Ramos García prioridad consiste en fortalecer su desempeño bajo un modelo de gobernanza, lo que en el caso de México se aprecia en el programa industrial actual, donde se plantea que su industria requiere actua- lizarse de acuerdo con las tendencias tecnológicas y científicas para aumentar la productividad y superar la condición de país maqui- lador para convertirse en productor de conocimiento (SE, 2022). La vulnerabilidad y la precariedad laboral se agudiza en el caso de las mujeres, lo que aunado a la problemática estructural de dis- criminación reproduce dicha situación, por lo que se espera que el Programa Sectorial de Trabajo y Previsión Social (PSTPS) 2020-2024 y otros programas –como el reciente programa de la SE– dismi- nuyan tales problemas y generen políticas inclusivas y de cohesión social que ayuden a crear valor público. En efecto, en el mencionado programa se ha propuesto crear proyectos para mujeres empren- dedoras e incentivar habilidades de emprendimiento en todos los niveles educativos (SE, 2022). Un reto de importancia central para México consiste en pro- mover y vincular las políticas macroactivas con las sectoriales para impulsar el desarrollo sostenible mediante la creación de empleos, y así evitar los efectos de la pandemia, lo que fomenta más empleo y crecimiento, todo esto apoyado por eficaces políticas fiscales activas y proyectos de inversión con enfoque de sostenibilidad ambiental, complementados con políticas industriales y tecnológi- cas que construyan capacidades productivas nacionales y aumenten la competitividad. La gobernanza planificada para el desarrollo es de importancia fundamental porque promueve la competitividad, la productividad y ocasiona efectos benéficos en el crecimiento. Derechos humanos, derecho al empleo y competitividad Los derechos humanos incluyen el derecho al trabajo, al descanso, a la asistencia sanitaria, a la educación, a la cultura y a mucho más, y destacan el vínculo intrínseco entre los derechos humanos y el 89 Competitividad, el derecho humano al trabajo y el derecho a la ciudad desarrollo. Los derechos humanos forman parte integral de todos los ODS, pero si la fase de implementación no toma en cuenta esta realidad, cualquier progreso social o económico tendrá limitaciones. En el marco de la sostenibilidad, se crearon en 2011 los Prin- cipios Rectores sobre las empresas y los derechos humanos de las Naciones Unidas, y en 2015 los ODS; ambos instrumentos se vinculan para construir un modelo coherente e inclusivo que pre- tende guiar la actuación del sector privado y orientarla a la inclu- sión de los derechos humanos y a su contribución al desarrollo sostenible. La ausencia de una gobernanza eficaz –gubernamental y privada– en materia de derechos, empleo, competitividad y bien- estar repercute en el desarrollo. Si se implantara una gobernanza basada en resultados articulada con una política y gestión eficaces, se podría promover el desarrollo, y con la finalidad de conseguir esto es prioritario fortalecer el papel del Estado para implementar una gobernanza que genere condiciones para la competitividad, y con ello la creación de empleos pertinentes. El desafío de la competitividad consiste en integrar un respeto a los derechos humanos en el ámbito interno que beneficie al desarro- llo sostenible, por ello es de importancia fundamental identificar, mitigar y prevenir los efectos potenciales adversos en los derechos humanos –en especial en la generación de empleo– mediante diver- sas oportunidades laborales y acciones de gobernanza. Los derechos humanos son producto del proceso evolutivo de la sociedad; se fundamentan en los principios de igualdad y libertad, en la seguridad jurídica, en los derechos colectivos y sociales, y en la participación política (Gatti, 2017), cuya finalidad es la emanci- pación y autorrealización de las personas (Douzinas, 2008). Tales derechos se traducen en exigencias de justicia y tratan de erradicar conductas degradantes e inhumanas (Fernández y Martínez, 2014), cuyo desconocimiento y menosprecio han originado actos de barba- rie contra la humanidad; de ahí que tales derechos sean esenciales para mantener el orden internacional (Olguín, 2004). 90 Rosa Isabel Medina Parra / José María Ramos García A lo largo de la historia los derechos humanos se han integrado paulatinamente a la normatividad correspondiente de cada país, y han evolucionado hasta consolidarse en el ámbito internacional con el trabajo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) al aprobar y firmar la Carta de las Naciones Unidas en 1945, y la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, debido a la devastación provocada por los regímenes totalitarios y a las dos guerras mundiales que ocasionaron millones de muertos y dejaron sinhogar a la gente (Amnistía Internacional s.f.; Naciones Unidas, s.f.). Los Estados miembro de la comunidad internacional asumen la responsabilidad de proteger a los seres humanos. Estos han estable- cido la obligatoriedad de respetar y garantizar los derechos humanos (Olguín, 2004) mediante el compromiso suscrito en los distintos instrumentos que configuran el marco normativo del derecho inter- nacional y que contemplan los deberes y obligaciones que adquieren aquellos Estados que firmen y ratifiquen los principios, declaraciones, tratados, convenciones, etcétera (García, s.f.; Naciones Unidas, s.f.). Entre estos documentos destaca la Proclamación de Teherán de 1968 y la Declaración de Viena de 1993 (Becerra et al., 2017), donde se consignan cuatro principios rectores de los derechos humanos: 1) universalidad aplicada a todas las personas; 2) interdependencia que permita observar, ejercer, reconocer, respetar y proteger a todos los derechos vinculados; 3) indivisibilidad que impida fraccionar y/o aplicar de manera segmentada los derechos y 4) progresividad que facilite el avance en torno al desarrollo constructivo de los derechos, prohibiendo cualquier retroceso. Tales derechos deben observar su historicidad. Se debe enfatizar un aspecto de protección del más débil con una eficacia sustentada en la normatividad internacional que permita disfrutar de imprescriptibilidad e inalienabilidad –es decir, que no se pierde por el transcurso del tiempo ni se puede trans- ferir o vender su posesión–, cuyo carácter es absoluto y superior a todo aquello que no sea derecho humano (Carpizo, 2011). 91 Competitividad, el derecho humano al trabajo y el derecho a la ciudad Debe enfatizarse la articulación entre derechos humanos, derecho al trabajo y su efecto en la competitividad, el bienestar y el desarrollo. Promover una política industrial adquiere importancia estratégica para el crecimiento y la productividad, para esto se requieren políti- cas que a partir de los derechos generen incentivos para crear empleo, crecimiento e inclusión, y con ello fortalecer la competitividad y el crecimiento. Los gobiernos deben garantizar el derecho al trabajo en condi- ciones laborales seguras, saludables, dignas, satisfactorias, equita- tivas y de igualdad bajo esquemas de salarios justos que otorguen una remuneración adecuada al trabajo, y donde el ingreso mínimo permita una vida digna a los trabajadores y a sus familias. Además, los trabajadores tienen derecho a asociarse entre sí, a formar sin- dicatos y a negociar de manera colectiva la mejora de sus condi- ciones laborales y su calidad de vida –entre otras mejoras–, donde cobra relevancia que el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales ha presentado en su observación general número 18 una guía para los Estados miembro acerca de sus obligaciones de respeto, protección y garantía del derecho al trabajo bajo tres carac- terísticas esenciales: 1) disponibilidad, 2) accesibilidad y 3) acepta- bilidad y calidad (Cámara de Diputados del Honorable Congreso de la Unión [CDHCU], 2018; Red Internacional para los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, 2021). Es necesario señalar que el antecedente más importante res- pecto al derecho al trabajo fue sustentado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), fundada en Ginebra, en 1919, y complementada en 1944 como un organismo especializado de las Naciones Unidas que integra a empleadores, gobiernos y tra- bajadores, y que ha elaborado las normas que rigen las actividades laborales, generan políticas y programas para promover el trabajo de las personas y sus derechos, fomentan oportunidades de empleo, mejoran la protección social y fortalecen el diálogo relativo a estos derechos. La Conferencia Internacional del Trabajo es el órgano 92 Rosa Isabel Medina Parra / José María Ramos García superior que rige dichas relaciones, en cuyas sesiones anuales parti- cipan 187 países (OIT, s.f.). En México la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 consagra los derechos y las garantías laborales, y a partir de la reforma constitucional de 2011 se ha vuelto obli- gatoria la observancia de los derechos humanos en lo relativo a su reconocimiento, respeto, protección, promoción y garantía, y se incluye lo establecido en los tratados internacionales firmados y rati- ficados –identificados como «convencionalidad» (CDHCU, 2022), e incorporados a los esquemas normativos de las entidades fede- rativas como principios fundamentales elevados al rango consti- tucional (Ferrajoli, 2006). Los artículos 5 y 123 constitucionales contemplan inicialmente las relaciones de trabajo de los emplea- dores con los obreros, jornaleros, empleados domésticos, artesa- nos y –de una manera general– con todo contrato de trabajo, así como la relación entre los poderes del Congreso de la Unión y sus trabajadores, lo que les ha permitido establecer la Ley Federal del Trabajo y la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado, respectivamente (CDHCU, 2022). El derecho al trabajo comprende: 1) el derecho a tener un empleo, un salario suficiente y justo para satisfacer necesidades personales, y en su caso familiares; 2) a gozar de condiciones equi- tativas, satisfactorias y a la protección contra el desempleo sin dis- criminación alguna; 3) a brindar seguridad económica y material, además de acceder a otros derechos –alimentación, educación, salud y vivienda– y 4) permitir el gozo de una vida digna, toda vez que el trabajo favorece el desarrollo pleno de la persona (Comisión Nacional de los Derechos Humanos, s.f.). Si bien el gobierno mexicano debe garantizar los derechos humanos y al trabajo –establecidos en los esquemas internaciona- les–, es necesaria la observancia a cabalidad de tales derechos, y se debe enfatizar el cumplimiento de aquellas actividades orien- tadas a procurar, generar y mantener los empleos necesarios para 93 Competitividad, el derecho humano al trabajo y el derecho a la ciudad la población, que incluso deberían ser un tema prioritario para el Estado toda vez que las proyecciones para México indicaron para el 2021 una tasa de desempleo de 5.8 por ciento respecto a la pobla- ción económicamente activa (PEA), lo que constituye el grado más alto en los últimos 25 años (FMI, 2020). La vinculación entre los derechos humanos y el derecho al trabajo se refleja en el objetivo 8: «Trabajo decente y crecimiento económico» de los ODS (PNUD, s.f.). Se parte de la consideración de que aproximadamente la mitad de la población mundial subsiste con un equivalente cercano a dos dólares diarios, y el hecho de tener un empleo no garantiza capacidad para salir de la pobreza. El desafío consiste en evaluar políticas para la competitividad, la productividad, la inversión y su efecto en el empleo y el bienestar; por ello, la creación de empleos de calidad, inclusivos y pertinentes será el obstáculo principal en el contexto de la pandemia y pospan- demia. El PSTPS 2020-2024 deberá generar empleos en función de la demanda, y en particular de las necesidades de los grupos vulne- rables, según las oportunidades que propone la economía creativa (Secretaría del Trabajo y Previsión Social, 2020). Gobernanza, derecho a la ciudad y ciudades creativas La gobernanza urbana integra elementos de gestión que priorizan la inclusión social y productiva en las ciudades. Los planes estratégicos permiten a las ciudades establecer políticas de espacios públicos con inclusión, cohesión social y una visión que posibilita la conforma- ción de ciudades creativas. De acuerdo con lo anterior, es importante el derecho de las per- sonas a la ciudad, a habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar ciudades, pueblos y asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos, considera- dos bienes comunes para una vida digna (Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos, 2020). Para conseguir94 Rosa Isabel Medina Parra / José María Ramos García estos objetivos se deben impulsar espacios y servicios públicos de calidad, mejorar las interacciones sociales, promover las expresiones socioculturales y fomentar la cohesión social. Otra dimensión del derecho a la ciudad es el desarrollo de la ciudad o asentamiento humano armonizado con economías diversas e inclusivas que ase- gure acceso a medios de vida seguros y trabajo decente para todos sus residentes (2020). El derecho a la ciudad también se asocia con asentamientos humanos sostenibles, con vínculos urbanos y rurales inclusivos que beneficien a las personas empobrecidas, y que asegu- ren la soberanía alimentaria. La gobernanza será de importancia fundamental si es capaz de promover un fortalecimiento institucional eficaz, y una coordina- ción de sus intervenciones en distintos ámbitos de gobierno y entre múltiples actores. El reto consiste en consolidar una planificación urbana que priorice la inclusión social y productiva fundamentada en la gobernanza de las ciudades, y al mismo tiempo que encuentre mecanismos de financiamiento más adecuados y que mejore los sistemas de medición, monitoreo y evaluación bajo una perspectiva del derecho a la ciudad. Hábitat III (Clos, s.f.) propone influir en las políticas públicas de los países con la finalidad de que vinculen a los ciudadanos con su entorno y que ejerzan un derecho a la ciudad en sus ámbitos sociales, económicos, ambientales y espaciales. Para consolidar esta nueva agenda es necesario que los gobiernos locales apliquen una visión territorial eficaz que promueva una inclusión social efectiva y productiva por medio de cuatro ejes transversales: 1) cohesión social basada en la creación y buen uso del espacio público, que integre a todas las clases sociales y produzca un sentido de apropiación y pertenencia en las comu- nidades; 2) conectividad del transporte público que facilite una movilidad cotidiana, asequible y masiva, y que garantice un buen entorno habitacional que dignifique las condiciones de vida y mejore el bienestar ciudadano; 3) formación de capital humano 95 Competitividad, el derecho humano al trabajo y el derecho a la ciudad capaz mediante la educación y el desarrollo de competencias, promoción de la innovación y generación de conocimiento para que las personas opten a mejores empleos, y 4) fortalecimiento institucional mediante una coordinación eficaz. El papel de la gobernanza consiste en hacer viables dichos ejes bajo una perspectiva del derecho a la ciudad, y debe fomentar alter- nativas para la economía creativa y cultural que promuevan políti- cas que ayuden a desarrollar ciudades creativas y resilientes. Hay una serie de premisas clave para fundamentar la ciudad del siglo XXI y tenerlas como punto de partida, donde el respeto a los derechos humanos emergentes sean el punto de inflexión para cam- biar la forma de gestionar y gobernar ciudades: 1) la escala urbana es la escala humana, es decir, el gobierno de la ciudad se enfocará en la gente y no en las cosas; 2) la ciudad debe ser vista y asumida como un bien público donde su valor agregado serán los ciudadanos, las oportunidades de empleo, el bienestar y la competitividad y 3) la participación es la base de toda sociedad, por lo cual el gobierno será participativo y generará oportunidades de empleo, inclusión y seguridad (Herrera, 2021). Contracción laboral y alternativas de empleo para mujeres La pandemia ha profundizado las brechas estructurales e instituciona- les de América Latina y el Caribe, cuya crisis ha afectado las estructuras productivas y el mercado laboral: más de 2.7 millones de empresas han cerrado y el número de personas desempleadas ha aumentado hasta alcanzar 44.1 millones (Herrera, 2021). Esta crisis ha obligado a los Estados a crear condiciones necesarias para generar oportunidades laborales decentes para toda la población en edad de trabajar. La finalidad de esta iniciativa consiste en que las mujeres conozcan los aportes de la gestión, la innovación social y el emprendimiento bajo una perspectiva transversal que beneficie a los distintos sectores potencialmente generadores de empleo y al 96 Rosa Isabel Medina Parra / José María Ramos García desarrollo profesional de las mujeres en situación de vulnerabili- dad. Otro objetivo plantea que las mujeres conozcan, articulen y compartan conocimientos y herramientas tecnológicas que servi- rán para mejorar su trabajo. Para alcanzar este propósito es necesario implementar una polí- tica transversal orientada a: 1) promover espacios para incentivar la actividad cultural y creativa y 2) estimular el desarrollo de acti- vidades económicas por parte del sector privado bajo una gestión asociada que fortalezca el capital humano. De ahí la importancia de acentuar habilidades, promover el estudio de las ciencias compu- tacionales aplicadas a la gestión e innovación social y fortalecer las habilidades de pensamiento crítico, el enfoque de género y la reso- lución de problemas sociales. Resta mencionar que para promover el emprendimiento de las mujeres bajo paradigmas de competitividad, resulta de importancia fundamental cultivar un entorno propicio e incluyente para el desa- rrollo cultural, social y económico por medio del fomento, promo- ción, incentivo e impulso de las distintas oportunidades que alienten la economía creativa en el marco del reconocimiento, el respeto y defender el derecho de las mujeres a un empleo digno e inclusivo. Efecto laboral ocasionado por la pandemia y reactivación laboral, abril-junio de 2021 En los países de América Latina y el Caribe seis de cada 10 mujeres pertenecen a sectores laborales de alto riesgo por la pandemia, como la manufactura, el comercio, el trabajo doméstico remunerado y el turismo (Cepal, 2021). La crisis ocasionada por esta pandemia profundizó las desigualdades de género en la región, por lo cual se estima que solamente los hombres recuperarán los niveles previos a la crisis, mientras que las mujeres apenas alcanzarán la participación laboral de 2008 (49.1 %). Sin embargo, la paulatina recuperación de 97 Competitividad, el derecho humano al trabajo y el derecho a la ciudad las actividades económicas ha permitido un aumento de los niveles de empleo. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, durante el segundo trimestre de 2001 la PEA del país llegó a 57.7 millones de personas, cifra superior en 10.7 millones de perso- nas respecto al mismo período de 2020 (Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 2021). La PEA representó 59 por ciento de la población de 15 años y mayores en el trimestre en cuestión. En este período se considera un total de 55.2 millones de personas empleadas, lo que implicó un incremento de 10.5 millones frente a las del mismo trimestre de 2020, alza concentrada en el sector comercio, con 2.8 millones más. Esta situación destaca la reactiva- ción de las actividades esenciales en la superación de la etapa más crítica de la pandemia. Sin embargo, el reto consiste en evitar dicha inestabilidad y promover oportunidades laborales que reduzcan la vulnerabilidad laboral. La cantidad de personas empleadas en micronegocios aumentó 6.4 millones, y en los pequeños establecimientos en dos millones. La población subempleada alcanzó 7.3 millones de personas en el segundo trimestre de 2021 y representó una tasa de 13.3 por ciento de la población empleada, porcentaje inferior a 25.1 por ciento res- pecto al segundo trimestre de 2020. El fomento de las actividades de la economía creativa y cultural se considera una alternativa viable para promover el empleo en las mipymes, tal como plantea el actual programa industrial (SE, 2022), consistente en aprovechar fortalezas. De igual forma puede ser una oportunidad para reducir el desempleo, la informalidad, la pobreza, la exclusión y avanzar en la promoción del derecho a un trabajo decente con un ingreso aceptable. 98 RosaIsabel Medina Parra / José María Ramos García Conclusiones La competitividad es resultado del diseño e implementación de una estrategia efectiva, que puede articularse a partir de elementos exógenos que repercuten directamente en el análisis y gestión de factores contextuales y de factores endógenos de las propias organi- zaciones, donde su desempeño se determina mediante sus recursos internos y las capacidades que desarrollan de manera disociada o complementaria. Las políticas de Estado pueden promover un modelo de gober- nanza que impulse la competitividad y que genere empleos según las demandas de los grupos vulnerables: egresados de universida- des –en particular mujeres–, desempleados y subempleados. En tal sentido, el programa industrial de la SE (2022) propone incrementar habilidades y capacidades con el impulso de las carreras science, tech- nology, engineering and mathematics (STEM), forjar alianzas con ins- tituciones públicas, además de fomentar programas de investigación y desarrollo entre centros públicos de investigación e industrias. Los países que ratifican los tratados internacionales tienen la obligación de reconocer, proteger, promover y garantizar los dere- chos humanos, incluido el derecho al trabajo que permite a los individuos lograr una vida digna que favorezca su pleno desarrollo, por lo cual no bastará mantener los empleos existentes y generar nuevas fuentes laborales, sino que estas últimas deberán cultivarse en ámbitos de competitividad que respondan al desarrollo econó- mico y consecuente con el incremento de la prosperidad. Si bien la literatura académica destaca la relación entre com- petitividad y derechos humanos como generadores del desarrollo económico, señala que la productividad es la variable mediadora entre dichos constructos. Para el gobierno mexicano la observancia del derecho al trabajo debería ser un tema prioritario debido especialmente a las proyec- ciones internacionales en torno a las tasas de desempleo, por lo que 99 Competitividad, el derecho humano al trabajo y el derecho a la ciudad cobra especial relevancia la implantación de mecanismos de apoyo a los proyectos de emprendimiento e innovación que ayuden a lograr un desarrollo económico autosustentable que aporte una mayor prosperidad para la población a corto, mediano y largo plazo. Referencias Amnistía Internacional. (s.f.). La Declaración Universal de los Derechos Humanos. https://www.amnistiacatalunya.org/edu/es/ historia/dh-contenido.html Barney, J. (1991). Firm resources and sustained competitive advantage. Journal of Management, 17(1), 99-120. Becerra, H., Ruiz, J., y Granados, L. (2017). 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