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Virtud Militante de Quevedo

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Reseñas de libros
Francisco DE QUEVEDO, Virtud militante. Contra las quatro pestes del mundo,
Inuidia, Ingratitud Soberbia, Avarisia. Edición crítica de Alfonso REY. San-
tiago de Compostela, Universidad, 1985. 32t p.
(ISBN : 84-7191-358-5).
La bibliografía quevediana reciente está aumentando a buena velocidad,
y con títulos de gran importancia, como esta edición crítica de A. Rey, que
ha dedicado un minucioso y demorado trabajo a la Virtud militante, obra que
no es, ciertamente, la más amena de don Francisco, pero sí una de las más si-
gnificativas en su género, y de indiscutible relevancia en el conjunto de sus
tratados ascéticos y morales. Trabajo, vaya por delante, muy completo y rigu-
roso, que ofrece por vez primera una edición precisa y bien establecida, se-
parada de las Cuatro fantasmas, obra tradicionalmente fundida con VU, pero
que constituye un título aparte, según Rey muestra convincentemente.
Las primeras páginas se ocupan de la tradición textual : a) Examen del
Ms. 100 de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, con modélica descripción de la
letra de Quevedo, correcciones, detalles gráficos, etc., 1 u e permiten con-
cluir : "nos encontramos ante la versión final del autor, fruto de una medi-
tada elaboración" (pp. 13-14). Establecida la autenticidad y fiabilidad de
este manuscrito, autógrafo, se plantea el problema de determinar si las Fan-
tasmas forman ron VM una sola obra o son dos distintas. Numerosos detalles,
desde la tonalidad de la tinta, la disposición del escrito en los folios, la
presencia de la palabra Fin al lado de la última palabra de VM, el título (que
no menciona las Fantasmas), las recapitulaciones parciales (independientes en
ambas), hasta la distinta estructura literaria (tratado sermonario la VM ;
epístolas al modo de Séneca las Fantasmas), impulsan, según Rey, a considerar-
las distintas : "todo inclina a pensar, en suma, que las concibió independien-
temente" (p. 22) ; b) Examen de las 18 versiones impresas que han sido la vía
de difusión de VM, ya que el Ms. 100 era desconocido hasta fechas recientes.
Las descripciones bibliográficas y el cotejo entre las ediciones son igual-
mente cuidadosos y reveladores. El autógrafo no es fuente directa de las ver-
siones impresas ; de éstas la única interesante es la de 1651 (Zaragoza, Ro-
berto Duport) de la que descienden todas las demás, según muestra con toda
claridad el estema de las pp. 52-53.
El encomiable rigor con que esta penosa e imprescindible labor se ha
llevado a cabo, fundamenta sólidamente la elección del texto base, que no pue-
de ser otro que el autógrafo. Con objeto de presentar el panorama textual com-
pleto se indican en el aparato crítico las variantes de la impresión de Zara-
goza, y algunas otras de las ediciones de Astrana Marín y Felicidad Buendía,
atinentes a dedicatorias y epígrafes.
El apartado III de la "Introducción" recoge los criterios de tratamien-
to del texto base. En el estado actual de las ediciones críticas de textos
auriseculares, el editor se suele encontrar ante una disyuntiva que parece
destinada a una cierta radicalización (que Rey intenta eludir con un inteli-
gente eclecticismo ; el problema radica en si este eclecticismo es posible
H36 CRITICÓN 35, 19SB
o rentable) : o conservar al máximo los detalles del texto base (sobre todo
si es autógrafo), o modernizar. Quiero adelantar que en este panorama crítico
la opción elegida por Rey es perfectamente ortodoxa y legítima : moderniza,
con muy buen acuerdo, la unión y separación de palabras, cuya disposición en
el autógrafo tiene un interés "meramente caligráfico" (p. 59), pero mantiene
la ortografía (añadiendo la acentuación según normas actuales). Regulariza el
uso de mayúsculas y minúsculas, por la dificultad de mantener un criterio co-
herente y otras muy aceptables razones que explaya en las pp. 59-60. Asunto
más problemático (y muy relevante para el producto final editado) es el de la
puntuación. Rey sigue la doctrina de Crosby (prólogo a su edición de la Poli-
tica de Dios) de respetar la del autógrafo, suponiéndole una función rítmica,
y teniendo en cuenta que Quevedo "no era caótico ni indiferente en materia de
puntuación" (p. 66), como se desprende del análisis de sus autógrafos y de
diversas observaciones que a propósito de la puntuación consigna en distintas
oportunidades. Rey (como el mismo Crosby propugnaba) admite cierta flexibili-
dad según los casos. Ahora bien, a mi juicio, el mantenimiento de la ortogra-
fía y puntuación (1) ofrece pocas o ninguna ventaja, y presenta inconvenien-
tes palpables. La modernización de las grafías auriseculares (manuscritas au-
tógrafas o no, o impresas) sin trascendencia fonética, no supone, me parece,
ningún "desperfecto" en el texto : lo único que se modifica es el aspecto grá-
fico, que se aleja del original (levemente : en una lectura en voz alta —como
era frecuente hasta en el Siglo de Oro— el auditorio no notaría ninguna dife-
rencia) ; pero si una importante función del moderno editor es acercar el tex-
to al lector de nuestro tiempo, esa modernización desempeña igual servicio
que la ordenación regular del texto en la página, la transcripción esmerada
de letras poco legibles, etc., y no supone detrimento en el rigor científico.
También el papel moderno, los tipos de imprenta actuales, los márgenes regu-
lares, los títulos en cursiva o negrita y la misma presencia de complejos
aparatos críticos modifican el aspecto gráfico del texto original. El especia-
lista interesado en detalles más sofisticados podrá seguramente manejar el
texto base en la biblioteca pertinente o disponer de un microfilm, facsímil,
etc. Y en la práctica, la ortografía que choca a nuestros hábitos (incluidos
los hábitos de los filólogos) supone una barrera de poca rentabilidad. Queve-
do utiliza grafías muy variadas sin mayor regularidad en idénticas palabras,
lo que muestra la irrelevancia fonética de asas grafías ; la curiosidad grá- •
fica no parece ser motivo suficiente para conservarlas (2). Más esencial es
(1) Si se moderniza la separación de palabras (de mero interés caligráfico)
¿ por qué no regularizar el uso de v/u, variantes gráficas de un mismo signo
que a veces son difícilmente distinguibles en los manuscritos ?, por ejemplo.
Si, como señala Rey (p. 68), para facilitar algún pasaje se añaden, suprimen
o modifican algunos signos, ¿ por qué no facilitar todos los pasajes ?
(2) Indico algunos ejemplos, página;línea : peccados/pecado (77:27), cielo/
ziélo (77:37,51), hixo/hijo (76:12;77:50), invidioso/inuidioso/imbidioso/inui-
dia/invidia/inuidian/invidian/imbidian (78:5t,55,65,75,78,88,90 ; 79:101), oxos/
RESENAS DE LIBROS
el problema de la puntuación. Aunque aceptemos la posible trascendencia rít-
mica de los signos de puntuación, seguimos sin saber cuál es ese ritmo hipo-
téticamente implicado, dato que me parece irrecuperable. No se me alcanza có-
mo podremos averiguar, careciendo de grabaciones sonoras, el ritmo de la lec-
tura de textos barrocos. Por lo demás cada lectura es irrepetible : la velo-
cidad o el tono del recitado, por ejemplo, admiten múltiples interpretaciones
y realizaciones sobre los mismos signos de puntuación. Y otro detalle : repro-
duciendo la puntuación original podemos estar reproduciendo la "materialidad"
del signo, pero no su función : el lector de hoy tenderá inevitablemente a
conferir a esos signos la función actual, con lo que falseará su sentido. Me
parece más práctico reproducir la función del signo antiguo sustituyéndolo,
si es necesario, por el signo actual que responda a la misma función. Es el
caso de los puntos que en VM enmarcan citas de otros autores, y cuya función
es exactamente la de las comillas actuales : creo que ningún perjuicio causa-
ría el sustituirlos por las comillas, con lo cual conservamos la función y
facilitamos la lectura (ver las páginas : líneas de VM : 96:70-71; 107:312-13;
111:519; 112:5423; 115:643-4; 116:682-3; 118:735; 121:828-9; 129:1084-5; 154:
652-3; 160:824-5 ). Rey, en alguna ocasión siempre señalada en la segundasección del aparato crítico a pie de página, parece adoptar este mismo crite-
rio : "Quevedo utiliza punto en muchos pasajes donde procede matizar convir-
tiéndolo en signo de admiración o de interrogación" (p. 191) : ¿ por qué no
adoptar este criterio, que a mí me parece bueno, en todos los casos ? Es
arriesgado opinar en este terreno, que A. Rey ha estudiado con gran agudeza
y mucha más dedicación y sabiduría ; sin duda su examen del texto y su refle-
xión sobre los criterios editoriales son siempre ponderados y rigurosos. Plan-
teo, pues, no como reparo, sino como sugerencias, algunos casos de VM atinen-
tes a estas cuestiones.
A juzgar por el texto de VM la puntuación de Quevedo no es, claro está,
caótica, pero tampoco parece revelar una coherencia visible. 0 hay casos de
puntuación poco coherente, o la supuesta funcián rítmica implicada resulta
inimaginable. ¿ Cómo explicar, por ejemplo, el punto que separa el sustantivo
de su adjetivo calificador en la p. 74, línea 5 : antídoto. Eficaz ? Se pue-
den acumular series enumerativas con todos sus elementos separados por comas
(página:línea : 81:162-4; 82:170-71; 92:480-2; 96:70-71; 102:252-4; 116:675-
7...) y series enumerativas idénticas, de análoga extensión, con algunos miem-
bros sin comas separativas (73:3-4; 74:12-3; 81:145; 101:225-6; 122:865-6...).
En determinadas ocasiones Rey añade las comas que faltan en esas enumeraciones
para completar lo que, evidentemente, constituye la técnica general del pasa-
je. Así, por ejemplo, en la página 122:851-2, donde añade la coma que falta
entre Palaxio y Acolampadio en la enumeración de heresiarcas, o en la página
121 (enumeración de las líneas 815-7) donde había escrito Quevedo : los desa-
gvadezimien&œ-que padezen, los desagvadezidos, que tienen loe cuiidados oon-
ojos (83:204,206) ; venefioio/benefiaios/benefiçio/venefiçio (96:53;98:130-31;
.98:126-7,127) etc., etc., etc.
138 CRITICÓN 35, 1986
tinuos, los desvelos desconsolados, las asechanzas aleves, las traiciones do-
mésticas, y modifica Rey trasladando la coma que hay tras desagradezidos y
colocándola tras tienen. ¿ Por qué no extender estas correcciones, basadas en
el esquema retórico expresivo, a otros muchos pasajes análogos ? No son raros
los casos en que la puntuación del autógrafo parece oponerse a la disposición
retórica (que se supone debiera ser realzada por la puntuación rítmica) : en
la página 76 (líneas 22-23) el esquema del paralelismo anafórico responde a
una construcción progresivamente ramificada :
Cl] Aquí esta la inuidia difinida,
[2] aquí exemplificada,
[3] aquí [3.1] se descubre su intento
[3.2] se nombran sus armas
[3.3] se dan sus señas.
La puntuación (comas, ausencia de comas, punto) no corresponde (no veo
manera de hacerla corresponder) a ninguna hipótesis rítmica, y parece contra-
decir la organización retórica del texto. En la página 78 (líneas 56-7) tene-
mos un esquema paralelístico formado por tres miembros, cada uno de ellos
constituido por una pareja antitética. Lo tres miembros básicos se separan
siempre con puntos ; las parejas antitéticas que los forman se separan con
comas en los dos primeros casos, no así en el tercero, que es evidentemente
igual : No sólo se inuidian los bienes, sino los males. I/o sólo las honrras,
sino las afrentas. No sólo la prosperidad sino la miseria.
En la página 81 (líneas 151-<t) leemos : Este no be lo que mira éste
sino güele en la suavidad de la adulación el humo del engaño éste, en la go-
losina de la lisonxa no gusta el azíbar, del peligro. Éste en lo blando de
la mentira no toca lo áspero de la perdición. Se trata de una estructura enu-
merativa anafórica con tendencia a la ley de miembros crecientes, en la que
miembros de categoría retórica análoga se someten a signos diversos : la es-
tructura retórica es indiscutible ; la coherencia de la puntuación (al menos
para mí) indescifrable, etc.
Si dejamos aparte estas sugerencias, el establecimiento del texto de
A. Rey, desde sus criterios, me parece impecable. Solo se me ocurre proponer
la revisión de un par de pasajes. En la página 83 (líneas 205-210), quizá con-
venga conservar la puntuación del original y no añadir los signos de interro-
gación que convierten las interrogativas indirectas pendientes de Nota en di-
rectas, rompiendo así el paralelismo de Nota con Mira (p. 82:199) y sus res-
pectivas series de objetos directos. En la página 95 (línea 37) se introduce
una coma tras vendimias (el texto queda : La agua en las bodas de architicli-
no mudó en vendimias, los cántaros bolbiéndose en vino). Parece mejor conser-
var la puntuación original, que no tiene coma : no hay cláusula absoluta, si-
no un sujeto (agua), en paralelismo con otra serie de sustantivos sujetos
(penas, aguas, cielo, mar, muerte, enfermedad ) ; cántaros es objeto direc-
to de mudo : 'el agua, al volverse vino, convirtió los cántaros en vendimias'.
RESENAS DE LIBROS 139
Algo parecido ocurre con la coma introducida en la página 114 (línea
626) tras solamente (hablando de la Virgen y de su Inmaculada Concepción se-
ñala : siendo Christo su hixo en quanto hombre solamente, por la culpa orixi-
nal, pudo dezir, "¿ qué nos toca a ti i a mi muxer ?"). Creo preferible, en
todo caso, trasladar la coma delante, y no detrás de solamente : no parece
una restricción enfática de la maternidad de la Virgen, a Cristo "sólo en
cuanto hombre", sino una referencia a que lo único que no les atañía era el
pecado original : se intentan explicar las palabras de aparente despego de
Cristo ('¿ qué nos importa eso ?') como referencia a la culpa original. La
expresión hixo en quanto hombre es una especie de cliché que se repite en
otras ocasiones (página 107:395), y el hilo del razonamiento quevediano (bas-
tante confuso en este lugar) se explicita en las líneas 628-9 (Ni los de la
opinión contraria podrán hallar otra cosa aquí, que a la Virxen y a su hixo
no tocase) : 'lo único que no les toca es el pecado original, solamente por
la culpa original pudo decir lo que dijo1.
La aportación del estudio y la fijación textuales sería suficiente pa-
ra asegurar la importancia de este trabajo de A. Rey, pero se acrecienta to-
davía con nuevos capítulos, también interesantes y atinados. Diversos pasajes
dudosos, datos complementarios sobre el original, discusión de enmiendas, y
otros aspectos se recogen en los apartados de "Notas textuales" y "Notas al
manuscrito". Muy erudito es el dedicado a las "Citas literarias", que resulta
a la vez una ilustración muy significativa de las fuentes quevedianas de este
tratado, bíblicas y patrísticas en su inmensa mayoría. El "Apéndice" ("Intro-
ducción a la lectura de Virtud Militante") (pp. 252-324) no es tampoco negli-
gible ; se lleva a cabo un estudio de la obra desde perspectivas más litera-
rias. Certeramente examina Rey el género y la categoría literaria de VM, a la.
que define como tratado, caracterizado por el didactismo y la religiosidad, y
muy cercano a la literatura sermonaria : "Tratado, en el caso de Virtud Mili-
tante puede aludir a algo próximo al sermón" (p. 263). Muestra con abundancia
de bien escogidos ejemplos el sentido preciso de este término y compara a VM
con textos parcialmente cercanos como los Sueños, el Marco Bruto, La hora de
todos, etc. La novedad de VM es, según el editor, "la voluntad de ortodoxia
católica reforzada por un alarde de erudición eclesiástica" (p. 282). El bre-
ve, pero revelador examen de los recursos retóricos muestra de nuevo la razón
que le asiste a Rey en asignar VM al campo de la literatura homilética, opi-
nión ya cimentada convincentemente en el análisis ideológico : dispositio,
apelación al tú, amplificaciones, dramatización, simetrías, etc., van siendo
comentadas y ejemplificadas con destreza, lo mismo que otros recursos concep-
tistas como el polípote y la derivación.
Una excelente edición, en suma, imprescindible, rigurosa en lo textual
y erudita en lo literario, que ofrece un texto quevediano depurado de confu-
siones y todo un conjunto de elementos críticos que facilitan la captacióny
valoración de los aspectos temáticos y retóricos de una obra de lectura difí-
cil para el lector hodierno ; para no acumular otras dificultades me permiti-
ría sugerir la conveniencia de modernizar ciertos aspectos del texto. Creo
que a una labor crítica desarrollada con esta solvencia puede el lector con-
N140 CRITICÓN 35, 198'«
•cederle la suficiente credibilidad como para aceptar su mediación en los as-
pectos señalados. Vaya como solicitud, a los estudiosos áureos de la crítica
textual, de elaboración de un Corpus de criterios más riguroso, moderno, títil
y completo que el que hoy por hoy nos sirve de orientación. Cosa que, por des-
contado, no puede exigírsele a Rey (ni a ningún editor individual), que ha
logrado un fundamental y muy plausible avance en el conocimiento de la Virtud
militante.
Ignacio ARELLANO
(Universidad de Navarra)
Francisco PACHECO : Libro de Descripción de Verdaderos Retratos de Ilustres
y Memorables Varones. Edición e introducción de Pedro M. Pinero Ramírez y
Rogelio Reyes Cano. Sevilla, Servicio de Archivo y Publicaciones, Diputación
Provincial, 1985. 428 pp., 65 láms.
(ISBN 84-505-2546-2; 4.500 pts).
Afirmar que una edición del Libro de retratos de Pacheco que reuniese
las condiciones de la realizada por los Profesores de la Universidad de Sevi-
lla, Pedro M. Pinero y Rogelio Reyes, era esperada con impaciencia y hasta
con expectación, no creo que parezca al estudioso del Siglo de Oro un juicio
exagerado y mucho menos tópico.
Es cierto que la obra conocía ya dos ediciones, una llevada a cabo
por J. M. Asensio en el siglo pasado (F. Pacheco, Libro de retratos de ilus-
tres varones, 1599. Sevilla Litografía de Enrique Utrera, 1886), la otra a
cargo de Diego Ángulo Iñíguez hace tan sólo tres años (Libro de descripción
de verdaderos retratos de ilustres y memorables varones de F. Pacheco, Madrid,
Previsión Española, 1983), ambas — y no sin razón— facsimilares,ssobre;.el :•
texto manuscrito que Pacheco había concebido como una unidad artística y li-
teraria, en la que el dibujo del retrato y su elogio, junto al esmero en már-
genes, bella caligrafía, sangrías iniciales de verso, según la moda francesa, '
y otros elementos cobran importancia en cuanto a que constituyen una obra to-
tal de la que el autor siempre se sintió orgulloso. Todas estas circunstancias
pesaron, sin duda, en el ánimo de sus editores que han optado por la reproduc-
ción de texto y dibujo tal y como lo ejecutó el cuidadoso Pacheco. Y en esto
precisamente estriba la novedad de la edición que reseñamos, en que, por pri-
mera vez, se nos ofrece como asequible una obra hasta ahora de difícil y res-
tringida lectura. Debemos, pues, agradecer a sus recientes editores que se
hayan atrevido a quebrantar, en cierto modo, los propósitos artísticos de
Pacheco pero, más que nada, podemos felicitarnos de que un mal entendido sen-
timiento de culpa no les impidiera concluir su empresa. Por otra parte, la
edición es sumamente respetuosa con todos y cada uno de los presupuestos esté-
ticos del autor, salvo en que no se trata de un facsímil y en que se ha re-
ducido, con el fin de proporcionar una lectura más cómoda, su primitivo taroa-
•íjo. Pero tanto en lo que se refiere a la reproducción de los retratos como a
RESEÑAS DE LIBROS 141
otros aspectos —algunos tan esenciales para Pacheco como la utilización de
una normativa ortográfica en sintonía con la de su admirado Fernando de Herre-
ra, y de la que también hacen gala otros poetas sevillanos de la época—¿ sus
nuevos editores han obrado con un mimo que, sin duda, hubiera contado con la
bendición del meticuloso autor.
Los Profesores de la Universidad hispalense han acometido, además, la
tarea con rigor y precisión y el resultado ha sido tan brillante que sería
ésta una opinión sesgada y hasta poco veraz si sólo consideráramos su edición
como un tributo más a la ya nutrida bibliografía que se ocupa de las interre-
laciones de "pluma" y "pincel" en el Siglo de Oro, felizmente incrementada en
los últimos años.
También es cierto que, en este sentido, el Libro de retratos es uno
de los ejemplos que se pueden espigar de la aplicación de la fórmula horacia-
na, de tan fértil estela en la época, del ut pictura poesis. Sin embargo, po-
cos tan completos y tan significativos como el de Pacheco, aunque debamos in-
sertarlo entre aquellos que, del mismo estilo, compusieran Argote de Molina,
Rodrigo Caro o, para salirnos del ámbito andaluz, Andrés de Ustarroz en Ara-
gón. Ejemplos todos que responden al esquema global de las "galerías" — l a
más conocida sería la del italiano Marino—, enriquecido con la fórmula rena-
centista de la éckphrasis de personajes modélicos, deudora de la línea marca-
da por las Vite de Vasari. El resultado guarda relación estrecha con la em-
blemática y constituye, en su conjunto, un género en boga en la época.
De esta y de otras cuestiones nos ofrecen los actuales editores del
Libro de retratos un sucinto pero clarificador comentario en el estudio pre-
liminar, donde encontramos también datos interesantes —algunos recobrados-
de la personalidad pictórica y literaria de Pacheco al que, con justeza, in-
cardinan en los fructíferos ambientes sevillanos del momento.
Tode es, en fin, ponderado en esta edición —como en otras que conoce-
mos de sus autores-— porque abre caminos, compendia opiniones y satisface por
igual al crítico y al estudioso del Siglo de Oro, su primer beneficiario, sin
olvidarse del lector interesado en conocer aspectos, a la vez diversos y rela-
cionados, como son los artísticos, históricos y literarios.
Los elogios a sus editores deben ser compartidos con la Diputación
sevillana, organismo que, al hacerse cargo de tan costosa publicación, ha he-
cho posible que llegue a nuestras manos una obra largamente esperada.
Angelina COSTA
(Universidad de Córdoba)
142 CRITICÓN 35, 1986
Maria Grazia PROFETI, Quevedo : la scrittura e il corpo, Roma, Bulzoni, 1984,
268 p.
Retine Profeti en este volumen, de gran interés para los quevedistas
y estudiosos en general de la poesía áurea, varios trabajos leídos en diferen-
tes congresos, que muestran la continuada y experta dedicación de su autora
a la poesía de Quevedo. El primero (Scvittura d'esecuzione e scrittura d'evev-
sione, pp. 23-61), establece los conceptos básicos que cimentan las valora-
ciones posteriores : aceptando la estrecha relación de los procedimientos li-
terarios con la dinámica psíquica, distingue un tipo de escritura que adopta
los códigos tradicionales retóricos (petrarquismo, en la poesía amorosa), y
otro en que los fantasmas obsesivos (la mujer, el sexo, el cuerpo) se exorci-
zan a través de la caricatura, el neologismo, la parodia y otras formas de
ruptura : "il linguaggio assume quelle caratteristiche di rottura e di ever-
sione che sonó state ripetutamente nótate" (p. 33). Desde este punto de par-
tida se examinan en los restantes capítulos numerosos poemas (temas, motivos,
moldes retóricos...) insertándolos en su tradición codificada, para dilucidar
qué es lo que implican de novedad, novedad que se suele colocar en el terreno
de las obsesiones del poeta, asomadas a través de su expresión literaria, y
decisivas, según Profeti, en la configuración retorica de la poesía quevedia-
na.
Así se estudia el motivo de la cabellera ("Crespa tempestad" / "capón
de cabeza" : il motivo delta chioma, pp. 65-102) en varios poemas amorosos
(núms. 313, 339, 449, 501 de la edición de Blecua Poesía original), comparán-
dolo con su tratamiento en la literatura precedente (Santillana, comendador
Escrivá, Garcilaso, Camoens, Villamediana, Lope, Marino). Los análisis son
impecables y de gran minuciosidad y precisión ; no quedan claras, sin embargo,
en algunas ocasión, ciertas interpretaciones psicoanalíticas que me parecen
poco defendibles en el plano textual (la del poema de Herrera, p. 27, por
ejemplo, donde el rosicler matutino y el crepúsculo vespertino podrían evocar
la erección y flaccidez viriles ; bien que Profeti no llega a suscribir total-
mente esta lectura, síparece suscribir otras análogas). De los textos queve-
dianos se desprende una actitud defensiva frente a la mujer, "fantasma femmi-
nile crudele ed aggressivo, che Quevedo cerca di neutralizzare" (p. 93). El
paralelo con el motivo de la cabellera femenina lo establece el de la calvi-
cie masculina (poemas 527, 528, 703), interpretado como imagen de la impoten-
cia sexual (p. 101) ; la poesía amorosa y la satírica mostrarían así unas mis-
mas obsesiones : al fantasma de cabellos fluentes, "navella incarnazione del
mito délia Gorgone, corrisponde un'impotenza maschile svelata dalla calvizie"
(p. 102). Tras la cabellera se observa otro motivo tópico en el capítulo si-
guiente, La bocea delta dama : códice petrarchista e trasgvessione barocca
(pp. 103-123). Sirven aquí como contexto, entre otros, el soneto gongorino
"La dulce boca que a gustar convida", y tres de Lope, que enmarcan el comen-
tario de los poemas 320 y 303. Como en el resto del libro las interpretaciones
de Profeti son estimulantes, y su dominio de la última bibliografía y de la
más depurada precisión crítica tiene un fuerte poder convencedor. No obstante,
queda a veces la duda de si no será demasiado arriesgado concebir casi siempre
RESEÍ4AS DE LIBROS 14J
la escritura como máscara de las pulsiones eróticas del subconsciente ; es
posible que ciertas interpretaciones puedan resultar forzadas por el punto de
partida : por ejemplo la valoración del motivo de la boca desdentada como anu-
lación exorcizante "di una vagina altrettanto temibilmente dentata" (p. 117)
...Páginas igualmente concentradas se dedican a nuevos aspectos relacionados
con los anteriores :Il "mal d'amore" : intertestualità, manierismo, rovescia-
mento satírico (pp. 125-168) o II corpo attraente-Il corpo repeliente (pp. 171-
198), donde analiza esta dicotomía de atracción-repulsión del cuerpo y propo-
ne (p. 174) una gradación en cuatro tipos de poesía, segiín muestren : a) la
sublimación de la atracción (poesía amatoria) ¡ b) propuesta directa de la
atracción (poesía erótica) ; c) propuesta jocosa de la repulsión (poesía bur-
lesca) ; d) instrumentalización moralista de la repulsión (poesía obscena).
Me parece este un capítulo de especial interés teórico que propone muy utiles
pautas clasificatorias, capaces de orientar el estudio de un conjunto comple-
jo de textos caracterizados por la presencia del cuerpo en distintas modali-
dades. En las pp. 199-225 (Dali'ossessione anale al naso) ofrece Profeti la
más completa y acabada revisión actual del elemento escatológico en Quevedo,
muy importantet/sin duda, en su literatura burlesca y satírica, y regresa al
famoso soneto "Erase un hombre a una nariz pegado", visto ahora como red de
simbolismos fálicos. En las vías interpretativas que se abren en torno a este
famosísimo poema Profeti apuesta por una exégesis compleja que supone redes
metafóricas orgánicas (el extremo de esta vía resulta la interpretación de
Molho : Una cosmogonía antisemita). Más tentado estoy a suscribir la de Láza-
ro, que ha leído el soneto como serie de imágenes inconexas sobre el motivo
burlesco de la gran nariz, fórmula que responde exactamente al molde de la
agudeza suelta, codificado por Gracián, y configura un caso típico de agudeza
de apodos a aonglóbatis en la terminología del mismo tratadista. Se ha inter-
pretado de tantas maneras el Anas del til timo terceto, que no me atreveré yo
a discutir ninguna ; pero no me parece ocioso recordar que Anas puede simbo-
lizar perfectamente el pueblo judío, como señala Jammes (ver p. 221, nota 24)
y no parece extraño ni equívoco, como sugiere Profeti (p. 221) : Anas es per-
sonaje habitual de las procesiones de Semana Santa (ver el texto del poema
681 citado por Profeti en la misma p. 221, nota 24) y pertenece a la cotidia-
na experiencia cultural del barroco, aparezca más o menos veces en el resto
de la obra de Quevedo : resulta muy normal el uso antonimástico de su nombre..
Se cierra el volumen con un precioso y preciso estudio de Parodia letteraria
ed emittente : "Con tres estilos alanos" ; "La culta latiniparla" (pp. 227-
254), donde Profeti muestra, como a lo largo de todo el libro, su perfecto
dominio de los textos quevedianos, de la bibliografía crítica y de los instru-
mentos de análisis y metodologías, desde la psicoanalítica a la semiótica,
pasando por la filológica tradicional.
La lectura de este libro resulta siempre interesantísima e instructi-
va. Las inevitables discrepancias apuntarían, quizá, a interpretaciones que
me parecen excesivas. Creo que motivos como la calvicie, la boca desdentada
o la nariz pueden tener en ocasiones suficiente potencial burlesco para jus-
tificar su presencia sin implicaciones sexuales. Es indiscutible, naturalmen-
te, el simbolismo fálico de la nariz, pongo por caso, o el del punzón ; pero
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la actualización de ese simbolismo depende, creo, del contexto. Si a priori
consideramos a la nariz como imagen del falo (y en consecuencia cargamos todo
el contexto de esas connotaciones) no habrá poema con nariz, punzan, gallo,
pez o clavel que no sea fálico. Muchas más pruebas harían falta también para
poder hablar de supuestas posibles tendencias homosexuales en Quevedo : el
texto del 775 (pp. 213-211») puede explicarse por generación casi mecánica de
agudezas puramente lingüísticas basadas en la ruptura de la frase hecha, y
tampoco parece que pueda calificarse de "excusa.tio non petita" ; otras acu-
saciones de plumas satíricas no prueban nada : es normal acusar de judío, pu-
to y cornudo (las peores tachas posibles) a cualquier enemigo... Pero es im-
posible agotar en una reseña todas las posibles discusiones críticas que la
riqueza del libro de Profeti sugiere. Me contentaré con señalar, en conclu-
sión, que, se esté o no de acuerdo con las interpretaciones propuestas, nin-
gún quevedista podrá prescindir de La scrittuva e il oorpo : los análisis de
poemas concretos, de su contexto tradicional o código literario en que se in-
sertan, la dilucidación filológica de numerosos textos, hacen del libro un
vademécum necesario de gran valor, lleno de incitaciones críticas y de muy
interesantes explicaciones para el adicto a la poesía de don Francisco de
Quevedo.
Ignacio ARELLANO
(Universidad de Navarra)
	CampoTexto: CRITICÓN. Núm. 35 (1986). RESEÑAS DE LIBROS

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