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LESIONES INFLIGIDAS POR OTROS Catalina Mejía Sin título, 1999 Local Expressions of Homicide Luz Janeth Forero M. Epidemiologist Forensic Doctor Chef, Center for National Reference on Violence The profile of homicidal violence, described trough variables collected by the National Institute of Legal Medicine and Forensic Sciences, shows particular dynamics belonging to each geographic scenario. Nevertheless, the global pattern describes a major commitment by individuals of the male gender in economically active ages, mainly killed by firearm projectile, in public spaces and by unknown authors as well as unknown motives. Homicide in Colombia, in terms of rate, is centered in a few townships presenting low population density. It is not possible then to state that it is an eminently urban phenomenon. The detracting arguments for Colombian violence as a “normalized” situation find in the time-space distribution of homicides, according to the participants and presumed motivations, their strongest support. There is clear historic coincidences between townships that bear the higher violence rates, which are associated to clearly defined social dynamics, be them a product of the martial conflict, the culmination of narcotraffic or other illegal economies, migration and colonization processes or others. It is worthwhile to emphasize that scenarios with a lower intensity in homicidal violence can be related to higher rates in other forms of violence, hence indicators that relate to different manifestations of violence are suitable and necessary for the global comprehension of the phenomenon. EXPRESIONES LOCALES DEL HOMICIDIO Omar Ruíz El asesino, 2001 Introducción Este artículo pretende mostrar el homicidio como un problema alre- dedor del cual se pueden plantear numerosas preguntas en función de sus diferentes tipos, autores, escenarios, consecuencias, posibles moti- vaciones y mecanismos causales, así como de los eventos relacionados con la principal manera de muerte en el país. Busca resaltar cómo los aportes de otras disciplinas del conocimiento son un elemento esencial para la comprensión holística del fenómeno y proponer algunas reco- mendaciones recogidas de la evidencia empírica, adaptables al contex- to nacional. Por tanto, el objetivo primordial es caracterizar el homicidio en Colombia durante el año 2000, partiendo del enfoque global para aproximarse a realidades locales, principalmente en aquellos municipios donde la tasa de necropsias por esta manera de muerte supera ampliamente la re- gistrada en el nivel nacional. Hablamos de la tasa de necropsias porque la estructura orgánica del Instituto Nacional de Medicina Legal y Cien- cias Forenses concentra muchos de los casos ocurridos en una región o escenario geográfico en una unidad local, que cuenta con la infraes- tructura humana y técnica apropiada para sortear esta fase inicial de la investigación por violación al derecho a la vida. Sin embargo, esto plan- tea la dificultad de que el sitio del hecho y el de muerte no coinciden en unos eventos y por consiguiente hay una sobrevaloración del homici- dio en algunas ciudades. El análisis es de tipo descriptivo con los aportes y elementos que pue- den hacer las ciencias forenses a las ciencias sociales, por eso la fuente primaria es el protocolo de necropsia, el cual provee datos en térmi- nos de persona, tiempo, lugar y circunstancia, relacionados con el he- cho investigado. El problema del que se parte es la interpretación tradicional del homici- dio desde una perspectiva global alejada de los contextos y las dinámi- cas particulares de los escenarios geográficos en que se producen, por ello se recurre a algunos elementos de interpretación y análisis para mirar dentro de las realidades locales que lo condicionan, con el ánimo de resaltar que el tratamiento del fenómeno debe ser particularizado en cada municipio y por tanto las medidas de intervención también deben ser específicas. LUZ JANETH FORERO M. Médica Forense Epidemióloga Jefe Centro de Referencia Nacional Sobre Violencia 22 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF Formato teórico y conceptual de inscripción La historia del país está marcada por varios conflictos que han generali- zado el concepto de una situación de violencia constante con algunas exacerbaciones fácilmente diferenciables, como la guerra de indepen- dencia a principios del siglo XIX, la de los mil días al final del siglo XIX y la guerra bipartidista hacia la mitad del siglo XX, sin contar algunos con- flictos locales y regionales que han puesto una alta cuota en vidas hu- manas. Esta dinámica señala que el común de las personas piensa que la violencia es algo “normal e histórico” a lo que hay que adaptarse1 . En contra de la creencia popular; pensamos que la violencia colombiana no es un continuo, sino la expresión de circunstancias sociales diferencia- das en el tiempo y en el espacio. Esta afirmación se apoya en la observa- ción del comportamiento del indicador por excelencia para hablar de intensidad de violencia: la tasa de homicidios por 100.000 habitantes. La tasa en el tiempo muestra dos momentos importantes: el de la déca- da de 1950, en la cual supera los 50 homicidios, y al final de la década de 1980 y principio de la de 1990, periodo durante el cual supera la cifra de 80 homicidios por 100.000 habitantes. Cada una de estas épocas mues- tra condicionantes estructurales y coyunturales que podrían explicar la exa- cerbación del indicador, dentro de un contexto histórico y temporal2 . En este panorama, la violencia y las múltiples preguntas que suscita han sido el centro de atención de investigadores de todas las disciplinas y áreas del conocimiento, sin que todavía exista una claridad contunden- te en cuanto a las diversas propuestas explicativas, y mucho menos a las fórmulas para su erradicación. Se resalta el aporte de Caroline Moser y su teoría de los modelos integrados, que identifica varios niveles de causalidad de la violencia a partir de lo estructural, pasando por lo institucional, interpersonal e individual3 . El Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses ha estudia- do la violencia a partir de uno de sus efectos, la lesión, la cual la con- vierte en un problema de salud pública, y por tanto susceptible de analizar desde el punto de vista epidemiológico4; y en efecto es un pro- blema de este tipo en tanto sus consecuencias sólo se expresen me- diante aumento de las tasas de mortalidad, morbilidad, estrés postrauma, 1 Pécaut, Daniel. ¿Es posible una interpretación global de la violencia en Colombia? Boletín Socioeconómico No. 27, Cali, junio 1994, p. 12. 2 González F. Espacio público y violencias privadas. En: Conflicto social y violencia. Instituto Francés de Estudios Andinos, 1993, p. 33. 3 Moser, C. Marco Conceptual para la reducción de la violencia. Documento de trabajo No. 2 sobre desarrollo sostenible, 1999, p. 6. 4 Gómez, H. La violencia necesita estudios epidemiológicos. Ponencia presentada al Primer Congreso de Salud Pública. En: Tribuna Médica. Medellín: 1962. pp, 10 y 12. 23 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF y discapacidad. Pero como la violencia no sólo permea la salud, sino también la política, la educación, la cultura, la recreación y la economía, además de otros campos, el estudio ha incorporado nuevos elemen- tos que dan cuenta no sólo de los efectos físicos, sino también de los psíquicos, sociales y ambientales, cuyo espectro va desde “la pérdida de la vida, pasando por adversas formas de morbilidad física, psíquica, hasta la creación de una atmósfera de inseguridad, amenaza, descon- fianza y escepticismo que ayuda a mantener y aun reproducir los pro- cesos de violencia” 5. En síntesis, la violencia toca todos los ámbitos de la vida, y en consecuencia, los análisis unidisciplinarios son reduccionistas y paradigmáticos, de ahí que el actual quehacer institucionalse inscribe en el estudio de la violencia desde una perspectiva bio-psicosocial. Pero al margen de estas apreciaciones, ¿qué se entiende por violencia? Traemos a colación algunas definiciones: “Toda forma de interacción humana en la cual, mediante la fuerza, se produce daño a otro para la consecución de un fin” 6. “Es un medio no legítimo basado en la amenaza o el uso efectivo de fuerza física contra la integridad de otro (moral, física, psicológica y cul- tural) en contra de su voluntad, y que se emplea con el propósito de alterar la correlación de fuerzas en un conflicto en que participan dos o más actores orientados por la afirmación o subversión de una norma, un pacto o simplemente, la posesión de objeto” 7. “Puede entenderse como una interacción entre personas y grupos en la cual ocurre una transacción específica entre el individuo y su ambiente; no es una característica intrínseca de las personas ni del grupo social” 8. “Es el resultado de la agresividad humana manifiesta en las relaciones interpersonales (homicidios o lesiones) o dirigida contra sí misma (sui- cidios o intento de suicidio) en la cual se emplea la energía con el pro- pósito de causar daño” 9. Independiente de la precisión en las definiciones, las cuales conjugan elementos sociológicos, psicológicos, antropológicos y biológicos, hay quienes afirman que no existe una sola violencia, sino varios tipos, con intensidades, formas, intencionalidad, instrumentalidad y manifestacio- nes diferentes, en fin, es un fenómeno amorfo y complejo, tal como lo 5 Gómez, A . Epidemiología de la violencia. En: Fundación Escuela Colombiana de Medicina: Violencia, salud y universidad.1990, pp. 50-51. 6 Franco, S. El quinto no matar. Bogotá: TM editores, IEPRI-UN, p. 3. 7 Suárez A. En Forensis 1999. Datos para la vida. 8 Jimeno M. Identidad y experiencias cotidianas de violencia. En: Restrepo G. et al. Cultura política y modernidad. Bogotá: CES-Universidad Nacional, 1998, p.250. 9 OPS. Medición de los costos de la violencia. Caracas, 1995. RENÉ MAGRITTE. LA REPONES IMPRÉVUE, 1933. El pensamiento científico: un aporte al investigador judicial María Dolores Sánchez Prada Médica Especialista Forense Subdirectora de Servicios Forenses del INML y CF. Uno de los más duros retos que enfrenta el proceso judicial para lograr su objetivo de administrar justicia es el de “reconstruir” los hechos delictivos de manera veraz y fiel, según como acontecieron en la realidad, para luego probar- los, de tal forma que la ley se aplique, cumpliendo su objetivo final de castigar al culpable y exo- nerar al inocente. No es raro que en un expediente se acepten como verdaderas, ver- siones alejadas de la realidad o relatos incompletos e imprecisos, en donde se omiten detalles críti- cos que impiden la comprensión adecuada del suceso. Esta situa- ción se constituye en una de las más comunes fuentes de impuni- dad o de injusticia. 24 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF expone Fernán González: “Interpretar que las actuales violencias den- tro del proceso de larga duración de la construcción de la sociedad y del estado colombiano, como caldo de cultivo donde se insertan las opciones violentas de antiguos y nuevos actores sociales que se entrecruzan y refuerzan mutuamente hasta hacerse indistinguibles unas de otras, llegando a producir la imagen de violencia omnipresente, indiferenciada y caótica10. La mortalidad violenta11, y su dependencia del homicidio en la última década, muestra unas tasas de homicidio equiparables a las actuales al principio, con ascensos estadísticamente significativos hacia la mitad del periodo. Figura 1. Por esta razón, el eje central de este capítulo es el homicidio entendido como la manifestación más extrema de la violen- cia, en la medida que viola de manera irreversible el derecho a la vida, base sobre la cual reposan los demás derechos. Los homicidios como “muerte provocada intencionalmente pueden derivar de multiplicidad de móviles, de diferentes tipos de autores o agentes o buscar diferen- tes propósitos”12. Los casos de homicidio reportados por el sistema mé- 10 González F. Espacio público y violencias privadas. En: Conflicto social y violencia. Instituto Francés de Estudios Andinos, 1993, p. 334. 11 El CRNV ha clasificado históricamente las muertes violentas como “por causa externa” atendiendo a la clasificación internacional de enfermedades CIE 9 y CIE 10. 12 Tesis de multivalencia y multidireccionalidad de la violencia. En: Colombia: Violencia y democracia. Bogotá: UN, 1987. Figura 1. Comparativo muerte violenta-homicidios. Colombia, 1991-2000 El importante papel del sistema médico forense, como apoyo a la justicia, es certificar el daño físico o psíquico producido por la consumación del acto violento, el cual puede ser evidenciado a partir de la observación, la información y los múltiples avances científicos y tecnológicos de las ciencias forenses; y que se configuran como delitos de homicidio, lesiones personales, posible delito sexual y violación del derecho a la vida o la integridad personal. 25 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF La capacidad de lograr que en el expediente judicial se describan fielmente los acontecimientos, las circunstancias o se identifiquen los actores y sus conductas, de- pende de la capacidad que tiene el sistema de justicia de investi- gar y escudriñar los hechos sucedidos en el pasado, que no sólo se deben recrear en el hoy, sino que es necesario probar y demostrar que son ciertos. La investigación judicial es un pilar fundamental del sistema. Tributa al engranaje de la admi- nistración de justicia, el más pre- ciado tesoro: El conocimiento de una verdad. Semejante resultado sólo se puede lograr con el aporte y la contribu- ción de diferentes saberes, enri- quecidas experiencias y, sobre todo, luego de un trabajo perseve- rante, arriesgado y correcto de personas entrenadas y cualifica- das en esta tarea. Se presenta aquí una dificultad que es común a todas aquellas personas que se enfrentan al reto del “saber”, cual es determinar “el cómo” se llega al conocimien- to. 1 ¿Qué camino han de seguir para obtener la información nece- saria? ¿Cuáles son los elementos idóneos que acercan a la mente humana a ese saber? Cuando un investigador científico se plantea la cuestión del conoci- miento, diferencia claramente dos aspectos: el primero relativo a “la afirmación” respecto de un hecho o un objeto, la cual puede ser cierta o falsa, completa o incom- pleta. La segunda se refiere al “proceso a través del cual se obtie- ne el conocimiento, cuyo resultado es la afirmación” 2 . Así, por ejemplo, se afirma que el número de homicidios en Colom- bia durante 1998 fue 22.182. Esa afirmación se puede aceptar pasivamente y darse como cierta, dico forense colombiano incluyen todos los casos de muerte conocidos por la institución y diagnosticados así después de la investigación forense. Se excluyen los homicidios producidos en accidente de tránsito, donde la intencionalidad de hacer daño no se supone como parte integral de la comisión del hecho. Durante el año 2000, el Instituto Nacional de Medicina Legal tuvo co- nocimiento de 25.681 homicidios, de los cuales 21.964 (86%) fueron conocidos directamente por los médicos forenses en 123 municipios donde la institución tiene presencia, y por tanto, se asegura una mayor confiabilidad en la calidad del dato; los 3.717 restantes provienen de no- tificaciones realizadas por el sector salud a la unidad local más cercana. Esta cifra refleja un aumento significativo de 11% (2.472) con respecto a los ocurridos en el año anterior. La Policía Nacional en el mismo pe- riodo dio cuenta de 26.540 homicidios, es decir, 859 más que el Insti- tuto; las explicaciones de la diferencia radican en la cobertura, sumada a su imprecisión diagnóstica y, por ende, clasificatoria. La tasa de necropsia13 por homicidio durante el año2000 fue 61 por 100.000 habitantes y representa un incremento de 9% con respecto al año anterior (x2 130 y p < 0,05). Figura 2. La tasa global para el país aumentó porque 74 municipios, que representan 61% de los puntos de atención, mostraron un aumento igual o superior a 9% (rango de 9% a 650%) en su tasa. Los homicidios se distribuyen geográficamente de una forma particular y es esta concentración espacial la que, según Rubio, va contra el diag- nóstico de una violencia rutinaria, espontánea y de intolerancia que, casi por definición, debería estar repartida de manera uniforme en el terri- torio nacional14. Así, es un error, con grandes costos sociales, econó- micos y políticos, analizar la violencia colombiana abstraída del contexto municipal como el laboratorio de reflexión15. La caracterización del ho- micidio en algunos escenarios geográficos donde el INML y CF cuenta con una unidad de atención directa y el análisis de factores locales que condicionan esas altas tasas son algunos de los criterios que guiaron la investigación. Para clasificar los municipios según la intensidad de la violencia y descri- bir el movimiento en su geografía, se utilizó como indicador la tasa de necropsias por homicidio por 100.000 habitantes. De esta manera los 13 Tasa: número de necropcias de homicidio conocidas por municipio/población proyectada para el municipio. En el nivel nacional se tomó 42’299.303 habitantes. 14 Rubio, M. Crimen con misterio. Lo que revelan las estadísticas de violencia y criminalidad en Colombia. Documento de trabajo. Bogotá: CEDE-Universidad de los Andes, 1998. 15 Ortiz C. En: La violencia y el municipio colombiano 1980–1997. Bogotá: Facultad de Ciencias Humanas UN. Colección CES. Primera edición, Julio de 1998, p 61. 26 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF municipios que superaron dos o más veces la tasa nacional se conside- raron extremadamente violentos (38 municipios, que corresponden a 31% de los municipios donde tiene presencia directa la institución); aquellos con tasa igual o mayor a la nacional pero que no la alcanzaron a duplicar se denominaron violentos (48 municipios, 39%); y los situa- dos por debajo de la tasa nacional (37 municipios, 30%) se clasificaron como pacíficos. Más de una tercera parte (37% - 9.444) de las muertes por homicidio se concentra en los municipios extremadamente violentos, que equi- valen a 3,4% de los municipios colombianos, y que albergan 14% de la población del país. Aquí se marca una diferencia con la información del año 1999, en la cual esta especificidad se notaba en 29 municipios, sin embargo, mientras que en el año pasado 70 sitios estuvieron por encima de la tasa nacio- nal este año cumplen esta característica 86, lo que implica un aumento de 23% y demuestra que la tasa nacional es empujada 5 puntos por encima de la de 1999, debido a las muertes ocurridas en un mayor nú- mero de municipios, evento que sugiere intensificación extendida a otros escenarios geográficos. Figura 2. Tasa de homicidios por 100.000 habitantes. Colombia, 1991-2000 27 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF Cuadro 1.Tasas de necropsia por homicidio según punto de atención. Colombia, 2000 28 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF Este comportamiento puede ser el resultado de la exacerbación de fac- tores coyunturales y estructurales que han determinado la producción de los homicidios en los últimos años, por ello, más importante que vigilar los efectos de la violencia, lo es el monitoreo de sus desencade- nantes y el entendimiento de sus dinámicas, las cuales nos hacen per- manecer en tasas muy por encima de las registradas en otros países inclusive latinoamericanos. En el estudio para los 38 escenarios identificados se confrontó la infor- mación con los datos aportados por la Policía Nacional en cuanto al nú- mero de masacres16; resaltan Buenaventura y Carmen de Bolívar, cada una con 7 eventos de esta categoría, Medellín con 6 y Ciénaga con 5. El número promedio de víctimas fue 6 (rango 4 a 38). Esta distribución sugiere que en los escenarios locales de intensa violencia las altas tasas de homicidio surgen de acciones masivas de los actores armados. La fuente sindica a las autodefensas como la responsable en 44% de los casos, aunque la participación de agentes desconocidos también es re- levante. El rastrear la cantidad de casos derivados de la masacre permi- te evaluar la pertinencia de las explicaciones en cuanto a factores coyunturales o estructurales. Lo que sí es cierto es que estas van en aumento tanto en número como en intensidad y diversidad de medios utilizados para asegurar uno de sus objetivos: intimidar y amedrentar, a la vez que propicia la movilidad, con efectos sobre la solidaridad y la cohesión de las comunidades. La ubicación de los puntos de atención en cabeceras municipales y gran- des centros urbanos permitió situar a la mayoría de homicidios en es- tos escenarios, 68% de estos se registró en municipios con más de 100.000 habitantes; pero el hallazgo de ninguna manera plantea una re- lación consistente entre lo urbano o rural de la violencia homicida y mu- cho menos soporta las hipótesis explicativas de tipo estructural que advierten una relación directamente proporcional en este sentido. De hecho, entre los 10 municipios más violentos del país sólo cuatro tiene una población superior a 50.000 habitantes y estos en conjunto con- centran solamente 2% de la población nacional. En términos de correlación17 no encontramos ninguna influencia de la densidad poblacional sobre las tasas de necropsia por homicidio ni en la totalidad de puntos de atención ni en los 10 municipios más violentos. 16 Masacre: Hecho Violento que incluye cuatro o más víctimas de homicidio en estado de indefensión en un mismo lugar y muy próximas en el tiempo. Se excluyen las acciones bélicas. La masacre obedece a incursiones armadas contra la población civil. 17 Correlación: Influencia que una característica o variable ejerce sobre otra. R es el coeficiente usado para determinar la fuerza y dirección de la asociación, que puede ser positiva cuando la influencia es directa, por ejemplo, a mayor tasa de homicidio mayor tasa de lesiones, e inversa cuando la influencia cambia la dirección: a mayor tasa de homicidios, menor tasa de lesiones personales. 29 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF pero también se puede preguntar: ¿Quién la obtuvo? ¿Qué procedi- miento se utilizó para llegar a esa conclusión? ¿Qué elementos de juicio se tuvieron en cuenta para elaborar la afirmación? Es en este punto donde el investi- gador científica empieza a preocu- parse del modo como se obtiene el conocimiento. De igual forma le ocurre al investigador judicial, sobre todo en el área específica del proceso penal. No sólo le inte- resa conocer el “qué”, el “cómo”, el “dónde” y demás detalles del hecho, sino también es importan- te cerciorarse del modo como se obtuvo ese conocimiento. ¿Qué tan sólida es la argumentación que responde a tales preguntas? ¿Las afirmaciones se fundamentan en evidencias? ¿Esas evidencias son auténticas? En fin, el litigio penal no sólo se centra en la “re- construcción” del hecho, sino en la forma como se llega a ella. Tal como se definió en Forensis 1999, el corredor occidental de la vio- lencia homicida, integrado por el Norte del Valle, el Sur de Risaralda y el Occidente de Caldas alberga a Tuluá, Roldanillo, La Virginia, Chinchiná, Buga, Cartago, Sevilla y Marsella, Belén de Umbría y Apía, diez munici- pios extremadamente violentos, donde las bonanzas inducidas por mer- cados legales e ilegales y la expansión del narcotráfico son factores coyunturales de gran impacto. Dentro del corredor centro–norte se incluyen los municipios de Apartadó, Barrancabermeja, Chigorodó, Barbosa, Puerto Berrío, Tur-bo, Santa Fe de Antioquia, Yarumal, Medellín, Chiriguaná, Aguachica, Andes, Itaguí y Cúcuta; estos son catorce municipios extremadamente violentos que pertenecen a las regiones de Urabá, Occidente Antioqueño, Norte Antioqueño, Sudoeste Antioqueño, Valle del Aburrá, Magdalena Medio, Cesar y Catatumbo; es el corredor que separa al norte del centro del país y donde se conjuga el conflicto armado con algunas bonanzas. Granada, Aguazul, Yopal, San José del Guaviare y Cáqueza son cinco municipios extremadamente violentos que hacen parte del corredor oriental, conformado por Arauca, Piedemonte Casanareño, Piedemonte Llanero y Ariari, donde la reconocida presencia de actores armados se mezcla con el potencial económico petrolero. Santander de Quilichao en el norte del Cauca, Buenaventura en la zona pacífica, Ciénaga, Fundación y Carmen de Bolívar en la Costa Norte, Palmira en el área metropolitana de Cali, Chaparral en el alto Saldaña, son focos aislados. Florencia y Patía, en la meseta caucana, son dos mu- nicipios que cubren una basta zona subregional. Tres de los municipios extremadamente violentos, Florencia, Granada y San José del Guaviare, forman un triángulo donde se encuentra la zona de distensión, escenario acordado con las FARC para llevar a cabo la negociación con miras a la solución del conflicto armado; esta situación puede sugerir como hipótesis una arremetida paramilitar alrededor de esta área, o acciones guerrilleras por fuera de área; lo que plantearía interrogantes sobre el comportamiento del homicidio en caso de que se levantara la zona de neutralidad. Los tres bloques aumentaron la concentración de municipios para el año 2000, pues mientras en 1999 contenían 20, este año incluyeron 9 más. Esto puede implicar el recrudecimiento de los factores que posibilitan concentración en estos lugares, epicentros de conflictos sociales, eco- nómicos y políticos. De otra parte, se observan cambios en las regio- nes como fruto de nuevas circunstancias; así, Cartago, en el norte del Valle, y la Virginia, en el sur de Risaralda, salen de los diez primeros esce- narios de extrema violencia, probablemente por el desmantelamiento de El investigador responsable de la titánica tarea es un ser humano dotado de fortalezas y debilida- des, posee una gran capacidad de raciocinio, utiliza el pensamiento lógico que le permite comprender, hacer deducciones, inferir, supo- ner, etc. Pero también es una per- sona poseedora de un elemento FRANCIS PICABIA. OPTOPHONE, 1922. 30 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF carteles de la droga que operaban en la región occidental o su desplaza- miento a otros municipios como Tuluá y Roldanillo, donde se recrudeció el indicador. Así mismo, en Arauca y Saravena, escenarios históricos del conflicto armado, disminuyó la intensidad del homicidio, posiblemente por su desplazamiento hacia los límites de la zona de distensión. Las capitales de departamento que se ubican dentro de los municipios extremadamente violentos, independientemente de su densidad poblacional, son Florencia y San José del Guaviare, que triplican la tasa nacional y Medellín y Cúcuta; que la duplican. Cali, en el puesto 52 (1,7 veces la tasa nacional), y Bogotá, en el puesto 107 (0,6 veces la nacio- nal), escapan a esta clasificación. Una mirada al número de casos sitúa a las ciudades de Medellín, Bogo- tá, Cali, Cúcuta, Pereira, Barranquilla, Barrancabermeja, Bucaramanga y Buenaventura como los sitios con la mayor concentración, en un rango que oscila entre 3.311 y 435 víctimas. Al confrontar esta información con la tasa, sólo la ciudad de Barrancabermeja coincide en los prime- ros lugares. Tomando en cuenta los diez municipios con la tasa más alta, que en estricto orden son Apartadó (269), Barrancabermeja (243), Tuluá (237), Barbosa en Antioquia (234), Granada en Meta (231), Puerto Berrío (226), Santa Fe de Antioquia (212), Chigorodó (211), Patía (193) y Roldanillo (190), el departamento de Antioquia contiene a cinco de ellos. No obstante, estos datos deben ser mirados con cautela pues algunos son centro de referencia obligado de la región y, por tanto, los hechos pudieron haber ocurrido en otro sitio, inclusive por fuera del departa- mento, y haber sido traslados a estos municipios sea por el desplaza- miento de lesionados en búsqueda de atención médica que luego fallecieron por el traslado de cadáveres para dar inicio a los procesos judiciales. La relación de estos sitios con las masacres señala a Barrancabermeja (cuatro) con 25 víctimas, Apartadó (dos) con 12 vícti- mas, Tuluá (tres) con 12 víctimas, Barbosa (una) con 11 víctimas y San- ta Fe de Antioquia (una) con 6 víctimas. Las tasas de necropsia por homicidio en el año 2000 en estos munici- pios son significativamente menores que en 1999: Granada, –52%, Barbosa, –26%; Chigorodó conserva la misma tasa del año pasado, y se registró aumento en Apartadó, +23%, Puerto Berrío, +27%, y Roldanillo, +6%. Algunas de esas ciudades han sido escenarios históricos de procesos de migración y colonización. En estos sitios la violencia encuentra terreno propicio para su desarrollo y consolidación, ya que la diversidad étnica propicia la atomización social, tal como lo indica Cubides et al cuando refiere que “La fragmentación como una imposibilidad de una identidad 31 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF El hecho de que sólo cuatro ciudades capitales se encuentran entre los municipios con violencia extrema sigue mostrando cómo en términos relativos los grandes asentamientos urbanos no son los más afectados, sino que, por el contrario, la especificidad de la violencia homicida tiene más un tinte rural o semiurbano. emocional y afectivo que influye en todo aquello que observa. Es el componente del parecer, de la intuición, del sentimiento. Si con la razón se deduce, con la emoción se interpreta. Bien lo se- ñala Daniel Goleman, en su obra La inteligencia emocional: “Tene- mos dos mentes, una que piensa y otra que siente. Estas dos for- mas fundamentalmente diferentes de conocimiento interactúan para construir nuestra vida mental” 3 . Entonces, ¿cómo asegura el inves- tigador judicial que la aproxima- ción que está haciendo al hecho en cuestión lo llevará a una afir- mación verdadera, de naturaleza racional (objetiva) no invadida por la pasión o por la emoción (subjetiva)? Para llegar a una “verdad” no sólo se requiere de un conjunto amplio de conocimientos sino en- frentarse a la realidad respecto a que “la verdad no se muestra di- recta y llanamente a nuestra per- cepción, debe ser buscada, encontrada por medio de un traba- jo indagatorio que tiene como refe- rencia los mismos objetos de los que intentan conocer algo” 4 . De tal manera que el camino o el método que se utiliza para el acercamiento a la “verdad” es de capital importancia. Aceptar como cierto un conocimiento obtenido basado en creencias, intuiciones o pareceres, es de alto riesgo para la administración de justicia. Al considerar a la investigación criminal como una actividad que exige el máximo rigor, se le está imprimiendo el carácter de lo científico, es decir, de lo verifica- ble y de lo demostrable. En este estado, entonces, es necesario involucrar la necesidad de dife- renciar el pensamiento cotidiano o el pensar empírico del “pensa- miento científico”, el cual, dadas sus características, facilita el social construida pluriétnica y políticamente diversificada va a culminar en dos direcciones de la violencia: 1- que lleva a la proliferación de ho- micidios de múltiples y banales móviles (Apartadó, Turbo y Chigorodó); 2- otra que favorece el fortalecimiento de los actores organizados de la violencia sobre el fondo del miedo y la ausencia de identidad”18. La identificación de puntos críticos para el homicidio en el concierto na- cional e inclusive la identificación de los focos en las concentraciones ur- banas, semiurbanas o rurales y su relación conactores, factores, escenarios económicos, políticos y sociales son elementos determinan- tes para la comprensión de las lógicas y dinámicas propias de la violen- cia en los contextos particulares. 18 Cubides, F. et al. La violencia y el municipio colombiano 1980 – 1997. Santa Fe de Bogotá: Universidad Nacional, Facultad de Ciencias Humanas, Colección CES, primera edición. Julio de 1998, p. 73. 32 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF Distribución según edad y género El homicidio durante el año pasado en términos generales conserva las tendencias registradas en periodos anteriores; así; el género más vul- nerable continúa siendo el masculino, con 93% de la distribución; por cada mujer víctima de homicidio hubo 13 hombres. Figura 3. Las per- sonas en edad económicamente activa fueron las más afectadas (89% de los casos. Figura 4); es de suponer su mayor compromiso en virtud de su gran dinamismo y movilidad, su desenvolvimiento en mayor nú- mero de roles y su mayor participación y emergencia en diversos esce- narios de socialización. La estratificación por género muestra que 7% eran niños, entendidos como menores de 18 años, y 15% niñas; en personas de 60 años y más, hombres y mujeres guardan la misma pro- porción (1%). Esta distribución destaca el grado de indefensión, vulne- rabilidad y riesgo de muerte de los niños y específicamente de las niñas, en las interacciones violentas con sus agresores. Los hombres jóvenes fueron las principales víctimas de homicidio en los diez escenarios señalados con compromiso, desde 83% en Chigorodó hasta 97% en Patía. Figura 4. Tasa de homicidios según grupo etáreo. Colombia, 2000 Figura 3. Homicidios según género. Colombia, 2000 33 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF Distribución según mes La distribución de los eventos por meses no muestra un patrón parti- cular que hable de periodos con más probabilidad de ocurrencia; el mes con el mayor número de casos fue diciembre, con 2.427 (9,5%), se- guido de julio, con 2.247 (8,8%). El promedio mensual fue 2.138, 493 a la semana, 70 por día y 3 por hora. Si los factores que están en la base de la producción del homicidio son permanentes en el tiempo, es de esperarse que la temporalidad del fenómeno no guarde una distribu- ción particular, sino que se comporte de manera constante. Figura 5. Sin embargo, los homicidios derivados de la violencia impulsiva o es- pontánea sí pueden guardar cierta relación temporal con los días de fes- tividad, mercado o vacaciones, en los que el nivel de interacción humana aumenta y, por ende, la posibilidad de desenlaces violentos. El munici- pio de Apartadó (con la tasa de necropsia más alta) presenta una distri- bución relativamente homogénea de los homicidios por mes; lo mismo en Medellín, ciudad con el mayor número de casos reportados, se pre- sentó un ligero aumento durante el mes de diciembre; en esta ciudad, agosto, reconocido por las festividades, tuvo una distribución similar al promedio, en tanto que Bogotá muestra un comportamiento similar, por lo que se puede concluir que estas grandes ciudades no impactan la distribución por mes. Figura 5. Homicidios según mes. Colombia, 2000 acercamiento a afirmaciones ob- jetivas, razonables y verificables, aportando de esta forma informa- ción realmente útil al proceso judicial. Nadie podrá ser condenado por un hecho que no ha cometido. Esa afirmación significa que el juicio debe realizarse sobre aconteci- mientos demostrados como cier- tos y la ley debe aplicarse solamente sobre este tipo de he- chos, excluyendo totalmente aquello que deje asomo de duda. Esta “demostrabilidad” es una exigencia que conduce al juez a hacer distinción entre la afirma- ción y el método utilizado para llegar a ella. Sólo al hacer públi- co el proceso seguido para averi- guar una afirmación y presentar además los elementos que prue- ban la veracidad de la afirma- ción, se facilita el cumplimiento del derecho de defensa cual es el RENÉ MAGRITTE. L’ART DE VIURE, 1967. 34 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF Distribución según arma o mecanismo causal En el ámbito nacional el arma de fuego sigue siendo el elemento más utilizado para cometer homicidios, 85% de la distribución, con un au- mento de 1% frente a 1999. Figura 6. Detrás de la comisión de los ho- micidios con arma de fuego está la clara intención letal, la cual no guarda grandes diferencias en el compromiso por género; mientras en 86% de los casos los muertos con este instrumento fueron hombres, en 77% lo fueron las mujeres. Estos porcentajes están ligeramente por encima de los registrados en el año anterior y cuestionan los esfuerzos de des- arme que pueden no estar teniendo los efectos deseados, tal vez por- que se realizan sin una adecuada discriminación de los grupos objetivo. Alrededor del desarme debe haber toda una construcción desde la cul- tura, puesto que cualquier elemento, por inofensivo que parezca, pue- de ser convertido en un arma mortal, alterando su uso, pues “las armas no causan por sí solas la violencia sino que ello depende del contexto en que se utilizan, su papel crítico está en la transformación de los con- flictos sociales y políticos al hacerlos mucho más violentos”19. El arma de fuego es el principal elemento para el ejercicio de la violen- cia con un rango que va desde 84% en el municipio de Chigorodó has- ta 96% en Barrancabermeja y Granada. Figura 6. Homicidios según mecanismo causal. Colombia, 2000 19 IANSA Opportunities for the UN 2001. Conference on the illicit trade in small arms and light weapons in all its aspects. Traducción libre al español de la Fundación Gamma Idear. Febrero 28 de 2001, p. 1. 35 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF Homicidios según móvil No es posible conocer las motivaciones reales que están en el fondo de la comisión del acto homicida en la fase tan preliminar de la investi- gación en que los datos son recolectados por el sistema médico forense. Para la formulación de hipótesis al respecto, más que estadísticas de víc- timas se requiere conocer datos sobre los victimarios, las interrelaciones que sostenían con su agredido, o los posibles factores asociados o precipitantes. Hay una multiplicidad de razones que pueden ser motivo o desencadenante del acto violento, entre ellas: “impedir la diferencia, hacer sentir la superioridad, defender un principio, negar el conflicto, ganar un negocio, eludir un pago, vengar un agravio” 20. Las clasificacio- nes de los móviles realizadas por el INML y CF presentan algunas difi- cultades porque algunos de ellos no son a ciencia cierta una motivación, sin embargo, aproximaciones al respecto pueden ser deducidas de los eventos circunstanciales alrededor del acto. Con respecto al año pasado hay un ligero aumento en el registro y se conserva la venganza como el móvil predominante, seguida del atraco y la riña; el enfrentamiento armado aporta también un porcentaje im- portante (5.1%), Figura 7, sin embargo, presenta gran subregistro, te- niendo en cuenta los contextos donde se ubican los puntos de atención. Las deficiencias en este registro han favorecido el mito de que la vio- lencia política colombiana es insignificante si se compara con la calleje- ra, dejando de lado que en las áreas de conflicto hay obstáculos para el registro y operan lógicas que posibilitan la expansión conjuntamente de otras formas de violencia, “la proliferación del homicidio común... bien puede provenir del desborde de la violencia política en la medida que haya incapacitado al Estado para la función de justicia, o consolidado pa- trones culturales de comportamiento, o revelado la eficiencia de esta suerte de recurso de solución”21. Se continúa observando un gran subregistro del móvil; de los 25.655 homicidios sólo 45% (11.507) cuentan con información deesta característica. Esta es una situación preocupante que altera las posibles hipótesis explicativas, y puede ser el reflejo de la organización de los actores con el ejercicio de estrategias de ocultamiento, o el sometimiento a la intimidación que perpetúa la baja denuncia, la inoperancia de la justicia y la impunidad. 20 Cubides, F. et al. La violencia y el municipio colombiano, 1980–1997. Santa Fe de Bogotá: Universidad Nacional, Facultad de Ciencias Humanas, Colección CES, primera edición. Julio de 1998, p. 17. 21 Cubides, F, op cit, p. 23. de controvertir y cuestionar no sólo las pruebas en sí mismas, sino además la idoneidad de los participantes y de métodos cientí- ficos utilizados, las máquinas y la tecnología, en fin, todo aquello que da solidez a las pruebas alle- gadas al expediente. Lo descrito hasta aquí expone la similitud que existe entre la forma de acercamiento que hace un “cien- tífico” al conocimiento y la que hace un “investigador judicial” para el mismo fin. Los dos compar- ten una “vasta empresa que ocupa una gran cantidad de esfuerzos hu- manos, en procura del objetivo para adquirir conocimientos acerca de la realidad”. Los dos deben ob- tener conocimientos verificables, su actividad está enmarcada dentro de un contexto social, los dos son influenciados por valores, cultura, tradición e interés. Por esto se puede afirmar que tanto la actividad del científico como la del investigador son ta- reas que no se pueden desempe- ñar individual o aisladamente, sino que se trata de una “activi- dad social” 5 , la cual involucra expertos en diferentes áreas, usa técnicas y herramientas apropia- das, desarrolla el trabajo de las personas, dentro de un equipo que es capaz de aplicar un méto- do que asegure que el resultado de la investigación es un conoci- miento cierto, indudable y lo más cercano posible a la “verdad”. La aplicación del método es lo que garantiza que la “afirmación” sea el producto de un proceso juicioso, racional, riguroso y confiable; atri- butos indispensables para que la justicia y sus instrumentos puedan actuar debidamente. La Constitución Nacional, en su proclama de derechos, garantías y deberes declara que quien sea sindicado de un delito tiene dere- cho a controvertir las pruebas presentadas en su contra. 6 36 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF Una forma de agrupar los móviles está dada por su relación con la vio- lencia impulsiva o espontánea, cuya manifestación típica es la riña, la ins- trumental o planeada, reflejada en los atracos, la venganza o ajuste de cuentas y la intolerancia social, y la violencia misteriosa, aquella de la cual poco se conoce sobre las circunstancias, actores y motivaciones. Si so- metemos los casos nacionales a este registro, encontramos que 8% es impulsiva, 29% instrumental y 63% misteriosa. La violencia impulsiva pueden incluir casos de violencia instrumental enmascarados, ya que la riña es al parecer una forma espontánea de resolver un conflicto, pero este como tal no surge súbitamente, por el contrario, pudo haberse gestado con anterioridad y acumular tensión hasta resolverse violentamente. Suponiendo que en realidad la riña es producto de una violencia impulsiva, las políticas coercitivas no tendrían mucho efecto en su control, y el único camino a seguir sería prevenir su producción por medio de transformaciones culturales. De otra parte, la venganza como prototipo de la violencia instrumental supone relaciones previas entre víctima y victimario y por tanto un con- flicto sin dirimir, ya sea en lo público o en lo privado, que se resuelve mediante la planeación. Algunos estudios plantean que la venganza, en términos generales, es producto de criminalidad con algún grado de or- ganización, hipótesis que sólo puede ser probada si se correlaciona con el contexto en que se produce. La proporción significativa de violencia instrumental va en contravía con la idea de que “somos violentos por Figura 7. Homicidios según presunto móvil. Colombia, 2000 37 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF naturaleza” pues es poco plausible que la violencia en Colombia se ejerza sin mediación de razón o motivo o contra un blanco descono- cido; por el contrario, requiere de la interrelación que se da entre los seres humanos. La distribución del homicidio según lugar de los hechos, agresor y mó- vil adquiere mayor relevancia si se analiza en el contexto local en el cual ocurre pues permite hacer algunas deducciones sobre los tipos de vio- lencia que operan en cada uno. Los primeros 10 municipios presentan una proporción de desconocimiento del móvil en un rango que oscila entre 28% en Barbosa (Antioquia) y 99% en Granada (Meta). En la primera predominó la venganza o ajuste de cuentas (38%), seguida de Roldanillo (26%) y Santa Fe de Antioquia (25%); en cambio, el enfren- tamiento armado fue significativo en Puerto Berrío (25%). Ante este panorama hay varias consideraciones obligadas; por ejemplo, se encuentra una gran proporción de ocultamiento alrededor del mó- vil en las ciudades “de extrema violencia”, de las cuales escapa Barbosa, donde predomina la venganza. La mayoría de los sitios están afectados por el conflicto armado, lo que puede derivar en pocas posibilidades de indagación alrededor de las motivación; se resalta también el predomi- nio de la venganza en lugares donde ha operado el narcotráfico. El conocimiento del móvil es más probable en los grandes centros ur- banos; Medellín, con 17,3%, Cali, 12,7%, Bogotá, 8,5%, Barranquilla, 2,7%, y Bucaramanga, con igual porcentaje, concentran 44% de los pre- suntos móviles. En los sitios señalados la mayor infraestructura técnica de la policía judicial facilita la indagación y conocimiento alrededor de los hechos en el momento del levantamiento, con lo cual las actas apor- tan mayor información y apoyo a la “investigación científico criminalística de la muerte” 22 para que alcance sus objetivos de esclarecer el homici- dio y contribuir para que se castigue al culpable. Otra hipótesis es que en las grandes ciudades se puede diluir el temor a la retaliación contra los informantes que señalen posibles móviles y actores. Esta hipótesis adquiere fuerza cuando se traen a colación municipios donde la infor- mación sobre los móviles tiende a cero, entre ellos Granada, Puerto López, San Vicente de Chucurí, Garagoa y Sincé, escenarios donde la colaboración con la autoridad judicial puede ser conocida y castigada; el único municipio donde esta lógica se controvierte es Bello, donde, a pesar de ser un gran centro, opera esta condición. 22 Es el avance de las ciencias forenses, cuyo aporte real consiste en el análisis científico de la evidencia física, tanto en la escena como en el cuerpo y muestras relacionadas, para aportar pruebas de carácter objetivo, reproducibles, verificables y oportunas en términos de confrontación de sospechosos y testigos. Departamento de Patología. Documento Discursivo, 5 de marzo de 1999. Para que un ciudadano pueda ha- cer uso de este derecho y debatir las pruebas, es indispensable que quien acusa esté en capacidad de “demostrar” no sólo los resultados sino cómo llega a esos resultados. Tanto para el investigador cientí- fico como para el investigador judicial existe una constante ame- naza de que su “mente emocio- nal” invada su “mente racional”, poniendo en alto riesgo la solidez y objetividad de los resultados del proceso de investigación al permi- tir que sus pareceres, sus paradigmas, sus deseos o sus in- tereses “contaminen” el proceso. Una “vacuna” contra esta tenden- cia natural la ofrece el denomina- do pensamiento científico, el cual protege (hasta cierto punto) al investigador de atribuir su propia “fantasía” al objeto que observa y que de ser usado de manera habi- tual por el investigador judicial, no entrenado en el rigor de la ciencia y sus métodos, lo previene de la tentación de la subjetividad. Por ello los sistemasmodernos de investigación criminal lo invitan a adentrarse en el aprendizaje de otros modelos de pensamiento, como por ejemplo, el mencionado “pensamiento científico”. FRANCIS PICABIA. PYRGITA, 1937-38. 38 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF En cuanto a la influencia de los presuntos móviles, en la ocurrencia del homicidio, se evidencia una asociación negativa leve entre las tasas de riña y homicidio (r = –0.1), es decir, hay más homicidios por riña en los sitios menos violentos, o en estos la violencia es más impulsiva o emocional. En cambio, en los sitios con tasas de homicidio mayores de 200 se ven bajas tasas de homicidio en atraco, lo cual puede darse por el control social derivado de los actores que coexisten en estos sitios. La correlación positiva entre tasa de homicidio y atraco se da en muni- cipios violentos. Así mismo, hay una asociación positiva y moderada entre la tasa de homicidio y la tasa de venganza o ajuste de cuentas, r = 0,3: a mayor tasa de ajuste de cuentas, mayor tasa de homicidio. Las tasas de enfrentamiento armado e intolerancia presentan una asociación po- sitiva leve con las tasas de homicidio, r =0,1 y r =0,2, respectivamen- te. La franja de violencia sin móvil conocido muestra una intensa asociación positiva, r =0,7, lo que implica que a mayor tasa de homici- dio mayor ocultamiento, sombra y misterio alrededor del hecho. La re- visión individual de la correlación para los diez municipios con las tasas más altas y los diez con las tasas más bajas muestra patrones iguales a los nacionales. Agrupando cada uno de los móviles como producto de una violencia impulsiva o una planeada, la última incluye los casos sin información puesto que la violencia que oculta el móvil supone ejercicio de planeación; se encontró que a mayor tasa de homicidio planeado, me- nor tasa de homicidio por violencia impulsiva; esta correlación es aun más manifiesta en los diez municipios con las primeras tasas; se sale de esta tendencia Puerto Berrío, donde hay tasas altas para los dos tipos analizados. 39 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF Distribución según autor Del total de homicidios registrados a nivel nacional, se tiene informa- ción sobre el autor en 14.521 casos, es decir, más de la mitad (57%) de los hechos. Figura 8. El desconocimiento llevan a un círculo vicioso que conduce a la impunidad social entendida como “la aceptación de los agentes reconocidos de la violencia y delincuencia, sin someterlos a ninguna sanción colectiva”23. El desconocimiento del agresor es preocu- pante, pues es un indicador indirecto del grado de impunidad, ya que no se inicia un sumario si el agresor es desconocido, según el decreto 050 de 1987. En Apartadó, Chigorodó, Puerto Berrío, Tuluá, Barrancabermeja y Gra- nada se observan las proporciones más alta de desconocimiento del agresor (rango 59% - 96%), en contraposición a Patía, Barbosa y Roldanillo, donde este pudo identificarse con mayor frecuencia. Barrancabermeja, 9%, y Puerto Berrío, 17%, son los sitios donde la fuerza pública es un autor conocido de manera significativa. 23 Franco, S. El quinto no matar. Bogotá: TM Editores, IEPRI - UN, 1999, p. 54. Los casos de autores desconocidos siguen ocupando una gran proporción, situación que podría explicarse por la escasa indagación, estrategias de ocultamiento, o la mínima denuncia de los allegados a las víctimas, bien sea por miedo a la represalia o porque ante la poca credibilidad en las instituciones del Estado prefieren hacer justicia por su cuenta Figura 8. Homicidio según autor. Colombia, 2000 Lo anterior no significa que para desarrollar su labor el detective debe eliminar su intuición, su emoción o su “olfato”. Por el con- trario, un buen investigador que ha desarrollado esas característi- cas es un ser dotado de una habili- dad estratégica que comúnmente lo hace más efectivo y exitoso. Lo que se quiere señalar es que la investigación es un proceso en donde es válida la intuición, pero lo debe regir la razón, pues cual- quier resultado debe ser compro- bable y verificable desde lo objetivo y desde lo racional. CARACTERÍSTICAS DEL PENSAMIENTO CIENTÍFICO Las palabras ciencia y científico producen en un buen número de profesionales una asociación in- mediata con sabios, experimento, alta tecnología, laboratorios sofisticados, etc., y una natural resistencia ante lo que presumen árido, difícil, fuera de alcance. Por eso es importante aclarar que en este escrito la denominación “científico” se refiere al cumpli- miento de ciertas características que dan confianza y buen nivel de certeza al conocimiento alcanza- do. Esas características son las siguientes: 1. Conceptualización. Una dife- rencia importante entre el conoci- miento ”vulgar” y el conocimiento científico, lo da el rigor del enten- dimiento que se impone a los con- ceptos que se utilizan y la precisión de las definiciones. Nociones como “diligencia”, “auto”, “cul- pa”, significan una cosa en el len- guaje popular y otra en el jurídico. En el proceder judicial existen algunas nociones establecidas con precisión desde los códigos; tam- bién existen muchas otras que se entregan a la interpretación en ocasiones de expertos bien sea 40 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF Distribución según lugar de los hechos Esta característica presenta un mayor nivel de registro, el cual asciende a 82% de los casos; la vía pública sigue siendo el primer lugar, con 53% de los casos. Figura 9. El carácter impersonal de este escenario en nuestras ciudades “espacio de nadie”, hace que sea de fácil apropiación por parte de los violentos, que marcan territorios de miedo, donde las redes crimi- nales operan con facilidad ante la inminencia del anonimato del delito. Los sitios donde los agresores pueden ser identificados, como el hogar, vehículos, bares u otros lugares de diversión y el trabajo, presentan una baja distribución, totalizando 17%. Los lugares baldíos, en los que ope- ran las mismas lógicas de la vía pública y por excelencia las del oculta- miento, concentran un 8%. Reproduciendo la realidad nacional, la vía pública es el sitio del hecho que predomina en Santa Fe de Antioquia, Granada, Patía y Barrancabermeja, municipios donde este tipo de escenario supera el 60%; en Apartadó, Chigorodó, Roldanillo y el mismo Santa Fe de Antioquia la residencia adquiere importancia como lugar del hecho, con un porcentaje que oscila entre 13 y 26%; el acceso de los autores a las residencias puede facilitarse en los lugares donde imperan la baja pre- En la vía pública la información alrededor del posible agresor queda dispersa, ya que las personas prefieren evitar verse comprometidas en un proceso judicial, y evaden la responsabilidad de ser testigos de un homicidio. Figura 9. Homicidio según lugar del hecho. Colombia, 2000 41 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF sencia estatal y la fragmentación social y por tanto la ejecución del acto puede encontrar poca o ninguna resistencia. En Santa Fe de Antioquia el espacio laboral ocupó un lugar importante (10%). En las primeras 10 ciu- dades el terreno baldío también cobra importancia como escenario, con predominio de Puerto Berrío, 29%, Apartadó, 37%, y Barbosa, 48%. Correlación con otros eventos Profundizar en la naturaleza del homicidio exige conocer su relación con otras formas o manifestaciones violentas. La influencia de la tasa de homicidios de 1999 sobre la del 2000 en los 123 municipios muestrales dibuja una tendencia positiva intensa (r =0,74); el análisis para los 10 municipios más y menos violentos muestra una asociación aun mayor (r =0,9), que implica influencia directa de la tasa del primer año con res- pecto a la del segundo, y es quizás este comportamiento el que segu- ramente tiene una mayor historicidad y cambios sutilesen el tiempo. El mismo Rubio define que la tasa de homicidio de un año puede ser un factor predictor24 del comportamiento en el siguiente, evento que puede sugerir una especie de arraigo de factores generadores de violencia, que no cambian ni rápida ni sustancialmente en el tiempo, y que también contradicen la posibilidad de lo impulsivo de la violencia, pues si así ocu- rriera no tendría porque repetirse en los mismos escenarios. Figura 10. La letalidad25 es un indicador construido para reflejar la intensidad de la violencia en cada municipio, y se define como la intencionalidad de causar la muerte sin mediar otra posibilidad para la resolución del conflicto. Re- sulta interesante comparar los homicidios como evidencia directa de 24 Rubio, M. Crimen e impunidad: Precisiones sobre la violencia. Santa Fe de Bogotá: TM editores, CEDE, 1999, p. 46. 25 Letalidad: Relación muerte/lesiones en un espacio y tiempo definidos. Figura 10. Correlación tasas de homicidio. Colombia, 1999-2000 42 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF letalidad y las lesiones personales donde esta no es tan manifiesta. Santa Fe de Antioquia es el sitio donde confluyen simultáneamente altas ta- sas para los dos eventos, en tanto que Puerto Berrío está entre los diez municipios con más alta tasa de homicidio y, a la vez, entre los diez con menor tasa de lesiones, caracterizándose como el municipio con la más alta letalidad. La relación inversa, es decir, municipio con alta tasa de lesiones y baja de homicidios, se presentó en Zipaquirá. La razón entre muertos y lesionados en el país es de uno a diez. Munici- pios con razón uno a uno, es decir, con alta letalidad, son: Belén de Umbría, Carmen de Bolívar y Chinchiná. Los municipios con baja letalidad son San Andrés (1 muerto:17 lesionados), Leticia (1:98), Garagoa (1:92), Tunja (1:73), Manzanares (1:71), Zipaquirá (1:61), Espinal (1:53), Girardot (1:51), San Gil (1:48) y Duitama (1:43). Estos últimos son en su mayoría municipios con arraigados patrones culturales tradicionales y sin influen- cia directa del conflicto armado, o de bonanzas legales o ilegales. La correlación entre las tasas de homicidio y las lesiones personales es débil e inversa (r =–0,2), Figura 11, sugiriendo que a mayor número de homicidios la violencia es más letal, y por tanto habría un menor nú- mero de lesionados, es decir, que son fenómenos excluyentes o de na- turaleza diferente; sin embargo, un alto índice de lesionados puede también sugerir un aumento de la intensidad de las relaciones interpersonales y por consiguiente mayor probabilidad de desarrollo de hechos violentos con diferentes desenlaces. En los sitios donde hay aumento significativo del homicidio por encima de la lesión puede haber baja denuncia o el temor a ser víctima de homicidio lleva a la fractura de las relaciones al restringirse el desarrollo de actividades en el espacio pú- blico, pues una estrategia de sobrevivencia es esconderse o restringir la actividad en común. Los municipios con esta característica suelen ser do- minados por actores armados o donde estos han ganado protagonismo. Figura 11. Correlación tasas de homicidio y lesiones personales. Colombia, 2000 43 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF jurisconsultos, tratadistas, acadé- micos o especialista en el tema criminalístico; estas nociones son del campo de técnicos o inclusive de empíricos de alta experiencia. Empero, hay un buen número de nociones y denominaciones cuya definición las “acomoda” o em- plea cada investigador según sus necesidades, deteriorando la posi- bilidad de diferenciar el conoci- miento científico o técnico del “vulgar” o “popular”, lo que hace difícil la construcción de hipóte- sis que puedan describirlos y ex- plicarlos de manera satisfactoria. Dado que el lenguaje en ocasiones es un gran obstáculo para el en- tendimiento homogéneo de una idea, existe la necesidad de con- ceptuar con el “mayor rigor posi- ble” los componentes utilizados para el razonamiento que se expo- ne, teniendo siempre en mente que un concepto es “una idea ex- presada en palabras” 7 . Es indudable el perjuicio que se ocasiona a la justicia si el fiscal acusador intenta exponer una hi- pótesis que es interpretada por el juez con un sentido diferente al original debido al significado disí- mil que cada quien, atribuye al lenguaje. Retornando a la dirección de la correlación, esta marca una tendencia negativa para los datos nacionales y para los diez sitios con mayor y menor tasa (r –0,1). Las lesiones personales se concentran en sitios donde el empleo de la fuerza para dirimir conflictos está legitimada so- cialmente y se convierte en un código o valor; entre estos están los mu- nicipios del altiplano cundí boyacense, los cuales no presentan un patrón acentuado de movilidad geográfica, ni la presencia reconocida de acto- res armados. Las tasas de violencia intrafamiliar no muestran influencia sobre las tasas de homicidio en los municipios analizados (r =0,03); sin embargo, en los denominados pacíficos, caracterizados por mantener estructuras sociales tradicionalistas, se notan bajas tasa de homicidio frente a altas de violencia intrafamiliar; repiten algunos municipios del altiplano cundiboyacense, donde el uso de esta forma de violencia puede aceptarse socialmente con fines formadores, o puede operar el estigma frente al castigo para el aumento de la denuncia. De otra parte, en la relación homicidio-violencia intrafamiliar cabría for- mularse varias hipótesis; la primera es que en los sitios violentos las re- laciones familiares pueden ser más laxas o incluso inexistentes; allí el concepto de familia no implica vínculo y se disminuye la posibilidad de agresión, o la presión de otras formas de violencia es tal que pierde re- levancia la violencia intrafamiliar y se presenta baja denuncia; o también puede ocurrir que, al restringirse otros escenarios sociales, la familia puede cohesionar y fortalecer sus lazos como defensa, o, por el con- trario, ante la imposibilidad de liberar tensiones al exterior, estas se vuel- quen al interior de la familia. La dirección de la correlación no permite tomar una posición frente a la hipótesis bien difundida de que la violen- cia intrafamiliar es un factor de riesgo para otros tipos de violencia. REMEDIOS VARO. LA CREACIÓN DE LAS AVES, 1958. 44 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF Figura 12. Municipios con tasas de necropsia que superan dos o más veces la tasa nacional de homicidios. Colombia, 2000 45 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF 2. Objetividad: Es aquella carac- terística que asegura que lo des- crito corresponde al objeto observado, al elemento sobre el cual se quiere conocer algo, que pertenece a la realidad del objeto y que lo explica tal cual es y “no como nosotros desearíamos que fuese” 8 . Las opiniones o impre- siones, así como las ideas nacidas de nuestros paradigmas, son pen- samientos subjetivos, con fre- cuencia elementos contaminadores del raciocinio y del juicio crítico. La fórmula para combatir la sub- jetividad es que el conocimiento sea verificado por otra persona independiente del proceso desa- rrollado y que el conocimiento obtenido pueda ser demostrable ante una comunidad, para no aceptar y dar por cierto “nada que no pueda sufrir este proceso de verificación”. Ya lo mencionó Rene Descartes, en su obra El discurso del método, cuando enunció las cuatro reglas que seguiría para la búsqueda de conocimiento y enumera en pri- mer lugar la siguiente: 9 “No acep- tar jamás ninguna cosa por verdadera de la que no conozca evidencia como tal; es decir, evi- tar la precipitación y la preven- ción”. De tal manera que en el Método Cartesiano, en el Método Científico y en la metodología de la investigación criminal un re- quisito prioritarioes contar con evidencia suficiente que demues- tre que una afirmación es cierta. Por ejemplo, en la escena de un crimen si un investigador indaga la temperatura del cadáver colo- cando la mano sobre la piel del occiso y “siente” cierta sensa- ción, puede interpretarla como “cadáver tibio”, pero a otro inves- tigador, con el mismo método, le puede parecer “frío”. Probablemente ambos tienen ra- zón puesto que es una percepción de su idea de temperatura. Por Conclusiones El perfil de la violencia homicida, descrito a partir de las variables reco- lectadas por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses muestra unas dinámicas propias particularizadas a cada escenario geo- gráfico. Sin embargo, el patrón global describe un mayor compromiso del género masculino, en edad económicamente activa; las muertes se producen principalmente con proyectil de arma de fuego, en la vía pú- blica y por parte de autores desconocidos, al igual que la motivación que originó el hecho violento. El homicidio en Colombia, medido en términos de la tasa, se concen- tra en pocos municipios, los cuales a su vez no presentan una gran den- sidad poblacional. Por tanto, no se puede afirmar que sea un fenómeno eminentemente urbano. Los argumentos que plantean la violencia co- lombiana como una situación “normalizada” encuentran en la distribu- ción espacio-temporal de los homicidios, de acuerdo con los actores y las presuntas motivaciones, su mejor soporte. Hay una clara coincidencia histórica entre los municipios que ostentan las tasas más altas de violencia, las cuales se asocian a dinámicas socia- les claramente definidas, ya sean producto del conflicto armado, del auge del narcotráfico o de otras economías ilegales, procesos migratorios y de colonización, además de otros. Vale la pena destacar que los escenarios con una menor intensidad en la violencia homicida pueden relacionarse con altos índices de otras for- mas de violencia, por ello los indicadores que relacionan diferentes ma- nifestaciones violentas resultan adecuados para la comprensión global del fenómeno. Recomendaciones 1. Muchos de los esfuerzos de intervención sobre sociedades específicas son imposiciones emanadas de un nivel superior, sin que haya conoci- miento profundo de las mismas, probablemente como resultado de diagnósticos externos que no involucran a los sujetos. “La violencia es un problema social, económico y político complejo, su solución exige estrategias integradas en todas las comunidades y naciones afectadas, y basadas en un marco conceptual que incluya una comprensión holística de las causas e impactos de la violencia y de las posibles inter- venciones para reducirla”26, por tanto, cualquier intervención debe partir de conocer los afectados, sus creencias, sentimientos y percepciones, 26 Caroline, Moser. Marco conceptual para la reducción de la violencia. Documento de trabajo No. 2 sobre desarrollo sostenible. 1999, p. 2. 46 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF pues en ellas pueden estar las respuestas a sus problemas, y estas se consolidan cuando se fortalecen las formas de organización comunita- ria y se refuerzan las redes sociales. 2. Deben desarticularse los comportamientos violentos a partir de la cultura; por ello la promoción y difusión de formas alternativas de resolución de conflictos, basadas en la negociación de las diferen- cias, deben ser componentes básicos de programas educativos y pedagógicos formales e informales, lo que creará un ambiente fa- vorable para la paz y la tranquilidad social y, por ende, una cultura de la tolerancia que pueda revertir las posiciones ideológicas “que abierta o encubiertamente... propugnan la violencia como una so- lución inevitable en términos de lograr la eficiencia de los cambios, o una legitimización de la violencia como un principio válido en sí mismo para la interacción humana”27. 4. Se requiere desmantelar los territorios del miedo generando es- trategias para la apropiación del espacio público y de socialización que nazcan en la ciudadanía y en el mismo Estado. Se deben reali- zar jornadas de conquista de estos puntos críticos, en las cuales la participación de todas las instituciones que tienen presencia en los escenarios de garantía de la mirada y acción gubernamental como una forma de intervención integral con miras a contribuir a la solu- ción de sus problemas fundamentales. 5. Debe darse continuidad a los programas de restricción al porte y uso de armas de fuego reforzando el control a las armas legales para que no se vuelvan ilegales, responsabilizando directamente al po- seedor originario del arma de todas las acciones que se ejerzan con ella a menos que informe oportunamente que ha cedido su propie- dad. Igualmente, se debe luchar contra el tráfico de armas. Además, todo programa de desarme debe incluir un componente educativo bien focalizado proyectando la idea del desarme total, puesto que cualquier elemento puede convertirse en instrumento de violencia. 6. Se hace necesario desarrollar proyectos de investigación que so- brepasen las actuales dimensiones de diagnóstico y profundicen en los móviles, en el perfil de los victimarios y en los factores aso- ciados a la producción del hecho violento. 7. Debe trabajarse con los medios de información para lograr un mane- jo no amarillista de las noticias sobre hechos violentos, por ejemplo, no revelar detalles sobre técnicas sofisticadas de homicidio y delincuen- cia, “ya que existe un amplio consenso... que la violencia es un aspecto negativo de la conducta humana y que es rechazada por la inmensa mayoría de la población. Sin embargo... a juzgar por el lugar, la pre- eminencia, el espacio, la gratuidad, la forma como se presenta la vio- lencia en los medios de comunicación de masas, uno podría llegar a concluir que es un valor reconocido por nuestra cultura”28. 27 Coddon, F. La violencia en la ideología. En: Violencia en sus distintos ámbitos de expresión. Santiago de Chile: Dolmen Ediciones, 1997, p. 55. 28 Maturana Humberto, et al. Violencia en sus distintos ámbitos de expresión. Santiago de Chile: Dolmen Ediciones, 1997, p. 11. 47 Ce nt ro d e R ef er en ci a N ac io na l s ob re V io le nc ia - I N M L y CF 8. Debe fortalecerse la investigación judicial en cada una de sus ins- tancias, dando prioridad a la primera fase del trabajo en escena y al manejo adecuado de la evidencia como elementos claves para el develamiento del misterio en torno al homicidio y la identificación del cul- pable, con el fin de disminuir los niveles de impunidad. Igualmente, debe agotarse la fuente testimonial como aporte al esclarecimiento de los he- chos dentro de un marco de seguridad y protección eficaz a los testigos. 9. Se debe buscar un equilibrado desarrollo de la justicia social en Colombia, para atacar las manifestaciones que están en la base de la violencia: corrupción, narcotráfico, conflicto armado, justicia pri- vada o paramilitarismo, sicariato, desplazamiento, discriminación de minorías étnicas, desposeídos sociales, desapariciones, secuestros, violaciones a los derechos humanos, violencia contra la población civil y la misión médica. 10. Diseñar sistemas locales de alerta temprana, que permitan hacer vi- gilancia y seguimiento a factores estructurales y coyunturales reco- nocidos, cuya presencia han significado movimientos en la geografía de la violencia. Estos sistemas deben estar en las manos de orga- nismos internacionales, cuya garantía de neutralidad y finalidad meramente humanitaria evitará los riesgos de interferencia. Así mis- mo, diseñar medidas de intervención precoz con participación interinstitucional gubernamental y no gubernamental. 11. Debe estimularse la desjudicialización, para que los recursos del Es- tado sean invertidos en forma prioritaria en la investigación y san- ción de las violaciones del derecho a la vida y los derechos humanos; así mismo, incentivar el empleo de mecanismos alternos de soluciónde conflictos y aumento en los costos por uso del siste- ma judicial para delitos menores, fondos que deben ser dirigidos a apoyar los programas de convivencia. También se deben estable- cer programas de incentivos, exenciones tributarias y premios para las comunidades menos violentas. 12. Crear y comunicar en el nivel local líneas directas de denuncia de actividades sospechosas, y difundir la acción efectiva del Estado para frenar la impunidad, como estrategia para aumentar la credibilidad en las instituciones. 13. Debe propenderse por la consolidación de instituciones amables, donde los mecanismos para el control de la corrupción sean de co- nocimiento y veeduría públicos. 14. La prevención de la violencia y la delincuencia no se puede concebir al margen del diseño de una política social que busque la prevención del delito y, si este llega a una instancia en la cual la prevención pri- maria no funciona, desarrollar estrategias de prevención secundaria mediante una verdadera resocialización de los infractores. ser este hecho una afirmación no verificable, es subjetiva. Si, en cambio, se utiliza un termómetro y la lectura registra “22 °C”, esa in- formación, de ser verificada, ad- quiere la característica de objetiva y se podría incluir dentro de la afirmación científica brindando mayor confianza y credibilidad al expediente judicial. Una afirmación de esta categoría podría sustentar seriamente un cálculo aproximado de la hora de la muerte. 3. Racionalidad. El pensamiento científico utiliza como instrumen- to esencial la razón. El pensa- miento mágico, la suerte, el pensamiento religioso, son rem- plazados por el concepto, el juicio y el razonamiento. La lógica, la coherencia, la preci- sión son características que pro- tegen de apelar a explicaciones sobrenaturales, ambiguas o contradictorias. Por ejemplo, la explicación que un investigador diera a un suceso de maltrato in- fantil, “atribuyéndolo” a la nece- sidad que un adulto tenía de golpear a un menor como parte de un procedimiento para exorcizarlo dado que lo considera- ba víctima de una “posesión demoníaca”, no tendría cabida en el proceso de pensamiento cientí- fico como explicación lógica de un hecho de maltrato al menor. FRANCIS PICABIA. THE CLOWN, 1937-38.
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