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Patronelli,	Hilario;	Margueliche,	Juan	Cruz	Ramón
Relaciones	sur-sur.	Puentes	para	su
comprensión:	Una	mirada	alternativa
desde	el	continente	africano
V	Congreso	Nacional	de	Geografía	de	Universidades	Públicas
23	al	26	de	septiembre	de	2015
Patronelli,	H.;	Margueliche,	J.	(2015).	Relaciones	sur-sur.	Puentes	para	su	comprensión:	Una
mirada	alternativa	desde	el	continente	africano.	V	Congreso	Nacional	de	Geografía	de
Universidades	Públicas,	23	al	26	de	septiembre	de	2015,	Neuquén,	Argentina.	Geografías
por	venir.	EN:	Gabriela	Ana	Pérez	y	Lorena	Angélica	Higuera	(coord.).	Geografías	por	venir.
Neuquén	:	EDUCO	;	Universidad	Nacional	del	Comahue,	497-508.	En	Memoria	Académica.
Disponible	en:	https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.14453/ev.14453.pdf
Información	adicional	en	www.memoria.fahce.unlp.edu.ar
Esta	obra	está	bajo	una	Licencia	Creative	Commons	
Atribución-NoComercial-CompartirIgual	4.0	Internacional
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
RELACIONES SUR-SUR. PUENTES PARA SU 
COMPRENSIÓN. UNA MIRADA ALTERNATIVA DESDE 
EL CONTINENTE AFRICANO 
El contexto del Sur
Históricamente el Atlántico no ha funcionado como una uni-
dad coherente con una delimitación clara, por el contrario, 
nos encontramos ante un espacio abierto, formado por varias 
comunidades que se interrelacionan entre sí (Ayuso y Viilup, 
2013). Sin embargo, en la actualidad existen numerosas ex-
periencias de relaciones transoceánicas y han surgido nuevas 
iniciativas principalmente del sur y desde el sur, generando 
un nuevo escenario que intenta modificar las reglas de juego hegemónicas en el mapa polí-
tico del Atlántico.
Brunel (2011) señala que estamos en presencia de una Maritimización de las economías y una 
de una territorialización de los mares. Esto lo observamos en casos como el collar de perlas de 
China y la competencia por el Índico de varias potencias. 
Desde una perspectiva geopolítica tradicional, el Atlántico Sur ha representado un área peri-
férica a los centros de poder hegemónico, centrando su importancia en su carácter de arteria 
de comunicaciones interoceánica y de vinculación con regiones litorales productoras de re-
cursos primarios en el marco de la división internacional del trabajo. Su fisonomía da lugar a 
definirla como una región alejada de los centros de poder tradicional, abierto hacia el hemis-
ferio norte, con un importante desarrollo insular estratégicamente localizado.
Freres (2013), se interroga si existe realmente el Atlántico Sur más allá del espacio geográfi-
co. El primer problema es su delimitación. Algunos autores consideran que abarca todos los 
países de la cuenca Atlántica por debajo del Trópico de Cáncer. Otros lo sitúan en la línea 
divisoria más al sur, en el paralelo 15, entre Trinidad y Tobago y Dakar. Por otro lado, otros 
autores, utilizan una concepción más amplia y no estrictamente geográfica, que abarca desde 
México hasta Argentina. 
Frente a la situación geopolítica actual, estimamos que se están produciendo algunos cam-
bios trascendentales en esta caracterización. Una transición1 geopolítica se está definiendo 
1. El Atlántico Sur, durante la segunda mitad del siglo XX, la dinámica de su espacio fue coordinada por USA y una 
economía de mercado bajo la alianza estratégica con Europa Occidental en lo que se denominó “Tour de forcé”, 
para contrarrestar al bloque soviético. Pero en el siglo XXI, se empieza a observar una tendencia a la transición de 
las relaciones internacionales, de un pasaje de un poder central (USA) a otro de formato más policéntrico (Potencias 
emergentes como India o re-emergentes como China o Rusia). Esto conlleva a tener que pensar que estamos en 
presencia de una hegemonía consensuada o condicionada. 
Hilario Patronelli
(hilagp_9@hotmail.com)
Juan Cruz Margueliche
(jcruzmargueliche@gmail.com)
Facultad de Humanidades y 
Ciencias de la Educación
UNLP
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a escala mundial. En términos sumamente escuetos, podríamos definirla como un marcha 
desde un orden unipolar, de hegemonía estadounidense, a uno nuevo de tipo multipolar, 
aunque resulte aún prematuro definir cuántos y cuáles serán esos nuevos polos, aunque al-
gunos de los mismos ya podríamos relacionarlos con las denominadas potencias emergentes, 
una de ellas, Brasil, de ascendencia sudamericana y frente marítimo atlántico. Auyuso y Viilup 
(2013), consideran que no solo hay que buscar soluciones comunes a problemas compartidos, 
sino además pensar en los sistemas de gobernanza. Por esta dinámica de interdependencias, 
los movimientos a escala global no vienen determinados únicamente por la política exterior 
de los Estados, sino que incorporan dinámicas articuladas de escala regional, nacional y local, 
que a su vez proyectan múltiples conexiones transfronterizas y transregionales (Sassen, 2003).
Estas relaciones han sido definidas dentro de un denominado sistema de cooperación Sur-Sur, 
lo cual no significa repudiar las relaciones internacionales hegemónicas (Norte-Sur y Norte-
Norte), sino intensificar las que se producen entre potencias y economías emergentes y con 
respecto a las denominadas economías subdesarrolladas o sumergidas.
Gladys Lechini (2009), nos habla del concepto de sur global2, en donde el sur no es sólo un 
concepto geográfico, sino más bien una localización de la periferia. Se trata del sur del cen-
tro, al cual se lo identifica con el norte. De esta manera, el concepto sur, surge como com-
plementario y/o distintivo de otra realidad diferente a la de los países del norte: industria-
lizados, desarrollados, centrales. Comprende un grupo de países periféricos o en desarrollo, 
que comparten situaciones similares de vulnerabilidad y desafíos semejantes, a pesar de sus 
grandes diferencias geográficas e históricas. El sur ingresó en el vocabulario de las relaciones 
internacionales con la independencia de los países de Asia y África, a partir de la posguerra 
de la segunda guerra mundial.
En la actualidad, la cooperación política entre los países del sur apunta a reforzar las relacio-
nes bilaterales y/o las coaliciones, tanto en sus vínculos directos como en su acción frente a los 
foros multilaterales. Esta política les aporta un mayor poder de negociación en dichos foros 
de cara a las propuestas hegemónicas, siempre tendientes a beneficiar a las grandes corpora-
ciones y entidades financieras.
África en búsqueda de la integración regional
Dentro de las alternativas y estrategias para superar la instancia de crisis y estancamiento 
de los Estados africanos, se planteo como nuevo escenario la integración regional. Por un 
lado Kabunda (2012), nos plantea que la integración regional, requiere de la creación de una 
2. El primer antecedente de esta idea de sur puede encontrarse en la proclamación de Pansha Shila (los cinco 
principios de la coexistencia pacífica), por los Primeros Ministros de China e India, Chu En Lai y Jawaharlal Nehru, 
el 28 de junio de 1954. Pero su puesta en escena como grupo de países fue entre el 18 y el 24 de abril de 1955, en la 
ciudad indonesia de Bandung, en una reunión que marcó el ingreso de los países del tercer mundo en la escena in-
ternacional como instrumento político importante, en lo que se llamó el despertar de los pueblos afroasiáticos. Otro 
antecedente a destacar se dio en la década de 1960, en 1966, en la ciudad de La Habana (Cuba), con la organización 
de la Primera Conferencia Tricontinental que creó la OSPAAAL (Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, 
África y América Latina).
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estructura supranacional, en donde más de un Estado debe renunciar o ceder parcial o total-
mente sus soberanías, para crear instituciones a fines al marco de integración.Para Kabunda, 
este proceso sería el objetivo ideal a lograr. Pero nos propone, un camino intermedio a dis-
cutir y analizar: la cooperación. En ella, no se requiere ceder la soberanía, y se instrumenta 
en un marco de solidaridades que no necesariamente son intercambios económicos, ya que 
imprimen otro tipo de relaciones que operan de manera funcional, evitando la multidimen-
sionalidad de los problemas para enfocarse en las cuestiones de mayor urgencia. Para Ka-
bunda, este tipo de relaciones serían el medio para lograr instancias superiores. En África, los 
modelos de integración han fracasado. En las últimas cuatro décadas, se han creado más de 
doscientas instituciones al respecto. Entre los principales obstáculos de la integración regional 
podemos destacar los siguientes:
• La integración requiere ciertos requisitos que alimenten e incentiven la integración: 
transferencia de soberanías, gestión de los conflictos, convergencia de intereses, mo-
neda común, entre otros;
• La necesidad de en primera instancia de lograr la integración nacional de los Estados 
de manera individual;
• La extroversión política y económica. Desde lo político se debe plantear otro tipo 
de Estado. El africano es excéntrico y neopatrimonialista. Y desde lo económico se 
depende de los aportes externos (divisas);
• La existencia de micro-nacionalismo exacerbado;
• La existencia de conflictos fronterizos;
• Ausencia de compensaciones producto de los desacuerdos sobre el reparto de los 
costos y beneficios;
• La carga externa y los ajustes estructurales;
• El rol de la OMC y la apertura de los mercados, lo cual solo beneficia a las multina-
cionales. En el actual escenario global, África no cuenta con las ventajas competitivas 
dinámicas que si lo portan los países industriales. Algunos apuntan a que solo debe 
insertarse al mercado, el África útil, es decir aquellas regiones que cuenten con las 
herramientas necesarias para afrontar este desafío del mercado global;
• La escasez de infraestructura, transporte y comunicación;
• Los problemas demográficos;
• La falta de una política de complementariedad entre las economías para no producir 
los mismos productos y de esta manera evitar la competencia.
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Para la autora Barró Herrera (2008), uno de los tantos retos al que debe afrontar los países 
africanos es el de la extrema complejidad que ha adquirido el escenario político-institucional 
internacional. Esto es apreciable en el hecho de que los países africanos actualmente deben 
llevar adelante negociaciones a tres niveles: bilateral, regional y multilateral. En el plano 
bilateral, los países africanos se han tenido que enfrentar a las negociaciones/relaciones con 
la Unión Europea (UE) y Estados Unidos, además de las que deben realizar con otros actores 
internacionales de menor importancia relativa. En el plano regional, los países del continente 
se encuentran enmarcados en los diversos esquemas de integración y cooperación regionales, 
que poseen una amplia variedad de objetivos, han determinado distintas prioridades para su 
logro y se mueven a diferentes velocidades.
Adicionalmente se presenta el problema de que algunos países pertenecen a más de un es-
quema integracionista con el consiguiente problema para cumplir con los objetivos de todos 
con un aceptable nivel de coherencia a la hora de poner en práctica de sus políticas econó-
micas. Un fenómeno significativo es que 26 países africanos pertenecen a dos agrupamientos 
económicos regionales, 20 son miembros de tres, uno es miembro de cuatro y sólo 6 son 
miembros de un sólo agrupamiento.
En el plano multilateral, los países africanos se ven enfrascados en las negociaciones/relacio-
nes con las principales instituciones internacionales. Por sólo señalar dos casos, tomemos el 
Banco Mundial (BM) y la Organización Mundial de Comercio (OMC). En sus negociaciones/ 
relaciones con el BM, además de las reformas económicas (programas de ajuste estructural de 
segunda o tercera generación), los países africanos se ven ahora sometidos a la negociación y 
puesta en práctica de los Documentos Estratégicos para la Erradicación de la Pobreza (PRSP).
Cooperación desde la visión africana
En la obra coordinada por Kabunda (2011) África y la cooperación con el Sur, se analiza los 
retos del continente africano en su búsqueda de alternativas de desarrollo diferentes a las 
propuestas hegemónicas construidas desde los países del Norte históricamente.
África, se presenta confinada a ser víctima de la globalización, proveedora de materia prima 
y a la expoliación de sus recursos. Para superar este escenario determinista colonial, es ne-
cesario acabar con las relaciones de dominación heredadas, como así también modificar la 
estructura de los estados africanos excéntricos que responden a la exigencia del afuera. 
Una alternativa, es el interés de los Brics en África3. Una alternativa que debe ser analizada, 
ya que si se reduce a lo económico, perdemos de vista la cooperación. El caso de China en 
África, algunos lo ven como una oportunidad (inversión en infraestructura) y otros como un 
peligro (competencia con productos locales, contaminación, etc.). Los integrantes de los Brics 
en África, debemos analizarlos por separado, ya que la participación de sus integrantes tiene 
matices, aunque la búsqueda de recursos es un denominador común. 
3. El caso de Sudáfrica, como integrante del Brics, busca un rol de potencia regional. Este objetivo, choca con las 
grandes desigualdades internas que padece este país, sobre todo con lo acontecido en el proceso apartheid. 
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En la actualidad el interés de China por África Subsahariana se centra, exclusivamente, en 
el aspecto comercial. El gigante asiático es el primer socio comercial de África y el principal 
inversor directo en el continente. Todo ello con un objetivo bien claro: conseguir los recursos 
naturales que necesita para mantener el crecimiento acelerado de su economía. 
La cada vez más fuerte influencia china en África se materializa, desde el año 2000, en el Foro 
sobre China y África (FOCAC) que tiene como objetivo favorecer la cooperación bilateral.
Se puede afirmar que China fue pionera en romper la hegemonía de las potencias coloniales 
en África subsahariana pero en la actualidad no está sola. En los últimos años, el resto de los 
llamados países Brics, Brasil, República Sudafricana, India (China) y Rusia, se han unido a ella. 
En los últimos años, Occidente ha sufrido una profunda y prolongada crisis financiera. En 
contraste, la mayoría de los países africanos han experimentado un rápido crecimiento eco-
nómico. 
En este crecimiento económico no cabe duda de que la intervención de los Brics ha tenido 
mucho que ver. Ellos han sido capaces de responder a la cada vez mayor demanda de produc-
tos básicos por parte de los ciudadanos de África subsahariana, además de invertir en sectores 
como la minería o las infraestructuras, entre otros.
El creciente interés de China por África es evidente y se refleja a través del comercio, las inver-
siones extranjeras directas (IED), los préstamos estatales, la creación de zonas especiales econó-
micas, los contratos de construcción, etc. La IED china está presente prácticamente en la mayo-
ría de los países africanos, las estimaciones sobre el número de empresas chinas establecidas en 
África mediante IED varían y no hay información estadísticas fiable pero probablemente sean 
del orden de 2.000 compañías (CEA 2011). La mayoría de la IED está en manos de un pequeño 
grupo de compañías estatales chinas, pero la gran mayoría son pymes chinas. Esta IED china se 
concentra principalmente en las industrias extractivas. Las inversioneschinas en el sector de la 
construcción van encaminadas a infraestructuras de transporte, edificación pública y estadios 
en distintos países como Angola, Congo, Camerún, Etiopia, Costa de Marfil, Nigeria etc. China 
invierte igualmente en el sector financiero, turismo, telecomunicaciones, etc. 
Actualmente India es el principal comprador y acaparador de tierra en el continente con la 
intención de producir alimentos y biocombustibles.
África, sobre todo en su parte Austral y Oriental, recibió el 20% de la IDE india y la cons-
trucción de industrias textiles, farmacéuticas, de montaje de vehículos, agroalimentarias, de 
telecomunicaciones y transporte, a través de sus diásporas allí instaladas desde hace varias 
décadas o de sus empresas. Esta cooperación se ha extendido también a los países del África 
Occidental y Central (Burkina Faso, Costa de Marfil, Ghana, Guinea-Bissau, Guinea Ecuatorial, 
Mali, Senegal, Chad) a los que India concedió créditos estimados en unos 500 millones de dó-
lares, bajo la forma de bienes de equipo y de transferencia de tecnologías.
En el ámbito exclusivamente petrolero, India intenta diversificar sus fuentes de aprovi-
sionamiento en hidrocarburos, interesándose en África, de la que procede el 25% de sus 
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importaciones, en particular en Libia, Sudán y el golfo de Guinea, extendiendo las prospec-
ciones off shore en países como Costa de Marfil, Ghana y Guinea-Bissau. La explotación del 
petróleo africano por India se hace a cambio de la construcción de infraestructuras, en parti-
cular de la transferencia de las nuevas tecnologías y de telecomunicaciones (informática), en 
la agricultura (revolución verde) y la salud.
Una de las ventajas comparativas que presenta Brasil con sus competidores es el vínculo de 
sangre con África. A pesar de que los brasileños tiene afinidades naturales con los países lu-
sófonos (Angola, Mozambique, Cabo verde, Guinea Bissau, Sao Tomé y Príncipe) Brasil ha de-
sarrollado enormemente su presencia en todo el continente en los últimos años. Un ejemplo 
de ello es que Brasil tiene acreditadas en África 37 embajadas. Lula Silva antiguo presidente 
brasileño estuvo más de 12 veces en el continente africano y visito unos 29 países. La actual 
presidenta Dilma Rousseff sigue esta línea marcada por su predecesor aunque a un ritmo más 
pausado.
Brasil ha invertido principalmente en sectores de la energía, minas, construcción, tratamien-
to de aguas, pero también alimentación, sector cultural y cada vez más las Pymes brasileñas 
están igualmente presentes. La presidenta Dilma Rousseff visitó muy recientemente Nigeria 
y firmo un acuerdo de cooperación con el presidente de dicho país Goodluck Jonathan con 
el fin de promover las capacidades técnicas y tecnológicas en sectores como la agricultura, 
energía, extracción, aviación y defensa.
En los últimos años, Brasil concentra su interés en el petróleo africano a través de las activi-
dades de su empresa pública Petrobras, presente en el Congo-Brazzaville, Guinea Ecuatorial, 
Tanzania, Argelia, Egipto y Libia, con importantes inversiones petroleras en Angola y Nigeria 
además de ofrecer una cooperación tecnológica a los países africanos no petroleros para la 
producción de biocombustibles o etanol. Es preciso subrayar que Brasil e India, que son im-
portantes cultivadores de la caña de azúcar, están promoviendo los biocarburantes en África 
para generar empleos. Su presencia en África se limita a la cooperación científica y tecnología 
en el sector de la “revolución de los biocarburantes” y en la investigación en la agricultura 
y los productos farmacéuticos. Y últimamente, Brasil, a través de su empresa minera, Meto-
rex, se interesa por las minas de cobre y de cobalto de la República Democrática del Congo 
(minas de Ruashi, Kinsenda y Lubembe) y de Zambia (mina de Chibuluma), como también en 
Mozambique a través de su empresa minera Vale, la cual explota las minas de carbón de Moa-
tiza, aprovechando el auge de los precios de estos metales en los mercados internacionales y 
compitiendo con China.
Por último, Rusia siempre mantuvo una presencia diplomática en el continente a través de 
sus embajadas (según datos de 2011 unas 45 embajadas). La expansión de las corporaciones 
transnacionales rusas en África es muy reciente y se produce a un ritmo muy acelerado con 
el propósito de proveerse de las suficientes materias primas y acceder a los mercados locales 
africanos. Hay ejemplos de ello: Rusal el mayor productor de aluminio del mundo tiene pro-
yectos en Angola, Guinea, Nigeria y Sudáfrica. Lukoil ha invertido USD 900 millones en un 
proyecto de prospección petrolífera en Costa de Marfil y Ghana. Otros ejemplos en el sector 
financiero podrían ser Vneshtorgbank en Angola, Namibia y Costa de Marfil así como Russian 
Renaissance Capital que posee el 25% de las acciones de Ecobank uno de la principales bancos 
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en Nigeria. La compañía pública de defensa Rosoboronexport que ostenta el 80% de la ex-
portación armamentista de Rusia está en discusiones de proyectos conjuntos con un número 
de países africanos incluyendo Sudáfrica para la búsqueda y desarrollo de nuevos productos 
militares. En particular esta compañía rusa ve un fuerte potencial en la construcción e insta-
lación de radares y misiles estratégicos.
Jairo Baquero (2011), apuesta a involucrar a más actores en el proceso de cooperación, y no 
sólo a los estados. Sostiene en reconocer a la sociedad civil y tener en cuenta la demanda 
hecha por grupos sociales y redes nacionales y transnacionales que exigen el rediseño y rede-
finición de las ideas de Estado – Nación. Baquero, presenta a la cooperación al desarrollo más 
allá de la cooperación técnica, con el objetivo de crear alianzas que empoderen los márgenes 
de negociación de los países del Sur en la esfera internacional. 
Un caso paradigmático, en las relaciones entre África y Latinoamérica, la comenta David Gon-
zález (2011), en los lazos cubanos – africanos. El autor, relata la cooperación de Cuba con 
África desde el punto de vista del compromiso y el deber de redistribución de Cuba con un 
continente que tuvo mucho que ver en la composición cultural del pueblo de Cuba. Esta pos-
tura de Cuba coincide según González, con la revolución de 1959. El Estado cubano comenzó 
a aplicar políticas de redistribución en beneficio de los estratos sociales más desfavorecidos 
constituidos en su mayoría negros y mestizos. Además, coincidía con el proceso de descoloni-
zación masiva africana. Por lo tanto, esta política interna cubana, se proyectaba en su política 
exterior en pos de la defensa de igualdad entre las naciones. Es interesante, ver como se em-
pezaba a pensar problemáticas comunes que no se circunscribían en los espacios del estado. 
González concluye, que mientras la (supuesta) cooperación Norte – Sur se ha caracterizado 
por las donaciones mínimas de excedentes, lo de Cuba es muy valioso, ya que compartió lo 
que no le sobraba.
Kabunda (1993), recalca el fracaso de las estrategias exclusivamente nacionales y las regiona-
les, para resolver los problemas del subdesarrollo. Para este autor, existen problemas comu-
nes a todos los países del continente y presenta tres modelos para enfrentar o abordar estos 
problemas:
• Enfoque maximalista: apuesta a resolver dichos problemas conjuntamente en el mar-
co de un gobierno continental;
• Enfoque gradualista: en el que varias regiones africanas logren la integración regio-
nal para una posterior y más fuerte integración política a nivel continental;
• Enfoque panafricanismo funcional: que apuesta por una unidad africana pero sin 
realizarse apresuradamente, sino a través de acciones concretasy una solidaridad de 
hecho.
Pero, por diversos motivos, África siempre ha mirado al norte como modelo de desarrollo, y 
eso es evidente en la adopción del modelo de Estado-Nación, que no responde a la diversidad 
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de la sociedad africana. Si bien la Cooperación Norte – Sur sigue siendo hegemónica, el resto 
de los países debe encontrar estos espacios de cooperación que ́ permitan pensarse y aplicarse 
desde otras lógicas, que busquen el largo plazo y que afiance instancia de poder horizontales.
En cuanto a los Estados africanos, Kabunda (2002) sostiene que se da una dialéctica de le-
gitimidades. Por un lado el Estado tiene una legitimidad jurídica y política externa, y las 
nacionalidades tienen una legitimidad sociológica, interna y verdadera. Para imponerse uno 
a otro, ambos utilizan estrategias diferentes. El Estado, por un lado, utiliza mecanismos ofi-
ciales y oficiosos, como partido único, la imposición de una ideología unitaria asimilacionista, 
la violencia y el fomento de las luchas interétnicas, la corrupción de las elites y su cooptación. 
Por su parte las nacionalidades suelen adoptar las estrategias de resistencia violenta o pasiva, 
mediante la desobediencia civil, entre otras.
Reflexiones finales
En el marco de la cooperación, presenciamos un creciente poder de los agentes empresariales, 
las organizaciones de la sociedad civil, las comunidades de conocimiento y las redes transna-
cionales como una tendencia que probablemente traerá consecuencias en el futuro que las 
transacciones de poder entre Estados (Nye, 2010). Este espacio de cooperación, y su contexto 
multiactoral y multiescalar, abre tanto oportunidades, como posiblemente nuevas vulnerabi-
lidades desafiando a los poderes establecidos (Haass, 2008). 
Pero en palabras de autores especializados, la Cooperación Sur – Sur, en la actualidad se 
encuentra aún lejos de la creación de una comunidad. La gobernanza requiere diseñar un 
espacio panatlántico como el de la Cooperación Económica Asia – Pacífico (APEC) y otras 
agrupaciones de la Cuenca Pacífico. Se piensa que este espacio se encuentra fragmentado 
y que todavía no ha tomado una estructura sólida. Se suele denominar como un Atlántico 
emergente, la necesidad de una verdadera conciencia del Atlántico.
Tenemos que pensar el contexto marginal del continente africano. Subordinado a las grandes 
potencias, los fracasos de regionalización, la imposición de la ecocracia4 y la presencia de los 
Brics. Este contexto, nos proponen un escenario complejo para analizar que se dirime entre 
oportunidades y vulnerabilidades. 
La mayoría de estas inversiones de los Brics están en manos de compañías estatales en vez de 
privadas, como es el caso de las estadounidenses o europeas. El hecho de que las acciones de 
estas empresas estén determinadas por los planes estratégicos de los países a los que perte-
necen presenta una perspectiva totalmente nueva en la lucha por el control del continente y 
el acaparamiento de sus recursos naturales.
Además, a diferencia de lo que ha sido la práctica de los Estados Unidos y Europa hacía Áfri-
ca, los Brics han optado por no intervenir en los asuntos de política interna de sus clientes y 
4. Por considerar el ecosistema africano como un acervo común de la humanidad.
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socios. Este aspecto es muy bien recibido por las élites africanas, sobre todo las que tienden a 
perpetuarse en el poder. 
Al mismo tiempo, el surgimiento de los Brics y su cada vez mayor influencia en África está re-
configurando la geopolítica global, dando lugar al surgimiento de un nuevo espacio o región: 
el Sur, podríamos llamarlo, que cada vez está adquiriendo más autonomía de Occidente, el 
poder que hasta ahora controlaba e imponía todas las relaciones y políticas mundiales. 
No cabe duda que los países africanos se están beneficiando de la irrupción de los Brics en 
sus vidas ya que, por ejemplo, la creciente demanda de recursos naturales por parte de China 
e India ha provocado una subida de precios de los mismos o la inversión en infraestructuras, 
liderada por China, para acceder a las materias primas está sembrando la geografía africana 
de carreteras, vías de trenes, etc. También es positivo que la política de no interferencia en los 
asunto locales facilite que los distintos países africanos se sienten más libres para experimentar 
con nuevas fórmulas económicas, más autóctonas, que no vienen dictadas desde Occidente.
Todo esto está provocando una reorientación de las relaciones económicas de los países afri-
canos desde Occidente hacia el Este y el Sur. Sin embargo, detrás de la retórica de coopera-
ción Sur-Sur o globalización ganadora-ganadora (win-win) se esconden muchas desigualda-
des e injusticias. Si bien, como comentamos anteriormente, las relaciones de África con los 
Brics son mucho más beneficiosas que las relaciones carnales que mantenía con sus metrópolis 
europeas, en el fondo el continente africano termina siendo un gran reservorio de recursos 
naturales para que las potencias emergentes puedan mantener sus altas tasas de crecimiento.
Por otro lado, África debe pensar, que el camino al crecimiento no debe buscarse en los resul-
tados de gran escala, sino empezar a desarrollar espacios de oportunidades, dando prioridad 
a los mercados africanos, y a las necesidades de la mayoría de la población, junto a un proceso 
de integración regional que podría ir construyendo sobre estados pivote que tengan las capa-
cidades de liderazgo, para empezar a construir un espacio de cooperación. Pero sin descuidar, 
en lo político, un proceso de democratización original, mediante el reconocimiento político 
de la diversidad y del pluralismo étnico, dando lugar a los partidos llamados tribales como 
marco de interiorización de la cultura política democrática, bajo la concepción de un modelo 
de Estado híbrido y plural5. Partir de un Afrocentrismo, en donde se dé un sometimiento de 
las relaciones externas a la racionalidad interna.
5. Kabunda como alternativa al fracaso político actual, propone un Estado mestizo o híbrido, apelando al 
afrofederalismo o como lo denomina Los Estados Unidos Africanos. Este último estaría formado de la siguiente 
configuración político-territorial:
• Dos (2) Estados Bantúes: uno central con el Congo como centro y otro en África Austral: con núcleo en 
Sudáfrica.
• Un tercer Estado Nilótico. Tendría como referente a Etiopía que junto con Liberia, han sido Estados que 
no fueron colonizados.
• Un cuarto Estado Árabe – Bereber: que se extendería de Marruecos a Egipto.
• Un quinto Estado en torno a Nigeria, ya que es el país más poblado de África Negra con 150 millones de 
habitantes. 
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La autora Baró Herrera (2008) sostiene que aunque continúan existiendo una serie de ele-
mentos que harían factible el mantenimiento de la unidad, cohesión y solidaridad entre las 
naciones africanas, se están reduciendo las posibilidades de su utilización por parte de las 
naciones africanas debido a las políticas de los países desarrollados y los organismos inter-
nacionales.
Pero antes de esta división, el autor propone realizar hacia adentro de cada Estado individual, dos procesos: uno 
de Desestructuración (la base del Estado predatorio heredado del colonialismo) y Reestructuración del Estado (una 
mezcla que pueda consolidar la modernidad con la tradición).
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