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Lugares sagrados: definiciones y amenazas, titula el documento producido por el ICANH en el marco de los compromisos del sector cultura registrados en el Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018 de Colombia, los cuales refieren a la generación de una política pública para la protección de los sitios sagra- dos en pueblos indígenas. La presente publi- cación perteneciente a la colección Cuestio- nes y Diálogos presenta una parte sustancial del documento, con el cual se precisa qué es lo sagrado y, en consecuencia, define el concepto de lugar sagrado. Es un ejercicio de factura propia que se vale de una amplia bibliografía, así como de los aprendizajes con especialistas y sabedores de distintas comu- nidades y pueblos. Sabiendo que todas las sociedades poseen lugares sagrados, incluidas las urbanas y aquellas sin identificación étnica; el libro presenta una ref lexión que se enfoca en sociedades indígenas, enmarcada en su connotación general. Este documento se somete a la lectura crítica de dos especialis- tas, cuyas ref lexiones también componen el volumen. Lugares sagrados: definiciones y amenazas. Pro leg ómen os a la ela bora ció n de u na polít ica públic a diri gida a lo s p ueb los i ndígen as M arta Saade Carlo s P ára mo Edito res Lu ga re s s ag ra do s: d efi ni ci on es y a m en az as . ICANH Lugares sagrados: definiciones y amenazas. Prolegómenos a la elaboración de una política pública dirigida a los pueblos indígenas Lugares sagrados: definiciones y amenazas. Prolegómenos a la elaboración de una política pública dirigida a los pueblos indígenas Lugares sagrados: definiciones y amenazas. Prolegómenos a la elaboración de una política pública dirigida a los pueblos indígenas. / Marta María Saade Granados, editora. – Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia icanh, 2018. 148 páginas; 17 X 12 cm – (Colección: Cuestiones y Diálogos). ISBN: 978-958-8852-53-9 1. Derechos culturales. / 2. Lugares sagrados - Protección del patrimonio cultural. / 3. Política pública. / 4. Comunidades étnicas – Derechos económicos y sociales. / 5. Colombia. – I. Saade Granados, Marta María, ed. / II. Páramo Bonilla, Carlos Guillermo, ed. / III. Instituto Colombiano de Antropología e Historia icanh. 301.1 SCDD 20 Catalogación en la fuente: Biblioteca Especializada icanh. Instituto Colombiano de Antropología e Historia Ernesto Montenegro Director general Marta Saade Subdirectora científica Nicolás Jiménez Ariza Responsable del Área de Publicaciones Ivón Alzate Riveros Coordinación editorial Pablo Castellanos Corrección de estilo Camilo Alzate García Diagramación y cubierta Diana Murcia Diseño de la colección Primera edición en español, julio del 2018 isbn: 978-958-8852-53-9 © Instituto Colombiano de Antropología e Historia, icanh Compilación y dirección científica de la edición © Marta María Saade Granados, Carlos Guillermo Páramo Bonilla © Natalia Ortiz Hernández, Daniela Pinilla Pedraza, Pablo Mora Calderón, Andrés Felipe Sandoval Pinilla, Luis Alberto Suárez Guava y Juan Felipe Guhl Samudio Calle 12 n.º 2-41 Bogotá, D. C. Tel.: (57-1) 4 44 05 44 http://www.icanh.gov.co El trabajo intelectual contenido en esta obra se encuentra protegido por una licencia de Creative Commons del tipo “Atribución-NoComercial- SinDerivadas 4.0 Internacional”. Para conocer en detalle los usos permitidos consulte el sitio web https://creativecommons.org/licenses/by- nc-nd/4.0/deed.es Impreso en Colombia por: Imprenta Nacional de Colombia Contenido Lugares sagrados: definiciones y amenazas. Prolegómenos a la elaboración de una política pública dirigida a los pueblos indígenas Marta María Saade Granados Carlos Guillermo Páramo Bonilla Natalia Ortiz Hernández Daniela Pinilla Pedraza Pablo Mora Calderón Andrés Felipe Sandoval Pinilla 09 Notas 77 Bibliografía 83 Comentarios y reflexiones Armero y la Sierra o el mundo que cae. Consideraciones teóricas sobre lugares pesados Luis Alberto Suárez Guava 99 Notas 127 Bibliografía 129 Documento soporte a “Lugares sagrados: definiciones y amenazas” Juan Felipe Guhl Samudio 137 9 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S Lugares sagrados: definiciones y amenazas. Prolegómenos a la elaboración de una política pública dirigida a los pueblos indígenas Marta María Saade Granados Carlos Guillermo Páramo Bonilla Natalia Ortiz Hernández Daniela Pinilla Pedraza Pablo Mora Calderón Andrés Felipe Sandoval Pinilla Introducción El Instituto Colombiano de Antropología e Historia (icanh) es una entidad pública con tradición científica y técnica, cuya misión consiste en investigar, generar, difun- dir y transferir conocimientos antropológicos, arqueoló- gicos, históricos y del patrimonio cultural. Así mismo, el Instituto aporta elementos críticos y propositivos rela- 10 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S tivos a la diversidad cultural colombiana, para orientar y gestionar políticas estatales tendientes a la protección del patrimonio y la promoción del diálogo intercultural. En este horizonte, el icanh inició un proceso de revisión y análisis antropológico sobre los lugares sagrados, como parte de un esfuerzo por generar una política al respecto en Colombia, cuyas primeras reflexiones constituyen el presente documento. La consideración de la sacralidad como ámbito de relacionamiento social particular y primordial para el ordenamiento del mundo y la organización de la socie- dad —cualquiera que esta sea— ha comprometido los esfuerzos de la antropología desde sus inicios. Así mismo, sus implicaciones como constituyente de relaciones espa- ciales, circunscritas territorialmente, también han sido objeto de la reflexión antropológica, histórica y arqueoló- gica. Tal conjunto de relaciones sociales, que constituyen una preocupación de la disciplina antropológica, con- forma el primer ámbito de asuntos contemplados en la alusión a los lugares sagrados, que convoca la elaboración de este documento. El segundo ámbito se refiere a los procesos de reco- nocimiento político y legal de la diferencia cultural como constitutiva de los pueblos nacionales y las dinámicas poblacionales trasnacionales. De tal suerte, tanto los pro- cesos de reivindicación social de diferentes comunidades, muchas de ellas con adscripción étnica, como los debates políticos internacionales y nacionales dan cuerpo a una 11 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S serie de medidas que, de manera prioritaria, reconocen los derechos sociales para garantizar la autonomía y la autodeterminación de las comunidades étnicas, dentro de los cuales los derechos territoriales de dichos pueblos ocupan un lugar prioritario. En las últimas décadas, espe- cialmente en la actualidad, el alcance de estos derechos está siendo debatido y ampliado en Colombia con refe- rencia a la inclusión de comunidades campesinas. Ante las dinámicas aceleradas del mundo contempo- ráneo con respecto a la ampliación de redes de mercado, de comunicación, de generación de macroproyectos económicos y de conflicto armado, ha avanzado tam- bién, a guisa de contención, una política de salvaguarda y protección de las formas de pensar, hacer y estar de las poblaciones catalogadas como tradicionales y que se consideran en riesgo. La búsqueda de medidas especiales se articula con el reconocimiento de prácticas, saberes, objetos, espacios y edificaciones como “patrimonio” de la nación y de la humanidad, para urdir un ámbito de asun- tos dentro del cual también aparece el problema de los lugares sagrados. El Gobierno Nacional le encomendó al Ministerio de Cultura avanzar en la formulación de una política pública de protección de sitios sagrados para los pue- blos indígenas de Colombia. El Ministerio, conforme a los ámbitos yprocesos descritos, así como de acuerdo con su horizonte misional, le encargó al icanh adelantar una reflexión antropológica, crítica, ponderada, inclusiva y 12 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S de largo aliento sobre los lugares sagrados, con el pro- pósito de proponer los (así solicitados) “Lineamientos de una política sobre sitios sagrados”. Se trata de un com- promiso que se deriva de los esfuerzos previos realizados por el Ministerio de Cultura, en corresponsabilidad con el Ministerio del Interior, para dar cumplimiento en el ámbito nacional a una obligación establecida en el actual Plan Nacional de Desarrollo con los siguientes términos: “Diseño e implementación concertada de una política pública de protección de sitios sagrados y de alto valor cultural de los pueblos indígenas”. Tal tarea, emprendida por el icanh, cuenta, en térmi- nos precisos, con dos hitos precedentes, ambos convoca- dos en su momento por el Ministerio de Cultura. Está, en primer lugar, el riguroso y completo documento como resultado de la consultoría elaborada por la abogada Marcela Jiménez Larrarte (2013), entonces perteneciente a la Fundación Etnollano, sobre el cual se han edificado las reflexiones aquí presentadas, las cuales matizan y en ocasiones rectifican lo consignado allí. También se llevó a cabo una segunda consultoría limitada a pueblos indíge- nas, elaborada en 2014 por el abogado Guillermo Padilla. No obstante, en correspondencia con la propia natura- leza misional del icanh, el texto que aquí se presenta aus- culta un horizonte, más que distinto, complementario, pues apunta a discutir los conceptos fundamentales mis- mos —lo sagrado y lugar sagrado— en su honda comple- jidad, y de allí se deriva un conjunto de situaciones que 13 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S los determinan positiva y negativamente en la Colombia de nuestros días, de tal manera que incluso trasciende su sola ocurrencia entre las sociedades indígenas y, al con- trario, les emplaza en un contexto multicultural. Empero, dado el carácter explícito de la comisión gubernamental, por lo pronto solo hemos trabajado con referencia a situaciones presentes en los pueblos amerindios. La hechura de este documento se fundamentó prio- ritariamente en información etnográfica secundaria —esto es, no basada en la experiencia directa sino en monografías antropológicas de distinta índole—. No obstante, también se buscó entreverar y darle relevancia a las propias incursiones etnográficas de quienes aquí escriben, algunas muy recientes y ligadas a sus particu- lares labores o investigaciones, así como a la importante y pródiga literatura producida por los propios pueblos y organizaciones indígenas (Planes de Vida, cartillas de etnoeducación, etc.), y, cuando fue posible, al diálogo directo con expertos en lo sagrado de distintas socieda- des. Cabe señalar, en cualquier caso, que el carácter del presente texto no es etnográfico ni pretende ser detallado en cuanto a información específica; más bien, da cuenta del considerable universo de datos e interpretaciones disponibles, que son de fácil acceso en bibliotecas, cen- tros de documentación e internet, y sustentan y validan nuestra argumentación, apoyada con ejemplos cuando se consideran pertinentes. Al final se rinde una bibliogra- fía con todos los textos utilizados para tal fin. Ahora 14 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S bien, la información completa sobre la cantidad de mate- rial ubicado y reseñado para el presente trabajo reposa en el icanh, en una base de datos y un compendio de más de cuarenta fichas, disponibles para la consulta pública. Deliberadamente, no hemos incluido mayor referencia teórica. No solo porque esto implicaría un listado paralelo e igual de extenso, sino porque —es importante decirlo con firmeza— la elaboración teórica que ocupa todo el segundo acápite es esencialmente propia. Por supuesto, no es difícil hallar ecos de pensadores clásicos sobre la materia (Durkheim, Mauss, Hertz, Hubert, Otto, Van der Leeuw, Lévy-Bruhl, Eliade, Douglas y un vasto etc.), pero nuestra argumentación parte, ante todo, de consideraciones propias tras varios años de trabajo de campo y como producto de reflexiones que este ha propiciado y seguirá incitando1. Pensando en las sucesivas etapas que se desarrollen como consecuencia de este proceso y en las investigacio- nes que le acompañen, la aspiración del grupo de trabajo es poder ampliar las consideraciones hacia comunidades afrocolombianas, raizales, palenqueras, poblaciones campe- sinas y urbanas, y a las relaciones interculturales referen- tes a las concepciones, los usos y los manejos de lo sagrado. Ahora bien, puede que la producción de esta polí- tica, en el marco en que se le concibió, sea de carácter episódico y, en el fondo, poco relevante. A fin de cuen- tas, los pueblos y las organizaciones políticas indígenas han buscado resolver lo esencial del problema —en sus 15 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S dimensiones política y territorial, obviamente funda- mentales— en muchos otros escenarios, como la Mesa Permanente de Concertación Nacional con los Pueblos Indígenas. Pero esto no desdice de la importancia de la tarea; al contrario, recuerda que el problema de lo sagrado y de los lugares que lo contienen es universal; también, que nos concierne a todas y todos, en todas las sociedades y culturas, y que su respeto y la garantía de acceso a estos tienen un porqué, es decir, deben ser consi- derados como un derecho fundamental, ni más ni menos que como parte consustancial del derecho a la vida. Las razones de ese porqué se explican a continuación. Lo sagrado y los lugares sagrados: hacia una definición cultural amplia y taxativa de ambos fenómenos En la revisión documental que soportó la elabora- ción de este documento, así como en los distintos espacios de discusión y socialización a los cuales hemos asistido durante este proceso, se observa una situación reiterada que radica en la enorme ambigüedad o los sensibles prejuicios con respecto a las nociones de sagrado y, por supuesto, de sitio o lugar sagrado. Tanto así que conside- ramos de primer orden aclarar este asunto. Para comenzar, muy comúnmente se parte del hecho de que sagrado connota religión y, tanto más, religión cristiana. En el caso de los interlocutores indígenas, esto 16 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S es una evidente secuela de la presencia misional. Por ello, en algunas ocasiones hemos escuchado que se ha optado por desechar el concepto de sagrado en favor de clasifi- caciones más precisas y culturalmente específicas. Como un ejemplo de lo anterior, está el caso macroamazónico, para cuyo contexto se ha propuesto referirse, más bien, a sitios de origen, sitios de gobierno, sitios de poder, sitios de respeto o, alternativamente, sitios prohibidos, sitios de veda, sitios de encanto, sitios de cacería, etc., para así conjurar el efecto totalizador e ideológicamente predeterminado de llamarles genéricamente sagrados. En otras ocasiones, se ha preferido denominar el hecho en sí como espacio, en cam- bio de sitio o lugar. Todas estas interpelaciones, amén de ser indiscuti- blemente legítimas, son perfectamente razonables, espe- cialmente mientras no exista una definición taxativa y, a la vez, culturalmente amplia y plástica en sus términos, que pueda socializarse y someterse a la revisión de los pueblos indígenas y demás grupos étnicos para su adop- ción y adecuación con arreglo a cada circunstancia par- ticular. Igualmente, dicha definición debe ser asumida, con todas sus implicaciones, por los demás sectores de la sociedad, que se aglomeran bajo las erráticas denomina- ciones de “sociedadnacional” o “sociedad mayoritaria”, y, en especial, claro está, por la burocracia estatal. Con el fin de elaborar esa definición, uno de los objeti- vos de la preparación de los lineamientos es, por un lado, aportar elementos antropológicos teóricamente sólidos y 17 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S refrendados en el conocimiento etnográfico y etnológico, que dimensionen y concreten los conceptos propios de cada pueblo, para posteriormente valorarlos de cara a la retroalimentación recibida de parte de sabedores indíge- nas, especialistas en las muchas expresiones del fenómeno sagrado. Por otro lado, mediante distintas estrategias comunicativas, tal preparación busca sensibilizar a la otra sociedad (“blanca”, “occidental”, como quiera llamársele) sobre la existencia de ese mismo tipo de situaciones en su (o nuestro) contexto. En otras palabras, se espera dejar en claro que lo sagrado no es solamente cosa de indios, ni está por fuerza mayor sujeto a explicaciones de índole poética o esotérica. En lo que sigue se adelanta un primer ejercicio de definición. De entrada, hay dos problemas en cualquier intento por definir lo sagrado, o sea, de definir aquello que por naturaleza prescribe el carácter especial de un lugar sagrado2. El primero concierne a la ubicuidad del tér- mino y, por ende, a su nebulosa concreción: nos servimos de este con tanta frecuencia y con tan distintas acepcio- nes en nuestra comunicación cotidiana, que resulta difí- cil alejarnos de lo que connotan varios de esos usos, en pos de una definición técnica. Por ejemplo: como ya lo señalamos, se puede suponer que algo sagrado atañe por fuerza mayor a algo religioso o a algo que, puntualmente, pertenece a una religión particular, como el cristianismo. 18 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S El segundo problema está en la noción misma: puede decirse —y se ha dicho en innumerables ocasiones— que lo sagrado es indefinible por antonomasia, y que su experiencia y manifestación ocurren justamente porque no hallamos palabras para describirlo, razón por la cual se le asocia históricamente a términos como “inefable” o “sublime”. A pesar de que el primer problema tiende a desmentir al segundo (pues si damos tantos usos al término “sagrado” es porque lo entendemos como algo plural, pero eminentemente definible), es cierto que la universalidad de la interpretación que insiste en la impo- sibilidad de definir lo sagrado, advierte que al menos una dimensión, la más trascendental del fenómeno, pone en aprietos cualquier intento de puntualizarlo, y, tanto más, que lo sagrado, para ser entendido a plenitud, debe ser experimentado directamente. De hecho, esta última condición es particularmente relevante en el entendi- miento de lo sagrado por parte de muchas sociedades indígenas, ya que, como bien se sabe, varias lenguas autóctonas configuran su realidad justamente a partir de experiencias del todo exactas: no hay, dígase, palabras para “tiempo” o “espacio” como unidades abstractas, sino términos o giros que connotan un tiempo característico en un espacio particular, términos que inclusive están a veces ligados a un sentimiento específico, de tal suerte que el concepto de sagrado, salvo mayores especificida- des o acuerdos en la traducción, adquiere el cariz de algo 19 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S lejano, inexacto, irremediablemente ajeno a su relación con el mundo. Por esto, uno de los presupuestos fundamentales para apuntalar los lineamientos hacia la política pública sobre lugares sagrados es justamente convenir en unos conceptos fijos, que no por esto, especialmente en el caso abordado, dejan de ser relativos y parciales, pero se pres- tan para dar cuenta de un espectro más bien amplio de fenómenos. Lo anterior indica que se definirá lo sagrado y lugar sagrado con miras a abarcar múltiples y diversas experiencias culturales de algo que, incluso así, rebasa cualquier definición. Vale entonces reconocer una inevitable incompleti- tud de lo que aquí nos atañe. Esclarecer qué es lo sagrado, para llegar luego a establecer qué es un lugar sagrado, y, desde allí, determinar lo que ambos conceptos son para una sociedad amerindia, implica dos cosas: desbastarle a la noción de lo sagrado aquellos usos que no son inco- rrectos, pero sí reducidos en exceso; y, a la vez, explicar dicha noción no tanto de manera objetiva, sino con el sentido que puede tener para alguien que experimenta lo sagrado. Lo anterior no desconoce que las personas lle- gan a sentir o percibir el fenómeno de distintas maneras, según el marco de referencia cultural al que pertenezcan. Esclarecer ambos conceptos también supone preci- sar, en ese mismo orden de ideas, que cuando se sostiene que es necesario experimentar directamente lo sagrado para entenderlo a plenitud, no se quiere decir que su 20 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S conocimiento es un hecho esencialmente subjetivo, ni que, por ello, fútil es su explicación en un marco general (cultural) de sentido. Al contrario, todo lo que entraña la noción de sagrado —un ideario, una ideología, un con- junto de emociones, una gramática de comportamientos— se deriva de un consenso social, de un acuerdo en todos los órdenes sobre lo que es, cómo es, dónde ocurre, cómo se manifiesta y, por supuesto, quiénes están en capacidad de percibir lo sagrado. En otras palabras, cuando hay nocio- nes decantadas de lo sagrado en una sociedad, estas son definidas por ciertos especialistas delegados para tal fin, a quienes se les cree y, por lo mismo, son personas que sientan las bases para lo que debe ser creído. Por ende, no es menester que alguien de un pueblo específico sienta en cuerpo propio lo sagrado para que sepa dónde ocu- rre, pues hay una verdad y unos cargos sociales que lo enseñan, lo ratifican y lo vuelven una verdad colectiva. No está de más agregar que exactamente lo mismo pasa en nuestra sociedad, así no apelemos necesariamente al término “sagrado” para constatarlo: todo el tiempo la ciencia, como institución social, y los científicos, como sus oficiantes, producen una idea del mundo en el que vivimos, la cual demarca nuestra noción de lo que es posible o imposible. No es necesario que cada uno de nosotros haga los mismos experimentos para creer que el mundo es así. Y así como las verdades científicas se modi- fican con respecto al cambio del orden social, un orden que, a su vez, cambia por la mutación de esas verdades, 21 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S puede argumentarse que lo sagrado —su geografía, por ejemplo— se transforma de manera análoga, en relación proporcional con la sociedad. Ahora bien, si aceptamos que puede convenirse en una definición transaccional de lo sagrado, natural- mente es porque, llamándose así o de otra manera, se trata de algo que todas las sociedades y todas las cul- turas reconocen. Por lo mismo, no se puede descartar que haya manifestaciones de lo sagrado proclives a ser reconocidas universalmente, que trascienden la especifi- cidad cultural; tampoco, que otras sean susceptibles de ser traducidas de manera compleja y sensible, es decir, que las sociedades dispongan de mecanismos culturales para poder hacer partícipes de su vivencia de lo sagrado a quienes provengan de entornos ajenos. Tres muestras de esto son la música, la comunión ritual con ciertas sus- tancias (p. ej., plantas del conocimiento, la coca, el tabaco, el vino, etc.) y, por qué no, el mismo ejercicio de la antro- pología orientado hacia ese fin: de cierta forma, eso es lo que pretendemos hacer aquí. Como sea, la naturaleza misma del fenómeno sagrado le hace fácilmente moldea- ble a las muy distintas formas de darle sentido al mundo:a diferencia de otro tipo de conceptos occidentales que no tienen una equivalencia inmediata en otras cultu- ras (p. ej., mito, arte, historia, ciencia, etc.), lo sagrado se presta para ser traducido con relativa facilidad en cuanto experiencia trascendente y —una situación harto 22 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S elocuente— apelando a un conjunto de conceptos esen- cialmente afines en su significado. Buscaremos, entonces, mediante la formulación de siete tesis, arribar primero que todo a una definición de lo sagrado que precise sus atributos fundamentales, así como aquellos que definitivamente no son pertinentes para efectos de una definición normativa; luego, la defi- nición propuesta será aplicada a la situación particular del lugar sagrado. Como ya lo advertimos, se sustentarán los asertos con ejemplos provenientes de distintos pueblos indíge- nas de Colombia. 1. Lo sagrado no implica una religión y, en conse- cuencia, no prescribe necesariamente una confesionali- dad particular. Contrario a nuestra percepción habitual, cultural- mente dispuesta por la preeminencia de las categorías cristianas, lo sagrado y los hechos sagrados (cosas, lugares, personas determinadas con esta propiedad) no están necesariamente insertos en algún tipo de sistema religioso. Ciertamente, la religión —cualquiera que sea— implica una relación trascendental con lo sagrado mediante las cosas sagradas, pero esto no quiere decir que todas las dimensiones de lo sagrado pertenezcan a la religión. De hecho, en la sociedad moderna occidental (urbanizada, determinada por ideologías eminentemente 23 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S liberales) resulta habitual hacer referencia, explícita o implícitamente, a la “sacralidad” de la justicia o de las instituciones, del cuerpo humano o de ciertos espacios (hospitales, centros de culto religioso, escuelas, museos, etc.), sin que incida en ello una confesión religiosa espe- cífica, aunque ciertamente pudiera argumentarse que se hace desde una “religión cívica”. No obstante, de conve- nir en esto último, hay que reconocer que se trata de un tipo sensiblemente distinto de religiosidad. En cualquier caso, este tipo de usos laicos de la noción de lo sagrado es fundamentalmente correcto y no es metafórico, por la razón que se expondrá más adelante. De manera equivalente, encontramos que en distintas sociedades indígenas existen también dimensiones eminentemente prácticas de ciertas formas de sacralidad: disponen los regímenes higiénicos y curativos, los calendarios agríco- las, las prescripciones de parentesco, la relación con las plantas, los animales, la tierra, el agua, etc. 2. Lo sagrado no es mágico. Todo lo sagrado es misterioso y tremendo, cualida- des que, por ende, también son propias de las cosas sagra- das3. Pero esto no significa que la relación con lo sagrado mediante las cosas sagradas tenga rasgos inescrutables, o que conduzca al hecho de ignorar las relaciones de causa-efecto, o que implique una manipulación a volun- tad del orden natural, como sí ocurre en el dominio de 24 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S la magia. Al contrario, quien adelanta esa relación es un(a) especialista que entiende un tipo de causalidad particular, que, si bien no es necesariamente la misma de las ciencias (sometida a las leyes físicas y químicas de la materia, o a lo que puede tener vida o inteligencia), obedece también a leyes, a posibilidades y a restricciones. Para ser exactos, a esos especialistas podemos llamarlos sacerdotes o sacerdotisas, pero no en un sentido reli- gioso, por lo expuesto en la tesis anterior, sino conforme a la etimología de la palabra “sacerdote”: “alguien que sabe mediar entre lo sagrado y lo profano”, es decir, alguien que ha adquirido un conocimiento especializado, gracias al cual tiene sensibilidad para reconocer lo sagrado y, en consecuencia, sabe cómo tratarlo. Ella o él se ha dejado contaminar por lo sagrado y, por ende, se ha vuelto igual- mente sagrada(o); esto implica que, para mantener esa condición, debe ser distinta(o) a las demás personas. Lo anterior puede exponerse en otros términos. En nuestra sociedad, un médico o un electricista no es alguien muy distinto a un sacerdote: se ha formado para interactuar y mediar con fuerzas potencialmente perju- diciales o benéficas, y, para ello, no solo aplica su conoci- miento particular, sino que toma algunas precauciones —eso que para efectos de lo sagrado pudiéramos llamar sus tabúes— para no salir maltrecho del encuentro con dichas fuerzas. En las relaciones con lo sagrado, el sacer- dote indígena (mamu, abuelo sabedor, teguala, jaibaná, taita, payé, etc.) se arma proporcionalmente de un equipo 25 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S que lo protege: ciertos artículos, ciertas aspersiones o emisiones, ciertos baños; la ingesta de ciertos alimentos y la evitación de otros, ciertos movimientos, la absten- ción de cierto tipo de actividades, etc. Los detalles de tal equipo pueden parecerle mágicos a quien no conoce la lógica de la actividad —como sucedería en el caso de un médico o a un electricista cuando entra en acción—, pero a decir verdad son predominantemente técnicos. 3. Lo sagrado no es material en sí mismo, pero se manifiesta en la materia. Un número importante de definiciones de lo sagrado, con arreglo a distintas sociedades del mundo, apunta a un conjunto de fenómenos significativamente afines: es fuerza, vigor, energía, voluntad, espíritu, etc., que hallan concreción en términos como wak’a, Wakan, samai, kallpa, hau, jaï, Manitu, mana, baraka, orenda, gracia, carisma, etc. En otros casos, no alude tanto a la cualidad en sí como a la relación que esa cualidad esta- blece implícitamente; es decir, a lo que esa fuerza, ener- gía, que no se nombra explícitamente, produce. Esto es tanto como decir que en algunas sociedades la idea de lo sagrado ocurre como concepto abstracto y, en otras, como cosa-concepto: como una cosa que, en su relación con la gente, manifiesta eso sagrado innombrado. Y aún en las sociedades que tienen términos abstractos para denomi- nar lo sagrado, este es tratado mediante manifestaciones 26 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S suyas en cosas. De ahí que sea imposible dimensionar lo sagrado sin tomar en cuenta la materialidad de esas cosas o, para el caso de un lugar sagrado, sus dimensio- nes y particularidades físicas, su caracterización como territorio y no solo como idea. Categóricamente lo decimos: no es posible reducir lo sagrado a un conjunto de saberes o ideas. Antropológi- camente hablando, lo constante de lo sagrado en todas las culturas y sistemas religiosos (incluido, valga decirlo, el budismo) es que requiere de fenómenos materiales y situaciones (tiempo-espacio) para comprobar su exis- tencia. Por fuerza mayor, lo sagrado es perceptible sola- mente de manera física, concreta. 4. Lo sagrado no está fijo. Esa naturaleza de lo sagrado como fuerza, energía, voluntad, expresada en el lenguaje de manera explícita o implícita, implica el hecho de que toma posesión de distinto tipo de hechos (cosas, personas, lugares) con la misma facilidad que los abandona. Esa especie de “iman- tación” de lo sagrado en las cosas, la gente o los luga- res no tiene una duración susceptible de ser predicha: puede ser absolutamente circunstancial (mientras dure un ritual, por ejemplo) o aparentemente eterna4. Como- quiera que sea, y en plena coherencia con la idea de lo sagrado expresado como energía, esa duración depende 27 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S de su eficacia: mientras la cosa, la persona o el lugar sean sagrados, esto obedecea que cumplen eficazmente el papel que la cultura o la sociedad esperan de estos, es decir, que lo sagrado se manifieste ahí de manera clara. Empero bien pudiera aseverarse que una suerte de pri- mera ley de la termodinámica se aplica a lo sagrado, pues se trata justamente de una energía que se conserva, que pasa de un hecho a otro, o que puede imbuir a este hecho a perpetui- dad sin experimentar desgaste. Una sociedad que pierde su sacralidad es una sociedad en irreversible estado de anomia: pierde los referentes y valores fundamentales para su existencia y, por ende, se ve abocada al serio riesgo de volverse inviable; no es exageración sostener que cuando esto ocurre, brotan las epidemias de histe- ria y suicidio colectivos. Hay un caso del que hemos sido testigos con trágica recurrencia en Colombia en distintos momentos del siglo pasado y, todavía, en la actualidad. Se trata de varias ramas del pueblo embera que han sucumbido a una forma particularmente virulenta de lo que suelen denominar “loquera” o “revolcadera” (kira adua, que elocuentemente traduce ‘pérdida de rostro’). Esta es una enfermedad debidamente tipologizada y tra- bajada (incitada o curada) por los jaibanás; no obstante, en contextos reiteradamente vulnerados por múltiples formas y agentes de violencia y terror, aquella se vuelve inatajable, redunda en el desplazamiento y el desarraigo masivo de comunidades enteras —como bien nos consta en Bogotá—, y termina registrando una inusitada taza de 28 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S suicidio infantil. Todo esto se debe a la pérdida de control sobre el mundo por parte de los jais o agentes de fuerza sagrados que operan en todas las esferas de la vida5. Al contrario, en cualquier sociedad que mantiene su norte como proyecto colectivo y orgánico, y, por ende, está sujeta a transformaciones que en Occidente se lla- marían “históricas”, lo sagrado —o, que es lo mismo, su percepción de ello— se transmuta sutil o dramática- mente, pero nunca se esfuma. Esto es demostrado por los muy diversos sincretismos amerindios o afroamericanos, tanto más si los entendemos no solo como imposiciones o imposturas, como la preservación de la sacralidad pro- pia bajo el disfraz de la religión del conquistador, sino conforme a lo que el concepto genuinamente denota: aleación y síntesis de elementos distintos, a veces apa- rentemente contradictorios entre sí, pero que se compa- decen y unifican mediante una misma eficacia sagrada. Con esa virtud, los hechos sagrados no son forzosa- mente entidades fijas en el tiempo o en el espacio, aun- que puedan serlo; lo sagrado puede transferirse a cosas móviles que, donde se depositan, hacen sagrado un lugar, o puede simplemente manifestarse en lugares otrora inéditos. Un ejemplo de lo primero ocurre con la noción uitoto de rafue, que suele traducirse como “palabra”, pero que, ante todo, es “palabra transformadora” en la medida en que es poder o fuerza del mundo y en el mundo. El lugar natural del rafue está en el mambeadero o coquea- dero, porque la coca (reconocida por los sabedores uitoto 29 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S como “hoja del poder”) es rafue (confróntese Echeverri y Candré 2008 y Urbina 2011). Por ello mismo, no es raro escuchar que “llevar la palabra” —esa “palabra” especial e irreductible, no la palabra prosaica o profana, que es úai— es cargar materialmente el don del mambe de coca preparado. O sea, desde la chagra donde crece hasta el coqueadero donde es consumida, la coca o rafue cons- tituye un solo fenómeno sagrado móvil, que viaja con quien lo porta. Ilustremos esto mismo desde un clásico ejemplo de la sacralidad cristiana. Las apariciones de la Virgen ocurren en sitios, pero también en cosas: cuadros pintados por la mano humana, impresiones sobrenaturales, etc.; a veces, cuando la cosa se transporta a un lugar distinto de donde apareció la Virgen, en ese nuevo sitio de la cosa sigue ocu- rriendo la manifestación sagrada (la presencia clara de lo sagrado), y no en donde originalmente ocurrió. Pero todavía hay algo más: para la comunidad creyente en este sistema, las apariciones de la Virgen son imprevisibles: se parte de la convicción de que seguramente seguirá apa- reciendo, bien sea en el lugar donde ya lo ha hecho o en lugares donde aún no. Resulta quimérico, pues, predecir cuándo o dónde va a volver a aparecer la Virgen, o decre- tar la cesación del fenómeno. Planteando lo anterior desde una perspectiva más amplia, tiene un alcance muy limitado intentar una georreferenciación de los lugares sagrados de cierto pue- blo, salvo si se concede que aquella solo se atiene a un 30 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S momento específico de tal sociedad. Este tipo de registro puede ser de utilidad política coyuntural, pero nunca dará cuenta de la prolijidad, de la natural movilidad ni, tanto menos, de la totalidad de lo sagrado para comuni- dad alguna. 5. Lo sagrado es contaminante. Por contaminante no se entiende algo necesaria- mente nocivo, pero sí algo que irremediablemente pasa sus propiedades al menor contacto, y que, si no sabe tratársele, puede ser letal. Ya hemos aludido a su posible definición en términos de fuerza o de energía, e hicimos una equivalencia relativa entre un sacerdote y un elec- tricista. Ahora hagamos de cuenta que donde reside lo sagrado hay una fuente eléctrica: quienquiera que entre en contigüidad con esta será presa de una descarga, y es así como solo aquel o aquella persona que ha aprendido a interactuar con esa fuente sabe no solamente neutrali- zar esa descarga sino canalizarla hacia otros fines. Y esto es menos metafísico de lo que parece: del hecho de saber tratar con lo sagrado depende el equilibrio del mundo; es una ecología, ni más ni menos, como lo explicaremos en la séptima tesis. El trato implica respeto (como aquel que uno puede tenerle a una fuente eléctrica o a una entidad que se juzga superior y omnipotente) y humildad, enten- dida como un reconocimiento de inevitable inferioridad frente a su poder. (Si se analiza, todo buen electricista es 31 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S humilde con la fuente que interviene: sabe cómo y hasta dónde llegar sin arriesgarse ni poner en peligro a los demás; sabe que es menos poderoso que aquello que está interviniendo, pero igualmente sabe cómo canalizarlo a su favor y en beneficio del espacio en el que opera). Con respecto a los lugares sagrados, las formas de comunicarles respeto y humildad, como también ocurre en la vida corriente, apelan a la ceremonia (el rito que los explicita) y a la ofrenda; a cosas que satisfacen aquello que se homenajea, que lo ponen en deuda o lo disponen positivamente con respecto a quien oficia y a quienes representa —claro está, si el protocolo ceremonial se respeta y si el don es adecuado, pues de lo contrario hay castigo—. La ofrenda (el pagamento) no es sino una forma de sacrificio, en obediencia a su estricto origen latino, sacrum facere: algo que se “hace sagrado” en tanto es apto para alimentar esa fuerza sagrada, para que esta no amaine y, en cambio, se extienda como protección a los oferentes y a quienes estos representan. Cuando hay reciprocidad entre el mundo humano y lo sagrado —cuando se entrega lo que debe ser entre- gado, de la manera correcta—, aquella se expresa en términos de equidad, de equilibrio en todos los órdenes. Al contrario, cuando algo no se hace como debe ser, o cuando simplemente deja de hacerse, hay inequidad, hay desequilibrio. Es por eso que el castigo suele ocurrir en términos de pequeños o grandes desequilibrios: desde la 32 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S “mala suerte” personal hasta la sequía, la hambrunay la enfermedad colectivas. En ningún caso puede suponerse que, en esta línea de pensamiento, las elaboraciones culturales en torno al manejo de lo sagrado esconden lo que, en el fondo y en nuestro mundo, serían acciones de regulación higiénica y medioambiental. Aunque hay una evidencia contun- dente de que los ecosistemas controlados por los pueblos indígenas como lugares sagrados gozan de un estado de conservación muchísimo mejor que aquel que podría ser alcanzado por empresas y corporaciones no indígenas, sin la necesidad de apelar a ninguna figuración román- tica del “nativo ecológico” para constatarlo, huelga anotar sim- plemente que tal reducción explicativa ignora que las nociones de “enfermedad”, “salud” y, tanto más, “vida” y “muerte” pue- den llegar a ser asaz distintas a aquellas con las que Occidente configura su realidad. Para no ir más lejos, como se reiterará y ampliará en la séptima tesis, tales sistemas propios contemplan la capacidad voluntaria de cosas y elementos que en nuestra sociedad, en cambio, consideramos inanimados; además, perci- ben y demuestran físicamente la existencia de seres que en nues- tro mundo no apreciamos, y, todavía más, ocurren, al menos en algunas circunstancias, en universos regidos por situaciones físicas y químicas que suponemos imposibles6. 6. Lo sagrado es ordenador. 33 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S Mediante el mantenimiento de la ya expuesta rela- ción de reciprocidad con lo sagrado, la sociedad establece un orden sobre el mundo y, a la vez, un sistema de orde- namiento: no solo distingue así entre lo que es y no es sagrado, sino entre lo que es adecuado y lo que no (moral, física, psíquicamente a nivel personal y colectivo), lo que es equitativo frente a lo que es inequitativo, lo que es justo frente a lo que es injusto, lo que es propio de aque- llo que es ajeno (de ahí su importancia como ordenador territorial), etc. Esto equivale a decir que para muchas sociedades amerindias en Colombia (que son las que aquí nos conciernen puntualmente), la preservación de los hechos sagrados que ocurren en su entorno es una condición fundamental para el ejercicio de sus formas tradicionales de medicina, de gobierno y de justicia, cuya existencia y validez están garantizadas constitucional- mente. Pero esto además tiene otra implicación: como hemos visto, la existencia de lo sagrado y la forzosa rela- ción de la sociedad con este no son cosas exclusivas de las sociedades indígenas. La sociedad moderna occidental apercibe por igual las dimensiones de estos fenómenos, y por igual demuestra su necesaria presencia para el man- tenimiento del equilibrio social. Esto se ilustraba antes, entre cientos de ejemplos posibles, con la actitud frente a instituciones o sitios como las escuelas, los hospitales, los centros de culto religioso o los museos, pues cuando se atenta contra estos o se amenaza con removerlos, se des- encadenan ―con violencia, por cierto― la indignación, la 34 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S censura y la sanción de múltiples sectores y organismos de la sociedad. No tiene por qué ser distinta, entonces, la reacción de otras sociedades cuando perciben que sus propios hechos sagrados están siendo atacados. En cualquier grupo humano, la vulneración de sus lugares sagrados implica desorden: descomposición, anarquía, pérdida de los horizontes morales y vitales. De cara a esto, tiene la misma consecuencia atentar con- tra un hospital que atentar contra una laguna sagrada: estos lugares no solo tienden a producir efectos sociales similares (aunque no necesariamente a igual escala), sino que ―puede argumentarse constitucionalmente― deben ser salvaguardados por el Estado en cuanto soportes y expre- siones de los derechos fundamentales y los intereses públicos7. Agréguese a esto que tal ordenamiento prescribe y explica la relación que pueda haber entre distintos ele- mentos, como, por ejemplo, entre dos situaciones (una temporal u otra espaciotemporal); o sea, determina los momentos y lugares del origen de aquello que fue, así como de lo que es y de lo que será. Los lugares sagrados son marcadores del devenir de la sociedad, que en térmi- nos occidentales podrían llamarse hitos “históricos”. En consecuencia, los hechos sagrados constituyen sacra- mentos, entendidos de nuevo no solamente a la luz de la especificidad cristiana, sino como signos sensoriales que indican cosas y nos comunican con la experiencia de lo sagrado. Todo lo sacramental es, pues, profundamente 35 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S evocador: al entrar en contacto con lo sagrado por medio del sacramento, este último permite desplazarse, a veces muy lejos, hasta el lugar donde lo sagrado ocurre; dígase, para solo decir uno entre muchos ejemplos posibles del mundo indígena, un retorno al tiempo primigenio. Hay ejemplos en nuestra cultura que ayudan a entender lo anterior: una música o un perfume o un sabor particular es, en ese sentido, sacramental porque nos conecta inmediatamente con nuestro pasado, antes de que queramos hacerlo o seamos conscientes de ello; nos hace viajar mentalmente en el tiempo y en el espacio. En otras sociedades ocurre lo mismo mediante el con- tacto con ciertas plantas o sustancias o cantos o sitios, de tal suerte que los lugares sagrados pueden generalizarse diciendo que son, por lo mismo, lugares de memoria: la coca y el yagé son plantas de poder y de conocimiento, según las propias denominaciones de los sabedores perte- necientes a la gente del centro de la Amazonia (Echeverri y Candré 2008; Urbina 2011) y al grupo tukano oriental del Vaupés (Zuluaga 2009), o según las denominaciones de los taitas del alto Putumayo (Rodríguez 2010); también son lugares de memoria las “canciones de monte” zenúes (Drexler 2002), las letanías de curación individual o colectiva embera (Vasco 1985; Losonczy 2006), las danzas de los pastos (Osejo y Flores 1992; Delgado 2015), los pikap (“ojos de agua”) de la comunidad misak-misak (Dagua, Aranda y Vasco 1998) o las cumbres nevadas del pueblo iku (Giraldo 2014). 36 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S De cara a este razonamiento, una orientación política que propende por estimular y fortalecer los procesos de memoria colectiva, como es la del gobierno actual, debe por lo mismo salvaguardar los lugares sagrados, cualesquiera y comoquiera que sean. 7. Lo sagrado obedece a experiencias culturales particulares. Sin embargo, no se puede generalizar sobre lo sagrado y suponer que se trata de una sola versión de la experiencia. Para ciertos fines ya no vale referirse a ejemplos de las sociedades occidentales como equivalentes a lo que ocurre en otras sociedades. Aunque puede haber una noción compartida de lo que es lo sagrado entre distintas sociedades, las particularidades de cada cultura —esto es, su propia y privativa definición de la realidad, de lo que es posible— hacen que las interpretaciones sean dramáticamente distintas, pues obedecen a códigos igual de disímiles. Para muchas sociedades amerindias, si no para todas, la tierra es una entidad viva, con voluntad, temperamento e, incluso, sentido del humor, y por ende las cosas que juzgamos inanimadas (como las piedras, las montañas o los elementos) tienen también tales propiedades. Y no solo eso: hay una relación causal entre lo que le pasa al cuerpo de la tierra y lo que le pasa al cuerpo humano. Así, en muchas ocasiones, lo sagrado es la manifestación característica de la fuerza o la voluntad 37 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S de la tierra, que protege cuando se reciproca a cabalidad su tutela, y que castiga cuando se le irrespeta. O puesto de manera complementaria: cuando la tierraestá enferma, la gente que en ella habita lo está también; o la tierra está saludable, si la gente que la habita procura estar de buena salud, salud que, por demás, trasciende nuestra idea médica habitual: la salud amerindia implica la observación de ritmos específicos en la vida individual y colectiva, así como la prescripción de lo que se puede hacer, lo que se debe hacer y lo que, definitivamente, resulta perjudicial hacer en cada época de la vida. Por lo mismo, insistimos en que la relación con lo sagrado en las sociedades indígenas no puede redu- cirse a una metáfora del manejo ecológico occidental; no se trata simplemente, por poner un caso, de cuidar las cuencas para preservar la pureza del recurso hídrico, sino de mantener genuinamente el orden del mundo, ya que, si este se acaba, al mundo le pasa lo mismo8. Dejar que una cuenca se corrompa produce, así, no solo ham- bruna y enfermedades propias del agua en mal estado, sino males de muy distinta índole: epidemias de locura, suicidios masivos, volatilización de las normas sociales, violencia interna e incursión de agentes violentos exter- nos, etc., que son un reflejo de ese desequilibrio cósmico. Así mismo, esto es una ecología, pero en el sentido amplio de la palabra: una puesta en relación, en todos los niveles posibles, de los elementos de toda naturaleza que confi- guran el mundo posible, o sea, la realidad misma de una 38 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S sociedad. Por ende, la relación con lo sagrado tampoco puede limitarse a la noción corriente e institucional de patrimonio, entendido como algo que se fija en el tiempo y el espacio con miras a ser preservado, y que, por lo mismo, al ser fijado se desliga del cambio y, paradójica- mente, produce desequilibrio. El contacto con lo sagrado tiene implicaciones materiales concretas; el equilibrio o desequilibrio de esta relación se expresa en el equilibrio o el desequilibrio de la salud y el bienestar en todos sus órdenes, así como en la política, la economía y la produc- ción intelectual o material. Definiciones Para las muy distintas sociedades indígenas que ocurren en el territorio colombiano, lo sagrado puede manifestarse en montañas, ríos, en la selva o en lugares más abstractos. Por eso, cualquier definición de sagrado y lugar sagrado que se concrete en una política pública, debe poder dar cuenta de tal variedad. No obstante, a par- tir de lo anteriormente discutido, resulta legítimo hacer un primer intento por delimitar ambas situaciones, el cual es solo de índole general y positiva. Definamos, pues, lo sagrado como una fuerza tre- menda, contaminante y móvil que es manifestación de sí misma o de una entidad que la ejerce para demostrar su pre- sencia y poder (Dios o dioses, la tierra, etc.), y que se revela a través de cosas, personas o lugares de los que ha tomado 39 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S posesión. Así, tales hechos hacen las veces de mantene- dores del equilibrio del mundo en todas sus dimensiones, de recordatorios de los orígenes y del devenir de la vida social (de esa fuerza hecha gente), así como de marcado- res territoriales, geográficos y políticos. Como se podrá notar, el hecho de intentar una defi- nición por esta vía, en concordancia con el principio ya enunciado según el cual “lo sagrado no es material en sí mismo, pero se manifiesta en la materia”, ya implica una definición subsidiaria de lugares sagrados. Estos pue- den entonces ser explicados como lugares poseídos por lo sagrado, donde este se manifiesta y es tratado por la gente, y en esta medida hacen las veces de mantenedo- res del equilibrio del mundo en todas sus dimensiones, de recordatorios de los orígenes y del devenir de la vida social (de esa fuerza que es lo sagrado hecha gente), así como de marcadores territoriales, geográficos y políticos. Amenazas y factores perturbadores que afectan los lugares sagrados de los pueblos indígenas en Colombia La política pública sobre lugares sagrados ―hasta ahora referida solamente a los pueblos indígenas, pero, como hemos observado e insistiremos en lo que sigue, idealmente pensada también para comunidades negras, afrodescendientes, afrocolombianas, palenque- ras, raizales, rom y campesinas― debe conducir, en su 40 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S planteamiento y aplicación, a acciones que aseguren el reconocimiento, la preservación, la protección, la promo- ción, la valorización, la transmisión y la revitalización por parte de las generaciones presentes y futuras de tales lugares y de las prácticas culturales asociadas a estos (Véase, por ejemplo, lo que al respecto hay en Losonczy 2006). Por lo mismo, a partir de sujetos colectivos de dere- cho (para comenzar, los pueblos indígenas de Colombia) debe construirse la orientación de la acción del Estado en esta materia. Son sus concepciones y significaciones las que deben soportar el andamiaje de instrumentos y procedimientos de la salvaguarda. A ellos, en primera instancia, es a quienes les compete definir cuándo, cómo y por qué están amenazados sus lugares sagrados. Si en otros tiempos no tan remotos se hablaba de planes de desarrollo para los pueblos indígenas, el auge de las dinámicas de autonomía étnica propiciadas por la Constitución trajo consigo que los nuevos marcos orientadores del movimiento indígena, agenciados prin- cipalmente por las organizaciones indígenas de orden nacional9, renovaran sustancialmente las concepciones sobre el “desarrollo”, modificando las estrategias y los modos de participación indígena en la formulación, ejecución y evaluación de los planes y programas de desarrollo nacional y regional, incluidos los de “ordena- miento territorial”. Desde los años noventa, el cambio de perspectiva se ha concretado en los llamados Planes de Vida, una herramienta que busca garantizar la perma- 41 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S nencia cultural de los pueblos indígenas y que no siem- pre coincide con los planes formulados desde instancias gubernamentales y organismos multilaterales. En una revisión crítica de las políticas de ordena- miento territorial, Mauricio Caviedes (2008) advierte que la formulación de esas políticas desde una perspectiva indígena (fundamento para la construcción de autono- mía) no puede confundirse con los ejercicios institucio- nales donde se ordena ambientalmente un espacio ni con los planes de manejo, cuando se trata de áreas de conser- vación. No son pocos los desencuentros cuando los dis- tintos actores involucrados pugnan para subordinar las concepciones de los otros a sus propios paradigmas. Para los pueblos indígenas, los factores mencionados son con- siderados amenazas y, como tal, contrarrestados con una política que se resiste al modelo de desarrollo dominante, asociado al consumo y a la acumulación de capital. Por lo pronto, en el presente contexto aplicamos las nociones que tienen los pueblos indígenas de “lugar sagrado” y de “amenazas” a los territorios y prácticas, pues es allí donde por supuesto se expresan tales ideas. Para ello, distinguimos cinco campos de acción que definen pautas específicas para el manejo social de sus lugares sagrados: 1. Territorio y lugares sagrados con jurisdicción del gobierno indígena (resguardos). 42 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S 2. Territorios y lugares sagrados con jurisdicción del gobierno indígena, pero por fuera del ordenamiento territorial vigente (territorios ancestrales). 3. Territorios y lugares sagrados con multiplicidad de jurisdicciones superpuestas al gobierno indíge- na (Sistema Nacional de Áreas Protegidas, parques arqueológicos, áreas de reserva forestal, reservas naturales de la sociedad civil, etc.)4. Territorios y lugares sagrados por fuera de la ju- risdicción de gobierno indígena (propiedad privada, concesiones minero-energéticas y turísticas, áreas es- peciales de defensa nacional, áreas estratégicas, etc.) 5. Territorios y lugares sagrados más allá de las fron- teras nacionales Sobre estos campos ―de cara a un acervo histórico con mucha profundidad, pero igualmente profuso y con una continua y preocupante actualidad―, resulta enton- ces posible identificar algunas amenazas concretas y factores que perturban de manera significativa a lo que antes hemos definido como lugares sagrados, e, incluso, a la sacralidad integral misma de los pueblos indígenas. A partir de una revisión preliminar de pronuncia- mientos, procesos judiciales, agendas informativas y observatorios públicos y privados de derechos huma- nos, es posible, entonces, elaborar un listado preliminar de esas principales amenazas y riesgos desde el punto de 43 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S vista indígena, dejando de presente que su enumeración no indica un orden particular de importancia, y que cada una de estas situaciones no tiene el mismo impacto o signi- ficado en todos los pueblos. 1. Conflicto armado y militarización de territorios La proliferación del conflicto armado en territorios indígenas, de la mano con la violencia política en la que se han visto envueltas las sociedades que ocurren allí, no solo ha significado la agresión física y desaparición material de sus poblaciones, sino que ha llevado al deterioro de su tejido social y la transformación de sus expresiones culturales. Adicionalmente, la puja por el control territorial que ejercen grupos armados legales e ilegales ha ocasionado la invasión de sus resguardos, en desmedro de su ejercicio de gobierno propio y dando lugar a distintos tipos de vulneración de sus lugares sagrados10. La violencia armada profana y corrompe la sacralidad de espacios que ordenan la vida y el territorio, mientras la construcción de instalaciones militares o policiales en dichos lugares viola prescrip- ciones rituales sobre el modo de habitarlos o entrar en contacto con ellos, lo cual deriva en una serie de trastor- nos sociales y ecológicos mayúsculos. A esto se suma el desplazamiento forzado, que excluye a las comunida- des de su territorio, negándoles el acceso a sus lugares sagrados y a la ritualidad asociada a ellos. Sobre estas consideraciones, también es necesario tener en cuenta 44 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S que la muerte y los lugares donde esta se celebra cons- tituyen importantes referentes culturales para varios pueblos indígenas, referentes que en muchos casos están dotados de sacralidad11. Al respecto, es importante decir que los grupos étnicos disponen de distintos tratamien- tos rituales para sus muertos, los cuales habitualmente son vulnerados, cuando no categóricamente prohibidos, por quienes perpetran masacres, desapariciones forzadas o asesinatos selectivos y simbólicamente contundentes a autoridades tradicionales, niños o ancianos, por ejemplo. 2. Cultivos ilícitos y narcotráfico El problema de los cultivos de uso ilícito, que resulta amenazante para los lugares sagrados, se define como actividad económica ilegal vinculada al tráfico de estu- pefacientes, en el marco de una normatividad nacional e internacional existente para apoyar la estrategia de lucha contra las drogas a nivel global. Los pueblos indígenas del país han transformado sus actividades económicas y su territorio en función de la integración a la cadena productiva de los cultivos de uso ilícito. Esta situación ha sido valorada por los mismos pueblos como no deseada, dejando en evidencia que tal opción responde a un problema social que se funda- menta en las difíciles condiciones para la generación de una economía estable que brinde bienestar social entre la población rural del país. 45 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S Esta economía genera impactos sobre el medio ambiente, que es el espacio donde, en muchos casos, se encuentran lugares sagrados que se ven afectados. La alteración ha sido en dos vías: por un lado, la imposición del modelo de monocultivo implica el uso intensivo de agroquímicos, que afectan aguas, suelos y la salud de la población; por otro, la consecuente presencia de fumiga- ciones por parte del gobierno nacional o de sus asociados internacionales inevitablemente afecta mayores extensio- nes de territorio, donde se encuentran lugares sagrados. Así, pues, se amenazan las prácticas sociales, económicas y culturales que los pueblos desarrollan a partir de su rela- ción con estos lugares y con su territorio, prácticas que se ven progresivamente impactadas como consecuencia de la transformación social propiciada por la economía ilícita, en su mayoría cocalera. Entonces, aparecen y se consolidan por la fuerza actores externos, ignorantes y desdeñosos del manejo de lo sagrado, lo cual redunda en la pérdida de autonomía y poder de decisión sobre los lugares donde se manifiesta. Por último, la inevitable relación de la presencia y capitalización de los cultivos de uso ilícito y su monopolio por parte de distintos grupos armados genera situaciones de confinamiento, violación a los derechos humanos, y presencia de minas antiper- sona en los territorios, situaciones que propician en últi- mas el abandono de los lugares sagrados. En la coyuntura de las nuevas políticas que se están generando en el marco del “posconflicto”, se habla de la 46 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S creación de planes integrales de sustitución y desarrollo alternativo, para los cuales se destacará la planeación participativa con distintos enfoques: derechos humanos, diferencial, género y salud pública. En esta dirección ―a través de lineamientos generados por ellos mismos para exigir la garantía de sus derechos fundamentales (incluidos en los planes de salvaguarda étnica)―, muchos pueblos indígenas han manifestado que este tipo de pro- cesos obliga a la realización de consultas previas, que en varios casos deben contemplar la necesidad de armonizar o refrescar el territorio, luego de la erradicación. Pero esto también pone de presente un asunto tan crucial como delicado: plantas y cultivos como la coca y la marihuana no solo tienen reconocidos usos cultu- rales, así de escuetamente entendidos, sino que son en sí mismos hechos y lugares sagrados. Por ejemplo, para muchas sociedades de la Amazonia, todos los lugares de la coca son lugares sagrados: desde la chagra donde crece, hasta el mambeadero donde encarna la palabra, incluso el recipiente en el que se porta para mambear. Esto equivale a decir que, si quiere ser coherente con sus pretensiones totales, la política pública a formularse debe replantear las estrategias de erradicación de unos cultivos que comportan la idea de ilegalidad solamente para cierta sociedad y en algunas instancias, pues en lo que respecta a los pueblos indígenas dichos cultivos son de un valor sagrado potencialmente innegociable. 47 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S 3. Emprendimientos extractivos, agroindustriales y ganaderos El uso corriente de la tierra en el país produce ten- siones medulares en la existencia, el uso y el manejo de los lugares sagrados de los pueblos indígenas. Hasta el presente, estos pueblos y las comunidades locales cam- pesinas se han caracterizado histórica y culturalmente por regirse prioritariamente según modos de producción sustentados en la unidad agrícola familiar, más allá de estar dentro o fuera de territorios con titulación colec- tiva. Acá, el régimen de tenencia de la tierra corresponde naturalmente a microfundios, minifundios y pequeña propiedad. Estaforma de titulación está directamente relacionada con tipos de sistemas productivos que supo- nen transformaciones de los ecosistemas menos impac- tantes sobre el medio ambiente y que, en cualquier caso, permiten la reproducción de la sociedad, de manera bio- lógica y simbólica. En este sentido, la existencia de otras formas de tenencia de la tierra, centradas en medianas y grandes propiedades, supone sistemas productivos propios de la ganadería extensiva y las economías agroindustriales, que, ―a partir de la concentración de la tierra y del aca- paramiento como lógica afín,― amenazan la existencia de los sistemas productivos antes mencionados y, por ende, de los sistemas de vida culturales asociados a estas 48 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S formas de producción, con lo que, de suyo, se afectan los usos y conocimientos de los lugares sagrados. La lógica de la ampliación de la propiedad privada de los grandes terratenientes no es la única amenaza para los sistemas productivos agrícolas y ganaderos de peque- ños productores; también están los proyectos de interés nacional para el desarrollo del agro, desde una perspec- tiva de desarrollo agroindustrial, los cuales propician y priorizan la creación de zonificaciones productivas sobre la aptitud del suelo, y establecen zonas de monocultivos donde antes no existían. Estos proyectos generan un reordenamiento territorial de facto o de jure que, en este último caso, suele ser un resultado de la planeación estra- tégica centralizada desde las administraciones regiona- les y nacionales, planeación que muchas veces desconoce o, incluso, desprecia otros modos de producción mucho más equilibrados y los regímenes tradicionales de tenen- cia de la tierra. Así mismo, como ocurre con la implan- tación de infraestructura vial, de telecomunicaciones y, tanto más, de megaproyectos minero-energéticos (véase, más adelante, la sexta amenaza), tales reordenamientos territoriales suelen ser reordenamientos poblacionales, ora porque el nuevo modelo implica, para funcionar, la reubicación de la gente, ora porque simplemente la expulsa mediante la coacción. El macabro colofón de esta situación, como bien se sabe, está en el hecho de sojuz- gar mediante el terror de la población que se resiste a abandonar su territorio. En estos casos, el terror opera 49 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S trascendiendo la coacción: no solo fuerza a la población a salir, sino que, para lograrlo, profana sistemática y deliberadamente cada una de las esferas y dimensiones sagradas de la sociedad, desde la noción de integralidad individual y colectiva (con el desmembramiento de cuer- pos, la desaparición de personas, etc.), hasta la inhibición de cualquier contacto con lo sagrado, es decir, con los lugares y las prácticas de lo sagrado (p. ej., las disposicio- nes y los espacios funerarios). 4. Turismo La Organización Mundial del Turismo define el fenó- meno en cuestión como aquel que está “social, cultural y [económicamente] relacionado con el movimiento de las personas a lugares que se encuentran fuera de su lugar de residencia habitual por motivos personales o de nego- cios/profesionales” (unwto s. f.). Así mismo, menciona que tiene efectos en la economía, el entorno natural, las zonas edificadas y la población local de los lugares visita- dos; o sea, es un fenómeno que interviene directamente en las relaciones que las comunidades han construido con el entorno a lo largo de su vida en el territorio y, por ende, en sus lugares sagrados. Debido a que es un fenómeno internacional y a que, hoy en día, tiene una acogida planetaria a través de inter- net, muchos países han promovido políticas de promo- ción al turismo, incitando a comunidades locales a que 50 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S se inserten en este proceso, transformando varias diná- micas de cara a la actividad turística. En este contexto, la sectorización, la delimitación y la transformación de biomas en reservas forestales y posteriormente en par- ques turísticos configuran un panorama escindido en varios tipos de turismo: religioso, cultural, de diversión, de interés étnico (etnoturismo), de interés ecológico o ecologista (ecoturismo), rural, etc. Esta amplia gama de clases de turismo permite que varias de las relaciones territoriales y varios de los lugares sagrados de los pue- blos indígenas se vean afectados y ultrajados debido a las demandas que el turismo exige, como, por ejemplo, el trazo inconsulto de rutas turísticas a montañas y alturas consideradas sagradas, así como el baño en lagunas y lagos prohibidos o la comercialización de objetos propios del ámbito de lo sagrado. Ahora bien, esto, como sucede en el caso de la ame- naza que se enunciará a continuación, no significa que el turismo comporte un mal per se, o que no constituya una oportunidad de subsistencia legítima para los pueblos indígenas, lo que por cierto podría estimular reflexio- nes propias y continuas sobre su identidad. Más bien, el turismo puede constituirse en una amenaza, y, de hecho, tiende a hacerlo, cuando se entiende como una activi- dad comercial en la que los pueblos indígenas directa- mente implicados no tienen real injerencia, ni mucho menos participación avalada por sus autoridades, legal y legítimamente constituidas. De hecho, sobre este tipo 51 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S de intervenciones exógenas, se considera que deberían tener la obligación de estar apoyadas en el mecanismo de consulta previa u otro afín, independientemente de que esté implicada la alteración física del territorio. Este caso halla un precedente importante en la jurisprudencia, exactamente en un fallo del 2014 por parte del Consejo de Estado, que condicionó a consulta previa la construcción de un complejo turístico en el Parque Tayrona, incluso sin que aquel perjudicara directamente los predios del resguardo12. 5. Guaquería e investigación arqueológica adelantada sin previa concertación con los pueblos indígenas cuyo pasado está implicado La guaquería, entendida aquí como la recuperación asistemática de vestigios del pasado indígena con fines de apropiación o comercialización, actúa por decir lo menos de una manera potencialmente dañina para las distintas dimensiones de lo sagrado, si no es que resulta del todo profanadora, cuando las intervenciones que realiza se adelantan sin consultarles a las comunidades implicadas ni a las autoridades pertinentes. También puede ocurrir lo mismo con los trabajos arqueológicos de distinta índole cuando se acometen sin el consenti- miento informado de los pueblos que ocurren en el lugar investigado, así la “evidencia” histórica no demuestre una continuidad entre estos y aquellos cuyos vestigios 52 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S se excavan. En cualquier caso, las intervenciones reali- zadas sin el adecuado manejo ritual afectan la sacrali- dad del lugar y el bienestar de los pueblos vinculados a ellos. Vale la pena recordar que varios sitios de interés arqueológico comprenden enterramientos humanos, y que la relación de un pueblo con sus ancestros y con la muerte también tiene implicaciones sagradas, en tanto son lugares de memoria y, por ende, de reproducción social. Adicionalmente, la expropiación de piezas arqueológicas impide la comunicación con lo sagrado a través de ellas, así como limita la capacidad de un pueblo para recono- cerse a través de su cultura material. En este sentido, la reconstrucción arqueológica de la historia de un pueblo, de sus elementos culturales y su territorio debe ser con- certada con las comunidades implicadas. En todo caso, cabe señalar que en el pasado hubo experiencias importantes de arqueologíapropia, ade- lantadas por las mismas comunidades indígenas en res- puesta a sus inquietudes, intereses y nociones de pasado y de sacralidad13. Igualmente, no deja de ser importante puntualizar que incluso la guaquería puede tener un lugar cultural legítimo, conforme a la sociedad que la emprenda. Este es el caso del pueblo pasto, que tiene fechas, como la madrugada del 3 de mayo, en la que la pro- cura de la sacralidad justamente se sanciona mediante la búsqueda y extracción de “infieles”, o sea, de “guacas” (entie- rros de la gente antigua), ya que estos se manifiestan con particular vehemencia en esa jornada (véase Reina 2010). 53 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S 6. Infraestructura vial (carreteras), infraestruc- tura de telecomunicaciones (antenas) y megaproyectos minero-energéticos La construcción de infraestructura vial y de telecomu- nicaciones tiene importantes repercusiones en los lugares y cualidades sagradas del territorio, siendo que varios de estos espacios (o, incluso, espacios-tiempos) son vedados para la intervención humana14. Estos casos, que como el paso de una carretera por un bosque o la instalación de una antena en una montaña son síntomas o efectos de la “moder- nización” o el “desarrollo”, pueden representar la desaparición de la fuerza sagrada que impregna dichos espacios, alte- rando la relación entre los seres humanos y la naturaleza. Mientras la construcción de una carretera atrae el flujo de seres humanos y vehículos, y estimula el asentamiento en lugares cuya sacralidad ordena que estos sean silencio- sos e inhabitados, la instalación de antenas en montañas, por ejemplo, destruye moradas de seres sobrenaturales o fuentes de energía vital, esto sin contar las afectaciones ambientales que tales construcciones implican, al pertur- bar ecosistemas y diezmar poblaciones de plantas y ani- males de importancia cosmológica, mítica o ritual. Este tipo de intervenciones, sobre todo las de carácter minero-energético, además de vulnerar los derechos territo- riales y étnicos, y de impactar onerosamente los ecosistemas (confróntese con la octava amenaza), afectan proporcional- 54 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S mente a los sistemas de pensamiento, para los que elemen- tos como el petróleo o el agua son sustancias vitales cuya extracción o contaminación incide de forma directa en la salud de la tierra, al punto de enfermarla gravemente o, incluso, hacer que se muera. Con respecto al problema expuesto, el pueblo u’wa ofrece un caso emblemático, aunque no es el único importante, de resistencia a la explotación petrolera en su territorio, según quedó célebremente consignado en la declaración final de la Asociación de Cabildos y Autoridades Tradicionales Indígenas del Departamento de Arauca (Asca- tidar), que acompañó el documento de protocolización de la consulta previa del 7 de abril de 2005: Para nosotros el territorio es sagrado. La tierra es Nues- tra Madre, sin ella no hay vida. El petróleo es sangre de la tierra, sin el petróleo la tierra no tiene vida. La tierra da vida a los animales, a las plantas y a toda la humanidad. Por eso a los u’wa nos toca cuidar el territorio sagrado. A nosotros los tradicionales caciques y werjayás15 nuestro Dios nos dejó la ley de mantener el equilibrio de la Madre Tierra. Nosotros somos los guardianes de la naturaleza, por eso mantenemos nuestro mundo y nuestra cultura en equilibrio. Somos cultura de paz, no queremos la guerra donde se mata la gente y se mata a la naturaleza. (Cabildo Indígena de Chaparral y Barronegro 2005, 17) 55 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S Igualmente, la extracción de oro en inmediaciones de los Cerros de Mavecure y en los rápidos del Raudal Zamuro y Raudal Kualet (Chorro Bocón), lugares sagrados de los puinave de Guainía, ha sido la causa de ahogamientos, caídas mortales desde la altura del cerro y otros accidentes de indígenas y mineros, que han sido explicados como una cobranza, por parte de los cerros, en castigo por la explota- ción e invasión (véase Mendoza 2012, 106). 7. Calentamiento global y otros factores ambientales asociados al clima Se puede entender por cambio climático global un fenómeno ambiental que se caracteriza por el aumento de la temperatura promedio y una modificación de los regímenes de lluvia en el planeta, fundamentalmente ori- ginados por la emisión desaforada de gases por parte de la gran industria mundial. Como bien se sabe, dicho fenó- meno pone en riesgo la capacidad de almacenamiento y regulación hídrica de todos los ecosistemas, y, por ende, los modos de vida de las comunidades locales y globales. Para cualquiera de los pueblos indígenas de América, el avance acelerado de este fenómeno y el consecuente debilitamiento ambiental del territorio nacional y global son considerados como uno de los mayores peligros para la existencia y preservación de los lugares sagrados, tal como lo señala el exgobernador kogui Arregocés Conchacala: 56 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S [...] los daños [sobre los espacios sagrados] no se ven de la noche a la mañana, sus efectos aparecen a lo largo del tiempo: se secan las lagunas costeras, se agota el agua de los ríos, las nieves se disminuyen, los ojos de agua de las partes medias y bajas se afectan, se van acabando las especies de animales y plantas en la Sierra y en el mar, se presentan enfermedades, catástrofes naturales y calenta- miento global. Ese es el temor que como indígenas siem- pre tenemos y de ahí nuestro interés de hacernos entender hacia afuera de nuestro pueblo. (Jiménez 2013, 61) Como ya se observó en la sexta tesis del segundo apartado, lo sagrado es ordenador del mundo en todos sus ámbitos. Es así como los lugares sagrados son ubica- ciones donde ocurre y habitualmente se ratifica un pacto entre la gente y la tierra, que redunda —si los protocolos rituales se adelantan a cabalidad— en una relación equi- librada con el mundo. Por lo mismo, un fenómeno como el aquí señalado produce dos efectos que configuran un círculo vicioso: si el cambio climático afecta la existen- cia de los lugares sagrados o el acceso a estos, el pacto se rompe y no hay forma de controlar los efectos nocivos de dicho cambio. Según Nicolás Archambault, Diana Morales, María Clara van der Hammen y Dolly Palacio, [e]l cambio climático exige acciones de mitigación, es decir, intervenciones que atiendan las causas. A su vez, requiere 57 LU G A R E S S A G R A D O S : D E F IN IC IO N E S Y A M E N A Z A S medidas de adaptación, que incluyan acciones que per- mitan hacer frente a dichos cambios, admitiendo que es imposible evitarlos del todo. Las adaptaciones se deben desarrollar a distintos niveles, tanto institucional como local, y desde los diversos intereses que se pueden ver afec- tados por los cambios. (2015, 15) Esto supone unas adaptaciones necesarias por parte de la gobernabilidad estatal sobre espacios estratégicos para la mitigación del fenómeno ―que, como ya se men- cionó, en buena parte de los casos coincide con lugares sagrados de los grupos étnicos y las comunidades loca- les, así como el fortalecimiento legal de la capacidad de gobernanza de estos grupos sobre dichos lugares. Así pues, el cambio climático implicará otra amenaza para los lugares sagrados de todos los grupos étnicos y comu- nidades locales mientras no se generen escenarios para la creación de políticas públicas de conservación —entre otros instrumentos jurídicos del Estado e internacionales—, las cuales permitan poner genuinamente en cintura a los dis- tintos mecanismos corrientes (avalados legalmente) de control, privatización y mercantilización de los recursos naturales y ecosistemas estratégicos, recursos de los que depende la
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