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Migración026-El síndrome de Ulises

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El síndrome de Ulises. 
El síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple 
 
 
 
 “ me preguntas Cíclope cómo me llamo... voy a decírtelo. Mi nombre es nadie y nadie me 
llaman todos...” 
(Odisea, canto IX, 360) 
 
Aunque la migración es un fenómeno tan viejo como la humanidad, cada migración posee 
características específicas, y en los últimos años, ha sido claramente perceptible un nuevo 
cambio en las circunstancias de la migración. 
Emigrar nunca ha sido fácil, pero no es lo mismo emigrar en condiciones difíciles, que 
marchar a otro país en condiciones extremas. El fenómeno de la emigración se ha convertido 
para un gran número de personas una imperiosa necesidad vital. 
Más de 6 millones de españoles emigraron en el siglo XX, el 80% a América. Pero, en este 
punto, no se ha de olvidar que no sólo España ha sido un país de emigrantes, toda Europa ha 
sido un continente de emigrantes. Se calcula que, entre el siglo XVIII y XIX, 70 millones de 
Europeos marcharon a América. 
Entre los años sesenta y la etapa actual, España ha cambiado profundamente. La tasa de 
natalidad es de 1,3 hijos por mujer. cuando se requieren un mínimo de 2,1 tan sólo para no 
perder población. En medio de esta caída demográfica, Europa tiene el riesgo de convertirse 
en un asilo, un geriátrico. Por ello, se necesitan, sólo en España, al menos medio millón de 
inmigrantes al año. Según el Instituto Nacional de Estadística (2018) el total de personas 
extranjeras residentes en España es de 4.734.691 (procedentes principalmente de Marruecos, 
Rumanía y América Latina), siempre en términos de población legal, por lo que se puede 
afirmar que la cifra es claramente mucho más elevada. De hecho, el número de personas 
extranjeras residentes en España durante los años 1997 y 2007 (muy probablemente debido 
al crecimiento económico) creció de una forma un tanto inesperada (Arellano, 2010). Es a 
partir de 2007, cuando se produce el inicio de la crisis económica en España, con lo que un 
gran número de inmigrantes pierden su ocupación laboral, y al menos en parte, ciertas 
prestaciones sociales asociadas a dicha ocupación laboral. 
Estamos viviendo en la actualidad la mayor de las crisis migratorias desde la Segunda Guerra 
Mundial, con cifras tremendamente elevadas a nivel global. Según los datos de la 
International Organization for Migration, la cifra de personas migrantes ha ido creciendo de 
forma progresiva y de manera alarmante, durante los últimos quince años. Según su último 
informe se afirma que en el año 2015 la cifra de personas que residían en un país diferente al 
país de nacimiento (o inmigrantes internacionales) ha sido el más elevado que se ha 
registrado jamás, elevándose la cifra a 244 millones de personas, si bien es cierto que la 
relación con la población total se ha mantenido de manera constante en las décadas pasadas, 
en torno al 3% (International Organization for Migration, 2016). Otra cifra que ofrece una 
idea del problema de la globalización la ofrece el informe anual sobre Tendencias Globales 
de la Agencia de Naciones Unidas para el/a refugiado/a (ACNUR, 2016), a finales 2016 se 
estimó una cifra 65,6 millones de personas refugiadas o desplazadas, de los que 22,5 eran 
refugiados, 40,3 desplazados internos y 2,8 solicitantes de asilo. Las previsiones de la ONU 
son que el número de emigrantes se duplique en los próximos 20 años, hasta constituir lo que 
se denomina ‘el sexto continente’, el ‘continente móvil’, lo cual, con las fronteras de los 
países desarrollados prácticamente cerradas como las de una fortaleza, no presagia nada 
bueno. Esta situación no es coyuntural, es estructural, ha venido para quedarse durante 
tiempo. Pero allá donde hay más inmigrantes y desplazados no es en Europa o EEUU, sino 
en el interior de África, de América, de Asia, y aun en peores condiciones (más indefensión, 
menos servicios de atención). Desde hace apenas unos años, nos encontramos ante una nueva 
era de las migraciones humanas: la era de los muros, las empalizadas, las fosas, las 
murallas..., y todo parece indicar que esta situación no es coyuntural, sino estructural en 
relación al modelo social dominante, el cambio climático... Hay muros para detener las 
migraciones no sólo en Ceuta y Melilla, o entre EEUU y México, que son los más conocidos, 
sino entre Malasia y Tailandia, Botswana y Zimbaue, entre Bangladesh y la India, donde se 
han comenzado a construir 4.000 kilómetros de muro... 
Considerando estas elevadas cifras de población inmigrante y debido a la importancia de los 
síntomas que les pueden afectar al ser un proceso que implica unos niveles de estrés tan 
intensos que llegan a superar la capacidad de adaptación de los seres humanos estas personas 
sufren el riesgo de padecer el síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple, o 
síndrome de Ulises, que se conforma en un auténtico problema de salud mental en los países 
receptores del fenómeno de la emigración. 
Se llama Síndrome de Ulises haciendo mención al héroe griego que padeció innumerables 
adversidades y peligros lejos de sus seres queridos. De hecho, Ulises era un semidiós, con 
toda su fuerza, y como relata Homero en La Odisea, se pasaba los días sentado en las rocas, 
a la orilla del mar, consumiéndose a fuerza de llanto, suspiros y penas, fijando sus ojos en el 
mar estéril. Es decir, hasta el héroe sufría ante las adversidades de la ausencia de su hogar y 
sus seres amados, podemos suponer, por tanto, que las personas reales que llegan a países 
buscando nuevas oportunidades, puedan sufrir desesperación, estrés y un sinfín de 
adversidades, máxime, si para sobrevivir se puede llegar a ser nadie, se ha de ser de forma 
constante invisible, de esa forma, no existirá ningún tipo de identidad, ni integración social 
y tampoco puede existir una salud mental correcta (Achotegui, 2007). 
Ante esa situación, la pregunta es: siendo los humanos tan buenos emigrantes, ¿cómo puede 
ser que emigrar hoy resulte tan terrible para tanta gente, hasta el punto que les afecte en su 
salud mental? La migración, como la mayoría de los acontecimientos de la vida (life events), 
posee, junto a una serie de ventajas y beneficios (como el acceso a nuevas oportunidades 
vitales y horizontes), un conjunto de dificultades, tensiones y situaciones de esfuerzo. La 
migración tendría una parte problemática, un lado oscuro, al que se denomina estrés o duelo 
migratorio. Desde esta perspectiva, es importante decir que no es adecuado plantear la 
ecuación migración=duelo migratorio, ya que supondría negar la existencia de toda una serie 
de aspectos positivos en la migración, la existencia de beneficios. La migración es muchas 
veces más una solución que un problema. Pero es una solución que encierra, a su vez, su 
parte de problema. Desde la perspectiva psicológica, se considera que la migración es un 
acontecimiento de la vida que, como todo cambio, supone una parte de estrés, de tensión, a 
la que se denomina duelo migratorio, aunque los seres humanos poseemos capacidades para 
emigrar y elaborar ese duelo. Descendemos de seres que han emigrado con éxito muchas 
veces a lo largo de la historia y, desde esta perspectiva, se considera que la migración no es, 
en sí misma, una causa de trastorno mental, sino un factor de riesgo tan sólo si se dan las 
siguientes situaciones: 
• Si existe vulnerabilidad: el inmigrante no está sano o padece discapacidades. 
• Si el nivel de estresores es muy alto: el medio de acogida es hostil. 
• Si se dan ambas condiciones. 
El duelo migratorio es un duelo complejo y, en bastantes momentos, difícil, sobre todo si las 
circunstancias personales o sociales del inmigrante son problemáticas hasta el punto que 
pueden llegar a desestructurar al sujeto. Existe una gran deshumanización al abordar las 
migraciones de hoy, ya quese presta muy poca atención a los sentimientos y vivencias de los 
protagonistas de la migración: los inmigrantes. 
Podemos explicar la inmigración como un proceso de cambio para las personas, ya sea de 
carácter positivo y/o negativo. Al igual que cualquier otro tipo de cambio, se puede originar 
una sucesión de pérdidas vinculadas a todas aquellas facetas de la vida que se dejan en el país 
del cual provienen los inmigrantes. Estás perdidas se constituyen en un duelo, originando por 
tanto estrés psicológico, tensión y problemas de tipo emocional, en menor o mayor 
intensidad, en función de las distintas estrategias de afrontamiento y de los recursos 
personales con que la persona cuenta para hacer frente a dichas pérdidas. 
Para Achotegui (2017), existen hasta siete clases de duelos relacionados con la inmigración: 
la familia, la lengua, la cultura, la tierra, el estatus social, el grupo de pertenencia y los riesgos 
físicos. Estos duelos se producirían, en mayor o menor grado en la totalidad de los procesos 
migratorios, aunque como es evidente, no es lo mismo vivir la migración en unas condiciones 
correctas (se produciría un duelo simple) que emigrar en situaciones que podemos denominar 
límite (llegando a presentarse un duelo extremo), situaciones en las cuales las condiciones 
son tan extremas que no existen posibilidades de elaboración de un duelo de forma correcta; 
de esa forma el inmigrante sufre una situación de crisis permanente, conformándose este tipo 
de duelo migratorio el característico del Síndrome de Ulises. 
La Psicología ha demostrado que algunos tipos de psicopatología podrían derivarse de la 
incapacidad para afrontar adaptativamente un acontecimiento vital estresante (OMS, 2001). 
De hecho, la OMS considera al estrés como un factor determinante de salud. Esta 
organización afirma que la acumulación de mucho estrés psicosocial a lo largo de la vida de 
cualquier persona, aumentaría el riesgo de sufrir una pobre salud, incluida la salud mental, e 
incluso de una muerte prematura (Espeso, 2009). Este afrontamiento puede estar relacionado 
con el proceso de “aculturación”, es decir, aquellos fenómenos psicológicos y sociales que 
suceden cuando cualquier hombre o mujer abandona su sociedad para establecerse en otra 
diferente, entrando en contacto con los miembros de la nueva sociedad. En esta aculturación 
de necesidad existe un proceso de tipo adaptativo que interacciona con la personalidad del 
inmigrante (Elkheir, 2014). A pesar de existir una lengua común en muchos de los 
inmigrantes, estas personas pueden verse afectadas del Síndrome de Ulises. De hecho, las 
personas inmigrantes procedentes de países latinos suelen presentar estrés de adaptación 
sociocultural, incluso en países con los que mantienen raíces culturales y religiosas comunes 
(Salvador, Pozo y Alonso, 2010). 
Desde dicha perspectiva, Achotegui (2008) afirma que los estresores a los que se enfrentan 
los inmigrantes en nuestros días y el estrés provocado por el proceso migratorio son tan 
elevados que exceden la capacidad adaptativa de las personas, lo que tiene una influencia 
directa en su salud, tanto física, como mental. El Síndrome Ulises no describe una 
enfermedad particular, sino un cuadro de estrés reactivo, un duelo extremo que se manifiesta 
en el límite entre el área de la salud mental y el área de la enfermedad. 
La relación entre el estrés y la salud mental se ha constituido como un área cada vez más 
importante, tanto en investigación como en la atención clínica dispensada (baste citar el 
burnout, mobbing, etc.). Por otra parte, es necesario mencionar que la cultura preventiva 
posee un más bajo arraigo entre la población inmigrante, manifestándose de forma clara en 
su reducida adhesión a los programas instaurados en el Sistema Nacional de Salud, situados 
en la red de atención primaria (Consejo Económico y Social de España, 2019). 
Habría que diferenciar tres aspectos en el debate sobre la problemática en salud mental de 
estos inmigrantes, en situación extrema: 
• Estudio de los estresores, que son los que delimitan el Síndrome 
• Estudio de los síntomas (Síndrome es conjunto de síntomas) 
• Diagnóstico diferencial de la sintomatología que presentan con otras alteraciones 
psicológicas que se dan en los inmigrantes 
 
El estrés y el duelo 
La denominación de estrés es una de las terminologías que se está utilizando en el mundo 
con mayor frecuencia, a pesar de ello, sin embargo, quizás no se haya llegado a un consenso 
unánime en cuanto a la definición exacta. De una forma global, se podría definir el estrés, 
como el conjunto de procesos y respuestas de carácter neuroendocrinas, inmunológicas, 
emocionales y conductuales ante situaciones que representan una demanda de adaptación 
mayor a lo que es habitual para el organismo, y/o son percibidas por el individuo como una 
amenaza o peligro, ya sea para su integridad psicológica o para su integridad biológica. La 
amenaza, por tanto, puede ser objetiva o subjetiva; igualmente puede ser aguda o crónica. 
Dicha definición nos lleva a poder afirmar que ciertas variables individuales como las 
características predisposicionales, las motivaciones, las actitudes y la propia experiencia, son 
fundamentales para delimitar la percepción y la valoración que realizan las personas ante las 
demandas de las diversas situaciones; esto conlleva a los diferentes estilos de afrontamiento 
en cada uno de los sujetos (Rosales, 2014). 
No en todas las ocasiones que se presenta en la persona el estrés desencadena efectos 
negativos (es el denominado diestrés o estrés negativo), en ciertos momentos su aparición 
puede ser una magnífica oportunidad para poner en funcionamiento nuevos recursos 
personales, reforzando la autoestima y haciendo crecer las probabilidades de alcanzar el éxito 
en futuras oportunidades (el denominado euestrés o estrés positivo) (Oblitas, 2009). 
Un mismo acontecimiento no produce igual nivel de estrés en todas las personas, ni siquiera 
produce igual nivel de malestar en todas las circunstancias o momentos de la vida para el 
mismo sujeto. Los factores que determinan el nivel de estrés son (Consejo General de la 
Psicología de España, s.f.): 
Características personales. Las personas poseemos distintos estilos de reaccionar ante las 
diversas circunstancias que demandan un esfuerzo de nuestra parte, son rasgos que, si bien 
no pueden considerarse como definitivos, se van consolidando con la acumulación de las 
experiencias, por ejemplo la emotividad o la reactividad al estrés. La tensión o el nerviosismo 
son variables individuales, tanto en su percepción como en sus consecuencias. 
-La forma de evaluar el suceso que posee la persona y/o las capacidades para hacer frente a 
dicho suceso. Mientras una persona, por ejemplo, puede considerar un ascenso laboral como 
una gran amenaza, para otra persona puede suponer un reto personal. 
-La manera de hacer frente a las distintas dificultades. Negar un problema, aplazarlo o poner 
en marcha conductas de autocontrol, por citar sólo algunas, conlleva diferentes 
consecuencias en la percepción del estrés. 
Apoyo social: el número y calidad de relaciones que el individuo mantiene en su vida puede 
servir como amortiguador o amplificador de los acontecimientos potencialmente estresantes, 
así como la habilidad de la persona para pedir consejo o ayuda. Aunque el ambiente que 
rodea a un individuo puede ser un factor que genere estrés, es el ambiente de carácter social 
en el que se producen la gran parte de las situaciones que generan estrés. Varios autores han 
considerado los cambios vitales, las pérdidas de personas o la pérdida de relaciones 
importantes, una nueva situación laboral o el nacimiento de un hijo, por poner unos ejemplos, 
como los desencadenantes del estrés, otros señalan que las circunstancias diarias y las 
pequeñas contrariedades del día a día, al ser más frecuentes y próximasa la persona pueden 
alterar en mayor medida la salud. Es altamente posible, que ambos tipos se determinen y 
relacionen de forma mutua. 
Desde hace varios años (Martínez y Fernández, 1994), está bien establecida la relación del 
estrés y la salud, si bien es verdad que las emociones humanas no influyen en la salud a través 
de un solo mecanismo, sino que pueden realizar esta influencia de muy distintas formas que, 
incluso, inciden en los distintos momentos del proceso de enfermar. Así, desde hace tiempo 
existe literatura suficiente para afirmar que (Fernández y Edo, 1994): Las emociones 
negativas constituyen un riesgo para la salud cuando son elevadas y habituales pues se 
relacionan de forma negativa con la calidad de vida de las personas. Tanto es así, que las 
emociones negativas son en la actualidad uno de los mayores factores de riesgo para contraer 
enfermedades físicas y mentales. Las emociones negativas se han asociado a las 
enfermedades mentales y físicas como variables influyentes en su inicio, desarrollo y 
mantenimiento. Existen datos que apoyan el impacto de la activación psicofisiológica 
emocional en los sistemas orgánicos, como la inmunidad e incluso sobre los procesos 
tumorales (Piqueras, Ramos, Martínez y Oblitas, 2009). 
Los estados emocionales crónicos afectan a los hábitos de salud. Es bien conocido que una 
parte de los efectos patógenos que ocasiona el estrés sobre la salud son debidos a que el estrés 
impulsa a la ejecución de hábitos poco saludables como pueden ser: el aumento en la ingesta 
de alcohol, el hábito tabáquico, y la consiguiente reducción de comportamientos más 
saludables como pueden ser el ejercicio físico, la prevención ante distintos contagios, 
prevención de accidentes, etc. (Martínez y Fernández, 1994). 
Los episodios emocionales agudos pueden agravar ciertas enfermedades. Además del peligro 
que supone en cuanto a la aparición de enfermedades, las emociones igualmente pueden tener 
influencia en su curso, acelerando el inicio de una crisis, su curso hasta su agravamiento y 
llegando hasta la cronificación del trastorno (Balsa, 2012). 
Las emociones pueden distorsionar la conducta de los enfermos. A través de procesos de 
regulación emocional -un proceso con un carácter eminentemente adaptativo-, los esfuerzos 
por modificar nuestros estados emocionales pueden ser efectivos y adaptativos, pero 
igualmente ineficaces, disfuncionales e incluso contraproducentes (Hervás y Moral, 2017). 
De esta forma, el estrés se puede relacionar con múltiples y variadas enfermedades 
tradicionalmente “solo fisiológicas”, así se ha asociado, sin ánimo de ser exhaustivos a: 
trastornos cardiovasculares (Smith y Blumenthal, 2011), enfermedades gastrointestinales 
(García-Vega, 2011), asma bronquial (Fernández-Rodríguez, 2012a, 2012b), fibromialgia 
(Hidalgo, 2012), cáncer (Zayas, 2016) o incluso con la rinitis (Fernández-Rodríguez y 
Herrera, 2013). 
La situación de estrés negativo puede por tanto producirse por la pérdida de las circunstancias 
dejadas en sus respectivos orígenes por los inmigrantes. Dicha pérdida puede constituirse en 
un duelo, semejante a la pérdida de un ser querido, o la ruptura de una relación. Cada pérdida 
acarreará un duelo, y la intensidad del duelo no dependerá de la naturaleza del objeto perdido, 
sino del valor que se le atribuye por parte de la persona, es decir, de la inversión afectiva 
invertida en la pérdida (Cabodevilla, 2007). 
 
Características del estrés y el duelo migratorio 
El estrés y el duelo migratorio poseen características específicas que lo diferencian de otros 
duelos, fundamentalmente la muerte de un ser querido. 
• Es un duelo parcial. Hay un hecho clave que diferencia el duelo migratorio del duelo por la 
pérdida de un ser querido, el referente clásico de concepto de duelo: en el caso de la 
migración, el objeto –el país de origen y todo lo que representa– no desaparece, no se pierde 
propiamente para el sujeto, pues permanece donde estaba y cabe la posibilidad de contactar 
con él. Es más, cabe la posibilidad de regresar un día, definitivamente, al lugar del origen. 
• Cronicidad: es más complicado sufrir estrés durante meses o años que solo durante unos 
días. El estrés tiene un carácter acumulativo. En el caso de la migración, el ir y venir 
emocional en relación al país de origen da lugar a que los procesos de elaboración de la 
separación funcionen de modo recurrente. Así, es muy frecuente encontrarnos con que un 
viaje al país de origen, una llamada de teléfono o la información que le llega al inmigrante le 
reaviven los vínculos con el país de procedencia. Y escribimos ‘reavivar’, porque esos 
vínculos siguen activos durante toda la vida del sujeto, a veces de modo más consciente, a 
veces de modo más inconsciente. 
• La multiplicidad: cuando se presentan varios estresores, éstos se potencian: los siete duelos 
de la migración. Posiblemente ninguna otra situación de la vida de una persona, incluso la 
pérdida de un ser querido, supone tantos cambios como la migración. Todo cambia, tanto 
más, cuanto más lejana y distante culturalmente sea la migración. 
-El estatus social: papeles, trabajo, vivienda, posibilidades de ascenso social. 
-El contacto con el grupo étnico: prejuicios, xenofobia, racismo. 
-Los riesgos para la integridad física: viajes peligrosos, riesgo de expulsión, indefensión. 
• Es un duelo vinculado a aspectos infantiles muy arraigados. La primera infancia constituye, 
para los seres humanos, una edad sensible, en la que se estructuran toda una serie de vínculos 
con las personas próximas, la lengua, el paisaje o la cultura. A diferencia de la edad adulta, 
en la infancia no sólo se viven los acontecimientos en los que la persona se halla inmersa, 
sino que esos mismos acontecimientos condicionan la forma como se construye la 
personalidad. La infancia nos moldea. En la edad adulta, la estructura de la personalidad se 
halla ya formada, y los acontecimientos que se van viviendo actúan sobre algo ya construido, 
que tan sólo puede ser modificado en parte. De ahí que, cuando la persona emigra, ya está 
condicionada por lo que ha vivido en la infancia y, lógicamente, tendrá dificultades para 
adaptarse plenamente a la nueva situación. Como escribía Horacio, “los que atraviesan los 
mares cambian de cielos, mas no de preocupaciones”. También Séneca, en las Cartas a 
Lucilio, escribía “el viaje en sí mismo no soluciona nuestros problemas, porque viajas en 
compañía de ti mismo”. 
• La relevancia y la intensidad de los estresores: no se puede comparar el estrés resultante de 
un atasco de tráfico con el estrés percibido en situaciones extremas en las que existen 
estresores límite, y en los que existirá una elevadísima carga emocional. Habría que 
diferenciar desde la perspectiva de la dificultad en la elaboración del duelo, y por lo tanto en 
su potencialidad psicopatógena, tres tipos de duelos: 
-El duelo simple: es aquel que se da en buenas condiciones y que puede ser elaborado. 
-El duelo complicado: cuando existen serias dificultades para la elaboración del duelo 
-El duelo extremo: es tan problemático que no es elaborable, dado que supera las capacidades 
de adaptación del sujeto. Este sería el duelo propio del Síndrome de Ulises 
• Los estresores clásicos de la migración: el cambio de lengua, de cultura, de paisaje…. entre 
otros. En definitiva, los duelos clásicos de la migración, que por supuesto siguen estando ahí, 
y que son también fundamentales para el bienestar psicológico de la persona que emigra, 
pero que en la migración actual han quedado relegados en segundo lugar por los estresores 
límite. Un inmigrante al preguntarle acerca del aprendizaje de la nueva lengua decía: cuando 
se vive escondido, en el trabajo clandestino se habla muy poco. 
• La falta de sensación de control: cuando una persona no tiene sensación de control anteuna 
determinada situación, la salida o poner solución a esa determinada situación será mucho 
más complicada y las fuerzas para seguir luchando comienzan a fallar. El inmigrante padece 
en este caso toda una sintomatología que tiene un efecto incapacitante. Se halla inmerso en 
un terrible círculo vicioso. Como señala Z. Domic (2004) estas personas tienen la salud como 
uno de sus capitales básicos y lo comienzan a perder. 
• Falta de apoyo social: además de la falta de organismos que se hagan cargo de los 
inmigrantes, conocemos que ante una elevada cronicidad de una situación, existe una más 
reducida presencia y cuidado de las redes de apoyo. 
• el sistema sanitario, que debería ayudar a estas personas no siempre los atiende 
adecuadamente: hay profesionales que por prejuicios, por desconocimiento de la realidad de 
los inmigrantes, incluso por racismo, desvalorizan la sintomatología de estas personas (lo 
cual desgraciadamente tampoco es tan sorprendente si vemos que la propia Organización 
Mundial de la Salud no tiene programas de salud mental para los inmigrantes). Otras veces 
esta sintomatología es erróneamente diagnosticada como trastornos depresivos, psicóticos, 
enfermos orgánicos… padeciendo tratamientos inadecuados o incluso dañinos y siendo 
sometidos a todo tipo de pruebas, incluso cruentas y con efectos secundarios (aparte del gasto 
sanitario innecesario que conlleva) 
En resumen, los duelos clásicos presentes en la emigración, determinan el bienestar 
psicológico de la persona que emigra, si bien es cierto que en nuestros días, dichos duelos, 
han quedado desplazados de forma secundaria, a pesar de su importancia, por los nuevos 
estresores límite. Con todo, se produce un círculo vicioso en el que los estresores afectan a 
la persona y ésta cada vez tiene menos fuerzas. El resultado del proceso es una colección de 
síntomas que producen un efecto realmente incapacitante. Estos inmigrantes viven una de las 
peores pesadillas imaginables: estar sólo, en peligro, sin recursos, sin ver salida a la situación, 
encontrarse mal, pedir ayuda y que no entiendan ni sepan ayudarte. Seguro que hay pesadillas 
peores, pero nos falta imaginación para describirlas. 
 
Estresores y duelos de los inmigrantes en situación extrema 
1. La soledad. La separación forzada de la familia y los seres queridos. En primer lugar el 
duelo por la familia que tiene que ver con la soledad y la separación de los seres queridos. 
Así, en relación al duelo por la familia que se vive en la migración, el duelo simple se daría, 
por ejemplo, cuando emigra un adulto joven que no deja atrás ni hijos pequeños, ni padres 
enfermos, y puede visitar a los familiares. El duelo complicado sería aquel en el que se emigra 
dejando atrás hijos pequeños y padres enfermos, pero es posible regresar, traerlos, y el duelo 
extremo se daría cuando se emigra dejando atrás la familia, especialmente cuando quedan en 
el país de origen hijos pequeños y padres enfermos, pero no hay posibilidad de traerlos ni de 
regresar con ellos, ni de ayudarles. La soledad forzada es un gran sufrimiento. Se vive sobre 
todo de noche, cuando afloran los recuerdos, las necesidades afectivas, los miedos…Además 
los inmigrantes provienen de culturas en las que las relaciones familiares son mucho más 
estrechas y en las que las personas, desde que nacen hasta que mueren viven en el marco de 
familias extensas que poseen fuertes vínculos de solidaridad, por lo que les resulta aún más 
penoso soportar en la migración este vacío afectivo. Este duelo tiene que ver con los vínculos 
y el apego, con el dolor que producen las separaciones. 
2. Duelo por el fracaso del proyecto migratorio. El sentimiento de desesperanza y fracaso 
que surge cuando el inmigrante no logra ni siquiera las mínimas oportunidades para salir 
adelante al tener dificultades de acceso a “los papeles”, al mercado de trabajo, o hacerlo en 
condiciones de explotación. Para estas personas que han realizado un ingente esfuerzo 
migratorio (a nivel económico, de riesgos físicos, esfuerzo…) ver que no se consigue salir 
adelante es extremadamente penoso. Por otra parte, el fracaso en soledad aún es mayor. Y 
además si el inmigrante decidiera regresar, la vuelta siendo un fracasado resultaría muy 
penosa: hay incluso zonas de Africa en las que se considera que quien ha fracasado en la 
migración lo ha hecho porque es poseedor de algún maleficio por lo que sería visto con temor, 
como alguien peligroso si regresara. 
3. La lucha por la supervivencia. El inmigrante en situación extrema ha de luchar por su 
propia supervivencia: 
-La alimentación: muchas veces estas personas se hallan subalimentadas, en general los 
inmigrantes son un colectivo que se alimenta mal, ya que envían casi todo el poco dinero que 
tienen a sus familiares en el país de origen (lo cual no deja de ser una muestra de su 
generosidad y de la intensidad de sus vínculos). El resultado es que tienden a comer alimentos 
de baja calidad con muchas grasas saturadas y bajo índice de proteínas…A esto se le ha de 
añadir que, con frecuencia, no les es fácil reproducir en la sociedad de acogida los hábitos 
alimentarios que tenían en la sociedad de origen. También se ha de tener en cuenta que puede 
existir una interrelación entre subalimentación y fatiga, cefaleas… 
-La vivienda. No es extraño encontrar casos de viviendas en las que se hacinan muchos 
inmigrantes a precios abusivos. El hacinamiento es un factor de tensión y estrés. (Se calcula 
que el espacio vital que necesita una persona no debe ser inferior a 15 metros cuadrados) A 
estas situaciones habría que añadir el relevante colectivo que habita en infravivienda (a la 
que le faltan elementos básicos como techo, alguna pared, etc) o sencillamente vive en la 
calle (al menos durante cierto tiempo). 
-El miedo. El duelo por los peligros físicos relacionados con el viaje migratorio (las pateras, 
los yolos, los camiones, etc). La asociación de amigos y familiares de las víctimas de la 
inmigración clandestina (AFVIC) habla de unos 4000 muertos en el Estrecho de Gibraltar 
desde 1994 en que llegó la primera patera. A veces el estrecho se ha convertido en una gran 
fosa común. Recientemente los colectivos que llegan en patera se han ampliado incluso a 
inmigrantes de Latinoamérica y Asia. Sin embargo, situaciones de peligro se dan también en 
otras zonas del mundo y así, por ejemplo, en América, en la frontera México-USA, la 
situación es aún mucho peor y se calcula que mueren al menos 1000 personas al año, unas 3 
al día. Aunque la mayoría de los inmigrantes llegan por otras vías. Llegan en grupos 
organizados: son recluidos en pisos, lonjas…. Viven amenazados, con documentación falsa, 
chantajeados por las mafias, las “contection man”, las redes de prostitución, etc. Además el 
miedo a la detención y expulsión (en España se expulsa a un inmigrante cada 5 minutos, 
según datos oficiales), a los abusos… 
El miedo a la pérdida de la integridad física tiene unos efectos mucho más desestabilizadores 
que el miedo de tipo psicológico, ya que en las situaciones de miedo psíquico hay muchas 
más posibilidades de respuesta que en las de miedo físico. A nivel biológico sabemos que el 
miedo crónico e intenso fija las situaciones traumáticas a través de la amígdala y da lugar a 
una atrofia del hipocampo (en veteranos de la guerra de Vietnam o en personas que han 
sufrido en la infancia abusos sexuales se ha detectado hasta un 25% de pérdida). También 
habría pérdidas neuronales en la corteza orbitofrontal. A través de un circuíto están 
interconectada la amígdala, los núcleos noradrenérgicos y la corteza prefrontal, áreas muy 
importantes en la vivencia de las situaciones de terror. (Sendi 2001) 
El estrés crónico da lugar a una potenciación del condicionamiento del miedo, tanto sensorial 
como contextual, respondiéndose con miedo ante las situaciones de estrés futuras. Este datoes importante en los pacientes con Síndrome de Ulises ya que se hallan sometidos a múltiples 
estresores que les reactivan las situaciones de terror que han sufrido anteriormente. De todos 
modos, la desesperación puede más que el miedo y estas personas, siguen llegando. 
El miedo es perceptible también en los niños inmigrantes cuyos padres no tienen papeles. 
Vemos incluso niños asustados porque sus padres se retrasan apenas un rato en llegar a casa 
ya piensan que quizás los han deportado y que se quedarán sólos. No son fantasías infantiles 
de abandono y persecución en el sentido kleiniano, sino realidades bien objetivables, es decir 
de auténticas situaciones traumáticas. 
 
Clínica 
No es posible encontrar cifras exactas epidemiológicas de este síndrome, de forma solo 
orientativa podemos ofrecer el dato aportado por García Arboleda (2013) en una 
investigación realizada donde encontró que el Síndrome de Ulises está presente en un 80,7% 
de la muestra, cifra tremendamente elevada, mostrando una relación de dependencia con las 
siguientes variables: edad, nacionalidad, estado civil, idioma, modo y año de entrada, 
situación administrativa, formación, red social y ocupación actual. Otros estudios han 
encontrado prevalencias mucho menores, que se sitúan en torno al 17% de los inmigrantes, 
en concreto se ha encontrado un 17,65% de prevalencia en hombres y 15,38% de prevalencia 
en mujeres (Achotegui et al., 2010; Achotegui, López, Morales, Espeso y Achotegui, 2015). 
De forma básica, el Síndrome de Ulises consiste en un cuadro de carácter reactivo múltiple 
y de carácter crónico que padece el inmigrante al llegar a afincarse en su país de destino. El 
síndrome se generalizó a partir del año 2000, momento temporal en el que las condiciones 
económicas y sociales de los inmigrantes empezaron a complicarse, convirtiéndose en uno 
de los cuadros psiquiátricos más frecuentes entre este tipo de población (Achotegui., 2010). 
El Síndrome de Ulises se compone de un conjunto de síntomas ansioso-depresivos. Se 
considera un cuadro a medio camino entre el estrés agudo y los trastornos adaptativos, pero 
que no se ajusta correctamente a ninguno de ellos, ya que presenta algunos aspectos propios: 
como puede ser la cronicidad (>3 meses), la presencia de múltiples estresores, posibilidad de 
interpretación cultural (mágica) del inmigrante, presencia de estresores de gran intensidad y 
relevancia, con peligro de autoagresión, sin existencia de apatía, sentimiento de culpa, 
pensamientos de muerte o baja autoestima, sentimiento indefensión y déficit de apoyo social 
que empeora el pronóstico. Toda esta variada sintomatología se constituye en una gran 
dificultad para poder salir de la situación. 
• El duelo migratorio afecta a la identidad: Entendemos por identidad “el conjunto de las 
autorrepresentaciones que permiten que el sujeto se sienta, por un lado, como semejante y 
perteneciente a determinadas comunidades que comparten ciertos valores o ideas y, por otro 
lado, diferente y no perteneciente a otras” (Achotegui, 2002). Hacer referencia a la identidad 
de una persona es hacer referencia a un juego de semejanzas y diferencias; podríamos decir 
que a un juego de espejos. La multiplicidad de aspectos que conlleva la elaboración del duelo 
migratorio da lugar a profundos cambios en la personalidad del inmigrante, hasta el punto 
que modifican su propia identidad. Es decir, para bien o para mal, la migración cambia al 
sujeto. Si va bien, favorecerá que surja una persona madura, si va mal, desestructurará al 
sujeto en el plano psicosocial y psicológico. 
• El duelo migratorio conlleva una regresión psicológica: Desde una perspectiva psicológica, 
el concepto de regresión se entiende como el retroceso de la persona hacia actitudes más 
infantiles, menos autónomas... Al tener que afrontar tantos cambios a la vez, el inmigrante 
tiende con frecuencia a sentirse abrumado e inseguro, y a adoptar actitudes regresivas. Las 
tres expresiones más básicas de esta regresión infantil en la migración, serían: 
- Conductas de dependencia: el inmigrante tiende a comportarse a veces de modo sumiso 
ante las figuras de autoridad; actúa como el niño ante las figuras paternas. 
- Queja infantil: otra actitud regresiva ante la frustración y el dolor: la protesta, la ‘pataleta’. 
- Sobrevaloración de los líderes. Como señala la psicología social, cuando hay una situación 
de peligro, los seres humanos tendemos a actuar con jerarquización. 
• La elaboración del duelo migratorio tiene lugar en una serie de etapas: Selye (1954) clasifica 
en tres las etapas de respuesta fisiológica al estrés: 
1) alarma, en la que el organismo reacciona con gran intensidad ante el estímulo estresor; 
2) resistencia, en la que se ponen en marcha respuestas más organizadas y sostenidas 
3) agotamiento ligado a la enfermedad. 
Posteriormente, J. Bowlby (1985), desde la perspectiva de la elaboración psicológica de los 
procesos de duelo, hace referencia a cuatro etapas, que aplicadas a la migración, 
consideramos que se expresarían de la siguiente manera: 
1) Negación: no se puede aceptar la realidad del cambio, y el individuo no la quiere ver. 
2) Resistencia: hay protesta y queja ante el esfuerzo que supone la adaptación y las 
dificultades y los retos a los que se enfrenta el inmigrante. 
3) Aceptación: la persona se instala en la nueva situación, en el país de acogida. 
4) Restitución: es la reconciliación afectiva con lo que se ha dejado atrás y con la nueva 
situación (con el país de origen y el país de acogida). Se acepta lo bueno y lo menos bueno o 
malo, tanto del país de origen como del país de acogida. 
• Supone la puesta en marcha de mecanismos de defensa y de errores cognitivos en el 
procesamiento de la información. Los mecanismos de defensa, en cuanto que mecanismos 
psicológicos de manejo de las emociones y los conflictos psicológicos, están presentes en la 
elaboración del duelo migratorio. Los mecanismos de defensa no son inadecuados en sí 
mismos, sino sólo cuando son masivos, porque distorsionan radicalmente la visión de la 
realidad para hacerla menos frustrante, más gratificante, y de ese modo, impiden la 
adaptación, que es el objetivo evolutivo del funcionamiento mental. 
Desde la perspectiva de respuesta, Beck señala varios mecanismos: 
– La inferencia arbitraria: la generalización excesiva cuando se elabora una regla general, o 
una conclusión, a partir de uno o varios hechos aislados. 
– La maximización y minimización: se distorsiona la realidad modificando la magnitud de 
los acontecimientos. 
– La personalización: tendencia a atribuirse fenómenos externos injustificadamente. 
– El pensamiento absolutista o dicotómico: tendencia a clasificar todas las experiencias 
siguiendo categorías extremas. 
• Se acompaña de sentimientos de ambivalencia hacia el país de origen y el país de acogida. 
El inmigrante siente, a la vez, amor hacia su país de origen, por los vínculos que estableció 
allá, pero también tiene sentimientos de rabia, porque tuvo que marchar de su tierra, porque 
fue una mala madre que no le dio todo lo que necesitaba. Estas situaciones favorecen la rabia 
y, de este modo, se mezclan las emociones de amor y de odio hacia su país de origen. Por 
otro lado, tiene sentimientos amorosos hacia el país de acogida, por los vínculos que ha 
establecido, pero también tiene rabia, por el esfuerzo que le supone la adaptación, por lo que 
también hay ambivalencia hacia el país de acogida. 
• El duelo migratorio lo viven también los autóctonos y quienes quedan en el país de origen. 
La migración es un proceso que da lugar a cambios en la vida no sólo de quienes emigran, 
sino también de quienes reciben a los inmigrantes y de los familiares que se quedan en el país 
de origen. Es como mover una pieza en un tablero de ajedrez: todas lasdemás piezas quedan 
afectadas, la partida ha cambiado. La migración es un hecho social y, como todo hecho social, 
tiene repercusiones sobre el conjunto de la sociedad. 
• El regreso del inmigrante es una nueva migración. En el tiempo en que ha vivido fuera del 
país de origen, se han producido muchos cambios, tanto en la personalidad del inmigrante 
como en la sociedad de la que un día partió. Al regresar al país de origen, llega una persona 
muy diferente de la que un día marchó y llega a un país que también es diferente. Es la vieja 
idea de Heráclito de que nadie se baña dos veces en el mismo río, pues todo fluye (panta rei). 
• El duelo migratorio es transgeneracional. La elaboración de esta larga lista de vivencias no 
se agota en la persona del inmigrante, sino que continúa también en sus hijos y podría 
continuar en las siguientes generaciones si los inmigrantes no llegan a ser ciudadanos de 
pleno derecho en la sociedad de acogida. Quizás el ejemplo más claro sea el caso de los 
negros de Norteamérica. De 100 millones que fueron trasladados como esclavos, 60 murieron 
en los viajes o víctimas de la explotación. Los que quedaron llevan decenas de generaciones 
en Estados Unidos y continúan sin estar integrados en la sociedad norteamericana. 
Esta es una cuestión relevante, los hijos de los inmigrantes son ya ciudadanos autóctonos de 
hecho, pero de forma frecuente, vivencian el síndrome con más fuerza y complejidad de lo 
que lo hacen sus padres, a través de la educación de sus padres interiorizan la cultura de 
origen (Elkheir, 2014). No se sienten ciudadanos de pleno derecho en el país que ya han 
nacido y son ciudadanos de pleno derecho. 
Existen estudios que afirman que la integración social de los inmigrantes se encuentra 
subordinada por la percepción que los propios inmigrantes tengan acerca de la discriminación 
y exclusión social de la que son objeto por parte de la sociedad del país de destino, por ello, 
es posible apuntar a la acción informativa de los medios de comunicación como un 
importante factor situacional que colabora decisivamente a originar imágenes de 
discriminación y exclusión social a nivel colectivo, ya que se fortalece una imagen 
problemática de la inmigración (Laczlo, 2017). 
La perspectiva principal en la mayor parte de las noticias se asocia inmigración con 
delincuencia, organizaciones delictivas, mafias, detenciones de inmigrantes y las actuaciones 
violentas o incluso terroristas atribuidas a éstos. Los distintos sujetos conceden gran 
relevancia a las noticias a partir de que éstas se hallen situadas en titulares o en lugares 
preponderantes y relevantes dentro de un periódico o en un informativo televisivo, de que se 
les otorgue mucho espacio en los mismos, se acompañen de material gráfico abundante, fotos 
o videos. Los contenidos de los informativos no solo establecen la agenda pública, sino que 
también dictan al público de una forma más o menos implícita la manera en la que se debe 
de pensar sobre ciertos asuntos particulares. Dicha actuación de tipo mediático posee 
consecuencias a nivel cognitivo en la opinión pública. La posición privilegiada de noticias 
negativas sobre la inmigración en la prensa y los informativos televisivos agregan una 
visibilidad negativa al fenómeno migratorio, convirtiendo un proceso social en un problema 
que llega al punto de ser un problema social y de salud mental. 
Es cierto que se pueden encontrar nítidas diferencias en el tratamiento de la inmigración entre 
la prensa y la televisión; de esta forma la televisión predomina por su más alto grado de 
sensacionalismo, y de forma contraria la prensa proporciona un número más elevado de 
orientaciones temáticas en cada noticia y una más elevada diversidad de los mismos 
(Martínez, 2017). De esta forma, las características de la imagen mediática del fenómeno 
migratorio son (Villalobos, 2015): Procedencia del Tercer Mundo (antiguas colonias…). 
Percibidos como “pobres”. Étnicamente diferenciados. Dicha caracterización posee un efecto 
muy potente y hace creer que personas que si coinciden con las características que 
entresacamos de la definición del diccionario, “persona que viaja para trabajar”, de forma 
general no sean entendidos en los distintos medios de comunicación como inmigrantes. 
Igualmente, también se produce el fenómeno inverso, personas que aunque no son 
inmigrantes pero que sí parecen responder a la caracterización mediática sean confundidos 
como tales. 
 
Sintomatología 
La vivencia tan prolongada de situaciones de estrés tan intensas afecta profundamente a la 
personalidad del sujeto y a su homeostasis, al eje hipotálamo-hipófisis-médula suprarrenal, 
al sistema hormonal o al muscular, entre otros. 
Los pacientes presentan variablidad temporal en sus síntomas. Hay temporadas en las que 
están mejor y luego recaen, seguramente en relación al contexto cambiante en el que se 
encuentran, a la ayuda que reciben y a las defensas que utilizan (así, por ejemplo, a veces, la 
defensa de la negación puede disminuirles la ansiedad temporalmente) 
El Síndrome del Inmigrante con Estrés Crónico y Múltiple tendría algunas variantes: según 
el número o la intensidad de los síntomas se podría clasificar como parcial o completo, y 
según los estresores se podría clasificar en mayor, si se dan todos los estresores del cuadro, 
y en menor, si tan sólo se dan algunos. (Achotegui 2003, 2004) 
Los síntomas psicológicos del Síndrome de Ulises se han agrupado en cinco distintas áreas 
(Elkheir, 2014): 
1. Área depresiva. Relacionada con el apego, con los vínculos que se dejan en el país de 
origen, la culpa por el abandono, el sentimiento de fracaso, las separaciones, la indefensión, 
las dificultades frente a las situaciones límite, llanto, tristeza, baja autoestima. La enorme y 
frecuente relación entre la presencia de síntomas del área depresiva y la situación familiar 
del inmigrante (vivir en pareja o con pareja e hijos) es un factor protector y/o de riesgo, de 
tal manera que presentan más sintomatología depresiva aquellas personas que viven en 
soledad en comparación con aquellas personas que viven con pareja e hijos. 
Es la tristeza el síntoma más importante en la totalidad de las situaciones en las que se 
produce duelo. Frente a la tristeza por una pérdida es necesario un alto esfuerzo psicológico 
para percibirla de una forma relativamente benigna, y que de esa forma, el pasado, presente 
y futuro aparezcan reconciliados. Únicamente cuando se acepta la posible pérdida o debido 
a un proceso psicológico sabemos aceptarla, es cuando la persona puede seguir con 
optimismo en su vida. Dentro de esta escena, es la tristeza lo que se constituye en la 
manifestación de la decepción por el proyecto migratorio fallido. Encontramos por tanto 
sintomatología de carácter depresivo, pero no se podrá diagnosticar claramente depresión ya 
que no están presentes los demás criterios importantes, como son las ideas de tipo autolítico 
(conductas de muerte o suicidio), la falta total de actividad social o incluso la apatía. 
Sintomatología: 
- tristeza: expresa el sentimiento de fracaso, de indefensión aprendida, de desistimiento ante 
los duelos complicados a los que debe hacer frente el inmigrante en situación extrema. Dado 
que sabemos desde los trabajos de Ekmann en los 70 que la expresión facial de las emociones 
básicas es universal, la tristeza es fácilmente perceptible en la anamnesis de personas de 
cualquier cultura, aunque este mismo autor señala que hay casos como, por ejemplo el de la 
cultura japonesa, en la que es más difícil valorar ya que en esta sociedad se considera que no 
sonreír es una descortesía social por lo que se oculta mucho la expresión facial de la tristeza. 
- llanto: en estas situaciones límite lloran tanto los hombres como las mujeres, a pesar de que 
los hombres han sido educados en casi todas las culturas en el controldel llanto. Una 
expresión de esta dificultad de los hombres sería que a veces se refieren a llorar 
eufemísticamente diciendo que les sale agua por los ojos o que lloran por dentro. Por otra 
parte en la tradición islámica el llanto no está bien visto y el dolor se expresa más en forma 
de gemidos La interpretación de que el llanto se dé tanto en hombres como en mujeres 
radicaría en que ante una situación tan límite, incluso las barreras de tipo cultural quedarían 
en segundo lugar. 
- culpa: se expresa con menor frecuencia e intensidad en culturas no occidentales, en las que 
no se considera que el ser humano es el centro del mundo, sino que forma parte de todo el 
conjunto de la naturaleza. Desde la perspectiva kleiniana (1957) podríamos decir que en las 
culturas tradicionales se daría más una culpa del tipo paranoide, ligada al temor al castigo: la 
persona no está preocupada por el daño que ha infligido al otro, por el mal que ha causado, 
sino que está afectada por el temor al castigo que teme recibir por su acción inadecuada. En 
la culpa depresiva el sentimiento básico es el sufrimiento por haber hecho daño al otro, el 
remordimiento, el sentimiento de pena por el mal que se ha causado. En los pacientes 
depresivos occidentales se da el doble de sentimiento de culpa que en los pacientes de otras 
culturas. Los pacientes pakistaníes miran asombrados (a veces hasta sonríen) cuando se les 
pregunta si tienen sentimientos de culpa. Sin embargo, no es extraño que un latinoamericano 
se considere muy culpable de casi todo lo que le está pasando, en el otro extremo del péndulo 
del sentimiento de culpa 
- Ideas de muerte: a pesar de la gravedad de los factores estresantes, estas ideas no son 
frecuentes en estos inmigrantes. En general, el inmigrante posee una gran capacidad de lucha 
que le hace querer ir hacia delante incluso en contextos muy adversos. Puede tener 
sentimientos de tristeza pero aún conserva una esperanza que le impulsa a desear seguir 
viviendo. Una ecuatoriana decía: ¡pero cómo voy a tener ideas de muerte si tengo dos hijos 
pequeños esperándome en América! Esta persona estaba llena de sentimientos de vida. Sin 
embargo, en los menores adolescentes, dada su mayor impulsividad, sí que se darían con más 
frecuencia ideas de muerte e intentos de autolisis, en determinados momentos de gran 
desesperación que viven. 
2. Área de ansiedad. Ante el choque experimentado en un país extranjero, la persona va a 
sentir importante sintomatología ansiosa ante las decisiones que deba de tomar, así sentirá 
nerviosismo, preocupaciones excesivas de carácter recurrente, tensión, insomnio e 
irritabilidad. Desde un plano transcultural, por ejemplo, los inmigrantes árabes exteriorizan 
la ansiedad como impaciencia y protesta. A causa de la educación recibida por los varones 
dentro de esta cultura, es probable fomentar un tipo de personalidad impulsiva con menor 
tolerancia a la frustración y mayor ansiedad. Entre los elementos más habituales de esta área 
predominan las preocupaciones recurrentes y excesivas, el nerviosismo, la tensión y la 
irritabilidad. 
Sintomatología. Es una de las más importantes de este cuadro clínico: 
- tensión, nerviosismo: es un síntoma muy frecuente que expresaría el enorme esfuerzo, la 
lucha que supone afrontar las adversidades que conlleva emigrar en estas condiciones, con 
todos estos estresores. 
- preocupaciones excesivas y recurrentes: se hallan en relación a la extrema complejidad y 
dificultad de la situación en la que se encuentran estos inmigrantes extracomunitarios. Hay 
un enorme acúmulo de sentimientos contrapuestos, que cuesta integrar. Se requiere una gran 
capacidad para entender tantas emociones. El inmigrante ha de tomar muchas y graves 
decisiones, a veces en muy poco tiempo y con escasos medios de análisis, lo cual conlleva 
una enorme tensión: “es como si tuviera la centrifugadora dentro de la cabeza, trabajando 
todo el día”. Estas preocupaciones recurrentes y obsesivas favorecen la aparición del 
insomnio, ya que para conciliar el sueño es básico lograr un estado de relajación. 
- irritabilidad: no es un síntoma tan frecuente como los anteriores. De todos modos se ha de 
tener en cuenta que tiende a expresarse menos en inmigrantes procedentes de culturas 
orientales que controlan más la expresión de las emociones (consideran que expresar una 
emoción es una forma de coaccionar a los otros), de suyo, la cultura occidental es una de las 
más asertivas. Este síntoma se ve más en menores. La irritabilidad es frecuente en las bandas 
juveniles. Se ponen “bravos” que dicen los ecuatorianos. 
- Insomnio: Las preocupaciones recurrentes e intrusivas dificultan el dormir. La noche es el 
momento más duro: afloran los recuerdos, se percibe con toda su crueldad la soledad, el 
alejamiento de los seres queridos, la magnitud de los problemas a los que debe hacerse frente. 
No hay estímulos externos que puedan distraer a la persona de sus preocupaciones, recuerdos, 
etc. Además, se pone en marcha la ansiedad de anticipación que favorece que el inmigrante 
que comienza a tener problemas para dormir asocie el acostarse con una situación de tensión 
y por lo tanto no se relaje lo suficiente como para poder conciliar el sueño, y de ese modo se 
va instaurando el insomnio, con lo que se crea un círculo vicioso, un condicionamiento. A 
nivel biológico se podría explicar el insomnio desde la perspectiva de que el incremento de 
catecolominas y glucocorticoides a que da lugar el estrés favorece el arousal, la excitación 
que impide la relajación para poder dormir. El insomnio de los inmigrantes se agrava además 
por las pésimas condiciones de las viviendas que habitan: ambientes húmedos, 
excesivamente calurosos en verano y fríos en invierno, ruidos, mala ventilación, etc. Todo 
esto cuando no están simplemente en la calle, entonces se ha de añadir el miedo a los robos, 
las agresiones, la policía que los puede expulsar, etc. 
3. Área de somatización. Desde esta área los inmigrantes manifiestan síntomas somatomorfos 
o somáticos, como síntomas de tipo psicológicos relacionados con la enfermedad física. Los 
síntomas de carácter somatomorfo que se presentan con mayor frecuencia son la fatiga y las 
cefaleas, los síntomas de carácter osteo articular, y con menor frecuencia, molestar en la zona 
abdominal. La sintomatología somática se potencia entre sí: el insomnio ayuda a la aparición 
de la cefalea y de la fatiga, y la tristeza disminuye el umbral de dolor. 
Sintomatología. La mente y el cuerpo no están separados, es decir el que aparezcan síntomas 
somáticos no impide la expresión psicopatológica, no son por lo tanto pacientes alexitímicos, 
que rehuyan lo emocional, a pesar de que tienen una fuerte expresión somatizada. 
- cefalea: es uno de los síntomas más característicos del Síndrome de Ulises, ya que se da en 
una proporción superior a la de los autóctonos que viven situaciones de estrés. Las cefaleas 
que se ven en los inmigrantes son casi siempre de tipo tensional y van asociadas a las 
preocupaciones recurrentes e intrusivas intensas en que el inmigrante se halla sumido. Las 
molestias con frecuencia se concentran en la zona frontal y en las sienes. Desde una 
perspectiva psicoanalítica podrían estar ligadas a la utilización de la defensa de la negación 
(muy frecuente en el duelo migratorio extremo), al resultarles, a pesar de todo, más soportable 
el dolor de cabeza que el seguir pensando en tantos problemas y adversidades. 
- Fatiga. La energía se halla ligada a la motivación y cuando la persona durante largo tiempo 
no ve la salida a su situación hay una tendencia a que disminuyan las fuerzas. Este síntoma 
se da en todos los pacientes que sufren el Síndrome aunque en menor grado en aquellos que 
llevan poco tiempo en el país de acogida. Con este gran cansancio los pacientes difícilmente 
pueden ser diagnosticados de maníacos, más bien se quejan de hallarsesin energía. 
También son frecuentes otras somatizaciones, especialmente de tipo osteomuscular. En 
menor porcentaje se hallarían las molestias abdominales y aún menos las torácicas. Las 
molestias osteomusculares se explicarían en relación a las contracturas musculares que 
aparecen como respuesta al estrés. Especialmente son más intensas en la zona de la espalda 
y las articulaciones, o como dicen muy gráficamente algunos hispanoamericanos en “las 
coyunturas”. A nivel psicosomático es importante también observar que estas personas están 
casi siempre envejecidas por todo el sufrimiento que padecen. 
Estos síntomas somáticos pueden cambiar, no son radicalmente fijos. Sobre todo el insomnio 
que suele ser el primero que remite cuando el inmigrante mejora con el tratamiento. El 
síntoma más rebelde suele ser la cefalea. De todos modos pueden aparecer posteriormente 
síntomas que antes no habían aparecido. 
4. Área confusional. Estos síntomas aluden especialmente a experiencias de confusión 
espaciotemporal, despersonalización, problemas de memoria y dificultades para 
concentrarse. Biológicamente hablando, la confusión que se manifiesta en las situaciones de 
estrés crónico se demostraría por el aumento del cortisol (hormona esteroidea producida por 
las glándulas suprarrenales), actuaría sobre las áreas corticales y sobre el hipocampo. La 
confusión se ve fomentada ya que en las relaciones familiares el inmigrante expresa la verdad 
de una forma parcial, intentando no generar un sufrimiento extra por su causa. Un factor más 
que ayuda a que se produzca confusión en la persona es la superposición y mezcla de culturas, 
idiomas, los puntos de referencia, los lugares, las vivencias actuales e incluso los recuerdos. 
Sintomatología. Hay sensación de fallos de la memoria, de la atención, sentirse perdido, 
incluso perderse físicamente, hallarse desorientados a nivel temporal, etc. Habría numerosos 
aspectos que favorecerían la aparición de sintomatología de tipo confusional. La confusión 
podría estar ligada con el tener que esconderse, hacerse invisibles, para no ser retenidos, 
repatriados (el episodio de la Odisea en que Ulises le dice a Polifemo que su nombre es 
Nadie). No es infrecuente encontrar casos de menores que han pasado por numerosos centros 
tutelados en los que dan un nombre diferente en cada lugar. ¿Cuál es el verdadero? Al final 
quizás ya ni ellos lo saben. Estos pacientes hacen comentarios muy expresivos. Un paciente 
decía “no sé si voy o vengo” y otro “no sé lo que quiero, ¡pero lo quiero ya!” 
La migración en situación extrema favorece la confusión, la existencia de muchas mentiras 
o medias mentiras, fabulación… en las relaciones familiares. El inmigrante apenas explica la 
verdad a los suyos para que no sufran por él. Y sus familias también se guardan de explicarle 
los problemas que van surgiendo en el país de origen. Al final todo ello potencia la confusión 
y la desconfianza. 
Desde una perspectiva cultural se ha de tener en cuenta que en las culturas en las que ha 
habido más control sobre los ciudadanos se ve menos sintomatología confusional y más de 
tipo paranoide. Así, por ejemplo, los inmigrantes que proceden de los países de la antigua 
Unión Soviética suelen tener menos tendencias confusionales y más de tipo paranoide. Sin 
embargo, no es fácil evaluar estos síntomas confusionales a nivel transcultural ya que hay 
culturas que tienen una idea del tiempo circular y no lineal. Un ejemplo de las dificultades 
culturales que se pueden dar en la exploración de estos síntomas es que la despersonalización 
es difícil de valorar en culturas que poseen otra imagen del yo, del sujeto, como las orientales, 
donde las terapias se plantean “contra el yo”. 
Desde una perspectiva psicoanalítica la confusión se hallaría relacionada con la frecuente 
utilización de la defensa de la negación en situaciones extremas, que como señala M. klein 
(1957) favorece la fragmentación de los objetos. Desde una perspectiva biológica puede 
explicarse la confusión como respuesta al estrés crónico ya que el cortisol actúa sobre el 
hipocampo (produciendo alteraciones de la memoria) así como sobre las áreas corticales 
(Sendi 2001) 
5. Área cultural. Desde una perspectiva cultural de la salud y la enfermedad se ha destacado 
que los valores, creencias y prácticas sobre la salud y la enfermedad en la totalidad de las 
sociedades humanas, son expresión de la cultura de esa sociedad y no pueden ser estudiadas 
aisladas de su propia cultura. En el momento en el que la gente se encuentra en situaciones 
de incertidumbre y que conllevan un grado de amenaza a la integridad personal, existe una 
tendencia a intentar explicar o encontrar un sentido a lo que está sucediendo. Esta inclinación 
a realizar análisis causales es comenzada por la necesidad de los sujetos de predecir el futuro 
y controlar los eventos. Así, culpar a otras personas de la enfermedad que se sufre, es una 
cuestión muy habitual en ciertas comunidades de las sociedades no-industrializadas, como 
sucede en el Caribe o en África, o incluso en minorías culturales de sociedades 
industrializadas. 
De forma frecuente, el inmigrante explica desde su propia cultura tradicional las situaciones 
que le son desagradables, explicaciones como mala suerte, o por la brujería, o como castigos 
por no cumplir las normas sociales de sus grupos. Desde el punto de vista de los aspectos 
culturales de la sintomatología se propone que existirían variantes culturales de dichos 
síntomas, como las molestias torácicas en árabes, las molestias abdominales en africanos y 
la sintomatología relacionada con la sexualidad en asiáticos. 
Esta interpretación de la sintomatología desde la perspectiva de las tradiciones mágicas 
conllevará que la intervención psicológica deba tener en cuenta la cosmovisión del paciente 
obligando al terapeuta occidental a “descentrarse” culturalmente a la hora de efectuar la 
intervención terapéutica. Es muy importante acercarse a estas vivencias del paciente con 
respeto y atención. Pero no es fácil explorarlas porque estas personas se sienten rechazadas 
por la cultura autóctona y esconden este tipo de vivencias. Una buena forma de acercarse a 
estos temas es preguntarles si creen que han tenido mala suerte. A partir de este punto es 
posible continuar el diálogo y profundizar en el tema. 
El Síndrome de Ulises se puede dar igualmente en población infanto juvenil. Por supuesto 
que dependiendo de la edad de la persona y su desarrollo evolutivo se expresará de una forma 
u otra. De esta forma, los niños en edad preescolar tienden a realizar una evitación de las 
distintas situaciones, en ocasiones que no tienen por qué estar relacionadas de forma directa 
con el problema que han vivenciado. Así el niño sufriría ansiedad de separación, además de 
padecer ansiedad ante personas extrañas. Igualmente podrían presentarse trastornos del 
sueño. En el día a día y plasmado en sus juegos, puede duplicar ingredientes que guarden 
relación con el problema. Un problema más que puede aparecer es la enuresis secundaria 
nocturna (emisión de orina de forma involuntaria). Durante la edad escolar se podrían poner 
de manifiesto ciertas conductas agitadas o desorganizadas, más que la aparición de miedo, 
de indefensión o de terror como sucede en las personas en edad adulta. Se exteriorizan 
problemas en la relación con la familia o con los compañeros. Pueden reactivar el trauma de 
forma simbólica, de una forma que pueden buscar un alivio o rebaja de su activación 
emocional negativa, de un modo repetitivo, ya sea a través de dibujos, de conversaciones o 
de juegos varios. En esta franja de edad se tiende a no olvidar los elementos dolorosos del 
trauma y no suelen tener flashbacks visuales. Pueden errar en todo caso la secuencia de los 
hechos, pero se encuentran convencidos de poder reconocer el peligro en el futuro. En cuanto 
a la población enedad adolescente tendrán vivencias muy parecidas a las que sufre la persona 
en edad adulta. Si podrán diferenciarse, debido a las especiales características de la edad 
adolescente, en cuanto a su conducta más impulsiva e incluso agresiva (Espeso, 2009). 
 
Diagnóstico diferencial: 
El síndrome de Ulises no es una enfermedad, se ubica en el ámbito de la salud mental, que 
es más amplio que el ámbito de la psicopatología: es un cuadro reactivo de estrés ante 
situaciones de duelo migratorio extremo que no pueden ser elaboradas: 
• Desvalorización de sus padecimientos, a pesar de padecer a veces hasta diez síntomas. 
• Incorrectamente diagnosticados como: 
-Enfermedades depresivas: a pesar de que, además de no tener apatía, son proactivos; no sólo 
no tienen ideas de muerte, sino que están llenos de proyectos e ilusiones. Estas personas están 
más bien llenas de pensamientos de vida que de pensamientos de muerte. Piensan en sus 
hijos, sus familias… Asimismo mantienen la autoestima. 
La sintomatología depresiva presente en el cuadro es ante todo la tristeza y el llanto. De todos 
modos, fenomenológicamente, no es la tristeza de un cuadro depresivo stándar, es más la 
tristeza de un duelo complicado, difícil, de un pesar intenso, más en la línea de la desolación, 
magníficamente descrita por Ignacio de Loyola o Hannah Arendt, que no la tristeza del 
depresivo en el sentido clínico. 
Difícilmente se puede catalogar como un cuadro depresivo, a no ser que se incluya en la 
categoría de atípico, pero la ausencia de algunos síntomas básicos de los trastornos 
depresivos hace poco rigurosa dicha adscripción. Aparte de que este tipo de categorías son 
de muy poca utilidad. Estas personas están caídas, pero no vencidas. 
-Trastornos adaptativos: En relación a los estresores el DSM-IV-TR señala que los 
Trastornos adaptativos se caracterizan por un malestar superior al esperable dada la 
naturaleza del estresor identificable. En el caso de los inmigrantes a los que se hace referencia 
en primer lugar no habría un estresor sino muchos y además se caracterizan por poseer una 
dimensión fenomenológica radicalmente diferente: lucha por la supervivencia, terror… Es 
decir, se hace referencia a unos estresores de gran intensidad y de otra dimensión cualitativa. 
Hay una clara diferenciación entre el Trastorno adaptativo y el Síndrome de Ulises ya que 
evidentemente el malestar de los inmigrantes que viven estos estresores límite puede decirse 
que es todo menos “superior al esperable”. Es más normal estar mal en dichas circunstancias, 
cuando todo falla alrededor, que ser insensibles a lo que se vive. Podríamos decir que en el 
trastorno adaptativo el sujeto se toma sus problemas a la tremenda y que en el Síndrome de 
Ulises los problemas son tremendos y el sujeto se los toma como son. Ell estrés que padecen 
va más allá de lo adaptativo. Cuando alguien no tiene papeles, acceso al trabajo, contacto con 
los seres queridos… qué más quisieran estas personas que poder adaptarse. Por desgracia no 
tienen medios para superar los problemas a los que se enfrentan, dado que no los controlan. 
Estas personas no pueden adaptarse porque se hallan fuera del sistema, “out”. Desde esta 
perspectiva son sugerentes las aportaciones de Alain Touraine que sostiene que mientras 
antes la sociedad se dividía en los que estaban arriba y los que estaban abajo, cada vez más 
la sociedad actual se divide entre los que están dentro del sistema y los que están fuera. Y 
obviamente los candidatos a padecer el Síndrome de Ulises se hallan claramente fuera del 
sistema, es por ello que tienen pocas posibilidades de adaptarse. Podríamos hablar en este 
sentido más bien de un Síndrome A-adaptativo. De todos modos, sí que nos podemos plantear 
que existe un continuum entre el Trastorno Adaptativo y el Síndrome de Ulises. Porque hay 
un punto en el que los problemas de adaptación, a base de añadir más y más dificultades se 
“pasan de rosca” y se convierten en otra cosa. Dónde se halla este punto no es nada fácil de 
delimitar. 
-Trastorno por estrés postraumático: El cuadro tiene en algunos aspectos similitudes con el 
Trastorno por Estrés Post-traumático. Sin embargo, es una parte del Síndrome de Ulises, que 
va más allá de este trastorno. La característica esencial es la aparición de síntomas 
característicos que sigue a la exposición de un acontecimiento estresante y extremadamente 
traumático donde el individuo se ve envuelto en hechos que representan un peligro real para 
su vida o cualquier otra amenaza para su integridad física. En cuanto al estresor miedo, terror, 
en los pacientes con síndrome de Ulises éste se da. Pero el Trastorno por estrés postraumático 
no añade todos los otros estresores, y además de gran intensidad que padecen los inmigrantes. 
Así la soledad, el sentimiento de fracaso, la lucha por la supervivencia no tienen nada que 
ver con el concepto de trastorno de estrés post-traumático en sí mismo y sin embargo, son 
factores esenciales en el Síndrome de Ulises. Otra diferencia radicaría en que en el Trastorno 
por estrés post-traumático, a diferencia del Síndrome de Ulises, hay apatía y baja autoestima. 
La parte común al Trastorno por estrés post traumático proviene de la respuesta al miedo, un 
estresor muy importante. 
-Diagnóstico. Es más fácil saber qué no es el Síndrome de Ulises que decir qué es. 
Metafóricamente, el síndrome de Ulises es como si en una habitación se subiera la 
temperatura hasta los 100 grados. Tendríamos mareos, calambres... ¿Estaríamos enfermos 
por tener estos síntomas?, no. Cuando saliéramos al aire libre, estos síntomas desaparecerían, 
porque simplemente se corresponderían con un intento de adaptación fisiológica a esa 
elevada temperatura ante la que no funciona nuestra termorregulación. Pero si alguien en la 
sala tuviera un infarto, un cólico, ese sí que estaría enfermo (lógicamente, en esta metáfora 
se trataría de una depresión, una psicosis). 
El Síndrome de Ulises es un trastorno caracterizado por tener unos estresores muy específicos 
y de gran intensidad, así como por poseer una constelación de síntomas. Si una persona tiene 
todos los síntomas del Síndrome pero no es ni inmigrante, obviamente no se le puede 
diagnosticar este trastorno. Como no se puede diagnosticar mobbing a alguien que no trabaja 
o de Trastorno por estrés postraumático a alguien que nunca ha vivido ningún sobresalto. 
Diagnosticar teniendo en cuenta los factores ambientales, las situaciones de estrés crónico, 
tal como se está haciendo actualmente con otros cuadros como el burn-out, el mobbing, el 
síndrome de abstinencia, etc., es positivo porque el estrés es sin duda una de las problemáticas 
básicas en salud mental aunque aún es poco tenida en cuenta. En relación a la denominación 
de Síndrome se ha de señalar que es meramente descriptiva y que proviene de su acepción 
más simple: conjunto de síntomas. Y es obvio que los inmigrantes presentan un buen número 
de ellos. Sin embargo, ante el reconocimiento de los problemas psicológicos de los 
inmigrantes ocurre algo muy parecido a lo que ocurre con los padecimientos de la mujer, o 
de las minorías: se tiende a tener una visión prejuiciada y desvalorizadora de esta 
sintomatología desde ciertos planteamientos de la psiquiatría que carecen de sensibilidad ante 
estas realidades sociales. Así, a nivel de género existe una clara discriminación hacia la mujer 
desvalorizándose trastornos como la fibromialgia, la fatiga crónica… Existen sesgos en el 
diagnóstico en relación al género, la etnia, la clase social y la problemática en salud mental 
de estos inmigrantes se halla también discriminada. Los problemas de los sectores 
marginados y las minorías son sistemáticamente desvalorizados. Si toda esta larga serie de 
síntomas psiquiátricos descritos en vez de afectar a mujeres negras pobres e inmigrantes, 
afectaran a hombresblancos altos ejecutivos serían sin duda tenidos en cuenta de otra manera. 
 
Intervención 
Es muy posible que en primer lugar como base de cualquier intervención en este síndrome 
sea la obtención de un apoyo social, apoyo especialmente complicado cuando los inmigrantes 
no tienen residencia y suelen ser menos asimilados por la sociedad autóctona. No se trata de 
una depresión diagnosticada sino un síndrome particular con unas características especiales. 
Por lo tanto, la formación de los profesionales de la salud mental que traten a las personas 
afectadas ha de ser acorde al síndrome. Durante la intervención se ha de ser tremendamente 
escrupuloso en el respeto a la cultura del emigrante, intentando en todo momento no 
despreciar o desmerecer a la persona, siempre con el debido respeto a las leyes vigentes. 
De acuerdo con Achotegui (2016), la intervención debe orientarse a realizar más una 
intervención de tipo educativo y de apoyo emocional, por lo que el trabajo terapéutico sobre 
el Síndrome de Ulises atañe no sólo a los psicólogos, a los médicos o a los psiquiatras, atañe 
igualmente a los trabajadores sociales, los promotores de salud, y los líderes comunitarios Es 
fundamental por tanto, la prevención sanitaria y psicosocial, igualmente es fundamental tener 
en cuenta las características culturales del sujeto. 
Con todo, y siguiendo al citado autor, la asistencia a estos grupos es una tarea realmente 
complicada: las poblaciones de inmigrantes y las distintas minorías poseen los índices más 
altos de incumplimiento terapéutico y de abandono del tratamiento en el área de la atención 
en salud mental. Este hecho, aparte de mostrar las dificultades que comporta la atención a 
estos grupos, muestra los graves déficits que existen para ofrecerles una atención de calidad. 
 
Caso: 
Mujer de 14 años de edad, acude de forma repetida a consulta por presentar epigastralgia con 
sensación de mareo desde hace más de 3 meses. El dolor no se irradia, dura unos minutos, 
aparece 2 o 3 veces al día y no tiene relación con la ingesta ni con el ejercicio. 
Es la segunda hija de mestizos, jóvenes y obesos. Inmigró de Chile acompañando a sus 
padres. Reside en España desde los 6 años; recuerda la llegada a Cataluña como una etapa 
dura y difícil, que superaron gracias a sus profundas convicciones religiosas. Hace 6 meses 
la paciente viajó unos días de vacaciones a su país de origen, y 2 meses más tarde falleció el 
abuelo materno de forma súbita. 
En la exploración física se objetiva obesidad; el resto de exploración es compatible con la 
normalidad. La valoración realizada por los Servicios de Oftalmología y de Salud Mental es 
normal. Descartada la patología orgánica y psiquiátrica, se plantea el dolor abdominal como 
parte de un cuadro emocional reactivo, y se explora el duelo migratorio. 
La paciente es bilingüe: habla catalán fuera de casa y español en su domicilio. Su rendimiento 
escolar es excelente; es aficionada a la lectura y lee autores chilenos en su tiempo libre. 
Ayuda diariamente en las tareas caseras, prefiere la cocina tradicional chilena a otros platos, 
y en las celebraciones familiares cocina comida típica de su país. Telefonea a su hermano 
mayor todas las semanas y llora al terminar cada llamada. Tras la muerte de su abuelo, dice 
estar triste por no haber convivido con él, por no asistir a su entierro y por no acompañar a 
su abuela viuda. Tiene miedo ante la posibilidad de la muerte de sus padres y piensa en ello 
cada noche. Desea regresar a Chile, aunque no lo verbaliza para no preocupar a su familia. 
En la anamnesis detallada se objetiva una demanda ambiental extrema para su edad. 
Se informa a la familia de la aparición en la adolescente de un duelo 8 años después de su 
emigración y se plantea una nueva elaboración del proceso migratorio. En varias entrevistas 
se habla de la emigración, del duelo y de la sensación de pérdida. Se identifican mecanismos 
posibles de afrontamiento y respuestas positivas. Se establecen pautas de conducta que 
ayuden a normalizar aspectos de la vida cotidiana que están alterados, como la alimentación, 
el sueño y la actividad física. Se propone considerar a la familia residente en Chile como 
grupo de apoyo y se fomenta el contacto con primos, tíos y resto de abuelos con la ayuda de 
nuevas tecnologías. Su evolución un año más tarde es buena; presenta algún episodio aislado 
de epigastralgia. 
En el síndrome de Ulises aparecen síntomas psicológicos como la tristeza, el llanto, el 
nerviosismo, la preocupación o el insomnio; y síntomas físicos como la cefalea, la 
abdominalgia o la fatiga. Tiene variantes según la cantidad de estresores que incidan sobre 
el sujeto o el número y magnitud de los síntomas que el paciente padezca. El diagnóstico 
diferencial se realiza con los trastornos depresivo, adaptativo y por estrés postraumático. Se 
diferencia de estos por la ausencia de apatía, culpa o deseo de muerte. Para lograr un 
diagnóstico adecuado son imprescindibles una buena formación en competencia cultural, una 
adecuada comunicación con el paciente, valorar al inmigrante dentro de un contexto 
 
Conclusiones 
El Síndrome de Ulises constituye un verdadero desafío para el actual sistema de salud. 
Demanda una evaluación completa de la complicada situación de los emigrantes que padecen 
este síndrome de estrés límite. Esta cuestión por tanto requiere, como no puede ser de otra 
manera, una adecuada prevención del trastorno, a varios niveles, no pudiendo centrarnos en 
un único un nivel individual, de igual forma se requiere atención a un nivel general 
comunitario. De hecho, y según Achotegui (2017) el Síndrome de Ulises se encuentra de una 
forma más concreta en el campo de la prevención sanitaria y psicosocial, que en el campo 
del propio tratamiento. La intervención se debe centrar de forma básica en la psicoeducación 
y en la terapia que garantice una contención emocional. 
El duelo se produce en mayor o menor medida a lo largo de la totalidad del proceso 
migratorio, cuando la persona que emigra se enfrenta a nuevas y dolorosas adversidades, el 
proceso de inmigración se convierte en un proceso que alcanza unas cotas de estrés tan 
elevadas que saturan la capacidad de afrontamiento y adaptación de las personas, 
acrecentando los inconvenientes de elaboración del duelo del proceso migratorio. Esta 
cuestión constituye el aspecto negativo que supone la emigración, cuestión o factor negativo 
que constituye el Síndrome de Ulises. No obstante, es preciso considerar que la inmigración 
igualmente posee una cara realmente positiva, al establecerse como una variable de 
enriquecimiento y variedad cultural. El fenómeno migratorio es una ocasión real para conocer 
otras culturas o la probabilidad de elevar no solo la perspectiva económica, sino también de 
enriquecimiento cultural de la sociedad si las condiciones son convenientes, como es el caso 
de los inmigrantes que no sufren el Síndrome de Ulises. 
El Síndrome de Ulises se constituye en un auténtico problema de salud mental, y debido a su 
alta prevalencia, se constituye en un grave problema de salud mental. Es la materialización 
del sufrimiento que tienen que soportar muchas personas en nuestros tiempos. La presencia 
de esta realidad clínica supone un nuevo reto, no solo en cuanto a su conocimiento, también 
es un reto en cuanto a que la sociedad, nuestra sociedad global, ha de disponer de los resortes 
necesarios para atender a este necesitado y numeroso grupo de población. La finalidad 
principal es que los inmigrantes logren completar de forma correcta el proceso de adaptación 
y sus metas, sin comprometer su estado de salud. Los distintos programas de orientación 
comunitaria deben de orientase al bienestar de los emigrantes, dichos programas pueden 
lograr una alta efectividad siempre y cuando exista una correcta monitorización

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