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Lexicografia_del_espanol_de_Amerca

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María Álvarez de la Granja / 
Ernesto González Seoane (eds.)
Léxico dialectal y lexicografía 
en la Iberorromania
L i n g ü í s t i c a I b e r o a m e r i c a n a
V o l . 7 3
d i r e c t o r e s :
Mario Barra Jover, Université Paris VIII
Ignacio Bosque Muñoz, Universidad Complutense de Madrid, Real Academia 
Española de la Lengua
Antonio Briz Gómez, Universitat de València
Guiomar Ciapuscio, Universidad de Buenos Aires
Concepción Company Company, Universidad Nacional Autónoma de México
Steven Dworkin, University of Michigan, Ann Arbor
Rolf Eberenz, Université de Lausanne
María Teresa Fuentes Morán, Universidad de Salamanca
Daniel Jacob, Albert-Ludwigs-Universität, Freiburg im Breisgau
Johannes Kabatek, Universität Zürich
Eugenio R. Luján, Universidad Complutense de Madrid
Ralph Penny, University of London
María Álvarez de la Granja / 
Ernesto González Seoane (eds.)
Léxico dialectal y lexicograf ía en la 
Iberorromania
 
 
I b e r o a m e r i c a n a · Ve r v u e r t · 2 0 1 8
La publicación de este volumen ha sido posible gracias a las ayudas del grupo Filoloxía e 
Lingüística Galega (FILGA), financiado por la Xunta de Galicia (Consolidación e estruturación 
2017 Grupos de Referencia Competitiva ED431C 2017/34) así como de la Red de Lexicografía 
RELEX, financiada también por la Xunta de Galicia (Consolidación e estruturación 2016 Redes 
ED341D R2016/046).
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ISBN 978-84-9192-000-7 (Iberoamericana)
ISBN 978-3-95487-776-8 (Vervuert)
ISBN 978-3-95487-777-5 (ebook)
Diseño de la cubierta: Carlos Zamora
ÍNDICE
Introducción. El tratamiento lexicográfico del léxico dialectal (María Álvarez 
de la Granja y Ernesto González Seoane) .................................................... 9
I. Estudios teórico-metodológicos ................................................................... 23
1. Corrientes teóricas y metodológicas en el estudio del léxico dialectal. Una 
perspectiva histórica (Carolina Julià Luna) .................................................. 25
2. Tendencias actuales en la investigación del léxico dialectal (Hiroto Ueda y 
Antonio Ruiz Tinoco) ................................................................................... 53
3. La lexicografía dialectal: aspectos teóricos, metodológicos y tipológicos 
(Alejandro Fajardo) ...................................................................................... 77
4. Cuestiones pertinentes e impertinentes a propósito del léxico dialectal en la 
nomenclatura de los diccionarios generales (Juan Gutiérrez Cuadrado) ..... 101
5. Lexicografía diferencial y lexicografía integral (Klaus Zimmermann) ......... 121
II. Historiografía de la lexicografía dialectal ................................................. 145
6. Lexicografía dialectal del aragonés (José Luis Aliaga Jiménez) ................... 147
7. Lexicografía dialectal del gallego (María Álvarez de la Granja y Ernesto 
González Seoane) ......................................................................................... 163
8. Lexicografía dialectal de las hablas andaluzas (Francisco M. Carriscondo 
Esquivel) ....................................................................................................... 187
9. La lexicografía diferencial canaria: hitos y referencias (Dolores Corbella 
Díaz) ........................................................................................................ 205
10. Lexicografía dialectal de las hablas extremeñas (José Antonio González 
Salgado) ........................................................................................................ 229
11. Lexicografía del español de América (José Carlos Huisa Téllez) ................ 247
12. Lexicografía dialectal del portugués de Brasil (Aparecida Negri Isquerdo) 267
13. Lexicografía dialectal del leonés (Janick Le Men Loyer) ........................... 291
14. Lexicografía dialectal del catalán (Maria Pilar Perea Sabater) .................... 309
15. La lexicografía dialectal del portugués europeo: formas y contenidos (Isa-
bel Almeida Santos) ..................................................................................... 329
16. Lexicografía dialectal del asturiano (Xulio Viejo Fernández) ..................... 349
III. El léxico dialectal en los diccionarios generales ...................................... 367
17. Dialectalismos en la lexicografía catalana (Germà Colón Domènech) ....... 369
18. El léxico dialectal del español de España en los diccionarios generales 
(Cecilio Garriga Escribano) ......................................................................... 389
19. El léxico regional en la lexicografía hispanoamericana (José Carlos Huisa 
Téllez) ........................................................................................................... 413
20. El léxico dialectal brasileño en los diccionarios generales de lengua portu-
guesa en Brasil: los diccionarios Aurélio y Houaiss (Clotilde de Almeida 
Azevedo Murakawa) .................................................................................... 439
21. El léxico dialectal en el diccionario de la Real Academia Galega (María 
Dolores Sánchez Palomino) ......................................................................... 459
22. «Dialectal», «provinciano», «regional», «arcaico» y «desusado» en diccio-
narios del portugués europeo (João Saramago) ............................................ 477
Sobre los autores .............................................................................................. 493
11.
LEXICOGRAFÍA DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA
José Carlos Huisa Téllez
Johannes Gutenberg-Universität Mainz
huisaj@uni-mainz.de
 ► Resumen
En este capítulo se propone un rápido repaso de la historia de la lexicografía del español de Amé-
rica a partir de sus hitos más importantes, esto es, la lexicografía de provincialismos del siglo xix 
independiente, así como la moderna lexicografía diferencial-contrastiva y la integral, ambas de 
las últimas décadas del siglo posterior. Con menor profundidad se trata el registro de las pala-
bras americanas en los primeros siglos de la presencia española en América, especialmente en 
el contexto de la sorpresa europea por la naturaleza del llamado Nuevo Mundo. A continuación, 
se presenta la obra del cubano Esteban Pichardo como una transición entre una primera etapa 
guiada por un cierto interés enciclopédico y la lexicografía provincial decimonónica plenamente 
diferencial. Tras el siglo xix se puede hablar de otra transición hasta la época actual, en la que si 
bien la producción fue bastante alta, no hubo absolutamente ninguna evolución ni en el campo 
teórico ni en el de la elaboración práctica de diccionarios.
 ► Palabras clave
Historiografía de la lexicografía, diccionarios dialectales, diccionarios de provincialismos, lexi-
cografía diferencial-contrastiva, español de América.
Lexicography of American Spanish
 ► Abstract
This chapter offers a short summary of the history of American Spanish lexicography based on 
its most important milestones: the nineteenth century lexicography of provincialismos, and, on 
the other hand, the modern differential-contrastive lexicography and the integral lexicography, 
both of the late twentiethcentury; the recording of American words in the early centuries of 
the presence of Spanish in America will be treated more summarily, focusing mainly on the 
surprise of the Europeans at realia they encountered in the so-called New World. The Cuban 
lexicographer Esteban Pichardo is presented as marking a transition between an initial period 
of encyclopaedic interest and the fully-differential provincial lexicography of the nineteenth 
century. Another transition occurred between the early and late twentieth century during which, 
despite a high rate of production, absolutely no progress was made either on the theoretical 
level or in practical dictionary making.
 ► Keywords
History of lexicography, dialect dictionaries, dictionaries of provincialisms, differential-con-
trastive lexicography, American Spanish.
JOSÉ CARLOS HUISA TÉLLEZ248
1. Una larga prehistoria: glosarios y lingüística misionera
Haciéndose eco de un tópico bastante recurrido en la filología del español americano, 
Haensch (1994) afirma que la historia propiamente dicha de la lexicografía correspon-
diente —si bien más adelante se referirá a una «transición a la lexicografía moderna» 
(1994: 43)— empieza hacia finales del siglo xviii con el Vocabulario de las voces 
provinciales de la América usadas en el Diccionario geográfico-histórico de ella; y 
de los nombres propios de plantas, aves y animales, que complementaba el Diccio-
nario del título, ambos de Antonio de Alcedo (1967 [1786-1789]), argumentando que 
las definiciones son «más objetivas y menos pintorescas» (1994: 43) y que se usa por 
primera vez la nomenclatura de Linneo para la flora y la fauna1. En esta breve pre-
sentación del período en cuestión, en la que básicamente glosaremos las importantes 
afirmaciones del investigador alemán, proponemos alargar esta prehistoria hasta lle-
gar al siglo xix o, por lo menos, decantarnos por una clara transición hasta ese siglo, 
más que apostar por una ruptura determinante. Está claro que los criterios que guían 
la afirmación de Haensch son indiscutibles, esto es, que la técnica lexicográfica en el 
vocabulario mencionado se distancia en buena medida de lo hecho anteriormente y 
que la concepción de la obra preludia a la de la lexicografía decimonónica, pero no es 
menos cierto que determinados rasgos que mencionaremos inmediatamente gozan en 
su momento aún de una gran vitalidad y muestran la continuación de una tradición. De 
hecho, como veremos en el apartado correspondiente, incluso la primera edición del 
primer diccionario del xix, el cubano de Pichardo, podría inscribirse en tal tradición, 
mientras que solo algunas décadas después se elaborarán con cierta sistematicidad y 
se publicarán regularmente diccionarios diferenciales dedicados a comunidades de 
habla específicas —identificadas en su gran mayoría con algunos de los estados-na-
ción ya constituidos— y con el propósito de ser generales.
1 Como se desprende del título, el vocabulario de Alcedo constituye un anexo de su Dicciona-
rio geográfico histórico de las Indias Occidentales o América..., editado modernamente en Alcedo 
(1967/1786-1789). Remitimos a la nota 2 de Werner (1991) para las referencias a su papel precursor 
por parte de diversos filólogos, entre los que destaca Rodolfo Lenz (1980 [1905-1910]: 7-8). Para un 
estudio más amplio del Diccionario..., cf. Lerner (1971), donde se propone su lectura desde la Ilus-
tración, lo cual por cierto también ilumina el tránsito a la lexicografía hispanoamericana posterior. Es 
muy probable que Alcedo haya sido el primero en usar provincial y, por extensión, provincialismo, 
para referirse al léxico americano, lo que en el contexto de la lexicografía española del momento no 
parece ser en absoluto inadecuado.
Por otro lado, es necesario mencionar aquí el Diccionario de voces americanas atribuido a Ayala 
(Ayala 1995 [s.f.]), el cual adelantaría en algunas décadas esta especie de quiebre histórico en la 
lexicografía del español americano, si bien asumimos que desde el punto de vista historiográfico su 
influencia, en tanto manuscrito inédito, resulta menor. De cualquier manera, vale la pena revisar el 
prólogo que Quesada Pacheco (1995) le dedica a la edición posterior de la obra, en el cual se hace 
hincapié en el hecho de que no constituye un anexo de otra, lo que determina su importancia en el 
devenir de la práctica lexicográfica que estudiamos (1995: xx-xxi).
249LEXICOGRAFÍA DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA
Sea como fuere, resulta de cualquier manera legítimo desde el punto de vista his-
toriográfico plantear la pregunta de cuál es el significado para la historia de la prác-
tica lexicográfica de la ya bien conocida producción presente a lo largo de los tres 
siglos entre la llegada de los españoles al continente y el siglo xix2. Para responder a 
esta pregunta consideramos necesario detenernos en dos cuestiones específicas que 
caracterizan a toda esta primera época: en primer lugar, el conjunto de objetivos bien 
determinados que llevaron a la necesidad del registro del léxico, especialmente en el 
caso del uso en determinados tipos de textos de unidades léxicas desconocidas para 
el lector, y también en la actividad misionera, en donde fue necesario echar mano 
de prácticas lexicográficas. En segundo lugar, caracteriza a esta primera etapa la 
fortísima impronta que ha dejado en la historia de la lexicografía hispanoamericana: 
tanto en el caso del interés enciclopédico como en la búsqueda de equivalentes en el 
español peninsular.
Los primeros brotes de interés lexicográfico aparecen ya en obras de diversa na-
turaleza, como diarios, cartas o crónicas, en forma de breves textos explicativos, a 
veces integrados en el discurso o reunidos, otras, en un cuerpo aparte. El caso ya 
mencionado de Alcedo es claro ejemplo de la segunda variante. Un ejemplo proto-
típico de la primera lo constituye el conocido caso de piña en la Historia general y 
natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano, escrita por Fernández de 
Oviedo en el siglo xvi; en esta, se describe la fruta americana con las siguientes pala-
bras: «De las piñas que llaman los chripstianos, porque lo paresçen […]» (Fernández 
de Oviedo 1851: 280). Esta práctica, que comienza ya en los diarios de Cristóbal 
Colón y que se desarrolla especialmente en la primera época antillana, pero también 
en los momentos más tempranos de la presencia española en zonas más avanzadas 
del continente, constituye en esencia un efecto del fenómeno lingüístico desenca-
denado por el contacto con un entorno nuevo, al cual los recién llegados se vieron 
obligados a adaptarse también de forma lingüística. En concreto, se trataba de un 
encadenamiento de necesidades, valga la reducción explicativa: la de nombrar una 
realidad específica, la de usar el nombre dado y la de explicarlo —o definirlo— para 
un público ajeno a la situación.
2 En cuanto a la información bibliográfica, la mayor parte de obras lexicográficas, claramente 
especificadas como tales, se encuentran en los esenciales trabajos de Niederehe (1994, 1999 y 2005) 
y Esparza Torres / Niederehe (2012). También se hace referencia a los glosarios añadidos a obras de 
otra naturaleza en la breve pero sustanciosa presentación de la época que se encuentra en el citado 
Haensch (1994) y que se repite casi sin cambios en Haensch / Omeñaca (2004). Se contaba ya con 
una colección de los documentos mismos en un solo soporte informático (Haensch 2000), al que 
podía recurrir el investigador interesado, pero este soporte se ha vuelto tan anticuado que su acceso es 
difícil desde un ordenador moderno. En general, sobre los primeros documentos de la presencia espa-
ñola en América y su relación con el léxico, cf. el ya clásico Buesa / Enguita (1992). La importancia 
de tales documentos para la historia del español americano, por cierto, se demuestra en el número 
creciente, también en las últimas décadas, de los trabajos filológicos dedicados a ellos.
JOSÉ CARLOS HUISA TÉLLEZ250
Por lo anterior, esposible afirmar que el criterio de selección del léxico para su 
registro —si queremos utilizar una pauta moderna— no habría necesitado mayor 
reflexión, sino que venía impuesto o se veía justificado por el carácter del momen-
to histórico. En general, se trata de indigenismos, léxico proveniente de alguna 
de las lenguas originarias, y exotismos, aquel referido a elementos típicos de la 
realidad americana, constituido en parte por léxico patrimonial. No perdamos de 
vista, sin embargo, el hecho de que estas primeras manifestaciones lexicográficas, 
decididamente enciclopédicas, se encuentran en el nivel del habla y no en el de la 
lengua, esto es, que aparecen para resolver una determinada situación de comu-
nicación dentro de un discurso cerrado, cumpliendo la función de glosas. No nos 
enfrentamos, así, a obras lexicográficas propiamente dichas, que, como menciona-
mos al principio, más bien estarían dedicadas al léxico español de una comunidad 
de habla determinada.
La impronta de esta prehistoria es bastante clara: no puede negarse que en la 
larga historia posterior de la lexicografía hispanoamericana e incluso hasta nuestros 
días este tipo de léxico registrado en la primera época ocupa un lugar central, más en 
el ideario que en consonancia con la realidad lingüística. Desarrollando la dura crí-
tica de Lara (1990) a esta idea generalizada, debe quedar claro aquí que el registro 
lexicográfico condicionado por situaciones concretas en un determinado momento 
histórico, como el que acabamos de reseñar, deja de tener validez en otro distinto.
Por otro lado, en comparación con el bien desarrollado estudio lexicológico de los 
primeros momentos de la presencia española en el continente, todavía es una tarea 
inconclusa de la historiografía de la lexicografía dar cuenta de forma sistemática y 
articulada de la manera en que fueron germinando desde el punto de vista formal estas 
prácticas lexicográficas iniciales, describiendo con detalle el discurso lexicográfico 
mismo y relacionándolo con el objetivo comunicativo que buscaban cumplir.
Esta última tarea, por cierto, sí se está llevando a cabo sobre otro corpus lexi-
cográfico que normalmente se añade al aludido hasta ahora, aquel que junto con un 
sinnúmero de gramáticas constituye desde el punto de vista de la lingüística y de la 
historiografía un precioso producto de la misión evangelizadora en España. Como 
sabemos, esta se asumió tomando la determinante decisión de valerse de las lenguas 
indígenas antes que de la española, para lo cual hubo que codificarlas y aprenderlas, 
lo que a la larga significó un fuerte impulso a la práctica lexicográfica en el conti-
nente. Se elaboró, así, una ingente cantidad de diccionarios que tenían como uno de 
sus objetivos centrales —como bien la llamada lingüística misionera se ha preocu-
pado en estudiar en los últimos años— traducir a las lenguas indígenas aquel léxico 
español relacionado con la cristiandad3. La importancia de esta práctica y de su 
estudio actual desde un punto de vista filológico no se limita al plano puramente le-
3 Cf., en especial, Zwartjes / Arzápalo Marín / Smith-Stark (2009) y Zwartjes / Zimmermann / 
Schrader-Kniffki (2014), además de ediciones críticas y comentadas de trabajos lexicográficos, como 
Alexander-Bakkerus (2016), Quirós (2013 [1711]) y De la Mata (2007 [1748]).
251LEXICOGRAFÍA DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA
xicográfico, sino que también nos encontramos con un aspecto semántico esencial, 
debido a la necesidad de vincular dos sistemas culturales completamente ajenos4.
Se suele agrupar en un solo conjunto estas obras lexicográficas con los textos ex-
plicativos de indigenismos y exotismos a los que nos hemos referido anteriormente. 
Si bien comparten un mismo proceso histórico, el de la presencia española en el con-
tinente, creemos que las razones para distinguir ambos grupos saltan a la vista, par-
tiendo del hecho de que en este caso las lenguas indígenas ocupan un lugar central5. 
Vale la pena hacer hincapié en esto: la práctica lexicográfica en el continente se inició 
también apuntando decididamente a las lenguas indígenas; de hecho, los productos 
lexicográficos más cercanos a un modelo prototípico fueron estos misioneros, si bien 
en la mayoría de los casos constituían básicamente calepinos. Resulta claro que las 
situaciones comunicativas para las cuales se elaboran los textos lexicográficos son de 
carácter distinto, lo que repercute en cuestiones clave, como el criterio de selección de 
las unidades para su registro y la organización del texto lexicográfico: mientras que en 
los textos a los que nos referíamos antes predomina la glosa, en estos es más frecuente 
la presentación de un equivalente6. En esta lexicografía misionera, resulta tan evidente 
como determinante la impronta de la tradición lexicográfica humanista, que tiene en 
Nebrija a uno de sus mayores representantes.
Como vemos, el primer momento del registro léxico en América parte de objetivos 
concretos que responden a un bien determinado momento histórico. Es preciso tener 
en cuenta esta cuestión para entender con mayor facilidad las siguientes dos etapas.
2. Esteban Pichardo y dos concepciones lexicográficas
Hemos dicho ya que asumimos el siglo xix como la época a partir de la cual es posi-
ble hablar propiamente de una lexicografía hispanoamericana, tras un largo período 
en que prevalecían la glosa enciclopédica y la lexicografía misionera. Ciertamente, 
como la tradición filológica acepta, hacia finales del siglo xviii y en especial gra-
cias a obras como la de Alcedo, la práctica relacionada con el primer caso empieza 
a ser más sistemática en el terreno de la forma; no obstante, nos reafirmamos en 
4 Sobre este interesante tema, que escapa a una mirada puramente lexicográfica, cf., por ejem-
plo, Ezcurra Rivero (2013) y Dedenbach-Salazar (2016). 
5 En cuanto a la importancia de la lengua indígena en el primer momento del registro lexicográ-
fico, no hay que olvidar, como ya se menciona en Haensch / Omeñaca (2004: 302-303), el temprano 
caso del glosario latino sin ninguna relación con el castellano dedicado a los vocabula barbara, como 
reza el título, que sin tener contacto directo con América, por cierto, Pedro Mártir de Anglería pone 
al final de sus Décadas.
6 En textos misioneros no lexicográficos también es posible encontrar otra manera de explica-
ción del uso de unidades léxicas, en lo que se ha llamado para un caso portugués lexicografía implí-
cita (cf. Gonçalves / Murakawa 2009).
JOSÉ CARLOS HUISA TÉLLEZ252
que se trataría de un momento de transición al no existir aún el propósito expreso 
de elaborar un diccionario general dedicado al léxico usual, no solo enciclopédico, 
de una comunidad de habla relativamente bien determinada. De hecho, las palabras 
preliminares del Vocabulario… de Alcedo no dejan lugar a dudas de que este ha 
sido elaborado para complementar el Diccionario… Es posible observar aquí, de 
todas formas, una leve superación del puro afán enciclopédico al registrar también, 
si bien en número reducidísimo, unidades léxicas que no se refieran a flora y fauna 
ni a realia, por ejemplo candela, ‘es lo mismo que luz encendida o fuego y se usa 
generalmente en toda América’ (Alcedo 1967 [1786-1789]: s.v. candela). Al mismo 
tiempo, se empiezan a delinear características específicas que marcarán incluso hasta 
hoy la elaboración de diccionarios del español americano. No solo nos referimos a 
la diferencialidad, esto es, el registro de unidades no usuales en la metrópoli —que 
no es sino una evolución de la necesidad de ofrecer glosas al lector europeo («como 
parte precisa para la inteligencia de muchas voces usadas en aquellos países», Alcedo 
1967 [1786-1789]: 4, 259)—, sino también a una forma muy primitiva de contrasti-
vidad, es decir, la comparación entre los usos españoles y americanos en el artículo 
del diccionario, lo que podemos ejemplificar con los artículos dedicados a batea, 
‘nombre que dan a la artesa en casi toda América’,y a bayuca, ‘es lo mismo que 
cantina en España’7. Esta forma de definir derivará más tarde en la simple presen-
tación del sinónimo español como toda información en el artículo, característica a 
su vez también bastante común de los diccionarios posteriores dedicados al español 
americano. Otra que se hará cada vez más evidente en la producción posterior es la 
de condena y corrección idiomáticas, casi imperceptible pero presente en Alcedo: 
«unas [voces] que aunque originarias de España, y especialmente de Andalucía, han 
degenerado allí por la corrupción que ha introducido la mezcla de los idiomas de los 
indios» (Alcedo 1967 [1786-1789]: 4, 259).
Con todo esto queremos decir que el cambio de siglo constituye claramente una 
época de transición que, desde el punto de vista historiográfico, puede reconocerse 
como preludio de lo que ocurrirá posteriormente con la lexicografía de los países que 
se constituirán tras las guerras de independencia. Resulta interesante, por cierto, aun-
que de ninguna manera inexplicable, que la obra que encarna sin lugar a dudas esta 
transición no esté dedicada a uno de los nuevos países sino a una provincia española 
cuya independencia ocurrió algo más de medio siglo después. Se trata del Diccionario 
provincial de voces cubanas, que Esteban Pichardo publicó en 1836. La obra vio tres 
ediciones más en el siglo xix, cuyos títulos presentan ligeros cambios (en 1849, Dic-
cionario provincial casi-razonado de voces cubanas; en 1862, Diccionario provincial 
7 Somos conscientes de que los conceptos de diferencialidad y de contrastividad, tal como 
los acabamos de explicar en estas líneas, en relación con la elaboración de diccionarios del español 
americano son modernos (cf. el apartado 5 de este trabajo), pero siguiendo la tradición historiográfica 
actual caracterizamos aquí de diferenciales y contrastivas a estas obras de siglos pasados. Lo mismo 
debemos decir cuando nos referimos al criterio diferencial y a la información contrastiva de ellas. 
253LEXICOGRAFÍA DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA
casi-razonado de vozes cubanas y en 1875, Diccionario provincial casi razonado de 
vozes y frases cubanas) y dos más en el siglo xx, la primera de las cuales cuenta con 
adiciones que no pertenecen al autor (1953), mientras que la segunda constituye solo 
una reproducción de la anterior (1976), por lo que no cuentan para la historia de la 
lexicografía hispanoamericana que estamos esbozando.
Ahora bien, vale la pena aquí plantearse la pregunta sobre el objetivo que se busca 
alcanzar al elaborar en las primeras décadas del siglo xix un diccionario provincial, 
pregunta que más tarde derivó en la de la naturaleza de los provincialismos (y de cual-
quier -ismo relacionado con un estado-nación) y que es recurrente en nuestra historio-
grafía, no por una razón de poca importancia: si existe una característica que atraviesa 
la mayor parte de la lexicografía hispanoamericana es precisamente aquella que la 
muestra como una de -ismos. En un artículo que constituye el estudio más clarificador 
de la obra de Pichardo, Werner (1994a) propone enfrentarse a este primer diccionario 
provincial, y también a los posteriores que seguirían su senda, antes que con una dura 
mirada crítica desde el presente, desde una perspectiva contemporánea a su elabora-
ción y que preste atención al propósito del lexicográfo8. Así, toma en cuenta el deve-
nir anterior del registro lexicográfico en América, que nosotros acabamos de revisar, y 
la evolución del ideario lexicográfico de Pichardo, apreciable en la comparación entre 
las diferentes ediciones que preparó de su obra.
Werner plantea dos cuestiones que confluyen en el interés por elaborar una obra 
de provincialismos cubanos. En primer lugar, muestra que este propósito no era de 
ninguna manera novedoso: en efecto, siguiendo la estela de Alcedo, algún tiempo 
atrás ya habían aparecido los proyectos de elaboración de diccionarios de unidades 
léxicas referidas a realidades específicas cubanas de Domingo del Monte y de Fray 
José María Peñalver. No es difícil ver aquí una continuación y evolución del interés 
lexicográfico producto del primer contacto europeo con la realidad americana, a lo 
que deben añadirse ahora factores económicos tras tres siglos de administración espa-
ñola. En segundo lugar, Werner propone prestarle atención a la tradición lexicográfica 
peninsular y a la europea en general en el momento en que los americanos empiezan a 
registrar sistemáticamente léxico usual en el continente: no olvidemos que en la época 
empieza a desarrollarse una lexicografía no académica que tuvo entre sus principales 
objetivos complementar la información que ofrecía el diccionario oficial con términos 
de campos científicos y profesionales, entre otros; el diccionario de Terreros cuenta en 
esta tradición como un trabajo prototípico. No solo el desarrollo de los ámbitos a los 
que esta lexicografía prestaba atención constituye una causa de este creciente interés, 
8 Concretamente, dice lo siguiente: «Pero cabe la duda de si obras de épocas pasadas no se 
interpretan como respuestas a preguntas hechas en nuestra época, mientras que los propios autores, 
en realidad, se habían planteado cuestiones de distinta naturaleza» (Werner 1994a: 110). Vale la pena 
aclarar aquí que nos referimos exclusivamente a los objetivos lexicográficos declarados o a los cuales 
se puede acceder desde la hermenéutica y no al conjunto de ideologías no solo lingüísticas que se 
cuelan en el discurso lexicográfico, como en todos, generalmente de manera involuntaria. 
JOSÉ CARLOS HUISA TÉLLEZ254
sino especialmente la corriente francesa del enciclopedismo, hija de la Ilustración, 
que penetró con mucho éxito en la lexicografía peninsular. Que este ambiente reinó 
efectivamente también en las colonias y por ende en su propia producción lexicográ-
fica se muestra —como Werner señala— en los cambios del título que Pichardo hace 
de su obra a lo largo de las diferentes ediciones que publica. Vemos aquí, pues, una 
confluencia de intereses y de técnica lexicográficos, en el fondo no tan casual, entre el 
pasado reciente americano y los movimientos europeos.
Tras plantear estas dos cuestiones que historiográficamente explican la aparición 
de una lexicografía de provincialismos en América corporeizada en el diccionario de 
Pichardo, Werner va más allá y a continuación, a partir del análisis de los criterios 
de selección expuestos en los sucesivos prólogos, propone y comprueba la hipóte-
sis de que a lo largo de las reelaboraciones del trabajo que el autor edita se puede 
entrever con cierta claridad la transformación de su pensamiento lexicográfico. Esta 
transformación, por cierto, también puede verse si revisamos la técnica lexicográfica, 
tal como Álvarez Vives (2009) demuestra en cuanto a la organización de la parte de la 
microestructura dedicada a la información sobre las unidades fraseológicas.
Werner describe los objetivos que buscaba Pichardo en la primera versión de su 
diccionario (1836), íntimamente relacionados con el prurito enciclopédico ya justifi-
cado, si bien también registra unidades léxicas usuales en Cuba diferentes a aquellas 
de la metrópoli, pero sin enjuiciarlas ni proponer su registro en el diccionario acadé-
mico. La segunda edición (1849) bebería —siempre según Werner— de la transfor-
mación de la lexicografía española, especialmente a partir de la obra de Salvá, que 
por cierto había utilizado la información que Pichardo ofrecía, pero sin mencionarlo. 
No solo se trata aquí del hecho de afinar la información enciclopédica a partir de las 
nuevas fuentes científicas, sino también del de postular la necesidad de complementar 
la información ofrecida por el diccionario académico. Además, aunque todavía no se 
encuentra un fuerte componente prescriptivo y correctivo, la conciencia de la diferen-
cia del habla cubana respecto a la peninsular se hace más palpable. El éxito de estas 
ediciones y una mayor acumulación de conocimientos dieron pie a quePichardo em-
prendiera la tercera edición (1862). Tal éxito no solo debe entenderse desde el punto 
de vista comercial sino especialmente con relación a la recepción del diccionario cu-
bano en la Academia española, lo que habría llevado al autor a establecer una relación 
más estrecha entre la obra académica y la suya. Esto se ve complementado con una ya 
decidida intención correctiva. En la cuarta edición (1875), se nota con mayor claridad 
la influencia de la lexicografía penisular, que se ha dado también a la tarea de registrar 
provincialismos americanos, pero que carece de la información suficiente con la que 
sí contaría un lexicógrafo de este lado del océano. Aquí se muestra en todo su esplen-
dor, por tanto, uno de los objetivos que caracterizarán la lexicografía hispanoameri-
cana inmediatamente posterior: el deseo de complementaridad de su par peninsular. 
El hecho del mayor registro de fraseologismos cubanos constituiría una prueba de ese 
interés. La actitud del lexicógrafo frente al léxico diferencial se tiñe, además, de cierta 
ambigüedad, también característica de la producción siguiente: por un lado, se plantea 
255LEXICOGRAFÍA DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA
el seguimiento de una norma peninsular, pero por otro se asume la importancia de 
registrar las voces propias ajenas a tal norma en la lexicografía académica.
Werner cierra su trabajo haciendo una afirmación que nos da el pie para terminar 
de describir este cambio de paradigma lexicográfico y pasar de lleno a la etapa más 
importante de nuestro recorrido historiográfico: la última edición preparada por Pi-
chardo ya muestra decididamente las características de la lexicografía hispanoameri-
cana decimonónica. Así, hace especial hincapié en la contradicción entre la crítica al 
trabajo de la Academia y la sumisión a ella, entre el registro de -ismos nacionales y su 
censura como desviaciones de una norma monocéntrica.
3. Lexicografía de provincialismos: independencia y formación nacional en el 
amplio siglo xix9
Décadas después de la primera edición del diccionario de Pichardo, se empezaron 
a elaborar y a publicar obras similiares en el continente, con la diferencia ya seña-
lada de que se dedicaban ahora al léxico de países recién independizados. Este no es 
un detalle menor: todo lo contrario, el hecho de que se elaborasen en un momento 
relativamente temprano de la formación nacional —cuestión que entró en juego con 
pautas propias de la práctica lexicográfica europea del xix, tal como ocurrió en el caso 
cubano— determinó todo el proceso de elaboración de las obras y también su recep-
ción por parte del público. Esta íntima relación se hace patente en la gran mayoría de 
los casos en las palabras preliminares, en las cuales no es raro encontrar referencias 
a la formación del Estado o a la de una cultura nacional o al establecimiento de polí-
ticas educativas, entre otras cuestiones afines. Evidente resulta también el decidido 
reemplazo del genérico provincialismo, que ya no correspondía a la situación políti-
co-administrativa, por el de los -ismos respectivos. Incluso en el ineludible análisis 
de la técnica lexicográfica de estos diccionarios, que en este panorama historiográfico 
no abordaremos, se muestra que el carácter idiosincrásico de los comportamientos 
lexicográficos de este tipo de obras, que beben de distintas tradiciones lexicográfi-
cas y filológicas de la época, está interrelacionado con el ambiente cultural, social y 
político del momento10. No nos referimos con todo esto al hecho de que estas obras 
estén impregnadas de un espíritu idependiente con respecto a la exmetrópoli, sino al 
de que ellas participan del proceso de determinación de parámetros necesarios para 
fundar nuevas naciones, creando un imaginario bien determinado: basta pensar en lo 
9 Se resume aquí de forma apretada la información que sobre la época en cuestión hemos pre-
sentado en nuestra tesis doctoral dedicada al Diccionario de peruanismos. Ensayo filológico de Juan 
de Arona (Huisa Téllez 2011) y en dos artículos en los que se toman los diccionarios de provincialis-
mos como corpus para un estudio en cierta medida alejado de los ámbitos puramente lexicográficos 
(Huisa Téllez 2013 y 2014).
10 Cf., por ejemplo, Rojas (2010) y el mencionado Huisa Téllez (2011). 
JOSÉ CARLOS HUISA TÉLLEZ256
que conlleva desarrollar la sencilla frase sobre la que se basan estos diccionarios, por 
ejemplo, «los chilenos/peruanos/mexicanos hablan así o deberían hablar así». Recor-
demos, además, que el deseo de una cierta independencia cultural, especialmente en el 
ámbito de la lengua, no fue la norma en los diferentes casos nacionales; de hecho, solo 
se desarrolló en Argentina, debido sobre todo a la naturaleza de su Romanticismo, 
mientras que en el resto de naciones se intentaban mantener los lazos culturales con la 
península, lo que se comprueba fácilmente en la práctica que revisamos11.
Entre los más representativos de estos diccionarios de provincialismos debemos 
contar el Diccionario de chilenismos (1875) de Zorobabel Rodríguez, el Diccionario 
de peruanismos. Ensayo filológico (1883-1884) de Juan de Arona, Vicios del lenguaje 
y provincialismos de Guatemala. Ensayo filológico (1892) de Antonio Batres, el Dic-
cionario de barbarismos y provincialismos de Costa Rica (1893) de Carlos Gagini, 
Neologismos y americanismos (1896) y Papeletas lexicográficas (1903) de Ricardo 
Palma, el Vocabulario de mexicanismos (1899) de Joaquín García Icazbalceta, entre 
un número ingente de ellos12. Una de las primeras características de esta serie es el 
hecho de que, si bien el consabido interés enciclopédico continuaba existiendo, el 
registro de léxico usual no referido a realidades específicas se incrementó exponen-
cialmente. Aunque está muy claro que estas obras siguen la estela de Pichardo, cuyo 
diccionario se nombra casi siempre como referente lexicográfico y como fuente para 
la comparación entre el uso en diferentes regiones americanas, el registro de unidades 
léxicas está relacionado ahora con una nueva gama de objetivos, planteados directa o 
indirectamente por los lexicógrafos y marcados fuertemente por la época, que se refle-
jan en un conjunto de funciones que estas obras cumplen, de las cuales las siguientes 
merecen un comentario: a) complementaria del diccionario académico, b) normativa 
y prescriptiva, c) estandarizadora, d) diferencial y e) contrastiva.
Para una adecuada mirada historiográfica sobre estas obras es necesario aceptar 
que en un momento inmediatamente posterior a una larga etapa colonial y en la que, 
de acuerdo al ambiente científico, reinaba el temor de corte biologicista a la desin-
tegración de la unidad de la lengua española, en una transparente analogía con el 
paso del latín a las múltiples lenguas románicas, no resulta en absoluto extraña la 
concepción en ámbitos intelectuales de una norma monocéntrica, identificada sin ma-
yor trámite con la peninsular, que debía seguirse. En la práctica lexicográfica, tal 
concepción era todavía más marcada; de hecho, en la naciente filología hispanoa-
mericana es posible afirmar que frente al trabajo de Bello y Cuervo estas descrip-
ciones del léxico resultaban mucho más conservadoras. Tal importancia de la norma 
española, por otro lado, se materializó en una atención casi exclusiva al diccionario 
académico, no solo para el ejercicio diferencial sino también teniendo en mente la 
necesidad de completarlo con la información del uso americano, deseo la mayoría 
11 Para el caso argentino, cf., especialmente, Del Valle / Stheeman (2004).
12 En Haensch / Omeñaca (2004) puede verse una lista bastante completa de estas obras.
257LEXICOGRAFÍA DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA
de las veces explícito. Como decía Werner al referirse a la última etapa de la trans-
formación del pensamiento lexicográfico de Pichardo, esta especie de actitud sumisa 
frente a la lexicografía peninsular convivía, entonces, con el registro de las propias 
peculiaridades, lo que constituyó finalmenteun rasgo específico y contradictorio de 
esta primera lexicografía. La comparación entre el léxico que se registraba y el de la 
norma peninsular se mezclaba, desde luego, con cuestiones extralingüísticas como 
el sentimiento nacional y el pasado colonial. Es conocido el caso de Ricardo Palma, 
cuyo trabajo lexicográfico —que él mismo justifica por el vínculo sentimental entre 
americanos y españoles— estaba determinado por sus denodados esfuerzos para con-
seguir que se registraran en el diccionario académico las unidades léxicas que él había 
recogido13. El papel del diccionario académico en el imaginario de los lexicógrafos, 
plenamente justificado por la época y que daba pie a la diferencialidad, evidentemente 
evitó un estudio integral del léxico americano que diera a la luz un diccionario como 
An American Dictionary of the English Language (1828) de Noah Webster, en el caso 
del inglés. Tal comparación entre los usos americanos y el peninsular que se tomaba 
como norma, basada en una inmensa parte en la información recogida por el diccio-
nario académico, dio pie también a la aparición de rasgos normativos y correctivos, 
lo que, por cierto, está relacionado con un interés educativo también importante en 
esta práctica lexicográfica en un momento de formación nacional. La condena de usos 
americanos fue una consecuencia natural; de hecho, se elaboraron diccionarios que 
solamente tenían el objetivo explícito de mejorar el habla de un país14. En íntima 
relación con esto, se puede determinar también un deseo más bien implícito, aunque 
muchas veces aparece dicho, de estandarización del habla del país correspondiente: 
no solo se señalan los usos, nacionales o regionales, sino que también se determinan 
diferencias con el léxico usual en otros países americanos. Aquí nos encontramos otra 
vez con una característica contradictoria: mientras que se asumía la importancia de 
una norma monocéntrica, se aceptaba de forma tácita una forma de hablar propia que 
había que mejorar, ciertamente, pero que era imperioso registrar en una obra. Final-
mente, si bien de forma intuitiva y poco sistemática, muchas veces valiéndose solo de 
información diccionarística, los lexicógrafos invirtieron sus esfuerzos en establecer el 
conjunto de elementos léxicos usuales en sus países y no usuales en la península, claro 
rasgo diferencial, y crearon, también de forma intuitiva, mecanismos lexicográficos 
de ninguna manera formalizados, que en realidad constituyen meras observaciones, 
que apuntaban a la comparación entre los usos, lo que se mostraba, por ejemplo, en 
la presentación de usos comunes en todos los países hispanohablantes, y de aquellos 
sinónimos de mismo referente pero restringidos diatópicamente.
Con algunas pocas diferencias idiosincrásicas, la mayoría de los diccionarios de 
finales del xix e inicios del xx comparten los rasgos que hemos mencionado aquí. Si 
13 Cf. Werner (2002).
14 Cf. el importante trabajo de Lozano (1998), que se refiere a esta «lexicografía de vicios y 
defectos».
JOSÉ CARLOS HUISA TÉLLEZ258
bien el claro carácter precientífico de estas obras salta a la vista, lo que nos podría 
llevar a caracterizarlas como fallidas desde el punto de vista de la metalexicografía y 
de la lingüística actuales, aquí debemos entender también la producción lexicográfica 
como respuesta a un momento histórico, perspectiva desde la cual estos diccionarios 
cobran una importancia y riqueza mayores.
4. Lexicografía hispanoamericana del siglo xx
Poco puede decirse sobre las obras lexicográficas nacionales del siglo xx que siguieron 
la estela de la producción anterior15. No resulta fácil distinguir el momento en que la 
elaboración de diccionarios de -ismos dejó de responder al momento histórico en el que 
este tipo de obras había nacido, el de la etapa de formación nacional, y se convirtió más 
bien en la repetición de un modelo fosilizado. Está claro que la paulatina formación de 
normas nacionales y regionales que dieron a la lengua su carácter policéntrico actual 
no se corresponde con una lexicografía que se preocupaba por marcar los usos distintos 
frente a la exmetrópoli, en muchos casos para prescribirlos y en otros para señalar y 
celebrar la propia peculiaridad. Sin embargo, en mayor medida debido a que la práctica 
lexicográfica por muchas décadas no la llevaban a cabo profesionales sino diletantes 
entusiastas, hubo muy pocos reajustes al modelo anterior. El usual e indiscriminado 
trasvase de información de diccionarios anteriores colaboró también con esta situación 
y evitó de plano cualquier posibilidad de trabajo de campo o de corpus.
Sí que resulta innovador, por otro lado, el interés por elaborar diccionarios ge-
nerales de americanismos, entre los que el primero de Malaret (1925) y el siguiente 
de Santamaría (1942) constituyen casos prototípicos de una práctica que, por la can-
tidad de información manejada, necesitaba paultatinamente de mayores precisiones 
metodológicas y técnicas16. Si bien en gran parte estos diccionarios se apoyan en los 
diccionarios nacionales, con los evidentes problemas que esto conlleva, es necesario 
resaltar la preocupación constante de sus autores por recoger, muchas veces gracias 
a corresponsales, y registrar la mayor cantidad de unidades léxicas posibles, lo que 
lleva a un replanteamiento de los criterios de selección. El paso de una lexicografía 
nacional a una general dio como resultado la aparición de problemas en la marcación 
diatópica, en especial debido a la calidad de la información con la que se contaba. 
Problemas de este tipo, en realidad, no se podrán superar mientras no exista una des-
cripción uniforme del léxico de cada región del continente y solamente sirva de apoyo 
lo registrado en glosarios menores o en una recogida parcial y asistemática de los 
datos por parte del lexicográfo.
15 Al igual que en la etapa anterior, cf. Haensch / Omeñaca (2004) para una lista bastante com-
pleta de la producción lexicográfica del siglo xx según países.
16 Sobre todo, cf. los trabajos de López Morales (2000) y (2008), y aquel dedicado a Malaret 
(1983). 
259LEXICOGRAFÍA DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA
5. Lexicografía hispanoamericana moderna: diccionarios diferencial-contrasti-
vos e integrales17
El largo vacío de obras nacionales de importancia en el siglo xx terminó en la 
década del 70 con el inicio de dos monumentales proyectos lexicográficos que reno-
varon la lexicografía hispanoamericana: por un lado, el equipo dirigido por Luis 
Fernando Lara en el Colegio de México inició la elaboración de un Diccionario del 
español de México, que, después de la publicación de versiones previas, apareció 
finalmente en 2010, y, por otro, Günther Haensch y Reinhold Werner en la Univer-
sidad de Augsburgo pusieron en marcha, en forma de proyecto de investigación, 
la serie de «Diccionarios contrastivos del español de América», que hasta la fecha 
ha publicado las obras dedicadas al español de Colombia (1993), Argentina (dos 
ediciones: 1993 y 2000), Uruguay (1993) y Cuba (2003), y que aún continúa prepa-
rando los diccionarios correspondientes a Bolivia, Ecuador y Perú. Como muestra 
de su claro rasgo innovador, el ejemplo mexicano se sigue en otros lugares, lo que 
ha llevado a que contemos ya con diccionarios integrales de otros países18. Por otro 
lado, sin embargo, y tal como hemos visto en el apartado anterior, se continúan ela-
borando obras lexicográficas que siguen el modelo decimonónico, muy a pesar de lo 
planteado por el proyecto de Augsburgo, que en buena cuenta tenía como objetivo 
reformularlo desde la metalexicografía moderna.
La base teórica en la que se apoya la llamada lexicografía integral está cons-
tituida sobre todo por las reflexiones de Lara en cuanto a la práctica respectiva 
en el caso de una lengua tan extendida como el español19. La idea de partida de 
Lara es que los diccionarios constituyen reflexiones sociales y culturales de una 
comunidad de hablantes, postura teórica relativamente moderna y de raigambrefrancesa —pensemos en Rey, Rey Debove y Dubois— que inauguró el estudio 
actual de los diccionarios y que supera la idea de que estos son universales para 
una lengua en su conjunto, y objetivos o neutrales. Lara señala el peligro de que 
tales diccionarios centrales de una lengua no reflejen los usos y los significados 
construidos por comunidades de habla a lo largo de su historia y que, precisamente, 
estarían activos solamente para ellas. Antes que plantear un diccionario de regiona-
lismos según esta situación dada, lo que en realidad resultaría una perpetuación del 
modelo centro/periferia, Lara propone la elaboración de un diccionario dedicado 
exclusivamente a una comunidad determinada de hablantes —cuya determinación, 
17 Para un desarrollo más amplio de la diferencia entre ambos métodos (u orientaciones) lexi-
cográficos, remitimos al capítulo de Klaus Zimmermann en este mismo volumen. Aquí señalaremos 
escuetamente las características más saltantes de ellos pertinentes para nuestra mirada historiográfica.
18 Por ejemplo, el Diccionario integral del español de la Argentina (2008). Cf. Lauria (2012) 
para una crítica de este trabajo.
19 Para el pensamiento lexicográfico de Lara, cf. como botón de prueba sus tempranos artículos 
Lara (1981) y (1987), además de Aliaga (2000).
JOSÉ CARLOS HUISA TÉLLEZ260
por cierto, es una primera tarea del lexicógrafo— que se hiciera eco de su propia 
historia, sociedad y cultura.
En cuanto al proyecto de Augsburgo, cuya idea inicial propuesta por Haensch fue 
desarrollada por Werner, es posible encontrar en los diferentes trabajos teóricos de 
este una importante justificación teórica para la elaboración de un diccionario diferen-
cial que a su vez sea contrastivo20. Ambos lexicógrafos, siguiendo la estela de la me-
talexicografía alemana, especialmente aquella comandada por Hausmann y Wiegand, 
intentan mantener con fuerte determinación una postura puramente lexicográfica que 
no dependa de postulados lingüísticos. De hecho, al plantear la elaboración de un dic-
cionario diferencial, proponiendo el cotejo de dos subconjuntos léxicos de una misma 
lengua y registrando aquellos elementos que pertenecen de modo exclusivo a uno de 
los dos, evitan explícitamente hablar de variedades o de subsistemas de una lengua, 
porque los criterios para definir tales subconjuntos no tienen por qué ser forzosamente 
lingüísticos21. Esto supone que el diccionario planeado no parta necesariamente de un 
trazado de isoglosas que defina un subsistema sintópico frente a otro, sino que también 
sea posible y legítimo elaborarlo sobre la base de criterios extralingüísticos, como la 
delimitación política y geográfica de un territorio, por ejemplo. Esencial resulta, sin 
embargo, que ambos subconjuntos elegidos para la comparación se determinen según 
criterios paralelos, si bien en esta elección también podrían entrar en juego criterios 
históricos, sociales o culturales.
Se ha querido ver en los diccionarios de Augsburgo un mantenimiento del modelo 
centro/periferia en la descripción de las hablas americanas22. Valgan estas líneas para 
hacer hincapié en el hecho de que los diccionarios de este proyecto parten de la premisa 
de que un diccionario constituye una obra de consulta, esto es, un conglomerado de 
textos que tienen como objetivo servir de ayuda a un usuario determinado en aquellas 
situaciones en las que no conozca el sentido de una unidad léxica. El usuario objetivo 
que los diccionarios tienen previsto puede ser un hablante español de la lengua o uno 
que la haya aprendido en su variante europea y que por alguna circunstancia se ve en-
frentado con el léxico usual en un país hispanoamericano. Está claro que este ejercicio 
diferencial podría hacerse entre dos países hispanoamericanos, lo que por cierto sería 
incluso más necesario por la mayor probabilidad de que ocurra la situación correspon-
diente. En todo caso, el diccionario diferencial registra las voces no usuales en España, 
si bien también ofrece una estructura de acceso a partir de la nomenclatura peninsular. 
La microestructura del artículo dedicado a una voz no conocida por el usuario objetivo 
no solo ofrece información sobre el uso de ella (llamada tradicionalmente definición, 
aunque se trate más bien de una instrucción de uso, como sugiere la metalexicografía 
20 Esenciales resultan Werner (1991), (1993-1994) y (1994b).
21 En Hausmann (1986) y en relación con el caso del francés fuera de Francia, se plantean todos 
los posibles diccionarios que se podrían elaborar a partir del cotejo de dos subconjuntos léxicos que 
se intersecan, incluyendo el integral dedicado a ambos. 
22 Cf., especialmente, Zimmermann (2003).
261LEXICOGRAFÍA DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA
actual), sino que también ofrece información contrastiva, por ejemplo, sinónimos es-
pañoles, sinónimos en el país y sinónimos comunes, o una indicación en forma de sím-
bolo que indica que la unidad léxica, en cuanto forma, existe o no en el español penin-
sular. Como vemos, las cuestiones que se plantean los lexicógrafos de Augsburgo están 
muy alejadas de las disquisiciones glotopolíticas actuales y se restringen a elaborar una 
obra coherente y sistemática que sirva de ayuda a su usuario en situaciones concretas23.
En general, las últimas décadas del siglo xx supusieron un desarrollo sustancial, 
si bien algo tardío en comparación con otras tradiciones, de la concepción de la lexi-
cografía del español americano. Por un lado, se superó la perspectiva decimonónica 
que asumía una visión monocéntrica de la lengua y la dependencia de la descripción 
del propio léxico al trabajo de la Academia; por otro, frente a las necesidades surgidas 
a partir de la situación actual en el caso de una lengua tan extendida como el español, 
se reformuló y renovó la técnica lexicográfica para poder ofrecer a los usuarios im-
portantes obras de consulta. En ambos casos, y desde una perspectiva historiográfica, 
pueden verse claros continuos, desde una lexicografía decimonónica diferencial a una 
integral y desde una diletante a una profesional.
6. A manera de conclusión: apuntes para el estudio historiográfico de la lexico-
grafía hispanoamericana
Vale la pena finalizar esta breve presentación historiográfica señalando algunas pautas 
que se asumen ya como imprescindibles para el estudio de la lexicografía hispanoa-
mericana. No es necesario hacer hincapié en la importancia del conjunto de factores 
relacionados directamente con el contexto histórico, social y cultural que influyen en 
la producción de textos lexicográficos, pero sí recordar que resulta más provechoso 
asignarles el estatus de manifestación de momentos determinados que el investigador 
debe describir de forma detallada antes que el de meras obras aisladas de su entorno 
que se podrían explicar por sí mismas.
En cierta medida relacionado con lo anterior, y acorde con una postura científica 
que tiene ya más de medio siglo de tradición, se asume en muchos estudios una pers-
pectiva discursiva crítica, que considera que los textos lexicográficos determinan y 
propagan, o reflejan visiones del mundo identificadas con relaciones de poder en las 
comunidades lingüísticas en las que se producen.
Por otro lado, la forma textual que alcanzan las obras constituye en sí misma un 
objeto de estudio interesante de la metalexicografía actual, que ve el diccionario como 
un conglomerado de textos que interactúan entre sí y que responden, además, a una o 
a varias tradiciones textuales lexicográficas anteriores.
23 Cf. Werner (2014), en donde el autor responde con determinación a las críticas que desde una 
perspectiva glotopolítica ha recibido el proyecto.
JOSÉ CARLOS HUISA TÉLLEZ262
Por último, el estudio historiográfico de la lexicografía del español americano 
debería preocuparse también por la verdadera vitalidad del léxico registrado en el 
momento de su elaboración, no solo para medir la calidad de un diccionario determi-
nado, sino también para evitar caer en la trampa de creerque las obras lexicográficas 
de otras épocas son ventanas fiables a través de las cuales nos encontramos con la 
realidad lingüística de ellas. Esta es una tarea que debe cumplirse, más bien, apelando 
a corpus más completos y menos contaminados por la mano del lexicógrafo.
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