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P ág in a1 P ág in a2 P ág in a3 Staff Moderadoras nElshIA Mona Traductoras Axcia BELEN Carosole daydreamer delilah Fabiro13 GigiDreamer Kath Kyda Lauu LR lvic15 magdys83 Maria_clio88 Melusanti Molly Bloom Mona Nelly Vanessa nElshIA Olivera Corrección Clau Desiree Cecilia Gerald Agustina Caronin84 Mimi Karen's Recopilación Cecilia Diseño Belen & Cecilia P ág in a4 Índice P ág in a5 Sinopsis n beso dura un momento. Pero mil besos pueden durar una vida. Un niño. Una niña. Un vínculo que se forjó en un instante y valioso por toda una década. Un vínculo que ni el tiempo ni la distancia pueden romper. Un vínculo que durará para siempre. O eso es lo que ellos creen. Cuando Rune Kristiansen de diecisiete años de edad, regresa de su Noruega natal a la tranquila ciudad de Blossom Grove, Georgia, donde se hizo amigo de Poppy Litchfield siendo un niño, tiene una sola cosa en su mente. ¿Por qué la chica que era la mitad de su alma, que prometió esperar fielmente su regreso, lo cortó sin una palabra de explicación? El corazón de Rune se rompió hace dos años cuando Poppy se quedó en silencio. Cuando descubre la verdad, encuentra que el mayor corazón roto aún está por venir. Libro independiente, Romance dramático para adultos jóvenes. Para catorce años en adelante. P ág in a6 Prólogo ueron exactamente cuatro los momentos que definieron mi vida. Este fue el primero Blossom Grove, Georgia. Estados Unidos de América. Cinco años de edad. —¡Jeg vil dra! Nå! Jeg vil reise hjem igjen! —grité tan fuerte como pude, diciéndole a mi mamma que quería irme, ¡ahora! ¡Quería volver a casa! —No vamos a volver a casa, Rune. Y no nos vamos. Este es nuestro hogar ahora —replicó en inglés. Se agachó y me miró directamente a los ojos—. Rune —dijo suavemente—. Sé que no querías dejar Oslo, pero tu pappa consiguió un nuevo empleo aquí, en Georgia. —Su mano se deslizó arriba y abajo por mi brazo, pero eso no me hizo sentir mejor. No quería estar en este lugar, en Estados Unidos. Quería volver a casa. —¡Slutt å snakke engelsk! —repliqué. Odiaba hablar en inglés. Desde que nos estableciéramos en los Estados Unidos desde Noruega, mamma y pappa solo me hablaban en inglés. Decían que tenía que practicar. ¡No quería hacerlo! Mi mamma se puso de pie y levantó una caja del suelo. —Estamos en Estados Unidos, Rune. Aquí hablan inglés. Has hablado inglés por tanto tiempo como has hablado noruego. Es hora de usarlo. Me mantuve firme, mirando a mi mamma mientras pasaba a mi lado hacia la casa. Miré alrededor de la pequeña calle donde ahora vivíamos. Había ocho casas. Todas eran grandes, pero todas lucían diferentes. La nuestra estaba pintada de rojo, con ventanas blancas y un pórtico enorme. Mi habitación era grande y estaba en el piso inferior. Pensé que eso era de algún modo genial. Nunca antes había dormido en el primer piso; en Oslo mi habitación estaba en el segundo. Miré a las casas. Todas estaban pintadas de colores brillantes: celestes, amarillos, rosados… Entonces miré a la casa de al lado. Justo al lado, compartíamos un porche de hierba. Ambas casas eran grandes, y nuestros patios también lo eran, pero no había una valla o un camino entre ellas. Si lo deseaba, podría correr a su patio y no habría nada para detenerme. La casa era blanco brillante, con un pórtico que la envolvía por todo el rededor. Tenían mecedoras y una gran silla tipo columpio al frente. Los marcos de sus ventanas estaban pintados de negro, y tenía una P ág in a7 ventana enfrente de la ventana de mi dormitorio. ¡Justo al frente! No me gustaba eso. No me gustaba el hecho de que podría ver dentro de su dormitorio y que ellos podrían ver el mío. Había una piedra en el suelo. La pateé con mi pie, observándola bajar por la calle. Me volví para seguir a mi mamma, pero entonces oí un ruido. Venía de la casa de al lado. Miré a su puerta delantera, pero nadie salió. Subía los escalones de mi pórtico cuando vi un movimiento en el costado de la casa, en la ventana de la habitación de al lado, la que estaba al frente de la mía. Mi mano se congeló en la barandilla y observé mientras una niña, vestida con un brillante vestido azul, trepaba por la ventana. Saltó al césped y desempolvó sus manos en sus muslos. Fruncí el ceño, lo que hizo que mis cejas bajaran, mientras esperaba a que levantara su cabeza. Tenía pelo castaño, el cual se apilaba en su cabeza como un nido de pájaros. Llevaba un gran lazo a un lado de este. Cuando levantó la mirada, miró directo a mí. Luego sonrió. Sonrió hacia mí tan grande. Se agitó, rápido, luego corrió hacia adelante y se detuvo frente a mí. Extendió su mano. —Hola, mi nombre es Poppy Litchfield, tengo cinco años y vivo en la casa de al lado. Observé a la niña. Tenía un acento gracioso. Hacía que las palabras en inglés sonaran diferentes a como nos enseñaron en Noruega. La niña —Poppy— tenía una mancha de barro en su cara y brillantes botas de lluvia en sus pies. Ellas tenían grandes globos rojos a un lado. Se veía extraña. Levanté la vista de sus pies y fijé mis ojos en su mano. Aún la extendía. No sabía qué hacer. No sabía qué quería ella. Poppy suspiró. Sacudiendo la cabeza, alcanzó mi mano y la forzó en las suyas. Las sacudió arriba y abajo dos veces y dijo: —Una sacudida de manos. Mi mamaw1 dice que solo es correcto sacudir la mano de la gente cuando la conoces por primera vez. —Apuntó a nuestras manos—. Esa fue una sacudida de manos. Y fue algo educado porque no te conozco. No dije nada; por alguna razón mi voz no funcionaba. Cuando miré hacia abajo me di cuenta que era porque nuestras manos seguían unidas. También tenía barro en sus manos. De hecho, tenía barro en todos lados. —¿Cuál es tu nombre? —preguntó Poppy. Su cabeza estaba inclinada a un lado. Tenía una pequeña ramita atascada en su pelo—. Oye —dijo, tirando de nuestras manos—. Te pregunté por tu nombre. Aclaré mi garganta. —Mi nombre es Rune, Rune Erik Kristiansen. Poppy arrugó el rostro, sus grandes labios rosas sobresaliendo de forma graciosa. —Suenas raro —soltó. Arrebaté mi mano. —¡Nei det gjør jeg ikke! —chasqueé. Su rostro se arrugó aún más. —¿Qué acabas de decir? —preguntó Poppy, mientras me volvía para caminar a mi casa. No quería hablarle nunca más. Sintiéndome enojado, me di la vuelta. 1 Mamaw: Abuela. P ág in a8 —Dije “¡No, no lo hago!” ¡Hablaba noruego! —dije, en inglés esta vez. Los ojos verdes de Poppy se volvieron gigantes. Dio un paso más cerca, y más cerca otra vez, y preguntó: —¿Noruego? ¿Como los vikingos? Mi mamaw me leyó un libro sobre los vikingos. Decía que ellos eran de Noruega. —Sus ojos se volvieron incluso más grandes—. Rune, ¿eres un vikingo? —Su voz había perdido todo rechinar. Eso me hizo sentir bien. Saqué pecho. Mi pappa siempre decía que yo era un vikingo, como todos los hombres en mi familia. Éramos grandes, fuertes vikingos. —Ja2 —dije—. Somos vikingos de verdad, de Noruega. Una gran sonrisa se extendió por la cara de Poppy, y una aguda risa de chica estalló de su boca. Levantó su mano y la arrastró por mi pelo. —Por eso tienes el pelo largo dorado y ojos azul cristal. Porque eres un vikingo. Al principio pensé que lucías como una niña… —¡No soy una niña! —interrumpí, pero Poppy no pareció preocuparse. Pasé mis manos por mi pelo largo. Llegaba a mis hombros. Todos los niños en Oslo lo tenían así. —… pero ahora veo que es porque eres un vikingo de la vida real. Como Thor. ¡Él también tenía pelo largo dorado y ojos azules! ¡Eres justo como Thor! —Ja —concordé—. Thor lo tiene. Y es el dios más fuerte de todos. Poppy asintió, luego puso sus manos en mis hombros. Su cara se volvió toda seria y su voz bajóa un susurro. —Rune, no le cuento a nadie esto, pero me gustan las aventuras. Arrugué mi rostro. No entendía. Poppy dio un paso más cerca y miró a mis ojos. Apretó mis brazos. Inclinó su cabeza a un lado. Miró a todo nuestro alrededor, luego se inclinó para hablar. —Normalmente no traigo a gente a mis viajes, pero eres un vikingo, y todos sabemos que los vikingos se vuelven fuertes y grandes, y son real realmente buenos con las aventuras y explorando, y con largas caminatas y capturando a los malos y… ¡todas las cosas como esas! Seguía confundido, pero luego Poppy dio un paso atrás y extendió su mano otra vez. —Rune —dijo, su voz seria y fuerte—, vives justo al lado, eres un vikingo y yo amo los vikingos. Creo que deberíamos ser mejores amigos. —¿Mejores amigos? —pregunté. Poppy asintió y empujó su mano aún más hacia mí. Lentamente extendiendo mi propia mano, agarré la suya y le di dos sacudidas, como ella me mostró. Una sacudida de manos. —Así que, ¿ahora somos mejores amigos? —pregunté, mientas Poppy retiraba su mano. —¡Sí! —dijo animadamente—. Poppy y Rune. —Llevó su dedo a su barbilla y miró hacia arriba. Sus labios sobresalían otra vez, como si estuviese pensando con mucho esfuerzo. —Suena bien, ¿no crees? “¡Poppy y Rune, mejores amigos hasta el infinito!”. Asentí porque lo hacía, sonaba bien. Poppy puso su mano en la mía. 2 Ja: Sí en Noruego P ág in a9 —¡Muéstrame tu habitación! Quiero contarte a qué aventura podemos ir después. —Empezó a empujarme hacia adelante, y corrimos a la casa. Cuando nos empujamos a través de la puerta de mi dormitorio, Poppy se lanzó directo a mi ventana. —Esta es la habitación exactamente al frente de la mía. Asentí, y ella chilló, corriendo hasta mí para tomar mi mano en las suyas otra vez. —¡Rune! —dijo emocionadamente—, podemos hablar en la noche, y hacer walkie-talkies con latas y cuerda. Podemos susurrarnos secretos cuando todos lo demás estén dormidos, y podemos hacer planes, y jugar, y… Poppy siguió hablando, pero no le tomé cuidado. Me gustaba el sonido de su voz. Me gustaba su risa y me gustaba el gran lazo blanco en su pelo. Tal vez Georgia no va a ser tan mala después de todo, pensé, no si tengo a Poppy Litchfield como mi mejor amiga. Y fuimos Poppy y yo desde ese día. Poppy y Rune. Mejores amigos hasta el infinito. O eso pensaba. Curioso cómo cambian las cosas. P ág in a1 0 1 Corazones rotos y frasco de besos de chico Hace nueve años. Ocho años de edad. dónde vamos, papi? —pregunté mientras él sostenía mi mano suavemente, guiándome hacia el auto. Miré hacia atrás a mi escuela, preguntándome por qué estaba siendo sacada de clase tan temprano. Solo era la hora del almuerzo. No se suponía que saliera todavía. Mi padre no dijo nada mientras caminábamos, sólo me apretó la mano. Busqué a lo largo de la valla de la escuela, una extraña sensación tirando en mi estómago. Me encantaba la escuela, me encantaba aprender, y ahora teníamos historia. Era, absolutamente, mi asignatura favorita. No quería perdérmela. —¡Poppy! —Rune, mi mejor amigo, estaba de pie junto a la cerca, viéndome marchar. Sus manos sostenían muy fuerte las barras de metal—. ¿A dónde vas? —gritó. Me sentaba al lado de Rune en clase. Estábamos siempre juntos. La escuela no era divertida cuando el otro no estaba allí. Volví la cabeza hacia la cara de mi padre en busca de respuestas, pero no me miraba. Se quedó en silencio. Mirando hacia atrás a Rune, grité: —¡No sé! Rune me miró todo el camino hacia nuestro auto. Subí en la parte posterior y me senté en mi asiento para niños, mi papá me abrochó el cinturón. Oí el silbato en el patio del colegio, señalando el final del almuerzo. Miré por la ventana y vi a todos los niños corriendo hacia el interior, pero no a Rune. Rune se quedó en la valla mirándome. Su largo pelo rubio estaba flotando en el viento, mientras decía: —¿Estás bien? —Pero mi papá se metió en el auto y empezó a conducir antes de que pudiera responder. Rune corrió a lo largo de la valla, siguiendo nuestro auto, hasta que la señora Davis llegó y lo hizo ir a dentro. Cuando la escuela se perdió de vista, dijo mi padre: —¿Poppy? —¿Sí, papi? —le respondí. —¿Sabes que la abuela ha estado viviendo con nosotros por un tiempo? Asentí. Mi abuelita se había trasladado a la habitación frente a la mía hace un tiempo. Mi mamá había dicho que era porque necesitaba ayuda. Mi abuelo había muerto cuando yo P ág in a1 1 era sólo un bebé. Mi abuelita había vivido sola durante años, hasta que vino a vivir con nosotros. —¿Recuerdas lo que tu mami y yo te dijimos acerca de porqué? ¿Por qué la abuelita no podía vivir sola? Respiré por la nariz y le susurré: —Sí. Porque necesitaba nuestra ayuda. Porque está enferma. —Mi estómago dio vueltas mientras hablaba. Mi abuelita era mi mejor amiga. Bueno, ella y Rune estaban atados, absolutamente, en la parte superior. Mi abuela dijo que yo era igual que ella. Antes de que estuviera enferma íbamos a un montón de aventuras. Ella me leía todas las noches sobre los grandes exploradores del mundo. Me contaba todo acerca de la historia, sobre Alejandro Magno, los romanos, y mi favorito, el samurái de Japón. Eran los preferidos de la abuela también. Sabía que mi abuela estaba enferma, pero nunca parecía enferma. Siempre sonreía, daba abrazos apretados y me hacía reír. Siempre decía que tenía rayos de luna en su corazón y rayos de sol en su sonrisa. Abuela me dijo que eso significaba que era feliz. Ella me hacía feliz. Sin embargo, en las últimas semanas la abuela había dormido mucho. Había estado demasiado cansada para hacer cualquier otra cosa. De hecho, ahora la mayoría de las noches le leía a ella, mientras acariciaba mi pelo y me sonreía. Y eso estaba bien, porque las sonrisas de abuelita eran el mejor tipo de sonrisas para recibir. —Eso es correcto, calabacita, ella está enferma. De hecho, ella está muy, muy enferma. ¿Lo entiendes? Fruncí el ceño, pero asentí y dije: —Sí. —Es por eso que vamos a casa temprano —explicó—. Ella está esperándote. Quiere verte. Quiere ver a su amiguita. No entendía por qué mi papá me tuvo que llevar a casa temprano para visitar a mi abuela, cuando lo primero que hacia todas las noches después de la escuela era ir a su habitación y hablar con ella, mientras ella estaba acostada en la cama. A ella le gustaba escuchar todo acerca de mi día. Nos dirigimos a nuestra calle y estacionó en nuestra entrada. Mi papá no se movió durante unos segundos, pero luego se volvió hacia mí y dijo: —Sé que solo tienes ocho años, calabacita, pero hoy tienes que ser una niña grande y valiente, ¿de acuerdo? Asentí. Mi papá esbozó una sonrisa triste hacia mí. —Esa es mi niña. Se bajó del auto y se dirigió a mi asiento en la parte trasera. Tomando mi mano, mi papá me guio fuera del auto y hacia la casa. Pude ver que había más autos de lo habitual. Acababa de abrir mi boca para preguntar de quienes eran, cuando la señora Kristiansen, la mamá de Rune, vino caminando por el patio entre nuestras casas con un gran plato de comida en sus manos. —¡James! —dijo en voz alta, y mi padre se volvió para saludarla. P ág in a1 2 —Adelis, hola —respondió. La mamá de Rune se detuvo frente a nosotros. Hoy su largo pelo rubio estaba suelto. Era del mismo color que el de Rune. La señora Kristiansen era muy bonita. La amaba. Era amable, y me llamaba la hija que nunca tuvo. —Te hice esto. Por favor dile a Ivy que estoy pensando en todos ustedes. Mi papá me soltó la mano para tomar el plato. La señora Kristiansen se agachó y me dio un beso en mi mejilla. —Sé una buena chica Poppy, ¿de acuerdo? —Sí, señora —le contesté, y la vi cruzar el césped para volver a su casa. Mi papá suspiró, y luego ladeo la cabeza hacia mí para que lo siguiera hacia el interior. Tan prontocomo atravesamos la puerta principal, vi a mis tíos sentados en los sofás, y mis primos sentados en el piso de la sala de estar, jugando con sus juguetes. Mi tía Silvia estaba sentada con mis hermanas, Savannah e Ida. Eran más jóvenes que yo, sólo cuatro y dos años de edad. Se agitaron hacia mí cuando me vieron, pero la tía Silvia las mantuvo sentadas en su regazo. Nadie estaba hablando, pero muchos de ellos se secaban los ojos; la mayoría de ellos estaban llorando. Estaba tan confundida. Me apoyé en la pierna de mi papá, agarrándome con fuerza. Alguien estaba en la puerta de la cocina, mi tía Della, DeeDee, como siempre la llamaba. Era, absolutamente, mi tía favorita. Era joven y divertida, y siempre me hacía reír. A pesar de que mi mamá era mayor que su hermana, se parecían entre sí. Ambas tenían el pelo largo castaño y ojos verdes como yo. Pero DeeDee era extra guapa. Me quería ver igual que ella algún día. —Hola, Pops —dijo ella, pero pude ver que tenía los ojos enrojecidos, y su voz sonaba rara. DeeDee miró a mi papá. Tomó el plato de comida de su mano y dijo—: Ve con Poppy, James. Casi es la hora. Empecé a ir con mi papá, pero cuando miré hacia atrás DeeDee no nos siguió. Abrí la boca para llamar su nombre, pero de repente se dio la vuelta, puso el plato de comida en el mostrador y apoyó la cabeza en sus manos. Estaba llorando, llorando tan fuerte, que ruidos fuertes vinieron de su boca. —¿Papi? —susurré, sintiendo una extraña sensación en mi estómago. Mi papá pasó su brazo por mis hombros y me guio lejos. —Está bien, calabacita. DeeDee sólo necesita un minuto a solas. Caminamos hacia la habitación de abuelita. Justo antes de que papi abriera la puerta, dijo: —Mami está ahí, calabacita, y Betty, la enfermera de la abuela también está allí. Fruncí el ceño. —¿Por qué hay una enfermera? Papá abrió la puerta del cuarto de abuelita, y mi mamá se levantó de la silla junto a la cama de la abuela. Sus ojos estaban de color rojo y su pelo estaba todo desordenado. El pelo de mami nunca estaba desordenado Vi a la enfermera en el fondo de la habitación. Estaba escribiendo algo en un portapapeles. Ella sonrió y me saludó cuando entré. Entonces miré a la cama. Abuelita estaba acostada. Mi estómago se volcó cuando vi una aguja adherida en su brazo, con un tubo transparente que llegaba a una bolsa colgando de un gancho de metal a su lado. P ág in a1 3 Me quedé quieta, de repente asustada. Entonces mi mamá se acercó a mí, y mi abuelita miro en mi dirección. Ella se veía diferente a la última noche. Su piel era más pálida, y sus ojos no eran tan brillantes. —¿Dónde está mi amiguita? —La voz de abuelita era tranquila y parecía rara, pero la sonrisa que me dio, me hizo sentir cálida. Riendo hacia mi abuelita, corrí a un lado de la cama. —¡Estoy aquí! ¡Llegué a casa temprano de la escuela para verte! La abuela levantó su dedo y tocó la punta de mi nariz. —¡Esa es mi niña! Sonreí muy grande en respuesta. —Sólo quería que me visitaras un ratito. Siempre me siento mejor cuando la luz de mi vida se sienta a mi lado y me habla un poco. Sonreí de nuevo. Porque yo era “la luz de su vida”, “la niña de sus ojos”. Siempre me llamaba esas cosas. Abuelita me dijo en secreto que eso significaba que era su favorita. Pero me dijo que tenía que mantenerlo para mí, así no molestaba a mis primos y a mis hermanitas. Era nuestro secreto. Unas manos de repente agarraron mi cintura, y mi papá me levantó para sentarme al lado de la abuela en su cama. Abuelita tomo mi mano. Apretó mis dedos, pero todo lo que pude observar fue lo frías que estaban sus manos. La abuela respiró profundamente, pero sonaba raro, como que algo estaba crujiendo en su pecho. —Abuelita, ¿estás bien? —le pregunté y me incline hacia adelante para presionar un beso suave en su mejilla. Ella normalmente olía a tabaco de todos los cigarrillos que fumaba. Pero no podía oler el humo en ella hoy. La abuela sonrió. —Estoy cansada, pequeña. Y voy... —abuelita aspiró otra bocanada de aire y sus ojos se cerraron con fuerza brevemente. Cuando se abrieron de nuevo, se movió en la cama y dijo—: ... y voy a irme lejos durante un tiempo. Fruncí el ceño. —¿A dónde vas, abuelita? ¿Puede ir también? —Siempre nos íbamos de aventuras juntas. La abuela sonrió, pero negó con su cabeza. —No, mi niña, donde voy, no puedes seguirme. Aún no. Pero algún día, dentro de muchos años, me vas a ver otra vez. Mi mamá dejó escapar un sollozo detrás de mí, pero solo mire fijamente a mi abuela, confundida. —¿Pero a dónde vas, abuelita? No entiendo. —A casa, cariño —dijo mi abuelita—. Me voy a casa. —Pero estás en casa —repliqué. —No. —Abuelita sacudió su cabeza—. Este no es nuestro verdadero hogar, mi niña. Esta vida... bueno, es sólo una gran aventura, mientras la tenemos. Una aventura para disfrutar y amar con todo nuestro corazón antes de pasar a la mayor aventura de todas. Mis ojos se abrieron de emoción, entonces me sentí triste. Muy triste. Mi labio inferior empezó a temblar. P ág in a1 4 —Pero somos mejores amigas, abuelita. Siempre vamos en nuestras aventuras juntas. No puedes ir a una sin mí. Las lágrimas habían comenzado a caer de mis ojos hasta mis mejillas. Mi abuelita levantó su mano libre para quitármelas de encima. Esa mano era tan fría como la que yo estaba sosteniendo. —Nosotras siempre vamos de aventuras juntas, mi niña, pero no esta vez. —¿No tienes miedo de ir sola? —le pregunté, pero mi abuela solo suspiro. —No, pequeña, no siento miedo. No tengo miedo en absoluto. —Pero yo no quiero que te vayas —le supliqué, mi garganta empezando a doler. La mano de abuelita se quedó en mi mejilla. —Todavía me verás en tus sueños. Esto no es un adiós. Parpadeé, luego volví a parpadear. —¿Como ves al abuelo? Siempre dices que te visita en tus sueños. Él te habla y besa tu mano. —Exactamente así —dijo. Me sequé las lágrimas. Abuela me apretó la mano, y miró a mi mamá detrás de mí. Cuando volvió a mirarme de nuevo, dijo—: Mientras no esté, tengo una nueva aventura para ti. Me quedé inmóvil. —¿La tienes? El sonido de vidrio siendo colocado sobre una mesa vino detrás de mí. Me dieron ganas de mirar alrededor, pero antes de que pudiera, abuelita preguntó: —Poppy, ¿qué es eso que siempre te dije, que era el mejor recuerdo de mi vida? ¿Lo que siempre me hacía sonreír? —Los besos del abuelo. Sus dulces besos-de-chico. Todos los recuerdos de todos los besos-de-chico que has recibido de él. Me dijiste que son los recuerdos más favoritos que tienes. No dinero, no las cosas, sino los besos que recibiste del abuelo, porque todos eran especiales y te hicieron sonreír, te hicieron sentir amada, porque era tu alma gemela. Tu para siempre. —Así es, mi niña —respondió—. Así que, para tu aventura... —La abuela miro a mi mamá de nuevo. Esta vez, cuando mire alrededor, vi que tenía en la mano un gran frasco de vidrio lleno hasta el tope con montones y montones de corazones de papel rosado. —¡Guau! ¿Qué es eso? —pregunté, sintiéndome entusiasmada. Mamá lo puso en mis manos, y mi abuelita golpeó la tapa. —Son mil besos-de-chico. O por lo menos, lo será, cuando los rellenes todos. Mis ojos se abrieron mientras trataba de contar todos los corazones. Pero no pude. ¡Mil eran muchos! —Poppy —dijo mi abuela, mientras miraba hacia arriba para ver sus ojos verdes brillando—. Esta es tu aventura. Como quiero que me recuerdes cuando no esté. Bajé la vista hacia el frasco de nuevo. —Pero no lo entiendo. Abuelita se acercó a su mesa de noche y cogió un bolígrafo. Me lo pasó y dijo: P ág in a1 5 —He estado enferma desde hace un tiempo, mi niña, pero los recuerdos que me hicieron sentir mejor, son aquellos donde tu abuelo me dio un beso. No sólo los besos de todos los días, sino los especiales, aquellos en los que mi corazón casi estalla de mi pecho. Los que el abuelo se aseguró de que nunca olvidara. Losbesos bajo la lluvia, los besos al atardecer, el beso que compartimos en nuestra graduación... aquellos en donde me abrazó y me susurró al oído que era la chica más bonita del lugar. Escuché y escuché, mi corazón sintiéndose lleno. La abuela señaló todos los corazones en el frasco. —Este frasco es para que registres tus besos-de-chico, Poppy. Todos los besos que hagan que tu corazón casi estalle, los que sean los más especiales, los que desees recordar cuando estés vieja y gris como yo. Los que te harán sonreír cuando los recuerdes en tu mente. Tocando el bolígrafo, continuó: —Cuando encuentres al chico que va a ser tu para siempre, cada vez que recibas un beso-muy-especial de él, saca un corazón. Anota dónde estabas cuando se besaron. Entonces, cuando seas una abuela también, tu nieta, tu mejor amiga, pueda escuchar todo acerca de ellos, al igual que te he contado sobre los míos. Vas a tener un tesoro, el frasco de todos los preciosos besos que hicieron que tu corazón se acelerara. Me quedé mirando el frasco y exhalé. —Mil es un montón. ¡Son un montón de besos, abuelita! Abuelita se rió —No son tantos como crees, mi niña. Especialmente cuando encuentres a tu alma gemela. Tienes un montón de años por delante. Abuelita contuvo el aliento y su rostro se arrugó como si estuviera sintiendo dolor. —Abuelita —grité, sintiendo de repente mucho miedo. Su mano apretó la mía. Abuelita abrió los ojos, y esta vez una lágrima cayó por su pálida mejilla—. ¿Abuelita? — dije, esta vez más bajo. —Estoy cansada, mi niña. Estoy cansada, y ya es casi hora de que me vaya. Sólo quería verte una última vez, para darte este frasco. Para darte un beso y así poder recordarte cada día en el cielo hasta que te vuelva a ver. Mi labio inferior volvió a temblar. Mi abuelita sacudió la cabeza, negando. —No llores, mi niña. Este no es el fin. Es solo una pequeña pausa en nuestras vidas. Y te estaré observando, todos los días. Estaré en tu corazón. Estaré en la arboleda de flores que nos gusta tanto, en el sol y en el viento. Los ojos de abuelita se estremecieron y mamá descansó las manos sobre mis hombros. —Poppy, dale a la abuelita un beso grande. Está cansada ahora. Necesita descansar. Respirando hondo, me agaché y presioné un beso en la mejilla de mi abuela. —Te amo, abuelita —susurré. Abuelita me acarició el pelo. —También te amo mi niña. Eres la luz de mi vida. Nunca olvides que te he amado muchísimo, todo lo que una abuelita puede amar a su nietecita. Me aferré a su mano y no quería soltarla, pero mi papá me levantó de la cama y mi mano finalmente se soltó. Me aferré a mi frasco muy fuerte, mis lágrimas caían al suelo. Mi papá me bajó y, cuando me giré para irme, abuelita me llamó por mi nombre. P ág in a1 6 —¿Poppy? Miré hacia atrás, y mi abuelita estaba sonriendo. —Recuerda, corazones de rayos de luna y sonrisas de rayos de sol... —Siempre lo recordaré —le dije, pero no me sentía feliz. Todo lo que sentía era tristeza. Oí a mi mamá llorar detrás de mí. DeeDee nos pasó en el pasillo. Me apretó el hombro. Su cara estaba tan triste también. No quería estar aquí. No quería estar en esta casa nunca más. Girándome, miré a mi papá. —Papi, ¿puedo ir a la arboleda de flores? Papá suspiró. —Sí, bebé. Voy a ir a ver cómo estás más tarde. Sólo ten cuidado. —Vi a mi papá tomar su teléfono y llamar a alguien. Les pidió que me echaran un ojo mientras estaba en la arboleda, pero corrí antes de saber con quién hablaba. Me dirigí a la puerta principal, agarrando fuerte mi frasco vacío de los mil besos contra mi pecho. Salí corriendo de la casa, y del porche. Corrí y corrí, y nunca paré. Las lágrimas caían por mi cara. Oí que me llamaban. —¡Poppy! ¡Poppy, espera! Miré hacia atrás y vi a Rune observándome. Él estaba en su porche, pero inmediatamente comenzó a perseguirme por la hierba. Pero nunca me detuve, ni siquiera por Rune. Tenía que llegar a los árboles de cerezo. Era el lugar favorito de mi abuelita. Yo quería estar en su lugar favorito. Porque estaba triste de que se fuera a ir. A ir al cielo. Su verdadero hogar. —¡Poppy, espera! ¡Ve más despacio! —gritó Rune mientras daba la vuelta a la esquina de la arboleda en el parque. Corrí atravesando la entrada; los grandes árboles de cerezo, que estaban en plena floración, formaban un túnel por encima de mi cabeza. La hierba era verde debajo de mis pies, y el cielo arriba estaba azul. Pétalos de rosas brillantes y blancos cubrían los árboles. Luego, en el otro extremo de la arboleda, estaba el árbol más grande de todos. Sus ramas colgaban. Su tronco era el más grueso de todo el bosque. Era el preferido de Rune y mío. Era el de mi abuelita también. Estaba sin aliento. Cuando llegué debajo del árbol favorito de abuelita, me dejé caer al suelo, agarrando mi frasco, mientras las lágrimas caían por mis mejillas. Oí a Rune detenerse a mi lado, pero no miré hacia arriba. —¿Poppymin? —dijo Rune. Así me llamaba. Significaba “mi Poppy” en noruego. Me encantaba que me hablara en noruego—. Poppymin, no llores —susurró. Pero no podía evitarlo. No quería que mi abuelita me dejara, a pesar de que sabía que tenía que hacerlo. Sabía que cuando regresara a casa, abuelita ya no estaría allí: ni ahora, ni nunca. Rune se sentó a mi lado y me atrajo en un abrazo. Me acurruqué en su pecho y lloré. Me encantaban los abrazos de Rune, siempre me abrazaba tan fuerte. —Mi abuelita, Rune, está enferma y se está yendo. —Lo sé, me lo dijo mi mamá cuando llegué de la escuela. Asentí, moviendo la cabeza contra su pecho. Cuando no pude llorar más, me senté, limpiando mis mejillas. Miré a Rune, quien me estaba observando. Traté de sonreír. P ág in a1 7 Cuando lo hice, me tomó de la mano y la llevó a su pecho. —Lamento que estés triste —dijo Rune y me apretó la mano. Su camiseta estaba caliente por el sol—. No quiero que nunca estés triste. Eres Poppymin; siempre sonríes. Siempre estás feliz. Sollocé y apoyé la cabeza en su hombro. —Lo sé. Pero mi abuelita es mi mejor amiga, Rune, y no voy a tenerla nunca más. Rune no dijo nada al principio, pero luego dijo: —Soy tu mejor amigo también. Y no me voy a ninguna parte. Lo prometo. Para siempre. Mi pecho, que había estado doliendo tanto, de repente no dolía tanto. Asentí. —Poppy y Rune hasta el infinito —dije. —Hasta el infinito —repitió él. Nos quedamos en silencio durante un rato, hasta que Rune preguntó: —¿Para qué es este frasco? ¿Qué hay adentro? Retirando mi mano, agarré el frasco y lo levanté en el aire. —Mi abuelita me ha dado una nueva aventura. Una que va a durar toda la vida. Las cejas de Rune bajaron y su largo pelo rubio cayó sobre sus ojos. Lo empujé hacia atrás, y él sonrió con esa media sonrisa suya, mientras lo hacía. Todas las niñas en la escuela querían que él les sonriera de esa manera, me lo dijeron. Pero sólo me sonreía a mí. Les dije que ninguna de ellas podía tenerlo de todos modos, él era mi mejor amigo y yo no quería compartir. Rune agitó el frasco. —No entiendo. —¿Te acuerdas de los recuerdos favoritos de mi abuelita? Te los he contado antes. Podía ver a Rune pensando seriamente y luego de repente dijo: —¿Los besos de tu abuelito? Asentí y tiré de un pétalo de flor de cerezo rosa pálido que estaba en una rama colgando hacia abajo a mi lado. Me quedé mirando el pétalo. Eran los favoritos de mi abuelita. Les gustaba porque no duraban mucho tiempo. Solía decirme que las mejores y más bellas cosas nunca duraban mucho tiempo. Decía que una flor de cerezo era demasiado hermosa para durar todo el año. Era más especial porque su vida era corta. Al igual que los samurái, belleza extrema, muerte rápida. Todavía no estaba muy segura de lo que significaba, pero dijo que lo entendería a medida que fuera creciendo. Creo que tenía razón. Porque mi abuelita no era tan vieja, y se estaba yendo joven, al menos eso es lo que decía papi. Tal vez por eso le gustabatanto la flor de cerezo. Debido a que ella era exactamente igual. —¿Poppymin? La voz de Rune me hizo mirar hacia arriba. —¿Tengo razón? ¿Eran los besos de tu abuelo, los recuerdos favoritos de tu abuelita? —Sí —respondí, dejando caer el pétalo—, todos los besos que le dio que hacían que su corazón casi explotara. La abuelita dijo que sus besos eran los mejores del mundo. Porque significaban que la amaba un montón. Que se preocupaba por ella. Y que a él le P ág in a1 8 gustaba por quien ella era exactamente. Rune miró al frasco y resopló. —Todavía no entiendo, Poppymin. Me reí mientras sus labios sobresalían y su rostro mostraba confusión. Tenía labios bonitos; eran muy gruesos y con un arco de cupido perfecto3. Abrí el frasco y saqué un papel rosa en forma de corazón. Lo levanté en el aire entre Rune y yo. —Este es un beso vacío. —Señalé al frasco—. Abuelita me dio miles para llenar en toda mi vida. —Puse el corazón de nuevo en el frasco y tomé su mano—. Una nueva aventura, Rune. Reunir mil besos antes de morir, de mi alma gemela. —Yo... qué... ¿Poppy? ¡Estoy confundido! —dijo, pero podía oír la ira en su voz. Rune podía estar de muy mal humor cuando quería. Saqué un bolígrafo de mi bolsillo. —Cuando el chico que ame me bese, cuando se sienta tan especial que mi corazón casi vaya a estallar, solo los besos extra-especiales, voy a escribir los detalles en uno de estos corazones. Es para cuando esté vieja y gris, y quiera contarles a mis nietecitos todo sobre los besos más especiales de mi vida. Y sobre el dulce chico que me los dio. Me puse de pie, el entusiasmo corriendo a través de mí. —Es lo que quería mi abuelita que hiciera, Rune. ¡Así que tengo que empezar pronto! Quiero hacer esto por ella. Rune se puso de pie también. En ese momento, una ráfaga de viento sopló pétalos de cerezo justo donde estábamos parados y sonreí. Pero Rune no estaba sonriendo. De hecho, se veía francamente enojado. —¿Vas a besar a un chico, por tu frasco? ¿A uno en especial? ¿A uno que ames? — preguntó. Asentí. —Mil besos, Rune! ¡Mil! Rune sacudió la cabeza y frunció los labios de nuevo. —¡NO! —rugió. La sonrisa desapareció de mi cara. —¿Qué? —pregunté. Rune dio un paso, acercándose, moviendo la cabeza con más fuerza. —¡No! ¡No quiero que beses a un muchacho por tu frasco! ¡No voy a dejar que suceda! —Pero... —Traté de hablar, pero Rune me agarró la mano. —Eres mi mejor amiga —dijo y sacó pecho, tirando de mi mano—. ¡No quiero que beses a chicos! —Pero tengo que hacerlo —le expliqué, señalando el frasco—. Tengo que hacerlo por mi aventura. Mil besos es mucho, Rune. ¡Muchísimo! Todavía serás mi mejor amigo. Nadie va a significar más para mí que tú, tonto. Él se quedó mirándome fijamente y luego al frasco. Me dolió el pecho de nuevo; me 3 Cupid’s bow: Línea curvada del labio superior. P ág in a1 9 di cuenta que no estaba contento por la expresión de su rostro. Se había puesto de mal humor otra vez. Me acerqué a mi mejor amigo, y los ojos de Rune estaban fijos en los míos. —Poppymin —dijo, su voz más profunda, dura y firme—. ¡Poppymin! Significa mi Poppy. Hasta el infinito, por siempre y para siempre. ¡Eres MI Poppy! Abrí la boca para gritarle también, para decirle que se trataba de una aventura que sólo tenía que empezar. Pero ni bien la abrí, Rune se inclinó hacia adelante y de repente apretó sus labios sobre los míos. Me quedé helada. No podía mover un músculo cuando sentí sus labios sobre los míos. Eran cálidos. Sabía a canela. El viento sopló su pelo largo sobre mis mejillas. Empezó a hacerme cosquillas en la nariz. Rune se retiró, pero su cara quedó cerca de la mía. Traté de respirar, pero mi pecho se sentía algo raro, como liviano y esponjoso. Y mi corazón latía tan rápido. Tan rápido que presioné mi mano sobre mi pecho para sentirlo correr ahí debajo. —Rune —susurré. Levanté la mano para presionar mis dedos contra mis labios. Rune parpadeó, luego parpadeó otra vez mientras me miraba. Saqué la mano y presioné los dedos contra sus labios—. Me besaste —susurré, aturdida. Rune levantó su mano para sostener la mía. Bajó las manos unidas a su lado. —Yo te daré mil besos, Poppymin. Todos ellos. Nadie va a besarte jamás sino yo. Mis ojos se abrieron, pero mi corazón no se detuvo. —Eso sería para siempre, Rune. ¡Que nunca nadie más me bese significa que estaremos juntos por siempre y para siempre! Rune asintió, luego sonrió. Rune no sonreía mucho. Normalmente daba una media sonrisa o una mueca. Pero debería sonreír más. Era realmente guapo cuando lo hacía. —Lo sé. Porque estaremos siempre juntos. Hasta el infinito, ¿recuerdas? Asentí lentamente, y luego la incliné hacia un lado. —¿Tú me darás todos mis besos? ¿Los suficientes como para llenar todo este frasco? ―pregunté. Rune me dio otra pequeña sonrisa. —Todos ellos. Llenaremos todo el frasco, y muchos más. Reuniremos muchísimos más que mil. Di un grito ahogado. De repente recordé el frasco. Saqué la mano para poder agarrar el bolígrafo y abrí la tapa del frasco. Agarré un corazón en blanco y me senté a escribir. Rune se arrodilló delante de mí y puso su mano sobre la mía, evitando que escribiera. Miré hacia arriba, confundida. Tragó saliva, se metió el pelo largo detrás de la oreja, y me preguntó: —¿Acaso... cuando te… besé... tu… tu corazón casi estalló? ¿Fue extra especial? Dijiste que sólo los besos extra-especiales iban dentro del frasco. —Sus mejillas se tornaron de color rojo brillante y bajó la mirada. Sin pensar, me incliné hacia delante y envolví mis brazos alrededor del cuello de mi mejor amigo. Presioné mi mejilla contra su pecho y escuché su corazón. Latía tan rápido como el mío. —Sí, Rune. Fue lo más especial que un beso puede ser. P ág in a2 0 Sentí a Rune sonreír contra mi cabeza, luego me alejé. Crucé las piernas y puse el corazón de papel en la tapa del frasco. Rune se sentó con las piernas cruzadas también. —¿Qué vas a escribir? —preguntó. Me di golpecitos con el bolígrafo en los labios mientras pensaba detenidamente. Me senté con la espalda recta y me incliné hacia delante, presionando el bolígrafo sobre el papel: Cuando terminé de escribir, puse el corazón en el frasco y cerré la tapa bien fuerte. Miré a Rune, que me había estado observando todo el tiempo, y anuncié con orgullo: —Ahí está. ¡Mi primer beso de un chico! Rune asintió, pero sus ojos cayeron a mis labios. —¿Poppymin? —¿Sí? —susurré. Rune alcanzó mi mano. Comenzó a trazar patrones en el dorso con la punta de su dedo. —¿Puedo... puedo besarte otra vez? Tragué saliva, sintiendo mariposas en el estómago. —¿Quieres besarme otra vez... ya? Rune asintió. —He querido besarte desde hace un tiempo. Y bueno, eres mía y me ha gustado. Me gustó besarte. Sabes a azúcar. —Comí una galleta en el almuerzo. Mantequilla de nuez. La favorita de abuelita — expliqué. Rune respiró hondo y se inclinó hacia mí. Su pelo voló hacia adelante. —Quiero hacerlo otra vez. —Está bien. Y Rune me besó. Me besó y me besó, y me besó. Para el final del día tenía cuatro besos de chicos más en mi frasco Cuando llegué a casa, mami me dijo que mi abuelita se había ido al cielo. Corrí a mi habitación lo más rápido que pude. Me apresuré a dormirme. Como me prometió, abuelita estaba allí en mis sueños. Así que le dije todo acerca de los cinco besos de mi Rune. Mi abuelita sonrió ampliamente y me dio un beso en la mejilla. P ág in a2 1 Sabía que esta sería la mejor aventura de mi vida. P ág in a2 2 2 Notas musicales y las llamas de la hoguera Hace dos años Quince años de edad e hizo el silencio mientras ella se acomodaba en el escenario. Bueno, no todo estaba en silencio, el tronar de la sangre corriendo a través de mí rugía en mis orejas mientras mi Poppyse sentaba con cuidado. Se veía hermosa en su vestido negro sin mangas, con su largo pelo marrón peinado hacia atrás en un moño, con un lazo blanco acomodado encima. Levantando la cámara que siempre llevaba alrededor de mi cuello, llevé el lente a mi ojo justo cuando ella posicionó el arco contra las cuerdas de su chelo. Siempre me encantaba capturarla en ese momento. El momento en que cerraba sus grandes ojos verdes. El momento en que la expresión más perfecta iba a la deriva sobre su rostro, la mirada que tenía justo antes de que la música empezara. La mirada de pura pasión por los sonidos que vendrían. Tomé la foto en el momento perfecto, y entonces la melodía comenzó. Bajando mi cámara, me enfoqué simplemente en ella. No podía tomar fotos mientras tocaba. No podía obligarme a perderme ninguna parte de como se veía ella en ese escenario. Mi labio se inclinó en una pequeña sonrisa cuando su cuerpo comenzó a moverse con la música. Ella amaba esa pieza, había estado tocándola por tanto tiempo como podía recordar. No necesitaba partituras de música para esa; Greensleeves se derramaba de su alma a través de su arco. No podía dejar de mirar, mi corazón latía como un maldito tambor cuando los labios de Poppy se retorcían. Sus profundos hoyuelos se destacaban cuando se concentraba en las partes difíciles. Sus ojos permanecían cerrados, pero podía decir qué partes de la música adoraba. Su cabeza se inclinaba hacia un lado y una gran sonrisa se extendía en su rostro. La gente no entendía que después de todo este tiempo todavía fuera mía. Solo teníamos quince años, pero desde el día que la besé en la arboleda de flores, a los ocho años de edad, nunca había habido nadie más. Tenía anteojeras para cualquier otra chica. Sólo veía a Poppy. En mi mundo, sólo ella existía. Y era diferente a cualquier otra chica en nuestra clase. Poppy era rara, no popular. No se preocupaba por lo que la gente pensaba de ella, nunca lo había hecho. Tocaba el chelo porque le encantaba. Leía libros, estudiaba por diversión, se despertaba al amanecer sólo para ver salir el sol. P ág in a2 3 Era por eso que era mi todo. Mi para siempre. Porque era única. Única en una ciudad llena de copias de cabezas huecas. Ella no quería adular, o jugar o perseguir a los chicos. Sabía que me tenía, tanto como yo a ella. Éramos lo único que necesitábamos. Me moví en mi asiento cuando el sonido de su chelo se hizo más suave, Poppy llevaba la pieza al final. Levantando mi cámara de nuevo, tomé una última foto cuando Poppy levantó su arco de las cuerdas, con una expresión de felicidad rozando su bello rostro. El sonido del aplauso me hizo bajar la cámara. Poppy separó el instrumento de su pecho y se puso de pie. Hizo una pequeña inclinación, luego escaneó el auditorio. Sus ojos se encontraron con los míos. Sonrió. Pensé que mi corazón estallaría a través de mi pecho. Sonreí en respuesta, apartando mi largo pelo rubio de mi cara con mis dedos. Rubor tiñó las mejillas de Poppy, luego salió del escenario por el lado izquierdo, las luces de la casa inundaban el auditorio de luz. Poppy había sido la última en presentarse. Siempre cerraba la función. Era la mejor músico en el distrito para el grupo de nuestra edad. En mi opinión, eclipsaba a cualquiera en los tres grupos de edades por encima. Una vez le pregunté cómo podía tocar como lo hacía. Simplemente me dijo que las melodías salían de su arco con tanta facilidad como respirar No podía imaginarme teniendo esa clase de talento. Pero así era Poppy, la chica más asombrosa del mundo. Cuando el aplauso se desvaneció, la gente comenzó a salir del auditorio. Una mano se presionó en mi brazo. La señora Litchfield estaba limpiándose una lágrima. Siempre lloraba cuando Poppy se presentaba. —Rune, cariño, debemos llevar a estas dos a casa. ¿Está bien para ti ir por Poppy? —Sí, señora —contesté, y en voz baja me reí por Ida y Savannah, las dos hermanas de nueve y once años de Poppy, durmiendo en sus asientos. A ellas nos les importaba mucho la música, no como a Poppy. El señor Litchfield puso los ojos en blanco y me lanzó una despedida con la mano, luego despertó a las chicas para llevarlas a casa. La señora Litchfield me besó en la cabeza y luego los cuatro se fueron. Mientras caminaba por el pasillo, escuché susurros y risas saliendo a la derecha. Mirando sobre los asientos, vi a un grupo de chicas de primer año mirando en mi dirección. Aparté mi cabeza, ignorando sus miradas. Sucedía mucho. No tenía ni idea de porqué muchs de ellas me prestaban tanta atención. Había estado con Poppy por tanto tiempo como me conocían. No quería a nadie más. Deseaba que dejaran de intentar apartarme de mi chica, nada jamás lograría eso. Pasé a través de la salida y fui hacia la puerta de los bastidores. El aire era denso y húmedo, haciendo que mi camisa negra se pegara a mi pecho. Mis pantalones negros y mis botas negras probablemente eran demasiado calientes para este calor de primavera, pero usaba este estilo de ropa todos los días, sin importar el clima. Al ver a los artistas comenzar a salir a montones por la puerta, me incliné contra la pared del auditorio, descansando mi pie contra el ladrillo pintado de blanco. Crucé mis brazos sobre mi pecho, sólo desdoblándolos para apartar el pelo de mis ojos. Vi a los intérpretes recibiendo abrazos de sus familias, entonces, al ver a las mismas chicas de antes mirándome, bajé mis ojos al suelo. No quería que se acercaran. Y no tenía nada que decirles. P ág in a2 4 Mis ojos todavía estaban en el suelo cuando escuché pasos viniendo en mi dirección. Alcé la mirada justo cuando Poppy se lanzó a mi pecho, sus brazos envolviéndose alrededor de mi espalda, apretándome con fuerza. Resoplé una pequeña risa y la sostuve de regreso. Ya tenía una altura de metro ochenta, así que me cernía sobre el metro cincuenta y dos de Poppy. Me gustaba sin embargo, como encajaba perfectamente contra mí. Inhalando profundamente, aspiré el aroma dulzón de su perfume y presioné mi mejilla contra su cabeza. Después de un último apretón, Poppy se retiró hacia atrás y me sonrió. Sus ojos verdes se veían enormes bajo su rímel y maquillaje iluminado, sus labios rosados y exuberantes por su bálsamo de labios de cereza. Subí mis manos por sus costados, deteniéndome cuando acuné sus suaves mejillas. Las pestañas de Poppy aletearon, haciéndola ver de todas las clases de dulce. Sin ser capaz de resistir sentir sus labios sobre los míos, lentamente me incliné, casi sonriendo cuando escuché la misma alteración en la respiración de Poppy de cada vez que la besaba, en ese momento justo antes de que nuestros labios se tocaran. Mientras nuestros labios se encontraban, exhalé a través de mi nariz. Poppy siempre sabia así, a cereza, el sabor de su bálsamo de labios fluyendo a mi boca. Y Poppy me besó de regreso, sus pequeñas manos agarrando con fuerza los costados de mi camisa negra. Moví mi boca sobre la suya, lenta y suavemente, hasta que finalmente me retiré hacia atrás, dejando tres cortos y suaves besos sobre su boca hinchada. Inhalé aire y observé los ojos de Poppy aletear al abrirse. Sus pupilas estaban dilatadas. Se lamió su labio inferior antes de lanzarme una brillante sonrisa. —Beso trescientos cincuenta y dos. Con mi Rune contra la pared del auditorio. — Contuve el aliento, esperando por la siguiente línea. El brillo en los ojos de Poppy me dijo que las palabras que esperaba que siguieran saldrían de sus labios. Inclinándose más cerca, balanceándose sobre las puntas de sus pies, susurró—: Y mi corazón casi estalló en llamas. Ella sólo registraba los besos extra especiales. Sólo aquellos que la hacían sentir que su corazón era pleno. Cada vez que la besaba, esperaba por esas palabras. Cuando venían, casi me hacía explotar con su sonrisa. Poppy se rio. No pude evitar sonreír ampliamente ante el sonido de felicidad en su voz. Presioné otro beso rápido en suslabios y di un paso hacia atrás para envolver mi brazo sobre sus hombros. La acerqué más y descansé mi mejilla contra su cabeza. Los brazos de Poppy se envolvieron alrededor de mi espalda y estómago, y la aparté de la pared. Mientras lo hice, sentí a Poppy congelarse. Levanté mi cabeza para ver a las chicas de primer año apuntar a Poppy y susurrar entre ellas. Sus ojos estaban enfocados en Poppy en mis brazos. Mi mandíbula se apretó. Odiaba que la trataran de esta forma, sólo por celos. La mayoría de las chicas jamás le daban oportunidad a Poppy porque querían lo que ella tenía. Poppy decía que no le importaba, pero podía decir que sí lo hacía. El hecho de que se tensara en mis brazos me dijo qué tanto. Moviéndome enfrente de Poppy, esperé a que levantara la cabeza. Tan pronto como lo hizo, le ordené. —Ignóralas. Mi estómago se tensó cuando la vi forzar una sonrisa. P ág in a2 5 —Eso hago, Rune. No me molestan. Incliné mi cabeza hacia un lado y alcé mis cejas. Poppy sacudió la cabeza. —No lo hacen. Lo prometo —intentó mentir. Poppy miró por sobre mi hombro y se encogió. Cuando me miró a los ojos, dijo—: Pero lo entiendo. Quiero decir, mírate, Rune. Eres hermoso. Alto, misterioso, exótico… ¡Noruego! —Se rió y presionó su palma sobre mi pecho—. Tienes todo ese estilo de chico malo y alternativo. Las chicas no pueden evitar quererte. Eres tú. Eres perfecto. Me moví más cerca y vi sus ojos verdes abrirse más. —Y tuyo —añadí. La tensión se desvaneció de sus hombros. Deslicé la mano sobre la pequeña en mi pecho. —Y no soy misterioso, Poppymin. Sabes todo lo que hay que saber de mí: nada de secretos, ni misterios. —Para mí —discutió, mirándome a los ojos de nuevo—. No eres un misterio para mí, pero lo eres para todas las chicas de nuestra escuela. Todas te desean. Suspiré, comenzando a sentirme enojado. —Y lo único que yo quiero es a ti. —Poppy me miró, como si estuviera intentando encontrar algo en mi expresión. Eso sólo me enojó más. Enlacé nuestros dedos y susurré— : Por la eternidad. Con eso, una genuina sonrisa tiró de los labios de Poppy. —Para siempre —susurró eventualmente como respuesta. Dejé caer mi frente contra la suya. Mis manos acunaron sus mejillas, y le aseguré: —Te quiero a ti y sólo a ti. Lo he hecho desde que tenía cinco años y estrechaste mi mano. Ninguna otra chica cambiara eso. —¿Sí? —preguntó Poppy, pero pude escuchar el humor de regreso en su dulce voz. —Ja —contesté en noruego, escuchando el dulce sonido de su risa bañar mis orejas. A ella le encantaba cuando hablaba en mi idioma nativo. Besé su frente, luego di un paso atrás y tomé sus manos—. Tu mamá y tu papá se llevaron a las chicas a casa; me dijeron que te lo dijera. Asintió, luego me miró, nerviosa. —¿Qué pensaste de esta noche? Puse mis ojos en blanco y arrugué la nariz. —Terrible, como siempre —dije secamente. Poppy se rió y golpeó mi brazo. —¡Rune Kristiansen! ¡No seas tan malo! —me regañó. —Bien —dije, pretendiendo estar molesto. La estrellé contra mi pecho, envolviendo mis brazos alrededor de su espalda, atrapándola contra mí. Ella chilló cuando comencé a besarla de arriba abajo por la mejilla, manteniendo sus brazos aferrados a su costado. Dejé caer mis labios en su cuello y atrapé su aliento, toda la risa olvidada. Moví mi boca hacia arriba hasta que tiré de su lóbulo con mis dientes. —Estuviste maravillosa —susurré suavemente—. Como siempre. Estuviste perfecta ahí arriba. Te apoderaste de ese escenario. Te apoderaste de todos en el cuarto. —Rune —murmuró. Escuché el tono feliz de su voz. P ág in a2 6 Me eché hacia atrás, sin mover mis brazos. —Nunca estoy más orgulloso de ti que cuando te veo en ese escenario —confesé. Poppy se sonrojó. —Rune —dijo tímidamente, pero incliné mi cabeza para mantener el contacto visual cuando ella intentó apartarse. —Carnegie Hall, recuerda. Un día estaré viéndote tocar en Carnegie Hall. Poppy se las arregló para liberar una mano y suavemente me golpeó en el brazo. —Me halagas. Negué con la cabeza. —No. Siempre digo la verdad. Poppy presionó sus labios con los míos, y sentí su beso todo el camino hasta mis pies. Cuando se retiró, la solté y enlacé nuestros dedos juntos. —¿Vamos a ir al campo? —preguntó Poppy cuando comencé a guiarla a lo largo del estacionamiento, sosteniéndola un poco más cerca cuando pasamos al lado del grupo de las chicas de primer año. —Preferiría estar a solas contigo —dije. —Jorie preguntó si iríamos. Todo el mundo está ahí. —Poppy alzó la mirada hacia mí. Por la mueca de sus labios, supe que estaba frunciendo el ceño—. Es viernes en la noche, Rune. Tenemos quince, y has pasado la mayor parte de la noche viéndome tocar el chelo. Tenemos noventa minutos hasta el toque de queda; de verdad deberíamos ver a nuestros amigos como adolescentes normales. —Bien —me rendí y envolví mi brazo alrededor de sus hombros. Inclinándome, coloqué mi boca contra su oreja y dije—: Pero te tendré para mí, mañana. Poppy colocó su brazo alrededor de mi cintura y me apretó con fuerza. —Lo prometo. Escuchamos a las chicas detrás de nosotros mencionar mi nombre. Suspiré con frustración cuando Poppy se tensó levemente. —Es porque eres diferente, Rune —dijo Poppy, sin alzar la mirada—. Eres un artista, en la fotografía. Usas ropas oscuras. —Se rió y negó con la cabeza. Aparté el pelo de mi rostro y Poppy dijo—: Pero más que todo es por eso. Fruncí el ceño. —¿Por qué? Alzó la mano y tiró de una hebra de mi pelo largo. —Cuando haces eso. Cuando te apartas el pelo hacia atrás como lo haces. —Alcé una ceja, divertido. Poppy se encogió de hombros—. Es algo irresistible. —¿Ja? —pregunté, antes de detenerme para pararme frente a Poppy, apartando mi pelo hacia atrás con exageración hasta que se rió—. ¿Irresistible, eh? ¿Para ti, también? Poppy se rió y apartó la mano de mi pelo para envolverla con la suya. Mientras seguimos el camino al campo —un pedazo del parque donde los chicos de nuestra escuela pasaban las noches— Poppy dijo: —En realidad no me molesta que las otras chicas te miren, Rune. Sé cómo te sientes con respecto a mí, porque es exactamente la misma forma en que me siento por ti. — P ág in a2 7 Poppy succionó su labio inferior. Sabía que eso significaba que estaba nerviosa, pero no sabía la razón, hasta que dijo—: La única chica que me molesta es Avery. Porque te ha deseado por mucho tiempo y estoy bastante segura que haría lo que fuera por hacerte suyo. Negué con la cabeza. No me caía bien Avery, pero como estaba en nuestro grupo de amigos, siempre estaba alrededor. A todos mis amigos les caía bien; todos ellos pensaban que era la persona más bonita del lugar. Pero jamás lo vi, y odiaba como era conmigo. Odiaba como hacía sentir a Poppy. —Ella no es nada, Poppymin —le aseguré—. Nada. Poppy se acunó en mi pecho y giramos a la derecha, hacia donde estaban nuestros amigos. Sostuve a Poppy con más fuerza a medida que nos acercamos. Avery se paró cuando nos aproximamos. Girando mi cabeza hacia Poppy, repetí: —Nada. La mano de Poppy se apretó en mi cabeza, diciéndome que había escuchado. Su mejor amiga Jorie saltó de donde estaba sentada. —¡Poppy! —la llamó Jorie emocionada, acercándose para abrazar a Poppy. Me caía bien Jorie. Era despistada, rara vez pensaba antes de hablar, pero quería a Poppy y Poppy a ella. Era una de las pocas personas en esta pequeña ciudad que encontraba las peculiaridades de Poppy entrañables y no sólo raras. —¿Cómo están, dulzuras? —preguntó Jorie y dio un paso atrás. Miró el vestido negro de Poppy para la presentación—. ¡Te ves hermosa! ¡Malditamente linda! Poppy inclinó su cabeza en señal de dar las gracias. Tomé su mano de nuevo. Y nos guié alrededor del pequeño fuego que habían encendido en la hoguera y nos sentamos. Me incliné contra un banco de troncos, tirando a Poppy para que se sentara entre mis piernas. Me sonrió mientras se sentabaconmigo, presionando su espalda contra mi pecho y metiendo su cabeza contra mi cuello. —Entonces, Poppy, ¿cómo te fue? —Judson, mi mejor amigo, preguntó al otro lado del fuego. Mi otro amigo cercano, Deacon, estaba sentado a su lado. Inclinó su barbilla hacia arriba en saludo, su novia, Ruby, también nos lanzó un pequeño saludo con la mano. Poppy se encogió de hombros. —Bien, supongo. Mientras envolvía mi brazo a lo largo de su pecho, sosteniéndola con fuerza, miré hacia mi amigo de pelo negro y añadí. —La estrella del espectáculo. Como siempre. —Sólo es chelo, Rune. Nada demasiado especial —argumentó Poppy suavemente. Negué con mi cabeza en protesta. —Puso el lugar a sus pies. Capté a Jorie sonriéndome. Y también capté a Avery poniendo sus ojos en blanco despectivamente. Poppy ignoró a Avery y comenzó a hablar con Jorie sobre la clase. —Vamos, Pops. Juro que el señor Millen es un maldito alien malvado. Un demonio. Infiernos, es de algún lugar de afuera por lo que sabemos. Traído por el director para torturarnos a nosotros los débiles y jóvenes terrícolas con algebra demasiado difícil. Es como consigue su energía vital; estoy convencida de eso. Y creo que está ensañado P ág in a2 8 conmigo. Ya sabes, por el hecho de que sé que es un extraterrestre, porque, ¡Señor! ¡Ese hombre sigue haciendo reprobar mi trasero y dándome esa mirada horrible! —¡Jorie! —Poppy se rió se rió tan fuerte que todo su cuerpo tembló. Sonreí por su felicidad, luego me desconecté. Me incliné más contra el tronco mientras nuestros amigos hablaban, perezosamente tracé círculos en el brazo de Poppy, sin querer nada más que irme. No me importaba sentarme con nuestros amigos, pero prefería estar a solas con ella. Era su compañía lo que ansiaba; el único lugar en que quería estar era con ella. Poppy se rió por algo que Jorie dijo. Su risa fue tan fuerte que golpeó la cámara que colgaba alrededor de mi cuello a un costado. Poppy me lanzó una sonrisa de disculpa, me incliné, y alcé su barbilla hacia mí con un dedo y la besé en los labios. Solo pretendía que fuera rápido y suave, pero cuando la mano de Poppy se enredó en mi pelo, acercándome más, se convirtió en otra cosa. Cuando Poppy abrió sus labios, empujé mi lengua para buscar la suya, perdiendo el aire mientras lo hacía. Los dedos de Poppy se apretaron en mi pelo. Acuné su mejilla para mantenerla en este beso tanto como fuera posible. Si no tuviera que respirar, imagino que jamás dejaría de besarla. Demasiado perdidos en el beso, sólo nos separamos cuando alguien se aclaró la garganta al otro lado de la fogata. Levanté la cabeza para ver a Judson sonriendo. Cuando miré a Poppy, sus mejillas estaban sonrojadas. Nuestros amigos ocultaron sus risas, y apreté a Poppy con más fuerza. No me avergonzaría por besar a mi chica. La conversación se retomó de nuevo, y levanté mi cámara para ver que estuviera bien. Mi mamá y mi papá la compraron para mí en mi cumpleaños número trece, cuando pudieron ver que la fotografía se estaba volviendo mi pasión. Era una antigua Canon de 1960. La llevaba conmigo a todos lados, tomando cientos de fotografías. No sabía por qué, pero capturar momentos me fascinaba. Tal vez era porque algunas veces lo único que tenemos son momentos. No hay repeticiones; lo que sea que pasa en un momento define la vida, tal vez es la vida. Pero capturar un momento grabado mantiene ese instante con vida, para siempre. Para mí, la fotografía era magia. Mentalmente pasé por el rollo de mi cámara. Fotos de la vida salvaje y acercamientos de las flores de cerezo en la arboleda ocupaba la mayor parte del rollo. Luego habría fotos de Poppy esta noche. Su hermoso rostro mientras la música se apoderaba de ella. Sólo había visto esa mirada en su rostro una única vez, cuando me miraba a mí. Para Poppy, era tan especial como la música lo era. Y en ambos casos, un lazo que nadie podía romper. Tomando mi teléfono, lo levanté enfrente de nosotros, los lentes de la cámara apuntados en nuestra dirección. Poppy ya no estaba siendo parte de la conversación alrededor de nosotros. Estaba en silencio, pasando las puntas de sus dedos a lo largo de mi brazo. Atrapándola fuera de guardia, tomé una foto, justo cuando me miró. Dejé salir una sola risa cuando sus ojos se entrecerraron con molestia. Sabía que no estaba molesta, sin embargo, a pesar del esfuerzo que hizo por parecerlo. Poppy amaba cada foto que tomaba de nosotros, incluso si era tomada cuando menos se lo esperaba. Cuando me enfoqué en mi celular, mi corazón inmediatamente comenzó a latir contra mi pecho. En la foto, mientras Poppy me miraba, se veía hermosa. Pero era la expresión en su rostro lo que me derribó. La mirada en sus ojos verdes. En ese momento, ese único momento capturado, había esa expresión. La que me daba tan fácilmente como a la música. La que decía que la tenía tanto como ella me tenía. La que me aseguraba que estaríamos juntos por todos estos años. La que decía que incluso P ág in a2 9 aunque éramos jóvenes, sabíamos que habíamos encontrado nuestra alma gemela en el otro. —Déjame ver. La voz baja de Poppy apartó mi atención de la pantalla. Me sonrió y bajé el teléfono para que ella viera. Miré a Poppy, no a la foto, cuando su mirada cayó sobre la pantalla. La miré cuando su mirada se suavizó y el susurro de una sonrisa aparecía en sus labios. —Rune —susurró, mientras bajaba la mano para tomar mi mano libre. La apreté con fuerza y ella dijo. —Quiero una copia de esta. Es perfecta. —Asentí y besé su frente. Y es por esto que amo la fotografía, pensé. Podía sacar emociones, emociones crudas, de un segundo en el tiempo. Apagando la cámara de mi teléfono, vi la hora desplegarse en la pantalla. —Poppymin —dije en voz baja—, debemos ir a casa. Se está haciendo tarde. Poppy asintió. Me puse de pie y la ayudé a enderezarse. —¿Ya se van? —preguntó Judson. Asentí. —Sí. Te veo el lunes. Lancé una despedida para todos y tomé la mano de Poppy. No dijimos mucho mientras caminábamos a casa. Cuando nos detuvimos en la puerta de Poppy, la tomé en mis brazos y la atraje contra mi pecho. Coloqué mi mano a un costado de su cuello. Poppy alzó la mirada. —Estoy muy orgulloso de ti, Poppymin. No hay ninguna duda de que entrarás a Julliard. Tu sueño de tocar en Carnegie Hall se hará realidad. Poppy sonrió brillantemente y tiró de la correa de mi cámara alrededor de mi cuello. —Y tú estarás en la Escuela de Artes Tisch en la Universidad de Nueva York. Estaremos en Nueva York juntos, como se supone que sea. Como siempre planeamos. Asentí y rocé mis labios a lo largo de su cuello. —Entonces no habrá más toque de queda —murmuré juguetonamente. Poppy se rió. Moviéndome a su boca, presioné un suave beso en sus labios y me aparté. Mientras soltaba sus manos, el señor Litchfield abrió la puerta. Me vio apartándome de su hija y sacudió la cabeza, riéndose. Sabía exactamente lo que habíamos estado haciendo. —Buenas noches, Rune —dijo secamente. —Buenas noches, señor Litchfield —repliqué, viendo a Poppy sonrojarse mientras su papá hacía gestos para que entrara. Caminé por el pasto hacia mi casa. Abrí la puerta, caminé a través de la sala de estar y encontré a mis padres sentados en el sofá. Ambos estaban inclinados hacia adelante en sus asientos, se veían tensos. —Hei —dije, y la cabeza de mi mamá se alzó de golpe. —Hei, cariño —dijo. Fruncí el ceño. P ág in a3 0 —¿Qué pasa? —pregunté. Mi mamma le lanzó una mirada a pappa. Ella negó. —Nada, cariño. ¿A Poppy le fue bien? Lamento que no pudiéramos ir. Miré a mis padres. Estaban escondiendo algo. Podía decirlo. Cuando no dijeron nada más, lentamente asentí, respondiendo su pregunta. —Estuvo perfecta, como siempre. Creí haber visto un destello de lágrimas en los ojos de mi mamá, pero rápidamente parpadeó. Necesitando escapar de la incomodidad, alcé la cámara. —Voy a revelar éstas y luego me iré a lacama. Mientras me daba vuelta, pappa dijo. —Vamos a salir como familia mañana, Rune. Me detuve en seco. —No puedo. Planeé pasar el día con Poppy. Mi pappa negó. —Mañana no, Rune. —Pero… —Iba a discutir, pero pappa me interrumpió, su voz era seria. —Dije que no. Vas a venir, eso es todo. Poppy te puede ver cuando volvamos. No nos iremos todo el día. —¿Qué está pasando en realidad? Mi papá caminó hasta estar ante mí. Colocó una mano sobre mi hombro. —Nada, Rune. Es sólo que ya casi no te veo por el trabajo. Quiero cambiar eso, así que vamos a ir a la playa. —Bueno entonces, ¿Poppy puede venir con nosotros? le encanta la playa. Es su segundo lugar favorito al que ir. —No mañana, hijo. Me quedé en silencio, enojándome, pero pude ver que no iba a ceder. Pappa suspiró. —Ve a revelar tus fotos, Rune, y deja de preocuparte. Haciendo lo que dijo, bajé al sótano y al pequeño cuarto a un costado que mi papá había convertido en un cuarto oscuro para mí. Todavía revelaba rollos a la antigua en lugar de usar una cámara digital. Pensaba que daba un mejor resultado. Después de veinte minutos, di un paso atrás y vi la línea de nuevas fotos. También había impreso la foto de mi teléfono, de Poppy y yo en el campo. La tomé y la llevé a mi habitación. Asomé mi cabeza en el cuarto de Alton mientras pasaba, viendo a mi hermano de dos años dormir. Estaba acurrucado contra su oso de peluche marrón, su desordenado pelo rubio estaba extendido en la almohada. Empujé mi puerta y encendí la lámpara. Miré al reloj, registrando que era casi medianoche. Pasándome la mano por el pelo, caminé hasta la ventana, y sonreí cuando vi la casa de los Litchfield a oscuras, con excepción de una tenue luz de la lámpara de noche de Poppy, su señal de que la costa estaba despejada y podía escabullirme dentro. Puse seguro a la puerta de mi habitación y apagué la lámpara. El cuarto fue sumido en la oscuridad. Rápidamente me puse mis pantalones de dormir y una camisa. Silenciosamente, levanté la ventana y salí. Corrí a través del pasto entre nuestras dos casas y P ág in a3 1 trepé dentro de la habitación de Poppy, cerrando la ventana tan silenciosamente como pude. Poppy estaba en la cama, metida bajo las sábanas. Sus ojos estaban cerrados y su respiración era suave y regular. Sonriendo por lo bonita que se veía con su mejilla descansando sobre su mano, me acerqué, coloqué su regalo en la mesa de noche y me subí a su lado. Me recosté, con mi cabeza compartiendo su almohada. Habíamos hecho esto por años. La primera noche que me quedé fue un error; trepé hasta su habitación a la edad de doce, para hablar, pero me dormí. Afortunadamente me desperté lo suficientemente temprano a la mañana siguiente para escabullirme de regreso a mi propia habitación sin que se diera cuenta. Pero entones la noche siguiente, me quedé a propósito, luego la noche después de esa, y casi cada noche desde entonces. Por suerte nunca nos habían atrapado. No estaba muy seguro de que al señor Litchfield le cayera igual de bien si supiera que duermo en el cuarto de su hija. Pero quedarme al lado de Poppy en la cama se estaba volviendo más y más difícil. Ahora que tenía quince, me sentía diferente alrededor de ella. La veía diferente. Y sabía que ella también. Nos besábamos más y más. Los besos se hacían más profundos, nuestras manos comenzaban a explorar lugares que no deberían. Se estaba volviendo más y más difícil parar. Quería más. Quería a mi chica de cada forma posible. Pero éramos jóvenes. Sabía eso. Eso no lo hacía menos difícil sin embargo. Poppy se movió a mi lado. —Me preguntaba si vendrías esta noche. Esperé por ti, pero no estabas en tu cuarto —dijo somnolienta mientras apartaba el pelo de mi rostro. Capturando su mano, besé su palma. —Tuve que revelar el rollo, y mis padres estaban actuando extraño. —¿Extraño? ¿Cómo? —preguntó, moviéndose más cerca para besar mi mejilla. Negué con la cabeza. —Sólo… extraño. Creo que algo está sucediendo, pero me dijeron que no me preocupara. Incluso en la luz tenue pude ver las cejas de Poppy fruncirse de preocupación. Apreté su mano para tranquilizarla. Recordando el regalo que le traje, pasé la mano detrás de mí y tomé la foto de la mesa de noche. Le había puesto en un sencillo marco plateado. Toqué el icono de la linterna en mi teléfono y lo sostuve para que Poppy pudiera verlo mejor. Ella soltó un pequeño suspiro y observé mientras una sonrisa iluminaba toda su cara. Tomó el marco y pasó un dedo a lo largo del cristal. —Me encanta esta foto, Rune —susurró, luego la colocó sobre su mesita de noche. La miró por unos segundos, luego se giró de nuevo en mi dirección. Poppy levantó el cobertor, lo sostuvo alto para que pudiera deslizarme bajo este. Pasé mi mano sobre la cintura de Poppy y me acerqué más a su rostro, dejando suaves besos sobre sus mejillas y cuello. Cuando besé el punto justo debajo de su oreja, Poppy comenzó a reírse y se apartó. —¡Rune! —susurró—, ¡me da cosquillas! P ág in a3 2 Me aparté y enredé mi mano a través de la suya. —Entonces —preguntó Poppy, levantando su otra mano para jugar con una hebra de mi pelo—, ¿qué vamos a hacer mañana? Poniendo los ojos en blanco, contesté. —Nada, mi papá nos va a hacer ir a una salida familiar por el día. A la playa. Poppy se sentó emocionada. —¿En serio? ¡Me encanta la playa! Mi estómago se hundió. —Dijo que debemos ir solos, Poppymin. Sólo la familia. —Oh —dijo Poppy, sonando decepcionada. Se recostó de nuevo en la cama—. ¿Hice algo malo? Tu papá siempre me invita a ir con ustedes. —No —le aseguré—. Es lo que te estaba diciendo antes. Están actuando extraño. Dijo que quiere que pasemos el día como familia, pero creo que hay algo más. —Bien —dijo Poppy, pero pude escuchar el tono triste en su voz. Acuné su cabeza en mi mano y le prometí. —Regresaré para la cena. Pasaremos la noche juntos mañana. Ella tomó mi muñeca. —Bueno. Poppy me miró, sus ojos verdes grandes bajo la tenue luz. Pasé mi mano a lo largo de su pelo. —Eres tan hermosa, Poppymin. No necesité de la luz para ver el sonrojo cubrir sus mejillas. Cerré la corta distancia entre nosotros y aplasté mis labios contra los suyos. Poppy suspiró cuando empujé mi lengua dentro de su boca, sus manos subieron para agarrar mi pelo. Se sintió muy bien, la boca de Poppy se puso más y más caliente a medida que nos besábamos, mis manos cayeron pasando por sus brazos desnudos hasta su cintura. Poppy se movió sobre su espalda cuando mi mano se deslizó para tocar su pierna. Continué y me moví sobre ella, Poppy apartando su boca de la mía con un jadeo. Pero no dejé de besarla. Arrastré mis labios a lo largo de su mandíbula para besarla a lo largo del cuello, mi mano se movió bajo su bata de dormir para acariciar la suave piel de su cintura. Los dedos de Poppy tiraron de mi pelo, y su pierna se levantó para envolverse alrededor de la parte posterior de mi muslo. Gruñí contra su garganta, regresando arriba para tomar su boca con la mía. Cuando mi lengua se deslizó contra la suya, subí mis dedos más por su cuerpo. Poppy se apartó del beso. —Rune…. Dejé caer mi cabeza en el hueco entre su cuello y su hombro, respirando profundamente. La deseaba tanto que era casi demasiado para soportar. Inhalé y exhalé mientras Poppy bajaba la mano para acariciar mi espalda de arriba hacia abajo. Me enfoqué en el ritmo de sus dedos, obligándome a calmarme. Minutos y minutos pasaron, pero no me moví. Estaba feliz recostado sobre Poppy, respirando su delicado aroma, mi mano presionada contra su suave vientre. —¿Rune? —susurró Poppy. Levanté la cabeza. P ág in a3 3 La mano de Poppy estuvo de inmediato en mi mejilla. —¿Bebé? —susurró, y pude escuchar la preocupación en su voz. —Estoy bien —susurré de regreso, manteniendo mi voz tan calmada como era posible para no molestar a sus padres. La miré profundamente a los ojos—. Sólo te deseodemasiado. —Dejé caer mi frente con la suya y susurré—: Cuando estamos así, cuando nos permitimos ir tan lejos, como que pierdo la razón. Los dedos de Poppy se enredaron a través de mi pelo y cerré mis ojos, amando tocarla. —Lo siento, yo… —No —dije con fuerza, un poco más de lo que pretendía. Retrocedí. Los ojos de Poppy estaban enormes—. No. Nunca te disculpes por esto, por detenerme. No es algo que debas lamentar nunca. Poppy abrió sus labios hinchados por los besos y dejó salir un largo suspiro. —Gracias —susurró. Moví mi mano y bajé mis dedos para enlazarlos con los suyos. Moviéndome a un lado, abrí mi brazo y moví mi cabeza para que se acercara a mí. Recostó su cabeza en mi pecho. Cerré mis ojos y simplemente respiré. Eventualmente, el sueño comenzó a apoderarse de mí. El dedo de Poppy se movió de arriba abajo por mi estómago. Casi me había quedado dormido cuando Poppy susurró. —Eres mi todo, Rune Kristiansen, espero que sepas eso. Mis ojos se abrieron de golpe por sus palabras, mi pecho se sintió lleno. Colocando un dedo bajo su barbilla, incliné su cabeza hacia arriba. Su boca estaba esperando por mi beso. La besé suavemente, delicadamente, y lentamente me aparté. Los ojos de Poppy se mantuvieron cerrados mientras sonreía. Sintiendo como si mi pecho fuera a explotar por la felicidad en su cara, susurró. —Por la eternidad. Poppy se acurrucó de nuevo en mi pecho y susurró. —Para siempre. Y ambos nos quedamos dormidos. P ág in a3 4 3 Dunas de Arena y Lágrimas saladas une, tenemos que hablar contigo —dijo mi pappa, mientras comíamos nuestro almuerzo en el restaurante con vistas a la playa. —¿Se van a divorciar? La cara de pappa palideció. —Dios, no, Rune —me aseguró rápidamente y tomó la mano de mi mamma para hacer énfasis. Mi mamma me sonrió, pero podía ver las lágrimas formándose en sus ojos. —Entonces, ¿qué? —pregunté. Mi pappa se inclinó lentamente hacia atrás en su silla. —Tu mamma ha estado molesta por mi trabajo, Rune, no conmigo. —Estaba completamente confundido, hasta que dijo—: Me están transfiriendo de vuelta a Oslo, Rune. La compañía se ha topado con un problema técnico allí y estoy siendo enviado de regreso a solucionarlo. —¿Por cuánto tiempo? —pregunté—. ¿Cuándo vas a estar de vuelta? Mi pappa pasó la mano por su pelo rubio y corto, justo en la forma en que yo lo hacía. —Aquí está la cosa, Rune —dijo con cautela—. Podrían ser años. Podrían ser meses. —Suspiró—. Siendo realistas, cualquier cosa, desde uno a tres años. Mis ojos se abrieron. —¿Nos estás dejando aquí en Georgia por tanto tiempo? Mi mamma alargó la mano y cubrió la mía con la de ella. Me quedé mirándola fijamente. Luego, las verdaderas consecuencias de lo que estaba diciendo pappa comenzaron a filtrarse en mi cerebro. —No —dije en voz baja, sabiendo que no me haría esto. No podía hacerme esto. Miré hacia arriba. Vi la culpabilidad resbalar por toda su cara. Supe que era cierto. Ahora comprendía. Por qué vinimos a la playa. Por qué quería que estuviéramos solo. Por qué se rehusó a que nos acompañara Poppy. Mi corazón se estaba acelerando mientras mis manos no dejaban de moverse sobre la mesa. Mi mente giraba en círculos... ellos no lo harían... él no lo haría... ¡Yo no lo haría! —No —escupí, en voz fuerte, atrayendo las miradas de las mesas cercanas—. Yo no voy. No voy a dejarla. Me volví a mi mamma en busca de ayuda, pero bajó la cabeza. Retire rápidamente la mano de debajo de ella. —¿Mamma? —le rogué, pero negó lentamente con la cabeza. P ág in a3 5 —Somos una familia, Rune. No vamos a separarnos durante tanto tiempo. Tenemos que irnos. Somos una familia. —¡No! —grité esta vez, empujando mi silla de la mesa. Me puse de pie, mis puños apretados a los costados—. ¡No voy a dejarla! ¡No puedes obligarme! Este es nuestro hogar. ¡Aquí! ¡No quiero volver a Oslo! —Rune —dijo mi pappa, de manera conciliadora, levantándose de la mesa y extendiendo las manos. Pero no podía estar en este espacio cerrado, con él. Girando sobre mis talones, corrí fuera del restaurante tan rápido como pude y me dirigí a la playa. El sol había desaparecido tras densas nubes, causando que un viento frío azotara la arena. Seguí corriendo, en dirección a las dunas, los granos ásperos golpeando mi rostro. Mientras corría, traté de luchar contra la rabia que me desgarraba. ¿Cómo podían hacerme esto? Ellos saben cuánto necesito a Poppy. Estaba temblando de ira mientras subía la duna más alta y me dejé caer para sentarme en su punto más alto. Me recosté, mirando al cielo grisáceo, y me imaginé una vida en Noruega sin ella. Me sentí enfermo. Enfermo ante sólo la idea de no tenerla a mi lado, tomando mi mano, besando mis labios... Apenas podía respirar. Mi mente se aceleró, en busca de ideas de cómo podría quedarme. Pensé y pensé en todas las posibilidades, pero conocía a mi pappa. Cuando se decidía por algo, nada lo haría cambiar de idea. Iba a ir; la expresión de su rostro me había dicho claramente que no había salida. Me estaban alejando de mi chica, mi alma. Y no podía hacer una maldita cosa al respecto. Oí a alguien subiendo la duna detrás de mí y sabía que era mi pappa. Se sentó a mi lado. Aparté la vista, mirando hacia el mar. No quería reconocer su presencia. Nos quedamos en silencio, hasta que finalmente me rompí y le pregunté: —¿Cuándo nos vamos? Sentí a mi pappa tensarse a mi lado, haciendo que mirara en su dirección. Él ya estaba viendo mi cara, con simpatía en su expresión. Mi estómago se hundió aún más. —¿Cuándo? —presioné. Pappa dejó caer la cabeza. —Mañana. Todo se quedó inmóvil. —¿Qué? —le susurré conmocionado—. ¿Cómo es posible? —Tu mamma y yo lo sabíamos desde hace aproximadamente un mes. Decidimos no decirte hasta el último minuto porque sabíamos cómo te sentirías. Me necesitan en la oficina para el lunes, Rune. Hemos organizado todo con tu escuela, se transfirieron tus expedientes. Tu tío está preparando nuestra casa en Oslo para nuestro regreso. Mi empresa ha contratado encargados de mudanza para vaciar nuestra casa en Blossom Grove y enviar nuestras pertenencias a Noruega. Llegan mañana, poco después de irnos. Mire a mi pappa. Por primera vez en mi vida, lo odiaba. Apreté los dientes y aparté la mirada. Me sentía enfermo por la cantidad de ira corriendo por mis venas. —Rune —dijo mi pappa en voz baja, poniendo su mano en mi hombro. Me encogí de hombros soltándome de su mano. P ág in a3 6 —No —le susurré—. No vuelvas a tocarme o hablar conmigo de nuevo —estallé comprendiendo—. Nunca te perdonaré —le prometí—. Nunca te perdonaré por alejarla de mí. —Rune, lo entiendo… —trató de decir, pero lo interrumpí. —No lo haces. No tienes idea de lo que siento, lo que significa Poppy para mí. Ni una maldita idea. Porque si lo hicieras, no estarías alejándome de ella. Le habrías dicho a tu empresa que no te mudarías. Que tenemos que quedarnos. Pappa suspiró. —Soy el técnico principal, Rune, tengo que ir a donde se me necesite, y en este momento eso es Oslo. No dije nada. No me importaba que él fuera el maldito técnico principal de alguna empresa en crisis. Estaba enojado porque sólo me lo estuviera diciendo ahora. Estaba molesto de que nos íbamos, y punto. Cuando no hablé, mi pappa dijo: —Voy a reunir nuestras cosas, hijo. Ve al auto en cinco minutos. Quiero que tengas esta noche con Poppy. Quiero por lo menos darte eso. Lágrimas calientes se construyeron en mis ojos. Volví la cabeza para que él no me viera. Estaba enojado, tan enojado que no podía detener las malditas lágrimas. Nunca lloraba cuando estaba triste, solo cuando estaba enojado. Y en este momento, estaba tan molesto que apenas podía respirar. —No va a ser para siempre, Rune. Unos pocos años a lo sumo, y luego, vamos a estar de vuelta. Lo prometo. Mi trabajo, nuestra vida, está aquí en Georgia. Pero tengo que ir a donde la empresa me necesite —dijo
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