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GRAMÁTICA ACADÉMICA 
Ignacio Bosque 
Publicado en J. Gutiérrez-Rexach (ed.), Enciclopedia de Lingüística 
Hispánica, Londres, Routledge, vol. 1, pp. 93-103. 
 
1. INTRODUCCIÓN. TRES SIGLOS DE GRAMÁTICAS 
 
La Real Academia Española (en adelante, RAE) fue fundada para construir un nuevo diccio-
nario del español, tarea que llevó a cabo exitosamente entre 1713 y 1739. Los estatutos fun-
dacionales encomendaban, además, a la institución las tareas de redactar una Gramática, una 
Poética y una Historia de la lengua. La primera se publicó en 1771 y ha conocido más de 30 
ediciones; las otras dos obras nunca llegaron a elaborarse. La institución publicó asimismo 
una Ortografía (1741), que ha conocido varias revisiones y adaptaciones. Las dos más re-
cientes son las de 1999 y 2010. 
La historia de la gramática académica (en adelante, GRAE) se conoce hoy bastante 
bien gracias al amplio conjunto de estudios historiográficos que se le han dedicado. Solo 
mencionaré aquí los más recientes, ya que a partir de ellos el lector puede localizar los ante-
riores: Gómez Asencio (2011a, b), Garrido Vílchez (2010, 2011), Sarmiento González y Her-
nando García-Cervigón (2011), Sánchez Lobato y Hernando García-Cervigón (2010), Gon-
zález Ollé (2011). Véanse también Sarmiento González (1984a,b) y Rojo (2001) y Bosque 
(2012, 2013). En cuanto a los textos gramaticales mismos, en el CD compilado por Gómez 
Asencio (2001) se incluye el texto íntegro de GRAE-1771, GRAE-1796, GRAE-1854, 
GRAE-1858, GRAE-1870 y GRAE-1920, junto al de otras muchas gramáticas clásicas (no 
académicas) de la lengua española. 
El proyecto que dio lugar a la primera edición se escribió en 1741. El que la redacción 
de esta obra, relativamente breve, exigiera 30 años a los académicos, más tiempo que la 
construcción de su monumental Diccionario de Autoridades, puede parecer hoy poco justifi-
cado. No lo es tanto, sin embargo, si consideramos que ante la corporación se abrían múltiples 
opciones, a cuál más insegura. Había que estudiar todas o casi todas las gramáticas anteriores 
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y decidir la estructura de la obra, la forma de abordar cada una de sus partes, las unidades de 
análisis, las fuentes de datos y el tono expositivo, así como pensar en el lector medio al que 
habría que dirigirse y en otras variables que habrían de orientar todo el proyecto. En concreto, 
la RAE debía elegir entre abordar la disciplina en tanto que ciencia (gr. epistéme) o más bien 
como arte (gr. techné). Tal como hoy sucede, en el primer caso corresponde al científico 
formular leyes o principios que den cuenta de los usos observados y que predigan otros po-
sibles; en el segundo no se formulan leyes, sino más bien instrucciones, ya que el hablante 
pasa a ser el usuario de cierto instrumento, de sutil manejo y compleja constitución, con el 
que habrá de familiarizarse. Si se elige esta segunda opción, se le mostrarán ciertas reglas 
basadas en el uso, en la costumbre y en los textos de los mejores escritores, llamados autori-
dades en la tradición académica. 
La RAE eligió la segunda opción, pero consideró en la práctica que ambas eran com-
patibles. Ciertamente, los académicos buscaban generalizaciones e intentaban dar cuenta de 
las excepciones que encontraban, pero cuando los textos de los escritores reconocidos no se 
ajustaban a ellas, recomendaban ceder al uso, aunque ello implicara dejar de lado la razón 
(se respeta en la cita la ortografía original): 
 
«De aquí se infiere, que aunque el uso […] parezca algunas veces arbitrario, é indiferente, se 
funda por lo comun en alguna razon de conveniencia; y que para hablar bien es necesario 
seguir este uso fundado en razon y autoridad, ó á lo menos en autoridad quando no se en-
cuentra razón» (GRAE-1771, II parte, capítulo III, artículo I). 
 
Se hace difícil distinguir entre ediciones y reimpresiones de las gramáticas académi-
cas, ya que la propia RAE nunca estuvo demasiado interesada en separar unas de otras. Con-
tando las versiones que incluyen cambios menores, son 36, según los cómputos de Gómez 
Asencio y Garrido Vílchez (2005) y Gómez Asencio (2011a), las ediciones que la RAE ha 
publicado desde la primera edición (1771), a las que hay que añadir la última (NGLE-2009), 
escrita en coautoría con las demás academias de la lengua. Aun así, explican estos autores 
que los modelos, o textos fundamentales, son solo 7: los correspondientes a las ediciones de 
1771, 1796, 1854, 1870, 1880, 1917 y 2009. Quiere esto decir que (exceptuada la última 
edición, todavía no reimpresa) cada una de estas ediciones da lugar a versiones en las que se 
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perciben modificaciones menores, que pueden llegar a la adición o la supresión de un capí-
tulo, pero no a un cambio de estructura (planta en el lenguaje académico) o a una renovación 
sustancial de contenidos o de principios. Aunque los historiadores de la gramática académica 
no lo suelen hacer, a estos modelos debería en realidad añadirse el Esbozo de una nueva 
gramática de la lengua española (GRAE-1973, en adelante, Esbozo), aunque solo fuera por-
que, a pesar de su carácter de obra provisional (véase más adelante), tuvo mayor influencia 
en la enseñanza y en la investigación que muchas de las ediciones anteriores. 
Los autores de la GRAE-1771 tardaron, pues, en tomar sus decisiones, pero las toma-
ron, y —según se piensa hoy generalmente— unas fueron más acertadas que otras. Así, la 
GRAE-1771 dividía la gramática en dos partes, Analogía y Sintaxis, pero se corrigió en 
GRAE-1796 y la RAE adujo que las partes de la gramática son cuatro: Ortografía, Analogía, 
Sintaxis y Prosodia. Aun así, dejó la Ortografía para un libro aparte, y pospuso la redacción 
de la Prosodia, término que abarcaba todo lo que hoy corresponde a la Fonética y la Fonolo-
gía. El término analogía no cubre en las gramáticas académicas el contenido que corresponde 
hoy a la morfología, ya que a lo abordado por esta añade el estudio de los criterios sintácticos 
que permiten obtener las clases y las subclases de palabras. Este desajuste no se soluciona 
con el simple cambio de nombre. La GRAE-1973 denominaba, en efecto, morfología a lo 
que era analogía en las obras anteriores. Los lectores atentos del Esbozo (y probablemente 
algunos de los muchos millares de alumnos que, con mayor o menor atención, hubieron de 
estudiarlo como libro de texto) se sorprendían, pues, de que en las casi 200 páginas que esta 
obra dedicaba a la morfología fueran tan abundantes las informaciones sintácticas. 
Los primeros gramáticos de la RAE no siempre respetaron en todos sus extremos los 
acuerdos a los que la corporación había llegado, lo que tuvo, paradójicamente, algunas con-
secuencias positivas. Como se ha explicado, la RAE entendía que la gramática es arte (el 
«arte de hablar bien»: GRAE-1771, p. 1), en lugar de ciencia, pero en algunas ediciones de 
los siglos XIX y XX (notablemente, GRAE-1870 y GRAE-1917, pero también ocasionalmente 
en GRAE-1854) no se percibe exactamente la actitud esperable en un instructor para con los 
discípulos a los que adoctrina, sino más bien la disposición indagadora propia del científico 
que sabe plantearse las preguntas naturales que los datos suscitan. Como contrapartida, no es 
menos cierto que la RAE dedica a menudo considerable espacio a cuestiones especulativas, 
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luego de anunciar que se va a centrar en las más prácticas, tal como señala Borrego Nieto 
(2008). En cuanto al destinatario, la RAE aseguraba dirigir la GRAE-1771 casi exclusiva-
mente a los jóvenes. No sabemos cuánto aprendieron de ella los jóvenes de aquella época, 
pero sí sabemos que fue examinada con atención por muchos adultos, y que, junto con las 
ediciones posteriores, tuvo notables repercusiones en las obras de otros gramáticos. 
 
2. ESPÍRITU INDAGADOR JUNTO A VENERABLE RUTINA 
 
Con matices que no son ahora esenciales, los historiadores de la lingüística parecen coincidir 
enque en las primeras gramáticas académicas influyen dos corrientes de pensamiento racio-
nalista, a su vez parcialmente solapadas en algunos de sus principios. Corresponde a la pri-
mera el conjunto de autores que, sin remontarse necesariamente a los modistae, incluye en 
nuestra tradición nombres como El Brocense, Gonzalo Correas o Benito de San Pedro, a los 
que siguieron otros muchos, años después, como Gómez Hermosilla en el siglo XIX. Tal vez 
sea demasiado duro González Ollé cuando sostiene (2011: 721) que la GRAE-1771 es una 
obra «carente de cualquier novedad metodológica», pero entiendo que acierta plenamente 
cuando explica que esta gramática se inserta en la tradición «especulativa, basada en la in-
terpretación del mundo extralingüístico y de las categorías establecidas para él. De esta forma 
se desvelan las supuestas conexiones entre los conceptos naturales y lógicos, por una parte, 
y, por otra, los gramaticales, forjados como reflejos de aquellos». 
En lo fundamental, los principios que subyacen a esa forma de mirar la lengua no 
están en contradicción con los que se proponen en la segunda de las corrientes racionalistas 
a las que he hecho referencia: el conjunto de gramáticas herederas de la Grammaire générale 
et raisonnée publicada por A. Arnauld y C. Lancelot en 1660, poderosamente influida por la 
filosofía cartesiana. Esta obra se caracteriza, en concreto, por la búsqueda de sustentos racio-
nales —cognitivos diríamos hoy— para cada distinción que la lengua pone de manifiesto. 
Pero la búsqueda de un fundamento cognoscitivo para cada estructura, y de un corre-
lato extralingüístico para cada distinción gramatical, puede ser loable o aventurada en fun-
ción de múltiples factores. Lo cierto es que el texto de la GRAE-1771 contiene muestras de 
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este principio rector que resultan notablemente ingenuas, vistas desde la actualidad. Nadie 
defendería hoy, por ejemplos, que «hay un orden natural de colocar las palabras, que se funda 
en la naturaleza misma de las cosas» (GRAE-1771, parte II, cap. 1). De hecho, sorprende que 
RAE mantenga a lo largo de no pocas ediciones algunas de las consecuencias sintácticas que 
extrae de esta discutible afirmación. Si fuera cierto que el orden natural «pide que el sustan-
tivo se anteponga al adjetivo, porque antes es la cosa que su calidad» (GRAE-1821, p. 243), 
¿habríamos de concluir que en las numerosas lenguas en las que el adjetivo precede siempre 
al sustantivo, la calidad es «antes que la cosa»? A la vista de estos supuestos, no sorprende 
demasiado el que las primeras gramáticas académicas dediquen especial atención a analizar 
los sustantivos que no deberían tener plural, ya que designan cosas únicas. Si solo hay un 
mundo, se preguntaban sus autores, ¿por qué tiene plural el sustantivo mundo? Y respondían: 
 
«Pudiera darse razon de este uso diciendo, por exemplo, que el plural mundos se usa despues 
del descubrimiento de la América, llamada por su gran extension, nuevo mundo» (GRAE-
1781, p. 19). 
 
Como se ve, ha de ser la realidad la que proporcione el referente adecuado de nuestras deno-
minaciones, ya que —a diferencia de lo que hoy haríamos— no parecía entonces suficiente 
la simple suposición de que con la lengua no solo describimos la realidad, sino que creamos 
cuantas realidades seamos capaces de imaginar, sean o no compatibles entre sí ante nuestros 
ojos. 
Aunque de manera más indirecta, el marcado interés por determinar el número de 
«partes de la oración» es consecuencia de la estricta correspondencia que se desea entre las 
categorías lingüísticas (sustantivos, adjetivos, verbos, etc.) y las categorías del pensamiento 
(personas, cosas, cualidades, acciones, procesos, etc.). Como cabría esperar, los académicos 
se veían forzados en ocasiones a establecer tales correspondencias de manera no poco alam-
bicada: 
 
«El verbo es una parte principal de la oracion que sirve para significar la esencia, la exîsten-
cia, la accion, pasion, y afirmacion de todas las cosas animadas, é inanimadas, y el exercicio 
de qualquiera facultad que tienen estas cosas, ó se les atribuye.» GRAE-1771, Parte I, cap. 
VI, artículo 1). 
 
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Vista desde la actualidad, la polémica clásica sobre el número de «partes de la ora-
ción», en la que intervinieron un gran número de gramáticos occidentales dentro y fuera de 
las academias, posee un interés menor. Por un lado, entre los miembros de algunas clases de 
palabras, notablemente los adverbios y los adjetivos, se establecen diferencias tan marcadas 
como las que oponen las clases mayores entre sí. Por otro lado, los primeros académicos, al 
igual que otros gramáticos, mostraban escaso interés por analizar las numerosas analogías 
transcategoriales que entre ciertas clases de palabras se pueden establecer, como hoy sabe-
mos. 
Junto a las consecuencias forzadas que se siguen de aplicar a rajatabla principios dis-
cutibles, las gramáticas académicas contienen aciertos notables, especialmente cuando se 
percibe en sus redactores mayor interés en comprender los usos comunes que en censurar los 
que se tienen por inapropiados. Con escasas excepciones, el tono didáctico que ponen de 
manifiesto las gramáticas académicas suele ser siempre cercano al lector. Las descripciones 
de las propiedades morfológicas de las palabras fueron sumamente precisas desde las prime-
ras ediciones. Asimismo, la extensa lista de voces que introducen complementos preposicio-
nales, suprimida injustificadamente en GRAE-1973, estaba confeccionada meticulosamente, 
y era revisada edición tras edición. En esa misma línea, son sumamente interesantes las pá-
ginas que la GRAE-1870 y las ediciones basadas en ella consagran al concepto de régimen, 
estudiadas por Rojo (2001) y Garrido Vílchez (2010). 
Los párrafos que se dedican en GRAE-1854 (pp. 36 y ss.) a la alternancia entre él y 
sí en contextos preposicionales desaparecieron de las ediciones que siguen el modelo de 
GRAE-1917, pero planteaban en sus justos términos un problema gramatical auténtico, aun 
cuando la solución que ofrecían fuera insatisfactoria, vista con ojos actuales. La GRAE-1973 
es, por otra parte, la primera edición que rompe con la distinción académica clásica entre 
sintaxis natural y sintaxis figurada, heredera directa de las gramáticas generales (Chevalier 
1968, 1986; véanse también Domínguez Caparrós 1976, Rojo 2001 y Sarmiento González y 
Hernando García-Cervigón 2011 en relación con este punto). Aunque la distinción no sea 
aceptable actualmente en los términos en que allí se planteaba, no está de más recordar que 
la idea de que existen procesos sintácticos básicos, a los que se agregan otros más complejos 
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de desplazamiento o supresión, es uno de los fundamentos de las teorías gramaticales actuales 
de base formal. 
Existen otros muchos aciertos en las gramáticas académicas, que, al igual que los 
anteriores, deben ser juzgados a la luz de los conocimientos gramaticales de cada período. A 
la vez, no deja de llamar la atención del lector actual el que la GRAE mantuviera en ciertos 
casos —edición tras edición, año tras año— análisis y distinciones que hoy percibimos como 
errados al examinarlos a primera vista. Así, todavía en GRAE-1962 se considera (p. 12) que 
los géneros del español son seis: masculino, femenino, neutro, epiceno, común y ambiguo. 
Tuvieron que transcurrir once años más (GRAE-1973) para que la RAE comprendiera que 
los términos epiceno, común y ambiguo designan clases de sustantivos, no variedades del 
género. Aunque es posible encontrar otros ejemplos similares, habrá que conceder, en cual-
quier caso, que no siempre es fácil deslindar los análisis que, según entendemos hoy, la tra-
dición arrastra por venerable rutina, de los juicios que podemos avanzar desde la posición 
privilegiada que la investigación actual nos otorga. Es más que probable que, siguiendo esta 
misma lógica, en los años venideros se detecten erroresgruesos en algunos de los plantea-
mientos comúnmente aceptados en la gramática contemporánea. 
 
3. RENOVACIÓN DE LA GRAMÁTICA ACADÉMICA. LA NUEVA GRAMÁTICA 
(2009) 
 
La Nueva gramática de la lengua española es la última de las gramáticas académicas. Como 
las anteriores, también esta es una obra colectiva, pero lo es en un sentido diferente, ya que 
no fue elaborada exclusivamente por la RAE, sino por las comisiones designadas por las 22 
academias que constituyen hoy la ASALE (Asociación de Academias de la Lengua Espa-
ñola), y que corresponden a otros tantos países hispanohablantes. No usaré, en consecuencia, 
la abreviatura “GRAE-2009” para referirme a esta edición, sino la que proporcionan sus si-
glas: NGLE-2009. 
Exceptuadas las reimpresiones, entre la GRAE-1931 y la GRAE-1973 transcurrió un 
periodo de largo silencio académico en lo relativo a la renovación de la GRAE, pero también 
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transcurrió la guerra civil española, además de una dilatada posguerra. En 1951 se fundó 
ASALE, pero la cooperación entre academias que se inició entonces no fructificó en obras 
de autoría común. En 1961, la RAE encomendó a S. Fernández Ramírez y a S. Gili Gaya el 
primer borrador de la edición que habría de sustituir a la GRAE-1931, que mientras tanto 
seguía reimprimiéndose. Estos dos gramáticos presentaron su borrador en el VI congreso de 
la ASALE (1972). A la espera de que las academias lo estudiaran con detalle y enviaran sus 
observaciones, lo que hicieron en los años siguientes, la RAE lo publicó bajo la autoría de su 
Comisión de Gramática y con la reserva que sugiere el término Esbozo (= GRAE-1973). Lo 
hacía en la seguridad de que pronto estaría en condiciones de sacar a la luz la nueva edición 
que este texto anticipaba. Pero, como ocurre con ciertas obras de ingeniería que se levantan 
provisionalmente a la espera de otras definitivas que tardan decenios en culminarse, el Es-
bozo permaneció durante 36 años en los estantes de las librerías y en los pupitres de los 
alumnos. La RAE comprobó pronto que su texto quedaba anticuado desde el punto de vista 
teórico o doctrinal, especialmente en los años en los que las investigaciones gramaticales 
sobre el español conocieron una verdadera eclosión (décadas de 1970 y 1980), y también 
constató que la escasa presencia que en el Esbozo tenía el español americano constituía una 
de sus más notables carencias. 
La corporación optó por encargar a otro académico, E. Alarcos, un nuevo borrador 
de su más que demorada obra. Estudió el texto que Alarcos le presentó a principios de los 
años noventa y juzgó que constituía una gramática demasiado personal, por lo que decidió 
que se publicara como obra de autor (por tanto, no como obra de la corporación), en lugar de 
enviarla a las academias americanas para ser estudiada y revisada. 
El proyecto de la gramática académica no fue retomado por la ASALE hasta 1998. 
En el XI congreso de la Asociación, se acordó que la gramática académica debería ser elabo-
rada conjuntamente por todas las academias de la lengua, en función de las comisiones de 
especialistas que se establecieran. Se decidió también que la obra habría de prestar particular 
atención a la variación geográfica y social del español en todas las áreas en las que se habla. 
Así pues, en lugar de proseguir la vía de la GRAE-1973, o las continuaciones de la GRAE-
1917 que culminan en la GRAE-1962, la ASALE optó por volver al principio y redactar un 
nuevo texto en el que el español de América estuviera justamente representado. 
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El primer resultado de ese acuerdo fueron los dos primeros volúmenes (Morfología y 
Sintaxis) de la NGLE, publicados en 2009. Su contenido íntegro es hoy de libre acceso en la 
página web de la RAE (www.rae.es). En 2011 se publicó el tercer volumen (Fonética y Fono-
logía), junto con un DVD que recoge las numerosas variedades de la pronunciación española 
en todas las áreas lingüísticas. En 2010 se publicó una versión compendiada de los dos pri-
meros volúmenes en un solo tomo (Manual), y en el año siguiente apareció una versión es-
colar muy sucinta (Gramática básica) de ese mismo material en formato de bolsillo. Al igual 
que en GRAE-1973, pero a diferencia de las ediciones anteriores, la RAE y la ASALE hicie-
ron públicos los nombres de los coordinadores de cada una de estas obras: I. Bosque (volú-
menes de Morfología y Sintaxis), J. M. Blecua (volumen de Fonética y Fonología), A. Di 
Tullio y J. Borrego (versión compendiada de los dos primeros volúmenes) y S. Gutiérrez 
Ordóñez (versión escolar de esos mismos textos). La sección de Fonética y Fonología no ha 
sido todavía compendiada. 
La NGLE-2009 fue concebida como una descripción general del español que pudiera 
usarse como gramática de referencia (concepto relativamente extraño en nuestra tradición) 
para profesores y estudiantes de varios niveles académicos. No solo es la gramática acadé-
mica más extensa publicada hasta la fecha, sino también la gramática de autoría única (RAE 
y ASALE) más detallada de cuantas existen sobre el español. La Gramática descriptiva de 
la lengua española, publicada también por la RAE (= Bosque y Demonte 1999), es una obra 
colectiva en un sentido distinto, ya que cada autor invitado se responsabilizó del capítulo que 
se le había encomendado, de acuerdo con las indicaciones generales que proporcionaron los 
directores del proyecto. 
La NGLE-2009 no es una gramática teórica, pero tampoco es una gramática exclusi-
vamente tradicional en el uso de términos y conceptos. Es, en efecto, inevitable que cada 
obra intelectual refleje en alguna medida las corrientes de pensamiento de la época a la que 
corresponde, de modo que poco tiene de particular el que en esta última edición se perciba el 
influjo de conceptos, términos y análisis propios de las orientaciones formal y funcional que 
caracterizan la lingüística contemporánea, o que se preste especial atención a cuestiones que 
se abordan por extenso en las diversas orientaciones actuales de la pragmática y de la gramá-
tica del discurso. Se trata quizá de una influencia paralela a la que pudo tener la herencia de 
http://www.rae.es/
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Port Royal y de la tradición especulativa en las primeras gramáticas académicas, y también 
de la que el espíritu positivista pudo ejercer sobre las gramáticas académicas de finales del 
siglo XIX y principios del XX, sin duda las que ofrecen una casuística más pormenorizada y 
presentan clasificaciones más precisas. 
El español americano apenas había tenido presencia en las gramáticas académicas. 
La GRAE-1973 quiso disculpar la «aparente falta de atención» que reconocía prestarle, atri-
buyéndola «a la información insuficiente en cuanto a su extensión y aceptación en las distin-
tas zonas» (p. 5). La justificación es atendible en un sentido, pero no tanto en otro. La RAE 
venía trabajando en sus gramáticas desde 1741, de modo que posee escasa justificación el 
que en ninguna de las ediciones que publicó a lo largo de 232 años se reflejaran adecuada-
mente los usos americanos, más allá de alguna mención ocasional. Parece, en efecto, que casi 
un cuarto de milenio es tiempo sobrado para reunir al menos una parte de la información que 
en 1973 se juzgaba «insuficiente». La disculpa de la RAE es, en cambio, parcialmente aten-
dible si se piensa en las dificultades que la comunicación intercontinental presentaba en los 
años sesenta (del pasado siglo), y también en el hecho cierto de que algunos estudios de 
morfología y sintaxis del español americano estaban anticuados, otros no eran fiables y mu-
chos eran difícilmente accesibles. 
El español americano está ampliamente representado en la NGLE-2009. En la nómina 
de esta gramática, publicada 36 años después del Esbozo, se mencionan 1842 obras diferentes 
de 1258 autores americanos. La proporción en que aparecen estos últimos es todavía inade-
cuada, en comparación con los 1060 autores procedentesde España de cuyas obras se extraen 
ejemplos, si bien entre estos últimos están incluidos los escritores medievales y todos los del 
periodo clásico que representan la tradición común de todos los hispanohablantes. 
La NGLE-2009 no adopta la distinción «español de España vs. español de América», 
sino la más apropiada «español común vs. español diferencial». Los usos comunes se ejem-
plifican con textos del español europeo o del americano, mientras que los particulares se 
adscriben al área lingüística que correspondan (a veces España, ya que las opciones del es-
pañol europeo son en ocasiones minoritarias). Esta forma de proceder permite comprender 
al lector hispanohablante que ciertos usos comunes en su entorno inmediato pueden ser des-
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conocidos en otras muchas áreas. Aunque se mencionan a menudo regiones y países especí-
ficos, la NGLE-2009 hace numerosas referencias a las áreas lingüísticas características del 
español en el mundo, las mismas que estaban representadas en la Comisión Interacadémica 
que supervisó la elaboración de todo el texto: México y Centroamérica, Antillas, Caribe Con-
tinental, Área Andina, Chile, Río de la Plata y España. 
A partir de GRAE-1917, las gramáticas académicas combinaron los ejemplos cons-
truidos ad hoc con otros extraídos de textos, hasta entonces poco numerosos en ellas. La 
NGLE-2009 mantuvo esta práctica, también adoptada por A. Bello, V. Salvá y otros muchos 
gramáticos clásicos. Así, la mitad aproximadamente de los 40 000 ejemplos que contiene la 
NGLE-2009 proceden de citas extraídas de 3.767 obras (literarias, ensayísticas, científicas o 
de otra naturaleza), a los que hay que agregar las 3.381 citas que se extraen de periódicos o 
revistas de todos los países hispanohablantes. La RAE y la ASALE han declarado en varias 
ocasiones que sin las nuevas tecnologías (corpus informatizados, bases de datos, buscadores, 
indexadores, correo electrónico, internet, etc.) el proyecto que permitió la renovación de la 
gramática académica no podría haberse realizado. 
La NGLE-2009 introduce por primera vez en la tradición académica la distinción, 
hoy general, entre secuencias agramaticales (no atestiguadas, pero relevantes por razones 
heurísticas y metodológicas) y secuencias incorrectas (atestiguadas, pero desaconsejadas por 
alguna razón). De hecho, el punto de vista adoptado sobre las cuestiones normativas consti-
tuye otra de las novedades más notables de esta última edición. En efecto, la controversia 
entre descripción y prescripción es una de las constantes de la tradición gramatical académica 
(cf. Bosque 2013 y las referencias allí consignadas). Así, en las ediciones de la segunda mitad 
del siglo XIX se acentúa notablemente la orientación normativa de la RAE, mientras que en 
las que corresponden a la primera mitad de ese mismo siglo predomina una actitud netamente 
más teórica (Gómez Asencio 2011a) que enlaza con la de las primeras ediciones. 
Entre GRAE-1880 y GRAE-1962, las gramáticas académicas incorporaron un capí-
tulo en el que se censuraban los «vicios de dicción», con un tono que chocaba a menudo 
marcadamente con el del resto de la obra. Así, la GRAE-1962 condenaba inmisericorde (cap. 
xxv) los «dislates» que «por ignorancia […] y torpeza escriben y estampan muchos», el «des-
cuido» y la «vanidad» de algunos traductores, la «caprichosa e injustificada colocación de 
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los miembros de un período» por parte de ciertos hablantes, el «desdichadísimo» empleo de 
determinados vocablos que algunos «usan intempestivamente», mientras que otros no solo 
dejan «rotas y menospreciadas las más obvias leyes de la concordancia», sino que permiten 
«que lastimosa y neciamente se pierda y destruya el caudal de un idioma». La GRAE-1973 
atemperó notablemente el chasquido del látigo, pero todavía se lo oía resonar cuando conde-
naba la «afectación pedantesca» (p. 427) de una construcción o —en la misma página— el 
«solecismo plebeyo» de otra. 
Nada quedó de este tono apocalíptico en las recomendaciones normativas de la 
NGLE-2009. Más aún, estas recomendaciones dejaron de fundamentarse en la autoridad de 
las instituciones que las proponen, y pasaron a apoyarse en las diferencias de prestigio que 
reconocen objetivamente los hablantes cultos o escolarizados en sus respectivas comunida-
des. Como se sabe, estas diferencias son universalmente aceptadas por los sociolingüistas, 
existan o no academias de la lengua en los países a las que se aplican. Así, donde un socio-
lingüista diría «Esta construcción está desprestigiada y es propia de hablantes de bajo nivel 
de escolarización», la NGLE-2009 mantiene este mismo juicio, pero añade « …por lo que se 
recomienda evitarla». De hecho, la obra declara expresamente que interpreta la norma como 
una «variable de la descripción» (NGLE, p. XLIII). La aplicación de este criterio no descarta, 
como es lógico, que puedan hallarse errores ocasionales en la apreciación del prestigio o el 
desprestigio de las formas lingüísticas, como en cualquier otro juicio estimativo. Aun así, es 
obvio —y no siempre lo fue en la tradición— que el posible descrédito social de una expre-
sión nunca se extiende en la actualidad a la dignidad de los hablantes que pudieran emplearla. 
En lugar de proseguir el eterno debate sobre cuál de las dos orientaciones enfrentadas, 
la descriptiva y la prescriptiva, debería prevalecer en la gramática académica, la ASALE 
entiende hoy que la primera apunta al conocimiento y la segunda lo hace a la educación, dos 
ámbitos que ninguna institución relacionada con el idioma puede considerar excluyentes. 
Desde este punto de vista, las gramáticas académicas no pueden dejar de analizar las estruc-
turas gramaticales en su riqueza, su variedad y su objetiva complejidad en función de las 
herramientas que la lingüística postula en cada etapa de su desarrollo (vertiente científica). 
Tampoco pueden dejar de recomendar —en un tono adecuado y respetuoso— los usos que 
consideran asentados y prestigiosos, por oposición a los que carecen de tal predicamento en 
13 
 
la conciencia lingüística de los hablantes escolarizados (vertiente social). Pesa especialmente 
en estas recomendaciones el hecho de que el manejo ágil, matizado y fluido del idioma por 
parte de los jóvenes sea hoy uno de los primeros objetivos a que aspira cualquier sistema 
educativo, pero también un requisito de la promoción social allá donde se reconoce la igual-
dad de oportunidades. 
En lo relativo a los contenidos, la NGLE-2009 muestra una distribución de materias 
relativamente clásica: una sección de Morfología (flexión, derivación, composición) y otra 
de Sintaxis. En esta última se dedican 21 capítulos a la sintaxis de las clases de palabras, 8 
más a las funciones sintácticas (sujeto, objeto directo, etc., pero también a las llamadas fun-
ciones informativas) y otros 8 a las construcciones sintácticas fundamentales (clases de ora-
ciones simples o compuestas). Esta distribución tradicional contrasta en cierta medida con el 
gran número de novedades en el análisis de cuestiones apenas tratadas en las gramáticas clá-
sicas, académicas o no, en particular en lo relativo a las estructuras cuantificativas, el aspecto 
léxico o modo de acción, los predicados inacusativos, lo complementos predicativos, los ac-
tos de habla o las construcciones comparativas, entre otras muchas materias. De hecho, el 
difícil objetivo que se propuso la NGLE-2009 fue el de intentar conjugar los mejores logros 
de la tradición gramatical hispánica con las principales aportaciones de la lingüística contem-
poránea en lo que afecta a la gramática del español. 
 
4. PERSPECTIVAS DE FUTURO 
 
La RAE y la ASALE han anunciado que publicarán, en fecha todavía no decidida, una ver-
sión revisada de la NGLE-2009. No puede ocultarse, en cualquier caso, al considerar el po-
sible futuro de las gramáticas académicas, que los tratados comprensivos (a diferencia delos 
manuales y de los libros de texto) han desaparecido prácticamente en muchas ciencias, sean 
naturales, humanas o sociales, en las que están siendo sustituidos por las monografías, los 
libros colectivos y otras obras de conjunto. La investigación, cada vez más parcelada y difícil 
de abarcar, se realiza hoy en artículos publicados en revistas especializadas y se presenta en 
congresos. Las revisiones periódicas corresponden a las compilaciones colectivas menciona-
das, de forma que el concepto de ‘tratado’ va quedando anticuado como género científico en 
14 
 
un gran número de disciplinas. La gramática del español se ve afectada, como es lógico, por 
esta tendencia, que se pone de manifiesto en obras colectivas tales como Holtus y otros 
(1992), Bosque y Demonte (1999), Cano (2004), Company (2006-), Hualde y otros (2012) o 
esta misma enciclopedia. El italiano, el catalán, el holandés, el portugués o el vasco, entre 
otras lenguas, cuentan también —al igual que el español— con gramáticas colectivas elabo-
radas en los últimos años por grupos de investigadores que se distribuyen los contenidos y 
aplican un plan de trabajo común. 
Conviene recordar que las gramáticas clásicas no reflejaban el trabajo de grupos de 
investigadores, sino más bien la labor aislada de unos pocos estudiosos que se enfrentaban a 
arduas cuestiones con un bagaje conceptual y empírico que hoy consideramos limitado. A 
todo ello se agrega el que las gramáticas académicas estén concebidas como obras institucio-
nales. Repárese en que el concepto de «gramática oficial» no deja de ser controvertido. La 
GRAE-2009 recuerda en su prólogo (p. XLVI) que «los objetos de conocimiento no están 
sometidos en ninguna disciplina a análisis oficiales, sino a discusiones abiertas en las que se 
valora libremente el peso de los argumentos que pueden apoyar cada opción». A diferencia 
de sus predecesoras, esa obra deslindaba las recomendaciones normativas que realizan las 
academias —y que en ciertos países no hispanohablantes corresponden a editoriales de pres-
tigio o a otras instituciones— de los contenidos teóricos y descriptivos (o, en general, analí-
ticos) que, casi por definición, carecen por completo de naturaleza institucional alguna. 
En los medios periodísticos es habitual entender que la RAE ha renovado tantas veces 
su Gramática porque la lengua cambia a gran velocidad. De hecho, suele tener escasa acogida 
en ellos la opción contraria, mucho más cierta: aquella según la cual las gramáticas se renue-
van porque cambiamos nosotros, los lingüistas que tratamos de entender el idioma. De hecho, 
la velocidad a la que la lengua se modifica o se diversifica es muy inferior a la velocidad con 
la que los estudiosos mejoran su conocimiento de ella, afinan sus descripciones y su com-
prensión del sistema en el que los usos encajan, o descubren instrumentos nuevos para com-
prenderlo mejor. Sea cual sea el futuro de las gramáticas académicas, parece difícil imaginar 
que los que hayan de decidirlo puedan escapar a todos estos factores. 
 
 
15 
 
BIBLIOGRAFÍA 
GRAMÁTICAS CITADAS 
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ñola, Madrid, Joachin de Ibarra, 1771. Cito por la edición facsímil de Ramón Sar-
miento, Madrid: Editorial Nacional, 1984. Incluida en Gómez Asencio (comp.) 
(2001). 
GRAE-1781. Gramática de la lengua castellana compuesta por la Real Academia Espa-
ñola, Madrid: Joaquin de Ibarra, 1781. Accesible en Google Books. 
GRAE-1796. Gramática de la lengua castellana compuesta por la Real Academia Espa-
ñola, Quarta edición corregida y aumentada, Madrid: Viuda de Don Joaquin de Iba-
rra, 1796. Incluida en Gómez Asencio (comp.) (2001). 
GRAE-1821. Gramática de la lengua española por la Real Academia Española, Quinta 
edición corregida y aumentada, Madrid: Librería de Teófilo Barrois hijo, 1821. Ac-
cesible en Google Books. 
GRAE-1854. Gramática de la lengua castellana, por la Real Academia Española, Nueva 
edición, Madrid: Imprenta Nacional, 1854. Incluida en Gómez Asencio (comp.) 
(2001). 
GRAE-1858. Gramática de la lengua castellana, por la Real Academia Española, Madrid: 
Imprenta Nacional, 1858. Incluida en Gómez Asencio (comp.) (2001). 
GRAE-1870. Gramática de la lengua castellana, por la Real Academia Española, Nueva 
edición, corregida y aumentada. Madrid: Imprenta y estereotipia de M. Rivade-
neyra, 1870. Incluida en Gómez Asencio (comp.) (2001). 
GRAE-1880. Gramática de la lengua castellana por la Real Academia Española, Nueva 
edición, Madrid: Gregorio Hernando, 1880. 
GRAE-1917. Gramática de la lengua castellana por la Real Academia Española, Nueva 
edición reformada, Madrid: Perlado, Páez y Compañía, 1917. 
16 
 
GRAE-1920. Gramática de la lengua española por la Real Academia Española, Nueva 
edición reformada, Madrid: Perlado, Páez y Compañía, 1920. Incluida en Gómez 
Asencio (comp.) (2001). 
GRAE-1931. Academia Española, Gramática de la lengua española, Nueva edición refor-
mada, Madrid, Barcelona: Espasa-Calpe. 
GRAE-1962. Real Academia Española, Gramática de la lengua española. Nueva edición 
reformada, de 1931, Madrid: Espasa-Calpe. 
GRAE-1973. Real Academia Española: Esbozo de una nueva gramática de la lengua espa-
ñola, Madrid: Espasa-Calpe. 
NGLE-2009. Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española: 
Nueva gramática de la lengua española. Morfología y Sintaxis. Madrid, Espasa, dos 
vols. Se agrega en 2011 el vol. de Fonética y Fonología. La edición compendiada en 
un volumen de los dos primeros tomos se publica en 2010 (Nueva gramática de la 
lengua española. Manual); la edición escolar aparece en 2011 (Nueva gramática 
básica de la lengua española), todas en la misma editorial. 
 
OTRAS REFERENCIAS 
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güística Española Actual 30, 1, pp. 5-36. 
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racterísticas de la obra’, en El español en el mundo. Anuario del Instituto Cervantes 
2010-2011, Madrid: Instituto Cervantes, pp. 255-269. 
Bosque, I. (2013) ‘Las gramáticas de la Academia: el difícil equilibrio entre el análisis y la 
norma’, en La lengua y la palabra. Trescientos años de la Real Academia Española, 
Madrid: RAE, pp. 237-244. 
Bosque, I. y V. Demonte (dirs.) (1999) Gramática descriptiva de lengua española, Madrid: 
Espasa, tres vols. 
17 
 
Cano, R. (coord.) (2004) Historia de la lengua española, Barcelona: Ariel. 
Chevalier, J. C. (1968) Histoire de la syntaxe. Naissance de la notion de complément dans 
la grammaire française (1530-1750), Ginebra: Droz. 
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Company, C. (2006-) Sintaxis histórica de la lengua española, México: Fondo de Cultura 
Económica. Obra en curso; publicados hasta el momento los volúmenes 1.1 (2006), 
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Domínguez Caparrós, J. (1976) ‘La Gramática de la Academia del siglo XVIII’, Revista de 
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Holtus, G. y otros (eds.) (1992) Lexicon der Romanistischen Linguistik, volumen VI, I: Ara-
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académica del siglo XVIII’, en Gómez Asencio (2011b), pp. 695-716 
 
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Academias e instituciones de la lengua; gramática normativa y tradicional; ideologías lin-
güísticas; políticas lingüísticas.

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