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Barthes – Mitologías Fotogenia electoral Candidatos a diputado ponen en el folleto sus retratos, lo que presupone que la fotografía tiene el poder de conversión. Primero la foto establece un nexo personal entre él y y los electores, propone un clima físico, un conjunto de opciones cotidianas expresadas en una morfología (vestimenta, pose). La foto tiende a reestablecer el fondo paternalista de las elecciones, su naturaleza “representativa”. En la medida en que la fotografía es una elipsis del lenguaje y consensación de un “inefable” social, constituye un arma antiintelectual, tiende a escamotear la “política” (un cuerpo de problemas y soluciones) en provecho de una “manera de ser” de una situación sociomoral. La fotografía electoral es reconocimiento de una profundidad, de algo irracional extensivo a la política. Lo que atraviesa la fotografía del candidato no son sus proyectos sino sus móviles, las circunstancias familiares, mentales, hasta eróticas, todo ese modo de ser, del que a la vez es producto, ejemplo y estímulo. Lo que la mayoría de los candidatos da a leer en su efigie es su posición social (religión, bienes burgueses, normas familiares, jurídicas, etc), en resumen, lo que se llama una ideología. El uso de la fotografía electoral supone, naturalmente una complicidad: la foto es espejo, ofrece en lectura lo familiar, lo conocido, propone al lector su propia efigie, clarificada, amplificada. Esa amplificación define la fotogenia: el elector se encuentra expresado y transformado en héroe, es invitado a elegirse a sí mismo, a cargar al mandato que va a dar una verdadera transparencia física: delega su “casta” Tipos de delegación: posición social, respetabilidad, sanguínea y corpulenta, o sosa y distinguida. Otro tipo es el intelectural, la iconografía pretende significar la conjunción de pensamiento y voluntad, de reflexión y acción (ej, intelectualidad de la Reunión nacional o del candidato comunista). La fotografía constituye un verdadero chantaje a los valores morales: patria, ejército, familia, honor, pelea. La convención fotográfica en sí misma, está llena de signos. La exposición de frente acentúa el realismo del candidato, sobre todo si está provisto de anteojos escrutadores. Publicidad en profundidad La publicidad de los detergentes agita esencialmente la idea de profundidad (suciedad es expulsada de los lugares secretos). También la publicidad de los productos de belleza está fundada en una especie de representación épica de los íntimo. La medicina permite otorgar a la belleza un espacio profundo (la dermis y la epidermis) y persuadir a las mujeres de que ellas son el producto de una suerte de circuito germinativo en el que la belleza de las eflorescencias depende de la nutrición de las raíces. La idea de profundidad es general. No existe propaganda donde no esté presente. Se indica que se trata de principios (vivificantes, estimulantes, nutritivos) o jugos (vitales, revitalizantes, regeneradores). Hay dos sustancias enemigas: el agua y la grasa. El agua es benéfica, fresca, como la piel nueva, todos los valores positivos de la sustancia carnal se sientes espontáneamente como estirados por el agua, inflados como una tela, ubicados en un estado ideal de pureza, de limpieza, de frescura cuya clave general es el agua. Desde el punto de vista de la publicidad la hidratación de las profundidades resulta necesaria. La sustancia grasa tiene las cualidades y los defectos inversos: no refresca, su suavidad es excesiva, demasiado duradera, artificial. No se puede fundar una publicidad de la belleza en la mera idea de la crema, cuya consistencia misma se siente como un estado poco natural. La grasa desprende una idea de nutrición, pero es más seguro exaltarla como elemento vehicular, como lubricante o conductor del agua al seno de las profundidades de la piel. El agua se presenta como volátil, el aceite persiste, pesa, fuerza las superficies. La publicidad de los productos de belleza elabora una conjunción milagrosa de los líquidos enemigos, que se allí en más son declarados complementarios. La idea de grasa se oculta o se complica, se la hace tender hacia la liquidez y hasta a veces desaparece, dando lugar a la loción fluida, al tónico espiritual. Cocina ornamental La revista Elle tiene fotografías en colores de un plato preparado. En esa cocina, la categoría sustancial que domina es lo cubierto: gelatinar las superficies, en redondearlas, en esconder el alimento bajo el sedimento liso de las salsas, las cremas, los fondants y las gelatinas. La finalidad específica de la cobertura es de orden visual. En esta perseverancia en la cobertura existe una exigencia de distinción. Elle es refinada y su papel consiste en presentar al público popular, el mismo sueño de los distinguido, de allí surge la cocina del revestimiento y de la coartada, que siempre se esfuerza por atenuar o disfrazar la naturaleza primera de los alimentos. La cobertura prepara y sostiene uno de los mayores logros de la cocina distinguida: la ornamentación. La ornamentación procede por dos vías contradictorias: por una parte, huir de la naturaleza gracias a un barroco delitante (mechar camarones dentro de un limón, dar color rosa al pollo) y por otra, intentar reconstruir esa naturaleza por medio de un artificio burdo (disponer hongos merengados y hojas de acebo sobre un bizcocho de navidad con aspecto de leño, colocar cabezas de langostinos en torno a la salsa blanca que oculta sus cuerpos), en torno se colocar baratijas pequeñoburguesas. La cocina de Elle es una cocina de “ideas”. La invención, confinada a una realidad mágina, debe aplicarse en la guarnición, pues la vocación “distinguida” de la revista prohíbe abordar los problemas reales de la alimentación. Esta cocina ornamental está sostenida por una economía mítica. Se trata abiertamente de una cocina de ensueño, como lo muestran las fotografías de Elle, que sólo captan en sobrevuelo, como un objeto próximo e inaccesible a la vez, cuyo consumo podría realizarse sólo con la mirada. El usuario y la huelga Existen hombres para quienes la huelga es un escándalo, no sólo un error, un desorden o un delito, sino un crimen moral que perturba la naturaleza. Por miedo a naturalizar la moral, se moraliza la naturaleza, se finge confundir el orden político y el orden natural y se termina decretando inmoral a todo lo que impugna las leyes estructurales de la sociedad que se propone defender. La huelga se presente ante todo como un desafío a las prescripciones de la razón moraliada: hacer huelgas es “burlarse del mundo”, infringir una legalidad “natural” y no tanto una legalidad cívica, atentar contra el fundamento filosófico de la sociedad burguesa, contra esa mezcla de moral y de lógica que es el buen sentido. La huelga es escandalosa porque molesta, precisamente a quienes no les concierne. Contrariamente a lo que podría deducirse de los sueños pequeñoburgueses, esta clase tiene una idea tiránica, infinitamente suceptible de la causalidad: el fundamento de su moral no es mágico, sino racional. Sólo que se trata de una racionalidad lineal, estrecha, fundada en una correspondencia que podríamos llamar numérica entre las causas y los efectos. Esta racionalidad carece de la idea de funciones complejas, no imagina la posibilidad de un escalonamiento lejano de los determinismos, de una solidaridad de los acontecimiento, eso que la tradición materialista ha sistematizado bajo el nombre de totalidad. No se opone “hombe- hombre”, sino el huelguista al usuario. El usuario (u hombre de la calle, su conjunto es la población) es un personaje imaginario, gracias al cual se hace posible romper con la dispersión contagiosa de los efectos y mantener firme una causalidad reducida, acerca de la cual se podrá razonar tranquila y virtuosamente. La huelga protesta contra lo que se le imputa expresamente. El usuario, el hombre de la calle, el contribuyente, son personajes, actores, promovidos según las necesidadesde la causa a papeles de superficie y cuya misión consiste en preservar la separación esencialista de las célular sociales que, como se sabe, fue el primer proncipio ideológico de la revolución burguesa. Hay un rasgo constitutivo de la mentalidad reaccionaria que radica en dispersar a la colectividad en individuos y al individuo en esencia. Oponer huelguista y usuario es constituir el mundo en teatro, extraer del hombre total un actor particular y confrontar a esos actores arbitrarios en la falsedad de una simbólica, que simula creer que la parte es sólo una reducción perfecta del todo. Esto participa de una técnica general de mistificación que consiste en formalizar el desorden social. La huelga es reducida a un incidente aislado, a un fenómeno que no merece ser explicado. De esta manera se logra poner más claramente de manifiesto el escándalo que produce. El trabajador de los servicios públicos al igual que los funcionarios serán marginados de la masa laboriosa, como si la calidad de asalariado de esos trabajadores fuera atraída, fijada y después sublimada en la superficie de sus funciones. Así como el ciudadano se encuentra reducido al concepto de usuario, los jóvenes movilizables se evaporan, sublimados en la esencia militar. Esencia que será mostrada como punto de partia natural de la lógica universal. La huelga significa que el hombre es total, que todas sus funciones son solidarias unas a otras, que los papeles del usuario, de contribuyente o de militar son murallas demasiado débiles para oponerse al contagio de los hechos y que dentro de la sociedad todos se vinculan con todos. Al protestar porque esa huelga les molesta, la burguesía da testimonio de cohesión de las funciones sociales, cuya mostración es parte de los objetivos de la huelga
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