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en su época y en las circunstancias dadas, aquel lenguaje y aque llas ideología eran ultrarrealistas porque trataban de poner en movimiento las energías políticas necesarias para ]os fines de la revolución y de consolidar en forma permanente el camino al poder de la clase revolucionaria. Luego fueron apartados, como ocurre casi siempre, por las condiciones de lugar y tiempo y r<" ducidos a fórmulas, transformándose en algo diferente, en una iarva, en palabras vacuas e inertes. Lo cómico consiste en el hecho de que Maurras pone al revés en forma trivial aquellas fórmulas, creando otras que sistematizó en un impecable orden lógico lite rario, y que no podían dejar de representar el reflejo del más puro y simple iluminismo. En realidad, l\laurras es justamente el campeón más representativo del "estúpido siglo XIX", la concen tración de todos los lugares comunes masónicos mecánicamente subvertidos. Su éxito relativo depende precisamente de que su método agrada porque es el de la razón razonante, de donde nació el enciclopedismo y toda la tradición cultural masónica francesa. El iluminismo creó una serie de mitos populares, que eran sólo la proyección en el futuro de las más profundas y milenarias aspi raciones de las grandes masas, aspiraciones ligadas al cristianismo v a la filosofía del sentido común, mitos tan simplistas como se quiera pero que tenían un origen radicado realmente en los sen timientos y que, de todas maneras, no podían ser controlados en forma experimental (históricamente). Maurras ha creado el mito "simplista" de un fantástico pasado monárquico francés, pero este mito fue "historia" y las deformaciones intelectualistas de ella pueden ser fácilmente corregidas: toda la instrucción pública francesa es una rectificación implícita del mito monárquico, que de tal manera se convierte en un "mito" defensivo y no creador de pasiones. Una de las fórmulas fundamentales de Maurras es "polítique d'abord", pero él es el primero en no seguirla. Para Maurras antes que la política existe siempre la "abstracción po lítica", la adopción integral de una concepción del mundo muy "minuciosa", que prevé todos los casos particulares, como lo ha cen las utopías de los literatos, que exige una determinada con cepción de la historia, pero de la historia concreta de Francia Y de Europa, o sea una determinada y fosilizada hermenéutica. León Daudet ha escrito que la gran fuerza de L'Action fran ¡;aise estaba constituida por la indestructible homogeneidad y 130 unidad de su grupo dirigente; siempre de acuerdo, siempre soli dario política e ideológicamente. La. unidad y homogeneidad del grupo dirigente es, por cierto, una gran fuerza, pero de ca rácter sectario y masónico, no de gran partido de gobierno. El lenguaje político se transformó en una jerga, se formó una at mósfera de conspiración, de logia; a fuerza de repetir siempre las mismas fórmulas, de manejar los mismos esquemas mentales osificados se acaba, es cierto, por pensar de la misma manera, porque se acaba por dejar de pensar. Maurras en París y Daudet en Bruselas pronuncian la misma frase, sin haberlo acordado, sobre el mismo acontecimiento; porque el acuerdo existía de an temano, porque se trata de dos maquinitas de frases, montadas desde hace veinte años para. decir las mismas cosas en el mismo momento. El grupo dirigente de L' Action franqaise se formó por cooptación: al principio era Maurras con su verbo, luego se le unió Vaugeois, luego Daudet, Pujo, etc. Cada vez que se separó alguno del grupo, fue una catástrofe de polémicas y de acusa ciones interminables y pérfidas. Lo que es comprensible: Mau rras es como un papa infalible y que se separe de él uno de sus más allegados tiene un significado verdaderamente catastrófico. Desde el punto de vista de la organización, L' Action fran qaise es muy interesante y merecería un profundo estudio. Su relativa fuerza reposa sobre todo en el hecho de que sus elemen tos de base son tipos sociales intelectualmente seleccionados, cuya "concentración" militar es extremadamente fácil, tanto como lO" sería un ejército constituido sólo por oficiales. La selección inte lectual es relativa, ya que no deja de sorprender que los adherentes de L' Action franqaise accedan con tanta facilidad a repetir como papagayos las fórmulas del líder (aunque no se trate de una necesidad de guerra, sentida como tal) o mejor a extraer un beneficio "snob". En una república, ser monárquico quizá constituya un signo de distinción; en una democracia parlamentaria significa ser un reaccionario consecuente. El gru po, por su composición, posee (aparte de las subvenciones de ciertos grupos industriales) muchos fondos, tantos como para permitirles múltiples iniciativas que le dan una apariencia de cierta vital actividad. La posición social de muchos adherentes notorios y ocultos permite al periódico y al centro dirigente tener una masa de informaciones y documentos reservados que posibi litan múltiples polémicas personales. En el pasado y aunque en 131 forma limitada también ahora, el Vaticano debe haber sido una fuente de informaciones de primer orden (la Secretaría de Estado y el alto clero francés). Muchas campañas personalistas son lle vadas en forma velada o semi-velada: se publica una parte de verdad para dar a entender que se sabe todo, o se hacen alusio nes malicioe e sólo comprensibles para los interesados. Estas violentas campañas personalistas tienen para L' Action fraw;aise muchos significe·~us: galvanizan a los adherentes, porque la os tentación del conocimiento de las cosas más secretas da la im· presión de una gran capacidad para penetrar el campo adversario y de una fuerte e ¡ganización a la cual nada se le escapa; mues tran al régimen republican.o como una asociación de delincuentes; paralizan a una seri . de adversarios con la amenaza de deshon rarlos, convirtiendo ~l algunos de ellos en sus agentes secretos. La concepción ·mpírica que emana de toda la actividad de L'Actiotl franyaise es la siguiente: el réghnen parlamentario re publicano se disolverá indefectiblemente, ya que es un monstrum histórico-racional, que no corresponde a las leyes "naturales" de la sociedad francesa, rígidamente establecida por Maurras. Los nacionalistas integrales deben por lo tanto: l) apartarse de la vida real de la política francesa, no reconociendo su "legalidad" histórico-radonal (abstencionismo, etc.) y combatiéndola en blo que; 2) crear un antigobierno, siempre listo para instalarse en los "palacios tradicionales" con un golpe de mano. Este antigo bierno se presenta ya hoy con todos los cargos embrionarios, que corresponden a las grandes actividacles nacionales. En la realidad se cometieron muchas transgresiones a tanto rigor; en 1919 fueron presentadas algunas canclidaturas y por milagro logró ser electo Daudet. En las otras elecciones L'Action franqaise apoyó aquellos canclidatos de derecha que aceptaban algunos de sus principios marginales (esta activiclad parece que le fue impuesta a Maurras por sus colaboradores más expertos en la política real, lo cual clemuestra c¡ue la unidad no se cla sin fisuras). Para salir del ais lamiento se proyectó la publicación de un gran periódico infor mativo, pero hasta ahora no se hizo nacla (sólo existe la ReVIle Universclle y el Charivari, que cumplen una función de clivulga ción indirecta dentro del gran público. La agria polémica con el Vaticano y la reorganización del clero y ele las asociaciones católicas que ele él derivaron han roto la única ligazón que L'Ac tion franqaise mantenía con las graneles masas nacionales, ligazón 132 que por otra parte era sobre tocio aleatoria .. El sufragio universal, que fue introducido en Francia desde hace mucho tiempo, ele terminó el hecho de que las masas, formalmente católicas, se aclhi rieran políticamente a los partidos republicanos ele centro, aunque éstos fuesen anticlericales y laicistas. El sentimiento nacional,organizado en torno al concepto de patria, es igualmente fuerte y en ciertos casos es más fuerte aun que el sentimiento religioso católico, el cual, por otro lado, tiene características propias. La fórmula ele que "la religión es una cuestión privada" se ha insti· tucionalizado como forma popular del concepto de separación de la Iglesia ele! Estado. Por otro lado, el complejo de asociaciones que constituyen la Acción Católica está en manos de la aristo cracia terrateniente (cuyo jefe es, o era, el general Castelnau), sin que el bajo clero ejerza la función de guía espiritual-social que ejercía en Italia (en la parte septentrional). El campesino francés, en su casi totaliclad, se parece especialmente a nuestro mmpesino meridional, que dice de buena gana: "El cura es cura en el altar, pero afuera es un hombre como todos los demás'' (en Sicilia: "Monaci e parrini, sienticci la missa e stoccacci /i rini"). L' Action fraw;aise a través del estrato clirigente católico pensaba poder dominar, en el momento decisivo, todo el aparato de masa del catolicismo francés. En este cálculo había una parte de verdacl y mucho de ilusión: el sentimiento religioso, relajaclo en épocas normales, puede en épocas de grandes crisis político morales convertirse en vigoroso y absorbente; pero si el porvenir aparece cargado de nubes tempestuosas, la misma solidaridad na cional, expresada en términos de patria, se transforma en absor bente en Francia, país donde la crisis no puede menos que asumir el carácter de crisis internacional; de ahí que la Marsellesa sea más fuerte que los salmos penitenciales. De cualquier manera, para Maurras se ha desvanecido hasta la esperanza en esta posible reserva. El Vaticano no quiere abste nerse más en los asuntos internos franceses y considera que el desquite de una posible restauración monárquica se ha convertido en inoperante; el Vaticaño es más realista que Maurras y concibe mejor la fórmula politique d' abord. Mientras el campesino fran cés tenga que escoger entre Herriot y. un hobereau, eligirá a Herriot. Es necesario por esto crear el tipo del "radical católico", vale decir del "popular", es preciso aceptar sin reservas la repú blica y la democracia y sobre este terreno organizar a las masas 133
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