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■ ■ H · • ARISTOTELES * RETORICA I N T R O D U C C I O N La retórica de los griegos. Las primeras «Artes». Los griegos siempre amaron la palabra. Los héroes de Homero merecen la calificación de «el de bellas palabras» (ήδυεπής), orador (άγορητής), de su boca fluyen palabras más dulces que la miel, y la elocuencia espontánea era muy es timada. Casi la mitad de la litada y más de dos tercios de la Odisea (1) corresponden a palabras en estilo directo pues tas en boca de los héroes. Fénix, Néstor, Ulises, Aquiles, Menelao, hablan en los poemas de modo que siempre les pareció admirable a Jos más exigentes teóricos* de los siglos siguientes (2). En la escuela de Homero aprenden también a hablar los personajes de lía tragedia. Antes ya de la in fluencia de una teoría retórica, que lleva a Eurípides a lar gos desarrollos en discursos contra discursos o en discusio.- nes verso a Verso, tenemos ya en la tragedia elementos de esta que podríamos llamar retórica espontánea y natural de los griegos. Los antiguos reconocieron a la retórica un poder extra ordinario, hasta mágico, como veremos en las críticas que contra ella hizo Platón. Cicerón ( Brutus 199) compara al orador con el músico, y según por el sonido de las cuerdas de la lira se juzga de la habilidad de éste, así también se puede apreciar la del orador por el movimiento de los afec tos en los oyentes (3). Pues el público es dominado por el (1) Respectivamente 7.018 versos sobre 15.696 y 8.225 sobre 12.103: v. W„ Schmid Gesch. der gr. L it. I 1, p. 92, n. 7. (2) Schmid op. cit. I 3, p. 84. (3) Cf4 Solmsen Class. Philol. X X X IH 1938, p. 390 ss. VI orador, que inspira en los oídos como el flautista en su ins trumento, y la rebeldía del público, cuando ocurre, se pue de comparar a la del caballo, cuya obligación es dejarse llevar por el freno y la espuela (ibid. 192). Por lo demás, el mal uso de la retórica y los peligros que había en manejarla indebidamente se descubrieron muy pronto. El tradicional Areópago de Atenas prohibía «ha blar fuera de la cuestión», es decir, acudir a medios retóri cos ilegítimos en cierto modo. Lo mismo dice en cierto mo mento Aristóteles que se ordena en las ciudades de buen gobierno (Ret. 1 1, 1354 a 20), en lo cual coincide con las normas del viejo Platón (Leyes X II 949 b), que recomien da en los asuntos de justicia la εύφημί», es decir, el hablar respetuoso, sin llantos ni gestos teatrales. Homero usa una vea el nomen agentis ρητή? (junto a πρακτήρ); pero el profesional ρήτωρ aparece sólo a partir del siglo v. El término τ̂ορική se halla por primera vez en Platón, y es un adjetivo referible a un arte, lo mismo que la denominación de otras ramas del conocimiento humano, como la aritmética o la geometría. El arte retórica tiene por finalidad la persuasión (Gorg. 453 a) y da la práctica de proporcionar cierto agrado y placer (ibid. 462 c). El descubrimiento de la retórica había enorgullecido tanto a los que de ella hacían profesión, que vemos cómo Gorgias en el diálogo platónico de este título (457 b) defien de la licitud de su enseñanza y quiere que no se achaque a esta disciplina el mal· uso que cualquiera puede hacer de ella, no más que ocurre con la medicina u otro arte. Platón, que contemplaba la extensión en Atenas de las enseñanzas retóricas, levantó contra ellas reparos morales. Los maestros en estas artes, hacedores de palabras (λογοποιοί), parecíanle (Euiid. 289 c) maravillosos sabios, como encantadores y hechiceros que, lo mismo que quienes con ensalmos curan las mordeduras de víboras, escorpiones y tarántulas, son capaces de manejar al populacho de las asambleas y tribu-
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