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Aristoteles Retorica-páginas-5

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XIII
Otros autores conocemos de estas primitivas Arles, que 
en parte hemos de concebir como libros (a veces brevísi­
mos) de recetes retóricas, en los que cada teórico comuni­
caba, el secreío de su especialidad. Las figuras de estos es­
critores son muchas veces muy difíciles de sorprender. Pla­
tón alude (Fedro 266 d) a los libros que tratan del arte de 
hacer discursos, en los cuales hay en conjunto una gran 
cantidad de normas (καί μάλ« που συχνά). Hablaremos casi sólo 
d¡e aquellos que aparecen citados en nuestro autor.
Eueno de Paros dió en verso las reglas de su arte. En­
señaba por salario, como los sofistas. En versos elegiacos y 
en hexámetros tenemos algún texto suyo en que le vemos 
dar normas para ias άν-ηλογίαι o recomendar el estudio in-
1 cansable (1).,
Extenso debía de ser el Arte del Sofista Antifón, ya que 
se citan tres libros de él (2). El fué el primero que en Ate­
nas publfcó y editó un discurso, lo que basta para acredi­
tarlo de orador reflexivo y estudioso, preocupado cón la 
teoría. También debió publicar colecciones de lugares co­
munes de encarecimiento y vituperio, proemios y epílogos, 
y las famosas tetralogías, que son tres grupos de a cuatro 
discursos, causas supuestas, escritas para la enseñanza de 
oradores. Se tra ta de un esqueleto de discurso que podía 
servir, adaptándolo, para cada caso determinado.
No es fácil hacerse una idea de la personalidad de Pán- 
filo y Calipo. Radermacher (Art. Script., p. 191 s.) los con­
sidera un solo autor: distinto del Pánfilo antiquísimo, con­
temporáneo de Córax liada menos, que cita Quintiliano 
Inst. I l l 6, 34. Nuestras^oticias sobre Calipo-Pánfilo se re­
ducen casi a las menciones que de él hace Aristóteles en la 
presente obra.
(1) Radermacher Art. script., p. 127 a,
(2) Kroll B E Suppi. V II col. 1.078.
XIV
De Teodoro de Bizancio, en cambio, sabemos algo 
más (1). Platón lo cita (Fedro 261c, 266 e), no sin cierta 
ironía sobre sus tecnicismos y virtuosismo de orador epi­
dictico. Lisias renunció, ante el éxito que tenían las ense­
ñanzas de Teodoro en Atenaá, a ejercer la enseñanza, y por 
eso se limitó a,una actividad de abogado.
El Arle de Teodoro merece sin duda la crítica que Aris­
tóteles dirige en general contra sus precursores, pues se 
orienta exclusivamente hacia la oratoria forense. La no­
vedad principal (v. el importante pasaje de Aristóteles, 
Rei. II 23, 1400 b 15 y la explicación de Solmsen, por nos­
otros recogida en la nota 158 al libro II) está en haber su­
perado el casüismo de la doctrina del είκός ta l como la ex­
ponían los sicilianos, entrando a tratar, en relación con la 
práctica ática (recordemos las tetralogías de Antifón), la 
doctrina de la disposición, con particularidades que logra­
ron una cierta permanencia ea las escuelas (2). De él nos 
dice Cicerón (Brut. 48), basándose en Aristóteles, que era 
in arle subtilior, in orationibus autem ieiunior.
De Licimnio hace mención Aristóteles dos veces para 
decirnos por una parte cómo es un escrupuloso medidor de 
las palabras, cuya belleza aprecia en su sonido o en su sig­
nificado, y por otra cómo es un-teórico que distingue en su 
Arle partes del discurso con nombres vanos y pretenciosos. 
Noticias semejantes nos dan otros testimonios, que lo sitúan 
entre los compañeros de' Gorgias y no lejos de Polo (3).
El político Terámenes también escribió sobre teoría re­
tórica (4) y enseñó a Isócrates. Este colaboró, según pare­
ce, en la redacción de un arte, basada en las enseñanzas de 
aquél, y que fué atribuida a Boton, personaje por lo demás
(1) Badermacher Art. script., p. 106 sa.
(2) 1 Solmsen ME V(A) col. 1.844 ss., Schmid Oesch. der gr. L it. I, 3, p. 102 sa.
(3) Radermacher Art. script., p. 117 s,; cf. nuestras notas 27 y 140 al lib. I II .
(4 ) S u id a s a. Θηραμένης.

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