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XVII con la actividad, práctica sobre todo, de Lisias, sino por el choque entre dos contemporáneos que representan la posi ción de predominio de la retórica y de la filosofía respecti vamente, Isócrates y Platón. Esta crisis provino de la posición central que la retórica había llegado a alcanzar en la educación de Atenas y luego de Grecia en general. Se comprende mejor la actitud anti retórica y fuertemente polémica de Platón si se la consi dera como consecuencia de una posición defensiva, ante la amenaza de que, bajo la dirección de un orador tan pres tigioso y brillante como Isócrates, toda la cultura griega fuera orientada hacia el brillo y el éxito práctico del indi viduo, sin atender a lo que al filósofo le parecían valores superiores. La retórica de que era maestro Isócrates, y que ya enseñaba con prestigio cuando Platón comenzaba a ocu parse de filosofía (Isócrates era unos nueve años más viejo que el filósofo), aparecía como peligrosísima aliada de la so fística. Los tiros que va a dirigir contra ella Platón van guiados por el mismo afán de verdad profunda y por el des precio hacia los triunfos vanos y de momento del retórico. Platón no siempre negó la retórica, pero niega que lé corresponda a ella el derecho exclusivo a enseñar, pues no sirve para la enseñanza más perfecta y sólo puede conven cer al vulgo (πλήθος, όχλος) por medio de una exposición mediante relato o mito (μυθολογία, μυθολογεί*) (1). En reali dad, la diferencia entre retórica y filosofía (y ello nos inte resa, como veremos, porque es aquí de donde va a partir nuestro autor) descansa en la distinta finalidad que persi guen, pues la primera se conforma con lo verosímil y la se gunda busca la verdad que podríamos, con.Hirzel (op. cit. (1) Polit. 304 d y Fedro 276 e, cf. R. Hirzel Ueber das Bhetorisclie und seine Bedeulung bei Plato, Leipzig 1871, pp. 5 y 74. No necesitamos resolver aquí el problema que planteó Hirzel sobre la equivalencia entre mito y retórica en la filo sofía—y aun en la técnica de expresión—de Platón. XVIII página 9), llamar «interna». La primera se conforma con lo grar la 8όξ«, la segunda no busca otra cosa que el ser. Sólo se comprenderá la importancia de la polémica, si nos damos cuenta de que la posición central que desde la sofística ocupa la retórica en la educación griega, amenaza el destino de la filosofía. Platón lo había percibido desde el principio. La retórica era el peligro para la juventud, el atractivo del fácil triunfo mundano, que podía desviar a los que Dios tal vez había enviado al mundo con una mi sión filosófica. Es natural que en la crisis a que nos esta mos refiriendo, Platón represente el momento negativo. Bajo la apariencia de retórica se le había mostrado el gran esplendor de la sofística. En el Protâgoras, y más re sueltamente aúnen el Gorgias, ataca Platón la peligrosa faci lidad con que' el poco riguroso pensamiento sofístico se ex presa con la riqueza de medios retórica. Wilamowitz ha se ñalado (1) cómo es, frente a estos pensadores íntimamente frívolos, más riguroso el afán de verdad socrático, cómo Pla tón atribuye a su maestro en el Gorgias no sólo la búsque da inquieta de la verdad, sino la firme fe moral por la que había ido a la muerte. Frente a las artes seductoras de la retórica, el filósofo se levanta sin admitir conciliación. La retórica es para él, aceptando la definición de Tisias, artí fice de persuasión y nada más (Gorg. 453 a), y no es arte, sino una pura habilidad práctica, en definitiva de orden in ferior, una εμπειρία (ibid. 462 c). La razón de esta repugnancia de Platón contra la retó rica está en que no es para él sino manera de exponer ante el público una concepción en definitiva sofística, es decir, sin busca de la verdad ni íntima adhesión a ella (Eulid. 284 6/c). No es sólo este mal uso que se hace de la retórica lo que le desagrada al filósofo (Gorg. 457 a), sino que ella (1) Platon (ed. 1948), p. 162.
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