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XLY La tradición manuscrita de la Retórica, como la de todo el Corpus aristotélico, presenta muy graves problemas, que actualmente se plantean de modo muy distinto al de hace cincuenta años, por lo que sólo tiene un interés histórico la teoría desarrollada por Roemer, y seguida también por Fr. Marx, según la cual hubo un redactor posterior a Aris tóteles, poco cuidadoso, que desarrolló los apuntes perso nales del maestro, añadiendo, quitando y extractando. Ta les ideas (1) provienen de pensar que los antiguos se intere saban en las citas lo mismo que nosotros. En realidad no se trata, como Roemer pensaba, de la mezcla de dos redac ciones, sino del problema general de la última redacción de los escritos doctrinales de Aristóteles. La concepción de Roemer quedaría sintetizada en el siguiente stemma: redacción redacción completa abreviada ΘΠΑΜ taremos la traducción latina iniciada, y luego perdida, del valenciano Francisco Escobar (Menéndez Pelayo, Hist, de las ideas cit. II , p. 207 Ed. Nac.). (1) Geffcken Griech. Lit. II, p. 232 y Anm., pp. 194 y 196, basándose princi palmente en Fr. Marx. XLVIIi tán contenidas in nuce en el libro que ofrecemos. Determi nar la relación recíproca de estas obras excede con mucho los límites de nuestro trabajo y plantea muchos problemas, alejados todavía de su solución. Creemos que esclarecerlos dependerá, como de una primera etapa, de trabajos de in terpretación como el que presentamos. El lector no podrá menos de reflexionar sobre el cambio de los juicios y de los tiempos y de cuán distinta nos parece a nosotros la Retórica si comparamos con la autoridad que le era reconocida hace cien o doscientos años. Mucho de lo que entonces se tenía por vivo hoy puede darse por muerto. En cambio hoy podemos descubrir aquí indicaciones esti lísticas que nada decían a nuestros antecesores. Gaisford y, en tiempos más recientes, Cope y Sandys, como ingleses y por consiguiente tradicionalistas en filología, reúnen para explicar a Aristóteles ramilletes de ejemplos retóricos qu,e a nosotros nos dicen muy poco. La lección de humildad que de esto se deduce es la de pensar si no estaremos nosotros, con nuestra crítica histórica, interpretando a Aristóteles de modo parecido a como Averroes entendía la comedia y la tragedia desde su mundo lejano. He sacrificado, sin embar go, al ídolo histórico-crítico, lamentando que el honrado afán de declarar mis fuentes y exponer mis dudas, muchas veces no resueltas, me lleve más de una vez a deslizarme al regustillo escolar que con razón me echaba en cara el que rido maestro Eugenio d’Ors (Arriba 24 jul. 1948) al repro charme que con Aristóteles me porto menos bien que con Sócrates. Agradezco a la profesora ayudante de la Universidad de Salamanca, señorita Conchita Giner, su colaboración en la revisión de pruebas. Buenos Aires, 1948-Salamanca, 1952.
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