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Aristoteles Retorica-páginas-23

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ARISTOTELES
A R T E R E T O R I C A 
LIBRO I
R e t ó r i c a y d i a l é c t i c a , c o r r e l a t i v a s .
La retórica es correlativa (1) de la dialéctica, pues am­
bas tratan de cosas que en cierto modo son de conocimien­
to común a todos y no corresponden a ninguna ciencia de­
terminada. Por eso todos en cierto modo participan de una 
y otra, ya que todos hasta cierto punto intentan inventar 
o resistir una razón y defenderse y acusar. Y la gente, 
unos lo hacen al descuido y otros mediante la costumbre 
que resulta de hábito.
L a r e t ó r i c a e s u n a r t e .
Mas puesto que cabe de ambas maneras, es evidente 
que se podría trazar también para estas cosas un camino; 
pues la causa por que aciertan, tanto los que siguen un há­
bito como los que obran al descuido, cabe estudiarla (2), y 
todos reconocerán que tal estudio es tarea de un arte (3).
C r í t i c a d e l o s t r a t a d i s t a s a n t e r i o r e s : e l c u e r p o d e
LA ARGUMENTACIÓN SON LOS EN TIM EM A S, PO R AQUÉLLOS 
OM ITIDO S, M IEN TR A S QUE SÓLO HA N BUSCADO IN FLU IR 
E N LAS PA SIO N ES D E LOS JU E C E S .
Ahora bien, los que han compuesto las artes de retóri­
ca (4) no han dado ni una parte de ella; pues lo único 
que es propio del arte son los argumentos retóricos, y
1354 β I
s
I 1 5
lo demás sólo aditamentos; y nada dicen ellos acerca de los 15 
entimemas, que son el cuerpo de la argumentación, y an­
dan tratando en lo más acerca de las cosas exteriores al 
asunto, porque la odiosidad en la acusación (5) y la com­
pasión y la ira y tales emociones del alma no afectan al 
asunto, sino al juez. De manera que si fuera en todos los 20 
juicios como ocurre ahora en algunas ciudades, y sobre todo 
en las de buen gobierno, nada tendrían estos tratadistas 
que decir, pues todo el mundo cree preciso que establezcan 
reglas las leyes, pero en algún sitio lo practican y prohíben 
hablar saliéndose del asunto, como ocurre en el Areópago, y 
en esto tienen razón. Pues no se debe torcer al juez lleván- ss 
dolo a la ira o al odio o la compasión, ya que sería lo mismo 
que si alguien torciera la regla de que ha de servirse (6),
A m b i t o d e l a l e y y d e l j u e z .
Y además está claro que al que pleitea no le correspon­
de otra cosa que mostrar el hecho, si es o no es tal (7), o 
si aconteció o no aconteció. Si es grande o pequeño, o jus­
to o injusto, en cuanto no lo ha definido el legislador, lo ha so 
de determinar el mismo juez y no aprenderlo de los liti­
gantes.
Pues muy especialmente corresponde a las leyes bien 
dispuestas determinarlo por sí, en cuanto sea posible, todo, 
y dejar a los que juzgan lo menos posible, en primer lugar 1364 ¡> 
porque es más fácil escoger uno o pocos, que muchos de 
buen sentido y capaces de legislar y juzgar. Luego, porque 
las leyes se hacen después de mucho tiempo de deliberar, 
mientras que los juicios son de improviso, de manera que 
es difícil que los jueces atribuyan bien lo justo y conve- 5 
niente. Y sobre todo, que el juicio del legislador no es sobre 
lo particular, sino para el futuro y lo general [cf. El. Nic. 
v 14, 1137 b 13 ss.], mas el miembro de la asamblea y el 
juez juzgan ya acerca de cosas presentes y definidas, frente

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