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I 15 76 b) T e s t i g o s . Así distinguiremos acerca de las leyes. Acerca de los testigos: los testigos son de dos clases, unos antiguos, otros recientes, y de estos últimos, los unos participan del riesgo del acusado, los otros están fuera. Llamo antiguos a los poetas y a todos los famosos cuyos juicios son conocidos; así los atenienses se sirvieron de Homero como testigo acer ca de Salamina (151), y los de Ténedos poco ha de Perian dro de Corinto contra los de Sigeo (152), y Gleofonte (153) contra Critias se sirvió de las elegías de Solón, diciendo que de antiguo la familia carecía de vergüenza, porque si no, no hubiera Solón escrito [fr. 18 D.]: «Dime a Critias el pelirrojo que escuche a su padre». Acerca de las cosas que han sucedido, tales son los tes tigos. Acerca de las futuras (154), también lo son los adivi nos, así Temístocles interpreta como que había que dar ba talla naval lo de la muralla de madera. Y también los pro verbios, como se dice (155), son testimonios. Así, si alguien aconseja no hacerse amigo de un viejo, le sirve de prueba el proverbio: «nunca hagas bien a un viejo.» Y sobre matar a los hijos a cuyos padres se ha dado muerte [Cipria XXV Alien]: «Necio el que habiendo matado al padre deja a los hijos.» Son testigos recientes cuantas personas conocidas han opinado algo, pues sus juicios son útiles para los que dispu tan sobre las mismas cosas; así Eubulo (156) en los tribuna les se sirvió contra Cares de lo que Platón (157) había dicho contra Arquibio, de que se extendía en la ciudad con- 35 1376 a 5 I 15 77 fesar que se es malo. Y son de éstos también los que participarían del peligro si pareciera que mienten. Los ta les son sólo testigos de si sucedió o si es o no; mas no son testigos sobre la cualidad, como si es justo o injusto, o con veniente o inconveniente. Los que están lejos en cambio son los más fidedignos testigos sobre esto, y los más dignos de fe son los antiguos, porque no pueden ser corrompidos. Argumentos sobre testimonios para el que no tiene tes tigos son que hay que juzgar por lo verosímil, es decir, «se gún la mejor conciencia», y que no se pueden corromper los argumentos de verosimilitud por dinero, y que los ar gumentos de verosimilitud no pueden ser sorprendidos en falso testimonio. El que tiene testigos frente al que no los tiene dirá que los argumentos de verosimilitud no sirven ante el tribunal, y que para nada harían falta testigos si fuese bastante atender a las razones. Los testimonios son, bien sobre uno mismo, bien acerca de la parte'contraria. Los unos son acerca de la causa y los otros sobre el carácter moral, de manera que está claro que nunca se puede carecer de un testimonio bueno, pues si no es sobre la causa ni para dar fuerza a las afirmaciones de uno mismo, o desfavorable a la otra parte; al menos sobre el carácter servirá para probar la honradez de uno mismo o la maldad del contrario. Las demás cosas sobre el testigo, o amigo, o enemigo, o indiferente, o de buena o de mala fama, o de fama neutra, y todas las demás diferencias se-· » mejantes, hay que decirlas por los mismos lugares de los que sacamos los entimemas [cf. II 23]. c) C o n t r a t o s . Acerca de los contratos el uso que de ellos se hace en los discursos es para confirmarlos o borrarlos, o hacerlos dignos de fe o privados de ella; si le convienen a uno, dignos de fe y válidos; si a la otra parte, al contrario. Para hacer 20 25 30 1378 b
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