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I 15 78 los contratos dignos de crédito o indignos, en nada se di ferencia de la cuestión de los testigos, pues según sean los que han inscrito sus nombres en el contrato o. los que lo custodian, merecen confianza. Una vez que se reconoce que hay contrato, cuando es en nuestro favor, hay que acrecer 6 su importancia; porque el contrato es una ley privada y li mitada, y los contratos no dan validez a la ley, pero las le yes se la dan a los contratos conformes con las leyes. Y, en general, la propia ley es una especie de contrato, de mane ra que quien niega su fe y anula un pacto, anula las leyes. io Además, la mayoría de los acuerdos, precisamente todos los voluntarios, se hacen mediante contrato, de manera que cuando quedan sin validez, se quita el trato de los hombres unos con otros. Las demás cosas que conviene decir, es sencillo irlas mirando. . Si nos son inconvenientes los contratos y favorecen a 15 nuestros contrarios, en primer lugar, lo que se podría opo ner contra una ley contraria, esto es adecuado aquí; pues es absurdo que si, a las leyes que no estén bien dispuestas por haberse equivocado los que las pusieron, pensamos que no es preciso obedecerlas, haya de ser en cambio obligato- 20 rio atenerse a los contratos. Después, que el juez es un ár bitro de lo justo y no hay que considerar la letra sino cómo se hará más justicia. Y lo justo no se puede cambiar ni por engaño ni fuerza (porque es innato), mas acuerdos se hacen también por quienes pueden estar engañados y forzados. 25 Hay que mirar además si son contrarios a alguna de las le yes escritas o comunes, y de las escritas, bien propias, bien ajenas, y luego si son contrarios a otros pactos pos teriores o anteriores, porque los pactos posteriores son los válidos, o bien los anteriores los justos y los posteriores en gaño, según convenga. Hay que mirar además la conve- 30 niencia, y si ésta es contraria a los jueces, y los demás ar gumentos semejantes, pues éstos son también fáciles de excogitar. NOTAS AL LIB. I 83 (10) Nótese el matiz despectivo con que el autor se refiere a la oratoria forense. (11) Recuérdense los orígenes sicilianos de la retórica; cf. Introd. Esos auto res de las primeras artes que se escribieron, desarrollaban exclusivamente los pro blemas de la oratoria forense. (12) De dos maneras se puede entender esta expresión: o bien como «más propia de la comunidad, del conjunto de los ciudadanos», o bien como «más pro pia del vulgo»); los traductores vacilan: Dufour da en el texto el primer sentido y en nota el segundo. Granero traduce «más común»), sin precisar. (12 a) Sobre el entimema como silogismo retórico podríamos recordar la cla sificación de silogismos por Elias ( In Cat. p. 116, 35 ss.): apodictico o completa mente verdadero, poético o completamente falso, dialéctico, más verdadero que falso, sofístico, más falso que verdadero, y retórico, tan verdadero como falso. (13) El filósofo piensa aquí en un «hábito»; la raíz de «hábito-) (έξις) es la del verbo £χειν, «haber»), que tenemos en el texto griego aquí dos veces. (14) Este pasaje es bastante sutil, y el texto ha dado lugar a discusiones ( ν. nuestras Notas críticas § 16, y el aparato crítico en la página del original). El texto sólo se entenderá si se tiene en cuenta que Aristóteles aquí está respondiéndose interiormente a los argumentos platónicos (a los cuales se había adherido en pu blicaciones anteriores), que negaban toda utilidad y necesidad a la retórica; es verdad que si los juicios fueran como es debido, no liaría falta este arte; ni si se pudiera desarrollar ante el auditorio una argumentación lógica en sentido técni co y una enseñanza conforme a las ciencias particulares. (15) En ese pasaje establece el filósofo la triple utilidad de la dialéctica: para ejercicio, para las discusiones en general (έντεύξεις), para la filosofía misma en sus distintas ramas.De las nociones comunes el filósofo va a tra ta r infra, cap. 6 y 7. (16) Entiéndase esta afirmación en el sentido de que en la retórica como en la dialéctica la ciencia de los contrarios es la misma (Anal. pr. I 1, 24 a 22 y 36). V. la introducción, p. X X V II s. (17) Téngase en cuenta que λόγος significa tanto «discurso») como «razona miento»). Aquí la δύναμις τών λόγων equivale a la facultad de servirse de la ora toria. (18) El silogismo aparente es aludido en los Top. I 1, 100 b 25 sgs. como una de las variedades del silogismo erístico, basado en premisas que son proposiciones de certeza aparente; si no lo es siempre materialmente, formalmente sí es siem pre falso. (19) Este pasaje resultará claro sin más que recordar que si existe al lado de la dialéctica la sofística (respectivamente teniendo cada una como propio el silo gismo y el silogismo aparente), no existe con nombre especial al lado de la retóri ca otra especialidad dedicada al razonamiento aparente; por consiguiente, la dia léctica es una facultad y la sofística una desviación intencionada de la misma, pero la retórica es a la vez una facultad recta y una desviación de su uso, sin que esta forma ilegítima tenga un nombre especial. Cf. Met. I l l 2, 1004 b 17. (20) Se vuelve a insistir en el carácter especulativo, «teorético», que tiene el arte retórica, como hemos dejado anotado al cap. anterior n. 2. (21) Una vez que el texto dice que la retórica es como una rama de la dialéc tica, por una parte, y por otra (en cuanto estudia los caracteres y las pasiones) de la ética, so señala que la ética «bien puede llamarse política1), lo cual indica el filósofo también en la Et. Nie. I 1, 1094 δ 11 y en la Ret. I 4, 1359 ό 5 sgs. (la ética como parte de la política en Magna mor. I 1, 1181 a y b). Ello refleja la situación anterior a la independización de la Política frente a la Etica propiamen te tal (cf. Gohlke Entstehung; p. 76.) Pero de ética o política no tiene lo retórica sino parte, siendo, en cambio, παραφυές, de semejante naturaleza, con la dialéc
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