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II 6 113 tes. Puesto que la vergüenza es una representación de des honor, y por causa de este mismo y no de sus consecuen cias, pues nadie se preocupa de la fama, sino en atención a los que juzgan, es necesario que se tenga vergüenza ante 25 aquellos que se tienen en cuenta. Se tienen en cuenta los admiradores y aquellos a quienes uno admira y los que se desea que admiren a uno, y aquellos a quienes se emula y cuyo juicio no se desprecia. Se quiere ser admirado y se admira a los que tienen algún bien de los preciados, o tam bién a aquellos de los que casualmente se necesita mucho 30 algo de que son dueños, así los amantes; se emula a los iguales; se piensa en la opinión de los que son prudentes puesto que dicen la verdad, y tales son los mayores en edad y los educados. También se tiene vergüenza de lo que se ve y de lo que es público, de donde el proverbio de que «en los 35 ojos está la vergüenza» (31). Por eso se tiene máfe respeto por los que siempre van a convivir con uno y por los que le conceden atención, porque en ambos casos se está ante 1384 1 los ojos. Y también se respeta a los que no están sujetos a las mismas imputaciones, pues es evidente que piensan al con trario. Y a los que no son indulgentes para los que conside ran que pecan, porque acerca de lo que uno mismo hace se dice que no se enoja con los que están cerca, y en cuanto s no lo hace, es evidente que se enoja. Y se respeta también a los que se lo suelen comunicar a muchos, porque en nada se diferencia no juzgar y no comunicarlo a otros. Son in clinados a comentar los que han padecido injusticia, por es tar siempre acechando, y los maldicientes, porque si éstos acusan a los que no han faltado, aún más a los que han co metido falta. Y también se respeta a los que se dedican a atacar los pecados de los que tienen cerca, por ejemplo, a 10 los que son burlones o hacen comedias, porque éstos son de alguna manera maldicientes y pregoneros. Y ante quienes nunca han chasqueado esperanzas, puesto que están en la Π 6 114 disposición de quienes son admirados. Por eso se tiene ver güenza de los que por primera vea han pedido algo, porque ante ellos nunca uno ha desmerecido; tales son los que es tán comenzando a querer ser amigos de uno (porque con- is templan de uno lo mejor, por eso está bien la respuesta de Eurípides (32) a los siracusanos), y entre los antiguos cono cidos los que nada malo saben de uno. Se tiene vergüenza no sólo de lo que se llama vergonzoso, sino también de los signos, por ejemplo, no sólo del acto amoroso, sino tam bién de sus signos. Y no sólo de cometer acciones torpes, 20 sino también de las palabras. De modo semejante, no sólo se tiene vergüenza ante los predichos, sino también ante los que se lo van a manifestar a ellos, como criados o amigos de éstos. En general, no se tiene vergüenza de los muy des preciados en cuanto a la opinión de veraces (pues nadie tiene vergüenza de niños y animales); ni tampoco se tiene 25 la misma vergüenza ante los conocidos que ante los des conocidos, sino que ante los conocidos se tiene vergüenza en lo que se juzga vergonzoso de verdad; ante los otros más alejados, en lo referente a los usos (33). Y la vergüenza es posible sentirla en tales disposicio nes: en primer lugar si se encontraran ante uno en tal dis posición otros, cual la que hemos dicho [1384 a 27] en que están los que tienen vergüenza. Eran éstos o los que son admirados por uno o los que le admiran o aquellos por los 30 que se desea ser admirado o de los que se necesita un favor de los que no serán alcanzados si se pierde la buena opi nión, y ésto o bien porque nos ven (como Gidias en su dis curso acerca de la colonia en Samos (34), pues dijo que ima ginaran los atenienses que estaban rodeándolos los griegos, 35 viendo y no sólo oyendo lo que votaran), o bien si están cerca los tales o van a saberlo. Por eso no se quiere nunca ser visto en desgracia por los que a uno le emulaban en otro tiempo, porque los émulos son admiradores. Y cuan- 1385 a do se tienen obras y cosas de las que dan vergüenza, o pro-
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