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I ll 2 180 ver a compasión (10); habilidad teatral es cosa de naturaleza y bastante exenta de arte; pero en lo referente a la dicción sí está dentro del arte. Por eso también los que son hábiles en ésto ganan premios, lo mismo que los oradores en cuan to tienen arte teatral, porque los mismos discursos escritos o prosa en general pueden más por su dicción que por su pensamiento. Comenzaron primero el movimiento (11), como es na tu- 20 ral, los poetas, porque los nombres son imitaciones (12); pues por cierto que la voz es de todos los órganos que tenemos el más imitativo; por eso se formaron las artes, tanto la re citación épica, como la de la representación teatral y otras. Dado que los poetas, aun diciendo cosas insulsas, parecía que con su dicción lograban gloria, por eso la primitiva 25 dicción fué poética, como la de Gorgias (13). Aún ahora, la mayoría de los que no han recibido educación creen que los de ese estilo son los que mejor hablan. Lo cual no es así, sino que es diferente la dicción de un discurso y de la poesía. Y lo prueba lo que ha ocurrido, pues ni los autores de tragedias se sirven ya del mismo estilo, sino que, según 30 pasaron de los tetrámetros al yambo, por ser éste de todos los metros más semejante a la prosa que los demás, lo mis mo dejaron de las palabras lás de fuera de lo conversacio nal, las cuales utilizaban los anteriores y aun ahora los que componen hexámetros. Por eso es ridículo imitar a los que ya ellos mismos no se sirven de aquel estilo, de modo 35 que está claro que no tenemos que ir examinando minucio samente todo lo que se refiere a la dicción, sino sólo acerca de la dicción retórica que nos ocupa aquí; acerca de aquella, se ha tratado en los libros Sobre la Poética [cap. 20-22]. L a c l a r id a d e n l a d ic c ió n . 2 Demos, pues, por consideradas estas cuestiones, y de- uoí b finamos que virtud de la dicción es que sea clara; la prueba I l l a 181 es que el discurso, si no manifiesta algo, no producirá su propio efecto; el estilo no ha de ser ni bajo ni por encima de lo debido, sino adecuado; en cuanto al estilo poético ciertamente no es bajo, pero no es adecuado al diseur- 5 so (14). De los nombres y de los verbos lo hacen claro los específicos; no bajo, sino adornado, los otros nombres que se han dicho en los libros Sobre poética [21-22]; pues el variar lo ordinario hace que la dicción sea más digna; por que lo mismo que les ocurre a los hombres con los extra ños y los ciudadanos, les ocurre también con el estilo. Por 10 eso es necesario hacer algo extraña la lengua, ya que se admira lo de los que están lejos, y lo que causa admiración es agradable. En la poesía ésto lo producen muchos medios y conviene muy bien en ella, porque se sale más de lo ordi nario en asuntos y personas de que habla, mas en la prosa sencilla conviene mucho menos, porque el asunto es infe- 15 rior,y si en la misma poesía un esclavo o uno muy joven usa frases rebuscadas, o sobre cosas de muy poco momento, sería muy impropio; también en los discursos estará la expresión apropiada en concentrar o amplificar; por eso habrá que hacerlo sin que la gente se dé cuenta, y no parecer que se habla artificiosamente, sino con naturalidad (ya que ésto 20 es persuasivo y aquéllo al contrario; porque se sospecha del orador que tiende asechanzas, lo mismo que de los vinos mezclados), y así le ocurría a la voz de Teodoro (15) compa rada con la de los otros actores, pues aquella parecía pro pia del personaje que hablaba, y las otras, ajenas. Se disi mula bien el artificio si se compone seleccionando de la 25 lengua comente, lo cual hace Eurípides (16), y lo mostró el primero. Se le c c ió n d e p a l a b r a s . Como es de nombres y verbos de lo que el discurso se compone, y como los nombres tienen tantas especies como hemos visto en los libros Sobre poética [cap. 21], de entre és-
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