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Aristoteles Retorica-páginas-107

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P a t e t i s m o .
El estilo será patético si cuando hay ultraje se habla 
enojado; y si ha habido cosas impías y torpes, se habla con 
indignación y reticencia; y si sobre algo que merece elogios, 
con admiración; y si sobre algo lamentable, con humildad, 
y de modo semejante en los demás casos. Contribuye a la 20 
persuasión del asunto también la elocución apropiada; por­
que el alma del oyente deduce erróneamente que el orador 
habla con verdad, pues sobre tales cosas los hombres 
reaccionan de esa manera, así que creen, aun cuando no se 
halle en4*al disposición el orador, que todo es como él dice, 
y el oyente experimenta las mismas pasiones que el que 
habla con patetismo, aunque diga una nadería. [Por eso 
muchos impresionan a los oyentes simplemente haciendo 25 
ruido.
E l c a r á c t e r e n e l e s t i l o .
Y comporta carácter esta demostración mediante sig­
nos, porque acompaña la dicción adecuada a cada género y 
hábito. Llamo género al de cada edad, como niñez, edad 
adulta, o vejez, o si es mujer u hombre, y si de Laconia o 
de Tesalia; hábito, lo que es cada uno según su vida, por-. 30 
que no según toda disposición las vidas tienen cualidad de­
terminada. Pero si se dicen las palabras adecuadas al há­
bito, se representará el carácter, ya que no diría lo mismo 
ni del mismo modo el rústico que el educado. Les afecta a los 
espectadores de algún modo lo que usan los logógrafos (49) 
hasta la saciedad: «¿quién no lo sabe?»«Todos lo saben.» Y 
el que escucha, avergonzado, presta aquiescencia, con el 35 
fin de participar de lo que todos los demás.
I ll 8 193
D i v e b s o s r e c u b s o s .
El servirse con oportunidad o sin ella de estos medios uo8 b 
es común a todos los géneros. Un remedio contra todo ex­
ceso es el conocidísimo: es preciso que uno mismo se, haga 
adelantándose las críticas, porque parece que habla con 
verdad cuanto no le pasa desapercibido lo que hace. Ade­
más no hay que usar todas las correspondencias a la vez, 
pues el oyente es así burlado. Quiero decir, por ejemplo, 
que si las palabras son duras, no lo sea también la voz y el 
rostro ni todo lo que va junto; si no, resulta clara cada una 
de las cosas qué es. Pero si unas cosas las cambia y otras no, 
pasará desapercibido que hace lo mismo. Mas si dijere dura­
mente lo que es suave y suavemente lo que es duro, resulta 
indigno de crédito.
Los nombres compuestos y los muchos epítetos y las 
palabras inusitadas convienen sobre todo al que habla en 
tono patético, ya que al que está enojado se le perdona 
que diga «un mal tan grande como el cielo» o «gigantesco».
Y cuando haya conquistado a los oyentes y los haga entu­
siasmarse, bien con alabanzas o vituperios, bien con ira o 
amistad, tal como hace también Isócrates en el Panegírico, 
al final : (50) «La fama y la memoria» y «Los que soportaron».
Pues se dicen tales cosas en pleno entusiasmo, de manera 
que es claro que los oyentes las admiten cuando están en 
semejante disposición. Por eso convienen a la poesía, pues­
to que la poesía es cosa inspirada. Así, pues, conviene o de 
este modo o con ironía, como hacía Gorgias (51) y los ejem- 2Q 
píos que hallamos en el Fedro (52).
E l . RITMO EN LA PRO SA . 8
La forma del estilo es preciso que no sea ni en verso ni 
sin ritmo (53), ya que lo uno no es persuasivo, pues parece 
que es artificioso, y a la vez distrae: porque hace que el es­
pectador esté atendiendo a ver cuándo vuelve la cadencia.

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