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I l l 11 204 R e q u i s it o s d e l a m e t á f o r a . Es preciso sacar la metáfora, como se ha dicho [1410 b io 32], de cosas propias, -pero no obvias; según también en filosofía contemplar lo semejante aun en lo que se dife rencia mucho es propio del sagaz, como decía Arquitas que es lo mismo un árbitro y un altar, porque en ambos busca refugio el que ha sufrido injusticia. O si alguien di jera que áncora y gancho de colgar son lo mismo, pues am- is bas cosas vienen a serlo en todo salvo que la una sostiene desde arriba y la otra desde abajo. Lo de igualar las ciu dades (115) es hacer lo mismo de cosas muy distantes, pues la igualdad y lisura se aplica a la superficie y al poder. La mayoría de las elegancias son mediante la metáfora y a consecuencia de un engaño, porque resulta más claro al aprender que es.lo contrario, y parece que el alma dice: 20 «¡Cuán verdad es! Mas yo me equivocaba.» Y de los apo tegmas los elegantes lo son porque expresan lo que no di cen, como el de Estesícoro (116) de que las cigarras les can tarán desde el suelo. Los enigmas bien hechos son por lo mismo agradables, porque son una enseñanza y se dicen como metáfora. Y lo que llama Teodoro decir novedades 25 (117). Lo cual sucede cuando es inesperado, y, como aquél dice, diverso de la opinión que antes se tenía, como los que hacen parodias en las piezas cómicas, lo cual logran también los juegos de palabras, porque engañan. También en los versos: porque no es como esperaba el oyente. «Caminaba llevando en los pies sabañones», 30 mientras que uno esperaba que dijera no sabañones, sino sandalias. Mas es preciso, una vez que haya sido dicho, que sea claro. El juego de palabras dice no lo que dice, sino lo que el nombre varía, por ejemplo, lo de Teodoro contra Nicón el citaredo: «La tracia cantó» (118), que parece quiere decir 35 I l l 11 205 «te confunde», y engaña; pues dice otra cosa. Por lo cual es 1412 b agradable para el que lo sabe, mas si no entiende que Ni- cón es tracio (119), no parecerá que es esto gracioso. Y lo de «quieres destruirlo» (120). Es preciso que ambos sentidos queden expresados de manera conveniente. Y así ocurre también con los dichos ingeniosos, como decir que para los atenienses el principado del mar no era el principio de sus 5 males, pues sacan provecho. O como decía Isócrates (121), que el principado era para la ciudad el principio de los ma les, porque de ambos modos lo que nadie pensaría que se dice, se dice, y se reconoce que es verdad, pues decir que el principado es principado no es ninguna maravilla, mas no es esto lo que dice, y no significa luego lo que primero, sino 10 otra cosa. En todos estos casos, si se trae de modo adecua do al nombre el equívoco o la metáfora, entonces es cuando resulta bien. Por ejemplo, «Tolerable no es tolerable» (122) muestra equívoco, mas será de modo adecuado si esa per sona es desagradable. O también: «Nunca seas más extraño que lo que debas ser» (123), no más que debas es lo mismo que no es preciso que el 15 extraño sea siempre extraño, porque también ésto es dis tinto de sentido. Lo mismo es aquel celebrado dicho de Anaxándrides (124): «Bello es morir antes de haber hecho nada que merezca la [muerte», pues es lo mismo que decir es digno de morir no siendo digno de morir, o digno de morir no siendo digno de la muerte, o no habiendo hecho cosas que merezcan la muerte. 20 Pues la forma de dicción es la misma en todas estas frases, mas cuanto con menos palabras y más contrapuestas se diga, tanto más celebrada es. La causa es que la enseñanza
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