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Aristoteles Retorica-páginas-117

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escribir de esa manera, y, dicho lo que se quiera, ir directa­
mente a señalar el tono y buscar el enlace; lo cual hacen to­
dos. Ejemplo sea el exordio de la Helena, de Isócrates (142), 
porque nada tienen de común los erísticos y Helena. Y si se 
sale del tema, conviene así, y que no todo el discurso tenga 
la misma especie.
a) E n E L GÉNERO DEM OSTRATIVO.
Los exordios en el género demostrativo se dicen por 30 
alabanza o por vituperio, por ejemplo, Gorgias (143) en el 
discurso Olímpico: «Sois dignos de ser celebrados por mu­
chos, oh griegos», pues ensalza a los que organizaron las 
fiestas. Isócrates (144) los vitupera porque honraron con 
premios las virtudes del cuerpo, mas para los de buen ta ­
lento no instituyeron ningún certamen. Y tambión el exor- 3S 
dio puede ser a partir de un consejo, como «es preciso hon­
rar a los buenos», por eso uno mismo ensalza a Aristides, o 
también es preciso honrar a los que ni son celebrados ni 
malos, sino que son buenos, pero se ignora, como Ale­
jandro hijo de Príamo; el que así dice, aconseja. También 
se puede sacar de los exordios forenses, es decir, de los di- his & 
rígidos al oyente, si el discurso ,es sobre algo chocante, o 
sobre algo muy difícil, o sobre algo muy conocido entre el 
vulgo, de manera que hay que pedir perdón; por ejemplo, 
Querilo (145):
«Ahora, cuando todo está repartido...»
Los exordios de los discursos demostrativos se sacan, 5 
pues, de lo siguiente: alabanza, vituperio, persuasión, di­
suasión, consideraciones dirigidas al oyente; es preciso que 
lo que da el tono al discurso sea o extraño o propio.
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b) E n e l f o r e n s e .
Los exordios de los discursos forenses es necesario par­
tir de que significan lo mismo que los prólogos de los dra­
mas y que los preludios de los poemas épicos; pero los de 
los ditirambos se parecen a los de los discursos demostra- 10 
tivos:
«Por ti y por tus regalos después, Escila...» (146).
En los discursos (147) y poemas épicos el exordio anuncia 
el asunto, para que vean los oyentes por adelantado acerca 
de qué era el discurso y no quede pendiente el pensamien­
to, porque lo que es indefinido lleva a error; así, pues, el 
que da como en la mano el comienzo hace que a continua­
ción se siga bien la exposición. Por eso: 15
«La ira canta, diosa...» (148)
«El varón dime, musa...»
«Condúceme a otro relato de cómo de la tierra de Asia 
vino a Europa una gran guerra...»
También los trágicos explican sobre el drama, si no es en 
seguida, como Eurípides, algo ya en el prólogo al menos, 20 
como también Sófocles (149):
«Mi padre era Pólibo.»
Y la comedia de la misma manera. Pues la función más ne­
cesaria del prólogo y más característica es la de exponer 
cuál es el fin a que se dirige el discurso; por eso si es evi­
dente y pequeño el asunto, no hay que servirse del exordio. 
Las otras especies de exordios que se usan, son precau- 25

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