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I l l 14 212 escribir de esa manera, y, dicho lo que se quiera, ir directa mente a señalar el tono y buscar el enlace; lo cual hacen to dos. Ejemplo sea el exordio de la Helena, de Isócrates (142), porque nada tienen de común los erísticos y Helena. Y si se sale del tema, conviene así, y que no todo el discurso tenga la misma especie. a) E n E L GÉNERO DEM OSTRATIVO. Los exordios en el género demostrativo se dicen por 30 alabanza o por vituperio, por ejemplo, Gorgias (143) en el discurso Olímpico: «Sois dignos de ser celebrados por mu chos, oh griegos», pues ensalza a los que organizaron las fiestas. Isócrates (144) los vitupera porque honraron con premios las virtudes del cuerpo, mas para los de buen ta lento no instituyeron ningún certamen. Y tambión el exor- 3S dio puede ser a partir de un consejo, como «es preciso hon rar a los buenos», por eso uno mismo ensalza a Aristides, o también es preciso honrar a los que ni son celebrados ni malos, sino que son buenos, pero se ignora, como Ale jandro hijo de Príamo; el que así dice, aconseja. También se puede sacar de los exordios forenses, es decir, de los di- his & rígidos al oyente, si el discurso ,es sobre algo chocante, o sobre algo muy difícil, o sobre algo muy conocido entre el vulgo, de manera que hay que pedir perdón; por ejemplo, Querilo (145): «Ahora, cuando todo está repartido...» Los exordios de los discursos demostrativos se sacan, 5 pues, de lo siguiente: alabanza, vituperio, persuasión, di suasión, consideraciones dirigidas al oyente; es preciso que lo que da el tono al discurso sea o extraño o propio. I l l 14 213 b) E n e l f o r e n s e . Los exordios de los discursos forenses es necesario par tir de que significan lo mismo que los prólogos de los dra mas y que los preludios de los poemas épicos; pero los de los ditirambos se parecen a los de los discursos demostra- 10 tivos: «Por ti y por tus regalos después, Escila...» (146). En los discursos (147) y poemas épicos el exordio anuncia el asunto, para que vean los oyentes por adelantado acerca de qué era el discurso y no quede pendiente el pensamien to, porque lo que es indefinido lleva a error; así, pues, el que da como en la mano el comienzo hace que a continua ción se siga bien la exposición. Por eso: 15 «La ira canta, diosa...» (148) «El varón dime, musa...» «Condúceme a otro relato de cómo de la tierra de Asia vino a Europa una gran guerra...» También los trágicos explican sobre el drama, si no es en seguida, como Eurípides, algo ya en el prólogo al menos, 20 como también Sófocles (149): «Mi padre era Pólibo.» Y la comedia de la misma manera. Pues la función más ne cesaria del prólogo y más característica es la de exponer cuál es el fin a que se dirige el discurso; por eso si es evi dente y pequeño el asunto, no hay que servirse del exordio. Las otras especies de exordios que se usan, son precau- 25
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