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I l l 14 214 ciones (150) oratorias y comunes a todos los géneros. Estas especies se dicen sacándolas del orador o del oyente o del asunto, o del contrario. Sacados del mismo orador y del adversario son recursos todo lo que sirve para refutar y re forzar la odiosidad. Pero no se hace en ambos casos lo mis mo, pues el que se defiende tiene que atender lo primero a so la odiosidad, y el que acusa, en el epílogo. La razón no es oscura, porque el que se defiende, cuando va a presentar se él mismo, es preciso que retire los obstáculos,"de manera que tiene que refutar lo primero la odiosidad; el que acusa tiene que hacer al otro odioso en el epílogo, para que*se acuerden más. Los que se refieren al oyente, por disponerle 35 benévolamente o por irritarle,y a veces llamarle la atención o al contrario; ya que no siempre conviene llamar la aten ción, y por eso muchos intentan provocar a risa. A la buena disposición para oír todos los medios llevarán si uno quiere, y también el aparentar que uno es decente, porque a los que son tales se les escucha más. Atención se presta a las cosas i4is b que son importantes, a las propias, a las admirables, a las agradables; por eso es preciso presentar que el discurso es sobre cosas tales. Si no se quiere hacer atender al audito rio, hay que decir que el asunto es pequeño, nada tiene que ver con ellos, es molesto. Pero es preciso no olvidar que to- 6 das estas cosas están fuera del discurso, porque van dirigi das a un oyente vulgar y que atiende a lo que está fuera del asunto; pues si no es tal, para nada se necesita de exor dio, fuera de decir lo capital del asunto, para que tenga, como un cuerpo, cabeza. Además, atraer la atención de los . oyentes corresponde por igual en todas las partes del dis- ίο curso, si es necesario, pues en todos los momentos se sien te más aburrimiento que en el comienzo. Por eso es ridículo ordenar al principio que se preste atención, cuando todos atienden más. De manera que donde sea oportuno hay que decir: «Y prestadme atención, porque ésto no me toca a mí más que a vosotros», y 29 I l l 15 216 no necesita nada el asunto de exordio, excepto si es sobre el mismo orador o sus contrarios, y si no entienden el asun to como el orador quiere, sino dándole más importancia o menos; por eso es necesario o acumular odiosidad o refutar la, y o amplificar o atenuar la cuestión. Por estas causas hace falta exordio, o por motivo de ornato, cuando parece- ría un discurso improvisado si no lo tiene. Tal es el caso con el encomio de Gorgias a los eleos, que sin haber hecho nin gún braceo (154) ni preparación, comienza de repente: «Elis, ciudad venturosa». H a c e r o d i o s o a l c o n t r a r i o . j g Acerca de la odiosidad, lo primero es el medio por el que se podría deshacer la mala sospecha; nada importa si s se ha expuesto hablando o no, con tal de que esto se logre en absoluto. Otro modo, para salir al encuentro de aquellos puntos que se disputan, es decir que el hecho imputado no existe, o que no es dañoso o que no lo ha sido para el ad versario o que no es tanto, o que no es injusto o que no lo es mucho, o que no es vergonzoso o que no tiene importan- 10 cia, pues acerca de estos puntos es la discusión; así Ifícra- tes contra Nausícrates (155) afirmó haber hecho lo que el otro decía, y también haber hecho daño, mas no haber co metido injusticia. O también cabe decir que se ha cometido injusticia en retribución; que si la acción ha sido dañosa, también ha sido honrosa; que si ha causado un perjuicio, 15 también una utilidad, o cosa semejante. Otro modo es decir que ha sido un error o una desgracia o algo necesario, se gún Sófocles dijo que temblaba, no, como decía el acusador, para parecer viejo, sino por necesidad, pues no era cosa de voluntad tener ochenta años (156). Y contradecir al adver sario en cuanto a la causa y decir que uno no quería hacer 20 daño sino tal o cual cosa, y que no causó aquello de que se le acusaba, y que hizo daño por casualidad. «Sería justo que
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