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Aristoteles Retorica-páginas-118

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ciones (150) oratorias y comunes a todos los géneros. Estas 
especies se dicen sacándolas del orador o del oyente o del 
asunto, o del contrario. Sacados del mismo orador y del 
adversario son recursos todo lo que sirve para refutar y re­
forzar la odiosidad. Pero no se hace en ambos casos lo mis­
mo, pues el que se defiende tiene que atender lo primero a so 
la odiosidad, y el que acusa, en el epílogo. La razón no es 
oscura, porque el que se defiende, cuando va a presentar­
se él mismo, es preciso que retire los obstáculos,"de manera 
que tiene que refutar lo primero la odiosidad; el que acusa 
tiene que hacer al otro odioso en el epílogo, para que*se 
acuerden más. Los que se refieren al oyente, por disponerle 35 
benévolamente o por irritarle,y a veces llamarle la atención 
o al contrario; ya que no siempre conviene llamar la aten­
ción, y por eso muchos intentan provocar a risa. A la buena 
disposición para oír todos los medios llevarán si uno quiere, 
y también el aparentar que uno es decente, porque a los que 
son tales se les escucha más. Atención se presta a las cosas i4is b 
que son importantes, a las propias, a las admirables, a las 
agradables; por eso es preciso presentar que el discurso es 
sobre cosas tales. Si no se quiere hacer atender al audito­
rio, hay que decir que el asunto es pequeño, nada tiene que 
ver con ellos, es molesto. Pero es preciso no olvidar que to- 6 
das estas cosas están fuera del discurso, porque van dirigi­
das a un oyente vulgar y que atiende a lo que está fuera 
del asunto; pues si no es tal, para nada se necesita de exor­
dio, fuera de decir lo capital del asunto, para que tenga, 
como un cuerpo, cabeza. Además, atraer la atención de los 
. oyentes corresponde por igual en todas las partes del dis- ίο 
curso, si es necesario, pues en todos los momentos se sien­
te más aburrimiento que en el comienzo. Por eso es ridículo 
ordenar al principio que se preste atención, cuando todos 
atienden más. De manera que donde sea oportuno hay que 
decir: «Y prestadme atención, porque ésto no me toca a mí 
más que a vosotros», y
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no necesita nada el asunto de exordio, excepto si es sobre 
el mismo orador o sus contrarios, y si no entienden el asun­
to como el orador quiere, sino dándole más importancia o 
menos; por eso es necesario o acumular odiosidad o refutar­
la, y o amplificar o atenuar la cuestión. Por estas causas 
hace falta exordio, o por motivo de ornato, cuando parece- 
ría un discurso improvisado si no lo tiene. Tal es el caso con 
el encomio de Gorgias a los eleos, que sin haber hecho nin­
gún braceo (154) ni preparación, comienza de repente: 
«Elis, ciudad venturosa».
H a c e r o d i o s o a l c o n t r a r i o . j g
Acerca de la odiosidad, lo primero es el medio por el 
que se podría deshacer la mala sospecha; nada importa si s 
se ha expuesto hablando o no, con tal de que esto se logre 
en absoluto. Otro modo, para salir al encuentro de aquellos 
puntos que se disputan, es decir que el hecho imputado no 
existe, o que no es dañoso o que no lo ha sido para el ad­
versario o que no es tanto, o que no es injusto o que no lo 
es mucho, o que no es vergonzoso o que no tiene importan- 10 
cia, pues acerca de estos puntos es la discusión; así Ifícra- 
tes contra Nausícrates (155) afirmó haber hecho lo que el 
otro decía, y también haber hecho daño, mas no haber co­
metido injusticia. O también cabe decir que se ha cometido 
injusticia en retribución; que si la acción ha sido dañosa, 
también ha sido honrosa; que si ha causado un perjuicio, 15 
también una utilidad, o cosa semejante. Otro modo es decir 
que ha sido un error o una desgracia o algo necesario, se­
gún Sófocles dijo que temblaba, no, como decía el acusador, 
para parecer viejo, sino por necesidad, pues no era cosa de 
voluntad tener ochenta años (156). Y contradecir al adver­
sario en cuanto a la causa y decir que uno no quería hacer 20 
daño sino tal o cual cosa, y que no causó aquello de que se 
le acusaba, y que hizo daño por casualidad. «Sería justo que

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