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Edgar Nazario-Cuando Dios llama responde

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Cuando 
Dios Llama…
responde
Una guía personal para aprender a Confiar,
Obedecer y Amar a Dios
 
 
Edgar R. Nazario
 
 
 
 
 
AuthorHouse™
1663 Liberty Drive
Bloomington, IN 47403
www.authorhouse.com
Phone: 1-800-839-8640
 
 
© 2013 por Edgar R. Nazario. Todos los derechos reservados.
Primera edición en español.
 
Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por
cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier
sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del
copyright.
 
Todos los versos mencionados son de la nueva versión de la Biblia Reina Valera al menos
se indique otra versión expresamente.
 
Prologo por la Misionera Hipatia A. Aguirre
 
Publicado por AuthorHouse 05/16/2013
 
ISBN: 978-1-4817-4634-2 (sc)
ISBN: 978-1-4817-5048-6 (e)
 
Número de Control de la Biblioteca del Congreso: 2013908582
 
http://www.authorhouse.com
Contents
Prologo por Misionera Hipatia A Aguirre
Introduccion
Libro Uno: El Factor: Confianza
Uno La Tormenta Que Se Acerca…
Dos ¿Entiende Lo Que Estoy Diciendo?
Tres Rendición
Cuatro Así Será…
Cinco Confía En Mí…
Seis Visión
Siete Pedro
Ocho Ahora Me Ves…
Nueve Entra Al Agua…
Dies Ahora No Me Ves…
Once Historia
Doce Vista Y Sonido
Trece Parálisis
Catorce La Esperanza Camina Sobre Sus Propios Pies…
Libro Dos: El Factor: Obediencia
Uno Anna Y Eli
Dos La Ley
Tres Reglas De La Guerra
Cuatro La Prueba
Cinco Obediencia: Una Función De La Confianza
Seis El Regalo
Siete Vamos A Ver… La Libertad.
Ocho Obedecer O No Obedecer Esa Es La Pregunta…
Libro Tres: El Factor: Amor
Uno Un Hombre Y Su Hijo
Dos Excusas
Tres Cómo Enamorar A Dios…
Cuatro Si Tan Sólo Tuviera Un Corazón…
Cinco Tegucigalpa
Seis El Secreto Mejor Conocido
Conclusion Segundas y Terceras
Recursos adicionales:
 
 
 
 
 
 
Dedicado A:
Primeramente,
A Mi Señor Jesús
 
Me llamaste y te fallé, no me lo tomaste a cuenta, sino, abriste
nuevas ventanas al cielo por donde pude ver tu Gracia y tu Poder.
Gracias por ser mi mejor inspiración para triunfar.
Segundo, a todas mis hijas y mi hijo, más en particular las
bebes lindas a mi lado de mi nueva vida, María Emilia, Elbita y
Brianna. También a ti Hipa, que me has inspirado a volver a escribir.
Gracias a todos…
 
PROLOGO
Este libro es escrito por un siervo apasionado de Dios, que
aprendió a amarlo y a servirlo sin importar las batallas que haya que
tenido que enfrentar. Aprendió a confiar en Dios cuando llueve y
cuando brilla el sol, cuando es de día y cuando es de noche.
En estas paginas se puede ver su experiencia con Dios y su
propósito es dejarle saber, querido lector, que Dios siempre estará su
lado y de su lado, peleando por usted para darle el fin que espera.
Como pastor, ha visto la mano Poderosa de Dios sobre su grey.
Como padre ha visto la bendición de Dios sobre su desendencia.
Como esposo ha visto la fidelidad de Dios. Y como misionero ha
vivido en su propia carne el poder de Dios, la bendición de Dios, su
amor y su fidelidad.
Al dejar su tierra muy cómoda y agradable, se encontró cara a
cara con que Ecuador y Estados Unidos a parte de la distancia son
separados por el tiempo; ante sus ojos y su experiencia personal
Ecuador estaba como estaría su pais hace cuarenta años atrás. Tuvo
que adaptarse a otra cultura, otra educación, otras costumbres, pero a
la vez, la misma creación de Dios hambrienta de esperanza. Entrego
tres años de su vida a este Ministerio Misionero junto a su esposa e
hijas, viviendo cada día en la esperanza de una nueva misericordia y
con la certeza de recibir lo que Dios habia de entregarle de acuerdo a
sus promesas, pero sobre todo con la convicción de haber
respondido a Dios cuando El lo llamó.
Como este libro lo detalla mas adelante, podrá apreciar las
ricas bendiciones de Dios cuando respondemos a su llamado y como
todas las cosas obran para bien si ama a Dios.
 
Misionera
Hipatia A. Aguirre
 
INTRODUCCION 
Dios Mío… ¿Qué quieres de mí?
El problema que muchas veces tenemos como creyentes, es
que no siempre estamos seguros de lo que significa ‘hacer bien’. No
siempre entendemos la diferencia entre hacer bien y ser justo como
lo entiende Dios y hacer bien y ser justo como lo entiende el
hombre. Lo ideal sería que nuestro concepto del bien y del mal fuera
basado en nuestro conocimiento de la voluntad de Dios y su
carácter. Junto con ese conocimiento viene el reconocimiento de los
conceptos del bien y del mal como los entiende Dios.
Desafortunadamente, no siempre ese es el caso.
Creo que con la ayuda de Dios, puedo darles unas ideas de
cómo lograr comprender mejor lo que Dios quiere que entendamos.
No es tan difícil entender por qué pasamos tanto trabajo para
reconocer lo que es la voluntad de Dios. ¿Cómo pretendemos saber
lo que alguien quiere que hagamos si no conocemos lo
suficientemente bien al que nos lo está pidiendo para comprender ‘él
por qué’ de lo que nos pide, qué lo motiva y cuáles son sus
expectativas? Al menos que alguien nos diga expresamente lo que
Dios tiene planeado para nuestra vida, será necesario entender sus
propósitos a través de lo que nos es revelado en su Palabra (La
Biblia) y por medio de las diversas circunstancias de nuestra vida. A
eso añado, buscar comprender el carácter de Dios que se revela en
las cosas que Dios ha hecho, hace y hará. En fin, para entender lo
que Dios quiere, primero tenemos que conocer quién es Dios.
Es mucho más fácil simplemente inventarnos un plan a medida
que vivimos—permitiendo que ya sea deliberadamente, por
accidente o quizá hasta por omisión, podamos distinguir lo que es
recto y justo de lo que no lo es. Y a veces hasta dejar que Dios haga
recto lo incorrecto y bien lo que está mal como si fuera un juego de
azar.
A través de estas páginas, anhelo poder darles una guía
sencilla para aprender a confiar, amar y obedecer a Dios de manera
que haga una diferencia en la vida del que las lee.
Este libro no es programa o un plan de acción. Es una guía; ya
que parece que somos más receptivos y más aptos a seguir cuando
algo nos es sugerido y no ordenado. Sugiero al lector, por medio de
este tratado, como puede lograr una nueva perspectiva en su caminar
con Dios.
 
Separando los elementos de una vida y compañerismo
cristiano bueno, de lo mediocre, podemos llegar a descubrir nuevas
direcciones y perspectivas que son producto de un verdadero
compromiso con Dios y como resultado encontrar una vida poderosa
en el Señor.
Comienzo por decir lo que a muchos le parecería obvio, que
no soy un experto en eso de confiar, amar y obedecer a Dios. Solo
Dios sabe cuántas veces le he fallado. Mas sin embargo, es por
medio de mis múltiples fallas que Dios me ha enseñado a ver los
asuntos de mi vida a través de sus ojos. Y considerando mis
experiencias personales, adquiridas en más de dos décadas como
pastor, he aprendido a creerle más y estoy seguro que Dios puede y
va a dirigir su vida, si es que usted se lo permite.
 
¿Está dispuesto a dejarle a Dios el dirigir su vida?
 
He conocido a muchos que dicen que, porque le he fallado a
Dios, estoy descalificado para opinar como reconocer el llamado de
Dios y por tanto no tengo nada valioso que aportar sobre el
crecimiento cristiano. A lo que yo les digo, todos hemos fallado a
Dios . . .
 
Sin embargo, permítame someter, que es precisamente el
hecho de que puedo fallar y he fallado lo que me hace más que
cualificado. Si la fortaleza de Dios es más evidente en mi debilidad,
entonces cuando estoy en Él soy más fuerte, ya que sin Él, soy débil.
He aprendido por medio de mis experiencias personales y el
estudio del carácter de Dios, que hay algunas verdades sencillas que
me pueden ayudar a encontrar la voluntad de Dios para mi vida. Y
creo que porque estas verdades son universales, usted también puede
aplicárselas y le ayudaran a encontrarla voluntad de Dios para su
vida de igual manera. Permítame pues compartir lo que El Señor me
ha enseñado. Y al hacerlo, mi esperanza es que su vida como
creyente impacte positivamente la vida de otros. Es mi oración que
Dios me guié en toda buena sabiduría.
Hay quienes me dicen que les parece que mi vida estaba
destinada a ser difícil. Si le preguntan a mis amigos y conocidos,
estoy seguro que estarán de acuerdo con ese comentario. He tenido
mi porción de aventuras y experiencias en esta vida. Cada una de
ellas ha dejado alguna huella imperecedera en mi mente y en mi
corazón. Mas sin lugar a dudas, todavía Dios tiene nuevas
experiencias para mí en el futuro; nuevas y alentadoras, que
opacarán las del ayer.
En realidad digo, que a pesar de todo el dolor, sufrimiento y
sustos que he experimentado en más de cinco décadas de vivir sobre
este planeta Tierra, no cambiaría ni un momento de vida porque fue
a través de esas experiencias que conocí a Jesús y su esperanza. Y
aún cuando con el pasar del tiempo, el ayer se mueve más y más al
lugar donde se ocultan nuestras memorias, me quedan todavía,
recuerdos bastantes claros de lo que fue mi vida sin Cristo.
Recuerdo bien como era mi vida entonces y reconozco lo triste que
podría haber sido mi existencia hoy (sí es que hubiera un hoy
considerando como era yo en aquel entonces). Así pues, mientras
viva, recordare cuán grande fue mi desesperación, mi tristeza, temor
y angustia, la cruel infelicidad que viví y no estaré inclinado a
volver a esa vida jamás. Lágrimas o risa, aburrimiento o éxtasis.
Temor o tranquilidad. Éxito o derrota. No importa cuáles sean mis
recuerdos, los quiero retener y daré gracias a Dios por cada una de
ellos.
A través de los años, me he convencido que Dios nos permite
recordar las experiencias del pasado para que nos ayuden a
sobrellevar el hoy. Y al sobrellevar las circunstancias de hoy, lograr
enriquecer las que vendrán mañana. También he venido a creer que
Dios permite la siembra en nuestras mentes tanto de memorias
buenas como de memorias dolorosas. Y que cada una de estas
memorias, nos sirven para acercarnos más a Él y crear en nosotros
una visión que nos permite entender mejor el diseño y plan de Dios
para nuestras vidas; tanto individuales como colectivamente, como
pueblo cristiano. Y como un artesano, entreteje experiencias
comunes con experiencias extraordinarias, momentos gozosos con
momentos tristes, esperanza y desesperanza… tiempos de ansiedad
con tiempos de paz, con el deseo de hacer posible una vida de
abundancia, felicidad, fe y esperanza. Una vida positiva que traerá
Honor y Gloria a su nombre.
Todo hecho con el propósito de fortalecernos, moldearnos,
purificarnos y completarnos para que podamos vivir la vida
abundante que Él nos ha prometido que habríamos de tener (Juan
10:10). Mi primer libro, “God still Stops the Rain” o sea “Dios
Detiene la Lluvia”—publicado solamente en inglés por Morris
Publishing 1996, da testimonio de lo que El Señor ha hecho en mi y
como aprendí los principios de confiar, amar y obedecer a Dios.
Principios básicos que han transformado esencialmente la manera
que vivo mi vida, y me han dado un más claro entendimiento de
quien es Dios. Desde entonces y con tantas nuevas experiencias en
Dios sigo conociendo la plena voluntad de Dios, y aun cuando a
veces no entiendo, la sigo.
Al comprender mejor a Dios, he venido a confiar en Él más.
Simplemente dicho… conocer a Dios es confiar en Dios.
Al escribir las palabras contenidas en estas páginas, mi deseo
es compartir estos principios con usted, para que usted también
pueda descubrir que cuando confiamos en Dios y le vemos trabajar
en nuestra vida, estamos viendo dos lados de la misma fe. Una fe en
la que se puede depender para vivir la vida más abundante, más
victoriosa. Una vida como la que Jesús prometió sería nuestra si tan
sólo creyéramos en Él.
He clasificado estos principios de fe en tres distintas
categorías:
La primera categoría y tal vez la menos comprendida la he
llamado El Factor Confianza. Él aprender a confiar en Dios es un
proceso que nos lleva a la rotura espiritual; cuando Dios rompe por
completo nuestros preconceptos e ideas sobre Ese Ser maravilloso y
misterioso. Un sitio donde pone en nosotros una confianza
sobrenatural en el Poder extraordinario y completo de Dios.
Aprendemos a dejar en las manos de Dios todo lo que compone
nuestra vida, desde lo más pequeño, sencillo e insignificante hasta lo
más importante (y no nos sentimos culpables por haberlo hecho). El
poder edificante de saber que estamos sometiendo nuestras vidas a
alguien que realmente se interesa por nosotros.
El segundo principio o categoría es a veces hasta más difícil de
llevar a cabo que el primero, ya que no es nuestra naturaleza como
seres humanos el aceptar la autoridad de ‘otro’ por encima de lo que
consideramos “nuestro derecho” de hacer lo que nos plazca con
nuestras vidas. A este principio le he llamado El Factor Obediencia.
Cuando ponemos este concepto en práctica, aprendemos cual es el
resultado de serle fiel a Dios y las consecuencias que sufrimos
cuando no lo somos. Como sucede en muchas áreas de nuestra vida,
es un asunto de ‘decidir’ y esa decisión afecta como hemos de vivir.
Finalmente, llegamos al tercero y más importante de las
categorías, El Factor Amor. Tal vez el más complejo y sin embargo
más gratificante de los principios de fe, ya que depende enteramente
de la Gracia de Dios. Este artículo de nuestra fe cristiana, es la única
vestimenta de fe requerida para poder ver como ve Dios, sentir
como siente Dios, y comprender la altura, profundidad, anchura y
extensión del amor perenne que tiene El Señor para con usted y
conmigo.
Al considerarlo todo, he descubierto que la medida de nuestra
confianza en Dios es un acto de adoración a Él y una señal de
nuestra obediencia. También es proporcionalmente opuesta a la
medida a lo que normalmente nos proponemos a creer de lo que
Dios nos dice. Si hacemos a un lado nuestra pre-concepción sobre
quien es Dios y lo que Dios desea de nosotros, se nos hace más fácil
encontrar su voluntad y obedecerle en ella. Él mismo va a revelarnos
quien es Dios en su persona, cual es el propósito de Dios para con
nosotros y cuán grande es nuestro privilegio. El ser cubiertos con el
Favor de Dios como sus hijos. El libro nuevo-testamentario de
Romanos es una revelación valiosísima de lo que tiene Dios en
mente para los que toman el riesgo de creerle y confiar en Él.
 
Romanos 8:28 dice: Todas las cosas obran para bien, para aquellos
que aman a Dios y son llamados de acuerdo a sus propósitos . . .
 
Esta promesa no es una promesa incondicional. Ni es (como
algunos líderes religiosos quisieran proponer) la libertad de hacer
todo lo que se nos place, ya que Dios lo tornará en bien, sin importar
lo que sea que hayamos hecho. No es una promesa de que nunca nos
pasarán cosas “malas” o “negativas”, ni que jamás seremos
afectados por situaciones difíciles. Por el contrario, Cristo nos ha
garantizado en su palabra, que en este mundo ‘tendremos’
tribulaciones si le seguimos (Juan 16:33). No obstante, junto con
esta promesa de tribulaciones por venir, tenemos la seguridad de que
– Cristo ha vencido al mundo (y sus tribulaciones). Y si ponemos
nuestra confianza en él, también venceremos.
Espero sinceramente poder demostrarle a usted, estimado
amigo, dos verdades evidentes sobre la relación desarrollada como
consecuencia de esa confianza necesaria entre Dios y el Hombre. He
aprendido a reconocer el proceso de crecimiento y acercamiento a
Dios y me ha ayudado a ver mi vida a través de los ojos de Dios.
 
Numero uno es que con Dios, todas las cosas son posibles—no solo
porque Él es Dios, sino que son posibles en su vida porque Dios se
interesa por usted.
 
Y lo segundo es que es solamente a través de la voluntad de Dios
que todas las cosas son posibles para usted y para mí.
 
Es importante reconocer que no son posibles por ser quien es
usted, sino que por Quien es EL. Dios verdaderamente desea que
sean posibles todaslas cosas buenas para usted y para mí, por que
provienen a través de Él.
Cuándo en Marcos 10:26, los discípulos le preguntaron a Jesús
¿quién entonces podrá ser salvo?; estaban expresando la creencia
común de que la salvación del hombre solo podría venir por medio
de las buenas obras y los méritos individuales de cada uno. Y si los
ricos, provistos de tanto que dar, no podían ganar la salvación de
Dios, ¿cómo podrían ellos alcanzar el favor de Dios siendo tan
infortunados? Los discípulos se dieron cuenta de lo improbable que
sería para uno como ellos competir con lo que los ricos podían hacer
para entrar al cielo por medio de obras y posesiones. La pobreza y la
falta de educación eran en el pensamiento de esos hombres, un
impedimento insuperable. Jesús comenta y les dice una verdad que
ejemplariza lo que acabo de decir.
Jesús les dijo; “Para el hombre es imposible, más para Dios,
para Dios todas las cosas son posibles” (Marcos 10:27).
Cuando nos sostenemos en esa verdad inconmovible, todas las
cosas son posibles para usted y para mí. Cuando realizamos que
Dios es el Dios de lo posible y de lo imposible, nuestra duda, temor,
dolor… y confusión, desaparece, así es todo aquello a lo que le
tenemos tanto miedo y duda, desaparece. En ese vació que queda en
nuestro corazón al salir de todos nuestros temores y prejuicios, Dios
pone un nuevo propósito y una nueva visión de Su sabiduría y Su
plan. Dios no solamente es el dador de la vida, sino que El mismo es
la plenitud de la vida. Si todas las cosas son posibles para Dios,
entonces no es tan difícil entender porque la felicidad, la paz, el
amor y la gracia son tan imposibles de lograr, sin Él. Ya que por
definición, se entiende que sin Dios nada es posible, entonces cabe
concluir que; sin Dios tampoco puede haber verdadero amor,
felicidad, esperanza o paz. No puede haber ni siquiera vida.
Hay quienes viven su vida negando a Dios. No obstante, negar
a Dios no es lo mismo que lograr hacer que Dios no sea real. Usted
puede negar a Dios todo lo que desee, pero le aseguro que eso no
hará que Dios desaparezca. Una de las grandes verdades que nuestra
sociedad de hoy se empeña tanto en ignorar es lo que El Señor dijo a
Moisés en el monte Horeb hace ya mucho tiempo y que se encuentra
en el libro de Éxodo 3: 14. Cuando Moisés le pregunto a Dios por
cual nombre le debía llamar, Dios le contestó, “YO SOY”.
 
Ese hecho no ha cambiado, ni aun hoy día…
 
“Dios es”.
 
Sé lo que muchos dirán. Si vamos a presumir que las cosas que
digo sobre Dios son la verdad, entonces cabe razonar que tenemos
que creer en el libro que promulga esa verdad. O sea, primero hay
que creer que la Biblia dice la verdad si vamos a creer en el Dios del
que nos habla la Biblia. Al limitar nuestro pensamiento a una
aseveración como esa, estamos diciendo que solo podemos afirmar a
Dios usando la Palabra. Estaríamos técnicamente correctos, sin
embargo, a la vez que Su palabra es firme y verdadera, también es
cierto que Su poder es visible en toda la creación.
El argumento de uno que duda, seguramente será que no hay
mucha evidencia concreta que convalide lo que la Biblia declara
como hechos históricos. Lo primero que diría a eso es; que esa
declaración de por sí es falsa ya que existen muchos recuentos
históricos aparte de la Biblia sobre la vida y los tiempos de Jesús.
Recuentos, como los del historiador judío Josephus Flavius (1) (AD
37-100). Quien como gobernador de Galilea (cerca 66 AD) tuvo
amplia oportunidad de consultar los relatos en primera persona de
testigos oculares a los eventos de la vida del ‘Hombre llamado
Jesús’. Aún más, hay recuentos históricos concurrentes a los que son
mencionados en la Biblia, en que se refieren a los sucesos ocurridos
en la nación Judía, en prácticamente todos los países del medio
oriente.
Historias que relatan los sucesos de la Inundación Mundial, la
vida de Noé, Abraham (10), Ismael e Isaac están contenidas entre
los datos históricos y religiosos de muchos de los países árabes y no-
árabes de la península de Sinaí y África del Norte. Aun en la misma
religión Musulmana, en El Corán, se le considera al Jesús histórico
como uno de los más prominentes profetas de todos los tiempos.
A pesar de haber un gran número de escritos históricos sobre
la nación de Israel, hay muchos que dudan la veracidad de los
hechos descritos en la Biblia. Dicen algunos de los más incrédulos
que los hechos en realidad han sido seguramente interpretados
incorrectamente o simplemente son falsas. No podrían estar más
equivocados. Si bien es cierto que ha habido ocasiones cuando los
historiadores han modificado su interpretación de los hechos porque
las verdades promulgadas por los hechos no concuerdan con el
evento, ha habido quizás igual cantidad de ocasiones cuando las
verdades son modificadas para concordar con los hechos
disponibles. Pareciera ser que hay una constante revisión de los
hechos históricos, de modo que el punto de vista del intérprete del
momento es el que usualmente prevalece. Y ese último en línea
define ‘el por qué y cómo’ de los eventos en cuestión.
El autor norte americano Gerald Johnson escribió—Nada
cambia más consistentemente que el pasado; Ya que el pasado que
influencia nuestra vida no consiste de lo que realmente sucedió,
sino, de lo que los hombres piensan que sucedió—(2).
Por ejemplo; dependiendo a quien se le pregunta, la Guerra
Civil de Los Estados Unidos de Norte América, fue una guerra para
liberar a los esclavos del Sur o fue una guerra de agresión de parte
de los estados del norte, instigada por el Gobierno Federal, para
quebrantar la habilidad de los estados sureños para hacer sus propias
decisiones económicas. Al fin y al cabo todo depende de creer lo
que queremos creer. Y a veces para creer, algunos se hacen de la
vista larga y no ven el verdadero color o esencia de algún asunto u
otro. Sucesos que no quieren o no pueden entender por causa de la
sorbida oscuridad (mentes entenebrecidas por la duda o el temor o el
orgullo) que ellos mismos crean.
Ya que no ha habido ningún ser humano que haya vivido
desde el principio de la historia que sirva como testigo a favor o en
contra de los hechos que se exponen, entonces no queda más que
concluir que la historia en sí, depende de lo que el individuo decide
creer y no necesariamente de las interpretaciones “oficiales” de lo
que debe ser la verdad. Historiadores ‘Políticamente Correctos’
siempre han existido. La diferencia entre los historiadores del ayer y
los del hoy radica en la forma en que el uno o el otro interpreta él
‘cuándo y dónde’; así como la interpretación vista desde el punto de
ese observador particular, del ‘por qué’ del evento. Hoy día con
tantas redes sociales como Facebook y Twitter, escribir Historia es
cuestión de unos segundos y todo el mundo se puede enterar.
 
¿Qué viene primero, la gallina o el huevo?
 
La pregunta sobre la gallina y el huevo no tiene contestación
que pueda satisfacer al hombre. No así la pregunta sobre la
preexistencia de Dios, la veracidad de la Biblia y realidad de la
creación. La Biblia nos dice en el primer verso del primer libro que
“En el principio Dios creó el cielo y la tierra”.
 
He aquí la verdadera pregunta… Si Dios no creó el cielo y la tierra,
entonces ¿Quién los creó?
 
Los Evolucionistas dirían que fue un suceso que ocurrió al
azar. No obstante un edicto de la misma ciencia dice que “el caos
solo puede engendrar caos”. La evidencia indica que un suceso tan
complejo tuvo que ser el producto de un diseño cuidadoso y cuyo
desarrollo fue el producto de planes específicos, detallados y pre-
determinados. Existen innumerables procesos químicos, eléctricos,
de índole físico cuantitativos y materialistas, en cuya formulación se
requiere que sean parte de series de secuencias necesarias. Algunas
de estas secuencias y procesos son tan complejas que aún los más
entendidos no los pueden comprender completamente. Si miramos la
célula, el organismo vivo más pequeño que existe, nos quedaríamos
asombrado lo complejo que es con sistemas de comunicación,transportación, almacenaje y fabricación de elementos químicos,
todo en el espacio mucho más pequeño (miles de veces) que la
cabeza de un alfiler.
Son tan maravillosos que los más cínicos no los pueden negar
o refutar y son tan múltiples que pocos pueden seguirlos hasta su
desenlace final.
La razón por la cual muchas personas tienen tanta dificultad
creyendo a Dios por quien Él es, es que están poniendo todo sus
esfuerzos en probar o explicar razonamientos que declaren que Dios
no es Dios. Tan intenso es su esfuerzo en desacreditar la existencia
de un ser como Dios, que solo se enfocan en cosas que les sirven
para avanzar sus postulaciones y echan a un lado todas las
evidencias que declaran la existencia de Dios. Evidencias que se
pueden hallar directamente frente a sus mismos ojos.
Estoy constantemente asombrado cuando veo lo fácil que es
para algunas personas creer una mentira, cuando la verdad que se les
ofrece es demasiado sencilla para su gusto personal. Así que algunos
hombres prefieren creer teorías complejas y con-volutas para
explicar lo que no entienden. Diciendo que la vida provino de
coincidencias y probabilidades en vez de aceptar una verdad simple
que nos dice que todo ha sido producto de un ser Poderoso y Eterno.
Un ingeniero Divino que construyó este universo por amor a su
misma creación. Y que desea compañerismo con su creación por
causa de ese amor.
 
¿Siempre me he preguntado por qué es tan fácil descartar el
‘cuándo y dónde’ si no deseamos en realidad, saber el ‘por qué’?
En el primer capítulo de Génesis, Dios mismo nos relata en sus
propias palabras, él ‘cómo y cuándo’ de la creación. ¿Cómo? Dios
los hizo. ¿Cuándo? En el principio. Es decir, que antes de que el
mundo existiera, Dios existía. Antes de que todo lo que nos rodea
viniera a ser, Dios ya era. Dios es eterno, siempre ha sido Dios y
siempre lo será. No sólo eso, sino, que Dios existe fuera de lo que
somos nosotros como seres sujetos al tiempo y al espacio. Para Dios
que no cambia nunca, todo el tiempo es el mismo tiempo. No pasan
las horas, días, ni siglos para Dios, cada momento es el ahora para
Dios. Y fue Dios quien hizo todo lo que habría de ser hecho. En su
tiempo todo fue creado—Dios puso en moción todo lo que fue
necesario para que de su mente, por medio de su Poder y a través de
su Palabra fuera creado todo lo que es, de la nada. Solo resta saber
¿por qué? y también eso es contestado por Dios, en sus propias
palabras en el libro 1 Juan Capitulo 4. Dios lo hizo todo por amor.
La esencia de Dios es Amor… puro amor.
La Palabra de Dios nos muestra cómo vivir nuestras vidas de
una manera poderosa. Mas sin embargo, hay personas que prefieren
vivir sus vidas siguiendo los consejos del horóscopo en el periódico
o la revista comprada en el mercado de la esquina. Prefieren poner
su confianza en una ‘verdad’ escrita por hombres para el beneficio
de unos pocos y no en La Verdad de la Palabra de Dios escrita por
hombres (inspirados por el Espíritu Santo) para el beneficio eterno
de todos los hombres.
Finalmente, cabe decir, que la decisión de creer a Dios y a Su
Palabra o no creerle solo puede hacerlo usted. Es su decisión y de
nadie más.
 
Confío en Dios que hará la decisión correcta.
EL FACTOR CONFIANZA
LIBRO UNO: 
EL FACTOR Confianza
Capítulo UNO
La tormenta que se acerca…
INTIMIDAD
 
De la misma manera en que hoy día, los hombres y mujeres de
estos tiempos responden a Dios de distintas formas; también los
hombres y las mujeres del primer siglo tenían su opinión sobre lo
que representaba Jesús para ellos, tanto en lo individual como para
su pueblo en general. Algunos sabían quién era Jesús desde el
primer momento que le conocieron. Otros experimentarían gran
dolor y desilusión personal antes de creer y confiar en Cristo. No
obstante, el resultado final para todos los que reconocieron a Jesús
como Señor fue, que recibieron la vida, la visión y la plenitud de
Dios.
En toda mi experiencia con Dios no he conocido a dos
personas que hayan tenido un encuentro con el Dios viviente que se
le pueda considerar idéntico. La humanidad es tan diversa en color,
raza, cultura y lenguajes, que sus percepciones y su aceptación de
Dios es de igual manera extraordinariamente diversa.
Aún hoy, a Dios se le mira con diferentes caras, bondadoso,
sabio, celoso, poderoso, misericordioso… feliz, triste, expectativo.
Cualquier emoción que podemos atribuir a un hombre, se la
atribuimos a Dios. El problema primordial de atribuir a Dios
emociones humanas es que Dios no es hombre. Él es espíritu y
porque él es espíritu y nosotros somos de carne y hueso, para nuestra
mente es incomprensible como siente un espíritu. Dios si siente
emociones, pero como las siente es algo tan poderoso e inexplicable
que confunde y asombra a la misma vez. No hay duda de que Dios si
tiene emociones y que puede también sentir, porque la Biblia nos
habla de cómo Él siente. Lo críticamente diferente entre la manera
que Dios siente y la manera en que sentimos los hombres es, que
todo lo que siente Dios está basado en una emoción la cual muchos
de nosotros como humanos tenemos dificultad aceptando. Todos los
sentimientos de Dios tienen como principio y como fin, el alcanzar
la paz y la felicidad en cualquier momento y bajo cualquier
circunstancia. Un sentir rara vez bajo nuestro control. Tan poderoso,
de tan gran impacto y en constante conflicto con nuestra naturaleza
humana por causa de su pureza, sacrificio y abnegación, que nos
puede ahogar emocionalmente si no estamos dispuestos a ser
sumergidos, cubierto y aún hasta anegados por Él. La emoción que
mueve el corazón de Dios no es otro que su amor por usted y por mí.
Toda la gran obra de Dios ha sido motivada bajo la luz de su
gran amor.
 
¿Difícil de entender? ¿Difícil de creer?
Juan 3:16 dice, “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que
entrego a su hijo unigénito para que todo aquel que en ÉL cree no se
pierda, mas tenga vida eterna”. Tan grande amor que ensombrece
aun él más extraordinario amor que hombre alguno pudiera haber
tenido jamás. Tan profundo que no nos es posible comprender su
profundidad y extensión.
 
“Amor inmaduro dice: te amo porque te necesito. Amor maduro dice
te necesito porque te amo.”(3)
 
Si, desde el punto de vista del hombre, Dios tiene muchas
caras; más, todas esas caras aún en sus múltiples y sutiles
diferencias tienen algo en común. Su amor para usted y para mí. Y
ese amor tiene nombre. Y ese nombre es Jesús.
La única forma en que como individuos podemos entender a
Dios es estableciendo una íntima relación con Él. Yo mismo les
podría contar sobre mi relación personal con Dios, pero por más
detalle que pueda incluir en mi narración, siempre sería una
descripción de segunda mano. Si quiere saber lo que Dios desea para
usted, tiene que experimentarlo a Él, usted mismo.
 
En una noche obscura y solitaria se levantaba una tormenta
sobre el Mar de Galilea. (El Evangelio de Juan Capítulo 6) Jesús no
estaba con sus discípulos en el barco. El Maestro (habiéndose
quedado en la orilla para orar) había prometido encontrarse con ellos
en la otra orilla, al otro lado del mar cuando terminase de orar.
Siempre he considerado esa promesa de Jesús como algo
intrigante. En el pasaje bíblico de Juan 6, no se menciona ningún
otro barco. ¿Cómo pues iba Jesús a encontrarse con sus amigos al
otro lado del mar? Hubiera tenido Jesús, un largo trecho que
caminar, si pensaba llegar en menos de un día hasta donde se
dirigían los discípulos, caminando por la orilla del mar. ¿Habrá
sabido Jesús de ante mano la manera en que El vendría al rescate de
los discípulos?
Se nos dice a través de las escrituras, que Jesús ya sabía de
ante mano, que las multitudes estaban planeando proclamarle como
Rey y que El, Jesús, no podía permitirlo. El curso para su vida ya
estaba trazado. El desenlace final del Plan de Dios ya había sido
puesto en acción. Y en ese plan, el destino de Cristo no sería un
trono terrenal en Jerusalén, sino, que Jesús habría de regresar como
Rey al final de los días (Y todo ojole verá). Antes de ese futuro e
increíble suceso, Jesús primero tendría que ser llevado a la solitaria
cima del monte Calvario para ser crucificado allí y morir. No habría
otro final para Jesús. Era la única manera de lograr que se re-
estableciera el balance en la creación y todo lo creado volviera a las
manos de su amado creador. No cambiaría de mente. Lo que iba a
suceder, sucedería. Cualquiera que fuera la decisión de los que
juzgaran a Jesús, él moriría en Jerusalén. Esto sucedería sin duda,
pero, no hoy. Aún no era la hora pre-dispuesta por Dios. ¿Por qué
entonces se fue Jesús a orar solo? ¿Por qué no ir con sus amigos
cuando aún había la oportunidad de escapar de las multitudes? En
lugar de ir con ellos, se quedó; y al quedarse, el Diablo estaría
tentado a descarrilar lo que Dios había planeado. Dios había
establecido el día y la hora de la muerte de Jesús en la cruz del
Calvario y nada ni nadie podrían cambiar la manera en que habrían
de suceder las cosas que sucederían. El Diablo no podría, la gente no
podrían… ni Jesús mismo podría cambiar lo que iba a suceder.
Estoy convencido que Jesús ya había planeado encontrarse con
sus discípulos en el medio de la tormenta para enseñarles una
lección sobre confianza que jamás olvidarían…
El día había sido largo y arduo y Jesús necesitaba hablar con
su Padre. La multitud lo había asechado todo el día; las preguntas de
sus discípulos eran interminables, y habían sido tantos los hombres
y mujeres que buscaban ser sanados y amados por El que lo habían
agotado físicamente. Así es que Jesús se fue solo al monte. Miles le
habían escuchado hablar ese día. Muchos fueron sanados por la
intervención milagrosa de Dios por medio de Jesús. Cinco mil
hombres fueron alimentados con cinco pedazos de pan y dos
pequeños peces que Andrés había tomado de un joven según se nos
dice en Juan 6:8-9. Cabe recordar que ese pasaje que nos cuenta esta
historia de Jesús, solo menciona hombres. Algunos estudiosos de la
Biblia creen que el total de los que fueron alimentados, incluyendo
mujeres y niños en adición a los hombres, pudo haber sido más de
20,000 personas.
En lo que seguramente fue uno de los más significativos
milagros que hizo El Señor de los que están descritos en el Nuevo
Testamento, Jesús multiplicó el pan y los peces hasta que todos
quedaron saciados y aún después que todos comieron lo que
quisieron sobraron doce cestas de comida.
Entonces cuando ya comenzaba a oscurecer, Jesús envió a sus
discípulos al otro lado del mar de Galilea y él se quedó para orar.
Una vez más preguntamos, ¿por qué habrá enviado Jesús a sus
discípulos a cruzar el mar de Galilea solos, mientras él se quedaba
orando en el lugar donde habían pasado el día? Cabría especular que
tal vez Jesús tenía algo que hacer que no había terminado aún y se
quedó solo en la ribera del mar para completar cualquiera que haya
sido esa tarea. Otros estarán inclinados a creer que Jesús
simplemente estaba demasiado cansado después de un día tan
atareado y se quedó para descansar y orar. Quizás solo deseaba estar
solo por un rato para restaurar sus fuerzas. Tal vez Jesús prefería
caminar hasta la otra ribera del mar (Largo camino para andar.).
Hay quien ha dicho a través de los siglos que Jesús se queda
atrás para completar su complot con líderes políticos. Por causa de
la especulación anterior, muchos historiadores han considerado a
Jesús como una figura política ‘radical y extremista’. La verdad es
que Jesús, si fue una figura radical, aunque no políticamente radical.
Fue un extremista. Pero la causa extrema que Jesús toma para sí no
fue la de crear o destruir barreras sociales y nacionales. Jesús amaba
a su creación, su plan no era liberar a Israel de la opresión del
mundo, sino, de la opresión de fuerzas más allá de este mundo. Su
interés no estaba solamente en cambiar las condiciones de su pueblo
en la tierra, sino, en transformar su condición espiritual. Estaba de
guerra con principalidades y potencialidades de los aires y del
mundo espiritual por el derecho de otorgarnos ciudadanía en los
cielos. Nos amó lo suficiente para tomar el curso más radical y
extremista necesario para solucionar el problema de pecado que
agobiaba la humanidad.
 
De tal manera nos amó Jesús, que estuvo dispuesto a morir por
nosotros.
 
Existen tantas posibilidades para explicar la razón por lo cual
eligió quedarse a orar, como habían de gentes en aquel monte ese
día. Sin embargo, yo personalmente estoy inclinado a creer que la
razón más inmediata fue que Jesús no tenía otra alternativa. Tenía
que quedarse. El Maestro entendía dos principios básicos necesarios
para que el hombre pudiera poner en práctica la fe. Y cuando hay
que poner a trabajar la fe, no hay mejor momento que el momento
presente para probar su fuerza en nosotros y a través de nosotros.
 
Los dos valiosos principios de fe que Jesús puso en operación ese
día fueron:
 
Primero:
Si vamos a aprender a confiar en Dios, tenemos que estar
dispuestos a tener una relación íntima con Él.
 
Por eso era necesario que se apartara solo y hablara con su
Padre. Necesitaba tener esa comunión perfecta e íntima con SU
Padre para comprender y asentar con firmeza de corazón el plan que
estaba por completarse en el.
 
Y Segundo:
Cuando le conocemos mejor, podemos confiadamente poner en
sus manos las personas y las cosas que son importantes para
nosotros.
 
Jesús no tuvo temor de dejarles a sus amigos en las manos de
su padre. El sabia que estaban siendo bien cuidados y que Dios se
encargaría de protegerlos sin importar las circunstancias. Confiar en
su padre era natural para Jesús. Lo mismo es posible para nosotros
pues por ser hijos del todo poderoso, nosotros también podemos
confiar en El Padre.
Reconocer la importancia de una comunicación íntima con
Dios es una de las verdades más valiosas que necesitamos conocer si
es que vamos a aprender a confiar en Dios. Muchos cristianos se
conforman con desarrollar su fe por medio de las experiencias de
otros. Tomando ventaja de la dedicación y el compromiso cristiano
de otros, se acercan a los que son más ‘santos’ de los que consideran
ser parte de su comunidad de creyentes y les piden que intercedan en
oración por ellos. Llaman al diacono, al pastor o la pastora, a alguno
de un ministerio de oración. Es bueno que pidan oración a otros en
la congregación, sin embargo, el orar es algo más que solo decir
cosas bonitas e importantes. Es un ejercicio de fe que requiere creer
que lo que ora, vendrá a su vida porque Dios contesta la oración de
los justos y el creyente es justificado por la sangre de Jesús.
Justificado por la fe en SU sangre.
La oración más efectiva viene de usted, de su convicción y por
medio de la fe que Dios puso en usted. A cada uno se nos ha sido
dada una medida de fe. Y esa medida de fe es más que suficiente.
Lamentablemente, muchos no saben o no quieren poner su fe a
funcionar y rara vez se les ve esforzándose en contribuir de su
propia fe, rehusando establecer una continua y creciente relación
íntima con Dios a través de sus oraciones personales. Muchos de
estos creyentes ven en la oración una carga y no un privilegio. Viven
sus vidas convencidos que Dios debiera poder llenar todas sus
necesidades y deseos sin que ellos se lo pidan.
No podrá nunca aprender a confiar en Dios hasta que esté
dispuesto a tomar el riesgo de creerle . . .
 
Un momento. Detengámonos aquí…
 
Tómese un instante para dejar de leer e ir al Señor en oración.
Ahora mismo es el mejor momento para hablarle a Dios y decirle lo
que siente. Jeremías 33:3 nos recuerda… ‘Clama a mí y yo te
responderé y te ensenare cosas grandes y ocultas como las que
nunca has imaginado’ . . . dice el Señor. Quizás está cansado y
desairado. Ya no sabe que hacer. Su matrimonio no funciona bien,
su trabajo está estancado y no prospera, su vida espiritual está
secándose y no sabe cómo avivarla otra vez. Solo hay un camino
para encontrar a Dios y ese camino comienza con una oración. No
tiene que ser llena de palabras bonitas, solo tiene que venir de sucorazón.
No queda duda en mi mente, que Dios puede y quiere cuidar
de nosotros aun cuando nosotros no se lo pedimos. Y cuando
estamos en una situación tan difícil que no podemos ni siquiera
pensar bien o cuando no nos damos cuenta de la seriedad de nuestro
predicamento, de lo que sucede a nuestro alrededor, eso
precisamente es lo que Dios hace. Nos cuida a pesar de nosotros
mismos. Pero cabe decir que Dios no es un ‘genio en botella’ o en
este caso el ‘genio en la Biblia’. Él no es un sirviente personal o
esclavo al que se le puede ordenar a nuestro placer.
A Dios no se le puede obligar a hacer lo que queremos que
haga. No se le puede dar órdenes como alguien que nos teme o que
debiera hacer lo que se le dice porque, o si no, le haremos sentir
culpable o porque este en nuestra deuda por esto o por aquello. Y
contrario a lo que algunas religiones enseñan, el favor de Dios no se
puede comprar. Así es que, si no se lo pide, es posible que a veces,
no lo reciba.
Generalmente, ha sido mi experiencia, que en la iglesia de hoy,
tendemos a inclinarnos demasiado a toda oración y nada de acción,
o por el contrario va al lado opuesto de la fórmula de fe; actuamos y
no oramos. Tiene que haber un balance entre los dos. Santiago nos
dice en el capítulo 2 verso 18: Muéstrame tu fe sin tus obras y yo te
mostrare mi fe por mis obras. Para demostrar fe verdadera, debe
actuar y no solo hablar. Oración sin creer (la acción) es una oración
sin poder, pues cualquiera puede hablar sin creer. Ese creer tiene
estar acompañado de paz, gozo y esperanza, sabiendo que nuestra
oración siempre será contestada para nuestro bien.
Nuevos creyentes necesitan aprender a tener balance en el
ejercicio diario de sus artículos de fe. La iglesia que ora sin cesar,
pidiendo a Dios que sea de ayuda presente en sus vidas, también
será la iglesia que muestra a través de obras los resultados vivientes
de sus oraciones contestadas por Dios. Como consecuencia directa
de creer en Dios a través de la oración, la iglesia será un participante
activo en la manera en que Dios habrá de contestar esas oraciones.
¿Sabía usted que Dios nunca le hace esperar antes de
responder a su llamada? Él responde inmediatamente a cada petición
que se acerca a su corazón. Tal vez suceda que usted no podrá
reconocer la respuesta de Dios hasta que haya sido resuelta la
necesidad, pero le aseguro Dios ya había respondido antes de eso.
 
. . . Su llamada será contestada en el orden en que fue recibido.
 
UN EJERCICIO DE FE
 
Detengase una vez mas aqui, para considerar algunas cosas
sobre la manera en que usted cree. ¿Qué clase de creyente es usted?
¿Firme, complaciente, indiferente tal vez? ¿Qué cosas son
importantes para usted y porque? Cuando miramos detenidamente,
la manera en que creemos, podemos entender el ‘porque’ de la
forma en la cual reaccionamos a las distintas circunstancias de
nuestra vida. ¿Hay algo dentro de usted que no le permite creer
libremente? Muchas veces ni nos damos cuenta que nuestra fe no
está funcionando bien. Actuamos como si estuviéramos en
“automático”, sin pensar, sin considerar y cuando no llega la
contestación que deseábamos, ni nos preguntamos por qué.
Aceptamos igual de fácilmente una derrota como una victoria.
Veamos cómo está su relación de fe con Dios: conteste las
siguientes preguntas con la mayor honestidad posible:
¿Cree usted que Jesús quiere estar envuelto en los asuntos diarios de
su vida?
 
¿Cree usted que Jesús puede hacer lo que ha prometido hacer en su
vida, aun en el día de hoy?
 
¿Tiene usted una relación ‘viviente’ con el Señor?
 
¿Cómo ejercita usted su fe? (¿Que es necesario que suceda para que
usted pueda creerle a Dios?)
 
¿Actúa usted primero, luego pidiendo a Dios que complete la
obra que usted comenzó y no pudo terminar; llegando hasta el límite
de su habilidad, dejándole a Dios lo que sobra por hacer? ¿O
simplemente hace… esperando que Dios arregle las cosas cuando
salgan mal?
Confiar requiere que primero compartamos nuestra necesidad,
entonces pidamos ayuda y luego mano en mano con Dios (no
delante ni detrás de Dios) hagamos lo que sea requerido de nosotros.
Los resultados de seguir el orden divino de las cosas siempre serán
de beneficio para nosotros. Tiene que creer que Dios se interesa en
usted. Él lo ha demostrado incontables veces, pero su mayor
demostración fue en el Calvario. Dios quiere que confíe en ÉL
porqué le ama y nada hay más importante que su felicidad y su
bienestar. Lo quiere ver prospero en lo material y en lo físico, pero
más aún quiere ver su alma prosperar.
LIBRO I
Capítulo DOS
¿Entiende lo que estoy DICIENDO?
Aunque Jesús ya sabía la mente de su padre, estaba consciente
de su necesidad de mantener una conversación íntima con ese
mismo padre. Entendía, como es que nosotros los seres humanos,
podemos y muchas veces somos, distraídos por las circunstancias
que nos rodean. Y por ende, nos es casi imposible poner nuestros
pensamientos en Dios cuando estamos preocupados, cansados,
temerosos, tristes, airosos o hambrientos.
En luz de lo dicho anteriormente, he llegado a la conclusión
que Dios ‘quiere’ que seamos participes en su bendición. No creo
que ÉL desee sólo bendecidnos y que no sepamos nunca quien nos
dió la bendición.
Dios está verdaderamente interesado en que sepamos de donde
provienen las bendiciones, para que vengamos a esperar la llegada a
nuestra vida de estas mismas bendiciones, por medio de su Gracia.
Esto no significa como proponen algunos, que tenemos que trabajar
para poder recibir las bendiciones de Dios, sino, que por haber
sabido y esperado que Dios nos vaya a bendecir; cuando las
hayamos recibido, el gozo será mayor. Y como resultado habrá en
nosotros una reafirmación de nuestra fe y una confianza creciente.
Cuando estamos bajo la expectativa de que Dios va a obrar en
nuestra vida, se nos hace más fácil confiar en Él para más. Dios
siempre guarda su palabra. Y si confía en la ‘Palabra’ de Dios, Jesús
(Juan 1:14), jamás le va a defraudar.
Dios conoce todas nuestras necesidades y está constantemente
trabajando para llenarlas. Si decidimos creerle hará que la espera sea
más fácil de soportar, y si no, hará poca diferencia. Dios todavía
estará trabajando en nuestro favor. La verdad seguirá siendo siempre
verdad.
 
¿Sabe usted lo que espera de parte de Dios?
 
¿Confía usted en Dios por lo que espera de parte de ÉL?
Creo sin lugar a dudas, que lo que Dios desea es que
participemos con Él en el desarrollo de una línea de comunicación
honesta a través de la oración. Me parece que muchas veces, aunque
nos llamamos gente temerosa de Dios, en realidad tenemos poco
temor a Dios y confiamos en ÉL aun menos—pues le damos control
a tan solo una pequeña porción de nuestras vidas. Y aun cuando
Dios jamás nos ha fallado, no es fácil para nosotros confiar en Él.
Por lo general, sentimos necesario retener en lo que sea posible, bajo
nuestro control, el manejo de nuestros problemas. Eventualmente,
cuando nos damos cuenta de lo poco que podemos controlar de las
circunstancias de la vida y parece que las situaciones se degeneran
hasta llegar al borde del desastre, entonces, clamamos a Él para que
tome de nuestras manos el problema y nos rescate de sus trágicos
resultados.
El confiar en Dios no es algo fundamentalmente fácil para el
hombre o la mujer común. Requiere que hagamos un esfuerzo
consciente de negarnos a nosotros mismos el control de la situación
y lo sometamos en las manos de uno a quien no podemos ver, oír, ni
sentir con los cinco sentidos físicos del hombre. Esto es así aun
cuando hay las evidencias de que Dios existe donde quiera que
miráramos. Desde las maravillas microscópicas del mundo sub.-
atómico hasta la majestuosidad y grandeza de las estrellas en el
firmamento. Sus palabras se pueden escuchar a través de la voz de
toda su creación; en el silbido melodioso de los grillos volcánicos
del Hawái, hasta en el rugir de los tigres al borde de la extinción en
las selvas de Vietnam. Son las múltiples voces de Dios que a una le
dicen ‘te amo’.
No obstante,aun pudiendo sentir su toque sutil en la fresca
brisa de otoño o en la lluvia refrescante de la primavera, sigue
siendo para el hombre una tarea dificultosa entregarle todo a uno
que no siempre llena nuestra definición de presente y a la orden.
¿Será porque desconfiamos de todo lo que está fuera de
nuestro control manipulativo directo? Tal vez sea porque pensamos
que mientras aún sintamos que podemos hacer algo por nuestra
propia cuenta para que la situación se desenvuelva como deseamos
que se desenvuelva, es más fácil negarle a Dios autoridad en la
circunstancia, mas fácil pedirle que intervenga por nosotros si no
logramos nuestra meta, así como en el juego de beisbol americano,
siempre está presente el bateador emergente, pero, no siempre
juega…
Como seres del mundo físico, tenemos la tendencia de percibir
las cosas solamente a través de nuestros sentidos físicos. Vivimos en
la expectativa de que cuando ponemos nuestra fe inequívoca en
Dios; solo podemos sentirnos confiados que Dios está obrando
cuando vemos una manifestación física de lo que está haciendo.
Visto de esta manera, es claro que para algunos creyentes, creer si es
equivalente a… ver, sentir y oír. Y porque han establecido que la
medida de su fe va estar sujeta a los límites que lo físico impone,
muchos cristianos jamás alcanzan ese estado de verdadera paz y
entrega total que proviene de creer en el Dios espiritual y no en lo
físico. Dando como resultado, una lamentable inhabilidad de creer
que Dios va a cumplir sus promesas.
Encuentro que esto sucede con frecuencia alarmante cuando
los cristianos jóvenes (y muchos no tan jóvenes) salen a misiones al
extranjero. Mientras se encuentran ‘por allá’, se sienten valerosos,
fuertes, entusiasmados y llenos de la autoridad de Dios. Se les
escucha hablar sobre los eventos ocurridos en su viaje misionero y
nos maravillamos de lo sumisos que fueron a Dios y de cómo han
sido bendecidos por ÉL. No hay duda que Dios honró sus esfuerzos;
su propósito, el de hallar y rescatar a los perdidos. A la vez, re-
esforzando la fe de los creyentes en prueba que están ‘por allá’.
Cuando están de ‘misión’ para Dios, cada pensamiento en su diario
andar está sometido a la voluntad del Señor. Nada los distrae, desvía
o detiene de hacer lo que Dios les ha encomendado.
Se sienten apoderados. Sacrifican casa y confort por la causa
mayor de Cristo. Creo, además, que no solamente están convencidos
que la obra emprendida es la voluntad soberana de Dios para ellos,
sino, que por medio del Espíritu Santo, su convicción les lleva a
obedecer a Dios por que verdaderamente es la voluntad de Dios.
Sienten que es de Dios porque realmente es Dios quien los está
moviendo a hacer lo que hacen. Lamentablemente, el hecho de Dios
está envuelto en lo que hacen no siempre es su única motivación.
Hay veces cuando aparentemente actúan con gran energía y valor,
pero otras veces lo que están haciendo lo hacen basado más en sus
sentimientos que en su convicción. Si la base fundamental de lo que
uno cree, no está basado en algo más firme que en la manera en que
uno se siente, entonces, podemos asumir que cuando uno no se
siente muy bien, no será muy fuerte su convicción del todo. Es por
esta razón que desdichadamente; muchos creyentes tomaran
caminos equivocados por haber confiado mayormente en lo que
‘sienten’. Sentimientos y expresiones físicas solamente no ayudaran
al creyente a seguir la voluntad de Dios. Hay que ir más allá de lo
que sentimos y permitir que nuestras convicciones nos dirijan.
Tristemente, por esta causa cuando muchos de estos
‘misioneros’ regresan a sus hogares e iglesias locales padecen de lo
que he venido a llamar SDDM (síndrome de desilusión misionero).
Vuelven a su ‘mundo’ sintiéndose defraudados por que al regresar
de ‘por allá’, no hay el mismo entusiasmo y movimiento de Dios en
medio de los que está en ‘por acá’. Las personas en el trabajo, En el
hogar y aun mas descorazonante, en sus iglesias, no muestran el
mismo interés, ni la misma hambre de Dios. Experimentan, por lo
menos en sus propias mentes y corazón, la aparente falta de una
verdadera manifestación de la presencia y el poder de Dios al
regresar a su ‘acá’. Esto, en conjunto con un nuevo sentimiento de
vació que llena sus corazones. Dios no los ha abandonado. No están
solos. No están ‘vacíos’, sino, en sus propias imaginaciones y
expectativas.
El Señor no es un Dios ‘acá’ y otro ‘allá’. Lo que realmente a
sucedido, es que han ido de ser solícitos del poder Dios y depender
totalmente de lo que Dios quiera hacer, a depender de ellos mismos
otra vez. A regir sus pasos por el sentir y la emoción.
Jesús, enseño que es más importante para el hombre buscar a
Dios y su justicia primeramente (Mateo 6:33) y todas las otras cosas
serán añadidas, cayendo todos los asuntos del hombre en su lugar
propicio. Jesús sabía que su intimidad con Dios, garantizaría que El
siempre estaría en la voluntad de su Padre. Y aun sabiendo que se
acercaba una terrible tormenta y que sus discípulos peligrarían solos
en el mar turbulento, escogió ir a su padre en oración antes de
retornar al lado de sus seguidores.
No es una mala idea el siempre ir primero al padre antes de
que nos alcance la tormenta. Él nos hará ayudara a sobrellevar
cualquier tormenta.
He descubierto, que si desarrollo una rutina en la que clamo a
Dios al comienzo de mi día, cuando apenas despierto, entonces no
importa las innumerables encrucijadas que me presenten
diariamente, estoy fortalecido por Dios. No siempre significa que
todo me irá bien y que no tendré algún momento de prueba, pero,
seré más confiado y atento a lo que Dios hace. Él me da una
maravillosa paz. Tan solo saber que puedo contar con que el Señor
me oye y estará a mi lado; mis temores son aplacados y Él me da
confort. Si conocemos a Dios en una manera personal, somos
llenados de su seguridad, no importa cuán grave sea la circunstancia.
Sin embargo, tengo que admitir que como muchos otros seres
humanos, yo también siento la constante necesidad de estar en
control de todo lo que sucede en mi vida. Yo también encuentro
difícil muchas veces dejar que Dios cuide de mí. Hay una constante
lucha dentro de mí, en busca de un balance que me pueda ayudar a
decidir entre tomar los asuntos de mi vida en mis propias manos o
dejar que Dios me cuide completamente. Y esto, aun cuando su
manera de hacerlo es incomprensible para mí. Tal vez sea por causa
de mi orgullo como hombre… Estoy, no obstante, más inclinado a
creer que cuando esto sucede, mi falta de confianza en someterme al
cuidado de Dios es probablemente por un sentir de inseguridad
personal sobre el mundo del cual soy parte, que me mueve a creer
que debo de hacer ‘todo lo que “humanamente’ puedo solo, aun
cuando en mi mente y en mi corazón ya sé que no puedo hacer nada
en realidad. La necesidad de sobrevivir y por extensión; cómo y
cuándo sobrevivir es la raíz de lo que nos hace hombres. La
necesidad de ser feliz, de hallar seguridad y la búsqueda de amor y
paz es lo que nos distingue de los animales y las plantas. Somos
alguien… y sabemos que somos aún cuando no nos guste el alguien
que somos. Es por esa misma razón; porque sabemos que somos
alguien especial, por lo que nos debemos esforzar en ser participes
activos de nuestro destino, en determinar quienes seremos y lo que
seremos en esta vida. No solo existimos, sino que, estamos
consientes de nuestra existencia. No somos autómatas programados
para hacer ciertas cosas, lograr ciertas metas, crecer hasta
predeterminado límite y allí detenernos.
Dios seguramente rige la creación de sus manos, no obstante
Dios mismo hace claro su voluntad; el de no querer imponer su
control sobre los hombres. Si no, que Él nos permite que nosotros
mismos midamos los beneficios que surgen al dejarle a Dios el
control de nuestra existencia por voluntad propia, en contraste a la
incertidumbre de depender tan solo de nuestros limitados recursos
humanos, para cuidar de nosotros mismos.
También, hay otro detalle que debemos decidir hacer si es que
vamosa creer a Dios para todo y es que es necesario dejar que Dios
cuide de los que amamos. Proclamar el cuidado y favor de Dios
sobre esposa, hijos, amigos y hermanos en Cristo. Entender que su
cuidado es mejor que el nuestro. Que Dios hará mejor trabajo en
nuestro lugar si tan solo le permitimos hacerlo
LIBRO I
Capítulo TRES
Rendición
Jesús pudo quedarse a orar tranquilamente porque tenía
absoluta confianza en que su Padre habría de cuidar a sus discípulos.
No encontró necesario tener que atender a todos los detalles de cada
asunto que se le presentaba. Puso su confianza plena en Dios.
Confiaba que las decisiones de su Padre serian suficientes para
asegurar el bienestar de sus amigos, mientras que Él, Jesús, atendía
sus prioridades; hablar con su padre… y hacer la voluntad del que le
envió.
Hay sin embargo, algunas personas que simplemente tienen
que estar en control. El secreto para encontrar la verdadera paz en
toda situación en la vida, es en dejar que Dios haga lo que sólo Dios
puede hacer mejor; dirigir y cuidar nuestros pasos. Dejar que Dios
sea el que este en control de nuestra vida.
Salmo 27:1 dice; El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién
temeré?
En mi desempeño como pastor, he tenido personas que han
venido a mí y me han dicho que están cansados de tanto luchar o
que ya no pueden resistir más la situación. Se sienten como si ya
llegaron al límite de su paciencia y han perdido su esperanza. Usan
frases como; Ya no aguanto más dolor . . . más rechazo . . . más
presión. A veces las palabras que usan son como estas; ya he dado
todo lo que puedo dar . . . no me queda nada más que dar. Me siento
‘vació’ y abandonado.
Aunque no dudo de la sinceridad de sus palabras, algunas
veces pienso que, si fuéramos a decir la verdad, muchas de las
personas que hablan de esta forma, en realidad no confían a Dios sus
problemas. No quieren dejar a Dios ser Dios. Todavía están tratando
de controlar su situación con sus propias fuerzas e ideas. Haciendo
alarde de haber puesto las circunstancias en manos de Dios por
apariencia, supuestamente por el bien de ‘los demás’ y no suyo
propio. Que “nobles” y que triste. Es posible que piensen que
cuando las cosas no vayan bien (y seguramente así será, pues
siempre sucede eso cuando hacemos las cosas fuera de la dirección
de Dios), pueden echar mano de culpar a Dios por qué no intervino
o no se preocupó. ¿Suena un tanto juicioso? Es posible que sí, pero
es también la verdad.
Un conocido pastor, Ricardo Fatchisthers (4), misionero y
pastor de una iglesia latina en Atlanta, Ga, una vez me hizo un
cuento sobre un monito, una banana y una botella.
Había una vez, un hombre que tenía un mono. A la gente le
gustaba ver al mono hacer sus trucos y siempre se divertían mucho
con el. Los niños venían desde muy lejos para verlo. El hombre
amaba a su monito y le consideraba un amigo. Siempre le
comentaba lo contento que estaba porque el monito hacía reír a los
niños y les traía felicidad, aun en medio de sus vidas tan tristes y
dificultosas. Solía decirle a su amigo cuan orgulloso estaba de ser su
dueño. Todos los días él premiaba a su monito, al final del día con
una buena comida y con una banana por haberse portado tan bien y
trabajar tan fuertemente. El monito saltaba y gritaba con alegría por
el regalo recibido.
Un día, el monito despertó con un humor terrible y decidió que
desde ese día en adelante, no iba a hacer ningunos trucos. Así que
cuando llegaron los niños para verle actuar, no se movió para nada.
Por más que su dueño le rogó que hiciera sus trucos, trucos que
traían tanta felicidad a tantos niños, el animal rehusó moverse. Al
pasar las horas se dio cuenta el monito que si no hacía trucos tal vez
no comiese, así que comenzó a hacer algunas de sus rutinas, pero no
gozosamente. Empezó a escupir y a hacer ruidos agresivos que
asustaban a los niños y también a los adultos. No le importo asustar
a su público y aun cuando vio que las gentes empezaron a irse de su
pequeño teatro, su actitud no cambio.
 
Continuo haciendo sus trucos, pero no gozosamente.
 
Al final del día, cuando los niños ya se habían ido y estaban
solos el monito y su dueño, el pequeño artista estira su mano para
recibir su banana y en vez de una banana recibió una botella. El
mono gruñó y miro enojosamente a su dueño. El hombre sonrió y
dijo suavemente al monito, “¿No confías en mi? ¿No he provisto yo
siempre para ti como acordamos, para lo que haces y aun más,
cuando no haces también? ¿No he provisto yo para cada una de tus
necesidades sin importar si es que tú te has ganado mi provisión o
no? Mira dentro de la botella y ve por ti mismo. Veras que hasta el
premio que no te mereces está ya en tus manos, dentro de la botella.
El mono vira la botella para mirar adentro para ver si era verdad que
estaba su banana en el interior como dijo su dueño.
El monito si confiaba en su amo, pero solamente mientras
estuviera seguro que su dueño le daría lo que él quería, cuando él
quería y como él lo quería. Pero cuando ese mismo amo le dio su
premio de una manera inesperada, lentamente comenzó a perder la
confianza en las intenciones de su dueño. Mirando al señor de re-
ojo, el monito puso su garra-mano dentro de la botella. Agarrando la
banana firmemente, halo la fruta hacia la entrada de la botella, sin
soltar su premio. Mientras más fuertemente halaba, mas se apretaba
la garra con la fruta asida en ella contra la boca de la botella, hasta
que ya no podía ni sacar ni la fruta, ni su mano.
Mientras mantenía en su garra la banana no podía sacar la fruta
de la botella. Si soltaba la banana podía sacar su mano, pero
entonces caía su premio en el fondo de la botella otra vez.
Enfurecido al no poder sacar su premio saltaba y gritaba de coraje,
pero no soltaba la fruta por desconfiar de su amo. Y aunque no
merecía la fruta que se le estaba dando, aunque estaba al alcance de
sus dedos, no lo podía hacer suyo por causa de su desconfianza.
¿Cuántas veces esta la bendición al alcance de nuestras manos,
aún cuando no la merecemos y no la recibimos porque desconfiamos
de la manera en que se nos ofrece? La triste realidad es que
desconfiamos del que nos lo está dando.
 
 
 
 
 
Ya sé lo que me dirán algunos,
yo no soy ningún mono.
LIBRO I
Capítulo CUATRO
Así será…
Demasiadas veces, un creyente retendrá en su corazón, su
desconfianza en las intenciones, habilidad o deseo de Dios para
llenar sus necesidades. Y será así simplemente porque Dios no les
ha provisto para sus necesidades en la forma que ellos esperaban les
fuera provisto. Pedirán que Dios le supla dinero para salir de líos
económicos en los cuales ellos mismos se han metido y cuando no
sucede se quejan que han tenido que mendigar para pagar sus
deudas. Su manera de responder a Dios y también muchas veces la
explicación de nuestra conducta, es que si Dios no provee para
nuestra situación en la forma en que nosotros esperamos que lo
haga, seguramente es porque Dios ha fallado en sus obligaciones
con nosotros.
No aceptamos que somos nosotros mismos con nuestro
comportamiento y decisiones los que le fallamos a Dios y no Él a
nosotros. Pareciera ser, que no nos importa saber o reconocer el
hecho de que probablemente Dios todavia esta en el proceso de
completar en nosotros lo que ha comenzado. Nosotros hemos hecho
más dificultoso su obra en nuestra vida por habernos puesto en
medio de la situación con nuestra voluntad por delante, haciendo y
deshaciendo ‘a nuestra manera”. Ni siquiera consideramos la
voluntad de Dios. Y al no aceptar que nosotros mismos hemos
interferido y causado con nuestra interferencia que la solución llegue
más tarde que temprano, nos es más fácil no aceptar la
responsabilidad por lo que hemos hecho o no-hecho y echarle la
culpa a Dios.
Puedo casi imaginar al Señor observándonos desde su trono,
moviendo su cabeza de lado a lado con una expresión muy cercano a
una de sorpresa, preguntándose (y a la vez ya conociendo él ‘¿por
qué?’) ¿Por qué es tan difícil para sus hijos confiar en Él?
 
Sin duda es difícil para nosotros porquepor lo general, nos
enfocamos primeramente en la necesidad y no en la solución y
consecuentemente no vemos el árbol por estar oculto debajo de las
hojas. Cuando no miramos más allá de nosotros mismos, nuestra
visión es limitada a lo que está cerca de nosotros. No hayamos las
posibilidades dentro de las circunstancias en la que estamos
envueltos, precisamente porque estamos en medio de esas
circunstancias o problema. Por otra parte, Dios está enfocado en el
proceso por el cual vendrá nuestro rescate.
Volvamos un momento al mono. No les estoy diciendo que
nosotros los seres humanos hecho a imagen y semejanza a Dios
somos monos, pero, cuando somos obstinados, orgullosos, iracundos
y sin consideración alguna… ni que fuéramos monos salvajes.
Una vez un amigo y yo teníamos, vamos a decir… unas
cuantas diferencias de opinión. Yo le decía esto y el aquello. Al
pasar los minutos empezamos a airarnos los dos. Yo le dije que sus
palabras eran necias y que su comportamiento era el de una persona
irracional. Allí vino la explosión al final de un largo fusible y
BOOM, me empezó a gritar. ¿Me llamas necio y me llamas
irracional y te llamas cristiano? Serás pastor pero no eres perfecto.
Cálmate mi amigo, alejémonos de esa vertiente peligrosa y
hablemos como dos amigos, le dije. Sin darle paso a un solo
momento más, salió corriendo de ese lugar y se fue por como
unos… 10 años. Todo ese tiempo y no me quiso hablar. Nos
saludábamos a la distancia y aunque llamara su nombre, hacia gesto
de apuro con sus manos y seguía su camino.
A los tiempos nos volvimos a ver. Fuimos a una reunión juntos
y nos toco sentarnos en la misma mesa a los dos. Ya no había el
mismo sentir. Las palabras habían causado una raíz de resentimiento
que floreció en indiferencia y un amor opacado tanto en él cómo, en
mí. A mi parecer, nunca le dije que era necio, sino me referí a su uso
de palabras que al no ser relevante a lo que se decía, fueron dichas
en necedad. Tampoco sentí que le llame irracional, sino, que al no
querer calmarse y entrar en cuenta que era una conversación…
debate entre amigos (dos personas que se quieren y se respetan
sabiendo las faltas de cada uno y aceptándose tal como son).
Ninguno de los dos cedió. No me dio nunca la oportunidad de hablar
sobre ese momento duro entre los dos, ni para clarificar, ni para
pedir perdón si de alguna manera sin querer le había ofendido. La
verdad es que nadie está en la razón si ninguno de los dos está
equivocado. Una amistad vale más que el ganar un argumento.
En eso somos como aquel mono. No quiso soltar el premio (su
ira) ni para sacar su mano de la botella. Gritó y pataleó porque las
cosas no le salieron como él quería, no le gustó lo que le dijo su
dueño y no tuvo la “victoria” de recibir su premio como siempre, lo
cual podía suceder a pesar de haberse comportado mal.
Resintiéndose por lo que ocurrió y culpándole a su señor, se las pasó
sintiendo que por su culpa se vio en la necesidad de hacer cosas
necias contra su amigo, sin querer reconocer su responsabilidad y
sin dar lugar al perdón y la restauración. Lo malo de esta
comparación es que aunque las actitudes son las mismas, mi amigo
y yo hemos sido creados a la imagen el parecer de Dios y el mono,
bueno… es un mono.
LIBRO I
Capítulo CINCO
Confía en mí…
Jesús sabia que para confiar en Dios primero hay que saber
quien Dios es, no solo saber de Dios, sino, conocer ‘A’ Dios. Y para
conocerlo verdaderamente, hay que establecer una relación intima
donde se comparte con Él, los pensamientos, los temores y las
esperanzas y un amor real. Y a la vez que vamos compartiendo con
Dios la persona que es en nuestro ‘yo’ interior, Dios también
comparte la persona divina que es Él.
Jesús había puesto a sus amigos al cuidado de Dios. La
confianza que tenía en las consideraciones y el amor del Padre no
vacilaban. No me cabe duda que Jesús estaba consciente que la
tormenta estaba por venir. Lo importante es que Jesús también
conocía al que hizo la tormenta. He oído decir de labios de muchos
cristianos, que su problema principal cuando se refiere a confiar en
Dios es, que no entienden como Dios hace lo que hace. Me parece
un tanto jocoso cuando alguien me habla y usa ese argumento.
Consideremos lo fácilmente que ponemos nuestra confianza en
tantas otras cosas; las cuales no entendemos del todo. Cosas de las
cuales apenas entendemos la función o el uso, mucho menos su
composición y construcción.
Cuando nos montamos en el auto para ir al trabajo o a la
iglesia o tal vez a jugar algún juego de futbol los sábados en la tarde,
lo hacemos confiando intrínsecamente en la seguridad y
confiabilidad mecánica del auto, así como en nuestra habilidad para
manejar el mismo o la del chofer si no manejamos nosotros mismos.
Y aunque la mayoría de los que conducen automóviles tienen una
idea en general como funciona el motor y las partes mecánicas y
eléctricas, en realidad, pocos de estos mismos conductores son
mecánicos y menos científicos que pueden decir qué función ejerce
la ley de la gravedad, los principios de la moción de un objeto, la
reactividad o la relatividad; elementos esenciales que afectan la
forma en que ese auto que conducen se comporta sobre la superficie
en el que corre y que a su vez permiten que el vehículo permanezca
sobre el pavimento o la tierra, los mismos elementos de la ley física
que causan que no sea lanzado al espacio sideral cuando viaja a altas
velocidades.
Cuándo nos montamos en nuestro auto no nos preguntamos,
¿porque es que aparenta pesar menos el mismo, cuando la velocidad
es mayor? Ni preguntamos, ¿cuál es la relación entre su masa y el
volumen de aire que es desplazado cuando corre en contra de esa
cortina invisible que es la atmósfera? No preguntamos, ¿qué es
fricción? Ni queremos saber en ese momento ¿qué efecto tienen las
fuerzas aerodinámicas de resistencia en relación con la velocidad del
auto? La mayoría de nosotros no pensamos en esas cosas y a la
verdad, ni nos interesa saber el porqué de todas esas preguntas.
Simplemente confiamos sin cuestionar, nos subimos al auto,
arrancamos el motor y a la calle… casi sin pensarlo, confiando
plenamente en un objeto que no piensa, ni sabe pensar.
Habiendo dicho eso, cabe notar que muchos ingenieros y
diseñadores han puesto incontables y agobiantes horas dibujando,
calculando, probando y creando cada componente de cada automóvil
de cada marca y modelo jamás hecho por el hombre. No pensamos
dos veces en la cantidad de tiempo, horas, días y años que fueron
invertidos en producir ese vehículo que conducimos. Aceptamos lo
que se nos ofrece, sin cuestionar mucho sino sobre el color o el
diseño exterior e interior. Lo más probable es que ni usted, ni yo
conozcamos personalmente a esos hombres y mujeres enigmáticos
que produjeron nuestro auto. Mas sin embargo, hemos llegado a
confiar nuestras propias vidas en sus manos al recibir sin más
pruebas que sus palabras, un producto que podrirá causar nuestra
muerte o la muerte de un ser querido. Ponemos en las manos de
unos perfectos desconocidos las vidas de nuestras familias, la
prosperidad de nuestros negocios, y la seguridad de nuestras
posesiones Consideramos estas manos como manos ‘capaces’ en
quienes ponemos nuestra fe incuestionable y nuestra confianza
razonable. Aun cuando la fe que les es dado no ha sido ganado, sino
sobornado a lo que otros dicen.
Alguna vez habremos considerado que Dios ha invertido todo
lo que es, todo el tiempo y la eternidad y todo su amor y poder en
crear para ti un universo maravilloso, sin límite y grandioso, ha dado
todo lo que es en darte felicidad, bendición y ha gastado miles de
años preparando un cielo perfecto para usted y para mí. Y a ÉL no le
queremos creer sin pruebas o no le aceptamos sin muestras más
tangibles de su existencia y de su sacrificio.
Multipliquemos esa situación por cada invención que ha sido
desarrollado para el uso de esta sociedad tecnocrática y encontramos
que el hombre ha puesto su fe irrevocable en el dios o dioses de la
tecnología moderna. Una fe que enmascarauna facilidad del hombre
de creer sin saberlo en las cosas que no entiende ni puede jamás,
entender completamente. ¿Entonces, porque será tan difícil creer en
Dios?
En definitiva, será tal vez, que es más fácil confiar en las cosas
tangibles. Si podemos ver o tocar algo, podemos creer en ese algo.
Tal vez sea que para poder creer en algo no hay que saber mucho
sobre lo que es el motivo de nuestra fe, sino más bien, es una
cuestión de tener el tiempo en este mundo tan complejo en que
vivimos para poder pensar en lo que creemos. Entonces por falta de
tiempo para considerar nuestra fe o por falta de confianza en las
cosas que están fuera de nuestro control inmediato, no hacemos un
esfuerzo mayor por creer en Dios.
Aunque parezca increíble, es más fácil para el hombre común
no cuestionar los logros de la ciencia de los hombres, que aceptar las
posibilidades que existen por la mano divina de un ser creador.
Creyendo en el Dios de la creación. Y las razones son esencialmente
las mismas. Creemos en las cosas tangibles y científicas porque son
demasiado complejas para no creerlas y no creemos en las cosas
divinas porque presentan un dilema demasiado complejo para
aceptarlas. Demasiadas cosas que entender y demasiado poco
entendimiento. Muchas preguntas y poca confianza en las
respuestas. No creemos que podremos comprender los misterios de
Dios y no creemos a Dios capaz de revelárnoslas.
Realmente, nuestra renuencia a confiar en Dios está arraigada
profundamente en nosotros y no solo por causa de nuestra falta de
conocimiento o porque defendamos alguna obscura teoría que nos
parece que se ajusta a lo que creemos que Dios es. Titubeamos en
nuestro propósito de confiar en Dios, porque somos orgullosos. Me
explico… cuando admitimos que confiamos en Dios estamos a la
vez admitiendo que lo que confiamos en las manos de Dios esta mas
allá de lo que podemos lograr solos, o sea sin Él. Tal vez nuestra
capacidad para confrontar y resolver la situación no está al nivel de
lo que la situación requiere, o tal vez sea porque tememos los
resultados de la situación. Tememos la posibilidad de que vamos a
fracasar. Así que cuando admitimos que no lo podemos hacer solos,
‘bingo’ a veces nos sentimos inadecuados y sufre nuestra auto-
estima y orgullo.
Si tan solo nosotros los cristianos pudiésemos creer en las
palabras de Pablo a los Filipenses (Filipenses 4:13) “todo lo puedo
en Cristo que me fortalece”, y saber sin lugar a dudas que es Dios el
que hace que lo imposible sea posible. Y que confiando en Él,
requiere mayor valentía que descartarlo como un misterio que jamás
podremos entender. Creer en Dios requiere tener visión, esperanza y
también amor.
LIBRO I
Capítulo SEIS
Visión
Visión, dirán muchos es; aquel entendimiento impartido por
los que lo tienen, a los que lo quieren, cuando más lo necesitan.
 
Se convierte en el propósito y la fe de los que lo aceptan. No
hay duda que cuando alguien tiene un sueño, una idea o una visión,
es el visionario quien es responsable de compartir la visión con
otros. Sin embargo, aun cuando ponemos la mayor responsabilidad
de comunicar la visión en el que la ha recibido, también aquel que la
acepta como suya comparte en la responsabilidad de hacer la visión
realidad. Dios nos da la visión para creer y confiar en Él, pero
nosotros tenemos que hacer esa visión nuestra y usarla, si es que
vamos a verlo hecho una realidad.
Es claro ver que el grado de confianza que tenemos en Dios
depende de cuánto le creemos a Dios. En demasiadas ocasiones,
cuestionamos las intenciones de Dios y su disponibilidad para
resolver nuestras situaciones. Curiosamente, no cuestionamos
nuestra falta de intencionalidad para creer en ÉL. Demasiado a
menudo, oigo decir a algún creyente que ‘Dios no quiso que yo
tuviera eso o aquello’, o que ‘Dios no bendijo en ésta o aquella
situación’. Dicen así, aun cuando fueron o tal vez sea mejor decir,
fuimos nosotros los que por causa de nuestra incredulidad
detuvimos la bendición que venía de parte de Dios y no Dios el que
no quiso que fuéramos bendecidos. Podemos escoger si es que
vamos a creer a Dios o si no le vamos a creer para la resolución de
nuestras necesidades. Podemos esperar su respuesta o podemos
denegar la misma. Cualesquiera sea nuestra decisión, es nuestra para
hacer, nuestro libre albedrio, personalmente, nuestra responsabilidad
y no la de Dios. Algunas veces Dios recompensa nuestra paciencia
para esperar los resultados de su movimiento maravilloso en
nuestras vidas, efectuando milagros.
Durante un servicio de avivamiento celebrado en nuestra
iglesia en diciembre de 1996, un joven predicador vino a compartir
la Palabra de Dios con nosotros. El predicador tenía una apariencia
intrigante. Se veía muy mayor para los años cumplidos. Líneas
profundas demarcaban su cara. Era joven, pero anciano a la misma
vez. Triste y alegre, probado y triunfante, cansado y lleno de
energía. Un hombre de misterio y de abiertas verdades, todo en la
misma persona.
Hacia pocos años que había sido salvo y sintió la necesidad
inmediatamente de compartir lo que Dios había hecho en su vida,
dedicándose a predicar donde quiera y en cualquier momento. En su
testimonio personal declaraba que Dios le había sanado del SIDA
(Síndrome de Inmunidad Deficiente Auto-inmunológica); después
de una vida de años dependiendo de drogas tales como la cocaína y
la heroína. Su vida como adicto había causado que viviera la mayor
parte de sus años de adolescencia en la cárcel. Aun después de
casarse, su estilo violento de vida continúo. Eventualmente, su joven
esposa también fue infectada con la mortal enfermedad al igual que
su hija recién nacida. Al poco tiempo de aceptar a Jesús como
salvador personal, no solamente fue sanado de los síntomas y
constantes infecciones de la SIDA, sino que la sanidad se extendió a
su esposa e hija. A la vista eran muy saludables y eso causaba que
muchos dudaran de la veracidad de su testimonio.
La verdad es que nosotros los humanos tendemos a dudar aun
cuando la evidencia es incontrovertible. Parece ser que nuestra
naturaleza misma como hombres nos hace desacreditar todo aquello
que viola la ‘zona de confort’ en nuestra fé básica. Tenemos dudas y
temores profundamente arraigadas a nuestra preconcepciones sobre
todo lo que nos rodea.
 
Dudamos la paz de los demás porqué nosotros no tenemos paz en
nuestro interior.
 
Dudamos de la amistad porque somos pobres amigos.
 
Dudamos la fé de otros porque nuestra fé es deficiente.
 
Dudamos la sanidad de otros porque somos demasiados inflexibles y
de juicios demasiados severos, como para creer que Dios pueda
sanar a otros y no a nosotros; por tanto vemos como en una nube de
incredulidad.
 
Aun, hasta dudamos del amor de aquellos que profesan
amarnos, porque nosotros no amamos como Dios diseño el amor,
sino, que no amaremos a otros al menos que ellos nos amen primero.
A todos los que dudaban de lo que Dios había hecho en sus
vidas, el predicador les mostraba pruebas medicas contundentes que
respaldaban sus declaraciones. Pruebas necesarias para que los
incrédulos creyeran. La noche de la campaña, el joven evangelista
hablo de milagros y señales del poder sanador de Dios (5).
Cuando hubo terminado su mensaje, bajó de la tarima. Allí
delante del altar comenzó a ministrar a los enfermos y necesitados a
través de la oración. Tomó las manos de cada persona que aceptó su
invitación de pasar al frente para orar. Levantando sus ojos, vió
como una joven se encaminaba hacia la puerta trasera del santuario.
Volviéndose a uno de los líderes de la congregación, pregunto quién
era ella. Entonces pidió a uno de los diáconos que le rogara a la
joven volver al santuario. Al regresar al auditorio; ella se dirigió al
predicador. Mientras se acercaba al lugar donde él estaba parado, el
evangelista llamó al esposo de la joven que saliera a su encuentro al
frente del santuario. Sin saber nada más que su nombre y no
teniendo ningún conocimiento íntimo de la vida de aquella pareja, el
hombre comenzó a profetizar sobre el futuro de esta

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