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145Huelva arqueológica, Xiv, 2014, 1-30 PERSPECTIVA SOBRE LAS RELACIONES DEL TERRITORIO ONUBENSE EN LA ANTIGÜEDAD TARDÍA. PRIMERAS APROXIMACIONES A PARTIR DEL REGISTRO CERÁMICO: VAJILLA DE MESA AFRICANA Y ORIENTAL PersPective on the relations of the huelva’s territory in the late antiquity. the first aPProximations from the ceramic record: african and oriental Pottery Nuria de la O Vidal Teruel 2 1 1. Universidad de Huelva. Dpto. de Historia I. Área de Arqueología. Grupo “Vrbanitas. Arqueología y Patrimonio”. Facultad de Humanidades. Campus El Carmen. Avda Tres de Marzo, s/n. Huelva, 21071. nvidal@uhu.es Resumen: En este trabajo se realiza un primer acerca- miento de conjunto sobre el periodo tardoanti- guo en el territorio onubense a partir de la vajilla de mesa africana y oriental localizada hasta el momento. Esta primera síntesis se ha elabora- do sobre la base de un corpus documental en el que se han recopilado referencias bibliográi- cas, conocidas hasta el momento, a la Sigillata Focense (Late Roman C) y a la Terra Sigillata Africana, esta última, no obstante, en todas sus variantes no sólo tardías y bajo imperiales sino también altoimperiales, añadiendo también las referencias a las cerámicas de cocina conocidas como “Comunes Africanas”. Como primeras va- loraciones de esta investigación, que ha de ser continuada en profundidad en un futuro inmedia- to, destacamos el mantenimiento de estructuras comerciales de cierta solidez tanto con el mundo africano como oriental, y tanto de modo directo, a través de la costa (para el caso africano), como mediante una ruta posiblemente terrestre (para el caso oriental) cuyo epicentro podría haber sido la ciudad de Hispalis. Palabras clave: Periodo Tardoantiguo; Terra Sigillata Africana; Terra Sigillata Focense; Territorio onubense. Huelva. Abstract: In this work, a irst whole approximation on the Late Roman Period of the Huelva territory is realized, from the African Red Slip Ware and Oriental Ware (Late Roman C) known up to the moment. This irst synthesis has been elabora- ted on the base of a documentary corpus, which includes both types of pottery mentioned, adding also the references to African Cooking Wares. As the irst and partial conclusions of this research, which has to be continued in an immediate futu- re, we emphasize the maintenance of commer- cial structures of certain solidity so much with the African as Oriental world, and so much of a direct way, across the coast (for the African case), as by means of a possibly terrestrial way (for the oriental case), which epicentre would be the city of Hispalis (Seville). Key words: Late Antiquity; African Red SlipWare; Late Ro- man C; Huelva’s County. 146 I. Introducción “La cerámica es el fósil director por excelencia de la arqueología” (Caballero, Mateos y Retuerce, Eds, 2004, 9) El registro cerámico constituye uno de los más apreciados fósiles guía en la investigación ar- queológica dadas sus amplias y variadas po- sibilidades informativas para la reconstrucción del proceso histórico de cualquier lugar y so- ciedad2. En este sentido, son notables los cam- bios producidos en la consideración de este material arqueológico habiéndose pasado de una concepción básicamente arqueográica y descriptiva, a otra donde la cerámica constitu- ye el pilar fundamental en el que apoyar el con- cepto de “Arqueología de la Producción” (Ma- nonni y Giannichedda, 2004) que se proyecta no sólo en el ámbito investigador sino incluso académico, con la impartición de contenidos formativos que desarrollan esta temática, es- pecialmente en Másteres de especialización en Arqueología. Este impulso cientíico se evidencia en la pro- fusión de publicaciones, eventos, e incluso, conformación de sociedades cientíicas que tienen como eje fundamental el estudio cera- mológico desde una amplia perspectiva, y que para el caso que nos ocupa tiene su máximo exponente en la creación de la eX oFFiciNa HiSPaNa, Sociedad de estudios de la cerá- mica antigua en Hispania (SecaH), entre cu- yos ines se encuentra: “Impulsar el estudio y aplicación de todas aquellas técnicas, tanto en el campo arqueológico, como en el histórico, analítico o el experimental, que coadyuven a un mejor conocimiento de la cerámica antigua en Hispania, bien se trate de producciones lo- cales o importaciones, así como promover el uso de nuevas tecnologías aplicadas a la de- tección, excavación, datación, análisis, estudio y publicación de los centros de producción ce- rámica y sus productos”3. 2. Sobre la importancia de la cerámica en arqueología remitimos a títulos clásicos como los de Orton, Tyers y Vince, 1997, o a otros más recientes como los de Caro Bellido (2002; 2008) o Lull Santiago (2007). 3. http://www.exoficinahispana.org/qsomos.htm (Fe- cha de consulta 4 de noviembre de 2013) Paralelamente, la ampliación de las investiga- ciones y el consecuente impulso y reactiva- ción de conceptos historiográicos como el de la Tardo Antigüedad o Período Tardo Antiguo (incluso Proto Bizantino: Vallejo Girvés, 2009) que tan notables frutos está aportando durante los últimos años para entender el tránsito de la baja romanidad a la época medieval (por ej.: Gil y Vallejo, 2003; Brown, 2003; Ubierna, 2007; Pierroti, 2008; González Blanco, 2009; Rous- seau y Papoutsakis, Eds, 2009) en numerosos puntos del ámbito hispano4, especialmente de carácter urbano (p. ej. Caballero y Mateos, 1993; Hidalgo y Ventura, 1994; Hidalgo Prieto, 1996; García y Rascón, Coords, 1999; Martín, Ribera y Roselló, 1999; Gurt Esparraguera, 2000-2001; Arce Martínez, 2005; Gurt e Hidal- go, 2005; Gurt y Sánchez, 2008; Mateos Cruz, 1999; 2003; Beltrán de Heredia, 2001; 2008; 2009; 2011; Ribera i Lacomba, 2003; Bosch et al., 2005; Ribera y Roselló, 2000; Caballero y Mateos, Eds, 2000; Fuentes Hinojo, 2006; Jurado Pérez, 2008; Sánchez, Ramos, 2006; 2010; García y Peris, Coords, 2010)5 y también 4. Sin pretender se exhaustivos remitimos a algunas de las más recientes síntesis de carácter general sobre este período en el marco de la evolución de la presencia romana en la Península Ibérica: (en or- den cronológico: Sayas Abengoechea, 2008; VVAA, 2009; Le Roux), 2010: 293 y ss; Fernández Uriel, Coord, 2010; Reynolds, 1995; 2010). 5. A lo que puede sumarse igualmente la publica- ción de sumarios periódicos centrados en la temá- tica, caso de antigüedad y cristianismo. Monogra- fías históricas sobre la antigüedad Tardía por parte de la Universidad de Murcia (http://dialnet.unirioja. es/servlet/revista?codigo=99), la celebración de las reuniones sobre arqueología cristiana Hispánica, cuyas actas han sido publicadas para todas las edi- ciones celebradas hasta el momento (1ª reunión: Palol, Rev., 1967; 2ª reunión: Palol, Rev., 1982; 3ª reunión: Palol, Rev., 1994; 4ª reunión: Gurt y Tena, Eds, 1995; 5ª reunión: Gut y Tena, Eds, 2000, y 6ª reunión: Gurt y Ribera, Coords, 2005), o los encuen- tros sobre Hispania en la antigüedad Tardía cele- brados en 1996 (García y Rascón, Coords, 1999), 1997 (VVAA, 2001), 1998 (Bosch, et alii, Coords, 2003), 1999 y 2000 (García y Rascón, Eds, 2005). Paralelamente, han tomado un impulso destacable los estudios sobre cerámica tardía en el ámbito me- diterráneo, destacándose la publicación de las mo- nografías lrcW late roman coarse wares, cooking wares and amphorae in the Mediterranean en la serie Bar international Series a cargo de Gurt, Buxeda y Cau (Eds, 2005); Bonifay y Tréglia (Eds, 2007) y Menchelli et al (Eds, 2010). 147 rural (p. ej. García Moreno, 1998; López y Ro- dríguez, 2000-2001; Espinosa y Castellanos, Coords, 2006; López et al.,2006; Chavarría Arnau, 2007; Blánquez y Celestino, Coords, 2009; Cordero Ruiz, 2010), resulta de gran in- terés sobre todo en lugares donde aún no ha habido posibilidad de profundizar en torno a es- tas cuestiones, caso del territorioonubense, en el que han sido escasos los trabajos sobre este periodo: algunos a partir de un punto de vis- ta de conjunto pero supericial (López Domín- guez, 1998), otros centrados en algún aspecto concreto (López Domínguez, 1999; 2000; Ló- pez y Pérez, 2001; Pérez et al., 2004), algunos otros en el marco de otras investigaciones so- bre el horizonte romano (Campos et al., 1999; 2004 a y b; Campos y Vidal, 2004; 2006; Vidal y Campos, 2008; Vidal et al., 2008; 2010; Cam- pos et al., 2013), siendo bastante recientes las aportaciones especíicas sobre aspectos hasta ahora no tratados, como el urbanístico (Berme- jo Meléndez, 2011). Así pues, en las próximas páginas presenta- mos un primer acercamiento a las relaciones entre el territorio onubense y el ámbito africano y oriental durante el período bajo imperial y es- pecialmente tardoantiguo, a partir del análisis del registro cerámico de mesa (Terra Sigillata africana y Late Roman C –Sigillata Oriental-) documentado en este ámbito periférico de la provincia Baetica. No obstante, el corpus do- cumental sobre el que hemos basado este estudio, recoge todas las variantes de la Te- rra Sigillata Africana, incluyéndose también las altoimperiales y por extensión hemos creído conveniente la inclusión de las Comunes Afri- canas, dado su obvio origen. De modo que abordaremos, desde la perspec- tiva conceptual de la arqueología de la produc- ción, el signiicado de la presencia y/o ausen- cia, e incluso posible imitación o producción in situ, de una serie de cerámicas, conocidas como Terra Sigillata Africana y Terra Sigilla- ta Focense Tardía o Sigillata Oriental, y cuya procedencia original extra hispánica permite relexionar sobre las relaciones que el territo- rio onubense debió haber mantenido con los centros de producción y/o distribución en un arco cronológico especialmente situado entre los siglos III/IV y VI d.C., en un contexto histó- rico tardoantiguo dominado ya por la presencia visigoda / bizantina en la Península Ibérica. II. Las Evidencias Arqueológicas. Terra Sigillata Africana y Oriental en el Territorio Onubense Aunque es cierto que la situación ha cambiado notablemente, no puede dejar de ser advertido el hecho de que, tradicionalmente, los estudios sobre el mundo romano no han sido demasiado profusos hasta el comienzo de la década de los noventa de la pasada centuria, cuando la crea- ción del área de arqueología de la Universidad de Huelva permitió abordar temáticas hasta el momento desechadas por la investigación más tradicional y habitual, centrada fundamental- mente en otros momentos y manifestaciones históricas como el Megalitismo, el Horizonte Tartésico, Pre y Orientalizante o la Gesta Co- lombina. Debido a ello, puede airmarse que hasta el momento carecemos de un análisis de conjunto sobre la cuestión objeto de este estudio, existiendo no obstante, aportaciones sobre el tema en el marco de investigaciones especíicas sobre la economía romana o algún aspecto de ésta (desarrollados por investiga- dores vinculados con el marco universitario) e incluso en los estudios propios y preceptivos derivados de las intervenciones arqueológicas que se llevan a cabo en la actual provincia de Huelva por parte de investigadores de variada procedencia y iliación (empresas privadas, profesionales libres,..). Así, como punto de partida para abordar esta investigación, hemos confeccionado un primer corpus documental6 donde se contienen todos aquellos registros, localizados hasta el mo- mento a través de diferentes vías, que hacen referencia a la presencia de Vajilla de Mesa 6. Por necesidades de espacio y dado el carácter compilador de este trabajo, no vamos a reproducir íntegramente el corpus documental de forma detalla- da, haciendo únicamente referencias generales a los resultados obtenidos tras su elaboración y primeros análisis. 148 Africana7 y Oriental8 en el territorio onubense. Éste ha sido realizado a partir de una icha tipo, de la cual ofrecemos una muestra en la igura 1, que informa de la localización de los registros según ámbito morfopaisajístico (Tie- rra Llana/Andévalo/Sierra), yacimientos y tér- minos municipales, se completa con una breve 7. Sobre la TSAf, además del clásico trabajo de J. W. Hayes (1972; 1980) remitimos por su renovación conceptual y estudio historiográico a la monogra- fía de M. Ben Moussa (2007), en la que se analiza la evolución de la concepción de esta producción cerámica típicamente africana, desde su primeros reconocimientos por parte de F. O. Waagé, a su ca- racterización inicial como "Sigillata chiara" por par- te de N. Lamboglia, y posterior denominación como African Red Slip Ware por J. W. Hayes, pasando por las contribuciones de las misiones internacionales en Cartago por parte de S. Tortorella. Igualmente y por su carácter compilador sobre el estado de la cuestión en la fecha de la contribución, remitimos a la aportación de M. A. Alonso y C. Fernández Ochoa (1988), donde se contiene un balance historiográi- co sobre la presencia de las producciones africa- nas en la Península Ibérica hasta el momento. Más recientemente y también para la Península Ibérica, es de valorar la aportación de X. Aquilué Abadías (2004) al II Simposio de Arqueología de Mérida, celebrado en 2001, donde mostraba un estado de la investigación de la TSAf tardía de los siglos VI-VII. 8. Siguiendo las indicaciones de E. Serrano Ramos (1997-1988; 2005 b), abordaremos el estudio de las piezas pertenecientes a la variedad que F. O. Waagé (1933) denomino como late roman c Ware. Este tér- mino lo mantuvo Hayes en su publicación de 1972 al desconocerse el lugar exacto de esta producción. En el citado trabajo el autor consideraba esa cerámica como el mayor competidor en el Este de las produc- ciones africanas desde el siglo IV en adelante, y ofre- cía además una descripción del tipo, formas, decora- ción y cronología. Con el paso de los años y fruto de la investigación se ha localizado uno de los más im- portantes centros de producción de esta cerámica en Focea (Asia Menor), por lo que Hayes sugirió el cam- bio de denominación a Phocaean Red Slip Ware para esta variedad a la que también se le denomino Terra Sigillata del Asia Menor o de Costantinopolis (Caran- dini, 1981). Con posterioridad se han localizado otros talleres, caso del de Grynion (Asia Menor), localidad próxima a Pérgamo, aunque por el momento se des- conoce si los productos de este alfar se comerciali- zaron, pues los que aparecen tanto en el Este como en el Oeste son materiales fabricados en Focea. Por nuestra parte, asumimos, al igual que la Prfª Serrano Ramos (1997-1998, 171; 2005 b, 307) la traducción al castellano de Terra Sigillata Focense Tardía que han hecho otros autores (Fernández, García y Uscatescu, 1992), a partir de la denominación propuesta por F. Mayet y M. Picon - Sigillée Phocéenne Tardive - tras la conirmación conseguida a través de análisis ar-queométricos, del origen exclusivamente foceo intuido por Hayes, proponiendo así el que parecía que iba a ser su apelativo deinitivo (Mayet y Picon, 1986, 129). descripción de los sitios y inaliza con una ca- talogación de las piezas documentadas (utili- zándose las abreviaciones TSAf y TSFt para aligerar la lectura del texto), en los casos en que ello es posible, y las principales referen- cias bibliográicas relacionadas, incluyéndose en un último apartado una relación de todos los tipos documentados según las tipologías al uso (igura 1). Paralelamente hemos incluido también la presencia de las producciones de cocina, conocidas tradicionalmente como “Co- munes Africanas” y cuyos centros productores estuvieron situados en la región central de Tú- nez, en la Byzacena y en el norte, en la región de Cartago, relacionados con los mismos ta- lleres de Sigillata Africana A y D (Serrano Ra- mos, 2005 a, 261). A partir deesta primera recopilación de datos, hemos confeccionado una serie de cuadros y tablas (iguras 2, 3, 4, 5 y 6) con base en las cuales, podremos, en un apartado posterior, ha- cer algunas consideraciones iniciales acerca de la vajilla africana (especialmente bajo imperial y tardía) y oriental sobre la que hemos encontrado información en el territorio onubense y las con- secuencias que de ello pueden derivarse. Así, desde el punto de vista cuantitativo pode- mos airmar que de las 79 localizaciones don- de hemos documentado vajilla africana, el ma- yor porcentaje se encuentra en el ámbito de la Tierra Llana (Campiña y Costa), siendo, y por este orden, la Sierra y el Andévalo las siguien- tes áreas conforme al siguiente cuadro (igura 2). Para la vajilla oriental, el 100% de los registros (5 localizaciones) se vincula con la primera (igura 3), existiendo tan sólo una localización costera, concretamente en la cetaria de El Eucaliptal de Punta Umbría y quedando el resto asociadas con villae rusticae del entorno de Niebla y Huel- va (Bojeos, Ranosa, Canarranas y La Almagra). Como observamos en el cuadro anterior, son sólo dos las formas de TSFt documentadas; por el contrario es cuantiosamente más amplia tanto formal como numéricamente la TSAf, cuya variedad puede ser observada a través de los siguientes cuadros (iguras 4 y 5), y que se com- pleta con un último cuadro relativo a las cerámi- cas “Comunes Africanas” (igura 6). 149 Figura 1. ejemplo de Ficha em- pleada para la realización del corpus Documental con Situa- ción del territorio onubense y diferenciación morfopaisaística. DATOS CUANTITATIVOS. VAJILLA AFRICANA Nº/ PORCENTAJE TIERRA LLANA ANDÉVALO SIERRA COSTA CAMPIÑA Total (79) 6 54 7 12 Porcentaje (100%) 7’60% 68’36% 8’86% 15’18 Figura 2. Datos cuantitativos de localización de sitios con presencia de vajilla africana. TERRA SIGILLATA FOCENSE TARDÍA Localizaciones Totales (5)/ Formas TIERRA LLANA ANDÉVALO SIERRA COSTA (1= 20%) CAMPIÑA (4= 80%) Hayes 3 x X Hayes 1 X Figura 3. cuadro resumen cuantitativo, tipológico y de localización de formas de Terra Sigillata Focense Tardía. 150 TERRA SIGILLATA AFRICANA FORMAS TIERRA LLANA ANDÉVALO SIERRA COSTA CAMPIÑA Hayes 2 X Hayes 2/3 X X Hayes 3 X X X Hayes 3 B X X Hayes 3 C X X Hayes 6 X X X Hayes 6 B X Hayes 8 X X X Hayes 9 X X X Hayes 9A X X Hayes 10 A X Hayes 14 X X Hayes 14A X Hayes 14B X Hayes 14 A/B X Hayes 14/17 X X Hayes 16 X Hayes 16,1 X Hayes 16/18 X X Hayes 17 X Hayes 18 X X Hayes 23 X X X Hayes 23B X X Hayes 25 X Hayes 27 X X X Hayes 31 X Hayes 31/33 X Hayes 32 X X Hayes 32/33 X Hayes 32/58 X X Hayes 35 X Hayes 42 X X Hayes 44 X Hayes 45 X X X Hayes 49 X Hayes 50 X X X X Hayes 58 X X Hayes 58B X Hayes 59 X Hayes 59 A/B X 151 TERRA SIGILLATA AFRICANA FORMAS TIERRA LLANA ANDÉVALO SIERRA COSTA CAMPIÑA Hayes 59 A X Hayes 60 X Hayes 61 X X X Hayes 61A X X Hayes 61B X X X Hayes 62 X Hayes 63 X Hayes 63,1 X Hayes 64 X X Hayes 67 X X Hayes 68 X Hayes 69 X X Hayes 70 X Hayes 72 X Hayes 73 X Hayes 75 X Hayes 76 X X Hayes 78 X Hayes 80 X Hayes 81 X Hayes 90 X X Hayes 91 X X Hayes 91/92 X Hayes 92 X X Hayes 93 X Hayes 99 X X X Hayes 103 X Hayes 104 X Hayes 107 X Figura 4. cuadro resumen con la localización y tipología de formas de Terra Sigillata africana TERRA SIGILLATA AFRICANA VARIANTES VARIANTE A VARIANTE A/D VARIANTE C VARIANTE D VARIANTE E Hayes 2 Hayes 18 Hayes 35 Hayes 58 Hayes 68 Hayes 2/3 Hayes 27 Hayes 42 Hayes 58B Hayes 70 Hayes 3 Hayes 32 Hayes 44 Hayes 59 Hayes 3 B Hayes 32/58 Hayes 45 Hayes 59 A/B Hayes 3 C Hayes 32/33 Hayes 49 Hayes 59 A Hayes 6 Hayes 50 Hayes 60 152 TERRA SIGILLATA AFRICANA VARIANTES VARIANTE A VARIANTE A/D VARIANTE C VARIANTE D VARIANTE E Hayes 6 B Hayes 67 Hayes 61 Hayes 8 Hayes 73 Hayes 61ª Hayes 9 Hayes 61B Hayes 9ª Hayes 62 Hayes 10 A Hayes 63 Hayes 14 Hayes 63,1 Hayes 14A Hayes 64 Hayes 14B Hayes 69 Hayes 14 A/B Hayes 72 Hayes 14/17 Hayes 75 Hayes 16 Hayes 76 Hayes 16,1 Hayes 78 Hayes 16/18 Hayes 80 Hayes 17 Hayes 81 Hayes 23 Hayes 90 Hayes 23B Hayes 91 Hayes 25 Hayes 91/92 Hayes 31 Hayes 92 Hayes 31/33 Hayes 93 Hayes 99 Hayes 103 Hayes 104 Hayes 107 Figura 5. Cuadro Resumen con las distintas variantes de Terra Sigillata Africana identiicadas. COMUNES AFRICANAS FORMAS TIERRA LLANA ANDÉVALO SIERRA COSTA CAMPIÑA Hayes 23 B X X Hayes 131 X Hayes 181 X X Hayes 182 X Hayes 196 X Hayes 197 X Ostia I-261 X X X Ostia I-262 X X Ostia I-264 B X X Ostia I-273 X Ostia II-302 X X Ostia III-170 X X Ostia III-321 X 153 COMUNES AFRICANAS FORMAS TIERRA LLANA ANDÉVALO SIERRA COSTA CAMPIÑA Ostia III-267 X X X Ostia III-332 X X X Ostia IV-1 X Tarraco, 1986 X Lamboglia 9A X Lamboglia 10A X X Sin precisión for- mal X X X Figura 6. cuadro resumen con la tipología y localización de formas de cerámicas comunes af. Las primeras apreciaciones que podemos avan- zar a partir de estas aproximaciones tipológicas nos informan de que en lo que se reiere a la Te- rra Sigillata Focense Tardía, y tal y como resulta habitual en el contexto hispano, el repertorio ti- pológico onubense es extremadamente reduci- do dentro del ya exiguo repertorio global de esta producción, circunscribiéndose a la forma Hayes 3, con alguna aparición puntual de la forma 1 (localizada en La Almagra). De modo genérico, sólo son diez las formas que describe Hayes (1972) cuyas fechas de fabricación irían desde el siglo V hasta comienzos del VII. Dos técnicas decorativas aparecen sobre esta producción: la ruedecilla y los motivos estampados. La prime- ra, preferentemente, sobre bordes de la forma 3, que, como hemos observado es la más amplia- mente representada en el territorio onubense, y la segunda sobre fondos de grandes recipientes donde están representados elementos lorales, geométricos, animales, iguras humanas, can- taros y cruces. La pasta normalmente está bien cocida, corte recto y su color oscila entre el rojo anaranjado y el castaño; ambas caras están re- cubiertas de engobe, generalmente mate y con tonos parecidos al color de la pasta. Por lo que se reiere a la difusión de las produc- ciones focenses tardías, se localizan a lo largo del Mediterráneo y costa Atlántica, siguiendo una ruta comercial que las llevará a las Islas Británi- cas. En el caso concreto de la Península Ibérica, el panorama ha cambiado considerablemente en las dos últimas décadas, desde las primeras con- sideraciones sobre su aparición siempre ligada a lugares costeros y zonas próximas de carác- ter generalmente urbano (Járrega Domínguez, 1991), a su expansión hacia ámbitos también ru- rales, tal y como se observa en el área catalana (Járrega Domínguez, 2010 b). Es más, su apa- rición ha llegado a constatarse en lugares cla- ramente interiores, como Segobriga, (Cuenca), donde hace ya varios años se localizó un con- junto de material oriental (Late Roma C y Late Roman E/D) recuperado en el transcurso de las campañas de 1998 y 2001 y cuya datación se sitúa entre el siglo V-inales del VI d.C. (Sanfeliu Lozano, 20009). En el marco bético, los estudios de J. A. de la Sierra ya localizaban hace años algunos ejem- plares en varios puntos de la costa gaditana, el área hispalense, la propia Córdoba y otros puntos del Valle del Guadalquivir (Alonso de la 9. “La existencia en un yacimiento de la meseta, como es Segobriga, durante los siglos V-VI d.C. de importaciones africanas, de cerámicas narbonen- ses y, en menor medida, de productos orientales que serían comercialmente subsidiarios de los pri- meros, es un punto a favor a la hora de desmentir la idea de que los contactos económicos entre el área del interior de la península Ibérica y la costa medi- terránea en la tardoantigüedad eran prácticamente nulos. Incluso en pleno siglo VI los enfrentamientos entre la Hispania visigoda y labizantina no forzaron el aislamiento comercial entre ambas zonas (Gutié- rrez, 1998a, p. 183; 1998b, p. 558)” (Sanfeliu Loza- no: 2000, 321). 154 Sierra, 1994; 1995; 1998). No obstante, las úl- timas investigaciones han proporcionado una considerable concentración de este tipo cerá- mico en contextos tardíos hispalenses, donde se han localizado en varios puntos de la capi- tal, caso de Plaza de la Pescadería (Maestre et al., 2010; Vázquez y García, 2011). En el área malacitana se conocen ya desde hace años (Se- rrano Ramos, 1997-1998) y más recientemente se han documentado en áreas interiores de esta última, caso de la ciudad de acinipo (Ronda), donde aparecen en contextos de relleno o des- trucción de las termas, relacionándose con una Fase VI de Recuperación II de estas estructuras, si bien no se indica el tipo formal documentado (Castaño y Nieto, Coords, 2009). Igualmente en el territorio onubense, su presencia se detecta básicamente en los establecimientos costeros (Campos et al., 1999; Campos et al., 2013), así como en villae rusticae de la Tierra Llana (Pérez Macías, 2010; Vidal et al., 2008; 2010). En el resto de la Península Ibérica, en el área cantábrica se conocen ya desde los años noven- ta (Fernández et al., 1992), así como en el área Balear, concretamente en la Cisterna de la villa Sa Mesquida en Mallorca, donde destaca sobre- manera la presencia de formas Hayes 1 y 2 y por el contrario la ausencia de la forma más extendi- da, la Hayes 3 (Orila y Cau, 1994). Las últimas investigaciones están advirtiendo estas produc- ciones en Vigo (Fernández Fernández, 2010), y en el Noreste, en diversos puntos del conventus Tarraconensis, tales como Barcino, Tarraco, Em- puriés, Cartagena, etc. (González López, 2007). En zonas interiores, destaca su presencia en caesaraugusta (Paz Peralta, 1991). Igualmen- te destacable es su documentación en el área atlántica lusitana, donde son de importancia los registros de Chãos Salgados, Santiago do Ca- cem - Mirobriga- (Quaresma, 1999 a, b; 2008; 2011), de Bracara augusta (Quaresma, 2012), de la Oicina Salga 1 de Tróia (Miranda, 2010) o del Municipio Olisiponense (Melim de Sousa, 2001). La llegada más regular de la late roman c se relacionó en un principio con una cierta de- cadencia de los talleres de claras o africanas tras la implantación del reino vándalo en África en 429. Ello explicaría el auge en occidente de esta producción a partir de ese momento (entre otros: Gutiérrez Lloret, 1998, 557). Actualmente dicha teoría ha sido desestimada, hablándose de la intervención de varios factores, además de disponer del dato que indica cómo a inicios del siglo V había una gran demanda del servicio de mesa focense en Constantinopla, lo cual podría haber dado un impulso importante a la produc- ción (Martin, 1998, 117). En lo que se reiere a su momento inal, existe cierta controversia sobre los motivos que provo- caron el cese de su producción e incluso llega- da al Mediterráneo Occidental10. Según X. Nieto Prieto (1984, 547), la irrupción bizantina en la costa sudeste habría producido alteraciones en las relaciones comerciales y tanto la recepción de este tipo como la de los africanos no se habría reemprendido tras la expulsión de los orientales en 624 por parte de Suintila. R. Méndez, que ha analizado este tipo en carthago Spartaria (Mén- dez Ortiz, 1983-1984, 156), ha determinado que las vajillas focenses habrían llegado durante el último cuarto del siglo V, su gran momento sería la primera mitad del siguiente y su inal, hacia ini- cios del siglo VII, una vez los visigodos expulsan a los bizantinos y arrasan la ciudad (también: Ra- mallo et al. 1997, 215). Estudios posteriores han determinado un importante dinamismo comercial en la capital de una provincia imperial autónoma respecto a la del norte de África, traducido en una notable presencia de materiales importados (Murcia y Guillermo, 2003, 215). De este modo, se produciría en Cartagena una luidez en los in- tercambios que conllevaría la llegada de vajillas 10. Para el caso malacitano, las producciones tardías de Focea representadas son las formas Hayes 3, 4,5, 6? y 10, con especial predominio de la forma 3 so- bre las otras, hecho que se repite en otros muchos lugares. Este material permite hablar de un comercio con el Este a partir de la segunda mitad del siglo V, durante todo el siglo VI e incluso comienzos del VII. Para E. Serrano Ramos la presencia de TSFt tendría- mos que relacionarla con la importación de produc- tos alimenticios, de los que se van conociendo cada vez mejor sus envases: ánforas de Antioquia como la Keay Llll, la Keay LIV, vinaria y procedente de Gaza y la Keay LXV, vinaria de procedencia Egea. Así pues, la presencia de TSFt en las costas malacitanas po- dría relacionarse con el comercio de caldos orientales (1997-1998, 177-178). 155 africanas y orientales hasta el abandono de los ejércitos imperiales, un tráico que no se docu- menta posteriormente, más que por este hecho, por el retraimiento del hábitat producido por una destrucción casi total. Y es que para otros autores la ocupación bizantina no comportaría el cese de las importaciones en general, ya que se siguen documentando todos estos productos durante la segunda mitad del siglo VI. De hecho se ha pensado que, al igual que en Cartagena, la do- minación imperial habría favorecido, tanto en el sudeste como en otros puntos litorales mediterrá- neos, un cierto auge o impulso económico en un momento en el que las zonas rurales del interior de la Península iban haciéndose cada vez más autosuicientes (Manzano Moreno, 2003, 549). En cualquier caso, el cese de las importaciones de vajilla focense desde mediados del siglo VI se entiende como un proceso paulatino de cambio en la concepción del mobiliario cerámico más que una consecuencia directa relacionada con “cual- quier acontecimiento político como el del desem- barco, establecimiento y posterior abandono bi- zantino del sudeste peninsular” (González López, 2007, 232). En parecidos términos se expresa más recientemente Járrega Domínguez (2010, a y b) para valorar la presencia de cerámicas orien- tales en el Mediterráneo Occidental, que no ha de ser relacionada necesariamente con un “obliga- do cese de importaciones africanas, ni debido a la presencia Vándala del siglo V, ni tampoco a la presión Bizantina del siglo VI, en el caso concreto del noreste peninsular”11 . 11. "Después de la conquista bizantina del Sudeste de Hispania en el año 552, se ha sugerido que el comer- cio y, en concreto, la llegada de la cerámica africana a las zonas bajo dominio visigodo experimentó diiculta- des debido a la rivalidad entre visigodos y bizantinos que mencionan las fuentes escritas; por esta razón, se ha sugerido que como resultado se produjo un total corte de las importaciones africanas en las áreas cos- teras hispánicas al Norte de la provincia bizantina. Sin embargo, sabemos hoy que esta hipótesis es inco- rrecta. En todo caso, sí que podría haberse producido una disminución en el volumen de las importaciones, pero no una ruptura total de las mismas. Como avan- zamos ya hace algunos años, la evidencia conside- rada permite demostrar que, en contra de lo que se había asumido, no existió ningún corte en la difusión de la cerámica africana en el Nordeste de la Penínsu- la ni con la conquista de Cartago por los bizantinos en 534 ni cuando éstos ocuparon una parte de Hispania" (Járrega Domínguez, 2010 b, 172). Con respecto a la Terra Sigillata Africana, la pro- ducción bibliografía al respecto es cuantiosa12, al ser uno de los fósiles guía más signiicativos de las relaciones peninsulares con el Norte de África desde mediados del siglo I d.C. Centrán- donos en el ámbito bético más cercano, a su presencia tradicional en las cetariae onuben- ses, gaditanas,o malacitanas13 hay que sumar su reciente valoración en contextos interiores, caso del Cordubense, donde aunque se co- nocen desde hace dos décadas (Alonso de la Sierra, 1995), las más recientes excavaciones realizadas en el Teatro de colonia Patricia han permitido valorar la importancia de las cerámicas africanas en este contexto interior, tanto las que se importan directamente desde los lugares de producción como las que se imitarán en los alfa- res cordubenses desde el siglo II d.C. (Monterro- so Checa, 2002; 200514), o las de la Nova urbs italicense (Román Domínguez, 2010) e incluso los contextos de Hispalis. En este último caso, además de los registros tardíos de Plaza de la Pescadería a los que ya hemos aludido, conta- mos con el material procedente de la actuación arqueológica del Antiguo Mercado de la Encar- nación de Sevilla (García Vargas, 2007; Amores et al., 2007). Así, en el contexto de reforma de la Casa de las Basas y construcción de la iglesia (alrededor del año 500 d.C.) y en los niveles de destrucción del conjunto eclesiástico y domés- tico anejo (en torno a la primera mitad del siglo VI d.C) fue recuperado un importante conjunto cerámico, en el que destaca la Sigillata Africana 12. Una síntesis para la Península Ibérica en Serra- no Ramos, 2005 a. Para una visión de conjunto en el Mediterráneo Occidental: L. Caballero Zoreda (1966). Igualmente y para las producciones de TSA D en la Península Ibérica vide Aquilué Abadías (2004). 13. Un estudio historiográico para el área malagueña en la Tesis Doctoral de M. I. Torres Blanco (2003). 14. Con objeto de no cargar en exceso el texto de re-ferencias bibliográicas, remitimos a la monografía de J. A. Monterroso Checa (2005, 27-32) para obtener una visión de conjunto sobre las principales referen- cias acerca de los estudios de cerámicas africanas realizados hasta ese momento en el área cordobe- sa, caso, entre otros del Criptopórtico de Cercadilla. Igualmente interesante es el apartado sobre las imita- ciones de estas producciones, que el autor denomina como Terra Sigillata Bética y (T.S.B) y Cerámica de Cocina, donde releja los testimonios localizados tanto en el Valle Medio del Guadalquivir como en otras zo- nas de Hispania (2005, 137-146). 156 en sus formas, Hayes 67, 91 B/C, 99A y 104A. En conclusión, se evidencia que el contexto de inales del siglo V y principios del VI d.C. en His- palis muestra en primer lugar, un predominio de importaciones de vajillas de mesa africanas y en segundo, ánforas provenientes en mayor núme- ro del comercio hispano, destacando las de ori- gen bético y lusitano para el envasado de aceite y salazones, y en menor número importaciones tanto del Mediterráneo oriental, norte de África e Italia (Amores et al., 2007). Con todo, estos registros han permitido la valoración de la ciudad tardoantigua, cambiando el punto de vista de la historiografía tradicional que había considera- do “al período tardoantiguo como una suerte de degeneración del momento clásico, consignán- dosele un lugar residual dentro de los trabajos de síntesis general” (Ordóñez y González, 2009, 75). Como último lugar de referencia cercano, cabría mencionar también el centro de emerita augusta, donde ya hace más de dos décadas A. Vázquez de la Cueva (1985), confeccionaba un catálogo de la TSAf encontrada en la ciudad, datándose los fragmentos estudiados -más de 622- entre los siglos I d.C. y V d.C. III. Propuestas de trabajo Entendemos que, a pesar de su identiicación y catalogación en el marco de las investigaciones arqueológicas realizadas desde hace años en el marco onubense, existen no obstante, carencias signiicativas en la valoración general de estos registros cerámicos, no tanto en lo relativo a las producciones africanas, que parecen estar mejor identiicadas, sino en lo concerniente sobre todo a las cerámicas orientales. En este sentido, nos gustaría impulsar un conocimiento global sobre la repercusión y signiicación de estos productos en el territorio onubense, tal y como está ocu- rriendo, por ejemplo, en el cercano ámbito his- palense en los últimos años, donde está siendo especialmente signiicativa la documentación de registros cerámicos conjuntos tanto africa- nos como orientales con una variedad tipológica realmente abrumadora en el primer caso, el de las Sigillata Africanas y por el contrario, con una reducida especiicidad tipológica en el segundo, las Sigillatas Orientales o Focenses Tardías, tal y como se viene observando en ese último caso también en el ámbito onubense, especialmente en la villa de La Almagra, en el hinterland de la capital onubense (Vidal, et al., 2008; 2010) y en otras de la Campiña, donde las prospecciones de supericie (Pérez Macías, 2004 a, b, 2010) han localizado estos registros con bastante pro- fusión en comparación con otras áreas situadas en el Andévalo y la Sierra. De modo paralelo, querríamos que el territorio onubense empezase a ser valorado en los es- tudios de conjunto sobre estos registros cerámi- cos, donde es prácticamente nula la presencia del mismo en los repertorios, catálogos o síntesis generales de ámbito hispánico. En este sentido son varias las hipótesis que querríamos contras- tar para elaborar una síntesis sobre la cuestión que relacione a un tiempo, la línea de la Arqueo- logía de la Producción, en lo que se reiere tanto a las cuestiones vinculadas de modo directo con la elaboración in situ, es decir, la posible imita- ción de ciertos tipos cerámicos, especialmente africanos, como su comercialización, así como la Línea Cronológica que evalúe tanto el período romano como su epílogo en la Tardo Antigüedad, de manera que esta investigación complemente tanto en marco temático como crono-cultural las investigaciones que se llevan a cabo por parte del grupo “VRBANITAS. Arqueología y Patrimo- nio” en el que se enmarca nuestra actividad. Así, partiendo del corpus documental elaborado, que obviamente ha de ser implementado cons- tantemente con nuevas aportaciones conforme vayan avanzando las investigaciones, plantea- mos una serie de temas prioritarios a desarrollar a medio y largo plazo: * Las importaciones de Terra Sigillata Africana, especialmente en el litoral, ¿se realizan de forma directa con los centros productores (Byzacena, Túnez Central y Septentrional), o por el contra- rio, existe algún tipo de escala intermedia, caso de la lusitana, tal y como parecen estar poniendo de maniiesto las últimas investigaciones sobre la producción y circulación anfórica tardía en el territorio onubense (O’Kelly, 2012). En este sen- tido, la intervención llevada a cabo en el com- plejo industrial de salazones de Lagos, en la costa occidental del Algarve portugués (Ramos 157 y Almeida, 2005; Ramos et al., 2006), ha permi- tido la identiicación de algún ejemplar anfórico procedente de alfares onubenses, caso del co- nocido como La Orden (O’Kelly, 2012)15. La ac- tividad de esta factoría se inicia en el siglo I d.C. perdurando hasta inicios/mediados del siglo VI d.C., presenta una segunda fase de uso y aban- dono deinitivo que se sitúa entre inicios del siglo V y la primera mitad de la siguiente centuria, con predominio de ánforas lusitanas (Almagro 50, 51C y 51A-B), formas de mesa africanas (Hayes 50, 61, 87, 91C, 99, 104A) y focenses (Hayes 3 C/D/F), junto a cerámicas comunes mayorita- riamente de origen local/regional (Ramos et al., 2007). * ¿Existe algún criterio a partir del cual se eligen determinadas formas de mesa para proceder a su imitación, dentro del repertorio común? En este punto estaríamos hablando por ejemplo de imitaciones de Sigillatas Africanas e incluso de “Comunes Africanas”, en este último caso, do- cumentadas en el área de la ciudad de arucci (O’Kelly, 2008, 349). Pero igualmente, hemos de reseñar como durante las últimasprospecciones arqueológicas que se están desarrollando en el término municipal de San Juan del Puerto (Huel- va) y que aún se encuentran en fase de campo, ya están siendo documentados ejemplares co- munes que imitan la Terra Sigillata Africana Tar- día, por ejemplo a través de la forma Hayes 7616. 15. “Entre el material anfórico recuperado los autores mencionan varios ejemplares de difícil adscripción ti- pológica, entre los que se encuentra una pieza que algunos investigadores relacionan con la producción del alfar de La Orden (García y Bernal, 2008). Esta cetaria se abandonaría en un momento impreciso en- tre inicios/mediados del siglo VI d.C., lo que se con- trapone con la idea tradicional que situaba el inal de estas industrias en el siglo V d.C., relacionándose con la inestabilidad y la decadencia general del comercio y la economía tras el inicio de las invasiones bárbaras y la caída del Imperio romano. A pesar de ello, los pro- ductos podían seguir siendo fabricados, no industrial- mente sino con un carácter de consumo local/regional (Ramos, Laço, Almeida y Viegas, 2007), como vemos en la costa lusitana con los datos del horno III de Mar- tinhal (Silva, Coelho-Soares y Correia, 1990), y cen- tros piscícolas de Luz (Parreira, 1997), Loulé Velho (Edmonson, 1987) y Quinta do Marim (Silva, Soares y Coelho-Soares, 1992)” (O’Kelly Sendrós, 2012). 16 Desde estas páginas queremos agradecer al prof. Campos Carrasco, director cientíico del proyecto de prospección que nos haya permitido incluir esta infor- mación aún inédita en este trabajo. Figura 7. Formas de Terra Sigillata africana no documentadas en centros costeros. * ¿Por qué al área del Andévalo y la Sierra llegan sólo algunas formas de la gran variedad de Sigillata Africana que se documenta en la Costa y la Campiña? Obviamente el proceso de distribución entre el litoral y el interior del territorio provocaría una disminución en la variedad formal conforme aumenta la distancia, pero no obstante, es ciertamente limitada la llegada de los productos africanos a la zona norte en relación con todos los que arriban al litoral para un mismo momento cronológico como por ejemplo el altoimperial. En sentido inverso, cabría plantearse otra cuestión no menos interesante ¿desde dónde están llegando hacia el interior de este territorio formas que, en principio y según el material consultado, no se documentan en los centros costeros? Tal sería el caso de las Hayes 3C (campiña/sierra), 6 (campiña/sierra), 14 A/B (sierra), 16 (Andévalo), 23 B (campiña/Andévalo), 31 (sierra), 44 (sierra), 59 A (sierra) y 69 (campiña/sierra) (igura 7). Cabría pensar que por ejemplo pudiesen llegar por ejemplo de un importante centro distribuidor como emerita augusta, tal y como ocurre en el caso de las importaciones de Terra Sigillata Hispánica o de las Paredes Finas en la ciudad de arucci (Delgado Aguilar, 2008). * En relación con la cuestión anterior, también nos gustaría profundizar con detenimiento en 158 Figura 8. conjunto de Terra Sigillata Focense Tardía (Hayes, 3) procedente de la villa de la almagra (Huelva). los repertorios formales que se documentan en cada uno de estos ámbitos para poder conirmar la hipótesis del retroceso de formas propias de ines del siglo II y comienzos del siglo III en los establecimientos costeros, ligado a un aconte- cimiento natural, un posible tsunami avanzado ya en otras publicaciones por parte del Prof. J. Campos y nosotros mismos (Vidal y Campos, 2008). Este retroceso no afecta únicamente al repertorio de Terra Sigillata sino que parece do- cumentarse igualmente en el repertorio anfórico. * ¿Cuál es el canal de distribución de las Ce- rámicas orientales ya en época tardía? En este sentido manejamos dos posibles hipótesis, la de su llegada terrestre a través del punto de Hispalis, o bien su llegada directa al Puerto de onoba, en cuyo caso, y aunque así lo había- mos valorado en ocasiones anteriores, resulta altamente llamativa su ausencia en los regis- tros arqueológicos de la capital onubense. No obstante, en relación con esto último no des- cartamos que realmente hayan podido pasar desapercibidas y ser catalogadas de algún otro modo, para lo cual nos resultaría imprescindi- ble la revisión de los materiales procedentes de las intervenciones realizadas en el casco urbano durante las últimas décadas. Igualmen- te nos ha resultado extraño no haberlas docu- mentado tampoco en otros centros urbanos de época romana que se mantienen durante el pe- riodo tardoantiguo caso de ilipla o ituci, cues- tión sobre la que nos gustaría profundizar, para poder establecer, llegado el caso, la causa de esta ausencia. V. Consideraciones inales Con todo y a partir de lo dicho hasta el momen- to, establecemos a continuación una serie de avances o valoraciones sobre algunos de los temas que han sido tratados a lo largo de estas páginas y que lógicamente habrán de ser abor- dadas con mayor detenimiento en posteriores trabajos: - SOBRE LA PROCEDENCIA DE ESTOS RE- GISTROS. En trabajos anteriores, nos hemos decantado por relacionar la presencia de algu- nos registros tardíos -caso de la late roman c o Sigillata Oriental- con la actividad comercial ejercida desde el puerto atlántico de onoba. Sin embargo, la intensiicación de las activida- des en el ámbito hispalense y las similitudes observadas en los registros de Hispalis (don- de a pesar de no incluirse entre las posesiones de los milites bizantinos sensu stricto, ésta no escapó a la inlucencia oriental, tal y como de- jan traslucir la documentación textual como la arqueológica) y onoba nos está haciendo plan- tear como hipótesis la idea de que realmente la llegada de estos productos a tierras onuben- ses pueda haberse producido vía terrestre, y no necesariamente vía marítima. Ello podría verse corroborado por el hecho de la concentración de estos registros en asentamientos de la cam- piña (igura 8). Igualmente nos ha llamado la atención la ausencia de estas cerámicas en los registros de los centros urbanos, caso de la propia onoba, e ilipla, al igual que en ituci, aunque claro está, en este último caso las inter- venciones arqueológicas se han ceñido a pros- pecciones supericiales y análisis paramenta- les y topográicos, sin que se disponga de un registro estratigráico completo. En lo que se reiere a las cerámicas africanas, nos interesa valorar igualmente hasta qué punto algunas for- mas concretas localizadas son importaciones directas o por el contrario posibles imitaciones de éstas realizadas en los alfares onubenses, del mismo modo que se ha observado para el Valle Medio del Guadalquivir a través de la denominada Terra Sigillata Betica (Monterroso 159 Checa, 2005). Obviamente en este momento no estamos en disposición de adoptar esta no- menclatura para el área onubense pero lo que sí es cierto es que estas imitaciones se pueden llevar a cabo reproduciéndose como sigillatas o incluso llegar a producir en cerámica común formas de Sigillata Africana e incluso Cerámi- cas de Cocina, “Comunes Africanas”, sobre lo cual ya existen valoraciones para el conjunto de la Península Ibérica, gracias a los trabajos de X. Aquilué (2008) y muy recientemente de L.C. Juan Tovar (2012). - ACERCA DE LA VALORACIÓN DE LA POSI- BLE ENTRADA DE ESTE ÁMBITO BAJO LA ÓRBITA BIZANTINA17. Cuando empleamos el término “órbita” lo hacemos en principio bajo un sentido básicamente material/comercial, y no esencialmente militar que se identiicaría con la consiguiente presencia y asentamiento de mi- lites con el objetivo de la anexión territorial de este espacio al Imperio Bizantino Peninsular del siglo VI. Esta, llamémosle, “inluencia o contacto” con el mundo bizantino se concentraría en prin- 17. Sobre la situación de la provincia Baetica ante la presencia Bizantina, J. Vizcaíno Sánchez(2009, 138) establece los límites del dominio bizantino del siguiente modo: "… Spania acabaría en la ac- tal zona gaditana, donde se enclavan las ciudades de asido y Sagontia. Hacia el norte, se plantea la adscripción bizantina de astigi, egabrum o iliberris, que, no obstantem debieron pasar pronto a territo- rio visigodo. Más claro se dibuja el dominio bizan- tino hacia el sur, donde el bastion fundamental es Málaca". No obstante, estas líneas no parecen ser tan férreas ni diferenciadoras de espacios, tal y como expresa el mismo autor referido unas líneas después “.. Por nuestra parte, si bien compartimos la opinión de ceñir el dominio bizantino a la fran- ja costera, creemos que tales ámbitos se diluyen, ante una circulación más abierta de las inluencias” (Id, 139). Así fuera de los focos centrales del Es- trecho, con Septem a la cabeza y Malaca, habría que pensar en “un dominio inestable, no continuo, residiendo buena parte de las comunicaciones en la navegación de cabotaje. Su liquidación supondrá un paso más en la visigotización que el territorio va experimentando ya desde inales del siglo V, y, so- bre todo, el reinado de Teudis, en el sentido no ya de aportes demográicos signiicativos, sino de un aumento de la signiicación política de la nobleza goda y de la reestructuración de una serie de con- dados. el mismo proceso, por lo demás, transcurre en un escenario en el que el endurecimiento de las condiciones de vida, sobre todo en el medio rural, generará un malestar que en último término facilitó la invasión islámica” (Id: 139). cipio en la Campiña, con su posible basculación en torno al asentamiento de Los Bojeos y no de la sede ciudadana y Episcopal que era Niebla (elepla). No basamos para estas apreciaciones en indicadores de carácter cerámico, caso de las Terra Sigillata Focense Tardías, que se docu- mentan precisamente en villae campiñesas, sin que por el momento hayamos encontrado rastro de éstas en los núcleos urbanos, onoba, ilipla o ituci que van a permanecer ocupados durante la Tardo Antigüedad hasta llegar al dominio An- dalusí. La dualidad del ajuar procedente de los talleres del norte de África, ya bajo el dominio bizanti- no y de productos del Mediterráneo oriental es típica de los yacimientos asociados al dominio bizantino, tal y como parece documentarse en la propia Cartago (Blázquez Martínez, 2002; 2003) o Ceuta (Bernal y Pérez, 2000). En este sentido, conforme están avanzando en nuestro ámbito las investigaciones en el campo de la Arqueolo- gía de la Producción se está haciendo evidente, entre otras muchas cuestiones, la presencia de formas anfóricas orientales (O’Kelly et al., 2013), además de vajilla de mesa (Terra Sigillata Fo- cense Tardía, Late Roman C), compartiendo contextos arqueológicos con formas de Terra Si- gillata africana tardía (Hayes 60 y en adelante). Paralelamente, las investigaciones arqueológi- cas relativas a la presencia bizantina en la Pe- nínsula Ibérica están matizando las tradicionales ideas que hacían netamente diferentes las zo- nas de presencia bizantina y las del área costera visigoda, en función principalmente del cese de las importaciones en la Tarraconense que se su- ponía motivada por la rivalidad entre visigodos y bizantinos. Así pues, actualmente parece que la diferencia- ción entre ambas áreas se basaría no tanto en la composición de sus depósitos cerámicos, como en la cantidad en la que aparecen diferentes for- mas cerámicas, lo cual redundaría en diferentes ritmos en la intensidad de las importaciones afri- canas en uno y otro ámbito. De modo que a partir de la consideración de los depósitos cerámicos no se puede mantener la idea de una frontera comercial entre bizantinos y visigodos, siendo así que política y comercio parecen seguir ritmos 160 distintos18. Con todo, en última instancia parece que la diferenciación última radicaría en la voca- ción económica de ambos focos, de modo que el ámbito bizantino parece mantener una activa im- portación que suple una tenue vocación produc- tiva, mientras que en la zona visigoda se da la si- tuación inversa, fruto de una imbricación menos intensa en el mercado mediterráneo. Aunque no deja de ser menos cierto que el predominio afri- cano que caracteriza a los depósitos cerámicos de este momento parece acentuarse en las zo- nas que escapan al control bizantino, al parecer el único garante de un suministro regular, si bien modesto, de los productos orientales. Para el marco onubense y aunque en principio se descarta por completo, en oposición a la con- sideración inicial de P. Goubert (1946) la perte- nencia de la ciudad de ilipla/elepla al dominio imperial bizantino19 (Vizcaíno Sánchez, 2009: 139-140), ello no debe impedir poder considerar que sí debió participar de una Koiné comercial debido a su situación, cercana al foco gaditano, hispalense y en última instancia, en conexión con el Atlántico. Así, nuestra propuesta es la de rastrear hasta qué punto, y a pesar del posicio- namiento religioso visigodo de esta ciudad –se documenta la existencia de su obispado ya en el siglo V (509) a través de la lápida funeraria de Vincomalos (González Fernández, 2004: 61) y posteriormente por su suscripción como sede episcopal del III Concilio de Toledo y el I Con- cilio de Sevilla (590)- el área onubense pudo haber mantenido luidas relaciones con los focos bizantinos tradicionalmente considerados en el sur hispano, esto es el ámbito gaditano, con su 18. En opinión de J. Vizcaíno (2009, 602) la diferencia fundamental entre la Spania bizantina y los dominios costeros del reino de Toledo radicaría en la drástica disminución que en estos últimos experimenta el re- pertorio tipológico de vajilla de mesa en Terra Sigillata Africana D frente a momentos precedentes, reducción que no parece afectar del mismo modo a las ánforas que siguen llegando con una variedad y abundancia no tan diferentes. A ello se suma el hecho de que en ambos dominios políticos parece observarse una práctica desaparición de las cerámicas africanas de cocina, que son sustituidas por producciones toscas realizadas a torno lento o a mano. 19. “..Cependant Elipla a pu être conquise par les By-zantins, lorsque ceux-ci, autour d'Ossonoba, à la in du VIe siècle ou au début du VIIe, consolidèrent leurs positions…” (Goubert, 1946, 95). epicentro en la africana Septem, y en menor me- dida el foco malacitano. Para poder valorar esta cuestión deberíamos realizar detenidamente comparaciones entre los depósitos propios de la Spania Bizantina (caso de Cartagena, Málaga, Algeciras, Ceuta o Alcu- dia (Mallorca) -especialmente en lo relativo a los porcentajes y tipos de vajilla de Mesa Africana y los del área onubense, para poder calibrar hasta qué punto y partiendo, no obstante, de la ads- cripción visigoda de la diócesis iliplense, el terri- torio pudo sentir la inluencia de lo bizantino en el ámbito comercial. - RESPECTO A LA POSIBLE EXISTENCIA DE ÁREAS PRODUCTIVAS QUE PUEDAN HABER REALIZADO IMITACIONES iN SiTu DE ESTOS TIPOS CERÁMICOS IMPORTADOS. Para ello partimos de la existencia de algunas formas de Terra Sigillata Africana (caso de las Hayes 50) cuyo barniz no responde a las típicas produccio- nes de color anaranjado norteafricanas (igura 9) e incluso las hemos localizado con el borde ahu- mado y un barniz ciertamente oscuro y de carác- ter menos plástico que el habitual en estas pro- ducciones (igura 10, a). Otras presentan trazos blanquecinos en la supericie exterior (igura 10, b), e incluso creemos haber localizado una imi- tación de fondo de Africana A Hayes 15 (Figura 10, c) En cualquier caso, no nos aventuramos, únicamente con un análisis visual, a determinar estas posibles imitaciones o “producciones lo- cales”, ya que reconocemos la enorme variabi- lidad de terminaciones que puede derivarse de Figura9. Terra Sigillata africana, c (Hayes 50) procedente de la villa de la almagra (Huelva). 161 los diferentes talleres en el África Proconsular. Con todo, no podemos dejar de lado tampoco las imitaciones en cerámica común de algunas formas de Terra Sigillata Africana y de Comunes Africanas, especialmente en puntos de la Tierra Llana y de la Sierra a las que ya hemos aludido en párrafos anteriores. En última instancia, y siendo conscientes de que el trabajo está en un estadio inicial, nuestra in- tención es la de constatar las claves funcionales y productivas de asentamientos vinculados bien con la importación, bien con la posible produc- ción in situ de estos tipos cerámicos, como re- lejo del establecimiento de contactos con otros lugares tanto cercanos como, en su caso, extra peninsulares. Como síntesis de todo ello, y cen- trándonos de lleno en los registros tardíos nues- tra intención inal es la revalorización del hori- zonte tardoantiguo en el territorio onubense, tal y como está siendo abordado en otros puntos de la Baetica y del marco hispánico en general. VI. Bibliografía de referencia Alonso de la Sierra, J. 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